56. ¿Cómo fue que mi deber se convirtió en una transacción?
En 2008 recibí la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días. Al leer la palabra de Dios comprendí que el propósito de Su encarnación en los últimos días y de Su expresión de la verdad es purificar completamente a la humanidad, salvar a la gente del pecado y llevarla hacia un destino hermoso. Estaba muy emocionada y quería esforzarme por cumplir un deber para Dios. Al poco tiempo, un líder de la iglesia dispuso que yo regara a los nuevos fieles y que me hiciera cargo de algunos grupos de reunión. A fin de cumplir bien con mi deber, cerré la clínica que había dirigido durante muchos años y pasaba los días trabajando en la iglesia. Posteriormente, debido a las detenciones y la persecución llevada a cabo por el Partido Comunista, mi esposo se divorció de mí. Por aquellos años, yo siempre estaba fuera de casa cumpliendo con el deber y, si bien en ocasiones me sentía débil, en cuanto pensaba en que Dios recordaba el sufrimiento que yo padecía, adquiría fe y fortaleza.
En abril de 2017, el líder la iglesia, teniendo en cuenta mi presión arterial alta y mi mal estado físico, me retiró de mi deber durante un tiempo para que pudiera descansar un poco. Estaba muy alterada, y pensé: “Dios está por terminar Su obra, este es el momento crucial para cumplir mi deber y preparar buenas obras. Sin un deber que desempeñar, ¿puedo tener un buen destino y resultado? Si al final no recibo una bendición, ¿serán para nada todos estos años de esfuerzo, de pagar un precio?”. Más tarde, una hermana me albergó. Me enseñó sobre la voluntad de Dios y me ayudó, pero yo sentía mucha envidia cuando la veía siempre ocupada con su deber. Yo no podía cumplir con un deber porque no estaba bien. ¿Acaso Dios usaba mi enfermedad para despojarme de la dignidad de mi deber? ¿Intentaba Él dejarme en evidencia y descartarme? Este pensamiento me dejó débil, me sentía completamente triste y desesperanzada. También surgieron los malentendidos y las quejas sobre Dios; recordé que, durante los últimos años, había renunciado a todo y había sufrido mucho sin una sola queja. ¿Cómo podía haber terminado así? En ese momento, realmente no podía asimilar las palabras de Dios y no sabía qué decirle a Dios al orar. Perdí el apetito y no podía dormir bien. Mi corazón estaba lleno de oscuridad. Al verme así, la hermana trató conmigo, y me dijo: “No estás leyendo de verdad las palabras de Dios, ahora eres como una persona totalmente diferente. No estás buscando la verdad”. Me resultó muy difícil oírla tratar conmigo de ese modo, y oré a Dios, buscando: “Dios mío, no sé cómo manejar esta situación, no comprendo Tu voluntad y no sé qué senda debería tomar. Vivo en la oscuridad y estoy sumamente triste. Por favor, esclaréceme y guíame”.
