48. Reflexión sobre devolver amabilidades
Hace unos meses, experimenté algo parecido. Recibí una carta de la iglesia de mi ciudad natal pidiendo una evaluación de una de las hermanas, Zhang Hua. La carta decía que ella estaba perturbando la vida de la iglesia, enfrentando a la gente entre sí y haciéndose de partidarios propios. Los líderes intentaron hablarle varias veces en vano, y ella se defendió señalando los propios defectos de los líderes. La iglesia estaba preparando la información necesaria para expulsar a Zhang Hua y me pidieron que escribiera una evaluación de ella. Cuando vi la carta, me di cuenta de que era probable que Zhang Hua fuera expulsada porque ella había sido persistente en tal comportamiento y todavía no había cambiado. Era una situación muy grave. Cuando imaginé la expulsión de Zhang Hua, no me sentí muy bien. Ella me había promovido antes, y siempre trató de cuidarme. Si se enteraba de que yo había puesto al descubierto sus malas acciones, ¿qué pensaría de mí? ¿Diría que era un desagradecido y un desalmado? Pensándolo así, quise evitar el asunto. Tenía otro trabajo que hacer y lo pospuse unos días.
El tema seguía rondando mi cabeza. Recordé algo de diez años atrás. En aquel entonces, Zhang Hua era la líder de iglesia y me había promovido a trabajo escrito, para que pudiera obtener más práctica. Me ascendieron y fui a cumplir con mi deber fuera de la ciudad. Había pensado que poder continuar con el trabajo escrito tenía que ver con que me hubiera ascendido hace tantos años. Pensé en la enseñanza, la ayuda y el apoyo que me prestó durante sus años de líder. Nos llevábamos muy bien y nos cuidaba mucho en nuestra vida diaria. No sólo nos preparaba mejores casas para recibirnos, sino que si nos faltaba ropa o cubrir necesidades diarias también hacía que nos las llevaran inmediatamente. Recuerdo que una vez nos organizó una reunión. Se había enterado de que yo tenía una enfermedad hepática, y contactó con un hermano médico, consiguiéndome gratis medicamentos para el hígado. Aquello me conmovió mucho. Excepto mi familia, nadie se había preocupado tanto por mi enfermedad. Siempre sentí que me había apreciado y valorado y se lo agradecí eternamente. Así que fue muy incómodo que me pidieran una evaluación de Zhang Hua, porque yo sabía que ella tenía una lista de acciones malvadas; si se exponían, resultarían en su expulsión. En su deber como líder era irresponsable e imprudente, dañando gravemente el trabajo de la iglesia. Después de ser destituida como líder, ella fue a predicar el evangelio, pero comenzó a seguir a los anticristos, denunciando a los líderes como falsos líderes en su lucha por el liderazgo. Como resultado, los líderes y trabajadores no pudieron cumplir con su deber, y el trabajo de la iglesia fue perjudicado. Su hermana era una persona malvada. Cuando fue expulsada, Zhang Hua no estaba contenta y salió en su defensa, difundiendo ideas y perjudicando el trabajo de la iglesia. Me preguntaba por qué Zhang Hua siempre apoyaba a la gente equivocada. Entonces pensé en la palabra de Dios: “Muchos en la iglesia no tienen discernimiento. Cuando sucede algo engañoso, inesperadamente se ponen del lado de Satanás; incluso se ofenden cuando se les llama lacayos de Satanás. Aunque las personas podrían decir que no tienen discernimiento, siempre se ponen del lado donde no está la verdad, nunca se ponen del lado de la verdad en el momento crítico, nunca se ponen de pie y defienden la verdad. ¿Acaso carecen verdaderamente de discernimiento? ¿Por qué se ponen inesperadamente del lado de Satanás? ¿Por qué nunca dicen una palabra que sea justa y razonable a favor de la verdad? ¿Ha surgido esta situación auténticamente como resultado de su confusión momentánea? Cuanto menos discernimiento tienen las personas, menos capaces son de ponerse del lado de la verdad. ¿Qué muestra esto? ¿Acaso no muestra que los que no tienen discernimiento aman el mal? ¿Acaso no muestra que son la simiente leal de Satanás? ¿Por qué siempre pueden ponerse del lado de Satanás y hablan su idioma? Todas sus palabras y acciones, la expresión en su rostro, todo ello es suficiente para probar que no son amantes de la verdad; más bien, son personas que detestan la verdad. Que puedan ponerse del lado de Satanás basta para probar que Satanás realmente ama a estos insignificantes demonios que pasan la vida luchando a favor de Satanás. ¿No son todos estos hechos sumamente claros?