Cómo perseguir la verdad (20)
Los diversos temas de los que estamos hablando implican cuestiones prácticas de la vida cotidiana. Tras escuchar lo expuesto, ¿no os parece que la verdad no es vacía, que no es una consigna, una especie de teoría o, sobre todo, un tipo de conocimiento? ¿Con qué está relacionada la verdad? (Está relacionada con nuestra vida real). La verdad está relacionada con la vida real, con varios acontecimientos que ocurren en ella. Afecta a todos los aspectos de la vida humana, a varias cuestiones que las personas se encuentran en su vida cotidiana y, en especial, tiene que ver con los objetivos que persigue la gente y las sendas que toma. Ninguna de estas verdades es vacía y, desde luego, ninguna es prescindible; resulta esencial que todo el mundo las posea. En lo que respecta a ciertos temas prácticos de tu día a día, si puedes abordar, resolver y manejar estas cuestiones según los principios-verdad que compartimos, estás entrando en la realidad-verdad. Si en tu vida cotidiana te ciñes a tus pensamientos y puntos de vista originales respecto a estas cuestiones que involucran a la verdad y no los cambias, si abordas estas cuestiones desde tu propia perspectiva humana, y los principios y fundamentos en los que te basas para contemplar las cosas no tienen nada que ver con la verdad, resulta obvio que no eres alguien que está entrando en la realidad-verdad ni alguien que persigue la verdad. No importa de qué aspecto de la verdad estemos hablando, todos los temas implicados tratan sobre corregir y revertir los pensamientos, puntos de vista, nociones y suposiciones erróneos que las personas tienen respecto a diversas cuestiones, de modo que puedan tener pensamientos y puntos de vista correctos respecto a las diversas cuestiones con las que entran en contacto en su vida diaria, y que puedan contemplar estas cosas que suceden en la vida real desde las perspectivas y planteamientos correctos para luego usar la verdad como criterio para resolverlas y manejarlas. El objetivo de escuchar sermones no es proveerse de doctrina o conocimiento, ampliar los propios horizontes u obtener perspectiva, va sobre entender la verdad. El propósito de entender la verdad no es enriquecer los propios pensamientos o el espíritu ni tampoco la propia humanidad, sino impedir que la gente se desvincule de la vida real mientras permanece en la senda de creer en Dios y, cuandoquiera que se encuentre con varias cosas en su vida diaria, contemple a las personas y a las cosas, se comporte y actúe en todo de acuerdo con las palabras de Dios y con la verdad como criterio. Si llevas años escuchando los sermones y has progresado en los campos de la doctrina y el conocimiento, te sientes enriquecido espiritualmente y tus pensamientos se han vuelto más elevados, pero cuando en tu vida diaria te encuentras con muchas cosas, sigues sin poder contemplarlas desde la perspectiva correcta, no eres capaz de persistir en la práctica, contemplar a las personas y las cosas, comportarte y actuar de acuerdo con los principios-verdad, entonces, claramente, no eres alguien que persigue la verdad ni que entra en la realidad-verdad. Y lo que es más grave aún, no has llegado todavía al punto de someterte a la verdad, someterte a Dios o temerle. Evidentemente, se puede confirmar claramente que no te has embarcado en la senda de la salvación. ¿No es así? (Sí).
De acuerdo con vuestra estatura real y vuestras condiciones actuales, ¿en qué aspectos os parece que habéis entrado en la realidad-verdad? ¿En qué aspectos tenéis esperanza de salvación? ¿En qué campos os queda por entrar en la realidad-verdad pero os quedáis muy por debajo del estándar para la salvación? ¿Podéis medir esto? (En las situaciones donde los anticristos y las personas malvadas perturban la obra de la iglesia y provocan daños a los intereses de la casa de Dios, carezco de un sentido de justicia y de auténtica lealtad a Dios. Soy incapaz de levantarme y defender los intereses de la casa de Dios y no tengo un testimonio en estos asuntos fundamentales. A este respecto, estoy claramente por debajo del estándar de salvación). Esto es un problema real. Discutámoslo en mayor profundidad. Además de reconocer vuestra estatura respecto al discernimiento y rechazo de los anticristos, en cuanto a otras cuestiones, ¿qué has encontrado en tu vida diaria que te haga sentir que no has entrado en la realidad, que no puedes practicar conforme a los principios-verdad y, aunque entiendas la doctrina, sigues careciendo de claridad en la verdad, te falta una senda clara y no sabes cómo conforme a las intenciones de Dios o cómo acatar los principios? (Tras cumplir con mi deber durante tantos años, pensé que podía dejar a mi familia, abandonar mi carrera y desprenderme hasta cierto punto de mis sentimientos hacia mis padres y parientes. Sin embargo, en ocasiones me he topado con ciertas situaciones de la vida real que hicieron que me diera cuenta de que sigo albergando sentimientos y deseo permanecer al lado de mis padres, cuidándolos y siendo buen hijo con ellos. Si no puedo hacer esto, siento como que les debo algo. Al escuchar la última enseñanza de Dios sobre que los padres no son nuestros acreedores, me di cuenta de que no entiendo este aspecto de la verdad y no me he sometido a la verdad o a Dios). ¿Quién quiere continuar? ¿No os encontráis con dificultades en vuestra vida diaria? ¿O vivís en un vacío y nunca afrontáis ningún problema? ¿Os topáis con dificultades cuando cumplís con nuestro deber? ¿Alguna vez os mostráis superficiales? (Sí). ¿Alguna vez os entregáis a la simplicidad y la comodidad de la carne? ¿Trabajáis en pro de la fama y el estatus? ¿Os preocupa u os sentís ansiosos a menudo respecto a vuestras perspectivas y sendas futuras? (Sí). Entonces, ¿cómo manejáis estas situaciones cuando las afrontáis? ¿Sois capaces de usar la verdad para resolverlas? Os aferráis a un plan alternativo cuando os ascienden y os preocupáis por vuestras perspectivas y vuestro destino, malinterpretáis y culpáis a Dios, o hacéis alarde de vuestras cualificaciones cuando os despiden de vuestro puesto, ¿no es cierto que tenéis estos problemas? (Sí). ¿Cómo manejas y resuelves estas situaciones cuando te encuentras con ellas? ¿Sigues tus deseos egoístas, o puedes respetar los principios-verdad y rebelarte contra la carne y tu carácter corrupto para practicar la verdad? (Dios, siempre que me encuentro con estas situaciones, entiendo desde el punto de vista doctrinal que no debo actuar según las preferencias de mi carne o mi carácter corrupto. A veces se me remueve la conciencia y experimento un sentimiento de reproche, y realizo algunos cambios en mi comportamiento. Pero esto no se debe a que mis puntos de vista sobre estos asuntos hayan cambiado, o a que sea capaz de practicar la verdad. A veces, si mis deseos egoístas son relativamente fuertes y siento que esta dificultad es demasiado grande, aunque tenga un arranque de energía, sigo sin poder practicar la verdad. Llegado ese punto, obedeceré a mi carácter corrupto y ni siquiera mantendré el buen comportamiento externo). ¿Qué tipo de situación es esta? ¿Acabas practicando la verdad y manteniéndote firme en tu testimonio o fracasas? (Fracaso). ¿Después reflexionas y sientes remordimientos? ¿Eres capaz de hacerlo mejor cuando vuelves a enfrentarte a situaciones similares? (Tras fracasar, la inquietud se apodera levemente de mi conciencia, y cuando como y bebo las palabras de Dios las puedo relacionar conmigo mismo, pero la próxima vez que me encuentro con estas situaciones, se sigue revelando el mismo carácter corrupto. Avanzo relativamente poco en este aspecto). ¿No se encuentra la mayoría de la gente en semejante estado? ¿Qué opináis de este asunto? Siempre que las personas se encuentran con situaciones similares, y dada la forma en que las manejan, su práctica nada tiene que ver con la verdad; independientemente de que sus comportamientos mejoren por efecto de sus conciencias, o de que su comportamiento a veces sea relativamente noble y otras relativamente ruin según la situación y el estado en el que se encuentren en ese momento, y según sus diferentes estados de ánimo. ¿Cuál es el problema? ¿Representa la estatura de una persona? ¿De qué clase de estatura se trata? ¿Es una estatura pequeña, o se trata de debilidad, una deficiencia en su humanidad, o una manifestación de no practicar la verdad? ¿Qué es? (Una estatura pequeña). Cuando la estatura de uno es pequeña, no puede practicar la verdad, y como no puede practicar la verdad, su estatura es pequeña. ¿Cómo es de pequeña? Significa que aún no has obtenido la verdad en este asunto. ¿Qué significa que aún no has obtenido la verdad? Significa que las palabras de Dios aún no se han convertido en tu vida, para ti siguen siendo una especie de texto, una doctrina o un argumento. Todavía no han calado en ti ni se han convertido en tu vida. Por consiguiente, estas supuestas verdades que comprendes no son más que una especie de doctrina o consigna. ¿Por qué digo esto? Porque no puedes convertir esta doctrina en tu realidad. Cuando te enfrentas a las cosas en la vida diaria, no las manejas de acuerdo con la verdad; las sigues manejando según el carácter corrupto de Satanás y bajo la influencia de la conciencia. Así que, obviamente, como mínimo, no posees la verdad en este asunto y no has obtenido vida. No obtener vida implica no tener vida; no tener vida implica que, en este asunto, no te has salvado en absoluto y sigues viviendo bajo el poder de Satanás. No importa si lo que se ha practicado bajo la influencia de la conciencia es buen comportamiento o una especie de manifestación, no representa a la vida; es simplemente una muestra de la humanidad normal. Si esta demostración tiene la influencia de la conciencia, en el mejor de los casos, es una especie de buen comportamiento. Si el factor principal no es la conciencia sino el propio carácter corrupto, este comportamiento no se puede considerar bueno; se trata del carácter corrupto que se revela. Entonces, ¿en qué cuestiones habéis hecho de la verdad una realidad y obtenido vida? ¿En qué cuestiones no habéis ganado todavía la verdad y la habéis convertido en vuestra vida, y tampoco habéis hecho de la verdad vuestra realidad? En otras palabras, ¿en qué cuestiones estás viviendo las palabras de Dios y las tienes como criterio, y en cuáles no lo has hecho aún? Haz cuentas. Si ya las has hecho, pero, desgraciadamente, no hay ni una sola cuestión en la que hayas actuado o vivido de acuerdo con las palabras de Dios, sino que has actuado según tu impulsividad, tus nociones, las preferencias o deseos de la carne, o de tu carácter corrupto, ¿cuál será el resultado final? El desenlace será funesto, ¿verdad? (Sí). A día de hoy, habéis escuchado sermones durante muchos años, renunciando a vuestra familia, abandonando vuestra carrera, sufriendo adversidades y pagando el precio. Si este es el resultado, ¿es motivo de felicidad y celebración o de tristeza y preocupación? (De tristeza y preocupación). Alguien que no hace de la verdad una realidad, que no hace de las palabras de Dios su vida, ¿qué clase de persona es? ¿Acaso no es una persona que vive bajo el completo control del carácter corrupto de Satanás, que es incapaz de percibir la esperanza de la salvación? (Sí). ¿Habéis pensado alguna vez en estas cuestiones cuando leéis habitualmente las palabras de Dios y os examináis a vosotros mismos? La mayoría de la gente no lo ha hecho, ¿verdad? Solo piensan: “Empecé a creer en Dios a la edad de diecisiete años y ahora tengo cuarenta y siete. Llevo muchos años creyendo en Él, y han querido cazarme varias veces, pero Dios me ha mantenido a salvo y me ha ayudado a escapar. He vivido en cuevas y chozas de paja, he pasado días y noches sin comer y muchas horas sin dormir. He soportado muchos sufrimientos y he recorrido muchos kilómetros, todo por cumplir con mi deber, hacer mi trabajo y completar mi tarea. Mi esperanza de salvación es tan grande que ya he empezado a caminar por la senda de la salvación. ¡Soy muy afortunado! Mi más sincero agradecimiento a Dios. ¡Esta es Su gracia! Yo no valía nada a ojos del mundo secular, nadie me tenía en gran estima y nunca me consideré nadie especial, pero gracias a que Dios me levantó a mí, un necesitado, y me sacó del montón de estiércol, se me colocó en la senda de la salvación, permitiéndome el honor de cumplir con mi deber en Su casa. ¡Él me levantó y Él me ama! Ahora comprendo mucha verdad y he trabajado durante muchos años. Tengo la seguridad de que recibiré mi recompensa en el futuro. ¿Quién podría quitarme eso?”. Si estas fueran las únicas cosas en las que pudierais pensar al examinaros a vosotros mismos, ¿acaso no sería problemático? (Sí). Decidme, lleváis muchos años creyendo en Dios, habéis sufrido, viajado muy lejos y trabajado muchísimo. ¿Por qué ahora, después de tanta fe, se ha trasladado a algunos al Grupo B? ¿Por qué ahora muchos líderes y obreros tienen que retribuir ofrendas y asumir la carga de las deudas? ¿Qué es lo que sucede? ¿No se han salvado ya? ¿No poseen ya la verdad y no han obtenido vida? Había quienes se consideraban pilares y piedras angulares de la casa de Dios, unos talentos fuera de lo común en su seno. ¿Cómo están las cosas ahora? Si todos estos años sufriendo y pagando el precio hubieran resultado en que recibieran vida y poseyeran la realidad-verdad, en que se sometieran a las palabras de Dios, tuvieran verdadero temor de Dios y cumplieran fielmente con sus deberes, ¿se habría expulsado a estas personas o se las habría trasladado al Grupo B? ¿Se las habría cargado con deudas o habrían sufrido un descrédito significativo? ¿Habrían tenido lugar estos problemas? Esto resulta bastante bochornoso, ¿verdad? (Sí). ¿Habéis pensado alguna vez cuál es el problema? Cuánto sufrimiento pueda soportar una persona o cuánto precio pague por su fe en Dios no es señal de salvación, ni de haber entrado en la realidad-verdad, ni tampoco de que tenga vida. Entonces, ¿cuál es la señal de tener vida y realidad-verdad? Por lo general, se trata de si alguien puede practicar la verdad y manejar los asuntos según los principios; concretamente, se trata de si una persona contempla a las personas y las cosas, se comporta y actúa de acuerdo con los principios-verdad, si es capaz de actuar conforme a ellos. Si en el cumplimiento de tus deberes puedes subyugar tu cuerpo, soportar el sufrimiento y pagar el precio en todo lo que haces, pero por desgracia eres incapaz de alcanzar el punto más crucial, es decir, no puedes defender los principios-verdad; si hagas lo que hagas, siempre consideras tus propios intereses, siempre buscas una salida para ti mismo, siempre quieres protegerte; y si nunca defiendes los principios-verdad, y las palabras de Dios para ti son mera doctrina, entonces ni siquiera hables de si eres valioso o de si tu vida tiene valor o no; en el plano más básico, no tienes vida. Una persona sin vida es de lo más lamentable. Alguien que cree en Dios y, sin embargo, no entra en la realidad-verdad y no obtiene vida, es la clase de persona más lastimosa, y esa es la cosa más deplorable. ¿No es así? (Sí). No os pido que seáis capaces de practicar de acuerdo con los principios-verdad en todo, pero, al menos, debes poder actuar conforme a ellos en el desempeño de tus deberes importantes y en los asuntos significativos de tu vida diaria en los que estén implicados. Debes, al menos, alcanzar este estándar para poder percibir en ti una esperanza de salvación. Sin embargo, en este momento, ni siquiera habéis alcanzado el requerimiento más fundamental, no habéis logrado nada de esto. Se trata de un asunto muy lamentable y profundamente preocupante.
