Digresión tres: Cómo obedecieron Noé y Abraham las palabras de Dios y se sometieron a Él (II)
En la última reunión, compartimos sobre el punto diez respecto de las diversas manifestaciones de los anticristos, “desprecian la verdad, desacatan con descaro los principios e ignoran las disposiciones de la casa de Dios”. ¿Sobre qué detalles hablamos concretamente? (Dios habló principalmente sobre cómo abordar la palabra de Dios). ¿Se relaciona eso con el punto diez? (Sí, porque en el punto “desprecian la verdad, desacatan con descaro los principios e ignoran las disposiciones de la casa de Dios”, uno de los comportamientos de los anticristos es que solo escuchan lo que Cristo dice, pero no lo obedecen ni se someten a ello. No obedecen las palabras de Dios y tampoco practican de acuerdo con ellas. En la última reunión, Dios habló sobre cómo abordar y obedecer la palabra de Dios y, a continuación, sobre cómo implementarla y ponerla en práctica). Todo esto está claro, ¿no es cierto? En nuestra reunión anterior conté dos historias. Una era la historia de Noé, y la otra la de Abraham. Son dos historias clásicas de la Biblia. Mucha gente las conoce y entiende, pero una vez han logrado entenderlas, muy pocos saben cómo abordar las palabras y las exigencias de Dios. Entonces, ¿cuál era el objetivo principal de nuestra charla sobre estas dos historias? Hacer que la gente sepa cómo abordar, como personas y como seres creados, las palabras y exigencias de Dios, y conozca la posición que debe adoptar un ser creado y la actitud que debe tener al enfrentarse a las exigencias de Dios y escuchar Sus palabras. Esto es lo principal. Esta era la verdad que se pretendía que la gente llegara a conocer y comprender cuando comunicamos estas dos historias en su momento. Por lo tanto, después de que hayamos comunicado sobre estas dos historias, ¿tenéis claro cómo someteros a Cristo y obedecer Sus palabras, qué actitud deben tener las personas y cuál debe ser su perspectiva y posición hacia Cristo y hacia las palabras pronunciadas por Él, además de cómo deben abordarse las palabras y las exigencias que vienen de Dios y qué verdades deben entenderse a partir de esto? (Lo primero es ser sincero con Cristo, lo segundo es aprender a respetarlo, y lo tercero es obedecer Sus palabras, escuchar las palabras de Dios con el corazón). Recordáis las reglas. Si no hubiera hablado de estas reglas, ¿habríais podido extraerlas de las dos historias que conté? (Lo único que podemos extraer es que debemos obedecer todo aquello que diga Dios). Lo único que podéis extraer son formas de actuar simples, dogmáticas y teóricas. Seguís siendo incapaces de entender o conocer las verdades que hay en esto y que la gente debería buscar y entender. Así que vamos a comunicar, en detalle, sobre las historias de Noé y Abraham.
I. La actitud de Noé hacia las palabras de Dios
Hablemos primero de la historia de Noé. En la reunión anterior, tratamos a grandes rasgos las causas y los resultados de la historia de Noé. ¿Por qué no fuimos más concretos? Porque la mayoría de la gente ya conoce las causas, los resultados y los detalles específicos de esta historia. Si hay algún detalle que no tenéis muy claro, lo podéis hallar en la Biblia. De lo que estamos hablando no es de los detalles particulares de esta historia, sino de cómo Noé, el protagonista, trató las palabras de Dios, qué aspectos de la verdad debe entender la gente a partir de ello y cuál fue la actitud de Dios, qué pensó y cómo evaluó a Noé después de ver todo lo que este había hecho. Estos son los detalles sobre los que debemos comunicar. La actitud de Dios hacia Noé y Su evaluación sobre lo que hizo son suficientes para decirnos qué estándares exige Dios a la humanidad, a los que le siguen, a los que salva. ¿Hay que buscar verdad en esto? Cuando hay verdad que buscar, vale la pena diseccionarla, ponderarla y compartirla en detalle. No vamos a repasar los detalles específicos de la historia de Noé. Hoy vamos a comunicar sobre la verdad que hay que buscar en las diversas actitudes de Noé hacia Dios, así como sobre las exigencias y las intenciones de Dios que debería entender la gente a partir de Su evaluación de Noé.
Noé era un ser humano normal que adoraba y seguía a Dios. Cuando las palabras de Dios vinieron a él, su actitud no fue la de actuar despacio, demorar o tomarse su tiempo. En lugar de eso, escuchó las palabras de Dios con gran seriedad, escuchó cada declaración de Dios con gran interés y atención, tratando diligentemente de escuchar y recordar todo lo que Dios le ordenaba sin osar distraerse lo más mínimo. En su actitud hacia Dios y hacia Sus palabras había un corazón temeroso de Dios, lo que demostró que había lugar para Dios en su corazón y que le era sumiso. Escuchó detenidamente lo que le dijo Dios, el contenido de Sus palabras, lo que le pidió que hiciera. Escuchó con atención, no analizando, sino aceptando. No hubo rechazo, antipatía ni impaciencia en su corazón; por el contrario, tomó nota tranquila, cuidadosa y atentamente en su corazón de cada palabra y cosa incluida en los requerimientos de Dios. Tras cada indicación de Dios, Noé anotó pormenorizadamente y por sus propios medios todo cuanto Dios le había dicho y confiado. Después, dejó a un lado sus faenas, terminó con las rutinas y los planes de su vida anterior y se puso a preparar todo lo que Dios le había confiado y todas las provisiones necesarias para el arca que Dios le había pedido que construyera. No osó olvidarse de ninguna de las palabras de Dios ni de nada de lo que Dios le pidió, ni de ningún detalle de lo que requerían de él las palabras de Dios. Por sus propios medios, anotó los puntos y detalles principales de todo lo que Dios le pedía y confiaba, y luego los meditó y reflexionó reiteradamente. A continuación, Noé fue en busca de todos los materiales que Dios le había pedido que preparara. Naturalmente, tras cada indicación de Dios, él, a su modo, hizo planes y preparativos pormenorizados para todo aquello que Dios le había encomendado y ordenado, y paso a paso aplicó y ejecutó sus planes y preparativos, así como cada uno de los pormenores y pasos concretos de lo que Dios le había pedido. A lo largo de todo el proceso, todo cuanto hizo Noé, fuera grande o pequeño, extraordinario o no a ojos del hombre, era lo que le había ordenado Dios, aquello de lo que Dios le había hablado y le había exigido. Por todo lo que demostró Noé después de aceptar la comisión de Dios, es evidente que su actitud hacia las palabras de Dios no fue simplemente de mera escucha; ni mucho menos sucedió que, tras escuchar estas palabras, Noé eligiera un momento en que estuviera de buen humor, en que el ambiente fuera el adecuado o en el que el calendario fuera favorable para llevar a cabo todo esto, sino que dejó de lado sus faenas, terminó con su rutina vital y convirtió la construcción del arca que le había ordenado Dios en la mayor prioridad de su vida y su existencia a partir de entonces y la llevó a cabo debidamente. Su actitud hacia la comisión y las palabras de Dios no fue indiferente, superficial o caprichosa, y ni mucho menos de rechazo; por el contrario, escuchó atentamente las palabras de Dios y se volcó en recordarlas y meditarlas. Su actitud hacia las palabras de Dios fue de aceptación y sumisión. Para Dios, esta es la única actitud hacia Sus palabras que ha de tener un auténtico ser creado que Él desee. No hubo rechazo, superficialidad ni arbitrariedad en esta actitud, ni estuvo viciada por la intención humana; fue, plenamente, la actitud debida de todo ser humano creado.
Tras aceptar la comisión de Dios, Noé comenzó a planificar cómo crear el arca que Él le había encomendado. Buscó los diversos materiales y a las personas y herramientas necesarias para construir el arca. Naturalmente, esto implicaba muchas cosas. No era tan fácil y sencillo como sugiere el texto. En aquella época preindustrial, una época en la que todo se hacía a mano, mediante trabajo físico, no es difícil imaginar cuánto costó crear un arca así, tan colosal, para llevar a cabo la tarea de construir un arca tal y como le había encomendado Dios. Por supuesto, la planificación, la preparación, el diseño y la obtención de los diversos elementos, como materiales y herramientas, por parte de Noé no fueron sencillos, y posiblemente este nunca antes había visto un barco tan gigantesco. Tras aceptar esta comisión, leyendo entre líneas las palabras de Dios, y a juzgar por todo lo que Él dijo, Noé sabía que no era un asunto sencillo ni una tarea fácil. No se trataba de un encargo sencillo ni fácil. ¿Qué implicaciones tenía? Por un lado, significaba que, tras aceptar esta comisión, Noé soportaría una pesada carga sobre sus hombros. Además, a juzgar por la forma en que Dios convocó personalmente a Noé y le indicó en persona cómo construir el arca, no se trataba de un asunto corriente, no era algo insustancial. Teniendo en cuenta los detalles de todo lo que Dios dijo, no se trataba de algo que cualquier persona corriente pudiera soportar. El hecho de que Dios convocara a Noé y le encargara construir un arca muestra la importancia que Noé tenía en el corazón de Dios. En lo referente a esta cuestión, naturalmente Noé pudo entender algunas de las intenciones de Dios y, al hacerlo, se dio cuenta del tipo de vida al que se enfrentaría en los años venideros y fue consciente de algunas de las dificultades con las que iba a toparse. A pesar de que Noé se dio cuenta y comprendió la gran dificultad de lo que Dios le había encomendado, y lo grandes que eran las penurias a las que se enfrentaría, no tuvo intención de negarse, sino que estaba profundamente agradecido a Jehová Dios. ¿Por qué le estaba agradecido? Porque, sin que lo esperara, Dios le había encomendado algo muy importante, y le había contado y explicado personalmente todos los detalles. Y lo que es más importante, Dios también le había relatado toda la historia, de principio a fin, de por qué había que construir el arca. Se trataba de un asunto del propio plan de gestión de Dios, era un tema de Dios, pero Él le había hablado de ello, así que Noé percibió su importancia. En resumen, a tenor de estas distintas señales, del tono del discurso de Dios y de los diversos aspectos de lo que Él le comunicó a Noé, este pudo percibir la importancia de la tarea de construcción del arca que Dios le había encomendado, pudo apreciarlo en su corazón, y no se atrevió a tratarlo a la ligera ni a pasar por alto ningún detalle. Por lo tanto, una vez que Dios terminó de dar Sus indicaciones, Noé formuló su plan y se puso a trabajar en todo lo necesario para construir el arca, así que buscó mano de obra, preparó todo tipo de materiales y, en consonancia con las palabras de Dios, fue reuniendo poco a poco en el arca las diversas especies de criaturas vivientes.
Todo el proceso de construcción del arca estuvo lleno de dificultades. De momento, dejemos de lado cómo Noé salió adelante del azote de los vientos, el sol abrasador y la lacerante lluvia, el tremendo calor y el intenso frío, y el cambio de las cuatro estaciones, año tras año. Hablemos primero de la colosal empresa que supuso la construcción del arca, de la preparación por parte de Noé de los diversos materiales y de las innumerables dificultades a las que se enfrentó en el transcurso de la construcción del arca. ¿Cuáles fueron esas dificultades? Al contrario de lo que la gente piensa, algunas tareas físicas no siempre salieron bien a la primera, y Noé tuvo que pasar por numerosos fracasos. Tras terminar algo, si tenía mal aspecto, lo desarmaba, y después de desarmarlo, tenía que preparar más materiales y rehacerlo por completo. No era como en la época moderna, que toda la gente hace todo con aparatos electrónicos y, una vez configurado, el trabajo se realiza según lo indicado en un programa definido previamente. Hoy en día, cuando se realiza un trabajo de este tipo, todo está mecanizado y se realiza con solo encender una máquina. Pero Noé vivía en una era de sociedad primitiva, donde todo el trabajo se realizaba de forma manual y debías hacer todas las tareas con las manos, utilizando los ojos y la mente, además de tu propia diligencia y energía. Por supuesto, más que nada, la gente necesitaba apoyarse en Dios. Necesitaban buscar a Dios en todas partes y en todo momento. En el proceso de toparse con todo tipo de dificultades, y a lo largo de los días y las noches que pasó construyendo el arca, Noé tuvo que enfrentarse no solo a las diversas situaciones que se produjeron mientras completaba esta colosal empresa, sino también a los diversos ambientes que le rodeaban, así como al ridículo, las calumnias y el abuso verbal de los demás. Aunque personalmente no hayamos experimentado aquellas escenas cuando se produjeron, ¿acaso no es posible imaginar algunas de las diversas dificultades que Noé experimentó y a las que se enfrentó, y los distintos desafíos que encaró? En el transcurso de la construcción del arca, lo primero a lo que tuvo que enfrentarse Noé fue a la incomprensión de su familia, sus molestos comentarios, sus quejas e incluso sus insultos. Lo segundo fue a la calumnia, la ridiculización y el juicio por parte de quienes lo rodeaban: sus parientes, sus amigos y todo tipo de gente. Pero Noé tenía una única actitud: obedecer las palabras de Dios, llevarlas a cabo hasta el final y no desviarse nunca de ese camino. ¿Qué determinación tenía Noé? “Mientras esté vivo, mientras pueda moverme, no abandonaré la comisión de Dios”. Esta fue su motivación mientras llevaba a cabo la gran empresa de construir el arca, así como su actitud cuando se le presentaron las órdenes de Dios, y después de escuchar Sus palabras. Ante toda clase de problemas, dificultades y desafíos, Noé no retrocedió. Cuando a menudo fracasaban algunas de sus tareas de ingeniería más difíciles y estas sufrían daños, a pesar de que sentía disgusto y preocupación en el corazón, cuando pensaba en las palabras de Dios, cuando recordaba cada palabra que Dios le había ordenado y cómo Él lo había elevado, solía sentirse extremadamente motivado: “No puedo rendirme, no puedo ignorar lo que Dios me ha ordenado y encomendado hacer. Esta es la comisión de Dios, y puesto que la acepté, dado que oí las palabras que Dios pronunció y Su voz, y como acepté esto de parte de Él, debo someterme completamente, que es lo que debería hacer un ser humano”. Así que, sin importar el tipo de dificultades a las que se enfrentara, la clase de burlas o calumnias con las que se encontrara, y por muy agotado que estuviera su cuerpo y muy cansado que se sintiera, no abandonó lo que le había encomendado Dios, y tuvo siempre en mente cada una de las palabras de lo que Él había dicho y ordenado. Por mucho que cambiara su entorno y por muy grandes que fueran las dificultades que afrontara, confiaba en que nada de eso sería eterno, que solo las palabras de Dios perdurarían para siempre, y que únicamente se cumpliría con toda certeza aquello que Dios había ordenado hacer. Noé poseía verdadera fe en Dios y la sumisión que debía tener, y siguió construyendo el arca que Dios le había pedido construir. Día tras día, año tras año, Noé envejeció, pero su fe no disminuyó ni se produjo ningún cambio en su actitud ni en su determinación de completar la comisión de Dios. Aunque hubo momentos en los que su cuerpo se sintió cansado y exhausto, cayó enfermo y su corazón se debilitó, su determinación y perseverancia a la hora de completar la comisión de Dios y someterse a Sus palabras no decrecieron. Durante los años en que Noé construyó el arca, estuvo practicando la escucha de las palabras que Dios había pronunciado y la sumisión a estas, y también practicó una verdad importante de un ser creado y una persona corriente que debe completar la comisión de Dios. En apariencia, todo el proceso consistía en realidad en solo una cosa: construir el arca, llevar bien a término lo que Dios le había dicho que hiciera. Pero ¿qué era necesario para hacer esto bien y completarlo con éxito? No requería del celo de la gente ni de sus consignas, ni mucho menos de algunos juramentos efímeros ni de la supuesta admiración de la gente por el Creador. No hacían falta tales cosas. Frente a la construcción del arca por parte de Noé, no sirven para nada la supuesta admiración de la gente, sus juramentos, su celo y su creencia en Dios en el mundo espiritual de tales personas. Al compararlas con la verdadera fe y auténtica sumisión a Dios de Noé, la gente parece muy mediocre y patética, y las pocas doctrinas que comprenden parecen sumamente vacías, burdas, ineficaces y débiles, por no decir vergonzosas, despreciables y sórdidas.
