Cómo maneja y gobierna Dios el mundo-universo entero
Las palabras relevantes de Dios:
En la vastedad del cosmos y del firmamento, innumerables criaturas viven y se reproducen, siguen la ley cíclica de la vida y se ciñen a una regla constante. Los que mueren se llevan consigo las historias de los vivos, y los que están vivos repiten la misma trágica historia de los que han perecido. Y así, la humanidad no puede evitar preguntarse: ¿por qué vivimos? ¿Y por qué tenemos que morir? ¿Quién está al mando de este mundo? ¿Y quién creó a esta humanidad? ¿Fue la humanidad realmente creada por la Madre Naturaleza? ¿De verdad controla la humanidad su propio destino?… Estas son las preguntas que la humanidad se ha hecho incesantemente durante miles de años. Por desgracia, cuanto más se ha obsesionado el hombre con ellas, más ha desarrollado una sed por la ciencia. Esta ofrece una breve satisfacción y un disfrute temporal de la carne, pero está lejos de ser suficiente para liberar al hombre de la soledad, del aislamiento, del terror que no puede ocultarse y de la impotencia que existe en lo profundo de su alma. La humanidad simplemente utiliza el conocimiento científico que puede ver con sus propios ojos y que puede comprender con el cerebro para anestesiar su corazón. No obstante, ese conocimiento científico no es suficiente para impedir que la humanidad deje de explorar los misterios. La humanidad simplemente no sabe quién es el Soberano del universo y de todas las cosas y, mucho menos, conoce el principio y el futuro de la humanidad. Simplemente vive, por fuerza, en medio de esta ley. Nadie puede escapar a ella y nadie puede cambiarla, porque entre todas las cosas y en los cielos solo hay Uno de eternidad a eternidad que tiene la soberanía sobre todas las cosas. Él es Aquel al que el hombre nunca ha visto, a quien la humanidad nunca ha conocido, en cuya existencia la humanidad nunca ha creído y, sin embargo, es Aquel que insufló el aliento en los ancestros de la humanidad y le dio vida a esta. Él es Aquel que provee y alimenta a la humanidad y le permite existir, y Él es Aquel que la ha guiado hasta el día de hoy. Además, Él y solo Él es de quien depende la humanidad para su supervivencia. Tiene la soberanía sobre todas las cosas y rige sobre todos los seres vivos en el universo. Él tiene el mando sobre las cuatro estaciones, y es Él quien convoca al viento, a la escarcha, a la nieve y a la lluvia. Él trae la luz del sol a la humanidad y abre paso a la noche. Él fue quien ordenó los cielos y la tierra, y le brindó al hombre las montañas, los lagos y los ríos, así como todas las cosas vivientes que hay en ellos. Sus actos son omnipresentes, Su poder es omnipresente, Su sabiduría es omnipresente y Su autoridad es omnipresente. Cada una de estas leyes y normas es la personificación de Sus actos, y cada una de ellas revela Su sabiduría y Su autoridad. ¿Quién puede eximirse de Su soberanía? ¿Y quién puede liberarse de Sus designios? Todas las cosas existen bajo Su mirada; es más, todas viven bajo Su soberanía. Sus actos y Su poder no le dejan a la humanidad otra opción más que reconocer el hecho de que Él existe realmente y tiene soberanía sobre todas las cosas. Ninguna otra cosa aparte de Él puede dar órdenes al universo, y, menos aún, proveer incesantemente a esta humanidad. Independientemente de si eres capaz de reconocer los actos de Dios y de si crees en Su existencia, no hay duda de que tu destino lo determina Dios, y no hay duda de que Él siempre tendrá soberanía sobre todas las cosas. Su existencia y Su autoridad no se predican en función de si el hombre las reconoce y las comprende. Solo Dios conoce el pasado, el presente y el futuro del hombre, y solo Él puede determinar el destino de la humanidad. Independientemente de que seas capaz o no de aceptar este hecho, no pasará mucho tiempo antes de que la humanidad presencie todo esto con sus propios ojos, y esta es la realidad que Dios pronto aplicará. La humanidad vive y muere ante los ojos de Dios. El hombre vive para la gestión de Dios, y cuando sus ojos se cierran por última vez, también se cierran para esta gestión. Una y otra vez, el hombre va y viene, de un lado para otro. Sin excepción, todo forma parte de la soberanía y los designios de Dios. Su gestión nunca ha cesado. Avanza perpetuamente. Él hará que la humanidad sea consciente de Su existencia, que confíe en Su soberanía, que vea Sus actos y que vuelva a Su reino. Este es Su plan y la obra que Él ha estado gestionando durante miles de años.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Apéndice III: El hombre sólo puede salvarse en medio de la gestión de Dios
Antes de que esta humanidad naciese, el cosmos —todos los planetas y todas las estrellas en los cielos— ya existía. A nivel macro, estos cuerpos celestiales han estado orbitando regularmente, bajo el control de Dios, durante toda su existencia, sin importar cuántos años hayan sido. Qué planeta va a qué lugar, en qué momento particular; qué planeta realiza qué tarea, y cuándo; qué planeta gira por qué órbita, y cuándo desaparece o es reemplazado; todas estas cosas tienen lugar sin el más mínimo error. Las posiciones de los planetas y las distancias entre ellos siguen patrones estrictos, que pueden describirse con datos precisos; las sendas por los que viajan, la velocidad y los patrones de sus órbitas, los tiempos en que están en las diversas posiciones; todo esto puede cuantificarse con precisión y describirse por medio de leyes específicas. Durante eones, los planetas han seguido estas leyes sin la más mínima desviación. Ningún poder puede cambiar, o interrumpir, sus órbitas o los patrones que siguen. Debido a que las leyes especiales que gobiernan su movimiento y los datos precisos que los describen están predestinados por la autoridad del Creador, estos obedecen estas leyes por su propia voluntad, bajo Su soberanía y Su control. A un nivel macro, no le resulta difícil al hombre descubrir algunos patrones, algunos datos y algunas leyes o fenómenos extraños e inexplicables. Aunque la humanidad no admite que Dios existe ni acepta que el Creador hizo y domina todas las cosas, además de no reconocer la existencia de Su autoridad, los científicos, astrónomos y físicos humanos están viendo, aun así, cada vez más que la existencia de todas las cosas en el universo, los principios y patrones que dictan sus movimientos, están gobernados y controlados por una inmensa e invisible energía oscura. Esto obliga al hombre a afrontar y reconocer que existe un Todopoderoso en medio de estos patrones de movimiento, que lo orquesta todo. Su poder es extraordinario y, aunque nadie puede ver Su verdadero rostro, Él lo gobierna y lo controla todo en todo momento. Ningún hombre o fuerza puede llegar más allá de Su soberanía. Frente a esta realidad, el hombre debe reconocer que las leyes que gobiernan la existencia de todas las cosas no pueden ser controladas por los humanos, nadie puede cambiarlas; él también debe admitir que los seres humanos no pueden entender del todo estas leyes, que no ocurren de manera natural, sino que son dictadas por un Soberano. Todas estas son expresiones de la autoridad de Dios que la humanidad puede percibir a un nivel macro.
A un nivel micro, todas las montañas, lagos, mares y masas continentales que el hombre puede observar sobre la tierra, todas las estaciones que experimenta, todas las cosas que habitan la tierra, plantas, animales, microorganismos y seres humanos incluidos, están sujetos a la soberanía y el control de Dios. Bajo la soberanía y el control de Dios, todas las cosas nacen o desaparecen de acuerdo con Sus pensamientos; surgen ciertas leyes que gobiernan su existencia, crecen y se multiplican según ellas. Ningún ser humano o cosa está por encima de estas leyes. ¿Por qué ocurre esto? La única respuesta es: por la autoridad de Dios. O, dicho de otro modo, por Sus pensamientos y palabras; por las acciones personales de Dios mismo. Es decir, son la autoridad y la mente de Dios las que dan lugar a estas leyes; que cambian y se transforman de acuerdo con Sus pensamientos, y todos estos cambios y transformaciones ocurren o desaparecen por causa de Su plan.
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III
Cuando Dios creó todas las cosas, trazó límites para montañas, llanuras, desiertos, colinas, ríos y lagos. En la tierra hay montañas, llanuras, desiertos, colinas y diversas masas de agua. Estos constituyen diferentes tipos de terreno, ¿no es así? Entre ellos, Dios trazó límites. Cuando hablamos de trazar límites, significa que las montañas tienen sus propios trazados, las llanuras tienen los suyos, los desiertos tienen ciertos límites y las colinas tienen un área fija. También hay una cantidad fija de masas de agua como ríos y lagos. Esto es, cuando Dios creó todas las cosas, lo dividió todo muy claramente. Dios ya ha determinado cuántos kilómetros tiene el radio de cierta montaña, cuál es su extensión. También ha determinado cuántos kilómetros tiene el radio de cierta llanura y cuál es su extensión. Cuando creó a todas las cosas, Él también determinó los límites de los desiertos, así como la altura de las colinas y sus proporciones, y aquello que las bordea; todo esto fue determinado por Él. Él determinó la extensión de ríos y lagos al momento de crearlos; todos ellos tienen límites. ¿Qué queremos decir cuando hablamos de “límites”? Acabamos de explicar cómo el gobierno de Dios sobre todas las cosas está estableciendo leyes para todas ellas. Es decir, la altura y los límites de las montañas no se expandirán ni disminuirán por la rotación de la tierra ni el paso del tiempo. Son fijos, inmutables, y es Dios quien dicta su inmutabilidad. En cuanto al área de las llanuras, su extensión, lo que las limita, todo lo ha fijado Dios. Tienen sus límites y, por lo tanto, sería imposible que un montículo de tierra se elevara aleatoriamente a partir del terreno de una llanura. La llanura no puede convertirse repentinamente en montaña; eso sería imposible. Esto es lo que significan las leyes y los límites de los que acabamos de hablar. En cuanto a los desiertos, no mencionaremos sus funciones específicas o de cualquier otro tipo de terreno o ubicación geográfica aquí, sólo sus límites. Bajo el gobierno de Dios, los límites del desierto tampoco se ampliarán. Esto se debe a que Dios le ha dado su ley, sus límites. Cuán grande es su área y cuál es su función, qué lo limita, y dónde se halla ubicado, Dios ya lo ha establecido. No superará sus límites, ni cambiará su posición, y su área no aumentará arbitrariamente. Aunque los flujos de agua como los ríos y los lagos son todos ordenados y continuos, nunca cambiarán más allá de su extensión ni sobrepasarán sus límites. Todos fluyen en una dirección, hacia donde se supone que deben hacerlo, en forma ordenada. Así pues, bajo las leyes del gobierno de Dios, ningún río o lago se secará arbitrariamente ni cambiará arbitrariamente la dirección o la cantidad de su caudal por la rotación de la tierra o el paso del tiempo. Todo esto está controlado por Dios. Es decir, todas las cosas creadas por Dios en medio de esta humanidad tienen sus lugares, áreas y límites fijos. Es decir, cuando Dios creó todas las cosas, estableció sus límites y estos no se pueden alterar, renovar o cambiar de forma arbitraria. ¿Qué significa “de forma arbitraria”? Significa que no se desplazarán ni se expandirán, ni cambiarán caprichosamente su forma original por causa del clima, la temperatura, o la velocidad de rotación de la tierra. Por ejemplo, una montaña tiene determinada altura, su base es de una cierta área, y tiene una altitud