I. Acerca de cómo escoger el camino propio de la fe

428. La mayoría de las personas creen en Dios por el bien de su destino futuro o por un disfrute temporal. Aquellas personas que no se han sometido a ningún trato, creen en Dios para poder entrar al cielo, para obtener recompensas. No creen con el fin de ser perfeccionadas por Dios ni de cumplir con el deber de una criatura de Dios. Es decir, la mayoría de las personas no creen en Dios para cumplir con sus responsabilidades o completar su deber. Raramente creen las personas en Dios con el fin de llevar vidas significativas ni hay quienes crean que, como el hombre está vivo, debe amar a Dios porque está ordenado por el Cielo y reconocido en la tierra que lo haga, y es la vocación natural del hombre. De esta forma, aunque cada persona diferente busca sus propios objetivos, la meta de su búsqueda y la motivación subyacente son parecidas; aún más, para la mayoría de ellas, los objetos de su adoración son, en gran parte, los mismos. Durante los últimos miles de años, muchos creyentes han muerto y otros han muerto y nacido de nuevo. No son solo una o dos personas las que buscan a Dios, ni siquiera mil o dos mil; sin embargo, la mayoría de estas personas buscan por el bien de sus propias perspectivas o de sus esperanzas gloriosas para el futuro. Los fieles a Cristo son escasos. Muchos creyentes devotos han muerto atrapados en sus propias redes y el número de personas victoriosas es, además, insignificantemente pequeño. Hasta este día, las razones por las que fracasan las personas o los secretos de su victoria siguen siendo desconocidos para ellas. Aquellos que están obsesionados con buscar a Cristo siguen sin haber tenido su momento de percepción repentina, no han llegado a la raíz de estos misterios, porque simplemente no saben. Aunque hacen esfuerzos concienzudos en su búsqueda, la senda por la que caminan estas personas es la del fracaso que ya transitaron sus predecesores y no es la senda del éxito. De esta forma, independientemente de cómo busquen, ¿no andan ellas por la senda que lleva a las tinieblas? ¿Acaso lo que obtienen no es un fruto amargo? Es bastante difícil predecir si las personas que emulan a los que tuvieron éxito en tiempos pasados llegarán finalmente a la bendición o a la calamidad. ¿Cuán peores son las probabilidades, pues, para quienes buscan siguiendo los pasos de los que fracasaron? ¿No tienen más posibilidades de fracasar? ¿Qué valor hay en la senda que siguen? ¿No están perdiendo su tiempo? Independientemente de que las personas tengan éxito o fracasen en su búsqueda, existe, en pocas palabras, una razón por la que lo hacen, y no es el caso de que su éxito o fracaso esté determinado por buscar como les plazca.

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429. El requisito primordial de la creencia del hombre en Dios es que tenga un corazón sincero, que se entregue por completo y que obedezca realmente. Lo más difícil para el hombre es entregar toda su vida a cambio de una creencia verdadera, a través de la cual puede obtener toda la verdad y cumplir con su deber como criatura de Dios. Esto es inalcanzable para aquellos que fracasan y lo es incluso más para quienes no pueden encontrar a Cristo. Como el hombre no es bueno en entregarse totalmente a Dios, como no está dispuesto a cumplir con su deber para el Creador, como ha visto la verdad pero la evita y camina por su propia senda, como siempre busca siguiendo la senda de los que han fracasado y como siempre desafía al Cielo, por eso siempre fracasa y cae en las artimañas de Satanás y es atrapado en su propia red. Como el hombre no conoce a Cristo, como no es experto en el entendimiento y la experiencia de la verdad, como es demasiado respetuoso de Pablo y demasiado codicioso del cielo, como siempre está exigiendo que Cristo le obedezca y dándole órdenes a Dios, por eso esas grandes figuras y aquellos que han experimentado las vicisitudes del mundo siguen siendo mortales y siguen muriendo en medio del castigo de Dios. Todo lo que puedo decir de tales personas es que tienen una muerte trágica y que la consecuencia para ellas —su muerte— no se produce sin justificación. ¿No es su fracaso aún más intolerable para la ley del Cielo? La verdad viene del mundo del hombre, pero la verdad entre los hombres es transmitida por Cristo. Se origina en Cristo, es decir, en Dios mismo, y esto no es algo de lo que sea capaz el hombre. Sin embargo, Cristo sólo provee la verdad; Él no viene a decidir si el hombre tendrá éxito en su búsqueda de la verdad. Por tanto, se deduce que el éxito o el fracaso en la verdad depende de la búsqueda del hombre. El éxito o fracaso del hombre sobre la verdad nunca ha tenido nada que ver con Cristo, sino que viene determinado por su búsqueda. El destino del hombre y su éxito o fracaso no pueden achacarse a Dios, haciendo que Él mismo cargue con ello, porque este no es un asunto de Dios mismo, sino que está directamente relacionado con el deber que las criaturas de Dios deben cumplir. La mayoría de las personas tienen un poco de conocimiento sobre la búsqueda y los destinos de Pablo y Pedro, pero solo conocen el desenlace para Pedro y Pablo e ignoran el secreto subyacente al éxito de Pedro o las deficiencias que llevaron al fracaso de Pablo. Y así, si sois completamente incapaces de percibir la esencia de su búsqueda, la búsqueda de la mayoría de vosotros seguirá fracasando y, aunque un pequeño número de vosotros tengáis éxito, seguiréis sin ser iguales a Pedro. Si la senda de tu búsqueda es la correcta, tendrás una esperanza de éxito; si la senda que recorres en busca de la verdad es la errónea, siempre serás incapaz de tener éxito y tendrás el mismo final que Pablo.

