69. De vuelta al buen camino
Dios Todopoderoso dice: “Servir a Dios no es una tarea sencilla. Aquellos cuyo carácter corrupto permanece inalterado no pueden servir nunca a Dios. Si tu carácter no ha sido juzgado ni castigado por las palabras de Dios, entonces tu carácter aún representa a Satanás, lo que prueba que sirves a Dios por tus buenas intenciones, que tu servicio está basado en tu naturaleza satánica. Tú sirves a Dios con tu temperamento natural y de acuerdo con tus preferencias personales. Es más, siempre piensas que las cosas que estás dispuesto a hacer son las que le resultan un deleite a Dios, y que las cosas que no deseas hacer son las que son odiosas para Dios; obras totalmente según tus propias preferencias. ¿Puede esto llamarse servir a Dios? En última instancia, tu carácter de vida no cambiará ni un ápice; más bien, tu servicio te volverá incluso más obstinado, haciendo así que se arraigue profundamente tu carácter corrupto, y de esta manera, desarrollarás reglas en tu interior sobre el servicio a Dios que se basan principalmente en tu propio temperamento, y experiencias derivadas de tu servicio según tu propio carácter. Estas son las experiencias y lecciones del hombre. Es la filosofía del hombre de vivir en el mundo. Personas como estas se pueden clasificar como fariseos y funcionarios religiosos. Si nunca despiertan y se arrepienten, seguramente se convertirán en los falsos Cristos y los anticristos que engañan a las personas en los últimos días” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La necesidad de depurar el servicio religioso). Cuando leo este pasaje, “Servir a Dios no es una tarea sencilla. Aquellos cuyo carácter corrupto permanece inalterado no pueden servir nunca a Dios. Si tu carácter no ha sido juzgado ni castigado por las palabras de Dios, entonces tu carácter aún representa a Satanás”, me siento profundamente conmovido. He experimentado el fracaso en el pasado. Cumplía mi deber basándome en un carácter arrogante y era muy jactancioso. Alardeaba y predicaba palabras y doctrinas superficiales para que las personas tuvieran un concepto elevado de mí y me adoraran, y, sin darme cuenta, puse un pie en la senda de la resistencia a Dios. Fue hasta después, a través del juicio y las revelaciones de las palabras de Dios, que llegué a reconocer la fuente de mi resistencia hacia Él y mi naturaleza satánica y comencé a arrepentirme delante de Dios.
En 2013 fui escogido para ser líder de la iglesia. En aquel entonces yo era muy entusiasta. Cuando veía que mis hermanos y hermanas estaban en un predicamento, les daba enseñanza sobre las palabras de Dios para ayudarles a resolver sus problemas. Una vez que se resolvieron las dificultades de todos, pudieron cumplir sus deberes con normalidad. Después de algunos meses, mi líder me dijo: “Hay una iglesia que tiene un número relativamente grande de hermanos y hermanas que recientemente se han unido, y todos tus colegas han recomendado que seas tú quien vaya y y sirva como líder”. Lleno de confianza, acepté. Pensé simplemente que tenía que hacer un buen trabajo de riego de esos hermanos y hermanas para que pudieran comprender la verdad lo más pronto posible y sentar las bases sobre el camino verdadero. Después de que llegué a la iglesia comprendí la situación general que prevalecía ahí y también tomé nota de los problemas y dificultades de los hermanos y hermanas; posteriormente, planeé buscar pasajes de las palabras de Dios relacionados con el tema para enseñar sobre ellos y resolver sus problemas. Simplemente sentía que, como yo era nuevo en aquel lugar, muchos de los hermanos y hermanas no me conocían, así que tenía que hacer un esfuerzo y reunirme con ellos para impartirles más enseñanza. Si podía hacer un buen trabajo en la obra de la iglesia en un periodo corto, entonces estos hermanos y hermanas seguramente sentirían que yo poseía la realidad de la verdad y tenía capacidad para llevar a cabo mi obra, y, cuando eso ocurriera, también mis líderes tendrían una opinión elevada de mí. Luego, la iglesia emitió una notificación acerca de las verdades que debían introducirse en esa etapa y que teníamos que