Cómo se puede llegar a obedecer a Dios y según qué principios de práctica hay que obedecerlo

27 Oct 2021

Las palabras relevantes de Dios:

Durante el tiempo de Dios en la carne, la sumisión que Él exige de las personas no implica abstenerse de emitir juicios ni resistirse, como ellas imaginan, sino que Él exige que las personas usen Sus palabras como principio según el que vivir y el fundamento de su supervivencia, que pongan absolutamente en práctica la esencia de Sus palabras, y que satisfagan por completo Su voluntad. Un aspecto de exigir que las personas se sometan al Dios encarnado se refiere a poner en práctica Sus palabras, mientras que el otro se refiere a ser capaz de someterse a Su normalidad y Su practicidad. Ambos deben ser absolutos. Los que pueden lograr ambos aspectos son todos aquellos que albergan en su corazón un amor genuino por Dios. Todas ellas son personas que Dios ha ganado y que lo aman como a su propia vida. El Dios encarnado lleva una humanidad normal y práctica en Su obra. De esta forma, Su revestimiento exterior de humanidad normal y práctica se convierte en una prueba enorme para las personas, en su mayor dificultad. Sin embargo, la normalidad y la practicidad de Dios no pueden evitarse. Él lo intentó todo para encontrar una solución, pero al final no se pudo librar del revestimiento exterior de Su humanidad normal. Esto era porque, después de todo, Él es Dios hecho carne, no el Dios del Espíritu en el cielo. Él no es el Dios que las personas no pueden ver, sino el Dios que lleva el revestimiento de un miembro de la creación. Así, librarse del revestimiento de Su humanidad normal no sería fácil en modo alguno. Por tanto, pase lo que pase, Él sigue haciendo la obra que quiere hacer desde la perspectiva de la carne. Esta obra es la expresión del Dios normal y práctico; ¿cómo podría estar bien, pues, que las personas no se sometieran? ¿Qué diantre pueden hacer las personas respecto a las acciones de Dios? Él hace lo que quiere hacer; aquello con lo que Él esté contento es como tiene que ser. Si las personas no se someten, ¿qué otro plan sensato pueden tener? Hasta ahora, solo la sumisión ha podido salvar a las personas; nadie ha tenido otras ideas brillantes. Si Dios quiere poner a prueba a las personas, ¿qué pueden hacer ellas al respecto? Sin embargo, todo esto no lo ideó Dios en el cielo, sino que es la idea del Dios encarnado. Él quiere hacer esto, por lo que ninguna persona puede cambiarlo. El Dios en el cielo no interfiere con lo que hace Dios encarnado; ¿no hay incluso más razón para que la gente deba someterse a Él? Aunque Él es tanto práctico como normal, es completamente el Dios hecho carne. En base a Sus propias ideas, Él hace lo que quiere. El Dios en el cielo le ha asignado todas las tareas a Él; debes someterte a cualquier cosa que Él haga. Aunque Él tiene humanidad y es muy normal, Él ha dispuesto todo esto deliberadamente. Entonces, ¿cómo pueden mirarlo las personas con ojos llenos de desaprobación? Él quiere ser normal, así que es normal. Él quiere vivir en la humanidad, así que vive en la humanidad. Él quiere vivir en la divinidad, así que vive en la divinidad. Las personas pueden verlo como ellas quieran, pero Dios siempre será Dios, y los seres humanos siempre serán seres humanos. Su esencia no puede negarse por algún detalle menor ni se le puede empujar fuera de la “persona” de Dios por una pequeñez. Las personas tienen la libertad de los seres humanos, y Dios posee la dignidad de Dios; estos no interfieren mutuamente. ¿No pueden darle un poco de libertad a Dios las personas? ¿No pueden tolerar que Dios sea un poco más distendido? ¡No seas tan estricto con Dios! Todos deberían ser tolerantes los unos con los otros; ¿no estaría todo solucionado? ¿Seguiría habiendo algún distanciamiento? Si no se puede tolerar una cosa tan trivial, entonces ¿cómo pueden decir algo como: “El corazón de un primer ministro es tan grande que un barco puede navegar en él”? ¿Pueden ser un hombre verdadero? No es Dios el que causa dificultades a la humanidad, sino que es ella quien se las causa a Dios. Las personas siempre están manejando las cosas. Hacen una tormenta de un vaso de agua, de nada crean un verdadero problema, ¡y es tan innecesario! Cuando Dios obra en la humanidad normal y práctica, lo que hace no es la obra de la humanidad, sino la obra de Dios. Sin embargo, los seres humanos no ven la esencia de Su obra; siempre ven únicamente el revestimiento exterior de Su humanidad. No han visto una obra tan grande, pero insisten en ver la humanidad normal y corriente de Dios y no dejan el tema. ¿Cómo puede denominarse esto someterse ante Dios? El Dios en el cielo se ha “convertido” ahora en el Dios en la tierra, y el Dios en la tierra es ahora el Dios en el cielo. No importa si Sus apariencias externas son iguales ni importa cómo sea Su obra exactamente. Al fin y al cabo, quien hace la propia obra de Dios es Dios mismo. Debes someterte quieras o no; ¡esto no es un asunto en el que puedas elegir! Dios debe ser obedecido por los seres humanos y estos deben someterse absolutamente a Dios, sin la más mínima pizca de fingimiento.

