100. Cómo escapé de las ataduras de las emociones
En noviembre del año pasado, recibí una carta de un líder donde detallaba que mi madre, que había sido creyente por muchos años, no había estado asistiendo a las reuniones de manera apropiada. Siempre estaba ocupada ganando dinero, y cuando asistía a las reuniones de vez en cuando a menudo se quedaba dormida. Rara vez leía las palabras de Dios, no escuchaba los sermones, tenía los mismos puntos de vista que los incrédulos y sus acciones eran de manera bastante clara las de un no creyente. La iglesia estaba considerando su situación para decidir si debía ser expulsada, así que me pidieron que proporcionara una evaluación. Quedé muy impactada, y pensé: “¿Acaso el líder de la iglesia cometió un error? Al menos en apariencia, mi madre ha mostrado cierta pasión y entusiasmo en su fe a lo largo de estos años. Algunas veces ella incluso ayuda a otros hermanos y hermanas cuando tienen problemas en su vida. ¿Será que ha llegado al punto en el que merece ser expulsada?”. Sin embargo, luego se me ocurrió que la iglesia siempre expulsa a las personas según los principios y toma la decisión con base en el comportamiento general y la esencia naturaleza de una persona; jamás trataría a alguien injustamente. Mis deberes me habían llevado fuera de la ciudad durante muchos años, así que no estaba segura de cómo había estado actuando mi madre en la iglesia. Primero debía aceptarlo y obedecer.
Después de eso, comencé a reflexionar acerca de cómo había actuado mi madre cuando estábamos juntas. Cada vez que yo regresaba a casa y le preguntaba sobre su estado, ella deliberadamente evitaba mis preguntas. Ella también rara vez leía las palabras de Dios o escuchaba los sermones. Cuando compartía con ella sobre la importancia de leer las palabras de Dios, solía decir que estaba de acuerdo, pero después simplemente regresaba a sus mismos hábitos. Ni siquiera asistía a las reuniones regulares con tal de ganar más dinero. A pesar de que yo hablé con ella sobre el asunto varias veces, no cambió su conducta, y dijo que solo podía confiar en sí misma para mejorar su destino. Es más, a menudo discutía con mi padre por asuntos sin importancia. Cuando mi papá utilizaba un tono más duro con ella y lastimaba su orgullo, ella mostraba resentimiento y a menudo maldecía a mi padre como lo hace un incrédulo para sacar su enojo. No escuchaba cuando compartía con ella acerca de cómo manifestar una humanidad apropiada, y decía que no podía evitarlo. Posteriormente, me topé con este pasaje de las palabras de Dios: “Hay algunas personas cuya fe nunca ha sido reconocida en el corazón de Dios. En otras palabras, Él no las reconoce como seguidores suyos porque no elogia sus creencias. En el caso de estas personas, independientemente de cuántos años hayan seguido a Dios, sus ideas y puntos de vista nunca han cambiado. Son como los incrédulos, que se apegan a los principios, los métodos para relacionarse con las personas, las leyes de supervivencia y la fe de los incrédulos. Nunca han aceptado la palabra de Dios como su vida ni han creído que Su palabra sea la verdad ni han tenido la intención de aceptar Su salvación y nunca lo han reconocido como su Dios. Consideran que creer en Dios es una especie de pasatiempo de aficionado y tratan a Dios como un mero sustento espiritual, por lo que no piensan que merezca la pena probar y entender Su carácter o Su esencia. Se podría decir que nada de lo que corresponde al Dios verdadero tiene que ver con estas personas; no están interesadas ni se molestan en prestar atención. Esto se debe a que, en lo profundo de su corazón, una voz intensa les dice siempre: ‘Dios es invisible e intocable, y no existe’. Creen que intentar entender a esta clase de Dios no merece sus esfuerzos, y que, si lo hacen, se engañarían a sí mismos. Creen que al reconocer a Dios solamente de palabra, sin adoptar ninguna postura real y sin emprender una acción real, están siendo muy listos. ¿Cómo ve Dios a estas personas? Las ve como incrédulas” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Cómo conocer el carácter de Dios y los resultados que logrará Su obra). Al leer las palabras de Dios, me di cuenta de que los no creyentes solo reconocen de palabra tener una creencia en Dios sin siquiera practicar la verdad. Su esencia naturaleza le tiene aversión a la verdad, y Dios nunca ha reconocido su fe. Mi madre jamás había aceptado ni remotamente la verdad en sus años de creyente, y ella creía, pensaba, hablaba y actuaba precisamente como alguien que no tiene fe. ¿Acaso eso no