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430. Pedro fue un hombre que fue perfeccionado. Solo después de experimentar el castigo y el juicio y obteniendo, por tanto, un amor puro hacia Dios, él fue totalmente perfeccionado; la senda que él caminó fue la del perfeccionamiento. Es decir que, desde el principio, la senda que Pedro caminó fue la correcta y su motivación para creer en Dios era la adecuada y, por tanto, pasó a ser alguien que fue perfeccionado y anduvo por una nueva senda por la que el hombre nunca había caminado. Sin embargo, la senda que Pablo caminó desde el principio fue la senda de la oposición a Cristo y solo pudo obrar para Cristo durante varias décadas gracias a que el Espíritu Santo quiso usarlo y aprovechar sus dones y todos sus méritos para Su obra. Fue simplemente alguien utilizado por el Espíritu Santo; no fue usado porque Jesús viera su humanidad con buenos ojos, sino debido a sus dones. Pablo pudo obrar para Jesús porque fue derribado, no porque él se sintiera feliz de hacerlo. El esclarecimiento y la guía del Espíritu Santo hicieron posible que él realizara dicha obra, la cual no representaba en absoluto su búsqueda ni su humanidad. La obra de Pablo representaba la de un siervo, es decir, hizo la obra de un apóstol. Pedro, sin embargo, fue diferente: él también hizo alguna obra; no tan grande como la de Pablo, pero obró en medio de la búsqueda de su propia entrada y su obra fue distinta a la de Pablo. La obra de Pedro fue el cumplimiento del deber de una criatura de Dios. Él no obró en el rol de apóstol, sino en que obró mientras buscaba el amor por Dios. El curso de la obra de Pablo también contenía su búsqueda personal, pero esta sólo era por el bien de sus esperanzas para el futuro y su deseo de un buen destino. Él no aceptó el refinamiento durante su obra ni tampoco aceptó poda ni trato. Él creía que mientras la obra que él llevaba a cabo satisficiera el deseo de Dios y que mientras todo lo que hacía agradara a Dios, finalmente le esperaría una recompensa. No hubo experiencias personales en su obra; todo fue por causa de la obra y no se llevó a cabo en medio de su búsqueda de un cambio. Todo en su obra fue una transacción, no contenía nada sobre el deber ni la sumisión de una criatura de Dios. Durante el transcurso de su obra, no se produjeron cambios en el viejo carácter de Pablo. Su obra fue, sencillamente, de servicio a los demás, y él fue incapaz de producir cambios en su carácter. Pablo llevó a cabo su obra de forma directa sin haber sido perfeccionado ni tratado y su motivación era la recompensa. Pedro fue diferente: era alguien que se había sometido a la poda, el trato y el refinamiento. El objetivo y la motivación de su obra fueron fundamentalmente diferentes a los de Pablo. Aunque Pedro no realizó una gran cantidad de obra, su carácter sufrió muchos cambios y lo que buscaba era la verdad y un cambio real. No llevaba a cabo su obra tan solo por el bien de la obra misma. Aunque Pablo realizó mucha obra, fue toda del Espíritu Santo y, aunque él colaboró en esta, no la experimentó. Que Pedro obrase menos únicamente se debió a que el Espíritu Santo no realizó tanta obra a través de él. La cantidad de obra que ambos realizaron no determinó su perfeccionamiento; la búsqueda de uno fue para recibir recompensas y la del otro fue para lograr un amor supremo a Dios y cumplir con su deber como criatura de Dios, hasta el punto de poder vivir una imagen hermosa que satisficiera el deseo de Dios. Externamente eran diferentes, y también lo eran sus esencias. No puedes determinar cuál de ellos fue perfeccionado en función de la cantidad de obra que realizaron. Pedro buscó vivir la imagen de alguien que ama a Dios, ser alguien que obedecía a Dios, ser alguien que aceptaba el trato y la poda y ser alguien que cumplía con su deber como criatura de Dios. Él fue capaz de entregarse a Dios, de poner todo su ser en Sus manos y de obedecerlo hasta la muerte. Eso fue lo que él decidió hacer y, además, fue lo que logró. Esta es la razón fundamental por la que su fin fue diferente al de Pablo finalmente. La obra que el Espíritu Santo llevó a cabo en Pedro fue la de perfeccionarlo y la obra que el Espíritu Santo realizó en Pablo fue la de usarlo. Esto se debe a que sus naturalezas y sus opiniones respecto a la búsqueda no eran las mismas. Ambos tenían la obra del Espíritu Santo. Pedro aplicó esta obra en sí mismo y también la proveyó a otros; Pablo, entretanto, sólo proveyó la totalidad de la obra del Espíritu Santo a otros y no obtuvo nada de la misma para sí mismo. De esta forma, después de haber experimentado la obra del Espíritu Santo durante tantos años, los cambios en Pablo fueron casi inexistentes. Él siguió prácticamente en su estado natural y continuó siendo el Pablo de antes. Simplemente ocurrió que después de haber soportado las dificultades de muchos años de obra, había aprendido cómo “obrar” y a resistir, pero su vieja naturaleza —su naturaleza altamente competitiva y mercenaria— siguió siendo la misma. Después de haber obrado durante tantos años, no conocía su carácter corrupto ni se había librado de su viejo carácter, algo que seguía siendo claramente visible en su obra. En él sólo había más experiencia de obrar, pero esa poca experiencia fue incapaz de cambiarlo por sí sola y no pudo alterar sus opiniones sobre la existencia o la importancia de su búsqueda. Aunque obró muchos años para Cristo y nunca más persiguió al Señor Jesús, en su corazón no hubo cambio alguno en su conocimiento de Dios. Significa que él no obró con el fin de entregarse a Dios, sino que más bien se vio obligado a hacerlo en aras de su destino futuro. Y es que, al principio, persiguió a Cristo y no se sometió a Él; inherentemente él era un rebelde que se opuso deliberadamente a Cristo y alguien sin conocimiento de la obra del Espíritu Santo. Cuando su obra estaba casi concluida, seguía sin conocer la obra del Espíritu Santo y se limitaba a actuar por su propia cuenta según su propio carácter, sin prestar la más mínima atención a la voluntad del Espíritu Santo. Así pues, su naturaleza estaba enemistada con Cristo y no obedecía a la verdad. ¿Cómo podría ser salvado alguien como él, abandonado por la obra del Espíritu Santo, que no conocía la obra del Espíritu Santo y que, además, se oponía a Cristo? Si una persona puede o no ser salvada no depende de cuánta obra realice ni de cuánto se entregue, vienen lugar de eso, lo determina si conoce o no la obra del Espíritu Santo, si puede poner en práctica la verdad o no y si sus opiniones respecto a la búsqueda están en conformidad con la verdad.

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431. Pedro fue perfeccionado por medio de la experiencia del trato y del refinamiento. Él dijo: “Debo satisfacer el deseo de Dios en todo momento. En todo lo que hago sólo busco satisfacer el deseo de Dios y, aunque sea castigado o juzgado, sigo sintiéndome feliz de hacerlo”. Pedro entregó su todo a Dios, y su obra, sus palabras y toda su vida fueron para amar a Dios. Él era una persona que buscaba la santidad y, cuanto más experimentaba, mayor era su amor por Dios en lo profundo de su corazón. Mientras que Pablo sólo llevó a cabo una obra externa y, aunque trabajó duro, sus esfuerzos eran en aras de realizar su obra adecuadamente y obtener así una recompensa. De haber sabido que no recibiría recompensa, habría abandonado su obra. Pedro se preocupaba por el amor verdadero en su corazón, por lo que era práctico y podía lograrse. No le preocupaba recibir una recompensa, sino si su carácter podía cambiar. Pablo se preocupaba de trabajar siempre más duro, por el trabajo exterior y por la devoción, y por las doctrinas que las personas normales no experimentaban. No le importaban los cambios en su interior ni el amor verdadero por Dios. Las experiencias de Pedro fueron con el fin de lograr amor y conocimiento verdaderos de Dios. Sus experiencias tenían la finalidad de lograr una relación más estrecha con Dios y tener un vivir práctico. La obra de Pablo se realizó por lo que Jesús le confió y con el fin de obtener aquello que anhelaba, pero esto no guardaba relación con el conocimiento de sí mismo y de Dios. Su obra fue únicamente en aras de escapar del castigo y del juicio. Pedro buscaba el amor puro y Pablo, la corona de justicia. Pedro experimentó muchos años de la obra del Espíritu Santo y tenía un conocimiento práctico de Cristo, así como un profundo conocimiento de sí mismo. Por tanto, su amor a Dios era puro. Muchos años de refinamiento habían elevado su conocimiento de Jesús y de la vida, y su amor era un amor incondicional, era un amor espontáneo y él no pedía nada a cambio ni esperaba beneficio alguno. Pablo obró por muchos años, pero no poseía un gran conocimiento de Cristo y su conocimiento de sí mismo era lastimosamente pequeño. Él simplemente no sentía amor por Cristo, y su obra y su recorrido tenían como fin obtener los laureles finales. Él buscaba la mejor corona, no el amor más puro. No buscaba de forma activa, sino pasiva; no estaba cumpliendo