75. Lo que aprendí de la expulsión de una malhechora
En marzo de 2021, servía como líder de una iglesia. Cuando me reuní con la supervisora de riego para controlar el trabajo, descubrí que unos líderes de grupo eran mandones con los hermanos y hermanas y los apremiaban en el deber, mientras ellos estaban de brazos cruzados y no regaban a los nuevos fieles. No intentaban entender las dificultades reales que los hermanos y hermanas enfrentaban en el deber, por lo que solo guiaban la labor mediante unos discursos vacíos y haciendo cumplir las reglas, en lugar de compartir una senda práctica. La supervisora y yo les enseñamos que liderar un grupo no era solo decirle a la gente lo que tenía que hacer, sino también proveer riego práctico a los nuevos fieles, para poder descubrir los problemas y las dificultades existentes en su trabajo. No obstante, varios días después de la comunión, aún no habían tomado ninguna medida real. Lo investigué y descubrí que una líder de equipo, Kinsley, estaba perturbando y obstaculizando las cosas. Ella misma no practicaba, pero igualmente incitaba a los otros líderes de equipo diciéndoles: “La líder de la iglesia y la supervisora nos hacen regar a los nuevos fieles. Esto me deja sin tiempo para seguir el trabajo del equipo; ¿significa eso que ya no es necesario que lo hagamos? Si es así, ¿cuál es la función del líder de equipo?”. Y continuó: “¿Saben que esta supervisora es una aficionada? ¿Cómo puede hacer correctamente el trabajo una aficionada que enseña a profesionales?”. Cuando la supervisora inspeccionó el trabajo de los líderes de equipo y encontró problemas, habló más severamente, y entonces Kinsley juzgó que la supervisora los estaba retando con altivez, e incluso difundió esta idea entre los hermanos y hermanas. Sin comprender nada, asimismo juzgó que los líderes superiores habían seleccionado a alguien sin ajustarse a los principios. Pero, en realidad, la supervisora había sido ascendida y promovida según los principios. Si bien no tenía mucha experiencia de riego a nuevos fieles, sí tenía aptitud y capacidad y soportaba una carga en el deber, y podía ser promovida. Asimismo, sabía detectar problemas y guiar la labor, y tras cierto tiempo regando a los nuevos fieles había progresado un poco. Sin embargo, Kinsley, con la excusa de que “los aficionados no les pueden enseñar a los profesionales”, atacaba a la supervisora e insistía en que no era adecuada para el puesto. También difundía rumores de que los líderes superiores habían nombrado sin principios a la gente, con lo que los hermanos y hermanas tenían opiniones sesgadas contra los líderes y la supervisora y se negaban a realizar el trabajo. Esto perturbó el deber de esos líderes y obreros y el trabajo de la iglesia. Además, en las reuniones, Kinsley utilizaba la comunión, según el entendimiento que tenía de sí misma, para denigrar falsamente y atacar a los líderes y a la supervisora. Por ejemplo, dijo que había hecho sugerencias a los líderes superiores y a la supervisora, pero que estos no entendían el trabajo y no aceptaron sus sugerencias. Kinsley dijo que no quiso insistir, pero que al final descubrió que su consejo era correcto. De hecho, lo que ella dijo no se ajustaba para nada a la verdad. Habló de forma difusa adrede para que pareciera que los líderes no entendían el trabajo y que estaban frenándola, negándose a aceptar sus consejos, y que la estaban reprimiendo por defender los intereses de la iglesia, de modo que todos se compadecieran de ella y le dieran la razón.
Kinsley siempre denigraba y juzgaba a los líderes y obreros, cosa que los hermanos y hermanos le habían advertido y de lo que le habían hablado muchas veces, pero no se había arrepentido para nada de ello. No se trata de exhibir algo de corrupción momentánea, sino de un problema de su esencia naturaleza. Recordé las palabras de Dios acerca de denunciar a alguien así. Dios dice: “La cuestión de competir por el estatus es un tema que surge a menudo en la vida de iglesia y es algo que no es poco común ver. ¿Qué estados, conductas y manifestaciones pertenecen a la práctica de competir por el estatus? ¿Qué manifestaciones de competir por el estatus se puede decir que forman parte del tema de la interrupción y perturbación de la obra de Dios y el orden normal de las iglesias? Da igual qué artículo o categoría comuniquemos, debe referirse a lo que se dice en el artículo doce, sobre ‘las diversas personas, los acontecimientos y las cosas que interrumpen y perturban la obra de Dios y el orden normal de las iglesias’. Debe alcanzar el punto de tratarse de interrupción y perturbación, y debe ser de esta naturaleza para que merezca la pena comunicarlo y analizarlo. ¿Qué manifestaciones de competir por el estatus se asocian con la naturaleza de interrumpir y perturbar la obra de la casa de Dios? La más común es competir con los líderes de la iglesia por su estatus, que se manifiesta principalmente al aprovecharse de los fallos y errores de los líderes para denigrarlos y condenarlos, y poner en evidencia a propósito sus revelaciones de corrupción y los fallos y defectos en su humanidad y calibre, en especial en lo que se refiere a desviaciones y errores que han cometido en su obra o al lidiar con las personas. Esta es la manifestación más común y flagrante de competir con los líderes de la iglesia por estatus. Además, con independencia de lo bien que realicen su trabajo los líderes de la iglesia, no les importa si actúan o no según los principios o si hay problemas o no con su humanidad. Simplemente no les obedecen. ¿Por qué no? Porque ellos también quieren ser líderes de la iglesia, se trata de su ambición, su deseo y por eso se niegan a obedecer. Da igual cómo trabaje o maneje los problemas el líder de la iglesia, siempre se aprovechan de sus fallos, lo juzgan y condenan, e incluso llegan al extremo de inflar las cosas de manera desproporcionada, distorsionar los hechos y hacer montañas de granos de arena. No usan los estándares que requiere la casa de Dios de los líderes y obreros para medir si lo que hace este líder concuerda con los principios, si es alguien correcto, si es alguien que busca la verdad, si tiene conciencia y razón. No emiten juicios según estos principios. En cambio, tal como corresponde a sus propias intenciones y objetivos, son siempre puntillosos e hilan demasiado fino, buscan cosas que echar en cara a los líderes u obreros, difunden información a sus espaldas sobre aquello que hacen que no se ajusta a la verdad, o sacan a relucir sus defectos. Pueden decir, por ejemplo, que ‘tal líder cometió una vez este error y fue tratado por lo Alto, cosa que ninguno sabéis; así de bien se le da aparentar’. Ignoran y pasan por alto si este líder u obrero está siendo entrenado por la casa de Dios, si está cualificado, sino que sencillamente los juzgan, retuercen los hechos, y maquinan en su contra a sus espaldas. ¿Y con qué fin hacen tales cosas? Para competir por el estatus, ¿verdad? Todo lo que dicen y hacen tiene un objetivo. No piensan en la obra de la iglesia, y su evaluación de los líderes y obreros no se basa en las palabras de Dios ni en la verdad, menos aún en los arreglos de trabajo de la casa de Dios o en los principios que Dios requiere del hombre, sino en sus propias intenciones y objetivos” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (14)). Con las palabras de Dios aprendí que si alguien no se fija en si los líderes y obreros son gente correcta, si se ajustan a los principios de la casa de Dios para la promoción de personas, y en cambio los critica e intenta de culparlos de algo, e intencionalmente los juzga y denigra a sus espaldas con el fin de incitar a los hermanos y hermanas a que los ataquen y condenen, entonces está perturbando el trabajo de la iglesia. Hay que denunciar y refrenar a esta persona y, en casos graves, echarla de la iglesia. Respecto de la conducta de Kinsley, no se fijaba en si la supervisora conseguía resultados en el deber o no, en si su trabajo beneficiaba la obra de la iglesia ni en si valía la pena promoverla. Kinsley solo se aferraba al hecho de que las capacidades de la supervisora eran inferiores a las suyas y, basado en ello, difundía la idea de que los aficionados no podían guiar a los profesionales. Ella juzgaba y atacaba, sembraba la discordia y permitió que los hermanos y hermanas empezaran a tener prejuicios contra los líderes y obreros, y que se negaran a llevar a cabo la labor que habíamos dispuesto. Esto dificultó el progreso de nuestra labor de riego. No era que Kinsley exhibiera una corrupción momentánea; era su conducta sistemática. Ya había perturbado gravemente la vida de iglesia y no era apta para cumplir su deber. Debía destituirla de inmediato según los principios. Si a esa altura aún no se arrepentía, debía ser apartada de la iglesia. Sin embargo, mientras pensaba si destituir a Kinsley, dudé pensando que hacía un tiempo que ella era líder de equipo y fingía bien. Los hermanos y hermanas no tenían mucho discernimiento acerca de ella y algunos la admiraban. Creían que tenía una carga en el deber, que era amorosa y tenía sentido de la justicia. Si la destituía nada más incorporarme a la iglesia, ¿pensarían los hermanos y hermanas que era despiadada y cruel, que era dura? ¿Darían su visto bueno a mi liderazgo después de eso? Además, la humanidad de Kinsley era realmente malvada, y tenía muchos métodos para echar leña al fuego y sembrar la discordia por detrás. Si la ofendía y ella me culpaba y juzgaba en medio de los hermanos y hermanas, lo que encresparía mi relación con ellos, se me pondría mucho más difícil hacer mi trabajo. Supuse que no debía precipitarme a destituirla, sino que antes debía podarla, tratar con ella y exponer y analizar la esencia y las consecuencias de sus actos. Si ella lo admitía y cambiaba, aún tendría una oportunidad. Si no lo hacía y seguía juzgando a los líderes y obreros, no sería demasiado tarde para reemplazarla.
Más adelante, la líder superior, Julieta, y yo buscamos a Kinsley y a otros líderes de equipo y les enseñamos los principios de selección de personas de la casa de Dios, así como los antecedentes del ascenso de la supervisora. Respecto de su conducta durante este tiempo, expuse y analicé que sus actos suponían, en esencia, formar un bando, juzgar y atacar a los líderes y obreros y perturbar el trabajo de la iglesia. Si no cambiaban y continuaban difundiendo rumores y perturbando el trabajo, serían destituidos. Algunos líderes pudieron aceptarlo e hicieron introspección, y dijeron que querían cooperar con la supervisora y hacer juntos el trabajo. Kinsley fue la única en no pronunciarse claramente. Para mi sorpresa, días después, Kinsley le dijo a otra hermana que la supervisora era una aficionada que dirigía a profesionales, y que los líderes superiores tenían un problema con la selección de personas. Esa hermana no se dejó engañar, sino que le habló de algunos principios. Como la hermana no le seguía el juego, Kinsley se detuvo ahí. Después, envió un mensaje a otros líderes de equipo para persuadirlos y engañarlos diciendo: “Me puse a la defensiva tras la comunión de los líderes del otro día por miedo a ser apartada. ¿Sienten ustedes lo mismo? Ya no me atrevo a decir ni una palabra. Es como que ni siquiera podemos sugerir nada, no podemos opinar distinto, y si decimos lo que pensamos, nos destituirán y echarán de la iglesia. ¿Quién se atrevería a dar sugerencias de nuevo?”. Luego afirmó que el poco progreso del trabajo se relacionaba con que los líderes no nombraban a la gente según los principios. Además, acudió a un hermano responsable del trabajo, con el pretexto de buscar esos principios para difundir la idea de que la supervisora actual no era idónea. Ese hermano le enseñó a Kinsley los principios de selección de personas de la casa de Dios y la situación de la supervisora. Tras esa enseñanza, Kinsley dijo que lo entendía, que ya no tenía prejuicios contra la supervisora y que iba a trabajar en armonía con ella para cumplir con sus deberes. Sin embargo, más tarde, secretamente expresó su descontento hacia los líderes y obreros al sostener: “El hecho de que todos los hermanos y hermanas hablaran a favor de la supervisora seguro se debe a que la líder superior, Julieta, los ha obligado a estar de acuerdo. Julieta tiene poder y los demás le tienen miedo. Me preocupa que, si sigo denunciando el problema de la supervisora, esta pueda tratarme como a un anticristo”. Lo que realmente significaba eso era que Julieta estaba ocultando la verdad de los demás en la iglesia y que reprimía la denuncia de los problemas. Me impactó oír estas expresiones de parte de Kinsley. Jamás había pensado que fuera tan escurridiza y astuta. Muchísima gente le había enseñado los principios, pero se negaba a aceptarlos. No comprendía ni se arrepentía de su conducta al juzgar a los líderes y obreros, sino que redoblaba sus esfuerzos por engañar a la gente y atacar a aquellos. Instigaba la falta de armonía entre los hermanos y hermanas y perturbaba constantemente la labor de la iglesia. ¿No se comportaba como una esbirra de Satanás? Sentí mucho pesar. ¿Por qué no la había destituido al principio? ¿Por qué había dudado todos esos días, con lo que le di más oportunidades de engañar a la gente? Sabía que Kinsley siempre denigraba y juzgaba a los líderes y obreros y que perturbaba su deber, así que debí haberla destituido de inmediato. Sin embargo, tenía miedo a lo que los demás opinaran de mí, por lo que quería enseñarle la verdad y podarla y tratar con ella primero, y luego destituirla si seguía sin arrepentirse. Pensé que esto sería perfectamente justificable, y que los hermanos y hermanas se convencerían y no pensarían mal de mí. Por preservar mi reputación y estatus, no solo no mantuve a raya a Kinsley, sino que le di carta blanca para que continuara perturbando la labor de la iglesia. ¿Acaso no participé en su maldad? Me resultó durísimo recapacitar acerca de lo que había hecho. Sentía que no había cumplido con mis responsabilidades de líder ni había protegido la obra de la iglesia. Él aborrecía eso. Así pues, oré para pedirle a Dios que me guiara para recapacitar y conocerme a mí misma.
