Cómo conocer el carácter de Dios a partir de Su obra
Las palabras relevantes de Dios:
Desde la existencia de la gestión de Dios, Él siempre ha estado totalmente dedicado a llevar a cabo Su obra. A pesar de ocultar Su persona del hombre, siempre ha estado a su lado, obrando en él, expresando Su carácter, guiando a toda la humanidad con Su esencia, y haciendo Su obra en cada persona por medio de Su poder, Su sabiduría y Su autoridad, dando así lugar a la Era de la Ley, la Era de la Gracia y la Era del Reino actual. Aunque Dios oculta Su persona del hombre, Su carácter, Su ser y posesiones, así como Su voluntad hacia la humanidad, se le revelan sin reservas para que los vea y experimente; en otras palabras, aunque los seres humanos no pueden ver ni tocar a Dios, Su carácter y Su esencia, con los que la humanidad se ha encontrado, son absolutamente expresiones de Dios mismo. ¿Acaso no es verdad? Independientemente de la manera o el ángulo de aproximación que Dios elija para llevar a cabo Su obra, Él siempre trata a las personas mediante Su identidad verdadera, hace la obra que a Él le incumbe y dice las palabras que está obligado a decir. No importa desde qué posición hable Dios —podría estar en el tercer cielo, o en la carne, o incluso bajo el aspecto de una persona corriente—, Él siempre le habla al hombre con todo Su corazón y toda Su mente, sin ningún engaño ni ocultamiento. Cuando lleva a cabo Su obra, Dios expresa Su palabra y Su carácter, lo que tiene y lo que es, sin ninguna reserva en absoluto. Él dirige a la humanidad con Su vida, Su ser y Sus posesiones.
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo I
El carácter de Dios está abierto a todos y no se oculta, porque Él nunca ha evitado conscientemente a nadie ni ha buscado esconderse a propósito para impedir que las personas lo conozcan o lo entiendan. El carácter de Dios siempre ha sido ser abierto y enfrentar a cada persona con firmeza. En la gestión de Dios, Él hace Su obra frente a todos, y esta se lleva a cabo en cada persona. Cuando realiza Su obra, está revelando Su carácter de un modo continuado y usando Su esencia, lo que Él tiene y lo que Él es para guiar a todas las personas y proveer para ellas. En toda era y en toda etapa, fueran las circunstancias buenas o malas, el carácter de Dios siempre ha estado abierto a cada individuo; Sus posesiones y Su ser siempre están abiertos a cada ser humano, como también Su vida provee constantemente y sin cesar para la humanidad y la sustenta.
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo I
Las tres etapas de la obra están en el núcleo de la totalidad de la gestión de Dios, y en ellas se expresan el carácter de Dios y lo que Él es. Aquellos que no conocen las tres etapas de la obra de Dios son incapaces de entender cómo Él expresa Su carácter y tampoco conocen la sabiduría de Su obra. También siguen ignorando las muchas formas en las que Él salva a la humanidad, así como Su voluntad para toda ella. Las tres etapas de la obra son la expresión plena de la obra de salvación de la humanidad. Aquellos que no conocen las tres etapas de la obra ignorarán los diversos métodos y principios de la obra del Espíritu Santo y aquellos que solo se ciñen rígidamente a la doctrina que queda de cierta etapa de la obra son personas que limitan a Dios a la doctrina, y cuya creencia en Él es vaga e incierta. Tales personas nunca recibirán Su salvación. Solo las tres etapas de la obra de Dios pueden expresar plenamente la totalidad de Su carácter y expresan por completo Su intención de salvar a toda la humanidad, así como la totalidad del proceso de salvación de la misma. Esto demuestra que Él ha derrotado a Satanás y ha ganado a la humanidad; es una prueba de Su victoria y la expresión de todo Su carácter. Los que solo entienden una etapa de las tres que componen la obra de Dios solo conocen parte de Su carácter. En las nociones del hombre, es fácil que esta única etapa de la obra pase a ser doctrina y es probable que el hombre establezca reglas fijas relativas a Dios y use esta sola parte de Su carácter como una representación de todo Su carácter. Además, gran parte de la imaginación del hombre está mezclada en su interior, de forma que el hombre limita rigurosamente el carácter, el ser y la sabiduría de Dios, así como los principios de Su obra, dentro de parámetros limitados, creyendo que si Él fue así una vez, permanecerá igual para siempre y nunca cambiará. Solo aquellos que conocen y aprecian las tres etapas de la obra pueden conocer a Dios de forma plena y precisa. Como mínimo, no le definirán como el Dios de los israelitas o de los judíos ni lo verán como un Dios que siempre estará clavado en la cruz por causa del hombre. Si solo se llega a conocer a Dios a partir de una etapa de Su obra, el conocimiento es demasiado, demasiado pequeño y no es más que una gota en el océano. Si no, ¿por qué clavarían a Dios vivo en la cruz muchos de la vieja guardia religiosa? ¿Acaso no es porque el hombre lo confina dentro de ciertos parámetros?
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Conocer las tres etapas de la obra de Dios es la senda para conocer a Dios
Las tres etapas de la obra son un registro de toda la obra de Dios; son un registro de Su salvación de la humanidad, y no son imaginarias. Si realmente deseáis buscar un conocimiento de la totalidad del carácter de Dios, entonces debéis conocer las tres etapas de la obra realizada por Él, y, además, no debéis omitir ninguna de ellas. Esto es lo mínimo que deben llevar a cabo los que buscan conocer a Dios. El hombre por sí mismo no puede inventarse un conocimiento verdadero de Dios. Esto no es algo que pueda imaginar por sí solo ni la consecuencia del favor especial del Espíritu Santo concedido a una sola persona. Más bien, es un conocimiento que viene después de que el hombre ha experimentado la obra de Dios, y es un conocimiento de Dios que solo viene después de haber experimentado los hechos de Su obra. Tal conocimiento no puede lograrse por capricho ni es algo que pueda enseñarse. Está totalmente relacionado con la experiencia personal. La salvación de la humanidad por parte de Dios está en el núcleo de estas tres etapas de la obra, pero en la obra de la salvación están incluidos varios métodos de obra y medios por los que se expresa el carácter de Dios. Esto es lo más difícil de identificar para el hombre y difícil de entender para él. La separación de las eras, los cambios en la obra de Dios, en la ubicación de la obra, en el destinatario de la misma, etcétera, todo esto está incluido en las tres etapas de la obra. En particular, la diferencia en la forma de obrar del Espíritu Santo, así como las alteraciones en el carácter, la imagen, el nombre, la identidad de Dios u otros cambios, forman, todos, parte de las tres etapas de la obra. Una etapa de la misma solo puede representar una parte y está limitada a cierto ámbito. No tiene relación con la separación de las eras o con los cambios en la obra de Dios; mucho menos, con los demás aspectos. Esta es una realidad clara y evidente. Las tres etapas de la obra son la totalidad de la obra de Dios en la salvación de la humanidad. El hombre debe conocer la obra de Dios y Su carácter en la obra de salvación, y, sin este hecho, tu conocimiento de Él no es sino palabras huecas, nada más que teorías dogmáticas.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Conocer las tres etapas de la obra de Dios es la senda para conocer a Dios
En este relato de la historia de Noé, ¿veis una parte del carácter de Dios? Hay un límite para la paciencia de Dios con la corrupción, la inmundicia y la violencia del hombre. Cuando alcance ese límite, ya no será paciente y comenzará Su nueva gestión y Su nuevo plan, empezará a hacer lo que tiene que hacer, revelará Sus hechos y el otro lado de Su carácter. Esta acción suya no es para demostrar que el hombre no debe ofenderle nunca o que está lleno de autoridad e ira; tampoco es para mostrar que puede destruir a la humanidad. Es que Su carácter y Su esencia santa ya no pueden permitir más ni tener paciencia para que esta clase de humanidad viva delante de Él, bajo Su dominio ni puede tener más paciencia con ella. Es decir, cuando toda la humanidad está contra Él, cuando no haya nadie a quien pueda salvar en toda la tierra, ya no tendrá paciencia con una humanidad así, y llevará a cabo Su plan sin ningún reparo: destruir a este tipo de humanidad. Ese acto de Dios viene determinado por Su carácter. Es una consecuencia necesaria, y una que cada ser creado bajo el dominio de Dios debe soportar. ¿No demuestra esto que, en esta era actual, Dios no puede esperar a completar Su plan y salvar a las personas que quiere salvar? Bajo estas circunstancias, ¿qué le importa más a Dios? No la forma en que le tratan o se le resisten quienes no le siguen en absoluto o quienes de cualquier modo se oponen a Él ni cómo lo difama la humanidad. Lo único que le preocupa es que quienes le sigan, los que son objeto de Su salvación en Su plan de gestión, hayan sido hechos completos por Él, si se han hecho merecedores de Su satisfacción. En cuanto a los que no le siguen, simplemente provee ocasionalmente un poco de castigo para expresar Su ira. Por ejemplo: tsunamis, terremotos y erupciones volcánicas. Al mismo tiempo, protege firmemente y cuida a quienes lo siguen y están a punto de ser salvados por Él. Este es el carácter de Dios: por un lado puede tener una paciencia y tolerancia extremas hacia aquellos a los que pretende completar, y puede aguardar por ellos tanto como le es posible; por otro, Dios odia y detesta apasionadamente a las personas tipo-Satanás, que no lo siguen y se oponen a Él. Aunque a Él no le importa si esta gente tipo-Satanás lo sigue o lo adora, Él sigue aborreciéndolos a la par que alberga paciencia hacia ellos en Su corazón, y mientras determina el final de esta gente tipo-Satanás también aguarda la llegada de los pasos de Su plan de gestión.
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo I
Originalmente, Dios creó una humanidad que a Sus ojos era muy buena y cercana a Él, pero fue destruida por el diluvio tras rebelarse contra Él. ¿Le dolió a Dios que esa humanidad desapareciese así al instante? ¡Por supuesto que sí! ¿Cuál fue la expresión de este dolor? ¿Cómo se registró en la Biblia? Se registra en estas palabras: “Yo establezco mi pacto con vosotros, y nunca más volverá a ser exterminada toda carne por las aguas del diluvio, ni habrá más diluvio para destruir la tierra”. Esta simple frase revela los pensamientos de Dios. Esta destrucción del mundo le dolió mucho. En palabras del hombre, Él estaba muy triste. Podemos imaginar: ¿qué aspecto tenía la tierra, una vez llena de vida, tras ser destruida por el diluvio? ¿Qué aspecto tenía en aquel momento esa tierra que una vez estuvo llena de seres humanos? Ninguna morada humana, ninguna criatura viviente, agua por todas partes y completa devastación en la superficie del agua. ¿Era aquella escena el propósito original de Dios cuando creó el mundo? ¡Por supuesto que no! El propósito original de Dios era ver vida por toda la tierra, ver a los seres humanos que creó adorándole, no que fuese solo Noé el único en adorarle o el único que respondería a Su llamado para completar lo que le había encargado. Cuando la humanidad desapareció, Dios no vio lo que había pretendido originalmente, sino todo lo contrario. ¿Cómo no iba estar dolido Su corazón? Así pues, cuando estaba revelando Su carácter y expresando Sus emociones, Dios tomó una decisión. ¿Qué tipo de decisión tomó? Hacer un arco en las nubes (es decir, el arcoíris que vemos) como pacto con el hombre, una promesa de que Dios no destruiría de nuevo a la humanidad con un diluvio. Al mismo tiempo, también fue para decirles a las personas que Él había destruido el mundo con un diluvio, para que la humanidad recordase siempre por qué haría Dios algo así.