con su deber, sino que se vio obligado en su búsqueda tras haber sido capturado por la obra del Espíritu Santo. Así pues, su búsqueda no demuestra que fuera una criatura calificada de Dios; Pedro era una criatura calificada de Dios que cumplía con su deber. La gente piensa que todos aquellos que hacen una contribución a Dios deben recibir una recompensa y cuanto mayor sea la contribución, más se da por hecho que deben recibir el favor de Dios. La esencia del punto de vista del hombre es transaccional y él no busca activamente cumplir con su deber como criatura de Dios. Para Él, cuánto más busquen las personas un amor verdadero y una obediencia total a Dios, lo que también significa procurar cumplir con sus deberes como criaturas de Dios, más capaces serán de obtener Su aprobación. El punto de vista de Dios es exigir que las personas recuperen su deber y su estatus originales. El hombre es una criatura de Dios y, por tanto, no debe excederse haciéndole exigencias a Dios y debe limitarse a cumplir con su deber como criatura de Dios. Los destinos de Pablo y Pedro se midieron en función de la capacidad de cada uno para cumplir con su deber como criaturas de Dios, y no según el tamaño de su contribución; sus destinos se determinaron en función de lo que buscaron desde el principio y no según la cantidad de obra que llevaron a cabo ni según la estimación que otras personas hacían de ellos. Por tanto, buscar activamente cumplir con el propio deber como criatura de Dios es la senda hacia el éxito; buscar la senda del amor verdadero a Dios es la senda más correcta; buscar cambios en el viejo carácter propio y buscar el amor puro a Dios, es la senda hacia el éxito. Esa senda hacia el éxito es la senda de la recuperación del deber original y de la apariencia original de una criatura de Dios. Es la senda de la recuperación y también el objetivo de toda la obra de Dios de principio a fin.

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432. Día tras día, Pablo obraba para Dios; mientras hubiera trabajo que hacer, él lo hacía. Sentía que de esta forma sería capaz de obtener la corona y que podría satisfacer a Dios, pero no buscó maneras de cambiar él mismo por medio de su obra. Cualquier cosa en la vida de Pedro que no satisfacía el deseo de Dios hacía que se sintiera incómodo. Si no colmaba el deseo de Dios, se sentía lleno de remordimiento y buscaba una forma adecuada de esforzarse para satisfacer el corazón de Dios. Incluso en los aspectos más pequeños e irrelevantes de su vida, seguía exigiéndose satisfacer el deseo de Dios. No era menos severo cuando se trataba de su viejo carácter, siempre riguroso en sus exigencias a sí mismo para progresar más profundamente en la verdad. Pablo solo buscaba la reputación y el estatus superficiales. Buscaba exhibirse delante de la gente y no hacer progresos más profundos en la entrada a la vida. Lo que le preocupaba era la doctrina, no la realidad. Algunas personas dicen: “Pablo realizó mucha obra para Dios, ¿por qué Él no le recordó? Pedro llevó a cabo poca obra para Dios y no hizo una gran contribución para las iglesias; entonces, ¿por qué fue perfeccionado?”. Pedro amaba a Dios hasta el punto de que Él lo requería; solo las personas así tienen testimonio. ¿Y qué hay de Pablo? ¿Sabes hasta qué punto amó él a Dios? ¿En aras de qué se hizo la obra de Pablo? ¿Y en aras de qué se hizo la de Pedro? Pedro no realizó mucha obra, pero ¿sabes lo que había en lo profundo de su corazón? La obra de Pablo concernía a la provisión de las iglesias y al sustento de las mismas. Pedro experimentó cambios en su carácter vital, experimentó el amor a Dios. Ahora que sabes las diferencias entre sus esencias, puedes ver quién, en última instancia, creía en Dios verdaderamente y quién no. Uno de ellos amaba a Dios de verdad y el otro no; uno pasó por cambios en su carácter y el otro no; uno sirvió humildemente y las personas no se percataban de él fácilmente y el otro era adorado por las personas y tenía una gran imagen; uno buscaba la santidad y el otro, no y, aunque no era impuro, tampoco poseía un amor puro; uno poseía humanidad verdadera y el otro, no; uno poseía el sentido de una criatura de Dios y el otro, no. Esas son las diferencias entre la esencia de Pablo y la de Pedro. La senda por la que Pedro caminó era la del éxito, que era también la senda de lograr la recuperación de la humanidad normal y de la recuperación del deber de una criatura de Dios. Pedro representa a todos aquellos que tienen éxito. La senda transitada por Pablo