5. Bendecida por medio de una desgracia
Dios Todopoderoso dice: “Cuando uno mira atrás el camino que ha recorrido, cuando uno rememora cada fase de su viaje, ve que, en cada paso, ya fuera el viaje arduo o liso, Dios estaba dirigiendo su senda y planificándola. Fueron los arreglos meticulosos de Dios, Su planificación cuidadosa, los que llevaron a uno, inconscientemente, hasta hoy. Poder aceptar la soberanía del Creador, recibir Su salvación, ¡qué gran suerte! […] Cuando uno no tiene a Dios, cuando no puede verlo, cuando no puede reconocer claramente la soberanía de Dios, cada día carece de sentido, es vano, miserable. Allí donde uno esté, cualquiera que sea su trabajo, sus medios de vida y la persecución de sus objetivos no le traen otra cosa que una angustia infinita y un sufrimiento que no se pueden aliviar, de forma que uno no puede soportar mirar hacia su pasado. Solo cuando uno acepta la soberanía del Creador, se somete a Sus orquestaciones y arreglos, y busca la verdadera vida humana, empezará a librarse gradualmente de toda angustia y sufrimiento, y a deshacerse de todo el vacío de la vida” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III). Estas palabras de Dios me conmueven de verdad, pues son un retrato exacto de mi propia vida.
Nací en una familia rural pobre y la gente me ha menospreciado toda la vida. Como mi familia era pobre, a veces no sabía de dónde saldría la siguiente comida y siempre llevaba ropa heredada de mi hermana, que me quedaba grande. Todos mis compañeros de clase se reían de mí y no querían juntarse conmigo. Tuve una infancia muy dolorosa. Desde entonces decidí que, sí o sí, de mayor iba a ganar mucho dinero, iba a vivir bien y nadie me volvería a menospreciar. Puesto que mi familia no tenía dinero, tuve que dejar los estudios antes de terminar secundaria para ir a trabajar a la industria farmacéutica del condado. Trabajaba más horas, hasta las 10 de la noche, para poder ganar un poco más. Luego supe que mi hermana mayor podía ganar mi salario mensual vendiendo verdura cinco días. Dejé inmediatamente el trabajo en la industria farmacéutica para vender verdura. Cuando me casé, mi esposo y yo abrimos un restaurante. Creía que ganaría más dinero llevando un restaurante y entonces podría vivir estupenda y dignamente, envidiada y admirada por los demás. Sin embargo, había una competencia feroz en el sector y solo contratamos a un mesero para ahorrar dinero. Yo lo hacía todo, corriendo entre la cocina y el comedor. A veces no me sostenía en pie del cansancio. Venían algunos funcionarios, pero nunca pagaban, y luego había que abonar todo tipo de multas e impuestos. En ocasiones nos multaban con cualquier pretexto y se iban con la ganancia de un día. Esto me enojaba enormemente, pero no se puede hacer nada al respecto en China. Solo tengo que agachar la cabeza. Ni trabajando tanto como lo hacíamos ganábamos mucho dinero. Empecé a preocuparme tras un tiempo de actividad, y pensé: “¿Cuándo viviré bien con mucho dinero?”.
En 2008, un amigo me dijo que, trabajando un día en Japón, se podía ganar lo que en diez días de trabajo en China. Me quedé encantada al oírlo. Creía haber encontrado por fin una buena oportunidad de ganar dinero. La comisión al intermediario por ir a Japón era elevada, pero pensé: “No se puede hacer una tortilla sin romper los huevos. Si conseguimos empleo en Japón, recuperaremos ese dinero muy pronto”. Mi marido y yo decidimos irnos ya a Japón en pos de aquel sueño. Una vez allí, teníamos que trabajar 13–14 horas diarias. Estábamos extenuados. Después de trabajar solo queríamos tumbarnos a descansar. No nos apetecía comer. Tenía lumbalgia constantemente y no me podía permitir ir al médico, por lo que tomaba analgésicos para sobrellevarlo. No solo estaba dolorida, sino que mi jefe me reñía y los compañeros me acosaban. Cuando era nueva en el trabajo, una vez cometí un pequeño fallo. Mi jefe me echó una buena bronca y lloré del disgusto, pero ¿qué otra cosa podía hacer? Tuve que reprimir mis emociones para poder seguir ganando dinero. Me decía una y otra vez: “Ahora es duro, pero, cuando haya ganado algo de dinero, podré levantar cabeza y mirar a la gente a la cara. Tengo que aguantar”. Por tanto, seguí adelante, trabajando cada día como una máquina de hacer dinero. Inesperadamente, hacia 2015 había enfermado de agotamiento a consecuencia de tanto trabajo. Fui al hospital a hacerme un chequeo y el médico me dijo que tenía una hernia discal que comprimía un nervio y que, si continuaba trabajando, acabaría postrada en cama sin poderme valer. Fue un repentino golpe inesperado para mí y en ese momento sentí debilidad en todo el cuerpo. Me iba mejor en la vida y me estaba acercando a mi sueño, pero, en vez de eso, acabé sufriendo una lesión. No podía aceptarlo, y pensé: “Aún soy joven. Si tan solo resisto, podré superarlo. Si no gano algo de dinero ahora y vuelvo a China con las manos vacías, ¿no será humillante?”. Así pues, resistí y seguí yendo a trabajar a rastras. Cuando el dolor empeoraba, me pegaba un parche medicinal y seguía esforzándome. Trabajaba todo el día y tenía tanto dolor por la noche que no dormía. Casi no podía ni darme la vuelta. Días después, estaba tan dolorida que ni siquiera pude levantarme de la cama.
Acostada, me sentí muy desamparada y sola, y me pregunté: “¿Cómo es posible que esté así tan joven? ¿De verdad terminaré postrada en cama?”. Sentí una cierta amargura que no sabía expresar, y simplemente me pregunté: “Al final, ¿para qué vive el hombre? ¿Realmente solo para ganar dinero y destacar? ¿Representa el dinero la verdadera felicidad? ¿En serio vale la pena trabajar hasta agotarme por dinero?”. A lo largo de más de treinta años de trabajo sin descanso, había trabajado en la fábrica, vendido verdura, llevado un restaurante e ido a Japón a trabajar. Había ganado dinero por el camino, pero no sin muchísima desventura. Al principio creía que cumpliría mi sueño yendo a Japón, que me haría rica de un día para otro y tendría una vida envidiable. En cambio, estaba postrada en cama e incluso podría pasarme el resto de mi vida en silla de ruedas. Al pensarlo, lamenté especialmente haberme puesto mala por ganar dinero y sobresalir. Me sentía afligida, desdichada y triste. No pude evitar llorar. Grité para mis adentros: “¡Sálveme el cielo! ¿Por qué es tan agotadora y dura mi vida?”.
Y justo cuando estaba desamparada y dolorida, me llegó la salvación de Dios de los últimos días. Conocí por casualidad a dos hermanas creyentes en Dios. Al leer con ellas las palabras de Dios y escucharles hablar de la verdad, entendí que Dios creó todas las cosas, que gobierna el universo entero, que tiene en Sus manos el destino de cada persona, que ha guiado y sustentado a la humanidad desde el principio y que siempre la cuida y protege. Sin embargo, había algo que aún me confundía. Dios controla nuestro destino y nos guía y protege desde el principio, por lo que deberíamos ser felices. Entonces, ¿por qué, no obstante, padecemos enfermedad y dolor? ¿Por qué es tan dura la vida? ¿De dónde viene realmente todo este dolor? Se lo pregunté a las hermanas.
La hermana Qin me leyó unas palabras de Dios Todopoderoso: “¿Cuál es la fuente del sufrimiento del nacimiento, la muerte, la enfermedad y la vejez que los humanos soportan durante toda su vida? ¿Qué causó que comenzaran las personas a tener estas cosas? Los humanos no las tenían cuando fueron creados en el principio, ¿verdad? Entonces, ¿de dónde vinieron estas cosas? Surgieron después de que los humanos fueran tentados por Satanás y su carne se volviera degenerada. El dolor de la carne humana, sus aflicciones y su vacío, así como las extremadamente miserables desdichas del mundo humano solo sobrevinieron después de que Satanás hubiese corrompido a la humanidad. Después de que los humanos fuesen corrompidos por Satanás, este empezó a atormentarlos. El resultado fue que se volvieron cada vez más degenerados. Las enfermedades de la humanidad se volvieron más y más graves, y su sufrimiento se fue agravando. Cada vez más la gente sentía el vacío y la tragedia del mundo humano, así como la incapacidad de seguir viviendo en él, y sentía cada vez menos esperanza para el mundo. Así, Satanás hizo caer este sufrimiento sobre la humanidad” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. El significado de que Dios pruebe el dolor mundano). Luego me habló de lo siguiente: “Cuando Dios creó al hombre, Dios lo acompañaba, cuidaba y protegía. No había nacimiento, vejez, enfermedad, muerte, preocupaciones ni molestias. El hombre vivía despreocupado en el jardín del edén, disfrutando de todo lo que podía disfrutar, otorgado por Dios. Vivía feliz y alegre, guiado por Dios. Sin embargo, Satanás engañó y corrompió después al hombre. Este se creyó sus mentiras, pecó y traicionó a Dios, con lo que perdió Su cuidado y protección. Desde entonces vivimos bajo el campo de acción de Satanás y hemos caído en las tinieblas. Llevamos una vida de esfuerzo, preocupación, dolor y pena. Durante milenios, Satanás ha empleado sistemáticamente herejías y falacias como el materialismo, el ateísmo y la evolución, aparte de aforismos de figuras famosas e importantes, como ‘No hay Dios en el mundo’, ‘Uno tiene su destino en sus propias manos’, ‘Cada hombre por sí mismo y sálvese quien pueda’, ‘Destacar entre los demás y honrar a los antepasados’, ‘El hombre es capaz de cualquier cosa por ser rico’, y ‘El dinero hace girar al mundo’, etc., para extraviar y hacer daño a las personas. Al aceptar estas falacias satánicas, la gente ha negado la existencia y el gobierno de Dios, con lo que se ha alejado de Él y lo ha traicionado. Ella se ha vuelto más arrogante, más vanidosa, más egoísta, taimada y maliciosa. La gente intriga, se pelea y mata por la reputación, el estatus y la riqueza. Los cónyuges, los amigos, se engañan y se traicionan; se traicionan hasta padres e hijos y los hermanos se atacan. Hemos perdido totalmente la debida humanidad y vivimos como animales, más que como seres humanos. Las falacias de Satanás han hecho daño a muchísimas personas. Creyendo poder controlarlo o cambiarlo, luchan contra su destino. Luchan toda la vida y no solo no logran cambiar su destino, sino que se desgastan en el intento. Satanás ha extraviado y corrompido a la humanidad. Nos esforzamos todo el día, atormentados física y mentalmente. Están en auge toda clase de enfermedades y padecimientos. Estos padecimientos y ansiedades nos hacen creer que la vida del hombre en este mundo es demasiado dura y cansada. Todo esto sucede desde que Satanás corrompió al hombre, es el daño que nos hace y también el amargo fruto de la negación y la traición de la humanidad a Dios”.
La enseñanza de la hermana Qin me demostró que las enfermedades del hombre tienen su origen en Satanás. Cuando Satanás corrompió al hombre, perdimos el cuidado y la protección de Dios, con lo que contrajimos todo tipo de enfermedades y dolores. La hermana dijo entonces: “Dios no soporta ver que Satanás juega con la humanidad y la aflige. Se ha encarnado dos veces para redimirla y salvarla. La primera vez se encarnó en el Señor Jesús, crucificado para expiar los pecados de la humanidad con el fin de redimirnos del pecado. Se nos perdonan los pecados por creer en el Señor Jesús, pero nuestra naturaleza pecaminosa permanece y aún no estamos completamente libres de pecado. Una vez más, Dios se ha encarnado en medio del hombre en los últimos días para expresar la verdad y realizar la obra de juicio y purificación, de modo que nos salve plenamente de Satanás, rechacemos el pecado y nos purifiquemos hasta que Dios nos lleve finalmente a Su reino. A base de leer más las palabras de Dios, podemos entender la verdad y tener discernimiento. Comprenderemos cómo corrompe Satanás al hombre y descubriremos su malvada esencia. En ese momento podremos rechazarlo y escapar a su influencia, así que ya no podrá jugar con nosotros ni hacernos daño”. Me conmovió oír que Dios había venido personalmente a salvarnos. En efecto, yo no quería que Satanás siguiera haciéndome ese daño, pero no entendía exactamente cómo me lo hacía, por lo que les pregunté a las hermanas: “He trabajado muchísimo para sobresalir del resto y destacar, pero ello me ha dejado un dolor insoportable. ¿Me ha hecho esto Satanás?”.
La hermana Zhang me leyó entonces unas palabras de Dios Todopoderoso relacionadas con mi pregunta: “Satanás usa un tipo de método muy sutil, un método muy de acuerdo con las nociones de las personas, que no es radical en absoluto, a través del cual hace que las personas acepten sin querer su forma de vivir, sus normas de vida, y para establecer metas y una dirección en la vida, y al actuar así, llegan, sin saberlo, a tener ambiciones en la vida. Independientemente de lo grandes que estas ambiciones parezcan, están inextricablemente vinculadas a la ‘fama’ y la ‘ganancia’. Todo lo que cualquier persona importante o famosa y, en realidad, todas las personas, siguen en la vida solo se relaciona con estas dos palabras: ‘fama’ y ‘ganancia’. Las personas piensan que una vez que han obtenido la fama y la ganancia, pueden sacar provecho de ellas para disfrutar de un estatus alto y de una gran riqueza, y disfrutar de la vida. Piensan que la fama y ganancia son un tipo de capital que pueden usar para obtener una vida de búsqueda del placer y disfrute excesivo de la carne. En nombre de esta fama y ganancia que tanto codicia la humanidad, de buena gana, aunque sin saberlo, las personas entregan su cuerpo, su mente, todo lo que tienen, su futuro y su destino a Satanás. Lo hacen sin dudarlo ni un momento, ignorando siempre la necesidad de recuperar todo lo que han entregado. ¿Pueden las personas conservar algún control sobre sí mismas una vez que se han refugiado en Satanás de esta manera y se vuelven leales a él? Desde luego que no. Están total y completamente controladas por Satanás. Se han hundido de un modo completo y total en un cenagal y son incapaces de liberarse a sí mismas. Una vez que alguien está atascado en la fama y la ganancia, deja de buscar lo que es brillante, lo justo o esas cosas que son hermosas y buenas. Esto se debe a que el poder seductor que la fama y la ganancia tienen sobre las personas es demasiado grande; se convierten en cosas que las personas persiguen durante toda su vida, y hasta por toda la eternidad sin fin. ¿No es esto verdad?” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único VI). “Satanás usa fama y ganancia para controlar los pensamientos del hombre hasta que todas las personas solo puedan pensar en ellas. Por la fama y la ganancia luchan, sufren dificultades, soportan humillación, y sacrifican todo lo que tienen, y harán cualquier juicio o decisión en nombre de la fama y la ganancia. De esta forma, Satanás ata a las personas con cadenas invisibles y no tienen la fuerza ni el valor de deshacerse de ellas. Sin saberlo, llevan estas cadenas y siempre avanzan con gran dificultad” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único VI).
Tras leer las palabras de Dios, me habló de la verdad acerca de cómo corrompe Satanás al hombre con la reputación y la ganancia. ¡Fue entonces cuando comprendí lo detestable que es Satanás! Satanás utiliza la formación académica y las influencias sociales para adoctrinarnos con sus normas de vida, como “Sin sacrificio, no hay beneficio”, “Para presumir hay que sufrir” y “El dinero hace girar al mundo”. Engañada por estas normas de vida, la gente cree que no puede vivir sin dinero, que, una vez que se haga rica, los demás la admirarán y tendrá dignidad y que ser pobre significa ser despreciable. Por eso lucha la gente toda la vida por el dinero, la reputación y la ganancia, e incluso hace todo lo posible por alcanzarlos sin importarle las consecuencias. La gente se vuelve más corrupta, y su vida, más dolorosa. Este es el grillete que nos pone Satanás y, asimismo, su treta para corrompernos. Al esforzarme por sobresalir del resto, por ganar más dinero para que me apreciaran, me había convertido en una máquina de hacer dinero. Mis deseos aumentaban, nunca estaba satisfecha y solo me vi forzada a parar cuando perdí la salud. Me había vuelto esclava del dinero, la reputación y la ganancia. La búsqueda de la reputación y la ganancia me había complicado muchísimo la vida, ¡qué agotador! Por perseguirlas durante todos esos años, me había sobrepasado el dolor y acabé lesionada. ¡Todo ese sufrimiento provenía del daño y la corrupción a manos de Satanás! Sin las revelaciones de las palabras de Dios jamás habría sabido que Satanás corrompe a la gente con el dinero, la reputación y la ganancia, y ni mucho menos que estas son el grillete que pone Satanás al hombre.
Posteriormente, la hermana Qin vino muchas veces a hablarme. Con el tiempo empecé a ver las tácticas de Satanás para corromper al hombre. También llegué a entender qué era lo principal: leer las palabras de Dios, buscar la verdad y obedecer el gobierno y las disposiciones de Dios. Ese es el modo de vida más feliz y con mayor sentido, ¡y el único que Dios elogia!
Un día descubrí que tenía una compañera que había ido a Japón con su esposo a intentarlo todo para ganar dinero. Aunque habían ganado algo, después su marido padeció problemas de salud y tuvo que volver a China a tratarse. Le acabaron diagnosticando un cáncer avanzado. Su familia vivía con miedo y pena. En su adversidad sentí hondamente nuestra fragilidad y el gran valor de la vida. Sin vida, ¿de qué sirve tener más dinero? ¿Acaso el dinero puede comprar vida? Más adelante leí esto en la palabra de Dios Todopoderoso: “Las personas gastan su vida persiguiendo el dinero y la fama; se agarran a un clavo ardiendo, pensando que son sus únicos apoyos, como si teniéndolos pudiesen seguir viviendo, eximirse de la muerte. Pero solo cuando están cerca de morir se dan cuenta de cuán lejos están estas cosas de ellas, cuán débiles son frente a la muerte, cuán fácilmente se hacen añicos, cuán solas y desamparadas están, sin ningún lugar adónde ir. Son conscientes de que la vida no puede comprarse con dinero ni fama, que no importa cuán rica sea una persona, no importa cuán elevada sea su posición, todas son igualmente pobres e insignificantes frente a la muerte. Se dan cuenta de que el dinero no puede comprar la vida, que la fama no puede borrar la muerte, que ni el dinero ni la fama pueden alargar un solo minuto, un solo segundo, la vida de una persona” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III). Con las palabras de Dios comprendí mejor que, si no creemos en Dios ni entendemos la verdad, no podemos conocer las tramas de Satanás ni ver que corrompe a la gente con el dinero y la reputación. Nos absorbe esta vorágine de la que no podemos salir. Satanás nos engaña y hace daño a nuestro pesar y llega a destrozarnos la vida. Es una gran tragedia. Gracias a mi fe y a la lectura de tantas palabras de Dios, por fin he logrado comprender estas cosas. Si no tuviera fe ni leyera las palabras de Dios, no podría haber rechazado la corrupción de Satanás. Simplemente estaría luchando en las tinieblas y en el dolor sin escapatoria.
Durante mi lesión, unas hermanas de la iglesia venían mucho a verme y me ayudaban a aliviar el dolor. También hacían las tareas domésticas y me cuidaban como si fuera de su familia. Al encontrarme en el extranjero, me emocionaban en el alma las atenciones de las hermanas hacia mí. Estaba todavía más agradecida a Dios Todopoderoso. Con el cuidado y la protección de Dios me mejoré muy rápido.
Luego leí esto en la palabra de Dios Todopoderoso: “Cuando uno mira atrás el camino que ha recorrido, cuando uno rememora cada fase de su viaje, ve que, en cada paso, ya fuera el viaje arduo o liso, Dios estaba dirigiendo su senda y planificándola. Fueron los arreglos meticulosos de Dios, Su planificación cuidadosa, los que llevaron a uno, inconscientemente, hasta hoy. Poder aceptar la soberanía del Creador, recibir Su salvación, ¡qué gran suerte! Si una persona tiene una actitud negativa hacia el destino, demuestra que se está resistiendo a todo lo que Dios ha organizado para ella, que no tiene una actitud sumisa. Si uno tiene una actitud positiva hacia la soberanía de Dios sobre el destino humano, cuando uno mira atrás a su viaje, cuando llega a comprender verdaderamente la soberanía de Dios, deseará con más empeño someterse a todo lo que Dios ha organizado, tendrá más determinación y confianza para dejar que Dios orqueste su destino, para dejar de rebelarse contra Dios. Porque uno ve que cuando no comprende el destino, cuando no entiende la soberanía de Dios, cuando anda a tientas voluntariamente, tambaleándose y cayendo, a través de la niebla, el viaje es demasiado difícil, demasiado descorazonador. Por tanto, cuando las personas reconocen la soberanía de Dios sobre el destino humano, los inteligentes escogen conocerla y aceptarla, decir adiós a los dolorosos días en los que intentaban construir una buena vida con sus propias manos, y dejar de luchar contra el destino y perseguir a su manera los así llamados ‘objetivos de la vida’. Cuando uno no tiene a Dios, cuando no puede verlo, cuando no puede reconocer claramente la soberanía de Dios, cada día carece de sentido, es vano, miserable. Allí donde uno esté, cualquiera que sea su trabajo, sus medios de vida y la persecución de sus objetivos no le traen otra cosa que una angustia infinita y un sufrimiento que no se pueden aliviar, de forma que uno no puede soportar mirar hacia su pasado. Solo cuando uno acepta la soberanía del Creador, se somete a Sus orquestaciones y arreglos, y busca la verdadera vida humana, empezará a librarse gradualmente de toda angustia y sufrimiento, y a deshacerse de todo el vacío de la vida” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III). La palabra de Dios es muy práctica, cada frase le habla al fondo de mi corazón. En la palabra de Dios entiendo que Él es el Creador, y nosotros, Sus criaturas. La vida de toda persona está en las manos de Dios, bajo Su control y a Su disposición. Todo cuanto conseguimos en la vida está controlado y predestinado por Dios. Ciertamente, correr de acá para allá no es un factor decisivo. Recibimos lo que Dios nos otorga. Si Dios no nos otorga algo, por más que trabajemos, será en vano. Es como los refranes “El hombre siembra y el cielo decide qué cosecha” y “El hombre propone y Dios dispone”. En nuestra vida debemos someternos al gobierno y las disposiciones del Creador. ¡Este es el secreto de la felicidad en la vida! También me di cuenta de que el dinero y la posición son posesiones mundanas. Cuando nos dedicamos a perseguir la reputación y la ganancia, lo único que conseguimos al final es el vacío y el dolor. Terminamos devorados por Satanás. Recordé que había vivido de acuerdo con filosofías satánicas como “Sin sacrificio, no hay beneficio” y había ido en pos del dinero y la reputación. Pensaba que podría vivir feliz y ser apreciada y envidiada por los demás, pero no esperaba que, por el contrario, obtendría dolor y amargura. No tenía paz ni felicidad. Ahora que he leído las palabras de Dios, comprendo Su voluntad. Ya no quiero luchar contra mi destino y realmente no deseo ir en pos de la reputación y la ganancia. Esa ya no es la vida que quiero. Decidí adoptar otra forma de vida y solo deseaba poner el resto de mi existencia en las manos de Dios para que Él dispusiera, esforzarme por obedecerlo y cumplir con mi deber.
A fin de dedicar más tiempo a mi fe y a asistir a reuniones, dejé mi empleo anterior y conseguí otro más fácil. Suelo leer la palabra de Dios cuando no estoy trabajando y, cuanto más la leo, más me ilumina el corazón. También he conocido el origen del pecado del hombre. Entiendo la manera en que Dios salva a la humanidad paso a paso, aquello por lo que el hombre debe vivir y que debe hacerlo con sentido. A menudo me reúno con hermanos y hermanas a compartir experiencias y aprender himnos de las palabras de Dios. Mi vida actual es muy feliz. No gano tanto como antes, pero tengo una sensación de paz y estabilidad que no tenía entonces. Echando la vista atrás, ¡fui bendecida por medio de una desgracia! Esta es, en verdad, Su salvación para mí.