74. Desenmascarada al ser puesta en evidencia
En diciembre de 2021, un día, otra hermana me contó que la hermana Ariadna, que había sido trasladada a otra iglesia desde la nuestra, decía que yo era descuidada en mi deber y que no abordaba lo bastante rápido los problemas que surgían en mi trabajo evangelizador, lo que reducía la eficacia y eficiencia del equipo. Dijo que me comportaba como una falsa líder. Esa hermana me recordó que debía hacer introspección. Me enojé y pensé: “Últimamente no hago un seguimiento detallado, pero hay un buen motivo. Si tienes algo que decir, dímelo en la cara. Al decirlo a mis espaldas, ¿no estás intentando provocar problemas? ¿Qué opinarán de mí los hermanos y las hermanas? Ya que hablaste de mí de ese modo, no te perdonaré fácilmente. Yo también delataré tus fallos, para que los demás sepan que el problema no es mío, sino tuyo”. Así pues, le respondí a esa hermana: “Ariadna siempre me ha despreciado y criticado. Todos saben que no es buena persona. Nunca trabajaba bien con nadie, sino que era muy criticona. Ahora me ataca a mí, pero nunca le hice nada. Puede ser porque la trasladé a otra iglesia, con lo que perdió el cargo de líder de equipo y quiere vengarse de mí por eso”. Incluso tras decir eso, todavía me parecía que lo que había hecho Ariadna era sumamente vergonzante para mí. Me dejó en evidencia ante toda esa gente. Si todos la creían, ¿qué opinarían de mí? ¿Creerían que yo era una falsa líder? Y si me denunciaban a los líderes superiores, quizá perdía mi puesto. Cada vez me preocupaba más aquello y empecé a odiar a Ariadna. ¿No me estaba señalando claramente? Para mí, “amor con amor se paga”, así que, mientras yo fuera líder, no se la promovería. Expondría toda su conducta, me aseguraría de que todos supieran discernir y la sacaría de la iglesia si me enteraba de que juzgaba a la gente a sus espaldas. No estaba cómoda al pensar de esta manera, y me preguntaba si ese trato era acorde con la voluntad de Dios. Dios había dejado suceder esto y yo no buscaba la verdad ni hacía introspección, sino que había puesto la mirada directamente sobre ella y quería contraatacarla con sus fallos, para exponerla e incluso vengarme. Sabía que eso no era aceptar la verdad.
Esa noche reflexioné al respecto. Por dentro, seguía sin poder aceptar lo que Ariadna decía de mí, pero, pensándolo bien, ¿era yo una líder buena y competente? Un líder debe captar cada aspecto del trabajo y resolver los problemas en cuanto se descubren. Yo dirigía la labor evangelizadora por lo que, cuando ese equipo se topaba con algún problema, yo debía ayudar y orientar al instante de forma práctica, pero no lo hacía mucho. ¿No es un falso líder alguien que no hace un trabajo práctico? Ariadna no se equivocaba. No era malvada. Tenía dones y puntos fuertes y lograba resultados en el deber. Si no le dejaba cumplir a Ariadna con un deber o incluso la expulsaba por un rencor personal, no solo le haría daño a ella, sino que perturbaría la labor de la iglesia. No podía hacer algo que disgustara a Dios. Cuando lo pensé, deseché un poco mis prejuicios hacia ella. También reflexioné sobre qué trabajo práctico no estaba haciendo yo. Sabía que tenía que ponerme a hacer cambios en las áreas que ella había señalado y comunicarme con los hermanos y las hermanas sobre sus dificultades. Me sentí mejor después de hacerlo.
Entonces pensé que ya había pasado todo, pero un par de días más tarde me enteré de que Ariadna comentó indicios de que yo era una falsa líder en una reunión de más de 40 personas. Al oír esto, afloró toda mi ira y pensé que, al desenmascararme ante tanta gente, Ariadna realmente había ensuciado mi nombre. ¿Cómo podría yo llevar la cabeza alta si ella seguía con eso? Podrían llegar a destituirme por ser una falsa líder. ¡Quería darle una lección para que no me creyera una corderita dócil! Si ella quería dejarme en evidencia ante todos y dañar mi reputación, yo podía averiguar qué hacía mal ella, recabar pruebas y buscar la ocasión de echarla. Los siguientes días estaba constantemente en ascuas, pensando en cómo recuperar mi orgullo y dignidad, en cómo vengarme de ella. Le conté a la líder de su nueva iglesia que ella no tenía una buena humanidad y que siempre criticaba a los líderes y obreros, así que debería vigilarla y no tardar en destituirla si hacía de las suyas. Tras decir todo aquello, sí sentí cierta culpa e inquietud. Pensé: “¿Qué estoy haciendo? ¿Esto no es la ley del talión, no es atacar y marginar al prójimo? ¿Qué lección quiere Dios que aprenda de esto?”. Entonces, por fin me presenté ante Dios a orar y buscar.