era la del fracaso y él representa a todos los que solo se someten y se entregan superficialmente y no aman a Dios genuinamente. Pablo representa a todos los que no poseen la verdad. En su creencia en Dios, Pedro buscó satisfacerle en todas las cosas y obedecer todo lo que viniera de Él. Sin la más mínima queja, fue capaz de aceptar el castigo y el juicio, así como el refinamiento, la tribulación y la necesidad en su vida, nada de lo cual pudo alterar su amor a Dios. ¿No era este el máximo amor a Dios? ¿No era esto el cumplimiento del deber de una criatura de Dios? Ya sea en el castigo, el juicio o la tribulación, siempre eres capaz de lograr la obediencia hasta la muerte y esto es lo que debe conseguir una criatura de Dios; esta es la pureza del amor a Dios. Si el hombre puede conseguir tanto, es una criatura calificada de Dios y no hay nada que satisfaga más el deseo del Creador. Imagina que eres capaz de obrar para Dios, pero no lo obedeces y eres incapaz de amarlo verdaderamente. De esta forma, no solo no habrás cumplido el deber de una criatura de Dios, sino que Él también te condenará, porque eres alguien que no posee la verdad, incapaz de obedecerlo y desobediente a Dios. Solo te preocupas de obrar para Dios y no de poner en práctica la verdad ni de conocerte a ti mismo. No entiendes ni conoces al Creador y no lo obedeces ni lo amas. Eres una persona que es desobediente a Dios de manera innata, y el Creador no ama a tales personas.

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433. Cuando el hombre mide a otros, lo hace según sus contribuciones. Cuando Dios evalúa al hombre, lo hace de acuerdo con la naturaleza del hombre. Entre los que buscan vida, Pablo fue alguien que desconocía su propia sustancia. No era en absoluto humilde ni obediente, ni conocía su esencia, la cual se oponía a Dios. Por tanto, era alguien que no había pasado por experiencias detalladas ni puso en práctica la verdad. Pedro era diferente. Conocía sus imperfecciones, sus debilidades y su carácter corrupto como una criatura de Dios y, por tanto, tenía una senda de práctica por medio de la cual cambiar su carácter; no era uno de esos que solo tenía doctrina, pero no realidad. Las que cambian son personas nuevas que han sido salvadas, son las calificadas para la búsqueda de la verdad. Las que no lo hacen pertenecen a aquellas que son obsoletas por naturaleza; son las que no se han salvado, es decir, aquellas a las que Dios detesta y rechaza. Ellas no serán recordadas por Dios, por muy grande que haya sido su obra. Cuando comparas esto con tu propia búsqueda, debe ser evidente si al final eres el mismo tipo de persona que Pedro o Pablo. Si aún no hay verdad en lo que buscas y si todavía hoy sigues siendo tan soberbio e insolente como Pablo, y sigues siendo tan superficial y presuntuoso como él, sin duda eres un degenerado que fracasa. Si buscas lo mismo que Pedro, si procuras prácticas y cambios verdaderos y no eres arrogante ni obstinado, sino que buscas cumplir con tu deber, serás una criatura de Dios que puede lograr la victoria. Pablo no conocía su propia esencia o corrupción y, mucho menos, su propia desobediencia. Nunca mencionó su desafío despreciable hacia Cristo ni se arrepintió demasiado. Solo ofreció una breve explicación y, en lo profundo de su corazón, no se sometió totalmente a Dios. Aunque cayó en el camino de Damasco, no miró en lo profundo de su ser. Se contentó simplemente con seguir obrando y no consideró que conocerse y cambiar su viejo carácter fueran los asuntos más cruciales. Se conformaba con simplemente hablar la verdad, con proveer para otros como un bálsamo para su propia conciencia y con no perseguir más a los discípulos de Jesús para consolarse y perdonarse por sus pecados pasados. La meta que perseguía no era otra que una corona futura y una obra transitoria, la meta que perseguía era la gracia abundante. No buscaba suficiente verdad ni buscaba progresar más profundamente en la verdad, la cual no había entendido previamente. Por consiguiente, se puede decir que su conocimiento de sí mismo era falso y que no aceptaba el castigo ni el juicio. Que fuera capaz de obrar no significa que poseyera un conocimiento de su propia naturaleza o de su esencia; su atención solo se centraba en las prácticas externas. Además, no se esforzaba por el cambio, sino por el conocimiento. Su obra fue, por completo, el resultado de la aparición de Jesús en el camino a Damasco. No fue algo que él hubiera decidido hacer en un principio ni fue una obra que ocurriera