Cómo perseguir la verdad (16)
¿Qué compartimos en la reunión anterior? (En la última reunión, Dios habló primordialmente sobre desprenderse del condicionamiento de la propia familia en lo relativo a la tradición, la superstición y la religión. Dios habló en detalle sobre varios dichos supersticiosos como “Bolas de masa hervida al partir, fideos al regresar” y “Si tienes un tic en el ojo izquierdo es señal de buena fortuna, pero si es en el ojo derecho es señal de desgracia”, además del efecto que tienen en algunas personas ciertas costumbres tradicionales relacionadas con el Año Nuevo chino y otras festividades. A su vez, Dios habló sobre la manera correcta de enfocar estos dichos y prácticas tradicionales y supersticiosos, que consiste en sostener que, efectivamente, ciertos acontecimientos van a suceder, al tiempo que además se cree que todo está en manos de Dios. Con independencia de qué puedan indicar estos dichos o qué acontecimientos es posible que sucedan, todos debemos adoptar una actitud de aceptación y sumisión, y ser capaces de ponernos a merced de las instrumentaciones y arreglos de Dios). Estos fueron los elementos básicos de nuestra enseñanza en la reunión anterior. En cuanto al contenido sobre las tradiciones, supersticiones y religiones que la familia condiciona en la gente, compartimos en detalle algunas cosas con las que las personas se encuentran en la vida diaria. El contenido de nuestra enseñanza solo abarcó esos elementos presentes en la vida cotidiana del pueblo chino, con la que nosotros estamos familiarizados, y no resulta representativa de todas las nacionalidades o razas, si bien la naturaleza de las tradiciones, supersticiones y religiones a las que se aferra la gente que vive en diferentes regiones y entre distintas razas es la misma. En todos esos entornos, se observan algunas tradiciones, hábitos de vida y dichos supersticiosos que proceden de sus ancestros. Al margen de que estas supersticiones sean un efecto psicológico de la mente de las personas o sean reales desde un punto de vista objetivo, en resumen, vuestra actitud hacia ellas debe ser la de reconocer claramente el pensamiento o la esencia primordiales que hay detrás. A su vez, no deben influiros ni perturbaros. En cambio, debéis creer que todo lo relacionado con la gente está en manos de Dios, que no son las supersticiones las que la manipulan, y que desde luego no son estas las que dictan el destino o la vida cotidiana de nadie. Al margen de que las supersticiones sean o no reales, de que resulten o no efectivas o ciertas, las personas han de tener en cualquier caso un principio que se ajuste a la verdad para lidiar con tales asuntos. No deben estar hechizadas ni controladas por estas supersticiones, y desde luego no deben dejar que estas interfieran en los objetivos normales de su búsqueda ni con su práctica de los principios. De entre los temas de la tradición, superstición y religión, es la superstición la que crea la mayor interferencia y ejerce más influencia en las vidas, pensamientos y puntos de vista de las personas respecto a diversos asuntos. En general, nadie se atreve a renunciar a esos dichos y definiciones supersticiosos, y los problemas vitales que crean estas supersticiones nunca se resuelven. El hecho de que la gente no se atreva a liberarse de las ataduras de estos enunciados supersticiosos en su vida cotidiana evidencia que carece todavía de la suficiente fe en Dios. En realidad, todavía no ha desentrañado ni entendido con precisión el hecho de la soberanía de Dios sobre todas las cosas y Su soberanía sobre el destino de la humanidad. Por tanto, cuando la gente se encuentre con un dicho supersticioso o con ciertos sentimientos asociados a la superstición, estará atada de pies y manos. En especial, cuando se trata de ciertos acontecimientos importantes que afectan a su propia vida y a su muerte, o a la de sus seres queridos, o también a su propia fortuna, la gente queda aún más encadenada por estos supuestos tabúes y enunciados supersticiosos, y llega a un extremo en el que le resulta imposible liberarse. Es constante el temor a romper un tabú y a que este se convierta en realidad, a que le ocurra alguna desgracia y algo malo le suceda. En lo que respecta a la superstición, la gente siempre se muestra incapaz de desentrañar la esencia de la cuestión, y más aún de liberarse de las ataduras de toda clase de afirmaciones supersticiosas. Desde luego, también es incapaz de comprender la influencia que ejerce la superstición en la vida de las personas. Según la perspectiva del comportamiento humano y de los pensamientos y puntos de vista de la gente sobre las supersticiones, la conciencia y las perspectivas de sus pensamientos continúan en gran medida infestadas por Satanás y controladas por una suerte de fuerza invisible ajena al mundo material. Por consiguiente, si bien las personas siguen a Dios y aceptan Sus palabras, permanecen bajo el control de algunos dichos supersticiosos relativos a su porvenir, a la vida y la muerte, y también a su existencia. Es decir, en lo más profundo de sus pensamientos, siguen creyendo que estos enunciados supersticiosos son reales. ¿Qué significa que crean esto? Quiere decir que siguen controladas por las garras invisibles detrás de estas supersticiones, en lugar de reconocer de veras que la mano de Dios rige e instrumenta su suerte. También significa que no son del todo felices ni se quedan tranquilos confiando su porvenir en manos de Dios, sino que se dejan controlar involuntariamente por Satanás. Por ejemplo, la vida cotidiana, las reglas de supervivencia, las nociones y demás que tienen las personas que hacen negocios con frecuencia, que viajan a menudo, y las de aquellos que en cierto modo solían creer en actividades y dichos supersticiosos como la lectura del rostro, los ocho trigramas y el I Ching, los estudios del ying y el yang y cosas del estilo, están profundamente influenciadas, controladas y manipuladas por estas supersticiones. Es decir, cualquier cosa que hacen debe partir de una base teórica que proviene de la superstición. Por ejemplo, antes de salir tienen que mirar lo que dice en el calendario y si existe algún tabú. Al hacer negocios, firmar contratos, comprar o vender viviendas, etcétera, necesariamente han de consultar el calendario de ese día. Si no lo hacen, sienten incertidumbre y no saben qué podría pasar. Solo tienen certeza y paz mental cuando actúan y toman decisiones tras consultar el calendario. Asimismo, dado que suceden varias cosas malas a consecuencia de romper ciertos tabúes, se vuelve más concluyente su conocimiento y creencia de que estas supersticiones son reales, y terminan atados a ellas. Creen con mayor firmeza que el destino, el porvenir, la vida y la muerte de las personas se rigen por dichos supersticiosos y que en el mundo oculto y místico hay una gran mano invisible que controla su propia fortuna, su vida y su muerte. Por consiguiente, creen con fervor en todos los dichos supersticiosos, en particular en aquellos estrechamente relacionados con su vida y su supervivencia, hasta tal punto que después de empezar a creer en Dios, si bien admiten de palabra y creen que el porvenir de las personas está en Sus manos, en lo más profundo del corazón suelen sentirse perturbados y controlados de forma involuntaria por diversos enunciados supersticiosos. Hay quienes incluso mezclan los principios-verdad con los presuntos tabúes de la vida, como qué entra en conflicto con qué, lo que está condenado a suceder en el propio devenir y otros enunciados supersticiosos similares, y se atienen a ellos. Esta postura de la gente ante las supersticiones afecta gravemente a su actitud ante la verdad y las palabras de Dios en Su presencia. Asimismo, afecta de igual forma a las actitudes que las personas tienen hacia el Creador como seres creados y, por supuesto, a la actitud de Dios hacia ellas. La razón es que, si bien siguen a Dios, de manera tanto voluntaria como involuntaria, aún las controlan y perturban diversos pensamientos y dichos relacionados con la superstición que les inculcó Satanás. Al mismo tiempo, también les resulta difícil desprenderse de estos diferentes pensamientos y dichos relacionados con la superstición.
De entre las cosas que las familias condicionan en la gente, son de hecho las supersticiones las que en mayor medida interfieren en ella y causan unos efectos más profundos y duraderos. Por tanto, la gente las debe investigar y llegar a conocerlas una a una en su vida real, y comprobar si ha recibido algún tipo de condicionamiento o influencia relacionados con la superstición por parte de su familia más cercana, de otros parientes o clanes. Si es así, ha de desprenderse de estas supersticiones una a una, en lugar de aferrarse a ellas, ya que no tienen conexión con la verdad. Cuando a menudo queda al descubierto la práctica de un modo de vida tradicional en la cotidianidad de una persona, puede que tal práctica provoque su caída bajo el control de Satanás de una manera obediente e involuntaria. Es más, los dichos supersticiosos que influencian los pensamientos de las personas poseen si cabe una mayor capacidad para mantener a la gente bajo el férreo control del poder de Satanás. Por tanto, aparte de las tradiciones y la religión, hay que desprenderse enseguida de cualquier pensamiento, punto de vista, dicho o regla relacionado con la superstición, y no aferrarse a ninguno. Con Dios no hay tabúes. Las palabras de Dios, Sus exigencias a la humanidad y Sus intenciones se expresan con claridad en Su palabra. Además, todo lo que Dios le dice o le exige a la gente con Sus palabras pertenece a la verdad y no contiene ningún elemento extraño. Dios solo le dice a la gente de manera clara y directa cómo actuar y a qué principios atenerse en qué asuntos. No hay tabúes, detalles meticulosos ni dichos. La gente debe atenerse a obrar según los principios-verdad en función de sus propias circunstancias reales. Para practicar las palabras de Dios y atenerse a los principios-verdad, no hace falta que mires la fecha ni la hora; los tabúes no existen. Tampoco hay necesidad de consultar un calendario, y mucho menos un horóscopo, o si hay luna llena o luna nueva ese día; esas son cosas de las que no tienes que preocuparte. Las personas son libres y están liberadas bajo el dominio de Dios y Su soberanía. Tienen el corazón en calma, lleno de alegría y paz, sin pánico ni miedo en él, y desde luego tampoco represión. El pánico, el miedo y la represión son solo sentimientos que surgen a raíz de diversos dichos supersticiosos. La verdad, las palabras de Dios, Sus exigencias y la obra del Espíritu Santo generan en la gente paz y alegría, libertad y liberación, relajación y felicidad. Sin embargo, la superstición causa exactamente lo contrario. Te ata de pies y manos, te impide hacer esto o comer aquello. Cualquier cosa que hagas está mal e implica un tabú, y todo debe ajustarse a los dichos de un viejo almanaque. En qué momento del calendario lunar nos encontramos, qué se puede hacer en determinado día, si puedes salir, o incluso cortarte el pelo, bañarte, cambiarte de ropa y ver a gente, todo ello involucra sus propios tabúes. Cosas tan concretas como las bodas y los funerales, mudarse de casa, ir a hacer recados y buscar un trabajo dependen incluso más del almanaque. Satanás emplea toda clase de dichos supersticiosos y extraños para atar con fuerza de pies y manos a la gente. ¿Qué propósito tiene al hacerlo? (Controlar a las personas). En lenguaje moderno, hace notar su presencia. ¿Qué significa eso? Quiere decir que hace que la gente sepa de su presencia, de modo que le comunica que estas afirmaciones sobre tabúes que propone son reales, que tiene la última palabra, que puede hacer semejantes cosas, y que si no lo escuchas te indicará dónde mirar. ¿Cómo era aquella alegoría? Dice: “Una vieja se pinta los labios, para que tengas algo que mirar”. Significa que si no escuchas o si infringes este tabú, entonces tendrás que esperar a ver qué sucede, y habrás de cargar con las consecuencias. Si la gente no cree en Dios, teme estos tabúes porque, después de todo, es de carne y le resulta imposible luchar contra todas las diversas formas de los diablos y de Satanás en el reino espiritual. Sin embargo, ahora que has regresado ante Dios, todo lo que tiene que ver contigo, incluidos tus pensamientos y el día a día de tu vida, está bajo Su control. Él te vigila y te protege. Vives y existes bajo el dominio de Dios, y no estás al alcance de las garras de Satanás. Por tanto, ya no hace falta que te atengas a esos tabúes. Por el contrario, si sigues temiendo que Satanás te pueda hacer daño, o que te sucedan cosas malas si no lo escuchas ni crees en los tabúes que se cuentan en las supersticiones, esto demuestra que sigues creyendo que Satanás puede controlar tu destino. A su vez, también evidencia que estás dispuesto a someterte a la manipulación de Satanás y no lo estás a aceptar la soberanía de Dios. Satanás hace todo esto para hacer saber a la gente que él de verdad existe. Quiere usar sus poderes mágicos para controlar a la humanidad, a todo ser viviente. Su intención al hacerlo es llevarlos a la ruina, con el propósito y fin de devorarlos. Por supuesto, al controlarlos también pretende que la gente lo adore. Si el diablo Satanás quiere hacerse notar, ha de demostrar algo de efectividad. Por ejemplo, puede convertir un huevo en heces. Este huevo se ofrece al altar de un espíritu maligno, y si tienes hambre y te lo quieres comer, y tratas de arrebatárselo al diablo, este lo convertirá en heces para poner de manifiesto su poder. Te asustarás y no te atreverás a competir con él por la comida. Si una cosa te hace tenerle miedo, y luego otra, con el tiempo empezarás a creer ciegamente en ello. Si la situación se alarga lo suficiente en el tiempo, empezarás a adorarlo desde el fondo de tu corazón. ¿Acaso no es este el objetivo de las acciones de Satanás? Este actúa precisamente en pos de esos objetivos. Con independencia de si se trata del sur o del norte, y de qué población humana se trate, todos adoran a los espíritus malignos e inmundos con la rodilla hincada. ¿Por qué lo hacen? ¿Por qué delante de estos espíritus malignos e inmundos a los que adoran con la rodilla hincada siempre hay una ofrenda de incienso ardiendo, en una generación tras otra? Si aseguras que no son reales, entonces, ¿por qué cree tanta gente en ellos y les sigue quemando incienso, les hace reverencias, hace votos por ellos y luego los cumple, generación tras generación? ¿Acaso no es porque esos espíritus malignos e inmundos han hecho algo? Si no escuchas las palabras de los espíritus malignos, te harán caer enfermo, provocarán que te vayan mal las cosas, que sufras desgracias y las vacas de tu familia enfermen y no puedan arar los campos, e incluso ocasionarán accidentes de coche a tu familia. Buscarán maneras de molestarte, y cuanto más lo hagan, más problemas tendrás. No puedes negarte a obedecer y, al final, no tendrás más remedio que adorarles con la rodilla hincada, agacharás voluntariamente la cabeza para someterte a ellos, y así se quedarán contentos. Les pertenecerás a partir de ese momento. Fíjate en esas personas de la sociedad a las que controlan los espíritus del zorro o las diversas figuras del reino espiritual que aparecen en los altares. ¿A esto cómo lo llamamos? Estar poseído por espíritus malignos y dejarse habitar por ellos. Entre la gente común, a esto se le denomina estar controlado por un espíritu o que algo se apodere de su cuerpo. Cuando los espíritus malignos empiezan a buscar cuerpos de los que apoderarse, sus presas no están dispuestas a dejar que lo hagan, así que interfieren en ellos y los perturban, y provocan accidentes y problemas en sus familias. A quienes se dedican a los negocios les hacen sufrir pérdidas y no tener nunca clientes; les ponen obstáculos hasta el punto de que no pueden salir adelante y avanzar les resulta muy difícil. Al final, terminan por someterse y aceptar. Una vez que aceptan, los espíritus malignos se sirven de sus cuerpos físicos para ocuparse de ciertos menesteres, como realizar ciertas señales y prodigios, atraer a otras personas, tratar enfermedades, leer la fortuna, e incluso para ayudar a invocar a los espíritus de los muertos y otras tantas cosas. ¿Acaso los espíritus malignos no utilizan estos medios para confundir, corromper y controlar a la gente?
Si los creyentes en Dios tienen los mismos puntos de vista y opiniones que los no creyentes respecto a estos dichos supersticiosos, ¿cuál es la naturaleza de esto? (Desafiar y blasfemar contra Dios). Cierto, esa es una respuesta muy precisa, ¡supone una grave blasfemia contra Dios! Sigues a Dios y dices que crees en Él, pero al mismo tiempo te controlan y perturban las supersticiones. Incluso eres capaz de seguir los pensamientos que estas inculcan en la gente, y lo que es incluso más grave, algunos de vosotros les tenéis miedo a tales pensamientos y estos hechos relacionados con las supersticiones. Eso supone la mayor blasfemia contra Dios. No solo eres incapaz de dar testimonio de Él, sino que además sigues a Satanás al resistirte a la soberanía de Dios. Eso es una blasfemia contra Él. ¿Lo entiendes? (Sí). La esencia de que la gente crea en las supersticiones o las siga es que implica blasfemar contra Dios, así que ¿acaso no debes desprenderte de los diversos tipos de condicionamiento que ejercen sobre ti las supersticiones? (Sí). La manera más simple de practicar desprenderse de ellas es no dejar que te perturben, con independencia de si esas supersticiones son reales o no, y de lo que vayan a provocar. Aunque los enunciados que hacen las supersticiones respecto a cierto asunto sean objetivamente reales, no deben perturbarte ni controlarte. ¿Por qué? Porque Dios lo instrumenta todo. Incluso si Satanás puede lograr algo, es con el permiso de Dios. Sin Su permiso, como ha dicho Dios, Satanás ni siquiera se atreve a tocarte un pelo. Eso es un hecho y una verdad que la gente debe creer. Por tanto, no importa en qué ojo tengas el tic, o que sueñes con que se te caen los dientes, con que se te cae el pelo, con la muerte o sufras cualquier tipo de pesadilla, debes creer que tales cosas están en manos de Dios, y no deben influirte ni perturbarte. Nadie puede cambiar las cosas que Dios quiere consumar ni las que ha ordenado; lo que Él ordena y planea son hechos que ya se han consumado. Al margen de que tengas una premonición o de qué tipo de profecías te hagan tanto Satanás como estos diablos del reino espiritual, no deben perturbarte. Limítate a creer que todo ello está en manos de Dios, y que la gente debe someterse a Su instrumentación y arreglo. Aquello que está a punto de ocurrir o que es imposible que suceda está bajo el control y la ordenación de Dios. Nadie puede cambiarlo, y mucho menos interferir en ello. Es un hecho. Al que deben adorar con la rodilla hincada es al Creador, no a ninguna fuerza del reino espiritual que pueda convertir en realidad las supersticiones o restituirlas. Por muy enormes que sean los poderes mágicos que poseen los diablos y Satanás, sean cuales sean los milagros que realicen o aquello que puedan hacer que se convierta en realidad, o sean cuales sean las premoniciones de tal persona y los dichos supersticiosos que sean capaces de materializar; nada de esto significa que tengan en sus manos el destino de las personas. La gente no debería hincar la rodilla para adorar a Satanás y a los diablos ni debería creer en ellos, sino en el Creador. Son cosas que hay que entender en lo que respecta al tema de los condicionamientos de la familia sobre la tradición, la superstición y la religión. En resumen, aunque algo involucre a alguna de estas tres cosas, mientras no tenga nada que ver con las palabras de Dios, la verdad o Sus exigencias a las personas, la gente debe abandonarlo y dejarlo atrás. Al margen de que sea un estilo de vida o una forma de pensar, o ya sea un precepto o una teoría, si no tiene que ver con la verdad, es algo que se debe descartar. Por ejemplo, en las nociones de las personas, lo relacionado con la religión, como el cristianismo, el catolicismo, el judaísmo, etcétera, se considera relativamente noble y sagrado si lo comparamos con la superstición, la tradición o la idolatría. La gente siente algo de admiración o muestra favor hacia ellos en sus nociones y en el fondo de su mente, pero pese a ello, ha de desprenderse de los símbolos, las festividades y los distintivos relacionados con la religión y no debe apreciarlos en exceso ni tratarlos igual que a la verdad, adorarlos con la rodilla hincada o siquiera reservar un lugar para ellos en el corazón. No se debe hacer eso. Los símbolos, las actividades, las festividades y algunas otras cosas icónicas de la religión, del mismo modo que ciertos dichos relativamente nobles de esta, entre otros elementos, recaen todos en el ámbito del tema de la religión del que hemos hablado. En resumen, el propósito de decir todo esto es hacerte entender un hecho: en lo que respecta a las cosas relativas a la superstición, la tradición y la religión, sin que importe si son nobles o relativamente extrañas, en la medida en que no tengan que ver con la verdad, en que no guarden ninguna relación con ella, hay que desprenderse de todas y no tenerles ningún apego. Desde luego, los temas que vulneran los principios-verdad se deben abandonar especialmente y de ninguna manera se pueden mantener. La gente se debería desprender de manera categórica y una a una de todas aquellas cosas que provienen del condicionamiento y la influencia de sus familias, y no permitir que le afecten. Por ejemplo, cuando te encuentras a algunos hermanos y hermanas en Navidad, en cuanto los ves dices: “¡Feliz Navidad! ¡Felices fiestas!”. ¿Está bien decir “Feliz Navidad”? (No). “Ya que se conmemora el día del nacimiento de Jesús, ¿por qué no tomarnos el día libre y no hacer nada en absoluto? No importa lo ocupados que estemos con el trabajo y nuestro deber, deberíamos parar y enfocarnos en celebrar el día más memorable del anterior periodo de la obra de Dios”, ¿se puede decir algo así? (No es lo apropiado). ¿Por qué no? (Porque se trata de obra que Dios hizo en el pasado, y no tiene nada que ver con la verdad). Es así desde la perspectiva doctrinal. En teoría, habéis captado la raíz de este problema, pero ¿cuál es la realidad? Se trata de un asunto sencillo y sois incapaces de darme una respuesta. A Dios no le gusta que las personas hagan tales cosas; lo detesta cuando lo ve. Así de simple. Durante las celebraciones festivas, los no creyentes dicen: “¡Feliz Año Nuevo! ¡Feliz Navidad!”. Si me lo dicen a Mí, hago un gesto con la cabeza y digo: “¡Igualmente!”, queriendo decir “Feliz Navidad a ti también”. Lo hago por inercia, eso es todo. Sin embargo, no lo digo cuando me encuentro con hermanos y hermanas. ¿Y eso por qué? Porque es una festividad para los no creyentes, es algo comercial. En Occidente, casi todas las festividades, ya sean tradicionales o creadas por el hombre, tienen relación con el comercio y están vinculadas con la economía. Incluso en algunas naciones con mucha historia, las festividades se relacionan simplemente con la tradición y a partir del siglo XX han ido evolucionando hasta convertirse en diversas actividades comerciales, y generan excelentes oportunidades de negocio para los comerciantes. Al margen de si estas festividades son comerciales o tradicionales, en ningún caso tienen nada que ver con las personas que creen en Dios. Da igual lo entusiastas que se muestren los no creyentes o incluso la gente religiosa respecto a estas festividades o lo fabulosas y magníficas que sean en cualquier país o nación, no tienen nada que ver con nosotros los que seguimos a Dios y no debemos guardarlas, y mucho menos celebrarlas o conmemorarlas. No hace falta mencionar las festividades tradicionales que provienen de los no creyentes, sea cual sea su raza, grupo étnico o periodo temporal; no tienen nada que ver con nosotros. Ni siquiera los aniversarios relacionados con cada periodo y cada segmento de las tres etapas de la obra de Dios. Por ejemplo, las festividades de la Era de la Ley no guardan relación con nosotros, y sin duda tampoco la Pascua, la Navidad y las surgidas de la Era de la Gracia. ¿Qué quiero hacer entender a la gente al compartir estas cosas? Que Dios no observa las festividades ni ningún precepto en las cosas que hace. Actúa libremente, liberado, sin tabúes, y Él nunca conmemora ninguna festividad. Aunque se trate del comienzo, el final o un día especial en la obra pasada de Dios, Él nunca los celebra. No las celebra y tampoco le da a conocer a la gente esas fechas, días u horas a propósito. Por un lado, esto le dice a la gente que Dios no conmemora estos días, que no le importan. Por otro, les revela que no hay necesidad de conmemorarlos o celebrarlos, que no los deben guardar. No es necesario recordar ningún día o momento relacionado con la obra de Dios, y mucho menos conmemorarlo. ¿Qué ha de hacer entonces la gente? Someterse a la instrumentación de Dios y aceptar Su soberanía bajo Su guía. Debe aceptar la verdad y someterse a ella en su vida cotidiana. Así de sencillo. De esta manera, ¿no le resultará la vida más fácil y placentera? (Sí). Por este motivo, en lugar de ataduras, compartir estos asuntos en realidad aporta liberación y libertad a cualquier persona. Por un lado, estos temas son hechos objetivos y cosas reales que la gente ha de comprender y, por otro, también la liberan y le permiten desprenderse de las cosas a las que no debe apegarse. Asimismo, le permiten saber que estas no representan la verdad, y que solo hay un camino de Dios al que debe atenerse, y ese es el de la verdad. ¿Lo entendéis? (Sí).
En cuanto al tema de la familia, además de desprenderse de los condicionamientos de la propia, hay que hacerlo de otros aspectos. Hemos compartido antes cómo condiciona la familia el pensamiento de uno mismo, y luego sobre los diversos dichos sobre la vida con los que las familias condicionan a la gente. Todas las familias aportan a las personas una vida estable y un espacio para crecer. También les ofrecen sensación de seguridad, algo de lo que depender, y una fuente de necesidades básicas durante el proceso de crecimiento. Además de satisfacer sus necesidades emocionales, la gente consigue también satisfacer las materiales a través de sus familias. Por supuesto, también obtienen artículos necesarios para la vida diaria y algunos conocimientos generales que requieren para su desarrollo. Obtienen mucho de sus familias, estas son una parte de la vida de cada individuo que es difícil de cortar. Los beneficios que la familia aporta son numerosos, pero si lo miramos desde la perspectiva del contenido de nuestra charla, también son múltiples las influencias y las actitudes y perspectivas de vida negativas que la familia aporta a las personas. Es decir, aunque tu familia te proporciona muchas cosas esenciales para tu vida física, satisface tus necesidades básicas y te ofrece un apoyo y un anclaje emocional, al mismo tiempo también te acarrea ciertos problemas innecesarios. Desde luego, a la gente le resulta difícil escapar de esos problemas y desprenderse de ellos antes de comprender la verdad. Hasta cierto punto, tu familia genera grandes y pequeñas perturbaciones en tu vida diaria y en tu existencia, lo que hace que tus sentimientos hacia ella sean a menudo complejos y contradictorios. Dado que satisface tus necesidades emocionales, al tiempo que interfiere en tu vida a nivel emocional, el término “familia” evoca ideas complejas y difíciles que a la mayoría de las personas les resulta complejo articular. Te sientes lleno de nostalgia, apego y, desde luego, gratitud hacia tu familia. Sin embargo, al mismo tiempo, los enredos que te causa te hacen sentir que es una gran fuente de problemas. Es decir, después de que una persona se convierte en adulta, su concepto, pensamientos y perspectivas sobre su familia se vuelven relativamente complejos. Si se desentiende por completo, abandona o deja de pensar en su familia, no podrá soportarlo en su conciencia. Si piensa en su familia, la rememora y se entrega a ella de todo corazón como cuando era niño, se sentirá reacio a hacerlo. A menudo las personas experimentan este tipo de estado, de pensamiento, punto de vista o condición al lidiar con sus familias, y estos pensamientos y puntos de vista o condiciones también provienen del condicionamiento que estas les generan. Este es el tema que vamos a compartir hoy: la carga que la familia supone para la gente.
Acabamos de hablar sobre lo habitual que resulta que la familia genere sentimientos encontrados e incomodidad en una persona. Esta quiere desprenderse por completo, pero le remuerde la conciencia y no tiene el valor de hacerlo. Si no se desprende, sino que se involucra de lleno en su familia y se integra con ella, no suele tener muy claro lo que debe hacer, ya que algunos de sus puntos de vista no concuerdan con los de su familia. Por eso, le resulta especialmente difícil tratar con esta, no llega a tener una compatibilidad absoluta, pero tampoco puede prescindir de ella por completo. Así que hoy vamos a hablar de cómo una persona debe llevar la relación con su familia. En este tema se abordan algunas cargas que provienen de la familia, y este es el tercer tema del contenido relativo a desprenderse de esta: desprenderse de las cargas que provienen de la propia familia. Es un tema importante. ¿Cuáles son algunas de las cosas que sois capaces de entender en relación con este asunto? ¿Tienen que ver estas cargas con las responsabilidades, las obligaciones, la piedad filial y demás? (Sí). Las cargas procedentes de la familia se refieren a toda responsabilidad, obligación y piedad filial que una persona debe cumplir hacia su familia. Por un lado, se trata de las responsabilidades y obligaciones que uno ha de cumplir, pero por otro, en determinadas circunstancias y con determinadas personas, se tornan en perturbaciones en la vida de alguien, y a estas las llamamos cargas. En lo que se refiere a las cargas procedentes de la familia, podemos debatirlas partiendo de dos aspectos. El primero es las expectativas paternas. Cada padre o anciano tiene diversas expectativas respecto a sus hijos, ya sean grandes o pequeñas. Esperan que estudien mucho, tengan buena conducta, destaquen en la escuela, su media sea de sobresaliente y no aflojen. Quieren que sus maestros y compañeros los respeten, y que saquen más de un 80 en todo. Si sacan un 60, la emprenden a golpes con ellos, y si sacan menos de 60, los ponen de cara a la pared para que piensen en sus fallos, o les hacen permanecer de pie y en silencio como castigo. No se les permite comer, dormir, ver la tele o jugar a videojuegos, y no les comprarán la ropa y los juguetes bonitos que les prometieron. Cada pareja de padres alberga múltiples expectativas hacia sus hijos y deposita en ellos grandes esperanzas. Ambos esperan que tengan éxito en la vida, avancen rápido en sus carreras y traigan honor y gloria a sus ancestros y a la familia. Ningún padre quiere que sus hijos acaben siendo mendigos, agricultores o incluso ladrones o bandidos. Tampoco quiere que se conviertan en ciudadanos de segunda clase después de acceder a la sociedad, que rebusquen en la basura, ofrezcan sus mercancías en las aceras, sean vendedores ambulantes o reciban el desprecio de los demás. Al margen de que los hijos puedan hacerlas realidad, los padres de todos modos depositan en ellos todo tipo de expectativas. Son una proyección de las cosas y las aspiraciones que ellos consideran buenas y nobles para sus hijos, a las que aplican una capa de esperanza, y confían en que estos puedan cumplir los deseos paternos. ¿Qué crean de manera inadvertida estos deseos paternos en los hijos? (Presión). Les crean presión, ¿y qué más? (Cargas). Se convierten en presión y también en ataduras. Dado que los padres tienen expectativas sobre sus hijos, los disciplinan, guían y educan de acuerdo con ellas. Llegarán incluso a invertir en sus hijos para satisfacer sus expectativas, o a pagar cualquier precio por ellas. Por ejemplo, los padres esperan de sus hijos que destaquen en la escuela, sean los mejores de su clase, saquen más de 90 en todos los exámenes, que siempre sean el número uno o, como poco, nunca queden por debajo del quinto puesto. Después de expresar estas expectativas, ¿acaso no están los padres haciendo a su vez ciertos sacrificios para ayudar a sus hijos a alcanzar estas metas? (Sí). A fin de alcanzarlas, los hijos se despiertan temprano todas las mañanas para repasar las lecciones y memorizar los textos, y sus padres también se levantan para hacerles compañía. Los días cálidos los abanican, les dan bebidas frescas o les compran helados. Se levantan a primera hora para prepararles a sus hijos leche de soja, palitos de masa frita y huevos. En especial durante los exámenes, les hacen comer dos huevos y un palito de masa, con la esperanza de que eso les haga sacar un 100. Si dices: “No puedo comerme todo eso, me basta con un huevo”, te replican: “Tonto, solo sacarás 10 puntos si te comes un huevo. Cómete otro por mamá. Esfuérzate, si te lo comes, sacarás cien puntos”. El niño dice: “Me acabo de levantar, todavía no tengo ganas de comer”. “¡No, tienes que comer! Sé bueno y escucha a tu madre. Mamá lo hace por tu propio bien, así que vamos, cómetelo, hazlo por tu madre”. El niño lo considera: “Mamá se preocupa mucho. Todo lo que hace es por mi bien, así que me lo voy a comer”. Lo que se come es el huevo, pero ¿qué es lo que se traga en realidad? La presión, la reticencia y la desgana. Comer es bueno y las expectativas de su madre son altas, y desde la óptica de la humanidad y la conciencia, uno debe aceptarlo, pero con base en la razón, debe resistirse a esta clase de amor y no aceptar esta manera de hacer las cosas. Sin embargo, por desgracia, no puedes hacer nada. Si no comes, se va a enfadar y te pegará, te regañará o incluso te maldecirá. Algunos padres dicen: “Mírate, eres tan inútil que hasta comer un huevo te supone un gran esfuerzo. Un palito de masa frita y dos huevos, ¿acaso no te ayudan a lograr cien puntos? ¿No es todo por tu bien? Y ni así te lo comes. Si no lo haces, tendrás que mendigar comida en el futuro. ¡Como quieras!”. También hay otros niños que de verdad no pueden comer, pero sus padres los obligan y después vomitan. No es para tanto, pero los padres se enfadan todavía más y los niños no reciben empatía ni comprensión, solo reproches. Además de los reproches, aumenta la sensación de que han decepcionado a sus padres y se culpan todavía más a sí mismos. La vida no es fácil para estos niños, ¿verdad? (No). Después de vomitar, lloras a escondidas en el baño, mientras finges que sigues vomitando. Cuando sales, te limpias rápido las lágrimas, te aseguras de que tu madre no te vea. ¿Por qué? Si te ve, te regañará y hasta te maldecirá: “Mírate, no sirves para nada. ¿Por qué lloras? Eres un inútil, no puedes comerte ni esta buena comida. ¿Qué quieres comer? Si tuvieras que pasar sin la próxima comida, no te perderías esta, ¿verdad? ¡Naciste para sufrir! Si no estudias mucho, si no lo haces bien en los exámenes, acabarás mendigando comida”. Cada palabra que pronuncia tu madre parece tener intención de educarte y también se asemeja a un reproche; pero ¿a ti qué te hace sentir? Sientes las expectativas y el amor de tus padres. Así pues, en esta situación, por muy bruscas que sean las palabras de tu madre, tienes que aceptarlas y tragártelas con lágrimas en los ojos. Aunque te cueste comer, tienes que aguantarte, y si te entran náuseas, comes igualmente. ¿Es fácil de soportar una vida así? (No). ¿Por qué no? ¿Qué clase de educación te aportan las expectativas de tus padres? (La necesidad de rendir bien en los exámenes y tener un futuro de éxito). Has de demostrar que eres prometedor, tienes que estar a la altura del amor de tu madre y de su arduo trabajo y sus sacrificios, y has de colmar las expectativas de tus padres y no defraudarles. Te quieren mucho, lo han dado todo por ti y te dedican su vida entera. Entonces, ¿en qué se han tornado todos sus sacrificios, su educación e incluso su amor? En algo que debes devolverles y, al mismo tiempo, en una carga para ti. Así es como surge la carga. Aunque los padres hagan estas cosas por instinto, por amor o por los imperativos de la sociedad, la utilización de estos métodos para educarte y tratarte, e incluso para inculcarte toda clase de ideas, al final no proporcionan a tu alma libertad, liberación, consuelo ni alegría. ¿Qué conllevan para ti? Presión, miedo, condena y desazón en tu conciencia. ¿Qué más? (Ataduras y limitaciones). Ambas cosas. Es más, ante semejantes expectativas de tus padres, no puedes evitar vivir por sus esperanzas. Para cumplir con sus expectativas, para no fallarles y que no pierdan la esperanza en ti, estudias todos los días cada asignatura a conciencia y con esmero y haces todo lo que te piden. No te dejan ver la tele, así que te aguantas obediente y no la ves, aunque en realidad te apetece. ¿Por qué eres capaz de resistirte? (Por miedo a decepcionar a mis padres). Te da miedo que tu rendimiento académico baje mucho si no haces caso a tus padres, y entonces no podrás entrar en una universidad de prestigio. Te embargan las dudas sobre tu propio futuro. Parece que sin el control, los reproches y la represión de tus padres, desconoces lo que te espera en tu senda. No te atreves a liberarte de sus limitaciones ni de sus ataduras. Les permites que te pongan toda clase de reglas, que te manipulen, y no te atreves a desafiarlos. Por una parte, no tienes certeza respecto a tu futuro, por otra, desde la conciencia y la humanidad, no estás dispuesto a desafiarlos ni a hacerles daño. Como hijo suyo, te parece que debes escucharlos, ya que todo lo que hacen es por tu propio bien, en beneficio de tu futuro y tus perspectivas. Entonces, cuando te ponen todo tipo de reglas, te limitas a obedecer en silencio. Aunque en tu corazón te muestres un centenar de veces reacio a ello, sigues acatando sus órdenes sin poder evitarlo. No te permiten ver la tele o leer libros por puro entretenimiento, así que no haces nada de eso. No aceptan que seas amigo de este o aquel compañero, así que no eres su amigo. Te dicen a qué hora te tienes que levantar, y a esa hora te levantas. Te dicen a qué hora descansar, así que a esa hora descansas. Te dicen cuánto tiempo estudiar, así que ese tiempo te pasas estudiando. Te dicen cuántos libros leer, cuántas destrezas extracurriculares aprender, y como ellos aportan los medios económicos para tu educación, dejas que te manden y te controlen. Algunos padres en particular depositan expectativas especiales en sus hijos, con la esperanza de que estos los superen, e incluso de que cumplan con un anhelo que ellos no fueron capaces de alcanzar. Por ejemplo, algunos padres puede que quisieran convertirse en bailarines, pero por varias razones, ya fuera la época en la que nacieron o las circunstancias de su familia, al final no fueron capaces de satisfacer ese anhelo. Así que lo proyectan en ti. Además de exigirte que te coloques entre las mejores en tus estudios y entres en una universidad prestigiosa, te apuntan a clases de baile. Aparte de la escuela, te hacen aprender diversos estilos de danza, estudiar más en las clases de baile, ensayar en casa y desde luego que seas la mejor de todas. Al final, no solo requieren de ti que te admitan en una prestigiosa universidad, sino también que te conviertas en bailarina. Tienes dos opciones, convertirte en bailarina o ir a una universidad de prestigio para después asistir a la escuela de posgrado y cursar un doctorado. Solo tienes dos sendas donde elegir. Por una parte, dentro de sus expectativas, esperan que te esfuerces mucho en los estudios, te admitan en la universidad prestigiosa, destaques entre tus coetáneos y tengas un futuro próspero y glorioso. Por otra, proyectan sus deseos incumplidos en ti, con la esperanza de que los cumplas tú por ellos. De este modo, en lo que se refiere al mundo académico o a tu carrera futura, acarreas dos cargas al mismo tiempo. Por un lado, tienes que estar a la altura de sus expectativas y retribuirles todo lo que han hecho por ti, esforzarte por acabar superando a tus compañeros para que tus padres puedan disfrutar de una buena vida. Por otro lado, has de cumplir los sueños que ellos no alcanzaron en su juventud para que se hagan realidad sus deseos. Resulta agotador, ¿verdad? (Sí). Una sola de esas cargas ya es mucho que soportar, solo una supone un enorme peso para ti y te tiene asfixiado. En especial en la época actual, donde hay una competencia extremadamente feroz, la variedad de exigencias que los padres depositan en sus hijos es simplemente insoportable e inhumana, se muestran claramente irracionales. ¿Cómo llaman a esto los no creyentes? Chantaje emocional. Da igual cómo lo llamen los no creyentes, ellos no pueden resolver este problema ni explicar con claridad su esencia. Lo denominan chantaje emocional, pero ¿cómo lo llamamos nosotros? (Ataduras y cargas). Lo llamamos cargas. ¿Son estas cargas algo que la gente deba acarrear? (No). Se trata de un añadido, algo adicional que tú asumes. No es parte de ti. No es algo que tu cuerpo, tu corazón ni tu alma tengan o necesiten, sino un añadido. Proviene de fuera, no de tu interior.
Tus padres albergan toda clase de expectativas respecto a tus estudios y opciones de carrera. Entretanto, han hecho diversos sacrificios e invertido gran cantidad de tiempo y energía para que tú cumplas con sus expectativas. Por una parte, es para ayudarte a cumplir los deseos de tus padres, por otra, es también para satisfacer sus propias expectativas. Al margen de que estas sean o no razonables, en resumidas cuentas, estos comportamientos de los padres, junto a sus puntos de vista, actitudes y métodos, hacen las veces de ataduras invisibles para todo individuo. Da igual que el pretexto que usen sea su amor hacia ti, tus perspectivas de futuro o que tengas una buena vida. En resumen, el pretexto que usen carece de importancia, el objetivo de estas exigencias, los métodos para ellas y el punto de partida en su pensamiento son una especie de carga para cualquier individuo. No son una necesidad para la humanidad. Ya que no es así, la única consecuencia que acarrean estas cargas es la distorsión, perversión y fragmentación de la propia humanidad; la hostigan, dañan y reprimen. Estas consecuencias no son benignas, sino malévolas, e incluso afectan a la vida de una persona. En su papel de padres, demandan de ti que hagas diversas cosas que van en contra de las necesidades e instintos de la humanidad, o bien que trascienden estos últimos. Por ejemplo, puede que solo permitan a los niños dormir cinco o seis horas por la noche a medida que se hacen mayores. No se les permite irse a dormir antes de las 11 de la noche, y se deben levantar a las 5 de la mañana. No pueden hacer ninguna actividad recreativa ni descansar los domingos. Han de completar cierta cantidad de tareas y realizar cierto número de lecturas extracurriculares, y algunos padres incluso insisten en que sus hijos aprendan una lengua extranjera. En resumen, además de los cursos que tomas en la escuela, debes estudiar multitud de destrezas y conocimientos adicionales. Si no estudias, no eres un chico bueno, obediente, trabajador ni sensato. En cambio, eres un inútil inservible y un idiota. Con la pretensión de que esperan lo mejor para sus hijos, los padres te privan de la libertad para dormir, de tener infancia y momentos felices en ella, mientras que al mismo tiempo te privan de toda clase de derechos que debes tener como menor. Cuando tu cuerpo necesita descanso, solo te dejan dormir cinco o seis horas, si bien necesitas siete u ocho para que el cuerpo se recupere. A veces duermes las horas necesarias, pero hay algo que no puedes soportar, y es que tus padres te atosiguen sin cesar o te digan cosas como: “De ahora en adelante, no tienes que ir a la escuela. ¡Mejor quédate en casa durmiendo! Como te gusta tanto dormir, te puedes pasar la vida entera durmiendo en casa. ¡Ya que no quieres ir a la escuela, en el futuro mendigarás comida!”. Es la única vez que no te has levantado temprano y así es como te tratan, ¿acaso no es inhumano? (Sí). Así que, para evitar la incómoda situación, la única opción es realizar concesiones y refrenarte. Te aseguras de levantarte a las 5 de la mañana y solo te vas a la cama después de las 11 de la noche. ¿Te refrenas de este modo de buena gana? ¿Te complace hacerlo? No. Es que no te queda otra elección. Si no haces lo que te piden tus padres, puede que te miren mal o te regañen. No es que te vayan a golpear, solo te van a decir: “Hemos tirado la mochila a la basura. Ya no tienes que ir más a la escuela. ¡Sigue así, cuando cumplas los 18 podrás irte a rebuscar en los contenedores!”. Te sueltan un aluvión de críticas, no te golpean ni te regañan, pero te provocan hasta tal punto que no puedes soportarlo. ¿Qué es lo que no soportas? Que tus padres te digan: “Si duermes una o dos horas de más, en el futuro tendrás que pedir comida como un mendigo”. En el fondo te sientes especialmente intranquilo y triste por haber dormido esas dos horas de más. Te parece que les debes a tus padres esos minutos adicionales de sueño, que los has decepcionado después del duro trabajo que te han dedicado durante tantos años, y la sincera preocupación que sienten por ti. Te odias a ti mismo y piensas: “¿Por qué valgo tan poco? ¿De qué me sirven estas dos horas adicionales de sueño? ¿Mejorarán mis notas o me ayudarán a entrar en una universidad de prestigio? ¿Cómo puedo ser tan inconsciente? Me levantaré cuando suene la alarma, eso es lo que debo hacer. ¿Por qué he dormitado un rato más?”. Lo piensas mejor: “En realidad estoy muy cansado. ¡Es verdad que necesito el descanso!”. Reflexionas un poco más sobre ello: “No puedo pensar así. ¿Acaso no estoy desafiando a mis padres? Si sigo así, ¿no me convertiré realmente en un mendigo en el futuro? Pensar de ese modo supone decepcionar a mis padres. He de escucharlos y no ser tan obstinado”. Sometido a los diversos castigos y reglas fijados por tus padres, además de a sus variadas exigencias, tanto las razonables como las que no lo son tanto, te vuelves cada vez más sumiso, pero al mismo tiempo, todo lo que tus padres hacen por ti se convierte sin darte cuenta en unas ataduras y una carga para ti. Por mucho que lo intentes, no puedes deshacerte de ella ni ocultarla, llevas esa carga allá donde vas. ¿Qué carga es esa? “Todo lo que hacen mis padres es en beneficio de mi futuro. Soy joven e ignorante, así que debo escucharlos. Todo lo que hacen es bueno y correcto. Han sufrido una barbaridad y han invertido mucho en mí. He de trabajar duro por ellos, estudiar a tope, encontrar un buen trabajo en el futuro y ganar dinero para mantenerlos, darles una buena vida y retribuirles lo que me han dado. Eso es lo que debo hacer y lo que he de pensar”. Sin embargo, al recordar cómo te trataron tus padres, lo difíciles que fueron esos años que viviste, la infancia feliz que te perdiste y, sobre todo, el chantaje emocional al que te sometieron, en el fondo te parece que todo lo que hicieron no fue en aras de las necesidades de tu humanidad ni de tu alma. Supuso una carga. Aunque eso es lo que piensas, nunca te atreviste a odiar ni a enfrentarte a ello de manera adecuada y directa, ni tampoco a examinar con raciocinio todo lo que hicieron tus padres ni su actitud hacia ti tal como Dios te lo indicó. Nunca te atreviste a tratar a tus padres del modo más adecuado, ¿no es así? (Sí). Hasta ahora, en el tema de estudiar y elegir una carrera, ¿habéis discernido el esfuerzo y el precio que vuestros padres han pagado por vosotros y lo que os piden que hagáis y lo que afirman que debéis perseguir? (No discerní estas cosas antes y pensaba que lo que hacían mis padres era por amor y para mejorar mi futuro. Ahora tengo un poco de discernimiento tras la enseñanza de Dios, así que no lo veo así). Entonces, ¿qué hay detrás de este amor? (Ataduras, trabas y una carga). De hecho, es la privación de la libertad humana y de la felicidad de la infancia; es una represión inhumana. Si se le llamara maltrato, podríais no ser capaces de aceptar este término desde la óptica de vuestra conciencia. Así que solo puede describirse como la privación de la libertad humana y la felicidad de la infancia, así como una forma de represión hacia los menores. Si dijéramos que es acoso, eso no sería del todo acertado. Lo que sucede es que eres joven e ignorante, y ellos tienen la última palabra en todo. Tienen el control total sobre tu mundo y te conviertes sin pretenderlo en su marioneta. Te dicen todo lo que tienes que hacer y tú lo haces. Si quieren que estudies baile, es necesario que lo hagas. Si dices: “No me gusta tomar clases de baile, no disfruto, no soy capaz de mantener el ritmo y no tengo buen equilibrio”, responden: “Qué lástima. Tienes que estudiarlo igual porque a mí me gusta. ¡Tienes que hacerlo por mí!”. Has de bailar aunque sea entre lágrimas. A veces tu madre llegará incluso a decir: “Estudia baile por mamá, escucha lo que te dice tu madre. Ahora eres joven y no lo entiendes, pero cuando seas mayor, lo comprenderás. Lo hago por tu propio bien. Mira, cuando yo era joven no tenía estos recursos, nadie me pagó lecciones de baile. Mamá no tuvo una infancia feliz. Pero a ti todo te ha venido rodado. Tu padre y yo ganamos dinero y ahorramos para que puedas estudiar baile. Eres como una princesita. ¡Eres muy afortunada! Mamá y papá hacemos esto porque te queremos”. ¿Qué respondes al oír esto? Te quedas sin habla, ¿verdad? (Sí). Los padres creen a menudo que los niños no entienden nada, y que todo lo que dicen los adultos es cierto; creen que los niños no distinguen el bien del mal ni escrutan por sí mismos lo que es correcto. Así que, antes de que sus niños lleguen a adultos, los padres dicen a menudo cosas a las que ni ellos mismos dan mucho crédito para confundir a sus hijos y adormecer sus jóvenes corazones, y los fuerzan, quieran o no, a cumplir con sus arreglos sin darles elección. En cuanto a la educación, las ideas que les inculcan y todo aquello que les exigen hacer a sus hijos, muchos padres con frecuencia se justifican, dicen lo que se les pasa por la cabeza. Asimismo, básicamente el 99,9 por ciento de los padres no usan métodos correctos y positivos para guiar a sus hijos respecto a cómo hacer y entenderlo todo. En su lugar, les inculcan a la fuerza sus propias preferencias unilaterales y cosas que ellos piensan que son buenas para sus hijos y les obligan a aceptar. Por supuesto, este 99,9 por ciento de cosas que los niños aceptan no solo no se ajustan a la verdad, sino que además no son los pensamientos ni los puntos de vista que la gente debería tener. Al mismo tiempo, tampoco se coinciden con las necesidades de la humanidad a esa edad. Por ejemplo, algunos niños o niñas de cinco o seis años juegan con muñecas, saltan a la comba o ven los dibujos animados. ¿No es eso lo normal? ¿Cuál es la única responsabilidad de los padres en esa situación? Supervisarlos, regularlos, aportarles una guía positiva, ayudar a sus hijos a no aceptar cosas negativas durante ese periodo, y dejar que acepten las positivas que corresponden a ese grupo de edad. Por ejemplo, en esos años deben aprender a llevarse bien con otros niños, a amar a su familia y a su madre y a su padre. Los padres deben educarlos mejor, hacerles entender que el hombre proviene de Dios, que deben ser buenos niños y aprender a escuchar las palabras de Dios, orar cuando se sientan atribulados o reacios a obedecer, y otros tantos aspectos positivos de la educación; lo demás se reduce a satisfacer sus intereses infantiles. Por ejemplo, a los niños no se les debe culpar por querer ver dibujos animados y jugar con muñecas. Algunos padres descubren a sus hijos o hijas de cinco o seis años viendo dibujos animados y jugando con muñecas y les riñen: “¡Eres un inútil! No te centras en estudiar o en hacer el trabajo que corresponde a tu edad. ¿De qué sirve ver dibujos animados? No son más que perros y gatos, ¿no puedes dedicarte a algo mejor? Son dibujos de animales, ¿no sería preferible ver algo donde salgan personas? ¿Cuándo vas a crecer? ¡Tira esa muñeca! Eres demasiado mayor para andar jugando con muñecas. ¡No vales para nada!”. ¿Te parece que los niños son capaces de entender lo que los adultos quieren decir con esto? ¿Qué va a hacer un niño de esa edad si no es jugar con muñecas o con tierra? ¿Deberían estar construyendo una bomba atómica? ¿Creando programas informáticos? ¿Son capaces de eso? A esta edad deben jugar con sus bloques de plástico, coches de juguete y muñecas, eso es lo normal. Cuando se cansen de jugar, lo que han de hacer es descansar y mantenerse sanos y felices. Si se muestran obstinados o inmunes a la razón, o cuando causen problemas a sabiendas, los adultos tienen que educarlos: “Estás siendo desconsiderado. Así no se comporta un buen niño. A Dios no le gusta, y a mamá y a papá tampoco”. Es responsabilidad de los padres aconsejar a sus hijos, no usar sus propios métodos y perspectivas de adulto, junto a sus deseos y ambiciones, para inculcarles o imponerles algo. Al margen de la edad de los niños, las responsabilidades que deben cumplir los padres hacia los hijos son simplemente las de proveer guía, educación, y supervisión positivos, además de consejo. Cuando los padres observan que sus hijos muestran algunos pensamientos, prácticas y comportamientos extremos, deben darles consejo y guía positivos para corregirlos, hacerles saber lo que es bueno y lo que es malo, lo que es positivo y lo que es negativo. Esta es la responsabilidad que deben cumplir los padres. De este modo, bajo los métodos adecuados de educación y guía de sus padres, los niños aprenderán de manera inconsciente muchas cosas que antes no sabían. Así pues, cuando la gente acepta muchas cosas positivas y aprende un poco sobre lo que está bien y lo que está mal desde una edad temprana, su alma y humanidad serán normales y libres; el alma no se verá sometida a ningún daño o represión. Al margen de su salud física, al menos la mente es saludable y no está distorsionada, porque han crecido en un entorno educativo benigno, sin verse reprimidos en uno ponzoñoso. A medida que sus hijos crecen, las responsabilidades y obligaciones que los padres deben cumplir consisten en no presionar a sus hijos, atarlos ni interferir en sus opciones, cosa que añade en ellos una carga tras otra. En cambio, durante la etapa de crecimiento, con independencia de su personalidad y calibre, es responsabilidad de los padres guiarlos hacía la dirección positiva y benigna. Cuando un lenguaje, una conducta o unos pensamientos peculiares e inadecuados surgen de los niños, los padres deben aportar el consejo espiritual, la guía y la rectificación a ese comportamiento en el momento oportuno. En cuanto a si los niños están dispuestos a estudiar, lo bien que lo hagan, el interés que muestren en obtener conocimiento y destrezas, y qué van a ser capaces de hacer cuando se hagan mayores, todo ello debe adaptarse a sus dotes y preferencias naturales, y a la orientación de sus intereses, lo que les permitirá crecer de forma sana, libre y robusta durante el proceso de su crianza: esta es la responsabilidad que deben cumplir los padres. Asimismo, es la actitud que deben tener hacia el crecimiento, los estudios y la carrera profesional de sus hijos, en vez de imponerles sus propios deseos, aspiraciones, preferencias e incluso sus anhelos para que ellos los materialicen en su lugar. De este modo, por una parte, los padres no tienen que hacer sacrificios adicionales, y por otra, los hijos pueden crecer libremente y adquirir lo que tienen que aprender gracias a la educación correcta y adecuada de sus padres. Lo más importante es que los padres traten correctamente a sus hijos según sus talentos, intereses y humanidad. Si los tratan según el principio de que “el destino de las personas está en manos de Dios”, entonces el resultado final sin duda será bueno. Tratar a los niños según ese principio no se refiere a impedirte que gestiones a tus hijos; debes disciplinarlos y ser estricto cuando sea necesario. Ya seas estricto o indulgente, el principio para tratar a los niños es, como acabamos de decir, permitirles seguir su curso natural, darles algo de guía y ayuda positivas, y entonces, en función de sus circunstancias reales, ofrecerles algo de asistencia y apoyo en cuestiones de destrezas, conocimiento o recursos, en la medida de tus posibilidades. Esta es la responsabilidad que deben cumplir los padres, en lugar de forzar a sus hijos a hacer lo que no están dispuestos a hacer o va en contra de la humanidad. En resumen, las expectativas hacia los niños no deberían basarse en la competencia social que hay en la actualidad ni en las necesidades, tendencias o afirmaciones de la sociedad, ni tampoco en las diversas ideas sobre cómo se trata a los niños en ella. Ante todo, deben basarse en las palabras de Dios y en el principio de que “todo está en manos de Dios”. Eso es lo que debería hacer la gente por encima de cualquier otra cosa. Respecto a en qué clase de persona se convertirán en el futuro los hijos o hijas de uno, qué clase de trabajo elegirán y cómo será su vida material, ¿en manos de quién se hallan estas cosas? (En las de Dios). Están en manos de Dios, no en las de los padres ni en las de nadie más. Si los padres no pueden controlar su propio destino, ¿acaso pueden controlar el de sus hijos? Si la gente no puede controlar su propio porvenir, ¿acaso pueden controlarlo sus padres? Entonces, como padres, la gente no debe hacer cosas estúpidas a la hora de ocuparse de los estudios y la carrera de sus hijos. Deben tratarlos de un modo sensato, sin convertir sus propias expectativas en cargas para sus hijos, sin que sus sacrificios, costes y adversidades se tornen en cargas para ellos, y sin que la familia se convierta en un purgatorio para su descendencia. Este es un hecho que los padres deben entender. Alguno de vosotros puede que se pregunte: “¿Qué clase de relación deben tener entonces los hijos con los padres? ¿Los deben tratar como amigos, colegas o mantener la relación de una persona mayor con una menor?”. Puedes lidiar con el asunto como creas oportuno. Deja que los niños elijan lo que les gusta y obra como mejor consideres. Todos estos son asuntos triviales.
¿Cómo deberían los hijos manejar las expectativas de sus padres? Si te encontraras con unos que chantajean emocionalmente a sus hijos, con unos padres tan irracionales y demoniacos, ¿qué harías? (Dejaría de escuchar sus enseñanzas, contemplaría las cosas según la palabra de Dios). Por una parte, has de percibir que sus métodos educativos son equivocados en lo relativo a los principios, que su manera de tratarte resulta dañina para tu humanidad y además te priva de tus derechos humanos. Por otro lado, tú mismo debes creer que el porvenir de las personas está en manos de Dios. Él lo predestina todo, tanto lo que te gusta estudiar como aquello en lo que destacas o lo que tu calibre humano es capaz de conseguir, y nadie puede cambiar nada de eso. Aunque tus padres te trajeran a este mundo, ellos tampoco pueden cambiar ninguna de esas cosas. Por tanto, da igual lo que te exijan hacer, puedes negarte si se trata de algo de lo que eres incapaz, te resulta imposible conseguir o no quieres hacer. Otra opción es razonar con ellos y luego compensarlo en otros aspectos, y así apaciguarás las preocupaciones que les surjan respecto a ti. Dices: “Relajaos, el destino de las personas está en manos de Dios. No voy a caminar de ningún modo por la senda errónea. No cabe duda de que recorreré la senda correcta. Con la guía de Dios, seguro que seré una persona auténtica y buena, no voy a defraudar vuestras expectativas hacia mí ni a olvidar que tuvisteis la gentileza de criarme”. ¿Cómo reaccionan los padres al oír tales palabras? Si son no creyentes o pertenecen a los diablos, se pondrán furiosos. Porque cuando dices: “No olvidaré vuestra gentileza por criarme y no os voy a decepcionar”, no son más que palabras vacías. ¿Has conseguido esto? ¿Has hecho lo que te han pedido? ¿Puedes destacar entre tus compañeros? ¿Te puedes convertir en un funcionario de alto rango o hacer una fortuna para que puedan tener una buena vida? ¿Les puedes ayudar a obtener beneficios tangibles? (No). Es una incógnita, todo se mueve entre la incertidumbre. Con independencia de que estén enfadados, felices o de que sufran en silencio, ¿qué actitud debes adoptar tú? La gente viene a este mundo a cumplir la misión que Dios le ha encomendado. Su función no es vivir para satisfacer las expectativas de sus padres y hacerlos felices, para ofrecerles gloria o permitirles llevar una vida de prestigio ante los demás. No es esa tu responsabilidad. Ellos te criaron; el coste no importa, lo hicieron por propia voluntad. Criarte era su responsabilidad y su obligación. Respecto a cuántas expectativas depositaron en ti o cuánto sufrieron debido a ellas, el dinero que gastaron, el rechazo que padecieron por parte de aquellos que los miraron por encima del hombro y cuánto sacrificaron, todo fue voluntario. Tú no pediste nada, no los obligaste a hacerlo y Dios tampoco. Contaban con sus propias motivaciones para ello. Desde su punto de vista, solo lo hicieron en su propio beneficio. Visto desde fuera, era para que tuvieras una buena vida y unas expectativas óptimas, pero de hecho la intención era traerles gloria a ellos y no deshonrarlos. Por tanto, no estás obligado a retribuirles nada, ni tampoco a cumplir sus deseos, ni a satisfacer las expectativas que tienen depositadas en ti. ¿Por qué no tienes esa obligación? Porque Dios no te la ha impuesto, no es eso lo que Él te manda hacer. Tu responsabilidad es hacer lo que corresponde a los hijos cuando sus padres los necesitan, has de esforzarte por cumplir con tu papel de hijo. Aunque ellos te trajeron al mundo y te criaron, tus responsabilidades hacia ellos consisten solo en lavar la ropa, cocinar y limpiar cuando sea necesario que los atiendas, y permanecer junto a su cama cuando se encuentren enfermos. Eso es todo. No estás obligado a obedecer cualquier cosa que te digan ni a ser su esclavo. Asimismo, no tienes que verte forzado a llevar a cabo sus anhelos incumplidos, ¿verdad? (Cierto).
Existe otro aspecto de las expectativas de los padres hacia los hijos, que consiste en heredar el negocio familiar o el oficio de los antepasados. Por ejemplo, algunas familias se han dedicado siempre a la pintura. La regla que se ha ido transmitiendo desde las generaciones anteriores es que en cada una debe haber alguien que herede el oficio y continúe la tradición familiar. Supongamos que este rol recae sobre ti en tu generación, pero no te gusta pintar ni te interesa en absoluto. Prefieres estudiar cosas más simples. Ante una situación semejante, tienes derecho a negarte. No estás obligado a heredar las tradiciones de tu familia ni el negocio familiar ni el oficio de los antepasados, bien se trate de artes marciales, una habilidad o destreza particular, o cualquier otra cosa. No tienes la obligación de continuar con aquello que te piden que heredes. En otras familias se canta ópera en todas las generaciones. En la tuya, tus padres te mandan a aprender a cantar desde pequeño. Aprendes a hacerlo, pero en el fondo no te gusta. Así pues, si te pidieran escoger una carrera, no ejercerías nada relacionado con la ópera. Te desagrada esa profesión en lo más profundo del corazón. En tal caso, tienes derecho a negarte. Tu porvenir no está en manos de tus padres. La carrera que elijas, hacia dónde orientes tus intereses, lo que quieras hacer y qué clase de senda quieras tomar, está todo ello en manos de Dios. Todo lo instrumenta Él, no ningún miembro de tu familia, y desde luego no tus padres. El papel que estos desempeñan en la vida de cualquier niño es el de proporcionarle tutela, cuidado y compañía a medida que crece. En los mejores casos, les aportan guía, educación y orientación positivas a sus hijos. Este es el único rol que pueden cumplir. Una vez que creces y te vuelves independiente, el papel de tus padres se limita a ser un sostén y apoyo emocional. El día en que obtienes tu independencia de pensamiento y estilo de vida es aquel en el que se cumplen las responsabilidades y obligaciones de tus padres hacia ti. Por tanto, tu relación con ellos, ya no es la de un educador y su discípulo, o un tutor y su pupilo. ¿No es así en realidad? (Sí). Los padres, parientes y amigos de algunos creyentes son incrédulos, ellos son los únicos que creen en Dios. ¿Qué pasa con eso? Tiene que ver con la ordenación de Dios. Él te ha elegido a ti, no a ellos; Dios se sirve de sus manos para llevarte a la edad adulta, y luego te conduce hasta Su familia. Como hijo, la actitud que debes tener hacia las expectativas de tus padres es la de discernir entre lo que está bien y lo que está mal. Si la manera en la que te tratan no se ajusta a las palabras de Dios o al hecho de que “el destino de las personas está en manos de Dios”, puedes negarte a sus expectativas y razonar con tus padres para que entiendan. Si todavía eres menor, te reprimen por la fuerza y te obligan a cumplir con sus exigencias, tú solo puedes orarle a Dios en silencio y dejar que Él te abra un camino. Pero si eres un adulto, sin duda puedes decirles: “No, no tengo que vivir conforme al camino que me habéis fijado. No he de elegir mi senda en la vida, mi forma de vivir ni mi objetivo de búsqueda en función de él. Vuestra obligación de criarme ya está cumplida. Si podemos llevarnos bien y tener aspiraciones y objetivos comunes, nuestra relación puede seguir siendo como antes. Sin embargo, si ya no compartimos aspiraciones y objetivos, entonces de momento podemos despedirnos”. ¿Qué te parece? ¿Te atreverías a decir algo así? Por supuesto, no hay necesidad de romper formalmente las relaciones con tus padres de esta manera, pero al menos, en el fondo de tu corazón, debes percibir este tema con claridad. Aunque tus padres son las personas más cercanas a ti, en realidad no fueron ellos los que te dieron la vida, los que te permitieron caminar por la senda vital correcta y te hicieron entender todos los principios de cómo comportarte. Fue Dios. Tus padres no pueden proporcionarte la verdad ni darte ningún consejo correcto relacionado con ella. Entonces, en cuanto a tu relación con tus padres, por mucho que hayan invertido o al margen de cuánto dinero y esfuerzo hayan gastado en ti, no necesitas cargarte a ti mismo con sentimientos de culpa. ¿Por qué? (Porque esa es la responsabilidad y obligación que tienen los padres. Si todo esto lo hacen para que sus hijos puedan destacar entre sus compañeros y cumplan con los propios deseos de los padres, se trata de sus propios motivos e intenciones, no es lo que Dios les ordenó hacer. Por consiguiente, no hay necesidad de sentir ninguna culpa). Este es solo un aspecto. El otro es que ahora caminas por la senda correcta, persigues la verdad y te presentas ante el Creador para cumplir con tu deber como ser creado. Por tanto, no debes tener ningún sentimiento de culpa respecto a ellos. La responsabilidad hacia ti que se supone que cumplieron simplemente formaba parte de los arreglos de Dios. Si fuiste feliz durante la época en que te criaron, fue un favor especial para ti. Si fuiste infeliz, desde luego, eso también fue por el arreglo de Dios. Deberías sentirte agradecido de que ahora Él te haya permitido marcharte y te deje ver con claridad la esencia de tus padres y qué clase de personas son. En el fondo de tu corazón, debes tener un entendimiento preciso de todo esto y una solución y una manera acertadas de lidiar con ello. ¿Acaso no te sientes así más calmado en el fondo? (Sí). Si estás más tranquilo, perfecto. En cualquier caso, en estos asuntos, al margen de las exigencias que te hicieran tus padres antes o cuáles te hagan ahora, ya que entiendes la verdad y las intenciones de Dios, y lo que Él requiere a la gente que haga, además de las consecuencias que conllevan para ti las expectativas de tus padres, no ha de parecerte de ninguna manera que acarreas una carga relacionada con este tema. No es necesario que sientas que has decepcionado a tus padres o que, como elegiste creer en Dios y cumplir con tu deber, no has sido capaz de proporcionarles una vida mejor ni tampoco de acompañarlos o de cumplir con tu responsabilidad filial hacia ellos, lo cual los ha dejado emocionalmente vacíos. No hace falta que te sientas culpable por ello. Estas son las cargas que los padres les imponen a sus hijos, y son todas cosas de las que deberías desprenderte. Si de verdad crees que todo está en manos de Dios, debes creer que la cuestión de las adversidades que sufren y de cuánta felicidad disfrutan a lo largo de la vida también está en manos de Dios. No va a cambiar nada que seas o no un buen hijo, tus padres no sufrirán ni más ni menos porque lo seas o no. Dios predestinó su suerte hace mucho, y nada cambiará en función de tu actitud hacia ellos o de la profundidad de los sentimientos que haya entre vosotros. Ellos tienen su propio destino. Al margen de que sean pobres o ricos a lo largo de su vida, de que las cosas entre ellos marchen bien o de la calidad de vida que tengan, los beneficios materiales, el estatus social y las condiciones de vida que disfruten, nada de eso tiene mucho que ver contigo. Si te sientes culpable por ellos, si te parece que les debes algo y tienes que permanecer a su lado, ¿qué cambiaría eso si lo hicieras? (Nada). Puede que tengas la conciencia tranquila y estés libre de culpa. Sin embargo, si te pasas todos los días a su lado y observas que no creen en Dios, persiguen las cosas mundanas y participan en conversaciones triviales y chismorrean, ¿cómo te sentirías? ¿Te sentirías cómodo en el fondo? (No). ¿Puedes transformarlos? ¿Puedes salvarlos? (No). Si caen enfermos y tienes los medios para cuidarlos y permanecer junto a su cama para aliviar un poco de su sufrimiento, aportándoles algo de consuelo de hijo, entonces cuando se recuperen también sentirán un consuelo físico. Pero si mencionas cualquier cosa sobre creer en Dios, puede que te repliquen con ocho o diez contraargumentos, que suelten falacias tan repugnantes que te provoquen un asco perpetuo. Por fuera, puede que tu conciencia esté en paz, que sientas que no te educaron en vano, que no eres un ingrato despreocupado y que no les has avergonzado ante los vecinos. Sin embargo, solo porque tu conciencia esté en paz, ¿significa eso que en el fondo de tu corazón aceptes de veras sus diversas ideas, puntos de vista, perspectivas sobre la vida y su manera de vivir? ¿Eres realmente compatible con ellos? (No). Dos tipos de personas que caminan por sendas distintas y mantienen puntos de vista diferentes, al margen de cualquier relación física o emocional que tengan, de cualquier conexión, no pueden cambiar los puntos de vista del otro. Está bien si las partes no debaten nada entre ellas, pero, en cuanto sale el tema, empiezan a discutir, surgen conflictos y se odiarán y se hartarán el uno del otro. Aunque lo que se observa es que tienen una relación de sangre, íntimamente son enemigos, dos tipos de personas tan incompatibles como el fuego y el agua. En ese caso, si sigues a su lado, ¿por qué diantres lo haces? ¿Buscas algo con lo que alterarte o existe otra razón? Te sentirás culpable cada vez que te los encuentres, y a eso se le llama sufrimiento autoinfligido. Hay quienes dicen: “Hace muchos años que no veo a mis padres. En el pasado hicieron algunas cosas detestables, blasfemaron contra Dios y se opusieron a mi fe en Él. Ahora son mucho mayores, deben haber cambiado. Así que no debo darle tanta importancia a las cosas malas que hicieron, la mayoría ya están olvidadas de todos modos. Además, tanto emocionalmente como por remordimiento de conciencia, los echo de menos y me pregunto cómo les irá. Así que creo que voy a volver a casa para comprobarlo”. Pero no pasa ni un día desde tu regreso para que te invada de nuevo la repugnancia que sentías por ellos en el pasado y te arrepientas: “¿A esto se le llama familia? ¿Son estos mis padres? ¿Acaso no son enemigos? Eran así antes y ahora siguen teniendo el mismo talante, ¡no han cambiado nada!”. ¿Cómo iban a cambiar? Siempre serán como han sido desde el principio. ¿Pensabas que habrían cambiado al hacerse mayores y podríais llevaros bien? Es imposible llevarse bien con ellos. En cuanto entras en casa a tu regreso, se fijan en lo que llevas en las manos para ver si es algo caro, como abulones, pepinos de mar, aletas de tiburón o buche de pescado, o si tal vez traes un bolso de diseño o ropa de marca, o bien joyas de oro o plata. En cuanto observan que lo que llevas son dos bolsas de plástico, una que contiene bollos al vapor y la otra un par de plátanos, se dan cuenta de que sigues siendo pobre y empiezan a agobiarte: “La hija de tal se fue del país y se casó con un extranjero. Les compra a sus padres pulseras de oro puro y alardean de ellas cada vez que tienen ocasión. El hijo de cual compró un coche y se los lleva de viaje y al extranjero cuando está libre. Todos presumen siempre de las glorias de sus hijos. La hija de tal nunca va a casa con las manos vacías. Les compra pediluvios y sillones de masaje a sus padres, y la ropa que les regala es de seda o de lana. Tienen unos hijos muy cariñosos; ¡cuidarlos tanto no fue en vano! En esta familia lo único que hemos criado es a unos ingratos despreocupados”. ¿No es como una bofetada en la cara? (Sí). Ni siquiera tienen en cuenta los bollos al vapor y los plátanos, y eso que tú sigues pensando en cumplir con tus responsabilidades como hijo y con tu piedad filial. A tus padres les encantan los bollos al vapor y los plátanos y hace muchos años que no los ves, así que les compras estas cosas para conmoverlos y aliviar tu cargo de conciencia. Sin embargo, cuando regresas no solo pierdes la ocasión de enmendar esa culpa, sino que además te critican. Abrumado por el abatimiento, sales corriendo de casa. ¿Tenía algún sentido que volvieras a visitar a tus padres? (No). Hace mucho que no vuelves a casa, pero ellos no te echan de menos, no dicen: “Con que vuelvas es suficiente. No hace falta que compres nada. Me alegra ver que vas por la senda correcta, que llevas una vida sana y estás a salvo en todos los sentidos. El hecho de poder vernos y conversar con sinceridad ya resulta bastante satisfactorio”. No les importa si te ha ido bien o no estos años ni si te has enfrentado a alguna dificultad o asunto problemático para el que necesites la ayuda de tus padres. No te dedican ni una sola palabra de consuelo. Pero si de veras dijeran algo semejante, ¿acaso no serías incapaz de marcharte? Después de que te regañen, te recompones y te sientes plenamente justificado, sin culpa alguna, y piensas para tus adentros: “Tengo que salir de aquí, esto es un verdadero purgatorio. Van a despellejarme y comerse mi carne, y hasta se beberán mi sangre”. La relación parental es la más difícil de todas las que uno tiene que manejar emocionalmente, pero, de hecho, no es imposible de gestionar. Este asunto solo puede abordarse de forma correcta y racional partiendo de la base de entender la verdad. No partas desde la perspectiva de los sentimientos ni tampoco desde las ideas o los puntos de vista de la gente mundana. En su lugar, trata a tus padres de la manera adecuada según las palabras de Dios. En realidad, ¿qué rol representan los padres, qué significan los hijos para ellos? ¿Qué actitud deben tener los hijos hacia sus padres y cómo debe lidiar la gente con la relación entre padres e hijos y resolverla? Nadie debe contemplar estas cosas en función de sus sentimientos ni dejarse influir por cualquier idea errónea o sentimiento predominante; se han de abordar correctamente conforme a las palabras de Dios. Si omites cumplir alguna de tus responsabilidades hacia tus padres en el entorno que ha ordenado Dios, o si no desempeñas ningún papel en absoluto en sus vidas, ¿supone eso no ser buen hijo? ¿Tendrás remordimientos de conciencia? Tus vecinos, compañeros de clase y parientes te increparán y criticarán a tus espaldas. Te catalogarán de mal hijo, dirán: “Tus padres se sacrificaron mucho, invirtieron un enorme esfuerzo e hicieron tanto por ti desde que eras pequeño y tú, como el hijo desagradecido que eres, desapareces sin dejar rastro, sin siquiera avisar de que estás bien. No solo no vienes en Año Nuevo, es que ni siquiera llamas ni les mandas un saludo a tus padres”. Cada vez que oyes tales palabras, se desangra y llora tu conciencia, y te sientes condenado. “Ay, tienen razón”. Se te enrojece la cara y te tiembla el corazón, como si te pincharan en él con unas agujas. ¿Has albergado esa clase de sentimientos? (Sí, los he tenido antes). ¿Tienen razón los vecinos y parientes al decir que no eres buen hijo? (No). Razona tu respuesta. (Aunque no he permanecido junto a mis padres estos años ni he sido capaz de satisfacer sus deseos como hace la gente mundana, el hecho de que caminemos por esta senda de creer en Dios lo ha predestinado Él. Es la senda correcta en la vida y algo justo. Por eso digo que no es cierto que no sea buen hijo). Vuestro razonamiento se sigue basando en las doctrinas que las personas entendían en el pasado; careces de una explicación y una comprensión real. ¿Quién más quiere compartir sus pensamientos? (Recuerdo que, cuando me fui al extranjero, cada vez que pensaba que mi familia no sabía lo que hacía allí, que probablemente me criticaran y dijeran que no era una buena hija por no quedarme a cuidar de mis padres, me sentía atada y constreñida por estos pensamientos. Cada vez que lo consideraba, me parecía que estaba en deuda con ellos. No obstante, gracias a la enseñanza de Dios de hoy, creo que el hecho de que me cuidasen en el pasado se debía a que estaban ejerciendo sus responsabilidades parentales, que su gentileza conmigo la predestinó Dios y que era a Él a quien debería estarle agradecido y devolverle Su amor. Ahora que creo en Dios y camino por la senda correcta en la vida, lo cual es justo, no debo sentirme en deuda con mis padres. Además, que ellos puedan disfrutar de que sus hijos los cuiden y estén junto a ellos también lo predestina Dios. Tras entender estas cosas, de algún modo puedo desprenderme de la sensación de estar en deuda que albergaba en el corazón). Muy bien. Para empezar, la mayoría de la gente elige irse de casa para cumplir con su deber, en parte por las circunstancias objetivas generales que les obligan a dejar a sus padres. No pueden permanecer a su lado para cuidarlos y hacerles compañía. No es que elijan dejarlos voluntariamente; esa es la razón objetiva. Por otra parte, en términos subjetivos, no sales a cumplir con tu deber porque quisieras dejar a tus padres y escapar de tus responsabilidades, sino por la llamada de Dios. Para cooperar con la obra de Dios, aceptar Su llamada y cumplir los deberes de un ser creado, no tuviste más remedio que dejar a tus padres; no podías quedarte a su lado para acompañarlos y cuidarlos. No los abandonaste con la intención de eludir tu responsabilidad, ¿verdad? Una cosa es eso y otra haberlo hecho para responder la llamada de Dios y cumplir con tu deber; ¿acaso la naturaleza de ambas cosas no es diferente? (Sí). En tu corazón guardas apego emocional y piensas en tus padres; tus sentimientos no son vacíos. Si las circunstancias objetivas lo permiten y puedes permanecer a su lado mientras cumples con tu deber, entonces estarías dispuesto a hacerlo, a cuidar de manera regular de ellos y cumplir con tus responsabilidades. Pero esas circunstancias no se dan y debes abandonarlos, no puedes seguir a su lado. No es que no quieras desempeñar tus responsabilidades como hijo, es que no puedes. ¿No es diferente la naturaleza de esto? (Sí). Si dejaste tu hogar para eludir el deber filial y tus responsabilidades, es que no eres buen hijo y careces de humanidad. Tus padres te educaron, pero tú estás deseando levantar el vuelo y marcharte rápido y por tu cuenta. No quieres verlos y, si te enteras de que se hallan en dificultades, no prestas atención alguna. Aunque tengas los medios para ayudarlos, no lo haces, finges no haber oído nada y dejas que los demás digan lo que quieran sobre ti. Simplemente no quieres desempeñar tus responsabilidades. Esto es no ser buen hijo. ¿Pero estamos hablando ahora de lo mismo? (No). Mucha gente ha dejado sus condados, ciudades, provincias o incluso sus países para cumplir con el deber; ya se encuentran lejos de donde se criaron. Por si fuera poco, no resulta conveniente que permanezcan en contacto con sus familias por diversas razones. A veces preguntan por la situación de sus padres a gente que viene de la misma ciudad y se sienten aliviados al oír que todavía gozan de buena salud y les va bien. De hecho, no es que no seas buen hijo, ya que no has llegado al punto de carecer de humanidad, en el que ni siquiera te importan tus padres ni desempeñas tus responsabilidades hacia ellos. Eliges esto por varias razones objetivas, así que no es que no seas buen hijo. Estas son las dos razones. Y también hay otra más. Si tus padres no son la clase de gente que hostiga u obstaculiza especialmente tu fe en Dios, si apoyan tu fe o si se trata de hermanos y hermanas que creen en Dios como tú, miembros de Su casa, entonces ¿quién de vosotros no ora en silencio a Dios cuando en lo más hondo piensa en sus padres? ¿Quién de vosotros no encomienda a sus padres, la salud de estos, su seguridad y todas sus necesidades vitales a las manos de Dios? Esta es la mejor manera de mostrarles respeto filial. No deseas que afronten toda clase de dificultades en su existencia ni que lleven una mala vida, coman mal o tengan una salud precaria. En el fondo de tu corazón, está claro que esperas que Dios los proteja y los mantenga a salvo. Si son creyentes, esperas que puedan cumplir con su deber y se mantengan firmes en su testimonio. Esto supone cumplir las propias responsabilidades humanas; la gente solo puede lograrlo con su propia humanidad. Además, lo más importante es que tras años de fe en Dios y de escuchar tantas verdades, la gente cuente al menos con este pequeño entendimiento y comprensión: el destino del hombre lo determina el cielo, el hombre vive en manos de Dios y tener Su cuidado y protección es bastante más importante que las preocupaciones, la piedad filial o la compañía de los hijos. ¿No sientes alivio al saber que tus padres están bajo el cuidado y la protección de Dios? No hace falta que te preocupes por ellos. Si lo haces, eso significa que no confías en Dios, que tu fe en Él es demasiado escasa. Si de verdad te preocupan y te interesan tanto tus padres, deberías orar a Dios a menudo, encomendárselos a Sus manos y permitir que Él lo instrumente y arregle todo. Dios rige sobre el destino de la humanidad y su día a día y todo lo que le sucede, ¿por qué te sigues preocupando entonces? Ni siquiera puedes controlar tu propia vida[a], tú mismo tienes un montón de dificultades; ¿qué podrías hacer para que tus padres vivan felices a diario? Lo único que puedes hacer es encomendarlo todo a las manos de Dios. Si son creyentes, pídele a Dios que los guíe por la senda adecuada para que al final se salven. Si no creen, que caminen por la senda que deseen. En cuanto a los padres de mayor bondad y que tienen algo de humanidad, puedes orar a Dios para que los bendiga y pasen felices el resto de sus días. Respecto al modo de obrar de Dios, Él dispone Sus arreglos y las personas han de someterse a ellos. Por consiguiente, en general, estas asumen la conciencia de las responsabilidades que tienen hacia sus padres. Al margen de la actitud hacia ellos que conlleva tal conciencia, ya se trate de preocupación o de elegir permanecer a su lado, en todo caso, nadie debe sentirse culpable ni tener cargo de conciencia por no haber podido cumplir con sus responsabilidades hacia sus padres al verse afectado por circunstancias objetivas. Estas cuestiones y otras similares no deben convertirse en problemas en la vida de alguien que cree en Dios; hay que desprenderse de ellas. En estos temas relacionados con el cumplimiento de las responsabilidades hacia los padres, las personas han de poseer estos conocimientos precisos y deben dejar de sentirse limitadas. Por un lado, en el fondo de tu corazón sabes que no eres un mal hijo y que no estás eludiendo o evitando tus responsabilidades. Por otro, tus padres están en manos de Dios, así que ¿para qué preocuparse? Cualquier preocupación que uno pueda tener es superflua. Cada persona vivirá sin sobresaltos conforme a la soberanía y los arreglos de Dios hasta el fin, hasta llegar al final de su senda, sin desviarse nunca. Por tanto, nadie necesita ya preocuparse por este asunto. No debes preguntarte si eres buen hijo ni si has cumplido con tus responsabilidades hacia tus padres, o si debes reciprocar la gentileza que ellos te han dispensado. Esas son cosas en las que no debes pensar, de las que has de desprenderte. ¿Verdad que es así? (Sí).
En lo relativo al tema de las expectativas de los padres hacia sus hijos, hemos compartido sobre los aspectos relacionados con los estudios y el trabajo. ¿Cuáles son los hechos que la gente debe entender en este sentido? Si escuchas a tus padres y estudias con especial empeño conforme a sus expectativas, ¿asegura eso que vayas a alcanzar un gran éxito? ¿Te va a permitir cambiar tu destino? (No). ¿Qué te aguarda entonces en el futuro? Lo que Dios ha dispuesto para ti: el destino que has de tener, la posición que debes ocupar entre la gente, la senda que has de recorrer y el entorno de vida del que debes disponer: Dios ya arregló todo esto para ti hace mucho tiempo. Entonces, en cuanto a las expectativas de tus padres, no deberías acarrear ninguna carga. Si haces lo que ellos te piden, tu destino no va a cambiar, y tampoco lo hará si no cumples sus expectativas y los decepcionas. Sea como sea la senda que tengas por delante, así va a ser; Dios ya lo ha ordenado. De igual modo, si cumples las expectativas de tus padres, los satisfaces y no los decepcionas, ¿significa eso que van a tener una vida mejor? ¿Puede cambiar el destino de sufrimiento y maltrato que tienen? (No). Hay quien piensa que sus padres le dedicaron muchísima gentileza cuando lo criaron y que sufrieron una barbaridad durante esa época, así que quiere encontrar un buen empleo y después soportar cualquier dificultad, esforzarse, esmerarse y trabajar duro para ganar mucho dinero y hacer una fortuna. Su objetivo es proporcionarles a sus padres una vida privilegiada en el futuro, que vivan en una mansión, conduzcan un buen coche y coman y beban bien. Sin embargo, después de años afanándose en ello, y aunque sus condiciones de vida y circunstancias han mejorado, sus padres mueren sin disfrutar ni un solo día de esa prosperidad. ¿A quién hay que culpar de eso? Si permites que las cosas sigan su propio curso, que Dios las instrumente, y no acarreas esta carga, entonces no te sentirás culpable cuando tus padres mueran. No obstante, si trabajas hasta la extenuación para ganar dinero con el fin de retribuir a tus padres, de ayudarles a tener una vida mejor, y luego ellos mueren, ¿cómo te sentirías? Si te demoraste en el cumplimiento de tu deber y en obtener la verdad, ¿podrás aún vivir con comodidad el resto de tus días? (No). Tu vida se verá afectada, y durante lo que te quede de ella acarrearás la carga de “haberles fallado a tus padres”. Algunos realizan grandes esfuerzos en su trabajo, perseveran y ganan dinero para no decepcionar a sus padres y así retribuirles la gentileza de haberlos criado. Después, cuando se hacen ricos y poseen los medios para permitirse comer bien, los invitan a almorzar y piden una mesa entera llena de buenos platos y dicen: “Servíos. Recuerdo que cuando era pequeño estos eran vuestros favoritos, ¡adelante!”. Sin embargo, sus padres se han hecho mayores, han perdido casi todos los dientes y gran parte de su apetito, así que prefieren platos más ligeros y fáciles de digerir, como las verduras y los fideos, y les bastan unos pocos bocados para sentirse llenos. Te pones triste al contemplar esa mesa tan grande repleta de comida intacta. Pero tus padres se encuentran bastante bien. A una edad tan avanzada, no deben comer tanto; es lo normal, no piden mucho. En tu interior te sientes infeliz, ¿pero por qué? Era innecesario que hicieras estas cosas. Hace mucho que se determinó cuánta felicidad y penurias experimentarían tus padres a lo largo de su vida. Esto no se puede cambiar porque tú lo desees así ni para contentar a tus sentimientos. Dios lo ordenó hace mucho, así que cualquier cosa que haga la gente es superflua. ¿Qué revelan estos hechos? Lo que deben hacer los padres es criarte y permitir que crezcas con buena salud y sin contratiempos, que te embarques en la senda correcta y lleves a cabo las responsabilidades y obligaciones que te corresponden como ser creado. Todo esto no tiene como propósito cambiar tu destino, y desde luego no puede hacerlo; ellos solo desempeñan un papel de apoyo y guía, te educan hasta la edad adulta y te orientan hacia la senda correcta de la vida. Lo que no deberías hacer es emplear tus propias manos para generarles felicidad a tus padres, transformar su destino o permitir que sean muy afortunados y disfruten de buena comida y bebida. Esos son pensamientos ridículos. Es una carga que no te corresponde, debes desprenderte de ella. No tienes que realizar sacrificios sin sentido ni hacer nada inútil para retribuir a tus padres, cambiar su destino y propiciar que reciban más bendiciones y disminuya su sufrimiento, en aras de satisfacer las necesidades personales de tu conciencia o tus sentimientos, y para evitar decepcionarlos. No es tu responsabilidad, y ni siquiera deberías estar pensando en ello. Los padres deberían desempeñar sus responsabilidades respecto a los hijos en función de sus propias condiciones y del entorno y las condiciones que Dios ha dispuesto. Lo que los hijos han de hacer por sus padres también se basa en las condiciones que puedan alcanzar y en el entorno que se encuentren; eso es todo. Nada de lo que hagan los padres o los hijos debería ser con el propósito de cambiar el destino del otro según lo que esté al alcance de uno o sus deseos egoístas, de tal modo que el otro pueda vivir mejor, más feliz y su vida sea más ideal a consecuencia de sus propios esfuerzos. Ya se trate de los padres o los hijos, todo el mundo debería dejar que las cosas tomaran el rumbo natural en los entornos que ha dispuesto Dios, en lugar de intentar cambiarlas mediante sus propios esfuerzos o por cualquier determinación personal. El destino de tus padres no va a cambiar porque tú albergues esa clase de pensamientos respecto a ellos, pues hace mucho que Dios dispuso su destino. Él ordenó que vivieras en el ámbito de sus vidas, que te trajeran al mundo, te criaran y tuvierais esta relación. Por tanto, tu única responsabilidad respecto a ellos es acompañarlos conforme a tus propias condiciones y cumplir ciertas obligaciones. En cuanto al deseo de cambiar la situación actual de tus padres o de que tengan una vida mejor, todo eso es superfluo. Resulta incluso más innecesario hacer que tus vecinos y parientes te admiren, honrar a tus padres o asegurar el prestigio de estos dentro de la familia. También están las madres o los padres solteros a los que su pareja abandonó y te criaron en solitario hasta la edad adulta. Eres incluso más consciente de lo difícil que fue para ellos, y quieres dedicar tu vida entera a retribuirlos y compensarlos, hasta el punto de hacer cualquier cosa que te digan. Lo que te piden, lo que esperan que hagas, unido a lo que tú mismo estás dispuesto a hacer, todo se convierte en cargas para tu vida, y no debería ser así. Eres un ser creado en presencia del Creador. En esta vida, no solo has de cumplir con las responsabilidades hacia tus padres, sino también con las que tienes como ser creado y con tus deberes como tal. Solo puedes cumplir con tus responsabilidades hacia tus padres con base en las palabras de Dios y los principios-verdad, no haciendo cualquier cosa por ellos en función de tus necesidades emocionales o las de tu conciencia. Por supuesto, cumplir con tus responsabilidades y obligaciones hacia ellos según las palabras de Dios y los principios-verdad también forma parte de tus deberes como ser creado; Dios le ha otorgado esta responsabilidad al hombre. Su cumplimiento tiene como base las palabras de Dios, no las necesidades humanas. Por tanto, puedes tratar a tus padres fácilmente conforme a las palabras de Dios, y así cumplir con tus responsabilidades y obligaciones hacia ellos. Es tan simple como eso. ¿Resulta fácil de hacer? (Sí). ¿Por qué? Tanto la esencia como los principios-verdad a los que debe atenerse la gente están muy claros, y es que ni los padres ni los hijos pueden cambiar el destino el uno del otro. Por mucho que te empeñes, estés o no dispuesto a cumplir con tus responsabilidades, nada de eso puede cambiar el destino del otro. Los lleves o no en el corazón, se trata solo de una diferencia de necesidad emocional, y no va a cambiar los hechos. Por consiguiente, lo más sencillo que pueden hacer las personas es desprenderse de las diversas cargas que les han provocado las expectativas de sus padres. Para empezar, debes considerar todo esto de acuerdo con las palabras de Dios, y después has de tratar y abordar la relación con tus padres conforme a ellas. Tan sencillo como eso. ¿Acaso no es fácil? (Sí). Si aceptas la verdad, todo esto te resultará fácil y, a medida que avance el proceso de tu experiencia, te darás cuenta cada vez más de que realmente es así. Nadie puede cambiar el destino de una persona, solo está en manos de Dios. Por mucho que lo intentes, no va a funcionar. Por supuesto, habrá quien diga: “Las cosas que dices son hechos, pero a mí me parece que actuar de esa manera es demasiado impersonal. La conciencia siempre me lo reprocha, no puedo soportarlo”. Si es así, entonces limítate a satisfacer tus sentimientos; acompaña a tus padres y no te alejes de su lado, sírvelos, sé un buen hijo y haz todo lo que digan, esté bien o mal. Conviértete en un apéndice unido a ellos y en su asistente, todo eso está bien. Así nadie te va a criticar a tus espaldas, e incluso los parientes menos directos hablarán sobre lo buen hijo que eres. Sin embargo, al final, el único que perderá serás tú. Has conservado tu reputación de buen hijo, has satisfecho tus necesidades emocionales, nunca te ha remordido la conciencia y les has devuelto la gentileza a tus padres, pero has perdido y descuidado algo: no has tratado y abordado todos estos asuntos según las palabras de Dios y has perdido la oportunidad de cumplir con tu deber como ser creado. ¿Eso qué significa? Que has sido buen hijo con tus padres, pero has traicionado a Dios. Has demostrado piedad filial y satisfecho las necesidades emocionales de la carne de tus padres, pero te has rebelado contra Dios. Prefieres ser un buen hijo antes que cumplir con tus deberes como ser creado. Esa es la mayor falta de respeto a Dios. Él no va a afirmar que eres alguien que se somete o que posee humanidad solo porque seas un buen hijo, no hayas decepcionado a tus padres, tengas conciencia y cumplas con tus responsabilidades filiales. Si solo satisfaces las necesidades de tu conciencia y las emocionales de tu carne, pero no aceptas las palabras de Dios o la verdad como la base y los principios para tratar y abordar este asunto, entonces muestras una enorme rebelión contra Dios. Si quieres ser un ser creado apto, lo primero es contemplar y hacerlo todo de acuerdo con las palabras de Dios. A esto se le llama ser apto, tener humanidad y conciencia. Por el contrario, si no aceptas las palabras de Dios como los principios y la base para tratar y lidiar con esta cuestión, ni tampoco Su llamada para salir a cumplir con tu deber, o si prefieres retrasar o perder semejante oportunidad para, en su lugar, quedarte junto a tus padres, acompañarlos, hacerlos felices, permitir que disfruten de sus años crepusculares y devolverles su gentileza, entonces Dios dirá que eres alguien sin humanidad ni conciencia. No eres un ser creado y Él no te reconocerá.
En lo que respecta a manejar las expectativas de los padres, ¿quedan claros los principios que se han de seguir y de qué cargas hay que desprenderse? (Sí). Entonces, ¿cuáles son exactamente las cargas que la gente acarrea en este caso? Debes escuchar a tus padres y permitirles tener una buena vida; lo hacen todo por tu propio bien, y tú has de comportarte del modo que ellos aseguran que corresponde a un buen hijo. Asimismo, como adulto, debes hacer cosas por tus padres, devolverles su gentileza, ser buen hijo con ellos, acompañarlos, no ponerlos tristes ni decepcionarlos ni defraudarlos, y hacer todo lo posible para minimizar su sufrimiento o incluso eliminarlo por completo. Si eres incapaz de lograr esto, es que eres un desagradecido, un mal hijo, mereces que te parta un rayo y los demás te desdeñen, y eres una mala persona. ¿Son estas tus cargas? (Sí). Ya que estas cosas son las cargas que lleva la gente, hay que aceptar la verdad y afrontarlas adecuadamente. Aceptar la verdad es la única manera de transformar y desprenderse de estas cargas y estos pensamientos y puntos de vista incorrectos. Si no aceptas la verdad, ¿hay otra senda que puedas tomar? (No). Así, ya se trate de desprenderse de las cargas de la familia o de la carne, todo empieza por aceptar los pensamientos y puntos de vista correctos y la verdad. A medida que empieces a aceptar la verdad, comenzarás a desmontar, discernir y desentrañar estos pensamientos y puntos de vista erróneos que habitan en ti, y luego los irás rechazando paulatinamente. Durante este proceso de desmontar, discernir y luego desprenderte y rechazar estos pensamientos y puntos de vista erróneos, tu actitud y enfoque hacia tales asuntos se transformarán poco a poco. Esos pensamientos que provienen de tu conciencia humana o de tus sentimientos se irán debilitando; ya no te atribularán ni te atarán desde el fondo de tu mente, no controlarán ni influenciarán tu vida y no interferirán en el cumplimiento del deber. Por ejemplo, si has aceptado los pensamientos y puntos de vista correctos y este aspecto de la verdad, cuando te enteres de la noticia de la muerte de tus padres, simplemente derramarás lágrimas por ellos sin pensar que en estos años no les has retribuido la gentileza de criarte, en lo mucho que les hiciste sufrir, que no los recompensaste ni lo más mínimo o que no les permitiste tener una buena vida. Ya no te culparás más a ti mismo por estas cosas. En cambio, manifestarás expresiones normales surgidas de las necesidades de los sentimientos humanos corrientes, derramarás lágrimas y luego los añorarás un poco. Estas cosas pronto se volverán naturales y normales, y te sumirás rápidamente en una vida normal y en cumplir con tu deber; no te preocupará este asunto. Pero si no aceptas estas verdades, entonces, cuando recibas la noticia del fallecimiento de tus padres, llorarás sin parar. Sentirás pena por ellos, que no lo tuvieron nada fácil durante toda su vida y que criaron a alguien como tú, que es un mal hijo. Cuando estuvieron enfermos, no los atendiste junto a su cama y, cuando murieron, no lloraste en su funeral ni te pusiste de luto. Los defraudaste, los decepcionaste y no les dejaste tener una buena vida. Albergarás ese sentimiento de culpa durante mucho tiempo, y llorarás y sentirás un dolor sordo en el corazón cada vez que pienses en ello. Cuando te encuentres con circunstancias o personas, acontecimientos y cosas relacionados con esto, reaccionarás con emotividad. Puede que este sentimiento de culpa te acompañe el resto de tu vida. ¿Por qué razón? Porque nunca aceptaste la verdad ni los pensamientos y puntos de vista correctos como tu vida. En su lugar, esta se ha seguido viendo influenciada por tus viejas ideas y puntos de vista, que aún te dominan. Así que te pasarás lo que te queda de existencia sufriendo por la muerte de tus padres. Este continuo sufrimiento tendrá consecuencias que irán mucho más allá de un poco de incomodidad carnal. Afectará a tu vida, a tu actitud hacia el cumplimiento del deber, hacia la obra de la iglesia, hacia Dios, y también hacia cualquier persona o asunto que te toque el alma. Puede que también te desalientes y te desanimes respecto a más asuntos, te muestres abatido y pasivo, pierdas la fe en la vida, el entusiasmo y la motivación por todo, y otras cosas más. Con el tiempo, el impacto no se limitará a la simple vida cotidiana; también afectará a tu actitud frente al cumplimiento de tus deberes y a la senda que tomes en la vida. Esto es muy peligroso, y puede ocasionar que no puedas cumplir de forma adecuada tu deber como ser creado, e incluso que dejes a medias o albergues un estado de ánimo y una actitud de resistencia hacia los deberes que cumples. En resumen, este tipo de situación empeorará inevitablemente con el tiempo y hará que tu estado de ánimo, tus emociones y tu mentalidad evolucionen en una dirección maligna. ¿Lo entiendes? (Sí). La charla de hoy sobre estos temas te dice, por un lado, que establezcas pensamientos y puntos de vista correctos, cuya fuente se basa en la esencia misma de estos asuntos. Puesto que la raíz y la esencia son exactamente así, la gente debe reconocerlas y no dejarse engañar por estas representaciones o por pensamientos y puntos de vista derivados de los sentimientos y la impetuosidad. Este es un aspecto. El otro es que solo haciendo esto se puede evitar dar rodeos y desviarse, para en vez de eso vivir la vida tal y como se presenta, en un entorno regido e instrumentado por Dios. En resumen, la gente solo puede despojarse de estas cargas que provienen de los padres, desprenderse de ellas y someterse a las instrumentaciones y arreglos de Dios al aceptar estos pensamientos y puntos de vista correctos y permitir que la guíen. Una vez que lo haces, puedes vivir con mayor libertad y sin restricciones, con paz y alegría, en lugar de dejarte siempre llevar por los efectos de la impetuosidad, los sentimientos o la conciencia. Después de hablar tanto de ello, ¿poseéis ahora algo de entendimiento en lo referente a las cargas que crean las expectativas de los padres? (Sí). Ahora que vuestra comprensión es más precisa, ¿acaso no se siente vuestro espíritu mucho más relajado y liberado? (Sí). Una vez que tengas un entendimiento y una aceptación y sumisión reales, se liberará tu espíritu. Si sigues resistiéndote y negándote, o simplemente tratas estas verdades como teoría, en lugar de considerar tales asuntos con base en los hechos, entonces te resultará difícil desprenderte. Solo podrás actuar según las instrumentaciones de los pensamientos y sentimientos de la carne a la hora de tratar estos asuntos. En definitiva, vivirás preso de estos sentimientos, donde solo hay dolor y tristeza, y nadie será capaz de salvarte. Al afrontar estos asuntos enredada en esta trampa emocional, la gente no halla una vía de escape. Solo te puedes liberar de los enredos y las ataduras de los sentimientos si aceptas la verdad, ¿no es cierto? (Sí).
Además de los diversos enfoques y expectativas en lo que respecta a los estudios y las opciones de carrera de sus hijos, los padres también esperan diversas cosas con relación al matrimonio, ¿verdad? ¿De qué expectativas se trata? Compartid, por favor. (Lo típico es que los padres le digan a su hija que su futuro marido debe, cuanto menos, ser rico, tener casa y coche y poder cuidar de ella. Es decir, alguien capaz de satisfacer las necesidades materiales de la hija y que además posea sentido de la responsabilidad. Estos son los criterios para elegir a un esposo). Algunas de las cosas que dicen los padres provienen de sus propias experiencias, y aunque tienen en mente tu mejor interés, todavía se presentan algunos problemas. También tienen sus propias opiniones y preferencias respecto a sus expectativas sobre tu matrimonio. Le exigen a su hija que encuentre a un marido que, como poco, tenga dinero, estatus y aptitud, que sea temible para que nadie la avasalle fuera de casa. Y si los demás te acosan, esta persona debe ser capaz de enfrentarse a ellos y protegerte. Podrías decir: “No me importa. No soy tan materialista. Solo quiero encontrar a alguien que me ame y al que yo ame”. Tus padres responden a esto: “¿Cómo eres tan boba? ¿Por qué eres tan ingenua? Eres joven e inexperta, y no entiendes las penurias de la vida. ¿Has oído alguna vez el dicho: ‘Todo le va mal a una pareja pobre’? En la vida necesitas dinero para esto o aquello; ¿crees que tendrás una buena vida si no tienes dinero? Tienes que encontrar a alguien que sea rico y competente”. Respondes: “Los hay que son ricos y competentes pero no son fiables”. Tus padres contestan: “Aunque no sea fiable, lo primero es asegurarte las necesidades básicas. Dispondrás de toda la comida y la ropa que quieras, estarás bien alimentada y vestida, todo el mundo te envidiará por ello”. Dices: “Pero mi alma no será feliz”. A esto tus padres responden: “¿Y qué es un alma? ¿Dónde está? ¿Qué más da entonces si tu alma no es feliz? Mientras tengas comodidad física, ¡eso es lo único que importa!”. Hay algunas personas que, dadas las circunstancias de vida actuales, desean permanecer solteras. Aunque son bastante maduras, no quieren tener citas y mucho menos casarse. Esto provoca ansiedad en sus padres, que les siguen instando a hacerlo. Les arreglan citas a ciegas y les presentan a parejas potenciales. Hacen todo lo posible para encontrar rápidamente alguien que encaje y sea respetable para que se case con su hijo o hija. Aunque no sean tan compatibles, esa persona al menos debe tener buenas cualificaciones, por ejemplo ser un graduado universitario, tener un máster o un doctorado o, si no, haber estudiado en el extranjero. Hay quienes no soportan el agobio de sus padres. Al principio piensan que es una maravilla ser solteros y tener solo que cuidarse a sí mismos. En especial tras empezar a creer en Dios, como están muy ocupados cumpliendo todos los días con su deber, carecen de tiempo para pensar en tales cosas y no tienen citas ni planes futuros de casarse. Sin embargo, no pueden escapar del escrutinio de sus padres. Ellos no están de acuerdo, siempre les meten prisa y los presionan. Cada vez que ven a sus hijos, empiezan a agobiarles: “¿Estás saliendo con alguien? ¿Hay alguien que te guste? Date prisa y tráelo a casa para que podamos echarle un vistazo. Si es adecuado, sienta la cabeza de una vez. ¡Ya no eres joven! Las mujeres no se casan después de los treinta y los hombres no buscan pareja después de los treinta y cinco. ¿Qué pretendes, poner el mundo patas arriba? ¿Quién va a cuidar de ti cuando seas vieja si no te casas?”. Los padres siempre se preocupan y se afanan en este asunto, quieren que busques a esta o aquella persona, te presionan para que te cases y encuentres una pareja. Y después de casarte, siguen fastidiando: “Date prisa y ten un niño mientras todavía soy joven. Yo te lo cuidaré”. Dices: “No me hace falta que cuides de mis hijos. No te preocupes”. Responden: “¿Qué quieres decir con que no me preocupe? ¡Date prisa y ten un hijo! Cuando nazca, te lo cuidaré yo. Cuando sea un poco mayor, entonces te encargas tú”. No importa si las actitudes o expectativas de los padres son las correctas, sean cuales sean, siempre suponen una carga para los hijos. Si escuchan a sus padres, se sienten incómodos e infelices. Si no lo hacen, tienen cargo de conciencia: “A mis padres no les falta razón. Son muy mayores y no me han visto casarme ni tener hijos. Están apesadumbrados, así que me meten prisa para que lo haga. Esa es también su responsabilidad”. Entonces, en lo que respecta a lidiar con las expectativas de sus padres sobre esto, la gente en el fondo siempre tiene la vaga sensación de que supone una carga. Tanto si los escuchan como si no, parece un error, y en cualquier caso opinan que desobedecer las exigencias o los deseos de sus padres es muy deshonroso e inmoral. Es un asunto que les pesa en la conciencia. Algunos padres llegan incluso a interferir en las vidas de sus hijos: “Date prisa y cásate y ten niños. Dame primero un nieto grande y saludable”. De este modo, llegan incluso a intentar entrometerse en el género de su bebé. Ciertos padres también dicen: “Ya tienes una hija, date prisa y dame un nieto varón, quiero un nieto y una nieta. Tú y tu esposa estáis ocupados con vuestra fe en Dios y cumpliendo con vuestro deber todo el día. No estáis haciendo el trabajo que os corresponde, tener hijos es muy importante. ¿No sabes que: ‘De los tres tipos de desamor filial, el peor es no tener heredero’? ¿Crees que solo con tener una hija es suficiente? ¡Será mejor que te apresures y me des también un nieto! Eres el único hijo varón en nuestra familia, si no me das un nieto, ¿acaso no terminará nuestro linaje?”. Lo consideras: “Es cierto, si el linaje acaba conmigo, ¿no estaré defraudando a mis antepasados?”. Así que no casarse está mal, y casarse y no tener hijos también lo está, pero tampoco está bien del todo tener una hija, has de tener un hijo. Otros tienen primero al hijo varón, pero sus padres dicen: “Con uno no es suficiente. ¿Y si sucede cualquier cosa? Ten a otro para que se hagan compañía”. En lo que respecta a sus hijos, la palabra de los padres es ley y pueden ser del todo irracionales, capaces de articular la lógica más sesgada; los hijos se sienten perdidos a la hora de lidiar con ellos. Interfieren y critican las vidas, el trabajo, el matrimonio y las actitudes que tienen sus hijos respecto a muchas cosas. Estos solo pueden tragarse su rabia. No pueden esconderse de sus padres ni quitárselos de encima. No pueden regañar o educar a sus propios padres; ¿qué pueden hacer entonces? Se aguantan, tratan de verlos con la menor frecuencia posible y evitan sacar estos temas si no tienen más remedio que encontrarse. Y si acaban saliendo estas cuestiones, las cortan enseguida y se esconden donde pueden. Sin embargo, a fin de no decepcionarlos y de cumplir las expectativas de sus padres, hay quienes se muestran de acuerdo con sus exigencias. Tal vez te apresures de mala gana a salir con alguien, casarte y tener hijos. Pero con uno no basta, has de tener varios. Lo haces para satisfacer las demandas de tus padres, a fin de que se pongan contentos y se alegren. Al margen de que puedas o no satisfacer sus deseos, tales exigencias le resultarían problemáticas a cualquier hijo o hija. Tus padres no hacen nada en contra de la ley, y no puedes criticarlos, ni hablar sobre el tema con nadie, ni tampoco razonar con ellos. Con tantas idas y venidas, el asunto se convierte en una carga para ti. Siempre te parece que mientras no satisfagas las exigencias de tus padres con respecto al matrimonio y los hijos, no podrás enfrentarte a ellos ni a tus antepasados con la conciencia tranquila. Si no has cumplido con las demandas de tus padres, es decir, si no has salido con nadie, no te has casado, no has tenido hijos y no has continuado el linaje familiar como te pidieron, te sentirás presionado en tu interior. Solamente te podrás relajar un poco si tus padres te dicen que no van a interferir en estos temas y te dan libertad para afrontar las cosas tal y como vengan. Sin embargo, si los comentarios de la sociedad, representada por el resto de parientes, amigos, compañeros de clase, colegas y todos los demás, te condenan y se habla de ti a tus espaldas, eso también supone una carga para ti. A los 25 años, no le das mucha importancia a no haberte casado, pero al llegar a los 30 empiezas a sentir que no es tan bueno, así que evitas a esos parientes y familiares y no sacas el tema. Y si sigues sin casarte a los 35, la gente te dirá: “¿Por qué no te has casado? ¿Qué tienes de malo? Eres una especie de bicho raro, ¿verdad?”. Si estás casado pero no quieres tener hijos, te dirán: “¿Por qué no has tenido hijos después de casarte? Otros se casan y tienen una hija y luego un hijo, o al revés. ¿Tú por qué no quieres tenerlos? ¿Qué te pasa? ¿No tienes ningún sentimiento humano? ¿Eres siquiera una persona normal?”. Ya vengan de los padres o de la sociedad, estas cuestiones se convierten en una carga para ti en diferentes entornos y contextos. Te da la sensación de que te equivocas, sobre todo con la edad que tienes. Por ejemplo, si tienes entre treinta y cincuenta años y sigues sin casarte, no te atreves a relacionarte con otra gente. Dicen: “Esa mujer jamás en su vida se ha casado, es una vieja solterona, nadie la quiere, nadie se va a casar con ella”. “Ese tipo nunca ha tenido una esposa”. “¿Por qué no se ha casado?”, “Quién sabe, tal vez tienen algo de malo”. Reflexionas sobre ello: “No tengo nada de malo. ¿Por qué no me he casado entonces? Estoy defraudando a mis padres por no haberlos escuchado”. Hay quien dice: “Este tipo no se ha casado, esa chica no se ha casado. Fíjate en lo desgraciados que son ahora sus padres. Otros tienen nietos y bisnietos, pero sus hijos siguen solteros. Sus antepasados debieron hacer algo espantoso, ¿verdad? ¿Acaso esto no deja a la familia sin herederos? No van a tener descendientes que continúen el linaje. ¿Qué le pasa a esa familia?”. Por muy firme que sea tu actitud actual, mientras seas mortal, una persona corriente, y no poseas suficiente verdad para comprender este asunto, tarde o temprano te sentirás atribulado y perturbado al respecto. En la sociedad actual hay muchas personas de 34 o 35 años que siguen solteras, y eso no es tan grave. Sin embargo, a partir de los 35 o 36, hay menos solteros. En función del rango de edad actual de las personas solteras, si tienes menos de 35 años, podrías pensar: “Es normal no casarse, nadie dice nada al respecto. Si mis padres tienen algo que decir, que lo digan. No tengo miedo”. Pero una vez pasados los 35, la gente te mirará con otros ojos. Dirán que estás solo, que eres un soltero o una solterona, y te resultará insoportable. Este asunto se convertirá en una carga para ti. Si careces de una comprensión clara o de principios de práctica definidos para este asunto, tarde o temprano supondrá una molestia o causará un trastorno en tu vida durante una época especial. ¿Acaso esto no involucra ciertas verdades que la gente debería entender? (Sí).
En cuanto a casarse y tener hijos, ¿qué verdades debe entender la gente para desprenderse de las cargas que conllevan estas cuestiones? Para empezar, ¿determina la voluntad humana la elección de una pareja matrimonial? (No). No es que puedas conocer sin más a cualquier clase de persona que desees, y desde luego no es que Dios vaya a disponer para ti al tipo exacto de persona que quieras, sino que Él ya ha ordenado quién va a ser tu pareja matrimonial; la que esté destinada a ser, será. No te tiene que afectar ninguna interferencia provocada por las necesidades de tus padres o las condiciones que estos planteen. Asimismo, la pareja que tus padres te piden que encuentres, alguien que sea rico y de alto estatus, ¿puede determinar tu propia riqueza y estatus futuros? (No). No puede. Hay bastantes mujeres que se casaron e ingresaron en el seno de una familia acomodada, para luego acabar expulsadas de esta y en la calle hurgando entre la basura. Su incansable afán de escalar los peldaños de la sociedad en busca de riqueza y prestigio las deja hundidas y con la reputación por los suelos, mucho peor incluso que la gente corriente. Se pasan los días cargando con un saco barato donde guardan botellas de plástico y latas de aluminio que recogen y luego intercambian por unas pocas monedas; después se piden un café en una cafetería para sentir que siguen llevando la vida de una persona rica. ¡Qué desgraciadas! El matrimonio es un acontecimiento significativo en la vida de alguien. Al igual que la clase de padres que uno está destinado a tener, el matrimonio no se fundamenta en las necesidades de tus padres ni en las de tu familia, así como tampoco en tus gustos y preferencias personales, sino que depende íntegramente de la ordenación de Dios. Conocerás a la persona adecuada en el momento oportuno, cuando corresponda que así sea. Todos estos arreglos del mundo oculto y místico se hallan bajo el control y la soberanía de Dios. En esta cuestión, la gente no necesita prestar atención a los arreglos de los demás, ni que nadie la dirija, la manipule ni influya en ella. Así pues, en cuanto al matrimonio, no importan las expectativas que proyecten tus padres ni los planes que tengas, no es necesario dejarse influenciar por tus progenitores ni por tus propios planes. Este asunto debe basarse por completo en la palabra de Dios. Da igual si buscas pareja o no; aunque estés en su búsqueda, deberás hacerlo de acuerdo con la palabra de Dios, no según las exigencias o necesidades de tus padres ni las expectativas de estos. Por tanto, en lo relativo al matrimonio, las expectativas parentales no deben convertirse en una carga. Encontrar una pareja matrimonial supone asumir una responsabilidad durante lo que te queda de vida y hacia tu cónyuge; implica someterse a las instrumentaciones y los arreglos de Dios. No se trata de satisfacer las exigencias de tus padres ni de hacer realidad las expectativas de estos. La búsqueda de una pareja y del tipo de persona que esta sea no debería basarse en las expectativas de tus padres. Ellos no tienen derecho a controlarte en ese asunto; Dios no les ha otorgado el derecho a arreglar tu matrimonio de principio a fin. Si buscas pareja para casarte, has de hacerlo conforme a las palabras de Dios; si eliges no buscarla, eres libre de hacerlo. Dices: “En toda mi vida, ya esté cumpliendo o no con mi deber, me gusta estar soltero. Es liberador estar solo: como un pájaro, me basta con batir las alas para echar a volar. No tengo la carga de una familia y voy por mi cuenta a todas partes. ¡Es maravilloso! Estoy solo, pero no me siento así. Tengo a Dios conmigo, Él me acompaña; no suelo sentirme solo. En ocasiones me apetece desconectar por completo, ya que el cuerpo lo necesita. Tomarse un momento para hacerlo no tiene nada de malo. De vez en cuando, cuando me siento vacío o solo, me presento ante Dios para tener una charla sincera con Él y compartir unas palabras. Leo Sus palabras, aprendo himnos, visiono vídeos testimoniales de experiencias vivenciales y veo películas de la casa de Dios. Es maravilloso, y luego ya no me siento solo. No me importa si después lo estaré o no. El caso es que ahora no lo estoy, hay muchos hermanos y hermanas a mi alrededor con los que puedo mantener sentidas conversaciones. Buscar pareja matrimonial puede resultar fastidioso. No hay muchas personas normales capaces de vivir con honestidad una buena vida, así que no quiero buscar a una. Si la encontrara, no lográramos hacerlo funcionar y nos divorciáramos, ¿qué sentido habría tenido todo ese enredo? Después de haber analizado ya este punto, estoy mejor sin buscar pareja. Si el objetivo de buscar a alguien para casarse es solo la felicidad y alegría momentáneas, y de todos modos acabas por tener que divorciarte, eso es un embrollo por el que no estoy dispuesto a pasar. En cuanto a tener hijos, como ser humano —y no como una mera herramienta para generar descendientes—, no es mi responsabilidad ni mi obligación continuar con el linaje familiar. El que quiera hacerlo, adelante. Ningún apellido pertenece a una sola persona”. ¿Qué importa si se pone fin al linaje familiar? ¿No es solo una cuestión de apellidos de la carne? Las almas no tienen parentesco las unas con las otras, entre ellas no se puede hablar de legado ni de continuación. La humanidad comparte un único predecesor, del cual todo el mundo desciende, así que el fin del linaje de la humanidad queda fuera de toda discusión. Continuarlo no es responsabilidad tuya. Lo que ha de perseguir la gente es caminar por la senda correcta de la vida, llevar una vida libre y liberada y ser un auténtico ser creado. No debes asumir la carga de ser una máquina para propagar la humanidad. Tampoco es tu responsabilidad reproducirte ni continuar un linaje para beneficio de cualquier familia. Dios no te ha asignado esa responsabilidad. Quien quiera procrear, que lo haga; el que quiera continuar con su linaje, puede hacerlo; el que esté dispuesto a asumir tal responsabilidad, adelante; eso no tiene nada que ver contigo. Si no estás dispuesto a asumirla ni a cumplir con esa obligación, está bien, es tu derecho. ¿Acaso no es lo adecuado? (Sí). Si tus padres te siguen agobiando, les puedes decir: “Si tanto os molesta que no me reproduzca y continúe el linaje de vuestra familia, entonces buscaos vosotros una manera de tener otro hijo para continuarlo. De todos modos, este asunto a mí no me concierne; puedes delegarlo en quien quieras”. Después de que digas esto, ¿acaso tus padres tendrán algo que responder? En lo relativo a los matrimonios de sus hijos e hijas y a tener descendencia, los padres, ya sean creyentes o no, deberían saber a su avanzada edad que la riqueza o pobreza, el número de hijos y el estado civil en la vida los determina el cielo; todo se ha fijado por adelantado y no es algo que nadie pueda decidir. Por tanto, si los padres les exigen cosas por la fuerza a sus hijos de este modo, no cabe duda de que son unos ignorantes, unos necios y no tienen ni idea. A la hora de tratar con padres así, cualquier cosa que digan considérala como un soplo de aire que te entra por un oído y te sale por el otro, y eso es todo. Si te agobian demasiado, puedes decir: “De acuerdo, te lo prometo, mañana me caso, pasado tengo un hijo y al otro te pongo un bisnieto en los brazos. ¿Qué te parece?”. Aplácalos así y luego date la vuelta para marcharte. ¿No es esa una manera serena de lidiar con ello? En cualquier caso, tienes que percibir este asunto en profundidad. Vamos primero a dejar de lado el hecho de que Dios ordena el matrimonio y así es como funciona. La actitud de Dios hacia esta cuestión es la de otorgarle a la gente el derecho a elegir. Puedes optar por ser soltero o casarte; puedes vivir en pareja o tener familia numerosa. Es tu libertad. No importa en qué se funden estas elecciones o qué propósito o resultado quieras lograr, en pocas palabras, este derecho a elegir te lo ha otorgado Dios y te corresponde. También vale que digas lo siguiente, Dios no te condenará por ello: “Estoy demasiado ocupado con el trabajo de cumplir con mi deber, todavía soy joven y no quiero casarme. Quiero ser soltero, gastarme a tiempo completo por Dios y cumplir bien con mi deber. Ya me enfrentaré al gran problema del matrimonio más adelante. Cuando tenga cincuenta años y me sienta solo, cuando tenga mucho que decir pero nadie que escuche mi parloteo, entonces buscaré a alguien”. Si dices: “Me parece que se me escapa la juventud. Tengo que aprovechar sus últimos coletazos. Mientras siga siendo joven y tenga buen aspecto y un poco de encanto, debo darme prisa y buscar a una pareja que me acompañe y con la que charlar, alguien que me aprecie y me quiera, con quien pueda pasar los días y casarme”, ese también es tu derecho. Por supuesto, hay algo que tener en cuenta: si decides casarte, primero necesitas considerar con cuidado qué deberes estás cumpliendo en la actualidad en la iglesia, si eres líder u obrero, si se te ha elegido para el cultivo en la casa de Dios, si estás llevando a cabo trabajos o deberes importantes, qué tareas has recibido actualmente y cuáles son las presentes circunstancias. Si te casas, ¿influirá en tu cumplimiento del deber? ¿Y en tu búsqueda de la verdad? ¿Impactará en tu trabajo como líder u obrero? ¿Y en que consigas la salvación? Has de considerar todas estas cuestiones. Aunque Dios te haya concedido tal derecho, cuando lo ejerzas, tienes que considerar con cautela la decisión que estás a punto de tomar y qué consecuencias puede acarrear. Al margen de cuáles conlleve, no deberías culpar a los demás ni a Dios. Debes responsabilizarte de las consecuencias de tus propias elecciones. Hay quien dice: “No solo me voy a casar, sino que también quiero tener un puñado de hijos. Tras tener un varón, tendré una niña, y viviremos felices toda la vida como una familia, nos haremos compañía con alegría y en armonía. Cuando sea viejo, mis hijos se reunirán para cuidarme, y disfrutaré de la bendición de la vida familiar. ¡Eso será maravilloso! En cuanto a cumplir con mi deber, perseguir la verdad y lograr la salvación, esas son cosas secundarias. Ahora mismo no me preocupan. Primero resolveré el tema de tener hijos”. Ese también es tu derecho. Sin embargo, sean cuales sean las consecuencias que al final te ocasione tu elección, sean amargas o dulces, agrias o adustas, debes sobrellevarlas por tu cuenta. Nadie va a hacerse cargo de tus elecciones ni se va a responsabilizar de ellas, ni siquiera Dios. ¿Entendido? (Sí). Estos asuntos se han explicado con claridad. En cuanto al matrimonio, has de desprenderte de las cargas que correspondan. Tienes la libertad de elegir ser soltero, o también la de casarte y la de tener muchos hijos. Sea cual sea tu elección, se trata de tu libertad. Por un lado, optar por casarte no significa que así les hayas devuelto a tus padres su gentileza ni que hayas cumplido con tu deber filial. Desde luego, tu decisión de ser soltero tampoco implica un desafío hacia ellos. Por otro lado, elegir casarte o tener muchos retoños no es rebelarse contra Dios ni desafiarle. No se te condenará por ello. El haber decidido permanecer soltero tampoco será la razón por la que Dios te acabe concediendo la salvación. En resumen, ya estés soltero, casado o tengas muchos hijos, Dios no determinará si al final te vas a salvar en función de esos factores. Él no se fija en tus antecedentes maritales ni en tu situación matrimonial; solo en si estás persiguiendo la verdad, en tu actitud hacia el cumplimiento del deber, cuánta verdad has aceptado y a cuánta te has sometido, y en si actúas conforme a los principios-verdad. En definitiva, para determinar si te vas a salvar, Dios también se olvidará de tu estado civil a la hora de examinar la senda en la vida, los principios según los que vives y las reglas que has elegido para sobrevivir. Por supuesto, hay un hecho que debemos mencionar. Hay algo que sucede con los solteros o divorciados, y asimismo con los que no se han casado o los que han abandonado una unión, y es que no tienen que ser responsables de nadie o de nada dentro del marco del matrimonio. No tienen que asumir esas responsabilidades y obligaciones, así que son relativamente más libres. Cuentan con más libertad en lo que se refiere a su tiempo, mayor cantidad de energía y, hasta cierto punto, más libertad personal. Por ejemplo, como adulto, cuando sales a cumplir con tu deber, nadie puede limitarte, ni siquiera tus padres tienen ese derecho. Le oras tú mismo a Dios, Él dispone arreglos para ti y tú haces las maletas y te marchas sin más. No obstante, cuando estás casado y tienes familia, tu libertad es más acotada. Has de responsabilizarte de ellos. Ante todo, en cuanto a las condiciones de vida y los recursos financieros, al menos tienes que proporcionarles comida y ropa, y cuando los hijos son pequeños debes llevarlos a la escuela. Debes hacerte cargo de esas responsabilidades. En tales situaciones, los casados no son libres porque tienen obligaciones sociales y familiares que deben cumplir. Es más simple para los que no están casados ni tienen hijos. Al cumplir con su deber en la casa de Dios no pasarán hambre ni frío; tendrán comida y refugio. No les hace falta correr de un lado a otro para ganar dinero y trabajar por las necesidades de su vida familiar. Esa es la diferencia. Al final, en lo que respecta al matrimonio, acaba por ser lo mismo: no debes acarrear ninguna carga. Ya se trate de las expectativas de tus padres, los puntos de vista tradicionales de la sociedad o tus propios deseos extravagantes, no debes soportar ninguna carga. Tienes derecho a que tu elección sea permanecer soltero o casarte, y es también tu derecho decidir cuándo abandonar la soltería y cuándo contraer matrimonio. Dios no emite juicios concluyentes sobre este asunto. En lo relativo a cuántos niños tengas después de casarte, esto lo ha predestinado Dios, pero también puedes decidirlo tú mismo en función de tus circunstancias reales y tus búsquedas. Dios no te va a imponer reglas. Supongamos que eres millonario, multimillonario o billonario, y dices: “Para mí no supone un problema tener ocho o diez hijos. Criar a un puñado de retoños no mermará mi energía para cumplir con el deber”. Si no temes meterte en ese lío, entonces adelante, tenlos. Dios no te va a condenar por ello. Él no va a cambiar Su actitud hacia tu salvación por la postura que adoptes ante el matrimonio. Es así. ¿Está claro? (Sí). Otro aspecto es que, si en la actualidad eliges ser soltero, no debes tener ninguna sensación de superioridad solo por serlo ni decir: “Soy miembro de la élite de los solteros y tengo derecho a tener prioridad para la salvación en presencia de Dios”. Él no te ha concedido este privilegio, ¿entendido? Puede que digas: “Estoy casado. ¿Eso me convierte en inferior?”. No lo eres. Sigues siendo miembro de la humanidad corrupta, no se te ha rebajado ni humillado por haberte casado, no te has vuelto más corrupto ni más difícil de salvar ni le causas más daño al corazón de Dios que los demás, ni nada de eso provoca que Él no quiera salvarte. Todos estos son pensamientos y puntos de vista erróneos de las personas. El estado civil de alguien no tiene nada que ver con la actitud de Dios hacia él, ni tampoco con si finalmente podrá salvarse o no. Entonces, ¿con qué tiene que ver lograr la salvación? (Se fundamenta en la actitud que uno tenga respecto a aceptar la verdad). Eso es, se basa en la postura que adopte una persona a la hora de tratar la verdad y aceptarla, y en si es capaz de usar las palabras de Dios como base y la verdad por criterio para contemplar a las personas y las cosas y comportarse y actuar. Esta es la base para evaluar el desenlace de una persona. Ahora que hemos llegado a este punto en nuestra enseñanza, ¿dispones de la capacidad básica para desprenderte de las cargas que surgen de la cuestión del matrimonio? (Sí). Poder desprenderte de ellas beneficiará a tu búsqueda de la verdad. Si no te lo crees, les puedes preguntar a aquellos que se han casado qué esperanza tienen de recibir la salvación, y dirían: “Estuve casado muchos años y me divorcié a causa de mi fe en Dios. No me atrevería a decir que voy a salvarme”. Puedes preguntárselo a aquellos jóvenes un poco mayores que ya andan por la treintena y no se han casado, pero que en los muchos años que llevan de fe no han perseguido la verdad y son igual que los no creyentes. Puedes plantearles esta cuestión: “¿Es posible que te salves si crees en Dios de esa manera?”. Ellos tampoco se atreverán a decir que puedan salvarse. ¿Acaso no es así? (Sí).
Estas son las verdades que la gente debe entender sobre el matrimonio. Ninguno de los temas que hemos compartido se puede explicar con claridad en unas pocas palabras. Hay una gran diversidad de hechos que es necesario diseccionar, además de las circunstancias de varias clases de personas. En función de tales circunstancias, las verdades que cualquiera debe entender no se pueden explicar claramente en apenas unas pocas palabras. La gente debe comprender tanto las verdades como las realidades objetivas que atañen a cada problema, e, incluso, los pensamientos y punto de vista falaces que la gente alberga. Por supuesto, es necesario que se desprenda de estos últimos. Cuando te desprendes de todo esto, tus pensamientos y puntos de vista con respecto a un asunto serán, hasta cierto punto, positivos y precisos. Así, cuando te enfrentes de nuevo a un asunto semejante, ya no te verás constreñido, no te limitarán ni te influenciarán ciertos pensamientos y puntos de vista falaces y absurdos. No te sentirás atado ni perturbado por ello; en cambio, serás capaz de afrontar de un modo adecuado esta cuestión, y tu evaluación de los demás o de ti mismo será relativamente precisa. Se trata de un resultado positivo que puede plasmarse en la gente cuando contempla a las personas y las cosas, se comporta y actúa de acuerdo con las palabras de Dios y los principios-verdad. Bien, terminemos nuestra charla aquí por hoy. ¡Adiós!
1 de abril de 2023
Nota al pie:
a. El texto original dice “Ni siquiera puedes controlarte a ti mismo”.