encontrar pasajes de las palabras de Dios relacionados sobre los cuales enseñar. Me sentí muy entusiasmado porque esta era una oportunidad perfecta para demostrar mis capacidades. Así pues, encontré algunas declaraciones de Dios que se relacionaban con todos estos aspectos de la verdad, y luego puse especial atención en organizarlas, al tiempo que pensaba: “Mañana se llevará a cabo una reunión entre colegas. Mis colegas verán que pasé toda la noche buscando estas palabras de Dios y muy seguramente dirán que soy meticuloso y responsable en mi deber”. Así, terminé de prepararme casi al amanecer. Por supuesto, durante la reunión, después de ver las palabras de Dios que había yo buscado, todos mis colegas me miraron con admiración. Algunos dijeron: “¡Miren al hermano Chen! Es tan meticuloso. Pasó toda la noche buscando todos estos pasajes relacionados de las palabras de Dios”. Otros dijeron: “¡Muy cierto! Al parecer, el hermano Chen lee mucho las palabras de Dios”. El hermano que era el anfitrión de la reunión dijo con preocupación: “Hermano Chen, ¿hasta qué hora tuviste que estar despierto para encontrar todos estos pasajes de las palabras de Dios?”. Cuando escuché todo esto, me sentí extasiado. No había sido en vano quedarme despierto hasta el amanecer y mis hermanos y hermanas podían ver el gran esfuerzo que había hecho. Encubriendo la emoción que sentía por dentro, dije: “Era casi el amanecer cuando terminé de buscarlas. A menudo me quedo despierto toda la noche para cumplir mi deber, como debe ser. No es nada para alardear. Tenía que asegurarme de que mis hermanos y hermanas no dejaran de tener enseñanza en las reuniones”. El hermano anfitrión dijo entonces que yo era meticuloso en mi deber y que era capaz de permanecer despierto toda la noche y soportar adversidades. Sentí una oleada de felicidad en el corazón. Tenía que seguir trabajando duro para que todos mis hermanos y hermanas dijeran que yo era un líder competente.
Posteriormente, a medida que progresó la obra de difundir el evangelio, establecimos algunas iglesias más. Todos los días trabajaba desde el amanecer hasta el anochecer, yendo a cada iglesia a regar a mis hermanos y hermanas. Le leía las palabras de Dios a cualquier persona que estuviera pasando por dificultades, enseñándole pacientemente a resolver sus problemas, y la opinión que las personas tenían de mi fue todavía mejor. En una ocasión, unos hermanos y hermanas se encontraron con un problema mientras difundían el evangelio, y no podían resolverlo. Expresaban cada vez más negatividad y debilidad, así que acudieron a mí para que les diera enseñanza al respecto. Compartí con ellos mis experiencias en la difusión del evangelio en el pasado. Dije: “Las personas a las que les difundía el evangelio tenían nociones y no lo aceptaban. Algunas de ellas me sacaron a puntapiés de su casa. En aquel momento, también pensé que era algo muy duro, así que oré constantemente a Dios. Permanecí despierto toda la noche buscando pasajes relacionados de Sus palabras, y una y otra vez impartí enseñanza a esas personas para solucionar sus problemas. Lo hice para que pudieran ser capaces de escuchar la voz de Dios y recibieran Su salvación en los últimos días. Sin importar con cuánta humillación y con cuántas dificultades me enfrentara, me negué a darme por vencido. Al final, los metí a todos al redil…”. Cuando terminé de hablar, un hermano dijo con admiración: “Miren a nuestro hermano Chen. Él en verdad sabe cómo soportar adversidades. En verdad sabe soportar la carga”. Algunos dijeron: “Todos deberíamos difundir el evangelio de la forma como lo hace el hermano Chen”. Cuando vi el buen concepto en el que me tenían estos hermanos y hermanas, me sentí en las nubes. Después de eso, otras personas que enfrentaban dificultades en sus deberes acudían a mí en busca de ayuda, y muy pocos acudían con el hermano con el que yo trabajaba. Mientras cumplían sus deberes, los hermanos y hermanas solían poner en práctica cualquier cosa que yo les pedía. Al ver el buen concepto en el que me tenían, comencé a apreciarme a mí mismo más y más; sentía que me había convertido en un pilar de la iglesia.
