XII. Palabras sobre la constitución, decretos administrativos y mandamientos de la Era del Reino

595. La obra que he planeado continúa hacia adelante sin un momento de tregua. Al haber entrado en la Era del Reino, y al haberos traído a Mi reino como Mi pueblo, tendré otras demandas que haceros; es decir, voy a empezar a promulgar ante vosotros la constitución con la que voy a gobernar esta era:

Puesto que vosotros os llamáis Mi pueblo, debéis ser capaces de glorificar Mi nombre; es decir, de manteneros firmes en el testimonio en medio del juicio. Si alguien intenta adularme y ocultarme la verdad, o involucrarse en negociaciones vergonzosas a Mis espaldas, todas estas personas, sin excepción, serán expulsadas y se las echará de Mi casa a la espera de que Yo trate con ellas. Los que me han sido infieles hijos desobedientes en el pasado, y hoy en día se levantan de nuevo para juzgarme abiertamente, ellos también serán expulsados de Mi casa. Aquellos que son Mi pueblo tienen que demostrar consideración constantemente por Mis cargas, así como buscar conocer Mis palabras. Yo sólo esclareceré a gente como esta, y ellos con seguridad vivirán bajo Mi guía y esclarecimiento, y nunca encontrarán castigo. Aquellos que fallen en demostrar consideración por Mis cargas, se concentren en la planificación de su futuro, es decir, aquellos que no orienten sus acciones a satisfacer Mi corazón, sino que más bien busquen limosnas, esas criaturas que son como mendigos, me rehúso rotundamente a utilizarlas, porque desde el día en que nacieron no saben nada de lo que significa demostrar consideración por Mis cargas. Son personas que carecen de un sentido normal; gente como esta sufre de “desnutrición” del cerebro, y necesitan regresar a su casa para “alimentarse”. No tengo ningún uso para esa clase de gente. Entre Mi pueblo, se requerirá a todos que consideren conocerme como un deber obligatorio a ser cumplido hasta el final, como comer, vestirse y dormir, algo que nunca se olvida por un instante, por lo que al final conocerme se convierta en algo tan habitual como comer, algo que haces sin esfuerzo, con mano diestra. En cuanto a las palabras que pronuncio, cada una debe ser tomada con la mayor fe y completamente asimilada; no puede haber medias tintas de indiferencia. Cualquiera que no preste atención a Mis palabras se considerará directamente Mi opositor; cualquiera que no coma de Mis palabras, o que no busque conocerlas, será considerado como alguien que no me presta atención, y será directamente barrido fuera de la puerta de Mi casa. Eso se debe a que, como ya he dicho en el pasado, lo que quiero no es una gran cantidad de personas, sino la excelencia. Si de un centenar de personas, sólo uno es capaz de conocerme a través de Mis palabras, entonces Yo estaré dispuesto a echar a todos los demás para centrarme en esclarecer e iluminar a esta única persona. De aquí se puede ver que no es necesariamente cierto que sólo mayores números puedan manifestarme y puedan vivirme. Lo que quiero es trigo (a pesar de que los granos puedan estar vacíos) y no cizaña (aun cuando los granos estén lo suficientemente llenos como para despertar admiración). En cuanto a los que no dan ninguna importancia a buscar, sino que se comportan como vagos, deben irse por su propia voluntad; no quiero verlos nunca más, para que no sigan trayendo desgracia a Mi nombre.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las palabras de Dios al universo entero, Capítulo 5

596. Yo no me apresuro a castigar a nadie ni trato a nadie injustamente; Yo soy justo para con todos. Ciertamente amo a Mis hijos y ciertamente aborrezco a esos malvados que me desafían; este es el principio detrás de Mis acciones. Cada uno de vosotros debería tener una percepción de Mis decretos administrativos. De otro modo, no tendréis la más mínima pizca de temor, y actuaréis de forma negligente ante Mí. Tampoco sabréis qué quiero lograr, qué quiero llevar a cabo, qué quiero obtener o qué clase de persona es la que Mi reino necesita.

Mis decretos administrativos son:

1) Independientemente de quién seas, si me contradices en tu corazón, serás juzgado.

2) Aquellos a quienes he escogido serán disciplinados de inmediato por cualquier pensamiento incorrecto.

3) Pondré a un lado a quienes no creen en Mí. Dejaré que hablen y actúen negligentemente hasta el final, cuando los castigaré concienzudamente y los llamaré al orden.

4) Cuidaré y protegeré en todo momento a quienes creen en Mí. En todo momento les proveeré vida por medio de la salvación. Estas personas tendrán Mi amor y, sin duda, no caerán ni perderán su camino. Cualquier debilidad que tengan será solo temporal y, con toda certeza, no recordaré sus debilidades.

5) Aquellos que parecen creer, pero que no lo hacen realmente —que creen que existe un Dios, pero no buscan a Cristo, aunque tampoco se resisten— son la más patética clase de personas y, a través de Mis hechos, haré que vean con claridad. Mediante Mis acciones, Yo salvaré a estas personas y las traeré de vuelta.

6) ¡Los hijos primogénitos, los primeros en aceptar Mi nombre, serán bendecidos! Sin duda os concederé las mejores bendiciones y os permitiré disfrutar tanto como os plazca; nadie se atreverá a entorpecer esto. Todo esto está totalmente preparado para vosotros, ya que este es Mi decreto administrativo.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 56

597. Yo pronuncio ahora los decretos administrativos de Mi reino: todas las cosas están dentro de Mi juicio, dentro de Mi justicia, dentro de Mi majestad, y practico Mi justicia para todos. Los que afirman creer en Mí pero, en el fondo, me contradicen, o aquellos cuyos corazones me han abandonado, serán echados a patadas, pero todo en Mi momento oportuno. Las personas que hablan sarcásticamente sobre Mí, pero de una forma que los demás no notan, morirán de inmediato (perecerán en espíritu, cuerpo y alma). Los que oprimen o tratan con frialdad a aquellos que Yo amo serán juzgados inmediatamente por Mi ira. Esto significa que la gente que es celosa de los que yo amo, y que piensen que Yo no soy justo, serán entregados para ser juzgados por aquellos a los que amo. Todos los que se comportan bien, son simples y honestos (incluidos aquellos que carecen de sabiduría) y que me tratan con una sinceridad inquebrantable, permanecerán en Mi reino. Quienes no hayan pasado por el entrenamiento, es decir, esas personas honestas que carecen de sabiduría y perspectiva, tendrán poder en Mi reino. Sin embargo, ellas también han pasado por el trato y el quebrantamiento. Que no se hayan sometido al entrenamiento no es algo absoluto. Más bien, le mostraré a todo el mundo Mi omnipotencia y Mi sabiduría por medio de estas cosas. Yo echaré a patadas a todos los que sigan dudando de Mí; no quiero a ninguno de ellos (detesto a quienes siguen dudando de Mí en un momento como este). Por medio de los actos que realizo a lo largo y ancho del universo, le mostraré a las personas honestas la maravilla de Mis acciones, y con eso aumentaré su sabiduría, su conocimiento y su discernimiento, y provocaré también que las personas mentirosas sean destruidas en un instante debido a Mis hechos maravillosos. Todos los hijos primogénitos que aceptaron primero Mi nombre (es decir, las personas santas, sin mancha y honestas) serán los primeros en lograr la entrada al reino y gobernar sobre todas las naciones y pueblos conmigo; reinarán como reyes en el reino y juzgarán a todas las naciones y pueblos (esto se refiere a todos los hijos primogénitos en el reino, y a nadie más). Aquellos entre todas las naciones y pueblos que hayan sido juzgados y se hayan arrepentido entrarán en Mi reino y se convertirán en Mi pueblo, mientras que los testarudos e impenitentes serán echados en el abismo sin fondo (para perecer para siempre). El juicio en el reino será el último, y será Mi purificación total del mundo. Ya no habrá más injusticia ni pesar, ni lágrimas ni suspiros e, incluso más aún, ya no habrá mundo. Todo será una manifestación de Cristo, y todo será el reino de Cristo. ¡Qué gloria! ¡Qué gloria!

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 79

598. Ahora promulgo Mis decretos administrativos para vosotros (efectivos a partir del día de su promulgación, asignan diferentes castigos a diferentes personas):

Yo cumplo Mis promesas, y todo está en Mis manos, cualquiera que dude recibirá la muerte de seguro. No hay lugar para ninguna consideración; serán exterminados de inmediato, y así se eliminará el odio de Mi corazón. (De ahora en adelante se confirma que cualquiera que reciba la muerte no debe ser miembro de Mi reino, sino que debe ser descendiente de Satanás).

Como hijos primogénitos, debéis mantener vuestras propias posiciones, cumplir bien con vuestros propios deberes y no ser entrometidos. Os debéis ofrecer para Mi plan de gestión, y dondequiera que vayáis, debéis dar buen testimonio de Mí y glorificar Mi nombre. No cometáis actos vergonzosos, sino sed ejemplos para todos Mis hijos y Mi pueblo. No seáis libertinos ni siquiera por un momento: siempre debéis aparecer ante todo el mundo llevando la identidad de hijos primogénitos, y no seáis serviles; debéis caminar hacia delante con la cabeza en alto. Os estoy pidiendo que glorifiquéis Mi nombre, no que lo deshonréis. Aquellos que son hijos primogénitos, cada uno tiene su propia función individual y no puede hacerlo todo. Esta es la responsabilidad que os he dado, y no debe ser eludida. Debéis dedicaros con todo vuestro corazón, con toda vuestra mente y con toda vuestra fuerza a cumplir lo que os he confiado.

A partir de hoy, en todo el mundo-universo, la tarea de pastorear a todos Mis hijos y a todo Mi pueblo se confiará a Mis hijos primogénitos para que la cumplan, y castigaré a cualquiera que no pueda dedicar todo su corazón y mente a cumplirla. Esta es Mi justicia, no perdonaré ni seré indulgente, ni siquiera con Mis hijos primogénitos.

Si hay alguien entre Mis hijos o entre Mi pueblo que ridiculice e insulte a uno de Mis hijos primogénitos, lo castigaré severamente, porque Mis hijos primogénitos me representan; lo que alguien les haga a ellos, también me lo hace a Mí. Este es el más severo de Mis decretos administrativos. Permitiré que Mis hijos primogénitos administren Mi justicia de acuerdo con sus deseos, en contra de cualquiera de Mis hijos y Mi pueblo que viole este decreto.

Poco a poco, abandonaré a cualquiera que me considere de modo frívolo y que se enfoque solo en Mi comida, vestido y sueño; que solo se ocupe de Mis asuntos externos y que no tenga ninguna consideración por Mi carga, y que no preste atención a cumplir sus propias funciones apropiadamente. Esto va dirigido a todos los que tienen oídos.

Cualquiera que termine de rendirme servicio debe retirarse con obediencia, sin escándalo. Ten cuidado, o de lo contrario me encargaré de ti. (Esto es un decreto suplementario).

Mis hijos primogénitos levantarán la vara de hierro de ahora en adelante y comenzarán a ejecutar Mi autoridad para gobernar a todas las naciones y pueblos, para caminar entre todas las naciones y pueblos y para llevar a cabo Mi juicio, justicia y majestad entre todas las naciones y pueblos. Mis hijos y Mi pueblo me temerán, me alabarán, me aclamarán y me glorificarán sin cesar, porque Mi plan de gestión se cumplió y Mis hijos primogénitos pueden reinar conmigo.