[…]
¿Qué parte del carácter de Dios deberíamos aprender de esto? Dios había despreciado al hombre, porque el hombre era hostil con Él; pero en Su corazón, Su cuidado, preocupación y misericordia por la humanidad permanecían inmutables. Incluso cuando destruyó a la humanidad, Su corazón permaneció inmutable. Cuando esta estaba llena de corrupción y hasta un punto doloroso le desobedeció a Dios, Él tuvo que destruirla por Su carácter y Su esencia, y de acuerdo con Sus principios. Pero por Su esencia, Dios siguió compadeciéndose de ella, y hasta quiso usar diversas formas para redimirla, a fin de que continuase viviendo. El hombre, sin embargo, se opuso a Dios, siguió desobedeciéndole y se negó a aceptar Su salvación, es decir, se negó a aceptar Sus buenas intenciones. No importa cómo lo llamó Dios, le recordó, le proveyó, lo ayudó o toleró, el hombre no lo entendía ni lo apreciaba, ni le prestaba atención. En Su dolor, Dios no olvidó concederle al hombre Su máxima tolerancia, esperando que el hombre cambie de rumbo. Después de alcanzar Su límite, hizo lo que tuvo que hacer sin dudarlo. En otras palabras, hubo un período y un proceso específicos desde el momento en que Dios planeó destruir la humanidad hasta el comienzo de Su obra de destrucción de la misma. Este proceso existió con el propósito de capacitar al hombre para que cambiase de rumbo, y esta fue la última oportunidad que Dios le dio al hombre. ¿Qué hizo Dios, pues, en este período anterior a la destrucción de la humanidad? Llevó a cabo una cantidad significativa de trabajo recordatorio y de exhortación. Independientemente del dolor y del pesar que había en Su corazón, Él continuó prestando Su cuidado, Su preocupación y Su abundante misericordia a la humanidad. ¿Qué vemos a partir de esto? Indudablemente, que el amor de Dios por la humanidad es real y no algo que solo se dice de la boca para afuera. Es real, tangible y apreciable; no es fingido ni está adulterado, ni es engañoso o pretencioso. Dios nunca usa el engaño ni crea falsas imágenes para que las personas vean que es digno de ser amado. Nunca usa el falso testimonio para que las personas vean Su belleza ni para alardear de Su hermosura y santidad. ¿No son dignos del amor del hombre estos aspectos del carácter de Dios? ¿No son dignos de adorar? ¿No son dignos de estimar? En este momento, quiero preguntaros: Después de oír estas palabras, ¿pensáis que la grandeza de Dios se reduce a simples palabras vacías en una hoja de papel? ¿Es el encanto de Dios meras palabras vacías? ¡No! ¡Ciertamente no! La supremacía, la grandeza, la santidad, la tolerancia, el amor de Dios, etc., cada detalle de cada uno de los distintos aspectos del carácter y la esencia de Dios encuentran expresión práctica cada vez que Él lleva a cabo Su obra, están encarnados en Su voluntad hacia el hombre, y también se cumplen y se reflejan en cada persona. Independientemente de que lo hayas sentido antes o no, Dios está cuidando de cada persona de todas las maneras posibles, usando Su corazón sincero, Su sabiduría, y diversos métodos para entibiar el corazón de cada persona, y despertar su espíritu. Este hecho es indiscutible.
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo I
El uso del fuego por parte de Dios para destruir la ciudad de Sodoma es Su método más rápido de aniquilar totalmente a la humanidad o a cualquier otra cosa. Quemar a las personas de Sodoma destruyó más que sus cuerpos físicos; destruyó la totalidad de sus espíritus, sus almas y sus cuerpos, garantizando que las personas dentro de la ciudad dejaran de existir tanto en el mundo material como en el mundo que es invisible al hombre. Esta es una forma en la que Dios revela y expresa Su ira. Esta forma de revelación y expresión es un aspecto de la esencia de la ira de Dios, del mismo modo que naturalmente también es una revelación de la esencia del carácter justo de Dios. Cuando Dios envía Su ira, deja de mostrar misericordia o benignidad; tampoco despliega más Su tolerancia o paciencia; no hay persona, cosa o razón que pueda persuadirlo para que continúe siendo paciente, dé otra vez Su misericordia y conceda Su tolerancia una vez más. En lugar de estas cosas, sin un momento de duda, Dios envía Su ira y majestad, hace lo que desea. Hará estas cosas de una manera rápida y limpia de acuerdo con Sus propios deseos. Esta es la forma en la que Dios envía Su ira y majestad, que el hombre no debe ofender, y también es una expresión de un aspecto de Su carácter justo. Cuando las personas ven a Dios mostrando preocupación y amor por el hombre, son incapaces de detectar Su ira, ver Su majestad o sentir Su intolerancia hacia la ofensa. Estas cosas siempre han llevado a las personas a creer que el carácter justo de Dios es solamente uno de misericordia, tolerancia y amor. Sin embargo, cuando uno ve a Dios destruir una ciudad o detestar a una humanidad, Su ira en la destrucción del hombre y Su majestad permiten a las personas ver el otro lado de Su carácter justo. Esta es la intolerancia de Dios a la ofensa. El carácter de Dios que no tolera ofensa sobrepasa la imaginación de cualquier ser creado y, entre los seres no creados, ninguno es capaz de interferir en él o afectarlo, y mucho menos puede ser suplantado o imitado. Así pues, este aspecto del carácter de Dios es uno que la humanidad debería conocer al máximo. Sólo Dios mismo tiene este tipo de carácter y sólo Dios mismo posee este tipo de carácter. Dios posee este tipo de carácter justo porque detesta la maldad, las tinieblas, la rebeldía y los actos malvados de Satanás, que corrompen y devoran a la humanidad, porque Él detesta todos los actos de pecado en oposición a Él y debido a Su esencia santa y pura. Por esto es por lo que Él no sufrirá a ninguno de los seres creados o no creados oponiéndose a Él o disputando con Él. Incluso si un individuo hacia el que Él hubo mostrado alguna vez misericordia o al que había escogido, solo necesita provocar Su carácter y transgredir Su principio de paciencia y tolerancia, Él liberará y revelará Su carácter justo que no tolera ofensa sin la más mínima misericordia o duda.
