Parábola de la oveja perdida

21 Abr 2018

Mateo 18:12-14 ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y una de ellas se ha descarriado, ¿no deja las noventa y nueve en los montes, y va en busca de la descarriada? Y si sucede que la halla, en verdad os digo que se regocija más por esta que por las noventa y nueve que no se han descarriado. Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que se pierda uno de estos pequeñitos.

Este pasaje es una parábola; ¿qué tipo de sentimiento produce en la gente? La forma de expresión usada aquí, la parábola, es una figura retórica del lenguaje humano y, como tal, está dentro de la esfera del conocimiento humano. Si Dios hubiera dicho algo parecido en la Era de la Ley, las personas habrían sentido que tales palabras no eran realmente congruentes con Su identidad; sin embargo, cuando el Hijo del hombre comunicó estas palabras en la Era de la Gracia, para las personas fue algo reconfortante, cálido e íntimo. Cuando Dios se hizo carne, cuando apareció en forma de hombre, usó una parábola muy apropiada que provenía de Su propia humanidad para expresar la voz de Su corazón. Esta representaba la propia voz de Dios y la obra que Él quería hacer en esa era. También simbolizaba una actitud que Dios tenía hacia las personas en la Era de la Gracia. Mirando desde la perspectiva de la actitud de Dios hacia las personas, comparó a cada una de ellas con una oveja. Si una oveja se perdiera, Él haría lo que hiciera falta para encontrarla. Esto representaba un principio de la obra de Dios en ese momento en medio de la humanidad, cuando estaba en la carne. Dios usó esta parábola para describir Su determinación y Su actitud en esa obra. Esta era la ventaja de Dios al hacerse carne: podía aprovecharse del conocimiento de la humanidad y usar el lenguaje humano para hablar a las personas y para expresar Sus deseos. Él le explicó o le “tradujo” al hombre Su profundo lenguaje divino, que resultaba difícil de entender para las personas en lenguaje humano, de forma humana. Esto ayudó a las personas a entender Sus intenciones y a saber qué quería hacer Él. También pudo tener conversaciones con personas desde la perspectiva humana, usar el lenguaje humano y comunicarse con ellas de una forma en la que entenderían. Hasta podía hablar y obrar usando el lenguaje y el conocimiento humanos, de forma que las personas pudieran sentir la bondad y la cercanía de Dios, y ver Su corazón. ¿Qué veis en esto? ¿Hay alguna prohibición en las palabras y las acciones de Dios? Para las personas, Dios de ninguna manera podía usar el conocimiento, el lenguaje o las formas de comunicarse humanas para hablar sobre lo que Dios mismo quería decir, la obra que quería realizar, o para expresar Sus propias intenciones. Pero estaban equivocados. Dios utilizó este tipo de parábola para que las personas pudieran sentir la realidad y la sinceridad de Dios, y para que vieran Su actitud hacia los demás durante ese período. Esta parábola despertó de un sueño a aquellas personas que habían estado viviendo bajo la ley durante mucho tiempo y también inspiró a una generación tras otra de personas que vivieron en la Era de la Gracia. Al leer el pasaje de esta parábola, se conoce la sinceridad de Dios al salvar a la humanidad y entienden el peso y la importancia que la humanidad tiene en Su corazón.

Echemos un vistazo a la última frase en este pasaje: “Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que se pierda uno de estos pequeñitos”. ¿Fueron estas las propias palabras del Señor Jesús, o las del Padre en el cielo? Superficialmente, parece que es el Señor Jesús el que habla, pero Su intención representa la de Dios mismo y por eso dijo: “Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que se pierda uno de estos pequeñitos”. Las personas de esa época solo reconocían como Dios al Padre del cielo y creían que esta persona que tenían ante sus ojos solo era un enviado Suyo y que no podía representarlo. Por esta razón, el Señor Jesús tuvo que agregar esa frase al final de la parábola, de forma que las personas pudiesen sentir realmente la intención de Dios para la humanidad, así como la autenticidad y de lo que Él afirmaba. Aunque esta frase era simple, fue pronunciada con cuidado y amor y reveló la humildad y la ocultación del Señor Jesús. Independientemente de que Dios se hiciera carne u obrara en la esfera espiritual, conocía muy bien el corazón humano y entendía perfectamente lo que las personas necesitaban; sabía lo que las preocupaba y lo que las confundía, por lo que añadió esta frase, que resaltaba un problema oculto en la humanidad: las personas eran escépticas ante lo que el Hijo del hombre decía. Por eso, cuando el Señor Jesús estaba hablando tuvo que añadir: “Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que se pierda uno de estos pequeñitos”. Sus palabras solo podían rendir fruto sobre esta premisa, para que las personas creyeran en su rigor y mejoraran su credibilidad. Esto muestra que cuando Dios se volvió Hijo normal del hombre, Él y la humanidad tuvieron una relación muy complicada, y la situación del Hijo del hombre era muy embarazosa. También muestra cuán insignificante era el estatus del Señor Jesús entre los humanos de la época. Cuando Él dijo esto, en realidad estaba diciendo a las personas: podéis descansar tranquilos, estas palabras no representan lo que hay en Mi corazón, sino que son la intención del Dios que está en vuestros corazones. ¿No era esto irónico para la humanidad? Aunque obrando en la carne, Dios tenía muchas ventajas que no tenía en Su persona, Él tuvo que resistir sus dudas y su rechazo, así como su insensibilidad y sosería. Podría decirse que el proceso de la obra del Hijo del hombre fue el proceso de experimentar el rechazo de la humanidad y su experiencia de competir contra Él. Más que eso, fue el proceso de obrar para continuamente ganar la confianza de la humanidad y conquistarla a través de lo que Él tiene y es, a través de Su propia esencia. No fue tanto que Dios encarnado estuviera librando una guerra sobre el terreno contra Satanás, sino que se convirtió en un hombre corriente e inició una lucha con los que lo seguían. En ella, el Hijo del hombre completó Su obra con Su humildad, con lo que Él tiene y es, y con Su amor y sabiduría. Consiguió a las personas que quería, obtuvo la identidad y el estatus que merecía, y “volvió” a Su trono.

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo III

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