En una reunión, hablé y hablé acerca de lo mucho que yo había sufrido y el precio que había pagado en mi deber y los resultados que había alcanzado. Una hermana me dijo de repente: “Hermano Chen, la mayoría de lo que te oigo decir tiene que ver con lo mucho que sufriste y te esforzaste durante el cumplimiento de tu deber, pero no has hablado acerca de las debilidades que tenías cuando te encontraste con dificultades o los caracteres corruptos que revelaste o el conocimiento que obtuviste de ti mismo o cómo buscaste la verdad para resolver tus dificultades. Parece como si no tuvieras ningún tipo de corrupción…”. Cuando terminó de decir esto, los demás simplemente me miraron. Quedé estupefacto. Sentí que los reflectores estaban sobre mí y me sonrojé. Pensé: “Al hablarme de esa manera me ha hecho quedar como un tonto frente a todos estos hermanos y hermanas. ¿Qué pensarán de mí?”. En un esfuerzo por recuperar algo de orgullo, dije rápidamente: “Hermana, lo que has hablado es correcto y puedo aceptarlo. Sin embargo, nuestros hermanos y hermanas están enfrentando dificultades en sus deberes y cada vez son más negativos y débiles. No deberíamos hablar solamente de nuestra corrupción. Tenemos que hablar más sobre las prácticas positivas; esta es la única manera en la que nuestros hermanos y hermanas pueden tener una senda por delante y encontrar su fe…”. Posteriormente, otros hermanos y hermanas me dijeron que, cuando había hablado sobre mis experiencias y conocimiento, había omitido hablar acerca de la mayor parte de la corrupción que se había revelado en mí, y que, como yo había hablado demasiado sobre lo que había sufrido, el precio que había pagado y cómo había abandonado mi carne en mi deber, esto había dado la imagen de que yo era verdaderamente un experto en la práctica de la verdad. Cuando me enfrenté con estas amonestaciones por parte de mis hermanos y hermanas, me sentí un poco inquieto. ¿Acaso las cosas que había estado comunicando realmente no eran apropiadas? Algunas veces hablé acerca de como yo era arrogante y egoísta. Además, yo siempre había tenido muy buenos resultados en mi deber y no había obstaculizado la obra de la iglesia. Entonces, eso significaba que no debía haber nada malo en la manera en la que había estado comunicando, ¿cierto? Así pues, no reflexioné con sinceridad sobre mí mismo.
Posteriormente, debido a que mi deber lo requería, fui transferido a otra iglesia para continuar con mi obra. Durante una reunión con mis colegas, el hermano Zhang me dijo con un tono serio: “Hermano Chen, desde que dejaste la otra iglesia algunos hermanos y hermanas de ahí han perdido interés en la realización de sus deberes. Cuando se enfrentan con alguna dificultad, no leen las palabras de Dios ni buscan la verdad; simplemente quieren que tú les resuelvas sus problemas. Algunos incluso ya no quieran asistir a las reuniones. Esto muestra que no has estado exaltando a Dios o dando testimonio de Él en tu deber. Simplemente has estado alardeando para que otros tengan un buen concepto de ti y te adoren. ¡Esto es un acto de maldad y necesitas pasar un tiempo reflexionando sobre ti mismo!”. Luego de escuchar sus palabras, quedé atónito. ¿Cómo había pasado esto? ¿Todos mis hermanos y hermanas me adoraban? ¡Este era un problema grave! Me sentí muy ansioso. Después de eso, no escuché nada de lo que se estaba comunicando durante la reunión; mi mente estaba totalmente confundida; no tenía idea de cómo iba a superar esta situación. Después de que llegué a casa, seguí reflexionando en las palabras del hermano Zhang. Originalmente, había pensado que mi deber había dado ciertos resultados y que podía enseñar sobre la verdad para resolver algunos problemas. Jamás habría pensado que tuviera esta clase de consecuencia. De hecho, esto me había inquietado bastante. En mi impotencia, oré a Dios. Dije: “Dios, por favor, esclaréceme para que pueda encontrar la fuente de mi problema y pueda tener un verdadero entendimiento de mí mismo”.