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único II
Son principios de las acciones de Dios, y antes de tomar una decisión Él invertirá un largo tiempo observando y deliberando; decididamente, no tomará decisión alguna ni se precipitará hacia ninguna conclusión antes del momento oportuno. Los diálogos entre Abraham y Dios nos muestran que Su decisión de destruir Sodoma no fue ni lo más mínimo errónea, porque Él ya sabía que no había cuarenta justos en la ciudad ni treinta, ni veinte. No había ni diez. La única persona justa en la ciudad era Lot. Dios observó todo lo que ocurría en ella y sus circunstancias, y le eran tan familiares como el dorso de Su mano. Por tanto, Su decisión no podía ser equivocada. Por el contrario, comparado con la omnipotencia de Dios, ¡el hombre es tan insensible, tan insensato e ignorante, tan corto de miras! Esto es lo que vemos en los diálogos entre Abraham y Dios. Él había estado promulgando Su carácter desde el principio hasta hoy. Aquí, deberíamos verlo de igual modo. Los números son simples, no demuestran nada; sin embargo, existe una expresión muy importante del carácter de Dios. Él no destruiría la ciudad por cincuenta justos. ¿Se debe esto a la misericordia de Dios? ¿Se debe a Su amor y tolerancia? ¿Habéis visto este lado de Su carácter? Aunque solo hubiese diez justos, Dios no habría destruido la ciudad por ellos. ¿Es o no es esto tolerancia y amor de Dios? Por la misericordia, la tolerancia, y la preocupación divinas hacia aquellas personas justas, no habría destruido la ciudad. Es la tolerancia de Dios. Y al final, ¿qué desenlace vemos? Cuando Abraham dijo: “Tal vez puedan haber diez ahí”, Dios respondió: “No la destruiré”. Después de esto, Abraham no dijo más, porque en Sodoma no había esos diez justos a los que él aludía, y no tenía más que decir; en ese momento entendió por qué Dios había decidido destruir Sodoma. ¿Qué carácter de Dios veis en esto? ¿Qué tipo de determinación tomó Él? Dios decidió que, si esta ciudad no contaba con diez justos, no permitiría su existencia, y la destruiría inevitablemente. ¿No es esta la ira de Dios? ¿Representa esta ira Su carácter? ¿Es este carácter la revelación de Su esencia santa? ¿Es la revelación de Su esencia justa, que el hombre no debe ofender? Una vez confirmado que no había diez justos en Sodoma, Dios estaba seguro de destruir la ciudad, y castigaría duramente a sus habitantes, por oponerse a Él, y por ser tan inmundas y corruptas.
[…] La misericordia y la tolerancia de Dios existen realmente; pero cuando libera Su ira, Su santidad y Su justicia también le muestran al hombre ese lado de Dios que no tolera la ofensa. Cuando el hombre es totalmente capaz de obedecer los mandatos de Dios y actúa según Sus requisitos, Él es abundante en Su misericordia; cuando el hombre se ha llenado de corrupción, odio y enemistad hacia Él, Dios se enoja profundamente. ¿Hasta qué punto lo hace? Su ira durará hasta que Él deje de ver resistencia y los hechos malvados del hombre, hasta que dejen de estar ante Sus ojos. Solo entonces desaparecerá la ira de Dios. En otras palabras, no importa quién sea la persona; si su corazón se ha distanciado y apartado de Él para no volver jamás y aunque tenga en apariencia deseos subjetivos de adorar, seguir y obedecer a Dios en cuerpo y pensamiento, la ira de Dios se desatará sin cesar. Y será tal que cuando Dios la libere con intensidad, habiéndole dado al hombre suficientes oportunidades, ya no habrá forma de volver atrás. Él no volverá a ser misericordioso ni tolerante con esa humanidad. Este es un lado del carácter de Dios que no tolera ofensa. Aquí, a las personas les parece normal que Dios fuese a destruir una ciudad porque, a Sus ojos, al estar llena de pecado no podía existir y permanecer, y sería lógico que Él la destruyera. Sin embargo, vemos la totalidad del carácter de Dios en lo que pasó antes y después de que arrasara Sodoma. Él es tolerante y misericordioso con las cosas amables, bellas y buenas; con las que son malas, pecaminosas y malvadas, es intensamente iracundo; tanto que Su ira no cesa. Estos son dos aspectos principales y destacados del carácter de Dios, y además revelados por Él de principio a fin: misericordia abundante e ira profunda.
