63. Liberada de la carga de devolver la amabilidad
Mi padre murió cuando yo tenía nueve años, y mi madre tuvo que criarnos a mí y a mis cuatro hermanos en circunstancias difíciles. Mi tía se compadecía de nosotros y solía traernos comida y otras cosas. Cada vez que nos traía algo, mi madre se aseguraba de que la colmáramos de agradecimiento, y nos enseñó a no olvidar las buenas acciones de los demás, que de bien nacidos es ser agradecidos y que debemos agradecer, para que nadie nos acusara a nuestras espaldas de ser desagradecidos. Pese a los malos momentos por los que pasábamos, mi madre siempre compartía lo poco que teníamos con mi tía para devolverle su amabilidad. Cuando me hice mayor, solía oír a la gente decir: “¿Has visto que tal persona que recibió ayuda cuando la necesitaba devolvió esa amabilidad unos años después? ¿Has visto que aquella otra recibió ayuda pero no tiene conciencia ni muestra gratitud? Es una miserable”. Poco a poco, empecé a vivir según ese punto de vista, pensando que debía basar mi conducta en devolver la amabilidad recibida, sino sería una desagradecida y los demás me desdeñarían y menospreciarían. Tras hacerme creyente, pese a saber que debía tratar a las personas y las cosas según las palabras de Dios, tenía arraigadas en lo profundo del corazón las ideas tradicionales transmitidas de una generación a otra, de modo que vivía según esos puntos de vista y vulneraba los principios en mi deber, lo que me llevó a interrumpir el trabajo de la iglesia y a que me señalaran por una transgresión.
En agosto de 2021, después de publicarse los arreglos de la obra de purificación de la iglesia, esta comenzó a comunicar sobre la verdad de discernir a la gente, y se calificó de no creyente a mi cuñada mayor, Fang Ling. No me sorprendió en absoluto. Aunque creía desde hace años, no buscaba la verdad y a menudo interrumpía la vida de iglesia. Durante las reuniones siempre chismorreaba sobre los demás, y luego daba cabezadas en cuanto empezábamos a leer las palabras de Dios. Tras la lectura, nunca tenía nada que comunicar. Cuando se topaba con asuntos que no coincidían con sus nociones, nunca buscaba la verdad ni aceptaba los asuntos de Dios. Siempre escrutaba a las personas y las cosas y se ponía a la defensiva. Cuando era anfitriona en una reunión y oía al líder comunicar sobre la conducta disruptiva de ciertas personas, luego les contaba a dichas personas lo que había dicho el líder, con lo que las inducía a tener prejuicios contra este y a que pensaran que les complicaba las cosas. El líder analizó cómo sembraba la discordia e interrumpía y perturbaba la vida de iglesia, pero ella no se sentía para nada culpable e incluso se defendía con toda clase de argumentos. Aseguraba que solo decía la verdad y no entendía cómo interrumpía eso la vida de iglesia. Durante una reunión, comunicamos sobre el discernimiento de la mujer de mi hermano mayor, Liu Hui. Quedó en evidencia que era una no creyente de humanidad malvada a la que había que expulsar de la iglesia de inmediato. Después de la reunión, Fang Ling le dijo a una hermana que íbamos a expulsar a Liu Hui de la iglesia, e hizo algunos comentarios negativos que trastornaron el estado de esa hermana. Busqué a Fang Ling a toda prisa para hablar con ella y compartirle lo siguiente: la iglesia purifica y expulsa a las personas en función de su conducta general, la verdad gobierna en la casa de Dios y nadie tiene la última palabra. Se iba a expulsar a Liu Hui porque tenía una humanidad malvada, interrumpía a menudo la vida de iglesia y se negaba a arrepentirse incluso tras múltiples comunicaciones con los hermanos y hermanas. También expuse que la conducta de Fang Ling difundía negatividad y muerte y negaba el hecho de que la verdad y la justicia ostentan autoridad en la iglesia. Para mi sorpresa, respondió llorosa: “Sé que tú tienes la última palabra en la iglesia y decides a quién se expulsa”. Me sentí algo impotente ante su problemática irracionalidad, y supe de corazón que Fang Ling no aceptaba la verdad y era una no creyente. Pero mientras preparaba materiales para su expulsión, vacilé. Las dos aceptamos a la vez la obra de Dios de los últimos días, y durante años nos reunimos y difundimos juntas el evangelio. Fang Ling era muy afectuosa y hacía todo lo que podía para ayudarme cuando lo necesitaba. Sobre todo en 2013, cuando mi marido enfermó, ella cuidó de él para que yo pudiera continuar realizando mi deber. También me ayudó con las tareas y con los cultivos. Cuando mi marido murió, tuve que lidiar con todo tipo de penalidades y caí en un estado de negatividad. Fang Ling venía a verme cada noche, leía conmigo palabras de Dios y comunicábamos sobre las experiencias de Job. Con su apoyo