Posteriormente, vi algunas de las palabras de Dios: “Todos los que van cuesta abajo se exaltan a sí mismos, y dan testimonio de sí mismos. Van por ahí jactándose de sí mismos, autoengrandeciéndose y no han tomado a Dios en serio en absoluto. ¿Tenéis alguna experiencia respecto a lo que estoy diciendo? Muchas personas dan constantemente testimonio de sí mismas: ‘he sufrido de esta o aquella forma, he hecho tal y cual obra, Dios me ha tratado de esta forma y de aquella, me pidió que hiciera esto o lo otro; Él me tiene una estima especial; ahora soy de esta forma y de aquella’. Hablan deliberadamente en un tono concreto y adoptan determinadas posturas. En última instancia, alguna gente acaba creyendo que estas personas son Dios. Una vez han llegado a ese punto, ya hace mucho tiempo que el Espíritu Santo los habrá abandonado. Aunque, por ahora, son ignorados y no expulsados, su destino está definido y lo único que pueden hacer es esperar su castigo” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Las personas le ponen demasiadas exigencias a Dios). “Algunas personas pueden usar sus posiciones para testificar repetidamente sobre sí mismos, enaltecerse, y competir con Dios por personas y estatus. Usan diversos métodos y medidas para hacer que las personas los adoren, intentando constantemente vencer a otros y controlarlos. Algunos hasta engañan a propósito a las personas para que piensen que son Dios y los traten como tal. Nunca le dirían a nadie que han sido corrompidos, que son también corruptos y arrogantes, ni que no los adoren; y que por muy bien que les vaya, todo se debe a la exaltación de Dios y que en cualquier caso están haciendo lo que deberían. ¿Por qué no dicen estas cosas? Porque temen profundamente perder su lugar en el corazón de las personas. Por esta razón, estas personas no exaltan nunca a Dios ni dan testimonio de Él” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo I). Después de leer las palabras de Dios, me sentí muy alterado. Solo después de reflexionar sobre mí mismo me di cuenta de que, aunque externamente yo había dado la imagen de haber sufrido y pagado un precio, y había compartido con mis hermanos y hermanas las palabras de Dios para que resolvieran sus problemas, de hecho, solo había estado haciéndolo para destacar y alardear de modo que otros tuvieran un concepto elevado de mí y me adoraran. Cuando pienso en el momento en el que mis colegas me recomendaron con los nuevos miembros para ser líder de la iglesia, me doy cuenta de que únicamente pensaba en cómo podía acumular algunos logros que hicieran que los hermanos y hermanas tuvieran un buen concepto de mí y que mi líder tuviera una buena opinión de mí. Con este propósito, yo había trabajado horas extra y me había quedado despierto toda la noche para encontrar pasajes relacionados de las palabras de Dios y para organizar lo que enseñaríamos en las reuniones. Cuando mis hermanos y hermanas se habían topado con dificultades al difundir el evangelio, yo no les había hablado sobre la voluntad de Dios para guiarlos hacia los principios de la verdad; por el contrario, había alardeado y me había jactado de lo mucho que había sufrido y del precio que había pagado al difundir el evangelio. Como mi obra había mejorado, los hermanos y hermanas me elogiaban. Yo lo disfrutaba y me atribuía el mérito de los resultados alcanzados por la obra del Espíritu Santo, y, de manera desvergonzada, me había jactado de ello como si se tratara de mis propios logros. Mientras impartía enseñanza en las reuniones, frecuentemente me había puesto en el candelero, y solo había comunicado acerca de prácticas positivas al tiempo que evitaba mencionar cualquier carácter corrupto que hubiera revelado. Si nunca se hubiera