Noé tardó 120 años en construir el arca. Esos 120 años no fueron 120 días ni 10 años ni 20, sino décadas más largas que la esperanza de vida de una persona corriente de hoy en día. Teniendo en cuenta la duración y la dificultad de la tarea, y la magnitud de la ingeniería que implicaba, si Noé no hubiera poseído verdadera fe, si su fe hubiera sido un mero pensamiento, una simple esperanza, celo o una especie de creencia vaga y abstracta, ¿se habría completado alguna vez el arca? Si su sumisión a Dios no hubiera sido más que una promesa verbal, si no hubiera sido más que una nota por escrito, hecha a bolígrafo, como las que estáis tomando hoy, ¿podría haberse construido el arca? (No). Si su sumisión a la hora de aceptar la comisión de Dios no hubiera sido más que voluntad y determinación, un deseo, ¿podría haberse construido el arca? Si la sumisión de Noé hacia Dios no hubiera consistido más que en un puro trámite de renuncia, desembolso y pago de un precio, o en llevar a cabo más trabajo, pagar un precio mayor y ser leal a Dios en teoría o en cuanto a consignas, ¿podría haberse construido el arca? (No). ¡Sería demasiado difícil! Si la actitud de Noé al aceptar la comisión de Dios hubiera sido una especie de transacción, si simplemente la hubiera aceptado para ser bendecido y recompensado, ¿podría haberse construido el arca? ¡Por supuesto que no! El celo de una persona puede persistir durante 10 o 20 años, o 50 o 60, pero cuando esté cerca de la muerte, al ver que no ha obtenido nada, perderá la fe en Dios. Este celo que persevera durante 20, 50 u 80 años no se convierte en sumisión ni en verdadera fe. Esto es muy trágico. Ahora bien, la verdadera fe y auténtica sumisión presentes en Noé son precisamente lo que falta en la gente de hoy, lo que esta no puede ver, lo que desdeña, de lo que se burla o incluso lo que observa con desprecio. Contar la historia de la construcción del arca de Noé siempre es motivo de extenso debate. Todo el mundo puede hablar de ello, todo el mundo tiene algo que decir. Pero nadie piensa ni trata de averiguar qué poseía Noé, qué senda de práctica tenía, qué tipo de actitud deseada por Dios y de visión hacia los mandatos de Dios poseía, o qué calidad humana tenía al escuchar y practicar las palabras de Dios. Por eso digo que la gente de hoy no está capacitada para contar la historia de Noé, porque cuando alguien cuenta esta historia, se limita a tratar a Noé como a una figura legendaria, incluso como a un anciano corriente de barba blanca. Se preguntan en su mente si realmente existió tal persona, cómo era Noé en verdad, y no intentan entender cómo llegó a exhibir esas manifestaciones después de aceptar la comisión de Dios. Hoy, cuando rememoramos la historia de la construcción del arca de Noé, ¿creéis que se trató de un acontecimiento importante o de uno menor? ¿Es simplemente el relato corriente de un anciano que construyó un arca en tiempos remotos? (No). Entre todos los hombres, Noé fue un ejemplo de temor de Dios, sumisión a Dios y cumplimiento de la comisión de Dios que es el más digno de emulación; Dios lo aprobó, y debería ser un modelo para los que siguen a Dios en la actualidad. ¿Y qué era lo más valioso de Noé? Que solo tenía una actitud hacia las palabras de Dios: escuchar y aceptar, aceptar y someterse, y someterse hasta la muerte. Fue esta actitud, la más preciosa de todas, la que le valió la aprobación de Dios. Respecto a las palabras de Dios, Noé no fue superficial, no actuó por inercia, y no las examinó, analizó, se opuso a ellas o las rechazó en su cabeza para luego relegarlas al fondo de su mente. En vez de eso, las escuchó con atención, las aceptó poco a poco en su corazón, y luego reflexionó sobre cómo ponerlas en práctica, cómo implementarlas, cómo llevarlas a cabo tal y como estaban previstas originalmente, sin distorsionarlas. Y al mismo tiempo que reflexionaba sobre las palabras de Dios, en privado se decía: “Estas son Sus palabras, son las instrucciones de Dios, la comisión de Dios, tengo una obligación hacia ellas, debo someterme, no puedo omitir ningún detalle, no puedo ir en contra de ninguno de los deseos de Dios ni pasar por alto ninguno de los detalles de lo que dijo, o de lo contrario no sería apto para ser llamado humano, sería indigno de la comisión de Dios y de Su exaltación. En esta vida, si no llevo a término todo lo que Dios me ha dicho y encomendado, tendré remordimientos. Es más, seré indigno de la comisión de Dios y de Su exaltación, y no me quedará valor para volver a acudir ante el Creador”. Todo lo que Noé había pensado y contemplado en su corazón, su perspectiva y actitud, determinó que finalmente podía poner en práctica las palabras de Dios y convertirlas en una realidad, conseguir que dieran frutos, hacer que se cumplieran y llevaran a cabo por medio de su duro trabajo, y que se hicieran realidad a través de él, de tal modo que la comisión de Dios no quedara en la nada. A juzgar por todo lo que pensaba, por cada idea que surgía en su corazón y por su actitud hacia Dios, Noé era digno de la comisión de Dios, un hombre en el que Dios confiaba y que contaba con Su favor. Dios observa cada palabra y acción de las personas; Él observa sus pensamientos e ideas. A ojos de Dios, Noé era capaz de pensar de esa manera, así que no se equivocó al elegirlo. Noé pudo asumir la comisión y la confianza de Dios, y fue capaz de completar la comisión de Dios: era la única elección posible entre toda la humanidad.
A ojos de Dios, Noé era Su única opción para llevar a cabo la empresa tan grande de construir un arca. Entonces, ¿qué había en Noé? Dos cosas: verdadera fe y auténtica sumisión. En el corazón de Dios, estos son los estándares que Él requiere de las personas. Simple, ¿verdad? (Sí). La “única opción” poseía estas dos cosas, que son tan sencillas. Sin embargo, aparte de en Noé, estas no se hallan en nadie más. Algunas personas dicen: “¿Cómo puede ser eso? Hemos renunciado a nuestras familias y carreras, así como a nuestro trabajo, perspectivas y educación, hemos abandonado nuestros bienes y a nuestros hijos. ¡Mira qué grande es nuestra fe, cuánto amamos a Dios! ¿En qué somos inferiores a Noé? Si Dios nos pidiera construir un arca, bueno, la industria moderna está muy desarrollada, ¿acaso no tenemos acceso a la madera y a muchas herramientas? Nosotros también podemos trabajar bajo el sol abrasador si utilizamos máquinas, también podemos trabajar de la mañana a la noche. ¿Qué problema hay en completar un pequeño trabajo como ese? Noé tardó 100 años, pero nosotros tardaríamos menos, y así Dios no se pondría nervioso; solo nos llevaría 10 años. Has dicho que Noé era la única opción, pero hoy hay muchos candidatos perfectos. La gente como nosotros, que hemos renunciado a nuestras familias y carreras, que tenemos verdadera fe en Dios, que nos esforzamos de verdad, todos nosotros somos candidatos perfectos. ¿Cómo puedes decir que Noé era la única opción? Piensas muy poco en nosotros, ¿no te parece?”. ¿Hay algún problema en estas palabras? (Sí). Algunas personas dicen: “En la época de Noé, la ciencia y la tecnología aún estaban muy poco desarrolladas. Noé no tenía electricidad, ni máquinas modernas, ni siquiera los más simples taladros eléctricos y motosierras, ni tan solo clavos. ¿Cómo diantres consiguió construir el arca? Hoy tenemos todas estas cosas. ¿No sería increíblemente fácil para nosotros completar esta comisión? Si Dios nos hablara desde el cielo y nos dijera que construyéramos un arca, no ya una sola, es que podríamos construir fácilmente diez. No sería nada, un juego de niños. Dios, ordénanos lo que quieras. Cualquier cosa que requieras, dínosla. ¡No sería nada difícil para muchos de nosotros construir un arca! Podríamos construir 10, 20, incluso 100. Todas las que Tú quieras”. ¿Son las cosas tan sencillas? (No). En cuanto digo que Noé fue la única opción, algunos quieren enfrentarse a Mí, no están convencidos: “Piensas bien de los antiguos porque no están aquí. La gente de hoy está delante de Tus narices, pero no ves lo bueno que tienen. Estás ciego a todas las cosas buenas que ha hecho la gente actual, a todas sus buenas acciones. Noé solo hizo una cosita de nada. ¿No será que piensas que lo que hizo es digno de celebración porque entonces no había industria y todo el trabajo físico era duro, que por eso lo consideras un ejemplo, un modelo, y te muestras ciego ante los sufrimientos de la gente de hoy en día y del precio que pagamos por Ti, ante nuestra fe actual?”. ¿Es ese el caso? (No). No importa la edad o la época, no importa qué tipo de condiciones tenga el ambiente en el que vive la gente, estos objetos materiales y el ambiente general no cuentan para nada, no son importantes. ¿Qué es lo importante? Lo más importante no es la época en la que vivas, ni si dominas algún tipo de tecnología, ni cuántas palabras de Dios has leído u oído. Lo más importante es si la gente posee o no verdadera fe, si tiene o no auténtica sumisión. Estas dos cosas son muy importantes, y ninguna puede faltar. Si os colocaran en el tiempo de Noé, ¿quién de vosotros podría completar esta comisión? Me atrevo a decir que, aunque trabajarais todos juntos, no podríais lograrlo. No podríais hacer ni siquiera la mitad. Antes de haber preparado todos los materiales, muchos habríais salido corriendo, probablemente quejándoos de Dios y dudando de Él. Un pequeño número de vosotros lograría perseverar a duras penas, gracias a vuestra tenacidad, celo y pensamientos. Pero ¿durante cuánto tiempo podríais perseverar? ¿Qué tipo de motivación os haría falta para seguir adelante? ¿Cuántos años aguantaríais sin verdadera fe y auténtica sumisión? Esto depende de la calidad humana. Los que tienen mejor calidad humana y un poco de conciencia podrían durar ocho o diez años, veinte o treinta, tal vez incluso cincuenta. Pero pasados 50 años, pensarían para sí: “¿Cuándo vendrá Dios? ¿Cuándo llegarán las inundaciones? ¿Cuándo aparecerá la señal dada por Dios? He pasado toda mi vida haciendo la misma cosa. ¿Y si no llegan las inundaciones? He sufrido mucho a lo largo de mi vida, he perseverado durante 50 años, ya es suficiente, Dios no lo recordará ni lo condenará si me rindo ahora. Así que voy a vivir mi propia vida. Dios no habla ni reacciona. Me paso el día mirando el cielo azul y las nubes blancas y no veo nada. ¿Dónde está Dios? El que una vez tronó y habló, ¿era Dios? ¿Era una ilusión? ¿Cuándo va a terminar esto? A Dios no le preocupa. Por mucho que pida ayuda, solo oigo el silencio, y Él no me esclarece ni me guía cuando oro. ¡Se acabó!”. ¿Seguirían teniendo verdadera fe? Con el paso del tiempo, es probable que les surgieran dudas. Pensarían en cambiar de rumbo, buscarían una salida, dejarían de lado la comisión de Dios y abandonarían su efímero celo y sus efímeros votos, queriendo controlar su propio porvenir y dirigir sus propias vidas, empujarían la comisión de Dios al fondo de su mente. Y cuando, un día, Dios viniera personalmente a instarles a seguir adelante, cuando les preguntara por el progreso en la construcción del arca, dirían: “¡Ah! ¡Dios realmente existe! Así que en verdad hay un Dios. ¡Tengo que ponerme a construir!”. Si Dios no hablara, si no les metiera prisa, no considerarían esto un asunto apremiante, pensarían que puede esperar. Esta forma inconstante de pensar, esta actitud de salir del paso a regañadientes, ¿acaso es la actitud que deben mostrar las personas con verdadera fe? (No). Es un error tener tal actitud, significa que no poseen verdadera fe, y mucho menos auténtica sumisión. Cuando Dios te hablara en persona, tu celo momentáneo indicaría fe en Dios, pero cuando Dios te hiciera a un lado, y no te instara ni te supervisara ni te hiciera ninguna pregunta, tu fe desaparecería. Pasado un tiempo, cuando Dios no te hablara ni se te apareciera, y tampoco llevara a cabo ninguna inspección de tu trabajo, tu fe desaparecería por completo; querrías vivir tu propia vida y emprender tu propia empresa, y la comisión de Dios quedaría olvidada en el fondo de tu mente. Tu celo, tus juramentos y tu determinación de entonces no tendrían ningún valor. ¿Creéis que Dios se atrevería a encomendar una gran empresa a alguien así? (No). ¿Por qué no? (No son dignos de confianza). Así es. En cinco palabras: no son dignos de confianza. No posees verdadera fe. No eres digno de confianza. Y, por lo tanto, no eres apto para que Dios te encomiende nada. Algunas personas dicen: “¿Por qué no soy apto? Llevaré a cabo cualquier comisión que Dios me encomiende; quién sabe, ¡puede que sea capaz de cumplirla!”. Puedes hacer cosas en tu vida cotidiana de manera descuidada, y no importa si los resultados se quedan un poco cortos. Pero las cosas encomendadas por Dios, las que Dios quiere que se cumplan, ¿cuándo son sencillas? Si se encomendaran a un zoquete o un tramposo, a alguien que es superficial en todo lo que hace, alguien que, después de aceptar una comisión, es susceptible de actuar de mala fe en cualquier lugar y en cualquier momento, ¿no retrasaría eso una gran empresa? Si tuvierais que elegir, si tuvierais que confiar una gran empresa a alguien, ¿a qué tipo de persona se la confiarías? ¿Qué tipo de persona elegirías? (Una digna de confianza). Como mínimo, esta persona debe ser confiable, tener calidad humana, y sin importar el tiempo, o lo grande que sean las dificultades que encuentre, pondría todo su corazón y energía en completar lo que le has confiado, y te daría cuenta de ello. Si ese es el tipo de persona que la gente elegiría para encomendarle una tarea, ¡más si cabe se aplica esto a Dios! Entonces, para este gran acontecimiento, la destrucción del mundo por las inundaciones, un acontecimiento que requería la construcción de un arca, y alguien digno de sobrevivir para permanecer, ¿a quién elegiría Dios? En primer lugar, en teoría, elegiría a alguien que fuera apto para permanecer, que fuera apto para vivir en la próxima era. En realidad, antes que nada, esta persona debía ser capaz de obedecer las palabras de Dios, debía tener verdadera fe en Dios y tratar cualquier cosa que Él dijera como las palabras de Dios, sin importar lo que implicara, si se ajustaba a sus propias nociones, si era de su gusto, si estaba de acuerdo con su propia voluntad. No importaba lo que Dios les pidiera que hicieran, nunca negarían la identidad de Dios, debían considerarse siempre un ser creado, y tratar siempre la obediencia a las palabras de Dios como una obligación ineludible. Así es el tipo de personas a las que Dios encomienda esta empresa en particular. En el corazón de Dios, Noé era precisamente una persona así. No solo era alguien digno de permanecer en la nueva era, sino también alguien que podía soportar una gran responsabilidad, que podía someterse a las palabras de Dios, sin compromiso, hasta el final, y que dedicaría su vida a completar lo que Dios le había encomendado. Esto fue lo que Él halló en Noé. Desde el momento en que Noé aceptó la comisión de Dios, hasta el momento en que completó cada una de las tareas que le habían sido encomendadas, a lo largo de este período, la fe de Noé y su actitud de sumisión hacia Dios desempeñaron un papel absolutamente crucial. Sin estas dos cosas, el trabajo no se podría haber completado, y esta comisión no se habría cumplido.