y compañía, mi estado mejoró lentamente. En aquellos momentos tan complicados, no solo me ayudó con las cosas cotidianas, sino que me leyó las palabras de Dios para animarme. Siempre tuve presente lo bien que me había tratado Fang Ling. Si no le devolvía su amabilidad e incluso preparaba materiales para su expulsión, ¿qué pensaría de mí al enterarse? ¿Diría que era una ingrata y carecía de conciencia? Tanto mi hermano, como su mujer y mis hermanas habían visto todo lo que hizo por mí esos años. Hasta mis vecinos decían que Fang Ling estaba más unida a mí que mis hermanas. Como dice el dicho: “Los corderos se arrodillan para recibir leche de sus madres, y los cuervos retribuyen a sus madres alimentándolas”; hasta los animales saben devolver la amabilidad, mientras que yo ni siquiera tenía indulgencia hacia alguien que me había ayudado. ¿Pensarían que era una desagradecida y me abandonarían y me aislarían? ¿No me daría entonces de lado mi propia familia? Al percatarme de todo ello, me preocupé mucho y estaba indecisa. Era incapaz de decidirme entre la obra de purificación de la iglesia y Fang Ling, a la que debía mucha gratitud, y vivía entre la agonía y el sufrimiento. En mitad de mi indecisión, vi esto en un sermón del hermano superior: “¿Qué clase de personas pueden permanecer en la iglesia para prestar servicio? Mientras su humanidad no sea malvada, sean capaces en la difusión del evangelio y estén dispuestos a hacerlo, se les debe permitir quedarse en la iglesia”. De repente me di cuenta: “¡Claro! Fang Ling no ama ni busca la verdad, pero le gusta difundir el evangelio y es capaz de lograr algunos resultados. Ahora es un momento crucial para expandir el evangelio, si cito la capacidad de Fang Ling para difundirlo como razón para permitir que se quede en la iglesia, ¿no evitará eso que la expulsen? Así no ofenderé a Fang Ling, y mi hermano, su mujer y mis hermanas no dirán que soy una ingrata, ni tendré fama de ser una hermana desagradecida”. Al darme cuenta, pospuse la tarea de preparar materiales para su expulsión.
Sin embargo, no mucho después, algunas hermanas me dijeron que había dos destinatarios potenciales del evangelio con buen calibre y entendimiento de las palabras de Dios, pero Fang Ling vivía una humanidad tan pobre que ambos se desanimaron y dejaron de escuchar los sermones. Otra hermana me dijo que Fang Ling interrumpía la vida de iglesia y que algunos no querían difundir el evangelio con ella… Me impactó oír todo esto. La interrupción que causaba Fang Ling en la obra evangélica guardaba relación directa con mis propias decisiones. Me apresuré a orarle a Dios, arrepintiéndome y confesando mis pecados. Más adelante, me encontré este pasaje de las palabras de Dios: “Algunas personas tienen una actitud extremadamente displicente hacia la organización del trabajo de lo Alto. Piensan: ‘Lo Alto organiza el trabajo y nosotros trabajamos en la iglesia. Algunas palabras y asuntos pueden implementarse con flexibilidad. La forma en la que se procede en concreto es asunto nuestro. Lo Alto solo habla y organiza el trabajo. Somos nosotros los que emprendemos las acciones concretas. Entonces, una vez que lo Alto nos asigna el trabajo, podemos hacerlo de la manera que queramos. Comoquiera que lo hagamos está bien. Nadie tiene derecho a meterse’. Ellos actúan de acuerdo con los siguientes principios: escuchan lo que consideran correcto e ignoran aquello que opinan que está mal, consideran que sus creencias son la verdad y los principios, se oponen a todo aquello que no está de acuerdo con su voluntad y con respecto a tales cosas son extremadamente hostiles hacia ti. Cuando las palabras de lo Alto se contraponen a sus deseos, siguen adelante y las modifican. Solo las trasmiten una vez que están de acuerdo con lo que ellos aceptan. No permiten que se trasmitan sin su consentimiento. Mientras que en otros ámbitos la organización del trabajo de lo Alto se transmite tal cual es, estas personas trasmiten a las iglesias que se encuentran a su cargo sus versiones modificadas de la organización del trabajo. Tales personas siempre desean dejar a Dios a un lado, están ansiosas por lograr que todos crean en ellas, que las sigan y las obedezcan. Según ellas, hay algunos ámbitos en los que Dios no está a su altura; ellas mismas deberían ser Dios y los demás deberían creen en ellas. Así es. […] Son solo lacayos de Satanás y, cuando trabajan, es el diablo el que reina. Dañan el plan de gestión de Dios y perturban la obra de Dios. ¡Son auténticos anticristos!” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Las palabras de Dios eran claras y evidenciaban que no llevé a cabo los arreglos de obra y actué por mi cuenta. Los arreglos de obra dictaban claramente que los líderes y obreros debían expulsar enseguida a cualquiera que se probara que era un malhechor, un no creyente o un anticristo. Como líder, debía someterme y acatar incondicionalmente, y llevar a cabo con presteza y decisión la expulsión de todos los anticristos, malhechores y no creyentes en la iglesia, a fin de asegurar que no se engañara o interrumpiera a mis hermanos y hermanas, y que pudieran disfrutar de un entorno tranquilo donde comer y beber las palabras de Dios, buscar la verdad y cumplir con su deber. Aunque sabía bien que Fang Ling era una no creyente, temía ofenderla si preparaba los materiales para su expulsión, y que se me etiquetara como ingrata, dado que ella me había ayudado con anterioridad, así que no llevé a cabo los arreglos de obra y la defendí y protegí con prepotencia, alegando que era capaz de difundir el evangelio y contradiciendo los arreglos de obra. Reflexioné al respecto: “Sabía bien que estaba demostrado que Fang Ling era una no creyente, entonces, ¿por qué seguía defendiéndola por afecto y trataba de absolverla de toda culpa?”. Me di cuenta de que la idea tradicional de devolver la amabilidad me tenía controlada y encadenada. Para mantener mi imagen y que no se me viera como una miserable desagradecida e ingrata, ignoré por completo los intereses de la iglesia, sin molestarme en considerar las consecuencias que tendría mantener a Fang Ling en ella, y vulnerando de manera flagrante los arreglos de obra. No solo no preparé los materiales para solicitar la expulsión de Fang Ling, sino que hasta le encomendé difundir el evangelio. Ella vivía una humanidad tan pobre que dos destinatarios potenciales del evangelio no quisieron continuar investigando. Todo era fruto de mi protección. Estaba vulnerando los arreglos de obra y actuando por mi cuenta, obstaculizando la obra de purificación de la iglesia. Utilicé mi autoridad para defender y proteger a una no creyente que hacía el mal en la iglesia, facilité a una malhechora su labor y actué como una lacaya de Satanás. Era la definición misma de un falso líder. Me asusté al darme cuenta de la maldad que había perpetrado, y estaba muy arrepentida. Me apresuré a pedirles a todos que hicieran sus valoraciones sobre Fang Ling. Al repasarlas, reparé en que no solo tenía un efecto negativo en la obra evangélica, sino que además había sembrado la discordia y cometido fechorías en la iglesia, difundiendo negatividad, aprovechándose injustamente de los demás e intentando quedarse con sus cosas, aunque a ella no le faltaba de nada. Al leer todas esas valoraciones, me sentí increíblemente culpable y supe que proteger a Fang Ling era hacer el mal. Sabía que debía parar de obrar en función de mis afectos y me puse a preparar todos los materiales para la expulsión de Fang Ling. Más adelante, cuando tuve que recabar firmas de los hermanos y hermanas, me volví a preocupar: Tendría que hacer firmar a muchos de mis parientes, y dado que acabábamos de expulsar a Liu Hui y ahora íbamos a hacer lo mismo con Fang Ling, ¿no dirían que estaba siendo ingrata y me ignorarían?
Le oré a Dios, buscando respecto a mi situación, y luego me encontré con este pasaje de Sus palabras: “En todo lo que hagas, debes examinar si tus intenciones son correctas. Si puedes actuar conforme a los requisitos de Dios, entonces tu relación con Dios es normal. Este es el estándar mínimo. Observa tus intenciones, y si descubres que han surgido intenciones incorrectas, dales la espalda y actúa conforme a las palabras de Dios; así te convertirás en alguien que es correcto delante de Dios, que a la vez demuestra que su relación con Dios es normal, y que todo lo que haces es en aras de Dios y no en aras de ti. En todo lo que hagas y digas, sé capaz de enderezar tu corazón y sé justo en tus acciones y no te dejes llevar por tus emociones ni actúes conforme a tu propia voluntad. Estos son principios por los cuales los que creen en Dios deben conducirse. […] Es decir, si los seres humanos pueden mantener a Dios en su corazón y no buscan una ganancia personal ni piensan en sus propias perspectivas (en un sentido carnal), sino que, en su lugar, llevan la carga de la entrada en la vida, hacen su mejor esfuerzo por buscar la verdad y se someten a la obra de Dios; si puedes hacer esto, entonces las metas que buscas serán correctas y tu relación con Dios será normal. Enmendar la propia relación con Dios puede denominarse el primer paso de entrada en el propio viaje espiritual. Aunque el destino del hombre está en las manos de Dios y está predestinado por Él y el hombre no lo puede cambiar, que Dios pueda perfeccionarte y ganarte o no depende de si tu relación con Dios es normal. Puede haber partes de ti que son débiles o desobedientes, pero