después de que aceptase la poda de su viejo carácter. Independientemente de cómo obrara, su viejo carácter no cambió y, por tanto, su obra no expió sus pecados pasados, sino que únicamente desempeñó cierto papel entre las iglesias de la época. Para alguien como él, cuyo viejo carácter no cambió —es decir, que no obtuvo la salvación y que, además, no tenía la verdad— era absolutamente incapaz de llegar a ser uno de los aceptados por el Señor Jesús. No era alguien lleno de amor y reverencia a Jesucristo ni alguien experto en buscar la verdad y, mucho menos, alguien que buscara el misterio de la encarnación. Era simplemente una persona habilidosa en la sofistería, que no cedía ante cualquiera más elevado que él o en posesión de la verdad. Envidiaba a las personas y las verdades contrarias a él, o enemistadas con él, prefiriendo a las que tenían dones, presentaban una gran imagen y poseían un conocimiento profundo. No le gustaba interactuar con los pobres que buscaban el camino verdadero y que no se preocupaban por otra cosa que no fuera la verdad; en cambio, él se relacionaba con figuras superiores de organizaciones religiosas que sólo hablaban de doctrinas y que poseían un conocimiento abundante. No sentía ningún amor por la obra nueva del Espíritu Santo ni se preocupaba por el movimiento de la misma, sino que prefería esas reglas y doctrinas que fueran más elevadas que las verdades generales. En su sustancia innata y en la totalidad de lo que buscaba, no merece ser llamado un cristiano que buscara la verdad y, menos aún, un siervo fiel en la casa de Dios, porque su hipocresía era demasiada y su desobediencia demasiado grande. Aunque se le conoce como un siervo del Señor Jesús, no era en absoluto adecuado para entrar por la puerta del reino de los cielos, porque sus acciones de principio a fin no pueden definirse como justas. Solo se le puede ver como una persona hipócrita, que hizo injusticias, pero que también obró para Cristo. Aunque no se le puede calificar de malvado, se le puede definir adecuadamente como un hombre que cometió injusticias. Llevó a cabo mucha obra, pero no se le debe juzgar por la cantidad de obra que realizó, sino solo por la calidad y esencia de la misma. Solo así es posible llegar al fondo del asunto. Él siempre creyó: “Soy capaz de obrar, soy mejor que la mayoría de las personas; soy considerado con la carga del Señor como nadie más y nadie se arrepiente tan profundamente como yo, porque la gran luz resplandeció sobre mí y la he visto; por tanto, mi arrepentimiento es más profundo que cualquier otro”. En ese momento, esto es lo que él pensaba en su corazón. Al final de su obra, Pablo dijo: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, y me está guardada la corona de justicia”. Su lucha, su obra y su carrera fueron enteramente en aras de la corona de justicia y él no avanzó de forma activa. Aunque no fue indiferente en su obra, puede decirse que la realizó simplemente con el fin de compensar sus errores y las acusaciones de su conciencia. Él solo esperaba completar su obra, terminar su carrera y pelear su batalla lo más pronto posible, de forma que pudiese obtener la tan anhelada corona de justicia cuanto antes. Lo que él anhelaba no era reunirse con el Señor Jesús con sus experiencias y su conocimiento verdadero, sino terminar su obra lo antes posible con el fin de recibir las recompensas que esta le había ganado cuando se encontrase con el Señor Jesús. Él usó su obra para consolarse y para hacer un trato a cambio de una corona futura. Lo que buscaba no era la verdad ni Dios, sino únicamente la corona. ¿Cómo puede una búsqueda así cumplir con el estándar? Su motivación, su obra, el precio que pagó y todos sus esfuerzos, sus maravillosas fantasías lo impregnaron todo, y él trabajó en total acuerdo con sus propios deseos. En la totalidad de su obra, no hubo la más mínima voluntad en el precio que pagó; simplemente estaba cerrando un trato. No hizo sus esfuerzos voluntariamente para cumplir con su deber, sino para conseguir el objetivo del trato. ¿Hay algún valor en tales esfuerzos? ¿Quién elogiaría sus esfuerzos impuros? ¿Quién tiene algún interés en ellos? Su obra estaba llena de sueños para el futuro, de planes maravillosos y no contenía una senda para cambiar el carácter humano. Así pues, gran parte de su benevolencia era fingida; su obra no proveía vida, sino que era un simulacro de civismo; era el cumplimiento de un trato. ¿Cómo puede una obra así llevar al hombre a la senda de la recuperación de su deber original?

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434. Todo lo que Pedro buscaba era conforme al corazón de Dios. Buscó cumplir Su deseo e, independientemente del sufrimiento y la adversidad, siguió dispuesto a cumplir el deseo de Dios. No hay búsqueda mayor para un creyente en Dios. Lo que Pablo buscaba estaba manchado por su propia carne, por sus propias nociones y por sus propios planes y argucias. No era en absoluto una criatura calificada de Dios ni era alguien que buscara cumplir el deseo de Dios. Pedro buscó someterse a las orquestaciones de Dios y, aunque la obra que realizó no fue grande, la motivación subyacente a su búsqueda y la senda por la que caminó fueron correctas; aunque no fue capaz de ganar a muchas personas, sí fue capaz de perseguir el camino de la verdad. Por esto se puede afirmar que él era una criatura calificada de Dios. Hoy, aunque no seas un obrero, debes ser capaz de cumplir con el deber de una criatura de Dios y buscar someterte a todas Sus orquestaciones. Debes ser capaz de obedecer lo que Dios dice y experimentar toda forma de tribulaciones y refinamiento; y aun siendo débil, en tu corazón debes seguir siendo capaz de amar a Dios. Las personas que asumen la responsabilidad de su propia vida están dispuestas a cumplir con el deber de una criatura de Dios y el punto de vista de esas personas respecto a la búsqueda es el correcto. Estas son las personas que Dios necesita. Si has realizado mucha obra y otras personas adquirieron tus enseñanzas, pero tú mismo no has cambiado, ni has dado testimonio alguno ni has tenido una experiencia verdadera, de tal forma que al final de tu vida nada de lo que hayas hecho da testimonio, entonces, ¿eres tú alguien que ha cambiado? ¿Eres alguien que busca la verdad? En ese momento, el Espíritu Santo te usó, pero cuando lo hizo, utilizó la parte de ti que podía ser utilizada para obrar y no usó la parte de ti que no podía ser utilizada. Si buscaras cambiar, entonces serías perfeccionado gradualmente durante el proceso de ser usado. No obstante, el Espíritu Santo no asume la responsabilidad respecto a si al final serás ganado o no; esto depende de tu forma de buscar. Si no hay cambios en tu carácter personal, se debe a que tu punto de vista sobre la búsqueda es erróneo. Si no se te ha otorgado una recompensa, eso es problema tuyo; se debe a que tú mismo no has puesto en práctica la verdad y a que eres incapaz de cumplir el deseo de Dios. Nada es, pues, más importante que tus experiencias personales, ¡y nada es más crítico que tu entrada personal! Algunas personas acabarán diciendo: “He realizado mucha obra para Ti y, aunque tal vez no haya conseguido ningún logro celebrado, de todos modos he sido diligente en mis esfuerzos. ¿No puedes sencillamente dejarme entrar al cielo para comer el fruto de la vida?”. Debes saber qué tipo de personas deseo; los impuros no tienen permitido entrar en el reino, ni mancillar el suelo santo. Aunque puedes haber realizado muchas obras y obrado durante muchos años, si al final sigues siendo deplorablemente inmundo, entonces ¡será intolerable para la ley del Cielo que desees entrar en Mi reino! Desde la fundación del mundo hasta hoy, nunca he ofrecido acceso fácil a Mi reino a cualquiera que se gana mi favor. Esta es una norma celestial ¡y nadie puede quebrantarla! Debes buscar la vida. Hoy, las personas que serán perfeccionadas son del mismo tipo que Pedro; son las que buscan cambios en su carácter y están dispuestas a dar testimonio de Dios y a cumplir con su deber como criaturas de Dios. Solo las personas así serán perfeccionadas. Si solo esperas recompensas y no buscas cambiar tu propio carácter vital, entonces todos tus esfuerzos serán en vano. ¡Y esta verdad es inalterable!

