Dios es el Señor de la creación y Su autoridad es única
Las palabras relevantes de Dios:
Dios se sirve de las palabras para crear todas las cosas
Génesis 1:3-5 Entonces dijo Dios: Sea la luz. Y hubo luz. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas. Y llamó Dios a la luz día, y a las tinieblas llamó noche. Y fue la tarde y fue la mañana: un día.
Génesis 1:6-7 Entonces dijo Dios: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas. E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión de las aguas que estaban sobre la expansión. Y fue así.
Génesis 1:9-11 Entonces dijo Dios: Júntense en un lugar las aguas que están debajo de los cielos, y que aparezca lo seco. Y fue así. Y llamó Dios a lo seco tierra, y al conjunto de las aguas llamó mares. Y vio Dios que era bueno. Y dijo Dios: Produzca la tierra vegetación: hierbas que den semilla, y árboles frutales que den fruto sobre la tierra según su género, con su semilla en él. Y fue así.
Génesis 1:14-15 Entonces dijo Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche, y sean para señales y para estaciones y para días y para años; y sean por luminarias en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así.
Génesis 1:20-21 Entonces dijo Dios: Llénense las aguas de multitudes de seres vivientes, y vuelen las aves sobre la tierra en la abierta expansión de los cielos. Y creó Dios los grandes monstruos marinos y todo ser viviente que se mueve, de los cuales están llenas las aguas según su género, y toda ave según su género. Y vio Dios que era bueno.
Génesis 1:24-25 Entonces dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según su género: ganados, reptiles y bestias de la tierra según su género. Y fue así. E hizo Dios las bestias de la tierra según su género, y el ganado según su género, y todo lo que se arrastra sobre la tierra según su género. Y vio Dios que era bueno.
En el primer día, el día y la noche de la humanidad nacen y permanecen gracias a la autoridad de Dios
Veamos el primer pasaje: “Entonces dijo Dios: Sea la luz. Y hubo luz. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas. Y llamó Dios a la luz día, y a las tinieblas llamó noche. Y fue la tarde y fue la mañana: un día” (Génesis 1:3-5). Este pasaje describe el primer acto de Dios al principio de la creación, y el primer día que Dios pasó en el que hubo una noche y una mañana. Pero fue un día extraordinario: Dios empezó a preparar la luz para todas las cosas, y, además, la separó de las tinieblas. En ese día, Dios comenzó a hablar, y Sus palabras y autoridad existieron una al lado de la otra. Su autoridad comenzó a manifestarse entre todas las cosas, y Su poder se extendió entre ellas como consecuencia de Sus palabras. Desde este día en adelante, todas las cosas se hicieron y permanecieron gracias a las palabras de Dios, la autoridad de Dios, y el poder de Dios; de la misma manera, comenzaron a funcionar a través de Su palabra, Su autoridad y Su poder. Cuando Dios pronunció la frase “Sea la luz”, fue la luz. Dios no inició ningún programa de obras; la luz había aparecido como resultado de Sus palabras. A la luz Dios la llamó día, y el hombre sigue dependiendo de ella hoy para su existencia. Por la orden de Dios, su esencia y su valor nunca han cambiado ni desaparecido. Su existencia muestra la autoridad y el poder de Dios, proclama la existencia del Creador. Confirma una y otra vez Su identidad y Su estatus. No es intangible ni ilusoria, sino una luz real que el hombre puede ver. Desde ese momento, en este mundo vacío en el que “la tierra estaba sin orden y vacía, y las tinieblas cubrían la superficie del abismo”, se produjo la primera cosa material. Esta cosa surgió de las palabras de la boca de Dios, y apareció en el primer acto creador de todas las cosas por la autoridad y las declaraciones de Dios. Poco después, Él ordenó que la luz y las tinieblas se separaran… Todo cambió y se completó por las palabras de Dios… Él llamó a esta luz “Día”, y a las tinieblas “Noche”. En ese momento, la primera noche y la primera mañana se produjeron en el mundo que Dios pretendía crear, y Él determinó que este fuera el primer día. Fue el primero en que el Creador hizo todas las cosas, y el comienzo de la creación de todas las cosas; fue la primera vez que la autoridad y el poder del Creador se manifestaban en este mundo que Él había creado.
A través de estas palabras, el hombre es capaz de contemplar la autoridad de Dios, de Sus palabras así como Su poder. Dado que sólo Dios posee semejante poder, solo Él tiene tal autoridad, y precisamente por esto, sólo Él tiene tal poder. ¿Podría algún hombre u objeto poseer una autoridad y un poder como estos? ¿Existe una respuesta en vuestros corazones? ¿Posee algún ser creado o no creado, aparte de Dios, una autoridad así? ¿Habéis visto alguna vez un ejemplo de semejante cosa en algún libro o publicación? ¿Existe algún registro de que alguien crease los cielos, la tierra y todas las cosas? No, no aparece en ninguna otra parte; estas son, por supuesto, las únicas palabras autoritativas y poderosas sobre la magnífica creación del mundo por parte de Dios, y se registran en la Biblia; ellas hablan por la autoridad y la identidad únicas de Dios. ¿Se puede decir que esa autoridad y ese poder simbolizan la identidad única de Dios? ¿Que Dios, y sólo Él, las posee? Sin la menor duda; ¡solo Dios mismo posee tal autoridad y poder! ¡Ningún ser creado o no creado puede poseer o reemplazarlos! ¿Es esta una de las características del único Dios mismo? ¿Habéis sido testigos de ello? Estas palabras permiten con rapidez y claridad que las personas entiendan la realidad de que Dios posee una autoridad y un poder únicos, una identidad y un estatus supremos. ¿Podéis decir, basándoos en la enseñanza anterior, que el Dios en el que creéis es el único Dios mismo?
En el segundo día, la autoridad de Dios organiza las aguas, hace el firmamento, y aparece un espacio para la supervivencia humana más básica
Leamos el segundo pasaje de la Biblia: “Entonces dijo Dios: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas. E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión de las aguas que estaban sobre la expansión. Y fue así” (Génesis 1:6-7). ¿Qué cambios se produjeron después de que ordenase “Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas”? Las Escrituras dicen: “E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión de las aguas que estaban sobre la expansión”. ¿Cuál fue el resultado después de que Dios hubiese hablado y realizado esto? La respuesta se encuentra en la última parte del pasaje: “Y fue así”.
Estas dos breves frases registran un acontecimiento magnífico, y describen una escena maravillosa: el tremendo proyecto en el que Dios gobernó las aguas, y creó un espacio en el que el hombre pudiera existir…
En esta imagen, las aguas y el firmamento aparecen ante los ojos de Dios en un instante, y Él los divide con la autoridad de Sus palabras; se separan “arriba” y “abajo” en la forma designada por Él. Es decir, el firmamento creado por Dios no sólo cubría las aguas abajo, sino que también sustentaba las aguas arriba… En esto, el hombre no puede evitar limitarse a mirar fijamente, estupefacto, y gritar de admiración ante el poder de Su autoridad y el esplendor de la escena en la que el Creador movió las aguas y mandó sobre ellas, y creó el firmamento. A través de Sus palabras, Su poder, y Su autoridad, Dios logró otra gran proeza. ¿No es esto el poder de la autoridad del Creador? Utilicemos las Escrituras para explicar los hechos de Dios: Él pronunció Sus palabras y, por ellas, se creó un firmamento en medio de las aguas. Al mismo tiempo por estas palabras divinas se produjo un cambio tremendo en aquel espacio, y no fue un cambio en el sentido ordinario, sino una especie de sustitución en la que la nada se convirtió en algo. Nació de los pensamientos del Creador, y surgió de la nada por las palabras que el Creador pronunció. Además, desde ese momento en adelante existiría y permanecería por causa del Creador, y cambiaría, se transformaría, y renovaría de acuerdo con Sus pensamientos. Este pasaje describe el segundo acto del Creador en Su creación de la totalidad del mundo. Fue otra expresión de Su autoridad y Su poder, otro proyecto pionero suyo. Ese día fue el segundo día que el Creador había pasado desde la fundación del mundo, y fue otro día maravilloso para Él: caminó en medio de la luz, trajo el firmamento, organizó y gobernó las aguas, y Sus hechos, Su autoridad, y Su poder se pusieron a trabajar en el nuevo día…
¿Había un firmamento en medio de las aguas antes de que Dios pronunciara Sus palabras? ¡Por supuesto que no! ¿Y después de que Dios ordenara “Haya expansión en medio de las aguas”? Apareció lo que Dios tenía en mente; hubo un firmamento en medio de las aguas, y estas se separaron porque Dios mandó “separe las aguas de las aguas”. De esta forma, siguiendo las palabras de Dios, dos nuevos objetos, dos cosas recién nacidas aparecieron entre todas las demás como resultado de la autoridad y del poder de Dios. ¿Cómo os sentís por la aparición de estas dos nuevas cosas? ¿Sentís la grandeza del poder del Creador? ¿Sentís la fuerza única y extraordinaria del Creador? La grandeza de semejante fuerza y poder se debe a la autoridad de Dios, que es una representación y una característica única de Dios mismo.
