97. Las consecuencias del apego emocional excesivo
Hubo un año en el que, durante mi ejercicio como diácono, la casa de Dios ordenó una purificación de la iglesia para expulsar a todos los no creyentes, malhechores y anticristos de entre las filas de nuestros miembros. Solo si se realizaba tal purificación podía garantizarse la vida normal de iglesia de los escogidos de Dios. Poco después, nuestra iglesia inició una investigación de estos tres tipos de personas.
Un día, el hermano Wang Zhicheng, un líder de la iglesia, me buscó y me dijo: “A menudo tu esposa distorsiona la verdad y juzga a los líderes y trabajadores durante las reuniones. Sin embargo, cuando dos diáconos señalaron este problema, ella no solo no lo aceptó, sino que les guardó resentimiento y comenzó a hablar mal de ellos a sus espaldas. Esto llevó a que algunos de nuestros hermanos y hermanas desarrollaran ciertos sesgos hacia los líderes y trabajadores e influyó de manera importante en la vida de la iglesia. Compartimos con ella y la ayudamos, la tratamos y podamos, pero ella seguía sin ver el error de su comportamiento y no se arrepintió ni alcanzó la transformación”. Zhicheng también quiso saber más acerca de su conducta en general, así que me pidió que redactara una evaluación para ayudar a tomar una decisión informada en cuanto a si debía ser expulsada o no. En aquel momento, me sentí un tanto desalentado. Zhicheng estaba diciendo la verdad: ciertamente, mi esposa juzgaba a menudo a los líderes y trabajadores y decía que eran irresponsables y que no llevaban a cabo obra práctica. En realidad, los líderes habían logrado algunos resultados en su trabajo y habían podido resolver ciertos asuntos prácticos, pero mi esposa solía ser puntillosa en relación con los asuntos más pequeños y encontraba faltas en todo lo que los líderes hacían. Anteriormente yo había hablado con ella sobre este asunto, pero ella simplemente no deseaba cambiar su comportamiento y continuó expresando juicio hacia los líderes de su grupo de reunión. Cuando el líder de su grupo, el hermano Yang Yanyi, le dijo que no debía juzgar a los líderes y trabajadores durante las reuniones, pues esto perturbaba la vida de la iglesia, comenzó a desacreditarlo y a decir que él solo hablaba de palabras y doctrinas y que carecía de la realidad verdad. Incluso llegó a decir que estaba haciendo perder el tiempo a los hermanos y hermanas durante la reunión, cuando, de hecho, la mayor parte de lo que compartía Yanyi era bastante práctico. Las acciones de mi esposa estaban perturbando la vida de la iglesia, y si en el transcurso de la investigación que llevaba a cabo la iglesia se determinaba que ella era una malhechora, la expulsarían. En aquel tiempo, pensé: “Si la expulsan, ¿acaso no significa eso que no podrá alcanzar la salvación?”. Cuando me di cuenta de esto, le dije al líder: “La razón por la que mi esposa provocó estas perturbaciones e interrupciones es porque ella aceptó la obra de Dios de los últimos días apenas hace poco más de dos años, y aún no ha comprendido la verdad. Me aseguraré de hablar con ella al regresar a casa para ver si puedo lograr que se arrepienta. En cuanto a la evaluación, ¿podemos demorarla por ahora?”. Zhicheng habló conmigo y me dijo que la casa de Dios siempre ha hecho hincapié en que los malhechores y no creyentes que perturban la obra de la iglesia deben ser expulsados para evitar que tengan un impacto en la vida normal de la iglesia. Me pidió que completara mi evaluación tan pronto como me fuera posible y me garantizó que la iglesia llevaría a cabo un juicio justo de acuerdo con los principios tomando en cuenta su comportamiento general. Yo sabía que Zhicheng estaba en lo correcto, pero en lo que se refería a escribir una evaluación de mi esposa, simplemente me sentía fatal. Mi esposa y yo habíamos sufrido mucho desde que entramos en la fe. Ya había sido suficientemente malo cuando nuestros vecinos se burlaron de nosotros y nos ridiculizaron, pero hasta nuestros amigos cercanos y familiares nos habían abandonado; habíamos pasado por tiempos muy difíciles juntos. Si