36. Reflexiones tras resistirme a la supervisión

Por Mi Hui, China

En 2021, estaba a cargo de la labor de riego en la iglesia. Durante ese tiempo, nuestro líder nos preguntaba a menudo por su progreso, para supervisar y actualizarse sobre nuestro trabajo. El líder también me solía preguntar si surgían problemas. Al principio respondía activamente, pero al tiempo me empecé a impacientar. Pensé: “Es muy molesto tener que actualizar al líder sobre nuestro progreso y nos hace perder mucho tiempo. ¿No afectará al desempeño de mi labor? Si mi desempeño baja, ¿no me despedirá el líder?”. Pensando así, me volví muy resistente a la supervisión del líder.

Una vez, el líder me envió una carta preguntando cómo iba el trabajo. Me preguntó cuántas personas habían aceptado el evangelio ese mes, cuántas miembros no se reunían regularmente y por qué, que nociones religiosas defendían, y cómo comunicábamos para resolverlas. Ante todas estas preguntas, me sentí inquieta. Había mucho contenido que cubrir y debía discutirlo y repasarlo todo con los obreros de riego. Eso retrasaría mucho nuestro trabajo, y era reacia a ello. “Pides muchos detalles en estas preguntas, ¿cuánto nos va a demorar esto? Si no tenemos resultados en nuestra labor de riego, ¿vas decir que no hago trabajo práctico y no soy competente?”. Cuando noté que mis cimpañeras también tenían reparos, pensé: “Si ellas también piensan que esto va a causar una demora, tal vez podamos hacer una sugerencia conjunta; y entonces el líder no pedirá tantos detalles cuando pregunte por el trabajo. Así, las insuficiencias en mi trabajo no se verán tan expuestas”. Así, medio en broma, dije: “Debemos preocuparle mucho al líder, si nos hace preguntas tan detalladas”. En cuanto lo dije, la hermana convino, diciendo: “¡Es como un interrogatorio!”. Cuando oí que la hermana estaba de acuerdo, contesté riendo: “Ya estamos bastante ocupados. Tener que responder preguntas tan detalladas es demasiada moelestia. ¿No influirá en los resultados de nuestra labor de riego?”. Las otras asintieron, de acuerdo. Me alegré en secreto: “Parece que no soy la única que se opone. Podemos juntar nuestras sugerencias para el líder, así no pedirá siempre novedades sobre nuestro trabajo”. Al haberlas influido yo, cada vez que el líder venía a ponerse al día sobre nuestro trabajo, mis compañeras ponían cara de circunstancias e incluso cuando respondían, se limitaban a algunos comentarios superficiales. No informaban en detalle de las cuestiones y problemas de nuestro trabajo y, por tanto, el líder no captaba los problemas que teníamos y el trabajo de riego no mejoró.

En otra ocasión, el líder se dio cuenta de que no nos centrábamos en el cultivo de los trabajadores de riego, así que nos envió una carta en la que nos hablaba de la importancia de este aspecto del trabajo y nos daba algunas sendas de práctica. Además, señaló que no estábamos asumiendo la responsabilidad de este proyecto, dábamos largas y éramos ineficaces. En consecuencia, los recién llegados no recibían formación y esto influía directamente en la labor de riego. Nos pidió que empezáramos a centrarnos en esta cuestión. También nos pidió una mejora de los resultados en el mes siguiente y que debíamos formar rápidamente a algunos recién llegados como regadores. Al ver la carta, me sentí un poco reticente: “Esto es pedir demasiado. Los recién llegados acaban de empezar a desempeñar sus funciones: ¡no es tan fácil cultivarlos! Tú tienes mucha experiencia cultivando a la gente, ¡no puedes exigirnos tu nivel!”. Pero entonces pensé, “Si me quejo directamente, ¿no pensará que no soy una obrera competente? No puede ser. Tengo que hacerle ver que el conjunto de nuestro equipo es incapaz de cumplir con estas exigencias, así no tendrá más remedio que ceder y no seré la única responsable”. Así que fruncí el ceño y, en tono aprensivo, dije: “Las exigencias del líder son demasiado elevadas. No tenemos tanta experiencia como él”. Las otras hermanas asintieron enseguida y se mostraron de acuerdo. Una de ellas dijo: “El líder tiene buen calibre y es muy eficiente en su trabajo, ¿cómo vamos a compararnos con él?”. Otra dijo: “El líder nos pide demasiado. ¿Cómo vamos a completar este trabajo?”. Me alegró ver que estaban todas de acuerdo. El líder no tendría más remedio que ceder. Después de todo, ¡no podía despedir a todo el equipo! Al día siguiente, respondí a la carta del líder y describí los problemas que teníamos en nuestro trabajo para intentar transmitirle una idea de nuestra situación actual. Al final, añadí una línea que decía: “Este es nuestro rendimiento laboral óptimo por ahora. Sería difícil aumentarlo más”, y me aseguré de subrayar la palabra “nuestro” en la carta para que el líder viera que era nuestra opinión colectiva. De este modo, el líder no nos exigiría tanto. Sin embargo, para mi sorpresa, durante la siguiente reunión, el líder me trató y expuso, diciendo que no llevaba la carga en mi deber, que no me motivaba para mejorar, difundía ideas negativas entre los hermanos y hermanas, formaba camarillas y provocaba a los demás para que se resistieran al líder como yo. También dijo que me retrasaba en el cultivo de los recién llegados, que perturbaba el trabajo de la iglesia y que no participaba en el trabajo del equipo. Acabé siendo despedida.