Buscando, recordé las palabras de Dios que delatan a los anticristos, quienes marginan a aquellos de quienes discrepan. Dios Todopoderoso dice: “¿Cuál es el objetivo principal de un anticristo al atacar y excluir a un disidente? Buscan crear una situación en la iglesia donde no haya voces contrarias a las de ellos, en la que su poder, su estatus como líder y sus palabras sean absolutos. Todo el mundo debe hacerles caso, e incluso si tienen una discrepancia de opinión, no deben expresarla, sino dejarla enconarse en su corazón. Cualquiera que se atreva a disentir abiertamente de ellos se convierte en un enemigo del anticristo, y buscarán cualquier forma de ponerles las cosas difíciles, y estarán impacientes por hacerlos desaparecer. Esta es una de las formas en que los anticristos atacan y excluyen al disidente para afianzar su estatus y proteger su poder. Piensan: ‘Está bien que tengas opiniones diferentes, pero no puedes ir por ahí hablando sobre ellas como te dé la gana, y mucho menos poner en peligro mi poder y estatus. Si tienes algo que decir, puedes decírmelo en privado. Si lo dices delante de todos y me haces quedar mal, estás pidiendo que te desprecien, ¡y tendré que ocuparme de ti!’. ¿Qué clase de carácter es ese? Los anticristos no permiten que otros hablen libremente. Si tienen una opinión, ya sea sobre el anticristo o sobre cualquier otra cosa, deben guardársela para sí. Deben tener en cuenta la imagen del anticristo. Si no, este los catalogará de enemigos y los atacará y excluirá. ¿Qué clase de naturaleza es esta? Es la de un anticristo. ¿Y por qué hacen esto? No permiten que en la iglesia haya voces alternativas, no permiten que haya disidentes en ella, no permiten que los escogidos de Dios comuniquen abiertamente la verdad e identifiquen a la gente. Lo que más temen es ser expuestos e identificados por los demás; tratan constantemente de consolidar su poder y el estatus que tienen en el corazón de la gente, que según ellos nunca debe tambalearse. Nunca podrían tolerar nada que amenace o afecte a su orgullo, reputación o estatus y valor como líder. ¿Acaso no es eso una manifestación de la naturaleza despiadada de los anticristos? No contentos con el poder que ya poseen, lo consolidan y aseguran y buscan el dominio eterno. No solo quieren controlar el comportamiento de los demás, sino también sus corazones. El modus operandi de los anticristos consiste enteramente en proteger su poder y su estatus, es por completo el resultado de su deseo de aferrarse al poder. […] Esto es especialmente cierto en presencia de un disidente, si el anticristo oye que el disidente ha dicho algo sobre él o lo ha criticado por detrás. En ese caso, resolverá el asunto en poco tiempo, aunque signifique perder una noche de sueño y no comer un día entero. ¿Cómo les es posible ejercer tal esfuerzo? Es porque sienten que su estatus está en peligro, que ha sido desafiado. Les parece que si no toman esa medida, su poder y su estatus estarán en peligro; que una vez que se expongan sus malas acciones y su conducta escandalosa, no solo serán incapaces de mantener su estatus y su poder, sino que también serán desplazados o expulsados de la iglesia. Por eso están sumamente impacientes por pensar en formas de ocultar el asunto y de disipar todos los peligros ocultos. Esta es la única manera en que pueden mantener su estatus. Para los anticristos, el estatus es el aliento de la vida. En cuanto se enteran de que alguien va a exponerlos o denunciarlos, el terror se apodera de ellos, temiendo que el día de mañana pierdan su estatus y no vuelvan a disfrutar de la sensación de privilegio que el estatus les ha proporcionado, ni de todo lo que conlleva. Temen que ya nadie les defiera ni les siga, que nadie se congracie con ellos ni cumpla sus órdenes. Pero lo más intolerable para ellos no es solo perder su estatus y su poder, sino incluso ser desplazados o expulsados. Si eso ocurriera, todas las ventajas y la sensación de privilegio que el estatus y el poder les han dado, así como la esperanza de obtener todas las bendiciones y recompensas por creer en Dios, desaparecerían en un instante. Esta perspectiva es lo que más les cuesta