Si al aceptar la comisión de Dios Noé hubiera tenido sus propias ideas, planes y nociones, ¿en qué habría cambiado toda la empresa? En primer lugar, cuando Noé oyó cada uno de los detalles que le comunicó Dios, las especificaciones y los tipos de materiales, los medios y métodos de construcción del arca al completo, y la escala y dimensiones de esta, tal vez habría pensado: “¿Cuántos años llevaría construir algo tan grande? ¿Cuántos esfuerzos y dificultades serían necesarios para hallar todos estos materiales? ¡Acabaría agotado! Seguramente ese agotamiento me acortaría la vida, ¿verdad? Mira lo anciano que soy, pero Dios no me da un respiro y me pide que haga algo tan exigente, ¿podré soportarlo? Bueno, lo haré, pero me guardo un truco bajo la manga: en términos generales haré lo que Dios dice. Me ha pedido que encuentre un tipo de pino impermeable, he oído hablar de un lugar donde puedo conseguirlo, pero está bastante lejos y es bastante peligroso. Hallarlo y obtenerlo me costará mucho esfuerzo, así que ¿qué tal si busco por aquí cerca un tipo similar a modo de sustituto, uno que sea más o menos igual? Sería menos arriesgado y conllevaría menos esfuerzo, con eso bastaría, ¿no?”. ¿Tenía Noé tales designios? Si los tuviera, ¿sería eso verdadera sumisión? (No). Por ejemplo: Dios dijo que el arca debía construirse con 100 metros de altura. Al oír esto, Noé podría haber pensado: “Cien metros es demasiado alto, nadie podría subirse a ella. ¿No sería mortalmente peligroso escalar y trabajar desde allí? Así que haré el arca un poco más baja, que sean 50 metros. Será menos peligroso y la gente lo tendrá más fácil para subir. Eso estaría bien, ¿no?”. ¿Habría tenido Noé tales pensamientos? (No). Entonces, si los hubiera tenido, ¿os parecería que Dios había elegido a la persona equivocada? (Sí). La verdadera fe de Noé y su sumisión a Dios le permitieron dejar de lado su propia voluntad. Aunque hubiera tenido tales pensamientos, nunca habría actuado en consecuencia. Llegado ese punto, Dios sabía que Noé era digno de confianza. En primer lugar, Noé no haría ningún cambio en los detalles estipulados por Dios, no añadiría sus propias ideas y ni mucho menos cambiaría ninguno de los detalles estipulados por Dios para su propio beneficio personal. En su lugar, llevaría a cabo todo lo que Dios le pidiera al pie de la letra, e independientemente de lo difícil que fuera conseguir los materiales para construir el arca, de lo duro o agotador que fuera el trabajo, haría todo lo posible y emplearía todas sus energías a completarlo apropiadamente. ¿No es eso lo que le hacía digno de confianza? ¿Y era eso una manifestación real de su auténtica sumisión a Dios? (Sí). ¿Se trataba de una sumisión absoluta? (Sí). Y no estaba contaminada con nada, no contenía ninguna de sus propias inclinaciones, no estaba adulterada con planes personales, y mucho menos con nociones o intereses personales. En cambio, era una sumisión pura, simple y absoluta. ¿Y acaso esto era fácil de lograr? (No). Algunas personas podrían mostrar su desacuerdo: “¿Qué tiene eso de difícil? ¿No se trata simplemente de no pensar, de ser como un robot, de hacer lo que Dios diga? ¿Acaso eso no es fácil?”. Cuando llega el momento de actuar, surgen dificultades, los pensamientos de las personas siempre cambian, siempre tienen sus propias inclinaciones, por lo que son propensos a dudar de si las palabras de Dios pueden cumplirse. Les resulta fácil aceptar las palabras de Dios cuando las oyen, pero cuando llega el momento de actuar, la cosa se complica. En cuanto empiezan las dificultades, son susceptibles de volverse negativos, y no les resulta fácil someterse. Es evidente entonces que la calidad humana de Noé, su verdadera fe y sumisión, son realmente dignas de emulación. Entonces, ¿ya tenéis claro cómo reaccionó y se sometió Noé cuando se enfrentó a las palabras, los mandatos y las exigencias de Dios? Esta sumisión no estaba contaminada por ideas personales. Noé se exigió a sí mismo una sumisión, una obediencia y una implementación absolutas de las palabras de Dios, sin desviarse, valerse de pequeñas trampas ingeniosas ni intentar ser hábil, sin tener una alta opinión de sí mismo y pensar que podía hacerle sugerencias a Dios, que podía añadir sus propias ideas a los mandatos de Dios, y sin aportar sus propias buenas intenciones. ¿Acaso no es esto lo que debería practicarse cuando se intenta lograr una sumisión absoluta?
¿Cuánto tiempo le llevó a Noé construir el arca después de que Dios le ordenara hacerlo? (Ciento veinte años). Durante estos 120 años, Noé hizo una sola cosa: construyó el arca y recogió varias especies de criaturas vivas. Y aunque se trataba de una sola tarea, en lugar de muchas diferentes, esta única cosa implicaba una enorme cantidad de trabajo. Entonces, ¿qué propósito tenía hacer esto? ¿Por qué construyó el arca? ¿Qué objetivo y significado tenía hacerlo? El fin era que cada especie de criatura viviente pudiera sobrevivir cuando Dios destruyera el mundo por medio del diluvio. Así que Noé hizo lo que hizo para preparar, antes de la destrucción del mundo por parte de Dios, la supervivencia de toda especie de criatura viviente. Y para Dios, ¿se trataba de un asunto muy urgente? A tenor del tono del discurso de Dios, y la esencia de lo que ordenó, ¿pudo Noé detectar que Dios estaba impaciente y que Su intención era apremiar? (Sí). Digamos, por ejemplo, que se os dice: “Viene una epidemia. Ha comenzado a extenderse por el mundo exterior. Tenéis que hacer solo una cosa, y hacerla a toda prisa: corred y comprad comida y mascarillas. ¡Eso es todo!”. ¿Qué os parece? ¿Es urgente? (Sí). ¿Y cuándo hay que hacerlo? ¿Hay que esperar al año que viene, al siguiente o a dentro de varios años? No, se trata de una tarea urgente, un asunto importante. Deja todo lo demás de lado y ocúpate primero de esto. ¿Eso es lo que extraes de estas palabras? (Sí). Entonces, ¿qué deben hacer los que son sumisos a Dios? Deben dejar inmediatamente de lado la tarea que tienen entre manos. No importa nada más. Dios es muy impaciente con respecto a aquello que acaba de ordenar hacer; no deben perder tiempo a la hora de realizar y llevar a cabo dicha tarea, que es apremiante para Dios y que le preocupa; deben completarla antes de desempeñar otras labores. Eso es lo que significa la sumisión. Pero si lo analizas pensando: “¿Viene una epidemia? ¿Se está extendiendo? Si es así, dejad que se propague, no se está extendiendo entre nosotros. Si eso sucede, entonces nos ocuparemos de ello. ¿Comprar mascarillas y comida? Siempre hay mascarillas disponibles. Y da igual si las llevas o no. Ahora todavía tenemos comida, ¿por qué preocuparse por eso? ¿Qué prisa hay? Esperad a que llegue la epidemia. Ahora mismo tenemos otras cosas de las que ocuparnos”. ¿Es eso sumisión? (No). ¿Qué es entonces? A eso se le denomina colectivamente rebelión. Más en concreto, se trata de indiferencia, oposición, análisis y examen, y consiste también en albergar desprecio en el corazón al pensar que eso nunca podría suceder y no creer que sea real. ¿Existe verdadera fe en esa actitud? (No). Su estado general es este: con respecto a las palabras de Dios y a la verdad, siempre tienen una actitud de tardanza, de indiferencia, de descuido. En absoluto lo consideran en su corazón como algo importante. Piensan: “Escucharé las cosas que digas que estén relacionadas con la verdad y Tus sermones elevados; no dudaré en tomar nota de estos para no olvidarlos. Pero lo que dices acerca de comprar comida y mascarillas no tiene que ver con la verdad, así que puedo rechazarlo, puedo ridiculizarlo en mi corazón, y puedo tratarte con una actitud de indiferencia y desconsideración. Basta con que escuche con los oídos, pero lo que pienso en el corazón no es de Tu incumbencia, no es asunto Tuyo”. ¿Era esta la actitud de Noé hacia las palabras de Dios? (No). ¿Qué demuestra que no era así? Debemos hablar acerca de esto, te enseñará que la actitud de Noé hacia Dios era completamente diferente. Y hay hechos que lo prueban.
En aquella época preindustrial, cuando todo debía llevarse a cabo y completarse a mano, cada tarea manual era sumamente extenuante y requería de mucho tiempo. Cuando Noé oyó la comisión de Dios, cuando oyó todas las cosas que Dios describió, percibió la seriedad de este asunto y la gravedad de la situación. Supo que Dios destruiría el mundo. ¿Y por qué iba a hacerlo? Porque los seres humanos eran sumamente malvados, no creían en la palabra de Dios, llegando incluso a negarla, y Dios aborrecía a aquella humanidad. ¿La aborrecía desde hacía un día o dos? ¿Dijo Dios impulsivamente: “Hoy no me agrada esta humanidad. La destruiré, así que empieza a hacerme un arca”? ¿Fue así? No. Tras oír las palabras de Dios, Noé comprendió lo que Él quería decir. Dios no aborrecía a aquella humanidad desde hace solo uno o dos días; ansiaba destruirla para que esa humanidad pudiera comenzar de nuevo. Sin embargo, esta vez Dios no deseaba crear de nuevo otra humanidad, sino que en su lugar permitiría a Noé ser lo bastante afortunado para sobrevivir como señor de la siguiente era, como ancestro de la humanidad. Una vez comprendió este aspecto de lo que quería decir Dios, Noé percibió, desde lo más hondo del corazón, la apremiante intención de Dios, Su urgencia; por eso, cuando Dios habló, aparte de escuchar atenta, detenida y diligentemente, Noé sintió algo en su corazón. ¿Qué sintió? Urgencia, la emoción que debe sentir un auténtico ser creado una vez se da cuenta de las apremiantes intenciones del Creador. ¿Y qué pensó Noé en su corazón cuando Dios le ordenó construir un arca? Pensó: “A partir de hoy, nada importa más que la construcción del arca, no hay nada más importante y urgente que eso. He oído las palabras del corazón del Creador, he percibido Su apremiante intención, así que no debo demorarme; he de construir a toda prisa el arca de la que Dios me ha hablado y que me ha pedido”. ¿Cuál fue la actitud de Noé? Fue la de no osar ser negligente. ¿Y de qué modo ejecutó la construcción del arca? Sin demora alguna. Llevó a cabo y ejecutó a toda prisa y con toda su energía cada detalle de lo que Dios le había dicho y ordenado, sin ser superficial en absoluto. En resumidas cuentas, la actitud de Noé hacia la orden del Creador fue de sumisión. No fue despreocupado al respecto y no hubo oposición en su corazón ni hubo indiferencia. Por el contrario, trató diligentemente de comprender la intención del Creador mientras memorizaba cada detalle. Cuando comprendió la apremiante intención de Dios, decidió acelerar el ritmo para terminar a toda prisa aquello que Dios le había transmitido. ¿Qué quería decir “a toda prisa”? Quería decir completar, en el menor tiempo posible, trabajo que anteriormente habría llevado un mes, completándolo tal vez tres o cinco días antes de lo previsto, sin arrastrar los pies para nada o con la menor dilación, impulsando en cambio todo el proyecto lo mejor que pudiera. Naturalmente, al llevar a cabo cada tarea, se esforzaba al máximo por minimizar las pérdidas y los errores y por no hacer ningún trabajo que debiera repetirse; asimismo, habría completado cada tarea y procedimiento a tiempo y los habría hecho bien, garantizando su calidad. Esta fue una verdadera manifestación de no demorar las cosas. Así pues, ¿cuál fue la condición previa para que fuera capaz de no arrastrar los pies? (Había escuchado la orden de Dios). Sí, esa fue la condición previa y el contexto para ello. Ahora bien, ¿por qué fue capaz Noé de no arrastrar los pies? Algunos dicen que Noé tenía verdadera sumisión. ¿Y qué poseía él que le permitiera alcanzar la verdadera sumisión? (Era considerado con el corazón de Dios). ¡Exacto! ¡Esto es lo que significa tener corazón! La gente con corazón es capaz de ser considerada con el corazón de Dios; quienes no tienen corazón son cáscaras vacías, tontos, no saben ser considerados con el corazón de Dios. Su mentalidad es: “No me importa lo apremiante que sea esto para Dios. Lo haré como me venga en gana; en cualquier caso, no estoy siendo ocioso ni perezoso”. Este tipo de actitud, esta clase de negatividad, la falta total de proactividad, son propias de gente que no es considerada con el corazón de Dios ni tampoco entiende cómo serlo. En tal caso, ¿poseen verdadera fe? Por supuesto que no. Noé era considerado con el corazón de Dios, tenía verdadera fe y, así, fue capaz de cumplir con la comisión de Dios. Por lo tanto, no basta con simplemente aceptar la comisión de Dios y estar dispuesto a hacer algún esfuerzo. También debes ser considerado con las intenciones de Dios, entregarte por completo y ser leal, lo cual exige que tengas conciencia y razón; eso es lo que la gente debería tener, y es lo que existía en Noé. ¿Qué opináis vosotros: cuántos años habrían hecho falta para construir un arca tan grande en aquella época si Noé se hubiera demorado y no hubiera tenido sentido de la urgencia, de la angustia y la eficiencia? ¿Habría estado terminada en 100 años? (No). Podría haber requerido varias generaciones de construcción continuada. Por un lado, construir un objeto sólido como un arca habría llevado años; además, al igual que reunir y cuidar a todas las criaturas vivas también habría llevado años. ¿Era fácil reunir a esas criaturas vivas? (No). No lo era. Por eso, después de oír las órdenes de Dios y de comprender Su apremiante intención, Noé intuyó que no sería fácil ni sencillo. Se dio cuenta de que tenía que cumplirlo de acuerdo con los deseos de Dios y completar la comisión que Dios le había asignado para que Él estuviera satisfecho y tranquilo, para que el siguiente paso de Su obra pudiera empezar sin problemas. Así era el corazón de Noé. ¿Y qué clase de corazón tenía? Su corazón era considerado con las intenciones de Dios. A juzgar por el comportamiento de Noé al construir el arca, realmente era un hombre de una profunda fe y no albergó ninguna duda con respecto a la palabra de Dios durante cien años. ¿En qué se apoyaba? Se apoyaba en su fe y en su sumisión a Dios. Fue capaz de someterse por completo. ¿Qué detalles ponen de manifiesto su sumisión absoluta? Su consideración. ¿Poseéis ese corazón? (No). Sois capaces de pronunciar doctrinas y de vociferar consignas, pero no podéis practicar y, cuando os enfrentáis a dificultades, no podéis cumplir las órdenes de Dios. Cuando habláis, lo hacéis muy claramente, pero cuando se trata de procedimientos reales y afrontáis alguna dificultad, os volvéis negativos, y apenas sufrís un poco, comenzáis a quejaros y simplemente deseáis rendiros. Si no lloviera copiosamente durante ocho o diez años, os volveríais negativos y dudaríais de Dios, y si pasaran otros 20 años sin lluvias intensas, ¿seguiríais siendo negativos? Noé pasó más de 100 años construyendo el arca y nunca se convirtió en una persona negativa ni dudó de Dios, solo continuó construyendo el arca. ¿Quién más, aparte de Noé, podría haberlo hecho? ¿En qué aspectos os veis limitados? (Carecemos de humanidad normal y de conciencia). Exactamente. No poseéis la calidad humana de Noé. ¿Cuántas verdades comprendía Noé? ¿Creéis que él entendía más verdades que vosotros? Habéis escuchado innumerables sermones, los misterios de la encarnación de Dios, la verdad íntima de las tres etapas de Su obra y Su plan de gestión; estos son los misterios más elevados y profundos dados a conocer a la humanidad, y todos ellos os han sido explicados. Entonces, ¿cómo es posible que todavía no poseáis la humanidad de Noé ni seáis capaces de hacer lo que él pudo hacer? ¡Vuestra fe y vuestra humanidad son muy inferiores a las de Noé! Cabe decir que carecéis de fe verdadera y del mínimo de conciencia o razón que la humanidad debería poseer. Aunque habéis escuchado muchos sermones y, a simple vista, parece que entendéis las verdades, la calidad de vuestra humanidad y vuestro carácter corrupto no pueden transformarse de inmediato por el hecho de escuchar más sermones o comprender verdades. Cuando la gente no discierne estas cosas, cree que no es muy inferior a los santos de antaño, y se dice: “Ahora nosotros también aceptamos la comisión de Dios y escuchamos la palabra de Dios de Su propia boca. También nos tomamos en serio cada una de las cosas que Dios nos pide que hagamos. Todos hablamos sobre estas cosas juntos y luego llevamos a cabo el trabajo de planificación, despliegue y puesta en marcha. ¿En qué somos diferentes de los santos de la antigüedad?”. La diferencia que percibes en la actualidad, ¿es notoria o no? Es muy evidente, principalmente en cuanto a la calidad humana. ¡Hoy en día la gente es muy corrupta, egoísta y despreciable! ¡No mueven un dedo a menos que obtengan algún beneficio! ¡Hacer cosas buenas y preparar buenas obras les resulta sumamente agotador! Están dispuestos a cumplir con un deber, pero no tienen fuerza de voluntad; están listos para sufrir, pero no pueden soportarlo; desean pagar un precio, pero no pueden hacerlo; están decididos a practicar la verdad, pero no pueden llevarla a cabo; y desean amar a Dios, pero no pueden ponerlo en práctica. Decidme solo, ¡cuán deficiente es este tipo de humanidad! ¿Cuánta verdad se debe comprender y poseer para remediar esto?
Acabamos de hablar sobre la consideración de Noé con las intenciones de Dios, que era una parte preciosa de su humanidad. Hay algo más, ¿qué es? Tras oír las palabras de Dios, Noé tuvo conocimiento de un hecho, y además supo entonces cuál era el plan de Dios. El plan no consistía simplemente en construir un arca que sirviera de recordatorio, tampoco en crear un parque de atracciones ni una gran edificación que sirviera de monumento. No era así. A raíz de lo que dijo Dios, Noé conoció un hecho: Dios detestaba esta humanidad, que era perversa, y había determinado que fuera destruida por el diluvio. Los que sobrevivieran en la siguiente era, mientras tanto, serían salvados de las inundaciones por esa arca, que les permitiría sobrevivir. ¿Y cuál era la clave de ese hecho? Que Dios destruiría el mundo con un diluvio y que había planeado que Noé construyera un arca y sobreviviera, y que también sobreviviera toda especie de criatura viviente, pero que la humanidad fuera destruida. ¿Era esto algo importante? No se trataba de un asunto familiar insignificante, ni de un asunto menor relacionado con un individuo o una tribu. Al contrario, se trataba de una operación importante. ¿Qué tipo de operación? Una que estaba relacionada con el plan de gestión de Dios. Dios iba a hacer algo grande, algo que involucraba a toda la humanidad, y que estaba relacionado con Su gestión, con Su actitud hacia la humanidad y con su destino. Este es el tercer dato que aprendió Noé cuando Dios le encomendó esta empresa. ¿Y cuál fue la actitud de Noé cuando se enteró de esto por las palabras de Dios? ¿Fue creer, dudar o tener incredulidad total? (Creer). ¿Hasta qué punto creyó? ¿Y qué hechos demuestran que lo hizo? (Al oír las palabras de Dios, comenzó a ponerlas en práctica y construyó el arca tal y como Dios había dicho, lo que significa que su actitud hacia las palabras de Dios fue la de creer). A partir de todo lo que se exhibió en Noé, desde el nivel de ejecución e implementación después de que aceptara lo que Dios le había encomendado, hasta el hecho de lo que se logró finalmente, se puede percibir que Noé tenía una fe absoluta en cada palabra que Dios había pronunciado. ¿Por qué tenía una fe absoluta? ¿Cómo no tuvo dudas? ¿Por qué no trató de analizar o examinar esto en su corazón? ¿Con qué tiene esto relación? (Con la fe en Dios). Así es, tal era la verdadera fe de Noé en Dios. Por lo tanto, respecto a todo lo que dijo Dios y a cada una de Sus palabras, Noé no se limitó a escuchar y aceptar, sino que tuvo verdadero conocimiento y fe en lo más profundo de su corazón. Aunque Dios no le había revelado varios detalles, como cuándo llegarían las aguas de la inundación, cuántos años pasarían antes de que sucediera, cuál sería la escala de estas inundaciones, cómo sería todo después de que Dios hubiera destruido el mundo, Noé creyó que todo lo dicho por Dios ya era un hecho. Noé no trató las palabras de Dios como una historia o un mito, ni como un dicho o un escrito, sino que en lo más profundo de su corazón creía y estaba seguro de que Dios iba a hacer eso y de que nadie puede cambiar lo que Dios determina que debe cumplirse. Noé pensaba que la gente solo podía tener una actitud hacia las palabras de Dios y lo que Él desea conseguir, que es aceptar ese hecho, someterse a lo que es ordenado por Dios y cooperar en las tareas que Dios les pide que cooperen: con eso basta. Esa fue su actitud. Y precisamente porque Noé tuvo esa actitud, y no la de analizar, examinar, dudar, sino la de creer desde lo más profundo de su corazón, y luego decidir cooperar en lo que era requerido por Dios y en lo que Él deseaba que se cumpliera. Precisamente por eso se logró el hecho de la construcción del arca y la recolección y supervivencia de toda especie de criatura viviente. Si cuando Noé oyó a Dios decir que destruiría el mundo con inundaciones hubiera tenido dudas, si no se hubiera atrevido a creer aquello del todo, ya que no lo había visto y no sabía cuándo ocurriría, habiendo muchas incógnitas, entonces ¿su estado de ánimo y su convicción hacia la construcción del arca se habrían visto afectados, habrían cambiado? (Sí). ¿Cómo habrían cambiado? Mientras construía el arca, podría haber tomado atajos, podría haber ignorado las especificaciones de Dios o no haber reunido a cada especie de criatura viviente dentro del arca tal y como Dios le pidió. Dios dijo que debía haber un macho y una hembra, a lo que él podría haber dicho: “Para algunos basta con la hembra. A otros no los encuentro, así que olvídate de ellos. Quién sabe cuándo ocurrirá el diluvio que destruya el mundo”. La gran empresa de construir el arca y recolectar cada especie viviente le llevó 120 años. ¿Habría persistido Noé durante esos 120 años si no hubiera tenido verdadera fe en las palabras de Dios? Por supuesto que no. Con la interferencia del mundo exterior, y varias quejas de los miembros de su familia, para alguien que no cree que las palabras de Dios son un hecho, el acto de construir un arca sería muy difícil de lograr, y mucho menos si se alargara 120 años. La vez anterior os pregunté si 120 años era mucho tiempo. Todos dijisteis que sí. Os pregunté cuánto duraríais vosotros, y cuando al final os pregunté si lograríais aguantar 15 días, ninguno dijo que podría, y se me cayó el alma a los pies. Sois infinitamente inferiores a Noé. Ni un pelo de vuestra cabeza se puede comparar con él, ni siquiera poseéis una décima parte de su fe. ¡Qué lamentables sois! Por un lado, vuestra humanidad e integridad son demasiado bajas. Por otro, se puede decir que vuestra búsqueda de la verdad es básicamente inexistente. Y por lo tanto, sois incapaces de producir verdadera fe en Dios y tener verdadera sumisión. Entonces, ¿cómo habéis sido capaces de durar hasta ahora? ¿Por qué seguís ahí sentados escuchando mientras os hablo? Hay dos aspectos en vosotros. Por un lado, la mayoría todavía deseáis ser buenos, no queréis ser malas personas. Deseáis tomar el buen camino. Tenéis este poco de resolución, ese poco de aspiración al bien. Al mismo tiempo, la mayoría de vosotros tenéis miedo a la muerte. ¿Hasta qué punto teméis a la muerte? A la menor señal de problemas en el mundo exterior, algunos de vosotros os esforzáis más en cumplir con el deber. Cuando las cosas se calman, os deleitáis en la comodidad y os esforzáis mucho menos en vuestro deber, siempre pendientes de la carne. Comparada con la verdadera fe de Noé, ¿existe algo de esta en lo que se manifiesta en vosotros? (No). Yo también lo creo. E incluso si hay un poco de fe, es patéticamente pequeña, e incapaz de resistir el examen de las pruebas.