en tanto tus opiniones e intenciones sean correctas y en tanto tu relación con Dios sea correcta y normal, estás calificado para que Dios te perfeccione. Si no tienes la relación correcta con Dios y actúas por el bien de tu carne o de tu familia entonces, independientemente de lo duro que trabajes, será en balde. Si tu relación con Dios es normal, entonces todo lo demás encajará en su lugar. Dios no ve nada más, sino solo si tus puntos de vista en tu creencia en Dios son correctos: en quién crees, por el bien de quién crees y por qué crees. Si puedes ver estas cosas con claridad y practicar con tus puntos de vista bien dispuestos, entonces progresarás en tu vida y también tendrás garantizada la entrada en el camino correcto. Si tu relación con Dios no es normal, y los puntos de vista de tu creencia en Dios están desviados, entonces todo lo demás es en vano, y, sin importar cuánto creas, no recibirás nada” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Cómo es tu relación con Dios?). Leyendo las palabras de Dios, me di cuenta de que para tener una relación normal con otras personas, primero necesitaba establecer una relación normal con Dios. Siempre debía actuar según las palabras de Dios y llevar mis acciones ante Él. Si las personas actúan según sus actitudes corruptas, manteniendo sus relaciones con los demás en aras de su reputación, estatus e intereses carnales, eso es algo que Dios no elogia, y por mucho que traten de conservar sus relaciones, todo será en vano. Desde que se reveló que Fang Ling era una no creyente, me vi limitada por mi carácter corrupto, temiendo que ella pensara que era una desagradecida si la expulsaba, y que mi familia me creyera una ingrata y me aislara y abandonara. Así que, para mantener mi imagen a sus ojos, evité manejar las cosas conforme a los principios. Me di cuenta de que por muy buena imagen que diera a los demás y cuánto me apoyaran, era inútil, porque Dios no lo elogiaba. Estaba sacrificando los intereses de la iglesia para conservar relaciones; eso ofendía al carácter de Dios. Yo era creyente, así que debía obrar conforme a las palabras de Dios y aceptar Su escrutinio en todas las cosas. Tenía que dejar de vulnerar los arreglos de obra para conservar las relaciones, dejar de resistirme a Dios y, fuera cual fuera la postura que adoptaran hacia mí, aunque me abandonaran y me ignoraran, tenía que practicar la verdad y dejar en evidencia a Fang Ling. Fang Ling era una no creyente e interrumpía a menudo la vida de iglesia. Era su culpa y de nadie más que se la expulsara. Mi hermano, su mujer y mis hermanas eran creyentes, solo me tenía que centrar en compartir la verdad con ellos y en ocuparme de los asuntos conforme a los principios. Más adelante, cuando les leí una descripción de la conducta de Fang Ling, no me culparon, y llegaron a decir que lo justo era expulsarla, que mantenerla en la iglesia era humillar el nombre de Dios. Mi hermano y su mujer incluso compartieron conmigo algunas de las conductas incrédulas de Fang Ling. Le agradecí a Dios que las cosas acabaran así, y también percibí lo alegre y apacible que era practicar la verdad.
Al poco, recibí el aviso de expulsión de Fang Ling. Pero al pensar que debía leérselo yo, volví a vacilar. Yo misma había preparado los materiales; ¡seguro que Fang Ling iba a odiarme! ¿Cómo nos íbamos a seguir relacionando después de eso? Ya estaba bastante molesta por su expulsión, ¿no sería echar sal en la herida que le leyera yo el aviso? Pensé que tal vez podría no leérselo, solo hablarle de algunas de sus acciones menos malvadas y hacerle saber que se la había expulsado. Así resultaría menos raro para ambas encontrarnos después. Cuando me reuní con Fang Ling, noté que había perdido mucho peso debido al trastorno emocional de la expulsión. Parecía muy baja de ánimos. Me sentí fatal y casi no pude soportar seguir adelante, pero me obligué a leer el aviso. Incluso me preocupaba tener que leerlo entero y si iba a aceptarlo. Así que me salté las partes en las que se la ponía en evidencia y se la condenaba. Después, cada vez que la veía, siempre me sentía un poco rara, como si le hubiera hecho mal. No sabía qué me pasaba. Sabía muy bien que Fang Ling no buscaba la verdad y causaba toda clase de problemas, que era culpa suya que la expulsaran, entonces, ¿por qué me hallaba en ese estado? Luego, encontré dos pasajes de las palabras de Dios: “La idea de que la amabilidad recibida debe devolverse con gratitud es uno de los criterios clásicos de la cultura tradicional china para juzgar si la conducta de una persona es moral o inmoral. A la hora de evaluar si alguien tiene buena o mala humanidad y cómo de moral es su conducta, uno de los puntos de referencia es si devuelve