yo escribía todas sus conductas malvadas y al final la expulsaban, ¿acaso no sería que todo su sufrimiento había sido en vano? Es más, si ella descubriera que fue mi evaluación lo que había expuesto todas sus conductas malvadas, ¿no me diría que yo había dejado de lado nuestro lazo marital y había sido cruel con ella? Pensé: “Olvídalo. No debo escribirla”. Pero luego reconsideré y pensé: “Soy plenamente consciente de que mi esposa ha estado perturbando la vida de la iglesia. Si no reporto a la iglesia las conductas de mi esposa con prontitud, ¿acaso no estaría ocultando la verdad y encubriéndola? ¡Eso sería ofensivo para Dios!”. Cuando me percaté de esto, me sentí desesperado y enfadado. No podía abandonar mi apego emocional hacia mi esposa y no sabía cuál era la mejor forma de proceder. Durante los siguientes días, cuando regresaba a casa compartía con mi esposa y la animaba a arrepentirse. Se mostraba de acuerdo de manera superficial, pero cuando la presionaba más, se ofendía y se negaba a aceptar lo que le decía. Al ver cómo no había mejorado en lo más mínimo, me atormenté tanto que apenas podía comer o dormir bien por la noche.
Posteriormente, durante una reunión con colaboradores, un líder observó que me estaban gobernando mis apegos emocionales y que aún no había redactado la evaluación, así que habló conmigo y me dijo: “La verdad reina en la casa de Dios. Ningún malhechor será pasado por alto y las buenas personas no serán acusadas de forma equivocada. Como diácono de esta iglesia, debes ser un ejemplo a seguir en la práctica de la verdad para preservar la obra de la iglesia”. Me sentí un tanto avergonzado tras escuchar lo que compartió el líder. Ciertamente, como diácono de la iglesia, si esta quería comprender más sobre la situación de mi esposa, yo debía cooperar activamente. En lugar de ello, seguí retrasando la redacción de la evaluación y, de ese modo, no preservé la obra de la iglesia. En realidad, esta fue una llamada de atención para mi esposa y una oportunidad de que se diera cuenta que tenía algunos problemas. Si ella aceptaba la verdad y se arrepentía y lograba transformarse de manera oportuna, podía haber un resultado positivo. Tras regresar a casa, justo cuando me preparaba para escribir mi evaluación, vi que mi esposa ocupándose diligentemente de las tareas del hogar y empecé a dudar. Me apresuré a orar a Dios y le pedí que me guiara para deshacerme de mis emociones carnales y practicar la verdad con el fin de preservar la obra de la iglesia. Al concluir mi oración, me vinieron a la mente las siguientes palabras de Dios: “¿Qué son los sentimientos, en esencia? Son una clase de carácter corrupto. Las manifestaciones de los sentimientos pueden describirse utilizando varias palabras: tener favoritismo, proteger a los demás sin atenerse a los principios, mantener relaciones físicas y tener parcialidad; eso son los sentimientos” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. ¿Cuál es la realidad verdad?). “¿Qué cuestiones tienen relación con las emociones? La primera es cómo evalúas a tu propia familia, cómo reaccionas a las cosas que hacen. En ‘las cosas que hacen’ se incluye cuando interrumpen y perturban la obra de la iglesia, cuando juzgan a espaldas de la gente, cuando actúan como los no creyentes y cosas del estilo. ¿Podrías ser imparcial respecto a esas cosas que hace tu familia? Si te pidieran que evaluaras a tu familia por escrito, ¿lo harías de forma objetiva y justa, dejando de lado tus propias emociones? Esto está relacionado con cómo tienes que enfrentar a los miembros de tu familia. ¿Y eres sentimental con las personas con las que te llevas bien o que te han ayudado antes? ¿Serías objetivo, imparcial y preciso respecto a sus acciones y comportamientos? ¿Los denunciarías o los pondrías en evidencia de inmediato si los descubrieras interrumpiendo y perturbando el trabajo de la iglesia? Es más, ¿eres sentimental con aquellos que están cerca de ti o comparten intereses similares? ¿Sería imparcial y objetiva tu evaluación, definición y respuesta a sus acciones y comportamientos? ¿Y