78. Lecciones aprendidas por tener cáncer de hígado

Por Li Yong, China

Después de convertirme en cristiano, fui arrestado varias veces por el PCCh, pero nunca traicioné al Señor. Hace unos años, acepté la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días y, llueva o truene, siempre prediqué el evangelio fervientemente y cumplí con mi deber. Pensaba que siempre sería leal a Dios, sin importar lo que tuviera que soportar. Hasta que no sufrí una enfermedad que me enfrentó a mi mortalidad, no gané algo de entendimiento acerca de la motivación de mi fe para obtener bendiciones.

Un día de octubre de 2014 volvía de un encuentro cuando sentí que mis piernas se debilitaban y mis pasos vacilaban. Pensé que era por el aire frío y solo necesitaba tomar un medicamento. No me preocupé demasiado. Pero, un tiempo después, mis oídos y los dedos de mis manos y pies comenzaron lentamente a ponerse negros y empecé a adelgazar cada vez más. Comencé a pensar que podría tener algo serio, pero pensé que, gracias a los esfuerzos que durante años había hecho para cumplir con mi deber, Dios me protegería. No podía ser tan malo. Estaba seguro de que se arreglaría solo. Pero, para mi sorpresa, después de tomar medicamentos, no mejoré. Mi esposa y mis hijas me llevaron al hospital para que me hicieran algunos análisis y, cuando llegaron los resultados, decían que era un caso grave de anemia y hepatitis B. Dijeron que, si empeoraba mucho más, sería intratable. Cuando escuché esto, sentí que mi cuerpo entero se aflojaba. No podía aceptar lo que me habían dicho. Pensé: “Durante años he hecho tantos sacrificios, he sufrido mucho para cumplir con mi deber. Fui arrestado y amenazado por el PCCh, pero nunca traicioné a Dios y volví a mi deber cuando me liberaron. ¿Cómo pude haberme enfermado tanto? ¿Por qué Dios no me ha protegido? ¿Cuál fue el propósito de tanto sacrificio, si no puedo curarme? He creído en Dios todos estos años sin recibir Sus bendiciones, y ahora mi cuerpo está enfermo. Supongo que ya no debería esforzarme tanto para cumplir con mi deber, no importa cuánto sufra, será en vano”. Durante ese tiempo, seguía cumpliendo con mi deber. Pero lo hacía sin entusiasmo. Durante las reuniones, no les preguntaba a mis hermanos o hermanas sobre sus problemas. Leía las palabras de Dios, pero no quería compartir las enseñanzas. Después de un tiempo, mi estado de salud comenzó a empeorar cada vez más. Mi cuerpo no podía sostenerse por sí mismo y me sentía mareado todo el día. Mi líder me dio un tiempo libre para descansar y recuperarme en casa. Veía a mis hermanos y hermanas cumpliendo sus deberes con alegría y energía, pero ¿y yo? Estaba tan enfermo que no podía cumplir con mi deber en absoluto. Pensaba que tal vez Dios había decidido no salvarme. Y cuanto más pensaba en eso, más pena y dolor sentía. Me postré ante Dios y comencé a orar: “¡Dios! He sido atacado por estas enfermedades, y me siento muy débil y atormentado. Sé que no debería culparte, pero no entiendo cuál es Tu voluntad. Por favor, guíame para entender”.