los favores o la ayuda que recibe, si se trata de alguien que devuelve con gratitud la amabilidad recibida. En la cultura tradicional china y en la cultura tradicional de la humanidad, la gente lo considera una medida importante de la conducta moral. Si alguien no entiende eso de que la amabilidad recibida debe devolverse con gratitud y es un desagradecido, entonces se le considera carente de conciencia e indigno de que nadie se relacione con él, y debería ser despreciado, desdeñado o rechazado por todos. En cambio, si alguien entiende que la amabilidad recibida debe devolverse con gratitud, si es agradecido y devuelve los favores y la ayuda que recibe con todos los medios a su alcance, se le considera una persona de conciencia y humanidad. Si alguien recibe beneficios o ayuda de otra persona, pero no los devuelve, o solo le expresa un poco de gratitud con un simple ‘gracias’ y nada más, ¿qué pensará la otra persona? ¿Le resultará incómodo? ¿Pensará quizás: ‘Ese hombre no merece que le ayuden, no es una buena persona. Si responde así cuando le he ayudado tanto, es que no tiene conciencia ni humanidad, y no merece la pena relacionarse con él’? Si se volvieran a encontrar con ese tipo de persona, ¿seguirían ayudándoles? Al menos, no lo desearían” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Qué significa perseguir la verdad (7)). “Desde tiempos pretéritos hasta el día de hoy, esta idea, punto de vista y criterio de conducta moral respecto a la devolución de la amabilidad han influenciado a innumerables personas. Incluso cuando la persona que les concede amabilidad es mala o malvada y las obliga a cometer acciones infames y malos actos, siguen yendo en contra de su propia conciencia y razón, accediendo ciegamente con el fin de corresponder a su amabilidad, lo que da lugar a múltiples consecuencias desastrosas. Se podría decir que mucha gente, al hallarse influenciada, encadenada, constreñida y atada por este criterio de la conducta moral, defiende a ciegas y de manera equivocada este punto de vista de devolver la amabilidad, e incluso es probable que ayuden a los malvados y sean sus cómplices. Ahora que habéis oído Mi enseñanza, contáis con una imagen clara de esta situación y podéis determinar que se trata de una lealtad insensata, y que semejante conducta equivale a comportarse sin fijar ningún límite, devolviendo la amabilidad de un modo imprudente y sin discernimiento, y que además carece de significado y valor. Como la gente teme que la opinión pública la castigue o que los demás la condenen, se dedica de mala gana a devolver la amabilidad de los demás, llegando incluso a sacrificar su vida en el empeño, lo cual es una forma absurda e insensata de hacer las cosas. Este dicho de la cultura tradicional no solo ha coartado el pensamiento de la gente, sino que también ha añadido un peso y un trastorno innecesarios a su vida y ha acarreado sufrimientos y cargas adicionales a su familia. Muchos han pagado un precio muy alto para devolver la amabilidad recibida, lo perciben como una responsabilidad social o como su propio deber, e incluso pueden llegar a dedicar toda su vida a devolverles la amabilidad a los demás. Para ellos, es algo perfectamente natural y justificado, un deber ineludible. ¿Acaso no resulta insensato y absurdo este punto de vista y esta forma de actuar? Pone completamente de manifiesto lo ignorantes y carentes de luces que son las personas. En cualquier caso, este dicho sobre la conducta moral: la amabilidad recibida debe devolverse con gratitud, puede coincidir con las nociones de la gente, pero no concuerda con los principios verdad. Es incompatible con las palabras de Dios y se trata de un punto de vista y una forma de proceder incorrectos” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Qué significa perseguir la verdad (7)). Las palabras de Dios eran una revelación intachable. Desde tiempos pretéritos, se medía la humanidad de la gente según si devolvían con gratitud la amabilidad recibida o no. Si alguien te ayudó o fue amable contigo, debes devolverle su amabilidad. Si lo haces, eres buena persona; si no, se te abandonará y la gente te castigará por ser una persona ingrata y desagradecida. Con el cerebro lavado e influenciada por la idea de que de bien nacido es ser agradecido, sin saberlo, la gente vive la vida encadenada y atada. Si alguien te ha ayudado en el pasado, debes retribuirle, y has de discernir qué clase de persona es o qué senda recorre, y si retribuirle concuerda con la verdad. Debido a esta necesidad de devolver la amabilidad, algunos viven toda su vida limitados por los demás, e incluso hay quienes hacen cosas malas para otros, que los utilizan para devolver amabilidad, llevando una vida mísera y de