cómo reaccionarías si los principios dictaran que la iglesia tomara medidas contra alguien con quien tienes una conexión emocional, y estas medidas estuvieran en desacuerdo con tus propias nociones? ¿Obedecerías? ¿Continuarías en secreto teniendo relación con ellos, te seguirías dejando engañar por ellos, dejarías incluso que te incitaran a excusarlos, racionalizarlos y defenderlos? ¿Te sacrificarías y acudirías en ayuda de los que han sido amables contigo, en contra de los principios verdad y desatendiendo los intereses de la casa de Dios? Todo esto tiene que ver con varias cuestiones relacionadas con las emociones, ¿verdad?” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (2)). Las palabras de Dios revelaban cómo quienes tienen apegos emocionales intensos no actúan conforme a los principios y, menos aún, son capaces de actuar de manera justa. Más bien, tienen favoritos y mantienen sus relaciones carnales sin la menor consideración hacia los intereses de la iglesia. Me medí contra las palabras de Dios y descubrí que tenía un apego emocional excesivo. Yo sabía perfectamente que en la medida en que mi esposa continuara distorsionando con frecuencia los hechos, juzgara a los líderes y trabajadores y perturbara la vida de la iglesia, yo debía practicar la verdad y exponer sus comportamientos malvados. Solo de esa manera estaría siendo obediente a la voluntad de Dios y preservaría la obra de la iglesia. Sin embargo, como no podía abandonar mi vínculo familiar, me daba miedo que mi esposa perdiera la oportunidad de alcanzar la salvación y me preocupaba que tuviera resentimientos hacia mí, fui parcial con ella, la encubrí, retrasé la elaboración de su evaluación y le permití que continuara perturbando a la iglesia. Al encubrirla, no tuve la menor consideración por la labor de la iglesia y tampoco pensé en cómo dañaría la vida de los hermanos y hermanas. ¡Yo era verdaderamente despreciable! Al darme cuenta de esto, pensé: “No puedo ir contra mi conciencia ni ofender a Dios por más tiempo. Debo practicar la verdad, abandonar mis emociones carnales y exponer sus comportamientos malvados”. Entonces, tomé la pluma y escribí todas y cada una de las conductas malvadas que había observado en mi esposa. Unos días más tarde, con base en los principios, los líderes y trabajadores decidieron que mi esposa tenía una baja humanidad, que había perturbado la vida de la iglesia en múltiples ocasiones y debía ser expulsada, pero como hacía poco tiempo que había aceptado la obra de Dios en los últimos días se le otorgaría otra oportunidad de arrepentirse. Sería podada, tratada y recibiría una advertencia, pero si aun así no se arrepentía, la expulsarían. Al escuchar esta noticia me sentí aliviado, pues sabía que aún tenía una oportunidad de cambiar las cosas. Tomé la decisión de aplicarme y ayudar verdaderamente a mi esposa a reconocer sus conductas malvadas y arrepentirse delante de Dios. Si podía arrepentirse y lograba transformarse, no sería expulsada. Si ese fuera el caso, aún había esperanza de que pudiera lograr la salvación. Cuando llegué a casa, le señalé a mi esposa todos sus problemas y la animé a valorar esta oportunidad de arrepentirse. En aquel momento, estuvo de acuerdo con mi petición. Después de eso, ya no discutía con los hermanos y hermanas ni juzgaba a los líderes y obreros durante las reuniones. Aceptaba de buen grado acoger a los hermanos y hermanas cuando la iglesia se lo asignaba y, al menos en apariencia, parecía estarse conteniendo un poco más. Me sentía muy feliz por ella, pero conforme pasó el tiempo su verdadera naturaleza volvió a asomar la cabeza.