En mis devociones del día siguiente vi un pasaje de las palabras de Dios que revelan a los anticristos que me ayudó a comprenderme mejor. Las palabras de Dios dicen: “Los anticristos consideran muy seriamente la manera de tratar los principios verdad, las comisiones de Dios y la obra de la casa de Dios, o cómo ocuparse de las cosas a las que se enfrentan. No les importa cómo cumplir la voluntad de Dios, cómo evitar dañar los intereses de Su casa, cómo satisfacerlo o cómo beneficiar a los hermanos y a las hermanas; no son esas las cosas que les interesan. ¿Qué les importa a los anticristos? Si su propio estatus y su reputación van a verse afectados, y si su prestigio va a disminuir. Si hacer algo de acuerdo con los principios verdad beneficia a la obra de la iglesia y a los hermanos y las hermanas, pero provocara que su propia reputación se viera afectada y causara que mucha gente se diera cuenta de su verdadera estatura y supiera qué tipo de esencia naturaleza tienen, entonces no cabe duda de que no van a actuar de acuerdo con los principios verdad. Si hacer trabajo práctico hará que más personas piensen bien de ellos, los respeten y los admiren, les permitirá obtener incluso un mayor prestigio o que sus palabras tengan autoridad y causará que más personas se sometan a ellos, entonces elegirán hacerlo así. De lo contrario, nunca elegirán renunciar a sus propios intereses por consideración hacia los intereses de la casa de Dios o de los hermanos y las hermanas. Esta es la esencia naturaleza de los anticristos. ¿Acaso no es egoísta y vil?” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (III)). Dios revela que los anticristos valoran enormemente la reputación y el estatus y que todo lo hacen por eso. Solo hacen cosas que benefician a su reputación y estatus; si creen que sus intereses se verán perjudicados, hacen oídos sordos a los problemas. Prefieren el perjuicio a los intereses de la iglesia antes que no proteger los suyos. ¿No era mi conducta exactamente la misma que la de un anticristo? Bien sabía yo que limpiar por dentro la iglesia era lo que necesitaba la casa de Dios y Él ha dicho muchas veces que cuando alguien malvado perturbe la iglesia, los líderes y obreros deben despacharlo: denunciarlo, ponerle límites o apartarlo. La conducta de Kinsley ya era perturbadora para la labor de la iglesia, por lo que debería haberme ocupado de ella de inmediato. Sin embargo, me preocupaba que los hermanos y hermanas pensaran mal de mí y no me apoyaran como líder. Por preservar mi reputación y estatus, tan solo traté con ella y la dejé en evidencia. Sabía que no lo había admitido, pero no le puse límites ni la destituí, así que siguió sembrando la discordia y perturbando la labor de la iglesia. Estaba dispuesta a sacrificar los intereses de la iglesia por protegerme a mí misma. ¡Qué astuta, egoísta y despreciable era! No me había ocupado de Kinsley según los principios ni había guiado a los hermanos y hermanas para que comprendieran la verdad y cultivaran el discernimiento. Por ello, algunos se dejaron engañar por Kinsley y se pusieron de su parte, lo que perturbó y obstaculizó la labor de la iglesia. Me sentí muy culpable y me embargaba el pesar. No creía merecer en absoluto ser líder. Oré: “Oh, Dios mío, en la iglesia surgió una hacedora de maldad que perturba, pero protegí mi reputación y estatus en vez de la labor de la iglesia. ¡Qué egoísta soy! No quiero continuar viviendo de forma tan despreciable. Quiero arrepentirme sinceramente ante Ti”.
