¿Cómo purifica y salva a la humanidad la obra del juicio de Dios de los últimos días?
La gente ha visto que tenemos encima los grandes desastres, y quienes esperan que el Señor venga en una nube aguardan conteniendo el aliento. Tras años de espera, aún no han contemplado Su venida. Ven, en cambio, que el Relámpago Oriental da testimonio de la obra del juicio de Dios Todopoderoso en los últimos días. Una gran decepción para ellos. Esperan ser arrebatados directamente cuando se reúnan con el Señor, y no que Él lleve a cabo una obra de juicio a Su regreso. No quieren aceptarlo. Muchos siguen a las fuerzas del anticristo del mundo religioso, que juzgan y condenan la aparición y obra de Dios. Piensan: “Como se nos han perdonado los pecados y Dios nos considera justos, no necesitamos Su juicio. Esperamos que el Señor nos ascienda a Su reino, donde gozaremos de Sus bendiciones”. Se aferran a sus nociones y no quieren buscar y estudiar el camino verdadero, motivo por el cual aún no han recibido al Señor, sino que han caído en los desastres. Esto cumple plenamente las palabras del Señor Jesús: “Porque a todo el que tiene, más se le dará, y tendrá en abundancia; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y al siervo inútil, echadlo en las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes” (Mateo 25:29-30). Sin embargo, hay muchos que aman la verdad y que, al leer las palabras de Dios Todopoderoso, descubrieron su poder y autoridad y que son toda la verdad. Reconocieron la voz de Dios y ya no se dejaron frenar por sus nociones, sino que no dejaron de estudiar el camino verdadero. Lo primero que preguntaron fue: ¿Por qué todavía es preciso que Dios realice una obra del juicio, si se nos han perdonado los pecados y Él nos considera justos? ¿Y cómo purifica y salva Dios a la humanidad con esa obra en los últimos días? Estas dos son las cuestiones más cruciales y confusas que debe comprender todo aquel que estudie el camino verdadero.
Empecemos. ¿Por qué es preciso que Dios realice la obra del juicio en los últimos días? Esto confunde a muchas personas religiosas. Piensan: “El Señor ya nos ha perdonado los pecados y Dios no nos considera pecadores, así que nos puede llevar directos a Su reino y no necesitamos Su juicio”. Este es un enorme error. Cierto, el Señor le ha perdonado los pecados al hombre, ¿pero implica ese perdón que nos hayamos purificado? ¿Implica que hayamos alcanzado un auténtico sometimiento a Dios? No. Todos hemos comprobado algo: pese al perdón de nuestros pecados, todo creyente sin excepción vive en un círculo de pecado y confesión: peca durante el día y se confiesa por la noche; procura guardar los mandamientos del Señor Jesús, pero no puede; procura amar y someterse al Señor, pero no puede; decide hacer el bien, pero, a su pesar, miente y peca igualmente; falla por más que se esfuerza por refrenarse. Para muchos, la carne es demasiado corrupta y realmente doloroso vivir en pecado. ¿Y por qué no puede desprenderse la gente de las ataduras del pecado? ¿Por qué no podemos evitar pecar una y otra vez? Por la naturaleza pecaminosa y el carácter satánico del hombre. Son la raíz del pecado. Sin abordar la raíz del pecado, no podemos librarnos de él, sino que seguiremos oponiéndonos y condenando a Dios y siendo hostiles a Él. Acuérdate de los fariseos, que durante generaciones tuvieron fe y hacían constantes ofrendas por el pecado. Cuando Jehová Dios se hizo carne en el Señor Jesús y expresó tantas verdades, ¿por qué no reconocieron al Señor Jesús como la aparición de Jehová Dios, sino que lo condenaron, lo juzgaron y hasta hicieron que lo crucificaran? ¿Cuál fue el problema? Ahora, en los últimos días, Dios Todopoderoso viene a expresar verdades; entonces, ¿por qué tantas personas