El grupo de personas a las que el Dios encarnado quiere ganar hoy es el de aquellas que se conforman a Su voluntad. Solo tienen que someterse a Su obra y dejar de preocuparse constantemente con las ideas del Dios en el cielo, vivir en la imprecisión y dificultarle las cosas al Dios en la carne. Los que son capaces de someterse son quienes escuchan absolutamente Sus palabras y obedecen Sus disposiciones. Tales personas no prestan atención en absoluto a cómo pueda ser realmente el Dios en el cielo ni a qué clase de obra pueda estar haciendo Él en la actualidad entre los hombres. Entregan por completo su corazón al Dios en la tierra y ponen todo su ser ante Él. Nunca tienen ninguna consideración hacia su propia seguridad ni arman un escándalo por la normalidad y la practicidad del Dios en la carne. Los que se someten a Dios en la carne pueden ser perfeccionados por Él. Los que creen en el Dios en el cielo no ganarán nada. Esto se debe a que no es el Dios en el cielo quien concede las promesas y las bendiciones a las personas, sino el Dios en la tierra. Las personas no deberían magnificar siempre al Dios en el cielo mientras consideran al Dios en la tierra como una mera persona corriente. Es injusto. El Dios en el cielo es grande y hermoso, de maravillosa sabiduría, pero esto no existe en absoluto. El Dios en la tierra es muy corriente e insignificante y también es muy normal. No tiene una mente extraordinaria ni realiza actos que estremezcan la tierra. Él simplemente obra y habla de una manera muy normal y práctica. Aunque no hable por medio del trueno ni convoque al viento y la lluvia, Él es realmente la encarnación del Dios en el cielo y es realmente el Dios que vive entre los humanos. Las personas no deben magnificar como Dios a aquel a quien son capaces de entender y que se corresponde con sus propias imaginaciones, mientras consideran inferior a aquel a quien no pueden aceptar ni imaginar en absoluto. Todo esto viene de la rebeldía de las personas; todo es la fuente de la resistencia de la humanidad a Dios.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Aquellos que de verdad aman a Dios son los que pueden someterse completamente a Su practicidad

Escuchar la palabra de Dios y obedecer Sus requerimientos es la vocación enviada por el cielo al hombre; lo que Dios dice no es asunto del hombre. Da igual lo que diga Dios, lo que Él le pida al hombre, la identidad, la esencia y el estatus de Dios no cambian; Él es siempre Dios. Cuando no tienes dudas de que Él es Dios, tu única responsabilidad, lo único que debes hacer, es escuchar lo que Él dice; esta es la senda de práctica. Una criatura de Dios no debe estudiar, analizar, explorar, rechazar, contradecir, desobedecer o negar las palabras de Dios; Él aborrece esto y no es lo que desea ver en el hombre. Entonces, ¿cuál es la senda de práctica? En realidad es muy simple: aprende a escuchar, escucha con el corazón, acepta con el corazón, entiende y comprende con el corazón, y luego ve y hazlo, llévalo a cabo y ejecútalo con el corazón. Lo que oyes y comprendes en tu corazón está estrechamente conectado con lo que pones en práctica. No separes las dos cosas; todo —lo que practicas, lo que obedeces, lo que haces por tu propia mano, todo por lo que corres— está conectado a lo que oyes y comprendes en tu corazón, y en esto lograrás la obediencia a las palabras del Creador. Esta es la senda de práctica.