Después de orar, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Toda la obra que Dios realiza en el hombre tiene sus propias metas y significados; Él no obra sin sentido ni tampoco hace una obra que no sea beneficiosa para el hombre. El refinamiento no implica quitar a las personas de delante de Dios ni tampoco destruirlas en el infierno. En cambio, consiste en cambiar el carácter del hombre durante el refinamiento, cambiar sus intenciones y sus antiguos puntos de vista, cambiar su amor por Dios y toda su vida. El refinamiento es una prueba real del hombre y un tipo de formación real; solo durante el refinamiento puede el amor del hombre cumplir su función inherente(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo experimentando el refinamiento puede el hombre poseer el verdadero amor). Tuve muy en cuenta las palabras de Dios y comprendí que la voluntad de Dios en que enfermara no era eliminarme, sino hacerme entender la intención impura que había detrás de mi fe y cambiar mi punto de vista equivocado de búsqueda para poder amar y obedecer verdaderamente a Dios. Dios estaba tratando de purificarme y salvarme. Cuando entendí esto, me quedé realmente avergonzado de mí mismo. Enfrentarme a una enfermedad era el amor de Dios. No había tratado de comprender la voluntad de Dios, sino que lo malinterpreté y lo culpé. ¡Fui tan irracional! No podía vivir en la negatividad y el dolor. Tenía que obedecer, buscar la verdad, reflexionar y conocerme.

Más tarde, leí otro pasaje de las palabras de Dios: “Las personas sólo consideran el logro de la gracia y el disfrute de la paz como símbolos de fe y ven la búsqueda de bendiciones como la base para su creencia en Dios. Muy pocas personas buscan conocer a Dios o buscan un cambio en su carácter. En su fe, las personas buscan hacer que Dios les dé un destino adecuado y toda la gracia que necesitan, buscan hacer que Dios sea su sirviente, que Él mantenga con ellas una relación pacífica y amigable para que, no importa cuando, nunca haya ningún conflicto entre ellos. Es decir, su creencia en Dios exige que Él prometa cumplir todas sus exigencias y que les otorgue cualquier cosa por lo que oran, de acuerdo con las palabras que han leído en la Biblia: ‘Escucharé todas vuestras oraciones’. Esperan que Dios no juzgue ni trate a nadie, ya que Él siempre ha sido el misericordioso Salvador Jesús que mantiene una buena relación con las personas en todo momento y en todo lugar. Así es como las personas creen en Dios: le exigen con descaro y creen que, independientemente de si son rebeldes u obedientes, Él les otorgará ciegamente todo lo que le pidan. Le ‘cobran deudas’ a Dios continuamente, pues creen que Él debe ‘reembolsarles’ sin resistirse de ninguna manera y, además, debe pagar doble; piensan que, independientemente de que Dios haya obtenido algo de ellas o no, lo pueden manipular y que Él no puede orquestar arbitrariamente a las personas, y, mucho menos, revelarles Su sabiduría y Su carácter justo —ocultos durante muchos años— cuando Él quiera y sin su permiso. Simplemente le confiesan a Dios sus pecados, pues creen que Dios sencillamente los absolverá y que no va a cansarse de hacerlo y que esto continuará para siempre. Simplemente le dan órdenes a Dios y creen que Él obedecerá, porque está registrado en la Biblia que Dios no vino para ser servido por el hombre, sino para servirle a él, y que Él está aquí para ser su siervo. ¿No habéis creído siempre de esta manera? Cuando no podéis obtener algo de Dios, queréis huir; cuando no entendéis algo, os volvéis demasiado resentidos e incluso llegáis tan lejos como para lanzarle toda clase de insultos. Simplemente no le permitiréis a Dios mismo expresar completamente Su sabiduría y maravilla, en lugar de eso solo queréis disfrutar la comodidad y el confort temporales. Hasta ahora, vuestra actitud en vuestra creencia en Dios ha consistido meramente en los mismos viejos puntos de vista. Si Dios os muestra una mínima majestad, os ponéis tristes. ¿Veis ahora exactamente lo grande que es vuestra estatura? No asumáis que todos vosotros sois leales a Dios cuando, de hecho, vuestras antiguas opiniones no han cambiado. Cuando nada malo te sucede, crees que todo va bien y tu amor por Dios alcanza las cotas más altas. Cuando algo pequeño te sucede, caes al Hades. ¿Está con ello siendo leal a Dios?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Debes dejar de lado las bendiciones del estatus y entender la voluntad de Dios para traer la salvación al hombre). Las palabras de Dios revelaron mi verdadera situación. No estaba haciendo sacrificios para llegar a la verdad. En cambio, estaba haciendo sacrificios para ganarme la gracia y las bendiciones de Dios. Estaba intentando hacer trampa y hacer trueques con Él. Cuando todo iba bien y recibía la gracia de Dios, cumplía con mi deber apasionadamente. Siempre me gustó ayudar y compartir con mis hermanos y hermanas, sin importar lo lejos que estuvieran o cuánto tuviera que trabajar o el clima. Pero ahora que estaba enfermo y no estaba recibiendo la gracia de Dios, me sentí ofendido, me quejé y culpé a Dios. Me resistí y peleé con Él. Especialmente ahora, que mi estado empeoraba cada día, perdí mi fe en Dios y descuidé mi deber. No creía en Dios por la búsqueda de la verdad o la vida. Constantemente utilizaba a Dios para satisfacer mi deseo de ser bendecido. Lo hacía por mi propio interés. Mi fe en Él no era sincera. ¡Fui tan egoísta y despreciable! Creyendo en Dios de esa manera, incluso disfrutando de las bendiciones materiales, si mi carácter vital no cambiaba, Dios me eliminaría.

Luego, leí otro pasaje de las palabras de Dios: “El refinamiento es el mejor medio por el cual Dios hace perfectas a las personas; solo el refinamiento y las pruebas amargas pueden suscitar el verdadero amor por Dios en el corazón de las personas. Sin las dificultades, las personas carecen de verdadero amor por Dios; si no son probadas en su interior ni son realmente sometidas al refinamiento, entonces su corazón siempre estará fuera, a la deriva. Después de haber sido refinado hasta cierto punto, verás tu propia debilidad y tus dificultades, verás de cuánto careces y que eres incapaz de vencer los muchos problemas con los que te encuentras, y verás cuán grande que es tu desobediencia. Las personas solo pueden conocer realmente su verdadera condición durante las pruebas, estas las capacitan mejor para ser perfeccionadas(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo experimentando el refinamiento puede el hombre poseer el verdadero amor). Las palabras de Dios me ayudaron a entender Su voluntad de que dejar que yo enfermara era la manera que tenía Dios de purificar mi corrupción. No había traicionado a Dios cuando fui encarcelado. Nunca culpé a Dios por las dificultades que tuve que enfrentar. Pensaba que era leal a Dios y tenía mucha fe en Él. Si esta enfermedad no hubiera llegado, nunca habría descubierto mi carácter corrupto y mi intención impura de buscar bendiciones, y aún menos podría haber buscado realmente la verdad y haber sido transformado. Esta enfermedad era la manera de Dios de salvarme. ¡Era el amor de Dios hacia mí! Después de darme cuenta de esto, ya no culpé ni malinterpreté a Dios. No importaba cómo siguiera mi salud, obedecería las orquestaciones de Dios y dejaría de intentar obtener bendiciones. Después de eso, tomé mi medicación y me encomendé a Dios, mientras continuaba buscando Su guía. Todos los días, me esforzaba al máximo para cumplir con mi deber. ¡Lo que no esperaba era que mi enfermedad desapareciera sin darme cuenta! ¡Mi corazón estaba agradecido con Dios!

En mayo de 2015, asumí el deber de riego. Me gustaba mucho ese deber. Pasaba el tiempo contemplando las palabras de Dios, y, cuando mis hermanos y hermanas tenían problemas, meditaba sobre ello y buscaba pasajes de las palabras de Dios que pudieran ayudarlos. Después de un tiempo, la vida de iglesia mejoró. Mis hermanos y hermanas estaban más motivados para cumplir con sus deberes, y tenían la fe para mantenerse firmes en el testimonio frente a las dificultades y la opresión. Me sentía eufórico. Pensaba que Dios me había bendecido al hacerme más eficaz en mi deber, lo cual demostraba que valoraba mi arduo trabajo.

Pero ese año, el 5 de junio, me estaba preparando para ir a una reunión cuando de repente me sentí muy mareado. Sentía como si el suelo estuviera girando. Luego, mi rostro y mi ropa se empaparon de sudor, y sentí un terrible dolor de cabeza. Parecían los síntomas que había tenido cuando me enfermé la primera vez, solo que eran peores. Me sentía morir. Pensé: “¿Cómo que la enfermedad volvió? Trabajo mucho para cumplir con mi deber todos los días, ¿por qué Dios no me protege? ¿Todavía no soy lo suficientemente leal a Dios?”. Mi esposa se dio cuenta de mi estado, y ella y mis hijas me llevaron al hospital. Cuando llegaron los resultados de los análisis, el médico me evitó y habló con mis hijas. En ese momento, supe que, si no era cáncer, sería otra cosa mala. Comencé a preocuparme, pero luego pensé: “¡Son los mismos síntomas que tuve la primera vez y, al final, desaparecieron! Hoy, esto también está en manos de Dios. Sigo cumpliendo con mi deber, así que no debería ser nada tan malo, ¿verdad?”. Con esta idea en mente, comencé a calmarme. Un rato después, mis dos hijas entraron sollozando y le dijeron a mi esposa: “El médico dijo que papá tiene cáncer de hígado…”. Ella se sorprendió al escucharlas. Las tres se abrazaron, lloraban apenadas.

Mi mente se sumió en una confusión total y sentí un dolor demoledor. ¿Cómo podía tener cáncer de hígado? Era casi imposible de tratar y podía morir en cualquier momento. Si moría, ¿qué iban a hacer mi esposa y mis hijas? ¿Tantos años de trabajo arduo y sacrificio para esto? ¿Se me estaban negando las bendiciones del reino de los cielos? En ese momento, sentí mucha tristeza y desesperación. Mi esposa, llorando, me dijo: “Si tienes esta enfermedad, es porque Dios lo ha permitido. Dios es justo. No debemos culparlo ni malinterpretarlo. Debemos tratar de comprender Su voluntad”. Las palabras de mi esposa me recordaron que, sí, Dios es justo. Tenía que aceptar Su voluntad sin quejarme. Al ver cómo sufría mi esposa, no pude evitar llorar también. Con lágrimas en los ojos, oré en silencio a Dios: “¡Dios! Tú no haces nada sin sentido. Por favor, guíame para entender Tu voluntad”. Después de orar, me sentí mucho más tranquilo. Sabía que no había cura para lo que tenía, y no quería generarle a mi familia más presión económica, así que pedí que me enviaran a casa a descansar.

Después de dos días, mis hermanos y hermanas vinieron a verme y me preguntaron cómo me sentía. Al verlos, y pensando en la gravedad de mi estado, comencé a llorar y dije: “Tenerlos a todos conmigo, cuidándome, es el amor de Dios. Pero, con una enfermedad como esta, no estaré aquí por mucho tiempo. Ya no podré cumplir con mi deber como siempre, y no viviré para ver el reino de Dios hecho realidad”. Una hermana me consoló y, pacientemente, me dijo: “Hermano, esta enfermedad es del amor de Dios. ¡Debes orar más, buscar la verdad, entender la voluntad de Dios y mantenerte firme en el testimonio, incluso con tu enfermedad!”. Más tarde, me dio algunos pasajes de las palabras de Dios. Uno de ellos me causó una profunda impresión: “En su creencia en Dios, lo que las personas buscan es obtener bendiciones para el futuro; este es el objetivo de su fe. Todo el mundo tiene esta intención y esta esperanza, pero la corrupción en su naturaleza debe resolverse por medio de pruebas. En los aspectos en los que no estás purificado, en esos aspectos debes ser refinado: este es el arreglo de Dios. Dios crea un entorno para ti y te fuerza a ser refinado en ese entorno para que puedas conocer tu propia corrupción. Finalmente, llegas a un punto en el que preferirías morir y renunciar a tus planes y deseos, y someterte a la soberanía y el arreglo de Dios. Por tanto, si las personas no pasan por varios años de refinamiento, si no soportan una cierta cantidad de sufrimiento, no serán capaces de deshacerse de la esclavitud de la corrupción de la carne en sus pensamientos y en su corazón. En aquellos aspectos en los que sigues sujeto a la esclavitud de Satanás y en los que todavía tienes tus propios deseos y tus propias exigencias, esos son los aspectos en los que debes sufrir. Solo a través del sufrimiento pueden aprenderse lecciones; es decir, puede obtenerse la verdad y comprenderse la voluntad de Dios. De hecho, muchas verdades se entienden al experimentar pruebas dolorosas. Nadie puede comprender la voluntad de Dios, reconocer la omnipotencia de Dios y Su sabiduría o apreciar el carácter justo de Dios cuando se encuentra en un entorno cómodo y fácil o cuando las circunstancias son favorables. ¡Eso sería imposible!(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo debe uno satisfacer a Dios en medio de las pruebas). Después de leer esto, reflexioné. Antes, cuando enfermaba, era capaz de someterme al buscar la verdad. Pensaba que me había mantenido firme y abandonado la intención de obtener bendiciones. Pero ahora que mi enfermedad había regresado, y era incluso peor que antes, me sentí expuesto de nuevo. Vi que mi intención de obtener bendiciones estaba profundamente arraigada y no había logrado pasar la prueba de Dios. Si mi salud no me hubiera fallado de nuevo, no habría podido ver mis deseos salvajes y esta intención profundamente arraigada de obtener bendiciones, y, mucho menos, cambiar y purificarme. Al mismo tiempo, vi el carácter santo y justo de Dios. Él escudriña el corazón del hombre, y por eso conocía la corrupción y las adulteraciones dentro de mí. Él utilizó mi enfermedad para obligarme a reflexionar sobre mí mismo, a buscar la verdad, y a cambiar mi carácter corrupto. ¡Este es el amor de Dios! Más tarde, reflexioné sobre mi comportamiento y me pregunté por qué, ante mi enfermedad, mi reacción había sido malinterpretar y culpar a Dios. ¿No seguía tratando de negociar con Dios? ¿No deseaba las bendiciones de Dios, pero no estaba dispuesto a aceptar lo que Él había arreglado para mí? Siempre había intentado hacer tratos con Dios, pero ¿cuál era la causa de eso?

Tiempo después, leí unas palabras de Dios: “Todas las personas viven para sí mismas. Cada hombre por sí mismo y sálvese quien pueda; este es el resumen de la naturaleza humana. La gente cree en Dios para sí mismos; abandonan las cosas, se esfuerzan por Él y le son fieles, pero aun así, todo lo que hacen es para sí mismos. En resumen, su único propósito es ganarse bendiciones para sí mismos. En la sociedad, todo se hace para beneficio personal; se cree en Dios solamente para lograr bendiciones. La gente lo abandona todo y puede soportar mucho sufrimiento para obtener bendiciones. Todo esto es una prueba empírica de la naturaleza corrupta del hombre(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La diferencia entre los cambios externos y los cambios en el carácter). “Nada es más difícil de abordar que las exigencias de las personas hacia Dios. Si nada de lo que Él hace se conforma a tu pensamiento, y si Él no actúa de acuerdo con tu forma de pensar, es probable que te resistas; esto demuestra que, en su naturaleza, el hombre se opone a Dios. Debes conocer y resolver este problema mediante la búsqueda de la verdad. Quienes no tienen la verdad le ponen muchas exigencias a Dios, mientras que quienes entienden realmente la verdad no las tienen; ellos sólo sienten que no han satisfecho bastante a Dios, que no obedecen a Dios suficientemente. Que las personas siempre le pongan exigencias a Dios refleja su naturaleza corrupta. Si no tratas esto como un problema grave, como algo importante, habrá riesgo y peligros ocultos en tu senda de creencia. Eres capaz de superar las cosas corrientes, pero cuando tu sino, tu perspectiva y tu destino se ven involucrados, quizás seas incapaz de vencer. En ese momento, si todavía no tienes la verdad, bien puedes caer de nuevo en tus viejos caminos, y te convertirás así en uno de los que son destruidos(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Las personas le ponen demasiadas exigencias a Dios).

Las revelaciones en las palabras de Dios me ayudaron a entender que estos intentos de negociar con Dios estaban basados en los venenos satánicos de “Cada hombre por sí mismo y sálvese quien pueda”, y “Nunca te levantes temprano, a menos que haya un beneficio asociado”. Cualquier cosa que hiciera, siempre pensaba primero en cómo podría beneficiarme y obtener bendiciones. Incluso en mi deber, siempre tenía mis propios motivos y manchas. Al pensar en el camino que había recorrido, siempre había hecho sacrificios superficiales por la obra de Dios cuando, en realidad, estaba tratando de intercambiar esos pequeños sacrificios por grandes bendiciones. Con tal de obtener las bendiciones de Dios, cualquier sufrimiento me habría parecido que valía la pena. Pero, cuando mis deseos no fueron satisfechos y me enfermé una y otra vez, incluso parecía que moriría, toda mi mala interpretación, mi culpa, mi resistencia y traición hacia Dios fueron reveladas. Había cumplido con mi deber para alcanzar mi destino. Había estado usando a Dios, engañándolo. Había perdido la conciencia y la razón. ¡Había sido malvado y despreciable! Si las orquestaciones de Dios no me hubieran expuesto varias veces, nunca habría descubierto lo egoísta y falso que era. Creí que buscar bendiciones era lo apropiado y me había olvidado de las demandas de Dios. Cualquier cosa que hiciera, los sacrificios que hiciera, no importaban, Dios nunca lo valoraría. Si no buscaba la verdad, si mi intención continuaba siendo obtener bendiciones para mí, Dios me detestaría y me castigaría. Agradezco las palabras de Dios por iluminarme, por permitirme conocerme a mí mismo a través de esta enfermedad y olvidar mis exigencias descabelladas. ¡Esta es la salvación de Dios para mí! Cuanto más lo pensaba, más sentía lo grande que es el amor de Dios. Oré a Dios: “¡Dios! Tu buena voluntad está detrás de mi cáncer. Mi vida y mi muerte están en Tus manos. Te obedeceré y me mantendré firme en el testimonio para satisfacerte”.

Después de orar, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Pasar por las pruebas de Job es pasar también por las pruebas de Pedro. Cuando Job fue probado, se mantuvo firme en el testimonio, y al final Jehová se reveló a él. Sólo después de mantenerse firme en el testimonio fue digno de ver el rostro de Dios. ¿Por qué se dice: ‘Me oculto de la tierra de inmundicia, pero Me muestro al reino santo’? Eso significa que sólo cuando eres santo y te mantienes firme en el testimonio, puedes ser digno de ver el rostro de Dios. Si no puedes ser testigo de Él, no eres digno de ver Su rostro. Si te retiras o te quejas contra Dios frente a los refinamientos fallas en ser testigo de Él y eres el hazmerreír de Satanás, no obtendrás la aparición de Dios. Si eres como Job, quien en medio de las pruebas maldijo su propia carne, no se quejó contra Dios y fue capaz de detestar su propia carne sin quejarse ni pecar por medio de sus palabras, eso es mantenerse firme en el testimonio. Cuando pasas por refinamientos hasta un cierto grado y puedes seguir siendo como Job, totalmente obediente delante de Dios y sin otras exigencias de Él y sin tus propias nociones, Dios se te aparecerá(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Los que serán hechos perfectos deben someterse al refinamiento). Las palabras de Dios me mostraron Su santidad y justicia. Dios solo se les aparece a aquellos que se mantienen firmes en el testimonio mientras son probados y refinados. Cuando Dios probó a Job, Satanás le quitó su riqueza, sus hijos, su salud y su felicidad, y su cuerpo se cubrió de forúnculos. Pero él no se quejó ni culpó a Dios. Solo se odió y se maldijo a sí mismo. Frente a esta gran prueba, fue capaz de obedecer la soberanía de Dios y ensalzar Su nombre en su posición de ser creado. Incluso dijo: “Jehová dio y Jehová quitó” (Job 1:21).* Estas palabras permanecen como un hermoso y resonante testimonio de Dios frente a Satanás, y, finalmente, Dios se le apareció a Job. Eso era lo que valía la vida de Job. La enfermedad que enfrenté se produjo porque Dios me estaba mostrando una bondad especial. Tenía que obedecer las orquestaciones de Dios, tal como lo hizo Job. Mi cáncer no debía dominarme. Al contrario, debía entregar mi vida a Dios y mantenerme firme y rotundo en el testimonio de Dios frente a Satanás, y consolar el corazón de Dios. Dejé a un lado mis preocupaciones y me entregué a la soberanía de Dios, y pronto mi estado de salud mejoró. La comida sabía mejor, podía moverme con normalidad e incluso podía cumplir con mi deber, dentro de mis posibilidades. Tiempo después, mis hijas me llevaron al hospital para un chequeo. El médico no podía creer lo que había sucedido. Dijo que los pacientes como yo eran raros, ¡y que el hecho de que hubiera sobrevivido sin haberme tratado en un hospital fue un milagro! Entonces supe que era Dios protegiéndome. Podía sentir que mi vida estaba en manos de Dios y experimentar la soberanía de Dios sobre todas las cosas.

Un tiempo después de eso, mi enfermedad volvió. Mi esposa y mis hijas me llevaron al hospital, y, cuando el jefe médico vio la gravedad de mi caso, llamó a un especialista para que me examinara. Cuando llegaron los resultados del análisis de laboratorio, el especialista me dijo que no tenían el equipo para tratar mi enfermedad, y sugirió que debíamos pagar más de 200.000 yuanes para transferirme al hospital provincial, donde tal vez podrían tratarme. Llorando, mi hija le dijo a mi esposa: “¿Escuchaste la forma en que lo dijo? Nadie podrá tratar a papá. Más de 30 personas han contraído cáncer en nuestra aldea estos últimos años, y todos han muerto…”. El rostro de mi esposa estaba cubierto de lágrimas. Me sentí como un condenado. Una vez más, sentí la muerte acercándose a mí, y no pude evitar preguntarme: ¿Cómo podía haber regresado esta enfermedad y seguir siendo tan grave? Pero esta vez, me reproché a mí mismo. Sentí remordimiento por mi desobediencia a Dios. Pensé en todos mis roces con la muerte y en cómo Dios me había protegido y mantenido con vida cada vez. Claramente, había presenciado la soberanía de Dios, entonces, ¿cómo es que no lo entendía? ¡Solo Dios tenía autoridad sobre la vida y la muerte, no estos médicos! Entonces, me postré ante Dios y oré. Dije: “Querido Dios, una vez más, me enfrento a mi propia muerte. Sé que Tu buena voluntad está detrás de esto. Mi vida y mi muerte están en Tus manos. ¡Te obedeceré y me mantendré firme en el testimonio para satisfacerte!”.

Después de orar, leí algunas palabras de Dios: “¿Quién en toda la humanidad no recibe cuidados a los ojos del Todopoderoso? ¿Quién no vive en medio de la predestinación del Todopoderoso? ¿Acaso la vida y la muerte del hombre ocurren por su propia elección? ¿Controla el hombre su propio destino? Muchas personas piden la muerte a gritos, pero esta está lejos de ellas; muchas personas quieren ser fuertes en la vida y temen a la muerte, pero sin saberlo, el día de su fin se acerca, sumergiéndolas en el abismo de la muerte; muchas personas miran al cielo y suspiran profundamente; muchas personas lloran a mares, con lamentos y sollozos; muchas personas caen en medio de las pruebas y otras muchas se convierten en prisioneras de la tentación. Aunque Yo no aparezca en persona para permitirle al hombre contemplarme claramente, muchas personas temen ver Mi rostro, profundamente temerosas de que las derribe, de que acabe con ellas. ¿Me conoce el hombre realmente o no? Nadie puede decirlo con certeza. ¿No es así?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las palabras de Dios al universo entero, Capítulo 11). Las palabras de Dios eran poderosas y tenían autoridad, y me dieron confianza. Dios es el Creador y controla todo. Como ser creado, sabía que debía obedecer la soberanía del Creador. Si de verdad apreciaba mi vida y culpaba a Dios, me resistiría a Él, lo traicionaría, y me avergonzaría de enfrentarlo, y mi vida no tendría sentido. Cuando entendí eso, ya no me sentí oprimido por la muerte o la enfermedad. Les dije a mi esposa e hijas: “No estén tristes. Aunque el médico me haya condenado a muerte, creo que mi vida y mi muerte están en manos de Dios. Todo lo que Dios hace es justo. ¡Mientras pueda respirar, estaré de pie y me mantendré firme en el testimonio para satisfacer a Dios!”. Tiempo después, volví a casa para recuperarme. Todos los días me postraba ante Dios y oraba y leía Sus palabras. Me sentía tranquilo y en paz. El médico me dio dos cajas de suero para inyectarme, que costaban menos de 10 yuanes. Lo usé durante un mes, y el color volvió a mis dedos, y mi apetito volvió. Lentamente, comencé a recuperar mi fuerza y vigor hasta estar igual que antes de enfermarme. Cuando volví al hospital para un chequeo, el médico dijo que era un milagro que me hubiera recuperado tan rápido. Sabía que todo esto era gracias a Dios, que solo Él podría haberme salvado. Es como dice Dios: “Obviamente, la humanidad no es la que tiene el poder de la vida y la muerte ni ningún ser del mundo natural, sino el Creador, cuya autoridad es única. La vida y la muerte de la humanidad no son el producto de alguna ley del mundo natural, sino una consecuencia de la soberanía de la autoridad del Creador(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III). Experimenté la soberanía, la autoridad y la milagrosa obra de Dios. Presencié Su amor y salvación. Desde el fondo de mi corazón, le agradecí y alabé. Cuando las personas del pueblo me vieron, se sorprendieron. Dijeron que no pensaban que lo lograría y que nunca esperaron volver a verme tan saludable, ¡y que había tenido mucha suerte de salvarme de milagro! Pero en el fondo de mi corazón lo sabía: esto no tenía nada que ver con la suerte. Este era el poder y la autoridad de Dios. ¡Dios me salvó! Poco después, reanudé mi deber en la iglesia. Pasaron cinco años y mi enfermedad nunca volvió. Era más de lo que podía esperar. De verdad, agradezco a Dios por lo que sucedió.

A través de esta enfermedad, gracias a las revelaciones en las palabras de Dios y frente a los hechos, descubrí mis puntos de vista equivocados sobre la fe y mi carácter corrupto, y pude conocer la soberanía de Dios, Su carácter justo y Su hermosa esencia. Olvidé mi intención de recibir bendiciones y aprendí a darle más valor y significado a mi vida. ¡Estoy muy agradecido por la bondad de Dios!

La cita bíblica marcada (*) ha sido traducida de AKJV.

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