Los primeros tres años que creen en Dios, las personas son felices y alegres. Piensan cada día en recibir bendiciones y tener un maravilloso destino. Creen que los buenos comportamientos externos, como sufrir por Dios, ir de acá para allá y ayudar más a los demás, realizar más buenas obras y hacer ofrendas más generosas son cosas que los creyentes han de hacer. Al llevar creyendo en Dios entre tres y cinco años, aunque entienden algunas doctrinas, la gente cree todavía en Dios de acuerdo con sus nociones y suposiciones propias. Viven según sus buenos comportamientos, sus conciencias y buena humanidad, en lugar de vivir conforme a los principios-verdad, o hacer de las palabras de Dios su vida y el criterio por el que contemplar a las personas y las cosas, comportarse y actuar. ¿Qué senda sigue esa gente? ¿Acaso no es la que siguió Pablo? (Así es). ¿No os encontráis ahora mismo en este estado? Si os veis en este estado la mayor parte del tiempo, ¿resulta entonces útil escuchar tantos sermones? Con independencia de qué clase de sermones escuches, no lo haces para entender la verdad, o para contemplar a las personas y las cosas y comportarte y actuar de acuerdo con los principios-verdad en tu vida diaria. En cambio, los escuchas para enriquecer tu mundo espiritual y tus experiencias humanas. En ese caso, no hay necesidad de que los escuches, ¿me equivoco? Hay quien dice: “No escuchar sermones no funciona. Si no escucho sermones, me falta entusiasmo en mi fe en Dios y no tengo entusiasmo ni motivación a la hora de cumplir con mi deber. Al escuchar sermones de vez en cuando, tengo un poco de entusiasmo en mi fe, me siento un poco más realizado y enriquecido, y entonces, cuando encuentro alguna dificultad o negatividad en mi deber, tengo algo de motivación y no me vuelvo negativo la mayor parte del tiempo”. ¿Los sermones se escuchan a fin de lograr este efecto? La mayoría de los que han escuchado sermones a lo largo de los años no abandonan la iglesia, sin importar cómo se les pode, se les discipline o se les reprenda. Lograr este efecto tiene cierta relación con escuchar sermones, pero no solo quiero percibir que el fuego menguante de tu corazón se reavive después de escuchar cada sermón. No se trata solo de eso. El mero entusiasmo es inútil. El entusiasmo no debe utilizarse para hacer el mal o para vulnerar los principios-verdad. El entusiasmo es para hacer que persigas la verdad con un objetivo y dirección más claros; debes esforzarte por alcanzar los principios-verdad y practicarlos. Entonces, ¿es posible lograr este efecto escuchando sermones? Después de cada sermón, es como si hubiera fuego en tu corazón, como si te hubieras cargado de electricidad o te hubieras llenado de aire. Vuelves a sentirte repleto de entusiasmo, sabes hacia dónde debes poner más empeño a continuación, sin aflojar nunca ni ser negativo, y rara vez te sientes débil. Sin embargo, estas manifestaciones no son las condiciones para alcanzar la salvación. Existen varios requisitos para alcanzar la salvación: en primer lugar, debes estar dispuesto a leer las palabras de Dios y a escuchar los sermones; en segundo lugar, y esta es también la condición más importante, no importa con qué asuntos, grandes o pequeños, te encuentres en tu vida diaria, especialmente en los relacionados con el cumplimiento de tu deber y con la gran obra de la casa de Dios, debes ser capaz de buscar los principios-verdad, en lugar de actuar según tus propias ideas, hacer lo que te plazca o ser arbitrario e imprudente. El propósito de que Yo comparta incansablemente con vosotros la verdad y explique los principios de varios asuntos como este, no es obligaros a hacer lo imposible o forzaros más allá de vuestras capacidades, y no es solo para entusiasmaros. Más bien, es para haceros comprender las intenciones de Dios con mayor precisión, para que entendáis los principios y los fundamentos para hacer varias cosas, y cómo deben actuar las personas a fin de satisfacer las intenciones de Dios; en lugar de caer en las actitudes corruptas, pensamientos, puntos de vista y conocimientos propios cuando os enfrentéis a los asuntos, debéis sustituir estas cosas por los principios-verdad. Esta es una de las principales maneras en las que Dios salva a las personas. Es para que puedas tomar las palabras de Dios como fundamento y principio en todo lo que afrontes, para que Sus palabras reinen en cada asunto. En otras palabras, es para que seas capaz de manejar y resolver cada asunto de acuerdo con las palabras de Dios, en lugar de confiar en el intelecto y las preferencias humanos, o abordarlos según los gustos, ambiciones y deseos humanos. Mediante esta manera de predicar y comunicar la verdad, las palabras de Dios y la verdad se forjan en las personas, permitiéndoles tener vida con la verdad como su realidad. Esto es señal de salvación. No importa a qué cosas te enfrentes, debes poner más empeño en los principios-verdad y en las palabras de Dios. Esta es la clase de persona que busca la salvación y es sabia. Aquellos que siempre se esfuerzan en comportamientos externos, formalidades, doctrinas y consignas, son personas necias. No son los que buscan la salvación. Nunca habéis considerado cosas como estas, o rara vez lo habéis hecho, así que en lo que se refiere a estos asuntos de practicar los principios-verdad, tenéis la mente básicamente en blanco. No pensáis que este asunto sea importante, así que siempre que os enfrentáis a situaciones que implican a los principios-verdad, sobre todo cuando se trata de ciertas situaciones importantes, como cuando os enfrentáis a anticristos o gente malvada que trastorna y perturba la obra de la iglesia, sois siempre muy pasivos. No sabéis cómo manejar estos asuntos y los abordáis de acuerdo con vuestros propios motivos egoístas y sentimientos. No sois capaces de plantaros para defender la obra de la iglesia y, en definitiva, siempre acabáis fracasando y dando por zanjado el asunto de forma descuidada y precipitada. Si no se investigan estos asuntos, podrás salir del paso. Si se investiga quién es el responsable, es posible que te destituyan de tu puesto o te asignen un deber diferente; o peor aún, que te releguen al Grupo B o incluso que te expulsen. ¿Deseáis presenciar estos desenlaces? (No). Si de verdad un día os destituyen de vuestro puesto u os obligan a dejar de desempeñar vuestro deber, o en un caso más grave, si os envían a una iglesia corriente o al Grupo B, ¿reflexionaréis sobre vosotros mismos? “¿Tanto creer en Dios para acabar aquí? ¿Renuncié a mi trabajo, mis perspectivas, mi familia y a tantas otras cosas solo para que me pongan en el Grupo B o me expulsen? ¿He creído en Dios para oponerme a Él? Seguro que ese no debería ser el propósito de mi fe en Dios. ¿Para qué creo en Él entonces? ¿No debería reflexionar sobre esto? Dejando por ahora de lado el creer en Dios para satisfacer Sus intenciones, al menos debería obtener vida y entrar en la realidad-verdad. Como mínimo, debería ser capaz de intuir qué aspecto de las palabras de Dios y de la verdad se ha convertido en mi vida. Debería ser capaz de confiar en la verdad para vivir y triunfar sobre Satanás y sobre mis propias actitudes corruptas, y debería ser capaz de rebelarme contra mi propia carne y abandonar mis propias nociones. Cuando me sucedan cosas, debo respetar totalmente los principios-verdad. No debo actuar según mis actitudes corruptas, debo ser capaz de actuar con fluidez y naturalidad de acuerdo con las palabras de Dios, sin ninguna dificultad u obstáculo. Debo sentir profundamente que las palabras de Dios y la verdad ya se han forjado en mí, se han convertido en mi vida y han pasado a formar parte de mi humanidad. Esto es algo placentero y digno de celebrarse”. ¿Os sentís así normalmente? Cuando hagáis balance del sufrimiento que habéis soportado y de los precios que habéis pagado por creer en Dios a lo largo de los años, os sentiréis de maravilla en vuestro corazón, os parecerá que hay esperanza para vuestra salvación y que habéis saboreado la dulzura de comprender la verdad y de esforzaros por Dios. ¿Habéis sentido o experimentado tales cosas? Si no lo habéis hecho, ¿qué deberíais hacer? (Empezar a perseguir seriamente la verdad a partir de ahora). Empezar a perseguirla en serio a partir de ahora, pero ¿cómo deberíais hacerlo? Debéis reflexionar sobre los asuntos en los que a menudo os rebeláis contra Dios. Una y otra vez, Él ha dispuesto para ti circunstancias para enseñarte una lección, para transformarte a través de estos asuntos, para obrar Sus palabras en ti, para hacer que entres en un aspecto de la realidad-verdad, para que dejes de vivir de acuerdo con el carácter corrupto de Satanás en esos asuntos y, en cambio, vivas según las palabras de Dios, para que estas se forjen en ti y se conviertan en tu vida. Sin embargo, a menudo te rebelas contra Dios en estos asuntos, no sometiéndote a Él ni aceptando la verdad, no tomando Sus palabras como principios que debes seguir y tampoco viviéndolas. Esto entristece a Dios, y una y otra vez, pierdes tu oportunidad de salvación. Entonces, ¿cómo debes transformarte? A partir de hoy, en los asuntos que puedas reconocer a través de la reflexión y un sentido claro, debes someterte a la instrumentación de Dios, aceptar Sus palabras como la realidad-verdad, como la vida, y cambiar la forma en que vives. Cuando te encuentres con situaciones como esta, debes rebelarte contra tu carne y tus preferencias y actuar de acuerdo con los principios-verdad. ¿No es esta la senda de práctica? (Así es). Si solo tienes la intención de buscar sinceramente en el futuro, pero careces de una senda de práctica específica, eso no sirve de nada. Si tienes esta senda de práctica específica y estás dispuesto a rebelarte contra tu carne y empezar de nuevo así, entonces todavía hay esperanza para ti. Si no estás dispuesto a practicar de esta manera y, en cambio, te ciñes a las mismas viejas sendas, te aferras a viejas ideas y vives según tus actitudes corruptas, entonces no hay más que decir. Si te conformas con ser un mero contribuyente de mano de obra, ¿qué más se puede decir? El tema de la salvación no tiene nada que ver contigo; si no te interesa, no hay nada más que hablar. Si realmente estás dispuesto a perseguir la verdad y la salvación, el primer paso es empezar por romper con tus actitudes corruptas, con tus diversos pensamientos, nociones y acciones falaces. Acepta los entornos que Dios ha dispuesto para ti en tu vida diaria, adopta Su escrutinio, prueba, castigo y juicio, esfuérzate por practicar poco a poco según los principios-verdad cuando te sucedan cosas y convierte progresivamente las palabras de Dios en los principios y el criterio por el que comportarte y actuar en tu día a día y en tu vida. Esto es lo que debe manifestarse en alguien que persigue la verdad, y es lo que debe manifestarse en una persona que busca la salvación. Suena fácil, los pasos son simples y no requiere una larga exposición, pero ponerlo en práctica no es tan fácil. Esto se debe a que hay demasiadas cosas corruptas dentro de las personas: su mezquindad, sus pequeñas maquinaciones, su egoísmo y su ruindad, su carácter corrupto y todo tipo de artimañas. Además de esto, algunas personas poseen conocimientos, han aprendido algunas filosofías para los asuntos mundanos y tácticas manipuladoras en la sociedad y poseen algunos defectos y faltas en cuanto a su humanidad. Por ejemplo, algunas personas son glotonas y perezosas, otras tienen la lengua muy suelta, algunas tienen un carácter muy despreciable, otras son vanas, o temerarias e impulsivas en sus acciones, junto con muchos otros defectos. Existen muchas deficiencias y problemas que las personas deben superar en cuanto a su humanidad. Sin embargo, si deseas alcanzar la salvación, si deseas practicar y experimentar las palabras de Dios y obtener verdad y vida, debes leer más las palabras de Dios, alcanzar una comprensión de la verdad, ser capaz de practicar y someterte a Sus palabras y comenzar por practicar la verdad y defender los principios-verdad. Estas son solo unas simples frases, sin embargo, la gente no sabe cómo practicarlas o experimentarlas. Con independencia de tu aptitud o educación y de tu edad o años de fe, en cualquier caso, si estás en la senda correcta de la práctica de la verdad, con los objetivos y la dirección correctos, y si lo que buscas y en lo que te esfuerzas es todo por el bien de la práctica de la verdad, lo que finalmente ganarás será sin duda la realidad-verdad y que las palabras de Dios se conviertan en tu vida. Primero determina tu objetivo, luego practica poco a poco conforme a esta senda y, al final, sin duda ganarás algo. ¿Os creéis esto? (Sí).
En esta etapa, estamos compartiendo sobre desprenderse de las búsquedas, ideales y deseos propios. En nuestra última reunión, hablamos sobre el tema de desprenderse de ciertas cargas que acarrea la propia familia. Respecto al tema de las cargas provenientes de la propia familia, primero hablamos sobre las expectativas que albergan los padres, luego sobre las expectativas de los padres hacia sus vástagos. Todas estas son cosas de las que las personas deben desprenderse en el proceso de perseguir la verdad, ¿cierto? (Sí). En cuanto a desprenderse de las búsquedas, ideales y deseos propios, enumeramos un total de cuatro puntos. El primero es los intereses y las aficiones; el segundo, el matrimonio, y el tercero, la familia; ya hemos compartido estos tres. ¿Cuál es el último que queda? (Las carreras profesionales). El cuarto punto es las carreras; hemos de compartir este tema. ¿Alguno de vosotros ha reflexionado antes sobre ello? Si lo habéis hecho, podéis ser los primeros en hablar. (Solía pensar que el éxito o el fracaso de alguien en su carrera profesional refleja su éxito o fracaso como persona. Pensaba que, si alguien carece de dedicación en su carrera o acaba por arruinarla, eso significa que ha fracasado como persona). Bien, en cuanto al tema de desprenderse de las carreras, ¿de qué hay que desprenderse? (Las personas deben desprenderse de sus ambiciones y deseos respecto a sus carreras). Esa es una manera de verlo. ¿De qué cosas se os ocurre que hay que desprenderse en la cuestión de las “carreras”, dentro del tema de desprenderse de las búsquedas, ideales y deseos propios? ¿No deberíais resolver los diversos problemas que os ocasiona una carrera profesional en el proceso de perseguir la verdad? (En el pasado, cuando pertenecía al mundo secular, solía creer que necesitaba tener éxito en mi carrera, que necesitaba conseguir algo de reconocimiento. Por consiguiente, me afané desesperadamente en mi carrera con la intención de destacar. Incluso después de empezar a creer en Dios, seguía queriendo sobresalir en la casa de Dios, hacer que otros me admiraran. Esta cuestión se convirtió en un obstáculo considerable para mi entrada en la vida). Lo que entendéis por carrera es esencialmente una búsqueda individual; también se refiere a la senda que uno toma. Por tanto, en nuestra charla sobre “carreras”, en lo tocante al tema de desprenderse de las búsquedas, ideales y deseos personales, por ahora no mencionaré nada respecto a las búsquedas propias de cada uno. Principalmente hablaremos del significado literal de “carrera”. ¿A qué se refiere “carrera”? Es el trabajo o la labor a la que se dedica la gente para mantener a su familia mientras viven en el mundo. Este tema entra en el ámbito de las “carreras”, dentro del tema de desprenderse de las búsquedas, ideales y deseos propios, que tenemos intención de compartir. Se trata del ámbito y los principios para dedicarse a un trabajo con el fin de mantener a la propia familia y elegir una ocupación en la sociedad mientras se cree en Dios y se persigue la verdad. Naturalmente, esto afectará más o menos a parte del contenido sobre las búsquedas de las personas y los requisitos que Dios establece en cuanto al trabajo al que se dedica un creyente. También se puede decir que guarda relación con los pensamientos y puntos de vista que un creyente ha de tener en referencia a diversos trabajos y carreras en el mundo. Los temas relativos a las carreras son bastante extensos, de modo que los clasificaremos en categorías y, al hacerlo, ayudaremos a las personas a entender qué estándares y requisitos tiene Dios respecto a las carreras a las que se dedican los creyentes y los que persiguen la verdad, así como qué pensamientos y puntos de vista Dios exige a los creyentes y a quienes persiguen la verdad cuando se dedican a una ocupación o a la hora de abordarla. Esto les permitirá desprenderse de las búsquedas y deseos relacionados con las carreras que existen dentro de sus nociones y anhelos. Al mismo tiempo, esto también rectificará los puntos de vista incorrectos que la gente tiene sobre las ocupaciones que ejercen o las carreras que persiguen en el mundo. Dividiremos el contenido sobre las carreras de las que la gente debería desprenderse en cuatro puntos principales. El primer punto que la gente debe entender es no ejercer la caridad; el segundo es contentarse con tener comida y ropa; el tercero es mantenerse alejado de diversas fuerzas sociales, y el cuarto es mantenerse alejado de la política. Compartiremos temas relacionados con desprenderse de las carreras basándonos en el contenido de estos cuatro puntos. Reflexionad, ¿el contenido de estos cuatro puntos tiene alguna relación con lo que habéis estado compartiendo? (No). ¿De qué se ha estado hablando? (Las búsquedas personales). Lo que habéis compartido hasta ahora no involucra a los principios-verdad, solo guarda relación con ciertas búsquedas personales de menor importancia. Los cuatro puntos de los que vamos a hablar implican varios principios dentro del tema de las carreras. A los que entiendan estos diversos principios, les resultará fácil desprenderse de lo que deben hacer en lo referente a las carreras durante el proceso de perseguir la verdad. Será fácil para ellos desprenderse de estas cosas porque comprenden estos aspectos de la verdad. Sin embargo, si no entiendes estas verdades, te resultará muy difícil desprenderte de tales cosas. Hablemos uno a uno sobre estos cuatro principios para desprenderse de las carreras.
En primer lugar, no ejerzas la caridad. ¿Qué significa no ejercer la caridad? Es fácil entender el significado literal de las palabras. Más o menos todos tenéis alguna concepción del tema de la caridad, ¿verdad? Por ejemplo, los orfanatos, los refugios y esta o aquella organización benéfica en la sociedad, son todas instituciones y denominaciones relacionadas con la obra de caridad. Entonces, el primer requerimiento de Dios respecto a las carreras a las que se dedica la gente es que no ejerzan la caridad. ¿Qué significa eso? Pues que nadie debe hacer cosas relacionadas con la caridad o involucrarse en un sector relacionado con ella. ¿No es eso fácil de entender? Como una persona que cree en Dios, que habita un cuerpo físico, que tiene una familia y una vida, y necesita dinero para sustentarse a sí mismo y a su familia, has de tener una ocupación. Da igual a qué tipo de ocupación te dediques, el primer requerimiento de Dios es que no ejerzas la caridad. No debes hacer caridad porque creas en Dios o en aras de tu propio sustento físico. Ese trabajo no es la ocupación a la que debes dedicarte. No es la ocupación que te ha encomendado Dios, y desde luego no es un deber que Él te haya encomendado. La caridad no es algo relevante para los creyentes en Dios ni para los que persiguen la verdad. Así las cosas, se podría decir que si te dedicas a la caridad, Dios no lo va a celebrar. Aunque lo hagas bien, de forma satisfactoria, y obtengas el reconocimiento de la sociedad e incluso de los hermanos y hermanas, Dios no lo reconocerá ni lo celebrará. Él no va a conmemorarte, a la larga no te bendecirá ni hará una excepción y te permitirá alcanzar la salvación o te dará un destino maravilloso porque una vez ejercieras la caridad, porque una vez fueras un gran filántropo, ayudaras a mucha gente, hicieras numerosas buenas obras, beneficiaras a mucha gente o incluso salvaras muchas vidas. Es decir, ejercer la caridad no es una condición necesaria para la salvación. Entonces, ¿qué se entiende por caridad? En realidad, en mayor o menor medida, todo el mundo tiene en mente un par de cosas que pueden considerarse sin lugar a duda un tipo de obra de caridad. Por ejemplo, adoptar perros callejeros. Dado que en algunos países no existe un control estricto de los animales de compañía, o debido a las malas condiciones económicas, a menudo se ven perros callejeros en las calles o en determinadas zonas. ¿Qué se entiende por “perros callejeros”? Algunas personas no pueden permitirse mantener a sus perros o no quieren hacerlo, así que los abandonan, o tal vez los perros se perdieron por alguna razón y ahora vagan por las calles. Es posible que pienses: “Creo en Dios, así que debería adoptar a estos animales, porque hacer buenas obras es la intención de Dios, es algo que glorifica el nombre de Dios y es una responsabilidad que deben asumir los creyentes en Dios. Es una obligación ineludible”. Por eso, cuando ves perros o gatos callejeros, te los llevas a casa y los adoptas, y llevas una vida frugal para poder comprarles comida. Algunas personas incluso destinan su sueldo y sus gastos básicos a esto; acaban adoptando cada vez más perros y gatos y terminan por necesitar alquilar una casa. Al hacerlo, el dinero para sus propios gastos es cada vez más insuficiente y su sueldo ya no les alcanza, por lo que no les queda más remedio que pedir dinero prestado. Sin embargo, por muy difíciles que se pongan las cosas, piensan que se trata de una obligación que no pueden eludir, una responsabilidad que no pueden dejar de lado, y que deben considerarla una buena obra y cumplirla. Creen que están practicando la verdad y defendiendo los principios. Emplean una gran cantidad de dinero, energía y tiempo adoptando gatos y perros callejeros a fin de dedicarse a la obra de caridad, y se sienten muy a gusto y realizados en sus corazones, se sienten realmente bien consigo mismos, y algunos llegan a pensar: “Esto es glorificar a Dios, estoy adoptando criaturas que Dios ha creado; esta es una buena obra de proporciones inconmensurables, y seguro que Él la va a celebrar”. ¿Son acertados estos pensamientos? (No lo son). Dios no te ha encomendado esta tarea. No es ni tu obligación ni tu responsabilidad. Si te encuentras con perros o gatos callejeros y te gustan, puedes adoptar uno o dos. Sin embargo, si consideras que adoptar animales abandonados es una forma de caridad, y crees que la caridad es algo que debe hacer un creyente en Dios, estás muy equivocado. Se trata de una comprensión y un entendimiento distorsionados.
También están los que, creyendo en su propia capacidad de supervivencia, usan el poco dinero que les sobra para socorrer a los pobres que les rodean. Les ofrecen ropa, comida, artículos de primera necesidad e incluso dinero, ya que lo consideran una especie de obligación que deben cumplir. Incluso puede que acojan a algunos indigentes en sus propios hogares, compartan el evangelio con ellos y les ofrezcan dinero para sus gastos. Cuando esa pobre gente accede a creer en Dios, les proporcionan comida y cobijo, pensando que están cumpliendo con su propio deber y obligación. También hay personas que se dan cuenta de que en la sociedad hay algunos huérfanos que aún no han sido adoptados. Les sobra algo de dinero, así que acuden a ayudar a estos huérfanos, fundando hogares de beneficencia y orfanatos, y adoptándolos. Tras adoptarlos, se ocupan de su alimentación, cobijo y educación, e incluso los crían hasta la edad adulta. No solo siguen haciéndolo, es que además lo transmiten a la siguiente generación. Creen que se trata de una buena obra de proporciones inconmensurables, algo que debe ser bendecido y una acción digna de la celebración de Dios. Incluso durante los periodos de difusión del evangelio, hay quienes ven a posibles destinatarios del evangelio de zonas empobrecidas que tienen convicciones religiosas y se sienten obligados a ayudarles y darles limosna. Sin embargo, difundir el evangelio es difundir el evangelio, no es hacer obras de caridad ni prestar asistencia. El propósito de compartir el evangelio es conducir hasta la casa de Dios, ante Su presencia, a aquellos que son capaces de entender Sus palabras y aceptar la verdad, es decir, a las ovejas de Dios, con el fin de darles una oportunidad de salvación. No se trata de ayudar a las personas necesitadas para que puedan tener algo que comer y vestir, para que puedan tener la vida de una persona normal y no morirse de hambre. Por tanto, desde cualquier perspectiva y en cualquier aspecto, ya sea proporcionando ayuda a mascotas o animales, o ayudando a personas indigentes o a aquellos que no pueden cubrir sus necesidades básicas, este asunto de ejercer la caridad no es lo que Dios exige como parte del deber, la responsabilidad u obligación que una persona debe cumplir. No está relacionado con que las personas crean en Dios y practiquen la verdad. Si tienen un corazón bondadoso y están dispuestas a hacerlo, o de vez en cuando se topan con personas concretas que necesitan ayuda, que lo hagan si pueden. Sin embargo, no debes considerarlo como una tarea que Dios te ha encomendado. Si cuentas con esa capacidad y condiciones, puedes ayudar de vez en cuando, pero esto solo te representa a ti personalmente, no a la casa de Dios y mucho menos a los requerimientos de Dios. Por supuesto, hacer esto no significa que hayas satisfecho las intenciones de Dios, y desde luego no significa que estés practicando la verdad. Simplemente representa tu conducta personal. Si lo haces de vez en cuando, Dios no te condenará por ello, pero tampoco lo celebrará; eso es todo. Si lo conviertes en una carrera profesional, y empiezas a fundar residencias de ancianos, casas de beneficencia, orfanatos, refugios de animales, o incluso das un paso adelante en tiempos de desastre y recaudas fondos de los hermanos y hermanas de la iglesia o de la comunidad para donar a las zonas o personas afectadas por la catástrofe, ¿crees que lo estás haciendo bien? Además, algunas personas, cuando en ciertos lugares se producen terremotos, inundaciones u otras catástrofes naturales o provocadas por el hombre, se acercan a la iglesia para solicitar donativos a los hermanos y hermanas. Peor aún, algunos incluso utilizan las ofrendas para ayudar a estos lugares y personas afectados por el desastre. Creen que es la obligación de todo creyente, y una obligación que la iglesia, como organización social comunitaria, debe cumplir. Consideran que se trata de una causa recta, y no solo exigen contribuciones de los hermanos y hermanas, sino que también urgen a la iglesia a destinar ofrendas para ayudar en estas zonas siniestradas. ¿Qué opináis de esto? (Es malo). ¿Solo es malo? Debatamos la naturaleza de este asunto. (Las ofrendas son para difundir el evangelio, para expandir la obra del evangelio. No están destinadas a socorrer a nadie en caso de catástrofe ni son para ayudar a los pobres). (Socorrer en caso de desastre no tiene relación con la verdad; hacerlo no significa que se esté practicando la verdad, y desde luego no da testimonio de un cambio de carácter). Algunas personas creen que, puesto que todo el mundo vive en el mismo planeta, los habitantes de la tierra forman una gran familia y que, cuando una de las partes tiene problemas, los demás deben unirse para prestar ayuda. Piensan que deben hacer todo lo posible para que la gente que se encuentra en una zona catastrófica sienta el cariño de sus semejantes y experimente la calidez y la asistencia de la iglesia. Consideran esto una buena obra de proporciones inconmensurables, un acto que honra a Dios, y una maravillosa oportunidad de dar testimonio de Él. Cuando les pides a algunos que se ciñan a los principios mientras cumplen con los deberes, y que adecúen sus prácticas a las palabras de Dios y a los arreglos de obra, no sienten entusiasmo y se desmotivan. No contemplan tales cosas en su corazón. Pero en lo que respecta a dedicar ofrendas para proporcionar ayuda a las personas de las naciones empobrecidas o atrasadas, comprándoles equipamiento para el cumplimiento de los deberes y ayudándolas a llevar una vida con comida y ropa suficiente, se vuelven particularmente entusiastas y están ansiosos por ponerse a trabajar, queriendo hacer todo lo posible. ¿Por qué se muestran tan entusiastas? Porque desean convertirse en grandes filántropos. En cuanto se menciona a un gran filántropo, empiezan a sentirse especialmente nobles. En particular, se sienten honrados de sacrificar sus esfuerzos en beneficio de las vidas de estos pobres y ejercer su propia luz y calidez. Se sienten sumamente entusiasmados por ello y, en consecuencia, algunos están especialmente dispuestos a participar en estas actividades. Sin embargo, ¿cuál es el propósito detrás de esta extraordinaria disposición a hacer estas cosas? ¿Es realmente para honrar a Dios? ¿Necesita Dios este tipo de honor? ¿Necesita Él este tipo de testimonio? ¿Puede ser que se humille el nombre de Dios si no das dinero o proporcionas ayuda? ¿Perderá Dios Su gloria? ¿Es posible que Dios sea glorificado cuando hagas esto? ¿Estará Él satisfecho? ¿Es este el caso? (No). Entonces, ¿cuál es el problema? ¿Por qué estas personas están tan dispuestas a hacerlo? ¿Su intención es satisfacer su propia vanidad? (Sí). Lo hacen para recibir el visto bueno de aquellos a los que han ayudado para que les alaben por su generosidad, magnanimidad y riqueza. Hay quienes siempre tienen un espíritu heroico. Desean ser salvadores. ¿Por qué no te salvas a ti mismo? ¿Sabes qué es lo que eres? Si cuentas con la capacidad de salvar a los demás, ¿por qué no eres capaz de salvarte a ti mismo? Si eres tan generoso, ¿por qué no te vendes a ti mismo y les das el dinero a esas personas para ayudarlas? ¿Por qué utilizar ofrendas? Si tienes esta capacidad, deberías dejar de comer y beber, o comer solo una vez al día, y utilizar el dinero que ahorras para ayudar a esas personas, para que coman bien y se abriguen. ¿Por qué haces un mal uso de las ofrendas de Dios? ¿No es esto ser generoso a expensas de la casa de Dios? (Sí). Ser generoso a expensas de la casa de Dios, ganarse de los demás el título de “gran filántropo”, satisfacer tu propio deseo vano de que los demás te necesiten, ¿no es una desfachatez? (Sí). Puesto que se trata de un asunto vergonzoso, ¿debería o no llevarse a cabo? (No). La naturaleza de la casa de Dios que difunde el evangelio no es hacer caridad; se trata de buscar ovejas que puedan entender las palabras de Dios, de devolverlas a Su presencia, de que acepten el castigo y el juicio de Dios, y reciban Su salvación. Esto es cooperar con el plan de gestión de Dios para salvar a la humanidad: no ejercer la caridad, no ofrecer ayuda ni predicar el evangelio dondequiera que haya pobreza. Esto es hacer obras de caridad bajo el pretexto de difundir el evangelio, con el fin de garantizar que estas personas estén bien alimentadas y vestidas, utilicen la tecnología moderna y disfruten de una vida acorde con los tiempos. ¿Pueden estas acciones salvar a la gente? Tales acciones no pueden lograr el propósito de difundir el evangelio y salvar a las personas. Difundir el evangelio no es ejercer la caridad; consiste en ganar corazones, llevar a la gente ante Dios, permitirles aceptar la verdad y la salvación de Dios, no consiste en proporcionar ayuda. Debido a las necesidades de la obra de la iglesia, algunas personas abandonan su trabajo y su familia para dedicarse a tiempo completo a sus deberes, y la casa de Dios les proporciona el sustento. Pero esto no es prestar socorro, ni tampoco dedicarse a la obra de caridad. Cuando la casa de Dios difunde el evangelio y funda la iglesia, no crea instituciones de beneficencia ni albergues. No se trata de utilizar estos beneficios o fondos para sobornar a la gente o dejarles entrar en la casa de Dios a gorronear comida y bebida. La casa de Dios no mantiene a parásitos o mendigos, ni acoge a vagabundos o huérfanos, ni proporciona ayuda a personas que no tienen nada que comer. Si alguien no puede permitirse comer, es porque es perezoso o incompetente. Es culpa suya, y no tiene nada que ver con que difundamos el evangelio. Difundimos el evangelio para ganarnos a la gente, para ganarnos a los que pueden entender las palabras de Dios y aceptar la verdad, no para ver quién es pobre, quién es digno de lástima, quién está oprimido o quién no tiene a nadie a quien acudir, ni para poder acogerlo o ayudarlo. Difundir el evangelio tiene sus propios principios y normas y, a su vez, existen criterios y requisitos para los posibles destinatarios del evangelio. No se trata de buscar mendigos. Por tanto, si consideras que difundir el evangelio es una labor benéfica, te equivocas. Y si crees que cuando cumples con este deber de difundir el evangelio y te dedicas a este trabajo, ejerces la caridad, estás aún más equivocado. Esta dirección, así como el punto de partida, son ambos inherentemente erróneos. Si alguien mantiene tal punto de vista o aplica tal dirección a sus acciones, debe corregir y cambiar rápidamente su perspectiva. Dios nunca se compadece de los pobres ni de los oprimidos en los estratos más bajos de la sociedad. ¿Por quién siente compasión Dios? Al menos, debe tratarse de alguien que crea en Él, alguien que pueda aceptar la verdad. Si no sigues a Dios, y te resistes y blasfemas contra Él, ¿tendrá compasión de ti? Es imposible. Por tanto, la gente no debería pensar erróneamente: “Dios es un Dios compasivo. Se compadece de los oprimidos, de los impopulares, de los despreciados, de los marginados, de los que no tienen a quién recurrir en la sociedad. Dios se compadece de todos ellos, y Él los deja entrar en Su casa”. ¡Esto es un error! Son nociones y suposiciones tuyas. Dios nunca ha dicho o hecho cosas así. No es más que una ilusión tuya, propia de tus ideas sobre la bondad humana, que no tienen nada que ver con la verdad. Mira a la gente que Dios escogió y trajo a Su casa. Sin importar su clase social, ¿se compadeció Dios o sintió lástima por alguien porque no tenía nada que comer y lo trajo a Su casa? Ni a uno solo. Por el contrario, entre aquellas personas que fueron escogidas por Dios, sin importar su clase social, incluso si eran campesinos, no se dio nunca el caso de que no tuvieran para comer ni de que se tratara de mendigos. Esto es evidencia de las bendiciones de Dios. Si Dios te ha elegido a ti y eres uno de Sus escogidos, Él no dejará que llegues a ser tan miserable que no puedas permitirte comer, o que llegues al punto de tener que mendigar por comida. En cambio, Dios te proveerá de ropa y comida en abundancia. Algunos creyentes en Dios siempre acarrean consigo ciertos conceptos erróneos. ¿Qué es lo que piensan?: “La mayoría de los creyentes en Dios proceden de los niveles más bajos de la sociedad, y algunos incluso puede que sean mendigos”. ¿Es así? (No). Incluso hay gente que difunde el rumor de que Yo fui mendigo. Les dije: “Entonces, ¿alguna vez me vestí de arpillera o llevé un bastón? Si dicen que fui mendigo, ¿cómo es que Yo no lo sabía?”. Estamos hablando de mí, pero ni siquiera Yo lo sé; ¡esto no tiene sentido! Dios dijo: “Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza”, ¿qué significa eso? ¿Está diciendo Dios que Él mismo se convirtió en un mendigo? ¿Está diciendo que no tenía sustento y no se podía permitir comer? (No). No. Entonces, ¿qué significa este enunciado? Significa que el mundo y la humanidad habían abandonado a Dios; manifiesta que no había lugar para Él y vino a salvar a la humanidad y, sin embargo, no lo aceptaron. Nadie estaba dispuesto a recibir a Dios. Este enunciado señala el lado desagradable de la humanidad corrupta y refleja el sufrimiento que Dios encarnado padeció en el mundo humano. Cuando Dios dijo esto, algunas personas piensan: “A Dios le gustan los mendigos, y lo cierto es que nosotros estamos mucho mejor que los mendigos, por lo que nuestro estatus es más elevado a ojos de Dios”. En consecuencia, están dispuestos a ayudar a los mendigos. Esto es un absoluto malentendido por parte de los humanos, pertenece a los pensamientos y puntos de vista falaces de la gente. No guarda relación alguna con la esencia de Dios, Su carácter o Su compasión y amor.
Hay quien dice: “Hablas de desprenderse de la ‘carrera’ dentro del tema de desprenderse de las búsquedas, ideales y deseos propios, y les dices a las personas que no ejerzan la caridad. Sin embargo, ¿por qué siempre haces hincapié en tratar bien a los animales y no hacerles daño? ¿Qué significa esto? Incluso en la casa de Dios hay perros y gatos, y no está permitido que nadie les haga daño”. Decidme, ¿hay diferencia entre esto y hacer caridad? ¿Son lo mismo? (No). ¿Qué ocurre en este caso? (No hacer daño a diferentes clases de animales es una expresión de humanidad normal). Esto es una expresión de humanidad normal. Entonces, ¿cuál debería ser la práctica y la manifestación de la humanidad normal? (Puesto que uno decide quedárselos, tiene que cumplir con su responsabilidad). Cumplir con la responsabilidad de uno…, ¿hay algo más específico? (Tiene que cuidar de ellos). Esa es una acción específica. ¿Qué principios se deben seguir? Esto involucra a la verdad. Dejad que os lo explique y comprobaréis si tiene relación con la verdad. Cuidar de las criaturas que Dios ha creado es una expresión de humanidad normal. Más concretamente, significa cumplir con vuestra responsabilidad hacia ellas y cuidarlas bien. Puesto que has elegido tenerlas, debes cumplir con tu responsabilidad. Las mascotas están destinadas a ser mantenidas y cuidadas por los humanos, a diferencia de los animales salvajes, que no necesitan de tus cuidados. El mayor respeto y cuidado que puedes mostrar hacia los animales salvajes es evitar destruir deliberadamente su hábitat y no cazarlos ni matarlos. En cuanto a las aves de corral, el ganado o los animales domésticos que la gente puede alojar en sus casas, ya que decides tenerlos, debes cumplir con tu responsabilidad. Es decir, en función de tus circunstancias, dales un rato de compañía si tienes tiempo, y si estás ocupado, asegúrate de que estén alimentados y a gusto. Básicamente, debes apreciarlos. ¿Qué significa apreciarlos? Respetar la vida que Dios ha creado y cuidar de las criaturas que Él creó. Apreciarlas, cuidarlas: no es caridad, es tratarlas como es debido. ¿Se trata de un principio? (Sí). Esto no es ejercer la caridad. ¿Qué es la caridad? No se trata de cumplir una responsabilidad o de apreciar la vida. Se trata de sobrepasar el alcance de tu capacidad y energía y convertirlo en una carrera. Eso no tiene nada que ver con tener mascotas. Si alguien no puede ni siquiera reunir el amor o la responsabilidad básicos para las mascotas que cría, ¿qué clase de persona es? ¿Posee humanidad? (No, no la posee). Cuanto menos, esa persona carece de humanidad. En realidad, los perros y los gatos no son muy exigentes con las personas. Al margen de cuánto los quieras o de si te gustan o no, como mínimo debes responsabilizarte de su cuidado, darles de comer a su hora y evitar maltratarlos; con eso basta. Dependiendo de tu situación económica, debes proporcionarles la comida o el modo de vida que puedas permitirte. Eso es todo. Sus condiciones de supervivencia no exigen mucho. Lo único que debes hacer es abstenerte de maltratarlos. Si la gente ni siquiera es capaz de mostrar ese poquito de amor, pone de manifiesto su falta de humanidad. ¿Qué conlleva maltratar? Pegarles y regañarles sin motivo, no darles de comer cuando lo necesitan, no pasearlos cuando lo precisan y no cuidarlos cuando están enfermos. Si no estás contento o estás de mal humor, te desquitas con ellos pegándoles y regañándoles. Tratas a los animales de una manera inhumana. Eso es maltrato. Si evitas el maltrato y te limitas a cumplir con tu responsabilidad, con eso es suficiente. Si ni siquiera posees ese poco de compasión para cumplir con tu responsabilidad, no deberías tener una mascota. Deberías liberarla, encontrar a alguien que la quiera y dejar que la cuide, darle una oportunidad de vivir. Algunas personas que tienen perros no son capaces siquiera de abstenerse de maltratarlos. Tienen perros con el solo propósito de desahogar sus frustraciones, y los utilizan como válvula de escape cuando están de mal humor o bajos de ánimo y necesitan desahogarse. No se atreven a pegar o regañar a otra persona, temen las consecuencias y responsabilidades que tendrían que asumir. Resulta que tienen una mascota en casa, un perro, y entonces descargan sus frustraciones con el animal porque, al fin y al cabo, no entiende y no opondrá resistencia. Esas personas carecen de humanidad. También hay quienes tienen perros y gatos pero no pueden cumplir con sus responsabilidades. Si no te gustan, no tengas un animal de compañía. Pero si decides tenerlo, has de cumplir con tu responsabilidad. El animal tiene sus propias necesidades vitales y emocionales. Necesita agua cuando tiene sed y comida cuando tiene hambre. También necesita estar cerca de las personas y que estas le reconforten. Si estás de mal humor y le dices: “No tengo tiempo para prestarte atención, ¡vete!”, eso no es tratar bien a una mascota. ¿Existe conciencia o razón en ello? (No). Hay quien dice: “¿Cuánto hace que no bañas a tu perro y tu gato? ¡Están muy sucios!”. “Uf, ¿bañarlos? Ni siquiera sé quién va a bañarme a mí. ¡A nadie le importa que haga días que no me baño!”. ¿Es esto propio de un humano o refleja alguna sensibilidad humana? (No). Con independencia de si están de buen humor o no, cuando se les frota un gato o un perro y se muestra cariñoso con ellos, se limitan a apartarlo de una patada, diciendo: “¡Lárgate, bicho! Eres igual que un cobrador, siempre hay problemas cuando andas cerca. Solo quieres comer o beber. ¡No estoy de humor para jugar contigo!”. Si no tienes siquiera un poco de compasión, no deberías tener mascotas. Deberías liberarlas de inmediato. ¡Ese gato o ese perro está sufriendo por tu culpa! Eres demasiado egoísta y no mereces tener mascotas. Cuando tienes un perro o un gato, su comida y su agua dependen de ti. Deberías entender esta razón. ¿Por qué compites con los animales? Dices: “No tengo a nadie que me bañe, ¿quién me baña a mí?”. ¿A ti quién te va a bañar? Eres un ser humano. Deberías bañarte tú solo. Puedes cuidar de ti mismo, pero los gatos y los perros necesitan de tus cuidados porque los estás criando, y por eso tienes la obligación de cuidarlos. Si ni siquiera puedes cumplir con esta obligación, no mereces tenerlos. ¿Qué necesidad hay de competir con ellos? Incluso dices: “Yo cuido de ti, pero ¿quién cuida de mí? Cuando estás bajo de ánimos, acudes a mí para que te reconforte. Cuando yo me siento mal, ¿quién me reconforta a mí?”. ¿Acaso no eres humano? Los humanos deben regularse y reajustarse a sí mismos. Los gatos y los perros son mucho más simples, no pueden regularse solos, así que necesitan que los humanos los reconforten. Ahí radica la diferencia entre cómo tratas a los animales y el ejercicio de la caridad. ¿Cuál es el principio referente a cómo tratar a los animales? Apreciar la vida, respetarla y no maltratarlos. Al tratar con todas las cosas que Dios ha creado, debes respetar sus leyes naturales, tratar correctamente a las distintas criaturas creadas por Dios según las leyes que Él ha establecido, mantener relaciones adecuadas con todo tipo de criaturas y no destruir ni desbaratar sus hábitats. Estos son los principios para respetar y apreciar la vida. Sin embargo, los principios para respetar y apreciar la vida no consisten en hacer caridad. Se trata de un principio que ha surgido de las leyes universales establecidas por Dios, al que todo ser creado debe atenerse. Sin embargo, seguir este principio no equivale a realizar actos de caridad.
Sin embargo, algunos preguntan: “¿Por qué Dios no nos permite dedicarnos profesionalmente a hacer caridad? Si no nos permite ejercer la caridad, entonces, ¿qué se debe hacer en la sociedad con aquellas personas o seres vivos que necesitan asistencia? ¿Quién acudirá en su ayuda?”. ¿Tiene algo que ver contigo quién va a acudir en su ayuda? (No tiene nada que ver con nosotros). ¿Acaso no eres un miembro de la humanidad? ¿Tiene algo que ver contigo? (No, no es la misión de los humanos). Exacto, no es tu misión y no es lo que Dios te ha encomendado. ¿Cuál es tu misión? Cumplir con el deber de un ser creado, escuchar las palabras de Dios, someterte a ellas, aceptar la verdad para lograr la salvación, hacer lo que Dios te dice que hagas y mantenerte alejado de las cosas que Él te dice que no hagas. ¿Quién va a encargarse de las cuestiones relacionadas con la caridad? No es asunto tuyo quién vaya a encargarse de ellas. En cualquier caso, a ti no se te exige que te encargues ni te preocupes de ellas. Quién gestione las cuestiones de caridad, ya se trate del gobierno o de diversas organizaciones comunitarias, no es un tema que sea de nuestra incumbencia. En pocas palabras, quienes creen en Dios y persiguen la verdad deben adoptar seguir el camino y la voluntad de Dios como su criterio, su objetivo de práctica y su rumbo. Esto es algo que la gente debe entender, y es una verdad eterna inalterable. Por supuesto, hacer algo de vez en cuando para ayudar a los demás no es una carrera profesional; es un acto puntual, y Dios no te lo echa en cara. Hay quien pregunta: “¿Acaso no celebra Dios tales cosas?”. Él no las celebra. Si le diste alguna vez limosna a un mendigo o le pagaste a alguien el billete para que volviera a casa, o ayudaste a una persona sin hogar; si de vez en cuando, o tan solo un puñado de veces a lo largo de tu vida haces cosas del estilo, ¿es eso algo digno de celebración a ojos de Dios? No, Dios no lo celebra. ¿Cómo valora Dios estas acciones? Dios no las celebra ni las condena; Él no las valora. ¿Por qué? No tienen nada que ver con la búsqueda de la verdad. Son acciones personales que no tienen relevancia para seguir el camino de Dios o para cumplir con Su voluntad. Si estás personalmente dispuesto a hacerlas, si haces algo bueno en un arrebato momentáneo de buena voluntad o en un arranque temporal de conciencia, o si haces algo bueno guiado por el entusiasmo o por un impulso, tanto si te arrepientes después como si no, tanto si recibes una recompensa como si no, eso carece de importancia para seguir el camino de Dios o llevar a cabo Su voluntad. Dios no lo celebra ni te condena por ello. ¿Qué significa que Dios no lo celebra? Significa que Dios no te eximirá de Su castigo y juicio durante tu salvación porque una vez hicieras eso, ni tampoco hará una excepción y permitirá que te salves porque hicieras algunas buenas obras o actos de caridad. ¿Qué significa que Dios no te condena por ello? Significa que estas buenas acciones que realizaste no tienen nada que ver con la verdad, solo ponen de manifiesto tu particular buen comportamiento, no van en contra de los decretos administrativos de Dios, ni infringen los intereses de nadie. Por supuesto, tampoco humillan el nombre de Dios, ni mucho menos lo glorifican. No vulneran los requisitos de Dios, ni implican ir contra Sus intenciones y, desde luego, no conllevan rebelarse contra Él. En consecuencia, Dios no te condenará por ellas; simplemente representan una especie de buena acción personal. Aunque tales buenas acciones puedan ganarse la alabanza del mundo y el reconocimiento de la sociedad, a ojos de Dios, no tienen ninguna conexión con la verdad. Dios no las celebra ni te condena por ellas, lo que significa que ante Dios estas acciones no significan gran cosa. Sin embargo, puede darse una posibilidad, y es que si salvas a alguien y le proporcionas ayuda financiera o cualquier tipo de ayuda material, o incluso le ofreces asistencia emocional y permites que esa persona malvada triunfe en sus esfuerzos, de modo que pueda cometer más delitos y suponga una amenaza para la sociedad y la humanidad, dando lugar a ciertas pérdidas, entonces ya se trataría de un asunto totalmente diferente. En el caso de un acto caritativo corriente, el punto de vista de Dios es que ni lo celebra ni lo condena. Sin embargo, el hecho de que Él ni lo celebre ni lo condene no significa que Dios te apoye o te anime a ejercer la caridad. En cualquier caso, se sigue esperando de ti que no inviertas tus energías, tu tiempo ni tu dinero en asuntos que no tienen nada que ver con la salvación o con la práctica de la verdad y el cumplimiento de tu deber, porque tienes cosas más importantes que hacer. Tu tiempo, tus energías y tu vida no están pensados para dedicarlos a obras de caridad, y tampoco para mostrar tu talante personal y carisma a través de una carrera en la caridad. En especial, los que abren fábricas, dirigen escuelas o administran un negocio con el propósito de satisfacer las necesidades básicas de los más pobres o para ayudarles a hacer realidad sus ideales, hacen estas cosas para ayudarlos. Si eliges ayudar a los pobres mediante estos métodos, eso sin duda consumirá una cantidad significativa de tu tiempo y energía. Acabarás por gastar y consumir una importante cantidad de tiempo y energía de tu vida en esta causa, y por tanto tendrás poco tiempo para perseguir la verdad. Puede que incluso no dispongas de tiempo para hacerlo, y desde luego no tendrás oportunidad de cumplir con tu propio deber. En vez de eso, malgastarás tu energía en personas, actividades y cosas sin relación con la verdad o la obra de la iglesia. Este es un comportamiento insensato. Este comportamiento insensato obedece a que hay quienes siempre quieren cambiar el destino humano y el mundo haciendo uso de sus buenas intenciones y unas habilidades escasas y limitadas. Desean cambiar el destino humano con su esfuerzo y buena voluntad. Es un empeño insensato. Ya que es un empeño insensato, no lo lleves a cabo. Por supuesto, la premisa para no llevarlo a cabo es que seas alguien que persiga la verdad, que desees perseguir la verdad y la salvación. Si dices: “No me interesa la salvación, y perseguir la verdad no es tan importante para mí”, entonces puedes hacer lo que quieras. Respecto a la cuestión de la caridad, si es tu ideal y tu búsqueda, si crees que así es como se expresa tu valor, que la caridad es lo único que puede transmitir el valor de tu vida, entonces adelante. Puedes hacer uso de cualquier habilidad o capacidad que tengas, nadie te va a coartar. La premisa que estamos compartiendo para no ejercer asuntos de caridad es que, ya que deseas perseguir la verdad y la salvación, debes desprenderte del ideal y el deseo de hacer caridad. No lo busques como el ideal y deseo de tu vida. No te involucres en este asunto a nivel personal, y la casa de Dios tampoco lo hará. Por supuesto, en la casa de Dios se da una situación, que es la de preocuparse por las vidas domésticas de ciertos hermanos y hermanas pobres. Esto conlleva una premisa, y creo que todos sois conscientes de ella: no se trata de caridad, es un arreglo de obra interno de la casa de Dios respecto a las vidas de los hermanos y hermanas. No está relacionado con ejercer la caridad. En la casa de Dios, aparte de no ejercer la caridad, tampoco se interviene en ninguna de las actividades caritativas de la sociedad. Por ejemplo, en la casa de Dios no se construyen escuelas, no se abren fábricas ni se administran negocios. Si alguien abre fábricas, construye escuelas, administra un negocio o participa en cualquier actividad comercial con el propósito de obtener recursos económicos para el funcionamiento normal de la obra de la iglesia, todo esto va en contra de los decretos administrativos de la casa de Dios y debe parar. Entonces, ¿cuál es la fuente de financiación para el funcionamiento de la obra de la casa de Dios? ¿Lo sabéis? Proviene de aquello que ofrendan los hermanos y hermanas, de las ofrendas para mantener el funcionamiento normal de la obra. ¿Qué implica esto? El dinero que dan a Dios los hermanos y hermanas, todo lo que ofrendan, es una ofrenda, ¿y para qué sirve una ofrenda? Para garantizar el funcionamiento normal de la obra de la iglesia. Por supuesto, se producen diversos gastos asociados a este funcionamiento normal, y deben administrarse según los principios sin vulnerarlos. Por consiguiente, cuando la obra de la iglesia implica cuestiones financieras, y algunos líderes y obreros despilfarran las ofrendas y causan pérdidas significativas respecto a ellas, la casa de Dios les impone un severo castigo. ¿Por qué ese castigo? ¿Por qué nadie que despilfarra las ofrendas se sale con la suya? (Porque los hermanos y hermanas les entregan las ofrendas a Dios y solo Él puede disfrutar de ellas. Por otra parte, estas ofrendas sirven para mantener el correcto funcionamiento de la obra de la casa de Dios. Si los líderes o los obreros malgastan las ofrendas, esto conducirá directamente a que la obra de la casa de Dios se vea afectada y sufra pérdidas. Esto trastorna y perturba la obra de la casa de Dios, por lo que esta debe imponer un castigo severo). Dime, ¿debe la casa de Dios imponer un castigo severo? (Sí). ¿Por qué debe hacerlo? ¿Por qué debe imponer un castigo severo? (Malgastar las ofrendas es un comportamiento propio de los anticristos. La actitud de una persona hacia las ofrendas es un reflejo de su actitud hacia Dios. Si esta persona es capaz de despilfarrar las ofrendas, es un indicativo de que carece por completo de un corazón temeroso de Dios). Habéis abarcado solo un aspecto de ello; aún quedan principios importantes dentro de este tema sobre los cuales debemos hablar.
Decidme, ¿por qué se debe castigar con severidad a la gente que despilfarra las ofrendas? Hablaremos ahora sobre este tema. En primer lugar, conversemos sobre de dónde provienen las ofrendas de Dios. Todos los hermanos y hermanas saben que Dios recibe tales ofrendas de parte de Su pueblo escogido. Según los estatutos bíblicos, la gente debería ofrendar un diezmo de sus ganancias, aunque por supuesto, hoy en día muchos ofrendan más que solo un diezmo, al igual que ciertos individuos ricos. Además, qué hay de los hermanos y hermanas sin recursos que ofrendan el diezmo, ¿de dónde sale su dinero? No son pocos los que lo ahorran viviendo frugalmente. Como en el campo y en las zonas rurales, donde algunas personas ofrendan la décima parte de lo que ganan vendiendo grano, otras vendiendo huevos de gallina y otras vendiendo cabras y gallinas. Mucha gente vive con frugalidad para poder ofrendar una décima parte o más; de ahí sale ese dinero. La mayoría sabe que se trata de un dinero difícil de conseguir. Entonces, ¿por qué los hermanos y hermanas hacen ofrendas? ¿Lo exige la casa de Dios? ¿Es que sin hacer ofrendas es imposible la salvación? ¿Es para cumplir con los estatutos de la Biblia? ¿O es para apoyar a la casa de Dios en su obra, porque piensan que la obra de la casa de Dios es importante y no se puede hacer sin fondos, y por eso deben ofrendar más? ¿Es esta su única razón? (No). Entonces, ¿por qué los hermanos y hermanas hacen ofrendas? ¿Son unos ingenuos o es que les sobra el dinero? ¿Están ofrendando dinero que les sobra o dinero que no han podido gastar? ¿A quién se hacen estas ofrendas? (A Dios). ¿Por qué la gente hace ofrendas? Olvídate del resto, la razón fundamental por la que muchas personas hacen ofrendas es que reconocen la obra de Dios. Él habla y obra para proveer sin reservas de vida y verdad a las personas, y para guiarlas. Por eso, la gente debe ofrecer la décima parte de lo que gana. Esta es la ofrenda. A lo largo de la historia, Dios ha bendecido a la gente con comida, agua y artículos de primera necesidad, y lo ha dispuesto todo para ellos. Si la gente puede disfrutar de todo esto, debe ofrecer en el altar la décima parte de lo que Dios le ha dado, representando así una fracción que los humanos le devuelven a Dios, y permitiendo que Él disfrute de su cosecha. Las personas, como seres creados, deben poseer y ofrecer esta muestra de afecto. Aparte de este aspecto, hay otro. Algunas personas dicen: “La obra de Dios es muy grande, no puedo hacer mucho por mi cuenta, así que haré una ofrenda, mi contribución”. De esta manera muestran su apoyo a la obra de la casa de Dios y actúan como patrocinadores. Con independencia del origen o la cuantía de estas ofrendas monetarias, entre ellos no faltan los que han ahorrado dinero gracias a una vida frugal. En resumen, si no fuera por Dios y por Su obra, si solo existiera la iglesia y estas organizaciones y asociaciones humanas, las ofrendas de la gente no tendrían ningún valor ni significado, porque sin la obra de Dios y Sus palabras, el dinero que ofrecen no tendría ninguna utilidad. Sin embargo, al hablar y obrar Dios, con el avance de Su obra para salvar a la humanidad, el dinero que la gente ofrenda, las ofrendas, adquiere una importancia especial. La razón por la que son particularmente importantes es que este dinero ofrendado se utiliza para la obra de la iglesia y no debe ser malversado, confiscado, apropiado indebidamente, o ni siquiera despilfarrado por aquellos con malas intenciones. ¿No es así? (Sí). Dado que es muy importante, cada céntimo debe emplearse en aspectos clave; no debe despilfarrarse ni malgastarse nada de manera irresponsable. Por consiguiente, debemos tratar de forma especial y castigar severamente a quienes despilfarren, se apropien indebidamente, se apoderen o malversen el dinero ofrendado, las ofrendas. Puesto que este dinero ofrendado, las ofrendas, es crucial para la obra de Dios, y dado el propósito que hay detrás de que los hermanos y hermanas ofrenden este dinero, estas ofrendas, este dinero que ofrendan debe asignarse a los aspectos más fundamentales. Cada céntimo se debe utilizar según los principios y lograr resultados; no se debe despilfarrar y, desde luego, ningún individuo malvado debe apropiarse de ellos. Este es un aspecto. Además, no importa que la ofrenda monetaria sea grande o pequeña, procede de los hermanos y hermanas. El origen de este dinero no está en que la iglesia se dedique a actividades comerciales, abra negocios o administre fábricas para obtener beneficios de la sociedad. No procede de los dividendos obtenidos por producir algo, no procede de los dividendos o ingresos de la iglesia, sino de las ofrendas de la gente. En términos sencillos, una ofrenda es algo que los hermanos y hermanas le dan a Dios; el dinero que se le da a Él debe pertenecerle a Él. ¿Para qué se utiliza el dinero de Dios? Algunos dicen: “El dinero de Dios, las ofrendas, se usa para el disfrute de Dios”. ¿Es todo para el disfrute de Dios? ¿De cuánto puede disfrutar Dios? Es algo bastante limitado, ¿no? Durante el tiempo en que Dios se hace carne, Su comida, ropa, alojamiento y necesidades, así como Sus tres comidas diarias, entran dentro de lo normal, y Su disfrute es limitado. Por supuesto, eso es bastante corriente. El uso principal del dinero ofrendado de los hermanos y hermanas, de las ofrendas, es mantener el funcionamiento normal de la obra de la iglesia, no para satisfacer el deseo de gasto de ciertas personas. Las ofrendas no son para que la gente las gaste, ni tampoco para que las use. No se trata de que quien maneje las finanzas tenga prioridad para usar este dinero, o que quien sea líder disponga de una autoridad especial para distribuir los fondos. No importa quién utilice este dinero ofrendado, estos deben emplearse según los principios establecidos por la casa de Dios. Ese es el principio. Entonces, ¿cuál es la naturaleza de alguien que vulnera este principio? ¿Acaso no ha transgredido los decretos administrativos? (Sí). ¿Por qué se dice que ha transgredido los decretos administrativos? Las ofrendas que la gente le entrega a Dios están destinadas a Su disfrute. Entonces, ¿cómo las utiliza Dios? Él las utiliza para la obra de la iglesia, para mantener el funcionamiento normal de su obra. Este es el principio por el cual Dios hace uso de las ofrendas. Sin embargo, los anticristos y los malvados no usan las ofrendas de esta manera. Las despilfarran, malgastan o donan de manera imprudente, infringiendo abiertamente este principio de uso de las ofrendas. ¿No es esto transgredir los decretos administrativos? ¿Te ha permitido Dios usarlas de esta manera? ¿Te ha concedido el derecho de usarlas de tal forma? ¿Te ha dicho que las uses así? No, ¿verdad? Entonces, ¿por qué las usas así, de forma tan imprudente y despilfarradora? ¡Estás transgrediendo el principio! No hablamos de un principio normal y corriente, ya que está relacionado con decretos administrativos. Dado que estas ofrendas monetarias no se obtienen mediante la realización de negocios o actividades comerciales, sino que son ofrendas donadas por hermanos y hermanas a Dios, todos los gastos deben controlarse minuciosamente y gestionarse con rigor. No debe haber despilfarro ni derroche. Malgastar o despilfarrar cualquier cantidad de dinero no solo lleva a pérdidas significativas en la obra de la casa de Dios, sino que también supone una pérdida financiera importante para esta. Despilfarrar las ofrendas no es solo eso, sino que también muestra una falta de responsabilidad hacia el amor que expresan los hermanos y hermanas al hacer ofrendas. Por tanto, los que despilfarran las ofrendas deben ser castigados con severidad. Se amonesta a aquellos con ofensas leves y, al mismo tiempo, se les exige una indemnización. En cuanto a aquellos con ofensas más graves, además de la indemnización, es necesario echarlos o expulsarlos. Hay otra razón principal por la que se debe imponer un castigo severo a los que malgastan las ofrendas. La iglesia es distinta de cualquier organización social. Se encuentra aislada en medio de cualquier país y de cualquier entorno social, abandonada por el mundo y por la humanidad. La iglesia no solo no puede recibir apoyo o protección de ningún país, sino que tampoco puede obtener ninguna ayuda o prestaciones del Estado. Como máximo, en los países occidentales, tras registrar y fundar una iglesia, las donaciones que se hacen a ella están exentas de impuestos personales, o los materiales donados pueden utilizarse para recibir algunas rebajas fiscales. Aparte de esto, la iglesia no puede recibir ningún tipo de prestación o ayuda de ningún país ni bajo ningún sistema social. Si la congregación de la iglesia se reduce y ya no puede seguir en marcha, el Estado no acudirá en su ayuda. En lugar de eso, prefiere dejar que se marchite por sí sola, porque la iglesia no genera ingresos y no puede pagar impuestos al Estado. Por tanto, que exista o no la iglesia es algo intrascendente para el Estado. La iglesia se encuentra en semejante estado de supervivencia bajo cualquier sistema social. Dime, ¿esto es fácil? (No). Desde luego, no hay duda de que no lo es. La sociedad y la humanidad rechazan a la iglesia, que no recibe ningún reconocimiento ni simpatía, y mucho menos apoyo, de ningún sistema social. La iglesia existe en estas condiciones de supervivencia. Si alguien sigue siendo capaz de despilfarrar las ofrendas, de no tener corazón, de tirar el dinero por el desagüe, de no asumir ninguna responsabilidad, de gastarse 100000 yuanes en un momento, de gastarse 1000000 de yuanes como si no fuera más que una cifra, sin pestañear, sin sentir reproche alguno, ¿crees que esa persona posee humanidad? ¿Acaso no merecen maldiciones esos individuos? (Sí). A modo de resumen de las diversas circunstancias enumeradas con anterioridad, en cuanto a aquellos que malgastan las ofrendas; que las despilfarran, o que siquiera albergan malas intenciones respecto a ellas; a los que desean malversarlas y, al no atreverse a ello, se limitan a despilfarrarlas; a todos ellos se les debe castigar severamente, no se les debe mostrar ninguna indulgencia. Decidme, ¿es este un enfoque correcto? (Sí). Entonces, si en el futuro se os concede la oportunidad de ejercer la autoridad para utilizar las ofrendas, ¿cómo os comportaréis? Si no podéis controlaros, si malgastáis las ofrendas, cuando llegue el momento de que la iglesia os castigue severamente, ¿tendréis alguna queja u objeción? (No). Es bueno que no tengáis ninguna queja. ¡Será lo que os merecéis!
En cuanto a aquellos que despilfarran las ofrendas, ¿no sentís odio hacia ellos? ¿No os hacen enfadar? ¿Eres capaz de supervisarlos o frenarlos? Esto eleva las cosas a un nivel superior, es hora de que se te ponga a prueba. Si hay alguien cerca de ti que despilfarra las ofrendas e insiste en gastarse veinte mil yuanes en una máquina que se podría comprar por dos mil, que quiere adquirir la mejor, la de mayor calidad, la más moderna y la más a la última, que quiere comprar la máquina más cara solo porque el dinero pertenece a la casa de Dios y no sale de su bolsillo, ¿eres capaz de impedírselo? Si no puedes impedírselo, ¿puedes lanzarles una advertencia? ¿Puedes denunciarlos ante sus superiores? Si te encargas de la gestión de las ofrendas, ¿puedes negarte a dar el visto bueno en esta situación? Si no podéis hacer nada de eso, también deberíais ser castigados con severidad. Vosotros también estáis despilfarrando ofrendas; estáis compinchados con esa persona malvada, sois cómplices y ambos debéis ser castigados con severidad. ¿Qué clase de actitud hacia Dios posee alguien que despilfarra y es irresponsable con las ofrendas? ¿Está Dios en su corazón? (No). En Mi opinión, la gente así tiene la misma disposición hacia Dios que tiene Satanás. Algunas dicen: “Todo lo relacionado con Dios, con Su nombre, Sus ofrendas o Su testimonio, nada de eso me concierne. ¿Qué tiene que ver conmigo esa gente que despilfarra las ofrendas?”. ¿Qué son estas personas? Hay ciertos líderes y supervisores que prestan su firma para todo, da igual lo que la iglesia solicite comprar. Nunca cuestionan las solicitudes, no las examinan con detenimiento ni comprueban si hay problemas; aprueban con su firma cualquier solicitud de compra de bienes, ya sean caros o baratos, prácticos o no, necesarios o innecesarios. ¿Qué es tu aprobación? ¿Es solo una firma? Desde Mi punto de vista, define tu postura ante Dios. Tu postura ante las ofrendas de Dios es tu postura ante Dios. Cada trazo de tu pluma, cada vez que escribes tu nombre, es una evidencia de tu pecado al blasfemar y faltarle el respeto a Dios. ¿Cómo no se iba a castigar con severidad a aquellos que blasfeman y le faltan al respeto a Dios de esta manera? ¡Se les debe castigar con severidad! Dios te proporciona la verdad, la vida, todo lo que tienes, y tú te acercas a Él y a las cosas que le pertenecen adoptando esta postura, ¿qué eres tú? Cada firma en una factura es una prueba de que pecas blasfemando contra Dios y de tu actitud irrespetuosa hacia Él; es la prueba más concluyente. No importa qué materiales se compren, no importa la cifra, ni siquiera compruebas el formulario de aprobación, simplemente firmas de un plumazo. Estás dispuesto a firmar arbitrariamente compras de cien o doscientos mil yuanes. Algún día tendrás que pagar el precio de tu firma: ¡el que firma asume la responsabilidad! Ya que te comportas así y firmas al azar sin siquiera revisar primero las solicitudes, despilfarrando arbitrariamente las ofrendas, deberías asumir la responsabilidad y pagar el precio de tus acciones. Si no temes afrontar las consecuencias, adelante, firma con tu nombre. Tu firma representa tu postura hacia Dios. Si eres capaz de actuar así incluso con Dios, si lo tratas así, abierta y descaradamente, ¿cómo esperas que te trate Él a ti? Dios ya ha tenido bastante paciencia contigo, te ha dado aliento y te ha permitido vivir hasta ahora. En lugar de seguir tratando a Dios de la misma manera y adoptando la misma postura, lo que has de hacer es confesarte y arrepentirte ante Él y cambiar tu disposición. No sigas luchando a ciegas con Dios. Si continúas tratando a Dios de la misma manera y con la misma disposición, ya sabes cuáles serán las consecuencias. Si no puedes obtener el perdón de Dios, tu fe habrá sido en vano. ¿De qué servirá entonces tu fe? Crees en Dios, pero desperdicias Su confianza y Su comisión hacia ti. Dime, ¿qué eres tú? Algunos actúan como líderes o supervisores en la casa de Dios. Han cumplido con su deber durante muchos años y se puede decir que he interactuado con ellos durante ese tiempo. Al final, he llegado a una conclusión respecto a ellos. Son peores que los perros. Sus acciones no solo le rompen a uno el corazón, sino que además son repulsivas. Me gusta tener perros e interactuar con ellos. Los que he criado estos años han salido bastante bien. Los perros que me gustan normalmente no estorban a las personas de forma deliberada. Si le muestras a un perro un poco de amabilidad, te la va a devolver multiplicada por diez. Si eres sinceramente bueno con él, ya le pongas un periódico o un par de zapatos en el jardín, se va a tender al lado para guardártelos. Incluso, si tiras algo que no quieres, el perro pensará que lo has perdido y te lo vigilará sin alejarse de su lado. Pasado un tiempo, resumí lo que había aprendido y concluí: “¡Los humanos son peores que los perros!”. Los perros vigilan las casas, utilizan sus habilidades y destrezas para proteger tu casa con su vida. La gente ni siquiera tiene corazón, y mucho menos guarda las cosas con su vida. No pronunciarían ni una sola palabra para salvaguardar la obra de la iglesia. ¡Son menos que un perro guardián! Esta es la distinción que he hecho entre las personas y los perros. Aquellos que despilfarran las ofrendas son menos que perros guardianes. ¿Estás de acuerdo en que deben ser castigados con severidad? (Sí). Dios confía en las personas y les encomienda trabajos y obligaciones. Esto se debe a que Dios las ensalza y tiene buena opinión de ellas. No es que merezcan hacer ese trabajo, o que tengan buena aptitud y humanidad, o que estén a la altura de la tarea. Y, sin embargo, no reconocen el favor que se les hace, siempre se creen capaces de hacer la obra de la iglesia, que se lo han ganado a base de su propio trabajo duro y esfuerzo. Todo lo que tienen se lo ha dado Dios. ¿Qué han ganado ellos? ¿Se están durmiendo en los laureles? Dios exalta a las personas para que cumplan con sus deberes, pero ellos no reconocen el favor que se les ha mostrado, ni comprenden lo que es bueno para ellos. No están a la altura de Su confianza y Su exaltación, las malgastan. En tales casos, lo siento, pero se les debe castigar con severidad. Dios brinda oportunidades a la gente, pero la mayoría no sabe lo que es bueno para ellos, y no saben apreciarlas. Él les da una oportunidad, pero ellos no la quieren. Piensan que Dios es fácil de mangonear, que es indulgente, que no ve ni sabe lo que pasa. Por consiguiente, se atreven a despilfarrar sin escrúpulos las ofrendas, traicionando la confianza de Dios, incluso careciendo de los rasgos más elementales de la condición humana y de la conciencia. ¿Para qué siguen creyendo? No deberían molestarse en creer, deberían limitarse a ir a adorar a Satanás. Dios no necesita de su adoración. ¡No son dignos!
¿Hemos tratado más o menos lo suficiente del primer tema de desprenderse de las carreras, es decir, no ejercer la caridad? ¿Habéis comprendido los principios-verdad contenidos en este tema? ¿Cuáles son aquí los principios? (Los principios son que hacer caridad no es la misión que Dios ha encomendado a los humanos. No tiene ninguna relación con la práctica de la verdad o la búsqueda de la salvación. Cuando una persona hace algunas buenas obras, no son más que el reflejo de su comportamiento individual). Ejercer la caridad no tiene relación alguna con la búsqueda de la verdad. No creas erróneamente que por hacer obras de caridad estás practicando la verdad o has alcanzado la salvación. Esto es un gran error. Practicar la verdad no incluye ejercer la caridad ni dedicarse a obras benéficas. El objetivo de creer en Dios es alcanzar la salvación. Creer en Dios no consiste en acumular méritos o hacer buenas obras, no consiste en disfrutar haciendo cosas buenas o filantropía, ni en ejercer la caridad. Creer en Dios no tiene nada que ver con ejercer la caridad; se trata de perseguir la verdad y aceptar la salvación de Dios. Por tanto, las ideas de la gente de que la fe en Dios consiste en ejercer la caridad o dedicarse a obras benéficas, o que hacer caridad equivale a creer en Él y satisfacerle, están terriblemente equivocadas. Cualquiera que sea la obra de caridad en la que te impliques, y cualesquiera que sean las cosas que hagas relacionadas con la caridad, no son más que una representación de tu forma de ser. Ya sean acciones puntuales o algo a lo que te dediques de forma profesional, estas cosas simplemente reflejan tu propio buen comportamiento. Este comportamiento puede tener una conexión con una religión, comportamiento social, o criterio moral, pero no tiene absolutamente ninguna relación con creer en Dios y perseguir la verdad, o seguir el camino de Dios, y no tiene absolutamente nada que ver con Sus requerimientos. Ahora bien, ¿por qué no debería uno ejercer la caridad? Dios es un Dios misericordioso con la gente, que tiene compasión y amor. Se compadece de la humanidad, así que ¿por qué Dios no celebra las obras de caridad de la gente? ¿Por qué ejercer la caridad no merece la celebración de Dios? ¿No supone esto un problema? ¿Exigir que la gente no haga caridad es una señal de que Dios no ama a la humanidad? ¿No contradice esto la misericordia que Dios siente por la humanidad? (No). ¿Por qué no? (Porque existen principios para la misericordia y el amor de Dios, y Su misericordia y amor se dirigen a individuos específicos. Los concede a aquellos que aceptan la verdad, la practican y se arrepienten de veras. Dios no pretende salvar a los incrédulos, aquellos incapaces de aceptar la verdad). Existen principios para la misericordia y el amor de Dios, y ambas cosas van dirigidas a individuos específicos. Adelante, ¿qué más podemos encontrar? ¿Existe alguna relación entre hacer obras de caridad y creer en Dios? (No). Entonces, ¿ejercer la caridad entra en conflicto con creer en Dios? Al participar en cualquier forma de obra de caridad, ¿no es necesario invertir tiempo, energía e incluso dinero? Cuando uno hace obras de caridad, no puede limitarse a hacerlo de boquilla, sin contemplar o considerar el trabajo que conlleva. Si realmente lo considera una profesión, sin duda tendrá que invertir tiempo, energía e incluso sumas considerables de dinero. Una vez que hayas invertido tiempo, energía y dinero, ¿no estarás atado y controlado por la obra de caridad que estás haciendo? ¿Te seguirá quedando energía para perseguir la verdad? ¿Te quedará energía para cumplir con tu deber? (No). Cuando en la vida te dedicas a cualquier carrera a tiempo completo, no importa cuál, es inevitable que inviertas y sacrifiques toda tu energía y toda tu vida. Te costará tu hogar, tus sentimientos, tus placeres carnales y tu tiempo. Del mismo modo, si tratas de veras la caridad como una profesión y la ejerces en consecuencia, todo el tiempo y la energía de que dispongas se verán implicados en ella. Cada individuo tiene una cantidad limitada de energía. Si estás controlado por la caridad, y pretendes compatibilizarla con tu fe en Dios de forma equitativa y equilibrada y, además, deseas hacer bien ambas cosas, no será una tarea fácil. Si quieres equilibrar estas dos cosas al mismo tiempo, pero no eres capaz de hacerlo, tendrás que tomar una decisión. Si tienes que elegir con cuál quedarte y cuál descartar, ¿cómo te decidirás? ¿Acaso no deberías elegir la tarea más significativa y valiosa? Entonces, si tanto creer en Dios como ejercer la caridad aparecen en tu vida al mismo tiempo, ¿qué elección deberías hacer? (Debería elegir creer en Dios). ¿Acaso la mayoría de la gente no elige creer en Dios? Al ver que todos habéis hecho esa elección, ¿no es normal que Dios no permita que la gente ejerza la caridad? (Sí). Ejercer la caridad ha ayudado a muchos seres vivos y ha proporcionado sustento a muchas personas, pero, a fin de cuentas, ¿qué ganarás tú con ello? Satisfarás tu vanidad. ¿Es esto realmente ganar algo, y es lo que deberías ganar? Tu ideal se habrá hecho realidad, tu valor habrá quedado demostrado, eso es todo, pero ¿es esta la senda que debes seguir en la vida? (No). Al final, ¿qué ganarás con ello? (Vacío). No ganarás nada en absoluto. Tu vanidad quedará temporalmente satisfecha, recibirás algunos elogios de los demás, o medallas y honores por parte de la sociedad, pero eso es todo, y habrás consumido toda tu energía y todo tu tiempo. ¿Qué habrás ganado? El honor, la buena reputación y los reconocimientos son cosas vacías. Sin embargo, las verdades que las personas deben comprender y las sendas vitales que deben tomar en esta vida no se pueden comprender ni ganar por el mero hecho de ejercer la caridad. Creer en Dios es diferente. Si te esfuerzas sinceramente por Dios y persigues la verdad, tus inversiones de tiempo y energía darán resultados buenos y positivos. Si conoces y comprendes las cosas que mejor debe comprender la gente —cómo debe vivir, cómo debe venerar a Dios, cómo contempla los diferentes asuntos, qué puntos de vista y posturas debe tener cuando actúa, cuál es la manera más correcta de comportarse y cómo comportarse de una manera que el Creador vaya a celebrar, de una manera que signifique que uno está caminando por la senda adecuada—, entonces esta es la senda adecuada y de veras supone ganar algo. En tu vida habrás ganado mucho que los no creyentes no pueden aprender, cosas que alguien con humanidad debería poseer. Estas cosas proceden de Dios, de la verdad, y se habrán convertido en tu vida. A partir de esto, te transformarás en una persona que considera la verdad como su vida; tu vida ya no estará vacía y ya no te sentirás desconcertado ni vacilarás. ¿No son estas ganancias más elevadas y valiosas? ¿No son más valiosas que hacer alguna obra de caridad para satisfacer tu vanidad un instante? (Sí). Estas ganancias que involucran a la verdad y la senda por la que deben caminar las personas, te concederán una nueva vida. Nada en el mundo humano puede compararse a esta nueva vida y nada puede reemplazarla. Por supuesto, esta nueva vida no tiene precio y es eterna. Es algo que se alcanza después de haber dedicado tu tiempo, energía y juventud, después de haber pagado cierto precio y haber hecho ciertos sacrificios. ¿Merece la pena? Desde luego que merece la pena. Sin embargo, ¿qué ganarás si ejerces la caridad? No ganarás nada. Esos honores y medallas no son beneficios. La aprobación y la afirmación de los demás, que otros digan que eres una buena persona o un gran filántropo, ¿pueden considerarse beneficios? (No). Todo eso son cosas temporales y no tardarán en desaparecer con el tiempo. Cuando ya no puedas aferrarte a estas cosas, cuando ya no puedas sentirlas, te llenarás de arrepentimiento y dirás: “¿Qué he hecho con mi vida? He cuidado de algunos gatos y perros, he adoptado a algunos huérfanos, he ayudado a algunos pobres a tener una buena vida, a comer buena comida y a tener ropa buena que ponerse, pero ¿qué hay de mí? ¿Para qué he vivido? ¿Es posible que haya vivido solo para ellos? ¿Es esa mi misión? ¿Es esta la responsabilidad que el Cielo me ha confiado? ¿Es esta la obligación que me ha dado el Cielo? Claro que no. Entonces, ¿para qué vive una persona en esta vida? ¿De dónde viene la gente y adónde va en el futuro? No entiendo estas cuestiones tan fundamentales”. Y así, cuando alcances esta etapa, te parecerá que esos honores no son ganancias, sino cosas externas. Esto se debe a que habrías sido la misma persona si no te hubieras implicado en la caridad, ya que después de haber hecho caridad hasta ese mismo día, obteniendo todos esos elogios y honores, en cualquier caso, tu vida interior no habrá cambiado. Las cosas que no entiendas seguirán siendo desconocidas para ti, seguirás desconcertado y perplejo. Y en ese momento, no solo estarás más perplejo y confundido, sino que también te sentirás más intranquilo. Llegado ese punto, será demasiado tarde para lamentarse. Tu vida habrá pasado, tus mejores momentos habrán quedado atrás y habrás elegido la senda equivocada. Por tanto, antes de tomar la decisión de dedicarte a obras de caridad, o cuando acabes de empezar a hacerlas, si deseas perseguir la verdad y alcanzar la salvación, debes desprenderte de tales ideas. Por supuesto, también debes desprenderte de todas las actividades relacionadas con la caridad y lanzarte de todo corazón a la senda de creer en Dios y perseguir la salvación. Al final, aunque lo que obtengas y ganes no sea tanto o tan tangible como imaginabas al principio, al menos no acabarás lleno de remordimientos. Por poco que ganes, seguirá siendo más de lo que recibirán aquellos que han pasado toda su vida en la religión creyendo en el Señor. Eso es un hecho. Así, al elegir una carrera, las personas deben, por un lado, desprenderse de sus ideas y planes de ejercer la caridad. Por otro, también deben rectificar sus nociones con respecto a sus pensamientos. No es necesario que envidien a quienes ejercen la caridad en la sociedad ni que piensen en lo altruistas, grandiosos, nobles y desinteresados que son, diciendo: “Mira lo nobles y desinteresados que son sus actos al ayudar a otras personas. ¿Por qué no podemos ser nosotros así de desinteresados? ¿Por qué no podemos lograr eso?”. En primer lugar, no hace falta que les tengas envidia. En segundo, no es necesario que te lo reproches a ti mismo. Si Dios no los ha escogido, ellos tienen sus propias misiones y búsquedas. Con independencia de lo que estén persiguiendo, ya sea fama y dinero, o hacer realidad sus propios ideales y deseos, no tienes que preocuparte de eso. Lo que ha de preocuparte es lo que debes perseguir y qué tipo de senda debes seguir. Puesto que Dios te ha escogido, has entrado en la casa de Dios y eres miembro de la iglesia y, además, engrosas las filas de los que cumplen con su deber, lo más práctico es que reflexiones sobre cómo emprender la senda de la salvación mientras cumples con tu deber, cómo practicar la verdad, cómo entrar en la realidad-verdad y alcanzar el punto en el que las palabras de Dios calen en tu interior y se conviertan en tu vida mediante tus búsquedas y los diversos precios que pagas. En un futuro no muy lejano, cuando mires atrás al estado en el que te encontrabas cuando creíste en Dios por primera vez, verás que tu vida interior ha cambiado. Ya no serás una persona cuya vida se basa en sus actitudes corruptas. Ya no serás una persona arrogante, ignorante, agresiva y necia que se cree inigualable, como solías ser. En cambio, la palabra de Dios se habrá convertido en tu nueva vida. Sabrás cómo seguir el camino de Dios y cómo manejar todo lo que te encuentres en la vida de acuerdo con las intenciones de Dios y según los principios-verdad. Pasarás todos los días con los pies en la tierra y tendrás un objetivo y una dirección precisos en todo lo que hagas. Sabrás lo que debes y lo que no debes hacer. En tu mente, todas estas cosas estarán claras como el agua. Tu vida diaria no será desconcertante, agotadora ni deprimente. Por el contrario, estará llena de luz, tendrá objetivos y una dirección. Al mismo tiempo, sentirás un impulso en tu corazón. Te parecerá que has cambiado, que has ganado una nueva vida y te has convertido en alguien que ha hecho de las palabras de Dios su vida. ¿Acaso eso no es bueno? (Lo es). Concluiremos aquí nuestra charla sobre no ejercer la caridad, que es el primer principio dentro del tema de desprenderse de las carreras.
¿Cuál es el segundo principio del tema de desprenderse de las carreras? Contentarse con la comida y la ropa. Para sobrevivir en la sociedad, la gente desempeña diversos tipos de trabajos o empleos para subsistir, asegurándose así una fuente de ingresos que les garantice la alimentación diaria y su manutención. Por consiguiente, ya pertenezcan a las clases más bajas o a un escalón ligeramente superior, las personas mantienen su sustento a través de diversas ocupaciones. Puesto que su propósito es subsistir, resulta bastante sencillo: basta con tener un lugar donde vivir, comer tres veces al día, permitirse carne de vez en cuando si lo desean, ir a trabajar con regularidad, tener ingresos, no ir por ahí vestidos con harapos o al borde de la malnutrición. Son las necesidades básicas de la vida. Cuando uno satisface estas necesidades básicas, ¿no es relativamente fácil conseguir comida y abrigo? ¿No entra dentro de sus capacidades? (Sí). Por tanto, si la naturaleza de la carrera de alguien es únicamente conseguir comida y abrigo, un medio de sustento, independientemente de la carrera a la que se dedique, y siempre que sea legal, por lo general se ajustará a los estándares de humanidad. ¿Por qué digo que se ajusta a los estándares de humanidad? Porque el motivo, intención y propósito que radica detrás de que ejerzas esta profesión no tiene nada que ver con ninguna cuestión o idea salvo la de subsistir; su finalidad es simplemente conseguir lo suficiente para comer, tener ropa para abrigarse y poder mantener a la familia. ¿No es así? (Sí). Se trata de las necesidades básicas. Una vez cubiertas estas necesidades básicas, la gente puede disfrutar de una calidad de vida básica. Cuando son capaces de lograr esto, pueden llevar una existencia normal. ¿No basta con que una persona pueda llevar una existencia normal? ¿Acaso no es esto lo que la gente debería lograr dentro de lo que abarca la humanidad? (Sí). Eres responsable de tu propia vida, la cargas sobre tus hombros; es una manifestación necesaria de humanidad normal. Es suficiente y apropiado que consigas esto. Sin embargo, si no te contentas, mientras que una persona normal come carne una o dos veces por semana, tú insistes en comerla todos los días y encima te sobra. Por ejemplo, si comes 250 o 500 gramos de carne al día, cuando solo necesitas 125 gramos para mantenerte en un buen estado físico, ese exceso de nutrientes puede provocar enfermedades. ¿Qué causa enfermedades como el hígado graso, la hipertensión y el colesterol alto? (Comer demasiada carne). ¿Cuál es el problema de comer demasiada carne? ¿Acaso se debe a la falta de control sobre la dieta? ¿No será glotonería? (Sí). ¿De dónde viene esta glotonería? ¿No se debe a tener un apetito excesivo? ¿El apetito excesivo y la glotonería se corresponden con las necesidades de la humanidad normal? (No). Sobrepasan las necesidades de la humanidad normal. Si tu deseo es siempre el de sobrepasar las necesidades de la humanidad normal, eso quiere decir que tendrás que trabajar más, ganar más dinero y trabajar mucho más que la gente normal. Ya sea haciendo horas extra o aceptando varios trabajos, tendrás que generar más ingresos para permitirte comer carne tres veces al día y siempre que lo desees. ¿No supera esto el ámbito de la humanidad normal? ¿Es bueno ir más allá del alcance de la humanidad normal? (No). ¿Por qué no es bueno? (Por un lado, los cuerpos de las personas son propensos a enfermar; por otro, para satisfacer sus deseos y apetitos, tienen que invertir más tiempo, energía y esfuerzo en su trabajo. Esto les roba el tiempo y la energía que podrían utilizar para perseguir la verdad y cumplir con sus deberes, lo que afecta a la forma en que caminan por la senda de creer en Dios y perseguir la verdad). Las personas deberían contentarse con tener cubiertas las necesidades básicas, no pasar hambre ni frío y procurarse la comida y el abrigo necesarios para una humanidad normal. Deberías ganar el dinero suficiente para mantenerte según las necesidades nutricionales normales del cuerpo. Con eso basta, es el tipo de vida que deberían tener las personas con humanidad normal. Si siempre anhelas los placeres de la carne, satisfacer tu apetito carnal sin tener en cuenta tu salud física y haciendo caso omiso de la senda correcta; si siempre quieres comer buena comida, disfrutar de cosas buenas, tener un buen entorno vital y una buena calidad de vida, comer raras exquisiteces, llevar ropa de marca y joyas de oro y plata, vivir en mansiones y conducir coches de lujo; si siempre aspiras a esto, ¿a qué tipo de profesión debes dedicarte? Si te limitas a tener un trabajo corriente para satisfacer tus necesidades básicas y procurarte comida y abrigo, ¿acaso se pueden satisfacer todos estos deseos? (No). Desde luego que no. Por ejemplo, si quieres dedicarte al comercio y un pequeño negocio de un solo puesto puede proporcionarte lo suficiente para la comida y el abrigo de toda tu familia; puede que tengas menos que los que están por encima de ti, pero tienes mucho más que los que están por debajo. Puedes comer carne de vez en cuando y toda tu familia puede vestir dignamente. El tiempo libre del que dispongas puedes utilizarlo para creer en Dios, asistir a reuniones y cumplir con tu deber, y aún te quedaría energía para perseguir la verdad. Con eso es suficiente. Ya que, partiendo de la base de que cuentas con seguridad en tu vida, mientras te dediques a esta ocupación podrás sacar tiempo y energías para buscar la fe en Dios y perseguir la verdad. Esto concuerda con las intenciones de Dios. Sin embargo, si nunca te contentas, siempre pensarás: “Este negocio tiene potencial. Puedo ganar todo este dinero al mes con un solo puesto y así proporcionarle comida y abrigo a mi familia. Si tengo dos puestos, puedo duplicar mis ingresos. Mi familia no solo tendrá comida y abrigo, sino que también ahorraremos algo de dinero. Podremos comer lo que queramos e incluso viajar y comprar algunos artículos de lujo. Podremos comer y disfrutar de cosas que la mayoría de la gente no puede permitirse. Sería estupendo. ¡Voy a montar otro puesto!”. Después de añadir otro puesto, te haces más rico; saboreas las ventajas y piensas: “Parece que este mercado es bastante grande. Puedo montar otro puesto más, ampliar mi negocio e introducir diferentes mercancías para expandirlo todavía más. No solo puedo ahorrar dinero, sino que puedo comprarme un coche y mudarme a una casa más grande. ¡Toda mi familia podrá viajar dentro y fuera del país!”. Cuanto más lo piensas, más atractivo te resulta. Llegados a este punto, ya estás decidido a montar otro puesto. El negocio crece cada vez más, ganas cada vez más dinero, disfrutas cada vez más, pero asistes cada vez a menos reuniones; pasas de acudir semanalmente o cada dos semanas a cada mes o cada dos meses, hasta que, con el tiempo, acabas yendo a una cada seis meses. En tu corazón piensas: “Mi negocio ha crecido, he ganado mucho dinero, apoyo la obra de la casa de Dios y realizo ofrendas generosas”. Conduces un descapotable, tu mujer y tus hijos lucen joyas de oro y diamantes, vestidos de pies a cabeza con ropa de marca, e incluso has viajado al extranjero. Piensas: “¡Tener dinero es maravilloso! De haber sabido que ganar dinero sería tan fácil, habría empezado antes. ¡Tener dinero es una maravilla! ¡La vida de una persona rica transcurre con mucha comodidad y tranquilidad! Cuando como algo delicioso, su sabor no tiene parangón. Cuando me pongo ropa de marca, me siento eufórico y dondequiera que voy, recibo miradas de envidia y celos de los demás. Me he ganado el respeto y la admiración de la gente y me siento diferente, me parece que camino un poco más derecho”. Se han satisfecho los deseos de tu carne, así como tu vanidad. Sin embargo, la capa de polvo que cubre las palabras de Dios es cada vez más espesa; hace mucho tiempo que no las lees y tus oraciones a Dios se han vuelto más cortas. Las reuniones se han trasladado a otro lugar y ahora ni siquiera estás seguro de dónde se celebran. Ya ni siquiera vas de vez en cuando a la iglesia. Dime, ¿te estás acercando a la salvación o te alejas de ella? (Me alejo). Tu calidad de vida está mejorando, tu cuerpo está bien alimentado y te has vuelto más exigente. Antes te hacías revisiones médicas cada ocho o diez años, pero ahora que eres rico, te haces un chequeo cada seis meses para ver si tienes la tensión, el azúcar o el colesterol altos. Dices: “Uno debe cuidar su cuerpo. Ya lo dice el dicho: ‘Si tienes que ser algo, no seas un enfermo. Si hay algo que no debas ser, no seas pobre’”. Tus pensamientos y puntos de vista han cambiado, ¿verdad? Ahora que eres rico y has dejado de ser un tipo corriente, te sientes valioso, alguien distinguido, y valoras aún más tu cuerpo. También ha cambiado tu postura ante la vida. Antes no te preocupabas por las revisiones médicas porque pensabas: “Los pobres no tenemos que preocuparnos de eso. ¿Para qué tengo que hacerme un chequeo? Si estoy gravemente enfermo, no podré permitirme el tratamiento. Me limitaré a sentarme y aguantar, y si no soy capaz, supongo que este cuerpo dirá hasta aquí hemos llegado y morirá. No es para tanto”. Pero ahora es diferente. Dices: “La gente no debería vivir sufriendo una enfermedad. Si están enfermos, ¿quién va a gastarse el dinero que han ganado? No podrán disfrutar de la vida. ¡La vida es corta!”. Esto es diferente, ¿verdad? Tu postura respecto al dinero, a la vida de la carne y al disfrute ha cambiado. Del mismo modo, tu postura respecto a creer en Dios, perseguir la verdad y recibir la salvación también ha ido virando hacia la indiferencia.
Una vez que una persona se embarca en la senda de no contentarse con la comida y la ropa, buscará una mayor calidad de vida y el disfrute de cosas mejores. Se trata de una señal de peligro, supone caer en la tentación, causará problemas y es un mal presagio. Una vez que alguien disfruta y experimenta el sabor de la riqueza, empieza a preocuparse de que un día perderá su dinero y será pobre. Por consiguiente, aprecian especialmente estos días en los que tienen dinero y valoran la posición y el estatus de ser rico. A menudo oyes a los no creyentes decir: “Pasar del amargo al dulce es fácil, pasar del dulce al amargo, no”. Esto significa que cuando no tienes nada, no te importa que te pidan que te desprendas; puedes hacerlo en un abrir y cerrar de ojos porque no tienes nada que merezca la pena conservar. Tales posesiones monetarias y materiales no se convierten en obstáculos para ti, y te resulta fácil desprenderte de ellas. Sin embargo, una vez que posees tales cosas, se te hace difícil desprenderte de ellas, más difícil que ascender al cielo. Si eres pobre, cuando llega el momento de dejar tu casa y cumplir con tus deberes, puedes marcharte de buena gana. Sin embargo, si eres un pez gordo rico, se te llena la cabeza de pensamientos y dices: “Ah, mi casa vale dos millones de yuanes y mi coche vale quinientos mil. Además, tengo activos fijos, ahorros bancarios, acciones, fondos, inversiones y otras cosas que suman más o menos un total de diez millones de yuanes. Si me voy, ¿cómo voy a llevarme todo esto conmigo?”. No te resulta fácil desprenderte de estas posesiones materiales. Piensas: “Si renuncio a estas cosas y abandono esta casa y a mi familia actual, ¿tendrá condiciones similares el lugar que habite en el futuro? ¿Sería capaz de tolerar vivir en una barraca o en una casa de paja? ¿Podría soportar el hedor de un cobertizo para el ganado? Ahora mismo, puedo darme una ducha caliente todos los días. ¿Podría soportar un lugar donde ni siquiera puedo darme una ducha caliente al año?”. Tus pensamientos se multiplican y no puedes soportarlo. Si tienes dinero, sacas puñados de billetes para comprar cosas, adquieres lo que te apetece sin dudarlo, eres especialmente generoso y el dinero nunca es un problema. Pero si renunciaras a todo esto, te sentirías avergonzado cada vez que echaras mano a la cartera, preguntándote qué pasaría si no hubiera nada. Si quisieras comer un plato de fideos calientes, tendrías que echar cuentas sobre qué restaurante es el más barato y cuántas comidas más te podrías permitir con el dinero restante. Tendrías que ceñirte a un presupuesto estricto, llevar vida de pobre. ¿Podrías tolerarlo? En otro tiempo, si lavabas una prenda dos veces y esta perdía su forma y te daba vergüenza ponértela, la tirabas y comprabas una nueva. Ahora, lavas y te pones la misma camiseta una y otra vez, y aunque se rasgue el cuello no puedes permitirte tirarla. La coses y te la sigues poniendo. ¿Podrías tolerarlo? Dondequiera que fueras, la gente vería que eres pobre y no querría relacionarse contigo. Cuando sales de compras y preguntas el precio, nadie te presta atención. ¿Lo soportarías? No es fácil, ¿verdad? Pero si no tuvieras esas posesiones monetarias y materiales, no tendrías que desprenderte de ellas y no tendrías que enfrentarte a este desafío. Te resultaría mucho más fácil abandonarlo todo y perseguir la verdad. Por tanto, Dios lleva mucho tiempo diciéndole a la gente que debe contentarse con la comida y la ropa. No importa a qué profesión te dediques, no la trates como una carrera y no la veas como un trampolín o un medio para ascender y destacar o acumular riqueza y vivir con comodidad. Sea cual sea el trabajo o la profesión a la que te dediques, basta con que lo veas solo como un medio para ganarte la vida. Si sirve para tu sustento, debes saber cuándo parar y dejar de buscar riquezas. Si ganar dos mil yuanes al mes basta para cubrir tus tres comidas diarias y las necesidades básicas de la vida, debes parar ahí y no intentar ampliar el alcance de tu trabajo. Si tienes alguna necesidad especial, puedes hacer turnos adicionales a tiempo parcial o buscar un trabajo temporal para llegar a fin de mes; eso es aceptable. Este es el requerimiento de Dios: no importa a qué profesión te dediques, si implica conocimientos o habilidades técnicas o si requiere trabajo físico; siempre que sea razonable y legal, esté dentro de tus capacidades y baste para mantener tu sustento, es suficiente. No conviertas la profesión a la que te dedicas en un trampolín para hacer realidad tus propios ideales y deseos en aras de satisfacer tu vida en la carne, con lo que te dejarías caer en una tentación, te meterías en un atolladero o en una senda sin retorno. Si ganar dos mil yuanes al mes es suficiente para mantener tu vida personal o la de tu familia, debes conservar ese trabajo y emplear el tiempo restante en practicar la fe en Dios, asistir a reuniones, cumplir con tus deberes y perseguir la verdad. Esta es tu misión, el valor y el sentido de la vida de un creyente. Y cualquier profesión a la que te dediques tiene como objetivo simplemente mantener las necesidades físicas básicas de una vida humana normal. Dios no te exigirá que destaques, que despuntes ni que te hagas un nombre en tu profesión. Si tu profesión está relacionada con la investigación científica, requerirá de una parte significativa de tu energía, pero el principio de práctica permanece inalterable: contentarte con la comida y la ropa. Si tu profesión te ofrece oportunidades de ascenso y unos ingresos sustanciales de acuerdo con tus capacidades, y tales ingresos van más allá de contentarse con la comida y la ropa, ¿qué debes hacer? (Rechazar la oferta). El principio que debes obedecer es el que Dios ha instruido: conténtate con la comida y la ropa. Da igual a qué profesión te dediques, si sobrepasa el ámbito de contentarse con la comida y la ropa, será inevitable que inviertas energía, tiempo o esfuerzos que sobrepasen la satisfacción de las necesidades básicas para ganar esos ingresos adicionales. Por ejemplo, puede que en la actualidad seas un empleado júnior que gana lo suficiente para mantener tus necesidades básicas, pero debido a tu buen desempeño en el trabajo, tus superiores quieran ascenderte a un puesto directivo o a ejecutivo senior o lo que sea, con un aumento considerable de salario. ¿Este ingreso se gana porque sí? Cuando tus ingresos aumentan, la cantidad de trabajo que inviertes también aumenta. ¿Acaso invertir esfuerzo no requiere energía y tiempo? Eso equivale a decir que el dinero que ganas se obtiene a cambio de una gran parte de tu energía y tiempo. Para ganar más dinero, necesitas invertir más tiempo y energía. A medida que ganas más dinero, se ocupa gran parte de tu tiempo y energía y, a la vez, el tiempo que asignas a tu fe en Dios, asistir a reuniones, cumplir con tus deberes y perseguir la verdad disminuye en proporción. Esto es un hecho evidente. Cuando tu energía y tu tiempo se dedican a acumular riqueza, pierdes las recompensas de tu fe en Dios. Él no te brindará un trato de favor ni Su casa te pondrá al día de lo que te perdiste solo porque has sido ascendido y ahora tienes ocupado gran cantidad de tu tiempo y energía, lo cual hace que no tengas tiempo para cumplir con tus deberes o asistir a las reuniones en la casa de Dios. ¿Suceden este tipo de cosas? (No). La casa de Dios no te va a esperar ni a permitir que se te proporcione un trato especial, y Dios no te brindará un trato de favor. En resumen, si deseas obtener recompensas por tu fe en Dios, si deseas alcanzar la verdad, depende de tus propios esfuerzos para conseguir tiempo y energía. Se trata de una cuestión de elección. Dios no te prohíbe llevar una vida normal. Tus ingresos son suficientes para cubrir la comida y el abrigo, para sustentar la supervivencia de tu cuerpo y tus actividades de vida. Basta para que continúes existiendo. Sin embargo, no te contentas; siempre quieres ganar más. Entonces, esta suma de dinero se llevará tu energía y tu tiempo. ¿Para qué pierdes ambas cosas? Para mejorar la calidad de tu vida física. A medida que mejoras la calidad de tu vida física, ganas menos por creer en Dios y se esfuma tu tiempo para cumplir con tus deberes, estás ocupado. ¿Por qué estás ocupado? Porque buscas una buena vida física, el disfrute físico. ¿Vale la pena? (No). Si eres bueno evaluando los pros y los contras, sabes que no vale la pena. Disfrutas de tu vida física, la comida es mejor y tienes el estómago lleno; te vistes bien, con estilo y cómodo. Compras algunas prendas de diseño y productos de lujo, pero tu trabajo resulta agotador, más exigente, y ocupa tu tiempo y energía. Como creyente, no tienes tiempo para asistir a reuniones ni para escuchar sermones. Además, te falta tiempo para reflexionar sobre la verdad y las palabras de Dios. Hay mucha verdad que aún no comprendes y no puedes reconocer, pero no tienes tiempo ni energía para reflexionar y buscarla. Tu vida física mejora, pero tu vida espiritual no crece y se enfrenta al declive. ¿Es esto una ganancia o una pérdida? (Una pérdida). ¡Es una pérdida demasiado grande! ¡Tienes que evaluar los pros y los contras! Si eres una persona inteligente que ama de veras la verdad, debes sopesar ambas opciones y ver qué es lo más valioso y significativo que puedes ganar. Si llega el ascenso y tienes la oportunidad de ganar más dinero y de procurarte una mejor vida física, ¿qué debes elegir? Si estás dispuesto a perseguir la verdad y tienes la determinación de hacerlo, debes renunciar a tales oportunidades. Por ejemplo, supongamos que alguien de tu empresa dice: “Llevas haciendo este trabajo diez años. La mayoría de la gente de la empresa percibe un aumento de salario y recibe ascensos a los tres o cinco años. Sin embargo, tu sueldo sigue siendo el mismo que antes. ¿Por qué no te desempeñas mejor? ¿Por qué no mejoras tu rendimiento? Mira a fulana o mengana, lleva aquí tres años y ahora conduce un descapotable y vive en una casa más grande. Pasó de un piso de un dormitorio a una casa con tres. Cuando llegó no era más que una pobre estudiante, ahora es una mujer rica, vestida de pies a cabeza con ropa de marca, que se aloja en hoteles de lujo, vive en una mansión y conduce un coche de alta gama”. Cuando veas lo bien que le va, ¿no te reconcomerá un poco? ¿No te sentirás mal? ¿Podrías resistirte a tales tentaciones? ¿Te atendrías todavía a tu intención original? ¿Acatarías los principios? Si de veras amas la verdad, estás dispuesto a perseguirla y crees que ganar algo en la verdad es la cosa más importante y valiosa de tu vida y que has escogido aquello que es lo más importante y valioso en tu vida, entonces no te arrepentirás y no te influirán cosas como los ascensos. Te mantendrás firme y dirás: “Me contento con la comida y la ropa. Sea cual sea la profesión que elija, no será más que un medio para obtener comida y abrigo, para que mi cuerpo continúe viviendo, no para su disfrute, y desde luego no para lograr destacar. No busco ascensos ni salarios altos; utilizaré mi tiempo de vida limitado para perseguir la verdad”. Si tienes esta determinación, no vacilarás y no sentirás ese anhelo en el corazón; cuando veas a otros ascendiendo, recibiendo aumentos, luciendo joyas de oro y plata y ropa de marca, disfrutando de una mejor calidad de vida que la tuya y superándote en estilo, no sentirás envidia. ¿Me equivoco? (No). Sin embargo, si no amas la verdad ni la persigues, no podrás contenerte y no aguantarás mucho tiempo. Ante tal situación y en semejante entorno, si las personas carecen de la verdad en sus vidas, si les falta un poco de determinación y si carecen de un verdadero entendimiento, vacilarán con frecuencia y se sentirán débiles. Después de persistir durante un tiempo, podrían incluso llegar a deprimirse, pensando: “¿Hasta cuándo seguiré así? Si no llega el día de Dios, ¿cuánto tiempo seguiré siendo un lacayo en la empresa? Otros ganan más. ¿Por qué yo solo soy capaz de cubrir lo básico para comida y abrigo? Dios no me dice que gane más dinero”. ¿Quién te impide ganar más dinero? Si tienes la capacidad, puedes ganar más. Si eliges ganar más dinero, llevar un estilo de vida propio de los ricos y disfrutar de una vida extravagante, está bien; nadie te lo impide. Sin embargo, has de ser responsable de tus propias elecciones. Al final, si no alcanzas la verdad, si las palabras de Dios no se han convertido en vida dentro de ti, serás el único que lo lamentará. Debes responsabilizarte de tus propios actos y elecciones. Nadie puede correr con tus gastos o asumir la responsabilidad por ti. Ya que elegiste creer en Dios, seguir la senda de la salvación y perseguir la verdad, no te arrepientas. Puesto que esto es lo que has elegido, no debes verlo como un precepto o mandamiento a seguir; en cambio, debes comprender que tu tenacidad y tus elecciones tienen significado y valor. En última instancia, lo que ganas es la verdad y la vida, no solo un precepto. Si tu tenacidad y tus elecciones te hacen sentir particularmente avergonzado, incómodo o incapaz de enfrentarte a las personas que te rodean, entonces abandona ese empeño. ¿Para qué complicarte la vida? Persigue aquello que desees en tu corazón, lo que quieras, céntrate en eso, nadie te lo impide. El hecho de que tratemos este tema así es solo para proporcionarte un principio. En el mundo, toda profesión a la que cualquiera se pueda dedicar está asociada con la fama, el dinero y el disfrute físico. La razón por la que una persona gana más dinero no es para llegar a determinada cantidad, sino para mejorar su disfrute físico mediante la obtención de ese dinero y para convertirse en personas ricas y famosas. De este modo, obtendrán fama, dinero y posición, todo lo cual sobrepasa el mínimo requerido para las necesidades básicas. Cualquier precio que las personas paguen es por el disfrute físico, nada de ello tiene significado; todo está vacío, como un sueño. Al final, lo que ganan es puro vacío. Puede que hoy almuerces empanadillas y te parezcan deliciosas, pero tras una cuidadosa reflexión, te darás cuenta de que no has ganado nada. Si las comes todos los días, es posible que te canses de ellas, las dejes de comer y las sustituyas por otra cosa, como bollos de maíz, arroz o tortitas. De este modo te ajustas a ti mismo, y tu cuerpo físico se vuelve más saludable. Si comes en abundancia todos los días, tu cuerpo físico podría enfermar, ¿no crees?
¿Contentarse con la comida y la ropa es la senda correcta? (Lo es). ¿Por qué lo es? ¿El valor de la vida de una persona depende de la comida y la ropa? (No). Si el valor de la vida de una persona no depende de la comida y la ropa ni del disfrute carnal, la profesión a la que se dedique solo debería satisfacer la necesidad de comida y ropa, y no debería ir más allá. ¿Por qué hemos de tener comida y ropa? Para garantizar que el cuerpo sobreviva con normalidad. ¿Cuál es el propósito de sobrevivir? No es en aras del disfrute carnal o de recrearse en el transcurrir de la vida, y desde luego no es para deleitarse con todas las cosas que los humanos experimentan en la vida. Nada de eso tiene importancia. Entonces, ¿qué es lo más importante? ¿Qué es lo más valioso que una persona debe hacer? (Uno debe caminar por la senda de creer en Dios y perseguir la verdad, y luego cumplir sus propios deberes). No importa qué clase de persona seas, eres un ser creado. Los seres creados deben hacer lo que les corresponde, esto es lo valioso. Entonces, ¿qué cosa de valor hacen los seres creados? El Creador le ha encomendado una misión a todo ser creado, una que ha de cumplir. Dios ha determinado el destino de la vida de cada persona. Sea cual sea el destino de su vida, eso es lo que debe hacer. Si lo haces bien, cuando al final te presentes ante Dios para rendir cuentas, Él te dará una respuesta satisfactoria. Te dirá que viviste la vida de forma valiosa y fructífera, que convertiste las palabras de Dios en tu vida y que eres un ser creado cualificado. Sin embargo, si tu vida solo consiste en vivir, luchar e invertir en pos de comida, ropa, placer y felicidad, cuando al final te presentes ante Dios, Él te preguntará: “¿Cuánto has cumplido de la tarea y misión que te encomendé en esta vida?”. Harás balance y te darás cuenta de que la energía y el tiempo de esta vida los empleaste en comida, ropa y entretenimiento. Parece que no has hecho mucho con tu fe en Dios, no has cumplido bien con tu deber, no has insistido hasta el final y no has llevado a cabo tu lealtad. Respecto a perseguir la verdad, aunque tenías algo de voluntad de perseguirla, no has pagado apenas precio y no has ganado nada. En el examen final, las palabras de Dios no se han convertido en tu vida y sigues siendo el mismo viejo Satanás. Todos los métodos que empleas para contemplar las cosas y actuar están basados en nociones y figuraciones humanas y el carácter corrupto de Satanás. Sigues oponiéndote por completo a Dios y eres incompatible con Él. En ese caso, se te inutilizará y Dios ya no querrá nada más de ti. A partir de este punto, ya no serás un ser creado de Dios. ¡Eso es algo lamentable! Por tanto, da igual la profesión a la que te dediques, mientras sea legal, la ha dispuesto y predestinado Dios. Sin embargo, eso no significa que Él te apoye o te anime a ganar más dinero o a que sobresalgas en la carrera profesional que has elegido. Dios no aprueba esto, y Él nunca te lo ha exigido. Además, Dios nunca utilizará la profesión a la que te dediques para empujarte hacia el mundo, para entregarte a Satanás o para permitirte que persigas deliberadamente la fama y el beneficio. En cambio, por medio de la profesión a la que te dedicas, Dios te permite satisfacer tus necesidades de comida y abrigo, eso es todo. Además, a través de Sus palabras, Dios te ha expresado cuál es tu deber, cuál es tu misión, qué debes perseguir y qué debes vivir. Estos son los valores que debes vivir y la senda por la que debes transitar a lo largo de tu vida. Una vez que Dios ha hablado y has comprendido lo que ha dicho, ¿qué debes hacer? Si trabajar tres días a la semana es suficiente para satisfacer tus necesidades de comida y abrigo, pero aun así decides trabajar el resto de los días, entonces no puedes cumplir tu deber. Cuando un deber requiere de tu cooperación, dices: “Estoy en el trabajo, estoy en mi puesto” y, cuando alguien intenta ponerse en contacto contigo, siempre dices que no tienes tiempo. ¿Cuándo tienes tiempo? Únicamente pasadas las ocho de la tarde, cuando estás agotado, cansado y exhausto, tienes la voluntad, pero no la fuerza. Trabajas seis días a la semana y siempre que alguien intenta ponerse en contacto contigo por teléfono dices que no tienes tiempo. Solo libras los domingos, e incluso entonces necesitas pasar tiempo con tu familia y tus hijos, hacer las tareas domésticas, recargarte y relajarte un rato. Algunos incluso se van de vacaciones, dedican tiempo a actividades de ocio y van por ahí gastando dinero y comprando cosas. Hay quienes se relacionan con sus compañeros de trabajo y hacen contactos con líderes y altos cargos. ¿Qué clase de fe es esa? Es un incrédulo de pies a cabeza; ¿qué sentido tiene empeñarse en la formalidad? No digas que crees en Dios; no te pareces en nada a un creyente en Dios. No perteneces a la iglesia; a lo sumo, eres solo un amigo de la iglesia. La casa de Dios necesita a alguien que se encargue de los asuntos externos, y puede que aceptes ayudar, pero lo que en realidad haces es no negarte. No se sabe si podrás ocupar tu puesto ni cuándo podrás hacerlo. Y, después de llegar a tu puesto, no se sabe si podrás dedicarle todo tu tiempo, todo tu corazón y todas tus fuerzas. Quién sabe cuándo estarás demasiado ocupado con el trabajo, o te irás de viaje de negocios y desaparecerás sin dejar rastro durante dos semanas o un mes, sin que nadie pueda localizarte. Eso ya no es una fe auténtica, es una mera formalidad. A este tipo de personas habría que quitarles los libros de las palabras de Dios, y luego echarlos y decirles: “Si no puedes desprenderte del trabajo, no tienes tiempo para reuniones y no puedes cumplir con tu deber, la casa de Dios no te va a obligar. Es hora de separarnos. Cuando llegues a contentarte con la comida y la ropa, abandones tus exigencias de una vida de alta calidad y dediques más tiempo a cumplir con tu deber, te aceptaremos formalmente en el redil y te contaremos como miembro de la iglesia. Si no lo consigues y te limitas a hacer acto de presencia, echar una mano y entablar vagas relaciones con los hermanos y hermanas en tu tiempo libre, eso no cuenta como cumplir con tu deber como ser creado, y sin duda no se puede considerar creer formalmente en Dios”. ¿Cómo llamamos a la gente así? (Amigos de la iglesia). Amigos de la iglesia, buenos amigos de la iglesia. “Pues el que no está contra nosotros, por nosotros está” (Marcos 9:40). Por tanto, a este tipo de personas se les llama amigos de la iglesia. Esta denominación indica que todavía se encuentran en la fase de observación, no son todavía creyentes formales en Dios, no se cuentan entre los miembros de la iglesia, ni se les considera personas que cumplen un deber. Como mucho, se les debe seguir observando, ya que no está claro si pueden cumplir con su deber. Sin embargo, hay quienes, debido a las restricciones impuestas por su entorno familiar o sus condiciones, deben trabajar varios días a la semana para ganarse la vida y mantener a sus hijos. No les haremos ninguna exigencia perentoria. Si pueden cumplir con sus deberes el resto del tiempo, se cuentan como miembros de la casa de Dios, como creyentes formales en Dios, porque ya han cumplido con la condición básica de contentarse con la comida y la ropa. Tienen dificultades objetivas y si les impides trabajar, su familia al completo carecerá de medios para subsistir y padecerá frío y hambre. Si no les permites trabajar, ¿quién mantendrá a su familia? ¿Te encargarás tú de su sustento? Por consiguiente, los líderes de la iglesia, los supervisores y cualquiera relacionado con ellos no tienen justificación para exigirles que renuncien a sus trabajos y dejen de preocuparse por sus familias. No debe hacerse tal cosa. Sería pedirles lo imposible; se les debe proporcionar un medio de vida. Las personas no viven en el vacío, no son máquinas. Necesitan sobrevivir, tener un sustento. Como hemos debatido antes, si tienes hijos y una familia, entonces, como sostén o miembro de la familia que eres, debes asumir la responsabilidad de mantenerla. El principio para cumplir con esta responsabilidad es conseguir comida y abrigo, ese es el principio. Esta es la circunstancia en la que se encuentran algunas personas y no pueden hacer nada al respecto. Después de cumplir con sus responsabilidades hacia su familia, adaptan su horario para cumplir con su deber. Esto lo permite y concede la casa de Dios; no se le puede pedir a nadie lo imposible. ¿Es esto un principio? (Sí). Nadie tiene justificación para exigir a aquellos que creen en Dios desde hace poco y aún no han echado raíces que dejen su trabajo, abandonen a sus familias, se divorcien, descuiden a sus hijos o rechacen a sus padres. Ninguna de estas cosas es necesaria. Las palabras de Dios exigen que sigan los principios-verdad, y en estos se incluyen diversas situaciones y condiciones. De acuerdo con estas diferentes situaciones y condiciones, se deben establecer requisitos y medidas según los principios-verdad; eso es lo único acertado. Por tanto, en cuanto a las carreras profesionales, resulta fundamental contentarse con la comida y la ropa. Si eres incapaz de ver con claridad ese punto, podrías perder tu deber y comprometer tus posibilidades de salvación.
Los últimos días son también un momento especial. Por una parte, los asuntos de la iglesia son intensos y complicados; por otra, ante este momento en el que el evangelio del reino de Dios se está expandiendo, se necesitan más personas que dediquen su tiempo y energía, que contribuyan con sus esfuerzos y cumplan sus deberes para satisfacer las necesidades de varios proyectos en la casa de Dios. Por tanto, sea cual sea tu profesión, si además de satisfacer tus necesidades vitales básicas eres capaz de dedicar tu tiempo y energía a cumplir tu deber en la casa de Dios, cooperando en varios proyectos, a ojos de Dios esto no solo es deseable, sino también particularmente valioso. Es digno de que Dios lo celebre y, por supuesto, también de que la gente invierta y ponga tanto empeño en ello. Eso se debe a que, aunque hayas sacrificado el disfrute carnal, lo que ganas es la inestimable vida de las palabras de Dios, una vida eterna, un tesoro que no tiene precio y no puede cambiarse por nada en el mundo, ni por dinero ni por cualquier otra cosa. Y este tesoro incalculable, el que obtienes por invertir tiempo y energía, por medio de tus propios esfuerzos y búsquedas, es un favor especial y algo que tienes la fortuna de recibir, ¿verdad? Que las palabras de Dios y la verdad se conviertan en la vida de alguien: eso es un tesoro inestimable por el que una persona debería ofrecerlo todo. Entonces, partiendo de la base de que tu profesión te permita tener comida y ropa, si eres capaz de pagar el precio e invertir tiempo y energía en perseguir la verdad, si eliges esta senda, entonces es algo bueno que merece la pena celebrar. No deberías sentirte desanimado ni confundido por esto; deberías estar seguro de que has tomado la decisión correcta. Puede que hayas perdido oportunidades de ascenso, de aumentos de sueldo y de mayores ingresos, de disfrutar más de la vida carnal o de una vida de riqueza, pero has aprovechado la oportunidad de la salvación. El hecho de que hayas perdido o te hayas desprendido de esas cosas significa que tu elección ha traído esperanza y vitalidad para la salvación. No has perdido nada. Por el contrario, si después de asegurarte comida y abrigo empleas tiempo y energía adicional, ganas más dinero, adquieres más placeres materiales y tu carne está satisfecha, pero al hacerlo has arruinado la esperanza de tu propia salvación, entonces no cabe duda de que esto no es bueno para ti. Deberías estar molesto y angustiado al respecto; deberías ajustar tu trabajo o tu postura respecto a la vida y las exigencias relacionadas con la calidad de vida física; deberías desprenderte de ciertos deseos, planes y motivaciones para la vida carnal que no se ajusten a la realidad. Deberías orar a Dios, entrar en Su presencia y comprometerte a cumplir con tu propio deber, entregando tu mente y tu cuerpo a las diversas tareas en la casa de Dios, esforzándote para que, en el futuro, el día que concluya la obra de Dios, cuando Él evalúe el trabajo de toda clase de personas y mida la estatura de todas ellas, tú estés entre ellas. Cuando se complete la gran obra de Dios, cuando el evangelio del reino de Dios se haya difundido por todo el universo, cuando se revele esta escena de júbilo, ahí estará tu trabajo, tu inversión y tu sacrificio. Cuando Dios reciba gloria, cuando Su obra se expanda por todo el universo, cuando todos celebren el logro exitoso de la gran obra de Dios y tenga lugar ese momento de júbilo, estarás conectado a semejante alegría. Serás partícipe de ella, no el que esté sumido en el llanto y haga rechinar los dientes, el que se dé cabezazos contra la pared mientras todos los demás gritan y dan saltos de alegría, no el que reciba un severo castigo ni al que Dios desdeñará y descartará. Y, por supuesto, lo que es mejor todavía es que cuando se complete la gran obra de Dios, poseerás Sus palabras como vida. Serás una persona que se ha salvado, que ya no se rebela contra Dios y que ya no vulnera los principios, sino que es compatible con Él. Al mismo tiempo, también te regocijarás por todo aquello a lo que renunciaste al principio: el alto salario, los placeres carnales, el buen trato material, un entorno de vida superior y la apreciación, promoción y ascenso que otorgan los líderes. No lamentarás el no haber renunciado a oportunidades de ascenso, a la posibilidad de aumentar tu salario para generar riqueza, o a la ocasión de entregarte a un estilo de vida lujoso. En resumen, los requisitos y estándares de la profesión que uno ejerce, que también son los principios de práctica que debe obedecer, se resumen en esta expresión: “Conténtate con la comida y la ropa”. La gente debería aferrarse a perseguir la verdad para lograr la vida. No debe abandonar la verdad y la senda correcta para satisfacer sus propios deseos y placeres carnales. En esto consiste el segundo principio que la gente debe defender con respecto a una carrera.
Respecto al tema de desprenderse de la propia carrera, hoy hemos discutido dos principios. ¿Has entendido ambos? (Sí). Teniendo claros los principios, el próximo paso es evaluar, en base a estos principios, cómo practicarlos. En última instancia, aquellos que puedan defender estos principios son los que siguen el camino de Dios, mientras que los que no los defienden se están desviando de Su camino. Es tan simple como eso. Si puedes defender los principios, alcanzarás la verdad; si no defiendes los principios, perderás la verdad. Alcanzar la verdad provee de la esperanza de salvación; el fracaso a la hora de alcanzar la verdad conducirá a perder la esperanza de salvación; así es. De acuerdo, dejemos aquí la charla de hoy. ¡Adiós!
10 de junio de 2023