Esto es una parte de Mis decretos administrativos; después de esto, os los diré a medida que progresa la obra. De los decretos administrativos anteriores, veréis el ritmo al que hago Mi obra, así como qué paso ha alcanzado Mi obra. Esta será la confirmación.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 88

599. Los diez decretos administrativos que el pueblo escogido de Dios debe obedecer en la Era del Reino

(Un capítulo selecto de la Palabra de Dios)

1) El hombre no debe magnificarse ni exaltarse a sí mismo. Debe adorar y exaltar a Dios.

2) Haz todo lo que sea beneficioso para la obra de Dios y nada que vaya en detrimento de los intereses de la misma. Defiende el nombre, el testimonio y la obra de Dios.

3) El dinero, los objetos materiales y todas las propiedades en la casa de Dios son las ofrendas que los hombres deben dar. Nadie puede disfrutar de estas ofrendas, excepto el sacerdote y Dios, porque las ofrendas del hombre son para el goce de Dios y Él sólo las comparte con el sacerdote; nadie más está calificado ni tiene derecho a gozar parte alguna de ellas. Todas las ofrendas del hombre (incluido el dinero y las cosas materiales que pueden disfrutarse) se entregan a Dios, no al hombre; por tanto, el hombre no debe disfrutar de ellas; si el hombre disfrutara de ellas, entonces estaría robándolas. Cualquiera que haga esto es un Judas, porque, además de ser un traidor, Judas también echó mano de lo que se ponía en la bolsa del dinero.

4) El hombre tiene un carácter corrupto y, además, posee emociones. Por tanto, queda absolutamente prohibido que dos miembros del sexo opuesto trabajen juntos, solos, en el servicio a Dios. Cualquiera que sea descubierto haciendo eso será expulsado, sin excepción.

5) No juzgues a Dios ni discutas a la ligera asuntos relacionados con Él. Haz lo que el hombre debe hacer y habla como el hombre debe hablar, y no sobrepases los límites ni traspases fronteras. Refrena tu lengua y ten cuidado dónde pisas para evitar hacer algo que ofenda el carácter de Dios.

6) Haz lo que el hombre debe hacer, lleva a cabo tus obligaciones, cumple tus responsabilidades y cíñete a tu deber. Puesto que crees en Dios, debes hacer tu contribución a Su obra; si no lo haces, entonces no eres apto para comer y beber las palabras de Dios ni para vivir en Su casa.

7) En el trabajo y en los asuntos de la iglesia, además de obedecer a Dios, debes seguir las instrucciones del hombre usado por el Espíritu Santo en todas las cosas. Hasta la más mínima infracción es inaceptable. Cumple de manera absoluta y no analices si algo es correcto o incorrecto; lo correcto o incorrecto no tiene nada que ver contigo. Solo preocúpate por la obediencia total.

8) Las personas que creen en Dios deben obedecerle y adorarle. No exaltes ni admires a ninguna persona; no pongas a Dios en primer lugar, a las personas a las que admiras en segundo y, en tercer lugar, a ti. Ninguna persona debe tener un lugar en tu corazón y no debes considerar que las personas —particularmente a las que veneras— están a la par de Dios o que son Sus iguales. Esto es intolerable para Él.

9) Mantén tus pensamientos en la obra de la iglesia. Deja de lado las perspectivas de tu propia carne, sé decidido en los asuntos familiares, conságrate sin reservas a la obra de Dios y ponla en primer lugar y, tu propia vida, en segundo. Esta es la decencia de un santo.