mencionado el tema, yo simplemente lo habría pasado por alto. En lo que se refiere a mis propios motivos innobles para cumplir con mi deber, yo estaba todavía más renuente a analizarlos o exponerlos. Una y otra vez, Dios había utilizado a mis hermanos y hermanas para mencionar mis problemas, pero, para proteger mi posición y mi imagen, solo había dicho de dientes para afuera que aceptaba sus comentarios, cuando, de hecho, yo no había reflexionado sobre mí mismo en absoluto. Durante la enseñanza, yo había seguido hablando de manera grandilocuente para engañar a mis hermanos y hermanas. De esta forma, yo había llegado a creer que era responsable en mi deber y que podía soportar adversidades y pagar el precio. Sea cual fuere el problema o dificultad que tuviera la iglesia o el estado en el que se encontraran mis hermanos y hermanas, yo no me desentendía, sino que siempre les ayudaba a encontrar soluciones. Al verme expuesto por los hechos, vi que, en la realización de mi deber, yo no había estado practicando la verdad en absoluto ni había sido considerado con la voluntad de Dios. Había aprovechado la oportunidad que me daba el cumplimiento de mi deber para alardear de modo que otros me tuvieran en un concepto elevado, satisfaciendo, así, mi deseo de tener fama y posición. Al hacer esto, yo no había llevado a mis hermanos y hermanas delante de Dios; más bien, había hecho que me alabaran. Esto significaba que había estado compitiendo con Dios por las personas y por una posición. Solo entonces estuve consciente del hecho de que ya había puesto un pie en la senda de la resistencia a Dios y había cometido una grave transgresión. Tenía miedo y me sentía sumamente culpable. Entonces me pregunté: ¿Cómo es que, sin darme cuenta, entré en la senda de la resistencia a Dios?
Posteriormente, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Después de que Satanás corrompió a los seres humanos, su naturaleza empezó a cambiar y perdieron, poco a poco, el sentido de la razón que tiene la gente normal. Ahora ya no actúan como seres humanos en la posición del hombre, sino que desean sobrepasar el estatus de hombre y anhelan algo más elevado y mejor. ¿Y qué es ese algo más elevado? Desean sobrepasar a Dios, a los cielos y a todo lo demás. ¿A qué se debe que se haya vuelto así la gente? Después de todo, la naturaleza del hombre es demasiado arrogante. […] Una vez que la naturaleza y la esencia de las personas se vuelven arrogantes, estas son capaces de hacer cosas que desobedecen a Dios y se oponen a Él, cosas que no prestan atención a Sus palabras, cosas que generan nociones acerca de Él, cosas que se rebelan contra Él y cosas que enaltecen a estas personas y dan testimonio de sí mismas. Dices que no eres arrogante, pero supongamos que te entregaran unas cuantas iglesias y te dejaran dirigirlas; supongamos que Yo no te tratara ni nadie de la familia de Dios te podara: tras dirigirlos durante un tiempo, los pondrías a tus pies y harías que se sometieran a ti. ¿Y por qué habrías de hacer eso? Esto vendría determinado por tu naturaleza; no sería sino una revelación natural. No necesitas esforzarte mucho para aprender esto ni tienes que lograr expresamente que los demás te lo enseñen. No es preciso que hagas nada de esto a propósito. Este tipo de situación te ocurre de manera natural: haces que la gente se someta a ti, te idolatre, te enaltezca, dé testimonio de ti y te haga caso en todo y no le permites hacer nada que esté fuera de tu jurisdicción. Bajo tu liderazgo, dichas situaciones suceden de forma natural. Y ¿cómo surgen estas situaciones? Están determinadas por la naturaleza arrogante del hombre” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La naturaleza arrogante es la raíz de