76. Las lecciones que aprendí por ser destituido
En 2018 estaba a cargo del trabajo de video. A veces llegaban varias tareas de video al mismo tiempo y había que asignarlas a las personas correctas para su producción. Cada vez, yo pensaba rápidamente cómo asignar el trabajo, pero cuando les contaba mi plan al hermano y la hermana que eran mis compañeros, siempre le hacían agregados y mejoras. A veces, señalaban que yo no estaba pensando en forma exhaustiva, y me sentía un poco avergonzado cuando hacían muchas sugerencias. La forma en que señalaban mis problemas siempre me hacía sentir como si mis habilidades para el trabajo no fueran muy buenas. Me hacía preguntarme qué pensaban de mí cómo líder de equipo. Además, uno de mis dos compañeros tenía una habilidad sobresaliente para el trabajo. El otro tenía mucha experiencia profesional y hacía mucho que creía en Dios. Los dos consideraban los problemas exhaustivamente y no me daban la oportunidad de brillar. Pensaba que, con el tiempo, mis hermanos y hermanas tal vez sintieran que, además de hacer algunos videos, como líder de equipo, yo no era muy útil para el trabajo del grupo. Cuanto más pensaba así, peor me sentía, y empecé a preguntarme: “Si, de las cosas que mis compañeros no pueden encargarse, yo puedo hacer un poco más y mejor, ¿no podré destacar? En el grupo, mis habilidades profesionales son bastante buenas, y los hermanos y hermanas dicen que tengo buena entrada en la vida, así que, si dedico más tiempo a solucionar los estados de mis hermanos y hermanas y comparto más de mi conocimiento profesional, sin duda ellos me admirarán”. Así, sin importar si lo necesitaban o si tenían problemas, siempre iba a hablar con ellos sobre sus estados y compartía enseñanzas con ellos. También solía buscar información técnica y resumía técnicas profesionales para compartir con ellos. Incluso cuando esto demoraba mi trabajo de producción de videos, insistía en hacerlo. Sentía que valía la pena pagar este precio.
Como mis intenciones eran incorrectas, no podía captar trabajo esencial, la efectividad de mi labor cayó notablemente y no dejaban de acumularse problemas. Una vez, cometí un error básico que ni siquiera una novata habría cometido, lo que me hizo sentir muy avergonzado. Pensé: “Es irrisorio que, como líder de equipo, haya cometido un error tan básico. Si no hago algo para restaurar mi imagen, ¿cómo podré seguir como líder de equipo?”. Por eso, después, para evitar que me despreciaran, me tapaba de trabajo. No preguntaba nada sobre el progreso del trabajo en el grupo, y cada vez que recibía una tarea, rápidamente se la asignaba a los hermanos y hermanas y listo. Esto llevó a que en varias ocasiones retrasara asignar tareas porque no hacía seguimiento del trabajo a tiempo. Estaba sumamente insensible en esa época. Cuando pasaban estas cosas, no hacía introspección. Después, de acuerdo con las exigencias del trabajo, mis compañeros y yo capacitamos a varios miembros nuevos del equipo. Pensé que Lauren, a quien estaba capacitando, tenía una base más sólida que los demás, y que, si podía cultivarla rápidamente, podría demostrar que mi habilidad para cultivar gente era buena. Sin embargo, tras un período de contacto real con ella, descubrí que su aptitud era promedio y que su progreso era bastante lento. Después de eso, no era tan cuidadoso ni atento cuando le enseñaba. Cuando ella tenía preguntas, yo salía del paso con la respuesta. A veces, cuando ella no comprendía mis respuestas, explicarle parecía ser demasiado problema. En consecuencia, tras un tiempo, ella no progresaba y se le hizo más dificultoso cumplir con su deber. Después, mi compañera sugirió que ella le enseñara técnicas a Lauren junto conmigo, y yo pensé: “Ahora solo atacas mi imagen. En cualquier caso, soy líder de equipo. ¿Crees que necesito tu ayuda para enseñar a Lauren? Eso me haría ver completamente incapaz, ¿no?”. Pero me di cuenta de que mi entrenamiento no era efectivo, por lo que no podía negarme del todo. Solo podía acceder a regañadientes. Para recuperar algo de dignidad, quería hallar otras oportunidades de mostrarme. Una vez, otro grupo tenía algunas dificultades profesionales y me pidieron ayuda. Pensé: “Esta es una oportunidad inusual. Si puedo solucionar este problema correctamente, los hermanos y hermanas sin duda me admirarán, y es posible que mi buena reputación incluso llegue también a otros grupos”. Pero cuando analicé la situación, descubrí que llevaría mucho tiempo y esfuerzo lidiar con el problema. En ese momento, ya tenía muchos problemas con mi propio trabajo que necesitaban una solución urgente, y el problema del otro grupo no era urgente para nada. Pensé que tal vez debía dejar de lado su problema por el momento. Pero pensé que esta era una buena oportunidad para restaurar mi imagen, así que no podía dejarla pasar. Además, mis compañeros podían ocuparse del trabajo en nuestro grupo. Podían hacerlo sin mí esta vez. Al pensar en esto, seguí adelante con total confianza.
Pasaba todo mi tiempo pensando cómo hacer que los demás me admiraran, por lo que no estaba para nada atento al trabajo del grupo, lo que hizo que la producción de videos avanzara muy lentamente. Además, como no hacía un seguimiento inmediato del trabajo, había atraso de tareas y la efectividad del grupo decayó drásticamente. Era una de las supervisoras principales, pero no sabía cómo resolver estos problemas, y mi estado empeoró cada más. Aunque estaba ocupado todos los días, no producía resultados positivos. Mi líder trató conmigo después de enterarse de esta situación, dijo que yo me centraba la reputación y el estatus en mi deber y que no resolvía los problemas específicos en nuestro trabajo. Después de eso, aunque hice algunos cambios superficiales, nunca intenté conocerme sinceramente, y cuando pasaban cosas, seguía intentando primero proteger mi reputación y mi estatus. Más tarde trasladaron a Lauren a otro deber porque no podía producir videos por su cuenta. Antes de irse, comentó algunos de los problemas que había tenido en su momento en este deber. Mencionó que cuando yo le enseñaba habilidades profesionales, ella tenía muchas dificultades que no podía resolver, y que sus habilidades profesionales solo mejoraron cuando empezó a enseñarle otra hermana. Me enojé mucho al ver lo que había escrito. Pensé: “Si mi líder o mis compañeros leyeran lo que ella dijo, ¿qué pensarían? Seguro pensarán que no sé hacer nada”. A fin de proteger mi estatus y mi imagen, hablé con mi líder para informar sobre los problemas de Lauren, subestimando su aptitud deliberadamente, exagerando que salía del paso en sus deberes y que solía discutir, y me esforcé por remarcar las deficiencias en su humanidad. Me sorprendió que la líder dijera: “Si eso es cierto, tal vez no sea adecuado dejar que riegue a nuevos fieles”. Nunca imaginé que mis palabras pudieran llevar a tal consecuencia. Si Lauren no era capaz de regar a nuevos fieles por lo que yo había dicho, yo estaría haciendo el mal de veras. Quería explicárselo a mi líder, pero recordé que ya todos tenían una mala imagen de mí. Si era honesto sobre esto, además de parecer inútil en mi trabajo, los demás pensarían que tenía una mala humanidad. Por eso, le dije a la líder ambiguamente: “Deberías investigarlo”. Más adelante, tras investigar y verificar las cosas, la líder descubrió que los problemas de Lauren no eran tan graves como yo había dicho, y no la trasladó.
Como yo seguía, terco, buscando reputación y estatus, y como me negaba a cambiar, a tenor de las evaluaciones que mis hermanos y hermanas hicieron de mí, mi líder dijo que yo era irresponsable en mi deber, que no hacía trabajo práctico, que solo hacía las cosas para verme bien, y, por todo esto, me destituyó. Yo no lo entendía. Estaba todo el día muy ocupado con mi deber, y así resultaron las cosas. Si mis hermanos y hermanas descubrían la razón de mi destitución, sin dudas dirían que yo tenía mala humanidad y que no era alguien que busca la verdad. ¿Cómo podía enfrentar a todos en el futuro? Al pensar así, sentí una tristeza inexpresable, pero sabía que, pasara lo que pasara, antes que nada, debía obedecer. Había tomado esta senda y yo era el único culpable. Durante ese tiempo, quise reflexionar sobre mis problemas, por lo que oré a Dios y le pedí que me guiara para conocerme.
Después, leí algunas palabras de Dios y descubrí un pasaje que describía mi estado a la perfección. Dios Todopoderoso dice: “Los anticristos viven su día a día solo por la reputación y el estatus, solo para deleitarse con los elementos del estatus, eso es en lo único que piensan. Incluso cuando ocasionalmente sufren alguna dificultad menor o pagan algún precio trivial, lo hacen en aras de obtener estatus y reputación. Buscar el estatus, mantener el poder y tener una vida fácil son las cuestiones fundamentales que los anticristos maquinan una vez que creen en Dios, y no se dan por vencidos hasta que logran sus objetivos. Si sus malas acciones son expuestas, les entra el pánico, como si el cielo estuviera a punto de caer sobre ellos. No pueden comer ni dormir, y parecen estar en trance, como si sufrieran una depresión. Cuando la gente les pregunta qué les pasa, se inventan mentiras y dicen: ‘Ayer estuve tan ocupado que no dormí en toda la noche, así que estoy muy cansado’. Pero en realidad, nada de esto es cierto, es todo un engaño. Se sienten así porque reflexionan constantemente: ‘Lo malo que hice ha quedado al descubierto, así que ¿cómo voy a recuperar mi reputación y mi estatus? ¿Qué recursos puedo utilizar para redimirme? ¿Qué tono puedo usar cuando le explique esto a todo el mundo? ¿Qué puedo decir para impedir que nadie me descubra?’. Durante mucho tiempo no saben qué hacer, y por eso se deprimen. A veces se quedan con la mirada fija en un solo punto, y nadie sabe lo que están mirando. El problema hace que se devanen los sesos, que agoten todas sus ideas y que no quieran comer ni beber. A pesar de ello, siguen aparentando que se preocupan por la obra de la iglesia y preguntan a la gente: ‘¿Cómo va la obra del evangelio? ¿Cómo de eficaz es la predicación? ¿Han ganado los hermanos y hermanas alguna entrada en la vida recientemente? ¿Ha habido alguien que haya causado alguna interrupción o perturbación?’. Estas preguntas suyas sobre la obra de la iglesia pretenden ser una exhibición para los demás. Si se percataran de los problemas, no tendrían forma de resolverlos, por lo que sus preguntas son una mera formalidad que los demás pueden ver como una preocupación por la obra de la iglesia. Si alguien hiciera un informe de los problemas de la iglesia para que ellos los resolvieran, se limitarían a sacudir la cabeza. Ningún ardid les serviría, y si quisieran disimular, no podrían, y se arriesgarían a ser puestos en evidencia y revelados. Este es el mayor problema al que se enfrentan los anticristos en toda su vida. […] En cualquier lugar que ostenten el poder los anticristos, sin importar el alcance de su influencia, aunque solo sea un grupo, influirán en la obra de la casa de Dios y en la entrada en la vida de una parte del pueblo escogido de Dios. Si ostentan el poder en una iglesia, el trabajo de esta y la voluntad de Dios se ven allí obstaculizados. ¿Por qué no se pueden implementar los arreglos de obra de la casa de Dios en ciertas iglesias? Porque los anticristos ostentan el poder en ellas. Cualquiera que sea un anticristo no se va a gastar con sinceridad por