Luego consulté con otros hermanos y hermanas que conocían a Kinsley, a fin de saber más sobre su conducta en general. Al indagar al respecto, descubrí que algunos de ellos no tenían discernimiento sobre ella y creían que tenía sentido de la justicia y que podía proteger la labor de la iglesia. Algunos conocían lo errado de su conducta, pero pensaban que se trataba simplemente de que ella no entendía los principios verdad. Les enseñé sobre las verdades relativas a en qué consiste el sentido de la justicia, qué son la arrogancia y la santurronería y la diferencia entre una transgresión momentánea, por un lado, y la esencia naturaleza de alguien, por el otro. Eso los ayudó a adquirir más discernimiento sobre Kinsley y estaban dispuestos a ponerse firmes y denunciarla. Pero cuando consulté a Brandon para entender la conducta de Kinsley, aquel la defendió con vehemencia y me replicó: “¿Por qué quieren indagar sobre ella? Solo hizo algunas sugerencias. ¿Por qué la condenan? ¿Cómo es posible que ustedes, los líderes y obreros, repriman a quien tenga una idea y se lo hagan pasar mal? ¿Quién se atrevería a dar sugerencias? Su investigación hace que me dé miedo tener una opinión distinta alguna vez. Ustedes se parecen mucho a los anticristos, que no permiten voces dispares”. Me alarmó todo lo que dijo. Jamás había imaginado que reaccionaría tan enérgicamente y diría que éramos injustos con ella. Para empezar, hablé pacientemente con él, pero no escuchaba, y seguía creyendo en las palabras de Kinsley, pues creía que el problema radicaba en los líderes. Me dieron muchas ganas de rendirme. Sentía que mi entendimiento de la verdad era superficial y que me faltaba experiencia para lidiar con asuntos como estos. Si continuaba ocupándome de esto, tal vez los demás comenzarían a tener prejuicios contra mí. Luego me percaté de que de nuevo estaba empezando a pensar en mis intereses, así que oré en silencio a Dios y le pedí fe y fortaleza. Me acordé de este pasaje de Sus palabras: “No hagas siempre las cosas para tu propio beneficio y no consideres constantemente tus propios intereses; no consideres los intereses humanos ni tengas en cuenta tu propio orgullo, reputación y estatus. Primero debes considerar los intereses de la casa de Dios y hacer de ellos tu prioridad. Debes ser considerado con la voluntad de Dios y empezar por contemplar si ha habido impurezas en el cumplimiento de tu deber, si has sido devoto, has cumplido con tus responsabilidades y lo has dado todo, y si has estado pensando de todo corazón en tu deber y en la obra de la iglesia. Debes meditar sobre estas cosas. Si piensas en ellas con frecuencia y las comprendes, te será más fácil cumplir bien con el deber. Si tu calibre es bajo, si tu experiencia es superficial, o si no eres experto en tu ocupación profesional, puede haber algunos errores o deficiencias en tu obra y puede que no consigas buenos resultados, pero habrás hecho todo lo posible. No satisfaces tus propios deseos egoístas ni preferencias. Por el contrario, consideras de forma constante la obra de la iglesia y los intereses de la casa de Dios. Aunque puede que no logres buenos resultados con tu deber, se habrá enderezado tu corazón; si además puedes buscar la verdad para resolver los problemas en tu deber, entonces estarás a la altura en el cumplimiento de este y, al mismo tiempo, podrás entrar en la realidad verdad. Eso es lo que significa poseer testimonio” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). A partir de las palabras de Dios, entendí que no podemos pensar en nuestra reputación o ganancia personal en el deber. Debemos priorizar los intereses de la iglesia, aceptar Su escrutinio y consagrarnos de todo corazón. Ese es el único modo de que nuestro deber reciba la aprobación de Dios. No podía dejar de practicar la verdad por miedo a ofender a los demás o por temor a que comenzaran a tener prejuicios en mi contra. No me había ocupado nunca de un asunto semejante, pero, como mínimo, debía mantenerme fiel al deber y esmerarme en enseñar sobre el discernimiento a los hermanos y hermanas. Kinsley había engañado a Brandon y él hablaba en nombre de ella, pues ella había confundido diferentes conceptos y había convertido el juicio arbitrario y la difusión de falacias en “decir la verdad”. Había hecho pasar la exposición y refutación de sus falacias y el hecho de que evitaran que ella juzgara y condenara a la gente como “la prohibición de las sugerencias y las opiniones diferentes”. Estas falsedades aparentemente ciertas pueden ser muy engañosas. Kinsley había tergiversado los hechos, criticando a escondidas al sostener que los líderes seleccionaban sin principios a la gente. Los líderes y obreros y los hermanos y hermanas habían hablado con ella sobre los principios de selección de personas; ella no solo se negaba a aceptar eso, sino que continuó tergiversando los hechos diciendo que los líderes la reprimían, no le permitían formular sugerencias y prohibían las opiniones dispares. ¿Eso no es trastocar la realidad e incriminar a otros? Decía: “Tengo miedo de que me echen de la iglesia. ¿Y quién se atreverá a hacer una sugerencia nuevamente?”. Esas palabras parecían dichas de corazón, pero ocultaban sus siniestras intenciones, sus ataques y críticas. Quería confundir a los hermanos y hermanas y persuadirlos para que se pusieran de su lado en la confrontación con los líderes, y que se negaran a colaborar con el trabajo de los líderes y obreros. Perturbaba el trabajo de la iglesia. Brandon no tenía discernimiento y se dejó engañar por las palabras de Kinsley. Debí haberlo ayudado y apoyado con amor. Con las enseñanzas después adquirió discernimiento de ella. Comprendió que no había buscado la verdad y que le faltaba discernimiento, razón por la que había protegido a Kinsley, se había puesto de parte de una malhechora y la había defendido. También descubrió lo lamentable que era que no comprendiera la verdad y lo susceptible que era a la maldad. Me alegré mucho de este cambio en él.
Más adelante, unos colaboradores y yo nos reunimos con los hermanos y hermanas y les enseñamos a discernir a los malvados y analizamos toda la conducta de Kinsley. Todos adquirieron discernimiento de ella y votamos su expulsión de la iglesia casi por unanimidad. Durante la votación, notaron algo del conocimiento que habían adquirido. Dijeron cosas como: “Kinsley tenía tendencia a inventar mentiras y a dar vuelta la verdad, y con la excusa de proteger los intereses de la iglesia difundía sus prejuicios contra los líderes y obreros por todos lados. Esto convirtió el trabajo de la iglesia en un tremendo desastre. Sin importar cómo la denunciaran y la podaran y trataran con ella los líderes, no lo lamentaba ni se arrepentía en absoluto. Tiene una esencia malvada”. Para otros, “Kinsley parecía muy amable, pero sus palabras eran engañosas, siniestras y maliciosas. De no haber sido por esta enseñanza y este análisis, todavía me faltaría discernimiento acerca de ella. He visto que es fundamental comprender la verdad y tener discernimiento sobre los demás”. Algunos afirmaron que los había engañado anteriormente y que creían que protegía el trabajo de la iglesia, sin saber que hacía tanto mal en secreto. No tenían discernimiento sobre ella, por lo que estaban de su parte y decían cosas que no coincidían con la verdad. Necesitaban reflexionar y arrepentirse. También descubrieron que el carácter justo de Dios no tolera ofensa: los malhechores que perturban el trabajo de la iglesia serán revelados y descartados tarde o temprano. Escuchar lo que compartieron mis hermanos y hermanas me puso muy contenta.
Esta experiencia me enseñó que cuando un hacedor de maldad surge en la iglesia y altera y perturba la labor de la iglesia, si los líderes y obreros no practican la verdad y no se ocupan de él según los principios, sino que protegen sus intereses personales, eso es, básicamente, dejar que Satanás sabotee la labor de la iglesia, actuar como esbirro suyo, hacer el mal y oponerse a Dios. Apartar inmediatamente a los malhechores de la iglesia y guiar a los hermanos y hermanas a que aprendan la verdad y adquieran discernimiento es la única manera de poder proteger la iglesia y de cumplir con las responsabilidades de un líder u obrero.