957 Dios espera que el hombre se arrepienta de verdad
Ⅰ
Independientemente de cuán airado había estado Dios con los ninivitas,
en cuanto declararon un ayuno y vistieron de cilicio y cenizas,
Su corazón comenzó a ablandarse y Su opinión a cambiar.
Cuando Él les proclamó que destruiría su ciudad
—el momento anterior a su confesión y arrepentimiento de sus pecados—
Dios seguía airado con ellos.
Una vez hubieron llevado a cabo una serie de actos de arrepentimiento,
el enojo de Dios por los habitantes de Nínive
se transformó gradualmente en misericordia y tolerancia hacia ellos.
Ⅱ
No hay nada contradictorio acerca de la revelación coincidente
de estos dos aspectos del carácter de Dios en el mismo acontecimiento.
Dios expresó y reveló sucesivamente
cada una de estas esencias de los dos polos opuestos
cuando el pueblo de Nínive se arrepintió,
con lo que la gente pudo ver la realidad de la esencia de Dios
y que esta no se puede ofender.
Dios utilizó Su actitud para decirle a la gente:
no es que Dios no tolere a las personas
o que no quiera mostrarles misericordia;
sino que la gente rara vez se arrepiente de verdad
y es raro que las personas
se vuelvan verdaderamente de sus malos caminos
y abandonen la violencia de sus manos.
Ⅲ
Cuando Dios está airado con el hombre,
espera que este pueda arrepentirse de verdad
y, en efecto, espera ver el arrepentimiento,
el arrepentimiento real del hombre,
en cuyo caso continuará concediendo entonces con liberalidad
Su misericordia y tolerancia al hombre.
Es decir, la conducta malvada del hombre provoca la ira de Dios,
mientras que la misericordia y tolerancia de Dios
se conceden a aquellos que escuchan
y se arrepienten realmente delante de Él,
a aquellos que pueden volverse de sus caminos malvados
y abandonar la violencia de sus manos.
La actitud de Dios se reveló muy claramente
en Su trato con los ninivitas:
La misericordia y tolerancia de Dios no son nada difíciles de obtener,
y lo que Él exige es el arrepentimiento sincero de uno.
Siempre y cuando las personas se vuelvan de sus caminos malvados
y abandonen la violencia de sus manos,
Dios cambiará Su opinión y Su actitud hacia ellas.
de La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único II