Me sentí bastante culpable y disgustada tras lo sucedido. Sabía que había causado problemas, hecho el mal y ofendido a Dios. No busqué la verdad cuando surgieron problemas e incluso había difundido nociones que llevaron a todos a vivir en un estado de negatividad y pasividad. Había obstruido realmente la labor de la Iglesia. Más tarde, reflexionando, me encontré con este pasaje de las palabras de Dios: “Debido a que, en sus corazones, los anticristos siempre dudan de la esencia divina de Cristo, y siempre tienen un carácter desobediente, cuando Cristo les encomienda hacer cosas, siempre las examinan y las deliberan, y piden a la gente que determine si están bien o mal. Esto es un problema severo, ¿no es así? (Sí). No abordan estas cuestiones desde una perspectiva de obediencia a la verdad; más bien, las abordan desde una oposición a Dios. Este es el carácter de los anticristos. Cuando escuchan los mandatos y los planes de trabajo de Cristo, no los aceptan ni los obedecen, sino que comienzan a deliberar. ¿Y qué es lo que deliberan? Deliberan acerca de si las palabras y los mandatos de Cristo están bien o mal, y evalúan si deben o no cumplirse. ¿Tienen una postura de querer realmente cumplir con estas cosas? No: quieren animar a más gente a ser como ellos, a no cumplir con estas cosas. ¿Y no hacerlas significa practicar la verdad de la obediencia? Claramente, no. Entonces, ¿qué están haciendo? (Rebelarse). No solo se están rebelando ellos mismos contra Dios, sino que también buscan la rebelión colectiva. Esta es la naturaleza de sus acciones, ¿no es así? La rebelión colectiva: hacer que todos sean iguales a ellos, que todos piensen lo mismo que ellos, digan lo mismo que ellos, decidan lo mismo que ellos, en una oposición colectiva respecto a la decisión y los mandatos de Cristo. Este es el modus operandi de los anticristos. La creencia de los anticristos es: ‘No es un crimen si todo el mundo lo hace’, y por eso instan a otros a rebelarse contra Dios; piensan que procediendo así, no habrá nada que la casa de Dios pueda hacerles. ¿No es esto estúpido? La propia capacidad de los anticristos para luchar contra Dios es extremadamente limitada, están solos. Por eso es que tratan de reclutar personas para que se oponga colectivamente a Dios. En sus corazones, piensan: ‘Voy a engañar a un grupo de personas, y hacer que piensen y actúen de la misma manera que yo. Juntos, rechazaremos las palabras de Cristo e impediremos que las palabras de Dios lleguen a buen puerto. Y cuando alguien venga a revisar mi labor, diré que todos decidieron hacerlo así, y entonces veremos cómo lo manejas Tú. No lo voy a hacer por Ti, no voy a cumplir con esto, y veremos qué haces Tú conmigo’. […] ¿No son odiosas estas cosas que se manifiestan en los anticristos? (Son extremadamente odiosas). ¿Y qué las hace odiosas? Estos anticristos desean tomar el poder en la casa de Dios, las palabras de Cristo no se cumplen donde ellos están, no las cumplirán. Por supuesto, también podría tratarse de otro tipo de situación cuando la gente no es capaz de obedecer las palabras de Cristo: algunas personas son de escasa aptitud, no pueden entender las palabras de Dios cuando las escuchan, y no saben cómo cumplirlas; incluso si les enseñas cómo hacerlo, aún no pueden. Ese es un asunto diferente. El tema que estamos tratando en comunidad en este momento es la esencia de los anticristos, que no se relaciona con si las personas son capaces de hacer cosas, o qué aptitud tienen; se relaciona con el carácter y la esencia de los anticristos. Ellos están completamente en contra de Cristo, los