El Señor Jesús dijo: “Antes bien, sea vuestro hablar: «Sí, sí» o «No, no»; y lo que es más de esto, procede del mal(Mateo 5:37). El Señor es santo y fiel, Él requiere que seamos honestos, y solo siendo una persona requerida por Él seremos compatibles con Su voluntad. Ahora me he dado cuenta de la importancia de ser honesto. Pero en la vida real, todavía digo mentiras involuntariamente, así que, me gustaría saber cómo practicar la honestidad en el día a día.

7 May 2021

Las palabras relevantes de Dios:

Debéis saber que a Dios le gustan los que son honestos. En esencia, Dios es fiel, y por lo tanto siempre se puede confiar en Sus palabras. Más aún, Sus acciones son intachables e incuestionables, razón por la cual a Dios le gustan aquellos que son absolutamente honestos con Él. Honestidad significa dar tu corazón a Dios; ser auténtico y abierto con Dios en todas las cosas, nunca esconderle los hechos, no tratar de engañar a aquellos por encima y por debajo de ti, y no hacer cosas solo para ganaros el favor de Dios. En pocas palabras, ser honesto es ser puro en tus acciones y palabras, y no engañar ni a Dios ni al hombre. Lo que hablo es muy simple, pero es doblemente arduo para vosotros. Mucha gente preferiría ser condenada al infierno que hablar y actuar con honestidad. No es de extrañar que Yo tenga otro trato reservado para aquellos que son deshonestos. Por supuesto, sé muy bien lo difícil que es para vosotros ser honestos. Como todos sois tan inteligentes, tan buenos para juzgar a la gente con vuestra mezquina vara de medir, esto hace Mi obra mucho más simple. Y puesto que cada uno de vosotros alberga secretos en su corazón, entonces os enviaré uno por uno al desastre para ser “instruidos” por el fuego, para que a partir de ese momento creáis a muerte en Mis palabras. Por último, arrancaré de vuestra boca las palabras “Dios es un Dios fiel”, tras lo cual os golpearéis el pecho y os lamentaréis, diciendo: “¡Tortuoso es el corazón del hombre!”. ¿Cuál será vuestro estado de ánimo en ese momento? Me imagino que no seréis tan triunfantes como sois ahora y que, mucho menos, seréis tan “profundos y abstrusos”. En presencia de Dios, algunas personas son mojigatas y decentes, se esfuerzan por ser “bien educados”, pero sacan los colmillos y blanden sus garras en presencia del Espíritu. ¿Contaríais a esas personas en las filas de los honestos? Si eres un hipócrita, alguien con habilidad para las “relaciones interpersonales”, entonces Yo te digo que definitivamente eres alguien que intenta jugar con Dios. Si tus palabras están llenas de excusas y justificaciones que nada valen, entonces Yo te digo que eres alguien muy poco dispuesto a practicar la verdad. Si tienes muchas confidencias que eres reacio a compartir, si eres tan reticente a dejar al descubierto tus secretos, tus dificultades, ante los demás para buscar el camino de la luz, entonces digo que eres alguien que no logrará la salvación fácilmente ni saldrá de las tinieblas. Si buscar el camino de la verdad te causa placer, entonces eres alguien que vive siempre en la luz. Si te sientes muy contento de ser un hacedor de servicio en la casa de Dios, trabajando de forma diligente y concienzuda en la oscuridad, siempre dando y nunca quitando, entonces Yo te digo que eres un santo leal, porque no buscas ninguna recompensa y estás simplemente siendo una persona honesta. Si estás dispuesto a ser franco, si estás dispuesto a esforzarte al máximo, si eres capaz de sacrificar tu vida por Dios y mantenerte firme en tu testimonio, si eres honesto hasta el punto en que solo sabes satisfacer a Dios y no considerarte o tomar las cosas para ti mismo, entonces Yo digo que tales personas son las que se alimentan en la luz y vivirán para siempre en el reino.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Tres advertencias