En una ocasión, durante una reunión, una líder de grupo, la hermana Liu Yi, preguntó cómo debíamos practicar y entrar en la verdad de temer a Dios y rechazar el mal. Al escuchar esto, mi esposa descalificó a Liu Yi con estas palabras: “Tú me expusiste previamente y dijiste que yo juzgaba a los líderes y trabajadores y hacía el mal, ¡pero ni siquiera comprendes la verdad de temer a Dios y rechazar el mal! ¿Por qué eres la líder de este grupo? ¿Qué te hace apta para criticarme?”. Siguió lanzando esta diatriba de improperios contra Liu Yi y no quiso detenerse cuando los demás le dijeron que lo hiciera. Al final, sus vociferaciones alcanzaron un volumen tan alto que un vecino vino a preguntar qué ocurría y fue necesario suspender la reunión por cuestiones de seguridad. Cuando me enteré de lo que había ocurrido, traté con ella y le dije que su diatriba había interrumpido y perturbado la vida de la iglesia, pero ella se negó a aceptarlo e incluso trató de defenderse. Posteriormente, siguió enojada conmigo y me ignoró. Fue profundamente desmoralizante observar cómo adoptó este tipo de actitud hacia mí. Después de eso, como yo era muy bien conocido entre los creyentes de mi ciudad y también porque una persona malvada me había reportado por difundir el evangelio, mi esposa y yo nos vimos forzados a huir y cumplir con nuestros deberes lejos de casa en una nueva iglesia. En una ocasión, durante una reunión, el entendimiento que tenía mi esposa de un pasaje de las palabras de Dios estaba un tanto equivocado, y los demás hermanos y hermanas le señalaron su error; le dijeron que esa no era una interpretación auténtica de las palabras de Dios. No obstante, mi esposa no estuvo dispuesta a darles la razón y siguió insistiendo en su punto al grado de que perturbó completamente el flujo de la reunión. En otra ocasión, se puso a defender a un malhechor que estaba a punto de ser expulsado por la iglesia y que perturbaba gravemente la obra de la iglesia. Cuando me enteré de esto, traté con ella y la expuse, pero ella no me dio la razón e incluso pensó que era ella la que estaba en lo correcto. Hubo otro momento en el que mi esposa escuchó en alguna parte que el líder de la iglesia estaba en peligro, así que impidió que el líder asistiera a la reunión, pues dijo que pondría en peligro a los demás participantes. Incluso llegó a decir que ella estaba ayudando a proteger la obra de la iglesia y sembró miedo entre los hermanos y hermanas y les aconsejó que no se asociaran con él. En verdad, ella no tenía ni idea de lo que decía, e hizo todo tipo de aseveraciones y acciones ridículas que perturbaron directamente la vida de la iglesia. Me enojé y me molesté cuando escuché lo que había ocurrido y hablé con ella. Le dije: “Impediste que el líder asistiera a la reunión, sembraste miedo entre los hermanos y hermanas, impediste que las personas estuvieran en contacto con el líder y entorpeciste la capacidad del líder para llevar a cabo su deber. ¿Acaso no estabas haciendo el mal y perturbando la vida de la iglesia? En el pasado, la iglesia no te expulsó cuando hiciste todo ese mal porque habías sido creyente durante muy poco tiempo. Te dieron la oportunidad de arrepentirte, pero tú no te arrepentiste en absoluto e incluso continuaste haciendo el mal. Si sigues así, inevitablemente te expulsarán. Entonces, ¿cómo vas a lograr la salvación?”. Simplemente bajó la cabeza y no respondió nada. No tenía ninguna conciencia de sí misma y no corrigió su comportamiento a partir de entonces. No aceptó lo que yo le dije mientras traté con ella y la expuse seriamente y no tenía la más mínima intención de arrepentirse. En relación con las acciones de mi esposa, me encontré con un pasaje de las palabras de Dios que decía: “Aquellos entre los hermanos y hermanas que siempre están dando rienda suelta a su negatividad son lacayos de Satanás y perturban a la iglesia. Tales personas deben ser expulsadas y descartadas un día. En su creencia en Dios, si las personas no tienen un corazón temeroso de Dios, si no tienen un corazón obediente a Dios, entonces no solo no podrán hacer ninguna obra para Él, sino que, por el contrario, se convertirán en quienes perturban Su obra y lo desafían. Creer en Dios, pero no obedecerlo ni temerlo y, más bien, resistirse a Él, es la mayor desgracia para un creyente. Si los creyentes son tan casuales y desenfrenados en sus palabras y su conducta como lo son los incrédulos, entonces son todavía más malvados que los incrédulos; son demonios arquetípicos. Aquellos que dan rienda suelta a su conversación