planes de trabajo de la casa de Dios, y los principios de la verdad. No se mueven por ninguna obediencia, solo por oposición. Esto es lo que es un anticristo(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 10 (IV)). Las palabras de Dios son realmente efectivas. No sabía que lo que mis actos eran una ofensa tan grave. Me impresionó especialmente la exposición de Dios sobre cómo los anticristos tienen un carácter rebelde, no aceptan ni están dispuestos a someterse a las peticiones de Dios y los arreglos de obra de Su casa, se muestran llenos de resistencia y protesta e incluso engañan a otros para que se resistan con ellos. Recordando lo sucedido, yo también había mostrado ese tipo de comportamiento. Cuando el líder quiso revisar el progreso de nuestro trabajo en detalle, me molestaba y me preocupaba que me retrasara en mi deber e influyera en mi rendimiento, así que no podía aceptarlo y difundí ideas tendenciosas sobre el líder, y reuní a las otras hermanas para que se levantaran y se rebelaran en su contra conmigo. Cuando el líder señaló que nuestro progreso era demasiado lento y que no obteníamos resultados y habló de cómo mejorar la eficiencia de nuestro trabajo, me resistí, discutí y no me sometí. Pensé que el líder nos exigía demasiado y que no entendía nuestros problemas reales. Cuando el líder nos hablaba de cómo mejorar nuestra eficiencia, yo no escuchaba. Con el fin de hacer que el líder cediera y bajara sus estándares para nosotros, y para que supiera que los malos resultados de nuestro trabajo no eran solo culpa mía, difundí entre los demás la idea de que las exigencias del jefe eran demasiado elevadas, haciéndoles creer que el líder nos estaba presionando demasiado, e incitándoles a resistir conmigo para que no se me considerara la única responsable. Era muy intrigante y hablaba con motivos ocultos y traición satánica. Solo podía pensar en cómo utilizar a otras personas para cumplir con mis motivos. El líder pidió detalles de nuestro trabajo a fin de averiguar y rectificar a tiempo los problemas que teníamos, ayudarnos a aumentar la eficacia de nuestro trabajo y formar a los recién llegados para que cumplieran con su deber lo antes posible. Se limitó a trabajar de acuerdo con las exigencias de Dios y los arreglos de la iglesia, pero yo no me sometía y me resistía. Esto no era un desacuerdo con mi líder, se trataba de una resistencia al trabajo de la iglesia y a las exigencias de Dios. Actuaba en completa oposición a Dios. Engañé e instigué a los demás para que se pusieran de mi parte, para que todos tuviésemos las mismas creencias y el mismo discurso en nuestra oposición a Dios. Había mostrado un carácter de anticristo y me comporté como un lacayo de Satanás. Hablé con negatividad para engañar a los hermanos y hermanas, causando que perdieran su impulso para mejorar, que se conformaran con su nivel actual y apenas salieran del paso de manera superficial en su trabajo. Así, el trabajo de riego seguía sin dar resultados. Esta obstrucción y resistencia a la formación de los recién llegados era un acto de maldad. Al darme cuenta de esto, sentí un poco de miedo. Si seguía así, solo haría más maldades y finalmente me convertiría en un anticristo y sería expuesta y expulsada. El hecho de que la iglesia me despidiera era una señal de la justicia y la protección de Dios. Me presenté ante Dios en oración: “Querido Dios, mi despido fue una muestra de tu justicia. Al ser expuesta y juzgada por Tus palabras, he llegado a reconocer mi carácter de anticristo. Tú me protegiste y salvaste al despedirme y te doy las gracias”.

Después de eso, encontré otros dos pasajes de las palabras de Dios que revelaban este tipo de carácter corrupto: “Los anticristos suelen difundir teorías para embaucar a la gente. No importa la obra que los anticristos estén llevando a cabo, siempre deben tener la última palabra. Están en completa contravención de los principios de la verdad. Así que, a juzgar por lo que se manifiesta en los anticristos, ¿qué carácter tienen ellos? ¿Aman las cosas positivas, aman la verdad? ¿Profesan una verdadera obediencia a Dios? (No). Su esencia es de hastío y odio a la verdad. Es más, son tan arrogantes que han perdido toda razón, y carecen incluso de la mínima conciencia y sentido; no son aptos para ser llamados personas. Todo lo que se puede decir es que son de la misma calaña que Satanás: son demonios. Todos los que no aceptan la verdad son demonios, de esto no hay duda(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 10 (IV)). “En los corazones de los anticristos, ¿qué actitud asumen respecto a la práctica de la verdad y la obediencia a Cristo? Una palabra: oposición. Siguen oponiéndose. ¿Y cuál es el carácter contenido en esta oposición? ¿Qué es lo que lo provoca? La desobediencia es la responsable. En términos de carácter, se trata del hastío hacia la verdad, se trata de albergar desobediencia en sus corazones, se trata de no querer obedecer. Y entonces, ¿qué piensan los anticristos, en sus corazones, cuando la casa de Dios pide que los líderes y los trabajadores aprendan a trabajar juntos en armonía, en lugar de que una persona tome todas las decisiones, que aprendan a conversar las cosas? ‘¡Es demasiado trabajo intercambiar ideas sobre todo con la gente! Yo puedo tomar las decisiones sobre estas cosas. Trabajar con otros, deliberar con ellos, hacer las cosas de acuerdo con los principios: ¡qué estúpido y vergonzoso!’. Los anticristos creen que entienden la verdad, que todo está claro para ellos, que tienen sus propias ideas y maneras de hacer las cosas, y por eso son incapaces de trabajar con otros, no conversan nada con la gente, hacen todo a su manera, ¡y no escuchan a nadie más! Aunque las bocas de los anticristos dicen que están dispuestos a obedecer, y están dispuestos a trabajar con los demás, no importa lo bien que se vean sus respuestas por fuera, lo bien que suenen sus palabras; son incapaces de cambiar su estado rebelde, son incapaces de cambiar sus actitudes satánicas. Por dentro, son ferozmente rebeldes, ¿hasta qué punto? Si lo explicamos en el lenguaje del conocimiento, se trata de un fenómeno que se produce cuando se juntan dos cosas de distinta naturaleza: el rechazo, que podemos interpretar como ‘resistencia’. Este es precisamente el carácter de los anticristos: la oposición hacia lo alto. Les gusta oponerse a lo alto y no obedecen a nadie(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 10 (IV)). Las palabras de Dios fueron como un cuchillo en el corazón. Dios dice que la naturaleza y la sustancia de los anticristos es odiar la verdad y resistirse a Dios. Me di cuenta de que mi carácter era el mismo que el de un anticristo. Me molestaba y me resistía a la supervisión del líder, pensando que retrasaría mi trabajo y creía que nos pedía demasiado al exigirnos que aumentáramos nuestra producción, así que no me sometía y clamaba y protestaba continuamente. La verdad es que debí haber sido receptiva a que el líder señalara los problemas de nuestro trabajo y reflexionar con diligencia sobre por qué no conseguíamos resultados en nuestro trabajo, si se debía a que éramos demasiado despreocupados en nuestro deber, o a que nos faltaba perspicacia y éramos incapaces de utilizar la verdad para resolver los problemas de los hermanos y hermanas. Tras identificar el problema, debería haber actuado enseguida para rectificarlo y mejorar. Pero no acepté la verdad ni reflexioné en absoluto, ni me culpé ni me sentí culpable por no cumplir bien con mi deber. Para evitar que me despidieran, me empeñé en incitar a los demás a resistirse al líder junto conmigo. Que el líder siguiera y supervisara el trabajo era positivo, una exigencia de Dios, pero me resistí y protesté. En apariencia me enfrentaba al líder, pero en esencia estaba harta de la verdad y odiaba las cosas positivas. Había interrumpido y perturbado el trabajo de la iglesia. Al notar que estaba harta de la verdad e incluso me rebelaba contra Dios, me horrorizó mi carácter satánico. Recordé a ciertos anticristos que habían sido expulsados de la iglesia. Cuando la gente los criticaba, los asistía, los podaba y los trataba, nunca aceptaban la verdad ni reflexionaban sobre sí mismos. Si la gente supervisaba su trabajo o les hacía sugerencias, se avergonzaban y se enfadaban y consideraban a esa gente sus enemigos. Protestaban y se resistían obstinadamente hasta el final. Incluso cuando cometían maldades que dañaban seriamente el trabajo de la iglesia, seguían sin arrepentirse y al final fueron expulsados de la iglesia. Todo esto se debió a su carácter de anticristo, que estaba harto de la verdad y la odiaba. ¿Acaso el carácter que mostraba yo no era el mismo de los anticristos? Si no me arrepentía, acabaría siendo expuesta y expulsada.