Dios, el desempeño de sus deberes será una cuestión de formalidad y de actuar por inercia. No harán trabajo real, aunque sean líderes y obreros, y solo hablarán y obrarán en aras de su nombre, beneficio y estatus, sin proteger en absoluto el trabajo de la iglesia. Entonces, ¿qué hacen los anticristos todo el día? Se dedican a hacer una actuación y a lucirse. Solo hacen cosas relacionadas con su propio prestigio y estatus. Están ocupados engañando a los demás, atrayendo a la gente, y cuando hayan acumulado sus fuerzas, pasarán a controlar otras iglesias. Solo desean reinar como reyes y tornar la iglesia en su reino independiente. Solo desean ser el gran líder, tener una autoridad completa, unilateral, controlar más iglesias. Nada más les interesa lo más mínimo. No se preocupan por la obra de la iglesia, ni por la entrada en la vida del pueblo escogido de Dios, y mucho menos por si se cumple la voluntad de Dios. Solo se preocupan por el momento en que puedan tener el poder de forma independiente, controlar al pueblo escogido de Dios y estar en igualdad de condiciones con Él. Los deseos y ambiciones de los anticristos son realmente enormes. Por muy trabajadores que parezcan los anticristos, solo están ocupados con sus propios esfuerzos, haciendo lo que les gusta hacer, y con cosas relacionadas con su propio prestigio y estatus. Ni siquiera piensan en sus responsabilidades o en el deber que deberían cumplir, y no hacen nada conveniente en absoluto. Esa es la clase de cosa que son los anticristos; son el diablo Satanás, que interrumpe y perturba la obra de Dios” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (II)). La palabra de Dios revelaba que los anticristos solo viven por reputación y estatus y nunca hacen ningún trabajo práctico. Para evitar que otros los disciernan y los conozcan, se esfuerzan por buscar modos de mantener su posición y están dispuestos a demorar la obra de la iglesia para lograrlo. Reflexioné sobre todas mis acciones y mi conducta desde que me convertí en líder de equipo y vi que me había comportado como un anticristo. Cuando vi que mis compañeros tenían una visión más exhaustiva de las cosas y siempre señalaban las deficiencias en mi trabajo, temí que los hermanos y hermanas pensaran que tenía poca aptitud y que era incompetente en mi labor, por lo que aproveché cada oportunidad para recuperar mi dignidad. Pasé tiempo organizando información sobre capacidades profesionales para que todos pudieran ver que llevaba una carga y que comprendía tales cosas. Incluso dejé de lado e ignoré problemas urgentes en mi grupo que necesitaban solución y, en cambio, pasé tiempo solucionando el problema de otro grupo para lucirme. Tras cometer un error en mi video, temí que mis hermanos y hermanas dijeran que tenía escasas habilidades, por lo que dejé de lado el trabajo del grupo y me sumergí en mis propias tareas de producción con la esperanza de hacerlas lo suficientemente bien como para demostrar que tenía habilidad. También usé el cultivar a otros como una oportunidad de mostrarme a mí mismo, pero cuando descubrí que Lauren no mejoraba tan rápido como para mostrar mis propias habilidades, comencé a comportarme con frialdad e indiferencia hacia ella, lo que le imposibilitó dominar las habilidades. Solo me importaba buscar reputación y estatus y hacer cosas que me beneficiaban, no hacer trabajo práctico. Causé retrasos y daños a la obra de la iglesia. ¿Acaso mi comportamiento no era exactamente el de un anticristo? Incluso después de que trasladaran a Lauren de deber, yo no sentí culpa, y como ella señaló mis defectos y deficiencias, intenté justificarme y defenderme para proteger mi reputación y estatus, subestimándola y juzgándola, y casi hice que la transfirieran de nuevo. ¡Fui realmente malvado, egoísta y despreciable! Al pensar en todo el daño que había causado a la labor de la iglesia y a Lauren, me sentí sumamente abatido. ¡Estas acciones habían manchado mi senda de fe en Dios! Después, oré a Dios para confesar y arrepentirme.