religiosas ni siquiera lo estudian, sino que lo condenan y blasfeman contra Él frenéticamente, decididas a crucificar a Dios otra vez? ¿Qué significa todo eso? Esto indica claramente que, aunque se le hayan perdonado los pecados a la gente, aún la gobierna su naturaleza satánica y puede condenar y oponerse a Dios en cualquier momento. La pecaminosidad de la humanidad no es una mera cuestión de actos pecaminosos, sino algo tan grave que quieren crucificar a Cristo, quien expresa la verdad, mientras se oponen a Dios y a la verdad, actúan y trabajan contra Dios y se vuelven enemigos Suyos. ¿Cómo podrían ser dignas de Su reino unas personas tan inmundas y corruptas que están contra Él? Dios es justo y santo y Su carácter es inofendible. Si aquellos a quienes se les perdonan los pecados no se purifican con la obra del juicio, sino que siguen pecando y oponiéndose a Dios, nunca serán dignos de Su reino, esto es indudable. Esto cumple las palabras del Señor Jesús: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21). “En verdad, en verdad os digo que todo el que comete pecado es esclavo del pecado; y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí permanece para siempre” (Juan 8:34-35). Además, en Hebreos 12:14: “La santidad, sin la cual nadie verá al Señor”. Por eso afirmó tantas veces el Señor Jesús, durante Su obra de redención, que regresaría. ¿Y qué ha venido a hacer? Ha venido a expresar verdades y a realizar Su obra del juicio para salvar plenamente a la humanidad del pecado y de las fuerzas satánicas, de modo que nos volvamos completamente hacia Dios y seamos personas que se sometan a Él y lo adoren. Luego nos llevará a un hermoso destino. Tal como profetizó el Señor Jesús: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar. Pero cuando Él, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad” (Juan 16:12-13). “Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no lo juzgo; porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene quien lo juzgue; la palabra que he hablado, esa lo juzgará en el día final” (Juan 12:47-48). Y “Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios” (1 Pedro 4:17). Aquí vemos que hace mucho que Dios planeó realizar la obra del juicio en los últimos días, justo la que necesita la humanidad corrupta para salvarse plenamente. En los últimos días, Dios Todopoderoso expresa verdades y realiza la obra del juicio, que comienza por la casa de Dios. Él es el Espíritu de la verdad, que ha venido entre los hombres y guía al pueblo escogido de Dios para que entre en toda verdad. Esto cumple totalmente las profecías del Señor Jesús. Leamos ahora unas palabras de Dios Todopoderoso para tener más claro por qué es preciso que Dios realice una obra del juicio en los últimos días.
Dios Todopoderoso dice: “Aunque Jesús hizo mucha obra entre los hombres, sólo completó la redención de toda la humanidad y se convirtió en la ofrenda por el pecado del hombre; no lo libró de la totalidad de su carácter corrupto. Salvar al hombre totalmente de la influencia de Satanás no sólo requirió que Jesús se convirtiera en la ofrenda por el pecado y cargara con los pecados del hombre, sino también que Dios realizara una obra incluso mayor para librar completamente al hombre de su carácter satánicamente corrompido. Y, así, ahora que el hombre ha sido perdonado de sus pecados, Dios ha vuelto a la carne para guiar al hombre a la nueva era, y comenzó la obra de castigo y juicio. Esta obra ha llevado al hombre a una esfera más elevada. Todos los que se someten bajo Su dominio disfrutarán una verdad más elevada y recibirán mayores bendiciones. Vivirán realmente en la luz, y obtendrán la verdad, el camino y la vida” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Prefacio).