venenosa y maliciosa dentro de la iglesia, que difunden rumores, fomentan la desarmonía y forman grupitos entre los hermanos y hermanas deben ser expulsados de la iglesia. Sin embargo, como esta es una era diferente de la obra de Dios, estas personas son restringidas, pues sin duda serán descartadas. Todos los que han sido corrompidos por Satanás tienen un carácter corrupto. Algunos no tienen nada más que un carácter corrupto, mientras que otros son diferentes: no solo tienen un carácter satánico corrupto, sino que su naturaleza también es extremadamente maliciosa. No solo sus palabras y acciones revelan su carácter corrupto y satánico; además, estas personas son el auténtico diablo Satanás. Su comportamiento interrumpe y perturba la obra de Dios, perturba la entrada en la vida de los hermanos y hermanas y daña la vida normal de la iglesia. Tarde o temprano, estos lobos con piel de oveja deben ser descartados; debe adoptarse una actitud despiadada, una actitud de rechazo hacia estos lacayos de Satanás. Solo esto es estar del lado de Dios y aquellos que no lo hagan se están revolcando en el fango con Satanás” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Una advertencia a los que no practican la verdad). Las acciones de mi esposa eran iguales a las de aquellos que Dios describió. En el pasado, ella a menudo distorsionaba la verdad y juzgaba a los líderes y trabajadores e incluso incitaba el conflicto entre los hermanos y hermanas, y los líderes y trabajadores. Ahora ella había vuelto a las andadas y actuaba de forma temeraria, impedía que el líder cumpliera con su deber y tenía un impacto grave sobre la obra de la iglesia. Nuestro líder de la antigua iglesia había diseccionado sus comportamientos malvados, pero ella seguía careciendo de autoconciencia y no quería arrepentirse. Incluso se mostraba resentida con aquellos que trataban de ayudarla y los atacaba cuando se presentaba la primera oportunidad. Era evidente que ella no aceptaba la verdad en absoluto y que incluso la detestaba y despreciaba. Estas conductas no eran solo manifestaciones normales de corrupción o transgresiones aisladas, sino que representaban un patrón de interrupción y perturbación y ninguno de los consejos o la persuasión que se le ofreció cambió su comportamiento. ¡Era una manifestación de una naturaleza maliciosa! La esencia de los malhechores consiste en detestar y despreciar la verdad y no arrepentirse sinceramente incluso después de varios años de fe. Cuando reflexioné sobre la revelación de las palabras de Dios, me di cuenta de que mi esposa era una malhechora y que, tarde o temprano, la expulsarían de la iglesia. Sin embargo, seguía sin poder soportar ver que la expulsaran después de todos estos años en la fe; tan solo pensar en ello me atormentaba infinitamente. Aunque yo sabía que su inevitable expulsión era resultado de sus propios actos malvados y que ella había cavado su propia tumba, no podía soportar ver que eso ocurriera y quería protegerla. Justo entonces, el líder de la iglesia me pidió que escribiera una evaluación de mi esposa. En ese momento, pensé: “Quizás simplemente puedo escribir sobre las fechorías de las que ya son conscientes los hermanos y hermanas en esta iglesia y dejar fuera incidentes que ocurrieron en la iglesia anterior, de los cuales no tienen conocimiento las personas de aquí. Tal vez entonces tendrá una oportunidad de permanecer en la iglesia”. Así pues, simplemente escribí un resumen superficial de algunas de sus fechorías actuales y lo entregué. Unos días después, el líder me dijo: “La evaluación que escribiste fue bastante básica. ¿Reportaste todas las fechorías de tu esposa? Al comportarnos, debemos ir delante de Dios y aceptar Su escrutinio. No debemos ocultar los hechos y la realidad debido a nuestros apegos emocionales personales”. Las palabras del líder me dejaron con un conflicto interno. Ciertamente, yo no informé de todas las fechorías de mi esposa, porque si lo hacía, entonces, con base en su patrón general de comportamiento, se determinaría que ella era una malhechora y la expulsarían de inmediato. Dado lo mucho que ella se resistía, si en verdad la expulsaban y ella descubría que yo había aportado evidencia, discutiría conmigo eternamente. Es más, si mis hijos descubrían lo que había ocurrido, ¿acaso no dirían que yo había tratado a mi propia esposa cual si fuera una extraña? Por otro lado, si yo no proporcionaba un relato fiel en mi evaluación, estaría ocultando los hechos y la realidad y encubriendo a una malhechora, lo que le permitiría seguir haciendo el mal y perturbando la obra de la iglesia. Me sentía muy angustiado, mi cabeza daba vueltas y no podía tomar una decisión.