Hoy en día, la mayoría de las personas tienen demasiado temor a presentar sus acciones delante de Dios; aunque puedes engañar a Su carne, no puedes engañar a Su Espíritu. Cualquier asunto que no pueda resistir el escrutinio de Dios está en conflicto con la verdad y debe hacerse a un lado; no hacerlo así es cometer un pecado contra Dios. Así pues, debes poner tu corazón delante de Dios en todo momento: cuando oras, cuando hablas y te comunicas con tus hermanos y hermanas, y cuando llevas a cabo tu deber y te dedicas a tus asuntos. Cuando cumples con tus funciones, Dios está contigo y, siempre que tu intención sea correcta y sea para la obra de la casa de Dios, Él aceptará todo lo que hagas; debes dedicarte sinceramente a cumplir con tus funciones. Si, cuando oras, tienes amor por Dios en tu corazón y buscas el cuidado, la protección y el escrutinio de Dios, si todo esto es tu intención, tus oraciones serán eficaces. Por ejemplo, si, cuando oras en las reuniones, abres tu corazón y oras a Dios, y le dices lo que hay en tu corazón sin falsedades, entonces con toda seguridad tus oraciones serán eficaces.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios perfecciona a quienes son conforme a Su corazón

Hoy, todos aquellos que no pueden aceptar el escrutinio de Dios no pueden recibir Su aprobación, y aquellos que no conocen a Dios encarnado no pueden ser perfeccionados. Mira todo lo que haces y ve si puede ser llevado delante de Dios. Si no puedes llevar delante de Dios todo lo que haces, esto muestra que eres un hacedor de maldad. ¿Pueden los hacedores de maldad ser perfeccionados? Todo lo que haces —cada acción, cada intención y cada reacción— debe ser llevado delante de Dios. Incluso tu vida espiritual diaria —tus oraciones, tu cercanía con Dios, cómo comes y bebes las palabras de Dios, tu comunicación con tus hermanos y hermanas y tu vida dentro de la iglesia, además de tu servicio en colaboración— puede ser llevado delante de Dios para Su escrutinio. Es esta práctica la que te ayudará a crecer en la vida. El proceso de aceptar el escrutinio de Dios es el proceso de la purificación. Cuanto más puedas aceptar el escrutinio de Dios, más eres purificado y más estás de acuerdo con la voluntad de Dios, de modo que no serás atraído hacia el libertinaje y tu corazón vivirá en Su presencia. Cuanto más aceptes Su escrutinio, mayor es la humillación de Satanás y tu capacidad de abandonar la carne. Así pues, la aceptación del escrutinio de Dios es una senda de práctica que las personas deben seguir. No importa lo que hagas, incluso cuando tienes comunión con tus hermanos y hermanas, si llevas tus actos delante de Dios y tienes como meta obedecer a Dios mismo; esto hará que tu práctica sea mucho más correcta. Solo si llevas todo lo que haces delante de Dios y aceptas Su escrutinio, puedes ser alguien que vive en la presencia de Dios.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios perfecciona a quienes son conforme a Su corazón

