Mediante su capacidad auditiva, Job escucha hablar de Dios (Parte 2)
Aunque Dios está escondido del hombre, Sus hechos entre todas las cosas son suficientes para que el hombre le conozca
Job no había visto el rostro de Dios ni había oído palabras pronunciadas por Él, y mucho menos experimentado personalmente Su obra; sin embargo, todos han sido testigos de su temor de Dios y de su testimonio durante las pruebas; Él los ama, se deleita en ellos y los elogia, y las personas los envidian, admiran, y además cantan sus alabanzas. No había nada extraordinario ni grandioso en su vida: como cualquier persona ordinaria, vivía una vida común y corriente: salía a trabajar al amanecer y regresaba al hogar para descansar al anochecer. La diferencia es que durante varias décadas poco destacables de su vida, adquirió una perspectiva del camino de Dios, fue consciente y entendió Su gran poder y Su soberanía, como ninguna otra persona lo había hecho nunca. No era más listo que cualquier otra persona común, su vida no era especialmente férrea ni, aún menos, él tampoco tenía habilidades especiales invisibles. Sin embargo, poseía una personalidad honesta, bondadosa y recta, que amaba la ecuanimidad, la justicia, y las cosas positivas, algo que la mayoría de las personas ordinarias no poseen. Diferenciaba entre el amor y el odio, tenía sentido de la justicia, era inflexible y persistente, y prestó meticulosa atención al detalle en su pensamiento. Así, durante su tiempo común y corriente sobre la tierra vio todas las cosas extraordinarias que Dios había hecho, Su grandeza, Su santidad y Su justicia; Su preocupación por el hombre, Su gracia y Su protección sobre este, así como la honorabilidad y la autoridad del Dios supremo. La primera razón por la que Job fue capaz de obtener estas cosas, que estaban fuera del alcance de cualquier persona normal, era que tenía un corazón puro; este le pertenecía a Dios, y el Creador lo dirigía. La segunda razón era su búsqueda: procuraba ser impecable y perfecto, alguien que cumpliera la voluntad del Cielo, que fuera amado por Dios, y que se apartara del mal. Job poseía y buscaba estas cosas aunque fuera incapaz de ver a Dios u oír Sus palabras; aunque nunca le había visto, había llegado a conocer los medios por los que Él domina todas las cosas, y entendió la sabiduría con la que Él lo hace. Aunque nunca había oído las palabras habladas por Dios, Job sabía que el recompensar al hombre y el quitarle cosas, todo procede de Él. Aunque los años de su vida no fueron diferentes de los de una persona ordinaria, no permitió que lo poco destacado de su existencia afectase a su conocimiento de la soberanía de Dios sobre todas las cosas, o a seguir el camino de temer a Dios y apartarse del mal. A sus ojos, las leyes de todas las cosas estaban llenas de Sus hechos, y Su soberanía podía contemplarse en cualquier parte de la vida de la persona. No había visto a Dios, pero era capaz de darse cuenta de que Sus hechos están por todas partes, y durante su tiempo común y corriente sobre la tierra, fue capaz de ver y de ser consciente de los hechos extraordinarios y maravillosos de Dios, y Sus maravillosas disposiciones, en cada rincón de su vida. Que Dios estuviese escondido y en silencioso no le estorbó para tomar consciencia de Sus hechos ni afectó a su conocimiento de Su soberanía sobre todas las cosas. Su existencia fue la comprensión, durante su vida diaria, de la soberanía y de las disposiciones de Dios, quien está escondido entre todas las cosas. En ella también oyó y entendió la voz del corazón de Dios y las palabras de Dios, quien permanece callado entre todas las cosas, pero que expresa la voz de Su corazón y Sus palabras al gobernar las leyes de todas las cosas. Ves, pues, que si las personas tienen la misma humanidad y búsqueda que Job, pueden obtener la misma conciencia y conocimiento, y adquirir el mismo entendimiento y conocimiento de la soberanía de Dios sobre todas las cosas que él. Dios no se le había aparecido ni le había hablado, pero él fue capaz de ser perfecto y recto, de temerle y apartarse del mal. En otras palabras, sin que Dios se le aparezca o le hable al hombre, Sus hechos entre todas las cosas y Su soberanía sobre estas son suficientes para que el ser humano sea consciente de Su existencia, Su poder y Su autoridad; estos dos últimos son suficientes para que el hombre siga el camino de temer a Dios y apartarse del mal. Si una persona corriente como Job fue capaz de hacer esto, cualquier ser humano ordinario que siga a Dios también debería poder hacerlo. Aunque estas palabras suenen, quizás, como una deducción lógica, no contraviene las leyes de las cosas. Sin embargo, los hechos no han estado a la altura de las expectativas: podría parecer que temer a Dios y apartarse del mal es terreno exclusivo de Job. Cuando se menciona “temer a Dios y apartarse del mal”, las personas piensan que solo Job debería hacerlo, como si ese camino llevara la etiqueta con su nombre y no guardara relación con otras personas. La razón es clara: como sólo Job poseía una personalidad honesta, bondadosa, y recta, amaba la ecuanimidad, la justicia y las cosas positivas, sólo él podría seguir el camino de temer a Dios y apartarse del mal. Todos debéis de haber entendido la implicación aquí: como nadie posee una humanidad honesta, bondadosa y recta, que ame la ecuanimidad, la justicia y lo que es positivo, nadie puede temer a Dios y apartarse del mal; por tanto nunca podrá obtener el gozo de Dios ni mantenerse firme en medio de las pruebas. Esto significa, asimismo, que a excepción de Job, todas las personas siguen atadas y atrapadas por Satanás; todas están acusadas, atacadas y maltratadas por este. Están las que Satanás trata de tragarse; ninguna tiene libertad, son prisioneras que han sido capturadas por Satanás.
Si el corazón del hombre está enemistado con Dios, ¿cómo puede temerle y apartarse del mal?
Como las personas actuales no poseen la misma humanidad que Job, ¿qué hay de su esencia naturaleza, y de su actitud hacia Dios? ¿Temen a Dios? ¿Se apartan del mal? Los que no temen a Dios ni se apartan del mal solo pueden definirse con tres palabras: “enemigos de Dios”. Pronunciáis a menudo estas tres palabras, pero nunca habéis conocido su verdadero significado. Tienen contenido en sí mismas: no están diciendo que Dios vea al hombre como enemigo, sino que es el hombre quien le ve a Él así. Primero, cuando las personas comienzan a creer en Él, ¿quién de ellas no tiene sus propios objetivos, motivaciones y ambiciones? Aunque una parte de ellas crea en la existencia de Dios y la haya visto, su creencia en Él sigue conteniendo esas motivaciones, y su objetivo final es recibir Sus bendiciones y las cosas que desean. En sus experiencias vitales piensan a menudo: “He abandonado a mi familia y mi carrera por Dios, ¿y qué me ha dado Él? Debo sumarlo todo y confirmarlo: ¿He recibido bendiciones recientemente? He dado mucho durante este tiempo, he corrido y corrido, y he sufrido mucho; ¿me ha dado Dios alguna promesa a cambio? ¿Ha recordado mis buenas obras? ¿Cuál será mi final? ¿Puedo recibir Sus bendiciones?…”. Toda persona hace, constantemente esas cuentas en su corazón, y le ponen exigencias a Dios que incluyen sus motivaciones, sus ambiciones y una mentalidad de transacciones. Es decir, el hombre le está poniendo incesantemente a prueba en su corazón, ideando planes sobre Él, defendiendo ante Él su propio fin, tratando de arrancarle una declaración, viendo si Él puede o no darle lo que quiere. Al mismo tiempo que busca a Dios, el hombre no lo trata como tal. El hombre siempre ha intentado hacer tratos con Él, exigiéndole cosas sin cesar, y hasta presionándolo a cada paso, tratando de tomar el brazo cuando le dan la mano. A la vez que intenta hacer tratos con Dios, también discute con Él, e incluso hay personas que, cuando les sobrevienen las pruebas o se encuentran en ciertas circunstancias, con frecuencia se vuelven débiles, negativos y holgazanes en su trabajo, y se quejan mucho de Él. Desde el momento que empezó a creer en Él por primera vez, el hombre lo ha considerado una cornucopia, una navaja suiza, y se ha considerado Su mayor acreedor, como si tratar de conseguir bendiciones y promesas de Dios fuera su derecho y obligación inherentes, y la responsabilidad de Dios protegerlo, cuidar de él y proveer para él. Tal es el entendimiento básico de la “creencia en Dios” de todos aquellos que creen en Él, y su comprensión más profunda del concepto de creer en Él. Desde la esencia naturaleza del hombre a su búsqueda subjetiva, nada tiene relación con el temor de Dios. El objetivo del hombre de creer en Dios, no es posible que tenga nada que ver con la adoración a Dios. Es decir, el hombre nunca ha considerado ni entendido que la creencia en Él requiera que se le tema y adore. A la luz de tales condiciones, la esencia del hombre es obvia. ¿Cuál es? El corazón del hombre es maligno, alberga traición y astucia, no ama la ecuanimidad, la justicia ni lo que es positivo; además, es despreciable y codicioso. El corazón del hombre no podría estar más cerrado a Dios; no se lo ha entregado en absoluto. Él nunca ha visto el verdadero corazón del hombre ni este lo ha adorado jamás. No importa cuán grande sea el precio que Dios pague, cuánta obra Él lleve a cabo o cuánto le provea al hombre, este sigue estando ciego a ello y totalmente indiferente. El ser humano no le ha dado nunca su corazón a Dios, solo quiere ocuparse de su corazón, tomar sus propias decisiones; el trasfondo de esto es que no quiere seguir el camino de temer a Dios y apartarse del mal ni someterse a Su soberanía ni Sus disposiciones, ni adorar a Dios como tal. Este es el estado del hombre en la actualidad. Consideremos de nuevo a Job. Lo primero es: ¿hizo un trato con Dios? ¿Tenía motivos ocultos al aferrarse al camino de temer a Dios y apartarse del mal? En aquella época, ¿había hablado Dios a alguien sobre el fin venidero? En aquel momento, Dios no le había hecho promesas a nadie respecto al fin, y Job fue capaz de temer a Dios y apartarse del mal con ese trasfondo. ¿Salen bien paradas las personas actuales si las comparamos con Job? Hay mucha disparidad; juegan en ligas diferentes. Aunque Job no tenía mucho conocimiento de Dios, le había dado su corazón y este le pertenecía. Nunca hizo un trato con Él ni tuvo deseos o exigencias extravagantes para con Él, sino que creía que “Jehová dio y Jehová quitó”. Esto era lo que él había visto y obtenido al aferrarse al camino de temer a Dios y apartarse del mal durante muchos años de vida. De igual manera, también había llegado a la conclusión representada en las palabras siguientes: “¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal?”. Estas dos frases eran lo que él había visto y llegado a conocer como resultado de su actitud de sumisión a Dios, durante sus experiencias vitales. Eran, asimismo, sus armas más poderosas con las que triunfó durante las tentaciones de Satanás, y el fundamento de su firmeza en el testimonio de Dios. En este punto, ¿imagináis a Job como una persona agradable? ¿Esperáis ser como él? ¿Teméis tener que pasar por las tentaciones de Satanás? ¿Estáis decididos a pedirle a Dios que os someta a las mismas pruebas que Job? Sin duda, la mayoría de las personas no se atrevería a orar por estas cosas. Es evidente, pues, que vuestra fe es lamentablemente pequeña; en comparación con Job, vuestra fe es sencillamente indigna de mención. Sois enemigos de Dios, no le teméis, sois incapaces de manteneros firmes en vuestro testimonio de Él, y de triunfar sobre los ataques, las acusaciones y las tentaciones de Satanás. ¿Qué os hace aptos para recibir las promesas de Dios? Una vez oída la historia de Job y entendido el propósito de Dios de salvar al hombre y la relevancia de la salvación del hombre, ¿tenéis ahora la fe para aceptar las mismas pruebas que Job? ¿No deberíais tener un poco de determinación para poder seguir el camino de temer a Dios y apartarse del mal?
No tengáis recelos hacia las pruebas de Dios
Tras recibir el testimonio de Job al finalizar sus pruebas, Dios decidió ganar un grupo o más de un grupo de personas como él, pero nunca más permitiría que Satanás atacara o maltratara a otra persona con los medios utilizados para tentar, atacar y maltratar a Job, apostando con Él; Dios no volvería a permitir que Satanás hiciera algo así al hombre, que es débil, insensato e ignorante. ¡Era suficiente con que hubiera tentado a Job! No consentirle a Satanás que maltrate a las personas como él quiera es la misericordia de Dios. Para Él fue suficiente con que Job sufriera la tentación y el maltrato de Satanás. Dios no le autorizó a repetir estas cosas nunca más, porque Él gobierna e instrumenta la vida y todo lo relativo a quienes le siguen; Satanás no tiene derecho a manipular a su antojo a los escogidos de Dios. ¡Esto es algo que deberíais tener claro a estas alturas! Dios se preocupa de las debilidades del hombre, y entiende su insensatez e ignorancia. Aunque, para que el hombre pueda salvarse por completo, Él tiene que entregarlo a Satanás, no está dispuesto a ver que tome por tonto al hombre y lo maltrate, ni quiere verle sufrir siempre. Dios creó al hombre, y se considera perfectamente natural y justificado que Él gobierne y disponga todo lo que tiene que ver con este; ¡esta es la responsabilidad de Dios, y la autoridad por la que domina todas las cosas! Él no permite que Satanás abuse del hombre ni que lo maltrate a su antojo, Él no permite que Satanás emplee diversos medios para extraviar al hombre, y además no permite que intervenga en Su soberanía sobre él, ni que pisotee y destruya las leyes por las que Dios gobierna todas las cosas; ¡esto, por no hablar de Su gran obra de gestión y salvación de la humanidad! Aquellos a quienes Dios desea salvar, y los que son capaces de dar testimonio de Él, son el núcleo y la cristalización de la obra del plan de Dios de gestión de seis mil años, así como el precio de Sus esfuerzos en todo ese tiempo de obra. ¿Cómo iba Dios a entregar a estas personas a Satanás a la ligera?
A menudo, las personas se preocupan por las pruebas de Dios y les temen, pero viven todo el tiempo en el lazo de Satanás, en un territorio peligroso en el que este las ataca y maltrata; sin embargo, no conocen el miedo y se muestran imperturbables. ¿Qué está ocurriendo? La fe del hombre en Dios sólo se limita a las cosas visibles. No tiene la más mínima apreciación del amor y de la preocupación de Dios por él ni de Su piedad y consideración hacia él. Excepto por un poco de inquietud y temor por las pruebas, el juicio y castigo, y la majestad e ira de Dios, el hombre no tiene el más mínimo entendimiento de Sus buenos propósitos. Con la sola mención de las pruebas, las personas sienten como si Dios tuviera motivos ocultos, y algunas hasta llegan a creer que Él alberga designios malvados, ignoran cómo actuará realmente con ellas. Por tanto, a la vez que proclaman sumisión a la soberanía y a las disposiciones de Dios, hacen todo lo que pueden para resistirse y oponerse a Su soberanía sobre el hombre y Sus disposiciones para él, porque creen que si no tienen cuidado Dios las desorientará; que si no tienen bien agarrado su propio destino Él podría quitarles todo lo que tienen, y hasta poner fin a su vida. El hombre está en el campamento de Satanás, sin preocuparse de que este lo maltrate; y Satanás lo maltrata, pero el hombre nunca teme que lo lleve cautivo. Sigue afirmando que acepta la salvación de Dios, pero nunca ha confiado en Él ni ha creído que Él lo salvará de verdad de las garras de Satanás. Si, como Job, el hombre es capaz de someterse a las instrumentaciones y disposiciones de Dios, y puede entregar todo su ser en Sus manos, ¿no será, pues, su final el mismo que el de Job: recibir las bendiciones de Dios? Si un hombre es capaz de aceptar y someterse a la soberanía de Dios, ¿qué tiene que perder? De este modo, sugiero que seáis cuidadosos en vuestros actos, y cautos con todo lo que está a punto de venir sobre vosotros. No seáis temerarios ni impulsivos, y no tratéis a Dios y a las personas, los asuntos y los objetos que Él ha arreglado para vosotros según la carne ni vuestra naturalidad o según vuestras imaginaciones y nociones; debéis ser precavidos en vuestras acciones, orar y buscar más, para evitar dar lugar a la ira de Dios. ¡Recordad esto!
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II
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