soportar” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 2: Atacan y excluyen a los disidentes). “Para un anticristo, el disidente es una amenaza a su estatus y poder. Sea quien sea el que amenace su estatus y poder, no importa, los anticristos harán todo lo posible para ‘encargarse’ de ellos. Si de verdad no pueden someter o incorporar a tales personas a sus huestes, entonces las harán caer y las purgarán. Al final, los anticristos alcanzarán su objetivo de tener el poder absoluto y ser una ley en sí mismos. Esta es una de las técnicas que los anticristos utilizan habitualmente para mantener su estatus y poder: Atacan y excluyen a los disidentes” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 2: Atacan y excluyen a los disidentes). Las palabras de Dios eran muy incisivas y me dejaron asustada. No me había percatado de que podía atacar y marginar a alguien por mi reputación y estatus, y cometía la maldad de un anticristo. Al saber que Ariadna les había dicho a otras personas que no hacía un trabajo práctico, no pensé si era cierto o no, sino que pensé que ella me estaba atacando y juzgando a mis espaldas. Como eso hirió mi orgullo, ella empezó a caerme mal, y comencé a tenerle tanto rencor como para querer atacarla. Luego, cuando supe que me había dejado en evidencia en aquella reunión más grande, la odié todavía más. Quería recuperar mi orgullo y mi posición, así que di mucha importancia a sus transgresiones previas para que los demás creyeran que no tenía una buena humanidad y la rechazaran. Incluso alenté a su líder actual a controlar su comportamiento, con la esperanza de tener la oportunidad de hacer que la echaran. Sabía que tenía dones y puntos fuertes y que lo hacía bien en el deber, que debía continuar cumpliendo con un deber en la iglesia. También sabía que Ariadna estaba revelando problemas reales míos, pero eso afectaba a mi reputación y estatus, así que empecé a considerarla una disidente, una enemiga y una amenaza a mi poder y mi posición. Quería atacarla, vengarme. ¡Realmente yo tenía una naturaleza ruin! Después pensé en los anticristos expulsados de la iglesia. En cuanto alguien amenazaba su estatus, lo atacaban porque querían convertir la iglesia en su reino, dominarlo todo. Acabaron expulsados por cometer demasiadas maldades. Mi conducta no era distinta de la de aquellos anticristos.
Seguí haciendo introspección acerca de por qué llevaba muchos años siendo creyente, pero no podía evitar tomar la senda de un anticristo y cometer semejantes maldades. Luego, en una reunión leímos “Los que obedecen a Dios con un corazón sincero, con seguridad serán ganados por Él”. Había un pasaje que iba directo al meollo para mí. Dios Todopoderoso dice: “Como crees en Dios, debes poner tu fe en todas Sus palabras y en toda Su obra. Es decir, como crees en Dios, debes obedecerle. Si no puedes hacerlo, entonces no importa si crees en Dios o no. Si has creído en Él muchos años, pero nunca le has obedecido y no aceptas todas Sus palabras, y, en cambio, le pides que se someta a ti y actúe según tus propias nociones, entonces eres el más rebelde de todos; eres un no creyente. ¿Cómo podría una persona así obedecer la obra y las palabras de Dios, que no se ajustan a las nociones del hombre? Los más rebeldes de todos son los que intencionalmente desafían a Dios y se le resisten. Ellos son Sus enemigos y los anticristos. Su actitud siempre es de hostilidad hacia la nueva obra de Dios; nunca tienen la mínima tendencia a someterse y jamás se han sometido o humillado de buen grado. Se exaltan a sí mismos ante los demás y nunca se someten a nadie. Delante de Dios, consideran que son los mejores para predicar la palabra y los más hábiles para obrar en los demás. Nunca desechan los ‘tesoros’ que poseen, sino que los tratan como herencias familiares a las que adorar y las usan para predicar a los demás y sermonear a los necios que los idolatran. De hecho, hay una cierta cantidad de personas de este tipo en la iglesia. Se podría decir que son ‘héroes indómitos’, que, generación tras generación, residen temporalmente en la casa de Dios. Consideran que predicar la palabra (doctrina) es su tarea suprema. Año tras año y generación tras generación, se