Después de regresar a casa, me topé con los siguientes pasajes de las palabras de Dios: “Debes desechar tus emociones lo antes que puedas; Yo no actúo de acuerdo con las emociones, sino que ejerzo justicia. Si tus padres hacen algo que no es de beneficio para la iglesia, no pueden escapar. Mis intenciones te han sido reveladas, y no puedes ignorarlas. En cambio, debes enfocar toda tu atención en ellas y dejar todo lo demás a un lado para seguir de todo corazón. Yo siempre te mantendré en Mis manos. No caigas siempre en la timidez y estés bajo el control de tu esposo o tu esposa; debes permitir que Mi voluntad se lleve a cabo” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 9). “¿Quién es Satanás, quiénes son los demonios y quiénes son los enemigos de Dios, sino los opositores que no creen en Dios? ¿No son esas las personas que son desobedientes a Dios? ¿No son esos los que verbalmente afirman tener fe, pero carecen de la verdad? ¿No son esos los que solo buscan el obtener las bendiciones, mientras que no pueden dar testimonio de Dios? Todavía hoy te mezclas con esos demonios y tienes conciencia de ellos y los amas, pero, en este caso, ¿no estás teniendo buenas intenciones con Satanás? ¿Acaso no te estás compinchando con los demonios? Si hoy en día las personas siguen sin ser capaces de distinguir entre lo bueno y lo malo, y continúan siendo ciegamente amorosas y misericordiosas sin ninguna intención de buscar la voluntad de Dios y siguen sin ser capaces de ninguna manera de albergar las intenciones de Dios como propias, entonces su final será mucho más desdichado. Cualquiera que no cree en el Dios en la carne es Su enemigo. Si puedes tener conciencia y amor hacia un enemigo, ¿no careces del sentido de justicia? Si eres compatible con los que Yo detesto y con los que estoy en desacuerdo, y aun así tienes amor o sentimientos personales hacia ellos, entonces ¿acaso no eres desobediente? ¿No estás resistiéndote a Dios de una manera intencionada? ¿Posee la verdad una persona así? Si las personas tienen conciencia hacia los enemigos, amor hacia los demonios y misericordia hacia Satanás, ¿no están perturbando de manera intencionada la obra de Dios? Esas personas que creen solo en Jesús y no creen en Dios encarnado durante los últimos días, y aquellas que verbalmente afirman creer en Dios encarnado, pero hacen el mal, todas son anticristos, sin mencionar a aquellas que ni siquiera creen en Dios. Todas estas personas serán objetos de la destrucción” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo). El juicio y la revelación de las palabras de Dios fueron desgarradores. Yo sabía muy bien que mi esposa tenía la esencia de una malhechora y debía ser expulsada, pero debido a mi apego emocional hacia ella, no podía soportar ver que la expulsaran y que perdiera la oportunidad de alcanzar la salvación. También me preocupaba que mi esposa y mis hijos dijeran que yo era cruel y desleal a la familia cuando descubrieran que yo había proporcionado una evaluación. Encubrí los hechos y solo realicé un esbozo breve y superficial de los comportamientos de mi esposa en un esfuerzo por engañar y embaucar a Dios y a los hermanos y hermanas. Era plenamente consciente de que mi esposa continuaría perturbando la vida de la iglesia si permanecía en ella, pero, aun así, redoblé la apuesta y encubrí sus actos malvados sin pensar siquiera en el daño que esto podía causar a la labor de la iglesia. ¿Acaso no estaba yo encubriendo a una