10) Los familiares que no comparten tu misma fe (tus hijos, tu marido o tu esposa, tus hermanas o tus padres, etcétera) no deben ser forzados a ir a la iglesia. La casa de Dios no está escasa de miembros y no hay necesidad de maquillar sus cifras con personas que no son de utilidad. No se debe llevar a la iglesia a todos aquellos que no creen de buen grado. Este decreto va dirigido a todas las personas. Debéis verificar, monitorear y haceros recordatorios los unos a los otros respecto a este asunto y nadie puede violarlo. Incluso, cuando los parientes que no comparten la fe entran en la iglesia con reticencia, no se les deben dar libros ni un nuevo nombre; tales personas no son de la casa de Dios y se debe detener su entrada a la iglesia por todos los medios necesarios. Si se ocasionan problemas a la iglesia por la invasión de los demonios, entonces tú mismo serás expulsado o se te pondrán restricciones. En resumen, todo el mundo tiene responsabilidad en este asunto, aunque no debes ser imprudente ni usarla para saldar cuentas personales.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios

600. Las personas deben apegarse a los muchos deberes que deben cumplir. Esto es a lo que la gente debe ceñirse y lo que debe llevar a cabo. Dejad que el Espíritu Santo haga lo que debe ser hecho por el Espíritu Santo; el hombre no puede participar en ello. El hombre debe apegarse a lo que debe ser hecho por el hombre, lo cual no guarda relación con el Espíritu Santo. Eso es lo que el hombre debería hacer y debe obedecerlo como mandamiento, como la obediencia a la ley en el Antiguo Testamento. A pesar de que no estamos en la Era de la Ley, sigue habiendo muchas palabras a las que hay que apegarse que son del mismo tipo que las pronunciadas en la Era de la Ley. Estas palabras no se llevan a cabo simplemente por confiar en el toque del Espíritu Santo, sino que son algo a lo que el hombre debe apegarse. Por ejemplo: no emitirás juicio sobre la obra del Dios práctico. No te opondrás al hombre de quien Dios ha dado testimonio. Delante de Dios, guardarás compostura y no serás disoluto. Debes ser moderado en tu forma de hablar, y tus palabras y acciones deben seguir las disposiciones del hombre de quien Dios ha dado testimonio. Debes venerar el testimonio de Dios. No ignorarás la obra de Dios ni las palabras de Su boca. No imitarás el tono ni los objetivos de las declaraciones de Dios. Externamente, no harás nada que se oponga abiertamente al hombre de quien Dios ha dado testimonio. Y así sucesivamente. Esto es a lo que cada persona debe apegarse.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Los mandamientos de la nueva era

601. Hoy, no hay nada más crucial para el hombre que apegarse a lo siguiente: no debes intentar adular al Dios que está frente a tus ojos ni ocultarle nada. No pronunciarás palabras inmundas ni arrogantes delante del Dios que está frente a ti. No engañarás al Dios que está delante de tus ojos con palabras melosas y lisonjeras con el fin de ganar Su confianza. No actuarás de forma irreverente delante de Dios. Obedecerás todo lo que sea pronunciado por la boca de Dios, y no te resistirás ni te opondrás ni cuestionarás Sus palabras. No interpretarás como mejor te parezca las palabras pronunciadas por la boca de Dios. Debes refrenar tu lengua para evitar que te haga caer presa de los ardides engañosos del malvado. Debes proteger tus pasos para evitar transgredir los límites que Dios estableció para ti. Si cometes una transgresión, esto hará que te pongas en el lugar de Dios y digas palabras pomposas y engreídas y te volverás detestable para Él. No difundirás irresponsablemente las palabras pronunciadas por la boca de Dios, no sea que otros se burlen de ti y los demonios te pongan en ridículo. Obedecerás la totalidad de la obra de Dios del presente. Incluso si no la entendéis, no emitiréis juicio alguno sobre ella; todo lo que podéis hacer es buscar y comunicar. Ninguna persona transgredirá el lugar original de Dios. No podéis hacer nada más que servir al Dios de hoy desde la postura del hombre. No podéis enseñar al Dios de hoy desde la postura del hombre; hacerlo es equivocado. Nadie puede colocarse en el lugar del hombre de quien Dios ha dado testimonio; en vuestras palabras, acciones y pensamientos más íntimos, os encontráis en la posición del hombre. Esto debe cumplirse; es responsabilidad del hombre, y nadie puede alterarlo; intentar hacerlo violaría los decretos administrativos. Todos deben recordar esto.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Los mandamientos de la nueva era

602. Cada frase que pronuncio conlleva autoridad y juicio, y nadie puede cambiar Mis palabras. Una vez que Mis palabras se pronuncien, las cosas se lograrán sin duda de acuerdo con Mis palabras; este es Mi carácter. Mis palabras son autoridad, y cualquiera que las cambie ofende Mi castigo, y lo debo fulminar. En casos graves acarrean ruina sobre sus propias vidas y van al Hades o al pozo sin fondo. Esta es la única manera en la que trato con la humanidad, y el hombre no tiene manera de cambiarla; este es Mi decreto administrativo. ¡Recuerda esto! A nadie se le permite ofender Mi decreto; ¡las cosas deben hacerse de acuerdo a Mi voluntad! En el pasado, fui demasiado paciente con vosotros y solo encontrasteis Mis palabras. Las palabras que Yo hablé sobre derribar a las personas aún no han sucedido. Pero a partir de hoy, todos los desastres (los relacionados con Mis decretos administrativos) sobrevendrán uno tras otro para castigar a todos los que no se conformen a Mi voluntad. Tiene que producirse la llegada de los hechos o, de lo contrario, las personas no podrían ver Mi ira, sino que serían disolutas una y otra vez. Este es un paso de Mi plan de gestión, y la forma en la cual llevo a cabo el siguiente paso de Mi obra. Yo os digo esto de antemano para que podáis evitar cometer ofensas y sufrir la perdición para siempre. Es decir, de ahora en adelante, haré que todas las personas, a excepción de Mis hijos primogénitos, tomen su lugar apropiado de acuerdo con Mi voluntad y las castigaré una por una. Yo no dejaré que ninguna de ellas se salga con la suya. ¡Solo atreveos a ser disolutos de nuevo! ¡Solo atreveos a ser rebeldes de nuevo! Yo he dicho anteriormente que soy justo con todos, que no tengo ni una pizca de sentimiento, y esto sirve para mostrar que Mi carácter no debe ser ofendido. Esta es Mi persona. Nadie puede cambiar esto. Todas las personas oyen Mis palabras y ven Mi glorioso semblante. Todas las personas deben obedecerme completa y absolutamente; este es Mi decreto administrativo. Todas las personas del universo y en los confines de la tierra deben alabarme y glorificarme, porque Yo soy el único Dios mismo, porque soy la persona de Dios. Nadie puede cambiar Mis palabras y declaraciones, Mi discurso y comportamiento, ya que estos asuntos son solo míos, y son las cosas que Yo he poseído desde los tiempos más remotos y que existirán para siempre.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 100