Nunca he realizado arreglos de la obra, pero a menudo he oído que se les pone un prefacio con palabras como estas: “Ahora mismo, varios países están sumidos en un profundo caos, las tendencias mundanas son cada vez más perversas, y Dios castigará a la raza humana. Debemos cumplir nuestro deber a un nivel aceptable haciendo tal y cual cosa, y ofrecer nuestra lealtad a Dios”. “En estos días, las epidemias son cada vez más graves, el medio ambiente más adverso, los desastres más serios, la gente se enfrenta a la amenaza de las enfermedades y la muerte, y solo si creemos en Dios y oramos más ante Él, evitaremos la plaga, pues solo Dios es nuestro refugio. En la actualidad, ante tales circunstancias y tal ambiente, debemos preparar buenas acciones haciendo esto y lo otro, y dotarnos de la verdad haciendo aquello y aquello otro; se trata de algo urgente”. “La epidemia de este año ha sido especialmente grave, la humanidad se enfrentará a la hambruna, y pronto se encontrará con el saqueo y la inestabilidad social, por lo que los que creen en Dios deben acudir a menudo ante Él para orar y pedir Su protección, y deben mantener una vida de iglesia y espiritual normal”. Y así sucesivamente. Luego, una vez expresado el prefacio, comienzan los arreglos concretos. En todos los tiempos, estos prefacios han jugado un papel oportuno y decisivo en la fe de las personas. Así que me pregunto, ¿no se llevarían a cabo los arreglos de la obra si no se hicieran estos prefacios y declaraciones? Sin estos prefacios, ¿acaso los arreglos de la obra no serían tales? ¿No habría una razón para emitirlos? La respuesta a estas preguntas es que seguramente no. Lo que quiero saber ahora es, ¿qué propósito tiene la gente al creer en Dios? ¿Cuál es el significado de su fe en Dios? ¿Comprenden o no los hechos que Dios desea realizar? ¿Cómo debe la gente tratar las palabras de Dios? ¿Cómo deben tratar todo lo que el Creador pide? ¿Vale la pena considerar estas preguntas? Si las personas fueran sometidas al estándar de Noé, en Mi opinión ni una sola de ellas merecería el título de “ser creado”. No serían dignas de presentarse ante Él. Si la fe y la sumisión de las personas de hoy en día se midieran comparándolas con la actitud de Dios hacia Noé y con los estándares por los cuales Él lo seleccionó, ¿podría Dios estar satisfecho con ellas? (No). ¡Se quedan muy cortas! La gente siempre dice que cree en Dios y lo adora, pero ¿cómo se manifiesta esta fe y adoración en ellos? En realidad, se manifiesta como su dependencia de Dios, sus exigencias hacia Él, así como su auténtica rebelión contra Él, e incluso su desdén hacia el Dios encarnado. ¿Podría considerarse todo esto como un desprecio de la humanidad a la verdad y una abierta vulneración de los principios? Así es, de hecho, tal es su esencia. Cada vez que los arreglos de la obra contienen estas palabras, aumenta la “fe” de la gente. Cada vez que se emiten arreglos de la obra, cuando la gente se da cuenta de los requisitos y el significado de los arreglos de la obra y es capaz de llevarlos a cabo, creen que ha habido un aumento en su nivel de sumisión, que ahora están en posesión de ella. Pero ¿realmente poseen fe y verdadera sumisión? ¿Y qué es esta supuesta fe y sumisión cuando se miden según el estándar de Noé? En realidad, se trata de una especie de transacción. ¿Cómo podría considerarse esto fe y verdadera sumisión? ¿Qué es esa supuesta verdadera fe de la gente? “Los últimos días ya están aquí; ¡espero que Dios actúe pronto! Es una bendición que yo esté aquí cuando Dios destruya el mundo, que tenga la suerte de quedarme y no sufrir los estragos de la destrucción. Dios es tan bueno, ama tanto a la gente, ¡Dios es tan grande! Ha elevado tanto al hombre, Dios es realmente Dios, solo Él podría hacer tales cosas”. ¿Y su supuesta verdadera sumisión? “Todo lo que Dios dice es correcto. Haz todo lo que Él te pida, si no te verás abocado al desastre y será tu fin, nadie podrá salvarte”. Su fe no es verdadera fe, y su sumisión tampoco es verdadera sumisión: no son más que mentiras.
Hoy en día, prácticamente todo el mundo sabe de la construcción del arca por parte de Noé, ¿verdad? Pero ¿cuántas personas conocen la historia interna? ¿Cuántas comprenden la verdadera fe y sumisión de Noé? ¿Y quién sabe, y le importa, cuál fue la evaluación que Dios hizo de Noé? Nadie presta atención a esto. ¿Qué se demuestra? Que la gente no persigue la verdad y no ama las cosas positivas. La vez anterior, después de que hablara sobre las historias de estos dos personajes, ¿alguno de vosotros regresó a la Biblia para leer los detalles de esas historias? ¿Os sentisteis conmovidos al oír las historias de Noé, Abraham y Job? (Sí). ¿Envidiáis a esas tres personas? (Sí). ¿Queréis ser como ellos? (Sí). Entonces, ¿mantuvisteis una detallada comunicación sobre sus historias y sobre la esencia de su comportamiento, su actitud hacia Dios y su fe y sumisión? ¿Por dónde deberían comenzar los que desean ser como este tipo de personas? Hace tiempo que leí por primera vez la historia de Job, y también adquirí cierta comprensión de las historias de Noé y Abraham. Cada vez que leo y pienso en Mi corazón sobre lo que los tres hombres mostraron, lo que Dios les dijo y les hizo, y sus diversas actitudes, siento que se me escapan las lágrimas, me conmuevo. Entonces, ¿qué os conmovió cuando las leísteis? (Después de escuchar la enseñanza de Dios, finalmente llegué a comprender que, mientras se sometía a sus pruebas, Job pensaba que Dios estaba sufriendo por él y, como no quería que Él sufriera, maldijo el día en que nació. Cada vez que leía esto, pensaba que Job era muy considerado con las intenciones de Dios, y me sentía muy conmovido). ¿Qué más? (Al construir el arca, Noé pasó por muchas dificultades, pero aun así fue capaz de mostrar consideración hacia las intenciones de Dios. Abraham recibió un hijo a los 100 años y eso lo llenó de alegría, pero cuando Dios le pidió que lo sacrificara, fue capaz de obedecer y someterse. Sin embargo, nosotros no podemos hacerlo. No tenemos la humanidad, la conciencia ni la razón de Noé o Abraham. Siento mucha admiración cuando leo sus historias, y ellos nos sirven de modelos). (En Tu última charla, mencionaste que Noé fue capaz de continuar con la construcción del arca durante 120 años y que llevó a cabo todo lo que Dios le ordenó hacer de manera perfecta, sin defraudar Sus expectativas. Al comparar esto con mi actitud hacia mi deber, veo que carezco absolutamente de perseverancia, lo que me hace sentir culpable y también conmovido). Todos os sentís conmovidos, ¿verdad? (Sí). De momento no vamos a hablar de este tema, lo discutiremos cuando hayamos terminado con las historias de Noé y Abraham. Os contaré qué partes me conmovieron a mí y veremos si fueron las mismas que os conmovieron a vosotros.
Acabamos de hablar sobre la verdadera fe de Noé en Dios. Los hechos probados acerca de su construcción del arca son suficientes para mostrar su verdadera fe. La verdadera fe de Noé se demuestra en cada cosa que hizo, en cada uno de sus pensamientos y en la actitud con la que actuó respecto a lo que Dios le había ordenado. Eso basta para demostrar la verdadera fe de Noé en Dios, una fe que está más allá de toda duda y es completamente pura. Independientemente de si lo que Dios le pidió que hiciera estaba en consonancia con sus propias nociones, de si era lo que había planeado hacer en su existencia y de si entraba en conflicto con las cosas de su vida, por no mencionar lo difícil que resultó esa tarea, solo tuvo una actitud: aceptación, sumisión e implementación. En última instancia, los hechos demuestran que el arca construida por Noé salvó a toda especie de criatura viviente, así como a la propia familia de Noé. Cuando Dios hizo caer el diluvio y comenzó a destruir la raza humana, el arca transportó a la familia de Noé y a las distintas especies de criaturas vivientes, flotando sobre el agua. Dios destruyó la tierra al enviar un gran diluvio que duró cuarenta días, y solo la familia de Noé y las diversas criaturas vivientes que entraron en el arca sobrevivieron, el resto de personas y seres vivos fueron destruidos. ¿Qué se desprende de estos hechos? Dado que Noé poseía verdadera fe y auténtica sumisión a Dios, a través de su sincera cooperación con Él, se llevó a cabo todo lo que Dios quería hacer; todo se hizo realidad. Eso era lo que Dios valoraba en Noé, y Noé no decepcionó a Dios, estuvo a la altura de la importante comisión que Él le había asignado y completó todo lo que Dios le había encomendado. El hecho de que Noé fuera capaz de completar la comisión de Dios se debió, por un lado, a las órdenes de Dios y, al mismo tiempo, también se debió en gran medida a la verdadera fe de Noé y a su absoluta sumisión a Dios. Precisamente porque poseía estas dos cosas, las más preciadas de todas, Noé llegó a ser amado por Dios, y precisamente porque Noé poseía verdadera fe y sumisión absoluta, Dios lo consideró como alguien que debía permanecer, que era digno de sobrevivir. Todos los que no eran Noé fueron objeto de la aversión de Dios, lo que implica que todos eran indignos de vivir en mitad de Su creación. ¿Qué debemos ver a partir de la creación del arca por parte de Noé? Por un lado, hemos visto la noble calidad humana de Noé. Tenía conciencia y razón. Por otro lado, hemos visto la verdadera fe de Noé y su auténtica sumisión a Dios. Todo esto es digno de emulación. Precisamente por su fe y sumisión a la comisión de Dios, Noé se convirtió en alguien querido a ojos de Dios, en un ser creado amado por Él, lo cual resultaba afortunado y era una bendición. Solo tales personas son aptas para vivir a la luz del semblante de Dios. A Sus ojos, solo ellas son aptas para vivir. Personas que son aptas para vivir: ¿qué significa esto? Se refiere a aquellas que son dignas de disfrutar de todo lo que puede disfrutarse que Dios ha concedido a la humanidad, dignas de vivir a la luz del semblante de Dios, dignas de recibir Sus bendiciones y promesas. Las personas así son amadas por Dios, son auténticos seres humanos creados y son las únicas a las que Dios desea ganar.
II. La actitud de Abraham hacia las palabras de Dios
Analicemos ahora los aspectos de Abraham que son dignos de imitación por parte de las siguientes generaciones. El acto más significativo de Abraham ante Dios fue precisamente aquel que las posteriores generaciones conocen muy bien y con el que están más familiarizadas: el sacrificio de Isaac. Cada aspecto de lo que Abraham manifestó con relación a este asunto, tanto su calidad humana como su fe o su sumisión, merece ser imitado por las subsiguientes generaciones. Entonces, ¿cuáles fueron exactamente las manifestaciones concretas que mostró y que son dignas de imitación? Desde luego, sus diversas maneras de manifestarse no eran vacías, mucho menos abstractas, e indudablemente no fueron producto de la invención humana; existe evidencia de todo esto. Dios le otorgó a Abraham un hijo; Él mismo se lo comunicó y, cuando Abraham tenía 100 años, nació su hijo Isaac. Evidentemente, el origen de este niño no era común, él no se parecía a ningún otro; Dios lo había concedido personalmente. Cuando Dios mismo concede un hijo, la gente piensa que Él seguramente va a llevar a cabo algo grandioso en él, que le encomendará un asunto importante, que obrará en él de manera extraordinaria, que hará que el niño sea excepcional, etcétera. Estas eran las grandes expectativas que Abraham y otras personas tenían. Sin embargo, las cosas tomaron un rumbo distinto y a Abraham le ocurrió algo que nadie podría haber esperado. Dios le concedió a Isaac y, cuando llegó el momento de la ofrenda, le dijo: “Hoy no necesitas ofrecer nada, solo a Isaac; con eso basta”. ¿Qué significaba eso? Dios le había dado a Abraham un hijo y, cuando este estaba a punto de hacerse adulto, quiso que regresara a Él. El enfoque del resto de las personas con respecto a esto sería: “Tú mismo me concediste a Isaac. No lo creí, pero Tú insististe en darme este niño. Ahora pides que sea ofrecido como sacrificio. ¿Acaso quieres que regrese a Ti? ¿Cómo puedes llevarte lo que le has dado a la gente? Si quieres llevártelo, hazlo sin más. Limítate a hacerlo en silencio. No hay necesidad de que me traigas tanto dolor y desgracia. ¿Cómo pudiste pedirme que lo sacrifique con mis propias manos?”. ¿Era esta una exigencia sumamente dura? Fue extremadamente difícil. Al oírla, algunas personas dirían: “¿Es realmente Dios? ¡Actuar de esa manera es totalmente inadmisible! Fuiste Tú quien entregó a Isaac y ahora pides que te lo devuelvan. ¿Tienes en todo momento una justificación para Tus acciones? ¿Son siempre correctas? No necesariamente. La vida de las personas está en Tus manos. Dijiste que me darías un hijo y es exactamente lo que hiciste; posees tal autoridad, así como la potestad para llevártelo, pero ¿no son la manera en la que lo haces y este asunto hasta cierto punto injustificables? Tú entregaste al niño, así que deberías permitir que crezca, que haga cosas extraordinarias y que contemple Tus bendiciones. ¿Cómo pudiste pedir que muera? ¡En lugar de ordenar su muerte, hubiera sido mejor que no me lo hubieras dado! ¿Por qué me lo diste entonces? Me entregaste a Isaac y ahora me pides que lo ofrezca. ¿Acaso no me estás causando más sufrimiento? ¿No me estás trayendo más dificultades? ¿Con qué objetivo me entregaste este hijo inicialmente entonces?”. No son capaces de encontrarle sentido a esta exigencia, por mucho que lo intenten; sin importar la manera en que la planteen, les parece indefendible y nadie puede comprenderla. Sin embargo, ¿le explicó Dios a Abraham el razonamiento que la fundamentaba? ¿Le contó los motivos y cuál era Su intención? ¿Lo hizo? No. Dios solo dijo: “En el sacrificio de mañana, ofrece a Isaac”, eso fue todo. ¿Dio alguna explicación? (No). Así pues, ¿cuál fue la naturaleza de estas palabras? Si lo observamos en función de la identidad de Dios, estas palabras eran una orden que debía cumplirse, obedecerse y a la que había que someterse. Sin embargo, si tomamos en cuenta Sus palabras y el asunto en sí, ¿no les resultaría difícil a las personas hacer lo que debían? La gente considera que aquello que debe cumplirse debe ser razonable y estar en sintonía con los sentimientos del hombre y la sensibilidad humana universal, pero ¿se ajusta algo de esto a lo que Dios dijo? (No). Por tanto, ¿debería Dios haber dado una explicación y expresado Sus ideas y Su propósito, o haber revelado siquiera una parte de lo que Sus palabras querían decir entre líneas para que la gente pudiera comprender? ¿Hizo algo de esto? No, ni pensaba hacerlo. Estas palabras contenían lo que el Creador exigía, lo que Él ordenaba y lo que esperaba del hombre. Otra gente, cualquiera que observe esta escena, consideraría que estas palabras tan sencillas e inadmisibles, esta orden y esta exigencia que no tienen en cuenta los sentimientos de las personas, son complicadas, difíciles e inaceptables. Pero para Abraham, que estaba directamente implicado, su primer sentimiento al escucharlo significó un dolor desgarrador. Dios le había concedido este hijo y él había pasado todos esos años criándolo y disfrutando de toda esa alegría familiar. Sin embargo, con una sola frase, una orden de Dios, esta felicidad, este ser humano lleno de vida, desaparecería y le sería arrebatado. Lo que Abraham enfrentaba no era solo la pérdida de esta alegría familiar, sino el dolor de una soledad y una añoranza interminables tras la pérdida de este hijo. Para un hombre mayor, resultaba insoportable. Después de escuchar tales palabras, cualquier persona corriente derramaría un mar de lágrimas, ¿no es cierto? Es más, en su corazón maldeciría a Dios, se quejaría de Él, lo malinterpretaría y trataría de hacerlo entrar en razón; mostraría todo lo que es capaz de hacer, todas sus habilidades, así como toda su rebeldía, rudeza e irracionalidad. Y, sin embargo, aunque Abraham experimentó un dolor similar, no lo hizo. Como cualquier persona normal, sintió de inmediato ese dolor, experimentó instantáneamente la sensación de que su corazón se partía y percibió en el acto la soledad de perder a un hijo. Estas palabras de Dios eran desconsideradas con los sentimientos humanos, inconcebibles para las personas, incompatibles con sus nociones y no fueron pronunciadas desde el enfoque de los sentimientos humanos. No tomaron en cuenta las dificultades ni las necesidades emocionales de las personas y, desde luego, no contemplaron el dolor humano. Dios lanzó contra Abraham estas palabras con frialdad. ¿Acaso le importaba cuán dolorosas le resultaban con exactitud? A simple vista, Dios parecía tanto insensible como indiferente. Lo único que Abraham escuchó fue la orden y la exigencia de Dios. A cualquier persona, esta exigencia le parecería incompatible con la cultura, las convenciones, las sensibilidades e incluso la moralidad y la ética humanas; había cruzado una línea moral y ética, y se oponía a las normas humanas de comportamiento e interacción con las personas, así como a los sentimientos humanos. Incluso algunos opinan: “Estas palabras no solo son inaceptables e inmorales, más aún, ¡solo causan problemas sin justificación alguna! ¿Cómo es posible que Dios las haya pronunciado? Sus palabras deberían ser razonables e imparciales, y deberían convencer plenamente al hombre; no deberían causar problemas sin un motivo válido, ni carecer de ética, moralidad o lógica. ¿Realmente pronunció el Creador estas palabras? ¿Es posible que el Creador haya dicho tales cosas? ¿Podría el Creador tratar de esta manera a las personas que Él creó? No puede ser que sea así”. Sin embargo, estas palabras realmente provinieron de la boca de Dios. A juzgar por Su actitud y el tono de Sus palabras, Él había decidido lo que quería, no había margen para la discusión y las personas no tenían la posibilidad de elegir. Él no le otorgaba al hombre el derecho a hacerlo. Sus palabras eran una exigencia, una orden que Él le había impartido a la humanidad. Para Abraham, estas palabras de Dios eran tajantes y taxativas; representaban una exigencia inquebrantable que Dios le imponía y no estaban abiertas a discusión. ¿Qué eligió Abraham? Este es el punto clave sobre el que vamos a compartir.
Después de escuchar las palabras de Dios, Abraham comenzó a prepararse, se sentía angustiado y como si un gran peso lo oprimiera. En su corazón, oró en silencio: “Señor mío, Dios mío. Todo lo que haces es digno de alabanza; me has dado este hijo, y si deseas llevártelo, debo devolvértelo”. Aunque Abraham estaba sufriendo, ¿no permitían sus palabras evidenciar su actitud? ¿Qué pueden extraer las personas de esto? Pueden ver la debilidad y las necesidades emocionales de la humanidad normal, así como el lado racional de Abraham y su faceta de creyente genuino y sumiso a Dios. ¿Cuál era su lado racional? Abraham era profundamente consciente de que Dios le había dado a Isaac, de que Él tenía el poder de tratarlo como deseara y de que a las personas no les correspondía emitir juicios al respecto. Sabía perfectamente que todo lo que el Creador dice representa al Creador y que, sin importar si parece razonable o si se ajusta al conocimiento, la cultura y la moralidad humanas o no, la identidad de Dios y la naturaleza de Sus palabras no cambian. Sabía con claridad que si las personas no pueden entender, comprender o descifrar las palabras de Dios es asunto suyo, que no hay razón por la cual Él deba explicarlas ni dilucidarlas y que la gente no debe someterse únicamente cuando comprende las palabras y las intenciones de Dios, sino que debe mantener una única actitud hacia Sus palabras, sin importar las circunstancias: escuchar, aceptar y someterse. Esta era la actitud claramente discernible de Abraham hacia todo lo que Dios le pedía que hiciera, y en ella se encuentran tanto la racionalidad de la humanidad normal como la fe genuina y la verdadera sumisión. ¿Qué era lo que Abraham necesitaba hacer por encima de todo? No analizar los aciertos ni los errores de las palabras de Dios, no examinar si se dijeron en broma, para ponerlo a prueba o por alguna otra razón. Abraham no indagó acerca de esas cuestiones. ¿Cuál fue su actitud inmediata hacia las palabras de Dios? Que no es posible razonar las palabras de Dios de manera lógica; sean sensatas o no, las palabras de Dios son las palabras de Dios, y en cuanto a la actitud de las personas hacia ellas, no debe existir espacio para la elección ni para el análisis. La razón que deberían poseer y su obligación es escuchar, aceptar y someterse. En su corazón, Abraham conocía con mucha precisión cuál es la identidad y la esencia del Creador, así como el lugar que debe ocupar un ser humano creado. Precisamente porque poseía tal racionalidad y esta clase de actitud, a pesar de soportar un dolor inmenso, ofreció a Isaac a Dios sin recelos ni titubeos y se lo devolvió tal como Él deseaba. Sentía que, dado que Dios lo había pedido, debía devolverle a Isaac y no debía intentar hacerlo entrar en razón ni imponer sus propios deseos o exigencias. Esta es exactamente la actitud que un ser creado debe tener hacia el Creador. Lo más difícil de esta tarea era lo más valioso en Abraham. Estas palabras que Dios pronunció eran inadmisibles y desconsideradas para con los sentimientos humanos; la gente no puede descifrarlas ni aceptarlas y, sin importar la época ni a quién le ocurra, no tienen sentido y resultan inalcanzables. Sin embargo, Dios aun así pidió que se hiciera. Entonces, ¿qué queda por hacer? La mayoría de las personas examinaría estas palabras y, tras hacerlo durante varios días, pensaría: “Las palabras de Dios son inadmisibles. ¿Cómo pudo actuar Él de esta manera? ¿No es esto una forma de tortura? ¿No ama Dios al ser humano? ¿Cómo pudo atormentar a las personas de esa manera? No creo en un Dios que atormenta a las personas así y puedo elegir no someterme a estas palabras”. No obstante, Abraham no lo hizo y eligió someterse. Aunque todos creen que lo que Dios dijo y exigió no era correcto, que Él no debería imponerles tales obligaciones a las personas, Abraham fue capaz de someterse, lo cual representa lo más valioso de él y precisamente lo que les falta a los demás. Esta es la verdadera sumisión de Abraham. Además, después de escuchar lo que Dios le exigió, en primer lugar, estuvo seguro de que Dios no lo había dicho en broma, de que no era un juego. Y dado que las palabras de Dios no lo eran, ¿qué significaban? Abraham creía profundamente que es cierto que ningún hombre puede cambiar aquello que Dios determina que debe hacerse, que no hay bromas, tentaciones ni tormentos en Sus palabras, que Dios es confiable y que todo lo que Él dice, ya sea que parezca razonable o no, es verdad. ¿No era esta la verdadera fe de Abraham? Él no se planteó: “Dios me ordenó ofrecer a Isaac. Después de recibir a mi hijo, no le agradecí como debía. ¿Acaso es esta la forma en que Dios exige mi gratitud? Entonces, debo agradecerle de manera apropiada. Debo demostrar que estoy dispuesto a ofrecer a Isaac y a agradecer a Dios, que reconozco y recuerdo Su gracia y que no le causaré preocupaciones. Sin duda, Él dijo estas palabras para examinarme y verificarme, así que debería limitarme a cumplir con lo mínimo necesario. Haré todos los preparativos, luego, además de llevar a Isaac, llevaré un carnero, y si en el momento del sacrificio Dios no dice nada, ofreceré al animal. Eso será suficiente para salir del paso. Si realmente Dios me pide que ofrezca a Isaac, entonces simplemente lo pondré en el altar como si fuera a sacrificarlo; cuando llegue el momento, tal vez Dios me permita ofrecer el carnero en lugar de mi hijo”. ¿Es esto lo que Abraham pensó? (No). Si hubiera pensado así, no habría sentido angustia en su corazón. Si hubiera considerado tales cosas, ¿qué tipo de integridad habría tenido? ¿Habría tenido fe verdadera? ¿Habría sido genuinamente sumiso? No.
A juzgar por el dolor que Abraham sintió y experimentó en relación con el sacrificio de Isaac, está claro que él creía completamente en la palabra de Dios, que creía en todas las palabras que Dios pronunció, comprendía desde lo más profundo de su corazón todo lo que Dios dijo con su sentido exacto y no desconfiaba de Él. ¿Es esto fe verdadera o no? (Sí). Creía en Dios de manera genuina, y esto ilustra una cuestión: Abraham era una persona honesta. Su única actitud hacia las palabras de Dios era de obediencia, aceptación y sumisión; obedecería todo lo que Dios dijera. Si Dios dijese que algo era negro, aunque Abraham no lo considerase negro, creería que lo que Dios decía era verdad y estaría convencido de que era negro. Si Dios le dijese que algo era blanco, él estaría convencido de que era blanco. Así de simple. Dios le dijo que le concedería un hijo y Abraham reflexionó: “Ya tengo 100 años, pero si Dios dice que me va a dar un hijo, ¡le doy gracias a mi Señor, Dios!”. No pensaba en muchas otras cosas, simplemente creía en Dios. ¿Cuál era la esencia de esta creencia? Creía en la esencia y la identidad de Dios y su conocimiento del Creador era auténtico. No era como esas personas que dicen creer que Dios es todopoderoso y el Creador de la especie humana, pero albergan dudas en su corazón, como: “¿Es cierto que los humanos evolucionaron de los simios? Se dice que dios creó todas las cosas, pero la gente no lo ha visto con sus propios ojos”. Sin importar lo que Dios diga, esas personas siempre están a medio camino entre la fe y la duda, y confían en lo que ven para determinar si las cosas son verdaderas o falsas. Dudan de todo lo que no pueden ver con sus ojos, por lo tanto, cada vez que escuchan a Dios hablar, cuestionan Sus palabras. Examinan y analizan cada hecho, asunto y orden que Dios expresa con cuidado, diligencia y precaución. Consideran que, en lo que atañe a su fe en Dios, deben examinar Sus palabras y la verdad con una actitud de investigación científica, a fin de determinar si estas palabras son realmente la verdad, si no, correrán el riesgo de ser estafados y engañados. Sin embargo, Abraham no era así; él escuchaba la palabra de Dios con un corazón puro. De todos modos, en esta ocasión, Dios le pidió a Abraham que le ofreciera a Isaac, su único hijo, en sacrificio. Aunque le resultó doloroso, aun así, Abraham eligió someterse. Creía que las palabras de Dios eran inalterables y que se convertirían en realidad. Los humanos creados deben aceptar y someterse a la palabra de Dios de forma natural y, una vez ante ella, no tienen derecho a elegir y mucho menos deben analizarla o examinarla. Esta era la actitud hacia la palabra de Dios que Abraham sostenía. Aunque sentía mucho dolor y el amor por su hijo y su reticencia a renunciar a él le causaban un estrés y un sufrimiento extremos, aun así, eligió devolverle a Dios su hijo. ¿Por qué iba a devolverle a Isaac? Cuando Dios aún no le había pedido que lo hiciera, no había necesidad de que él tomara la iniciativa de devolvérselo, pero dado que Dios lo había solicitado, debía hacerlo, no tenía excusas y no debía tratar de que Dios entrara en razón; tal fue la actitud que mantuvo Abraham. Se sometió a Dios con esta clase de corazón puro. Era lo que Dios quería y lo que deseaba ver. El comportamiento de Abraham y lo que logró con relación al sacrificio de Isaac fue exactamente lo que Él quería ver. De esta manera, Dios lo estaba poniendo a prueba y lo estaba verificando. Ahora bien, Dios no trató a Abraham como trató a Noé. No le explicó las razones que fundamentaban este asunto, el proceso ni todo lo relacionado con él. Abraham solo sabía una cosa, que Dios le había pedido que le devolviera a Isaac, y eso era todo. No sabía que al hacerlo Él lo estaba verificando ni era consciente de lo que Dios deseaba lograr en él y en sus descendientes después de someterlo a esta verificación. Dios no le dijo nada al respecto, solamente le indicó una orden sencilla, un pedido. Y aunque estas palabras de Dios eran muy simples y desconsideradas para con los sentimientos humanos, al hacer lo que Él deseaba y le pedía, colmó las expectativas de Dios: ofreció a Isaac como sacrificio sobre el altar. Cada uno de sus actos mostró que al ofrecer a Isaac no pretendía salir del paso, que no lo hacía de una manera superficial, sino sincera, y que lo hacía desde lo más profundo de su corazón. A pesar de que no soportaba renunciar a Isaac, aunque le doliera, cuando se enfrentó con lo que el Creador le había pedido, eligió el método que ninguna persona hubiera elegido: la absoluta sumisión a lo que el Creador pedía, una sumisión sin acuerdos, excusas ni ninguna condición y se limitó a actuar tal como Dios le había pedido que hiciera. ¿Qué obtuvo Abraham una vez que pudo hacer lo que Dios le pidió? Por una parte, en su interior había una fe en Dios verdadera. Estuvo seguro de que el Creador era Dios, su Dios, su Señor, el único que es soberano sobre todas las cosas y creó a la raza humana. Era fe verdadera. Por otra parte, tenía un corazón puro. Creía en cada una de las palabras pronunciadas por el Creador y era capaz de aceptar simple y llanamente cada una de ellas. Además, en otro sentido, sin importar qué tan difícil fuera aquello que el Creador le pidiera ni cuánto dolor le causara, eligió adoptar una actitud sumisa, no intentó hacer entrar en razón a Dios ni resistirse ni negarse. En cambio, se sometió absolutamente y por completo, actuó y practicó de acuerdo con lo que Dios le pidió, en conformidad con cada una de Sus palabras y con la orden que impartió. Tal como Dios le pidió y deseaba ver, Abraham ofreció a Isaac en sacrificio sobre el altar, se lo ofreció a Él, y todo lo que hizo confirmó que Dios había elegido a la persona correcta y que a Sus ojos él era justo.