dedican vehementemente a hacer que su deber ‘sagrado e inquebrantable’ se cumpla. Nadie se atreve a tocarlos; ni una sola persona se atreve a reprenderlos abiertamente. Se convierten en ‘reyes’ en la casa de Dios y causan estragos mientras oprimen a los demás, era tras era. Este grupo de demonios busca unirse y derribar Mi obra; ¿cómo puedo permitir que estos demonios vivientes existan delante de Mis ojos? Ni siquiera quienes obedecen a medias pueden seguir hasta el final, ¡cuánto menos estos tiranos que no tienen ni una pizca de obediencia en su corazón! El hombre no obtiene fácilmente la obra de Dios. Aun si usaran toda su fuerza, las personas solo podrán obtener una porción, lo que, al final, les permitirá ser perfeccionados. ¿Qué sucede, entonces, con los hijos del arcángel que buscan destruir la obra de Dios? ¿No tienen acaso menos esperanza de ser ganados por Dios?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios). Las palabras de Dios me atravesaron el corazón y percibí Su carácter justo y majestuoso. Lo que me asustó aun más fueron estas palabras: “Nunca se someten a nadie”, “Nadie se atreve a tocarlos” y “Se convierten en ‘reyes’ en la casa de Dios y causan estragos mientras oprimen a los demás, era tras era. Este grupo de demonios busca unirse y derribar Mi obra; ¿cómo puedo permitir que estos demonios vivientes existan delante de Mis ojos?”. Cuando me enteré de que Ariadna me había delatado como falsa líder, respondí con enemistad, malestar, rencor y resistencia. La ataqué vilmente con enojo. No aceptaba la verdad ni como líder de la iglesia y carecía de todo sometimiento. Cuando alguien reveló mis problemas, cuando hirió mi orgullo y amenazó mi posición, quise oprimirla y vengarme de ella por todos los medios, incluido el de intentar quitarle el derecho a cumplir con un deber y sacarla de la iglesia. Tenía esta mentalidad maliciosa y no descansaría hasta hundirla del todo. Me había convertido en una “soberana” de la iglesia a la que nadie se atrevía a tocar. ¿En qué difiere eso de los demonios del PCCh, esos dictadores? Su lema es: “Que los que se sometan a mí prosperen y los que se resistan a mí perezcan”. Para mantener su dominio y consolidar su poder, el PCCh oprime, desarraiga y elimina por completo a todo aquel que discrepe u ose delatar sus maldades. Eso es lo que hizo en las manifestaciones de la plaza Tiananmén, lo que hace con las minorías étnicas y, peor aún, con los creyentes, a quienes nos detiene, oprime y persigue. ¡Se han perdido muchísimas vidas inocentes a manos suyas! Desde pequeña me habían educado e influenciado esos demonios comunistas. Muchos venenos satánicos se habían arraigado profundamente en mi interior, como “yo soy el único soberano”, “que los que se sometan a mí prosperen y los que se resistan a mí perezcan”, “si eres cruel, no me culpes por ser injusto” y “toma una dosis de tu propia medicina”. Estos venenos satánicos se habían convertido en mis reglas de supervivencia, lo que me había vuelto más arrogante y ruin. Al vivir de acuerdo con estas cosas, era capaz de hacer el mal, oprimir y herir al prójimo. También pensé en todas las verdades enseñadas por Dios sobre cómo discernir a los falsos líderes y anticristos. Hoy día, todo el mundo está aprendiendo la verdad y despertando, así que algunas personas delatan y denuncian a los falsos líderes. Esto es practicar la verdad y proteger la obra de la iglesia, algo positivo. Sin importar qué clase de persona sea la que me deje en evidencia, si me ataca o no, si me lo dice a la cara o no, mientras diga la verdad, yo he de aceptarla de parte de Dios, admitirla debidamente, someterme y aprender una lección. Eso es aceptar la verdad y someterse a Dios. Sin embargo, yo no solo me negué a someterme, sino que ataqué a la que me desenmascaró. No era una disputa personal, sino que rechazaba la verdad y me oponía a Dios. Al percatarme, me detesté y sentí cierto temor. Enseguida me presenté ante Dios a orar: “Dios mío, me equivoqué. Cuando Ariadna me dejó en evidencia, no hice introspección ni aprendí ninguna lección, sino que fui tras ella. Veo que, efectivamente, tengo una naturaleza maliciosa. Dios mío, deseo arrepentirme ante Ti”.
Hice introspección a la luz de lo que había dicho Ariadna de mis problemas y empecé a hacer seguimiento de los pormenores de la obra. Descubrí que en realidad había muchos problemas, como que algunos hermanos y hermanas nuevos en la labor de predicación del evangelio no conocían las verdades de las visiones, por lo que no sabían corregir las nociones y dificultades de aquellos a quienes predicaban. Algunos no entendían los principios de la difusión del evangelio, así que convertían a gente inadecuada. Algunos nuevos creyentes no comprendían en lo más mínimo la verdad ni tras algún tiempo recibiendo riego, y otros no tenían interés por la verdad y abandonaron. Se desperdiciaron un montón de recursos. Planteé en una reunión los problemas que había detectado y enseñé los principios para poner las cosas en orden. Los hermanos y las hermanas empezaron a pensar en dotarse de las verdades de las visiones, y cuando no entendían o no sabían enseñar algo de forma clara, lo hablábamos juntos. Pronto tuvieron más claras las verdades de las visiones y el equipo funcionó mejor. Comprendí que Dios permitió que Ariadna me desenmascarara como falsa líder y señalara que no hacía un trabajo práctico para que hiciera introspección y cumpliera bien con el trabajo. Me estaba protegiendo.
Recordé después otro pasaje de las palabras de Dios: “Dios obra en cada persona y, sin importar cuál sea Su método, qué clase de personas, asuntos y cosas usa a Su servicio o el tipo de tono que tengan Sus palabras, Él solo tiene una meta final: salvarte. ¿Y cómo te salva Dios? Él te cambia. Entonces, ¿cómo podrías no sufrir un poco? Tendrás que sufrir. Este sufrimiento puede implicar muchas cosas. En primer lugar, la gente debe sufrir cuando acepta el juicio y el castigo de las palabras de Dios. Cuando las palabras de Dios son demasiado severas y explícitas y la gente malinterpreta a Dios —e incluso tiene nociones—, eso también puede ser doloroso. A veces, Dios crea un entorno alrededor de las personas para exponer su corrupción, para hacerlas reflexionar y conocerse a sí mismas, y entonces también sufrirán un poco. A veces, cuando se las poda directamente, se las trata y se las expone, las personas tienen que sufrir. Es como si se estuvieran sometiendo a una operación. Si no hay sufrimiento, no se produce ningún efecto. Si cada vez que eres podado y tratado y cada vez que un entorno te deja al descubierto, eso despierta tus emociones y te alienta, entonces, mediante este proceso entrarás en la realidad verdad y tendrás estatura. […] Si Dios dispone ciertos ambientes, personas, asuntos y cosas para ti; si Él te poda y te trata y aprendes lecciones de esto; si has aprendido a venir ante Dios y buscar la verdad y, sin que te des cuenta, eres esclarecido e iluminado y alcanzas la verdad; si has experimentado un cambio en estos ambientes, cosechado recompensas y progresado, y si comienzas a tener un poco de comprensión de la voluntad de Dios y dejas de quejarte, entonces todo esto significará que has permanecido firme en medio de las pruebas de estos ambientes y soportado la prueba. Como resultado, habrás superado este calvario. ¿Cómo considerará Dios a aquellos que resisten la prueba? Él dirá que tienen un corazón sincero, y que pueden soportar este tipo de sufrimiento, y que, en el fondo, aman la verdad y desean obtenerla. Si Dios te evalúa de esta manera, ¿acaso no eres alguien con estatura? ¿No tienes entonces vida? Y ¿cómo se logra esta vida? ¿Te la concede Dios? Dios te sustenta de varias maneras y utiliza a varias personas, cosas y objetos para formarte. Es como si Dios te estuviera dando personalmente comida y bebida, entregándote en persona varios tipos de alimentos para que comas hasta hartarte y lo disfrutes; solo entonces puedes crecer y permanecer fuerte. Así es como debes experimentar y comprender estas cosas; así te sometes a todo lo que viene de Dios” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Para ganar la verdad, uno debe aprender de las personas, los asuntos y las cosas cercanas).
Con todo esto, me di cuenta de que Dios había permitido a Ariadna que revelara mis problemas en el deber. No me resultó fácil de aceptar, pero fue muy provechoso para mi entrada en la vida. Ese trato me ayudó a detectar en mí todas las características de un falso líder y me motivó a buscar la verdad y a transformarme. Además, descubrí mi naturaleza arrogante y maliciosa, que era capaz de oprimir y marginar a alguien por preservar mi reputación y estatus. Esto me permitió ver con claridad la verdad de mi corrupción. Me detesté de todo corazón y fui capaz de buscar la verdad y desechar la corrupción. Fue la gracia especial, el amor y la salvación de Dios para conmigo. ¡Le estoy muy agradecida a Dios!