Más tarde, también reflexioné sobre por qué había instigado a los demás a resistirse al líder. ¿Qué causa subyacía detrás de todo esto? En mi búsqueda, encontré este pasaje de las palabras de Dios. Dios Todopoderoso dice: “Mientras las personas no hayan experimentado la obra de Dios y no hayan comprendido la verdad, la naturaleza de Satanás es la que toma las riendas y las domina desde el interior. ¿Qué cosas específicas conlleva esa naturaleza? Por ejemplo, ¿por qué eres egoísta? ¿Por qué proteges tu propia posición? ¿Por qué tienes emociones tan fuertes? ¿Por qué te gustan esas cosas injustas? ¿Por qué te gustan esas maldades? ¿Cuál es la base para que te gusten estas cosas? ¿De dónde proceden? ¿Por qué las aceptas de tan buen grado? Para este momento, todos habéis llegado a comprender que esto se debe, principalmente, al veneno de Satanás que hay dentro del hombre. Entonces, ¿qué es el veneno de Satanás? ¿Cómo se puede expresar? Por ejemplo, si preguntas ‘¿Cómo debería vivir la gente? ¿Para qué debería vivir?’, te responderán: ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’. Esta sola frase expresa la raíz del problema. La filosofía y la lógica de Satanás se han convertido en la vida de las personas. Sea lo que sea lo que persigue la gente, lo hacen para sí mismos, por tanto solo viven para sí mismos. ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’: esta es la filosofía de vida del hombre y también representa la naturaleza humana. Estas palabras se han convertido ya en la naturaleza de la humanidad corrupta, en el auténtico retrato de su naturaleza satánica, la cual se ha convertido ya en la base de la existencia de esta humanidad corrupta. La humanidad corrupta ha vivido según este veneno de Satanás durante varios miles de años y hasta nuestros días. Todo lo que hace Satanás es en aras de su propio apetito, ambiciones y objetivos. Desea superar a Dios, liberarse de Él y apoderarse de todas las cosas que Dios ha creado. En la actualidad, las personas han sido corrompidas hasta tal punto por Satanás que todas tienen una naturaleza satánica, todas tratan de negar y oponerse a Dios, desean controlar sus propios destinos y tratan de oponerse a las orquestaciones y arreglos de Dios. Sus ambiciones y apetitos son exactamente los mismos que los de Satanás. Por lo tanto, la naturaleza del hombre es la de Satanás(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo caminar por la senda de Pedro). Tras leer las palabras de Dios me di cuenta de que ser capaz de cometer un acto tan gravemente resistente a Dios no solo era una muestra de mi carácter corrupto, sino que se debía a mi naturaleza y a mi carácter satánico. Por tanto, podía resistirme a Dios en cualquier momento. Vi que había sido profundamente corrompida por Satanás. Vivía según la filosofía satánica de “sálvese quien pueda y que el diablo se lleve la peor parte” y me había vuelto increíblemente egoísta y astuta. Cada cosa que hacía y decía era para protegerme y mantener mis intereses. Cuando el líder supervisó mi labor y descubrió problemas, me preocupaba que dijera que era una incompetente y me despidiera, así que conspiré y tramé, sembrando el descontento con el líder e incitando a los demás a unirse a mí en una oposición unificada para protestar contra la supervisión del líder y hacerle ver que yo no era la única ineficaz en su trabajo, que era un problema compartido por todos. Para mantener mi estatus, concebí un elaborado plan para enfrentarme al líder y protegerme. Esto causó un grave daño al trabajo de la iglesia. Cuanto más reflexionaba, más veía lo egoísta, despreciable y desvergonzada que había sido. Si era capaz de hacer algo tan siniestro, estaba claro que carecía por completo de humanidad. Me sentí profundamente arrepentida y oré a Dios: “¡Querido Dios! He hecho el mal y he perturbado la labor de la iglesia. Estoy dispuesta a arrepentirme por completo, a aceptar la supervisión y guía de mi líder y cumplir seriamente con mi deber como ser creado”.