concreta así como una cierta cantidad de vegetación. Dios ha planeado y calculado todo esto y eso no cambiará arbitrariamente. En cuanto a las llanuras, la mayoría de los seres humanos residen en ellas, y ningún cambio climático afectará a sus áreas o al valor de su existencia. Ni siquiera cambiará arbitrariamente las cosas contenidas dentro de estos diversos terrenos y entornos geográficos que fueron creados por Dios. Por ejemplo, la composición del desierto, los tipos de yacimientos minerales subterráneos, la cantidad de arena que contiene un desierto y su color, el espesor del desierto; estas cosas no cambiarán arbitrariamente. ¿Por qué razón no lo harán? Por el gobierno de Dios y Su gestión. Dentro de todos estos terrenos y entornos geográficos diferentes creados por Dios, Él lo está administrando todo de una forma planeada y ordenada. Por eso estos entornos geográficos siguen existiendo y cumpliendo con sus funciones varios miles de años e incluso decenas de miles de años después de que Dios los creara. Aunque durante ciertos períodos los volcanes entran en erupción, se producen terremotos y desplazamientos importantes en la tierra, Dios no permitirá en absoluto que ningún tipo de terreno pierda su función original. Es sólo gracias a esta administración de Dios, a Su gobierno y control de estas leyes, que todo esto —todo lo que la humanidad ve y disfruta— puede sobrevivir sobre la tierra de una forma ordenada. ¿Por qué administra Dios de esta forma los diversos terrenos que existen sobre la tierra? Su propósito es que las cosas vivientes que sobreviven en diversos entornos geográficos tengan todos un entorno estable, y puedan por tanto seguir viviendo y multiplicándose dentro de él. Todas las cosas —las que son móviles y las que son inmóviles, las que respiran por sus fosas nasales y las que no— forman un entorno único para la supervivencia de la humanidad. Sólo este tipo de entorno puede nutrir a una generación tras otra de seres humanos, y sólo este tipo de entorno puede permitirles seguir sobreviviendo en paz, generación tras generación.
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único IX
Todos los seres creados por Dios —independientemente de que estén fijos en un lugar o puedan respirar por sus fosas nasales— tienen sus propias leyes para la supervivencia. Mucho antes de que creara estos seres vivos, Dios ya les había preparado sus propios hogares y entornos para la supervivencia. Estos seres vivos tenían sus propios entornos fijos para la supervivencia, sus propios alimentos y sus propios hogares fijos, y tenían sus propios lugares fijos apropiados para su supervivencia, lugares con temperaturas adecuadas para ella. De esa forma no vagarían por todas partes ni socavarían la supervivencia de la humanidad, ni afectarían a la vida de las personas. Así administra Dios todas las cosas, proporcionando a la humanidad el mejor entorno para la supervivencia. Los seres vivos entre todas las cosas tienen todos sus alimentos que sustentan la vida en sus propios entornos para la supervivencia. Con esa comida, están fijos en su entorno natural para sobrevivir. En ese tipo de entorno, siguen sobreviviendo, multiplicándose y saliendo adelante de conformidad con las leyes que Dios ha establecido para ellos. Gracias a este tipo de leyes, a la predestinación de Dios, todas las cosas viven en harmonía con la humanidad, y la humanidad coexiste en unión interdependiente con todos los seres.