Al practicar para ser una persona honesta, primero has de aprender a abrir tu corazón a Dios y orar todos los días para contarle lo que hay en tu corazón. Supón que hoy has dicho alguna mentira; aún no lo sabe nadie ni te has armado de valor para sincerarte con todos. Como mínimo, has de llevar inmediatamente ante Dios los errores, mentiras y embustes que has escudriñado y descubierto en tu conducta hoy, confesar tus pecados y decir: “Oh, Dios mío, otra vez he mentido. Lo hice por tal o cual cosa. Te ruego que me disciplines”. Si tienes semejante actitud, Dios te aceptará y lo recordará. Tal vez te resulte muy agotador y laborioso corregir el defecto o la actitud corrupta de mentir, pero no temas: Dios está contigo y te guiará y ayudará para que superes esta dificultad recurrente dándote valor para no mentir o para reconocer que has mentido; para reconocer qué mentiras has dicho, por qué mentiste y cuáles eran tus intenciones y objetivos; para reconocer que no eres honesto y eres mentiroso; además, te dará valor para atravesar esta barrera y escapar de la jaula de Satanás, lejos de su control. Así, poco a poco lograrás vivir en la luz, guiado y bendecido por Dios. Cuando hayas atravesado esta barrera de las limitaciones carnales y puedas someterte a la verdad, serás libre y estarás liberado. Cuando vivas de este modo, no solo agradarás a la gente, sino también a Dios. Aunque a veces todavía puedas cometer malas acciones, aunque a veces todavía seas capaz de mentir y aunque a veces todavía tengas tus propias intenciones, motivaciones egoístas y acciones e ideas egoístas y despreciables, puedes aceptar el escrutinio de Dios y revelar tu corazón, tu estado real y tu carácter corrupto ante Él, con lo que tendrás una senda correcta de práctica. Si tu senda de práctica es correcta y también lo es su rumbo, tu porvenir será hermoso y prometedor. De esta manera vivirás con un corazón tranquilo; tu espíritu recibirá sustento y te sentirás reforzado y gozoso. Si no puedes atravesar esta barrera de las limitaciones carnales, siempre estás atado a emociones y filosofías satánicas y tu discurso y acciones son siempre furtivos y secretos, nunca a plena luz del día, eres de los que viven en el campo de acción de Satanás. Cuando entiendes la verdad y eres capaz de atravesar la barrera de las limitaciones carnales, vas adquiriendo semejanza humana. Hablas y actúas de forma franca y directa y enseñas a los demás cualquier punto de vista o idea que tengas o cualquier cosa que hayas hecho mal para que todos lo vean claro; en última instancia, dirán que eres una persona sincera. ¿Qué es una persona sincera? Alguien que no miente, es sumamente honesto al hablar y cuyas palabras todos consideran ciertas. Aunque mienta inconscientemente o diga algo equivocado, todo el mundo es capaz de perdonarlo porque sabe que lo hace inconscientemente. Una vez consciente de ello, volverá para disculparse y corregirse. Esto es una persona sincera. A todo el mundo le cae bien esta clase de persona y puede confiar en ella. Si alcanzas este grado y te ganas la confianza de Dios y de los demás, no habrá sido tarea fácil: esta es la máxima dignidad que puede tener una persona y esta es la única clase de personas que se respetan a sí mismas.

Extracto de ‘Solo si se es honesto se puede vivir con auténtica semejanza humana’ en “Registros de las pláticas de Cristo

Como una persona honesta, primero debes desnudar tu corazón de modo que todos puedan mirarlo, ver todo lo que estás pensando y atisbar tu verdadero rostro; no debes tratar de disfrazarte ni encubrirte para verte bien. Solo entonces confiarán las personas en ti y te considerarán honesto. Esta es la práctica más fundamental y es el prerrequisito para ser una persona honesta. Siempre estás fingiendo, aparentando santidad, virtud, grandeza y cualidades morales elevadas. No permites que nadie vea tu corrupción y tus defectos. Presentas una falsa imagen de ti a las personas, para que crean que eres recto, noble, abnegado, imparcial y desinteresado. Esto es engaño. No te pongas un disfraz y no te encubras; más bien, ponte al descubierto y desnuda tu corazón para que los demás lo vean. Si puedes abrir tu corazón para que otros lo vean, y puedes exponer todos tus pensamientos y planes, tanto positivos y negativos, entonces ¿no estarás siendo honesto? Si puedes desnudarte para que otros te vean, entonces Dios también te verá y dirá: “Te has desnudado para que otros vean y, por tanto, no cabe duda de que también eres honesto delante de Mí”. Si solo te desnudas delante de Dios, fuera de la vista de los demás, y siempre finges ser noble y virtuoso, o justo y desinteresado cuando estás en su compañía, entonces ¿qué pensará y dirá Dios? Dirá: “Eres auténticamente deshonesto; eres totalmente hipócrita y mezquino y no eres una persona honesta”. Así pues, Dios te condenará. Si deseas ser una persona honesta, entonces, independientemente de lo que hagas delante de Dios o de otros, deberías poder abrirte y exponerte. ¿Es esto fácil de lograr? Requiere tiempo; requiere una batalla interna, y debemos practicar constantemente. Poco a poco, nuestro corazón se abrirá y podremos exponernos.