malhechora, resistiéndome a Dios y dañando a la iglesia y a los hermanos y hermanas? No podía distinguir entre lo bueno y lo malo y sucumbí ante mi apego sentimental y amoroso hacia esta malhechora. ¡Qué idiota fui! Reflexioné sobre cómo la razón por la que continuamente había favorecido mis apegos emocionales por encima de la práctica de la verdad era porque toxinas satánicas profundamente arraigadas como “el hombre no es inanimado; ¿cómo puede carecer de emociones?” y “el matrimonio refuerza el amor” habían provocado que yo les diera demasiada importancia a mis lazos emocionales y pensara que en la vida uno debe ser afectuoso y leal. Había llegado a pensar en estas filosofías satánicas como algo positivo y, en consecuencia, era incapaz de distinguir entre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, carecía de principios en la forma como me comportaba, mantenía lazos emocionales con una malhechora y la encubría, y le permitía que perturbara la vida de la iglesia y obstruyera la labor de la iglesia. ¿Acaso no era yo un participante voluntario en las fechorías de una malhechora? Darme cuenta de esto me aterrorizó un poco, y me sentí profundamente avergonzado y arrepentido. Si yo hubiera practicado la verdad y expuesto las fechorías de mi esposa para que los hermanos y hermanas pudieran tener discernimiento hacia ella y la expulsaran prontamente de la iglesia, las perturbaciones a la vida de la iglesia se habrían evitado. Reflexioné en todas las malas conductas de mi esposa: podría haber tenido cierto entusiasmo, pero no aceptaba la verdad en absoluto y solo servía para perturbar a la iglesia. La iglesia le había brindado numerosas oportunidades de arrepentirse y los hermanos y hermanas y yo mismo habíamos hablado con ella en múltiples ocasiones e incluso la tratamos y la podamos y le dimos varias advertencias, pero ella no aceptó la verdad en absoluto y no se arrepintió. Por el contrario, solía juzgar y atacar a los hermanos y hermanas. Me percaté de que ella despreciaba y detestaba la verdad y era justo como la cizaña expuesta por Dios en Su obra de los últimos días. Pensé en un pasaje del Apocalipsis, que dice: “Que el injusto siga haciendo injusticias, que el impuro siga siendo impuro, que el justo siga practicando la justicia, y que el que es santo siga guardándose santo” (Apocalipsis 22:11). Ciertamente, una vez que alguien es un malhechor, siempre es un malhechor. Ella nunca iba a cambiar, fuera cual fuera la situación.
Posteriormente, me encontré con otro pasaje de las palabras de Dios: “El resultado de cada uno se determina de acuerdo a la esencia que surge de su propia conducta y siempre se determina apropiadamente. Nadie puede cargar con los pecados de otro; más aún, nadie puede recibir castigo en lugar de otro. Esto es incuestionable. […] Al final, los hacedores de justicia son hacedores de justicia y los malhechores son malhechores. A los justos se les permitirá sobrevivir al final, mientras que los malhechores serán destruidos. Los santos son santos; no son inmundos. Los inmundos son inmundos y ni una parte de ellos es santa. Las personas que serán destruidas son todas malvadas y las que sobrevivirán son todas justas, incluso si los hijos de los malvados hacen obras justas e incluso si los padres de los justos hacen obras malvadas. No existe relación entre un esposo creyente y una esposa incrédula y no existe relación entre los hijos creyentes y los padres incrédulos; son dos tipos de personas completamente incompatibles. Antes de entrar al reposo, se tienen parientes físicos, pero una vez que se ha entrado en el reposo, ya no se tendrán parientes físicos de los cuales hablar. Los que cumplen su deber son enemigos de los que no; los que aman a Dios y los que lo odian se oponen entre sí. Los que entrarán en el reposo y los que habrán sido destruidos son dos clases incompatibles de criaturas. Las criaturas que cumplen su deber podrán sobrevivir y las que no cumplen su deber serán objeto de destrucción; lo que es más, esto durará toda la eternidad. […] Las personas hoy en día tienen relaciones físicas entre ellas, así como asociaciones de sangre, pero en el futuro todo esto se hará pedazos. Creyentes e incrédulos no son compatibles, sino que más bien se oponen entre sí. Los que están en el reposo creerán que hay un Dios y se someterán a Él, mientras que los que son desobedientes a Dios habrán sido todos destruidos. Las familias ya no existirán sobre la tierra; ¿cómo podría haber padres o hijos o relaciones conyugales? ¡La misma incompatibilidad entre creencia e incredulidad habrá roto por completo estas relaciones físicas!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo). Por medio de las palabras de Dios, aprendí que Dios determina los resultados de las personas con base en su esencia. Dios no salva a los malhechores; Él salva a aquellos que pueden aceptar la verdad y se arrepienten con sinceridad, mientras que echa fuera a quienes no pueden aceptar la verdad e, incluso, la detestan y desprecian. En esencia, mi esposa es una malhechora y Dios no la puede salvar. Aun si permaneciera en la iglesia, en algún momento la expulsarían y sufriría castigos todavía más severos por sus continuos actos malvados. Yo no había comprendido el carácter justo de Dios y solo pensaba en cómo proteger mis lazos emocionales carnales, no practicaba la verdad y creía que siempre que ocultara las fechorías de mi esposa, ella podría permanecer en la iglesia y se las arreglaría para entrar en el reino de Dios. ¡Cuán ridículas eran las nociones que albergaba! En los últimos días, Dios lleva a cabo la obra de “clasificar a cada uno según su especie”. Él determina el destino y el resultado de cada persona con base en sus acciones y su esencia naturaleza. Los buenos serán agrupados con los buenos, y los malos, con los malos. Mi esposa tendría que aceptar las consecuencias de sus fechorías ya que eso es lo que dicta el carácter justo de Dios. Me encontré con otro pasaje de las palabras de Dios que decía: “Todos vosotros decís que tenéis consideración por la carga de Dios y defenderéis el testimonio de la Iglesia, pero ¿quién de vosotros ha considerado realmente la carga de Dios? Hazte esta pregunta: ¿Eres alguien que ha mostrado consideración por Su carga? ¿Puedes tú practicar la justicia por Él? ¿Puedes levantarte y hablar por Mí? ¿Puedes poner firmemente en práctica la verdad? ¿Eres lo bastante valiente para luchar contra todos los hechos de Satanás? ¿Serías capaz de dejar de lado tus emociones y dejar a Satanás al descubierto por causa de Mi verdad? ¿Puedes permitir que Mis intenciones se cumplan en ti? ¿Has ofrecido tu corazón en el momento más crucial? ¿Eres alguien que hace Mi voluntad?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 13). Las palabras de Dios me hicieron sentir aún más arrepentido y avergonzado. Yo había permitido que mis apegos emocionales dictaran mis acciones, y le había hecho trampa a Dios y lo había engañado, dañando a los hermanos y hermanas y obstruyendo el progreso normal de la obra de purificación. Ya no podía actuar de acuerdo con mis emociones; debía ser considerado con la voluntad de Dios, actuar conforme a los principios, exponer todos los actos malvados de mi esposa y dejar de permitir que ella perturbara la obra de la iglesia. Escribí todas las fechorías y el patrón general de conducta que había observado en mi esposa a lo largo del tiempo que habíamos pasado en la iglesia y le entregué mi evaluación al líder. Poco después, y con base en su conducta general, los líderes y trabajadores de la iglesia decidieron que mi esposa era una malhechora y se determinó por medio de una votación donde participó toda la iglesia que fuera expulsada. Tras su expulsión, la vida de la iglesia regresó a la normalidad. En verdad, yo había sido testigo de la justicia de Dios y me sentía bien por haber hecho mi parte al exponer y expulsar de la iglesia a una malhechora. En consecuencia, me sentí mucho más en paz y anclado. Mediante la lectura de las palabras de Dios, pude resistirme a las ataduras del apego emocional, exponer las fechorías de mi esposa y hacer mi parte para proteger la labor de la iglesia. ¡Gracias a Dios!