la convertía en una no creyente? Debo ofrecer una descripción honesta de su comportamiento. Sin embargo, mi madre siempre había apoyado mi fe, e incluso cuando otros miembros de la familia se oponían o arremetían contra mí, ella siempre me protegía para que yo pudiera cumplir en paz con mis deberes. También me había apoyado económicamente a lo largo de los años en los que estuve cumpliendo con mis deberes fuera de la ciudad. Cuando me enfermé, me llevó al hospital, y subió y bajó las escaleras para registrarme e ir por mis medicamentos. Cada vez que yo iba a casa, me compraba comida y ropa… Simplemente no podía escribir la evaluación después de recordar todas estas cosas. Me sentía muy angustiada y en conflicto: “Ella es mi madre, así que mi evaluación tiene mucho peso. Si yo proporcionara una descripción honesta de su conducta, sería todavía más probable que la expulsaran. ¿Acaso eso no sería el fin de su senda de fe? Que supiera que yo escribí sobre sus conductas de no creyente sería desgarrador para ella, y seguramente pensaría que yo era cruel y desagradecida”. Este pensamiento era como tener un cuchillo atravesado en el corazón, y se me caían las lágrimas. En medio de mi sufrimiento, oré a Dios y le supliqué que me guiara para adoptar la postura correcta y permanecer firme en ella.
Después de mi oración, me sentí mucho más tranquila. En ese momento, me encontré con un pasaje de las palabras de Dios: “Deberías saber que todo lo que te ocurre es una gran prueba y es el momento en que Dios necesita que des testimonio. Aunque parezcan no ser importantes desde fuera, cuando estas cosas ocurren muestran si amas o no a Dios. Si lo haces, serás capaz de mantenerte firme en tu testimonio de Él y, si no has puesto en práctica el amor a Dios, esto muestra que no eres alguien que pone en práctica la verdad, que no tienes la verdad ni tienes la vida, ¡que eres cascarilla! Todo lo que acontece a las personas tiene lugar cuando Dios necesita que se mantengan firmes en el testimonio que dan de Él. Aunque, de momento, no te está ocurriendo nada importante y no estás dando un gran testimonio, cada detalle de tu vida diaria tiene relación con el testimonio de Dios. Si puedes obtener la admiración de los hermanos y hermanas, tus familiares y todos a tu alrededor; si un día llegan los incrédulos y admiran todo lo que haces y ven que todo lo que Dios hace es maravilloso, habrás dado testimonio. […] Aunque eres incapaz de hacer una gran obra, puedes satisfacer a Dios. Otros no pueden poner a un lado sus nociones, pero tú sí; otros no pueden dar testimonio de Dios durante sus experiencias reales, pero tú puedes usar tu estatura y tus acciones reales para retribuirle por Su amor y dar un testimonio rotundo de Él. Sólo esto puede considerarse amar realmente a Dios” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo amar a Dios es realmente creer en Él). Al meditar sobre las palabras de Dios, me di cuenta de que el hecho de que yo tuviera que escribir esta evaluación de mi madre involucraba a los principios verdad. Debería haber aceptado el escrutinio de Dios y obedecerle en este asunto. En lugar de actuar conforme a las emociones, debería haber descrito la situación real de mi madre. Sin embargo, debido a mi conexión emocional con ella, estaba renuente a escribir la evaluación a pesar de que era totalmente consciente de que ella tenía muchos comportamientos propios de un no creyente, y tenía miedo de que pudiera ser expulsada de la iglesia y perdiera la oportunidad de lograr la salvación. ¿Acaso no estaba yo fallando en adoptar la postura correcta y dar testimonio? Yo no estaba dispuesta a estar del lado de la verdad en mi fe y proteger la obra de la iglesia, e incluso protegí a mi madre debido a nuestra conexión emocional. ¿Dónde estaba mi corazón temeroso de Dios? En el pasado, yo había tratado de manera activa y entusiasta con personas que se había descubierto eran anticristos, malvadas y no creyentes, había compartido con los hermanos y hermanas sobre la importancia de la obra de purificar la iglesia y había hablado con la fuerza de la justicia al exponer las cosas negativas para proteger la obra de la iglesia. No obstante, ante el problema de mi madre, me dejé llevar por mi conexión emocional con ella y fui incapaz de actuar de acuerdo a los principios. Yo no tenía ni una pizca de la realidad verdad y mis afectos eran demasiado intensos. Cuando me di cuenta de todo esto, no me sentí tan atormentada y me puse a trabajar de inmediato en la evaluación y se la envié al líder tan pronto como estuvo lista.
Al día siguiente, leí en un sermón que aun si alguien ha sido creyente durante varios años sin buscar la verdad, si no ha provocado ninguna perturbación o interrupción puede librarse temporalmente de ser expulsado. En mi corazón entró un rayo de esperanza. Mi madre simplemente no buscaba la verdad, pero no había provocado una perturbación o interrupción evidente a la obra de la iglesia. En su situación particular, probablemente seguía teniendo la oportunidad de arrepentirse. Pensé que era posible que el líder de la iglesia no comprendiera su situación. Quizás podría escribir una carta haciendo hincapié en que mi madre había estado ayudando con entusiasmo a los hermanos y las hermanas o podría pedirles que compartieran más con ella. Ciertamente, sería mejor que ella siguiera brindando servicio a la iglesia y no que fuera expulsada. Estaba ansiosa por escribirle una carta al líder local de la iglesia, pero justo cuando estaba a punto de comenzar a escribir, empecé a preocuparme: “No tengo un buen entendimiento del comportamiento actual de mi madre. Y si en verdad no está leyendo de forma regular las palabras de Dios y se queda dormida durante las reuniones, ¿acaso eso no influiría en los demás hermanos y hermanas en las reuniones? ¿No será que simplemente estoy escribiendo esta carta porque tengo un apego emocional hacia mi madre y quiero protegerla? Pero si en verdad es expulsada, entonces ella jamás tendrá la oportunidad de obtener la salvación”. En medio de mi tristeza, me apresuré a orar a Dios y le pedí que me guiara para comprender mi estado inapropiado y aprender a abstenerme de actuar según mis emociones. Después de orar, me topé con dos pasajes de las palabras de Dios: “¿Qué cuestiones tienen relación con las emociones? La primera es cómo evalúas a tu propia familia, cómo reaccionas a las cosas que hacen. En ‘las cosas que hacen’ se incluye cuando interrumpen y perturban la obra de la iglesia, cuando juzgan a espaldas de la gente, cuando actúan como los no creyentes y cosas del estilo. ¿Podrías ser imparcial respecto a esas cosas que hace tu familia? Si te pidieran que evaluaras a tu familia por escrito, ¿lo harías de forma objetiva y justa, dejando de lado tus propias emociones? Esto está relacionado con cómo tienes que enfrentar a los miembros de tu familia. ¿Y eres sentimental con las personas con las que te llevas bien o que te han ayudado antes? ¿Serías objetivo, imparcial y preciso respecto a sus acciones y comportamientos? ¿Los denunciarías o los pondrías en evidencia de inmediato si los descubrieras interrumpiendo y perturbando el trabajo de la iglesia? Es más, ¿eres sentimental con aquellos que están cerca de ti o comparten intereses similares? ¿Sería imparcial y objetiva tu evaluación, definición y respuesta a sus acciones y comportamientos? ¿Y cómo reaccionarías si los principios dictaran que la iglesia tomara medidas contra alguien con quien tienes una conexión emocional, y estas medidas estuvieran en desacuerdo con tus propias nociones? ¿Obedecerías? ¿Continuarías en secreto teniendo relación con ellos, te seguirías dejando engañar por ellos, dejarías incluso que te incitaran a excusarlos, racionalizarlos y defenderlos? ¿Te sacrificarías y acudirías en ayuda de los que han sido amables contigo, en contra de los principios verdad y desatendiendo los intereses de la casa de Dios? Todo esto tiene que ver con varias cuestiones relacionadas con las emociones, ¿verdad?” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (2)). “Digamos, por ejemplo, que tus parientes o padres son creyentes en Dios y, debido a malas acciones, a que causan perturbaciones o no tienen aceptación alguna de la verdad, son echados. Sin embargo, tú no tienes discernimiento sobre ellos, desconoces por qué los echaron, te sientes sumamente disgustado y siempre te quejas de que la casa de Dios no tiene amor y no es justa con la gente. Debes orar a Dios y buscar la verdad, luego evaluar qué tipo de personas son estos familiares sobre la base de las palabras de Dios. Si entiendes realmente la verdad, serás capaz de definirlos con exactitud, y verás que todo lo que Dios hace es correcto y que es un Dios justo. Entonces, no tendrás ninguna queja, serás capaz de someterte a los arreglos de Dios y no tratarás de defender a tus parientes o padres. No se trata aquí de cortar vuestro parentesco, sino únicamente de definir qué tipo de personas son y hacer que puedas discernir sobre ellas y saber por qué fueron descartadas. Si tienes verdaderamente claras estas cosas dentro de ti y tus puntos de vista son correctos y acordes con la verdad, sabrás estar del mismo lado que Dios, y tus opiniones sobre el asunto serán plenamente compatibles con las palabras de Dios. Si no eres capaz de aceptar la verdad ni de contemplar a las personas de acuerdo con las palabras de Dios, y continúas del lado de las relaciones y perspectivas de la carne al contemplarlas, nunca podrás deshacerte de esta relación carnal y seguirás tratando a estas personas como tus parientes, más cercanos incluso que tus hermanos y hermanas de la iglesia, en cuyo caso existirá una contradicción entre las palabras de Dios y tus opiniones de tu familia en este asunto, incluso un conflicto; en tales circunstancias sería imposible que estuvieras del lado de Dios, y tendrías nociones y malentendidos sobre Él. Entonces, para que las personas logren la compatibilidad con Dios, en primer lugar su visión de los asuntos debe concordar con las palabras de Dios; deben ser capaces de ver a las personas y las cosas basándose en las palabras de Dios, aceptar que estas son la verdad y ser capaces de dejar de lado las nociones tradicionales del hombre. Sin importar a qué persona o asunto te enfrentes, debes ser capaz de mantener las mismas perspectivas y puntos de vista que Dios, y esas perspectivas y puntos de vista deberán estar en armonía con la verdad. De este modo, tus puntos de vista y la forma en que abordas a la gente no se opondrán a Dios y serás capaz de obedecerle y ser compatible con Él. Tales personas nunca podrían volver a resistirse a Dios; esas son precisamente las personas que Dios desea ganar” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo identificar la esencia naturaleza de Pablo). Las palabras de Dios revelan cómo quienes están atados por sus afectos personales no pueden practicar la verdad o evaluar de forma imparcial y justa a sus propios parientes, y, mucho menos, actuar conforme a los principios verdad. Más bien, protegen, salvaguardan y defienden constantemente a sus familiares, sin pensar en lo más mínimo en los intereses de la iglesia. A través de las palabras de Dios llegué a tener cierto entendimiento de mi estado. Era muy consciente de que la esencia naturaleza de mi madre era la de un no creyente, y que ella ya se había convertido en una perturbación para la vida de iglesia. Yo debía practicar la verdad y exponer las conductas de mi madre para proteger la obra de la iglesia. No obstante, no podía deshacerme de mis apegos emocionales y me preocupaba que si ella era expulsada, perdería por completo la oportunidad de obtener la salvación. Así pues, quería argumentar a su favor, y especialmente cuando pensaba en lo buena que ella siempre había sido conmigo, buscaba protegerla, cuidarla y no revelar sus comportamientos. Tras leer ese sermón, simplemente no pude aceptar los principios detrás de la expulsión y remoción de las personas de la casa de Dios; más bien, tomé una ruta de escape. Quería que la iglesia adoptara una actitud indulgente hacia ella y le permitiera quedarse para que, quizás, siguiera teniendo la oportunidad de alcanzar la salvación. La casa de Dios lleva a cabo la obra de purificación en aras de la pureza de la iglesia y de ofrecer a los hermanos y hermanas un ambiente positivo para la vida de iglesia, libre de las perturbaciones de Satanás. Sin embargo, permití que mi apego emocional se apoderara de mí y protegí a mi madre sin considerar en lo más mínimo la obra de la iglesia o cómo esto podría dañar la vida de los hermanos y las hermanas. ¡Estaba siendo muy egoísta y despreciable! Satanás me había corrompido profundamente y había vivido según las filosofías satánicas tales como “la sangre es más espesa que el agua” y “el hombre no es inanimado; ¿cómo puede carecer de emociones?”. Pensé que, ya que mi madre había cuidado bien de mí cuando yo era niña y me había apoyado en el cumplimiento de mis deberes, cualquier comportamiento malo de su parte debía ser tolerado. Como su hija, sentía que sería muy poco filial de mi parte simplemente no hacer nada y observar cómo la expulsaban. Siempre que hubiera el más mínimo atisbo de esperanza, debía luchar por encontrar una oportunidad para que ella permaneciera en la iglesia. ¿Acaso no estaba en contra de Dios? En los años en los que fue creyente, mi madre nunca había valorado las palabras de Dios ni había asistido constantemente a las reuniones, ni practicado Sus palabras. Por el contrario, fue en pos de las cosas mundanas y el dinero; incluso dijo: “No puedo molestarme en buscar la verdad. Ganar dinero es mi opción más segura”. En una ocasión, después de que una pareja de ancianos que habían sido creyentes durante más de una década fueran expulsados por sus actos malvados y por perturbar la obra de la iglesia, ella les dijo a los hermanos y las hermanas: “Muy pocos de nosotros tendremos éxito en nuestra fe; ellos están siendo expulsados. Tarde o temprano, yo también seré expulsada”. En aquel momento, hablé con ella acerca de cómo la iglesia expulsa a las personas de acuerdo con principios y según su comportamiento general y esencia naturaleza. También le dije que ella estaba sembrando negatividad con esos comentarios. Sin embargo, no reflexionó sobre sí misma y parecía completamente indiferente. Me di cuenta de que mi madre nunca había aceptado la verdad en todos sus años en la iglesia y ni siquiera tenía una fe auténtica en Dios: ella era, simplemente, una no creyente. Yo no había reconocido su esencia real según las palabras de Dios, e incluso me aferré obstinadamente a mis propias opiniones falaces. Yo creía que, aunque ella no había buscado la verdad, siempre y cuando ella no estuviera perturbando e interrumpiendo abiertamente las cosas, podía continuar prestando servicio en la iglesia y, tal vez, podría seguir teniendo la oportunidad de alcanzar la salvación. No me di cuenta de que, a pesar de que puede parecer que los no creyentes no están llevando a cabo actos malvados en apariencia, en su esencia naturaleza no valoran la verdad, sino que les desagrada. No importa cuántos años permanezcan en la iglesia, nunca lograrán una transformación en su carácter vital ni alcanzarán la salvación. La obra de Dios en los últimos días tiene como objetivo expresar la verdad para purificar y salvar a la humanidad. Si las personas no aman la verdad, nunca se despojarán de su carácter corrupto y tarde o temprano serán expulsadas. Me di cuenta de que no había comprendido la verdad y que mis puntos de vista y opiniones eran verdaderamente absurdos. También se me ocurrió que los no creyentes siembran sus ideas seculares dentro de la iglesia, lo cual está completamente en contra de las palabras y exigencias de Dios. Los hermanos y las hermanas de estatura pequeña que no han comprendido la verdad carecen de discernimiento; fácilmente pueden ser perturbados y engañados por tales ideas. Esto puede provocar que se regodeen en la debilidad y la negatividad, y, en casos extremos, su fe puede tambalearse y pueden alejarse de Dios. Los no creyentes no son miembros de la casa de Dios en absoluto; no son nuestros hermanos y hermanas. En esencia, pertenecen al diablo Satanás y son enemigos de Dios. Si no se los expulsa rápidamente de la iglesia, solo producirán desastres. Mi madre había sido creyente durante muchos años, pero seguía sin leer las palabras de Dios con regularidad y, mucho menos, las practicaba. No importa cuánto compartiera con ella, seguía yendo en pos de las cosas mundanas y ganando dinero y, por su naturaleza, seguía disgustándole la verdad. A menudo esparcía sus ideas y nociones de no creyente y perturbaba la vida de la iglesia. Aun si se le diera otra oportunidad, no se arrepentiría sinceramente. El hecho de que yo tratara de proteger a este miembro de la calaña del diablo y quisiera argumentar en su favor para que pudiera quedarse en la iglesia mostraba que yo era torpe en verdad y no distinguía lo correcto de lo incorrecto.
Posteriormente, me encontré con otro pasaje de las palabras de Dios: “Dios creó este mundo y trajo a él al hombre, un ser vivo al que le otorgó la vida. Después, el hombre tuvo padres y parientes y ya no estuvo solo. Desde que el hombre puso los ojos por primera vez en este mundo material, estuvo destinado a existir dentro de la predestinación de Dios. El aliento de vida proveniente de Dios sostiene a cada ser vivo hasta llegar a la adultez. Durante este proceso, nadie siente que el hombre esté creciendo bajo el cuidado de Dios. Más bien, la gente cree que lo hace bajo el amor y el cuidado de sus padres y que es su propio instinto de vida el que dirige este crecimiento. Esto se debe a que el hombre no sabe quién le otorgó la vida o de dónde viene esa vida, y, mucho menos, la manera en la que el instinto de la vida crea milagros. El hombre solo sabe que el alimento es la base para que su vida continúe, que la perseverancia es la fuente de su existencia y que las creencias de su mente son el capital del que depende su supervivencia. El hombre es totalmente ajeno a la gracia y la provisión de Dios y, así, desperdicia la vida que Dios le otorgó… Ni uno solo de esta humanidad a quien Dios cuida día y noche toma la iniciativa de adorarlo. Dios simplemente continúa obrando en el hombre —sobre el cual no tiene expectativas— tal y como lo planeó. Lo hace así con la esperanza de que, un día, el hombre despierte de su sueño y, de repente, comprenda el valor y el significado de la vida, el precio que Dios pagó por todo lo que le ha dado y la ansiedad con la que Dios espera que el hombre regrese a Él” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios es la fuente de la vida del hombre). Me conmovieron profundamente las palabras de Dios. Él es la fuente de la vida del ser humano y todo lo que tengo proviene de Él. Fue Dios quien cuidó de mí y me alimentó hasta que fui adulta. Después de aquello, Dios me otorgó Su gracia, permitiéndome acudir ante Él y aceptar el riego y sustento de Sus palabras, de modo que pudiera comprender la verdad, conocer el significado de la vida y cómo comportarme y elegir la senda correcta. Todo esto fue el amor y la salvación de Dios. Dios le había ordenado a mi madre que fuera mi protectora y me criara en el mundo material; yo debo aceptar su cuidado hacia mí ya que proviene de Dios, respetarla y cumplir con mi papel como su hija. Sin embargo, en lo que se refería a los asuntos del principio verdad, no podía estar influenciada por el apego emocional, sino que tenía que practicar la verdad y exponer todos los comportamientos de no creyente de mi madre. Solo eso sería actuar consciente y racionalmente, y de acuerdo con el principio verdad. Si yo dejara que mis afectos carnales influyeran en la forma como me comporto, y le brindara amor, compasión, amparo y protección a una no creyente como mi madre, sin manifestar la más mínima consideración hacia la obra de la iglesia o a cómo puede ser perturbada la vida de iglesia de mis hermanos y hermanas, sacrificando los principios verdad para proteger mi relación con mi madre, eso sería rebelarme contra Dios y resistirme a Él. Entonces sería verdaderamente inconsciente y desagradecida. Tras llegar a este entendimiento, me sentí mucho más libre y sin ataduras.
Poco después, regresé a casa para hacerme cargo de algunos asuntos y estar pendiente de mi madre mientras me encontraba en la ciudad. Esa noche, hablamos acerca de su situación reciente y ella sabía que estaba a punto de que la expulsaran de la iglesia. Cuando traté de compartir con ella, simplemente cambió el tema sin comentar nada. Tras darme cuenta de que ella no sentía el más mínimo arrepentimiento por sus acciones, me convencí aún más de que la decisión de la iglesia de expulsarla concordaba por completo con los principios. Dos meses después, recibí otra carta del líder de la iglesia local donde me pedía que ahondara en mi evaluación anterior de mi madre. En aquel momento, pensé: “¿podría ser que el mal comportamiento de mi madre no sea lo suficientemente grave como para que sea expulsada? Si ese fuera el caso, ¿significa que, al menos por ahora, no sería expulsada? Sin embargo, mi madre no parecía tener la menor pizca de arrepentimiento cuando hablé con ella hacía dos meses. ¿Debía hablarle al líder de la iglesia sobre esto?”. Mientras le daba vueltas al asunto, me vino a la mente un pasaje de las palabras de Dios: “Si eres alguien que cree realmente en Dios, entonces, aunque aún no hayas obtenido la verdad y vida, al menos hablarás y actuarás desde el lado de Dios; al menos no te quedarás impasible cuando veas que los intereses de la casa de Dios están comprometidos. Cuando tengas el impulso de hacer la vista gorda, te sentirás culpable, a disgusto, y te dirás a ti mismo: ‘No puedo quedarme aquí sentado sin hacer nada, debo levantarme y decir algo, debo asumir la responsabilidad, debo revelar este mal comportamiento, debo detenerlo para que los intereses de la casa de Dios no se vean perjudicados, y la vida de la iglesia no se vea alterada’. Si la verdad se ha convertido en tu vida, entonces no solo tendrás este valor y esta determinación y serás capaz de comprender el asunto del todo, sino que también cumplirás con la responsabilidad que te corresponde en la obra de Dios y en los intereses de Su casa, con lo que cumplirás con tu deber. Si pudieras considerar tu deber como tu responsabilidad y obligación y como la comisión de Dios, y te pareciera necesario para estar cara a cara con Él y afrontar tu conciencia, ¿no vivirías entonces con la integridad y dignidad de la humanidad normal? Tus acciones y conducta serán el ‘temor de Dios y la evitación del mal’ de los que Él habla. Estarás practicando la esencia de estas palabras y viviendo su realidad” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). A través de las palabras de Dios, me di cuenta de que debía ser consciente de la voluntad de Dios a la hora de cumplir con mis deberes, preservar el orden normal de la vida de iglesia y exponer a aquellos en la iglesia que se han revelado a sí mismos como anticristos, malvados y no creyentes. Solo si lo hacía estaría cumpliendo con mis deberes y responsabilidades. Pensé en cómo, cuando la esposa de Job le pidió que abandonara a Dios, él pudo colocarse del lado de Dios y reprenderla como una “mujer fatua”. Job era honesto, franco y tenía una idea clara de lo que uno debe amar y odiar. Él no permitió que los apegos emocionales influyeran en la forma en que vivía su vida. Yo también debía abandonar la carne, exponer la verdad según yo la veía y expulsar a los no creyentes de la iglesia sin dilación. Cuando me di cuenta de esto, escribí todas las conductas que había observado en mi madre la última vez que fui a casa. Poco después, recibí una carta que decía que mi madre había sido expulsada de la iglesia. Se mencionaron varios de sus comportamientos que yo había detallado. Me sentía satisfecha de no haber cedido ante mis emociones y de no haber perdido mi testimonio. Me sentía en paz y con los pies en la tierra.
Por medio de esta experiencia, obtuve un entendimiento más claro de cómo Dios decide a quién salvar y a quién echar fuera con base en su esencia naturaleza y comportamiento general. Esta es una clara manifestación del carácter justo de Dios. No debemos permitir que los apegos emocionales gobiernen la forma en la que actuamos hacia los demás, sino que debemos basar nuestras acciones en las palabras de Dios, los principios verdad. Solo esto concuerda con la voluntad de Dios. Le estoy realmente agradecida a Dios por haber logrado este nuevo entendimiento y obtener estas ganancias.