603. Mi juicio llega a todo el mundo, Mis decretos administrativos tocan a todo el mundo, y Mis palabras y Mi persona son reveladas a todo el mundo. Este es el tiempo para la gran obra de Mi Espíritu (en este momento, los que serán bendecidos y los que sufrirán infortunios son distinguidos unos de otros). Apenas Mis palabras se emiten, Yo he distinguido a los que serán bendecidos y a los que sufrirán infortunios. Todo está perfectamente claro, y Yo puedo verlo a simpe vista. (Digo esto en relación con Mi humanidad, así que estas palabras no contradicen Mi predestinación y selección). Deambulo por las montañas y los ríos y entre todas las cosas, a través de los espacios del universo, observando y purificando todo lugar, de forma que todos esos lugares inmundos y esas tierras promiscuas dejen de existir y sean incinerados hasta quedar en nada a causa de Mis palabras. Para Mí, todo es fácil. Si ahora fuera el momento predeterminado por Mí para la destrucción del mundo, Yo podría tragármelo con la declaración de una sola palabra. Sin embargo, ahora no es el momento. Todos deben estar preparados antes de que Yo lleve a cabo esta obra, para no perturbar Mi plan ni interrumpir Mi gestión. Yo sé cómo hacerlo razonablemente: Yo tengo Mi sabiduría y tengo mis propios arreglos. Las personas no deben mover ni un dedo; ten cuidado de que Mi mano no te aniquile. Esto ya toca Mis decretos administrativos. En esto se puede ver la dureza de Mis decretos administrativos, así como los principios detrás de ellos, que tienen dos aspectos: por un lado, Yo aniquilo a todos los que no están en sintonía con Mi voluntad y que violan Mis decretos administrativos; por el otro, en Mi ira, Yo maldigo a todos los que violen Mis decretos administrativos. Estos dos aspectos son indispensables y son los principios ejecutivos detrás de Mis decretos administrativos. Todo el mundo es manejado según estos dos principios, sin emoción, por muy leal que pueda ser una persona. Esto es suficiente para mostrar Mi justicia, Mi majestad y Mi ira, las cuales incinerarán todas las cosas terrenales, mundanas y todas las cosas que no estén en sintonía con Mi voluntad. En Mis palabras hay misterios que permanecen ocultos, y también en Mis palabras hay misterios que han sido revelados. Por lo tanto, de acuerdo con las nociones humanas y en la mente humana, Mis palabras son por siempre incomprensibles, y Mi corazón es por siempre insondable. Es decir, debo despojar a los humanos de sus nociones y pensamiento. Este es el elemento más importante de Mi plan de gestión. Debo hacerlo de esta forma para ganar a Mis hijos primogénitos y cumplir las cosas que quiero hacer.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 103

604. Mientras el viejo mundo continúe existiendo, lanzaré Mi furia sobre sus naciones, promulgaré abiertamente Mis decretos administrativos por todo el universo, y enviaré castigo a quienquiera que los viole:

Cuando vuelvo Mi rostro al universo para hablar, toda la humanidad oye Mi voz, y, así, ve todas las obras que en todo el universo Yo he llevado a cabo. Los que van en contra de Mi voluntad —es decir, los que se oponen a Mí con las acciones del hombre— caerán bajo Mi castigo. Yo tomaré las innumerables estrellas de los cielos y las haré de nuevo, y, gracias a Mí, el sol y la luna serán renovados; los cielos ya no serán más como eran y las innumerables cosas que hay sobre la tierra serán renovadas. Todo será hecho completo por medio de Mis palabras. Las muchas naciones que hay en el universo serán divididas de nuevo y reemplazadas por Mi reino, de forma que las naciones sobre la tierra desaparecerán para siempre y todas ellas se convertirán en un reino que me adore; todas las naciones de la tierra serán destruidas y dejarán de existir. De los seres humanos del universo, todos los pertenecientes al diablo serán exterminados y Mi fuego ardiente abatirá a todos los que adoran a Satanás; es decir que, excepto los que están ahora dentro de la corriente, todos quedarán reducidos a cenizas. Cuando Yo castigue a los muchos pueblos, los del mundo religioso regresarán, en grados diferentes, a Mi reino, conquistados por Mis obras, porque habrán visto la llegada del Santo cabalgando sobre una nube blanca. Toda la humanidad será separada según su propia especie y recibirá castigos proporcionales a sus acciones. Todos aquellos que se han opuesto a Mí, perecerán; en cuanto a aquellos cuyos actos en la tierra no me han involucrado, seguirán existiendo en la tierra bajo el gobierno de Mis hijos y de Mi pueblo debido a la forma como se han comportado. Yo me revelaré a los innumerables pueblos y naciones, y, con Mi propia voz, resonaré sobre la tierra, proclamando la terminación de Mi gran obra, para que toda la humanidad la vea con sus propios ojos.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las palabras de Dios al universo entero, Capítulo 26

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