Después leí un par de pasajes de las palabras de Dios que me mostraron la actitud correcta que debía tener hacia la supervisión y guía del líder. Dios Todopoderoso dice: “Si bien hoy en día muchas personas cumplen con su deber, son pocas las que buscan la verdad. Rara vez las personas buscan la verdad y entran en la realidad de la verdad mientras cumplen con su deber; para la mayoría, todavía no hay principios en su forma de hacer las cosas, todavía no son personas que obedezcan verdaderamente a Dios; sus bocas simplemente dicen que aman la verdad, y están dispuestos a buscarla, y a luchar por ella, pero todavía no se sabe cuánto durará su determinación. Las personas que no buscan la verdad son susceptibles de tener desbordes de un carácter corrupto en cualquier momento o lugar. Las personas que no buscan la verdad carecen de cualquier sentido de responsabilidad hacia su deber, suelen ser descuidadas y superficiales, actúan como les da la gana, e incluso son incapaces de aceptar la poda y el trato. En cuanto se vuelven negativas y débiles, las personas que no buscan la verdad son susceptibles de tirar la toalla; esto ocurre a menudo, no hay nada más común; así se comportan todos los que no buscan la verdad. Y así, cuando las personas aún no han obtenido la verdad, son poco fiables y no se puede confiar en ellas. ¿Qué significa que no son de fiar? Significa que cuando se encuentran con dificultades o contratiempos, es probable que se derrumben y se vuelvan negativas y débiles. ¿Es alguien que suele ser negativo y débil digno de confianza? Por supuesto que no. Pero las personas que entienden la verdad son diferentes. Las que realmente entienden la verdad están obligadas a tener un corazón que teme y obedece a Dios, y solo las personas con un corazón que teme a Dios son dignas de confianza; las que no tienen un corazón que teme a Dios no lo son. ¿Cómo se debe abordar a las personas que no tienen un corazón que teme a Dios? Por supuesto, hay que proporcionarles ayuda y apoyo afectuosos. Hay que vigilarlas más a medida que cumplen con su deber, y ofrecerles más ayuda y orientación; solo así se puede garantizar que cumplan con su deber de forma eficaz. ¿Y cuál es el objetivo de hacer esto? El objetivo principal es mantener la obra de la casa de Dios. El objetivo secundario es identificar con prontitud los problemas, atenderlos, apoyarlos y tratarlos y podarlos, corrigiendo sus desviaciones y supliendo sus carencias y deficiencias. Esto es beneficioso para las personas; no existe nada malicioso en ello. Supervisar a las personas, vigilarlas, averiguar más sobre lo que hacen, todo esto es para ayudarlas a entrar en el camino correcto de la fe en Dios, para que puedan cumplir con su deber como Dios pide y según los principios, para que no causen ninguna perturbación o interrupción, para que no malgasten el tiempo. El objetivo de hacer esto nace por completo de la responsabilidad hacia ellos y hacia la obra de la casa de Dios; no hay ninguna malicia en ello(La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros). “La casa de Dios supervisa, observa y controla a aquellos que cumplen con el deber. ¿Podéis aceptar este principio de la casa de Dios? (Sí). Es una cosa maravillosa que puedas permitir que la casa de Dios te supervise, te observe y te controle. Te sirve de ayuda para cumplir con tu deber, para llegar a cumplirlo de forma adecuada y satisfacer la voluntad de Dios. Beneficia y ayuda a las personas, sin que esto suponga ningún inconveniente en absoluto. Una vez que alguien ha comprendido los principios respecto a esto, entonces ¿debería o no tener algún sentimiento de resistencia o defensa contra la supervisión de los líderes, los obreros y el pueblo escogido de Dios? Es posible que a veces te supervisen y te observen, e incluso que monitoreen tu trabajo, pero no es algo que debas tomarte como algo personal. ¿Por qué es así? Porque las tareas que ahora son tuyas, el deber que cumples, y cualquier trabajo que hagas no son asuntos privados o un trabajo personal de cualquier persona; todo ello toca la obra de la casa de Dios, y se relaciona con una parte de esa obra. Por lo tanto, cuando alguien dedica algo de tiempo a vigilarte u observarte, o te hace preguntas en profundidad para tratar de conversar contigo