la oposición del hombre a Dios). Leer las palabras de Dios me hizo comprender por qué había querido satisfacer a Dios en mi deber, pero, inintencionadamente, había puesto un pie en la senda de resistirme a Él. La fuente de esto había sido la naturaleza satánica y arrogante que había en mí. Bajo el control de mi naturaleza arrogante, me tenía a mí mismo en muy alta estima y, a menudo, había tratado de alardear, tanto en mis palabras como en mis acciones, para que otros tuvieran una buena opinión de mí y me adoraran. Cuando mis hermanos y hermanas se habían enfrentado con problemas en el cumplimiento de sus deberes, yo no había hablado sobre los principios de la verdad para que ellos la comprendieran y tuvieran una senda de práctica, sino que había hablado palabras y doctrinas superficiales para hacerme quedar bien, e, incluso, había utilizado mis propias experiencias de sufrimiento y trabajo como capital con lo cual alardear. Esto había llevado a que mis hermanos y hermanas me admiraran y creyeran que yo comprendía la verdad y podía resolver sus problemas. Cuando se topaban con dificultades, siempre acudían a mí, sin saber que debían depender de Dios y buscar la verdad para resolver sus problemas. Ellos no tenían un lugar para Dios en su corazón. Incluso se llegó al punto en el que, después de que fui transferido lejos, algunos hermanos y hermanas no quisieron asistir más a las reuniones. ¿Cómo podía llamarse a eso cumplir con mi deber? ¡Yo solo estaba cometiendo el mal y resistiéndome a Dios! Que fuera capaz de semejante maldad se debía, también, a mi arrogancia y a mi engaño. Todo lo que yo quería era sentirme superior a las personas, al tiempo que protegía mi estatus e imagen, haciendo que todos mis hermanos y hermanas me adoraran y me colocaran al centro. Yo codiciaba enormemente la bendición de mi estatus. Podía ver que, en el fondo, yo no tenía una pizca de reverencia hacia Dios. Cuando se vive de acuerdo con una naturaleza arrogante, resistirse a Dios ocurre de manera involuntaria. En verdad, es muy peligroso. Pensé en los pastores y ancianos en el mundo religioso. Ellos no exaltan a Dios ni dan testimonio de Él, y tampoco guían a los creyentes para que pongan en práctica las palabras del Señor. Más bien, exponen ciegamente el conocimiento bíblico y la teoría teológica para engañar a los creyentes, y se jactan de lo mucho que han sufrido, de cuántas personas han convertido y cuántas iglesias han establecido. Esto hace que los creyentes los adoren, los admiren y hagan cualquier cosa que ellos les digan. Algunos han leído las palabras de Dios Todopoderoso y han escuchado la voz de Dios, pero, aun así, van y les preguntan a los pastores y a los ancianos, y los consultan al respecto. Sin el consentimiento de los pastores, no se atreven a aceptar la obra de Dios Todopoderoso, aunque saben que es el camino verdadero. Los pastores y ancianos del mundo religioso tienen a las personas firmemente bajo su control. Caminan por la senda del anticristo de resistencia a Dios, ¡y están tratando de crear un reino independiente! A menudo, yo trataba de alardear en mi deber para que las personas me tuvieran en un buen concepto y me admiraran. ¿En qué me diferenciaba de esos pastores y ancianos? Pensé en los hermanos y hermanas de aquella iglesia que tenía nuevos miembros: acababan de aceptar la obra de Dios de los últimos días y todavía había muchas verdades que no habían llegado a comprender. Dios me había elevado para cumplir el deber de guiar a la iglesia, así que debí haberles enseñado más acerca de las palabras de Dios y haber dado un mayor testimonio de Su obra para que ellos comprendieran la verdad y obtuvieran conocimiento de Dios y sentaran las bases sobre el camino