Cuando Dios le pidió a Abraham que ofreciera a Isaac, ¿qué aspecto del carácter y la esencia del Creador se reveló? Que Dios trata a los justos y a quienes Él reconoce en todo de acuerdo con Sus propios estándares de exigencia, lo cual está en total consonancia con Su carácter y Su esencia. No pueden existir concesiones con respecto a estos estándares; no es posible que se cumplan de manera más o menos satisfactoria, sino que deben ejecutarse de manera exacta. A Dios no le bastaba con ver las acciones justas que Abraham realizaba en su vida diaria; Dios aún no había sido testigo de la sumisión verdadera de Abraham hacia Él y, por esta razón, actuó como lo hizo. ¿Por qué deseaba Dios ver la sumisión verdadera en Abraham? ¿Por qué lo sometió a esta última verificación? Porque, como todos sabemos, Dios deseaba que Abraham fuera el padre de todas las naciones. ¿Puede cualquier persona común cargar con el título de “padre de todas las naciones”? No. Dios tiene Sus estándares de exigencia y las normas que le exige a todo aquel que elige y perfecciona, así como a aquellos que considera justos, son las mismas: fe verdadera y sumisión absoluta. Dado que Dios quería llevar a cabo en Abraham algo tan grandioso, ¿acaso habría procedido de manera precipitada y lo habría hecho sin ver estas dos cosas en él? Desde luego que no. Por lo tanto, después de que Dios le dio un hijo, era inevitable que Abraham enfrentara una verificación de este tipo; era algo que Dios había decidido hacer y que ya había planeado llevar a cabo. Solo una vez que las cosas ocurrieron como Dios deseaba y Abraham hubo cumplido Sus exigencias, Dios comenzó a planear el siguiente paso de Su obra: hacer que los descendientes de Abraham fueran tan numerosos como las estrellas en el cielo y la arena en la orilla del mar, y lo convirtió en el padre de todas las naciones. En tanto no se conociera el resultado del pedido de Dios a Abraham de sacrificar a Isaac y este aún no se hubiese concretado, Dios no actuaría de manera precipitada; pero una vez que se concretó, Abraham poseía lo que cumplía con los estándares de Dios, y esto significaba que recibiría todas las bendiciones que Dios había planeado para él. Entonces, a partir del sacrificio de Isaac, es posible constatar que Dios tiene expectativas y estándares obligatorios para las personas en toda obra que Él realice en ellas y cualquier rol que les exija desempeñar o comisión que les mande aceptar en Su plan de gestión. Existen dos tipos de resultados respecto a las expectativas de Dios hacia las personas. Uno es que, si no puedes hacer lo que Él te pide, serás descartado. El otro es que, si puedes, Dios continuará realizando en ti lo que desea de acuerdo con Su plan. En realidad, la fe verdadera y la sumisión absoluta que Dios les exige a los seres humanos no son demasiado difíciles de alcanzar. Pero, ya sean fáciles o difíciles, estas son las dos cosas que, para Dios, las personas deben tener. Si puedes cumplir con este estándar, Dios te considerará adecuado y no te pedirá nada más; si no puedes, la situación será diferente. El hecho de que Dios le pidiera a Abraham que ofreciera a su hijo muestra que Él no consideraba que bastara con que Abraham hubiera tenido hasta entonces un corazón temeroso de Dios y una fe verdadera en Él, ni que eso fuera más o menos suficiente. Esa no era en absoluto la manera en la que Dios imponía exigencias. Él establece exigencias según Sus medios y de acuerdo con lo que las personas son capaces de alcanzar, y esto es innegociable. ¿No es esto la santidad de Dios? (Lo es). Esta es la santidad de Dios.
Incluso una persona buena como Abraham, que era puro, tenía fe verdadera y poseía racionalidad, tuvo que aceptar la verificación de Dios. Entonces, a ojos de la humanidad, ¿no fue esta verificación en cierta manera desconsiderada con los sentimientos humanos? Sin embargo, esa falta de consideración hacia los sentimientos humanos es precisamente la representación del carácter y la esencia de Dios, y Abraham experimentó ese tipo de verificación. Durante la misma, le mostró a Dios que su fe era absoluta y que su sumisión al Creador era incondicional. Abraham superó la verificación. En su vida diaria, nunca había experimentado vicisitudes, pero después de que Dios lo verificara de esta manera, su fe y sumisión habituales resultaron ser genuinas; no eran aparentes ni se trataban de un eslogan. El hecho de que Abraham aún pudiera mantener una sumisión incondicional bajo estas circunstancias —después de que Dios pronunciara tales palabras y le impusiera aquellas exigencias— tenía un significado claro: en el corazón de Abraham, Dios era Dios, y siempre lo sería; independientemente de cualquier variable, la identidad y la esencia de Dios eran inmutables. En el corazón de Abraham, los humanos siempre serían humanos y no tenían derecho a disputar, persuadir ni competir con el Creador, como tampoco tenían derecho a analizar las palabras que Él pronunciara. Abraham consideraba que, cuando se trataba de las palabras del Creador o cualquier cosa que Él pidiera, las personas no tenían derecho a elegir; lo único que se suponía que debían hacer era someterse. La actitud de Abraham era muy reveladora. Tenía una fe en Dios verdadera y de ella nació una sumisión genuina. Por lo tanto, lo que Dios hiciera con él o le pidiera, cualquier obra que Él llevara a cabo, ya fuera algo que Abraham viera, oyera o experimentara personalmente, no tenía importancia; nada de eso podía afectar a su fe verdadera en Dios, y mucho menos a su actitud sumisa hacia Él. Cuando el Creador decía algo que era desconsiderado con los sentimientos humanos, algo que representaba una exigencia injustificada para el hombre, no importa cuántas personas se sintieran ofendidas por estas palabras, se resistieran a ellas, las analizaran y las examinaran, o incluso las despreciaran, la actitud de Abraham permanecía imperturbable ante el entorno del mundo exterior. Su fe y su sumisión a Dios no cambiaron y no fueron meras palabras que salieron de su boca o formalidades, sino que utilizó hechos para demostrar que el Dios en el que creía era el Creador, que el Dios en el que creía era el Dios en el cielo. ¿Qué percibimos a partir de todo lo que se manifestó en Abraham? ¿Vemos sus dudas respecto a Dios? ¿Tenía dudas? ¿Examinó las palabras de Dios? ¿Las analizó? (No). Algunos dicen: “Si no examinó ni analizó las palabras de Dios, ¿por qué se sentía angustiado?”. ¿Acaso no le permites sentirse angustiado? Se sentía muy angustiado y aun así fue capaz de someterse. ¿Eres tú capaz de someterte incluso cuando no te sientes angustiado? ¿Cuál es tu grado de sumisión? El hecho de que tal angustia y dolor no afectaran a la sumisión de Abraham demuestra que esta era real, que no era una mentira. Se trataba del testimonio de Dios por parte de un ser humano creado ante Satanás, ante todas las cosas, toda la creación, ¡y ese testimonio fue sumamente convincente y valioso!
En las historias de Noé, Abraham y Job, ¿qué es exactamente lo que conmovió tanto a las generaciones posteriores respecto a sus comportamientos, sus formas de hablar, sus actitudes y cada una de sus palabras y actos al enfrentar las palabras y acciones de Dios? Lo que más conmovió a la gente tanto en relación con la actitud de estas tres personas hacia las palabras de Dios como con respecto a sus comportamientos, formas de hablar y actitudes después de escuchar las palabras y órdenes de Dios, fue precisamente la pureza y la perseverancia de su sinceridad hacia Dios, el Creador. La gente de hoy en día podría llamar a esa pureza y esa perseverancia estupidez y obsesión; sin embargo, para Mí, su pureza y perseverancia fueron sus aspectos más emotivos y conmovedores y, aún más, lo que a otros les parece totalmente inalcanzable. A partir de Noé, Abraham y Job, verdaderamente aprecié y fui testigo de las características de una buena persona. Al observar sus comportamientos, sus formas de hablar y sus actitudes al enfrentar y escuchar las palabras de Dios, veo cómo son las personas que Él considera justas y perfectas. ¿Y cuál es el sentimiento más intenso que experimento después de leer y comprender sus historias? Un profundo recuerdo, cariño y aprecio hacia ellos. ¿Acaso este sentimiento no es de emoción? ¿Por qué tengo ese tipo de sentimiento? A lo largo de la extensa historia de la humanidad, nunca ha existido un libro de historia que se centre en documentar, alabar y difundir las historias de estas tres personas; tampoco se han utilizado sus historias para educar a las siguientes generaciones ni se las ha presentado como ejemplos a seguir por las generaciones futuras. Pero hay algo que la gente del mundo no sabe, y es que, en diferentes momentos, cada uno de estos tres hombres escuchó algo distinto de Dios, recibió una comisión diferente de Él, tuvo diferentes exigencias por parte de Él, hizo algo distinto para Él y completó diferentes obras que Él le había encomendado; sin embargo, todos compartían una cosa en común. ¿Cuál? Que todos colmaron las expectativas de Dios. Después de escuchar hablar a Dios, fueron capaces de aceptar lo que Él les había encomendado y solicitado y, a continuación, pudieron someterse a todo lo que Dios dijo, fueron capaces de someterse a cada una de las cosas que escucharon que Él les exigía. ¿Qué hicieron para estar a la altura de las expectativas de Dios? Entre toda la humanidad, se convirtieron en un ejemplo al escuchar, aceptar, someterse a las palabras de Dios y dar un testimonio rotundo de Dios frente a Satanás. Dado que fueron modelos para la humanidad, además de perfectos y justos a ojos de Dios, ¿cuál es, a fin de cuentas, el dato más importante que esto nos transmite? Que ese es el tipo de persona que Dios quiere, alguien capaz de comprender lo que Él dice, que usa el corazón para escuchar, captar, asimilar, entender, someterse a las palabras del Creador e implementarlas; esa es la clase de persona a quien Dios ama. No importa cuán grandes sean las verificaciones y las pruebas a las que Dios les someta antes de haber confirmado que sus actos son justos, una vez que dan un testimonio rotundo de Dios, se convierten en lo más valioso en Sus manos y en alguien que vivirá para siempre a los ojos de Dios. Este es el hecho que nos transmite. Esto es lo que deseo deciros mediante la enseñanza de las historias de Noé y Abraham, y lo que debéis entender. En consecuencia, Dios descartará a aquellos que aún no entienden las palabras del Creador, a los que no saben que escucharlas es su responsabilidad, obligación y deber, y no son conscientes de que aceptar y someterse a estas palabras es la actitud que los humanos creados deben adoptar, independientemente de cuántos años lleven siguiendo a Dios. Dios no quiere a esas personas, las detesta. Entonces, ¿cuántos son, en definitiva, realmente capaces de escuchar, aceptar y someterse completamente a las palabras del Creador? No importa cuántos puedan hacerlo. Aquellos que llevan siguiendo a Dios muchos años y, sin embargo, aún desprecian la verdad, vulneran desvergonzadamente los principios y son incapaces de aceptar y someterse a las palabras de Dios, ya sean pronunciadas en la carne o en el reino espiritual, enfrentarán un solo resultado: serán, en última instancia, descartados.
