32. La decisión de un sacerdote católico
Mis padres me criaron en la Iglesia católica y de mayor me hice sacerdote. Después, la iglesia se quedó cada vez más desolada. Los obispos y sacerdotes entablaban constantes luchas internas y de poder, y los frailes y monjas siempre tenían celos y discutían entre ellos. Uno de nuestros obispos provinciales se molestó porque el obispo diocesano no había celebrado su consagración, así que reunió a los otros sacerdotes y les dijo que, como el obispo diocesano dilapidaba el dinero de la iglesia en vehículos y desarrollos inmobiliarios y se había unido a la Iglesia de las Tres Autonomías, había que cesarlo del cargo. Incluso tuvieron un altercado físico con feligreses que apoyaban al obispo diocesano. Los casos de celos y odio posteriormente se hicieron cada vez más graves y la iglesia comenzó a fragmentarse en facciones. Me repugnaba de veras que se pelearan así por el estatus. Eso no tenía nada de iglesia, era tan oscuro como el mundo laico. El obispo diocesano comenzó a marginarme por no querer unirme a las Tres Autonomías. Me asignó un sacerdote como ayudante, y para que compitiera por mi cargo. Al llegar ese sacerdote, instigó a los feligreses a que me aislaran y, poco después, mi iglesia se dividió en dos facciones y comenzaron a surgir disputas y conflictos. Como no quería participar en esas cosas, presenté mi renuncia al obispo. Dejé esa iglesia llena de odio y conflictos y me incorporé a otra lejana en la montaña junto con varios frailes y monjas.
Creía que sus miembros serían sencillos y modestos, que no habría tantas luchas de poder, y que tal vez la situación estaría mejor allí, pero, curiosamente, las cosas estaban igual de desoladas. La fe de los feligreses era tibia; ni siquiera obedecían los mandamientos y pecaban con desenfreno. Mentían y engañaban, y mantenían disputas sin fin. Constantemente venían incrédulos a presentarme denuncias contra ellos. Eran problemas que yo no podía resolver. Si bien oraba a Dios regularmente, no podía sentir la presencia del Espíritu Santo y no percibía ningún esclarecimiento en las palabras de la Biblia. En los sermones, no tenía nada novedoso que decir. Tenía sed espiritual; era como si el Espíritu Santo me hubiera abandonado.
Justo cuando me sentía perdido y desamparado, sumido en la desdicha, el sacerdote Liu y el diácono Zhang me dieron testimonio de la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días y me dijeron que el Señor Jesús había regresado. Esa noticia me impactó y me conmovió profundamente. Con muchas ganas de saber más sobre el regreso del Señor Jesús, les pedí a esos dos hermanos que me contaran más. Me enseñaron muchas cosas y me leyeron algunas palabras de Dios Todopoderoso, como este pasaje que me impresionó profundamente. Dios Todopoderoso dice: “Después de la obra de Jehová, Jesús se encarnó para llevar a cabo Su obra entre los hombres. Su obra no se llevó a cabo de forma aislada, sino que fue construida sobre la de Jehová. Era una obra para una nueva era que Dios realizó después de que pusiera fin a la Era de la Ley. De forma similar, después de que terminara la obra de Jesús, Dios continuó Su obra para la siguiente era, porque toda Su gestión siempre avanza. Cuando pase la era antigua, será sustituida por una nueva, y una vez que la antigua obra se haya completado, habrá una nueva obra que continuará la gestión de Dios. Esta encarnación es la segunda encarnación de Dios, la cual sigue a la obra de Jesús. Por supuesto, esta encarnación no ocurre de forma independiente; es la tercera etapa después de la Era de la Ley y la Era de la Gracia. Cada vez que Dios inicia una nueva etapa de la obra, siempre debe haber un nuevo comienzo y siempre debe traer una nueva era. Así pues, también hay cambios correspondientes en el carácter de Dios, en Su forma de obrar, en el lugar de Su obra y en Su nombre. No es de extrañar, por tanto, que al hombre le resulte difícil aceptar la obra de Dios en la nueva era. Pero independientemente de cómo se le oponga el hombre, Dios siempre está realizando Su obra, y guiando a toda la humanidad hacia adelante. Cuando Jesús vino al mundo del hombre, marcó el comienzo de la Era de la Gracia y terminó la Era de la Ley. Durante los últimos días, Dios se hizo carne una vez más y, con esta encarnación, finalizó la Era de la Gracia y marcó el inicio de la Era del Reino. Todos aquellos que sean capaces de aceptar la segunda encarnación de Dios serán conducidos a la Era del Reino, y, además, serán capaces de aceptar personalmente la guía de Dios. Aunque Jesús hizo mucha obra entre los hombres, sólo completó la redención de toda la humanidad y se convirtió en la ofrenda por el pecado del hombre; no lo libró de la totalidad de su carácter corrupto. Salvar al hombre totalmente de la influencia de Satanás no sólo requirió que Jesús se convirtiera en la ofrenda por el pecado y cargara con los pecados del hombre, sino también que Dios realizara una obra incluso mayor para librar completamente al hombre de su carácter satánicamente corrompido. Y, así, ahora que el hombre ha sido perdonado de sus pecados, Dios ha vuelto a la carne para guiar al hombre a la nueva era, y comenzó la obra de castigo y juicio. Esta obra ha llevado al hombre a una esfera más elevada. Todos los que se someten bajo Su dominio disfrutarán una verdad más elevada y recibirán mayores bendiciones. Vivirán realmente en la luz, y obtendrán la verdad, el camino y la vida” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Prefacio). Tras leer las palabras de Dios, me enseñaron muchas cosas más. Aprendí que la obra de Dios avanza constantemente; que el Señor Jesús realizó la obra de redención y que la fe en Él solo obtiene el perdón de los pecados. Sin embargo, nuestra naturaleza pecaminosa no se corrige de ese modo, por lo que vivimos pecando de día y confesando de noche, aún sometidos al pecado. Para salvar plenamente a la gente del pecado y del campo de acción de Satanás, Dios ha de realizar otra etapa de obra, en la que exprese verdades para juzgarnos y purificarnos. Así se corrigen de verdad nuestro carácter corrupto y nuestra naturaleza pecaminosa para que podamos librarnos de pecado, ser purificados y entrar en el reino de Dios. Hace mucho que el mundo religioso perdió la obra del Espíritu Santo. Para recibir la guía del Espíritu Santo y el sustento de la verdad, tenemos que aceptar la obra de Dios de los últimos días e ir al compás de Sus pasos. Es la única manera de madurar en la vida. Tras aquello, leía mucho La Palabra manifestada en carne; las palabras de Dios atraían mi corazón. No me cansaba, me quedaba leyéndolo hasta las 2 de la madrugada. Con el tiempo, tuve la certeza de que Dios Todopoderoso es el regreso del Señor Jesús y acepté de buen grado la obra de Dios de los últimos días. Así pues, llevé a mi iglesia a los hermanos y hermanas que predicaban el evangelio de Dios Todopoderoso para que dieran testimonio de la obra de Dios de los últimos días a esos feligreses que eran auténticos creyentes, y finalmente todos ellos la aceptaron. Nos reuníamos a leer juntos las palabras de Dios Todopoderoso en la iglesia y cada día hallábamos más iluminación y esclarecimiento. Eran de gran sustento y disfrute. ¡Estábamos asistiendo al banquete de bodas del Cordero!
Pronto, los obispos y sacerdotes comenzaron a perturbarme y obstaculizarme. Primero, el obispo Zhao, que me dijo: “Me he enterado de que te has unido al Relámpago Oriental. No hablaste conmigo de algo tan importante y te llevaste a muchos feligreses contigo. Es una traición al Señor. Cuando Él regrese, seguro que antes nos lo revelará a los obispos. ¿Cómo no habría de saberlo yo si realmente hubiera vuelto? Déjalo y vuelve. Sé que estás en una región remota y que la vida es dura. Si vuelves, te ayudaré con lo que necesites”. También expresó muchas palabras de blasfemia y condena contra Dios Todopoderoso. Lo que dijo me pareció inconcebible. Él me había dicho muchas veces que el Señor iba a volver pronto, por lo que teníamos que guiar a los feligreses para que oraran y velaran por recibir al Señor, pero ahora que el Señor había vuelto, él no tenía intención de buscar y hasta era blasfemo y condenatorio. No era un auténtico creyente en absoluto. Sin dejarme afectar por él, seguí difundiendo el evangelio.
Luego vino el obispo Wang con otra persona y me dijo todo sonriente: “El obispo Zhao me pidió que te convenciera de que lo vayas a ver a la sede episcopal. Está sumamente preocupado por tu bienestar, ¡con miedo a que estés tomando la senda equivocada!”. Me enfureció mucho oír aquello. No prestaban atención a los feligreses que se sentían negativos y débiles, pero ahora no dejaban de molestarme por mi fe en Dios Todopoderoso. Era un intento de impedirme aceptar la obra de Dios de los últimos días. Le repliqué: “Todos están absolutamente empeñados en alejarme de mi fe. Las iglesias llevan años desoladas, sin la obra del Espíritu Santo. La fe de los hermanos y hermanas se está enfriando y ellos están en un bucle de pecado y confesión. Se han confesado, pero son incapaces de deshacerse de los grilletes del pecado. Yo sufrí mucho. Con las palabras de Dios Todopoderoso aprendí que la fe en el Señor solo nos acarrea el perdón de los pecados, pero no la purificación. De no corregirse nuestra naturaleza pecaminosa, jamás nos libraremos de las ataduras del pecado. El Señor ha vuelto en los últimos días y está expresando verdades y realizando la obra del juicio para corregir de raíz la pecaminosidad humana, de modo que podamos librarnos de pecado. Las palabras de Dios Todopoderoso me has mostrado el camino hacia la purificación y la salvación plena. Tras estudiarlo, no me cabe duda de que Dios Todopoderoso es el regreso del Señor. Digan lo que digan, no renunciaré a mi fe en Dios Todopoderoso”. El obispo Wang comentó: “Cierto, a la iglesia le faltan la obra del Espíritu Santo y la presencia del Señor, pero eso es temporal; el Señor nos pone a prueba. Si nos mantenemos firmes hasta el fin, contemplaremos un gran reavivamiento de la iglesia. Si te llevas a todos al Relámpago Oriental, la iglesia quedará vacía. Y ¿cómo vamos a tener un reavivamiento? El Señor está a punto de regresar, pero no lo ha hecho todavía. ¿En serio crees que no le revelaría al papa cuándo vuelve? Dado que el papa y los obispos no estamos enterados del regreso del Señor, no cabe duda de que esta noticia es falsa. Si crees en Dios Todopoderoso sin la conformidad del papa o de los obispos, ¿no es apostasía?”. De hecho, cuando estaba estudiando la obra de Dios Todopoderoso, yo también me hice la misma pregunta, pero tras buscar y compartir, lo entendí. Cuando el obispo Wang dijo que el Señor les revelaría Su regreso al papa y los obispos primero, eso carecía de fundamento. El Señor Jesús jamás afirmó eso y no está registrado en la Biblia. Para recibir el regreso del Señor, hemos de atenernos a Sus palabras. El Señor dijo: “He aquí que estoy a la puerta de tu corazón, y llamo; si alguno escuchare mi voz y me abriere la puerta, entraré a él, y con él cenaré, y él conmigo” (Apocalipsis 3:19).* “Aún tengo otras muchas cosas que deciros; mas por ahora no podéis comprenderlas. Cuando venga el Espíritu de verdad, él os enseñará todas las verdades necesarias para la salvación” (Juan 16:12-13).* Las palabras del Señor son muy claras. Pronunciará más palabras y nos contará la verdad cuando venga, y solo si oímos Su voz y aceptamos las verdades que Él expresa podemos recibir al Señor. El Señor Jesús dijo: “Mis ovejas oyen la voz mía; y yo las conozco, y ellas me siguen” (Juan 10:27).* Los apóstoles como Pedro y Mateo que seguían al Señor primero escuchaban lo que Él predicaba y era entonces cuando se daban cuenta de que era el Mesías que esperaban. El Señor decide si formamos parte de Su rebaño en función de si oímos o no Su voz. Por ello, la clave para estudiar el camino verdadero es estar atentos a la voz del Señor y, con ello, reconocerlo y aceptarlo. Eso es lo más fiable. El Apocalipsis señala muchas veces: “Quien tiene oído, escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Apocalipsis Capítulos 2, 3).* El Señor no se lo va a revelar antes a los líderes religiosos y obispos cuando venga en los últimos días; va a hablar directamente a las iglesias para que oigan Su voz. Dios Todopoderoso ha expresado muchísimas verdades y ha revelado cantidad de misterios de la Biblia, con lo que nos cuenta sobre Su plan de gestión para nuestra salvación y nos da la senda para ser salvados y entrar en el reino. Esto cumple lo afirmado por el Señor Jesús: “Cuando venga el Espíritu de verdad, él os enseñará todas las verdades necesarias para la salvación; pues no hablará de suyo, sino que dirá todas las cosas que habrá oído, y os anunciará las venideras” (Juan 16:13).* Los que reconocen la voz de Dios a partir de Sus palabras y lo siguen son Sus ovejas y los únicos que pueden recibirlo al Señor. Así pues, refuté al obispo Wang: “Según usted, el papa y los obispos deben conocer antes que nadie el regreso del Señor, ¿pero se fundamenta esto en Su palabra? El Señor Jesús jamás dijo nada semejante ni tampoco lo hicieron Dios Padre ni el Espíritu Santo. La Biblia no relata nada de eso. Por tanto, ¿no es su afirmación una mera noción y fantasía humanas? Para recibir al Señor, hemos de hacer caso a Sus palabras, no a nuestras nociones y fantasías. El Antiguo Testamento relata que el joven Samuel servía a Yavé en presencia de Elí. Según las fantasías humanas, Yavé debería haber hecho Su revelación a Elí primero, pero eso no fue lo que hizo Yavé. Llamó al joven Samuel cuatro veces para expresarle Su voluntad. Y cuando vino el Señor Jesús, en vez de revelárselo a los sacerdotes y escribas judíos, un ángel apareció ante los pastores y les habló del nacimiento del Señor Jesús. Obviamente, el Señor no obra según las nociones humanas. Sin importar el tiempo que lleve creyendo alguien ni su estatus, mientras desee renunciar a sus nociones, buscar humildemente y centrarse en estar atento a la voz de Dios, podrá presenciar Su aparición. El Señor ha venido en los últimos días, expresa verdades y está realizando la obra del juicio. No le hace falta pedir opinión a nadie ni revelárselo a nadie en concreto. Esta es la obra de Dios, en la que ningún hombre puede entrometerse. Quien desobedezca o se rebele únicamente ofenderá el carácter de Dios como los escribas y fariseos, que se aferraron a sus nociones y condenaron al Señor Jesús, con lo que hicieron que lo crucificaran. Cometieron un pecado atroz y Dios los maldijo y castigó. Esa amarga lección, ¿no merece que recapacitemos sobre ella?”. Respondió muy airadamente: “¡Menudo descaro tienes al atreverte a contradecir al papa! Como sabes, al padre Liu lo echaron de la iglesia cuando se unió al Relámpago Oriental. Los miembros de la iglesia lo rechazaron y hasta su familia se opuso. Dejó el sacerdocio y rechazó un vehículo y dinero. ¿Eso no te parece anormal?”. Entonces pensé en que la Iglesia católica realmente no tenía la obra del Espíritu Santo y que los obispos no hablaban más que de dinero, estatus y placer, igual que un incrédulo. ¿Qué tenía eso de servicio a Dios? Por más que trataran de perturbarme e interponerse en mi camino, estaba decidido a seguir a Dios Todopoderoso. Le dije: “Según la Biblia, ‘Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres’ (Hechos 5:29).* Solo obedezco las palabras de Dios, no las de los hombres. Dios nos libre de lo que usted dice, y deje de aconsejarme”. Se marchó indignado al ver que no le hacía caso.
Después, los obispos Zhao y Wang no dejaban de venir a tratar de perturbarme e interponerse en mi camino. Decían: “Padre Wei, ¡le falta conciencia! En su momento, para ayudarte a hacerte cura, nosotros y otros sacerdotes nos arriesgamos a ser encarcelados por protegerte y pagamos un precio bastante alto para ayudarte en tus 10 años de formación para dar sermones. Te hemos estado dando de comer y de beber. Tus padres se esforzaron mucho para que alcanzaras antes el sacerdocio, pero ahora vas en contra de ellos al creer en el Relámpago Oriental. ¿Aún puedes mirarnos a la cara? ¿Aún puedes mirar a la cara a tus padres? Renuncia a esa fe y vuelve con nosotros. Te esperamos”. Tenía mucha confusión cuando decían esas cosas. Pensaba en todos esos años en que los obispos se ocuparon de mí; realmente hicieron mucho. La policía había estado detrás de mí esos años y los obispos organizaron las cosas con mucho cuidado para mí, para garantizar mi seguridad. Mi familia era pobre y los obispos me habían cuidado. Temía carecer de conciencia si no los escuchaba. Pero sabía que Dios Todopoderoso era el regreso del Señor Jesús y no podía darle la espalda. Así pues, oré: “Oh, Dios mío, me siento débil. Te pido fe y fortaleza para no dejarme llevar por influencias externas”. Luego abrí La Palabra manifestada en carne y vi este pasaje: “Desde el momento en el que llegas llorando a este mundo, comienzas a cumplir tu deber. Para el plan de Dios y Su ordenación, desempeñas tu papel y emprendes tu viaje de vida. Sean cuales sean tus antecedentes y sea cual sea el viaje que tengas por delante, nadie puede escapar de las orquestaciones y disposiciones de Cielo y nadie tiene el control de su propio destino, pues solo Aquel que gobierna sobre todas las cosas es capaz de llevar a cabo semejante obra. Desde el día en el que el hombre comenzó a existir, Dios siempre ha obrado de esta manera, gestionando el universo, dirigiendo las reglas del cambio para todas las cosas y la trayectoria de su movimiento. Como todas las cosas, el hombre, silenciosamente y sin saberlo, es alimentado por la dulzura, la lluvia y el rocío de Dios. Como todas las cosas, y sin saberlo, el hombre vive bajo la orquestación de la mano de Dios” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios es la fuente de la vida del hombre). También recordé que el Señor Jesús dijo: “Mirad las aves del cielo cómo no siembran, ni siegan, ni tienen graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿Pues no valéis vosotros mucho más sin comparación que ellas?” (Mateo 6:26).* Si Dios se ocupa de las aves del cielo, ¡imagínate de los humanos! Dios me creó y me dio la vida. Dios me ha dado todo mi alimento y mi vestimenta. Dios dispuso que el obispo se ocupara de mí, y también Dios dispuso y decidió darme la oportunidad de servirlo como sacerdote, fue Su amor. Dios debería haber sido a quien yo daba gracias. Si traicionaba a Dios para retribuir la presunta bondad de una persona, ¡carecería por completo de conciencia! Recordé de nuevo a todos esos obispos y sacerdotes que estaban celosos y sedientos de poder, y ávidos de las ventajas del estatus. El Señor ha regresado y ellos no solo se negaban a buscar o investigarlo, sino que impedían a otros recibir al Señor y hasta difundían mentiras y blasfemias. ¿No estaban cometiendo el mal en todo lo que hacían? Por muy amables que parecieran, no trataban de llevar a la gente ante el Señor, de ayudarla a conocerlo y a recibir de Él la verdad y vida. Lo hacían para llevar a la gente ante ellos, para que los adulara y siguiera, lo que la alejaba cada vez más del Señor. Eso me recordó la revelación de los fariseos por parte del Señor: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis el reino de los cielos a los hombres; porque ni vosotros entráis ni dejáis entrar a los que entrarían! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que devoráis las casas de las viudas, con el pretexto de hacer largas oraciones; por eso recibiréis sentencia mucho más rigurosa!” (Mateo 23:13-14).* Los obispos y sacerdotes mantenían a todo el mundo firmemente bajo su poder e impedían a la gente recibir el regreso del Señor. ¿En qué se diferenciaba eso de los escribas y los fariseos? ¿No eran ellos los siervos malvados revelados por la obra de Dios de los últimos días? ¡Tener conciencia con ellos sería una auténtica traición al Señor!
Más adelante, los del clero de otras provincias también se enteraron de que yo había aceptado la obra de Dios Todopoderoso en los últimos días. Los obispos y sacerdotes de varias parroquias me asediaron. Estaban llenos de culpabilización, ataques y condenación y decían que mi creencia en el Relámpago Oriental era una traición al Señor, que yo era un traidor y debía ser maldecido. Lo peor era que inventaban cosas y tergiversaban los hechos para difamar y ensuciar a la Iglesia de Dios Todopoderoso y blasfemar contra Dios Todopoderoso. Casi nadie me escuchaba sosegadamente. Estaba indignado, ¿cómo podía ser así esa gente, que aparentemente trabajaba para Dios? De su boca no salían más que condenación y blasfemias, aborrecían tremendamente a Dios. Durante un tiempo sentí que algo me atenazaba fuertemente el corazón y no hallaba paz. Sabía que, con su condenación y su rechazo, seguro que sus feligreses me tratarían igual. Fuera donde fuera, seguro me hundiría en su difamación y sus rumores. Eso me resultaba muy doloroso y decepcionante. Luego recordé lo que dijo el Señor: “Dichosos seréis cuando los hombres por mi causa os maldijeren, y os persiguieren, y dijeren con mentira toda suerte de mal contra vosotros” (Mateo 5:11).* Dios se hizo carne, vino a la tierra a salvar a la humanidad y padeció la condena del mundo religioso y el rechazo, pero de todos modos expresó verdades para salvarnos. ¿Qué era este sufrimiento mío comparado con eso? Vale la pena sufrir un poco para seguir a Dios y recibir la verdad y vida. Al pensarlo de ese modo, ya no me preocupaba por la crítica o la condenación de nadie. Podían rechazarme y condenarme, pero yo había recibido al Señor, había leído Sus palabras y recibido Su riego y Su provisión. Esa era la mayor bendición. Esto fue muy reconfortante y me aportó una sensación de paz. En mi antigua iglesia no tenía sustento espiritual y vivía en tinieblas. Pero al seguir a Dios Todopoderoso recibía el sustento de la verdad y vislumbraba la salvación en el horizonte. Fue como resucitar de entre los muertos. Había hallado el camino de la vida eterna y, por más que el clero católico me condenara y obstaculizara, seguiría a Dios Todopoderoso. Después leí este pasaje de las palabras de Dios: “En cada paso de la obra que Dios hace en las personas, externamente parece que se producen interacciones entre ellas, como nacidas de disposiciones humanas o de la perturbación humana. Sin embargo, detrás de bambalinas, cada etapa de la obra y todo lo que acontece es una apuesta hecha por Satanás ante Dios y exige que las personas se mantengan firmes en su testimonio de Dios. Mira cuando Job fue probado, por ejemplo: detrás de escena, Satanás estaba haciendo una apuesta con Dios, y lo que aconteció a Job fue obra de los hombres y la perturbación de estos. Detrás de cada paso de la obra que Dios hace en vosotros está la apuesta de Satanás con Él, detrás de todo ello hay una batalla” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo amar a Dios es realmente creer en Él). A partir de las palabras de Dios entendí que, en apariencia, los obispos y sacerdotes me atacaban y me reprimían. Detrás de eso, sin embargo, estaba Satanás que me perturbaba y ponía a prueba. A través de los obispos y sacerdotes, Satanás usaba el dinero, el poder y el prestigio para tentarme a que traicionara a Dios. Al no lograr lo que querían, me atacaban; querían forzarme a renunciar a mi fe en Dios Todopoderoso y que perdiera Su salvación. No podía caer en las trampas de Satanás. Cuanto más me juzgaba y atacaba el clero, más evidente me resultaba la realidad de que ellos se resistían a Dios y odiaban la verdad. Ninguno buscaba ni anhelaba la aparición de Dios. Eran arrogantes e incapaces de aceptar la verdad. Todos ellos eran unos fariseos contemporáneos en contra de Dios.
Una mañana temprano, veinte días después, justo al alba, yo estaba en oración en la iglesia con unos frailes, monjas y feligreses que acababan de aceptar a Dios Todopoderoso. En ese momento, los padres Wang y Li aparecieron con los diáconos y unos feligreses que normalmente no eran devotos, probablemente unas 70 personas o así, y todos ellos irrumpieron en el patio de la iglesia. Tenían un gesto muy amenazante y supuse que recurrían a la violencia para impedir que los hermanos y hermanas estudiaran el camino verdadero. Con bastante miedo, enseguida oré a Dios: “¡Dios mío! Tengo poca estatura; te pido fe y fortaleza para no humillarme ante estas fuerzas religiosas anticrísticas”. Tras orar me sentí aliviado, no tan asustado. Con mucha calma, me acerqué a ellos y les dije: “Padre Wang, padre Li, ¿por qué han traído aquí a todos estos?”. El padre Wang me señaló y contestó: “Tú has aceptado el Relámpago Oriental, y lo que es peor, has involucrado a algunos feligreses. Es algo muy importante recibir el regreso del Señor, pero tú te pasaste en secreto al Relámpago Oriental sin hablarlo con nosotros. ¡Eres un rebelde! ¿Se te han olvidado las palabras del Señor? Dice la Biblia: ‘En tal tiempo, si alguno os dice: El Cristo o Mesías está aquí o allí, no le creáis. Porque aparecerán falsos Cristos y falsos profetas, y harán alarde de grandes maravillas y prodigios, de manera que aun los escogidos, si posible fuera, caerían en error’ (Mateo 24:23-24).* Toda noticia de la segunda encarnación del Señor es falsa. Te han descarriado, has traicionado al Señor y vas a recibir una última oportunidad. Renuncia al Relámpago Oriental, devuelve a los otros al rebaño, y seguirás siendo sacerdote”. Respondí con gran firmeza: “Padre Wang, a mí pueden hacerme lo que quieran, pero impedir que estudiemos el camino verdadero, oigamos la voz de Dios y recibamos el regreso del Señor es absolutamente inaceptable. Cierto, hay falsos Cristos y falsos profetas que engañan a la gente en los últimos días, pero el Señor afirmó que volvería con toda seguridad. No podemos dejar de recibir el regreso del Señor por miedo a ser engañados por los falsos Cristos. ¿Eso no es como dejar de sembrar por miedo a los pájaros? El Señor Jesús nos advirtió que tuviéramos cuidado con los falsos Cristos, pues no saben expresar la verdad, solo descarrían a la gente con señales y prodigios. Cristo encarnado es el único capaz de expresar la verdad, otorgar vida a la humanidad y señalarnos la senda de la salvación para entrar en el reino de Dios. Cristo es el Espíritu de Dios en forma carnal y posee esencia divina, así que es el único capaz de expresar la verdad para sustentar y pastorear a los seres humanos, el único capaz de expresar el carácter de Dios y consumar la obra de redención y salvación del hombre. Ningún ser humano puede hacer ni imitar eso. Dios Todopoderoso ha aparecido y está obrando en los últimos días, revelando los misterios del plan de gestión de 6000 años de Dios y de las encarnaciones, y expresando toda verdad requerida para purificar y salvar a la humanidad. Solo el propio Dios podría realizar toda esta obra. ¿Quién más, aparte de Dios, podría expresar la verdad? ¿Quién más podría realizar la obra del juicio en los últimos días? ¿Quién más podría purificar y salvar plenamente a la humanidad? Absolutamente nadie. Que Dios Todopoderoso exprese tantas verdades demuestra del todo que Él es el regreso del Señor Jesús, Cristo de los últimos días”. Enojado, el padre Wang me señaló y dijo: “¡No nos importa cuánta razón tengas! Como no quieres volver y estás empeñado en el Relámpago Oriental, los obispos nos han dicho que te advirtamos que debes dejar de difundir el Relámpago Oriental inmediatamente y devolver sus libros”. El padre Li dijo: “¡Entrega las llaves de la iglesia y también a ese predicador del Relámpago Oriental!”. En ese momento, el padre Wang ordenó a los feligreses: “¡Registren el lugar y busquen todos sus libros del Relámpago Oriental! No pueden practicar su fe sin ellos”. Luego ordenó a unos pocos que me sujetaran. Uno de los diáconos se tiró de rodillas delante de mí y gritó: “¡No puedes creer en Dios Todopoderoso! ¿Qué vamos a hacer si ya no eres nuestro sacerdote? Tienes que guiarnos al cielo…”. No pude evadirlos. Lo único que pude hacer fue observar impotente mientras los demás entraban rápido en el patio de la iglesia con palas y azadas, y después oí que rompían ventanas y puertas. Estaba muy enojado y preocupado; adentro estaba el hermano Chen Guang, que predicaba el evangelio. Sería un problema si le echaban la mano encima. Los feligreses que había eran nuevos en la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días y no tenían buena base. Temía que no tuvieran fortaleza para mantenerse firmes con esa clase de perturbación. En poco tiempo habían puesto patas arriba prácticamente cada salón de la iglesia. Hasta habían revuelto el sagrario. No encontraron los libros de las palabras de Dios, y no estaban dispuestos a desistir. Irrumpieron en las casas de los miembros de la iglesia a intimidarlos, amenazarlos y difundir rumores, y se llevaron los libros de las palabras de Dios de la mayoría. A Chen Guang le dieron tal paliza que no podía levantarse del suelo; los sacerdotes llegaron a decir que iban a llevárselo a la policía. Furioso, les dije: “Chen Guang es un auténtico creyente. Le han dado una tremenda paliza e incluso han amenazado con llevárselo a la policía. ¿Acaso tienen conciencia? ¿Son creyentes en Dios? Dios es justo, y los que cometen el mal y se oponen a Él sin duda recibirán su merecido”. Tras decirles eso, los sacerdotes y diáconos no lo entregaron a la policía. Luego me comentó el padre Wang: “Los obispos y sacerdotes solo tienen la mejor intención, espero que lo entiendas. Vuelve con nosotros a la sede episcopal”. Le respondí: “No voy a ir con ustedes. He oído la voz de Dios y sigo las huellas del Cordero. ¡Estoy decidido a ir por esta senda!”. Después se marcharon indignados.
Esa noche estaba acostado sin poder dormir. Los sucesos del día se reproducían en mi mente como una película. Tenía mucha confusión mental. Me preguntaba cómo los obispos y sacerdotes, siervos vitalicios del Señor, podían detestar tanto que estudiáramos el camino verdadero. Una iglesia es un lugar de culto, pero ellos de veras se atrevieron a destrozarla, a apalizar a un hermano que compartía el evangelio y a llevarse los libros de las palabras de Dios de los creyentes. Eran capaces de cualquier tipo de maldad. Los sacerdotes tenían contactos en el Gobierno, así que a saber cuándo podrían denunciarme a la policía. Siempre me había negado a unirme a la iglesia oficial, y el capitán de la Sección de Seguridad Política siempre me había considerado una molestia. Me había amenazado anteriormente diciéndome que, por no unirme a la Iglesia de las Tres Autonomías, el Departamento Provincial de Seguridad Pública y la Oficina Municipal de Seguridad Pública lo había criticado a él y que me iba a dar una lección cuando tuviera la oportunidad. Ahora, como creyente en Dios Todopoderoso, si la policía me echaba la mano encima, podría llegar a torturarme hasta la muerte. El rechazo y la condena del mundo religioso y la persecución del partido me resultaron muy dolorosos. Yo solo seguía las huellas del Señor, al Cristo de los últimos días. ¿Por qué era tan difícil? Esa noche no pude dormir nada. Oré a Dios: “Dios mío, te pido que me ayudes y me des fe y fortaleza para poder vencer la debilidad de mi carne y mantenerme firme en esta situación”. Recordé entonces un himno de las palabras de Dios que había aprendido:
1 Dios Todopoderoso, la Cabeza de todas las cosas, ejerce Su poder real desde Su trono. Él gobierna sobre el universo y sobre todas las cosas y nos está guiando en toda la tierra. Estaremos cerca de Él en todo momento, y vendremos delante de Él en quietud; sin perder nunca ni un solo momento, y con lecciones que aprender en cada instante. Todo, desde el ambiente circundante hasta las personas, asuntos y cosas, existe con el permiso de Su trono. No dejes, bajo ninguna circunstancia, que surjan quejas en tu corazón, o Dios no concederá Su gracia sobre ti.
[…]
4 La fe es como un puente de un solo tronco: aquellos que se aferran miserablemente a la vida tendrán dificultades para cruzarlo, pero aquellos que están dispuestos a sacrificarse pueden pasar con paso seguro y sin preocupación. Si el hombre alberga pensamientos asustadizos y de temor es porque Satanás lo ha timado por miedo a que crucemos el puente de la fe para entrar en Dios. […]
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 6
Me dio cierta fuerza interior tararear este himno una y otra vez. Es verdad. Todo en el universo está en las manos de Dios, incluido mi destino, así que también dependía de Dios que me detuvieran o no. Satanás conocía mis debilidades, por lo que me atacaba utilizando la reputación, el estatus y la amenaza de la detención para que traicionara a Dios Todopoderoso. Dios estaba perfeccionando mi fe con esa situación para comprobar si tenía la determinación de dejarlo todo para continuar siguiéndolo a Él. Yo sufría por su coerción, pero sentía la guía de Dios y crecía mi fe en Él. Me acordaba de lo que dijo el Señor: “Pues quien quisiere salvar su vida obrando contra mí, la perderá; mas quien perdiere su vida por amor a mí, la encontrará” (Mateo 16:25).* A fin de redimir a la humanidad, el Señor Jesús fue crucificado por el mundo religioso y el Gobierno. Los discípulos que lo seguían fueron perseguidos. Los lapidaron, fueron arrastrados a la muerte por caballos o los ahorcaron. Los martirizaron por difundir el evangelio y dar un hermoso testimonio, y Dios lo vio con buenos ojos. Seguir a Dios es emprender el viacrucis. El Señor Jesús ya nos ha servido de modelo; debemos beber de ese amargo cáliz del que bebió Él y seguir el camino que siguió Él. Ahora que yo seguía a Dios Todopoderoso, aunque por ello me detuviera y torturara el Partido Comunista, eso sería padecer la persecución por causa de la justicia. Recibiría la aprobación de Dios y sería glorioso. Sin importar qué afrontara más adelante, estaba dispuesto a dar la vida por ello y a seguir a Dios hasta el fin.
Posteriormente pensé en por qué los obispos y sacerdotes no buscaban ni estudiaban para nada el evangelio de Dios de los últimos días y eran tan reacios a ello. Leí esto en las palabras de Dios Todopoderoso: “¿Deseáis conocer la raíz de la oposición de los fariseos a Jesús? ¿Deseáis conocer la esencia de los fariseos? Estaban llenos de fantasías sobre el Mesías. Aún más, solo creían en su venida, pero no buscaban la verdad vida. Por tanto, incluso hoy siguen esperándole, porque no tienen conocimiento del camino de la vida ni saben cuál es el camino de la verdad. Decidme, ¿cómo podrían obtener la bendición de Dios tales personas insensatas, tozudas e ignorantes? ¿Cómo podrían contemplar al Mesías? Se opusieron a Jesús porque no conocían la dirección de la obra del Espíritu Santo ni el camino de la verdad mencionado por Jesús y, además, porque no entendían al Mesías. Y como nunca le habían visto ni habían estado en Su compañía, cometieron el error de aferrarse al mero nombre del Mesías mientras se oponían a Su esencia por todos los medios posibles. Estos fariseos eran tozudos y arrogantes en esencia, y no obedecían la verdad. El principio de su creencia en Dios era: por muy profunda que sea Tu predicación, por muy alta que sea Tu autoridad, no eres Cristo a no ser que te llames el Mesías. ¿No es esta creencia absurda y ridícula?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. En el momento que contemples el cuerpo espiritual de Jesús, Dios ya habrá vuelto a crear el cielo y la tierra). Al leer las palabras de Dios, aprendí que los fariseos se oponían al Señor Jesús porque eran tercos, arrogantes, y detestaban la verdad. Oían las palabras del Señor Jesús, pero no reconocían que Él decía la verdad. Observaban que el Señor Jesús permitía que los ciegos vieran, que sanaba a los leprosos y resucitaba a los muertos, con lo que mostraba multitud de señales y prodigios, pero ellos no reconocían que Él era el Mesías profetizado, el propio Dios. Estaban convencidos de que el Señor Jesús era un simple hombre y hasta blasfemaban contra Él alegando que expulsaba demonios por el príncipe de los demonios. No reconocían la obra del Espíritu Santo ni aceptaban la verdad ni obedecían las palabras de Dios. Se aferraban al nombre “Mesías”, insistían en sus nociones y fantasías y al final hicieron crucificar al Señor Jesús. Ahora el Señor ha vuelto como Dios Todopoderoso, que expresa verdades para juzgar y purificar a la humanidad, y exhibe públicamente el carácter justo y majestuoso de Dios que no tolera ofensa. Las palabras de Dios Todopoderoso son poderosas y autorizadas y han estremecido el corazón de los auténticos creyentes en Dios de toda denominación. Todos ellos reconocen que las palabras de Dios Todopoderoso son la verdad y que son las palabras del Espíritu Santo a las iglesias. Sin embargo, los obispos y sacerdotes se aferran a la literalidad de la escritura y a sus propias nociones y fantasías, y esperan con arrogancia que el Señor regrese y les haga una revelación a ellos primero. Ni buscan la verdad ni procuran para nada estar atentos a la voz de Dios, sino que tan solo impiden de manera frenética que la gente acepte la obra de Dios de los últimos días. Todo esto que hacen revela la realidad de su odio por la verdad y hacia Dios. Son unos fariseos contemporáneos de la cabeza a los pies.
Después de que vandalizaran la iglesia, me marché con algunos frailes y monjas que querían predicar el evangelio. Días después, un hermano me hizo llegar un mensaje que me advertía que no volviera pasara lo que pasara; el día que me marché, la policía fue a la iglesia a detenerme. Como no me encontraron, empezaron a acampar afuera de la iglesia para esperarme. Detuvieron a varias personas que acababan de aceptar el evangelio y les preguntaron dónde estaba yo. Según aquel hermano, el capitán de la Brigada de Seguridad Nacional tenía un informe conjunto de diáconos de varias parroquias acerca de mí, en el que decían que no me había unido a la Iglesia de las Tres Autonomías y que había instado a otros diáconos y curas a que tampoco se unieran, con lo que yo me oponía directamente al Gobierno. Aquel capitán dijo que predicar el Relámpago Oriental era un delito castigado con la muerte y que ellos podían disparar a matar. La policía amenazó a los hermanos y hermanas con que podrían condenarlos por un delito si no informaban de mi paradero. Me enojé enormemente con la noticia. El partido llevaba años acosándome sin parar, presionándome para que me uniera a las Tres Autonomías. Ahora que seguía a Dios Todopoderoso y predicaba el evangelio de los últimos días, me había convertido en una molestia para ellos. Querían detenerme y verme muerto ya. ¡Esos demonios del Partido Comunista son despreciables! En el fondo sabía que, sin autorización de los obispos y sacerdotes, los diáconos jamás me habrían denunciado por su cuenta. Al hacerlo evidenciaron todavía más su naturaleza siniestra y cruel. Me acordé de los fariseos: para que los creyentes judíos no aceptaran la salvación del Señor Jesús, ellos colaboraron con el Gobierno romano para que este lo crucificara brutalmente, y acosaron y persiguieron a Sus discípulos. Ahora el clero colaboraba con el régimen satánico del Partido Comunista para que me persiguiera y me obligara a renunciar a Dios Todopoderoso. ¡No se diferenciaban de los fariseos de aquel tiempo!
Poco después de la denuncia de los diáconos, la policía vigilaba la casa de mis anfitriones, por lo que enseguida mis hermanos y hermanas me sacaron de allí. Al día siguiente me enteré de que habían detenido a la pareja anfitriona. La policía les mostró una foto mía y les preguntó dónde estaba. Luego tuve que estar siempre moviéndome para no ser detenido. Siempre estaba escondido, tratando de huir del Partido Comunista y preguntándome cuándo acabarían por fin esos días. Durante la Revolución Cultural, a mi tío lo mataron a golpes por católico y en el cuerpo le quedaron marcas de cadenas y cicatrices de haber sido marcado a fuego. Aún lo tengo grabado en la mente. Temía miedo, si caía en manos del partido ¿cómo iban a torturarme?
Luego escuché un himno de las palabras de Dios:
Deberías abandonar todo por la verdad
1 Debes sufrir adversidades por la verdad, debes entregarte a la verdad, debes soportar humillación por la verdad y, para obtener más de la verdad, debes padecer más sufrimiento. Esto es lo que debes hacer. No debes desechar la verdad en beneficio de una vida familiar pacífica y no debes perder la dignidad e integridad de tu vida por el bien de un disfrute momentáneo.
2 Debes buscar todo lo que es hermoso y bueno, y debes buscar un camino en la vida que sea de mayor significado. […]
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio
Mientras cantaba, reflexioné sobre el significado del himno. Eso me permitió comprender mejor la voluntad de Dios, y aumentó mi fe. En China, esta nación que se opone a Dios, seguirlo y recibir la verdad exige cierto sufrimiento. Solo con la adversidad y las pruebas se perfecciona nuestra fe y nosotros aprendemos a discernir muchas cosas. El mundo religioso me rechazó y traicionó por seguir a Cristo de los últimos días, Dios Todopoderoso, y ahora me perseguía el gran dragón rojo y yo siempre estaba huyendo. Vivía en vilo a diario y sufría mucho. No obstante, esas experiencias me ayudaron a ver más clara la realidad de que el clero detesta la verdad y a Dios. Además, experimenté verdaderamente la guía de Dios. Siempre que estaba triste y débil, Dios me guiaba para que comprendiera Su voluntad, me fortalecía y me daba fe, así que dejaba de estar débil y asustado. Percibía que Dios me guiaba y velaba por mí. Si bien padecía bastante desdicha, tenía sentido y valor. Aunque sí terminara detenido, sabía que sería con el permiso de Dios y estaba dispuesto a someterme a Sus instrumentaciones y arreglos. Estaba dispuesto a seguir a Dios por muy difíciles que se pusieran las cosas.
Si bien yo había dejado la iglesia, el clero siguió intentando de todo para que no difundiera el evangelio. Un día fui a buscar a alguien a la estación de autobuses, y en cuanto llegué a la salida, de pronto varias personas me rodearon y agarraron. Verdaderamente atónito, no sabía qué estaba pasando. Entonces salieron algunos de mis familiares y parientes de un vehículo y me metieron en él sin ninguna explicación. Después descubrí que los obispos le habían pedido a un diácono que llamara a mi familia y a algunos feligreses para contarles que yo me había unido al Relámpago Oriental, que había perdido la cabeza por inyectarme y consumir drogas psicoactivas, que no quería ser sacerdote y que me daba igual el dinero. Dijeron que estaba siendo controlado, que había atentado contra mis votos al Señor: que me había casado con una viuda y que mis hijos tenían tal y cual edad. Les pidieron a mis familiares y parientes que colaboraran con los obispos para recuperarme, para impedirme que siguiera a Dios Todopoderoso y compartiera el evangelio. Mi familia adoraba de veras al clero y se creía totalmente las cosas que ellos decían, así que hicieron caso a los obispos y vinieron por mí. Escuchar esos rumores me enfureció, y vi aún más claro que los del clero son unos demonios encarnados. Según la Biblia: “Vosotros sois hijos del diablo, y así queréis satisfacer los deseos de vuestro padre; él fue homicida desde el principio; y, nunca ha estado firme en la verdad; y así no hay verdad en él; cuando dice mentira, habla como quien es, por ser de suyo mentiroso y padre de la mentira” (Juan 8:44).* Solo unos demonios mentirían y difundirían rumores tan deliberadamente y engañarían a la gente con falsos testimonios.
Mi familia me llevó a la fuerza a la sede episcopal. Todo sonriente, el obispo Zhao me dijo abrazándome con falsedad: “Has vuelto, la oveja perdida está en casa”. Ordenó a los demás que se fueran para él poder hablarme a solas. Me dijo: “Antaño querías ir a la universidad para continuar con tus estudios, pero nosotros no accedimos. Esta vez aceptaremos todas tus peticiones y podrás ir a la universidad que quieras. En muchos seminarios faltan profesores, y en muchas parroquias, sacerdotes. Si no quieres ir a la universidad, podrías ser profesor en un seminario o elegir en qué parroquia te gustaría ejercer el sacerdocio. Te estás haciendo mayor y en los últimos años lo has pasado mal. Tenemos dinero, un vehículo y una casa listos para ti. Ni siquiera tendrás que preocuparte por tu jubilación. Tan solo deja el Relámpago Oriental para ser sacerdote, y no tendrás preocupaciones”. Sentí un gran rechazo al oír estas palabras. Esos obispos no pensaban más que en el estatus, el dinero y la reputación. Creían en el Señor, pero no seguían Sus palabras. No buscaban ni investigaban para nada la noticia del regreso del Señor; a fin de preservar su estatus y reputación, impedían enloquecidamente que otros aceptaran el evangelio de Dios de los últimos días. ¿De verdad podrían librarlos de pecado su estatus y su reputación? Por ello, le dije al obispo Zhao: “Monseñor, no quiero nada de eso. Cuando Satanás tentó al Señor Jesús, intentó que se humillara ante él utilizando el dinero y la fama. Entonces, ¿de quién vienen realmente estas cosas que dice usted? Cuando me consagró sacerdote, juramos al Señor que abrazaríamos una cruz y lo seguiríamos de por vida. Ahora el Señor ha vuelto y estoy decidido a seguirlo. Aunque el papa ponga a todos en mi contra y haga que me rechacen, ¡eso no me detendrá!”. Al ver el obispo Zhao que no podía persuadirme, me advirtió: “¡Más te vale dejar de hablar del Relámpago Oriental a miembros de la iglesia!”. No le respondí. Me invitó a comer, y allí estaban algunos de mis parientes. Uno de ellos me dijo: “Eres el único cura que ha habido en la familia en varias generaciones y el orgullo de la familia. Jamás imaginamos que te unirías al Relámpago Oriental. Tu padre ya es octogenario y tú predicas por ahí el Relámpago Oriental en vez de cuidar a tus padres. Incluso has dejado el sacerdocio. Es una traición al Señor ¡e irás al infierno por ella!”. Intervino luego mi hermano: “Padecí mucho para que pudieras hacerte cura. Cuando estabas en el seminario, apenas teníamos qué comer y yo me esforzaba por conseguirte comida y dinero. No fue fácil hacer realidad tu sacerdocio, pero ahora estás en el Relámpago Oriental; has traicionado al Señor. No eres sacerdote y no te importa el dinero. ¿Has perdido la cabeza?”. Yo respondí: “Es cierto que necesité tu sostenimiento para hacerme cura, pero ¿por qué dices que no voy a casa a cuidar a nuestros padres? Al alcanzar el sacerdocio, le juré al Señor que dejaría mi hogar, mi familia y la oportunidad de casarme para servirlo a Él de por vida. Según la Biblia: ‘Quien ama al padre o a la madre más que a mí, no merece ser mío; y quien ama al hijo o a la hija más que a mí, tampoco merece ser mío. Y quien no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí’ (Mateo 10:37-38).* Dices que debo dejar de compartir el evangelio e irme a casa a ser buen hijo, pero ¿concuerda eso con las palabras del Señor? Nuestra fe supone abrazar una cruz y predicar el evangelio llevándolo a todas las familias y hogares. Ahora el Señor ha regresado y está realizando la obra del juicio, que comienza por la casa de Dios, así que está muy justificado predicar este evangelio. No estoy traicionando al Señor, sino siguiendo Sus pasos…”. Sin darme tiempo de terminar, mi hermano alargó la mano como si fuera a golpearme y me dijo que había avergonzado a generaciones de nuestra familia y que me partiría las piernas si seguía predicando el evangelio. También añadió algunas blasfemias. Después, el obispo Zhao me mantuvo allí sin dejar que me fuera y alegó que yo precisaba atención médica. Si me iba, me seguirían; me sentía como un delincuente, sin ninguna libertad. Afortunadamente, al cuarto día, me amparé en Dios y hui cuando no estaban atentos, y volví con los hermanos y hermanas para continuar predicando el evangelio.
Vi que el clero no solo impedía que la gente oyera la voz de Dios y recibiera al Señor, sino que también recurría a toda clase de tácticas para engañar a los creyentes y llevarlos hacia una senda contraria a Dios, con lo que los convertía en sus objetos de sacrificio. Que mi familia estuviera contra Dios y blasfemara contra Él era exclusivamente a consecuencia de las mentiras, condenaciones y ataques a Dios de los obispos. Recordé la maldición del Señor a los fariseos: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis el reino de los cielos a los hombres; porque ni vosotros entráis ni dejáis entrar a los que entrarían! […] ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, porque andáis girando por mar y tierra a trueque de convertir un gentil; y después de convertido, le hacéis con vuestro ejemplo y doctrina digno del infierno dos veces más que vosotros!” (Mateo 23:13-15).* Los obispos y sacerdotes, además, conseguían que la gente se uniera a la religión, hacían que todos los escucharan y se opusieran a Dios, y los convertían en hijos del infierno. ¡Eran unos demonios que devoraban el alma a la gente! Dios Todopoderoso dice: “Hay algunos que leen la Biblia en grandes iglesias y la recitan todo el día, pero ninguno de ellos entiende el propósito de la obra de Dios. Ninguno de ellos es capaz de conocer a Dios y mucho menos es conforme a la voluntad de Dios. Son todos personas inútiles y viles, que se ponen en alto para sermonear a Dios. Se oponen deliberadamente a Él mientras llevan Su estandarte. Afirman tener fe en Dios, pero aun así comen la carne y beben la sangre del hombre. Todas esas personas son diablos que devoran el alma del hombre, demonios jefes que perturban deliberadamente a aquellos que tratan de entrar en la senda correcta y obstáculos en el camino de quienes buscan a Dios. Pueden parecer de ‘buena constitución’, pero ¿cómo van a saber sus seguidores que no son más que anticristos que llevan a la gente a levantarse contra Dios? ¿Cómo van a saber sus seguidores que son diablos vivientes dedicados a devorar a las almas humanas?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Todas las personas que no conocen a Dios son las que se oponen a Él). Las palabras de Dios me mostraron la clase de gente que son realmente esos líderes religiosos. Siempre se jactan de su autoridad para perdonar los pecados. Cuando pecan los creyentes, tienen que arrodillarse ante el clero y confesar para recibir la absolución. El clero asume la posición de Dios y obra para engañar a la gente, hace que esta lo adore, lo siga y lo trate como a Dios. Tras ser engañada hasta este punto, la gente deja de estar dispuesta a oír la voz de Dios y a seguirlo. A ojos de los feligreses, el clero se ha convertido en Dios. Ahora que el Señor ha regresado y expresa verdades para salvar a la humanidad, no buscan ni investigan, ni dejan que los creyentes lo acepten. En cambio, difunden mentiras y juzgan, condenan y difaman a la Iglesia de Dios Todopoderoso. No aman a Dios ni la verdad, solo el estatus y el dinero, y ansían las ventajas del estatus. A fin de preservar su puesto y su sustento, mantienen a los creyentes firmemente en sus manos y devoran el alma a la gente mientras afirman servir a Dios. Son auténticos demonios, anticristos ocultos en la iglesia que detestan la verdad y son enemigos de Dios. Tras sufrir las tentaciones y la perturbación reiterada de los líderes religiosos, vi claro que tienen una esencia de anticristos, contraria a Dios. Las palabras de Dios Todopoderoso desarrollaron mi discernimiento y me dieron fe y fortaleza para poder vencer sus tentaciones y ataques, descubrir la esencia de esos anticristos del mundo religioso, liberarme de sus restricciones y seguir a Dios. He experimentado personalmente que las palabras de Dios Todopoderoso son la verdad y la vida. ¡Le estoy muy agradecido a Dios por salvarme!