Un día, leí un pasaje de la palabra de Dios: “Cuando Dios pide que las personas dejen de lado el estatus y el prestigio, no es que les esté privando del derecho de elegir; más bien es porque, durante la búsqueda de prestigio y estatus, las personas interrumpen y perturban el trabajo de la iglesia y la entrada en la vida del pueblo escogido de Dios, e incluso puede que afecten al hecho de que otros coman y beban las palabras de Dios, comprendan la verdad y, así, logren la salvación de Dios. Es un hecho indiscutible. Cuando la gente se afana por el prestigio y el estatus, es indudable que no busca la verdad y no cumple fielmente con el deber. Solo habla y actúa en aras del prestigio y el estatus, y todo trabajo que hace, sin la más mínima excepción, es en beneficio de esas cosas. Esa forma de comportarse y actuar implica, sin duda, ir por la senda de los anticristos; es una interrupción y perturbación de la obra de Dios, y sus diversas consecuencias obstaculizan la difusión del evangelio del reino y el libre fluir de la voluntad de Dios en la iglesia. Así pues, se puede afirmar con certeza que la senda que recorren los que van en pos del prestigio y el estatus es la senda de resistencia a Dios. Es una resistencia intencionada a Él contrariándolo; es decir, cooperar con Satanás para resistirse a Dios y oponerse a Él. Esta es la naturaleza de la búsqueda de estatus y prestigio por parte de la gente. El problema de las personas que buscan sus propios intereses es que los objetivos que persiguen son los mismos que los de Satanás, unos objetivos malvados e injustos. Cuando las personas buscan sus intereses personales, como el prestigio y el estatus, se convierten involuntariamente en una herramienta de Satanás, en un canal de este y, además, se convierten en una personificación de Satanás. Desempeñan un papel negativo en la iglesia; el efecto que causan en el trabajo de la iglesia y en la vida normal de la iglesia y la búsqueda normal del pueblo escogido de Dios es el de perturbar y perjudicar. Causan un efecto negativo y adverso” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (I)). Tras leer la palabra de Dios, por fin me di cuenta de que cuando buscaba estatus y protegía mis intereses personales, en esencia, actuaba como sirviente de Satanás y perturbaba la obra de la iglesia. Sabía que mi habilidad laboral y mis habilidades profesionales no eran tan buenas como las de mis compañeros. Si hubiera podido aprender de ellos con humildad y cooperar en armonía, no solo habría progresado en mis habilidades, sino que también habría podido entender algunos principios verdad. Eso habría sido algo bueno para mí. Pero yo no sabía qué era bueno para mí. El título “líder de equipo” me hizo perder la cabeza por completo. No usaba mi tiempo para cumplir mi deber real ni me esforzaba en mi trabajo principal. En cambio, ideaba formas de fingir y lucirme para que otros me admiraran. Ocupaba el puesto de líder de equipo sin hacer trabajo práctico en realidad, y perturbaba y retrasaba el progreso de nuestro trabajo. Dios odia y detesta las cosas que yo hacía. Mi destitución demostró el carácter justo de Dios y Su protección hacia mí. Me sentí sumamente culpable al pensar en el daño que había causado a la obra de la iglesia. Oré a Dios: “Dios, ¡mi deseo de estatus es muy fuerte! Sin esta revelación, no sé cuánto tiempo habría seguido insensible. Quiero usar este fracaso para hacer introspección adecuadamente y resolver mi problema”.
Más tarde, mientras buscaba la senda de práctica, leí dos pasajes de las palabras de Dios: “No hagas siempre las cosas para tu propio beneficio y no consideres constantemente tus propios intereses; no consideres los intereses humanos ni tengas en cuenta tu propio orgullo, reputación y estatus. Primero debes considerar los intereses de la casa de Dios y hacer de ellos tu prioridad. Debes ser considerado con la voluntad de Dios y empezar por contemplar si ha habido impurezas en el cumplimiento de tu deber, si has sido devoto, has cumplido con tus responsabilidades y lo has dado todo, y si has estado pensando de todo corazón en tu deber y en la obra de la iglesia. Debes meditar sobre estas cosas. Si piensas en ellas con frecuencia y las comprendes, te será más fácil cumplir bien con el deber” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). “Si las personas solo buscan prestigio, beneficios y estatus, si solo persiguen sus propios intereses, entonces nunca obtendrán la verdad y vida, y al final serán ellos los que sufran una pérdida. Dios salva a los que buscan la verdad. Si no aceptas la verdad, y si eres incapaz de reflexionar y conocer tu propio carácter corrupto, entonces no te arrepentirás realmente y no tendrás entrada en la vida. Aceptar la verdad y conocerte a ti mismo es la senda para el crecimiento en la vida y para alcanzar la salvación, supone la oportunidad de presentarte ante Dios para aceptar Su escrutinio, Su juicio y Su castigo, y para ganar la verdad y vida. Si renuncias a perseguir la verdad en aras de la búsqueda de la reputación y el estatus y de tus propios intereses, esto equivale a renunciar a la oportunidad de aceptar el juicio y castigo de Dios y de alcanzar la salvación. Eliges el prestigio, el beneficio y el estatus y tus propios intereses, pero a lo que renuncias es a la verdad, y lo que pierdes es la vida y la oportunidad de ser salvado. ¿Qué es más importante? Si eliges tus propios intereses y renuncias a la verdad, ¿acaso no es necio? Hablando de manera sencilla, es sufrir una gran pérdida en aras de una pequeña ventaja. El prestigio, el beneficio, el estatus, el dinero y los intereses son todos temporales, todos ellos son efímeros, mientras que la verdad y vida es eterna e inmutable. Si la gente resuelve su carácter corrupto que le hace buscar prestigio, beneficio y estatus, entonces tiene la esperanza de alcanzar la salvación. Además, las verdades que recibe la gente son eternas; ni Satanás ni nadie puede quitárselas. Tú renuncias a tus intereses, pero lo que ganas es la verdad y la salvación; estos resultados son tuyos y te los ganas para ti mismo. Si la gente opta por practicar la verdad, entonces, aunque se hayan quedado sin intereses, va a recibir la salvación de Dios y la vida eterna. Esas personas son las más inteligentes. Si la gente renuncia a la verdad por sus intereses, pierde la vida y la salvación de Dios; esas personas son las más necias” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. El conocimiento del propio carácter es la base de su transformación). La palabra de Dios me hizo entender que, en el deber, debemos abandonar nuestras intenciones y deseos incorrectos. En vez de anteponer nuestra reputación y nuestro estatus, siempre debemos anteponer los intereses de la iglesia en todo. Solo practicar así está de acuerdo con la voluntad de Dios, y es lo mínimo que debería hacer una persona con conciencia y razón. Al reconocer tales cosas, abandoné mi carne conscientemente, ya no le presté atención a la reputación y al estatus, y me concentré en el debido cumplimiento de mi deber. Además de completar mis propias tareas de producción, también escribía los problemas y las desviaciones frecuentes en mi trabajo y en el de los demás, y lo presentaba ante los líderes de equipo y mis hermanos y hermanas para discutirlo y hallar soluciones. Practicar así beneficiaba a todos, y podíamos progresar en nuestras habilidades profesionales. Ante esto, estaba muy agradecido a Dios. Era el resultado de que todos cumpliéramos nuestros deberes en armonía. Antes, siempre intentaba proteger mi reputación y mi estatus. Siempre hacía cosas para mejorar mi imagen y para lucirme en mi deber. No solucionaba ningún problema práctico, y solo dejaba transgresiones a mi paso. Pero una vez que dejé de pensar en mi reputación y estatus y, en cambio, tomé la iniciativa de revelar los defectos y errores en el trabajo, mis hermanos y hermanas no solo no me despreciaron, sino que hablaban y coordinaban conmigo, y hallamos una forma mejor de cumplir nuestro deber. Recién entonces vi lo tonto que había sido al fingir y lucirme. Si hubiera practicado así antes, no habría demorado la obra.
Tiempo después, mi líder organizó un trabajo de medio tiempo para mí, regando a los nuevos fieles. Dijo que, como algunos de ellos no tenían bases en el camino verdadero, se volvían pasivos y débiles, y no asistían a las reuniones cuando hallaban dificultades o los pastores los molestaban, por lo que necesitaban apoyo con urgencia a través del riego. Aunque sabía que este deber era muy importante, sentía un poco de reticencia. Esto se debía, principalmente, a que fuera a tiempo parcial: no importaba lo bien que lo hiciera, nadie de nuestro grupo lo sabría. Así pues, pensé que era mejor dedicar más tiempo a mi trabajo principal. Podría usar mi tiempo libre para mejorar mis técnicas profesionales. Si me volvía más efectivo en mi trabajo principal, mis hermanos y hermanas me admirarían. Por esa razón, no quería esforzarme en regar a los nuevos fieles. Pero, durante los siguientes días, sentí que mi estado no era correcto, por lo que me sinceré y hablé con mis hermanos y hermanas, y entonces me di cuenta de que seguía buscando reputación y estatus. Leí en la palabra de Dios: “Aunque la mayoría de la gente dice que busca de buena gana la verdad, cuando llega la hora de ponerla en práctica o pagar un precio por ella, algunas personas simplemente se rinden. Esto es, en esencia, una traición. Mientras más crucial es un momento, más necesario es que renuncies a los intereses de la carne y dejes de lado la vanidad y el orgullo. Si no eres capaz de hacerlo, no puedes obtener la verdad, y demuestra que no le eres obediente a Dios. Si mientras más fundamental es un momento, más capaces son las personas de someterse y renunciar a sus intereses, su vanidad y su orgullo, y de cumplir apropiadamente con sus deberes, solo entonces las recordará Dios. ¡Todas esas acciones son buenas! Cumplan el deber que cumplan o hagan lo que hagan las personas, ¿qué es más importante: su vanidad y orgullo o la gloria de Dios? ¿Qué deberían elegir? (La gloria de Dios). ¿Qué es más importante: tus responsabilidades o tus intereses? Cumplir con tus responsabilidades es lo más importante y estás obligado a cumplirlas” (La comunión de Dios). Tras leer la palabra de Dios, vi con claridad que sin importar si me admiraban o no, este era mi deber, lo que significaba que era mi responsabilidad y una comisión de Dios. Debía aceptarlo y tratarlo sinceramente. Ya no podía especular por el bien de mi reputación y de mi estatus. Se necesitaba gente para el trabajo de riego, y si no quería cumplir ese deber porque no ofrecía oportunidades de lucirme, ¿acaso no era inadmisible e irracional de mi parte? Esa noche, escuché un himno de la palabra de Dios titulado “¿Le darás el amor en tu corazón a Dios?”. La letra decía: “Dios valora el amor de todos los hombres. Él duplica Sus bendiciones a todos aquellos que lo aman, ya que el amor del hombre es demasiado difícil de conseguir y hay tan poco de él” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La senda… (3)). Me sentí muy conmovido. Cuanto más hay que proteger la obra de la iglesia, más debo cumplir mi deber y mi responsabilidad. No podía decepcionar a Dios otra vez. Aunque tenía muchas deficiencias al regar a los nuevos fieles y encontraba muchas dificultades, cuando corregí mis motivos y me amparé en Dios, vi Su guía y pronto algunos de los nuevos fieles que yo regaba pudieron asistir a las reuniones con normalidad.
Pronto, la iglesia me puso a cargo de otra tarea. Esta vez, sin importar cuán ocupado estuviera con mi trabajo, hacía seguimiento del progreso del grupo y asignaba las tareas de modo oportuno. Durante un tiempo, también repasaba nuestro trabajo con los hermanos y hermanas para resolver sus dificultades y, para los problemas que no comprendía, buscaba gente con buenas habilidades que nos ayudara a solucionarlos. De a poco, los resultados del trabajo mejoraron notablemente. Sabía que todo esto se debía a la guía y a las bendiciones de Dios. Antes, solo me habían importado la reputación y el estatus. Ahora, en cierto modo puedo abandonar la búsqueda de estatus, proteger conscientemente la obra de la iglesia y cumplir mi deber de un modo sensato. Estos son los resultados logrados por las palabras de Dios. ¡Doy gracias a Dios!