10. Agotada por fingir que entendía
Yo trabajaba en los diseños de la iglesia. Con el tiempo, conforme hice todo tipo de diseños e imágenes, mejoraron mucho mis destrezas y me eligieron líder de equipo. Pensé para mis adentros: “Que me eligieran líder de equipo significa que tengo ciertas destrezas y talentos en el trabajo, que soy mejor que los demás hermanos y hermanas y capaz de encargarme de esta labor. Tengo que valorar este deber, esforzarme, buscar los principios de la verdad y esmerarme. No puedo cometer errores que entorpezcan la labor de la iglesia. He de demostrar a todos que soy idónea como líder de equipo”.
Un día vino el líder de la iglesia, y me dijo: “La iglesia necesita una imagen de fondo para el video de un himno nuestro. Será más difícil de hacer que los fondos anteriores. Como todos los demás están trabajando actualmente en distintos diseños y se demoraría nuestro progreso si trajéramos a otra persona para hacerlo, nos gustaría que tú trabajaras en él. ¿Te crees capaz de hacerlo?”. Al oír decir esto a mi líder, pensé: “Nunca he trabajado en un fondo tan difícil; no estoy segura de poder garantizar buenos resultados”. Sin embargo, reflexioné: “Los líderes y los hermanos y hermanas estarán atentos a este proyecto; llevo más de dos años en este deber, ya he lidiado lo suficiente con problemas y tareas difíciles y adquirido buenas habilidades. Esta puede que sea la primera vez que intente hacer un fondo tan difícil y seguro que habrá ciertos problemas imprevistos, pero si no sé ocuparme siquiera de una tarea así, ¿qué opinarán los demás de mí? Si no sé, ¿les pareceré una obrera sin talento que no ha progresado nada? Todos los demás hermanos y hermanas están actualmente en sus proyectos y, si hay que enviar a otro para que colabore conmigo en este momento, seguro que creerán que no soporto grandes responsabilidades, que soy poco confiable y no soy idónea como líder. ¡No puedo permitirlo! Tengo que asumir este proyecto a toda costa. Buscaré lo que no sepa para poder hacerlo bien y demostraré a todos que puedo manejar deberes desafiantes”. Una vez que me decidí, respondí con confianza: “Puedo hacerlo, no hay problema. Este fondo es ligeramente más difícil y exigente que los demás. Con un poco más de esfuerzo, puedo garantizar una buena calidad”. Ante mi apariencia confiada, el líder asintió con la cabeza: “Tenemos un plazo ajustado para este fondo y el diseño ha de reflejar el sentido y el sentimiento subyacentes al himno. Si tienes algún problema durante su diseño, contacta conmigo de inmediato”. Mi supervisor añadió: “Si realmente no sabes hacer el trabajo, avísanos, y asignaremos a alguien para que venga a ayudarte”. Asentí con la cabeza, tan emocionada como nerviosa: emocionada por trabajar en un diseño tan importante, un diseño que me granjearía respeto si lo hacía bien, pero también preocupada por si sabría o no ocuparme de una tarea tan difícil. ¡No estaba segura de poder darles la calidad que querían! Pero, pasara lo que pasara, no podía decepcionarlos a todos. Tenía que ponerme ya a investigar, a probar cosas sobre la marcha, para aprovechar al máximo esta oportunidad excepcional. Concluiría esta tarea con independencia de su dificultad.
Mientras diseñaba, sentía que el tiempo volaba y surgían problemas de todo tipo. Notaba que se acumulaba la presión. El líder y el supervisor solían preguntarme por mis progresos y si tenía algún problema. Sumamente nerviosa, les contestaba que todo “iba bien”, cuando en realidad yo estaba temblando: al diseño aún le hacían falta grandes avances y mejoras. La verdad, no sabía cómo saldría el producto final. Si no salía bien, todos verían mi auténtico nivel de destreza, dirían que no era capaz y que solo trataba de lucirme. Pensé que, dado que había prometido que lo haría, me daría un tiro en el pie si incumplía mi promesa, así que tenía que ser estoica y resolver las cosas sobre la marcha. Como todavía no había desarrollado un concepto, tardé un poco en tener ideas. Una vez se pasó por el estudio el líder y me vio trabajar, por lo que cambié adrede a una parte más fácil y la diseñé rápido para darle la impresión de que lo tenía todo bajo control. En realidad, no obstante, las palmas me sudaban de lo nerviosa que estaba. Una vez que se fue el líder, regresé a la parte más difícil y empecé a devanarme los sesos. No quería admitir que había un problema, preocupada por que el líder cuestionara mi capacidad. Creía que, como yo ya había hecho semejante promesa, sería vergonzoso desdecirme. Tenía que resistir y resolver las cosas sobre la marcha, pero progresaba despacio y me sentía agotada emocionalmente. Trasnoché mucho la última noche para terminar el diseño. Mi líder y mi supervisor lo miraron y dijeron que tenía buena pinta, pero que requería algunos retoques. Pese a ello, yo no sentí el gozo del deber cumplido: me sentía perdida y no era capaz de animarme.
Luego, en mis devociones, leí un pasaje de la palabra de Dios: “Si a menudo tienes un sentimiento de culpabilidad en tu vida, si tu corazón no halla descanso, si no tienes paz ni alegría, y a menudo te sientes abrumado por la preocupación y la ansiedad por todo tipo de cosas, ¿qué demuestra esto? Simplemente que no practicas la verdad, que no te mantienes firme en tu testimonio de Dios. Cuando vives en medio del carácter de Satanás, es posible que falles en practicar la verdad con frecuencia, que le des la espalda a la verdad, que seas egoísta y vil; solo defiendes tu imagen, tu buen nombre, tu estatus y tus intereses. Vivir siempre para ti mismo te acarrea un gran dolor. Tienes tantos deseos egoístas, enredos, grilletes, recelos y preocupaciones que no albergas la menor paz ni alegría. Vivir en aras de la carne corrupta es sufrir de manera excesiva” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La entrada en la vida comienza con el cumplimiento del deber). Al meditar la palabra de Dios, me di cuenta de que, que la razón por la cual aún me sentía agotada y abatida tras acabar el diseño era porque deseaba en exceso el estatus. Para ocultar mis defectos en el deber, disimulaba proyectando una falsa imagen ante los demás. Después encontré otro pasaje de la palabra de Dios que me ayudó a entender mejor mi carácter corrupto. Dios Todopoderoso dice: “Las personas mismas son objetos de la creación. ¿Pueden los objetos de la creación alcanzar la omnipotencia? ¿Pueden alcanzar la perfección y la impecabilidad? ¿Pueden alcanzar la destreza en todo, llegar a entenderlo, ver la esencia de todo y ser capaces de cualquier cosa? No pueden. Sin embargo, dentro de los humanos hay un carácter corrupto y una debilidad fatal. En cuanto aprenden una habilidad o profesión, las personas sienten que son capaces, que tienen estatus y valor, que son profesionales. Sin importar lo mediocres que sean, quieren envolverse como figuras famosas o nobles, convertirse en una celebridad de poca importancia, y hacer creer a la gente que son perfectos y sin ningún defecto. A ojos de los demás, desean hacerse famosos, poderosos, figuras importantes y quieren volverse imponentes, capaces de cualquier cosa, que no haya nada que no puedan lograr. Creen que, si pidieran ayuda, parecerían incapaces, débiles e inferiores y la gente los despreciaría. Por eso siempre quieren mantener las apariencias. Algunos, cuando se les pide que hagan algo, dicen que saben hacerlo, cuando en realidad no saben. Después, a escondidas, lo consultan e intentan aprender a hacerlo, pero, tras estudiarlo varios días, siguen sin entender cómo hacerlo. Cuando se les pregunta cómo lo llevan, dicen: ‘¡Pronto, pronto!’. Pero en su corazón piensan: ‘Todavía no lo entiendo, no tengo ni idea, no sé qué hacer. No puedo delatarme, he de seguir fingiendo, no puedo dejar que la gente vea mis fallos y mi ignorancia. No puedo dejar que me menosprecien’. ¿De qué problema se trata? Intentar guardar las apariencias es vivir un infierno. ¿Qué tipo de carácter es este? ¡La arrogancia de estas personas no tiene límite, han perdido todo sentido! No quieren ser como los demás, no quieren ser gente corriente, gente normal, sino superhumanos, personas elevadas, peces gordos. ¡Este es un problema descomunal! En cuanto a las debilidades, deficiencias, ignorancia, estupidez y falta de entendimiento dentro de la humanidad normal, lo cubren todo y no dejan que otras personas lo vean, y siguen disfrazándose. […] ¿Qué te parece? ¿No vive esa gente con la cabeza en las nubes? ¿No está soñando? Ni ellos mismos saben quiénes son, no saben vivir una humanidad normal. Ni una vez han actuado como seres humanos prácticos. Si te pasas los días con la cabeza en las nubes, saliendo del paso, sin hacer nada de forma realista y viviendo siempre de acuerdo con tu imaginación, esto es un problema. La senda que eliges en la vida no es correcta” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Las cinco condiciones que hay que cumplir para emprender el camino correcto de la fe en Dios). La palabra de Dios exponía mi estado actual. Creía que, por llevar un tiempo trabajando en diseño, haber adquirido ciertas destrezas y haber sido elegida líder de equipo, era capaz y un talento excepcional. Al pensar así de mí misma, prestaba especial atención a lo que pensaran los demás de mí, preocupada por que detectaran mis imperfecciones y dijeran que no era apta para el trabajo. Sobre todo con esta imagen de fondo, nunca había hecho nada tan difícil y dudaba de si lo haría bien, pero, por conservar mi reputación y estatus y ganarme la confianza de mi supervisor y mi líder, fingí tenerlo todo bajo control. Cuando me topaba con problemas y no avanzaba, no pedía ayuda, sino que me debatía en secreto. Cuando mi líder me preguntó por mis progresos o cualquier problema que tuviera, no le conté mis problemas pese a estar totalmente perdida, sino que opté por mentirle y engañarlo, hasta el punto de fingir que estaba altamente calificada, para que pensara que podía hacer el trabajo. Proyectaba una imagen falsa en todos los sentidos para ocultar mis imperfecciones. Siempre fingía que era una obrera con talento para que me creyeran capaz de todo y conocedora de todo. Me di cuenta de que era sumamente vana y arrogante. Dice la palabra de Dios: “Las personas mismas son objetos de la creación. ¿Pueden los objetos de la creación alcanzar la omnipotencia? ¿Pueden alcanzar la perfección y la impecabilidad? ¿Pueden alcanzar la destreza en todo, llegar a entenderlo, ver la esencia de todo y ser capaces de cualquier cosa? No pueden”. En efecto, ¿cómo una persona corrupta podría ser perfecta y competente en todo? Es normal no entender o no saber hacer ciertas cosas en el deber, pero yo no tenía esa actitud respecto a mis defectos, sino que insistía en describirme como una obrera con talento. No quería que me consideraran un ser creado normal. Aspiraba a ser perfecta e intachable. Era tan arrogante que perdí toda razón. Como siempre proyectaba una falsa imagen en el deber, preocupada por que descubrieran mi yo real y sin pedir ayuda cuando no entendía algo, el diseño progresó lentamente, cuando debería haberlo acabado enseguida, y me agoté emocionalmente. Vi que era una necedad por mi parte buscar la perfección. Siempre ocultaba mis defectos sin tener valor para afrontarlos. Por ello, no solo me sentía cansada y falsa en el deber, sino que, además, demoré la labor de la iglesia. Tras darme cuenta, oré a Dios: “¡Amado Dios! Gracias por Tu esclarecimiento y guía, que me han ayudado a ver lo patético que es mi disimulo. Quiero rectificar mis ideas defectuosas sobre la búsqueda en la práctica futura, tener la actitud correcta respecto a mis defectos, preguntar cuando no entienda, no disimular y cumplir con el deber de forma práctica y honesta”.
Después leí más de la palabra de Dios: “Debes buscar la verdad para resolver cualquier problema que surja, sea el que sea, y bajo ningún concepto simular o dar una imagen falsa ante los demás. Tus defectos, carencias, fallos y actitudes corruptas… sé totalmente abierto acerca de todos ellos y compártelos. No te los guardes dentro. Aprender a abrirse es el primer paso para entrar en la vida y el primer obstáculo, el más difícil de superar. Una vez que lo has superado, es fácil entrar en la verdad. ¿Qué significa dar este paso? Significa que estás abriendo tu corazón y mostrando todo lo que tienes, bueno o malo, positivo o negativo; que te estás descubriendo ante los demás y ante Dios; que no le estás ocultando nada a Dios ni estás disimulando ni disfrazando nada, libre de mentiras y trampas, y que estás siendo igualmente sincero y honesto con otras personas. De esta manera, vives en la luz y no solo Dios te escrutará, sino que también otras personas podrán comprobar que actúas con principios y cierto grado de transparencia. No necesitas ningún método para proteger tu reputación, imagen y estatus, ni necesitas encubrir o disfrazar tus errores. No es necesario que hagas estos esfuerzos inútiles. Si puedes dejar de lado estas cosas, estarás muy relajado, vivirás sin estar encadenado y sin dolor y completamente en la luz” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Entendí que, si quería cumplir bien con el deber y ser elogiada por Dios, la clave era buscar la verdad. Sin importar qué actitudes corruptas exhibiera ni qué problemas tuviera en el deber, tenía que sincerarme con Dios en oración en busca de Su guía, deshacerme del deseo de reputación y estatus, hablar con los hermanos y hermanas, no ocultar ni disimular, dejar que todos vieran mi yo real, hacer solamente lo que supiera, admitirlo cuando no supiera y buscar la verdad con los demás. Esta manera de cumplir con el deber sería menos agotadora e inhibitoria, más gozosa. Comprendido esto, me sinceré en comunión con mis hermanos y hermanas acerca de mis pensamientos durante todo el proceso de diseño y planteé los problemas con que me había topado para debatirlos con ellos. Los hermanos y hermanas me enseñaron nuevas técnicas y me dieron algunas ideas nuevas. Luego, el resto de tiempo que dediqué al fondo pasó realmente sin problemas. Más adelante me dijeron unos hermanos y hermanas: “Tu imagen de fondo luce mucho mejor que las anteriores. ¿Podrías compartir un poco con nosotros tu experiencia y aprendizaje?”. Me alegré mucho de oír esto y sentí que había cumplido con mi deber de forma práctica. Al recordar lo que viví mientras diseñaba el fondo, me di cuenta de que no pasa nada por tener defectos ni hace daño a nadie que los demás lo sepan. Lo principal es saber sincerarse y buscar la verdad y dejar de lado las intenciones y los deseos impropios de uno. Al trabajar así es posible sentir paz y tranquilidad.
Poco a poco fui capaz de aportar diseños de calidad a proyectos difíciles y creaba más productos terminados que los demás hermanos y hermanas. Siempre me pedían consejo sobre conceptos de diseño y otras cuestiones técnicas. Al principio les decía lo que sabía, pero, conforme preguntaba más gente, inconscientemente empecé a pensar: “Supongo que ya todos reconocen mis talentos. Si no, ¿por qué habrían de pedirme consejo?”. Sin darme cuenta, comencé a disfrutar mucho de esta sensación de satisfacción y estaba muy contenta conmigo misma. Sin embargo, sucedió algo verdaderamente inesperado. En una imagen de fondo que diseñé para un himno, mi líder observó un problema que vulneraba los principios y me llamó para hablarlo. Según él, había que editar la imagen ese día, o se demoraría el trabajo, y me preguntó si podía editarla yo o si necesitaba ayuda de otras personas. Pensé para mis adentros: “Yo diseñé esta imagen, por lo que, si se la paso a otro, ¿no parecerán deficientes mis destrezas? ¿No pensará la gente que soy puro cuento, pero que no sé cumplir cuando hace falta? ¡Eso no puede ocurrir! No puedo rendirme ahora. Si puedo solucionar este problema yo sola, todos sabrán que sé hacer mi trabajo, que soy confiable y merecedora de ser cultivada”. Comprendido esto, le dije al líder que lo solucionaría yo sola según los principios. Mientras editaba, había una parte de la imagen para la que no se me ocurría un buen concepto. Como estaba quedándome sin tiempo y todavía estancada en ese concepto, me estresé mucho y solamente quería acabarlo cuanto antes, pero, por más que retocaba el diseño, no salía bien. Estuve estancada en ese concepto hasta las 5 de la mañana, pero seguía sin ocurrírseme nada. Fue entonces cuando empecé a preguntarme por qué tenía ese problema. De pronto me di cuenta de que mi diseño vulneraba los principios porque yo no entendía cierto aspecto de estos. Esta edición ya había demorado el trabajo. Ni siquiera estaba segura de que mi edición solucionaría las cosas, y esta imagen hacía falta urgentemente, con lo que sabía que debía pedir ayuda. No obstante, por conservar mi estatus y reputación y ocultar mis imperfecciones, estaba tratando de esforzarme yo sola durante todo el proceso. ¿No estaba demorando la labor de la iglesia? Al percatarme, me sentí sumamente culpable y me apresuré a orar a Dios, arrepentida: “¡Oh, Dios mío! Estoy atada a mi carácter corrupto. En cuanto tengo un problema, finjo que todo está bien para que me respeten. No sé afrontar adecuadamente mis imperfecciones. ¡Qué forma más agotadora de abordar el deber! Amado Dios, te pido que me guíes para que reconozca mi corrupción y renuncie a la vanidad, de modo que pueda practicar según Tu palabra”. Tras orar recordé estas palabras de Dios: “Tú siempre buscas la grandeza, la nobleza y el estatus; siempre buscas la exaltación. ¿Cómo se siente Dios cuando ve esto? Lo detesta y se separará de ti. Cuanto más busques cosas como la grandeza, la nobleza y la superioridad sobre los demás; ser distinguido, destacado y notable, más repugnante serás para Dios. Si no reflexionas sobre ti mismo y te arrepientes, entonces Dios te despreciará y te abandonará. Asegúrate de no ser alguien a quien Dios encuentra repugnante, de ser una persona a la que Dios ama. Entonces, ¿cómo se puede alcanzar el amor de Dios? Recibiendo la verdad en obediencia, colocándote en la posición de un ser creado, actuando con los pies en el suelo por las palabras de Dios, cumpliendo con el deber correctamente, intentando ser una persona honesta y viviendo a semejanza de un ser humano. Con eso es suficiente; Dios estará satisfecho. La gente debe asegurarse de no tener ambiciones ni sueños vanos, no buscar la fama, la ganancia y el estatus ni destacar entre la multitud. Además, no deben intentar ser una persona con grandeza o sobrehumana, que sea superior entre los hombres y haga que los demás la adoren. Ese es el deseo de la humanidad corrupta, y es la senda de Satanás; Dios no salva a tales personas. Si las personas buscan sin cesar la fama, la ganancia y el estatus y se niegan a arrepentirse, entonces no existe cura para ellas, y solo hay un desenlace posible: ser descartadas” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. El correcto cumplimiento del deber requiere de una cooperación armoniosa). La palabra de Dios abordaba mi estado preciso: siempre iba en pos de la reputación, el estatus y la admiración. Cuando fui capaz de producir más diseños terminados que nadie y realicé proyectos exigentes con calidad garantizada, me volví arrogante inconscientemente. Además, como los otros no dejaban de acudir a mí con preguntas, tenía una profunda sensación de satisfacción y disfrutaba de la sensación de ser admirada. Cuando una imagen mía presentó un problema, la devolvieron y el líder sugirió que me ayudara a editarla otro hermano o hermana por cuestiones de tiempo, yo no pensé en la labor de la iglesia, preocupada únicamente de que la ayuda de otros en edición revelara mi incompetencia. Por conservar mi reputación y estatus y evitar ser despreciada, asumí yo la edición. Ante los problemas, en vez de pedir ayuda, resistí y me devané los sesos, lo que lo demoró todo. Aparentemente, hacía horas extra por mi deber, pero en realidad trataba de demostrar mis talentos arreglando la imagen, lo que daba a la gente la sensación de que era confiable. Vi que deseaba en exceso la reputación y el estatus. Dios escruta nuestros pensamientos: aunque pudiera engañar a los demás, no podía engañarlo a Él y, por muy bien que ocultara mis imperfecciones, si mi carácter corrupto no se transformaba y yo no alcanzaba la verdad, Dios me despreciaría y descartaría de todos modos. Había demorado la labor de la iglesia en mi afán de reputación y estatus y, si no me arrepentía ante Dios y no hacía introspección, tan solo engañaría a los demás y a mí misma, cosa que me perjudicaría. Al darme cuenta, le pedí ayuda a una hermana a quien se le daba bien el diseño. Hablamos de cómo editar la imagen, y después yo tenía un concepto mucho más claro. Al rato había terminado de editar.
Luego seguí reflexionando sobre por qué siempre intentaba ocultar mis imperfecciones. Di con un pasaje de la palabra de Dios que me impactó profundamente. Dios Todopoderoso dice: “¿Tiene algo de vergonzoso no ser capaz de hacer unas cuantas cosas? ¿Qué persona puede hacerlo todo? No tiene nada de vergonzoso, no olvides que eres una persona corriente. Las personas son personas, si no puedes hacer algo, dilo y ya está. ¿Para qué fingir? Si siempre estás fingiendo, a otros les resultará asqueroso y, tarde o temprano, llegará el día en que quedes expuesto, y ya no conservarás tu dignidad u honor. Así es el carácter de los anticristos. Siempre se presentan como gente muy completa que puede hacer de todo, que son capaces y tienen conocimiento sobre todas las cosas. Eso es un problema, ¿verdad? Si tuvieran una actitud honesta, ¿qué harían? Dirían: ‘No soy un experto en esto, apenas tengo un poco de experiencia, pero ahora las habilidades que requerimos son más complejas que antes. Ya te he dicho todo de lo que soy capaz, y no entiendo los nuevos problemas a los que nos enfrentamos. Si queremos cumplir bien con nuestro deber, tendremos que mejorar nuestro conocimiento técnico. Una vez que lo hayamos conseguido, podremos cumplir con nuestro deber de manera efectiva. Dios nos encomendó este deber, y es nuestra responsabilidad hacerlo bien. Con ese ánimo, deberíamos adquirir más conocimientos técnicos’. Esa es la práctica de la verdad. Si alguien tuviera el carácter de un anticristo, no haría nada semejante. Si tuviera un poco de razón, diría algo así como: ‘No sé hacer más que esto. No me sobrestimes y no me daré aires; así será más fácil, ¿vale? Es un fastidio estar siempre aparentando y fingiendo. Si no sabemos hacer algo, aprenderemos juntos a hacerlo. Tenemos que cooperar para cumplir con nuestro deber como es debido. Todos debemos tener una actitud responsable’. Cuando la gente ve esto, piensa: ‘Esta persona es mejor que cualquiera de nosotros. Cuando surge algo, no alardea de su habilidad, no le endosa nada a los demás ni trata de eludir la responsabilidad. En cambio, se encarga de las cosas y las hace con una actitud seria y responsable. Es una buena persona, con una actitud responsable y seria hacia el trabajo y su deber. Es digno de confianza. La casa de Dios hizo bien al confiarle este importante proyecto. ¡Dios sí que escruta lo más íntimo del ser humano!’. Al cumplir así con su deber, esta persona puede refinar sus habilidades y ganarse la aprobación de todos. ¿De dónde proviene está aprobación? En primer lugar, de la actitud seria y responsable hacia su deber. En segundo lugar, proviene de su habilidad para ser una persona honesta, con una actitud de pragmatismo y voluntad de aprender. Y en tercer lugar, uno no puede desestimar la posibilidad de que esté guiado y esclarecido por el Espíritu Santo. Este tipo de persona tiene la bendición de Dios, y esto es algo que son capaces de lograr las personas con conciencia y razón. Puede que sean corruptos y deficientes, y que haya muchas cosas que no sepan hacer, sin embargo, su senda de práctica es la correcta. No fingen ni engañan, adoptan una actitud seria y responsable hacia su deber, y una actitud piadosa y anhelante hacia la verdad. Los anticristos jamás serían capaces de tales cosas, ya que su forma de pensar nunca coincidirá con la de las personas que aman y buscan la verdad. ¿Por qué? Porque tienen la naturaleza de Satanás. Viven según un carácter satánico para lograr su objetivo de hacerse con el poder. Siempre están tratando, por medios diferentes, de urdir tramas y planes, seduciendo a la gente como sea para que los adoren y los sigan. Así que, a fin de engañar a la gente, piensan en todo tipo de formas de disfrazarse, de engañar, de mentir, de embaucar a la gente, de hacerles creer que siempre tienen razón, que lo saben todo y pueden hacerlo todo; que son más listos y más sabios y que entienden más que los demás; que son mejores que ellos, que los superan en todo, e incluso que son la mejor persona de cualquier grupo. Ese es el tipo de necesidad que tienen; es el carácter de un anticristo. Así que aprenden a fingir, lo que da lugar a todo tipo de prácticas y comportamientos” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 8 (III)). Los anticristos son traicioneros y malvados por naturaleza. Por conservar su estatus y reputación, hacen de todo; proyectan una falsa imagen, mienten y engañan a los demás. Me acordé de un anticristo expulsado de nuestra iglesia: para afianzarse y recibir admiración, no pedía ayuda ante los problemas y fingía saber más de lo que sabía, feliz de demorar el trabajo de la iglesia a fin de conservar su estatus e imagen. Solo comentaba sus éxitos, no sus fracasos, lo que interrumpió varias veces la labor de la iglesia, pero jamás se arrepentía. Por ello, al final lo expulsaron de la iglesia. Comparé su conducta con la mía: yo no me centraba en buscar la verdad y los principios en el deber, no aceptaba el escrutinio de Dios ni trabajaba de forma realista y siempre proyectaba una falsa imagen en pos de la admiración ajena. Era obvio que mi diseño presentaba un problema, pero, pese a no tener un concepto claro de cómo editarlo, no consulté ni debatí nada con mis hermanos y hermanas, sino que decidí solucionarlo yo sola. No pensaba en la labor de la iglesia y, mientras todavía hubiera la más mínima esperanza, no quería revelar mis defectos, como si no pasara nada por demorar el trabajo de la iglesia y lo principal fuera conservar mi imagen. Hacía de todo por ocultar lo que amenazara mi imagen y estatus, aunque eso fuera sumamente agotador y arduo. Para mí, perder mi presunta “buena imagen” sería como perder la vida. Mis actos revelaban el carácter de un anticristo. Sentí miedo cuando me percaté de esto. Puede que no hubiera cometido toda clase de maldades como un anticristo, pero siempre iba en pos de la reputación, el estatus y la admiración ajena, hasta el punto de actuar como una traidora y engañar a otros. Si no corregía este carácter, al final Dios me revelaría y descartaría. Así pues, oré a Dios y me arrepentí, dispuesta a desechar mi vanidad y mi estatus para practicar según Sus palabras.
Después, si mis diseños presentaban problemas con los que no sabía lidiar, enseguida contactaba con alguien y me sinceraba en comunión para buscar y escuchar sus sugerencias. Algunas veces también lo ponía a diseñar conmigo. En una ocasión tuve otro problema con un diseño, y no avanzaba pese a reflexionarlo durante un rato. Mi líder me preguntó por mis progresos y quise mentirle, pero pronto comprendí que de nuevo trataba de conservar mi estatus y reputación. Me vino a la mente la palabra de Dios: “Si no te guardas nada, si no te pones una careta, una impostura, una fachada, si te expones ante los hermanos y hermanas, si no ocultas tus ideas y pensamientos más íntimos, sino que permites que los demás vean tu actitud sincera, entonces la verdad echará raíces poco a poco en ti, florecerá y dará frutos, dará gradualmente resultados. Si tu corazón es cada vez más honesto y está cada vez más orientado hacia Dios, y si sabes proteger los intereses de la casa de Dios cuando cumples con tu deber, y tu conciencia se turba cuando no proteges estos intereses, entonces esto es una prueba de que la verdad ha tenido efecto en ti y se ha convertido en tu vida” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Las palabras de Dios eran hondamente motivadoras. Supe que no podía continuar proyectando una falsa imagen; tenía que afrontar mis imperfecciones con honestidad y calma. Pensaran lo que pensaran de mí, tenía que decir la verdad y buscar una solución con los demás. Ese día, por suerte, había reunión de trabajo, así que me sinceré en comunión sobre mis problemas y mi corrupción. Me quedé a gusto después de hablar. Cuando lo debatí todo con los otros, me ayudaron a idear el modo de arreglar el diseño y, poco después, terminé de editarlo. ¡Qué alegría! ¡Sentí lo maravilloso que es realmente sincerarse y ser honesta! Gracias exclusivamente a la salvación de Dios, pude comprender esto y alcanzar la transformación. ¡Gracias a Dios!