Durante los siguientes días, seguí orando y buscando mucho. Una mañana, una frase de las palabras de Dios, de pronto, apareció en mi mente: “¿Acaso tienes el rostro de alguien que puede obtener bendiciones?”. Encendí rápido mi computadora para buscar este pasaje. Dios Todopoderoso dice: “Después de varios miles de años de corrupción, el hombre es insensible y torpe; se ha convertido en un demonio que se opone a Dios; tan es así que la rebeldía del hombre hacia Dios ha sido documentada en los libros de historia e incluso el hombre mismo es incapaz de hacer un relato completo de su comportamiento rebelde, porque el hombre ha sido profundamente corrompido por Satanás y este lo ha desviado hasta tal punto que no sabe a dónde acudir. Todavía hoy, el hombre sigue traicionando a Dios: cuando el hombre ve a Dios, lo traiciona, y cuando no puede verlo, también lo hace. Hay incluso quienes, aun habiendo sido testigos de las maldiciones de Dios y de Su ira, lo traicionan. Y por eso digo que el razonamiento del hombre ha perdido su función original y también sucede lo mismo con la conciencia del hombre. El hombre que Yo veo es una bestia con traje humano, una serpiente venenosa, y no importa lo lastimoso que pretenda parecer ante Mis ojos, nunca seré misericordioso con él, porque el hombre no ha captado la diferencia entre lo negro y lo blanco o entre la verdad y lo que no es verdad. El razonamiento del hombre está en extremo entumecido, pero aun así sigue deseando obtener bendiciones; su humanidad es en extremo innoble, pero aun así sigue deseando poseer la soberanía de un rey. ¿De quién podría ser rey con un razonamiento como ese? ¿Cómo podría alguien con una humanidad como esa sentarse sobre un trono? ¡El hombre en verdad no tiene vergüenza! ¡Es un desgraciado engreído! A aquellos de vosotros que deseáis obtener bendiciones, os sugiero que primero encontréis un espejo y miréis vuestro propio horrible reflejo. ¿Posees lo que se requiere para ser un rey? ¿Acaso tienes el rostro de alguien que puede obtener bendiciones? No ha habido el más mínimo cambio en tu carácter ni has puesto ninguna verdad en práctica, pero aun así deseas un maravilloso mañana. ¡Te estás engañando a ti mismo!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Tener un carácter invariable es estar enemistado con Dios). También leí otro pasaje de la palabra de Dios: “La gente cree en Dios para ser bendecida, recompensada y coronada. ¿Esto no se encuentra en el corazón de todo el mundo? Es un hecho que sí. Aunque la gente no suele hablar de ello e incluso encubre su motivación y su deseo de recibir bendiciones, este deseo y esta motivación que hay en el fondo del corazón de la gente han sido siempre inquebrantables. Sin importar cuántas teorías espirituales comprenda la gente, qué experiencia o conocimiento tenga, qué deber pueda cumplir, cuánto sufrimiento soporte ni cuánto precio pague, nunca renuncia a la motivación por las bendiciones que oculta en el fondo del corazón, y siempre trabaja silenciosamente a su servicio. ¿No es esto lo que hay enterrado en lo más profundo del corazón de la gente? Sin esta motivación por recibir bendiciones, ¿cómo os sentiríais? ¿Con qué actitud cumpliríais con el deber y seguiríais a Dios? ¿Qué sería de la gente si se eliminara esta motivación por recibir bendiciones que se oculta en sus corazones? Es posible que muchos se volvieran negativos, mientras que algunos podrían desmotivarse en el deber. Perderían el interés por su fe en Dios, como si su alma se hubiera desvanecido. Parecería que les hubieran robado el corazón. Por eso digo que la motivación por las bendiciones es algo oculto en lo más profundo del corazón de las personas. Tal vez, al cumplir con el deber o vivir la vida de iglesia, se sienten capaces de abandonar a su familia y de esforzarse gustosamente por Dios, y ahora creen conocer su motivación