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II
Después de crear a los hombres, Jehová no los instruyó ni los guio, desde Adán hasta Noé. Más bien, no fue sino hasta que el diluvio destruyó al mundo que Él comenzó a guiar formalmente a los israelitas, quienes eran los descendientes de Noé, así como de Adán. Su obra y Sus declaraciones en Israel brindaron guía a todo el pueblo de Israel mientras vivía su vida en la tierra de Israel y, de esta manera, Jehová mostró a la humanidad que no solo podía insuflar aliento en el hombre para que recibiera vida de Él y se levantara del polvo para convertirse en un ser humano creado, sino que también podía incinerar a la humanidad, maldecirla y utilizar Su vara para gobernarla. Así, también vieron que Jehová podía guiar la vida del hombre en la tierra, y hablar y obrar entre los seres humanos conforme a las horas del día y la noche. Llevó a cabo esta obra solamente para que Sus criaturas pudieran conocer que el hombre vino del polvo, recogido por Él, y que, además, había sido hecho por Él. No solo eso, sino que primero llevó a cabo Su obra en Israel para que otros pueblos y naciones (que, de hecho, no eran independientes de Israel, sino ramas de los israelitas y que seguían siendo descendientes de Adán y Eva) pudieran recibir el evangelio de Jehová desde Israel, para que todos los seres creados en el universo pudiesen venerar a Jehová y engrandecerlo.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La obra en la Era de la Ley
Durante la Era de la Ley, Jehová estableció muchos mandamientos para que Moisés se los transmitiera a los israelitas que lo seguían fuera de Egipto. Estos mandamientos fueron dados por Jehová a los israelitas y no guardaban ninguna relación con los egipcios; tenían el propósito de refrenar a los israelitas y Él usó los mandamientos para plantearles exigencias. Que guardaran el día de reposo, que respetaran a sus padres, que no adoraran ídolos, etcétera, estos eran los principios por los que se les juzgaba como pecadores o como justos. Entre ellos, hubo algunos que fueron consumidos por el fuego de Jehová, otros que fueron apedreados a muerte, y otros más que recibieron la bendición de Jehová; todo esto se determinó conforme a si obedecían o no estos mandamientos. Quienes no guardasen el día de reposo serían apedreados a muerte. Los sacerdotes que no guardasen el día de reposo serían consumidos por el fuego de Jehová. Quienes no mostrasen respeto a sus padres también serían apedreados a muerte. Todo esto fue encomendado por Jehová. Él estableció Sus mandamientos y Sus leyes para que, mientras era guiado por Él durante su vida, el pueblo escuchara y obedeciera Su palabra, y no se rebelara contra Él. Empleó estas leyes para mantener bajo control a la raza humana recién nacida con el fin de sentar mejores bases para Su obra futura. Así, con base en la obra que llevó a cabo Jehová, la primera era fue llamada la Era de la Ley. Aunque Jehová hizo muchas declaraciones y llevó a cabo mucha obra, Él sólo guio al pueblo de manera positiva, y le enseñó a esta gente ignorante cómo ser humana, cómo vivir y cómo entender el camino de Jehová. En su mayor parte, la obra que Él llevó a cabo tuvo como propósito provocar que el pueblo siguiera Su camino y Sus leyes. Esta obra se llevó a cabo en personas superficialmente corrompidas; no se extendió al punto de transformar su carácter o su progreso en la vida. Su único interés era usar las leyes para restringir y controlar al pueblo. Para los israelitas de aquel tiempo, Jehová era solamente un Dios en el templo, un Dios en los cielos. Era una columna de nube, una columna de fuego. Lo único que les exigía Jehová era obedecer lo que la gente hoy en día conoce como Sus leyes y mandamientos —que incluso se podrían llamar normas— porque lo que Jehová hizo no tenía el propósito de transformar a las personas, sino darles más de lo que debía tener el hombre, e instruirlas con Su propia boca, pues después de haber sido creados, los hombres no tenían nada de lo que debían poseer. Así pues, Jehová le dio al pueblo lo que debía poseer para su vida en la tierra e hizo que este pueblo que Él había guiado sobrepasara a sus antepasados, Adán y Eva, porque lo que Jehová le dio superaba lo que Él les había dado a Adán y Eva en el principio. A pesar de eso, la obra que realizó Jehová en Israel fue solo para guiar a la humanidad y hacer que esta reconociera a su Creador. No la conquistó ni la transformó; simplemente la guio. Este es el resumen de la obra de Jehová en la Era de la Ley. Es el trasfondo, la verdadera historia, la esencia de Su obra en la tierra entera de Israel y el comienzo de Su obra de seis mil años: mantener a la humanidad bajo el control de la mano de Jehová. A partir de esto nació una mayor cantidad de obra en Su plan de gestión de seis mil años.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La obra en la Era de la Ley