de corazón a corazón y averiguar tu estado durante este tiempo; e incluso a veces, cuando su actitud es algo más dura y te trata y poda un poco, te disciplina y te reprueba, hace todo esto porque tiene una actitud meticulosa y responsable hacia el trabajo de la casa de Dios. No deberías albergar pensamientos ni sentimientos negativos al respecto. ¿Qué significa que puedas aceptar la vigilancia, observación e indagación de otros? Que, en tu interior, aceptas el escrutinio de Dios. Si no aceptas la vigilancia, observación e indagación de la gente, si te resistes a todo esto, ¿puedes aceptar el escrutinio de Dios? El escrutinio de Dios es más detallado, profundo y preciso que la indagación de las personas; lo que pide Dios es más específico, exigente y profundo que esto. Entonces, si no eres capaz de aceptar que te vigilen los escogidos de Dios, ¿no son vacías tus afirmaciones de que puedes aceptar el escrutinio de Dios? Para que puedas aceptar el escrutinio y el examen de Dios, primero has de ser capaz de aceptar la vigilancia de la casa de Dios, de los líderes y obreros y de los hermanos y hermanas(La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros). Por medio de las palabras de Dios me di cuenta de que debido a las actitudes satánicas y corruptas que existen en nosotros, a menudo actuamos con mala intención en nuestro trabajo. Es más, debido a nuestra naturaleza repudiable e indolente, a menudo somos superficiales en nuestros deberes y no buscamos producir buenos resultados. Además, contrariamos los principios de muchas maneras, por lo que necesitamos líderes y obreros que supervisen y controlen para asegurar que el trabajo de la iglesia progrese sin problemas. Esto es lo que Dios exige de los líderes y obreros y es un aspecto importante de su trabajo. Por tanto, debo someterme y aceptar la supervisión y orientación de los líderes y obreros. Es más, albergaba una noción incorrecta al pensar que la supervisión y los controles del líder me retrasarían en mi deber e influirían en mi rendimiento laboral. Pero, en realidad, los líderes se fijan en los detalles de nuestro trabajo para encontrar problemas, nos ayudan a resolverlos y rectificarlos. Esto mejora realmente nuestro rendimiento en el trabajo, no retrasa nuestro progreso. Por ejemplo, cuando el líder estaba revisando nuestro trabajo, se dio cuenta de que no regábamos a los recién llegados con amor y paciencia y que nuestras exigencias hacia ellos eran demasiado altas. Esto hizo que algunos se volvieran negativos y no cumplieran con sus obligaciones. Solo gracias a la comunicación del líder pudimos reconocer los problemas existentes en nuestro trabajo. Después de eso, hablamos con los recién llegados utilizando las palabras de Dios para abordar sus problemas, les informamos del significado de cumplir con sus deberes y asignamos trabajos a los recién llegados en función de su nivel real. Entonces mejoró su estado y pudieron realizar sus tareas con normalidad. Vi que la supervisión y orientación del líder no solo no influiría negativamente en nuestro trabajo, sino que me permitiría tener una mejor comprensión de los principios en mi deber. Estas fueron todas las ventajas de aceptar la supervisión y la orientación de nuestro trabajo por parte del líder. Llegué a comprender que aceptar la supervisión del líder es una actitud de responsabilidad hacia el trabajo de la iglesia y es un principio de práctica que se debe tener en el deber.

Algún tiempo después, el líder me asignó la tarea de seguir regando a los recién llegados y me sentí increíblemente agradecida a Dios. Después de eso, cuando el líder revisaba y guiaba nuestro trabajo, no me sentía tan reticente y tomaba nota de los problemas que encontraba el líder y discutía activamente y sintetizaba con mis compañeros los problemas en nuestros deberes. A medida que íbamos teniendo más claros los problemas existentes en nuestro trabajo, nuestro rendimiento empezó a cambiar poco a poco. Sentí sinceramente que, solo aceptando la supervisión y la orientación de los líderes en nuestros deberes, teniendo una actitud de aceptación de la verdad y realizando el trabajo según los principios, podemos obtener buenos resultados en nuestro trabajo. Gracias a Dios.

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