“Antes de que el hombre fuera redimido, muchos de los venenos de Satanás ya habían sido plantados en su interior, y, después de miles de años de ser corrompido por Satanás, el hombre ya tiene dentro de sí una naturaleza establecida que se resiste a Dios. Por tanto, cuando el hombre ha sido redimido, no se trata más que de un caso de redención en el que se le ha comprado por un alto precio, pero la naturaleza venenosa que existe en su interior no se ha eliminado. El hombre que está tan sucio debe pasar por un cambio antes de volverse digno de servir a Dios. Por medio de esta obra de juicio y castigo, el hombre llegará a conocer plenamente la esencia inmunda y corrupta de su interior, y podrá cambiar completamente y ser purificado. Sólo de esta forma puede ser el hombre digno de regresar delante del trono de Dios. […] A pesar de que el hombre pueda haber sido redimido y perdonado de sus pecados, sólo puede considerarse que Dios no recuerda sus transgresiones y no lo trata de acuerdo con estas. Sin embargo, cuando el hombre, que vive en un cuerpo de carne, no ha sido liberado del pecado, sólo puede continuar pecando, revelando, interminablemente, su carácter satánico corrupto. Esta es la vida que el hombre lleva, un ciclo sin fin de pecado y perdón. La mayor parte de la humanidad peca durante el día y se confiesa por la noche. Así, aunque la ofrenda por el pecado siempre sea efectiva para el hombre, no podrá salvarlo del pecado. Sólo se ha completado la mitad de la obra de salvación, porque el hombre sigue teniendo un carácter corrupto. […] No resulta fácil para el hombre ser consciente de sus pecados; no tiene forma de reconocer su propia naturaleza profundamente arraigada, y debe depender del juicio por la palabra para lograr este resultado. Sólo así puede el hombre ser transformado gradualmente a partir de ese momento” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El misterio de la encarnación (4)).
En la Era de la Gracia, el propio Señor Jesús fue crucificado en ofrenda por el pecado de la humanidad, y así la redimió de pecado. Desde entonces se le perdonan los pecados al hombre y Dios no nos considera pecadores, así que podemos orarle directamente y presentarnos ante Él. Pero que Dios ya no considere pecador al hombre solo significa que nos ha perdonado los pecados, no que estemos libres de pecado, que seamos plenamente santos. Aún tenemos una naturaleza pecaminosa y un carácter satánico. Debemos someternos a la obra del juicio de Dios en los últimos días para que se purifique nuestra corrupción y nos salvemos plenamente. La obra de redención de Dios en la Era de la Gracia preparó el terreno para Su obra del juicio en los últimos días. Es decir, realiza Su obra del juicio sobre la base de la obra de redención del Señor Jesús. La obra de redención de Dios solamente consumó la mitad de toda Su obra de salvación. La obra del juicio de Dios Todopoderoso en los últimos días es la que purifica y salva plenamente a la humanidad y la etapa más crucial de la obra salvadora de Dios. Hemos de experimentar el juicio y la purificación de Dios en los últimos días para librarnos de pecado y purificarnos totalmente, y someternos verdaderamente a Dios y hacer Su voluntad para ser dignos de Su reino.
A estas alturas creo que entendemos mejor por qué realiza Dios Su obra del juicio en los últimos días. Puede que algunos se pregunten cómo purifica y salva esta obra a la humanidad. Veamos qué ha dicho Dios Todopoderoso al respecto. “Cristo de los últimos días usa una variedad de verdades para enseñar al hombre, para exponer la sustancia del hombre y para analizar minuciosamente sus palabras y acciones. Estas palabras comprenden verdades diversas tales como el deber del hombre, cómo el hombre debe obedecer a Dios, cómo debe ser leal a Dios, cómo debe vivir una humanidad normal, así como la sabiduría y el carácter de Dios, etc. Todas estas palabras están dirigidas a la sustancia del hombre y a su carácter corrupto. En particular, las palabras que exponen cómo el hombre desdeña a Dios se refieren a que el hombre es una personificación de Satanás y una fuerza enemiga contra Dios. Al realizar Su obra del juicio, Dios no aclara simplemente la naturaleza del hombre con unas pocas palabras; la expone, la trata y la poda a largo plazo. Todos estos métodos diferentes de exposición, de trato y poda no pueden ser sustituidos con palabras corrientes, sino con la verdad de la que el hombre carece por completo. Solo los métodos de este tipo pueden llamarse juicio; solo a través de este tipo de juicio puede el hombre ser doblegado y completamente convencido por Dios y, además, obtener un conocimiento verdadero de Dios. Lo que la obra de juicio propicia es el entendimiento del hombre sobre el verdadero rostro de Dios y la verdad sobre su propia rebeldía. La obra de juicio le permite al hombre obtener mucho entendimiento de la voluntad de Dios, del propósito de la obra de Dios y de los misterios que le son incomprensibles. También le permite al hombre reconocer y conocer su esencia corrupta y las raíces de su corrupción, así como descubrir su fealdad. Estos efectos son todos propiciados por la obra del juicio, porque la esencia de esta obra es, en realidad, la obra de abrir la verdad, el camino y la vida de Dios a todos aquellos que tengan fe en Él. Esta obra es la obra del juicio realizada por Dios” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Cristo hace la obra del juicio con la verdad).
“Las personas no pueden cambiar su propio carácter; deben someterse al juicio y castigo, y al sufrimiento y refinamiento de las palabras de Dios, o ser tratadas, disciplinadas y podadas por Sus palabras. Solo entonces pueden lograr la obediencia y lealtad a Dios y dejar de ser indiferentes hacia Él. Es bajo el refinamiento de las palabras de Dios que el carácter de las personas cambia. Solo a través de la revelación, el juicio, la disciplina y el trato de Sus palabras ya no se atreverán a actuar precipitadamente, sino que se volverán calmadas y compuestas. El punto más importante es que puedan someterse a las palabras actuales de Dios, obedecer Su obra, e incluso si esto no coincide con las nociones humanas, que puedan hacer a un lado estas nociones y someterse por su propia voluntad” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Aquellos cuyo carácter ha cambiado son los que han entrado a la realidad de las palabras de Dios).
“Dios tiene muchos medios para perfeccionar al hombre. Emplea toda clase de ambientes para tratar con el carácter corrupto del hombre y usa varias cosas para poner al hombre al descubierto; en un sentido trata con el hombre, en otro pone al hombre al descubierto y en otro revela al hombre, escarbando y revelando los ‘misterios’ en las profundidades del corazón del hombre, y mostrándole al hombre su naturaleza revelando muchos de sus estados. Dios perfecciona al hombre a través de muchos métodos —por medio de la revelación, por medio del trato, por medio del refinamiento y el castigo— para que el hombre pueda saber que Dios es práctico” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Sólo los que se enfocan en la práctica pueden ser perfeccionados).
Esto ayuda a aclarar un poco cómo realiza Dios Su obra del juicio, ¿no es así? En la obra del juicio de Dios de los últimos días, Él, sobre todo, expresa verdades que juzgan y exponen la esencia corrupta del hombre y nuestro carácter satánico para que descubramos la verdad de nuestra corrupción, tengamos remordimientos sinceros, nos detestemos y despreciemos, renunciemos a la carne, practiquemos las palabras de Dios y nos arrepintamos y cambiemos de verdad. Las palabras de Dios Todopoderoso exponen todas las manifestaciones del carácter corrupto del hombre, como la arrogancia, el engaño y la maldad, así como las motivaciones e impurezas de nuestra fe, y hasta nuestros pensamientos y sentimientos más profundos y ocultos. Todo esto se revela con agudeza. Al leer las palabras de Dios Todopoderoso, parece que Dios está justo ahí juzgándonos a la cara. Comprobamos que Dios revela por completo nuestro yo inmundo, corrupto y desagradable, lo que nos avergüenza, no podemos escondernos y somos indignos de vivir ante Dios. Mientras juzga al hombre con Sus palabras, Dios también dispone situaciones reales para delatarnos y los hechos nos podan, tratan y prueban para que reflexionemos y nos conozcamos a nosotros mismos. Delatados por la realidad, y delatados y juzgados por las palabras de Dios, nos resulta más evidente lo desagradable de vivir según nuestra naturaleza satánica. Llenos de pesar, nos detestamos y poco a poco cultivamos un verdadero arrepentimiento. Entonces se purifica y transforma nuestro carácter corrupto. Escuchemos ahora unas palabras de Dios que exponen el carácter corrupto del hombre para tener más claro cómo realiza Dios Su obra del juicio.
Dios Todopoderoso dice: “Mis acciones son mayores en número que los granos de arena en la playa y Mi sabiduría sobrepasa a todos los hijos de Salomón, pero las personas simplemente me consideran como un médico de poca monta y un desconocido maestro del hombre. Muchos creen en Mí solo para que pueda sanarlos. Muchos creen en Mí solo para que use Mis poderes para expulsar espíritus inmundos de sus cuerpos, y muchos creen en Mí simplemente para poder recibir de Mí paz y gozo. Muchos creen en Mí solo para exigir de Mí una mayor riqueza material. Muchos creen en Mí solo para pasar esta vida en paz y estar sanos y salvos en el mundo por venir. Muchos creen en Mí para evitar el sufrimiento del infierno y recibir las bendiciones del cielo. Muchos creen en Mí solo por una comodidad temporal, sin embargo no buscan obtener nada en el mundo venidero. Cuando hice descender Mi furia sobre el hombre y le quité todo el gozo y la paz que antes poseía, el hombre se volvió confuso. Cuando le di al hombre el sufrimiento del infierno y recuperé las bendiciones del cielo, la vergüenza del hombre se convirtió en ira. Cuando el hombre me pidió que lo sanara, Yo no le presté atención y sentí aborrecimiento hacia él; el hombre se alejó de Mí para en su lugar buscar el camino de la medicina maligna y la hechicería. Cuando le quité al hombre todo lo que me había exigido, todos desaparecieron sin dejar rastro. Así, digo que el hombre tiene fe en Mí porque doy demasiada gracia y tiene demasiado que ganar” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Qué sabes de la fe?).
“Muchos de los que siguen a Dios solo se preocupan por cómo obtener bendiciones o evitar el desastre. Tan pronto como se mencionan la obra y la gestión de Dios, se quedan en silencio y pierden todo interés. Piensan que comprender tales cuestiones tediosas no ayudará a que su vida crezca y que no les brindará ningún beneficio. En consecuencia, aunque hayan oído hablar acerca de la gestión de Dios, le prestan poca atención. No la ven como algo precioso que se debe aceptar y, mucho menos, la reciben como parte de su vida. Esas personas solo tienen un único objetivo al seguir a Dios, y es recibir bendiciones. No pueden tomarse la molestia de prestar atención a nada que no involucre directamente este objetivo. Para ellas, no hay meta más legítima que creer en Dios para obtener bendiciones; es la esencia del valor de su fe. Si algo no contribuye a este objetivo, no las conmueve en absoluto. Esto es lo que ocurre con la mayoría de las personas que creen en Dios actualmente. Su objetivo y su intención parecen legítimos porque, al mismo tiempo que creen en Dios, también se esfuerzan por Él, se dedican a Él, y cumplen su deber. Entregan su juventud, abandonan a su familia y su profesión e, incluso, pasan años ocupados lejos de casa. En aras de su meta máxima, cambian sus intereses, su perspectiva de la vida e, incluso, la dirección que siguen, pero no pueden cambiar el objetivo de su creencia en Dios. Van de acá para allá tras la gestión de sus propios ideales; no importa lo lejos que esté el camino ni cuántas dificultades y obstáculos haya a lo largo de él, siguen siendo persistentes y no tienen miedo a la muerte. ¿Qué poder los impulsa a seguir entregándose de esta forma? ¿Es su conciencia? ¿Es su personalidad magnífica y noble? ¿Es su determinación de combatir a las fuerzas del mal hasta el final? ¿Es su fe de dar testimonio de Dios sin buscar recompensa alguna? ¿Es su lealtad al estar dispuestos a abandonarlo todo para cumplir la voluntad de Dios? ¿O es su espíritu de devoción para renunciar siempre a las exigencias personales extravagantes? ¡Que alguien que nunca ha comprendido la obra de gestión de Dios dé tanto es, simplemente, un milagro! Por el momento, no hablemos de cuánto han dado estas personas. Sin embargo, su comportamiento es muy digno de nuestro análisis. Aparte de los beneficios tan estrechamente asociados con ellos, ¿podría existir alguna otra razón para que las personas, que nunca entienden a Dios, den tanto por Él? En esto descubrimos un problema no identificado previamente: la relación del hombre con Dios es, simplemente, de puro interés personal. Es la relación entre el receptor y el dador de bendiciones. Para decirlo con claridad, es similar a la relación entre empleado y empleador. El primero solo trabaja para recibir las recompensas otorgadas por el segundo. En una relación como esta, no hay afecto; solo una transacción. No hay un amar y ser amado; solo caridad y misericordia. No hay comprensión; solo engaño y reprimida indignación. No hay intimidad; solo un abismo que no se puede cruzar. Ahora que las cosas han llegado a este punto, ¿quién puede cambiar ese rumbo? ¿Y cuántas personas son capaces de entender realmente lo grave que se ha vuelto esta relación? Considero que, cuando las personas se sumergen en el gozo de ser bendecidas, nadie puede imaginar lo embarazosa y desagradable que es una relación así con Dios” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Apéndice III: El hombre sólo puede salvarse en medio de la gestión de Dios).
