19. Aprendí a tratar correctamente a las personas
Hace un par de años, cumplía con el deber de líder de iglesia. Había en la iglesia un hermano de buen calibre de apellido Chen. Pero su carácter era arrogante, y él tendía a sofocar a otros. Le encantaba presumir, por eso empecé a sentirme predispuesta en contra de él y formé opiniones sobre él. Un día, el hermano Chen vino a verme y dijo que quería regar a nuevos creyentes. No hacía mucho que él era creyente, y tenía una comprensión superficial de la verdad, por lo que dije que no. Al ver que no le daba mi consentimiento, dijo: “Tengo muy buen calibre, ¿por qué no debería cumplir deber de riego? Si no lo hago, sería un desperdicio de mis talentos”. Esto no me gustó, y pensé: “¿Crees que el deber de riego es fácil? ¿Puedes cumplir bien este deber solo con tus dones y tu calibre, sin entender la verdad? ¡No seas altanero!”. Rechacé el pedido del hermano Chen, les dije a otros hermanos y hermanas que él era muy arrogante y di ejemplos de muchos modos en que mostraba corrupción. Algunos estuvieron de acuerdo conmigo.
Dos semanas después, la iglesia organizó que en futuras reuniones, pudiéramos ver películas de la iglesia además de leer las palabras de Dios Todopoderoso. Todas estas películas enseñaban la verdad y daban testimonio de Dios, de modo que verlas nos ayudaría a comprender la verdad. En la siguiente reunión, el hermano Chen dijo: “Es un gran plan. Algunos líderes y colegas solo comparten frases hechas en las reuniones, es mejor mirar películas. Al principio, mi deber me resultaba muy difícil porque no comprendía la verdad. Pero luego oré, me apoyé en Dios y leí más las palabras de Dios, y esas películas de la iglesia también me ayudaron mucho. Gracias a ellas, he entendido algunas verdades. Ahora soy bastante hábil en mi deber y tengo una comprensión básica de los principios. Consigo grandes logros en mi deber”. Lo que dijo me resultó repugnante e intolerable, y pensé: “De verdad aprovechas cada oportunidad para presumir, ¿no? ¡Qué arrogante eres!”. Luego, organizamos algunos temas con los que debíamos lidiar en nuestra próxima reunión, y el hermano Chen acaparó tres de ellos. Además, asignó los demás a otros para que compartieran sus enseñanzas. Cuando asigné a un líder de grupo para que fuera el anfitrión de la reunión, el hermano Chen le preguntó, con tono dubitativo: “¿Estás seguro de que puedes hacerlo?”. Al oírlo decir eso, como si solo él pudiera ser el anfitrión, me enfurecí y pensé: “Qué poco razonable eres. Solo presumes para que los demás te admiren. Si eso es lo que buscas, olvídalo”. Reorganicé todo y no le permití ser el anfitrión de la reunión. Durante ese tiempo, sentía mucho desagrado hacia el hermano Chen cuando pensaba en su conducta, sobre todo porque le había mencionado su conducta arrogante un par de veces, y él aún no la había cambiado. Sentía que era demasiado arrogante, que no conocía límites. Lo etiqueté como una persona que no podía cambiar y decidí que alguien tan arrogante como él simplemente no estaba capacitado para cumplir con su deber. Pensé que debía reemplazarlo, y con eso todo acabaría.
Cuando la reunión terminó, pensé en mi propio estado y conducta y me sentí un poco mal. Sentí que era muy dura con el hermano Chen, por lo que oré a Dios y le dije: “Oh, Dios, sé que mi estado es incorrecto, pero no sé cuál es mi problema o en qué principios de la verdad entrar. Por favor, dame esclarecimiento y guía”. Al día siguiente, durante las devocionales, leí estas palabras de Dios: “¿De acuerdo con qué principio debes tratar a los miembros de la familia de Dios? (Tratar con justicia a cada hermano y hermana.) ¿Cómo los tratas con justicia? Todos tienen pequeñas fallas y defectos, al igual que ciertas idiosincrasias, y todos tienen arrogancia, debilidad y áreas en las que son deficientes. Debes ayudarlos con un corazón amoroso, ser tolerante y paciente y no ser demasiado duro ni armar un escándalo por cada pequeño detalle. Con la gente que es joven o que no ha creído mucho tiempo en Dios o solo ha comenzado a cumplir con su deber recientemente, esas personas que tienen algunos requisitos especiales, si todo lo que haces es aferrarte a estas cosas y las usas contra ellos, entonces estás siendo duro. Ignoras el mal que esos falsos líderes y anticristos han hecho y, sin embargo, cuando ves los pequeños defectos y fallas de tus hermanos y hermanas, te niegas a ayudarlos y, en cambio, eliges armar un escándalo por esas cosas y juzgarlos a sus espaldas, lo que hace que más personas se opongan a ellos, los excluyan y los releguen. ¿Qué clase de conducta es esta? Esto es hacer las cosas basándote meramente en tus preferencias personales y no ser capaz de tratar a la gente con justicia. ¡Esto muestra un carácter satánico corrupto y es una transgresión! Cuando las personas hacen cosas, Dios está observando; independientemente de lo que hagas y pienses, ¡Dios te ve!” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Para ganar la verdad, debes aprender de las personas, los asuntos y las cosas que te rodean). Las palabras de Dios me mostraron mi estado, y me sentí avergonzada. Vi que lidiaba con el hermano Chen según mi carácter corrupto. Recordé que desde que lo conocí, vi que a menudo sus palabras y sus actos revelaban su arrogancia, por eso sentí que era joven y descarado, y que no se conocía a sí mismo. A la menor mención de él, yo solo pensaba en sus faltas. Me aferré a sus expresiones de corrupción, decidí que era arrogante más allá de toda razón y que la gente así nunca podía cambiar. Nunca fui capaz de tratarlo de modo justo. Sentía resistencia y aversión por cualquier opinión que él expresaba. Lo juzgaba y menospreciaba frente a otros, divulgaba mi prejuicio contra él y hacía que otros lo excluyeran y aislaran junto conmigo. Incluso quise relevarlo de su misión. ¿No estaba usando mi posición como líder para suprimirlo y castigarlo? Consideraba que mis opiniones y creencias eran la verdad, las consideraba criterios para juzgar a la gente, como si yo pudiera saberlo todo sobre alguien y ver su esencia misma con solo un vistazo. Era muy arrogante y engreída. Satanás me había corrompido profundamente, no tenía los principios de la verdad y tenía opiniones absurdas gran parte del tiempo, pero aún juzgaba arbitrariamente y condenaba a otros. Yo no tenía ningún sentido. No tenía reverencia alguna por Dios. Trataba a los hermanos y las hermanas como quería y vivía una naturaleza demoníaca. Era repugnante y desagradable a Dios. Ese pensamiento me llenaba de culpa.
Después, busqué en las palabras de Dios los principios sobre cómo tratar de modo justo a la gente. Encontré dos pasajes de las palabras de Dios: “Las palabras de Dios te muestran y señalan claramente cómo debes tratar a los demás; la actitud con la que Dios trata al hombre es la actitud que las personas deben adoptar en su trato de unos hacia otros. ¿Cómo trata Dios a todas y cada una de las personas? Algunas personas son de estatura inmadura o son jóvenes o han creído en Dios por poco tiempo. Dios puede verlas no como malvadas o maliciosas por la esencia-naturaleza; simplemente, son algo ignorantes o carecen de calibre o la sociedad las ha contaminado demasiado. No han entrado en la realidad-verdad, así que les resulta difícil abstenerse de hacer algunas cosas estúpidas o cometer algunos actos ignorantes. Sin embargo, desde la perspectiva de Dios, esos asuntos no son importantes: Él solo mira el corazón de estas personas. Si están decididas a entrar en la realidad-verdad, si se dirigen en la dirección correcta y tienen este objetivo, entonces Dios las observa, las espera y les da el tiempo y las oportunidades que les permitan entrar. No es que Dios las derribe de un solo golpe o que se aferre a una transgresión que han cometido y se niegue a soltarla; Dios nunca ha tratado a las personas así. Dicho esto, si las personas se tratan de esa forma entre sí, ¿no es su carácter corrupto? Su carácter, precisamente, es corrupto. Debes ver cómo trata Dios a las personas ignorantes y estúpidas, cómo trata a los de estatura inmadura, cómo trata las manifestaciones normales del carácter corrupto del hombre y cómo trata a los que son maliciosos. Dios trata a distintas personas de diferentes maneras y también tiene varias maneras de gestionar las innumerables condiciones de las diferentes personas. Debes entender estas verdades. Una vez que has entendido estas verdades, entonces sabrás cómo experimentarlas” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Para ganar la verdad, debes aprender de las personas, los asuntos y las cosas que te rodean). “Podrías ser incompatible con la personalidad de alguien y podría no gustarte esa persona, pero cuando trabajas al lado de ella, permaneces imparcial y no expresas tus frustraciones al llevar a cabo tu deber ni sacrificas tu deber ni sacas tus frustraciones y las lanzas sobre los intereses de la familia de Dios. Podéis hacer cosas de acuerdo con los principios; de ese modo, tenéis una reverencia básica hacia Dios. Si tienes un poco más que eso, entonces, cuando ves que alguien tiene alguna falta o debilidad —aun si te ha ofendido o ha dañado tus propios intereses— tienes el deseo de ayudarlo. Hacerlo sería todavía mejor; significaría que eres una persona que posee humanidad, realidad-verdad y reverencia hacia Dios” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Los cinco estados necesarios para ir por el camino correcto en la fe propia).
Las palabras de Dios son muy claras sobre los principios y el camino para tratar de modo justo a la gente, y sobre Su actitud hacia la gente. Su actitud hacia los anticristos y la gente malvada es de odio, maldición y castigo. En cuanto a aquellos de pequeña estatura, calibre pobre y que tienen varios caracteres corruptos y faltas, mientras crean verdaderamente en Dios, deseen buscar la verdad y puedan aceptarla, la actitud de Dios es de amor, piedad y salvación. Vemos los principios de Dios en Su trato de cada persona individual, y Él pide que tratemos a los otros según los principios de la verdad. Por ejemplo, debemos ser tolerantes e indulgentes con quienes verdaderamente creen en Dios. Debemos ayudarlos por amor y darles oportunidades de arrepentirse y cambiar. No podemos castigar a la gente solo porque expresen algo de corrupción. No es esa la voluntad de Dios. Piensen en el hermano Chen, tenía buen calibre y era responsable en su deber. También estaba dispuesto a esforzarse en la búsqueda de la verdad. Era un nuevo creyente, su experiencia era superficial, y él era arrogante, pero yo debería haberlo tratado de modo justo según los principios de la verdad y debería haberle enseñado la verdad para ayudarlo. No solo no lo ayudaba y me negaba a ver sus fortalezas y aspectos positivos, sino que lo juzgaba y excluía, y quería que se fuera al ver sus defectos. ¡Mi naturaleza era maliciosa! Pensé en cómo me había comportado como líder. Siempre creía que era mejor que los demás, quería tener la última palabra, hacer lo que quisiera, y no escuchaba opiniones ajenas. En consecuencia, hice cosas que alteraron la obra de la iglesia. Y, sin embargo, Dios no me eliminó, sino que usó Sus palabras para juzgarme, disciplinarme y tratar conmigo, para hacer que reflexionara sobre mí misma, y me dio la oportunidad de arrepentirme y cambiar. Vi que Dios nunca se rinde con nosotros ni nos elimina solo por expresar un poco de corrupción, sino que hace todo lo posible por salvarnos. ¡Dios tiene tan buen corazón! Luego, considerar mi conducta y cómo trataba al hermano Chen me avergonzó tanto que quería que la tierra me tragara.
Entonces, leí estas palabras de Dios: “En cuanto a si alguien es bueno o malo y cómo debería ser tratado, las personas deben tener sus propios principios de comportamiento; no obstante, en lo que se refiere a qué suerte correrá esa persona —si terminará siendo castigada por Dios o si terminará siendo juzgada y castigada— ese es asunto de Dios. Las personas no deben interferir; Dios no te permitiría tomar la iniciativa en Su nombre. Cómo tratar a esa persona es asunto de Dios. Siempre que Dios no haya decidido cuál será la suerte de esa persona, que no la haya expulsado y no la haya castigado y esté siendo salva, tú debes ayudarla con paciencia y por amor; no debes esperar decidir el destino de tal persona y tampoco debes utilizar medios humanos para aplicarle mano dura o castigarla. Puedes tratar y podar a ese tipo de persona o puedes abrir tu corazón y participar en una comunicación sincera para ayudarla. Sin embargo, si contemplas castigar, excluir e incriminar a estas personas, estarás en problemas. ¿Estaría eso en consonancia con la verdad? Tener esos pensamientos sería el resultado de tener la sangre caliente; esos pensamientos vienen de Satanás y se originan en el resentimiento humano, así como en los celos humanos y la aversión. Semejante conducta no se ajusta a la verdad. Esto es algo que traería retribución sobre vosotros y no se ajusta a la voluntad de Dios” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Los cinco estados necesarios para ir por el camino correcto en la fe propia). Las palabras de Dios me mostraron que debía tener principios en cómo trataba a otros. No podría etiquetar a otros al azar usando mis nociones y fantasías, ni concentrarme en sus transgresiones para luego condenarlos. En cambio, debía tratarlos según su naturaleza y esencia, y ayudarlos de formas prácticas según sus diferentes estados y fallas. Dependiendo de los estados de otras personas, alguien con la realidad de la verdad sabe cuándo ser paciente y servicial, cuándo podar y tratar con ellas duramente, y cuándo reprenderlas. Siempre actúa de modo apropiado y con principios. Nunca descarta a alguien al azar, ni trata como un enemigo a un hermano o una hermana que exprese corrupción. Pero ¿cómo había estado tratando yo al hermano Chen? Cuando lo vi revelar un carácter arrogante, solo lo mencioné brevemente y, cuando no funcionó, lo excluí, juzgué y condené. Hablé de él a sus espaldas. No tuve tolerancia ni paciencia. Eso no es ayudarlo con un corazón amoroso. Entonces, oré y me arrepentí ante Dios, queriendo practicar los principios de la verdad y ayudar al hermano Chen con un corazón amoroso.
Fui a ver al hermano Chen y hablé con él sobre algunos pasajes de las palabras de Dios y señalé sus fallas. Comenzó a comprender su propio carácter arrogante y reconoció el peligro de no resolverlo. Dijo que mi enseñanza y advertencia habían sido muy útiles y que quería reflexionar sobre sí mismo y buscar la verdad para resolver su carácter corrupto. Oírlo decir eso me conmovió, pero también me sentí mal. No era incapaz de cambiar, como yo había imaginado. Yo no había cumplido bien con mi deber. No había intentado ayudarlo de verdad con un corazón amoroso. ¡Era tan arrogante y carente de humanidad!
Después, en una reunión, oí este sermón del hermano desde lo Alto: “Toda la humanidad corrupta posee un carácter arrogante. Incluso aquellos que aman la verdad y que buscan ser perfeccionados, todos tienen un carácter arrogante y se creen superiores, aunque esto no afecte su posibilidad de alcanzar la salvación y ser perfeccionados. Mientras la gente pueda aceptar la verdad, la poda y el trato, y pueda someterse absolutamente a la verdad, sin importar las circunstancias, es completamente capaz de alcanzar la salvación y ser perfeccionada. De hecho, entre los que verdaderamente tienen buen calibre y verdaderamente tienen resoluciones, no hay ninguno que no sea arrogante. Es un hecho. El pueblo escogido de Dios debe tratar a los demás correctamente. No puede determinar que alguien no es una buena persona y que no puede ser salvada y perfeccionada solo porque esa persona es extremadamente arrogante y se cree superior… Respecto de este punto, uno debe entender la voluntad de Dios. No hay una persona de buen calibre y que tenga resolución que no sea para nada arrogante ni se crea superior: si la hubiere, sería, sin dudas, alguien disfrazado o con una apariencia falsa. Hay que saber que toda la humanidad corrupta tiene una naturaleza arrogante y engreída. Es un hecho innegable” (La comunicación desde lo Alto). Esto me ayudó a entender mejor cómo tratar correctamente a las personas con carácter arrogante. No son incapaces de cambiar. La clave es ver si pueden buscar y aceptar la verdad. Si pueden aceptar la verdad y aceptar el juicio, el castigo, la poda y el trato de Dios, no hay razón por la que no puedan cambiar y ser perfeccionadas por Dios. No hacía mucho que el hermano Chen era creyente, no había experimentado mucho juicio y castigo. Era normal que su arrogancia fuera un poco peor. Pero cuando lo vi revelar su carácter, lo juzgué y lo excluí, incluso quise relevarlo de su deber. ¡Yo era más arrogante que él! Pensé que, mientras yo buscara la verdad, mi carácter arrogante cambiaría, entonces, ¿por qué había decidido que el hermano Chen no podía cambiar? No me exigía mucho a mí misma, ¿por qué, entonces, esperaba tanto del hermano Chen? Tratar así a alguien era muy injusto. En realidad, las personas que tienen dones, fortalezas y calibre son bastante arrogantes. Pero como tienen buen calibre, entienden la verdad rápidamente y son productivas en sus deberes. Cuando las personas así entienden la verdad y actúan con principio, eso en verdad beneficia la obra de la casa de Dios. El hermano Chen tenía buen calibre, por eso debía ayudarlo con amor y enseñarle más para apoyarlo. Solo eso sería considerado con la voluntad de Dios. Esta experiencia me hizo apreciar que tratar a las personas según nuestro carácter satánico y corrupto sin la verdad solo puede dañar a los hermanos y las hermanas, retrasar su entrada en la vida y la obra de la iglesia. Es una transgresión, es hacer el mal. Vi lo importante que es tratar a otros según los principios de la verdad. He ganado un poco de entendimiento gracias a la guía de las palabras de Dios.