La obra de Jesús fue de acuerdo con las necesidades del hombre en esa era. Su tarea fue redimir a la humanidad, perdonar sus pecados y así, Su carácter fue completamente de humildad, paciencia, amor, piedad, indulgencia, misericordia y bondad. Él brindó a la humanidad abundante gracia y bendiciones, y todas las cosas que las personas podían disfrutar, Él se las dio para su goce: paz y felicidad, Su indulgencia y Su amor, Su misericordia y Su bondad. En esos días, la abundancia de cosas para gozar que la gente tenía ante sí —la sensación de paz y de seguridad en su corazón, la sensación de consuelo en su espíritu y su confianza en el Salvador Jesús— era consecuencia de la era en la que vivía. En la Era de la Gracia, el hombre ya había sido corrompido por Satanás; por eso, llevar a cabo la obra de redimir a toda la humanidad requería una abundancia de gracia, una indulgencia y una paciencia infinitas y, aún más que eso, una ofrenda suficiente para expiar los pecados de la humanidad para lograr tener un efecto. Lo que la humanidad vio en la Era de la Gracia fue únicamente Mi ofrenda de expiación de los pecados de la humanidad: Jesús. Todo lo que sabían era que Dios podía ser misericordioso y tolerante, y todo lo que vieron fue la misericordia y la bondad de Jesús. Esto fue exclusivamente porque nacieron en la Era de la Gracia. Y así, antes de que la humanidad pudiera ser redimida, tenía que disfrutar los muchos tipos de gracia que Jesús les concedió para beneficiarse de ellos. Así, sus pecados podrían ser perdonados a través del gozo de la gracia y también podía tener la oportunidad de ser redimida al gozar de la indulgencia y la paciencia de Jesús. Sólo por medio de la indulgencia y la paciencia de Jesús, la humanidad se ganó el derecho a recibir el perdón y a gozar la abundancia de la gracia conferida por Jesús. Como Él dijo: “Yo no he venido a redimir a los justos, sino a los pecadores para permitir que sus pecados sean perdonados”. Si cuando Jesús se encarnó hubiera traído el carácter de juicio, maldición e intolerancia hacia las ofensas del hombre, este jamás habría tenido la oportunidad de ser redimido y habría seguido siendo pecador por siempre. De haber sido así, el plan de gestión de seis mil años se habría detenido en la Era de la Ley y esta se habría prolongado por seis mil años. Los pecados del hombre sólo habrían sido más numerosos y más graves, y la creación de la humanidad habría sido en vano. Los hombres sólo habrían podido servir a Jehová bajo la ley, pero sus pecados habrían superado a los de los primeros humanos creados. Cuanto más amó Jesús a la humanidad, perdonándole sus pecados y brindándole suficiente misericordia y bondad, la humanidad más se ganó el derecho a que Él la salvara, a ser llamada los corderos perdidos que Jesús volvió a comprar a un alto precio. Satanás no podía entrometerse en esta obra porque Jesús trataba a Sus seguidores como una madre amorosa trata al niño que tiene en su seno. No se enojó con ellos ni los aborreció, sino que estaba lleno de consuelo. Él jamás se llenó de ira cuando estaba entre ellos, sino que toleró sus pecados y pasó por alto su insensatez y su ignorancia, al punto de decir: “Perdonad a otros setenta veces siete”. Así, Su corazón transformó el corazón de otros y sólo de esta forma las personas recibieron el perdón de sus pecados a través de Su indulgencia.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La verdadera historia de la obra de la Era de la Redención
El propósito de Jesús era que el hombre pudiera seguir existiendo, viviendo y que pudiera hacerlo de una manera mejor. Él salvó al hombre del pecado para que este cesara la depravación constante y no viviese ya en el Hades y el infierno, y salvando al hombre de estos le permitió seguir viviendo. Ahora, los últimos días han llegado. Él aniquilará al hombre, lo destruirá por completo, lo que significa que cambiará la desobediencia del hombre. Por tanto, el carácter compasivo y amoroso de Dios en tiempos pasados sería incapaz de finalizar la era, y de completar el plan de gestión de seis mil años. Cada era presenta una representación especial del carácter de Dios, y cada una contiene la obra que Él debería realizar. Así, la obra realizada por Dios mismo en cada era contiene la expresión de Su verdadero carácter, Su nombre y la obra que hace cambian con la era; son todos nuevos. Durante la Era de la Ley, la obra de guiar a la humanidad se realizó bajo el nombre de Jehová, y la primera etapa de la obra se llevó a cabo en la tierra. La obra de esta etapa fue edificar el templo y el altar, y usar la ley para guiar al pueblo de Israel y obrar en medio de él. Guiando al pueblo de Israel, Él lanzó una base para Su obra en la tierra. Desde allí expandió Su obra más allá de Israel, es decir que, comenzando desde Israel la difundió hacia fuera, de forma que generaciones posteriores llegaron gradualmente a saber que Jehová era Dios, y que Él había creado los cielos, la tierra y todas las cosas, que había hecho a todas las criaturas. Él difundió Su obra por medio del pueblo de Israel hacia afuera de sí mismo, cuya tierra fue el primer lugar santo de la obra terrenal de Jehová, y la primera obra de Dios sobre la tierra se realizó por todo el territorio de Israel. Esa fue la obra de la Era de la Ley. En la obra de la Era de la Gracia, Jesús fue el Dios que salvó al hombre. Lo que Él tenía y era, es decir, gracia, amor, compasión, templanza, paciencia, humildad, cuidado y tolerancia, y gran parte de la obra que Él hizo fue en aras de la redención del hombre. En cuanto a Su carácter, era de compasión y amor, y por ser compasivo y amoroso tuvo que ser clavado en la cruz por el hombre, a fin de mostrar que Dios amaba al hombre como a sí mismo, hasta el punto de sacrificarse en Su totalidad. Durante la Era de la Gracia, el nombre de Dios fue Jesús, que indica que Dios era un Dios que salvó al hombre, y que era compasivo y amoroso. Él estaba con el hombre. Su amor, Su compasión y Su salvación acompañaron a cada persona. El hombre sólo podía obtener paz y gozo, recibir Su bendición, Sus inmensas y numerosas gracias, y Su salvación si aceptaba el nombre de Jesús y Su presencia. A través de la crucifixión de Jesús, todos aquellos que lo siguieron recibieron la salvación y se les perdonaron sus pecados. Durante la Era de la Gracia, el nombre de Dios fue Jesús. En otras palabras, la obra de la Era de la Gracia se realizó principalmente bajo el nombre de Jesús. Durante la Era de la Gracia, a Dios se le llamó Jesús. Él hizo nueva obra más allá del Antiguo Testamento, y esta terminó con la crucifixión; esa fue la totalidad de Su obra. Por tanto, durante la Era de la Ley, el nombre de Dios fue Jehová, y en la Era de la Gracia el nombre de Jesús representaba a Dios. Durante los últimos días, Su nombre es Dios Todopoderoso, el Todopoderoso, y usa Su poder para guiar al hombre, conquistarlo, ganarlo y, finalmente, concluir la era. En cada era, en cada etapa de Su obra, el carácter de Dios es evidente.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La visión de la obra de Dios (3)