“Sería mejor que dedicarais más esfuerzo a la verdad de conocer el ser. ¿Por qué no habéis encontrado el favor de Dios? ¿Por qué vuestro carácter es abominable para Él? ¿Por qué vuestro discurso despierta Su odio? Tan pronto como demostráis un poco de lealtad, os elogiáis a vosotros mismos y exigís una recompensa por una pequeña contribución; despreciáis a los demás cuando habéis mostrado una pizca de obediencia y desdeñáis a Dios después de llevar a cabo alguna tarea insignificante. Por recibir a Dios, pides dinero, regalos y halagos. Te duele el corazón cuando das una o dos monedas; cuando das diez, deseas bendiciones y ser tratado con distinción. Resulta extremadamente ofensivo hablar u oír hablar de una humanidad como la vuestra. ¿Hay algo digno de alabanza en vuestras palabras y acciones? Quienes cumplen su deber y quienes no; quienes lideran y quienes siguen; quienes reciben a Dios y quienes no; quienes donan y quienes no; quienes predican y quienes reciben la palabra, etcétera: todos esos hombres se alaban a sí mismos. ¿Acaso no os parece esto risible? Aunque sabéis perfectamente que creéis en Dios, no podéis ser compatibles con Él. Aunque sois plenamente conscientes de que no tenéis ningún mérito, de cualquier modo persistís en alardear. ¿Acaso no sentís que vuestro sentido se ha deteriorado al punto de ya no tener autocontrol? Con un sentido como este, ¿cómo podéis ser aptos para relacionaros con Dios? ¿Acaso no tenéis miedo por vosotros mismos en este momento crítico? Vuestro carácter ya se ha deteriorado hasta el punto en que sois incapaces de ser compatibles con Dios. Siendo esto así, ¿no es risible vuestra fe? ¿No es absurda vuestra fe? ¿Cómo vas a enfrentarte a tu futuro? ¿Cómo vas a elegir la senda por la cual habrás de caminar?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Quienes son incompatibles con Cristo indudablemente se oponen a Dios).
“Después de varios miles de años de corrupción, el hombre es insensible y torpe; se ha convertido en un demonio que se opone a Dios; tan es así que la rebeldía del hombre hacia Dios ha sido documentada en los libros de historia e incluso el hombre mismo es incapaz de hacer un relato completo de su comportamiento rebelde, porque el hombre ha sido profundamente corrompido por Satanás y este lo ha desviado hasta tal punto que no sabe a dónde acudir. Todavía hoy, el hombre sigue traicionando a Dios: cuando el hombre ve a Dios, lo traiciona, y cuando no puede verlo, también lo hace. Hay incluso quienes, aun habiendo sido testigos de las maldiciones de Dios y de Su ira, lo traicionan. Y por eso digo que el razonamiento del hombre ha perdido su función original y también sucede lo mismo con la conciencia del hombre. El hombre que Yo veo es una bestia con traje humano, una serpiente venenosa, y no importa lo lastimoso que pretenda parecer ante Mis ojos, nunca seré misericordioso con él, porque el hombre no ha captado la diferencia entre lo negro y lo blanco o entre la verdad y lo que no es verdad. El razonamiento del hombre está en extremo entumecido, pero aun así sigue deseando obtener bendiciones; su humanidad es en extremo innoble, pero aun así sigue deseando poseer la soberanía de un rey. ¿De quién podría ser rey con un razonamiento como ese? ¿Cómo podría alguien con una humanidad como esa sentarse sobre un trono? ¡El hombre en verdad no tiene vergüenza! ¡Es un desgraciado engreído! A aquellos de vosotros que deseáis obtener bendiciones, os sugiero que primero encontréis un espejo y miréis vuestro propio horrible reflejo. ¿Posees lo que se requiere para ser un rey? ¿Acaso tienes el rostro de alguien que puede obtener bendiciones? No ha habido el más mínimo cambio en tu carácter ni has puesto ninguna verdad en práctica, pero aun así deseas un maravilloso mañana. ¡Te estás engañando a ti mismo!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Tener un carácter invariable es estar enemistado con Dios).