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435. ¡A partir de la diferencia entre las esencias de Pedro y Pablo deberías entender que todos aquellos que no buscan la vida trabajan en vano! Crees en Dios y lo sigues y, por tanto, en tu corazón debes amarlo. Debes apartar tu carácter corrupto, buscar cumplir el deseo de Dios y debes cumplir con el deber de una criatura de Dios. Como crees en Dios y lo sigues, debes ofrecerle todo a Él y no hacer elecciones o exigencias personales; debes lograr el cumplimiento del deseo de Dios. Como fuiste creado, debes obedecer al Señor que te creó, porque inherentemente no tienes dominio sobre ti mismo ni capacidad para controlar tu propio destino. Como eres una persona que cree en Dios, debes buscar la santidad y el cambio. Como eres una criatura de Dios, debes ceñirte a tu deber, mantener tu lugar y no excederte en tus deberes. Esto no es para limitarte ni para reprimirte por medio de la doctrina, sino que es la senda por medio de la cual puedes cumplir con tu deber; y pueden llevarlo a cabo —y deben llevarlo a cabo— todas las personas que actúan con justicia. Si comparas la esencia de Pedro y la de Pablo, sabrás cómo debes buscar. De las sendas por las que ellos caminaron, una es la senda del perfeccionamiento y la otra es la senda de la eliminación; Pedro y Pablo representan dos sendas diferentes. Aunque cada uno recibió la obra del Espíritu Santo, y cada uno obtuvo esclarecimiento e iluminación del Espíritu Santo, y cada uno aceptó lo que el Señor Jesús les había confiado, el fruto que dio en cada uno de ellos no fue el mismo: uno dio fruto de verdad, y el otro no. A partir de sus esencias, de la obra que realizaron, de lo que ellos expresaron exteriormente y de sus finales, debes entender qué senda debes tomar, cuál senda debes elegir para transitar. Ellos anduvieron por dos sendas claramente diferentes. Pablo y Pedro eran la personificación de cada senda y desde el principio se recurrió a ellos para tipificar estas dos sendas. ¿Cuáles son los puntos clave de las experiencias de Pablo y por qué no lo consiguió? ¿Cuáles son los puntos clave de las experiencias de Pedro y cómo experimentó el ser perfeccionado? Si comparas lo que preocupaba a cada uno de ellos, sabrás qué tipo exacto de persona quiere Dios, cuál es Su voluntad, cuál es Su carácter, qué tipo de persona será perfeccionada en última instancia y también qué tipo de persona no lo será, sabrás cuál es el carácter de las que serán perfeccionadas, y cuál el de las que no lo serán; estos temas sobre la esencia pueden verse en las experiencias de Pedro y de Pablo. Dios creó todas las cosas y por ende hace que toda la creación venga bajo Su dominio y se someta al mismo; Él ordenará todas las cosas para que todas estén en Sus manos. Toda la creación de Dios, incluyendo los animales, las plantas, la humanidad, las montañas, los ríos y los lagos, todo debe venir bajo Su dominio. Todas las cosas en los cielos y sobre la tierra deben venir bajo Su dominio. No pueden tener ninguna elección y deben someterse todas a Sus orquestaciones. Esto fue decretado por Dios y es Su autoridad. Dios lo gobierna todo y ordena y clasifica todas las cosas, cada una catalogada según su clase, con su propia posición asignada de acuerdo con la voluntad de Dios. Por muy grande que sea, ninguna cosa puede sobrepasar a Dios y todas las cosas sirven a la humanidad creada por Dios; nada se atreve a desobedecer a Dios o a imponerle exigencias. Por tanto, el hombre, como criatura de Dios, también debe cumplir con su deber. Independientemente de que sea el señor o el cuidador de todas las cosas, por muy alto que sea el estatus del hombre entre todas las cosas, sigue siendo un ser humano insignificante bajo el dominio de Dios, solo un ser humano insignificante, una criatura de Dios, y nunca estará por encima de Dios. Como criatura de Dios, el hombre debe procurar cumplir con el deber de una criatura de Dios y buscar amar a Dios sin hacer otras elecciones, porque Dios es digno del amor del hombre. Quienes buscan amar a Dios no deben buscar ningún beneficio personal ni aquello que anhelan personalmente; esta es la forma más correcta de búsqueda. Si lo que buscas es la verdad, si lo que pones en práctica es la verdad y si lo que obtienes es un cambio en tu carácter, entonces, la senda que transitas es la correcta. Si lo que buscas son las bendiciones de la carne, si lo que pones en práctica es la verdad de tus propias nociones y no hay un cambio en tu carácter ni eres en absoluto obediente a Dios en la carne, sino que sigues viviendo en la ambigüedad, entonces lo que buscas te llevará sin duda al infierno, porque la senda por la que caminas es la del fracaso. Que seas perfeccionado o eliminado depende de tu propia búsqueda, lo que equivale a decir que el éxito o el fracaso dependen de la senda que el hombre camine.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El éxito o el fracaso dependen de la senda que el hombre camine

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