La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Cómo escucharon Noé y Abraham las palabras de Dios y le obedecieron (II)

Las personas no pueden cambiar su propio carácter; deben someterse al juicio y castigo, y al sufrimiento y refinamiento de las palabras de Dios, o ser tratadas, disciplinadas y podadas por Sus palabras. Solo entonces pueden lograr la obediencia y lealtad a Dios y dejar de ser indiferentes hacia Él. Es bajo el refinamiento de las palabras de Dios que el carácter de las personas cambia. Solo a través de la revelación, el juicio, la disciplina y el trato de Sus palabras ya no se atreverán a actuar precipitadamente, sino que se volverán calmadas y compuestas. El punto más importante es que puedan someterse a las palabras actuales de Dios, obedecer Su obra, e incluso si esta no coincide con las nociones humanas, que puedan hacer a un lado estas nociones y someterse por su propia voluntad.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Aquellos cuyo carácter ha cambiado son los que han entrado a la realidad de las palabras de Dios

El carácter corrupto del hombre se esconde dentro de cada uno de sus pensamientos e ideas, dentro de los motivos detrás de cada una de sus acciones; se esconde en cada punto de vista que tiene el hombre acerca de todo y dentro de cada opinión, entendimiento, punto de vista y deseo que tiene en la forma de abordar todo lo que Dios hace. Está oculto dentro estas cosas. Y ¿qué hace Dios? ¿Cómo aborda Dios estas cosas del hombre? Él planea ambientes para exponerte. Él no sólo te expondrá, sino que también te juzgará. Cuando reveles tu carácter corrupto, cuando tengas pensamientos e ideas que desafíen a Dios, cuando tengas estados y puntos de vista que compitan con Dios, cuando tengas estados a través de los cuales malinterpretes a Dios o te resistas y te opongas a Él, Dios te reprenderá, te juzgará y te sancionará e incluso algunas veces Él te castigará y te disciplinará. ¿Cuál es el objetivo de que te discipline y te reprenda? Que entiendas que lo que crees son las nociones del hombre y están equivocadas; tus motivaciones nacen de Satanás, se originan en la voluntad humana, no representan a Dios, son incompatibles con Dios, no pueden cumplir los propósitos de Dios, a Él le repugnan y las detesta, incitan Su ira e incluso despiertan Su maldición. Una vez que te das cuenta de esto, puedes cambiar de motivaciones. ¿Y cómo las cambias? En primer lugar, debes someterte a la forma en que Dios te trata, a los entornos y personas, asuntos y cosas que Él te plantea; no seas quisquilloso, no pongas excusas objetivas y no eludas tus responsabilidades. En segundo lugar, busca la verdad que la gente ha de practicar y en la que debe entrar cuando Dios hace lo que hace. Dios te pide que entiendas estas cosas. Él quiere que reconozcas tu carácter corrupto y tu esencia satánica para que seas capaz de someterte a los ambientes que Él planea para ti y, finalmente, para que seas capaz de practicar lo que Él demanda de ti de acuerdo con Su voluntad y para que seas capaz de satisfacer la voluntad de Dios. Entonces habrás superado la prueba. Una vez dejes de resistirte y oponerte, ¿con qué se reemplaza esto enseguida? Eres capaz de obedecer y ya no discutes. Cuando Dios dice: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!”, respondes: “Si Dios dice que soy Satanás, soy Satanás. Aunque no entiendo lo que he hecho mal o por qué dice Dios que soy Satanás, si Él desea que me ponga detrás de Él, no dudaré. Debo buscar la voluntad de Dios”. Cuando Dios dice que la naturaleza de tus acciones es satánica, tú dices: “Reconozco lo que Dios dice, lo acepto todo”. ¿Qué actitud es esta? Es obediencia. ¿Es obediencia cuando eres capaz de aceptar a regañadientes que Dios diga que eres el diablo Satanás, pero no puedes aceptar —y eres incapaz de obedecer— que Él te diga que eres una bestia? Obediencia significa total conformidad, aceptación, no discutir y no establecer términos. Significa no analizar la causa y el efecto, independientemente de las razones objetivas, y solo preocuparse por la aceptación. Cuando las personas han alcanzado una obediencia como esta, se hallan cerca de la verdadera fe en Dios. Cuanto más actúe Dios, mayor será tu sentimiento de que todo está gobernado por Dios, y entonces más sentirás que: “Todo lo que Dios hace es bueno, nada de ello es malo. No debo escoger, sino que debo obedecer. Mi responsabilidad, mi obligación, mi deber, es obedecer; esto es lo que debo hacer como criatura de Dios. Si ni siquiera puedo obedecer a Dios, entonces ¿qué soy? ¡Soy una bestia, soy el diablo!”. ¿Acaso no muestra esto que ahora tienes verdadera fe? Una vez que hayas llegado a este punto, estarás sin mácula, y así a Dios le resultará fácil usarte, y también te será fácil someterte a las orquestaciones de Dios, y entonces ¿no le resultará fácil a Dios bendecirte? Por tanto, hay muchas lecciones que aprender de la obediencia.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Sólo si se es verdaderamente obediente se tiene una creencia auténtica