Las palabras de Dios Todopoderoso son muy prácticas y todas ellas muy reales, pues revelan las impurezas y las viles motivaciones de nuestra fe, así como nuestra naturaleza, opuesta a Dios. Siempre nos creíamos capaces de sacrificarnos, de sufrir y pagar un precio por Dios; es decir, éramos devotos y obedientes y podíamos recibir la aprobación de Dios. Sin embargo, con el juicio de Sus palabras, reflexionamos, nos conocemos a nosotros mismos y vemos que todos nuestros sacrificios estaban viciados nada más que para recibir bendiciones. Cuando Dios nos bendice con una vida tranquila, nos sometemos a Él y trabajamos para Él, pero cuando nos golpean el dolor y el desastre, malinterpretamos a Dios, lo culpamos por no protegernos y puede que hasta dejemos de trabajar para Él. Descubrimos entonces que nuestra fe y nuestros sacrificios son meras transacciones para obtener la gracia y las bendiciones de Dios. Esto es engañar y utilizar a Dios. ¡Una conducta egoísta y astuta! Carecemos de toda conciencia y razón porque no somos ni dignos de ser calificados de humanos. Así de inmundos y corruptos, todavía creemos tener derecho a que Dios nos bendiga y a entrar en Su reino. ¡Vaya desvergüenza y ausencia de razón! Las palabras de juicio y revelación de Dios nos muestran Su carácter justo, santo e inofendible, y que lo que nos pide Dios es sinceridad y devoción. Tener fe y cumplir con un deber con esas motivaciones e impurezas es engañar y oponerse a Dios, y a Él le resulta repugnante y abominable. Dios no reconoce esta clase de fe. Con el juicio de las palabras de Dios, y tratados y probados numerosas veces, por fin vemos la verdad de nuestra corrupción, con sinceridad nos detestamos y sentimos remordimiento y, arrepentidos, nos postramos ante Dios. También descubrimos la justicia de Dios y que, en verdad, Él sí observa nuestro corazón y nuestra mente y nos conoce al dedillo. Nos convencemos absolutamente y cultivamos un corazón que venera a Dios. Se transforma nuestra perspectiva de fe, abordamos el deber de forma más pura, sin tantos deseos extravagantes, y nos alegra someternos a las disposiciones de Dios y cumplir con el deber de un ser creado tanto si Dios nos bendice como si no, recibamos o no las bendiciones del reino. Una vez que vemos de qué estamos hechos realmente, no somos tan arrogantes como antes. Nos volvemos racionales de palabra y obra, buscamos la verdad y nos sometemos a ella. Esto es el juicio y castigo de Dios, lo que poco a poco purifica y transforma nuestra corrupción. Los que experimentamos la obra de Dios bien sabemos lo práctica que es Su obra del juicio de los últimos días, cómo purifica al hombre y lo salva plenamente de verdad. Sin este juicio y esta poda, jamás descubriríamos realmente nuestra corrupción, sino que nos quedaríamos atascados en nuestra vida de pecado y confesión infinitos, creyendo poder entrar al reino de Dios porque nos perdonó los pecados y que teníamos Su aprobación. ¡Qué cosa más necia y patética! Gracias al juicio de Dios podemos conocernos de verdad, aprendemos muchas verdades y se purifica y transforma nuestro carácter corrupto. Es sumamente liberador. El juicio y el castigo de Dios nos aportan muchísimo. Son el sincero amor de Dios hacia nosotros, Su máxima salvación. Han pasado 30 años enteros desde que Dios Todopoderoso comenzó a expresar la verdad y a realizar Su obra del juicio, y ya ha formado un grupo de vencedores antes de los desastres: las primicias. Esto cumple íntegramente la profecía bíblica: “Estos son los que siguen al Cordero adondequiera que va. Estos han sido rescatados