sufrimiento. Desde una edad temprana, mi madre me enseñó que de bien nacidos es ser agradecidos, que no deberíamos olvidar nunca la amabilidad que nos conceden los demás, lo cual puede llevar a que se hable mal de nosotros en privado. La mayoría de la gente en mi vida también usaba este criterio de conducta para evaluar el comportamiento de los demás. Yo vivía también según estos aforismos pasados de una generación a otra, como “de bien nacidos es ser agradecidos”, “devuelve lo que te den multiplicado por diez” y “la amabilidad de una gota de agua debe ser recompensada con un manantial”. Si alguien me ayudaba, siempre lo recordaba y buscaba la ocasión de devolvérselo. Si no le devolvía la amabilidad a alguien, me sentía culpable, intranquila, y avergonzada de enfrentarme a esa persona. Me preocupaba que se dijera de mí que era una desagradecida. Como Fang Ling me había ayudado en el pasado, aunque había discernido que era una no creyente, me preocupaba que se me castigara si la expulsaba de la iglesia según los principios, así que intenté protegerla y defenderla, de devolverle su amabilidad. Cuando tuve que leerles a mi hermano y mis hermanas la descripción del mal que hizo Fang Ling, me preocupaba que me tacharan de ingrata, así que temía enfrentarme a ellos. Cuando tuve que leerle el aviso de expulsión a Fang Ling, y noté lo delgada y pálida que estaba, no pude evitar sentirme culpable y opté por leer solo la descripción de sus acciones malvadas. Después de la expulsión de Fang Ling, no me atreví a enfrentarme a ella. Sabía muy bien que no buscaba la verdad ni caminaba por la senda correcta, que se la había descartado, pero siempre me parecía que le había hecho mal. La ayuda que me brindó era como una bola y una cadena unidas a mi cuerpo, lastrándome hasta la asfixia. Noté que al estar encadenada a esta idea tradicional, no podía siquiera discernir el bien del mal, ni mucho menos podía practicar la verdad. Para mantener mi reputación y que no me acusaran de ser ingrata, devolvía deliberadamente la amabilidad sin distinguir el bien del mal. No me comporté con el menor principio o criterio básico, y me rebelé y me resistí a Dios. Me di cuenta de que, por mucho que la gente defendiera, elogiara y aprobara mi comportamiento, estaba sacrificando los intereses de la iglesia, lo que había dejado una mancha indeleble en mi historial como creyente. ¡Las consecuencias eran bastante graves! Esta experiencia me hizo ver que la cultura tradicional es una herramienta con la que Satanás engaña y corrompe a las personas. Atada a esta idea errónea, no sabía practicar la verdad, aunque la entendía claramente, me rebelaba y me resistía a Dios. Ya no quería vivir según filosofías satánicas.
Más adelante, me encontré otros dos pasajes de las palabras de Dios: “Hay que discernir el concepto cultural tradicional de que ‘La amabilidad recibida debe devolverse con gratitud’. Lo más importante es la palabra ‘amabilidad’: ¿cómo hay que ver esta amabilidad? ¿A qué aspecto y naturaleza de la amabilidad se refiere? ¿Cuál es el significado de ‘La amabilidad recibida debe devolverse con gratitud’? La gente ha de descubrir las respuestas a estas cuestiones y en ninguna circunstancia constreñirse a esta idea de devolver la amabilidad; se trata de algo absolutamente esencial para alguien que persiga la verdad. ¿Qué es la ‘amabilidad’ según las nociones humanas? En un nivel menor, la amabilidad es alguien que te ayuda cuando tienes problemas. Por ejemplo, alguien que te da un cuenco de arroz cuando estás hambriento, o una botella de agua cuando te mueres de sed, o que te ayuda a levantarte cuando te caes y no puedes levantarte. Todos estos son actos de amabilidad. Un gran acto de amabilidad es que alguien te rescate cuando estés en una situación desesperada, es decir, que te salve la vida. Cuando estás en peligro mortal y alguien te ayuda a evitar la muerte, en esencia te está salvando la vida. Estas son algunas de las cosas que la gente percibe como ‘amabilidad’. Este tipo de amabilidad supera con creces cualquier favor insignificante y material: es una gran amabilidad que no puede medirse en términos de dinero o cosas materiales. Quienes la reciben sienten un tipo de gratitud que es imposible expresar con unas pocas palabras de agradecimiento. Sin embargo, ¿es correcto que la gente mida la amabilidad de esta manera? (No). ¿Por qué dices que no es correcto? (Porque esta medida se basa en las normas de la cultura tradicional). Esta es una respuesta basada en la teoría y la doctrina, y aunque pueda parecer correcta, no llega a la esencia de la cuestión” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Qué significa perseguir la verdad (7)). “Ahora, pasemos al tema de la supuesta amabilidad del hombre. Por ejemplo, vamos a fijarnos en el caso de una persona amable que rescata a un mendigo que cayó desplomado en la nieve a causa del hambre. Esa persona se lleva al mendigo a su casa, lo alimenta y le da abrigo, y le permite vivir con su familia y trabajar para ella. Con independencia de si el mendigo se ofreció a trabajar por su propia voluntad, o bien lo hizo para devolver una deuda de amabilidad, ¿fue este rescate un acto de amabilidad? (No). Incluso ciertos animales pequeños se ayudan y se rescatan unos a otros. Al hombre le supone un esfuerzo mínimo desempeñar tales actos, y cualquiera con humanidad es capaz de hacer esas cosas y estar a la altura. Se podría decir que esos actos parten de una responsabilidad y obligación en la sociedad que cualquiera con humanidad ha de cumplir. ¿Acaso la forma que tiene el hombre de caracterizarlos de amabilidad no es un poco exagerada? ¿Es una definición adecuada? Por ejemplo, en una época de hambruna, cuando mucha gente pasa hambre, si una persona rica reparte sacos de arroz a las casas pobres para ayudarles a sobrellevar esos momentos difíciles, ¿no es eso un ejemplo de la ayuda moral y el apoyo básicos que debe tener lugar entre los hombres? Solo les dio un poco de arroz, no es que les diera toda la comida que le quedaba y él mismo pasara hambre. ¿Cuenta eso realmente como amabilidad? (No). Las responsabilidades y obligaciones con la sociedad que el hombre es capaz de desempeñar, esos actos que el hombre debe ser capaz de hacer de manera instintiva y a los que está obligado, y los simples actos de servicio que son de ayuda y beneficio para los demás: estas cosas no se pueden considerar de ninguna manera como amabilidad, ya que en todos los casos se trata simplemente de que el hombre está echando una mano. Ofrecerle ayuda a alguien que lo necesita, en el momento y lugar adecuados, es un fenómeno muy normal. También es responsabilidad de cada miembro de la raza humana. Es simplemente una especie de responsabilidad y obligación. Dios dotó a las personas de estos instintos cuando las creó. ¿A qué instintos me refiero aquí? Me refiero a la conciencia y razón del hombre” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Qué significa perseguir la verdad (7)). Mediante la lectura de las palabras de Dios, obtuve una nueva comprensión de la “amabilidad” en “devolver la amabilidad recibida”, que siempre me había encadenado. Cuando alguien pasa por momentos difíciles, echarle una mano para sacarle adelante y apoyarle en la medida de tus posibilidades es una responsabilidad social que todos deberíamos asumir, y en realidad no es amabilidad. Como cuando Fang Ling me ayudó a cuidar de mi marido paralítico y de los cultivos en mi peor momento, solo se trataba de relaciones humanas normales y apoyo recíproco entre personas. Por no mencionar que era la hermana de mi marido, así que, por supuesto, le tocaba ayudar en los momentos difíciles por los que pasara su hermano. No contaba como amabilidad. Cuando mi marido falleció y caí en la negatividad, Fang Ling comunicó conmigo y me apoyó, pero eso es lo que se espera de las hermanas, no se le puede llamar amabilidad. Si la familia de Fang Ling lo estuviera pasando mal, yo también la apoyaría. Si ella se volviera negativa y débil, yo le leería las palabras de Dios y la apoyaría. Es lo que la gente con humanidad normal debe hacer. Y sin embargo, consideraba amabilidad todo lo que hizo Fang Ling y siempre pensaba en cómo devolvérselo, como si nunca lo hubiera logrado sin su ayuda. En realidad, fue la guía y ayuda de las palabras de Dios lo que me trajo adonde estoy. Tras el fallecimiento de mi marido, al no entender la verdad, no sabía cómo debía proceder, y en mi momento más débil y negativo fue Dios quien instrumentó toda clase de cosas, personas y lugares para ayudarme. Fueron las palabras de Dios las que me esclarecieron y guiaron para salir de mis penurias, y me condujeron a donde estoy ahora. No me falta nada y vivo con la misma normalidad que cualquiera, comiendo y bebiendo las palabras de Dios y cumpliendo con mi deber; todo se debe al amor de Dios. Si realmente tuviera conciencia, debería retribuirle a Dios. En vez de eso, vivía según la idea equivocada de que de bien nacidos es ser agradecidos, valorando siempre mi relación y cariño hacia los demás, y sin olvidar nunca el más leve favor que alguien me hubiera hecho, todo ello mientras me resistía y rebelaba contra Dios, que me lo había dado todo, y sin dudar en vulnerar principios y perjudicar los intereses de la iglesia para devolver amabilidad. Eso sí que era ingratitud y falta de humanidad. Al darme cuenta de ello, me quedé más tranquila, y pensé en lo miserable que era por no entender la verdad.