En Su obra final de dar por concluida la era, el carácter de Dios es de castigo y juicio, revela todo lo que es injusto, juzga públicamente a todos los pueblos y perfecciona a aquellos que le aman con un corazón sincero. Solo un carácter así puede concluir la era. Los últimos días ya han llegado. Todas las cosas se clasificarán según su especie, y se dividirán en diferentes categorías en base a su naturaleza. Este es el momento en el que Dios revela el final y el destino del hombre. Si este no pasa por el castigo y el juicio, no habrá forma de revelar su desobediencia y su injusticia. Solo por este medio se puede manifestar el final de todas las cosas. El hombre solo muestra lo que realmente es cuando es castigado y juzgado. El mal se pondrá con el mal, el bien con el bien, y toda la humanidad será clasificada según su especie. A través del castigo y del juicio se revelará el final de todas las cosas, de forma que los malos serán castigados y los buenos recompensados, y todas las personas se someterán al dominio de Dios. Toda la obra debe lograrse por medio del castigo y juicio justos. Como la corrupción del hombre ha alcanzado su punto culminante y su desobediencia ha sido demasiado grave, solo el carácter justo de Dios, que es principalmente de castigo y juicio, y se revela durante los últimos días, puede transformar y completar totalmente al hombre. Solo este carácter puede dejar el mal al descubierto y castigar así con severidad a todos los injustos. Por tanto, un carácter como este está imbuido de la importancia de la era y la revelación y exhibición de Su carácter se hacen manifiestas en aras de la obra de cada nueva era. Dios no revela Su carácter de manera arbitraria y sin sentido. Si al revelar el final del hombre durante los últimos días, Dios fuera a concederle al hombre una compasión y un amor inagotables y fuera amoroso hacia él, sin someterle a un juicio justo, sino demostrándole tolerancia, paciencia y perdón, y perdonara al hombre por muy graves que fueran los pecados que cometiera, sin un atisbo de juicio justo, ¿llegaría entonces alguna vez a su conclusión toda la gestión de Dios? ¿Cuándo podría un carácter así guiar a la humanidad al destino apropiado? Por ejemplo, un juez que siempre es amoroso, bondadoso y amable, que ama a las personas independientemente de los crímenes que hayan cometido, y es amoroso y tolerante con las personas sean quienes sean, ¿cuándo será capaz de alcanzar un veredicto justo? Durante los últimos días, solo el juicio justo puede clasificar al hombre según cada especie y llevarlo a un nuevo reino. De esta forma, se pone fin a toda la era por medio del carácter justo de Dios de juicio y castigo.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La visión de la obra de Dios (3)
Hoy Dios os juzga, os castiga y os condena, pero debes saber que el propósito de tu condena es que te conozcas a ti mismo. Él condena, maldice, juzga y castiga para que te puedas conocer a ti mismo, para que tu carácter pueda cambiar y, sobre todo, para que puedas conocer tu valía y ver que todas las acciones de Dios son justas y de acuerdo con Su carácter y los requisitos de Su obra, que Él obra acorde a Su plan para la salvación del hombre, y que Él es el Dios justo que ama, salva, juzga y castiga al hombre. Si sólo sabes que eres de un estatus humilde, que estás corrompido y que eres desobediente, pero no sabes que Dios quiere poner en claro Su salvación por medio del juicio y el castigo que Él impone en ti hoy, entonces no tienes manera de ganar experiencia, ni mucho menos eres capaz de continuar hacia delante. Dios no ha venido ni a matar ni a destruir sino a juzgar, maldecir, castigar y salvar. Hasta que Su plan de gestión de 6000 años llegue a su término —antes de que revele el destino de cada categoría del hombre— la obra de Dios en la tierra será en aras de la salvación; el único propósito es hacer totalmente completos a aquellos que lo aman y hacerlos someterse bajo Su dominio. No importa cómo Dios salve a las personas, todo se logra haciéndolas escapar de su antigua naturaleza satánica; es decir, Él las salva haciéndolas buscar la vida. Si ellas no buscan la vida, entonces no tendrán manera de aceptar la salvación de Dios. La salvación es la obra del mismo Dios y la búsqueda de vida es algo que el hombre debe asumir con el fin de aceptar la salvación. A los ojos del hombre, la salvación es el amor de Dios y el amor de Dios no puede ser castigo, juicio y maldiciones; la salvación debe contener amor, compasión y, además, palabras de consuelo y bendiciones ilimitadas otorgadas por Dios. Las personas creen que cuando Dios salva al hombre lo hace conmoviéndolo con Sus bendiciones y Su gracia, de tal modo que puedan entregar su corazón a Dios. Es decir, tocar al hombre es salvarlo. Esta clase de salvación se hace mediante un trato. Solo cuando Dios le conceda cien, el hombre llegará a someterse ante el nombre de Dios y luchará por hacer el bien por Él y darle gloria. Esto no es lo que pretende Dios para la humanidad. Dios ha venido para obrar en la tierra con el fin de salvar a la humanidad corrupta, no hay falsedad en esto. Si la hubiera, Él ciertamente no habría venido a cumplir con Su obra en persona. En el pasado, Su medio de salvación implicaba mostrar el máximo amor y