La única actitud que un ser creado debe tener hacia su Creador es la obediencia, una obediencia incondicional. Esto es algo que algunas personas de hoy en día tal vez no puedan aceptar. Esto se debe a que la estatura del hombre es demasiado pequeña y no tiene la realidad de la verdad. Si esto describe tu estado, entonces estás lejos de poder obedecer a Dios. El hombre, mientras lo provee y riega la palabra de Dios, se está preparando, de hecho, para una sola cosa. Es, en última instancia, la capacidad de alcanzar la sumisión incondicional y absoluta a Dios, momento en el cual tú, esta creación, habrás llegado al nivel requerido. En ocasiones, Dios hace deliberadamente cosas contrarias a tus nociones, a lo que quieres, o incluso aparentemente contrarias a los principios o a los sentimientos, la humanidad o las opiniones del ser humano, con lo que te resulta imposible aceptarlas y entenderlas. Lo mires por donde lo mires, no parece correcto, simplemente no puedes aceptarlo y lo que ha hecho te parece sencillamente irracional. Entonces, ¿cuál es el propósito de Dios al hacer estas cosas? Probarte. No tienes que cuestionar los cómos y los porqués de lo que Dios ha hecho; únicamente has de mantener la fe en que Él es la verdad y reconocer que es tu Creador, tu Dios. Esto es superior a toda la verdad, a toda la sabiduría mundana, a la presunta moralidad, a la ética, a lo que el hombre llama conocimiento, educación, filosofía o cultura tradicional, e incluso superior al afecto, la camaradería o el supuesto amor entre las personas: superior a absolutamente todo lo demás. Si no entiendes esto, tarde o temprano, cuando te suceda algo, es probable que te rebeles contra Dios y te extravíes, para finalmente arrepentirte y reconocer lo encantador que es Dios y el sentido de la obra que lleva a cabo en ti; o, peor aún, podrías tropezar y caer por ello. No sería aterrador que Dios te juzgara ni que te maldijera o castigara; entonces, ¿qué sería aterrador? Sería aterrador que dijera: “No salvaré a una persona como tú; ¡me rindo!”. En ese caso, estarías perdido. Por lo tanto, la gente no debería buscarle tres pies al gato diciendo: “Estas palabras —juicio y castigo— están bien, pero estas otras —maldición, destrucción, condena—, ¿no supondrían mi final? ¿Qué clase de ser creado podría ser yo después? Bien, pues abandono. Y Tú, adelante, puedes dejar de ser mi Dios”. Si decides abandonar a Dios sin haberte mantenido firme en el testimonio, Él, en realidad, podría decidir que ya no te quiere. ¿Lo habéis pensado alguna vez? Sin importar el tiempo que una persona lleve creyendo en Dios, cuánto camino haya recorrido, cuánto haya trabajado y cuántos deberes haya llevado a cabo, todo este tiempo ha sido preparación para una sola cosa: para que finalmente puedas alcanzar la sumisión incondicional y absoluta a Dios. Entonces, ¿qué significa “incondicional”? Significa ignorar tus justificaciones personales, tu razonamiento objetivo, y no discutir por nada: eres un ser creado y no eres digno. Cuando discutes con Dios, estás en la posición equivocada; cuando intentas justificarte ante Dios, estás de nuevo en la posición equivocada; cuando le porfías a Dios, cuando quieres preguntarle por qué, averiguar qué está sucediendo realmente, si no eres capaz de obedecer sin antes comprender y no te vas a someter hasta no tenerlo todo claro, estás de nuevo en la posición equivocada. Cuando la posición en la que te encuentras es la equivocada, ¿tu obediencia a Dios es absoluta? ¿Tratas a Dios como es debido? ¿Lo adoras como el Señor de toda la creación? No, no lo haces, en cuyo caso Dios no te reconoce. ¿Qué cosas pueden permitirte alcanzar una obediencia absoluta e incondicional a Dios? ¿De qué forma se puede experimentar esto? Por un lado, se requiere un poco de conciencia y un sentido de la humanidad normal; por otro, a medida que cumplas con el deber has de entender todos y cada uno de los aspectos de la verdad para que puedas comprender la voluntad de Dios. En ocasiones, la aptitud del hombre no es suficiente y él no tiene fortaleza ni energía para entender todas las verdades. No obstante, sucede una cosa: independientemente del entorno, la gente, los acontecimientos y las cosas que te encuentres y Dios haya dispuesto, siempre debes tener una actitud obediente y no preguntes por qué. Si hasta esta actitud te desborda y eres capaz de llegar hasta el punto de ponerte en guardia contra Dios, especular sobre Dios, o pensar: “tengo que pensar si lo que Dios está haciendo es verdaderamente justo. Dicen que Dios es amor; bueno, a ver si hay amor en lo que hace conmigo y si esto es amor en realidad”; si siempre estás analizando si lo que Dios hace se ajusta a tus nociones, fijándote en si es lo que te gusta, o incluso en si se ajusta a lo que consideras la verdad, estás en una posición equivocada, lo que te acarreará problemas y serás propenso a ofender el carácter de Dios.

La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Querrían que se les obedeciera solo a ellos, no a la verdad ni a Dios (II)

¿Cuál es el lado práctico de una actitud de sumisión? Es el siguiente: debes procurar aceptar las palabras de Dios. Cuando tu entrada en la vida es superficial, y no has alcanzado todavía la estatura, y tu conocimiento de la realidad-verdad no es todavía lo suficientemente profundo, incluso en tales circunstancias, todavía eres capaz de seguir a Dios y someterte a Él; esa es la actitud. Antes de que puedas alcanzar la sumisión total, debes adoptar una actitud de sumisión, que es la actitud de aceptar que las palabras de Dios son ciertas, de tomar las palabras de Dios como la verdad y como los principios de práctica, y de ser capaz de defenderlas como reglas, incluso cuando no captas bien los principios. Ese es un tipo de actitud. Ya que hasta ahora tu carácter no ha cambiado, tu capacidad de conseguir esto, y de parecer ante Dios que tienes tal actitud y tal mentalidad, y de decir: “No me importa lo que Dios hace y no entiendo muchas verdades. Lo único que sé es que haré lo que Dios me diga que haga. No tengo una varita mágica que me ayude a examinar lo que dice Dios, y no es eso lo que se supone que debo hacer”; esa es una especie de mentalidad sumisa. Hay algunas personas que dicen: “Eso no me sirve. ¿Y si Él está equivocado?”. ¿Puede Dios estar equivocado? Dices: “Esté bien o mal lo que haga Dios, yo no soy responsable de ello. Yo solo escucho, me someto, acepto y sigo a Dios. Eso es lo que un ser creado debería hacer”. Esa es la clase de mentalidad con la que uno debería someterse, y solo las personas que poseen esa mentalidad pueden ganar la verdad. Si no tienes esta mentalidad, y dices: “No permito que nadie me ponga una venda en los ojos. Nadie va a engañarme. Soy demasiado sagaz para dejarme engañar por esas palabras y someterme a cualquier cosa; no funcionará. Tengo que investigar y analizar cualquier cosa con la que me encuentre. Cuando sea capaz de aceptar algo y entenderlo, entonces me someteré”. ¿Es esa una actitud de sumisión? No lo es, se trata de una carencia de mentalidad sumisa, no existe intención de someterse de corazón. “Todavía tengo que estudiar a Dios. Trato de la misma manera incluso a los reyes y las reinas. Es inútil lo que digas. Es cierto que soy un ser creado, pero no soy tonto, así que no me trates como tal”. Todo ha terminado para ellos; carecen de las condiciones para aceptar la verdad. Tales personas carecen de ningún sentido ¡Son como una bestia! Sin tal sentido, una persona no puede lograr la sumisión. Para lograr la sumisión, uno debe poseer primero una mentalidad sumisa.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo si se corrigen las propias nociones es posible tomar el buen camino de la fe en Dios (3)