¿Os ha proporcionado este pasaje una vez más otro sentido profundo de la singularidad de Dios? De hecho, esto está lejos de ser suficiente; la autoridad y el poder del Creador van más allá. Su singularidad no se debe simplemente a que Él posea una esencia diferente a la de cualquier criatura, sino también a que Su autoridad y Su poder son extraordinarios, ilimitados, superlativos para todos, y están por encima de todos. Además, Su autoridad, así como lo que Él tiene y es pueden crear vida, producir milagros, crear todos y cada uno de los espectaculares y extraordinarios minutos y segundos. Al mismo tiempo, Él es capaz de dominar la vida que crea y ser Soberano sobre los milagros, y sobre todos y cada uno de los minutos y segundos creados por Él.
En el tercer día, las palabras de Dios dan origen a la tierra y los mares, y la autoridad de Dios provoca que el mundo rebose de vida
Leamos seguidamente la primera frase de Génesis 1:9-11: “Entonces dijo Dios: Júntense en un lugar las aguas que están debajo de los cielos, y que aparezca lo seco”. ¿Qué cambios ocurrieron después de que Dios dijese simplemente: “Júntense en un lugar las aguas que están debajo de los cielos, y que aparezca lo seco”? ¿Y qué había en ese espacio lejos de la luz y el firmamento? Está escrito en las Escrituras: “Y llamó Dios a lo seco tierra, y al conjunto de las aguas llamó mares. Y vio Dios que era bueno”. Es decir, ahora había tierra y mares en aquel espacio, y fueron separados. La aparición de estas nuevas cosas siguió al mandato de la boca de Dios, “Y fue así”. ¿Describen las Escrituras a Dios apresurado mientras estaba haciendo esto? ¿Le describen involucrado en una labor física? ¿Cómo hizo Dios, pues, todo esto? ¿Cómo causó Dios que estas nuevas cosas se produjesen? Evidentemente, Él se sirvió de las palabras para lograr todo aquello, para crearlo todo en su totalidad.
En los tres pasajes anteriores hemos conocido la aparición de tres grandes acontecimientos. Estos tres ocurrieron y se materializaron a través de las palabras de Dios, y por ellas estos eventos fueron manifestándose uno tras otro ante los ojos de Dios. Por tanto, se ve que las palabras “Dios habla, y será cumplido; Él manda, y permanecerá” no son vacías. Esta esencia divina se confirma en el instante en que Él concibe Sus pensamientos, y cuando Él abre Su boca para hablar, Su esencia se refleja plenamente.
Continuemos hasta la frase final de este pasaje: “Y dijo Dios: Produzca la tierra vegetación: hierbas que den semilla, y árboles frutales que den fruto sobre la tierra según su género, con su semilla en él. Y fue así”. Mientras Dios estaba hablando, todas estas cosas nacieron siguiendo los pensamientos divinos, y en un instante una variedad de pequeñas formas de vida delicadas sacaban vacilantes la cabeza a través del suelo; antes incluso de haberse sacudido la tierra del cuerpo se saludaban con entusiasmo, asintiendo y sonriéndole al mundo. Daban gracias al Creador por la vida que les había concedido, y anunciaban al mundo que formaban parte de todas las cosas, y que cada una de ellas dedicaría su vida a evidenciar la autoridad del Creador. Cuando Dios pronunció Sus palabras, la tierra se volvió exuberante y verde; todas las clases de hierbas de las que los hombres podrían disfrutar surgieron y brotaron de la tierra; las montañas y las llanuras se poblaron copiosamente de árboles y bosques… Este mundo árido, en el que no había existido rastro alguno de vida, se cubrió con rapidez de abundancia de pasto, hierbas y árboles, y desbordó de vegetación… La fragancia del pasto y el aroma de la tierra se extendieron por el aire, y toda una serie de plantas comenzó a respirar en tándem con la circulación del aire, y se inició el proceso del crecimiento. Al mismo tiempo, gracias a las palabras de Dios y siguiendo Sus pensamientos, todas las plantas iniciaron los ciclos de vida perpetua en los que crecen, florecen, dan fruto, y se multiplican. Empezaron a adherirse a sus respectivas trayectorias vitales y comenzaron a desempeñar sus respectivos papeles entre todas las cosas… Todas nacieron, y vivían por las palabras del Creador. De Él recibirían provisión incesante y alimentación, y siempre sobrevivirían tenazmente en cada rincón de la tierra para mostrar Su autoridad y Su poder, y siempre mostrarían la fuerza vital que Él les había concedido…
La vida del Creador es extraordinaria, Sus pensamientos son extraordinarios, y Su autoridad es extraordinaria; por tanto, cuando pronunció Sus palabras, el resultado final fue: “Y fue así”. Claramente, Dios no necesita trabajar con Sus manos cuando actúa; simplemente usa Sus pensamientos para mandar y Sus palabras para ordenar, y así se logran las cosas. En ese día, Dios reunió las aguas en un lugar, y dejó que apareciese la tierra seca; a continuación hizo que el pasto brotara de la tierra, y allí crecieron las hierbas que daban semillas, y los árboles que llevaban fruto, y Dios los clasificó según su especie, e hizo que cada uno contuviese su propia semilla. Todo esto se realizó de acuerdo con los pensamientos divinos y las órdenes pronunciadas por Dios; y cada cosa apareció, una tras otra, en este nuevo mundo.
Cuando aún no había iniciado Su obra, Dios ya tenía en mente una imagen de lo que pretendía lograr, y cuando Dios emprendió la consecución de estas cosas, momento en el que también abrió Su boca para reproducir el contenido de dicha imagen, empezaron a producirse cambios en todas las cosas gracias a la autoridad y el poder de Dios. Independientemente de cómo lo hiciera, o de cómo ejerciera Su autoridad, todo se logró paso a paso, de acuerdo a Su plan y por Sus palabras; así se produjeron también los cambios entre el cielo y la tierra gracias a las palabras y a la autoridad de Dios. Todas estas modificaciones y apariciones mostraron la autoridad del Creador, lo extraordinario y la grandeza del poder de Su vida. Sus pensamientos no son meras ideas o una imagen vacía, sino una autoridad poseedora de vitalidad y de una energía excepcional; son el poder que provoca que todas las cosas cambien, revivan, se renueven y perezcan. Debido a ello, todas las cosas funcionan a causa de Sus pensamientos, y, al mismo tiempo, se realizan por las palabras de Su boca…
Antes de que aparecieran todas las cosas, hacía mucho que en los pensamientos de Dios se había formado un plan completo, y se había constituido un nuevo mundo. Aunque el tercer día aparecieron toda clase de plantas sobre la tierra, Dios no tenía razones para detener los pasos de Su creación de este mundo; Su intención era seguir pronunciando Sus palabras, llevando a cabo la creación de cada cosa nueva. Él hablaría, emitiría Sus mandatos, ejercería Su autoridad y mostraría Su poder; y preparó todo lo que había planeado a fin de que estuviera dispuesto para todas las cosas y para la humanidad que pretendía crear…
En el cuarto día nacen las estaciones, los días, y los años de la humanidad, al ejercer Dios una vez más Su autoridad
El Creador usó Sus palabras para cumplir Su plan, y así pasó los tres primeros días de Su plan. Durante ellos, no se ve que Dios estuviera ajetreado ni agotado; por el contrario, pasó tres maravillosos primeros días de Su plan, y logró la gran tarea de la transformación radical del mundo. Ante Sus ojos apareció un mundo totalmente nuevo y, poco a poco, la bella imagen que se había sellado en Sus pensamientos se reveló finalmente en las palabras de Dios. La aparición de cada nueva cosa fue como el nacimiento de un bebé recién nacido, y al Creador le agradó esa imagen que había estado una vez en Sus pensamientos, pero que ahora había cobrado vida. En ese momento, un asomo de satisfacción inundó Su corazón, pero Su plan no había hecho más que comenzar. En un abrir y cerrar de ojos había llegado un nuevo día, ¿cuál era la página siguiente en el plan del Creador? ¿Qué dijo Él? ¿Cómo ejerció Su autoridad? Mientras tanto, ¿qué nuevas cosas llegaron a este nuevo mundo? Siguiendo la dirección del Creador, nuestra mirada recae en el cuarto día de la creación de todas las cosas por parte de Dios, un día que suponía otro nuevo comienzo. Para el Creador, era indudablemente otro día maravilloso y de máxima importancia para la humanidad de hoy. Era, por supuesto, un día de inestimable valor. ¿En qué era maravilloso, tan importante, y de inestimable valor? Escuchemos primero las palabras pronunciadas por el Creador…
“Entonces dijo Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche, y sean para señales y para estaciones y para días y para años; y sean por luminarias en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra” (Génesis 1:14-15). Esto fue otro ejercicio de la autoridad de Dios mostrado por las criaturas una vez creada la tierra seca y las plantas en ella. Para Él fue un acto tan fácil como el que ya había hecho, porque Él tiene ese poder; Dios es tan bueno como Su palabra, y esta se cumplirá. Dios ordenó que aparecieran luces en el cielo, y estas no sólo brillaron en él y sobre la tierra, sino que también sirvieron como señales para el día y la noche, para las estaciones, los días y los años. De esta forma, cuando Dios pronunció Sus palabras, todo acto que Dios deseó realizar se cumplió de acuerdo con el significado divino y de la manera designada por Él.
Las luces del cielo son materia celeste que puede irradiar luz; pueden iluminar el cielo y la tierra y los mares. Giran según el ritmo y la frecuencia ordenados por Dios, y alumbran diferentes períodos de tiempo sobre la tierra; de esta forma, los ciclos de rotación de las luces hacen que se produzca el día y la noche en el este y en el oeste de la tierra. No son tan sólo señales para la noche y el día, sino que a través de estos distintos ciclos también se señalan las fiestas y los diversos días especiales de la humanidad. Son el complemento y el acompañamiento perfectos para las cuatro estaciones —primavera, verano, otoño, e invierno— dictadas por Dios, junto a las cuales las luces sirven armoniosamente como marcas regulares y precisas para los términos, los días, y los años lunares de la humanidad. Aunque no fue hasta la aparición de la agricultura cuando la humanidad comenzó a entender y a encontrarse con la división de los términos, los días y los años lunares causada por las luces que Dios creó, que en realidad son los que el hombre entiende hoy, estos empezaron a producirse hace mucho tiempo, en el cuarto día de la creación de todas las cosas por parte de Dios. Del mismo modo, los ciclos alternos de la primavera, el verano, el otoño y el invierno, experimentados por el hombre, comienzan hace mucho, en el cuarto día de la creación de todas las cosas por parte de Dios. Las luces creadas por Dios le permitieron al hombre diferenciar con regularidad, precisión y claridad entre la noche y el día, contar los días, y seguir con nitidez los términos y los años lunares. (El día de la luna llena era la compleción de un mes, y a partir de ahí el hombre sabía que la iluminación de las luces comienza un nuevo ciclo; el día de la media luna era la compleción de una mitad del mes, y le señalaba al hombre que empezaba un nuevo término lunar del cual podía deducirse cuántos días y noches había en un término lunar, cuántos términos lunares había en una estación, y cuántas estaciones había en un año; y todo esto se manifestaba con gran regularidad). De este modo, el hombre pudo seguir fácilmente los términos, los días y los años lunares marcados por las rotaciones de las luces. Desde ese momento en adelante, la humanidad y todas las cosas vivieron inconscientemente en medio del ordenado intercambio de la noche y el día, y la alternancia de las estaciones producidas por las rotaciones de las luces. Este era el significado de las luces que el Creador creó el cuarto día. De forma parecida, los objetivos y el significado de esta acción suya seguían siendo inseparables de Su autoridad y Su poder. Y así, las luces creadas por Dios y el valor que pronto traerían al hombre fueron otra obra maestra en el ejercicio de la autoridad del Creador.
En este nuevo mundo en el que la humanidad aún tenía que hacer su aparición, el Creador había preparado noche y día, el firmamento, tierra y mares, pasto, hierbas y diversos tipos de árboles, y las luces, las estaciones, los días y los años para la nueva vida que pronto Él crearía. La autoridad y el poder del Creador se expresaron en cada nueva cosa que creó, y Sus palabras y logros se produjeron simultáneamente, sin la más mínima discrepancia ni intervalo. La aparición y el nacimiento de todas estas nuevas cosas eran la prueba de la autoridad y el poder del Creador: Él es tan bueno como Su palabra, y esta se cumplirá; y lo que Él cumple dura para siempre. Esta realidad nunca ha cambiado: así fue en el pasado, así es hoy, y así será por toda la eternidad. Cuando miráis una vez más esas palabras de las Escrituras, ¿estas os resultan nuevas? ¿Habéis visto un nuevo contenido, y hecho nuevos descubrimientos? Esto es así, porque los hechos del Creador han despertado vuestros corazones, y guiado la dirección de vuestro conocimiento de Su autoridad y poder; han abierto la puerta de vuestro entendimiento del Creador, y Sus hechos y autoridad han concedido vida a estas palabras. Así, el hombre ha percibido en ellas una expresión real y vívida de la autoridad del Creador, ha presenciado de verdad la supremacía del Creador, y contemplado lo extraordinario de Su autoridad y Su poder.
La autoridad y el poder del Creador producen milagro tras milagro; Él atrae la atención del hombre; este no puede evitar limitarse a mirar fijamente los asombrosos hechos nacidos del ejercicio de Su autoridad. Su fenomenal poder provoca un deleite tras otro, y el hombre se queda sorprendido y encantado, sin aliento por admiración, atónito y vitoreando; más aún, el hombre se conmueve visiblemente, y en él se ocasionan respeto, reverencia, y apego. La autoridad y los hechos de Dios tienen un gran impacto y un efecto de purificación sobre el espíritu del hombre, y, además, lo satisfacen. Cada uno de Sus pensamientos, cada una de Sus afirmaciones, y cada revelación de Su autoridad son una obra maestra entre todas las cosas, y una gran tarea sumamente digna del profundo entendimiento y conocimiento de la humanidad creada. Cuando contamos cada criatura nacida de las palabras del Creador, nuestros espíritus son atraídos por la maravilla del poder de Dios, y nos encontramos siguiendo Sus pisadas hasta el siguiente día: el quinto día de la creación de todas las cosas por parte de Dios.
Continuemos leyendo las Escrituras pasaje por pasaje, mientras echamos un vistazo a otros hechos más del Creador.
En el quinto día, de formas diversas y variadas la vida manifiesta la autoridad del Creador de diferentes maneras
Las Escrituras declaran: “Entonces dijo Dios: Llénense las aguas de multitudes de seres vivientes, y vuelen las aves sobre la tierra en la abierta expansión de los cielos. Y creó Dios los grandes monstruos marinos y todo ser viviente que se mueve, de los cuales están llenas las aguas según su género, y toda ave según su género. Y vio Dios que era bueno” (Génesis 1:20-21). Las Escrituras dicen claramente que, en ese día, Dios hizo las criaturas de las aguas y las aves del cielo, es decir, creó los distintos peces y aves, y clasificó a cada uno de ellos según su especie. De esta forma, la tierra, los cielos y las aguas fueron enriquecidos por la creación de Dios…
Conforme Dios pronunció Sus palabras, nueva vida fresca, cada una con una forma diferente, cobró vida al instante en medio de las palabras del Creador. Vinieron al mundo abriéndose paso a empujones para conseguir una posición, saltando, retozando de gozo… Peces de todas las formas y tamaños nadaron por las aguas; crustáceos de todo tipo crecieron de las arenas; criaturas escamosas, con caparazón e invertebradas se desarrollaron a toda prisa en distintas formas, grandes o pequeñas, largas o cortas. Asimismo variadas clases de algas comenzaron a crecer rápidamente, balanceándose con el movimiento de la vida acuática diversa, ondulando, urgiendo a las aguas estancadas, como diciéndoles: “¡Sacude una pierna! ¡Trae a tus amigos! ¡Porque no volverás a estar sola!”. Desde el momento en que las diversas criaturas vivientes creadas por Dios aparecieron en el agua, cada nueva y fresca vida aportó vitalidad a las aguas que habían estado estáticas durante tanto tiempo, y dieron comienzo a una nueva era… Desde ese instante, se acurrucaron unos con otros y se acompañaron, y no mantuvieron distancia entre sí. El agua existía para las criaturas que albergaba, alimentando cada vida que residía dentro de su abrazo, y cada una de ella existía a causa del agua, por su alimentación. Cada una confería vida sobre la otra, y al mismo tiempo, cada una daba testimonio del mismo modo de lo milagroso y lo grandioso de la creación del Creador, y del poder insuperable de Su autoridad…
Como el mar ya no estaba en silencio, la vida empezó también a llenar los cielos. Una por una, aves grandes y pequeñas volaron hacia el cielo desde la tierra. A diferencia de las criaturas del mar, tenían alas y plumas que cubrían sus figuras finas y elegantes. Agitaban sus alas, desplegando con orgullo y altivez su espléndido manto de plumas y las funciones y habilidades especiales que el Creador les había concedido. Se elevaban libremente, y se desplazaban con habilidad entre el cielo y la tierra, sobre praderas y bosques… Eran las preferidas del aire, las favoritas de todas las cosas. Pronto se convertirían en el vínculo entre el cielo y la tierra, y transmitirían los mensajes a todas las cosas… Cantaban, bajaban gozosamente en picado, traían vítores, risa, y vitalidad a este mundo una vez vacío… Usaban su canto claro, melodioso, las palabras de sus corazones, para alabar al Creador por la vida concedida. Danzaban alegremente para exhibir la perfección y lo milagroso de la creación del Creador, y dedicarían toda su vida a dar testimonio de la autoridad del Creador a través de la vida especial que Él les había concedido…
Independientemente de que estuvieran en el agua o en los cielos, por el mandato del Creador, esta plétora de cosas vivientes existía en las diferentes configuraciones de la vida, y por el mandato del Creador, se reunían según su respectiva especie y ninguna criatura podía alterar esta ley, esta norma. Nunca se atrevían a ir más allá de los límites establecidos para ellas por el Creador, ni eran capaces de hacerlo. Tal como Él lo ordenó, vivían, se multiplicaban y se ceñían estrictamente al curso vital y a las leyes que Él estableció para ellas; vivían conscientemente por Sus mandatos no orales y los edictos y preceptos celestiales que Él les dio, desde entonces hasta hoy. Conversaban con el Creador en su propia forma especial, y llegaron a apreciar Su sentido y a obedecer Sus mandatos. Ninguna de ellas transgredió jamás la autoridad del Creador, y Su soberanía y dominio sobre ellas se ejercía dentro de Sus pensamientos; no se emitieron palabras, sino que la autoridad que era exclusiva del Creador controlaba en silencio todas las cosas que no poseían la función del lenguaje, y que diferían de la humanidad. El ejercicio de Su autoridad de este modo especial obligaba al hombre a obtener un nuevo conocimiento, y a hacer una nueva interpretación de Su autoridad única. Aquí debo deciros que, en este nuevo día, el ejercicio de la autoridad del Creador demostraba una vez más Su singularidad.
A continuación, echemos un vistazo a la última frase de este pasaje de las escrituras: “Vio Dios que era bueno”. ¿Qué creéis vosotros que esto significa? Las emociones de Dios están contenidas en estas palabras. Vio nacer y permanecer por Sus palabras todo aquello que había creado, y vio cómo empezaba a cambiar gradualmente. En ese tiempo, ¿estaba Dios satisfecho con las diversas cosas que había hecho mediante Sus palabras, y los diversos actos que había logrado? La respuesta es “Vio Dios que era bueno”. ¿Qué veis aquí? ¿Qué representa que “Vio Dios que era bueno”? ¿Qué simboliza? Significa que Dios tenía el poder y la sabiduría para cumplir aquello que Él había planeado y prescrito, para conseguir los objetivos que Él había establecido cumplir. Cuando Dios hubo completado cada tarea, ¿sintió arrepentimiento? La respuesta sigue siendo “Vio Dios que era bueno”. En otras palabras, no sólo no sintió arrepentimiento, sino que quedó satisfecho. ¿Qué quiere decir que no sintió arrepentimiento? Significa que el plan de Dios es perfecto, que Su poder y Su sabiduría son perfectos, y que sólo por Su autoridad puede cumplirse tal perfección. Cuando el hombre lleva a cabo una tarea, ¿puede él, como Dios, ver que es bueno? ¿Puede todo lo que el hombre hace lograr la perfección? ¿Puede el hombre completar algo de una vez por todas, para toda la eternidad? Del mismo modo que el hombre dice: “Nada es perfecto, sólo mejor”, nada de lo que el hombre hace puede alcanzar la perfección. Cuando Dios vio que todo lo que había hecho y logrado era bueno, todo lo que Él hizo quedó establecido por Sus palabras, es decir, cuando “Vio Dios que era bueno”, todo lo que Él había hecho adoptó una forma permanente, fue clasificado de acuerdo a un tipo, y se le dio una posición, un propósito y una función fijos, de una vez y por toda la eternidad. Más aún, su papel entre todas las cosas y el viaje que estas deben emprender durante la gestión de todo por parte de Dios, ya habían sido ordenados por Él, y eran inmutables. Esta fue la ley celestial que el Creador dio a todas las cosas.
“Vio Dios que era bueno”, estas palabras simples, subestimadas, tan a menudo ignoradas, son las palabras de la ley y el edicto celestiales que Dios dio a todas las criaturas. Son otra materialización de la autoridad del Creador, una más práctica y más profunda. A través de Sus palabras, el Creador no sólo fue capaz de obtener todo lo establecido para ser obtenido, y de conseguir todo lo establecido para ser conseguido, sino que también pudo controlar con Sus manos todo lo que Él había creado, y gobernar todas las cosas que Él había hecho bajo Su autoridad; además, todo fue sistemático y regular. Todas las cosas también vivían y morían por Su palabra; más aún, por Su autoridad existían en medio de la ley que Él había establecido, ¡y nadie estaba exento! Esta ley comenzó en el mismo instante que “Vio Dios que era bueno”, ¡y existirá, continuará, y funcionará por el plan de gestión de Dios justo hasta el día en que el Creador la derogue! Su autoridad única no sólo se puso de manifiesto en Su capacidad de crear todas las cosas y ordenar que todas vieran la luz, sino también en Su capacidad de gobernar y tener soberanía sobre la totalidad de ellas; de conceder vida y vitalidad sobre todas las cosas, y, además, en Su capacidad de hacer que, de una vez y por toda la eternidad, todo lo que Él creara en Su plan apareciera y existiera en el mundo que Él creó, de una forma perfecta, en una estructura de vida perfecta y con un papel perfecto. Así también se manifestó en el modo en que los pensamientos del Creador no estaban sujetos a ninguna restricción ni limitados por el tiempo, el espacio, o la geografía. Como Su autoridad, la identidad única del Creador permanecerá inmutable desde la eternidad hasta la eternidad. ¡Su autoridad será siempre una representación y un símbolo de Su identidad única, y ambas existirán por siempre una al lado de la otra!
En el sexto día, el Creador habla, y cada especie de criatura viviente en Su mente hace su aparición, una tras otra
Imperceptiblemente, la obra del Creador de hacer todas las cosas había continuado durante cinco días, tras los cuales dio inmediatamente la bienvenida al sexto día de Su creación. Ese día era un nuevo comienzo, y otro día extraordinario. ¿Cuál fue entonces el plan del Creador en la víspera de este nuevo día? ¿Qué nuevas criaturas produciría, crearía? Escucha, es la voz del Creador…
“Entonces dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según su género: ganados, reptiles y bestias de la tierra según su género. Y fue así. E hizo Dios las bestias de la tierra según su género, y el ganado según su género, y todo lo que se arrastra sobre la tierra según su género. Y vio Dios que era bueno” (Génesis 1:24-25). ¿Qué criaturas vivientes están incluidas? Las Escrituras detallan: ganado, y cosas que se arrastran, y bestias de la tierra según su especie. Es decir, en este día no sólo había todo tipo de criaturas vivientes sobre la tierra, sino que fueron todas clasificadas según su especie; de igual manera, “Vio Dios que era bueno”.
Como en los cinco días anteriores, el Creador habló con el mismo tono y ordenó en el sexto día el nacimiento de las criaturas vivientes que Él deseó, y que aparecieron sobre la tierra, cada una según su especie. Cuando Él ejerce Su autoridad, ninguna de Sus palabras se pronuncia en vano; así, en el sexto día, cada criatura viviente que Él había pretendido crear apareció en el momento escogido. Cuando el Creador mandó: “Produzca la tierra seres vivientes según su género”, la tierra se llenó inmediatamente de vida, y sobre ella emergió de repente el aliento de toda clase de criaturas vivientes… En la verde naturaleza herbosa aparecieron robustas vacas, una detrás de otra, sacudiendo sus rabos de un lado a otro; ovejas que balaban se reunían en rebaños, y caballos que relinchaban y comenzaban a galopar… En un instante, las vastas extensiones de prados silenciosos estallaron de vida… La aparición de este ganado diverso fue un bello panorama sobre los prados tranquilos, y trajo con ella una vitalidad sin límites… Serían los compañeros de los pastizales, y los amos de los prados, interdependientes entre sí; también se convertirían en los guardianes y los cuidadores de estas tierras, que serían su hábitat permanente, y que les proveería todo lo necesario, una fuente de alimentación eterna para su existencia…
El mismo día en que nació ese ganado diverso, por la palabra del Creador también surgió una plétora de insectos, unos detrás de otros. Aunque eran los más pequeños de los seres vivientes entre todas las criaturas, su fuerza vital seguía siendo la milagrosa creación del Creador, y no llegaron demasiado tarde… Algunos agitaban sus pequeñas alas, mientras otros reptaban lentamente; unos saltaban y rebotaban, otros se tambaleaban; unos salían disparados hacia delante, mientras otros retrocedían rápidamente; unos se movían de costado, otros saltaban arriba y abajo… Todos estaban ocupados tratando de encontrar un hogar para sí: unos se dirigían a la hierba, otros se disponían a cavar hoyos en la tierra, algunos volaban hasta los árboles, escondidos en los bosques… Aunque pequeños en tamaño, no estaban dispuestos a resistir el tormento de un estómago vacío, y después de encontrar sus propios hogares, se apresuraban a buscar comida para alimentarse. Unos trepaban por el pasto para comer sus tiernas hojas, algunos se llenaban la boca de polvo y se lo tragaban para bajarlo a su estómago, comiendo con mucho gusto y placer (para ellos, incluso el polvo es un sabroso lujo); algunos estaban escondidos en los bosques, pero no se detuvieron para descansar, ya que la savia de las lustrosas hojas verde oscuro proveían una comida suculenta… Tras quedar satisfechos, los insectos no cesaban aún su actividad; aunque pequeños en estatura, poseían una tremenda energía y un entusiasmo ilimitado, y por eso son los más activos y laboriosos de todas las criaturas. Nunca perezosos, tampoco se complacieron en el descanso. Una vez sus apetitos eran saciados, seguían esforzándose en sus labores por el bien de su futuro, ocupándose y corriendo para su mañana, para su supervivencia… Canturreaban suavemente baladas de melodías y ritmos diversos para animarse y alentarse. También añadían gozo al pasto, a los árboles, y a cada pulgada de suelo, haciendo que cada día y cada año fueran únicos… Con sus propios lenguajes y sus propios caminos, pasaban información a todas las cosas creadas sobre la tierra. Usando su propia trayectoria vital especial, marcaban todas las cosas, dejando huellas sobre ellas… Mantenían una estrecha relación con el suelo, el pasto y los bosques. Les aportaban vigor y vitalidad; trajeron las exhortaciones y los saludos del Creador a todas las cosas vivientes…
La mirada del Creador recorrió todas las cosas que había creado, y en ese momento Sus ojos se detuvieron en los bosques y las montañas, y Su mente cavilaba. Al pronunciar Sus palabras, en los densos bosques y sobre las montañas apareció un tipo de criatura diferente a todas las que habían venido antes: eran los animales salvajes que la boca de Dios había ordenado. Con mucho retraso, movieron sus cabezas y sacudieron sus rabos, cada uno de ellos con su rostro único. Unos tenían abrigos peludos, otros estaban acorazados, algunos enseñaban los colmillos; unos lucían sonrisas, otros tenían el cuello largo, algunos un rabo corto; unos los ojos desorbitados, otros una mirada tímida, algunos se inclinaban a comer pasto; unos con sangre alrededor del hocico, otros rebotaban sobre dos patas, algunos avanzaban sobre cuatro pezuñas; unos miraban a la distancia sobre los árboles, otros se echaban esperando en los bosques, algunos buscaban cuevas para descansar; unos corrían y retozaban sobre las llanuras, otros merodeaban a través de los bosques…; rugiendo, aullando, ladrando, dando alaridos…; unos eran sopranos, otros barítonos; unos a pleno pulmón, otros claros y melodiosos…; unos eran sombríos, otros bellos, algunos repugnantes; unos eran adorables, otros aterradores, algunos encantadoramente ingenuos… Llegaron uno a uno. Mira qué altivos son, con un espíritu libre, distraídamente indiferentes hacia los demás, sin molestarse en dedicar una mirada unos a otros… Cada uno llevaba la vida particular que el Creador les había concedido, con su propio estado salvaje y brutalidad, aparecían en los bosques y sobre las montañas. Con desdén ante todo, completamente imperiosos, ¿quién los convirtió en los verdaderos amos de montes y bosques? Desde el momento en que el Creador ordenó su aparición, “reclamaron” los bosques y los montes, porque Él ya había sellado sus límites y determinado el alcance de su existencia. Solo ellos eran verdaderos señores de montes y bosques, y por eso eran tan salvajes y desdeñosos. Los denominaron “animales salvajes” sencillamente porque, de todas las criaturas, eran las verdaderamente salvajes, brutales e indomables. No podían ser domesticados, por lo que no podían criarse ni vivir en armonía con la humanidad ni trabajar por el bien de esta. Como no podían ser domesticados y no podían trabajar a favor de la humanidad, tenían que vivir distanciados de ella y el hombre no podía acercarse a ellos. A su vez, fue porque vivían distanciados de la humanidad y el hombre no podía acercarse a ellos que fueron capaces de cumplir la responsabilidad que el Creador les había otorgado: guardar las montañas y los bosques. Su salvajismo protegía las montañas y guardaba los bosques, siendo así la mejor protección y garantía de su existencia y propagación. Al mismo tiempo, su salvajismo mantenía y aseguraba el equilibrio entre todas las cosas. Su llegada trajo apoyo y anclaje a las montañas y los bosques; inyectó vigor y vitalidad sin límites a los montes y los bosques inmóviles y vacíos. Desde ese instante en adelante, estos pasaron a ser su hábitat permanente; nunca perderían su hogar, porque las montañas y los bosques aparecieron y existieron para ellos; los animales salvajes ellos cumplirían con su obligación, harían todo lo que pudiesen para guardarlos. Asimismo, vivirían estrictamente según las exhortaciones del Creador a aferrarse a su territorio, y seguir usando su naturaleza bestial para mantener el equilibrio de todas las cosas establecidas por el Creador, ¡y mostrar Su autoridad y Su poder!
Bajo la autoridad del Creador, todas las cosas son perfectas
Todas las cosas creadas por Dios, las que podían moverse y las que no, las aves y los peces, los árboles y las flores, el ganado, los insectos y los animales salvajes creados el sexto día, todas estaban bien a los ojos de Dios; además, a Sus ojos y según Su plan, todas estas cosas habían alcanzado el apogeo de la perfección y los estándares que Él deseaba lograr. Paso a paso, el Creador hizo la obra que pretendía hacer de acuerdo con Su plan. Una tras otra aparecieron las cosas que Él pretendía crear, y la aparición de cada una de ellas fue un reflejo de la autoridad del Creador, la cristalización de Su autoridad; debido a estas materializaciones, ninguna de las criaturas podía evitar estar agradecida por la gracia y la provisión del Creador. Cuando los hechos milagrosos de Dios se manifestaron, este mundo creció poco a poco, con todas las cosas que Él creó, y pasó del caos y las tinieblas a la claridad y la luminosidad, de la quietud sepulcral a la vivacidad y vitalidad sin límites. Entre todas las cosas de la creación, desde las grandes a las pequeñas, y desde estas a las microscópicas, no había ni siquiera una que no hubiese sido creada por la autoridad y el poder del Creador, y existía una necesidad y un valor únicos e inherentes a la existencia de cada criatura. Independientemente de las diferencias de forma y estructura, solo tenían que ser hechas por el Creador para existir bajo Su autoridad. En ocasiones, las personas ven un insecto, uno muy feo, y dicen: “Ese insecto es tan horrible; es imposible que Dios haya podido hacer algo tan feo; no puede haber creado algo tan desagradable”. ¡Qué punto de vista más necio! Lo que deberían decir es: “Aunque este insecto es tan feo, lo hizo Dios y, por tanto, debe tener su propósito propio y único”. En Sus pensamientos, Dios pretendió dar a las diversas cosas vivientes que creó todas y cada una de las apariencias, todo tipo de funciones y usos; por tanto, ninguna de ellas fue cortada por el mismo patrón. Desde su composición externa a la interna, desde sus hábitos de vida a la ubicación que ocupan, cada una es diferente. Las vacas tienen aspecto de vacas, los burros apariencia de burros, los ciervos la de los ciervos y los elefantes la de los elefantes. ¿Puedes decir cuál es el más bonito, y cuál el más feo? ¿Puedes decir cuál es el más útil, y la existencia de cuál es la menos necesaria? A algunas personas les gusta la apariencia de los elefantes, pero nadie los utiliza para plantar campos; a algunas personas les gusta el aspecto de los leones y los tigres, porque su apariencia es la más impresionante de todas, ¿pero puedes tenerlos como mascotas? En resumen, cuando se trata de las cosas innumerables de la creación, el hombre debería acatar la autoridad del Creador, es decir, adherirse al orden escogido por Él Creador para todas las cosas; es la actitud más sabia. Solo una disposición de obediencia y búsqueda de los propósitos originales del Creador es la verdadera aceptación y la certeza de Su autoridad. Si a los ojos de Dios está bien ¿qué razón tiene el hombre para encontrar fallos?
Así, bajo la autoridad del Creador, todas las cosas deben interpretar una nueva sinfonía por Su soberanía; deberán iniciar un brillante preludio a Su obra del nuevo día, ¡y en ese momento, Él también abrirá una nueva página en la obra de Su gestión! Según la ley decretada por el Creador de los nuevos brotes en primavera, la maduración en verano, la cosecha en otoño, y el almacenamiento en invierno, todas las cosas harán eco de Su plan de gestión, y darán la bienvenida a su propio nuevo día, nuevo comienzo, y nueva trayectoria vital. Seguirán viviendo y se reproducirán en una sucesión infinita a fin de recibir cada nuevo día bajo la soberanía de la autoridad del Creador…
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único I
Desde que comenzó la creación de todas las cosas, el poder de Dios empezó a expresarse y a revelarse, porque Él usó las palabras para crearlas. Independientemente de cómo y por qué las creó, todas las cosas nacieron, permanecieron y existieron gracias a Sus palabras; esta es la autoridad única del Creador. En el tiempo anterior a la aparición de la humanidad en el mundo, Él utilizó Su poder y autoridad para crear todas las cosas para ella, y empleó Sus métodos únicos para prepararle un entorno de vida adecuado. Todo lo que hizo fue en preparación para la humanidad, que pronto recibiría Su aliento. Es decir, en el tiempo anterior a la creación del hombre, la autoridad de Dios se mostró en todas las criaturas diferentes de la humanidad, en cosas tan grandes como los cielos, las luminarias, los mares y la tierra, y en aquellas tan pequeñas como los animales y las aves, todas las clases de insectos y microorganismos, incluidas diversas bacterias invisibles a simple vista. Cada uno recibió vida, proliferó, y vivió por las palabras del Creador y bajo Su soberanía. Aunque no recibieron Su aliento, seguían mostrando la vida y la vitalidad que Él les concedió a través de sus diferentes formas y estructuras; aunque Él no les otorgó la capacidad de hablar que le dio a la humanidad, cada uno recibió de Él una forma de expresar su vida que difería del lenguaje del hombre. La autoridad del Creador no solo proporciona la vitalidad de la vida a objetos materiales aparentemente estáticos, para que nunca desaparezcan, sino que, además, le da a todo ser viviente el instinto de reproducirse y multiplicarse para que nunca se extinga y que, generación tras generación, transmita las leyes y los principios de supervivencia que el Creador les ha otorgado. La forma en que el Creador ejerce Su autoridad no se adhiere con rigidez a un macropunto o micropunto de vista ni se limita a forma alguna; Él es capaz de ordenar las operaciones del universo y tener soberanía sobre la vida y la muerte de todas las cosas; además, Él es capaz de manejar todas las cosas para que le sirvan; puede gestionar todo el funcionamiento de las montañas, los ríos, y los lagos, y gobernarlo todo dentro de ellos. Y, lo que es más, es capaz de proveer lo necesario para todas las cosas. Esta es la manifestación de la autoridad única del Creador entre todas las cosas aparte de la humanidad. Semejante manifestación no es para una vida solamente; nunca cesará ni descansará; nadie ni nada puede alterarla ni dañarla, añadirle ni deducirle, porque nadie puede reemplazar la identidad del Creador. Por tanto, ningún ser creado puede reemplazar Su autoridad, que es inalcanzable para todo ser no creado. Tomemos, por ejemplo, a los mensajeros y los ángeles de Dios. No poseen Su poder, y mucho menos la autoridad del Creador, y la razón es que no tienen Su esencia. Aunque los seres no creados, como los mensajeros y los ángeles de Dios, pueden hacer algunas cosas en Su nombre, no pueden representarle. Aunque poseen algún poder que el hombre no tiene, no ostentan la autoridad de Dios, no cuentan con Su autoridad para crear todas las cosas, mandar y ser soberanos sobre ellas. Por tanto, la unicidad de Dios no puede ser reemplazada por ningún ser no creado, y, de forma parecida, Su autoridad y Su poder no pueden ser sustituidos por ningún ser no creado. ¿Has leído en la Biblia sobre algún mensajero de Dios que creara todas las cosas? ¿Por qué no envió Dios a cualquiera de Sus mensajeros o ángeles a crearlas? Porque ellos no poseían Su autoridad y, por lo tanto, no tenían la capacidad de ejercerla. Como todas las criaturas, ellos están bajo la soberanía y la autoridad del Creador; por tanto, y del mismo modo, el Creador es también su Dios y su Soberano. Entre todos y cada uno de ellos —nobles o modestos, de mayor o menor poder— no hay uno que pueda superar la autoridad del Creador. Por consiguiente, entre ellos no hay ni uno que pueda reemplazar Su identidad. Nunca se les llamará Dios ni serán capaces de ser el Creador. ¡Estas son verdades y realidades inmutables!
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único I
En el desarrollo actual de la humanidad, se puede decir que la ciencia de la humanidad está floreciendo, que los logros de la investigación científica del hombre pueden describirse como impresionantes. Debe decirse que la capacidad del hombre está creciendo cada vez más, pero hay un avance científico que la humanidad ha sido incapaz de hacer: la humanidad ha fabricado aviones, portaaviones y la bomba atómica; ha viajado al espacio, caminado sobre la luna, inventado la Internet y llegado a vivir un estilo de vida de la alta tecnología, pero aun así es incapaz de crear una cosa viviente, que respire. Los instintos de toda criatura viviente, las leyes por las que viven y el ciclo de la vida y la muerte de cada especie de cosa viviente están, todos ellos, por encima del poder de la ciencia de la humanidad y no pueden ser controlados por ella. En este punto, se debe afirmar que no importa cuán grandes alturas alcance la ciencia del hombre, pues es incomparable a cualquiera de los pensamientos del Creador, e incapaz de discernir lo milagroso de Su creación y el poder de Su autoridad. Existen muchos océanos sobre la tierra, pero nunca han transgredido sus límites ni entrado en la tierra a su voluntad, y eso se debe a que Dios estableció fronteras para cada uno de ellos; permanecieron allí donde Él les ordenó, y sin Su permiso no pueden moverse libremente ni atentar contra los demás. Sólo pueden moverse cuando Dios les dice que lo hagan, y la autoridad de Dios es la que les indica hacia dónde dirigirse y dónde permanecer.
En palabras claras, “la autoridad de Dios” significa que depende de Dios. Él tiene el derecho de decidir cómo hacer algo, y se hace de la forma que Él desea. La ley de todas las cosas le corresponde a Dios y no al hombre; tampoco puede este alterarla ni moverla por su voluntad, sino que son los pensamientos, la sabiduría y las órdenes de Dios los que las cambian; esta es una realidad innegable para cualquier hombre. Los cielos y la tierra, y todas las cosas, el universo, el cielo estrellado, las cuatro estaciones del año, lo visible y lo invisible para el hombre, todo existe, funciona y cambia sin el más mínimo error, bajo la autoridad de Dios, según Sus órdenes, Sus mandamientos, y de acuerdo con las leyes del principio de la creación. Ni una sola persona u objeto puede cambiar sus leyes, o el curso inherente por el que funcionan; nacieron y perecen por la autoridad de Dios. Esta es Su autoridad misma. Ahora que se ha dicho todo esto, ¿puedes sentir que la autoridad de Dios es un símbolo de Su identidad y de Su estatus? ¿Puede la autoridad de Dios ser poseída por cualquier ser creado o no creado? ¿Puede cualquier persona, cosa u objeto imitarla, suplantarla, o reemplazarla?
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único I
El poder de Dios es capaz de crear cosas a partir de cualquier forma que tenga vida y vitalidad, y esto queda determinado por la vida de Dios. Él es vida y, por tanto, es la fuente de todos los seres vivientes. Además, la autoridad de Dios puede hacer que todos los seres vivientes obedezcan cada palabra suya, es decir, que nazcan de acuerdo a las palabras de la boca de Dios, vivan y se reproduzcan por Su mandato, tras el cual Él gobierna y domina a todos los seres vivientes. Nunca habrá una desviación, por siempre jamás. Ninguna persona u objeto tiene estas cosas; solo el Creador posee y sostiene semejante poder, y así se le denomina autoridad. Es la unicidad del Creador. Como tal, independientemente de que sea la palabra “autoridad” en sí o la esencia de la misma, sólo puede asociarse con el Creador, porque es un símbolo de Su identidad y Su esencia únicas, y representa Su identidad y Su estatus; aparte del Creador, ninguna persona u objeto puede asociarse con la palabra “autoridad”. Es una interpretación de Su autoridad única.
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único I
“Pongo mi arco en las nubes y será por señal del pacto entre yo y la tierra”. Estas son las palabras originales que dirigió el Creador a la humanidad. Cuando las pronunció, un arco iris apareció ante los ojos de los hombres y, ha permanecido allí hasta hoy. Todo el mundo ha visto ese arco iris, y cuando tú lo ves, ¿sabes cómo aparece? La ciencia es incapaz de demostrarlo, de localizar su fuente o de identificar su ubicación. Eso se debe a que el arco iris es una señal del pacto establecido entre el Creador y el hombre; no requiere una base científica, no fue hecho por el hombre ni este es capaz de alterarlo. Es una continuación de la autoridad del Creador después de que Él profiriera Sus palabras. Él usó Su propio método particular para respetar Su pacto con el hombre y Su promesa; por tanto, Su uso del arco iris como señal del acuerdo que Él había establecido es un edicto celestial y una ley que debe permanecer inmutable por siempre, ya sea respecto al Creador o a la humanidad creada. A pesar de ello hay que reconocer que esta ley inalterable es otra manifestación verdadera de la autoridad del Creador después de haber creado todas las cosas, y que Su autoridad y Su poder son ilimitados; Su uso del arco iris como señal es una continuación y una extensión de Su autoridad. Fue un acto más que Dios llevó a cabo usando Sus palabras, y un símbolo del pacto establecido de palabra con el hombre. Le habló al hombre de lo que había decidido lograr, y de qué forma se cumpliría y se realizaría. Así se llevó a cabo el asunto, según las palabras emitidas por la boca de Dios. Sólo Él posee ese poder y hoy, varios miles de años después de que Él pronunciase estas palabras, el hombre puede seguir contemplando el arco iris del que Dios habló. Por las palabras que Él profirió, esto ha permanecido inalterable e inmutable hasta hoy. Nadie puede eliminar este arco iris ni cambiar sus leyes; existe exclusivamente por las palabras de Dios. Esta es precisamente Su autoridad. “Dios es tan bueno como Su palabra, y Su palabra se cumplirá, y lo que se cumple dura para siempre”. Estas palabras son claramente manifiestas aquí, y son una señal y una característica claras de la autoridad y el poder de Dios. Ninguno de los seres creados posee semejante señal o característica, ni se la ve en ellos, como tampoco se la ve en ninguno de los seres no creados. Le pertenece sólo al único Dios, y distingue la identidad y la esencia que sólo posee el Creador de aquellas que poseen las criaturas. Al mismo tiempo, es también una señal y una característica que, de no ser Dios mismo, nunca podrá superar ningún ser creado o no creado.
Que Dios estableciera Su pacto con el hombre fue un acto de gran importancia, que Él pretendía usar para comunicarle al ser humano una realidad y Su voluntad. Para este fin utilizó un método único, una señal especial para instituir un pacto con el hombre, una señal que era una promesa del pacto que Él había establecido con este. Por tanto, ¿fue el establecimiento de este pacto un gran acontecimiento? ¿Cómo de grande? Esto es exactamente lo especial de este pacto: no es un pacto establecido entre un hombre y otro, entre un grupo y otro, o entre un país y otro, sino entre el Creador y toda la humanidad, y permanecerá vigente hasta el día en que Él derogue todas las cosas. El ejecutor de este pacto y quien lo mantiene es también el Creador. En resumen, la totalidad del pacto del arco iris instituido con la humanidad se cumplió y se logró según el diálogo entre el Creador y la humanidad, y se ha mantenido así hasta hoy. ¿Qué otra cosa pueden hacer las criaturas aparte de someterse a la autoridad del Creador, obedecerla, creerla, apreciarla, presenciarla y alabarla? Porque nadie sino el único Dios posee el poder de establecer semejante pacto. La aparición del arco iris, una y otra vez, es un anuncio a la humanidad y atrae su atención al pacto entre el Creador y la humanidad. En las continuas apariciones del pacto entre el Creador y la humanidad, lo que se le muestra a esta no es un arco iris o el pacto en sí, sino la autoridad inmutable del Creador. La aparición repetida del arco iris muestra Sus hechos tremendos y milagrosos en lugares escondidos y, al mismo tiempo, es un reflejo vital de Su autoridad que nunca se desvanecerá ni cambiará. ¿Acaso no es esto la manifestación de otro aspecto de la autoridad única del Creador?
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único I
Cuando Dios dijo “multiplicaré tu simiente”,* fue un pacto que estableció con Abraham y, como el pacto del arco iris, se cumpliría por toda la eternidad; también era una promesa que le hizo a Abraham. Sólo Dios está cualificado y es capaz de hacerla realidad. Independientemente de que el hombre la crea o no, la acepte o no, de cómo la vea y la considere, todo se cumplirá al pie de la letra, según las palabras pronunciadas por Dios. Las Palabras de Dios no serán alteradas por los cambios de la voluntad ni las nociones del hombre, de ninguna persona, cosa o evento. Todas las cosas pueden desaparecer, pero las palabras de Dios permanecerán para siempre. De hecho, el día que todas las cosas desaparezcan será exactamente el día en el que las palabras de Dios se cumplan por completo, porque Él es el Creador, posee la autoridad y el poder del Creador. Él controla todas las cosas y toda fuerza vital; Él es capaz de provocar que algo salga de la nada o que algo se convierta en nada. Él controla la transformación de todas las cosas vivas a muertas y, por tanto, nada podría ser más sencillo para Él que multiplicar la simiente de alguien. Esto suena fantástico para el hombre, como un cuento de hadas, pero para Dios, lo que Él decide y promete hacer no es fantástico ni un cuento de hadas. Es una realidad que Él ya ha visto y que se cumplirá con seguridad. ¿Apreciáis esto? ¿Demuestran los hechos que los descendientes de Abraham fueron numerosos? ¿Cómo de numerosos? ¿Tantos como “como las estrellas del cielo y como la arena de la playa”* de las que Dios habló? ¿Se esparcieron por todas las naciones y regiones, en cada lugar del mundo? ¿A través de qué se cumplió este hecho? ¿Se cumplió por la autoridad de las palabras de Dios? Durante centenares o millares de años después de que Dios pronunciara aquellas, estas siguieron cumpliéndose y se convirtieron constantemente en hechos; este es el poder de las palabras de Dios, y la prueba de Su autoridad. Cuando Él creó todas las cosas en el principio, dijo que fuese la luz, y fue la luz. Esto ocurrió muy deprisa, se cumplió en un tiempo muy corto y su realización y cumplimiento no se retrasaron; los efectos de las palabras de Dios fueron inmediatos. Ambas cosas fueron una demostración de Su autoridad; sin embargo, cuando bendijo a Abraham, permitió que el hombre viera otro lado de la esencia de Su autoridad, así como el hecho de que la autoridad del Creador es incalculable y además, le permitió ver un lado más práctico, más exquisito de esta.
Una vez que las palabras de Dios son pronunciadas, Su autoridad toma el mando de esta obra, y el hecho prometido por Su boca comienza gradualmente a convertirse en una realidad. Como consecuencia, empiezan a aparecer cambios entre todas las cosas; en gran medida ocurre así como al llegar la primavera la hierba reverdece, florecen las flores, germinan los capullos de los árboles, los pájaros empiezan a cantar, regresan los gansos y los campos se llenan de personas… Con la llegada de la primavera todas las cosas rejuvenecen, y es la maravillosa obra del Creador. Cuando Dios cumple Sus promesas, en el cielo y en la tierra todas las cosas se renuevan y cambian según los pensamientos de Dios; nada está exento. Cuando Dios pronuncia un compromiso o una promesa, todas las cosas sirven y se manejan para su cumplimiento y por el bien del mismo; todas las criaturas están dispuestas y organizadas bajo el dominio del Creador, y desempeñan su papel, y sirven a su función respectiva. Esta es la manifestación de la autoridad del Creador. ¿Qué ves tú en esto? ¿Cómo conoces la autoridad de Dios? ¿Existe un rango para ella? ¿Hay un límite de tiempo? ¿Puede decirse que hay una cierta altura o longitud? ¿Que existe un cierto tamaño o fuerza? ¿Puede medirse por las dimensiones del hombre? La autoridad de Dios no parpadea, no viene y va, y nadie puede medir cuán grande es Su autoridad. Independientemente del tiempo que pase, cuando Dios bendice a una persona esa bendición sigue adelante, y esa continuación dará testimonio de Su inestimable autoridad. Permitirá que la humanidad observe la reaparición de la inextinguible fuerza vital del Creador una y otra vez. Cada exhibición de Su autoridad es la demostración perfecta de las palabras de Su boca, que se demuestra a todas las cosas y a la humanidad. Más aún, todo lo que se cumple por Su autoridad es exquisito y supera toda comparación; es totalmente perfecto. Puede decirse que Sus pensamientos, Sus palabras, Su autoridad, y toda la obra que Él realiza forman una imagen incomparablemente bella. Para las criaturas, el lenguaje de la humanidad es incapaz de articular su significado y su valor. Cuando Dios le hace una promesa a una persona, todo acerca de ellos es tan conocido para Dios como la palma de Su mano, ya sea respecto a donde vive, o a lo que hace, el trasfondo antes o después de recibir la promesa, o lo grandes que hayan sido las conmociones en su entorno de vida. No importa cuánto tiempo pase desde que Dios pronunciara Sus palabras, para Él es como si acabase de proferirlas. Es decir, Dios tiene el poder y tal autoridad que puede vigilar, controlar, y materializar cada promesa que le hace a la humanidad, independientemente de la promesa que sea, del tiempo necesario para cumplirla por completo y hasta de lo amplio que sea el alcance que abarque su cumplimiento, por ejemplo, tiempo, geografía, raza, etc., la promesa se cumplirá, se materializará, y no le exigirán el más mínimo esfuerzo. ¿Qué demuestra esto? Que la magnitud de la autoridad y el poder de Dios es suficiente para controlar todo el universo y a toda la humanidad. Dios hizo la luz, pero eso no significa que sólo gestione la luz, o el agua, por haberla creado, y que todo lo demás no guarde relación con Él. ¿No sería esto una malinterpretación? Aunque la bendición que Abraham recibió de Dios había desaparecido gradualmente de la memoria del hombre, tras varios centenares de años, para Dios seguía siendo la misma. Todavía estaba en proceso de cumplimiento, y nunca se había detenido. El hombre nunca supo ni oyó cómo ejercía Dios Su autoridad, cómo disponía y organizaba todas las cosas, y cuántas historias maravillosas ocurrieron entre todas las cosas de la creación de Dios durante este tiempo; pero cada espléndida pieza de la manifestación de la autoridad de Dios y la revelación de Sus hechos se transmitió y exaltó sobre todas las cosas. Todo mostró y habló de los milagrosos hechos del Creador, y cada una de las tan contadas historias de Su soberanía sobre todas las cosas se proclamará para siempre. La autoridad y el poder por los que Dios gobierna todas las cosas muestran que Él está presente en todas partes y en todo momento. Cuando tú has sido testigo de la omnipresencia de Su autoridad y Su poder, verás que Él está presente en todo lugar y en todo momento. Su autoridad y Su poder no están limitados por el tiempo, la geografía, el espacio ni por cualquier persona, suceso o cosa. La magnitud de la autoridad y el poder de Dios sobrepasa la imaginación del hombre; es insondable, inimaginable para el ser humano que nunca la conocerá.
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único I
Aunque Dios posee autoridad y poder, es muy riguroso y con principios en Sus acciones, y permanece fiel a Su palabra. Su rigurosidad y los principios de Sus acciones muestran que no se puede ofender al Creador ni superar Su autoridad. Aunque posee una autoridad suprema y todas las cosas están bajo Su dominio, y aunque tiene poder para gobernar todas las cosas, Dios nunca ha dañado ni perturbado Su propio plan, y cada vez que ejerce Su autoridad lo hace estrictamente de acuerdo con Sus propios principios; Él sigue con precisión lo que Su boca pronunció, así como los pasos y los objetivos de Su plan. No es necesario decir que todas las cosas gobernadas por Dios también obedecen los principios por los cuales se ejerce Su autoridad, y ningún hombre o cosa están exentos de las disposiciones de esta ni pueden alterar los principios por los cuales ella se ejerce. A los ojos de Dios, los que son bendecidos reciben la buena fortuna producida por Su autoridad, y los que son maldecidos reciben su castigo también por ella. Bajo la soberanía de Su autoridad, ningún hombre o cosa están exentos del ejercicio de ella ni pueden alterar los principios por los cuales se ejerce. La autoridad del Creador no se ve alterada por cambios en ningún factor y, de forma parecida, los principios por los cuales se ejerce Su autoridad no se alteran por ninguna razón. El cielo y la tierra pueden pasar por grandes turbulencias, pero la autoridad del Creador no cambiará; todas las cosas pueden desaparecer, pero la autoridad del Creador no pasará. Esta es la esencia de la autoridad inmutable, que no se puede ofender, del Creador, ¡y es justamente la unicidad del Creador!
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único I
Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.