compasión, tanto que le dio Su todo a Satanás a cambio de toda la humanidad. El presente no tiene nada que ver con el pasado: La salvación que hoy se os otorga ocurre en la época de los últimos días, durante la clasificación de cada uno de acuerdo a su especie; el medio de vuestra salvación no es el amor ni la compasión, sino el castigo y el juicio para que el hombre pueda ser salvado más plenamente. Así, todo lo que recibís es castigo, juicio y golpes despiadados, pero sabed que en esta golpiza cruel no hay el más mínimo castigo. Independientemente de lo severas que puedan ser Mis palabras, lo que cae sobre vosotros son solo unas cuantas palabras que podrían pareceros totalmente crueles y, sin importar cuán enfadado pueda Yo estar, lo que viene sobre vosotros siguen siendo palabras de enseñanza y no tengo la intención de lastimaros o haceros morir. ¿No es todo esto un hecho? Sabed esto hoy, ya sea un juicio justo o un refinamiento y castigo crueles, todo es en aras de la salvación. Independientemente de si hoy cada uno es clasificado de acuerdo con su especie, o de que las categorías del hombre se dejen al descubierto, el propósito de todas las palabras y la obra de Dios es salvar a aquellos que verdaderamente aman a Dios. El juicio justo se realiza con el fin de purificar al hombre, y el refinamiento cruel con el de limpiarlo; las palabras severas o el castigo se hacen ambos para purificar y son en aras de la salvación.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Debes dejar de lado las bendiciones del estatus y entender la voluntad de Dios para traer la salvación al hombre
Ahora es el momento en el que determino el final para cada persona, no la etapa en la que comencé a obrar en el hombre. Una a una, escribo en Mi libro de registro las palabras y acciones de cada persona, la trayectoria por la que Me ha seguido, sus características inherentes y cómo se ha comportado en última instancia. De esta manera, no importa qué clase de persona sea, nadie escapará de Mi mano y todos estarán con los de su propia clase según Yo lo designe. Yo decido el destino de cada persona, no en base a su edad, antigüedad, cantidad de sufrimiento ni, mucho menos, según el grado de compasión que provoca, sino en base a si posee la verdad. No hay otra decisión que esta. Debéis daros cuenta de que todos aquellos que no hacen la voluntad de Dios serán también castigados. Este es un hecho inmutable. Por lo tanto, todos aquellos quienes son castigados, reciben castigo por la justicia de Dios y como retribución por sus numerosas acciones malvadas. […]
Expreso Mi misericordia hacia los que me aman y se niegan a sí mismos. El castigo traído sobre los malvados es una prueba de Mi justo carácter y, más aún, testimonio de Mi ira. Cuando llegue el desastre, el hambre y la peste caerán sobre todos aquellos que se oponen a Mí y llorarán. Quienes hayan cometido toda clase de maldades, pero que me hayan seguido durante muchos años no se librarán de pagar por sus pecados; ellos también caerán en la catástrofe, que apenas se ha visto durante millones de años, y vivirán en un constante estado de pánico y miedo. Y todos Mis seguidores que han sido leales a Mí se regocijarán y aplaudirán Mi grandeza. Ellos experimentarán una alegría inefable y vivirán en un júbilo que Yo nunca antes he otorgado a la humanidad. Porque Yo atesoro las buenas acciones del hombre y aborrezco sus acciones malvadas. Desde que comencé a liderar a la humanidad, he estado esperando obtener un grupo de personas que piense igual que Yo. Pero nunca olvido a los que no piensan igual; los aborrezco siempre en Mi corazón, a la espera de la oportunidad de administrarles Mi retribución y lo disfrutaré cuando lo vea. ¡Ahora, Mi día finalmente ha llegado y ya no necesito esperar!
Mi obra final es no solo para castigar al hombre, sino para ordenar el destino del hombre. Adicionalmente, es para que todas las personas reconozcan Mis hechos y acciones. Quiero que cada persona vea que todo lo que he hecho es lo correcto y que es una expresión de Mi carácter. No es la obra del hombre, ni mucho menos la naturaleza, lo que creó a la humanidad, sino que soy Yo el que nutre cada ser vivo de la creación. Sin Mi existencia, la humanidad solo puede morir y sufrir la invasión de las calamidades. Nadie podrá ver nunca más la belleza del sol y la luna o el mundo verde; la humanidad solo se enfrentará a la noche frígida y al valle inexorable de la sombra de la muerte. Yo soy la única salvación de la humanidad. Soy la única esperanza de la humanidad y, aún más, Yo soy Aquel sobre quien descansa la existencia de toda la humanidad. Sin Mí, la humanidad se detendrá de inmediato. Sin Mí, la humanidad sufrirá una catástrofe y será pisoteada por todo tipo de fantasmas, aunque nadie me presta atención. He realizado una obra que no puede ser realizada por nadie más, solo con la esperanza de que el hombre me retribuya con buenas acciones. Aunque pocos puedan haberme retribuido, de todos modos concluiré Mi viaje en el mundo humano y comenzaré con la obra que se desarrollará seguidamente, ya que Mi viaje entre los hombres durante todos estos años ha sido fructífero, y estoy muy satisfecho. No me importa el número de personas, sino más bien sus buenas acciones. En cualquier caso, espero que preparéis suficientes buenas obras para vuestro propio destino. Entonces Yo me sentiré satisfecho; de lo contrario, ninguno de vosotros puede escapar del desastre que os vendrá encima. El desastre se origina en Mí y, por supuesto, Yo lo orquesto. Si no podéis parecer buenos a Mis ojos, entonces no escaparéis de sufrir el desastre.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Prepara suficientes buenas obras para tu destino
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