verdadero. Sin embargo, ¿qué fue lo que hice? ¿Cuál fue el resultado de mis intentos de cumplir ese deber? Hice que todos me adoraran e impedí que ellos tuvieran algún conocimiento de Dios. Al hacer esto, había dañado a mis hermanos y hermanas y había interrumpido y perturbado la obra de la iglesia. ¡La senda que estaba recorriendo no era otra más que la senda del anticristo de resistencia a Dios! Cuanto más pensaba en ello, más preocupado e inquieto me sentía. Podía ver lo arrogante que había sido y cómo carecía totalmente de reverencia hacia Dios, y que mis acciones habían ofendido Su carácter durante mucho tiempo. Si Él no hubiera utilizado a mis hermanos y hermanas para podarme y tratarme de esa manera, yo no habría sabido cómo reflexionar sobre mis acciones. Si hubiera continuado por esa senda, quién sabe cuánto mal habría hecho para incurrir en las maldiciones y el castigo de Dios. Como tenía un miedo persistente, me postré delante de Dios y oré. Dije: “¡Dios! He sido muy arrogante. Siempre alardeo en mi deber, y esto ha llevado a que mis hermanos y hermanas me adoren y no tengan un lugar para Ti en su corazón. He hecho el mal y me he resistido a Ti. Merezco tu castigo. ¡Dios! Deseo arrepentirme delante de Ti para ir tras la verdad de manera sincera y comenzar de nuevo”.
Posteriormente, leí estas palabras de Dios: “Como una de las criaturas, el hombre debe mantener su propia posición y comportarse concienzudamente. Debes guardar con sumisión aquello que el Creador te ha confiado. No debéis actuar de forma inaceptable ni hacer cosas más allá de vuestra capacidad, ni las que son aborrecibles para Dios. No tratéis de ser grandioso, ni de convertirte en un superhombre ni de estar por encima de los demás, ni de buscar volverte Dios. Así es como las personas no deberían desear ser. Buscar ser grandioso o un superhombre es absurdo. Procurar convertirse en Dios es incluso más vergonzoso; es repugnante y despreciable. Lo que es elogiable, y a lo que las criaturas deberían aferrarse más que a cualquier otra cosa, es a convertirse en una verdadera criatura; este es el único objetivo que todas las personas deberían perseguir” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único I). “Sin importar lo que busquen o deseen los seres humanos, solo aquellos que regresen ante el Creador y cumplan y lleven a término diligentemente lo que deben hacer, así como lo que se les ha encomendado, vivirán con la conciencia tranquila y de manera correcta y apropiada, sin sufrimiento. Este es el significado y el valor de la vida” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La propia vida tiene valor únicamente cuando se cumple correctamente con el deber de un ser creado). Después de leer las palabras de Dios, comprendí que Él es el Señor de la creación, y que es totalmente correcto y apropiado —totalmente natural— que los humanos lo adoren y se sometan a Él. Además, supe que yo era solo un pequeño ser creado, un humano corrupto. Estaba lleno de caracteres satánicos: era arrogante, deshonesto y malvado. Aun así, siempre estaba tratando de hacer alarde y ocupar un lugar en el corazón de las personas. ¡En verdad yo no tenía vergüenza y era arrogante más allá de toda razón! Cuanto más pensaba en ello, más avergonzado me sentía. Me odiaba a mí mismo por ser ciego y no conocer a Dios. No sabía quién era yo. Que haya podido estar aquí hoy para cumplir mi deber fue gracias a la gracia y elevación provenientes de Dios. Debo asumir mi lugar apropiado como un ser creado y ser una persona honesta y recta que se enfoca en buscar la verdad, exaltando a Dios y dando testimonio de Él y cumpliendo bien mis deberes, pues solo entonces tendría la conciencia y el razonamiento que debe tener un ser creado.