por recibir bendiciones y la han dejado de lado, y ya no están gobernadas o limitadas por ella. Piensan entonces que ya no tienen la motivación de ser bendecidas, pero Dios cree lo contrario. La gente solo considera las cosas superficialmente. Sin pruebas, se siente bien consigo misma. Mientras no abandone la iglesia ni reniegue del nombre de Dios y persevere en esforzarse por Él, cree haberse transformado. Cree que ya no se deja llevar por el entusiasmo personal ni por los impulsos momentáneos en el cumplimiento del deber. En cambio, se cree capaz de ir en pos de la verdad, de buscarla y practicarla continuamente mientras cumple con tal deber, de modo que sus actitudes corruptas se purifican y la persona alcanza una transformación verdadera. Sin embargo, cuando suceden cosas directamente relacionadas con el destino y final de las personas, ¿cómo se comportan? La verdad se revela en su totalidad” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Seis indicadores de crecimiento vital). Las palabras de juicio de Dios no me dejaron escondite. Antes, sabía en teoría que la fe en Dios no puede ser para recibir bendiciones, pero no me conocía a mí misma en verdad. Esta situación expuso de repente mi motivación de obtener bendiciones. Había renunciado a mi hogar y mi empleo a lo largo de esos años para cumplir mi deber, pasase lo que pasase. Pensé que, al pagar todos esos precios, sin duda ganaría la aprobación y las bendiciones de Dios y tendría un buen destino, por eso estaba muy motivada en mi deber. Ahora no podía cumplir con mi deber debido a mi salud, por lo que pensé que había perdido mi destino, y mis sueños de bendiciones se habían hecho trizas. No solo lamentaba haber renunciado a todo, sino que culpaba a Dios, razonaba con Él y me oponía a Él. Estaba demasiado deprimida para moverme. Trataba mis sacrificios como capital para cambiar por bendiciones con Dios, pensando que mi sufrimiento y mis contribuciones significaban que Dios me debía un buen destino y un buen resultado. Sin eso, me quejaba y culpaba a Dios. La motivación de recibir bendiciones se escondía detrás de mi negatividad. Esa perspectiva en mi fe era hacer una transacción con Dios y usarlo para ganar bendiciones. Esto era engañar y oponerse a Dios. Las contribuciones y los esfuerzos de Pablo eran para hacer un trato con Dios y exigirle una corona de justicia. Esto ofendió gravemente el carácter de Dios, y Pablo fue castigado. Después de haber hecho algunos sacrificios y esfuerzos, yo también exigía recompensas, promesas y bendiciones de Dios. Cuando no recibí lo que esperaba, malinterpreté y culpé a Dios, e incluso pensé en traicionarlo. ¿En qué me diferenciaba de Pablo? ¿Tenía siquiera un esbozo de razón o conciencia? Había dedicado algo de tiempo y había pagado cierto precio en mi deber, pero como no entendía los principios verdad y seguía llena de corrupción e impurezas, era incapaz de lograr buenos resultados en el deber, e incluso en ocasiones perturbaba. Así, usaba mis contribuciones y esfuerzos como capital para intentar hacer tratos con Dios y obtener bendiciones, ¡Qué desvergonzada! Si mi salud no me hubiera impedido cumplir mi deber, nunca habría visto la inadecuada búsqueda de bendiciones en mi fe y habría seguido recorriendo el camino incorrecto y, al final, habría terminado igual que Pablo. Pensar en esto me dejó con un temor persistente, y me di cuenta de que el hecho de que Dios dispusiera esta situación ¡era Su amor y salvación para mí! Cuando entendí la voluntad de Dios, me llené de remordimiento y reproches, y oré entre lágrimas: “¡Oh, Dios mío! Agradezco mucho Tu salvación. Si no me hubieras puesto en evidencia así, me habría opuesto a ti sin saber por qué. Dios mío, deseo arrepentirme ante ti y dejar de buscar bendiciones. Solo quiero buscar la verdad, eliminar mi carácter corrupto y vivir con semejanza humana”.
Después de orar, leí más palabras de Dios que hablaban sobre las experiencias de refinación de Pedro. Dicen las palabras de Dios: “Lo sometí a incontables pruebas —pruebas que, naturalmente, lo dejaron medio muerto—, pero, en medio de estos cientos de pruebas, jamás perdió la fe en Mí ni se sintió desilusionado de Mí. Incluso cuando dije que lo había abandonado, no se desanimó y siguió amándome de una manera práctica y de acuerdo con los principios de práctica del pasado. Le dije que Yo no lo elogiaría aunque me amara; que, al final, lo arrojaría a las manos de Satanás. Pero en medio de tales pruebas, pruebas que no vinieron sobre su carne, sino que consistían en palabras, él continuó orando a Mí y dijo: ‘¡Oh, Dios! Entre los cielos y la tierra y todas las cosas, ¿hay algún ser humano, alguna criatura o alguna cosa que no esté en Tus manos, las manos del Todopoderoso? Cuando eres misericordioso conmigo, mi corazón se regocija enormemente en Tu misericordia. Cuando me juzgas, aunque yo pueda ser indigno, tengo una mayor percepción de lo insondable de Tus obras, porque estás lleno de autoridad y sabiduría. Aunque mi carne sufra penurias, mi espíritu se consuela. ¿Cómo podría no alabar Tu sabiduría y Tus obras? Incluso si muriese después de conocerte, ¿cómo podría no hacerlo gustoso y feliz? ¡Todopoderoso! ¿En verdad no quieres permitir que yo te vea? ¿En verdad no soy apto para recibir Tu juicio? ¿Podría ser que haya algo en mí que no desees ver?’. Aunque Pedro no fue capaz de captar con exactitud Mi voluntad durante tales pruebas, era evidente que se sentía orgulloso y honrado de ser usado por Mí (aunque él recibió Mi juicio para que la humanidad pudiese ver Mi majestad y Mi ira) y que no se sintió angustiado por estas pruebas. Debido a su lealtad hacia Mí y a Mis bendiciones hacia él, fue un ejemplo y un modelo para el hombre durante miles de años. ¿No es esto, precisamente, lo que deberíais emular?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las palabras de Dios al universo entero, Capítulo 6). Vi en las palabras de Dios que Pedro no estaba limitado por su sino o destino. Incluso cuando Dios dijo que no aprobaba a Pedro a pesar de su amor y que, al final, lo entregaría a Satanás, Pedro siguió buscando amar a Dios y se sometió hasta su muerte. No había ninguna transacción ni impureza en el amor de Pedro hacia Dios. Eran amor y obediencia verdaderos. Encontré un camino de práctica a partir de las palabras de Dios y estuve dispuesta a buscar amarlo igual que Pedro. No importa cómo me trate Dios, ya sea que tenga o no un resultado o un destino, me someteré al mandato y a los arreglos de Dios. Si bien en ese momento no podía cumplir mi deber en la iglesia como antes, había disfrutado el sustento de las palabras de Dios durante esos últimos años y tenía cierta experiencia, así que podría escribir lo que había experimentado de la obra de Dios para dar testimonio de Él. Esto también es cumplir el deber de un ser creado. Después de eso, empecé a tranquilizarme mucho ante Dios, a meditar Sus palabras y a escribir testimonios de experiencias. Me sentí mucho más cerca de Él y dejé de preocuparme por mi futuro y mis expectativas. Sentí una mayor sensación de liberación y relajación. Tras un tiempo recuperándome, mi presión sanguínea básicamente se normalizó, y retomé mi deber en la iglesia.
Creí que, después de esa experiencia, había adquirido algo de comprensión acerca de mis perspectivas sobre creer en Dios, y que mis esperanzas de bendiciones ya no me limitarían. Pero, después de un tiempo, el deseo de bendiciones volvió a surgir.
En aquel momento, ocupaba el cargo de líder de la iglesia. En una reunión, nuestra líder nos pidió que controláramos la habilidad de cada líder de grupo de hacer obra práctica y nos dijo que no podía elegirse para ese cargo a nadie que fuera taimado o que no aceptara la verdad. Al escuchar eso, pensé que debía hacerlo de inmediato, que usar a la persona incorrecta podría dañar la obra de la iglesia y a los hermanos y hermanas. En tal caso, no solo podían destituirme, sino que también sería una transgresión y una acción malvada. Un mes después, ya se habían hecho los cambios necesarios de personal, y yo me sentía muy feliz. Pero, para mi sorpresa, nuestra líder pronto descubrió que una de mis elecciones era una persona taimada. Esto me alteró mucho. No había cumplido bien mi deber y había alterado la obra de la iglesia. Pronto, algunos hermanos y hermanas informaron que otra de mis elecciones tenía un carácter muy arrogante. Era autoritario en sus deberes, no aceptaba las sugerencias de los demás y regañaba y limitaba a los hermanos y hermanas. Al ver que surgía un problema tras otro en el trabajo, de repente me sentí paralizada. Sentía que tenía una comprensión superficial de la verdad, que carecía de la realidad verdad. Si algo más salía mal y afectaba la obra de la iglesia, sería un gran mal. ¿No estarían acabados mi futuro y mi destino? Sentí que debía cambiar de deber de inmediato. Una mañana, empecé a sentirme mareada y vi que mi presión sanguínea estaba mucho más alta de lo normal. Le conté a mi líder lo que me pasaba, pensando que como me había surgido un problema de salud, sería genial si me cambiaba de deber. Así, no tendría tanta responsabilidad. Le dije a la hermana que trabajaba conmigo: “Si me hacen volver a casa, estoy dispuesta a obedecer, y cumpliré cualquier deber que pueda después”. Tras decir eso, la hermana trató conmigo, y me dijo que estaba demostrando negatividad y que debería reflexionar sobre mí misma. Yo no quería aceptarlo. Pensé que era capaz de obedecer y que estaba dispuesta a cumplir cualquier deber que pudiera. ¿Cómo es que eso era demostrar negatividad? Pero me di cuenta de que Dios le había permitido decir eso, por lo que oré a Dios para que me guiara, para que pudiera conocer mi estado.
Después leí este pasaje de las palabras de Dios: “No importa cómo sean probados, la lealtad de los que tienen a Dios en su corazón se mantiene sin cambios; pero para los que no tienen a Dios en su corazón, una vez que la obra de Dios no es favorable para su carne, cambian su opinión de Dios y hasta se apartan de Dios. Así son los que no se mantendrán firmes al final, que sólo buscan las bendiciones de Dios y no tienen el deseo de entregarse a Dios y dedicarse a Él. Todas estas personas tan viles serán expulsadas cuando la obra de Dios llegue a su fin y no son dignas de ninguna simpatía. Los que carecen de humanidad no pueden amar verdaderamente a Dios. Cuando el ambiente es seguro y fiable o hay ganancias que obtener, son completamente obedientes a Dios, pero cuando lo que desean está comprometido o finalmente se les niega, de inmediato se rebelan. Incluso, en el transcurso de una sola noche pueden pasar de ser una persona sonriente y ‘de buen corazón’ a un asesino de aspecto espantoso y feroz, tratando de repente a su benefactor de ayer como su enemigo mortal, sin ton ni son. Si estos demonios no son desechados, estos demonios que matarían sin pensarlo dos veces, ¿no se convertirían en un peligro oculto?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La obra de Dios y la práctica del hombre). Sentí vergüenza con las palabras de juicio y revelación de Dios. ¿No era yo exactamente el tipo de persona que Él estaba revelando? Era entusiasta y me esforzaba cuando pensaba que mi deber redundaría en bendiciones. Si no era así, de repente me volvía hostil y ya no quería cumplir el deber. Solo pensaba en mi futuro y destino. Cuando me equivocaba en el deber, no reflexionaba y buscaba la verdad a la luz de mis fracasos, no compensaba mis defectos ni me esforzaba por hacer lo mejor posible en el deber; en cambio, temía tener responsabilidad y arriesgar mi futuro. Quería eludir este deber y canjearlo por uno de menor responsabilidad, usando mi presión arterial como excusa para ello. Por fuera, parecía razonable, pero mis motivaciones despreciables se escondían detrás. ¡Qué taimada!
Empecé a reflexionar sobre cuál era la verdadera causa de mi búsqueda constante de bendiciones en mi fe. Leí esto en las palabras de Dios: “Todos los humanos corruptos viven para sí mismos. Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda; este es el resumen de la naturaleza humana. La gente cree en Dios para sí misma; cuando abandona las cosas y se esfuerza por Dios, lo hace para recibir bendiciones, y cuando es fiel a Él, lo hace por la recompensa. En resumen, todo lo hace con el propósito de recibir bendiciones y recompensas y de entrar en el reino de los cielos. En la sociedad, la gente trabaja en su propio beneficio, y en la casa de Dios cumple con un deber para recibir bendiciones. La gente lo abandona todo y puede soportar mucho sufrimiento para obtener bendiciones. No existe mejor prueba de la naturaleza satánica del hombre” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). A partir de estas palabras de Dios aprendí que siempre pensaba en mi futuro y destino porque había sido profundamente corrompida por Satanás. “Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda” y “no muevas un dedo si no hay recompensa”: estas leyes satánicas de supervivencia hacía mucho que se habían convertido en mi naturaleza, me habían hecho cada vez más egoísta, despreciable e interesada. Pensaba en mi ganancia personal en todo lo que hacía. Al ver mi camino de fe a lo largo de esos años, mi punto de partida para cumplir mi deber había sido ser bendecida, ser recompensada, y, al final, conseguir un buen destino entrando al reino de los cielos. Mis muchos años de arduo trabajo y sufrimiento no eran un esfuerzo sincero para Dios ni cumplir con el deber de un ser creado. Todo era para usar a Dios, engañarlo, hacer un trato con Él. No eran amar ni satisfacer a Dios para nada. ¿Cómo podía considerarme una persona de fe? Por la gracia de Dios, tuve la posibilidad de capacitarme como líder; la voluntad de Dios era que yo practicara usando la verdad para solucionar problemas y aprender a discernir y entender, pero yo no valoré esta oportunidad. No me doté de la verdad ni entré en ella, y solo pensé en mi futuro y mi destino. Estaba recorriendo el camino de un enemigo de Dios. Sabía que debía arrepentirme y buscar la verdad o, de lo contrario, sin duda terminaría destruida.
Leí estas palabras de Dios en uno de mis devocionales: “La única razón por la que el Dios encarnado ha venido a la carne es por causa de las necesidades del hombre corrupto. Es por causa de las necesidades del hombre, no por las de Dios, y todos Sus sacrificios y sufrimientos son por el bien de la humanidad y no por el bien de Dios mismo. No hay pros y contras o recompensas para Dios; Él no va a segar una cosecha futura sino solo lo que desde el principio se le debía. Todo lo que hace y sacrifica por la humanidad no es para que pueda ganar grandes recompensas sino solo por el bien de la humanidad” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios encarnado). Cuando medité esto, el amor de Dios me conmovió profundamente. Dios, que es supremo, santo y honorable, se ha hecho carne dos veces para salvar a la humanidad profundamente corrompida, con lo que ha sufrido una humillación y un dolor terribles. El Señor Jesús fue crucificado para redimir a la humanidad, y pagó con Su vida. Dios Todopoderoso vino a China en los últimos días, expresa verdades para purificar y salvar a la humanidad, y ha sido perseguido, acosado y difamado por el PCCh y el mundo religioso. Sufre todo para obrar entre nosotros, para darnos Sus palabras, sin nada a cambio, solo para salvarnos de la influencia de Satanás. Dios paga precios muy altos para salvar a la humanidad, sin jamás considerar Sus propias ganancias o pérdidas. No nos pide nada a cambio, no nos exige nada. El amor de Dios es abnegado y verdadero. ¡La esencia de Dios es tan hermosa y buena! Luego, al pensar en mí, yo decía que tenía fe y que quería complacer a Dios, pero no era sincera con Él para nada. Blandía la bandera de esforzarme para Él, solo para intentar negociar bendiciones. Eso era usar y engañar a Dios. Vi cuán egoísta, taimada, inmoral y desvergonzada era. Una persona como yo nunca obtendría la aprobación de Dios, por mucho que se sacrificara. También leí esto en las palabras de Dios: “Como criatura de Dios, el hombre debe procurar cumplir con el deber de una criatura de Dios y buscar amar a Dios sin hacer otras elecciones, porque Dios es digno del amor del hombre. Quienes buscan amar a Dios no deben buscar ningún beneficio personal ni aquello que anhelan personalmente; esta es la forma más correcta de búsqueda” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El éxito o el fracaso dependen de la senda que el hombre camine). Vi en las palabras de Dios que, como seres creados, no deberíamos tener fe en aras de recibir bendiciones. Deberíamos buscar el amor a Dios y tratar de cumplir bien nuestro deber de seres creados. Esta es la forma de vivir con mayor sentido. Oré a Dios: “Dios mío, quiero arrepentirme ante ti para dejar de buscar bendiciones. No importa mi destino final, solo quiero cumplir bien mi deber para retribuir Tu amor”. Una vez que corregí mi estado, mi presión sanguínea se estabilizó.
Posteriormente, también leí un par de pasajes de las palabras de Dios: “No existe correlación entre el deber del hombre y que él sea bendecido o maldecido. El deber es lo que el hombre debe cumplir; es la vocación que le dio el cielo y no debe depender de recompensas, condiciones o razones. Solo entonces el hombre está cumpliendo con su deber. Ser bendecido es cuando alguien es perfeccionado y disfruta de las bendiciones de Dios tras experimentar el juicio. Ser maldecido es cuando el carácter de alguien no cambia tras haber experimentado el castigo y el juicio; es cuando alguien no experimenta ser perfeccionado, sino que es castigado. Pero, independientemente de si son bendecidos o maldecidos, los seres creados deben cumplir su deber, haciendo lo que deben hacer y haciendo lo que son capaces de hacer; esto es lo mínimo que una persona, una persona que busca a Dios, debe hacer. No debes llevar a cabo tu deber solo para ser bendecido y no debes negarte a actuar por temor a ser maldecido. Dejadme deciros esto: lo que el hombre debe hacer es llevar a cabo su deber, y si es incapaz de llevar a cabo su deber, esto es su rebeldía. Es por medio del proceso de llevar a cabo su deber que el hombre es cambiado gradualmente, y es por medio de este proceso que él demuestra su lealtad. Así pues, cuanto más puedas llevar a cabo tu deber, más verdad recibirás y más real será tu expresión” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La diferencia entre el ministerio de Dios encarnado y el deber del hombre). “En última instancia, que las personas puedan alcanzar la salvación no depende del deber que cumplan, sino de si pueden comprender y obtener la verdad y de si son capaces de finalmente someterse a Dios por completo, de ponerse a merced de lo que Él disponga, no tener consideración hacia su propio futuro y destino, y convertirse en seres creados aptos. Dios es justo y santo y estos son los estándares que usa para medir a toda la humanidad. Recuerda: estos estándares son inmutables. Fíjalos en tu mente y no pienses en ningún momento en buscar otra senda para perseguir algo que no es real. Los requisitos y las pautas que Dios tiene para todos los que desean alcanzar la salvación son inalterables para siempre. Son los mismos seas quien seas” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Estas palabras de Dios me ayudaron a entender que nuestro deber no tiene nada que ver con ser bendecidos o maldecidos al final. La clave para ser completamente salvados está en si podemos buscar y recibir la verdad, y si podemos transformar nuestro carácter. Dios determina qué deber cumplo y cuándo lo cumplo, y mi resultado y destino están incluso más sujetos al mandato y los arreglos de Dios. Lo que yo debería hacer es aceptar Sus instrumentaciones y cumplir mi deber devotamente. También me di cuenta de que me desempeñaba como líder de la iglesia porque Dios me enalteció, y así Él me dio una oportunidad de practicar, con lo que me permitía ver mis defectos y deficiencias al cumplir el deber. Buscar la verdad y entender los principios verdad en todos los aspectos podría estimular mi crecimiento en la vida. Al entender esto, dejé de sentirme limitada por mi futuro y mi destino, y ya no quise cambiar de deber. Fui capaz de someterme y de cumplir con el deber en forma realista, buscando la verdad para resolver cualquier problema que surgiera. Con el tiempo, lentamente, capté algunos principios y, gradualmente, cometí menos errores en mi deber. Practicar de acuerdo con las palabras de Dios y no cumplir con el deber en busca de bendiciones me resultó muy liberador. Dios ha guiado mi deber, con resultados cada vez mejores. ¡Gracias a la salvación de Dios Todopoderoso!