Hagas lo que hagas, debes aprender a buscar y obedecer la verdad que contiene. Siempre que actúes de acuerdo con la verdad, estarás actuando correctamente. Aunque lo proponga un niño o el hermano o hermana menor más insignificante, siempre que lo que diga se ajuste a la verdad, lo que tú hagas dará buen resultado y se adecuará a la voluntad de Dios. Tu forma de abordar un asunto depende de tu empuje y de tus principios para abordarlo. Si tus principios surgen de la voluntad del hombre, de pensamientos, nociones o fantasías humanos o de emociones y puntos de vista humanos, tu forma de abordar el asunto será incorrecta, ya que su origen será incorrecto. Cuando tus puntos de vista se basan en los principios de la verdad y abordas los asuntos de acuerdo con los principios-verdad, seguro que abordas correctamente el asunto en cuestión. A veces habrá gente incapaz de aceptar tu forma de abordar el asunto en ese momento y, en tales ocasiones, tal vez parezca tener sus propias nociones o tenga el corazón intranquilo. Transcurrido un tiempo, no obstante, se demostrará que tenías razón. Los asuntos que se adecuan a la voluntad de Dios se ven mejor con el tiempo; sin embargo, el resultado de los asuntos que no se adecuan a la voluntad de Dios ―aquellos en función de la voluntad del hombre y producto del hombre― se agravan con el tiempo, como así se demuestra. Al actuar, que no te preocupe de quién sea el camino que debe o no guiarte ni supongas nada. Antes de nada, debes buscar y orar, y después avanzar con cautela y hablar en comunión con todos. ¿Cuál es el objetivo de la comunión? Permite hacer las cosas exactamente de acuerdo con la voluntad de Dios y actuar en consonancia con la voluntad de Dios. Esta es una manera algo pomposa de expresarlo; digamos que permite abordar los asuntos exactamente de acuerdo con los principios-verdad; esto es un poco más práctico. Bastará con que puedas lograr esto.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La senda para corregir el carácter corrupto

Al afrontar los problemas de la vida real, ¿cómo deberías conocer y entender la autoridad de Dios y Su soberanía? Cuando te enfrentes a estos problemas y no sepas cómo entender, gestionar ni experimentarlos, ¿qué actitud deberías adoptar para demostrar tu intención de someterte, tu deseo de someterte y la realidad de tu sumisión a la soberanía y las disposiciones de Dios? Primero debes aprender a esperar; después, debes aprender a buscar y, después, debes aprender a someterte. “Esperar” significa esperar el tiempo de Dios, a las personas, los acontecimientos y las cosas que Él ha organizado para ti, esperar que Su voluntad se revele gradualmente para ti. “Buscar” significa observar y entender las intenciones reflexivas de Dios para ti por medio de las personas, los acontecimientos y las cosas que Él ha establecido, entender la verdad a través de ellos, entender lo que los humanos deben lograr y el camino al que deben ceñirse, entender qué resultados quiere obtener Dios en los humanos y qué logros quiere conseguir en ellos. “Someterse”, por supuesto, se refiere a aceptar a las personas, los acontecimientos y las cosas que Dios ha orquestado, aceptar Su soberanía y, por medio de ella, llegar a conocer cómo dicta el Creador el destino del hombre, cómo provee al hombre con Su vida, cómo obra la verdad dentro del hombre. Todas las cosas bajo las disposiciones y la soberanía de Dios obedecen leyes naturales y, si te decides a dejar que Dios organice y dicte todo para ti, debes aprender a esperar, a buscar y a someterte. Esta es la actitud que toda persona que quiere someterse a la autoridad de Dios debe adoptar, la cualidad básica que debe poseer toda persona que quiera aceptar la soberanía y las disposiciones de Dios. Para tener tal actitud, para poseer tal cualidad, debéis trabajar más duro. Esta es la única manera de que podáis entrar en la verdadera realidad.