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único IX
Cuando Dios creó todas las cosas, usó toda clase de métodos y formas para equilibrarlas, para equilibrar las condiciones de vida de las montañas y los lagos, de las plantas y todo tipo de animales, pájaros e insectos. Su objetivo fue permitir que todas las clases de seres vivos vivan y se multipliquen bajo las leyes que Él estableció. Ninguna de las cosas de la creación puede salirse de estas leyes, y estas no se pueden quebrantar. Sólo dentro de este tipo de entorno básico pueden los humanos sobrevivir y multiplicarse de forma segura, generación tras generación. Si alguna criatura viviente fuera más allá de la cantidad o del ámbito establecidos por Dios, o si excediera la tasa de crecimiento, la frecuencia de reproducción o el número dispuesto por Él, el entorno para la supervivencia de la humanidad sufriría diversos grados de destrucción. Al mismo tiempo, la supervivencia de la humanidad se vería amenazada. Si un tipo de criatura viviente es demasiado numeroso, les robará comida a las personas, destruirá sus fuentes de agua, y arruinará sus tierras. De esa forma, la reproducción o el estado de supervivencia de la humanidad sufrirían un impacto inmediato. Por ejemplo, el agua es muy importante para todas las cosas. Si hay demasiados ratones, hormigas, langostas, ranas, o cualquier clase de otros animales, ellos beberán más agua. Al incrementarse la cantidad de agua que beben, el agua potable y las fuentes hídricas de las personas dentro del ámbito fijo de fuentes de agua potable y acuíferos, se reducirían y sufrirían la falta de agua. Si el agua potable de las personas se destruye, se contamina o se interrumpe por el aumento en número de todo tipo de animales, la supervivencia de la humanidad se verá seriamente amenazada bajo esa clase de entorno hostil para la supervivencia. Si sólo uno o varios tipos de seres vivientes exceden el número adecuado, el aire, la temperatura, la humedad e incluso la composición del aire dentro del espacio para la supervivencia de la humanidad se envenenarán y destruirán en diversos grados. En estas circunstancias, la supervivencia y el destino de los seres humanos también seguirán estando sujetos a las amenazas que suponen estos factores ecológicos. Así pues, si las personas pierden estos equilibrios, el aire que respiran se estropeará, el agua que beben se contaminará y las temperaturas que requieren también cambiarán y sufrirán un impacto en diferentes grados. Si eso ocurre, los entornos para la supervivencia que pertenecen a la humanidad se someterán a enormes impactos y desafíos. En una situación así, en la que los entornos básicos para la supervivencia de los humanos han sido destruidos, ¿cuáles serían el destino y las perspectivas de la humanidad? ¡Es un problema muy serio! Como Dios sabe por qué razón existen todas las cosas de la creación por el bien de la humanidad, la función de cada tipo de cosa que Él creó, qué clase de impacto tiene cada cosa en la humanidad y en qué medida beneficia a esta, porque en el corazón de Dios hay un plan para todo esto y Él administra cada aspecto de todas las cosas que ha creado, es por ello que cada cosa que Él hace es tan importante y necesaria para la humanidad. Así pues, a partir de ahora, cuando observes algún fenómeno ecológico entre las cosas de la creación de Dios, o alguna ley natural operando entre ellas, ya no dudarás más de la necesidad de cada una de las cosas creadas por Dios. Ya no usarás palabras ignorantes para emitir juicios arbitrarios sobre la organización de todas las cosas por parte de Dios y Sus diversas formas de proveer para la humanidad. Tampoco sacarás conclusiones arbitrarias sobre las leyes de Dios para todas las cosas de Su creación.
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único IX
La existencia del mundo espiritual está inextricablemente vinculada al mundo material de la humanidad. Desempeña un papel importante en el ciclo humano de la vida y la muerte en el dominio de Dios sobre todas las cosas; este es su papel, y una de las razones por la que su existencia es importante. Como es un lugar indiscernible para los cinco sentidos, nadie puede juzgar con exactitud si el mundo espiritual existe o no. Sus distintas dinámicas están íntimamente relacionadas con la existencia humana y, como resultado de esto, el orden de su vida también se ve inmensamente influenciado por el mundo espiritual. ¿Esto involucra a la soberanía de Dios o no? Sí. Cuando digo esto, entendéis por qué estoy exponiendo este tema: porque concierne a la soberanía de Dios y Su administración. En un mundo como este, invisible para las personas, todos sus edictos celestiales, decretos y su sistema administrativo son mucho más elevados que las leyes y los sistemas de cualquier nación del mundo material, y ningún ser que vive en este mundo se atrevería a contravenirlos o violarlos. ¿Tiene esto relación con la soberanía y la administración de Dios? En el mundo espiritual existen decretos administrativos claros, edictos celestiales claros y estatutos claros. En diferentes niveles y ámbitos, los asistentes se rigen por su obligación y observan normas y regulaciones, porque saben cuál es la consecuencia de violar un edicto celestial; son claramente conscientes de cómo Dios castiga el mal y recompensa el bien, y de cómo administra y gobierna Él sobre todas las cosas. Además, ven claramente cómo Él lleva a cabo Sus edictos celestiales y estatutos. ¿Son estos diferentes del mundo material habitado por la humanidad? En efecto, son inmensamente diferentes. El mundo espiritual es un mundo completamente diferente al material. Como hay edictos celestiales y estatutos, concierne a la soberanía y administración de Dios y, además, a Su carácter y a lo que Él tiene y es.
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único X
Dios ha establecido diversos edictos celestiales, decretos y sistemas en el reino espiritual y, una vez declarados, estos se llevan a cabo en forma sumamente estricta, tal como Dios los estableció, por seres que ocupan diversas posiciones oficiales en el mundo espiritual, y nadie se atrevería a violarlos. Por lo tanto, en el ciclo de la vida y de la muerte de la humanidad en el mundo del hombre, tanto si alguien se reencarna como animal o como un ser humano, existen leyes para ambos casos. Y al proceder estas leyes de Dios, nadie se atreve a quebrantarlas ni es capaz de hacerlo. El mundo material que las personas ven es regular y está ordenado únicamente gracias a esa soberanía de Dios, y gracias a que estas leyes existen. Sólo por esa soberanía de Dios los seres humanos pueden coexistir pacíficamente con el otro mundo que es del todo invisible para ellos, y pueden vivir en armonía con él. Todo esto es inextricable de la soberanía de Dios. Tras la muerte de la vida carnal de una persona, el alma sigue viva. ¿Qué pasaría, pues, si no estuviera bajo la administración de Dios? El alma vagaría por todos lados, entrometiéndose en todas partes, y dañaría incluso a las cosas vivientes del mundo humano. Ese daño no sólo se produciría contra la humanidad, sino también contra plantas y animales; sin embargo, las primeras en sufrir daño serían las personas. Si esto ocurriera, si dicha alma estuviera sin administración y realmente hiciera daño a las personas y cometiera maldades, esta alma también sería tratada de forma adecuada en el mundo espiritual: si las cosas fueran graves, el alma dejaría pronto de existir, y sería destruida. De ser posible, se colocaría en algún lugar y después se reencarnaría. Es decir, la administración de las diversas almas por parte del mundo espiritual se ordena y se lleva a cabo de acuerdo con unos pasos y unas reglas. Es sólo gracias a esa administración que el mundo material del hombre no ha caído en el caos, que los seres humanos del mundo material poseen una mentalidad normal, una racionalidad normal y una vida carnal ordenada. Sólo después de que la humanidad tenga una vida normal así serán capaces los que viven en la carne de continuar desarrollándose y reproduciéndose a lo largo de las generaciones.
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único X
La muerte de un ser viviente, la terminación de una vida física, indica que el ser viviente ha pasado del mundo material al espiritual, mientras que el nacimiento de una nueva vida física indica que un ser viviente ha pasado del mundo espiritual al material y ha comenzado a acometer y desempeñar su papel. Tanto si es la partida como la llegada de un ser, ambas son inseparables de la obra del mundo espiritual. Cuando alguien llega al mundo material, Dios ya ha formulado disposiciones y definiciones apropiadas en el mundo espiritual respecto de la familia a la que esa persona irá, la era en la que llegará, la hora en que lo hará y el papel que desempeñará. Y, de esta forma, toda la vida de esta persona, las cosas que hace y las sendas que toma, procederán de acuerdo con las disposiciones realizadas en el mundo espiritual, sin la más mínima desviación. Asimismo, el momento en el que termina una vida física y la manera y el lugar en que lo hace son claros y discernibles para el mundo espiritual. Dios gobierna el mundo material y también el espiritual, y no pospondrá el ciclo normal de la vida y la muerte del alma ni podrá jamás cometer errores en las disposiciones de ese ciclo. Cada uno de los asistentes en los puestos oficiales del mundo espiritual lleva a cabo sus tareas individuales, y hace lo que debería hacer, de acuerdo con las instrucciones y normas de Dios. Y así, en el mundo de la humanidad, todo fenómeno material observado por el hombre es ordenado, y no contiene caos. Todo esto se debe al gobierno ordenado sobre todas las cosas por parte de Dios, así como al hecho de que la autoridad de Dios lo domina todo. Su dominio incluye el mundo material en el que vive el hombre y, además, el mundo espiritual invisible detrás de la humanidad. Por tanto, si los seres humanos desean tener una buena vida, y desean vivir en un buen entorno, además de ser provistos con todo el mundo material visible, deben serlo también con el espiritual, el que nadie puede ver, el que gobierna a todo ser viviente por causa de la humanidad, y que es ordenado.
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único X
Los destinos de la humanidad y del universo están íntimamente entretejidos con la soberanía de Dios, inseparablemente vinculados con las orquestaciones del Creador; al final, son inseparables de Su autoridad. En las leyes de todas las cosas el hombre llega a comprender la orquestación del Creador y Su soberanía; en las normas de supervivencia de todas las cosas, llega a percibir Su gobierno; en los destinos de todas las cosas saca conclusiones sobre las formas en las que Él ejerce Su soberanía y Su control sobre ellas; y en los ciclos de vida de los seres humanos y de todas las cosas el hombre realmente llega a experimentar las orquestaciones y disposiciones del Creador para todas las cosas y seres vivos, a presenciar realmente cómo las mismas sobrepasan a todas las leyes, reglas, e instituciones terrenales, y a todos los demás poderes y fuerzas. A la luz de esto, la humanidad se ve empujada a reconocer que ningún ser creado puede violar la soberanía del Creador, que ninguna fuerza puede usurpar ni alterar los acontecimientos y las cosas predestinados por Él ni alterarlos. Bajo estas leyes y normas divinas, los seres humanos y todas las cosas viven y se propagan, generación tras generación. ¿No es esta la verdadera materialización de la autoridad del Creador?
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III
Desde el momento en el que llegas llorando a este mundo, comienzas a cumplir tu deber. Al desempeñar tu papel en el plan de Dios y en Su ordenación, comienzas tu viaje de vida. Sean cuales sean tus antecedentes y sea cual sea el viaje que tengas por delante, nadie puede escapar de las orquestaciones y disposiciones del Cielo y nadie tiene el control de su propio destino, pues solo Aquel que gobierna sobre todas las cosas es capaz de llevar a cabo semejante obra. Desde el día en el que el hombre comenzó a existir, Dios siempre ha obrado de esta manera, gestionando el universo, dirigiendo las reglas del cambio para todas las cosas y la trayectoria de su movimiento. Como todas las cosas, el hombre, silenciosamente y sin saberlo, es alimentado por la dulzura, la lluvia y el rocío de Dios. Como todas las cosas, y sin saberlo, el hombre vive bajo la orquestación de la mano de Dios. El corazón y el espíritu del hombre están en la mano de Dios; todo lo que hay en su vida es contemplado por los ojos de Dios. Independientemente de si crees esto o no, todas las cosas, vivas o muertas, cambiarán, se transformarán, se renovarán y desaparecerán, de acuerdo con los pensamientos de Dios. Así es como Dios preside sobre todas las cosas.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios es la fuente de la vida del hombre
Dios creó este mundo, creó a esta humanidad y, además, fue el arquitecto de la antigua cultura griega y la civilización humana. Solo Dios consuela a esta humanidad y solo Él cuida de ella noche y día. El desarrollo y el progreso humanos son inseparables de la soberanía de Dios, y la historia y el futuro de la humanidad son inextricables de los designios de Dios. Si eres un cristiano verdadero, creerás sin duda que el auge y la caída de cualquier país o nación ocurren de acuerdo con los designios de Dios. Solo Él conoce el destino de un país o nación, y solo Él controla el curso de esta humanidad. Si esta desea tener un buen destino, si un país desea un buen destino, entonces el hombre debe postrarse ante Dios y adorarlo, arrepentirse y confesarse ante Él, si no, la suerte y el destino del hombre serán una catástrofe inevitable.
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Quizá tu país hoy esté prosperando, pero si dejas que tu pueblo se aparte de Dios, entonces se verá cada vez más lejos de Sus bendiciones. La civilización de tu país se verá cada vez más pisoteada, y no pasará mucho tiempo antes de que las personas se levanten contra Dios y maldigan el cielo. Y, así, sin que el hombre lo sepa, se arruinará el destino de un país. Dios alzará países poderosos para ocuparse de aquellos países que Él ha maldecido y podría incluso borrarlos de la faz de la tierra. El surgimiento y la caída de un país o nación depende de si sus gobernantes adoran a Dios y de si guían a su pueblo para que esté más cerca de Dios y lo adore. Pero en esta era final, como los que buscan sinceramente a Dios y lo adoran son cada vez más escasos, Él concede un favor especial a los países en los que el cristianismo es la religión del estado. Reúne a esos países para formar el relativamente justo campamento del mundo, mientras que los países ateos y que no adoran al Dios verdadero pasan a ser los oponentes del campamento justo. De esta forma, Él no solo tiene un lugar entre la humanidad en el que lleva a cabo Su obra, sino que también gana países que pueden ejercer autoridad justa, permitiendo que se impongan sanciones y restricciones a las naciones que se resisten a Él. Pero, a pesar de esto, siguen sin surgir personas que adoren a Dios, porque el hombre se ha alejado demasiado de Él y se ha olvidado de Dios demasiado tiempo. En la tierra sigue habiendo países que solo ejercen la justicia y resisten la injusticia. Sin embargo, esto está lejos de los deseos de Dios, porque ningún gobernante permitirá que Él presida su pueblo, y ningún partido político reunirá a sus seguidores para adorar a Dios; Él ha perdido Su lugar legítimo en el corazón de cada país, nación, partido gobernante e incluso de cada persona. Aunque las fuerzas justas existen en este mundo, el gobierno en el que Dios no ocupa un lugar en el corazón del hombre es frágil. Sin Su bendición, el ámbito político caerá en el desorden y se volverá vulnerable al ataque. Para la humanidad, vivir sin la bendición de Dios es como vivir sin sol. Independientemente de la asiduidad con la que los gobernantes trabajen por su pueblo, sin importar el número de conferencias justas que celebre la humanidad, nada de esto cambiará el curso de los acontecimientos ni alterará el destino de la humanidad. El hombre cree que un país en el que las personas pueden comer y vestirse, en el que viven juntas pacíficamente, es un buen país y tiene buen liderazgo. Pero Dios no piensa así. Él cree que un país en el que nadie lo adora es uno que Él aniquilará. La forma de pensar del hombre está muy en conflicto con la de Dios. Así pues, si el jefe de Estado de un país no adora a Dios, el destino de ese país será trágico y el país no tendrá futuro.
Dios no participa en las políticas del hombre, pero controla el destino de un país o nación. Él controla este mundo y todo el universo. El destino del hombre y el plan de Dios están íntimamente relacionados, y ningún hombre, país o nación está exento de la soberanía de Dios. Si el hombre desea conocer su destino, debe venir ante Dios. Él hará que los que le siguen y adoran prosperen y traerá decadencia y extinción sobre los que se le resisten y lo rechazan.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Apéndice II: Dios preside el destino de toda la humanidad
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