de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero” (Apocalipsis 14:4). El pueblo escogido de Dios ha experimentado Su juicio, Su castigo, Sus pruebas y Su refinación, se ha purificado su carácter corrupto y por fin se ha librado de las fuerzas de Satanás. Ha conseguido someterse y adorar a Dios, con lo que ha recibido Su gran salvación. Sus experiencias y testimonios se han convertido en películas y vídeos, los cuales están en internet y dan a toda la humanidad un testimonio de la obra del juicio de Dios de los últimos días que no deja duda en el corazón del espectador. El evangelio del reino de Dios Todopoderoso se ha difundido hasta los confines del mundo y, en todos lados, el pueblo escogido de Dios difunde las palabras de Dios Todopoderoso. Ha llegado a nosotros la difusión, grandiosa y sin precedentes, del evangelio del reino. Evidentemente, la obra del juicio, que comienza por la casa de Dios, ya es un gran éxito. Dios ha derrotado a Satanás y conquistado toda gloria. Como dice Dios Todopoderoso, “Dios realiza la obra de juicio y castigo para que el hombre pueda conocerle, y por el bien de Su testimonio. Sin Su juicio sobre el carácter corrupto del ser humano, el hombre no podría conocer Su carácter justo que no permite ofensa, y no podría apartarse de su viejo conocimiento de Dios para adoptar el nuevo. Por el bien de Su testimonio y de Su gestión, Él hace pública Su totalidad, capacitando así al hombre para lograr el conocimiento de Dios, que su carácter sea transformado y que dé resonante testimonio de Él por medio de Su aparición pública. El cambio en el carácter del hombre se logra a través de distintos tipos de la obra de Dios; sin estos cambios en el carácter del hombre, este sería incapaz de dar testimonio de Dios y no podría ser conforme a Su corazón. El cambio en el carácter del hombre significa que se ha liberado de la atadura de Satanás y de la influencia de la oscuridad, y que se ha convertido de verdad en un modelo y una muestra de la obra de Dios, que ha llegado a ser un testigo suyo y alguien que es conforme a Su corazón. Hoy, el Dios encarnado ha venido a hacer Su obra en la tierra, y exige que el hombre logre conocerle, obedecerle, y dé testimonio de Él; que conozca Su obra práctica y normal, que obedezca todas Sus palabras y Su obra que no concuerdan con los conceptos del hombre, y dé testimonio de toda Su obra de salvación del hombre, y todos los hechos que Él hace para conquistar al hombre. Los que dan testimonio de Dios tienen que poseer un conocimiento de Él; solo este tipo de testimonio es preciso, práctico y el único que puede avergonzar a Satanás” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo aquellos que conocen a Dios pueden dar testimonio de Él). “Aquellos que puedan permanecer firmes durante la obra del juicio y el castigo de Dios durante los últimos días, es decir, durante la obra final de purificación, serán los que entrarán en el reposo final con Dios; por lo tanto, los que entran en el reposo se habrán librado de la influencia de Satanás y Dios los habrá adquirido después de que hayan pasado Su obra final de purificación. Estos humanos a los que Dios finalmente haya adquirido entrarán en el reposo final. El objetivo de la obra de castigo y juicio de Dios pretende, en esencia, purificar a la humanidad en aras del reposo final. Sin esta purificación, nadie de la humanidad podrá ser clasificado en diferentes categorías según su especie ni entrar en el reposo. Esta obra es el único camino de la humanidad para entrar en el reposo” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo).