Cuáles son los principios de práctica para ser una persona honesta

2 Mar 2021

Las palabras relevantes de Dios:

Honestidad significa dar tu corazón a Dios; ser auténtico y abierto con Dios en todas las cosas, nunca esconderle los hechos, no tratar de engañar a aquellos por encima y por debajo de ti, y no hacer cosas solo para ganaros el favor de Dios. En pocas palabras, ser honesto es ser puro en tus acciones y palabras, y no engañar ni a Dios ni al hombre. Lo que hablo es muy simple, pero es doblemente arduo para vosotros. Mucha gente preferiría ser condenada al infierno que hablar y actuar con honestidad. No es de extrañar que Yo tenga otro trato reservado para aquellos que son deshonestos. Por supuesto, sé muy bien lo difícil que es para vosotros ser honestos. Como todos sois tan inteligentes, tan buenos para juzgar a la gente con vuestra mezquina vara de medir, esto hace Mi obra mucho más simple. Y puesto que cada uno de vosotros alberga secretos en su corazón, entonces os enviaré uno por uno al desastre para ser “instruidos” por el fuego, para que a partir de ese momento creáis a muerte en Mis palabras. Por último, arrancaré de vuestra boca las palabras “Dios es un Dios fiel”, tras lo cual os golpearéis el pecho y os lamentaréis, diciendo: “¡Tortuoso es el corazón del hombre!”. ¿Cuál será vuestro estado de ánimo en ese momento? Me imagino que no seréis tan triunfantes como sois ahora y que, mucho menos, seréis tan “profundos y abstrusos”. En presencia de Dios, algunas personas son mojigatas y decentes, se esfuerzan por ser “bien educados”, pero sacan los colmillos y blanden sus garras en presencia del Espíritu. ¿Contaríais a esas personas en las filas de los honestos? Si eres un hipócrita, alguien con habilidad para las “relaciones interpersonales”, entonces Yo te digo que definitivamente eres alguien que intenta jugar con Dios. Si tus palabras están llenas de excusas y justificaciones que nada valen, entonces Yo te digo que eres alguien muy poco dispuesto a practicar la verdad. Si tienes muchas confidencias que eres reacio a compartir, si eres tan reticente a dejar al descubierto tus secretos, tus dificultades, ante los demás para buscar el camino de la luz, entonces digo que eres alguien que no logrará la salvación fácilmente ni saldrá de las tinieblas. Si buscar el camino de la verdad te causa placer, entonces eres alguien que vive siempre en la luz. Si te sientes muy contento de ser un hacedor de servicio en la casa de Dios, trabajando de forma diligente y concienzuda en la oscuridad, siempre dando y nunca quitando, entonces Yo te digo que eres un santo leal, porque no buscas ninguna recompensa y estás simplemente siendo una persona honesta. Si estás dispuesto a ser franco, si estás dispuesto a esforzarte al máximo, si eres capaz de sacrificar tu vida por Dios y mantenerte firme en tu testimonio, si eres honesto hasta el punto en que solo sabes satisfacer a Dios y no considerarte o tomar las cosas para ti mismo, entonces Yo digo que tales personas son las que se alimentan en la luz y vivirán para siempre en el reino.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Tres advertencias

Hoy en día, la mayoría de las personas tienen demasiado temor a presentar sus acciones delante de Dios; aunque puedes engañar a Su carne, no puedes engañar a Su Espíritu. Cualquier asunto que no pueda resistir el escrutinio de Dios está en conflicto con la verdad y debe hacerse a un lado; no hacerlo así es cometer un pecado contra Dios. Así pues, debes poner tu corazón delante de Dios en todo momento: cuando oras, cuando hablas y te comunicas con tus hermanos y hermanas, y cuando llevas a cabo tu deber y te dedicas a tus asuntos. Cuando cumples con tus funciones, Dios está contigo y, siempre que tu intención sea correcta y sea para la obra de la casa de Dios, Él aceptará todo lo que hagas; debes dedicarte sinceramente a cumplir con tus funciones. Si, cuando oras, tienes amor por Dios en tu corazón y buscas el cuidado, la protección y el escrutinio de Dios, si todo esto es tu intención, tus oraciones serán eficaces. Por ejemplo, si, cuando oras en las reuniones, abres tu corazón y oras a Dios, y le dices lo que hay en tu corazón sin falsedades, entonces con toda seguridad tus oraciones serán eficaces. […]

Creer en Dios significa que todo lo que haces debe ser llevado delante de Él y sometido a Su escrutinio. Si lo que haces puede ser llevado delante del Espíritu de Dios, pero no delante de Su carne, esto muestra que no te has sometido al escrutinio de Su Espíritu. ¿Quién es el Espíritu de Dios? ¿Quién es la persona de quien Dios da testimonio? ¿No son la misma persona? La mayoría los ve como dos seres separados, pues creen que el Espíritu de Dios es el Espíritu de Dios y que la persona de quien Dios da testimonio es meramente, un humano. Pero ¿acaso no te equivocas? ¿En nombre de quién obra esta persona? Aquellos que no conocen a Dios encarnado no tienen entendimiento espiritual. El Espíritu de Dios y Su encarnación son uno porque el Espíritu de Dios se ha materializado en la carne. Si esta persona no es amable contigo, ¿será amable el Espíritu de Dios? ¿Acaso no estás confundido? Hoy, todos aquellos que no pueden aceptar el escrutinio de Dios no pueden recibir Su aprobación, y aquellos que no conocen a Dios encarnado no pueden ser perfeccionados. Mira todo lo que haces y ve si puede ser llevado delante de Dios. Si no puedes llevar delante de Dios todo lo que haces, esto muestra que eres un hacedor de maldad. ¿Pueden los hacedores de maldad ser perfeccionados? Todo lo que haces —cada acción, cada intención y cada reacción— debe ser llevado delante de Dios. Incluso tu vida espiritual diaria —tus oraciones, tu cercanía con Dios, cómo comes y bebes las palabras de Dios, tu comunicación con tus hermanos y hermanas y tu vida dentro de la iglesia, además de tu servicio en colaboración— puede ser llevado delante de Dios para Su escrutinio. Es esta práctica la que te ayudará a crecer en la vida. El proceso de aceptar el escrutinio de Dios es el proceso de la purificación. Cuanto más puedas aceptar el escrutinio de Dios, más eres purificado y más estás de acuerdo con la voluntad de Dios, de modo que no serás atraído hacia el libertinaje y tu corazón vivirá en Su presencia. Cuanto más aceptes Su escrutinio, mayor es la humillación de Satanás y tu capacidad de abandonar la carne. Así pues, la aceptación del escrutinio de Dios es una senda de práctica que las personas deben seguir. No importa lo que hagas, incluso cuando tienes comunión con tus hermanos y hermanas, si llevas tus actos delante de Dios y tienes como meta obedecer a Dios mismo; esto hará que tu práctica sea mucho más correcta. Solo si llevas todo lo que haces delante de Dios y aceptas Su escrutinio, puedes ser alguien que vive en la presencia de Dios.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios perfecciona a quienes son conforme a Su corazón

Lo más importante de ser una persona honesta es que vuestro corazón esté abierto a Dios. Después podéis aprender a abriros a otras personas, a hablar con honestidad y sinceridad, a decir lo que hay en vuestro corazón, a ser una persona con dignidad, integridad y personalidad y a no hablar con grandilocuencia o falsedad ni emplear las palabras a modo de máscara o para engañar a los demás. Hay otro aspecto de la práctica que tiene que ver con ser una persona honesta, y es que se debe adoptar una actitud honesta en el cumplimiento del deber y hacerlo con honestidad de corazón. Debes estar de acuerdo con los principios y aplicarlos en la práctica; no se trata meramente de una cuestión de hablar ni de tener determinada actitud y luego mandar a los demás a hacer cosas mientras tú descansas. ¿Dónde está la realidad de ser una persona honesta mientras descansas? No basta con gritar consignas sin tener ninguna realidad. Dios escruta al hombre y, aparte de escrutar lo más profundo del hombre y ver el interior de su corazón, también ve su conducta y su práctica. Si piensas algo dentro de tu corazón, pero no lo pones en práctica, ¿es esa la expresión de una persona honesta? Eso es decir una cosa y pensar otra; es hacer cosas para quedar bien y poner en ridículo a los demás con tus palabras como los fariseos, que eran excelentes a la hora de leer las escrituras y se las sabían de memoria. Sin embargo, cuando llegó el momento de practicar, cuando tuvieron que pagar un precio y renunciar a las bendiciones del estatus, no lo hicieron y empezaron a juzgar a Dios, a condenarlo y a competir por Su posición. Esto le pareció detestable a Dios; ¡no iban por buen camino! ¿Pueden confiar los demás en este tipo de persona? (No).

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo si se es honesto se puede vivir con auténtica semejanza humana

Al practicar para ser una persona honesta, primero has de aprender a abrir tu corazón a Dios y orar todos los días para contarle lo que hay en tu corazón. Supón que hoy has dicho alguna mentira; aún no lo sabe nadie ni te has armado de valor para sincerarte con todos. Como mínimo, has de llevar inmediatamente ante Dios los errores, mentiras y embustes que has escudriñado y descubierto en tu conducta hoy, confesar tus pecados y decir: “Oh, Dios mío, otra vez he mentido. Lo hice por tal o cual cosa. Te ruego que me disciplines”. Si tienes semejante actitud, Dios te aceptará y lo recordará. Tal vez te resulte muy agotador y laborioso corregir el defecto o la actitud corrupta de mentir, pero no temas: Dios está contigo y te guiará y ayudará para que superes esta dificultad recurrente dándote valor para no mentir o para reconocer que has mentido; para reconocer qué mentiras has dicho, por qué mentiste y cuáles eran tus intenciones y objetivos; para reconocer que no eres honesto y eres mentiroso; además, te dará valor para atravesar esta barrera y escapar de la jaula de Satanás, lejos de su control. Así, poco a poco lograrás vivir en la luz, guiado y bendecido por Dios. Cuando hayas atravesado esta barrera de las limitaciones carnales y puedas someterte a la verdad, serás libre y estarás liberado. Cuando vivas de este modo, no solo agradarás a la gente, sino también a Dios. Aunque a veces todavía puedas cometer malas acciones, aunque a veces todavía seas capaz de mentir y aunque a veces todavía tengas tus propias intenciones, motivaciones egoístas y acciones e ideas egoístas y despreciables, puedes aceptar el escrutinio de Dios y revelar tu corazón, tu estado real y tu carácter corrupto ante Él, con lo que tendrás una senda correcta de práctica. Si tu senda de práctica es correcta y también lo es su rumbo, tu porvenir será hermoso y prometedor. De esta manera vivirás con un corazón tranquilo; tu espíritu recibirá sustento y te sentirás reforzado y gozoso. Si no puedes atravesar esta barrera de las limitaciones carnales, siempre estás atado a emociones y filosofías satánicas y tu discurso y acciones son siempre furtivos y secretos, nunca a plena luz del día, eres de los que viven en el campo de acción de Satanás. Cuando entiendes la verdad y eres capaz de atravesar la barrera de las limitaciones carnales, vas adquiriendo semejanza humana. Hablas y actúas de forma franca y directa y enseñas a los demás cualquier punto de vista o idea que tengas o cualquier cosa que hayas hecho mal para que todos lo vean claro; en última instancia, dirán que eres una persona sincera. ¿Qué es una persona sincera? Alguien que no miente, es sumamente honesto al hablar y cuyas palabras todos consideran ciertas. Aunque mienta inconscientemente o diga algo equivocado, todo el mundo es capaz de perdonarlo porque sabe que lo hace inconscientemente. Una vez consciente de ello, volverá para disculparse y corregirse. Esto es una persona sincera. A todo el mundo le cae bien esta clase de persona y puede confiar en ella. Si alcanzas este grado y te ganas la confianza de Dios y de los demás, no habrá sido tarea fácil: esta es la máxima dignidad que puede tener una persona y esta es la única clase de personas que se respetan a sí mismas.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo si se es honesto se puede vivir con auténtica semejanza humana

Como una persona honesta, primero debes desnudar tu corazón de modo que todos puedan mirarlo, ver todo lo que estás pensando y atisbar tu verdadero rostro; no debes tratar de disfrazarte ni encubrirte para verte bien. Solo entonces confiarán las personas en ti y te considerarán honesto. Esta es la práctica más fundamental y es el prerrequisito para ser una persona honesta. Siempre estás fingiendo, aparentando santidad, virtud, grandeza y cualidades morales elevadas. No permites que nadie vea tu corrupción y tus defectos. Presentas una falsa imagen de ti a las personas, para que crean que eres recto, noble, abnegado, imparcial y desinteresado. Esto es engaño. No te pongas un disfraz y no te encubras; más bien, ponte al descubierto y desnuda tu corazón para que los demás lo vean. Si puedes abrir tu corazón para que otros lo vean, y puedes exponer todos tus pensamientos y planes, tanto positivos y negativos, entonces ¿no estarás siendo honesto? Si puedes desnudarte para que otros te vean, entonces Dios también te verá y dirá: “Te has desnudado para que otros vean y, por tanto, no cabe duda de que también eres honesto delante de Mí”. Si solo te desnudas delante de Dios, fuera de la vista de los demás, y siempre finges ser noble y virtuoso, o justo y desinteresado cuando estás en su compañía, entonces ¿qué pensará y dirá Dios? Dirá: “Eres auténticamente deshonesto; eres totalmente hipócrita y mezquino y no eres una persona honesta”. Así pues, Dios te condenará. Si deseas ser una persona honesta, entonces, independientemente de lo que hagas delante de Dios o de otros, deberías poder abrirte y exponerte. ¿Es esto fácil de lograr? Requiere tiempo; requiere una batalla interna, y debemos practicar constantemente. Poco a poco, nuestro corazón se abrirá y podremos exponernos.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La práctica verdaderamente fundamental de ser una persona honesta

Con independencia de lo que te encuentres al cumplir con el deber —negatividad y debilidad, o mal humor tras haber sido tratado—, debes tratarlo de forma adecuada, buscar la verdad y entender la voluntad de Dios. Al hacer estas cosas tendrás una senda de práctica. Si deseas cumplir bien con el deber, no debe afectarte tu estado de ánimo. Por más negativo o débil que estés, debes practicar la verdad en todo lo que hagas, con absoluto rigor y ateniéndote a los principios. Si lo haces, no solo otras personas te darán su aprobación, sino que también agradarás a Dios. Así serás una persona responsable que asume una carga; una persona buena de verdad, que realmente da la talla en el cumplimiento del deber y vive íntegramente a semejanza de una persona auténtica. Esas personas se purifican y logran la verdadera transformación cuando cumplen con el deber y se puede decir que son honestas a los ojos de Dios. Solamente los honestos son capaces de perseverar en la práctica de la verdad, de actuar con principios y dar la talla en el cumplimiento del deber. Los que actúan con principios cumplen meticulosamente con el deber cuando están de buen humor; no se limitan a trabajar de manera superficial ni se lucen con tanta arrogancia para que los tengan en gran estima. Sin embargo, cuando están de mal humor, realizan sus tareas cotidianas con la misma seriedad y responsabilidad y, aunque se encuentren con algo perjudicial para el cumplimiento de su deber, que los atosigue un poco o los interrumpa mientras lo ejecutan, siguen siendo capaces de sosegar el corazón ante Dios para orar, diciendo: “Por muy grande que sea el problema al que me enfrente, aunque se hunda el cielo, mientras Dios me permita seguir viviendo, estoy decidido a hacer todo lo posible por cumplir mi deber. Cada día que me permita vivir es un día en que me esforzaré por cumplir con el deber para ser digno de esta obligación que Dios me ha otorgado, así como de este aliento que ha soplado en mi cuerpo. Por muchas dificultades que tenga, lo dejaré todo de lado, ¡pues el cumplimiento del deber es de suma importancia!”. Aquellos a quienes no afecta ninguna persona, incidencia, cosa ni circunstancia, a quienes no controla ningún estado de ánimo ni situación externa y que priorizan los deberes y las comisiones que Dios les ha encomendado son las personas leales a Dios, que se someten sinceramente a Él. Esta clase de personas han logrado entrar en la vida y en la realidad-verdad. Esta es una de las manifestaciones más prácticas y auténticas de vivir la verdad.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La entrada en la vida debe comenzar con la experiencia de desempeñar el deber propio

Sea cual sea el asunto que afrontes, tanto si se trata de algo que Dios te ha encomendado directamente o del deber que has de cumplir, o ya sea algo que alguien te ha dicho, y sin importar la forma en que te comportas o en que manejas los asuntos, debes abordarlo siempre con un corazón honesto. ¿Cómo se ha de practicar el enfoque hacia las cosas con un corazón honesto? Di lo que piensas y habla con honestidad; no uses la jerga oficial, no digas falsedades que suenen agradables, halagadoras o hipócritas, mejor di las palabras que tienes en tu corazón y expresa los verdaderos pensamientos y opiniones que guardas dentro de él; eso es lo que se supone que hacen las personas honestas. Si nunca dices o divulgas lo que piensas de corazón, sino que por tu boca salen otras cosas distintas, no es así como se comporta una persona honesta. Digamos, por ejemplo, que no has cumplido bien con un deber. Alguien te pregunta qué ha pasado, y dices: “Quería hacer bien mi deber, pero no lo hice, por tal o cual razón”. En realidad, en tu corazón sabes que has sido descuidado, pero no hablas abierta y honestamente, escurres el bulto o buscas todo tipo de razones que ocultan la realidad. ¿Es eso ser una persona honesta? Decir esto te permite salir del paso, pero no has sacado a la luz lo que hay dentro de ti para poder resolverlo, y tu corazón se sentirá mal por ello. Si esto se arraiga en tu corazón, es un asunto preocupante. Debes hablar abierta y honestamente: “He sido algo negligente en el cumplimiento de este deber y no me lo he tomado en serio. Trabajo mucho durante un tiempo y luego aflojo un poco. Cuando estoy de buen humor, puedo pagar algo del precio, pero cuando no lo estoy, aminoro mis esfuerzos, me torno reacio a pagar el precio, me vuelvo ocioso y anhelo las comodidades físicas, así que no logro nada en el cumplimiento de mi deber. Estos últimos días he dado un giro y me esfuerzo por ser cada vez mejor en mis deberes, para mejorar mi eficiencia y trabajar más rápido”. ¿Se puede saber cuál de estas dos respuestas es honesta? ¿Qué decís vosotros? Está claro que la primera respuesta es un “ataque preventivo” de alguien que, por miedo a ser tratado, por miedo a que los demás descubran que hay un problema, investiguen y lo hallen responsable, busca excusas preventivas para encubrir la verdad y sofocar las acusaciones; escurren el bulto para no ser tratados. Este es el origen de su mentira. La segunda respuesta es la de alguien que dice la verdad y, aunque es lógico que se le trate y deba asumir la responsabilidad, sin duda es la verdad. Así es el estado normal de la gente: aunque no digas nada, la gente lo sabrá. No has elegido callar ni has elegido justificarte o defenderte, sino que has hablado directamente. Esto demuestra que tienes una actitud honesta y que buscas el cambio, en lugar de aferrarte rígida y obstinadamente a tus propias excusas para ocultar la verdad o para engañar a los demás. ¿Qué senda es la correcta? ¿Cuál es el camino que practican las personas honestas? Ser abierto y exponerse, hablar con honestidad, dar cuenta de su estado real y del problema real: así es como practica la gente honesta, y es correcto practicar así.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo si se es honesto se puede vivir con auténtica semejanza humana

Al relacionarte con los demás, primero debes hacer que perciban tu corazón veraz y tu sinceridad. Si al hablar, establecer contacto y trabajar con los demás, las palabras de alguien son superficiales, grandilocuentes, chistosas, aduladoras, irresponsables e imaginarias, o si simplemente habla para buscar el favor del otro, entonces sus palabras carecen de toda credibilidad y no tienen la menor sinceridad. Es su modo de relacionarse con los demás, sean quienes sean. ¿Una persona así tiene un corazón honesto? No es una persona honesta. Supón que alguien tiene un defecto y te dice sincera y honradamente: “Dime por qué, exactamente, soy tan negativo. ¡Es que no lo entiendo!”. Y supón que en realidad comprendes su problema para tus adentros, pero no se lo dices, sino que contestas: “No es nada. Yo también suelo volverme negativo”. Estas palabras son de gran consuelo para quien las oye, pero ¿es sincera tu actitud? No. Eres superficial hacia la otra persona; con tal de hacerle sentir cómoda y darle consuelo, has evitado hablarle honestamente. En realidad no la estás ayudando a poder superar la negatividad. Por intentar consolarla y asegurarte de que no exista ningún distanciamiento o conflicto entre vosotros, te has limitado a hacer lo mínimo exigible, y eso no es ser una persona honesta. Entonces, ¿qué debe hacer una persona honesta en este tipo de situaciones? Decirle lo que has visto e identificado: “Te diré lo que he visto y experimentado. Tú decides si tengo o no razón en lo que digo. Si no la tengo, no tienes que aceptarlo. Si la tengo, espero que lo hagas. Si digo algo que te resulte duro de escuchar y te duela, espero que sepas aceptarlo de parte de Dios. Tengo la intención y el objetivo de ayudarte. Veo claro el problema: te han herido en tu orgullo personal. Nadie alimenta tu ego y piensas que los demás te menosprecian, que te atacan y nunca te han ofendido tanto. No lo soportas y te vuelves negativo. ¿Qué opinas? ¿Se trata de esto realmente?”. Al oír esto, creen que, efectivamente, así es. Esto es lo que piensas en realidad, pero, si no eres honesto, no lo dices. Dirás: “A menudo también yo me vuelvo negativo”, y cuando la otra persona oye que todo el mundo se vuelve negativo, lo considera normal y, al final, no supera la negatividad. Si eres una persona honesta y la ayudas con una actitud y un corazón honestos, puedes ayudarla a comprender la verdad y a olvidar la negatividad.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo si se es honesto se puede vivir con auténtica semejanza humana

¿Cuáles son los principios que deberían regir la relación de la gente con Cristo? ¿Qué principios debe respetar en cuanto a la adulación, a sus intentos por congraciarse y a la elección de términos que tengan un efecto grato? Sé sincero y no te preocupes por adular ni por congraciarte. No hay necesidad de lisonjas, simplemente sé sincero. En concreto, ¿cómo hay que poner esto en práctica? Para ser franco con Dios, antes debes dejar de lado tus deseos personales. En vez de centrarte en la forma en que Dios te trata, di lo que tengas en el corazón y no medites ni tengas en cuenta las consecuencias de tus palabras; di lo que estés pensando, deja de lado tus motivaciones y no intentes utilizar las palabras para lograr algún objetivo. “Debería decir esto y no aquello, debo tener cuidado con lo que digo, tengo que lograr mi objetivo”; ¿hay motivaciones personales en esto? Estas personas le han dado vueltas a la cabeza antes de llegar a pronunciar sus palabras, han elaborado mucho lo que iban a decir y lo han filtrado muchas veces en su cabeza. Al salir de su boca, estas palabras transmiten las engañosas tramas de Satanás; no es una manera franca de comportarse con Dios. Es decir, las palabras que salen de tu boca albergan motivaciones y objetivos personales; esas palabras no son auténticas ni salen del corazón. Esto no es ser sincero. ¿Cómo se denomina a esto? Se denomina albergar malas intenciones. Aparte, puede que observes constantemente las expresiones de la cara y los ojos mientras hablas y solo sigas hablando si Su expresión es favorable. Cuando detectas una expresión desfavorable, te aguantas las palabras. En cuanto ves que no le gusta lo que oye, dejas de hablar. En cuanto parece indiferente y que no quiere darse por enterado, piensas para tus adentros: “¿Qué puedo decir que te interese y haga que me prestes atención? ¿Cómo puedo hacer que pienses que soy bueno? ¿Cómo puedo agradarte? ¿Cómo puedo cambiar la impresión que tienes de mí? ¿Qué puedo decir para que estés contento y no me trates? ¿Qué puedo decir para que no te enteres de la verdadera situación? ¿Cómo puedo eludir un tema que te desagrada? Diré lo que sea preciso para conseguir todo esto”. ¿A esto se le llama ser sincero? (No). Algunos piensan: “Si no estás al tanto de esto, no informaré de ello. Mejor espero a que otro lo haga y será entonces cuando hable de ello como todos los demás. Así te enteras por mí de que es cierto, mientras que, si soy el primero en informar, puede que me traten. Al que asoma la cabeza se la cortan y no quiero ser esa persona. Desde luego, no seré el primero en dar la cara”. ¿Eso es ser sincero? Supón que te enteras de una información verdadera sobre alguien y eres el único que lo sabe; los demás, no, siguen pensando que es buena persona, y Cristo también desconoce esta información. En estas circunstancias, ¿se lo contarías a Cristo con plena sinceridad? Si lo tapas, lo ocultas y no dices nada al respecto, no lo revelas, y si solo das la cara para hablar cuando se demuestra cómo es realmente esa persona y la relevan del puesto o la purgan de la casa de Dios, ¿eso es ser sincero? Sin importar a quién dejen en evidencia por un problema ni de qué otro problema informen, tú siempre eres el último en hablar. ¿Esto es ser sincero? Supón que alguien te cae mal personalmente o que alguien te guarda rencor. Puede que esa persona no sea necesariamente mala ni haya cometido ninguna mala acción, pero la odias y quieres hundirla, hacerla parecer tonta, por lo que piensas en la manera de decir algo malo de ella y buscas la ocasión. Aunque solamente hables sin sacar conclusiones definitivas sobre esta persona, tus motivaciones se hacen evidentes en cada punto de tu descripción del asunto. Intentas tratarla utilizando la mano de lo alto. A primera vista puede parecer que hablas de hechos reales, pero están viciados por tus motivaciones personales; eso no es ser sincero.

La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Odian la verdad, violan con descaro los principios e ignoran los arreglos de la casa de Dios (II)

La honestidad es la capacidad de ser recto y sincero. Significa estar plenamente abierto de corazón y espíritu a Dios, sin nada que esconder ni de lo que esconderse. El corazón de esta clase de personas se entrega a Dios y se muestra por completo a Él. Es decir, todo cuanto son se lo dan a Dios. Si Dios dice que son malas, lo admiten. Si Dios dice que son arrogantes y santurronas, lo admiten y aceptan completamente. ¿Pueden admitirlo y ya está? Todavía han de arrepentirse, esforzarse por alcanzar el principio-verdad, rectificar los errores de los que aprendan y buscar la causa de sus fallos. Después, para cuando quieran darse cuenta, habrán corregido todas sus conductas erróneas y cada vez serán más atenuadas sus maneras de engañar, de defraudar, de seguir el camino fácil y de descuidar las cosas. Cuanto más tiempo viven así, más francas y sinceras se vuelven y más se acercan a la meta de ser personas honestas. Esto es vivir en la luz. ¡Toda esta gloria es para Dios! Es Dios quien hace que la gente viva en la luz; la gente no tiene nada de lo que jactarse. Cuando la gente vive en la luz, entiende todas las verdades, tiene un corazón temeroso de Dios, sabe buscar la verdad en cada asunto que afronta y vive con semejanza humana. Aunque no se les pueda denominar buenas personas del todo, a ojos de Dios tienen cierta semejanza humana y ya no son quisquillosas ni conflictivas ni están en peligro de rebelarse contra Dios o rechazarlo. Aunque no tengan una comprensión muy profunda de la verdad, son capaces de obedecer, y cuando se les asigna una tarea o un deber, tienen la capacidad de poner todo su corazón y toda su mente y de hacerlo lo mejor que sepan. Son dignas de confianza y no le suponen ninguna preocupación a Dios: estas personas viven en la luz. ¿Los que viven en la luz son capaces de aceptar el escrutinio de Dios? ¿Podrían seguir ocultándole su corazón? ¿Utilizan, sin embargo, algún pequeño truco? ¿Tienen algún secreto? (No). Su corazón está abierto de par en par a Dios. Es decir, no ocultan nada en absoluto, no hay nada que les avergüence decir ni nada por lo que deban agachar la cabeza de la vergüenza. Le entregan todo a Dios y Dios lo conoce todo. Cuando la gente es capaz de lograr esto, vive alegre, con facilidad y libertad.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Las personas solo pueden ser verdaderamente felices si son honestas

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