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Una advertencia a los que no practican la verdad). A través de la revelación de la palabra de Dios, y comparándola con las malas acciones de Zhang Hua y su comportamiento actual, vi que ella siempre estaba del lado de Satanás, interrumpiendo el trabajo de la iglesia. Comprendí que era lacaya de Satanás, una malvada que perturbaba el trabajo de la iglesia. Si fuera a exponer todas las malas acciones de Zhang Hua, de acuerdo a los principios de la iglesia, ella sería expulsada. Entonces, ella no tendría ningún papel que desempeñar en la casa de Dios y ninguna oportunidad de salvación. Ella ya era de mediana edad, y no había formado una familia. Si la expulsaban, ¿tendría adónde ir? Cuando pensé en los cuidados y la promoción que me había dado, me vi en un dilema. Si escribía la evaluación, probablemente la expulsarían por su mal comportamiento. No escribirla significaba no estar protegiendo el trabajo de la iglesia o siendo fiel a Dios. Pensando en ello, se me ocurrió un arreglo. Los años habían pasado, y mi memoria no era tan buena. Ya había olvidado muchos detalles, así que no tenía sentido poner mucho esfuerzo en recordarlos. Me limitaría a apuntar algunos de los más evidentes y darlo por terminado. Cuando se me ocurrió esta idea, sentí un reproche en el corazón. ¿No era esto traición y engaño? Ahora es la etapa final de la revelación en la obra de Dios, cuando las personas son clasificadas según su tipo. Sólo cuando los malvados, los anticristos, los no creyentes y los espíritus malignos sean eliminados la iglesia será limpiada y capaz de llevar a cabo su trabajo sin problemas. Sabía muy bien que Zhang Hua era malvada, pero no quería exponerla; quería protegerla, encubrirla. Esto sería estar del lado de Satanás y resistir a Dios. Al darme cuenta de esto, me asusté. Me esforcé por recordar todas sus acciones y las escribí para el líder.
Después de enviarlas, me sentí un poco más tranquilo, pero aún me quedaba un sentimiento de tristeza. Si un día volvía a mi ciudad natal y Zhang Hua supiera que fui yo quien reveló sus malas acciones, ¿me diría que no tenía afecto y que era un desagradecido? Durante días, cuando pensaba en esto, sentía que había hecho algo malo. Seguí reflexionando: Sabía que exponer y denunciar a los malvados es la voluntad de Dios y es el deber de todos los elegidos de Dios, entonces, ¿por qué estaba tan triste y no quería denunciarla? ¿Por qué sentía que le debía algo? Reflexionando, recordé que cuando Dios diseccionó la moral de la humanidad Él tocó el tema de retribuir bondades, así que empecé a leer la palabra de Dios. Las palabras de Dios dicen: “La idea de que ‘una amabilidad recibida debe devolverse con gratitud’ es uno de los criterios clásicos para juzgar si una persona es moral o inmoral en la cultura tradicional china. A la hora de evaluar si alguien tiene buena o mala humanidad y hasta qué punto es virtuoso, uno de los puntos de referencia es si devuelve los favores o la ayuda que recibe, si es alguien que practica eso de que ‘la amabilidad recibida debe devolverse con gratitud’ o no. En la cultura tradicional china y, de hecho, en la cultura tradicional humana en general, se considera una medida importante de la virtud. Si alguien no practica eso de que ‘la amabilidad recibida debe devolverse con gratitud’, entonces es desagradecido y se le considera carente de conciencia e indigno de relacionarse con él. Es despreciado, desdeñado o rechazado por todos. En cambio, si alguien practica lo de ‘la amabilidad recibida debe devolverse con gratitud’, si es agradecido y devuelve los favores y la ayuda que recibe con todos los medios a su alcance, se le considera una persona de conciencia y humanidad. Si alguien recibe beneficios o ayuda de otra persona, pero no los devuelve, o solo le expresa un poco de gratitud con un simple ‘gracias’ y nada más, ