Cómo perseguir la verdad (17)

En nuestra última reunión hablamos sobre desprenderse de las cargas que provienen de la propia familia y tratamos el tema de desprenderse de las expectativas de los padres. Dichas expectativas ejercen una especie de presión invisible sobre todas las personas, ¿no es así? (Sí). Son una de las cargas que provienen de la familia. Desprenderse de las expectativas de tus padres implica desprenderse de la presión y las cargas que ellos colocan sobre tu vida, tu existencia y la senda que tomas. Es decir, cuando las expectativas de tus padres afectan la senda que eliges en la vida, el cumplimiento de tu deber, tu camino por la senda correcta y tu libertad, tus derechos e instintos, tales expectativas colocan una especie de presión y carga sobre ti. Estas cargas son cosas de las que la gente debería desprenderse a lo largo de su vida, su existencia y su fe en Dios. ¿No hemos hablado antes de este contenido? (Sí). Desde luego, las expectativas de los padres afectan a gran cantidad de ámbitos como los estudios, el trabajo, el matrimonio, la familia e incluso la propia carrera, las perspectivas, el futuro y demás cuestiones. Desde el punto de vista de un padre, todo aquello que espera de su hijo es lógico, justo y razonable. No existe ningún padre que no tenga expectativas sobre su hijo. Puede tener más o menos, más grandes o más modestas, o bien puede tener expectativas distintas sobre su hijo en determinados momentos. Espera que su hijo obtenga buenas calificaciones, que le vaya bien en su trabajo, que tenga buenos ingresos, y que, cuando se case, todo marche bien y sea feliz. Los padres incluso tienen diferentes expectativas respecto a la familia de su hijo, su carrera, sus perspectivas y demás cuestiones. Desde el punto de vista de un padre, tales expectativas son sumamente legítimas, pero, en el caso del hijo, interfieren en gran medida al momento de tomar las decisiones correctas, e incluso obstaculizan su libertad y sus derechos o intereses como una persona común. A su vez, también entorpecen la posibilidad de hacer uso de su aptitud de manera normal. En síntesis, sin importar desde qué punto de vista lo analicemos, ya sea desde el del padre o el del hijo, si las expectativas paternas superan el ámbito de lo que una persona con humanidad normal puede soportar, si van más allá del alcance de lo que pueden lograr los instintos de tal persona, o si sobrepasan los derechos humanos que dicha persona debe poseer, o los deberes y las obligaciones que Dios asigna a las personas, etcétera, son inapropiadas e irrazonables. Por supuesto, también puede afirmarse que los padres no deberían tener tales expectativas y que estas no deberían existir. En función de esto, los hijos deben desprenderse de ellas. Es decir, cuando los padres adoptan la perspectiva o posición de tales, les parece que tienen derecho a esperar que su hijo haga esto o aquello, que tome cierta senda y elija determinada clase de vida, entorno de aprendizaje o empleo, matrimonio, familia y demás. No obstante, como seres humanos normales, los padres no deberían adoptar la perspectiva o posición de tales, ni utilizar su condición de progenitores para exigir que su hijo haga nada fuera del ámbito de sus obligaciones filiales o que vaya más allá del rango de las capacidades humanas. Tampoco deberían interferir en las diversas elecciones que haga su hijo, ni imponerle sus expectativas, preferencias, defectos e insatisfacciones, ni ninguno de sus intereses. Los padres no deberían hacer tales cosas. Cuando los padres albergan expectativas que no deberían tener, el hijo debe abordarlas adecuadamente. Más importante aún, el hijo debe ser capaz de discernir la naturaleza de tales expectativas. Si puedes ver con claridad que las expectativas de tus padres te privan de tus derechos humanos y que son una especie de interferencia o perturbación cuando se trata de que elijas cosas positivas y la senda correcta, debes desprenderte de esas expectativas e ignorarlas. Debes hacerlo porque ese es tu derecho, es el derecho que Dios ha concedido a cada ser humano creado, y tus padres no deberían pensar que tienen derecho a interferir en tu senda vital y tus derechos humanos solo porque te trajeron al mundo y son tus padres. Por lo tanto, todo ser creado tiene el derecho de decir “no” a cualquier expectativa paterna irrazonable, inapropiada o incluso indebida. Puedes negarte totalmente a cargar con cualquier expectativa de tus padres. Negarte a aceptar o a cargar con cualquiera de tales expectativas es la manera de practicar cómo desprenderte de sus expectativas indebidas.

Cuando se trata de desprenderse de las expectativas paternas, ¿qué verdades debe entender la gente? Es decir, ¿sabes en qué verdades se basa el desprenderse de las expectativas de los padres, o a qué principios-verdad se atiene? Si crees que tus padres son las personas más cercanas a ti en el mundo, que son tus jefes y líderes, que son quienes te dieron la vida y te criaron, quienes te alimentaron, te vistieron, te dieron un hogar, transporte, te educaron, y que son tus benefactores, ¿te resultará fácil desprenderte de sus expectativas? (No). Si crees en tales cosas, es muy probable que abordes sus expectativas desde una perspectiva carnal, y te será difícil desprenderte de cualquiera de sus expectativas inapropiadas e irrazonables. Sus expectativas te atarán y reprimirán. Aunque por dentro te sientas insatisfecho y renuente, no tendrás el poder de liberarte de ellas, y no tendrás más alternativa que dejar que tomen su rumbo natural. ¿Por qué tendrás que hacer eso? Porque, si te desprendieras de las expectativas de tus padres e ignoraras o rechazaras alguna de ellas, sentirías que fuiste un mal hijo, un ingrato, que los decepcionarías y que no fuiste una buena persona. Si adoptas una perspectiva carnal, harás todo lo posible por utilizar tu conciencia, para retribuir la amabilidad de tus padres, para asegurarte de que el sufrimiento que ellos soportaron por tu causa no fue en vano, y también querrás concretar sus expectativas. Te esforzarás por cumplir todo lo que te pidan, por evitar decepcionarlos, por ser justo con ellos, y tomarás la decisión de cuidarlos en la vejez, para garantizar que sus últimos años sean felices. Incluso llegarás un poco más lejos, y pensarás en cómo organizar sus funerales, con lo cual los complacerás, al tiempo que también satisfarás tu propio deseo de ser un buen hijo. Mientras vive en este mundo, la gente se ve influenciada por diversos tipos de opinión pública y clima social, así como por diferentes pensamientos y puntos de vista que son populares en la sociedad. Si las personas no entienden la verdad, solo pueden contemplar estas cosas desde la perspectiva de los sentimientos carnales y, a su vez, solo pueden lidiar con estas cosas desde tal perspectiva. En ese momento, pensarás que tus padres hacen muchas cosas que un padre no debería hacer, hasta el punto de que en el fondo del corazón incluso sentirás desprecio y aversión hacia algunas acciones y comportamientos de tus padres, así como hacia su humanidad, su temperamento y sus métodos y formas de hacer las cosas, pero seguirás deseando ser un buen hijo para honrarlos y complacerlos, y no te atreverás a ignorarlos de modo alguno. En un sentido, harás esto para evitar que la sociedad te rechace y, en otro, para satisfacer las necesidades de tu conciencia. La humanidad y la sociedad te grabaron todos estos puntos de vista, de modo que te resultará muy difícil lidiar con las expectativas de tus padres y tu relación con ellos de manera racional. Estarás obligado a abordarlos como un buen hijo, a no protestar contra ninguno de sus actos; no tendrás otra alternativa, no serás capaz de hacer otra cosa y, así, te será aún más difícil desprenderte de sus expectativas. Si de verdad te desprendes de ellas en tu corazón, igualmente tendrás que soportar otra carga o presión, que es la condena de la sociedad, tu familia extendida y tus familiares cercanos. Incluso tendrás que soportar la condena, la denuncia, los insultos y el rechazo que provienen de lo más hondo de tu corazón y dicen que no vales nada, que no eres un buen hijo, que eres un ingrato, o incluso aquello que dice la gente en la sociedad secular, como: “Eres un ingrato indiferente, un desobediente, tu madre no te crio bien”. En otras palabras, toda clase de cosas desagradables. Si no entiendes la verdad, caerás en esta clase de aprieto. Es decir, cuando te desprendes de forma racional de las expectativas de tus padres en lo profundo de tu corazón, o cuando lo haces con reticencia, surge otra clase de carga o presión muy dentro de ti. Esta presión proviene de la sociedad y es producto de tu conciencia. Así pues, ¿cómo puedes desprenderte de las expectativas de tus padres? Existe una senda para resolver este problema. No es difícil, la gente tiene que esforzarse por la verdad y presentarse ante Dios para buscarla y entenderla, y así se resolverá el problema. Entonces, ¿qué aspecto de la verdad necesitas entender a fin de no tener miedo de cargar con la condena de la opinión pública, la de tu conciencia en lo profundo del corazón o con la denuncia y las agresiones verbales de tus padres cuando te desprendes de sus expectativas? (Que no somos más que seres creados ante Dios. En este mundo, no debemos limitarnos a cumplir con nuestras responsabilidades frente a nuestros padres, sino que, lo que es aún más importante, debemos cumplir con nuestros deberes adecuadamente y llevar a cabo nuestras obligaciones. Si logramos entender esto con claridad, tal vez no estemos tan influenciados por nuestros padres o por la condena de la opinión pública cuando en lo sucesivo nos desprendamos de sus expectativas). ¿Quién más quiere hablar al respecto? (La vez pasada, Dios habló sobre que, cuando abandonamos el hogar para cumplir con nuestros deberes, en un sentido se debe a circunstancias objetivas: debemos dejar a nuestros padres para cumplir con los deberes, por lo que no podemos cuidarlos; no se trata de que elijamos abandonarlos porque eludimos nuestras responsabilidades. En otro sentido, abandonamos el hogar porque Dios nos ha llamado a llevar a cabo nuestro deber, así que no podemos acompañar a nuestros padres, pero igualmente nos preocupamos por ellos, que no es lo mismo que no querer cumplir con las responsabilidades frente a ellos y no ser buenos hijos). Estas dos razones son verdades y hechos que la gente debe entender. Si entiende estas cosas, cuando se desprenda de las expectativas de sus padres, se sentirá un poco más tranquila y más en paz en lo profundo del corazón, pero ¿puede esto resolver este problema de raíz? De no ser por la influencia de las circunstancias externas más importantes, ¿estaría tu destino vinculado al de tus padres? Si no creyeras en Dios y trabajaras y pasaras los días de forma normal, ¿es seguro que podrías acompañarlos? ¿Podrías con seguridad ser un buen hijo? ¿Podrías con seguridad permanecer a su lado y devolver su amabilidad? (No necesariamente). ¿Hay alguna persona que actúe solo a fin de retribuir la amabilidad de los padres a lo largo de toda su vida? (No). No existe nadie así. Por lo tanto, debes llegar a conocer este asunto y a desentrañar su esencia desde una perspectiva distinta. Esta es la verdad más profunda que has de comprender en este asunto. También es un hecho y, además, es la esencia de estas cosas. ¿Cuáles son las verdades que debes entender en cuanto a desprenderte de las expectativas de tus padres? Por un lado, debes entender que tus padres no son tus acreedores; por el otro, que tampoco son los amos de tu vida ni de tu destino. ¿Acaso no es esta la verdad? (Sí). Si entiendes estas dos verdades, ¿no te resultará más sencillo desprenderte de sus expectativas? (Sí).

En primer lugar, hablaremos de este aspecto de la verdad: “Tus padres no son tus acreedores”. ¿Qué quiere decir que tus padres no son tus acreedores? ¿Se refiere a la amabilidad que ellos te dispensaron al criarte? (Sí). Fueron amables contigo al criarte, por eso te resulta muy difícil desprenderte de la relación que mantienes con ellos. Crees que tienes que retribuir su amabilidad, de lo contrario, no serías un buen hijo; piensas que debes demostrarles amor filial, que debes obedecer cada una de sus palabras, que debes satisfacer cada uno de sus deseos y exigencias y, además, no decepcionarlos; según crees, esto es lo que implica retribuir su amabilidad. Por supuesto, algunas personas tienen un buen empleo y ganan un buen salario, y ofrecen a sus padres ciertos placeres materiales y una gran vida material, lo que les permite pasarlo bien y tener una vida mejor. Por ejemplo, supongamos que les compras a tus padres una casa y un auto, los llevas a restaurantes elegantes a comer toda clase de manjares, y los llevas de viaje a destinos turísticos y les reservas hoteles de lujo con el objeto de hacerlos felices y posibilitar que disfruten de tales cosas. Haces todo esto para retribuir la amabilidad de tus padres, para que sientan que recibieron algo por haberte criado y amado, y que no los has decepcionado. En un sentido, lo haces para que ellos lo vean y, en otro, lo haces para que lo vea la gente que te rodea, la sociedad, a la vez que haces todo lo posible por satisfacer las necesidades de tu conciencia. Sin importar cómo lo analices, sea lo que sea que intentes satisfacer, en cualquier caso, todos estos actos en gran medida se realizan para devolver la amabilidad que tuvieron tus padres contigo y la esencia de estas acciones es recompensar la bondad que tus padres mostraron al criarte. Así pues, ¿por qué tienes esta idea sobre retribuir la amabilidad de tus padres? Porque crees que tus padres te dieron la vida y que no les resultó fácil criarte; de este modo, tus padres se convierten imperceptiblemente en tus acreedores. Crees que estás en deuda con ellos y que debes compensarlos. Piensas que solo así tendrás humanidad y serás realmente un buen hijo, y que retribuirlos es el estándar moral que debe poseer una persona. Por lo tanto, estas ideas, opiniones y acciones surgen, en esencia, porque te sientes en deuda con ellos y que debes retribuirlos. En gran medida, tus padres son tus acreedores, es decir, crees que estás en deuda con ellos por la amabilidad que han tenido contigo. Ahora que tienes la capacidad de retribuirlos y recompensarlos, así lo haces: en la medida de tus posibilidades, utilizas el dinero y el cariño para recompensarlos. Y, hacer esto, ¿es una muestra de verdadera humanidad? ¿Es un principio de práctica genuino? (No). ¿Por qué digo que tus padres no son tus acreedores? Dado que tal afirmación es la verdad, si los consideras tus benefactores y acreedores, y si todo lo que haces está orientado a recompensarlos por su amabilidad, ¿es correcta esta idea y opinión? (No). ¿No se pronunció ese “no” con mucha reticencia? ¿Cuál de los siguientes enunciados es la verdad: “Tus padres no son tus acreedores” o “Tus padres son tus benefactores y debes recompensarlos”? (“Tus padres no son tus acreedores” es la verdad). Dado que “Tus padres no son tus acreedores” es la verdad, ¿lo es el enunciado “Tus padres son tus benefactores y debes recompensarlos”? (No). ¿No contradice el enunciado anterior? (Sí). No importa cuál de estos enunciados haga que te condene tu conciencia; ¿qué es lo que importa? Lo que importa es cuál de ellos es la verdad. Debes aceptar el enunciado que sea la verdad, aunque incomode y acuse a tu conciencia, porque es la verdad. Si bien el enunciado “Tus padres son tus benefactores y debes recompensarlos” concuerda con los estándares morales de humanidad del hombre y con el conocimiento de su conciencia, no es la verdad. A pesar de que este enunciado hace que tu conciencia se sienta satisfecha y a gusto, debes desprenderte de él. Esta es la actitud que debes tener cuando se trata de aceptar la verdad. Así pues, entre “Tus padres no son tus acreedores” y “Tus padres son tus benefactores y debes recompensarlos”, ¿qué enunciado suena más agradable, más acorde a la humanidad y a tu sentido de conciencia, y concuerda más con los estándares morales de humanidad? (El segundo). ¿Por qué el segundo? Porque complace y satisface las necesidades emocionales del hombre. Sin embargo, no es la verdad y Dios lo aborrece. Entonces, el enunciado “Tus padres no son tus acreedores”, ¿hace que la gente se sienta incómoda? (Sí). ¿Qué siente y percibe la gente tras escucharlo? (Que en cierta medida carece de conciencia). Siente que le falta un poco de sentimiento humano, ¿no es así? (Sí). Algunos dicen: “Si una persona no tiene sentimientos humanos, ¿sigue siendo humana?”. Si las personas no tienen sentimientos humanos, ¿son humanas? El enunciado “Tus padres no son tus acreedores” suena carente de sentimiento humano, pero es un hecho. Si abordas tu relación con tus padres de manera racional, descubrirás que dicho enunciado ha explicado claramente el vínculo que toda persona tiene con sus padres desde la mismísima raíz, y la esencia y el origen de las relaciones interpersonales. Aunque incomode a tu conciencia y no satisfaga tus necesidades emocionales, sigue siendo un hecho y una verdad. Esta verdad puede permitirte abordar de manera racional y correcta la amabilidad que tus padres te dispensaron al criarte. También puede permitirte hacer lo mismo respecto a cualquiera de sus expectativas. Desde luego, es aún más capaz de permitirte abordar tu relación con ellos de la misma manera. Si puedes abordarla de ese modo, puedes manejarla de forma racional. Hay quien dice: “Estas verdades están muy bien expresadas y suenan muy vehementes, pero ¿por qué, cuando la gente las escucha, les parece que son un poco imposibles de lograr? En particular, ‘Tus padres no son tus acreedores’, ¿por qué, tras escuchar esta verdad, la gente siente que su relación con los padres es cada vez más distante y lejana? ¿Por qué siente que no hay afecto entre ella y sus padres?”. ¿Será que la verdad intenta deliberadamente distanciar a las personas? ¿Que trata intencionalmente de cortar los lazos entre las personas y sus padres? (No). Entonces, ¿qué resultados se logran entendiendo esta verdad? (Entender esta verdad puede permitirnos ver la relación con nuestros padres tal como realmente es; esta verdad nos revela la auténtica naturaleza de este asunto). Correcto, te permite ver la auténtica naturaleza de este asunto, abordar y lidiar con estas cosas de manera racional y no vivir inmerso en tus afectos ni en las relaciones interpersonales carnales, ¿verdad?

Hablemos de cómo debe interpretarse “Tus padres no son tus acreedores”. ¿Acaso no es un hecho que “Tus padres no son tus acreedores”? (Sí). Dado que es un hecho, nos corresponde explicar las cuestiones que abarca. Analicemos el asunto de que tus padres te trajeran al mundo. ¿Quién eligió que te trajeran al mundo, tú o tus padres? ¿Quién eligió a quién? Si lo analizas desde la perspectiva de Dios, la respuesta es: ninguno de los dos. Ni tú ni tus padres elegisteis que ellos te trajeran al mundo. Si analizas de raíz esta cuestión, esto lo dispuso Dios. Dejaremos este tema de lado por ahora, ya que es algo fácil de entender. Desde tu punto de vista, naciste pasivamente de tus padres, sin tener otra opción al respecto. Desde la perspectiva de tus padres, te trajeron al mundo por su propia voluntad independiente, ¿verdad? En otras palabras, dejando de lado la disposición divina, en lo relativo a tu nacimiento, fueron tus padres quienes detentaron todo el poder. Eligieron traerte al mundo y lo decidieron todo. Tú no elegiste que ellos te dieran la vida, naciste de ellos pasivamente y no tuviste elección alguna al respecto. Así pues, dado que tus padres tuvieron todo el poder y optaron por hacer que nacieras, tienen la obligación y la responsabilidad de educarte, criarte hasta la vida adulta, proveerte de educación, alimento, vestimenta y dinero; esta es su responsabilidad y obligación, y es lo que les corresponde hacer. En tanto que tu postura fue siempre pasiva durante el tiempo que te criaron, no tuviste derecho a elegir: debían criarte ellos. Como eras pequeño, no tenías la capacidad de criarte solo, no te quedó más alternativa que recibir pasivamente la crianza de tus padres. Ellos te criaron tal como quisieron; si te daban buena comida y bebida, tú comías y bebías bien. Si te ofrecían un entorno vital en el que sobrevivías alimentándote de cizaña y plantas silvestres, así es como sobrevivías. En cualquier caso, durante tu crianza, tú eras pasivo y tus padres cumplían con su responsabilidad. Es igual que si tus padres cuidaran una flor. Si quieren cuidarla, deben fertilizarla, regarla y asegurarse de que reciba la luz del sol. Así pues, en cuanto a la gente, no importa si tus padres te cuidaron de manera meticulosa o si te dispensaron mucha atención, de todos modos, solo cumplían con su responsabilidad y obligación. Independientemente de la razón por la cual te criaron, era su responsabilidad; como te trajeron al mundo, debían hacerse responsables de ti. Sobre esta base, ¿se puede considerar como amabilidad todo lo que tus padres hicieron por ti? No, ¿verdad? (Así es). Que tus padres cumplieran con su responsabilidad contigo no constituye un acto de amabilidad. Si cumplen con su responsabilidad respecto a una flor o una planta, regándola y fertilizándola, ¿es eso amabilidad? (No). Eso dista aún más de ser amabilidad. Las flores y las plantas crecen mejor en el exterior; si se las planta en la tierra, con viento, sol y agua de lluvia, prosperan. No crecen tan bien cuando se las planta en macetas de interior, comparado con el exterior, pero, estén donde estén, igualmente viven, ¿no es así? Sin importar dónde estén, eso lo ha predestinado Dios. Eres una persona viva, y Dios se responsabiliza de cada vida, le permite sobrevivir y observar la ley que rige a todos los seres creados. Pero, como eres una persona, tú vives en el entorno en el que te crían tus padres, de manera que debes crecer y existir en él. Que vivas en ese entorno, en mayor medida, se debe a que Dios lo ha predestinado; en menor medida, se debe a la crianza de tus padres, ¿verdad? En cualquier caso, al criarte, tus padres cumplen con una responsabilidad y una obligación. Criarte hasta la vida adulta es su obligación y responsabilidad, y eso no se puede considerar amabilidad. Siendo así, ¿no se trata de algo que deberías disfrutar? (Sí). Es una especie de derecho del que deberías gozar. Te deben criar tus padres porque, hasta alcanzar la vida adulta, el papel que desempeñas es el de un niño que está siendo educado. Por lo tanto, ellos no hacen más que cumplir con una clase de responsabilidad contigo y tú solo la recibes, pero sin duda no recibes cortesía ni amabilidad de su parte. Para cualquier criatura viviente, tener hijos y cuidarlos, reproducirse y criar a la siguiente generación es un tipo de responsabilidad. Por ejemplo, las aves, las vacas, las ovejas e incluso los tigres tienen que cuidar de sus crías tras reproducirse. No hay criaturas vivientes que no críen a sus cachorros. Tal vez existan ciertas excepciones, pero no muchas. Es un fenómeno natural de la existencia de las criaturas vivientes, es su instinto, y no se puede atribuir a la amabilidad. Lo único que hacen es respetar una ley que el Creador dispuso para los animales y para la humanidad. En consecuencia, que tus padres te críen no es una especie de amabilidad. En función de esto, puede afirmarse que tus padres no son tus acreedores. Cumplen con su responsabilidad frente a ti. Independientemente de cuánto esfuerzo y dinero te dediquen, no deben pedirte que los recompenses, porque esa es su responsabilidad como padres. Dado que es una responsabilidad y una obligación, debe ser libre y no deben pedir una retribución. Al criarte, tus padres solo cumplían con su responsabilidad y obligación, y no corresponde remunerarla, no debe ser una transacción. Así pues, no es necesario que abordes a tus padres ni que manejes tu relación con ellos con la idea de recompensarlos. Si efectivamente tratas a tus padres, les retribuyes y abordas tu vínculo con ellos en función de esta idea, eso es inhumano. A su vez, es probable que eso haga que tus sentimientos carnales te limiten y te aten, y te resultará dificultoso salir de ese enredo, hasta el punto de que incluso podrías perder el camino. Tus padres no son tus acreedores, así que no tienes la obligación de concretar todas sus expectativas. No tienes la obligación de correr con los gastos de sus expectativas. Es decir, ellos pueden tener expectativas; tú cuentas con tus elecciones y con la senda vital y el destino que Dios ha dispuesto para ti, lo cual no tiene nada que ver con tus padres. Por lo tanto, cuando uno de ellos dice: “No eres un buen hijo. No has venido a verme durante muchos años y han pasado muchos días desde la última vez que me llamaste. Estoy enfermo y no tengo quien me cuide. Realmente te crie en vano. ¡Sin duda eres un ingrato indiferente, y un hijo desagradecido!”, si no entiendes la verdad “Tus padres no son tus acreedores”, escuchar esas palabras será tan doloroso como un cuchillo que te atraviesa el corazón, y te condenará la conciencia. Cada una de estas palabras se grabará en tu corazón y hará que te avergüences de enfrentar a tu padre, que te sientas en deuda con él y te invada la culpa. Cuando tu padre diga que eres un ingrato indiferente, realmente pensarás: “Tiene toda la razón. Me crio hasta esta edad y no ha podido pasarlo bien debido a mí. Ahora está enfermo y esperaba que yo pudiera quedarme a cuidarlo, que lo sirviera y lo acompañara. Necesitaba que retribuyera su amabilidad y yo no estuve ahí. ¡De verdad soy un ingrato indiferente!”. Te catalogarás de ingrato indiferente; ¿es eso razonable? ¿Eres un ingrato indiferente? Si no hubieras dejado el hogar para cumplir con el deber en otro lugar y te hubieras quedado al lado de tu padre, ¿podrías haber evitado que enfermara? (No). ¿Puedes controlar si tus padres viven o mueren? ¿Si son ricos o pobres? (No). Sea cual sea la enfermedad que contraigan, no será porque estaban agotados de criarte ni porque te extrañaban; ciertamente, no contraerán ninguna enfermedad importante, grave y posiblemente mortal por tu causa. Ese es su destino, y no tiene nada que ver contigo. Por muy buen hijo que seas, lo que puedes lograr, a lo sumo, es reducir un poco su sufrimiento carnal y sus cargas, pero en cuanto a en qué momento enfermen, qué enfermedad contraigan, cuándo y dónde mueran: ¿tienen estas cosas algo que ver contigo? No. Si eres un buen hijo, si no eres un ingrato indiferente y te pasas todo el día con ellos, cuidándolos, ¿acaso no se enfermarán? ¿No morirán? Si se van a enfermar, ¿no se enfermarán de todos modos? Si van a morir, ¿no morirán igualmente? ¿No es así? Si tus padres hubieran dicho que eres un ingrato indiferente, que no tienes conciencia y que eres un hijo desagradecido, ¿te habrías sentido mal? (Sí). ¿Y ahora? (Ahora no me sentiría mal). Así pues, ¿cómo se resolvió este problema? (Porque Dios enseñó que el hecho de que nuestros padres enfermen o no y que vivan o mueran no tiene nada que ver con nosotros, todo está dispuesto por Dios. Si nos quedamos a su lado, no podríamos hacer nada; entonces, si dicen que somos unos ingratos indiferentes, eso no tiene nada que ver con nosotros). Independientemente de si tus padres dicen que eres un ingrato indiferente, al menos desempeñas el deber de un ser creado ante el Creador. Siempre y cuando no seas un ingrato indiferente a los ojos de Dios, con eso basta. No importa lo que diga la gente. Lo que tus padres dicen sobre ti no es necesariamente cierto ni es útil. Tienes que tomar las palabras de Dios como tu fundamento. Si Él dice que eres un ser creado idóneo, no importa si la gente te considera un ingrato desinteresado, esta no puede conseguir nada. Lo que sucede es que a la gente la afectan estos insultos por efecto de su conciencia, o cuando no entiende la verdad y tiene escasa estatura; estará un poco de mal humor y se sentirá un tanto deprimida, pero, cuando regrese ante Dios, todo eso quedará subsanado y ya no le supondrá un problema. ¿No se ha resuelto el problema de devolver la amabilidad de los padres? ¿Entendéis este asunto? (Sí). ¿Cuál es el hecho que la gente tiene que entender al respecto? Criarte es la responsabilidad de tus padres. Ellos eligieron traerte al mundo, así que tienen la responsabilidad y la obligación de educarte. Al criarte hasta la vida adulta, cumplen con su responsabilidad y obligación. No les debes nada, así que no tienes que recompensarlos. No tienes que recompensarlos: esto muestra claramente que tus padres no son tus acreedores, y que no tienes que hacer nada por ellos en retribución de su amabilidad. Si tus circunstancias te permiten cumplir con algo de tu responsabilidad hacia ellos, pues hazlo. Si tu situación y tus circunstancias objetivas no te permiten cumplir con tu obligación hacia ellos, no es necesario que lo pienses demasiado, y no debes sentirte en deuda con ellos, porque tus padres no son tus acreedores. Sin importar si demuestras o no amor filial por tus padres o si cumples con tu responsabilidad frente a ellos, simplemente estás asumiendo la perspectiva de un hijo y cumpliendo con parte de tu responsabilidad hacia las personas que alguna vez te trajeron al mundo y te criaron. Pero, sin duda, no puedes hacerlo desde la perspectiva de retribuirlos ni la de “Tus padres son tus benefactores y debes recompensarlos, debes devolver su amabilidad”.

En el mundo de los no creyentes existe este dicho: “Los cuervos retribuyen a sus madres dándoles alimento, y los corderos se arrodillan para recibir la leche de sus madres”. También este otro: “Una persona no filial es peor que un animal”. ¡Qué grandilocuentes suenan estos dichos! En realidad, el fenómeno que se menciona en el primero se da en la realidad, es un hecho, los cuervos retribuyen a sus madres dándoles alimento y los corderos se arrodillan para recibir la leche de sus madres. Sin embargo, son simplemente fenómenos dentro del mundo animal. Forman parte de una especie de ley que Dios ha establecido para las diversas criaturas vivientes, y a la que se atienen todo tipo de seres vivos, incluidos los humanos. El hecho de que toda clase de criaturas vivientes acaten esta ley demuestra que Dios las creó. Ninguna puede infringir la ley ni tampoco trascenderla. Incluso carnívoros relativamente feroces como los leones y los tigres alimentan a sus crías y no las muerden antes de que alcancen la edad adulta. Es el instinto animal. Da igual la especie a la que pertenezcan, ya sean feroces o amables y mansos, todos los animales poseen este instinto. La única manera que tienen todas estas criaturas de multiplicarse y sobrevivir es acatar este instinto y esta ley, y eso incluye a los seres humanos. Si no acataran o no tuvieran esta ley y este instinto, se extinguirían. No existiría la cadena biológica ni tampoco este mundo. ¿No es así? (Sí). El hecho de que los cuervos retribuyan a sus madres dándoles alimento, y los corderos se arrodillen para recibir la leche de ellas, evidencia justamente que el mundo animal acata esta clase de ley. Este instinto lo poseen todo tipo de criaturas vivientes. Una vez que nace su descendencia, las hembras o los machos de la especie la cuidan y alimentan hasta que se hace adulta. Todas estas criaturas son capaces de cumplir con sus responsabilidades y obligaciones hacia sus retoños, y crían de forma concienzuda y dedicada a la nueva generación. Esto debería ser más patente si cabe en los seres humanos. La humanidad los considera animales superiores, pero, si no pueden acatar esta ley y carecen de tal instinto, entonces son inferiores a los animales, ¿verdad? Por tanto, más allá de cuánto te alimentaron tus padres durante tu crianza y cuánto cumplieron con sus responsabilidades hacia ti, solo estaban haciendo lo que les correspondía en el ámbito de las capacidades de un ser humano creado: era por instinto. Fijaos en los pájaros. Más de un mes antes de la época de apareamiento buscan sin cesar un lugar seguro para hacer sus nidos. Los machos y las hembras salen por turnos, cargados de diferentes tipos de plantas, plumas y ramitas para comenzar a construirlos en árboles relativamente densos. Los pequeños nidos que elaboran las distintas clases de pájaros son todos increíblemente resistentes e intrincados. Por el bien de sus crías, los pájaros se esfuerzan mucho para construir estos nidos y refugios. Una vez que lo han hecho y llega el momento de la incubación, siempre hay un pájaro presente en ellos; los machos y las hembras hacen turnos alternos durante veinticuatro horas al día y se muestran increíblemente atentos. Cuando uno de ellos vuelve, poco después el otro echa a volar. No pasa mucho tiempo hasta que algunos polluelos rompen el cascarón, asoman la cabeza y se los oye empezar a piar sobre los árboles. Los adultos vuelan de aquí para allá, traen gusanos para alimentar a sus polluelos, se marchan y al poco rato regresan con más, y muestran así un gran cuidado. Transcurridos un par de meses, algunos pajaritos han crecido un poco y pueden ponerse de pie al borde de los nidos y aletear. Sus padres vuelan de aquí para allá y se turnan para alimentar y proteger a sus polluelos. En una ocasión vi en el cielo a un cuervo que llevaba a un polluelo en el pico. La cría gritaba con mucha desesperación, como si pidiera ayuda o algo parecido. El cuervo con el polluelo iba delante, y una pareja de pájaros adultos lo perseguía. Ambos piaban desesperados, y al final el cuervo se alejó volando. Lo más probable es que, aunque los padres hubieran alcanzado al cuervo, su cría hubiera muerto igualmente. Los pájaros adultos que perseguían al cuervo piaban y chillaban tan fuerte que alarmaron a las personas que había en suelo firme, imaginad lo tristes que debían de ser esos sonidos. De hecho, seguro que esa no era su única cría. Debían de tener al menos a otros tres o cuatro polluelos en el nido, pero, cuando se llevaron a uno de ellos, emprendieron una persecución, entre chillidos y gritos. Así es el mundo animal y biológico; las criaturas vivientes son capaces de criar sin descanso a su descendencia. Cada año, los pájaros regresan y construyen nidos nuevos, siempre hacen lo mismo: incuban a sus polluelos, los alimentan y los enseñan a volar. Cuando las crías practican su vuelo, no se elevan mucho en el aire y a veces se precipitan hacia el suelo. A menudo los hemos rescatado y nos hemos apresurado a devolverlos a sus nidos. Sus padres los enseñan día tras día hasta que poco a poco todos los polluelos acaban por marcharse, salen volando y dejan atrás los nidos vacíos. Al año siguiente aparecerán nuevas parejas de pájaros para construir nuevos nidos, incubar los huevos y criar a sus polluelos. Criaturas vivientes y animales de toda índole poseen estos instintos y leyes, las acatan muy bien y los desempeñan a la perfección. Ninguna persona puede destruir tal cosa. También existen algunos animales especiales, como los tigres y los leones. Al alcanzar la edad adulta, estos felinos abandonan a sus padres y algunos machos se convierten incluso en rivales que llegan a morderse, enfrentarse y luchar si es necesario. Esto es normal, es una ley. No son muy afectivos ni viven enfrascados en sus sentimientos como las personas, que dicen: “Tengo que retribuir su gentileza, debo recompensarlos; he de obedecer a mis padres. Los demás me condenarán si no les muestro piedad filial, me reprenderán y me criticarán por la espalda. ¡No podría soportarlo!”. En el mundo animal no se tienen esas consideraciones. ¿Por qué dicen tales cosas las personas? Porque en la sociedad y entre los grupos de gente existen diversas ideas y consensos incorrectos. Una vez que la gente se ha visto influida, corroída y podrida por estas cosas, surgen en ella diferentes maneras de interpretar y lidiar con esta relación paternofilial, y acaba por tratar a sus padres como unos acreedores a los que nunca podrá retribuir. Cuando sus padres mueren, algunos hijos incluso se sienten culpables durante toda su vida y se creen indignos de la gentileza con la que sus padres los trataron, a causa de algo que hicieron y les causó infelicidad a estos o no resultó de la manera que ellos hubieran querido. Decidme, ¿no es esto excesivo? Viven enfrascados en sus sentimientos, de tal modo que no queda otro remedio que los invadan y perturben diversas ideas que proceden de estos. La gente vive en un entorno caracterizado por la ideología de la humanidad corrupta; por tanto, se ve invadida y perturbada por diversas ideas falaces, lo cual vuelve sus vidas más agotadoras y menos simples que las de otras criaturas vivientes. Sin embargo, dado que ahora mismo Dios está obrando y expresando la verdad a fin de contarle a la gente la auténtica naturaleza de todos esos hechos y ayudarla a conocer la verdad; una vez que alcances a entenderla, estas ideas y puntos de vista falaces ya no te supondrán una carga ni te servirán de guía para manejar la relación con tus padres. Llegado este punto, tu vida se volverá más relajada. Eso no significa que desconozcas cuáles son tus responsabilidades y obligaciones, eso lo seguirás sabiendo. Todo depende de qué perspectiva y métodos elijas para abordarlas. Una senda es seguir la ruta de los sentimientos y lidiar con estas cosas a partir de los recursos emocionales y los métodos, ideas y puntos de vista hacia los cuales Satanás guía al hombre. La otra senda es lidiar con estos aspectos en función de las palabras que le ha enseñado Dios. Cuando la gente se ocupa de estos asuntos a partir de las ideas y puntos de vista falaces de Satanás, solo puede vivir entre los enredos de sus sentimientos y nunca es capaz de distinguir lo correcto de lo incorrecto. En estas circunstancias, no le queda elección que vivir atrapada, enredada siempre en asuntos como: “Tienes razón. Yo estoy equivocado. Tú me has dado más; yo te he dado menos. Eres un desagradecido. Te has pasado de la raya”. Por consiguiente, tales personas no hablan claro en ningún momento. Sin embargo, cuando entienden la verdad y escapan de las ideas y puntos de vista falaces y de la maraña de sentimientos, estas cuestiones se tornan simples para ellos. Si acatas un principio-verdad, una idea o un punto de vista correctos y provenientes de Dios, tu vida se volverá muy relajada. Ni la opinión pública ni el estado de tu conciencia ni la carga de tus sentimientos dificultarán ya la forma en que manejes la relación con tus padres. En cambio, tales cosas te permitirán afrontar esta relación de forma correcta y racional. Si actúas de acuerdo con los principios-verdad que Dios le ha otorgado al hombre, aunque la gente te critique a la espalda, sentirás paz y calma en lo más profundo de tu corazón y no te afectará de ningún modo. Al menos no te reprocharás a ti mismo por ser un ingrato insensible y dejarás de sentir la acusación de tu conciencia en el fondo de tu corazón. Esto se debe a que sabrás que todas tus acciones se llevan a cabo de acuerdo con los métodos que te ha enseñado Dios, y que estás escuchando y sometiéndote a Sus palabras y siguiendo Su camino. Escuchar las palabras de Dios y seguir Su camino es el sentido de la conciencia que más debe poseer la gente. Solo serás una persona auténtica cuando seas capaz de ambas cosas. Si no lo has logrado, entonces eres un ingrato insensible. ¿No es así? (Sí). ¿Ves ahora con claridad esta cuestión? Si es así, cumples con un aspecto; el otro es que la gente pueda desentrañar poco a poco ese asunto y poner la verdad en práctica. Para poder ver este tema con claridad, la gente debe experimentar las cosas durante un tiempo. Si desea observar este hecho y esta esencia claramente y llegar a un punto en el que se ocupe de los asuntos con principios, eso es algo que no se puede lograr en un corto espacio de tiempo, porque la gente debe primero desechar la influencia de toda clase de ideas y puntos de vista falaces y perversos. Otro aspecto más importante de esto es que puede ser capaz de resolver las limitaciones y la influencia de su propia conciencia y sus sentimientos. En particular, estas personas deben sobrepasar el obstáculo de sus propios sentimientos. Digamos que reconoces en teoría que la palabra de Dios es la verdad y es correcta, y que sabes, en teoría, que las ideas y puntos de vista falaces que Satanás inculca en la gente son erróneos, pero no puedes superar el obstáculo de tus sentimientos y siempre te sientes mal por tus padres, piensas que te han mostrado demasiada gentileza, que se han entregado y sufrido en exceso y han hecho demasiadas cosas por ti, que la sombra de todo lo que han hecho por ti, de todo lo que han dicho e incluso de todos los precios que han pagado permanece vívida en tu mente. Cada uno de estos obstáculos será una encrucijada muy importante para ti, y no te resultará fácil superarlos. De hecho, el obstáculo más difícil de superar serás tú mismo. Si eres capaz de superarlos uno tras otro, te podrás desprender a conciencia desde tu propio corazón de los sentimientos que tienes hacia tus padres. No estoy hablando sobre esto para que los traiciones, y desde luego tampoco lo hago para que marques límites entre ellos y tú; no hace falta hacerlo, no estamos iniciando un movimiento. Solo comparto esto para transmitirte un correcto entendimiento acerca de estas cuestiones y ayudarte a aceptar una idea y un punto de vista correctos. Además, hablo sobre esto para que no te sientas atribulado ni te sientas atado de pies y manos cuando te sucedan estas cosas y, lo que es más importante, para que, cuando te encuentres con cosas semejantes, no impacten en tu desempeño del deber de un ser creado. De esta manera, Mi enseñanza logrará su objetivo. Por supuesto, ¿puede la gente que vive en la carne alcanzar un punto en el que no albergue ninguna de estas cosas en su mente, en el que no haya ningún enredo emocional entre ellos y sus padres? Eso sería imposible. En este mundo, aparte de a sus padres, la gente tiene además a sus hijos; estas son las dos relaciones carnales más cercanas entre las personas. Es imposible cercenar ese vínculo entre un padre y un hijo. No intento hacerte pasar por la formalidad de declarar que vas a cortar lazos con tus padres, y que nunca te vas a relacionar de nuevo con ellos. Intento ayudarte a lidiar con vuestra relación de la manera correcta. Todo esto es difícil, ¿verdad? A medida que tu entendimiento de la verdad se vuelve más profundo y te haces mayor, la dificultad de tales cosas se reducirá y decaerá paulatinamente. Cuando la gente está en la veintena, siente un nivel de apego diferente hacia sus padres comparado al que tienen con treinta o cuarenta años. Este apego disminuye aún más cuando cumplen los cincuenta, y no hace falta hablar de cuando llegan a los sesenta o setenta. Para entonces el apego es incluso más leve, pues cambia a medida que la gente se hace mayor.

La verdad de que “Tus padres no son tus acreedores” es el principio correcto de práctica que debe entender la gente en lo que respecta a cómo abordan a sus padres. ¿Cuál es el otro principio de práctica? (Tus padres no son los amos de tu vida ni de tu destino). ¿Acaso no es más sencillo entender y desprenderse de esto que de “Tus padres no son tus acreedores”? En apariencia, parece que tus padres engendraron tu vida carnal, y que fueron ellos los que te dieron la vida. Sin embargo, desde la perspectiva de Dios y desde la raíz de esta cuestión, tu vida carnal no te la concedieron tus padres, porque ellos no pueden crear vida. Dicho de una manera simple, ninguna persona puede crear el aliento del hombre. El motivo por el que la carne de alguien se puede llegar a convertir en una persona es que posee ese aliento. En él reside la vida de un hombre, y es la seña de una persona viva. En cada uno existe este aliento y esta vida, y tus padres no son la fuente ni el origen de ellos. Lo que ocurre es que las personas nacen porque sus padres las engendran; en su origen, es Dios quien le concede a la gente tales cosas. Por tanto, Dios es el Amo de tu vida, no tus padres. Él creó a la humanidad, creó las vidas que hay en ella y les insufló el aliento vital, el origen de la vida del hombre. Por tanto, ¿acaso no resulta fácil de entender la frase “Tus padres no son los amos de tu vida”? Tus padres no te concedieron el aliento, y mucho menos la continuación de este. Dios cuida y rige todos los días de tu vida. Tus padres no deciden cómo transcurren estos días, si se trata de un día feliz y pasa sin incidentes, a quién conoces o en qué entorno vives a diario. Lo que sucede es que Dios te cuida a través de tus padres; ellos son simplemente las personas que Dios envió para protegerte. Tus padres no te dieron la vida cuando naciste, por ende, ¿acaso fueron ellos quienes te dieron la vida que te ha permitido vivir hasta ahora? Tampoco es ese el caso. El origen de tu vida sigue siendo Dios y no tus padres. Digamos que tus padres te alumbraron, pero, cuando tenías un año, o cinco, Dios decidió quitarte la vida. ¿Podrían hacer ellos algo al respecto? ¿Qué harían? ¿Cómo te salvarían la vida? Te enviarían al hospital y te confiarían a los médicos, que intentarían tratar tu enfermedad y salvarte. Esa es la responsabilidad de tus padres. Sin embargo, si Dios dijera que esta vida y esta persona no deben vivir, y que has de reencarnarte en otra familia, entonces tus padres no contarían con el poder ni con los medios para salvarte. Solo podrían observar cómo tu pequeña vida escapa de este mundo. Tus padres carecen de poder alguno cuando una vida se pierde, lo único que pueden hacer es desempeñar su responsabilidad y confiarte a los médicos, que intentarían tratar tu enfermedad y salvarte la vida, pero no recae en manos de tus padres la decisión de si vas a salir adelante o no. Si Dios dice que puedes continuar viviendo, entonces tu vida existe. Si Él dice que tu vida no debería existir, entonces la perderás. ¿Hay algo que puedan hacer tus padres al respecto? Solo pueden resignarse a tu destino. En pocas palabras, son seres creados normales y corrientes. Lo que ocurre es que, desde tu perspectiva tienen una identidad especial: te engendraron y te criaron, son tus jefes y tus padres. Pero, desde la perspectiva de Dios, no son más que humanos corrientes, miembros de la humanidad corrupta, y no tienen nada de especial. Ni siquiera son amos de su propia vida, ¿cómo van a ser amos de la tuya? Aunque te engendraron, no saben de dónde proviene tu vida y no pudieron decidir en qué momento, a qué hora y en qué lugar llegaría o cómo sería esta. No saben ninguna de estas cosas. Se limitan a esperar con pasividad, aguardan la soberanía de Dios y Sus arreglos. Al margen de si esto los hace feliz o de que lo crean o no, todo lo instrumenta Dios y ocurre por Su mano. Tus padres no son los amos de tu vida, ¿acaso no es fácil de entender? (Sí). Ellos engendraron tu carne, pero no la vida que hay en ella. Eso es un hecho. ¿Pueden tus padres siquiera controlar cuestiones tales como lo alto que eres, cuál es tu complexión física, de qué color o densidad es tu cabello, qué aficiones tienes, etcétera? (No). Ellos no pueden decidir si tienes buena o mala piel o cuáles son tus rasgos faciales. Algunos padres son gordos y engendran hijos delgados y bajitos, de narices y ojos pequeños. Cuando la gente los ve, piensa: “¿A quién se parecen estos hijos? Desde luego no a sus padres”. Los padres ni siquiera son capaces de decidir a quién se parecen sus hijos, ¿verdad que no? Algunos tienen cuerpos robustos y engendran a hijos muy delgados y débiles; otros tienen cuerpos delgados y frágiles y de ellos surgen hijos robustos, fuertes como robles. Algunos padres son tímidos como ratoncillos y engendran a hijos osados hasta el extremo. Algunos padres son cuidadosos y cautos y engendran a hijos ambiciosos que al final se convierten en emperadores, en presidentes o en líderes de una banda de ladrones o forajidos. Otros son granjeros, pero sus hijos son funcionarios superiores. Además, hay padres que son falsos, pero engendran a hijos de buena educación e ingenuos. Algunos son no creyentes, o incluso adoran a ídolos y diablos, y alumbran a hijos que desean creer en Dios, que no pueden continuar viviendo sin su fe en Él. Determinados padres les dicen a sus hijos: “Te voy a enviar a la universidad”, a lo que estos contestan: “No, soy un ser creado, ¡debo cumplir mi deber!”. Los padres luego les dicen a los hijos: “Eres joven, no hace falta que cumplas ningún deber. Nosotros lo hacemos porque somos viejos y no tenemos ningún plan de futuro; ganaremos algunas bendiciones para nuestra familia en el futuro, así que no hace falta que tú lo hagas. Tienes que estudiar mucho y, después de graduarte en la universidad, tienes que hacerte funcionario superior, para que pueda compartir contigo el centro de atención”. Los hijos responden: “No. Soy un ser creado, cumplir mi deber es lo más fundamental”. Por supuesto, hay algunos padres que creen en Dios y renuncian a sus familias y a sus carreras, pero sus hijos siempre se niegan a creer en Él. Son hijos no creyentes, y se mire como se mire a estos hijos y a sus padres, no se parecen a una familia. Aunque en apariencia se asemejan a una en sus hábitos de vida e incluso en algunos aspectos de su personalidad, en cuanto a sus aficiones, intereses, aspiraciones y las sendas que recorren, son totalmente diferentes. Se trata simplemente de dos clases diferentes de personas que caminan por dos sendas distintas. Por tanto, existen diferencias entre las vidas de las personas, y estas no las determinan sus padres. Estos no pueden decidir qué clase de vida pueden vivir sus hijos o en qué clase de entornos nacen. Tus padres no son los amos de tu vida ni de tu destino. Los padres no les dan la vida a los hijos, ¿es el destino de una persona una cuestión mayor o menor que su vida? Para las personas, ambas son grandes cuestiones. ¿Por qué? Porque no se trata de cosas que la gente pueda captar, lograr o controlar usando sus instintos, habilidades o aptitudes. Los destinos y las trayectorias vitales de la gente los decide y los rige Dios. Nadie realiza elecciones relacionadas con estas dos cuestiones. Ni tú ni tu familia elegís en qué familia naces o qué padres tendrás en esta vida. Tus padres también te engendraron de una manera pasiva. Por tanto, no pueden decidir cuál será la trayectoria de tu destino, ni si serás pudiente y rico, pobre y humilde, o una persona corriente. No pueden decidir dónde irás en esta vida, dónde vivirás, cómo será tu matrimonio, cómo serán tus hijos, en qué clase de entorno material vas a vivir, etcétera. Hay ciertas familias que eran prósperas, disponían de ropa y comida y de más dinero del que podían gastar antes de traer al mundo a un niño, pero, cuando este creció, dilapidó la fortuna familiar y, por más dinero que ganaran sus padres, no podían cubrir todo lo que derrochaba su hijo despilfarrador. También los hay que eran pobres, pero unos años después de alumbrar a su hijo, sus negocios familiares empezaron a prosperar, tanto la vida como las cosas les fueron cada vez mejor, al igual que su entorno. Como ves, son cosas que esos padres no esperaban, ¿verdad? Los padres no pueden decidir el destino de sus hijos y, naturalmente, tampoco tienen nada que ver con el destino de estos. La clase de senda que recorres, dónde vas, qué personas te encuentras en esta vida, cuántos desastres afrontas, cuántas cosas maravillosas y cuánta riqueza te encuentras; nada de eso tiene relación con tus padres o con sus expectativas. Todo padre desea que su hijo ascienda en el mundo, ¿pero acaso eso sucede siempre? No necesariamente. Algunos hijos ascienden, tal y como sus padres querían, y se convierten en funcionarios superiores, se hacen ricos y viven bien, pero sus padres enferman y mueren en un par de años sin llegar a disfrutar de esa fortuna ni a compartir con ellos el centro de atención. ¿Tiene el destino de una persona algo que ver con sus padres? No. No es que puedas conseguir cualquier cosa que tus padres esperen de ti. El destino de una persona no tiene nada que ver con sus padres, ni los padres de nadie deciden su destino. Aunque te engendraran e hicieran muchas cosas para poner los cimientos de tus planes, tus ideales y tu destino futuro, no pueden decidir cuál será tu destino o tu senda vital futura, son cosas que no tienen nada que ver con ellos. Por tanto, tus padres no son los amos de tu destino y no pueden cambiar nada en ti. Si estás destinado a ser pudiente, da igual lo pobres o incapaces que sean tus padres, obtendrás la riqueza que te corresponde. Si tu destino es ser pobre, una persona corriente o una de clase baja, por muy capaces que sean tus padres, no podrán servirte de ayuda. Si Dios te ha elegido y perteneces a Su pueblo escogido, es decir, si Él te ha predestinado, entonces no importa lo poderosos o capaces que sean tus padres, no podrán obstaculizar tu fe en Dios, aunque lo deseen. Como estás destinado a ser un miembro de la casa de Dios y un integrante de Su pueblo escogido, no puedes escapar de ello. El destino de una persona solo tiene relación con la soberanía y ordenación de Dios; no tiene nada que ver con los deseos y expectativas de sus padres. Naturalmente, tampoco con los intereses, las aficiones, el talante, las aspiraciones, las aptitudes o las destrezas personales de ese individuo. Por tanto, según la verdad “Tus padres no son los amos de tu vida ni de tu destino”, ¿cómo debes afrontar sus expectativas? ¿Deberías aceptarlas por entero, ignorarlas o abordarlas de un modo racional? En lo que respecta al asunto de tu vida o de tu destino, tus padres solo son gente normal, pueden esperar o decir lo que quieran. Deja que lo hagan y dedícate tú a lo tuyo. No hace falta discutir con ellos, porque, sean como sean las cosas en realidad, así van a ser. Esto no surge de un debate ni cambia en función de la voluntad del hombre. No puedes decidir tu propio destino, ¡y tus padres mucho menos! ¿No es así? (Sí). Aunque tus padres sean tus mayores, no guardan relación ni conexión alguna con tu destino. Tus padres no deberían tratar de dictarlo solo porque tienen muchos años más que tú y pertenecen a una generación anterior a la tuya. Esto es algo irracional y repugnante. Por tanto, siempre que tus padres tengan algo que decir sobre la senda que recorres en la vida o sobre lo que esperan de ti, debes abordarlo con calma y racionalmente, porque ellos no son los amos de tu destino. Diles: “Mi destino está en manos de Dios; nadie puede cambiarlo”. Nadie puede controlar su propio destino ni el de otra persona, y tus padres tampoco están capacitados para hacerlo. Tus antepasados no cuentan con esa capacidad, y mucho menos tus padres. ¿Quién es el único que la tiene? (Solo Dios). Solo Él está capacitado para regir el destino de las personas.

Hay quienes admiten en teoría que: “Mis padres no pueden interferir en mi destino. Aunque ellos me engendraron, no me dieron la vida. Fue Dios quien lo hizo. Él me dio todo lo que tengo. Dios me crio hasta la edad adulta por medio de mis padres y me permitió vivir hasta ahora. En realidad, fue Dios quien me crio”. Estas palabras las dicen muy bien y con bastante claridad, pero en ciertas circunstancias especiales, la gente no puede sobreponerse a sus afectos ni reconocer el enunciado: “Tus padres no son los amos de tu vida ni de tu destino”. En determinadas circunstancias, las personas se verán dominadas por sus sentimientos y caerán en ciertas tentaciones o se volverán débiles. Dado que han sufrido la persecución y la condena del gobierno y del mundo religioso, los han arrestado y mandado a la cárcel, algunos creyentes en Dios toman la determinación de no convertirse jamás en Judas y no traicionar nunca a ninguno de sus hermanos y hermanas ni revelar ninguna información sobre la iglesia, por mucho que los torturen. Preferirían morir a convertirse en Judas. De este modo, se les tortura y atormenta hasta el punto de que ya no se asemejan a personas, tienen los ojos tan hinchados que apenas son dos hendiduras y no pueden ver bien, están sordos, les han sacado los dientes, sangran por las comisuras de la boca, no les funcionan bien las piernas, tienen el cuerpo entero hinchado y cubierto de magulladuras. Sin embargo, por mucho que los atormenten, no recurren a la traición; están decididos a no convertirse en Judas y a mantenerse firmes en el testimonio de Dios. Hasta ahora da la impresión de que son bastante fuertes y que poseen testimonio, ¿verdad? Soportaron torturas e intimidaciones sin convertirse en Judas, y durante muchos días y noches los torturaron de esa manera. Cuando un diablo ve a un hombre semejante, piensa: “Este tipo es muy duro, lo han envenenado a fondo. Realmente lo han divinizado. Con lo joven que es y lo han atormentado hasta acabar en tal estado sin soltar ni una sola palabra. ¿Qué voy a hacer al respecto? Parece que es una figura importante, debe de saber mucho sobre la iglesia. Si puedo sacarle algo de información, ¡podremos arrestar a muchos y ganar bastante dinero!”. Entonces el diablo se pone a cavilar: “¿Cómo puedo tirarle de la lengua y sacarle algunos datos e información sobre cierta gente? Las personas fuertes tienen puntos débiles, igual que los que practican kung fu. Da igual lo buenos que sean en ese arte marcial, siempre tienen un talón de Aquiles. Todo el mundo tiene un punto débil, así que vamos a atacar específicamente el suyo. ¿Cuál es su punto débil? He oído que es hijo único y que sus padres lo mimaron desde pequeño. Se dice que les importa mucho y lo quieren bien, y que él es bastante filial con ellos. Si voy a por sus padres y los convenzo para que se lo trabajen psicológicamente, tal vez sus palabras sirvan de algo”. Entonces el diablo le trae a sus padres. ¿Os podéis imaginar qué sucede en cuanto los ve? Antes de verlos, pensaba: “Oh, Dios, estoy decidido a mantenerme firme en mi testimonio. ¡De ninguna manera voy a convertirme en Judas!”. Pero casi se le rompe el corazón en cuanto ve a sus padres. La primera cosa que siente es: “Los he defraudado, seguro que les resulta muy doloroso verme así”, y entonces se rompe. En su corazón sigue insistiendo en que: “No me convertiré en Judas. He de mantenerme firme en mi testimonio de Dios, no he tomado la senda equivocada. Estoy siguiendo la senda correcta en la vida. ¡Debo humillar a Satanás y dar testimonio de Dios!”. Es firme de corazón e insiste en ello repetidas veces, pero a un nivel emocional es incapaz de soportarlo, y su corazón se vuelve quebradizo al instante. ¿Cómo crees que se sienten sus padres cuando ven que han torturado a su hijo y lo han dejado en ese estado? No mencionaré a su padre, pero a su madre se le parte el corazón. Siente una enorme angustia cuando ve que su hijo ya no parece una persona tras semejante tormento, le invade el malestar y el dolor y se acerca a él temblorosa. ¿Cómo reaccionarías tú en un momento así? No te atreverías ni a mirar, ¿a que no? Como ves, ni has llegado a decir nada, tus padres tampoco, pero ya te habrías roto, sobrepasado por tus sentimientos. Pensarías para tus adentros: “Mis padres son mayores, no están en buen estado físico y dependen el uno del otro para salir adelante. Tuvieron a un hijo como yo que hasta el momento no ha cumplido ninguna de sus expectativas, y ahora les he causado muchos problemas. Los he avergonzado mucho e incluso han tenido que venir a verme en este estado de sufrimiento”. De manera imperceptible, en el fondo de tu corazón, sentirías que no eres un hijo filial, que hiciste daño y decepcionaste a tus padres, y que lograste que se preocuparan y los defraudaste. Tanto tú como tus padres sentiríais una enorme agonía por distintas razones. Ellos porque se sentirían mal por ti y no podrían soportar verte sufrir así. Tú al ver lo tristes y dolidos que estaban tus padres, y al no soportar verlos tan apenados y preocupados por ti. ¿Acaso esto no es producto de los sentimientos? Hasta ahora todavía se puede considerar normal, y aún no habría afectado a que te mantuvieras firme en el testimonio. Supongamos que entonces tus padres dicen: “Antes estabas muy fuerte y saludable, y ahora te han golpeado hasta dejarte en semejante estado. Desde pequeño te hemos tratado como a nuestro ojito derecho. Nunca te hemos puesto la mano encima. ¿Cómo has podido permitir que te pasara esto? Nunca hemos querido pegarte, siempre te hemos apreciado y amado, ‘te acunaríamos en la boca, pero por miedo a que te derritieras, te sostendríamos en la palma de la mano, si no fuera por temor a que te rompieras’. Te apreciamos muchísimo, pero no basta. No pasa nada si no cuidas de nosotros, pero ahora estás negándote a dar información, estás sufriendo mucho y no te rindes a pesar de haber padecido tal tormento y que te hayan dejado en este estado por creer en Dios y querer dar testimonio de Él. ¿Cómo puedes ser tan testarudo? ¿Por qué insistes en creer en Dios? ‘Tus padres te dieron tu cuerpo’. ¿Te estás portando bien con nosotros al dejar que esto te suceda? Si algo te ocurriera, ¿cómo esperas que sigamos viviendo? No contamos con que nos cuides cuando seamos viejos o que organices nuestro funeral, solo queremos que estés bien. Lo eres todo para nosotros, si no estás bien, si te marchas, ¿cómo podremos vivir el resto de nuestras vidas? ¿A quién tenemos aparte de a ti? ¿Qué otras esperanzas albergamos?”. Cada palabra de este discurso te golpearía donde realmente duele, tanto satisfaciendo tus necesidades emocionales como estimulando tus sentimientos y tu conciencia. Antes de que tus padres dijeran estas palabras, todavía te seguías aferrando a tu convicción y a tu postura en el fondo del corazón, pero después de que te lanzaran estos reproches, ¿acaso no se quebraría tu línea de defensa en lo más profundo de ti? “‘Tus padres te dieron tu cuerpo’. Renunciaste a un buen trabajo, abandonaste tus grandes perspectivas y una buena vida. Insistes en creer en Dios y te has dejado arruinar de esta manera, ¿te estás portando bien con nosotros?”. Tras oír esas palabras, ¿acaso podría contener alguien las lágrimas o evitar reprenderse a sí mismo? ¿Podría evitar sentir que ha defraudado a sus padres? ¿Quién sentiría que Satanás le estaba tentando? ¿Podría alguien verse afectado emocionalmente por la situación y sin embargo lidiar con ello de forma racional? En cuanto al enunciado: “Tus padres no son los amos de tu vida ni de tu destino, y no son tus acreedores”, ¿podría una persona creer tal cosa después de oír este discurso? ¿Quién sería capaz de abstenerse de abandonar su deber y su obligación, y el testimonio ante el que debería mantenerse firme un ser creado, a pesar de sentirse débil emocionalmente? ¿Cuáles de entre todas estas cosas podríais conseguir? En cuanto a tus sentimientos, si solo estuvieras un poco disgustado, aunque soltaras algunas lágrimas y te sintieras mal por tus padres, pero siguieras manteniendo la fe en la palabra de Dios y todavía te aferraras al testimonio en el que has de mantenerte firme y al deber que debes cumplir, sin perder el testimonio, la responsabilidad y el deber que tiene un ser creado ante el Señor de la creación, entonces te mantendrías firme. Pero si al ver a tu madre reprocharte entre lágrimas te precipitaste hondamente en tus sentimientos, pensaste que no eras nada filial, que habías tomado la decisión errónea, sentiste remordimientos y fuiste incapaz de continuar, quisiste abandonar el testimonio que ha de tener un ser creado y el deber, la responsabilidad y la obligación que un ser creado debe cumplir y quisiste regresar junto a tus padres, devolverles su gentileza e impedir que sufrieran o se preocuparan más por tu culpa, entonces no tendrías testimonio y serías indigno de seguir a Dios. ¿Qué les dijo Él a aquellos que lo seguían? (¿Acaso no dijo: “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo” [Lucas 14:26]? Es un versículo de la Biblia). Si tu amor por tus padres sobrepasa al que tienes por Dios, entonces eres indigno de seguirlo y no eres uno de Sus seguidores. Si no eres uno de sus seguidores, tampoco eres un vencedor y Dios no te quiere. Has quedado en evidencia mediante esta prueba, no te has mantenido firme en tu testimonio. No cediste a la tortura de Satanás, pero unos cuantos reproches de tus padres fueron suficientes para que sucumbieras. Eres débil y has traicionado a Dios. Eres indigno de seguirlo y no eres Su seguidor. Los padres dicen a menudo: “No voy a pedirte nada más, no te voy a pedir que te hagas muy rico, solo espero que te mantengas sano y salvo en esta vida. Me basta con verte feliz”. Entonces, cuando te torturen sentirás que has defraudado a tus padres. “No me piden mucho, pero aun así les he fallado”. ¿Es correcto este pensamiento? ¿Les has fallado? (No). ¿Es tu culpa que Satanás te persiguiera así? ¿Es tu culpa que te golpeara y torturara brutalmente? (No). Satanás te persiguió, no eres tú el que se ha arruinado. Tú vas por la senda correcta y estás siendo una persona verdadera. Tus elecciones y todas tus acciones daban testimonio de Dios y cumplían con el deber de un ser creado. Estas son las elecciones que todo ser creado debería tomar y la senda que debería recorrer. Es la senda correcta; no conlleva arruinarse a uno mismo. Aunque hayan torturado tu carne y hayas sufrido un tratamiento brutal e inhumano, todo es por una causa justa. No implica tomar la senda equivocada, no es arruinarte a ti mismo. No defraudas a tus padres porque tu carne sufra, se te someta a tortura y se te atormente hasta el punto de que ya no parezcas una persona. No tienes que darles explicaciones. Es tu elección. Te hallas en la senda correcta de la vida, es que no lo entienden, eso es todo. Lo observan desde la perspectiva de un padre, siempre quieren protegerte motivados por sus sentimientos, no quieren que sufras dolor físico. ¿De qué sirve su deseo de protegerte? ¿Pueden dar testimonio y cumplir con el deber de un ser creado en tu nombre? ¿Pueden seguir el camino de Dios en tu lugar? (No). Tomaste la decisión correcta y deberías atenerte a ella. Las palabras de tus padres no deberían hechizarte ni desorientarte. No te estás arruinando a ti mismo, caminas por la senda correcta. En tu perseverancia y en todas tus acciones te aferras a la verdad, te sometes a las instrumentaciones y arreglos de Dios, y das testimonio de Él ante Satanás, le das gloria al nombre de Dios. Solo has soportado el sufrimiento de la brutal persecución de tu carne, eso es todo. Es un sufrimiento que la gente ha de soportar, es algo que debe ofrecerle al Señor de la creación y es el precio que se ha de pagar. Tu vida no provino de tus padres, y ellos no tienen derecho a decidir la senda que tomas. No tienen derecho a decidir cómo tratas tu propio cuerpo o qué precio pagas para mantenerte firme en tu testimonio. Simplemente no desean que sufras dolor físico debido a las necesidades de sus sentimientos carnales, y por el hecho de que lo ven desde esa perspectiva, eso es todo. Pero como ser creado, por mucho que sufra tu carne, es algo que debes soportar. La gente debe pagar multitud de precios para lograr la salvación y cumplir bien con el deber de un ser creado. Esta es la obligación y la responsabilidad de un hombre, y es lo que un ser creado debe dedicarle al Señor de la creación. Como tanto las vidas de las personas como sus cuerpos provienen de Dios, se trata de un sufrimiento que han de soportar. Por tanto, respecto a este, al margen de cuánto dolor físico aguante tu cuerpo, no debes explicarle nada de eso a tus padres, que dicen: “Tus padres te dieron tu cuerpo”, ¿pero y qué? Aunque engendren y críen a los hijos, no es que sus padres les hayan dado todo lo que estos poseen. No significa que la gente deba estar sujeta a la coacción de sus padres ni limitada en lo que respecta a la senda que camina y el precio que paga. Tampoco que deba obtener permiso de sus padres para recorrer la senda de perseguir la verdad o desempeñar el deber de un ser creado ante el Señor de la creación. Por tanto, no tienes que darles explicaciones a tus padres. Al Único que debes dárselas es a Dios. Con independencia de si sufres o no, debes entregárselo todo a Él. Además, si sigues la senda correcta, entonces Dios aceptará y recordará todos los precios que has pagado. Dado que Dios los recordará y reconocerá, habrá merecido la pena pagarlos. Tu carne sufrirá algo de dolor físico, pero estos precios te permitirán mantenerte firme en tu testimonio hasta el final, obtener la aprobación de Dios y lograr la salvación, y Él los recordará. No hay nada que pueda cambiarse por eso. Tanto las pretendidas expectativas de tus padres como las palabras críticas que te dicen son insignificantes y ni siquiera cabe mencionarlas si las comparamos con el deber que debes cumplir y el testimonio que has de dar ante Dios, puesto que el sufrimiento que padeces es muy valioso y significativo. Desde la perspectiva de un ser creado, esto es lo más significativo y valioso en la vida. Por tanto, nadie debe sentirse débil, deprimirse ni caer en la tentación por lo que dicen sus padres, y desde luego ninguna persona debería albergar remordimientos, culpa ni parecerle que ha decepcionado a sus padres a raíz de sus palabras. La gente debe sentirse honrada por el sufrimiento que ha soportado, y decir: “Dios me eligió y permitió a mi carne pagar esta clase de precio y que Satanás me maltratara con esta violencia, de tal modo que pudiera tener la oportunidad de dar testimonio de Él”. Es un honor para ti que Dios te seleccionara de entre Sus numerosos escogidos. No deberías entristecerte por ello. Si te mantienes firme en tu testimonio y humillas a Satanás, entonces este es el mayor honor en la vida para un ser creado. No importan las dolencias o secuelas que padezca tu cuerpo después de sufrir esta brutal persecución, o cuánto le duela a tu familia y a tus padres verte así. No deberías sentirte avergonzado ni alterado, ni sentir que has defraudado a tus padres por ello, porque lo único que has hecho ha sido pagar un precio por una causa justa, y esa es una buena obra. Nadie está cualificado para criticar tus buenas obras ni tiene derecho a hacer comentarios o juicios irresponsables o críticos sobre que creas en Dios, lo sigas y cumplas con tu deber. Solo el Señor de la creación es apto para juzgar tu comportamiento, los precios que has pagado y las elecciones que has hecho. Nadie más está cualificado para juzgarte, ninguno de ellos, incluidos tus padres, tiene derecho a criticarte. Si son las personas más cercanas a ti, deberían entenderte, animarte y consolarte. Deberían apoyarte para que perseveres, te mantengas firme en tu testimonio y te abstengas de sucumbir o ceder ante Satanás. Deberían sentirse orgullosos y alegrarse por ti. Dado que has sido capaz de perseverar hasta ahora y no has cedido ante Satanás, de modo que puedes mantenerte firme en tu testimonio, deberían animarte. No han de refrenarte y desde luego no deberían reprocharte. Si hicieras algo malo, podrían criticarte. Si tomaras la senda incorrecta, humillaras a Dios, traicionaras las cosas positivas y la verdad, entonces tendrían derecho a criticarte. Sin embargo, como todas tus acciones fueron positivas y Dios las acepta y las recuerda, si te critican es porque no pueden discernir el bien del mal. Son ellos los que se equivocan. Les disgusta que creas en Dios, recorras la senda correcta y seas una buena persona; ¿por qué en su lugar no critican a Satanás cuando este te persigue? Te critican a ti motivados por sus propios sentimientos, ¿qué hiciste mal? ¿Acaso no acabas de refrenarte para no convertirte en Judas? No te has convertido en Judas, te negaste a cooperar o comprometerte con Satanás y sufriste esta tortura y este tratamiento inhumano para mantenerte firme en tu testimonio, ¿qué tiene eso de malo? Nada. Desde la perspectiva de Dios, Él se regocija contigo, se siente orgulloso de ti. Sin embargo, tus padres se avergüenzan y critican tus buenas obras; ¿acaso no es eso confundir el blanco con el negro? ¿Son unos buenos padres? ¿Por qué no critican a Satanás y a la gente malvada y a los diablos que te persiguen? No solo no recibes ningún consuelo, ánimo o apoyo de tus padres, al contrario, te critican y regañan, mientras que da igual qué maldad cometa Satanás, no la condenan ni la maldicen. No se atreven a soltar ni un insulto o reproche al respecto. No dicen: “¿Cómo puedes atormentar a una buena persona hasta dejarla en semejante estado? Lo único que ha hecho es creer en Dios y tomar la senda correcta, ¿no? No ha robado nada ni asaltado a nadie, no ha vulnerado ninguna ley, ¿por qué lo atormentáis así entonces? Deberíais animar a la gente como él. Si todo el mundo creyera en Dios en la sociedad y recorriera la senda correcta, entonces no harían falta leyes ni existiría el crimen”. ¿Por qué no los critican así? ¿Por qué no se atreven a criticar a los satanases y diablos que te persiguieron? Te reprochan caminar por la senda correcta, pero cuando los malvados cometen acciones malvadas, las aprueban de manera tácita. ¿Qué te parecen estos padres? ¿Deberías sentirte mal por ellos? ¿Deberías mostrarles piedad filial y amarlos en tu corazón? ¿Son dignos de tu piedad filial? (No). No lo son. No pueden distinguir lo correcto de lo incorrecto ni el bien de la maldad. Son un par de personas confundidas. Solo entienden de sentimientos, de nada más. No entienden lo que es la justicia o lo que significa caminar por la senda correcta, no saben qué son las cosas negativas o qué son las fuerzas malvadas, solo saben salvaguardar sus sentimientos y su carne. Aparte de este nivel tan superficial de relaciones carnales, en su corazón solo albergan la idea de que: “Mientras mis hijos estén sanos y salvos, estaré muy feliz y agradecido”. Eso es todo. No entienden nada relativo a la senda correcta, las causas justas o lo más valioso y significativo que puede hacer una persona en esta vida. No entienden tales cosas y te regañan por seguir la senda correcta; están realmente confundidos. ¿Qué te parecen estos padres? ¿Acaso no son un par de diablos? Lo debes considerar en tu corazón: “Vaya par de viejos diablos… He sufrido muchas palizas y torturas, a lo largo de estos días he orado a Dios día y noche, y Él me ha estado protegiendo y guardando, por eso he podido sobrevivir hasta ahora. Me he mantenido firme en mi testimonio con gran dificultad, y con unas pocas palabras vosotros me lo habéis negado por completo. ¿Es un error que camine por la senda correcta? ¿Es un error que cumpla con el deber de un ser creado? Desde luego que no es un error no haberme convertido en Judas. ¡Vaya par de viejos diablos! ‘Tus padres te dieron tu cuerpo’; todo lo que poseo viene claramente de Dios, ¿acaso me lo disteis vosotros? Dios solo ordenó que me engendrarais y me criarais, me educó por medio vuestro. Sentís angustia por mí, dolor y disgusto solo para satisfacer vuestras necesidades emocionales. Tenéis miedo de que si muero, no habrá nadie que cuide de vosotros cuando seáis viejos o que organice vuestro funeral. Os da miedo que la gente se ría y pensáis que os he avergonzado”. Si fueras a la cárcel por haber cometido un crimen, porque robaste algo o asaltaste, engañaste o timaste a alguien, puede que lucharan por ti, dirían: “Mi hijo es un buen chico, no ha hecho nada malvado. No es malo por naturaleza, sino bueno y amable. Es solo que las tendencias malvadas de este mundo le han influenciado de manera negativa. Espero que el gobierno sea indulgente con él”. Lucharían por ti, pero ahora te desdeñan en el fondo de su corazón por recorrer la senda de la fe en Dios, por caminar por la senda correcta. ¿De qué manera te desdeñan? “Mira en qué situación te has metido. ¿Te portas bien con nosotros?”. En tu corazón debes pensar: “¿Qué quieren decir con eso de que ‘Mira en qué situación te has metido’? Simplemente estoy recorriendo la senda correcta en la vida; ¡a esto se le llama ser una persona verdadera! Esto es poseer buenas obras y testimonio; esto es fortaleza. Únicamente las personas así poseen de veras conciencia y razón, y no son cobardes, inútiles ni Judas. ¿En qué situación me he metido? ¡Esta es la auténtica semejanza humana! No solo no os alegráis por mí, además me lo reprocháis; ¿qué clase de padres sois? No sois dignos de ser padres, ¡hay que maldeciros!”. Si piensas así, cuando oyeras a tus padres decir: “Tus padres te dieron tu cuerpo, ¿cómo te has dejado arruinar así?”, ¿llorarías? (No). ¿Qué pensarías tras oír este discurso? “Qué sarta de tonterías. ¡Vaya par de idiotas! ¿Cómo que ‘Tus padres te dieron tu cuerpo’? Ni siquiera sabes quién te lo dio a ti y te sirves de estas palabras para hacerme reproches, ¡estás realmente confundido! Está claro que los que me persiguen son los diablos y satanases. ¿Cómo puedes confundir el blanco con el negro y en su lugar criticarme a mí? ¿He vulnerado la ley? ¿He robado o asaltado? ¿He engañado o timado? ¿Qué leyes he infringido? Ninguna, la persecución de Satanás me ha llevado hasta esta situación porque he seguido la senda correcta. No he soltado ni una sola palabra hasta ahora, no me he convertido en Judas, ¿quién más posee esta clase de fortaleza? No solo es que no me alabes ni animes, encima me haces reproches. ¡Sois diablos!”. Si lo piensas de esa manera, no llorarás ni te sentirás débil, ¿verdad que no? Tus padres no distinguen el bien del mal, confunden el blanco con el negro porque no creen en Dios y no entienden la verdad. Tú sí la entiendes, pero no deberías verte influenciado por estas palabras y falacias diabólicas que dicen. En su lugar, deberías continuar aferrándote a la verdad. De este modo, de veras te mantendrás firme en tu testimonio. ¿Me equivoco? (No).

Decidme, ¿es fácil mantenerse firme en el testimonio propio? Lo primero que debes hacer es liberarte de tus sentimientos, y lo segundo entender la verdad. Solo entonces no experimentarás ninguna debilidad, serás capaz de mantenerte firme en el testimonio y Dios te reconocerá y aceptará en estos tipos de circunstancias especiales; solo entonces te reconocerá como un vencedor y como Su seguidor. Cuando te hayas impuesto, cuando a quien no le hayas fallado sea a Dios y no a tus padres, serás capaz de desprenderte de todas las expectativas que ellos tienen hacia ti, ¿verdad? Las expectativas de tus padres no son relevantes, carecen de importancia, lo que más cuenta es estar a la altura de las expectativas de Dios y mantenerte firme en tu testimonio de Él, se trata de la actitud y de las búsquedas que un ser creado ha de tener. ¿Acaso no es así? (Sí). Cuando te sientas débil, cuando pierdas el norte, en especial cuando Satanás te asedie y te persiga mientras recorres la senda correcta, o cuando la gente del mundo secular te desdeñe, se burle de ti y te rechace; en todos esos momentos, aquellos que te rodean, tus familiares, amigos y conocidos, pensarán que has hecho algo vergonzoso y nadie te entenderá, te animará, te apoyará ni te consolará. Menos probable aún será que alguien te atienda, te muestre el camino o te señale la senda de práctica. Esto incluye a los padres. Como no estás junto a ellos, mostrándoles piedad filial, ni eres capaz de ayudarlos a vivir bien ni de devolverles su gentileza debido a tu fe en Dios y a que cumples con tu deber, tus padres no te van a entender. Adoptarán la misma perspectiva que la gente en el mundo secular; les parecerá que los has avergonzado, que no han recibido nada de ti a cambio de educarte, ningún beneficio, que no has cumplido con sus expectativas, que les has fallado y eres un ingrato descuidado. Tus padres no te entenderán, y no podrán proporcionarte ninguna guía positiva, ni hablar de tus parientes y amigos. Mientras caminas por la senda correcta, solo Dios te anima, te atiende, te consuela y te provee sin cesar. Cuando te torturen y te martiricen en la cárcel, solo la palabra y la fe en Dios que Él te ha concedido te sustentarán cada segundo, cada minuto y cada día. Entonces, cuando estés sufriendo palizas tan graves, podrás conservar el deseo de mantenerte firme en tu testimonio de Dios, podrás seguir absteniéndote de convertirte en Judas y seguirás anhelando brindarle gloria al nombre de Dios y humillar a Satanás, gracias a la palabra y a la fe que Él te ha dado. Por una parte, serás capaz de hacer estas cosas motivado por tu determinación, y por otra, y más importante, por la guía, la guarda y el liderazgo de Dios. Mientras que tus padres, cuando más necesitas el consuelo y el auxilio, siguen pensando solo en sí mismos, sentencian que eres un ingrato descuidado, que nunca pueden contar contigo en esta vida y que te han criado para nada. No se les olvida que te criaron, que deseaban contar contigo para que les ayudaras a tener una buena vida, para brindarles gloria a tus ancestros y permitirles llevar la cabeza alta y sentirse orgullosos de ti frente a sus parientes y amigos. Los padres que no creen en Dios nunca se sienten honrados y afortunados respecto a tu fe. Al contrario, a menudo te reprochan que no encuentres tiempo para visitarlos o cuidarlos porque crees en Dios y estás ocupado cumpliendo con tu deber. No solo te lo reprochan, sino que a menudo te regañan, te llaman un “ingrato descuidado” y un “hijo desagradecido”. ¿No te parece difícil caminar por la senda correcta mientras cargas con estos apodos despectivos? ¿No te sientes agraviado? ¿Acaso no necesitas el apoyo de tus padres, su ánimo y comprensión mientras experimentas tales cosas? ¿No tienes a menudo la sensación de que les has fallado? Por tanto, hay quienes incluso albergan pensamientos estúpidos: “Mi destino en esta vida no es mostrarles piedad filial a mis padres ni vivir con ellos. ¡Les mostraré piedad filial en la vida siguiente!”. ¿Acaso no se trata de pensamientos absurdos? (Sí). No deberías tenerlos; has de cortarlos de raíz. Caminas por la senda correcta, has elegido cumplir con el deber de un ser creado y presentarte ante el Señor de la creación para aceptar la salvación de Dios. Esa es la única senda correcta en este mundo. Has tomado la decisión correcta. Al margen de cuánto te malinterpreten o de que se sientan decepcionados contigo aquellos que no creen, incluidos tus padres, eso no debería afectar a tu elección de caminar por la senda de creer en Dios o a tu determinación de cumplir con tu deber, ni tampoco a tu fe en Él. Deberías perseverar porque estás caminando por la senda correcta. Con más motivo, debes desprenderte de las expectativas de tus padres. No deberían convertirse en cargas para ti mientras recorres la senda correcta. Seguirla ha sido la mejor decisión de tu vida, si tus padres no te apoyan, si siempre te regañan por ser un ingrato descuidado, entonces deberías tener si cabe más discernimiento de ellos, desprenderte a un nivel emocional y no permitir que te limiten. Si no te apoyan, te animan ni consuelan, estarás bien; no ganarás ni perderás nada con o sin estas cosas. Lo más importante son las expectativas de Dios hacia ti. Dios te está animando, proveyendo y guiando. No estás solo. Sin las expectativas de tus padres, puedes de igual manera cumplir con el deber de un ser creado y, sobre esta base, seguirías siendo una buena persona. Desprenderse de las expectativas de tus padres no significa que hayas perdido tu ética y moral, y desde luego tampoco que hayas renunciado a la humanidad o a la moral y la justicia. La razón de que no hayas estado a la altura de las expectativas de tus padres es que elegiste las cosas positivas y cumplir con el deber de un ser creado. Esto no tiene nada de malo, es la senda más correcta. Debes perseverar y mantenerte firme en tu fe. Es posible que no obtengas el apoyo de tus padres, y desde luego tampoco sus bendiciones, porque crees en Dios y estás cumpliendo con el deber de un ser creado, pero da igual. No es relevante, no has perdido nada. Lo más importante es que cuando elegiste caminar por la senda de la fe en Dios y de cumplir con el deber de un ser creado, Él empezó a albergar expectativas y grandes esperanzas respecto a ti. Mientras vive en este mundo, si la gente se desvía de sus amigos y parientes, todavía es capaz de vivir bien. Ciertamente, las personas también pueden vivir con normalidad después de separarse de sus padres. Solo caen en la oscuridad cuando se apartan de la guía y bendiciones de Dios. Comparadas con las expectativas de Dios y Su guía, las expectativas de los padres son simplemente insignificantes y no merece la pena mencionarlas. Al margen de qué clase de persona esperan tus padres que seas o de la clase de vida que esperan que vivas a nivel emocional, no te guían por la senda correcta o la de la salvación. Por tanto, debes darle la vuelta a tu punto de vista, desprenderte de las expectativas de tus padres desde el fondo de tu corazón y a nivel emocional. No debes continuar asumiendo esta clase de carga ni sentirte culpable en absoluto respecto a tus padres porque hayas elegido cumplir con el deber de un ser creado. No has hecho nada para decepcionar a nadie. Elegiste seguir a Dios y aceptar Su salvación. Eso no es defraudar a tus padres, al contrario, deberían sentirse orgullosos y honrados de que hayas elegido desempeñar el deber de un ser creado y aceptar la salvación del Creador. Si no son capaces de ello, no son buenas personas. No merecen tu respeto, son incluso menos merecedores de tu piedad filial y, por supuesto, menos dignos aún de tu preocupación. ¿Acaso no es así? (Sí).

¿Qué clase de personas son las que más respeto merecen en este mundo? ¿Acaso no son aquellas que caminan por la senda correcta? ¿Qué significa aquí la “senda correcta”? ¿No significa eso perseguir la verdad y aceptar la salvación de Dios? ¿No son aquellos que caminan por la senda correcta personas que siguen y se someten a Dios? (Lo son). Si perteneces a esta clase de persona o te empeñas en serlo, y tus padres no te entienden e incluso te maldicen; si cuando estás débil, deprimido y perdido, no solo no te apoyan, te consuelan ni te animan, sino que a menudo te exigen que vuelvas para mostrarles piedad filial, ganar mucho dinero y para que los cuides, no los defraudes, les permitas compartir contigo el centro de atención y vivir una buena vida junto a ti, ¿acaso no se debería desechar a estos padres? (Sí). ¿Son dignos de tu respeto los padres así? ¿Merecen tu piedad filial? ¿Son dignos de que cumplas con tu responsabilidad hacia ellos? (No). ¿Por qué no? Porque sienten aversión por las cosas positivas, ¿no es ese un hecho? (Sí). Porque odian a Dios, ¿no es eso un hecho? (Sí). Porque desdeñan que camines por la senda correcta, ¿no es eso un hecho? (Sí). Desdeñan a la gente que participa en causas justas; se mofan de ti y te menosprecian porque sigues a Dios y cumples con tu deber. ¿Qué clase de padres son? ¿Acaso no se trata de unos padres despreciables y viles? ¿De unos padres egoístas y perversos? (Sí). El gran dragón rojo te ha puesto en la lista de los buscados y te ha cazado por tu fe en Dios, has estado huyendo, sin poder regresar a casa, e incluso hay quienes han tenido que marcharse al extranjero. Todos tus parientes, amigos y compañeros de clase dicen que eres un fugitivo, y a causa de estos rumores y chismes externos, tus padres creen que los has hecho sufrir injustamente y los has avergonzado. No solo no te entienden, no te apoyan ni empatizan contigo, no solo no les reprochan nada a aquellos que difunden esos rumores ni a los que te desprecian y discriminan, sino que tus padres también te odian, dicen las mismas cosas sobre ti que los que no creen en Dios y ostentan el poder. ¿Qué piensas de estos padres? ¿Son buenos? (No). Entonces, ¿os sigue pareciendo que estáis en deuda con ellos? (No). Si llamas de vez en cuando a tu familia, les parecerá lo mismo que recibir la llamada de un fugitivo. Pensarán que es una gran humillación y que no te atreves siquiera a regresar a casa, como una rata a la que están cazando. Les parecerá vergonzoso tenerte como hijo. ¿Son los padres así merecedores de respeto? (No). No son merecedores de respeto. Entonces, ¿cuál es la naturaleza de sus expectativas hacia ti? ¿Merece la pena que las tengáis en mente? (No). ¿Qué objetivo fundamental tienen esas expectativas? ¿De verdad quieren que camines por la senda correcta y acabes por obtener la salvación? Esperan que sigas las tendencias de la sociedad y progreses en la vida, anotarse tantos a su favor, que les brindes la oportunidad de afrontar el mundo con dignidad y que te conviertas en su orgullo y alegría. ¿Qué más? Quieren que compartas con ellos el centro de atención, comer y beber bien, llevar marcas buenas y colmarse de oro y plata. Quieren hacer cruceros de lujo y viajar a todos los países del globo. Si ascendieras en el mundo, tuvieras fama y dinero en este y compartieras con ellos el centro de atención, mencionarían tu nombre en todas partes y dirían: “Mi hijo es tal, mi hija es cual”. ¿Te mencionan ahora? (No). Caminas por la senda correcta, pero no te nombran para nada. Creen que no tienes nada de dinero y que estás en la miseria, que eres una vergüenza, y que mencionarte supondría avergonzarse a ellos mismos, así que ni te nombran. Por tanto, ¿qué objetivo albergan las expectativas de tus padres? Que compartas con ellos el centro de atención; no es simplemente por tu propio bien. Lo único que les hace felices es poder compartir contigo el centro de atención. Ahora que has regresado ante el Señor de la creación y has aceptado a Dios, Su salvación y Sus palabras, ahora que has asumido el deber de un ser creado y has emprendido la senda correcta en la vida, no ganan nada ni se benefician de ti, y sienten que han salido perdiendo al criarte. Es como si hubieran invertido en un negocio y registraran pérdidas. Por consiguiente, les invaden los remordimientos. Algunos padres afirman a menudo: “Criarte a ti es peor que criar a un perro, este al menos es muy amigable y menea la cola cuando ve a su amo. ¿De ti qué se puede esperar? Te pasas todo el día creyendo en Dios y cumpliendo con tu deber, no haces negocios, no te pones a trabajar, ni siquiera buscas un sustento seguro, y al final todos los vecinos han empezado a reírse de nosotros. ¿Qué he ganado contigo? No he obtenido ni una sola cosa buena de ti ni he compartido contigo el centro de atención”. Si siguieras las tendencias malvadas del mundo secular y te esforzaras por triunfar en él, probablemente tus padres te apoyarían, animarían y consolarían si sufrieras, enfermaras o te sintieras triste. Y sin embargo, no se sienten felices ni se alegran por el hecho de que creas en Dios y tengas una oportunidad de salvarte. Al contrario, te odian y te maldicen. Según su esencia, estos padres son tus enemigos y tus acérrimos adversarios, no pertenecen al mismo tipo de persona que tú ni caminan por la misma senda. Aunque en apariencia parecéis una familia, según tus esencias, tus búsquedas, tus preferencias, las sendas que sigues y las diversas actitudes con las que afrontas a las cosas positivas, a Dios y a la verdad, ellos no son la misma clase de persona que tú. Por tanto, por mucho que digas: “Tengo esperanzas de salvación. He emprendido la senda correcta en la vida”, permanecerán inamovibles y no estarán contentos ni se alegrarán por ti. En su lugar, se sentirán avergonzados. A nivel emocional, estos padres son tu familia, pero en base a tu esencia-naturaleza no lo son, sino que son tus enemigos. Piénsalo, si los hijos llevan regalos y dinero cuando van a casa y permiten a sus padres comer bien y vivir en un lugar bonito, estos van a estar encantados, tan contentos que no sabrán ni qué decir. En su corazón, no pararán de afirmar: “Mi hijo es tan maravilloso, mi hija es tan estupenda. Criarlo y amarlo no ha sido en vano. Es sensato, sabe mostrarnos piedad filial y ocupamos un lugar en su corazón. Es un buen hijo o hija”. Digamos que te presentas en casa con las manos vacías, sin comprar nada, porque crees en Dios y cumples con tu deber. Supongamos que compartes la verdad con tus padres, les hablas de las palabras de Dios y les dices que has emprendido la senda de perseguir la verdad. Su pensamiento más inmediato será: “¿De qué estás hablando? No te entiendo. Te he criado todos estos años y no has cumplido ninguna de mis expectativas. Ya que al fin vienes a visitarnos, al menos podrías habernos regalado un par de calcetines o algo de fruta. No has traído nada, vienes con las manos vacías”. Lo que tus padres no van a decir es: “Al oírte hablar de estas cosas, me doy cuenta de que has cambiado mucho. Antes eras joven y arrogante, pero ahora estás muy diferente. Soy consciente de que todo eso de lo que hablas es importante. Has hecho progresos. Eres prometedor y hay esperanzas; eres capaz de caminar por la senda correcta, de seguir a Dios y ganar la salvación. Eres un buen chico. Lo has pasado mal ahí fuera, debería prepararte algo rico para comer. Tenemos unos cuantos pollos y normalmente no queremos matarlos, preferimos comernos los huevos. Pero ahora que estás en casa, mataré uno y te prepararé un poco de sopa de pollo. Acertaste al elegir esta senda, podrás obtener la salvación. ¡Me alegro tanto por ti! Te he echado mucho de menos estos años. Aunque no hemos hablado, ahora has venido a visitarnos y eso me tranquiliza. Has crecido. Eres más maduro y sensato que antes. Todo lo que dices y haces es apropiado”. Al ver a su hijo caminar por la senda correcta y poseer los pensamientos y puntos de vista adecuados, los padres también se pueden beneficiar y ampliar su conocimiento. Ya que su hijo es capaz de cumplir con un deber y perseguir la verdad, estos padres deberían apoyarlo. Si en el futuro su hijo obtiene la salvación y entra en el reino, si sus actitudes satánicas y corruptas ya no le perjudican, eso sería maravilloso. Aunque sus padres son viejos, lentos a la hora de comprender la verdad y no entienden del todo tales asuntos, les parece que: “Mi hijo sabe caminar por la senda correcta, eso está bien. Es un buen hijo. ¡Ningún alto cargo público ni ninguna suma de dinero son tan buenos ni tan valiosos como esto!”. Decidme, ¿son buenos padres? (Sí). ¿Merecen respeto? (Sí). Son dignos de tu respeto. Entonces, ¿cómo puedes mostrárselo? Deberías orar por ellos en tu corazón. Si creen en Dios, deberías orar para que Él los guíe y los conserve, para que puedan mantenerse firmes en su testimonio durante las pruebas y la tentación. Si no creen en Dios, deberías respetar su decisión y esperar que lleven una vida estable, que no hagan nada malo y que cometan menos acciones malvadas. Entonces, en el mejor de los casos, sufrirán un castigo más pequeño cuando mueran. Además, deberías hacer todo lo posible por hablar sobre algunas cosas y pensamientos y puntos de vista positivos. A esto se le llama respeto, y también se la puede considerar la mejor clase de piedad filial y el mejor cumplimiento de tus responsabilidades. ¿Puedes lograrlo? (Sí). En los ámbitos espiritual y psicológico, anímalos y apóyalos. En el plano físico, mientras los acompañes en casa, haz todo lo posible para ayudarlos a realizar un poco de trabajo y a compartir algunas cosas que entiendas y que tus padres sean capaces de comprender. Ayúdalos a que se lo tomen con calma, a que no se cansen demasiado, a que no se preocupen en exceso por las finanzas ni otros asuntos, y a que dejen que todo siga su curso. A esto se le llama respeto. Trata a tus padres como personas buenas y decentes, cumple un poco con tus responsabilidades hacia ellos, muéstrales un poco de piedad filial y encárgate de algunas de las obligaciones que tienes para con ellos. A esto se le llama respeto. Solo aquellos padres que entienden y apoyan tu fe en Dios de esta manera son dignos de él. Salvo estos, ningunos otros son dignos de respeto. Además de querer que ganes dinero, desean que progreses en el mundo, que te labres un nombre y hagas esto o aquello. Se trata de padres que no se ocupan de sus propios asuntos y no merecen respeto.

Ahora todos entendéis qué es desprenderse de las expectativas de los padres y sois capaces de conseguirlo. ¿De qué otras cosas no podéis desprenderos? En lo que respecta a las vidas de tus padres o a ellos mismos, ¿qué cosas te importan más? Es decir, ¿de cuáles os resulta más complicado separaros o desprenderos a un nivel emocional? “Tus padres no son tus acreedores; tus padres no son los amos de tu vida ni de tu destino”; ¿acaso básicamente no hemos terminado ya de hablar sobre este tema? ¿Lo entendéis? (Sí). Tus padres no son tus acreedores, es decir, no deberías andar siempre considerando cómo retribuirlos solo porque pasaran tanto tiempo criándote. Si no puedes retribuirles, si no surge la oportunidad o las circunstancias adecuadas para hacerlo, siempre te sentirás triste y culpable, hasta tal punto que incluso te entristecerá ver a alguien que tenga piedad filial con sus padres, que los cuide o se la demuestre con hechos. Dios ordenó que tus padres te criaran, que te capacitaran para convertirte en adulto, no para que tuvieras que pasarte la vida retribuyéndoles. Cuentas con responsabilidades y obligaciones que debes cumplir en esta vida, con una senda que debes tomar, y tienes tu propia vida, durante la cual no debes dedicar todas tus energías a retribuir la gentileza de tus padres. Se trata de algo que te acompaña en la vida y en la senda de esta. En cuanto a la humanidad y a las relaciones afectivas, es algo que resulta inevitable. Sin embargo, en cuanto a qué clase de relación estáis destinados a tener tú y tus padres, si vais a ser capaces de vivir juntos lo que quede de vida, o si os vais a separar y el destino no os ha unido, eso depende de las instrumentaciones y arreglos de Dios. Si Él ha instrumentado y arreglado que te halles en un lugar diferente a tus padres durante esta vida, que estés muy lejos de ellos y a menudo no podáis vivir juntos, entonces desempeñar tus responsabilidades hacia ellos es, para ti, una especie de aspiración. Si Dios ha dispuesto que vivas muy cerca de tus padres en esta vida y puedas permanecer a su lado, entonces te corresponde en esta vida cumplir un poco con tus responsabilidades hacia ellos y mostrarles algo de piedad filial; nada de esto es criticable. Sin embargo, si te encuentras en un lugar diferente a tus padres y no se te presenta la oportunidad o las circunstancias adecuadas para mostrarles piedad filial, no debes considerarlo algo vergonzoso. No debes avergonzarte de enfrentarte a tus padres porque seas incapaz de mostrarles piedad filial, es solo que tus circunstancias no lo permiten. Como hijo, deberías entender que tus padres no son tus acreedores. Hay muchas cosas que has de hacer en esta vida, y todas ellas le corresponden a un ser creado, el Señor de la creación te las ha encomendado y no tienen nada que ver con retribuirles a tus padres su gentileza. Mostrarles piedad filial, retribuirles y devolverles su gentileza son cosas que no tienen nada que ver con tu misión en la vida. También se puede decir que no es necesario mostrarles piedad filial a tus padres, retribuirles o cumplir con ninguna de tus responsabilidades hacia ellos. En palabras sencillas, puedes dedicarte un poco a eso y al mismo tiempo desempeñar alguna de tus responsabilidades si las circunstancias lo permiten. Cuando no sea así, no hace falta que te empeñes en ello. Si no puedes desempeñar tu responsabilidad de mostrarle piedad filial a tus padres, tampoco es una calamidad, solo contradice levemente tu conciencia, tu moral y tus nociones humanas. Pero al menos no va en contra de la verdad y Dios no te condenará por ello. Cuando entiendas la verdad, tu conciencia no recibirá ningún reproche por este motivo. ¿No gana en estabilidad vuestro corazón ahora que habéis entendido este aspecto de la verdad? (Sí). Hay quien dice: “Aunque Dios no me va a condenar, sigo sin superar esto en mi conciencia y me siento inestable”. Si este es tu caso, entonces tu estatura es demasiado pequeña y no has entendido ni desentrañado la esencia de este asunto. No entiendes el destino del hombre ni la soberanía de Dios y no estás dispuesto a aceptar Su soberanía ni tampoco Sus arreglos. Siempre posees voluntad humana y sentimientos propios, y estas cosas te impulsan y dominan: se han convertido en tu vida. Si eliges la voluntad humana y tus sentimientos, entonces no has elegido la verdad y no estás practicándola ni sometiéndote a ella. Si esa es tu elección, estás traicionando la verdad. Está claro que tanto tus circunstancias como el entorno no permiten que muestres piedad filial hacia tus padres, pero siempre piensas: “Tengo una deuda con ellos. No les he mostrado piedad filial. Llevan muchos años sin verme. Me han criado para nada”. En el fondo de tu corazón, no eres nunca capaz de desprenderte de tales cosas. Esto evidencia que no aceptas la verdad. En lo relativo a la doctrina, reconoces que las palabras de Dios son correctas, pero no las aceptas como la verdad ni las tomas como los principios de tus acciones. Así que, cuanto menos, en lo que respecta a cómo tratas a tus padres, no eres alguien que persigue la verdad. Esto se debe a que no actúas con base en ella en este asunto, no practicas según las palabras de Dios, en su lugar solo satisfaces tus necesidades emocionales y las de tu conciencia, quieres mostrar piedad filial a tus padres y retribuir su gentileza. Aunque Dios no te condena por hacer esta elección y es solo tuya, al final el que pierde, sobre todo en lo referente a la vida, eres tú. Siempre permaneces ligado a este asunto, siempre piensas que te avergüenza demasiado enfrentarte a tus padres, que no has retribuido su gentileza. Un día, cuando Dios perciba que tu deseo de devolver la gentileza de tus padres es demasiado grande, Él dará un paso adelante, instrumentará un entorno para ti y entonces podrás irte a casa. ¿No crees que tus padres están por encima de todo lo demás, incluida la verdad? A fin de mostrarles piedad filial y satisfacer las necesidades de tu conciencia y tus sentimientos, prefieres perder a Dios, abandonar la verdad y la oportunidad de obtener la salvación. Bueno, está bien, esa es tu elección. Dios no te condenará por ello. Él instrumentará un entorno para ti, te tachará de Su lista y te abandonará. Si eliges volver a casa para mostrarle piedad filial a tus padres en lugar de cumplir con tu deber, estás escapando y huyendo del deber que Dios te ha encomendado, estás renunciando a Su comisión y a las expectativas que Dios tiene hacia ti, al deber que Él te ha confiado, y estás abandonando tu oportunidad de cumplirlo. Si te vas a casa para reunirte con tus padres, para satisfacer las necesidades de tu conciencia y sus expectativas, muy bien, esa es una elección posible. Si de verdad no puedes desprenderte de tus padres, puedes tomar la iniciativa de alzar la mano y decir: “Los echo demasiado de menos. Me remuerde la conciencia a diario, soy incapaz de satisfacer mis sentimientos y me duele en el corazón. Los extraño y no paro de pensar en ellos. Si no vuelvo para mostrarles piedad filial a mis padres en esta vida, temo que ya no vaya a tener otra oportunidad. Me da miedo arrepentirme después”. Entonces te puedes ir a casa. Si tus padres son para ti el cielo y la tierra, si son más grandes que tu propia vida, si lo son todo para ti, entonces puedes elegir no desprenderte de ellos. Nadie va a obligarte. Puedes elegir irte a casa para mostrar piedad filial y acompañarlos, para permitirles vivir una buena vida y retribuir su gentileza. Sin embargo, tienes que pensarlo bien. Si hoy tomas esta decisión y al final pierdes la ocasión de alcanzar la salvación, luego solo te quedará asumir el desenlace. Nadie puede cargar con semejante consecuencia en tu nombre, debes acarrearla tú solo. ¿Lo entiendes? (Sí). Si prefieres renunciar a la oportunidad de cumplir con tu deber y de alcanzar la salvación, solo para que tus padres sean tus acreedores y poder saldar tu deuda con ellos, eso es elección tuya. Nadie te obliga. Supongamos que alguien en la iglesia hace una petición, dice: “Es muy duro vivir lejos de casa. Echo demasiado de menos a mis padres. No puedo desprenderme de ellos en mi corazón. Sueño con ellos a menudo. En mi mente y mi corazón solo soy capaz de pensar en sus sombras y me siento cada vez más culpable por todo lo que han hecho por mí. Ahora que se hacen mayores, soy más consciente de lo difícil que es para los padres criar a un hijo, y de que debería retribuírselo, brindarles algo de alegría y consuelo estando presente durante lo que les queda de vida. Prefiero renunciar a mi ocasión de salvarme para poder ir a casa y mostrarles piedad filial”. Dado el caso, pueden remitir una solicitud que diga: “Informo de que tengo la intención de irme a casa para mostrarles piedad filial a mis padres. No quiero cumplir con mi deber”. La iglesia debería aprobarla, y no hace falta que nadie obre en ellos ni hable con ellos. Decirles cualquier cosa más sería una necedad. Cuando la gente no entiende nada de nada, puedes hablarles un poco más y compartirles la verdad hasta que quede clara. Si no has hablado con claridad sobre ello y terminan tomando una elección incorrecta, entonces tú eres el responsable. Sin embargo, si entienden todo en términos de doctrina, entonces no hace falta que nadie obre en ellos. Es como dicen algunos: “Lo entiendo todo, no hace falta que me digas nada”. Perfecto, no hace falta que malgastes saliva en eso, puedes ahorrarte problemas. Deberías permitir a la gente así regresar a casa de inmediato. En primer lugar, no los detengas, en segundo, apóyalos; y en tercero, ofréceles algo de consuelo y ánimo, diles: “Vete a casa y muestra a tus padres algo de piedad filial. No los enfades ni los disgustes. Si quieres mostrarles piedad filial y retribuirles, debes ser un hijo filial. Sin embargo, que no te invadan los remordimientos si al final no puedes alcanzar la salvación. Que tengas buen viaje, ¡espero que todo vaya bien!”. ¿De acuerdo? (Sí). Si alguien quiere irse a casa a mostrar piedad filial a sus padres, eso está bien, no deberían contenerse. Cumplir con el deber es voluntario y nadie puede insistir en que lo hagas. No se te va a condenar por no cumplir con el deber. Si lo cumples, ¿es seguro que vayas a lograr la salvación? No necesariamente. Se trata solo de una cuestión de la actitud que tengas hacia el cumplimiento del deber. Entonces, ¿se te destruirá si no cumples con el deber? Nadie ha dicho eso. En cualquier caso, tus esperanzas de salvación probablemente desaparezcan. Hay quien dice: “¿Es algo bueno o malo mostrarles piedad filial a tus padres?”. No lo sé. Si quieres mostrarles piedad filial, entonces hazlo. No vamos a valorarlo, no serviría de nada. Es una cuestión de humanidad y sentimientos. El tema es elegir tu método de existencia. No tiene nada que ver con la verdad. Quien quiera ir a casa y mostrar piedad filial a sus padres puede decidir hacerlo libremente. La casa de Dios no va a insistirles para que se queden ni tampoco va a interferir. Ni los líderes de la iglesia ni los que los rodean deberían impedirles volver a casa. Lo mejor sería no obrar en esta clase de personas ni compartir la verdad con ellas. Si quieres irte a casa, vete. Todo el mundo se va a despedir de ti, se comerán contigo unas bolas de masa hervida y te desearán un buen viaje.

Las mayores expectativas que tienen los padres hacia sus hijos son, por una parte, que tengan una buena vida y, por otra, que permanezcan a su lado y los cuiden cuando sean mayores. Por ejemplo, si un padre o madre se pone enfermo o se topa con dificultades en la vida, espera que sus hijos puedan ayudarlo a disipar sus preocupaciones y dificultades, y a compartir su carga. Confía en que permanezcan a su lado cuando deje este mundo, para así poder volver a verlos una última vez. En general, estas son las dos expectativas principales que los padres tienen hacia sus hijos, y es difícil desprenderse de ellas. Si los padres de alguien se ponen enfermos o se encuentran en dificultades y esa persona no recibe noticias al respecto, es posible que todo se resuelva sin su intervención. Sin embargo, si es conocedor de esa circunstancia, lo normal es que le resulte muy difícil superarla, en especial si la enfermedad es grave. En esos momentos es incluso más complicado para la gente desprenderse. Cuando sientes en el fondo de tu corazón que tus padres siguen en las mismas condiciones físicas, vitales y laborales que hace diez o veinte años, que pueden cuidarse solos y llevar una vida normal, que siguen saludables, jóvenes y fuertes, y por tanto te da la impresión de que no te necesitan, no te preocuparás demasiado por ellos en tu corazón. Sin embargo, cuando te enteras de que tus padres son unos ancianos con el cuerpo debilitado y necesitan a alguien que cuide de ellos y los acompañe, si te hallas en otro lugar, lo más probable es que te afecte y te disguste saberlo. Algunas personas incluso abandonan sus deberes y quieren ir a casa a visitar a sus padres. Otros, más sentimentales, hacen elecciones incluso más irracionales, dicen: “Si pudiera, les daría diez años de mi vida a mis padres”. Hay quienes insisten en buscarles bendiciones. Les compran toda clase de productos saludables y suplementos nutricionales, y cuando se enteran de que están gravemente enfermos, no pueden evitar verse atrapados en sus sentimientos, desean apresurarse a acudir de inmediato a su lado. Hay quien dice: “Estaría incluso dispuesto a enfermar en lugar de mis padres”, sin considerar el deber que deberían cumplir e ignorando la comisión de Dios. Por tanto, en estas circunstancias, es muy probable que la gente se vuelva débil y caiga en la tentación. ¿Llorarías al enterarte de la noticia de que tus padres han caído gravemente enfermos? En concreto, algunas personas reciben cartas de casa diciendo que el médico les ha dado un último aviso. ¿Qué significa “un último aviso”? Esta frase es fácil de interpretar. Significa que los padres de esta gente morirán en pocos días. En un momento así, pensarías: “Mis padres solo tienen cincuenta y tantos años. Esto no debería estar pasando. ¿Qué enfermedad tienen?”. Y cuando la respuesta es “cáncer”, pensarás de inmediato: “¿Cómo lo han contraído? Me he pasado fuera todos estos años, me han echado de menos y sus vidas son muy duras, ¿por eso les ha entrado esa enfermedad?”. Te apresurarás a atribuirte a ti mismo toda la culpa: “La vida de mis padres es muy dura y yo no los he ayudado a compartir su carga. Me han echado de menos y se han preocupado por mí, y no he permanecido a su lado. Los he decepcionado y les he hecho sufrir el dolor de echarme de menos todo este tiempo. Mis padres pasaron mucho tiempo criándome, ¿y todo para qué? ¡Lo único que he conseguido es hacerlos sufrir!”. Mientras más lo pensaras, más te parecería que los has decepcionado y que estás en deuda con ellos. Entonces pensarías: “No, eso no está bien. Creo en Dios, cumplo con el deber de un ser creado y completo la comisión de Dios. No he decepcionado a nadie”. Pero luego considerarías: “Mis padres son muy mayores y no tienen a ningún hijo a su lado para que cuide de ellos. ¿Qué sentido tuvo criarme entonces?”. No pararías de darle vueltas, incapaz de superarlo por mucho que pensaras en ello. No solo llorarías, además te precipitarías en los enredos más profundos de tus sentimientos hacia tus padres. ¿Resulta fácil desprenderse en estas circunstancias? Dirías: “Mis padres me engendraron y me criaron. No esperaban de mí que me hiciera rico ni me pidieron nada excesivo. Lo único que requerían de mí es que permaneciera a su lado cuando enfermaran y me necesitaran, que los acompañara y aliviara su sufrimiento. ¡Ni siquiera he hecho eso!”. Llorarías desde que te enteraras del estado crítico de tus padres hasta el día de su muerte. ¿Os pondríais tristes si os vierais en esta clase de situación? ¿Lloraríais? ¿Derramaríais lágrimas? (Sí). En ese momento, ¿flaquearían tu determinación y tu afán? ¿Sentirías el impulso de acudir de manera precipitada e imprudente junto a tus padres? ¿Pensarías, en el fondo de tu corazón, que fuiste un ingrato indiferente y que tus padres te criaron para nada? ¿Seguirías sintiendo vergüenza al enfrentarte a tus padres? ¿Seguirías recordando la gentileza que te demostraron al criarte y lo buenos que fueron contigo? (Sí). ¿Renunciarías a tu deber? ¿Intentarías hacer todo lo posible para que tus amigos o tus hermanos y hermanas te informaran de las últimas novedades acerca de tus padres? Todo el mundo expresaría estas manifestaciones, ¿no es así? Entonces, ¿es un asunto fácil de resolver? ¿Cómo debes entender tales cuestiones? ¿Cómo deberías contemplar el asunto de la enfermedad o cualquier tipo de gran desgracia que les ocurra a tus padres? Si puedes desentrañar esto, serás capaz de desprenderte de ello. Si no, pues no podrás. Piensas siempre que todo lo que tus padres han sufrido y afrontado guarda relación contigo, y que deberías compartir tales cargas; siempre te echas la culpa, siempre crees que estas cosas tienen algo que ver contigo, siempre quieres involucrarte. ¿Es acertada esta idea? (No). ¿Por qué? ¿Cómo deberías contemplar estos temas? ¿Qué manifestaciones resultan normales? ¿Cuáles son anormales, irracionales y no están de acuerdo con la verdad? Hablemos primero de las manifestaciones normales. A la gente la engendran sus padres; son carne y poseen sentimientos. Los sentimientos forman parte de la humanidad y nadie puede evitarlos. Todo el mundo los tiene, incluso los animales pequeños, por no mencionar a las personas. Sin embargo, algunas poseen sentimientos un poco más fuertes y otras más débiles. No importa cuáles sean las circunstancias, todo el mundo los tiene. Ya provengan de sus sentimientos, de su humanidad o de su racionalidad, cualquiera se apenaría al oír que sus padres han caído enfermos, que se han encontrado con algún grave infortunio o un padecimiento. A todo el mundo le supondría un disgusto. Es muy normal que suceda, es el instinto humano, algo que la gente posee en su humanidad y sus sentimientos. Es muy natural que esto se manifieste en los individuos. Cuando sus padres caen gravemente enfermos o se encuentran con una gran desgracia, resulta muy común que una persona esté triste, llore o se sienta reprimida, que busque maneras de resolver los problemas y comparta la carga con sus padres. Para algunos, esto afectará incluso a su cuerpo, no podrán siquiera comer, sentirán un nudo en el estómago y se pasarán el día con el ánimo decaído. Se trata por entero de una manifestación de las emociones, y es muy normal. Nadie debería criticarte por ellas, no deberías tratar de evitarlas y desde luego tampoco aceptar que nadie te censure por dichas manifestaciones. Tenerlas es una evidencia de que tus sentimientos hacia tus padres son auténticos y que eres alguien que posee sentido de la conciencia, una persona normal y corriente. Nadie debería criticarte por albergar tales efusiones o necesidades emocionales. Todas estas manifestaciones quedan en el ámbito de la racionalidad y la conciencia. Entonces, ¿cuáles no son normales? Las manifestaciones anormales son aquellas que van más allá de la racionalidad. Se producen cuando las personas se vuelven impulsivas una vez que le suceden cosas semejantes, y desean abandonarlo todo de inmediato para regresar al lado de sus padres, se echan toda la culpa a sí mismas y abandonan los ideales, las aspiraciones y la determinación que poseían, e incluso los juramentos que hicieron ante Dios. Estas manifestaciones son anormales y exceden a la razón, ¡son demasiado impulsivas! Cuando la gente elige una senda, no puede elegir la correcta y adecuada en un ataque de impulsividad. El hecho de que elijas caminar por la senda de cumplir con un deber y de desempeñar el que corresponde a un ser creado no es un tema simple, y es algo que no se puede sustituir por nada. Desde luego no es una elección que se pueda hacer en un ataque de impulsividad. Además, esta es la senda correcta; no deberías cambiar tu decisión de caminar por la senda correcta en la vida a causa de los entornos, personas, acontecimientos y cosas que te rodean. Esta es la racionalidad que debes poseer. Ya se trate de tus padres o de cualquier tipo de cambio significativo no debería afectar a lo más importante, que es cumplir con el deber de un ser creado. Este es un aspecto. Otro es que, en lo que respecta a que tus padres contraigan una enfermedad, cuándo empiezan a sufrir a causa de ella y las consecuencias que acarrea, ¿estamos hablando de cosas sobre las que tengas capacidad de decisión? Es posible que digas: “Tal vez esto haya sucedido porque no fui un buen hijo. Si hubiera pasado estos años ganando dinero y trabajando con esmero, si me fuera bien económicamente, podrían haberse tratado antes de su enfermedad y no hubiera empeorado tanto. Esto sucede porque no he sido un buen hijo”. ¿Es un pensamiento adecuado? (No). Si alguien tiene dinero, ¿significa eso necesariamente que va a poder comprar salud y evitar caer enfermo? (No). ¿Acaso la gente rica del mundo nunca se pone enferma? Desde el momento en que una persona siente que está cayendo enferma hasta que sucede y acaba muriendo, todo lo predestina Dios. ¿Cómo iba a decidir nadie algo así? ¿Cómo iba a designarlo la cantidad de dinero que tengas? ¿Cómo podría decidirlo el entorno de alguien? Todo esto lo determinan la soberanía y los arreglos de Dios. Por tanto, no hace falta que analices o investigues más de lo necesario el asunto de que tus padres se pongan gravemente enfermos o sufran un serio infortunio, y desde luego no deberías dedicarle tus energías, pues no serviría de nada. Que la gente nazca, se haga mayor, enferme, muera y se encuentre con diversos asuntos grandes y pequeños en la vida es de lo más normal. Si eres adulto, tu manera de pensar ha de ser madura, y deberías abordar este tema con calma y corrección. “Mis padres están enfermos. Algunos dicen que es porque me echaban mucho de menos, ¿es eso posible? Desde luego que me han echado de menos, ¿cómo iba una persona a no echar de menos a su propio hijo? Yo también a ellos, ¿por qué no me he puesto enfermo entonces?”. ¿Enferma la gente por echar de menos a sus hijos? No. Entonces, ¿qué sucede cuando tus padres se encuentran con estas cuestiones tan significativas? Lo único que se puede decir es que Dios ha instrumentado esto en sus vidas. Ha sido la mano de Dios; no te puedes centrar en razones ni causas objetivas, tus padres se iban a encontrar con esta situación cuando llegaran a esta edad, la enfermedad iba a afectarles, así estaba previsto. ¿Lo habrían evitado si hubieras estado allí? Si Dios no hubiera dispuesto que enfermar fuera parte de su destino, entonces nada les habría ocurrido, aunque no hubieras estado con ellos. Si su destino era verse en esta clase de gran infortunio en sus vidas, ¿qué efecto habría tenido tu presencia junto a ellos? No hubieran podido evitarlo de todos modos, ¿verdad? (Cierto). Piensa en aquellos que no creen en Dios, ¿acaso no están esas familias siempre juntas, año tras año? Cuando los padres se topan con un gran infortunio, los miembros de su extensa familia y sus hijos están todos junto a ellos, ¿verdad? Cuando enferman o empeoran de sus dolencias, ¿se debe a que sus hijos los han abandonado? No, es algo que está destinado a ocurrir. Lo que sucede es que, al ser tú su hijo y tener este lazo sanguíneo con tus padres, te disgustas al enterarte de que están enfermos, mientras que a los demás no les afecta en absoluto. Todo esto es muy normal. Sin embargo, que tus padres se hayan topado con una gran desgracia de este tipo no significa que te haga falta analizar e investigar cómo deshacerte de ella o resolverla, ni que lo consideres. Tus padres son adultos, se han encontrado con esto unas cuantas veces en la sociedad. Si Dios dispone un entorno para que se deshagan de este asunto, tarde o temprano, desaparecerá por completo. Si supone un obstáculo para ellos en la vida y deben experimentarlo, entonces Dios decide cuánto tiempo deberán hacerlo. Es algo que deben experimentar y no pueden evitar. Si deseas resolver este asunto sin que nadie te ayude, si pretendes analizarlo e investigar su origen, sus causas y consecuencias, pensar de esa manera es una necedad. No sirve de nada y es superfluo. No deberías hacer cosas como analizar, investigar y llamar a tus compañeros de clase y amigos para que te ayuden, contactar con un hospital para tus padres, conseguirles los mejores médicos o la mejor cama posible en el hospital; no hace falta que te devanes los sesos en nada de eso. Si de verdad te sobra algo de energía, deberías aplicarla en hacer un buen trabajo en el deber que se prevé que ahora has de cumplir. Tus padres tienen su propio destino. Nadie puede escapar de la edad a la que se supone que debe morir. Tus padres no son los amos de tu destino, y del mismo modo tú no eres el amo del destino de tus padres. Si algo está destinado a ocurrirles, ¿qué puedes hacer tú al respecto? ¿Qué consigues poniéndote nervioso y buscando soluciones? Nada en absoluto, pues depende de las intenciones de Dios. Si Él quiere llevarse a tus padres y permitirte así cumplir con tu deber sin molestias, ¿puedes interferir en ello? ¿Puedes discutir las condiciones con Dios? ¿Qué debes hacer en ese momento? Devanarte los sesos para encontrar soluciones, investigar, analizar, culparte a ti mismo y avergonzarte a la hora de enfrentarte a tus padres: ¿son estos los pensamientos y las acciones que debe tener una persona? Todas ellas son manifestaciones de una falta de sumisión a Dios y a la verdad; son irracionales, imprudentes y una muestra de rebeldía contra Él. La gente no debería expresar tales manifestaciones. ¿Lo entendéis? (Sí).

Hay quien dice: “Sé que no debería analizar ni investigar la cuestión de que mis padres caigan enfermos o les suceda un gran infortunio, que hacerlo no vale de nada y que debería abordarlo conforme a los principios-verdad, pero no puedo contenerme y lo acabo por analizar e investigar”. Por tanto, resolvamos el problema de la contención, de modo que ya no tengas que refrenarte. ¿Cómo se consigue esto? En esta vida, aquellos que tienen un cuerpo saludable comienzan a experimentar síntomas de la vejez al llegar a los cincuenta o sesenta años. Sus huesos y músculos se deterioran, pierden fortaleza, no pueden dormir bien ni comer mucho, tampoco tienen energía suficiente para trabajar, leer o realizar cualquier tipo de tarea. En ellos afloran dolencias de todo tipo, como hipertensión, diabetes, enfermedades cardíacas, cardiovasculares, cerebrovasculares, etcétera. En cuanto a aquellos que están algo más sanos, aunque presenten síntomas de vejez, pueden hacer cuanto necesiten, y vivir y trabajar con normalidad. Eso está bastante bien. Respecto a aquellos que están menos sanos, los síntomas influyen en su trabajo y su vida normales, y a veces tienen que acudir al hospital para una cita médica. Algunos se resfrían o sufren dolores de cabeza; a otros les da enteritis o diarrea, y requieren reposo en cama durante dos días cada vez que sufren un brote. Hay gente con hipertensión que se marea tanto que no puede caminar, conducir o alejarse mucho de casa. Otros tienen además incontinencia urinaria, no les conviene salir, así que rara vez viajan con sus parientes y amigos. Cierta gente siempre tiene reacciones alérgicas cuando come. Otra no duerme bien y le resulta imposible hacerlo en lugares con ruido; en cuanto se muda a otro sitio, le cuesta todavía más conciliar el sueño. Todas estas cosas tienen un impacto muy profundo en las vidas y el trabajo de tales personas. Incluso hay algunas que no pueden trabajar más de tres o cuatro horas seguidas. Y existen también casos más graves, de personas que se convierten en enfermas terminales a los cincuenta o sesenta años, ya sea de cáncer, diabetes, cardiopatía reumática, demencia o párkinson, etcétera. Bien sea la causa de estas enfermedades aquello que comen o los entornos, el aire o el agua contaminados, la ley carnal del hombre sentencia que, una vez que las mujeres llegan a los cuarenta y cinco años y los hombres a los cincuenta, sus cuerpos se deterioran paulatinamente. Aseguran a diario que sienten molestias en una determinada zona y que aquella otra les duele, van a un chequeo médico y resulta ser cáncer terminal. El médico les acaba diciendo: “Vete a casa, esto no tiene cura”. Todo el mundo va a tener que afrontar estas enfermedades carnales. Hoy son ellos, mañana seréis vosotros y nosotros. Conforme a la edad y en orden secuencial, todo el mundo nace, envejece, cae enfermo y muere; de la juventud pasa a la vejez, de la vejez a la enfermedad, y de esta a la muerte. Es la ley. Es solo que cuando te enteras de que tus padres se han puesto enfermos, al tratarse de las personas más cercanas a ti, por las que más te preocupas y las que te criaron, serás incapaz de superar el obstáculo de tus sentimientos, y pensarás: “No siento nada cuando mueren los padres de los demás, pero los míos no pueden ponerse enfermos porque eso me entristecería. Soy incapaz de soportarlo, me duele en el corazón, ¡no puedo sobrellevar mis sentimientos!”. Por el mero hecho de ser tus padres, crees que no deberían envejecer ni ponerse enfermos, y que sin duda no deberían morir; ¿tiene eso algún sentido? Ninguno, y no es una verdad. ¿Lo entendéis? (Sí). Todo el mundo va a enfrentarse al envejecimiento y la enfermedad de sus padres y, en algunos casos graves, incluso a padres inmovilizados en la cama o a otros que se han sumido en estados vegetativos. Los padres de algunos tienen hipertensión, una parálisis parcial, ataques cerebrales o hasta contraen una enfermedad grave y mueren. Todo el mundo será testigo en primera persona o se enterará del proceso de envejecimiento de sus padres, de cómo se ponen enfermos y luego mueren, o verá cómo sucede todo esto. Es solo que alguna gente se entera antes, cuando sus padres andan por la cincuentena. Otros conocen esta noticia cuando sus padres tienen más de sesenta años, y en otros casos sucede cuando rondan los ochenta, noventa o cien. Sin embargo, no importa cuándo te enteres de esto, como hijo o hija, tarde o temprano aceptarás este hecho. Si eres adulto, deberías demostrar madurez de pensamiento y la actitud correcta respecto al hecho de que las personas nacen, envejecen, se ponen enfermas y mueren, y no ser impulsivo. Deberías ser capaz de soportar el descubrir que tus padres están enfermos o que han recibido el aviso del hospital de que están en estado crítico. Nacer, envejecer, enfermar y morir son cosas que cualquiera debe aceptar, ¿en qué te fundamentas para no ser capaz de soportarlo? Esta es la ley que Dios ha ordenado para el nacimiento y la muerte del hombre, ¿por qué quieres infringirla? ¿Por qué no la aceptas? ¿Qué intención tienes? No quieres dejar morir a tus padres, no quieres vivir según la ley de nacer, envejecer, enfermar y morir que ha establecido Dios, quieres impedir que enfermen y mueran, ¿en qué los convertiría eso? ¿No serían como de plástico? ¿Serían todavía personas? Por tanto, has de aceptar este hecho. Antes de oír la noticia de que tus padres están envejeciendo, que se han puesto enfermos y han muerto, debes prepararte para ello en tu corazón. Un día, tarde o temprano, toda persona se hace mayor, se debilita y muere. Dado que tus padres son gente normal, ¿por qué no van a experimentar este obstáculo? Han de hacerlo, y tú debes abordarlo correctamente. ¿Se ha resuelto este asunto? ¿Puedes ocuparte ahora de tales cosas de manera racional? (Sí). Entonces, cuando tus padres se pongan gravemente enfermos o les suceda un gran infortunio en el futuro, ¿cómo lo vas a abordar? También está mal ignorarlo y la gente dice: “¿Acaso eres una rana o una serpiente? ¿Cómo puedes tener la sangre tan fría?”. Como persona normal que eres, deberías reaccionar. Debería haber una reflexión: “Mis padres han tenido una vida dura y han contraído esta enfermedad a una edad temprana. No han disfrutado de ninguna bendición y no se han esmerado en su fe en Dios. Así ha sido su vida. No han entendido nada, no han caminado por la senda correcta ni perseguido la verdad. Solo han dejado que transcurran los días. No hay ninguna diferencia entre ellos y los animales; no se diferencian de las vacas o los caballos viejos. Ahora que están gravemente enfermos, tendrán que apañárselas solos, pero espero que Dios pueda disminuir algo su sufrimiento”. Ora por ellos en tu corazón, con eso basta. ¿Qué puede hacer una persona cualquiera? Si no estás con tus padres, nada; y aunque te encuentres a su lado, ¿qué puedes hacer? ¿Cuántos han visto en primera persona a sus padres pasar de la juventud a la vejez, de la vejez a contraer diversas enfermedades, de esto a que fracase el tratamiento médico, a que luego se certifique su muerte y los lleven a la morgue? No son pocos. Todos estos hijos se quedan con sus padres, pero ¿qué pueden hacer? Nada, solo observar. Te ahorrará algunos problemas no observar ahora este proceso; es mejor no hacerlo, ver cómo sucede no te hará bien. ¿No es así? (Sí). En lo que respecta a este asunto, debes por una parte desentrañar que el hecho de que las personas nazcan, envejezcan, caigan enfermas y mueran es una ley que estableció Dios. Por otra parte, debes entender con claridad las responsabilidades que la gente debe desempeñar y sus destinos, no debes ser irracional ni tampoco impulsivo o un necio. ¿Por qué no deberías cometer acciones impulsivas o necias? Porque aunque lo hagas, no servirá de nada, solo para revelar tu necedad. Lo más grave es que mientras haces cosas estúpidas te estás rebelando contra Dios, y a Él eso no le gusta. Lo detesta. Comprendes y tienes claras todas estas verdades desde el punto de vista de la doctrina, pero sigues aferrándote a tu propia senda, y haces algunas cosas de forma obstinada y deliberada, así que no le gustas a Dios, te aborrece. ¿Qué es lo que aborrece de ti? Tu terca necedad y tu rebeldía. Crees que posees algún sentimiento humano, pero Dios dice que eres testarudo y necio, además de ser obstinado, tonto, estúpido e intransigente, y de no aceptar la verdad ni someterte a las instrumentaciones y arreglos de Dios. Él te ha explicado claramente la esencia, el origen y los principios específicos de práctica que contiene este asunto, pero sigues queriendo valerte de tus sentimientos para manejarlo todo, de modo que no le agradas a Dios. En última instancia, si Él no cura la enfermedad de tus padres, entonces caerán gravemente enfermos y morirán, si es que está previsto que esto suceda. Nadie puede modificar este hecho. Si deseas hacerlo, esto solo prueba que quieres servirte de tus propias manos y de tus métodos para cambiar la soberanía de Dios. Esto supone la mayor rebeldía y te estás oponiendo a Dios. Si no quieres oponerte a Él, al enterarte de lo que les ha ocurrido a tus padres, deberías calmarte y encontrar un lugar para estar solo y llorar, pensar, orar o expresarle tus sentimientos de añoranza a los hermanos y hermanas que te rodean. Eso es lo único que hace falta que hagas. No debes pensar en cambiar nada y desde luego no debes hacer ninguna necedad. No le ores a Dios para pedirle que les quite la enfermedad a tus padres y les permita vivir unos cuantos años más, o para que te reste a ti dos años para dárselos a ellos, solo porque crees en Dios o partiendo de la base de que has renunciado a tu familia y abandonado tu carrera para cumplir con tu deber durante mucho tiempo. No hagas nada semejante. Dios aborrece y no escucha las oraciones de ese tipo, detesta tales pensamientos. No disgustes ni enfades a Dios. Por lo que Él siente mayor aversión es que se quiera manipular el destino de alguien, que se pretenda modificar tanto Su soberanía sobre el destino de una persona como ciertos hechos establecidos por Él hace mucho o las trayectorias del destino de las personas. Esto es lo que más detesta Dios.

He terminado de hablar acerca de la actitud, los pensamientos y el entendimiento que deberían tener las personas respecto al tema de que sus padres caigan enfermos. De la misma manera, también deberían poseer una actitud correcta y racional respecto a la muerte de sus padres. Algunas han pasado muchos años separadas de ellos, no han permanecido a su lado ni han compartido sus vidas, y cuando se enteran de la súbita muerte de sus padres, eso supone un gran golpe y todo les parece increíblemente repentino. Ya que estas personas no han estado con sus padres ni han vivido con ellos durante tantos años, siempre albergan una especie de concepto equivocado en sus pensamientos y nociones. ¿Qué clase de concepto equivocado? Cuando dejaste a tus padres, estaban vivos y sanos. Tras pasar tanto tiempo separados, para ti, en tu mente, ellos conservan la misma edad y continúan en la misma condición física y vital que recuerdas. Esto lo complica todo. Entonces crees que tus padres no van a envejecer nunca y van a celebrar muchos cumpleaños más. Es decir, en cuanto almacenas sus rostros en tu corazón, en cuanto sus vidas, sus palabras y su conducta dejan una impresión y una impronta en tu mente y en tu memoria, crees que tus padres van a permanecer siempre así, que no van a cambiar ni envejecer, y que desde luego no van a morir. ¿A qué se refiere eso de “no morir”? Por una parte, significa que su cuerpo físico no va a desaparecer. Por otra, que sus rostros, sus sentimientos hacia ti, etcétera, tampoco desaparecerán. Se trata de un concepto erróneo, y te causará muchos problemas. Por tanto, da igual la edad que tengan tus padres, si mueren de viejos o a causa de una enfermedad o porque haya tenido lugar algún incidente, te supondrá un golpe y te parecerá muy repentino. Dado que, en tu mente, tus padres siguen vivos y sanos, y ahora de repente se han ido, pensarás: “¿Cómo pueden haberse ido? ¿Cómo es posible que una persona viva se convierta en polvo así sin más? En mi corazón, siempre sentiré que mis padres siguen vivos, que mi madre continúa en la cocina, siempre muy atareada, y que mi padre se pasa el día trabajando fuera, hasta que llega por la noche”. Estas escenas de su vida han dejado una huella en tu mente. Por tanto, a causa de tus sentimientos, tu conciencia alberga algo que no debería: la creencia de que tus padres vivirán siempre en tu corazón. Como tal, crees que no deberían morir, y sean cuales sean las circunstancias en las que mueran, a ti te supondrá un enorme golpe y no serás capaz de aceptarlo. Te llevará tiempo superar este hecho, ¿verdad? La enfermedad de tus padres ya te ocasionaría un trauma, así que su muerte supondría otro aún mayor. Entonces, antes de que eso suceda, ¿cómo deberías solucionar el golpe inesperado que te provocará, de modo que no interfiera en el cumplimiento de tu deber o en la senda que caminas ni incida sobre esto o lo afecte? Primero, vamos a fijarnos exactamente en qué es la muerte y en qué consiste morir. ¿Acaso no significa que una persona deja este mundo? (Sí). Quiere decir que la vida que posee una persona, que tiene una presencia física, se desvincula del mundo material que pueden ver los humanos y desaparece. Esta persona se va entonces a vivir a otro mundo, con otra forma. El hecho de que la vida de tus padres desaparezca significa que la relación que tienes con ellos en este mundo se ha disuelto, se ha disipado y ha terminado. Viven en otro, con otras formas. En cuanto a cómo les irá la vida en ese otro mundo, si van a regresar a este, te los vas a encontrar de nuevo o si van a tener alguna clase de relación carnal o vínculos afectivos contigo, eso lo ordena Dios y no tiene nada que ver contigo. En resumen, el hecho de que mueran significa que sus misiones en este mundo han terminado y han alcanzado un punto final. Sus misiones en esta vida y en este mundo han terminado, así que tu relación con ellos también. Respecto a si en el futuro se van a reencarnar o a encontrarse alguna clase de sanción y restricción, o algún tipo de manejos y arreglos en el otro mundo, ¿tiene eso algo que ver contigo? ¿Es decisión tuya? No te incumbe en absoluto, no puedes decidirlo tú y es imposible que recibas noticias sobre eso. Tu relación con ellos en esta vida llega en ese momento a su conclusión. Es decir, el destino que os ligó mientras vivíais juntos durante diez, veinte, treinta o cuarenta años llega entonces a su fin. Después de eso, ellos son ellos, tú eres tú, y no existe en absoluto ninguna relación entre vosotros. Aunque todos creáis en Dios, ellos cumplieron con su deber y tú con el tuyo; cuando dejan de vivir en el mismo espacio, cesa de existir una relación entre vosotros. Simplemente ya han completado las misiones que Dios les ha encomendado. Entonces, en lo que respecta a las responsabilidades que cumplieron hacia ti, terminaron el día que empezaste a existir de manera independiente a ellos; ya no tienes nada que ver con tus padres. Si hoy mueren, solo echarás de menos algo a un nivel emocional, y tendrás a dos seres queridos menos a los que añorar. Nunca los volverás a ver ni oirás noticias sobre ellos. Lo que les suceda después y su futuro no te incumbe para nada, no habrá lazos de sangre entre vosotros, ya no serás siquiera la misma clase de ser. Es así. La última noticia que oirás en este mundo sobre tus padres será la de su muerte, y será el último obstáculo que verás o del que oirás hablar relacionado con sus experiencias de nacer, envejecer, enfermar y morir en su vida; eso es todo. Sus muertes no te quitarán ni te darán nada, simplemente habrán muerto, su viaje como personas habrá llegado a su final. Por tanto, en lo que respecta a su muerte, no importa que sea accidental, natural, por enfermedad, etcétera, ya que en cualquier caso, si no fuera por la soberanía y los arreglos de Dios, ninguna persona o fuerza podría quitarles la vida. Su muerte solo implica el fin de su vida física. Si los echas de menos y los añoras, o te avergüenzas de ti mismo por tus sentimientos, no deberías sentir nada de eso ni es necesario que tengas esos sentimientos. Han partido de este mundo, así que echarlos de menos resulta redundante, ¿verdad? Puede que pienses: “¿Me echaron de menos mis padres todos esos años? ¿Cuánto más sufrieron porque yo no estaba a su lado mostrándoles piedad filial durante tanto tiempo? A lo largo de ese periodo, siempre deseé poder pasar unos días con ellos, nunca esperé que murieran tan pronto. Me siento triste y culpable”. No es necesario que pienses así, su muerte no tiene nada que ver contigo. ¿Por qué? Aunque les mostraras piedad filial o los acompañaras, esta no es la obligación ni la tarea que Dios te ha encomendado, Él ha ordenado cuánta buena fortuna y cuánto sufrimiento les causarás a tus padres; esto no tiene nada que ver contigo en absoluto, y no van a tener una vida más larga porque estés con ellos, así como no van a tener una vida más corta porque estés lejos de ellos y no puedas estar a menudo a su lado. Dios ha ordenado cuánto vivirán, y no tiene nada que ver contigo. Por tanto, si a lo largo de tu vida te enteras de que tus padres han fallecido, no te tienes que sentir culpable. Deberías abordar este asunto de la manera adecuada y aceptarlo. Si ya has derramado muchas lágrimas mientras estaban gravemente enfermos, deberías sentirte feliz y libre cuando mueran; una vez que te has despedido, no hace falta llorar. Ya habrás cumplido con tus responsabilidades como hijo, habrás orado por ellos, te habrás sentido triste y vertido innumerables lágrimas por tus padres, y por supuesto, habrás pensado muchas soluciones posibles para tratar su enfermedad y habrás hecho todo lo que esté a tu alcance para disminuir su sufrimiento. Como hijo suyo, has hecho todo lo que podías. Cuando mueran, solo podrás decir: “Habéis tenido vidas bastante duras. Como vuestro hijo, espero que descanséis en paz. Si hicisteis muchas cosas para ofender a Dios en esta vida, entonces tendréis que recibir un castigo en el siguiente mundo. Si después de que hayáis recibido vuestro castigo, Dios os da la oportunidad de reencarnaros de nuevo como personas en este mundo, espero que os esforcéis al máximo por comportaros bien y caminar por la senda correcta. No hagáis nada más que ofenda a Dios y esforzaos por no recibir ningún castigo en vuestras próximas vidas”. Eso es todo. ¿Acaso no está bien expresado? Esto es lo único que puedes hacer, ya se trate de tus padres o de otro ser querido. Por supuesto, cuando tus padres acaben muriendo, si no puedes estar con ellos o aportarles algo de consuelo al final, no es necesario que te sientas triste. Eso es porque en realidad cada persona deja este mundo sola. Aunque sus hijos la acompañen, cuando un mensajero viene a por ella, solo ella puede verlo. Cuando se marcha, nadie puede acompañarla, sus hijos no pueden seguirla, ni tampoco su pareja. Cuando alguien deja este mundo, siempre está solo. En sus momentos finales, cada persona necesita afrontar esta situación, este proceso y este entorno. Por tanto, si estás a su lado y te están mirando directamente, seguirá sin valer de nada. Cuando tienen que marcharse, si quieren llamarte por tu nombre, no podrán y tú no serás capaz de oírlo; si quieren extender la mano y agarrarte, les faltarán fuerzas y tú no podrás sentirlo. Estarán solas. Esto se debe a que cada persona entra sola a este mundo y, al final, debe dejarlo de la misma manera. Eso lo ordena Dios. La existencia de tales cosas permite a las personas ver incluso con mayor claridad que sus vidas y sus destinos, el hecho de que nazcan, envejezcan, enfermen y mueran, está todo en manos de Dios, y que la vida de cada una es independiente. Aunque todo el mundo tiene padres, hermanos y seres queridos, desde la perspectiva de Dios y de la vida, la vida de cada persona es independiente, las vidas no se agrupan y ninguna tiene pareja. Desde la perspectiva de los seres humanos creados, cada vida es independiente, pero desde la de Dios, ninguna que Él haya creado está sola, porque Dios acompaña a cada una y la impulsa hacia delante. Lo que sucede es que naces de tus padres y crees que son las personas más cercanas a ti cuando te encuentras en este mundo, sin embargo, cuando ellos lo abandonan, te das cuenta de que en realidad ellos no son las personas más cercanas a ti. Cuando sus vidas terminan, tú sigues vivo, el fin de sus vidas no te priva a ti de la tuya, y desde luego no impacta en ella. Has estado alejado de tus padres todos estos años y sigues viviendo una buena vida. ¿Por qué es así? Porque Dios te cuida y te guía, vives bajo Su soberanía. Cuando tus padres partan de este mundo, eso te volverá aún más consciente de que sin que ellos te acompañen, se preocupen por ti, cuiden de ti o te críen, has pasado a lo largo de estos años de la infancia a la edad adulta, de esta a la mediana edad, luego a la vejez y, con la guía de Dios, has entendido cada vez más en tu vida, y tu dirección y senda a seguir se han vuelto cada vez más claras. Por tanto, la gente es capaz de dejar a sus padres. Su existencia solo es necesaria durante su infancia, pero una vez que crecen, es una mera formalidad. Solo son su sustento y su apoyo afectivo, y no son necesarios. Por supuesto, cuando tus padres dejen este mundo, todo esto te quedará cada vez más claro, y tendrás incluso una mayor sensación de que las vidas de la gente provienen de Dios y que las personas no pueden vivir sin apoyarse en Él, sin Dios como sustento mental, espiritual y vital. Cuando tus padres te dejen, solo los echarás de menos a un nivel afectivo, pero al mismo tiempo, se producirá una liberación a nivel emocional o en otros aspectos. ¿Por qué hablo de una liberación? Cuando tus padres andan cerca, son para ti una preocupación y una carga. Son personas con las que puedes ser obstinado, y te hacen sentir que no puedes liberarte de tus sentimientos. Cuando tus padres mueren, todo queda resuelto. Las personas que sentías más cercanas a ti habrán desaparecido y no tendrás que preocuparte por ellas ni añorarlas. Cuando rompas esta relación dependiente que tienes con tus padres, cuando se vayan de este mundo, cuando sientas plenamente en el fondo de tu corazón que ya se han ido, y que has trascendido tus lazos de sangre con ellos, llegarás a ser realmente maduro e independiente. Piénsalo: da igual lo viejo que sea alguien, si sus padres siguen vivos, cada vez que tenga un problema, pensará: “Le preguntaré a mi madre. Le preguntaré a mi padre”. Siempre cuenta con un sostén emocional. Cuando alguien dispone de semejante sostén, le parece que su existencia en este mundo rebosa calidez y felicidad. Cuando pierdes esa sensación de felicidad y calidez, si no sientes esa pérdida ni que estás solo, entonces eres maduro y realmente independiente en lo relativo a tus pensamientos y tus sentimientos. Es probable que la mayoría de vosotros aún no haya experimentado estas cosas. Cuando lo hagáis, lo entenderéis. Pensadlo: por muy vieja que sea la gente, ya sea que tenga cuarenta, cincuenta o sesenta años, cuando sus padres mueren, enseguida se vuelve mucho más madura. Es como si pasara de ser un niño ingenuo a un adulto sensato en un instante. De la noche a la mañana, empieza a entender cosas y a ser independiente. Por tanto, la muerte de los padres es un gran obstáculo para cualquier persona. Si puedes manejar y abordar tu relación con tus padres de manera correcta, y al mismo tiempo abordar, manejar y desprenderte de las diversas expectativas de tus padres respecto a ti, de las responsabilidades que deberías cumplir con ellos a un nivel emocional y ético de manera adecuada, entonces habrás madurado de verdad y como poco, serás un adulto ante Dios. Convertirte en adulto de ese modo no es fácil, debes sufrir algo de dolor en cuanto a tus sentimientos carnales. En particular, has de soportar cierta devastación y suplicio emocionales, así como el dolor de que las cosas no vayan bien, no salgan como esperabas o resulten desafortunadas, entre otras circunstancias. Cuando hayas experimentado todo este sufrimiento, obtendrás un poco más de comprensión respecto a estos temas. Si los relacionas con las verdades que hemos compartido respecto a estos asuntos, ganarás un poco más de entendimiento respecto a las vidas y los destinos de la gente, los cuales ha ordenado Dios, y respecto al afecto que existe entre las personas, de una manera muy concienzuda. Cuando obtengas conocimiento de estas cosas, te resultará fácil desprenderte de ellas. Cuando puedas desprenderte y manejarlas bien, podrás abordarlas correctamente. No lo harás en función de las doctrinas humanas o los estándares de la conciencia humana, sino de acuerdo con los principios-verdad. ¿Qué significa estar de acuerdo con los principios-verdad? Que puedes someterte a Dios. Si puedes someterte a Él y a Sus instrumentaciones, se trata de una buena señal y un buen augurio. ¿Un augurio de qué? De que tienes esperanzas de salvación. Por tanto, en lo que respecta al tema de las expectativas de tus padres, da igual que ahora seas joven, de mediana edad, mayor o que te encuentres en tus últimos años, y con independencia de que hayas experimentado esto, si lo estás haciendo ahora mismo o ya lo has hecho, lo que necesitáis no es meramente desprenderos de vuestros sentimientos o cortar lazos con vuestros padres y desconectaros de ellos, sino dedicar esfuerzo a la verdad y buscar entender estos aspectos de ella. Esto es lo más importante. Cuando entendáis estas relaciones diferentes y complejas, podréis liberaros de ellas, y ya no os limitarán. Cuando ya no te limiten, te resultará mucho más fácil someterte a las instrumentaciones de Dios y afrontarás menos obstáculos e impedimentos más pequeños al hacerlo. Entonces resultará menos probable que te rebeles contra Dios, ¿verdad?

¿Eres ahora capaz de desentrañar y resolver todos estos importantes asuntos relacionados con los padres? Cuando dispongáis de tiempo libre, reflexionad sobre la verdad. Si en el futuro o en las cosas que ahora experimentas, puedes vincular estos asuntos con la verdad y resolver estos problemas con base en ella, te enfrentarás a muchos menos problemas y dificultades, y llevarás una vida muy relajada y alegre. Si no abordas estas cosas de acuerdo con la verdad, tendrás muchos problemas y tu vida resultará muy sufrida. Este es el desenlace. Concluyo aquí por hoy Mi charla sobre el tema de las expectativas de los padres. ¡Adiós!

29 de abril de 2023

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