Más tarde, vi este pasaje de las palabras de Dios: “Alguien te ayudó en el pasado, fue amable contigo en cierta forma y causó un impacto en tu vida o en algún evento importante, pero su humanidad y la senda por la que camina no coinciden con la tuya y con lo que tú buscas. No hablas una lengua común con esa persona, no te agrada y, tal vez, en cierto grado podrías decir que vuestros intereses y lo que buscáis difieren por completo. Vuestras sendas en la vida, las visiones del mundo y las perspectivas sobre la vida son diferentes, sois dos tipos de persona completamente diferentes. Así, ¿cómo debes abordar y responder a la ayuda que te concedió anteriormente? ¿Es realista que surja una situación como esta? (Sí). Entonces, ¿qué debes hacer? Ocuparse de una situación así también resulta fácil. Dado que ambos camináis por sendas diferentes, una vez que le entregas el reembolso material que te puedes permitir conforme a tus posibilidades, te das cuenta de que vuestras creencias divergen demasiado, no podéis caminar por la misma senda, ni siquiera podéis ser amigos y ya no podéis seguir interactuando. Si esto es así, ¿cómo debes proceder? Guarda las distancias. Puede que fuera amable contigo en el pasado, pero comete estafas y engaña para abrirse camino en la sociedad perpetrando todo tipo de actos infames. Es una persona que no te agrada, de modo que es totalmente razonable que mantengas las distancias con ella. Habrá quien diga: ‘¿Acaso no es una falta de conciencia actuar así?’. No lo es; si realmente se encontrara con alguna dificultad en su vida, todavía podrías prestarle ayuda, pero no puedes dejarte constreñir por ella ni acompañarla cuando comete actos malvados e inconcebibles. Tampoco es necesario que te esclavices por esa persona simplemente porque una vez te ayudó o te hizo un gran favor; esa no es tu obligación y ella no merece ese tipo de trato. Tienes derecho a elegir relacionarte, pasar tiempo e incluso hacerte amigo de las personas que te agradan y con las que te llevas bien, con las que son correctas. Puedes cumplir con tu responsabilidad y obligación hacia esa persona, es tu derecho. Por supuesto, también puedes negarte a entablar amistad y relacionarte con aquellas que no te agradan, y no es necesario que cumplas con ninguna obligación o responsabilidad hacia ellas, pues ese también es tu derecho. Incluso si decides abandonar a esa persona y te niegas a relacionarte o a cumplir cualquier responsabilidad u obligación hacia ella, eso no tendría nada de malo. Es necesario establecer ciertos límites en tu forma de comportarte y tratar a las distintas personas de maneras diferentes. La elección prudente es no asociarte con nadie malvado ni seguir su mal ejemplo. No te dejes influenciar por diversos factores como la gratitud, las emociones y la opinión pública; al no hacerlo adoptas una postura y tienes principios, y eso es lo que debes hacer” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Qué significa perseguir la verdad (7)). Las palabras de Dios enunciaban claramente los principios para manejar a las personas. Si alguien nos ha hecho un gran favor en el pasado, debemos tratarlo en función de la calidad de su humanidad y de la senda que camina. Si es una buena persona y camina por la senda correcta, podemos conversar con normalidad con ella y ayudarla lo mejor que podamos cuando lo necesite. Si quien nos ayudó no camina por la senda correcta y comete desmanes, debemos tener cuidado a la hora de relacionarnos con ella, y discernir la naturaleza de lo que dice y hace. Si es necesario, tal vez haya que abandonarla o distanciarse de ella, y darle solo ayuda material en la medida de nuestras posibilidades. Si cree en Dios, pero no busca la verdad, actúa por inercia en sus deberes, causa problemas e interrumpe el trabajo de la casa de Dios, debemos podarla y tratarla de acuerdo con los principios verdad. Si sigue sin arrepentirse, entonces debemos atenernos a los principios, advirtiendo a los que corresponda y expulsando a los que haga falta, de acuerdo con los principios. No debemos actuar de acuerdo con las leyes satánicas, asociarnos con el mal ni vulnerar los principios. Recordé que no había tratado a la gente según los principios, había actuado con ignorancia repetidamente, estaba encadenada a pensamientos tradicionales y sin darme cuenta me había convertido en lacaya de Satanás, interrumpiendo la vida de iglesia. Si no vivimos según la verdad en nuestra fe, podemos resistirnos a Dios y ofender Su carácter en cualquier momento. Fang Ling me sigue dando algo de apoyo material de vez en cuando, pero mediante las palabras de Dios he aprendido a cómo concebir ese apoyo. No lo veo como si ella me tratara bien o me brindara amabilidad, sino como una muestra del amor de Dios. Él la incitó a ayudarme, así que debo agradecérselo a Dios y cumplir con mi deber para retribuírselo.
En el pasado, siempre pensaba que debía devolver la amabilidad recibida y ser agradecido, que eso hacen las buenas personas. Según mi propia experiencia, sin embargo, he visto que Satanás usa esta idea tradicional de devolver la amabilidad para encadenar a las personas, limitar su pensamiento y hacer que confundan el bien con el mal, actúen sin principios y, sin quererlo, se conviertan en herramientas de Satanás. También aprendí que por muy buenas que puedan ser las cosas satánicas según las personas, no son la verdad. Solo las palabras de Dios son la verdad. Las palabras de Dios nos permiten discernir el bien del mal y vivir una humanidad normal. Solo cuando vivimos según la verdad y tratamos a las personas y las cosas conforme a los principios de las palabras de Dios, podemos actuar según Su voluntad y vivir con integridad y dignidad. ¡Toda mi gratitud a Dios por Su salvación!