Extracto de ‘La práctica verdaderamente fundamental de ser una persona honesta’ en “Registros de las pláticas de Cristo”

En un cierto trasfondo o en un entorno dado, puede haberte parecido que actuar de cierta manera era bastante sabio o que tenías amplias razones para actuar así, y eso hiciste. Después, sentiste que tu comportamiento estaba plenamente justificado en tus acciones y que no tenías remordimientos. Cuando llegaba la noche y reflexionabas sobre lo que habías hecho o, un día que obtenías esclarecimiento o te hacían reproches, sentías que la razón que habías dado en aquel momento no era en absoluto una razón y deberías haberte comportado de otra forma. En momentos así, ¿cómo deberías practicar? Por ejemplo, digamos que engañaste a alguien o le dijiste palabras adulteradas y albergabas motivaciones ocultas. Bueno, deberías ir en busca de esa persona y analizar tus acciones. Deberías decir: “Tenía una motivación oculta al decirte aquello en aquel momento. Si puedes aceptar mis disculpas, entonces te ruego que me perdones”. De esta manera, te examinas a ti mismo y te expones. Ser una persona honesta que se analiza y expone a sí misma requiere valor. Ya sea que las personas acudan ante Dios para orar y admitir sus errores, para arrepentirse o analizar su carácter corrupto, pueden decir lo que quieran, porque las personas no pueden ver nada con los ojos cerrados. Es como hablarle al aire; pueden conducirse hacia la luz y, cuando lo hacen, pueden expresar lo que estaban pensando y diciendo antes, sean cuales sean los motivos que pudieran estar albergando y la traición que estuvieran urdiendo. Sin embargo, si tienes que exponerte ante otra persona, quizás te acobardes y pierdas la determinación de actuar, porque quieres cuidar tu reputación. Así, te resultará muy difícil poner estas cosas en práctica. Si se te pide que hables de generalidades, puedes decir que en ocasiones existen motivaciones e incentivos personales detrás de las cosas que haces o dices, y que tus palabras y tus actos contienen traición, impurezas, mentiras y engaño. Sin embargo, cuando te topas con un problema que te hace tener que descubrir de principio a fin cómo se desarrolló lo que te sucedió, cuáles de las palabras que pronunciaste eran engañosas, qué tipo de motivaciones ocultas encerraban, qué estabas pensando y qué malicioso e insidioso eras, entonces bien podrías perder la compostura y estar dispuesto a revelarte con ese nivel de detalle o ser tan específico en lo que dices. Habrá incluso personas que le resten importancia y comenten: “Bueno, son cosas que pasan. Basta con decir que el ser humano es bastante astuto, insidioso y poco fiable”. Esto muestra la incapacidad de afrontar correctamente tu esencia corrupta, tu astucia y perfidia; tu actitud es siempre evasiva, y siempre estás en un estado de ser evasivo. Te perdonas constantemente a ti mismo y, en este asunto, eres incapaz de sufrir y de pagar un precio. Por tanto, hay muchas personas que han gritado durante años, siempre dicen: ¡Soy tan astuto, tan insidioso! Con frecuencia actúo como un hipócrita, y mis actos no son en absoluto genuinos hacia los demás”. A día de hoy, sin embargo, siguen siendo total y completamente astutos, porque jamás los has oído expresar remordimiento por la astucia y la insidia manifestada en sus palabras o sus actos, ni las han analizado de forma meticulosa. Aunque no podemos estar seguros de que hayan o no confesado sus pecados y se hayan arrepentido ante Dios, cuando se enfrentan a otras personas, una vez que han acabado de engañar, estafar o manipularlos, nunca han llegado a disculparse, no se han examinado ni se conocen a sí mismos, ni han hablado de lo que han aprendido de este asunto. Que no actúen así demuestra una cosa: en tales asuntos, jamás se han rebelado contra sí mismos; se limitan a expresar lemas y doctrinas. Las expresan para seguir la tendencia, o quizás sus entornos los hayan obligado a hacerlo. Sea cual sea la causa, pronunciar lemas y doctrinas semejantes jamás conseguirá hacerlos cambiar.

Cuando Dios pide que las personas pongan en práctica cada verdad, se les está pidiendo que paguen un precio, que actúen, practiquen y experimenten de forma real y literal, para incorporarla a su vida real. Dios no pide que las personas pronuncien lemas ni que dediquen todo el día a repetir que son astutas, mentirosas y manipuladoras, y que existen motivaciones en todo lo que hacen, mientras siguen empleando los mismos medios y métodos que antes cuando algo les sucede. Sus medios y sus métodos no han cambiado nunca; su forma de comportarse con los demás no se ha modificado, y su forma de actuar tampoco. ¿Qué opinas? ¿Es capaz de cambiar alguien así? ¡No, no pueden cambiar jamás!

Extracto de ‘La práctica verdaderamente fundamental de ser una persona honesta’ en “Registros de las pláticas de Cristo”

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