Posteriormente, busqué una senda de práctica y de entrada a través de las palabras de Dios. Leí algunas palabras de Dios que decían: “Cuando deis testimonio de Dios, principalmente debéis hablar más de cómo Él juzga y castiga a las personas, de las pruebas que utiliza para refinar a las personas y cambiar su carácter. También debéis hablar de cuánta corrupción se ha revelado en vuestra experiencia, de cuánto habéis soportado y cómo Dios os conquistó finalmente; debéis hablar de cuánto conocimiento real de la obra de Dios tenéis y de cómo debéis dar testimonio de Dios y retribuirle Su amor. Debéis poner sustancia en este tipo de lenguaje, al tiempo que lo expresáis de una manera sencilla. No habléis sobre teorías vacías. Hablad de una manera más práctica; hablad desde el corazón. Esta es la manera en la que debéis experimentar. No os equipéis con teorías vacías aparentemente profundas en un esfuerzo por alardear; hacerlo de esa manera hace que parezcáis arrogantes y absurdos. Debéis hablar más de cosas reales desde vuestra experiencia auténtica, que sean reales y que provengan del corazón; esto es lo más beneficioso para los demás y es lo más apropiado de ver” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo buscando la verdad puede uno lograr un cambio en el carácter). Después de leer las palabras de Dios, tuve una cierta comprensión de cómo debo practicar exaltar a Dios y dar testimonio de Él en mi deber. Al dar testimonio de Dios, debí haber hablado más acerca de cómo había experimentado Su obra, qué caracteres corruptos se habían revelado en mí, cómo me había rebelado contra Él y me había resistido a Él, cómo había reflexionado sobre mí mismo y había llegado a conocerme al compararme con Sus palabras y cómo me había arrepentido y había cambiado. A través de comunicar la verdad, debí ayudar a las personas a comprender la voluntad de Dios y Sus exigencias, ayudarles a comprender la obra que Él realiza para salvar a las personas, así como Su carácter, y poder venerarlo y someterse a Él y cumplir los deberes de los seres creados. Solo si hacía esto podía exaltar verdaderamente a Dios y dar testimonio de Él. Pensé en la época en la que solía compartir con mis hermanos y hermanas. La mayor parte del tiempo, yo solo hablaba sobre cuánto había sufrido y el precio que había pagado y cómo había sido testigo de los actos de Dios y había recibido Sus bendiciones. En lo que se refiere a los caracteres corruptos que se habían revelado en mí o al tipo de motivos innobles que yo tenía, siempre los encubrí y rara vez los mencioné. Me aterrorizaba que, si mis hermanos y hermanas veían mi corrupción, la opinión que tenían de mi caería por los suelos. En verdad tenía una gran naturaleza deshonesta. Tras reconocer estas cosas, busqué al hermano Zhang y hablé francamente con él acerca de mis actos malvados de alardear para engañar a las personas. También le pedí al hermano Zhang que fuera a la iglesia en la que yo había servido previamente y examinara con los hermanos y hermanas mi comportamiento, permitiendo, así, que todos tuvieran un mayor discernimiento. Durante la reunión, también me abrí ante mis hermanos y hermanas acerca de mi conducta maligna, di testimonio del carácter justo de Dios y les dije a todos que me utilizaran como ejemplo para aprender qué no hacer, de modo que ellos no caminaran por la senda de resistirse a Dios como yo lo había hecho.
En mi deber después de eso, exalté y testifiqué conscientemente a Dios y tuve comunión con Su voluntad, Sus requerimientos y Su amor por el hombre. Expuse mi propia corrupción, mi fealdad y los motivos detrás de mis acciones. Me abrí y hablé de cómo las palabras de Dios me guiaron para conocerme a mí mismo y practicar la verdad. De esta manera, los hermanos y hermanas sabrían que yo también fui corrompido. Cuando resolvía los problemas de los demás, a veces todavía quería presumir de mis logros pasados, pero enseguida oraba a Dios y me renunciaba a mí mismo. Buscaba la verdad con ellos y hablaba de los principios de la práctica. Este tipo de práctica me daba una sensación de paz interior. Actuar de acuerdo con las palabras de Dios me parecía maravilloso. Ser capaz de cambiar y volver al camino correcto era todo gracias a ser juzgado, castigado y podado y tratado por Dios. ¡Le doy las gracias a Dios Todopoderoso!