Han pasado treinta años desde que Dios se hizo carne y vino a obrar a la tierra. Ha pronunciado muchas palabras y expresado muchas verdades. No importa cómo hable ni los métodos que emplee para hacerlo, como tampoco cuánto contenido dé a conocer, lo único que les exige a las personas es que sean capaces de escuchar, aceptar y someterse. Así y todo, hay muchos que no pueden captar ni ejecutar este requisito tan simple. Esto resulta muy problemático y muestra que la humanidad es sumamente corrupta, que tiene grandes dificultades para aceptar la verdad y que no le será fácil obtener la salvación. Incluso en la actualidad, en un contexto en el que las personas reconocen que Dios creó al hombre y admiten el hecho de que el Dios encarnado es Dios mismo, la gente continúa poniéndose en Su contra y lo desafía, a la vez que rechaza Su palabra y Sus exigencias. Llegan a examinar, analizar, rechazar y mostrarse indiferentes hacia las palabras que la encarnación de Dios pronuncia y no entienden la manera en la que los seres creados deben tratar la palabra de Dios ni la actitud que deben adoptar con respecto a ella. Es verdaderamente triste. Incluso a día de hoy, las personas no saben quiénes son, qué lugar deben ocupar ni qué deben hacer. Algunas personas incluso se quejan de Dios constantemente y dicen: “¿Por qué Dios siempre expresa verdades en Su obra? ¿Por qué nos exige en todo momento que aceptemos la verdad? Cuando Dios habla y obra, debería consultarnos y no complicarnos las cosas continuamente. No tenemos ninguna razón para obedecerlo en todo, queremos derechos humanos y libertad, deberíamos someter a votación a mano alzada las exigencias que Dios nos impone, y todos deberíamos también debatir y llegar a consensos. La casa de Dios debería implantar la democracia, y todos deberíamos tomar las decisiones finales en conjunto”. Todavía hoy, muchas personas sostienen este punto de vista, y aunque no lo digan abiertamente, lo mantienen en el corazón. Si no tengo derecho a pedirte nada, a hacer que obedezcas Mis palabras ni a exigirte absoluta sumisión a ellas, ¿entonces quién lo tiene? Si crees que el Dios del cielo está autorizado a hacerlo y tiene derecho a hablarte desde el cielo a través del trueno, ¡entonces, perfecto! Eso significa que no tendré que ser paciente ni sincero ni desperdiciar Mi aliento hablando contigo; no quiero decirte nada más. Si crees que el Dios del cielo tiene derecho a hablarte desde el cielo, desde las nubes, entonces, adelante, escucha, ve y busca Sus palabras. Espera a que el Dios del cielo te hable desde el cielo, desde las nubes, en medio del fuego. Pero hay algo que debes tener claro: si ese día realmente llega, habrá llegado el momento de tu muerte. Sería mejor que ese día no llegara. “Sería mejor que ese día no llegara”. ¿Qué significan estas palabras? Dios se ha transformado en humano para hablarle personalmente al hombre cara a cara en la tierra, para emitir verdades que indican a la gente todo lo que se supone que debe hacer. Sin embargo, las personas son despreciativas y poco serias; se resisten en secreto y rivalizan con Dios en el corazón. Como creen que el Dios en la tierra no tiene derecho a intentar gobernar a las personas, no desean escuchar. ¿Le complace o le molesta a Dios esta actitud de las personas? (Le molesta). ¿Y qué hará Dios cuando se sienta molesto? La gente enfrentará la ira de Dios. Lo entendéis, ¿verdad? La ira de Dios, no Su verificación; son dos conceptos distintos. Cuando la ira de Dios se abate sobre las personas, estas corren peligro. ¿Pensáis que Dios está furioso con aquellos a quienes ama? ¿Está furioso con aquellos que son dignos de vivir a la luz de Su semblante? (No). ¿Con qué tipo de persona está furioso? Dios siente aversión y repugnancia por aquellos que llevan siguiéndolo muchos años y aún no entienden Sus palabras, aquellos que todavía no saben que se supone que deben escucharlas y que carecen de conciencia para aceptarlas y someterse a ellas, y Él no desea salvar a tales personas. Lo comprendes, ¿no es cierto? Entonces, ¿cuál debería ser la actitud de las personas hacia Dios, el Dios encarnado y la verdad? (Deberíamos escuchar, aceptar y someternos). Exactamente. Debes escuchar, aceptar y someterte. No hay nada más simple que eso. Después de escuchar, debes aceptar en tu corazón. Si eres incapaz de aceptar algo, debes continuar buscando hasta que seas capaz de aceptarlo completamente; luego, apenas lo aceptes, debes someterte. ¿Qué significa someterse? Significa practicar e implementar. No desestimes las cosas después de escucharlas, prometiendo cumplirlas en apariencia, anotándolas, comprometiéndote con ellas por escrito y escuchándolas atentamente, pero sin tomártelas en serio, sino comportándote como de costumbre, haciendo lo que te viene en gana cuando llega el momento de actuar, dejando lo que escribiste en el olvido y tratándolo como si no tuviera importancia. Eso no es someterse. La verdadera sumisión a las palabras de Dios significa escucharlas y comprenderlas con el corazón y aceptarlas sinceramente, acogiéndolas como una responsabilidad ineludible. No se trata solo de decir que aceptas Sus palabras; más bien, significa aceptarlas desde el corazón, convertir tu aceptación de estas en acciones prácticas e implementarlas sin desviaciones. Si todo lo que piensas, lo que haces y el precio que pagas están destinados a satisfacer las exigencias de Dios, eso es implementar Sus palabras. ¿Qué implica la “sumisión”? Implica la práctica y la implementación, para convertir las palabras de Dios en realidad. Si escribes las palabras y las exigencias de Dios en un cuaderno y dejas constancia de ellas sobre el papel, pero no las grabas en tu corazón, y cuando llega el momento de actuar haces lo que quieres, y desde fuera parece que cumpliste lo que Dios pidió, pero lo hiciste según tu propia voluntad, eso no es escuchar, aceptar y someterse a las palabras de Dios. Eso es despreciar la verdad, desacatar con descaro los principios e ignorar las disposiciones de la casa de Dios. Es rebelión.
Una vez, le encomendé a alguien que hiciera algo. Mientras le explicaba la tarea, él tomaba notas cuidadosamente en su cuaderno. Vi que era muy meticuloso al anotarlo; parecía sentir una gran responsabilidad por el trabajo y tener una actitud concienzuda y responsable. Tras comunicarle la tarea, me dispuse a esperar a que me informara al respecto. Pasadas dos semanas, seguía sin informarme de nada. Así pues, me encargué de buscarlo y le pregunté cómo iba la tarea que le había asignado. Me respondió: “Uy, no, ¡me olvidé! Recuérdame qué era”. ¿Qué opináis de su respuesta? Ese era el tipo de actitud que tenía al hacer el trabajo. Pensé: “Esta persona es de verdad muy poco fiable. ¡Apártate de Mí, rápido! ¡No quiero volver a verte!”. Así me sentí. Por eso, os contaré un hecho: jamás debéis asociar las palabras de Dios con las mentiras de un embaucador; si lo hacéis, a Dios le parecerá abominable. Algunos afirman ser gente de palabra, que su palabra es sagrada. Entonces, si eso es así, cuando se trata de las palabras de Dios, ¿son capaces de actuar de acuerdo con lo que estas dicen cuando las escuchan? ¿Pueden implementarlas con el mismo cuidado con el que llevan a cabo sus asuntos personales? Cada frase de Dios es importante. Él no habla en broma. La gente debe implementar y ejecutar lo que Él dice. Cuando Dios habla, ¿le pide a la gente su opinión? Claro que no. ¿Te hace preguntas para las que exista más de una respuesta? Por supuesto que no. Si puedes darte cuenta de que las palabras y la comisión de Dios son órdenes, que el hombre debe acatarlas e implementarlas, entonces tienes la obligación de implementarlas y ejecutarlas. Si crees que las palabras de Dios no son más que una broma, tan solo comentarios casuales que pueden cumplirse o no a gusto personal, y las tratas como tales, entonces careces bastante de razón y no eres apto para llamarte persona. Dios jamás volverá a hablarte. Si alguien siempre toma sus propias decisiones en cuanto a los requisitos de Dios, Sus órdenes y Su comisión, y los trata con una actitud superficial, es un tipo de persona a quien Dios detesta. Respecto de las cosas que te ordeno y encomiendo directamente, si siempre necesitas que te supervise y te insista, que te haga un seguimiento, si siempre haces que me preocupe, haga averiguaciones y verifique todo a cada paso, entonces deberías ser descartado. Entre aquellas que en estos últimos tiempos han sido descartadas de la casa de Dios, hay muchas personas de ese tipo. Les doy indicaciones con respecto a algunas cosas, y luego les pregunto: “¿Lo has anotado todo? ¿Está claro? ¿Tienes alguna pregunta?”. A lo que responden: “Lo he anotado todo. Ningún problema, ¡no te preocupes!”. Aceptan cumplirlas sin dudarlo, incluso se ponen la mano en el corazón y me lo juran. Pero, ¿pasan realmente a implementarlas después de aceptarlas? No, simplemente desaparecen sin dejar rastro y no dan más noticias. Hacen las cosas que les gustan de inmediato, actuando con rapidez y determinación. Aceptan sin reparos lo que les encomiendo, pero luego simplemente lo ignoran, y cuando más tarde les hago un seguimiento con respecto al asunto, descubro que no han hecho absolutamente nada. Este tipo de personas carecen totalmente de conciencia y razón. Son unos inútiles y no son dignos de cumplir ningún deber. Son peores que los cerdos o los perros. Si alguien tiene un perro guardián y se ausenta, cuando aparecen extraños, el perro es capaz de colaborar en la vigilancia de la casa y el patio. Hay muchas personas que son incluso peores que los perros a la hora de hacer las cosas. Para que cumplan siquiera con una pequeña parte de su deber, algunas siempre deben tener a alguien que las supervise, que las pode constantemente y las vigile antes de hacer algo. ¿Es eso cumplir con el deber? ¡Son unos farsantes! Si no tenían intención de hacerlo, ¿por qué aceptaron? ¿No es eso engañar deliberadamente a la gente? Si pensaban que la tarea sería difícil, ¿por qué no lo dijeron antes? ¿Por qué prometieron hacerla y luego no la llevaron a cabo? Si engañan a los demás, estos no tienen forma de hacerles nada, pero si engañan a Dios, ¿cuáles son las consecuencias? ¡Esta clase de personas deberían ser reprendidas y descartadas! ¿No creéis que las personas que desprecian la verdad y desacatan con descaro los principios son malas personas? Todas ellas son malas personas, son demonios, ¡y deben ser descartadas! Porque actúan deliberadamente, vulneran los principios, son rebeldes y desobedientes, crean sus propios reinos y, debido a su pereza e irresponsabilidad, ¡han causado grandes pérdidas a la iglesia! ¿Quién puede reponer tales pérdidas? Nadie puede asumir tal responsabilidad. Cuando se las poda, se quejan y continúan sin estar convencidas ni satisfechas. ¿Acaso no son unos diablos descabellados? ¡Son un caso perdido y deberían haber sido descartadas hace mucho tiempo!
¿Entendéis cuál es el sentido de las historias de Noé y Abraham que hemos compartido hoy? ¿Son elevados los requisitos que Dios exige al hombre? (No). Lo que Dios exige al hombre debería ser esencial para un ser humano creado; Sus requisitos no son elevados en absoluto, y son totalmente factibles y realistas. Para que Dios las apruebe, las personas deben poseer fe verdadera y sumisión absoluta; solo aquellos que poseen estas dos cosas reciben realmente la salvación. Pero para los que han sido profundamente corrompidos, los que desprecian la verdad y sienten aversión por las cosas positivas, y para quienes son hostiles a la verdad, ¡no hay nada más difícil que estas dos cosas! Solo las personas que tienen un corazón puro y sincero hacia Dios, las que poseen humanidad, razón y conciencia, y aman las cosas positivas pueden lograrlo. ¿Está todo esto presente en vuestro corazón? ¿Y quién alberga la perseverancia y la pureza que la gente debe poseer? En lo que respecta a la edad, todos los que estáis aquí sentados sois más jóvenes que Noé y Abraham. Sin embargo, en términos de pureza, no podéis compararos con ellos. No poseéis pureza ni inteligencia ni sabiduría; pero, por otra parte, no os faltan artimañas mezquinas. Por lo tanto, ¿cómo puede resolverse este problema? ¿Hay manera de satisfacer las exigencias de Dios? ¿Existe una senda? ¿Por dónde se empieza? (Por escuchar las palabras de Dios). Así es, por aprender a escuchar y a someterse. Algunos dicen: “En ocasiones lo que Dios dice no es la verdad, y no resulta fácil someterse. Si Dios pronunciara algunas palabras de verdad, sería fácil someterse”. ¿Es correcto lo que dicen? (No). ¿Qué habéis descubierto a partir de las historias sobre Noé y Abraham de las que hablamos hoy? Que el deber ineludible del ser humano es obedecer la palabra de Dios y someterse a Sus exigencias, y que, si Dios dice algo que no se ajusta a las nociones humanas, el hombre no debe analizarlo ni examinarlo. Sea quien sea a quien Dios condene o descarte, lo que dé lugar a nociones y resistencia por parte de cualquier número de personas, la identidad de Dios, Su esencia, Su carácter y Su estatus permanecen inalterables. Él siempre es Dios. Dado que no tienes dudas de que Él es Dios, tu única responsabilidad, lo único que debes hacer, es obedecer lo que dice y practicar según Su palabra; esa es la senda de práctica. Un ser creado no debe examinar, analizar, debatir, rechazar, contradecir, rebelarse contra las palabras de Dios ni negarlas; Dios lo detesta y no es lo que Él desea ver en el hombre. ¿De qué manera exactamente deben tratarse las palabras de Dios? ¿Cómo debes practicar? En realidad, es muy sencillo: aprende a obedecerlas y escúchalas, acéptalas, entiéndelas y asimílalas con el corazón, y después ve y ponlas en práctica e impleméntalas con el corazón. Lo que escuchas y comprendes en el corazón debe estar estrechamente vinculado a tu práctica. No separes una cosa de la otra; todo lo que practicas, a lo que te sometes, lo que haces con tus propias manos, todo aquello que te mantiene ocupado, debe estar relacionado con las palabras de Dios. Luego, debes practicar conforme a Sus palabras e implementarlas a través de tus acciones. Eso es someterse a las palabras del Creador. Esa es la senda de práctica de las palabras de Dios.
18 de julio de 2020