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III

Hay un principio fundamental en la forma del tratamiento de los seres humanos por parte del Señor de la creación, que también es el principio más alto. La forma como Él trata a los seres creados se basa completamente en Su plan de gestión y en Sus exigencias; Él no necesita consultar a ninguna persona y tampoco necesita hacer que nadie esté de acuerdo con Él. Él hace lo que tiene que hacer y trata a las personas como tiene que tratarlas y, haga lo que haga o trate como trate a las personas, todo está alineado con los principios por los cuales obra el Señor de la creación. Como un ser creado, lo único que se debe hacer es someterse; no debería haber otra opción. ¿Qué muestra esto? Demuestra que el Señor de la creación siempre será el Señor de la creación; Él tiene el poder y las aptitudes para orquestar y gobernar a cualquier ser creado como le plazca y no necesita ninguna razón para hacerlo. Esta es Su autoridad. No hay nadie entre los seres de la creación que, siempre que sean seres creados, tenga el poder o esté calificado para emitir juicio sobre cómo debería actuar el Creador o sobre si lo que Él hace está bien o mal; tampoco hay un ningún ser creado que esté calificado para elegir si debe ser gobernado, orquestado o arreglado por el Señor de la creación. De la misma manera, ni un solo ser creado cuenta con las aptitudes para elegir cómo los gobierna o los arregla el Señor de la creación. Esta es la verdad suprema. Sin importar lo que el Señor de la creación haya hecho a Sus seres creados, y sin importar tampoco cómo lo haya hecho, los humanos que Él creó solo deben hacer una cosa: buscar, someterse a, conocer y aceptar este hecho colocado ahí por el Señor de la creación. El resultado final será que el Señor de la creación habrá llevado a cabo Su plan de gestión y habrá completado Su obra, haciendo que Su plan de gestión avance sin obstrucciones; entretanto, puesto que los seres creados han aceptado el gobierno y los arreglos del Creador, y como se han sometido a Su gobierno y a Sus arreglos, ellos habrán obtenido la verdad, habrán entendido la voluntad del Creador y habrán llegado a conocer Su carácter. Además, hay otro principio que debo contaros: haga lo que haga el Creador, se manifieste como se manifieste y sea grande o pequeña la obra que lleve a cabo, continúa siendo el Creador, mientras que toda la humanidad, creada por Él, sigue estando integrada por seres creados, independientemente de lo que hayan hecho y de cuántos talentos o dones hayan recibido. En lo que respecta a la humanidad creada, por más gracia, bendiciones, misericordia, bondad o benevolencia que haya recibido del Creador, no debería creerse distinta de las masas, que puede estar en pie de igualdad con Dios y que ocupa un rango superior entre los seres creados. Con independencia de cuántos dones te haya otorgado Dios, de cuánta gracia te haya concedido, con cuánta amabilidad te haya tratado o de si te ha dado unos talentos especiales, ninguna de estas cosas son tus activos. Eres un ser creado y, por tanto, siempre lo serás. Nunca debes pensar: “Soy un pequeño tesoro en las manos de Dios. Él no me levantaría la mano. La actitud de Dios hacia mí siempre será de amor, cuidado y suaves caricias con cálidos susurros de consuelo y aliento”. Por el contrario, a ojos del Creador, eres igual a todos los demás seres creados; Dios puede utilizarte como desee y orquestarte como lo desee, así como disponer a voluntad que desempeñes cualquier función entre toda clase de personas, acontecimientos y cosas. Esto es lo que ha de saber la gente y la sensatez que debe tener. Si uno entiende y acepta estas palabras, su relación con Dios se volverá más normal y entablará una relación más legítima con Él; si uno entiende y acepta estas palabras, orientará su posición adecuadamente, asumirá su lugar en ella y cumplirá con su deber.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo al buscar la verdad se pueden conocer las obras de Dios

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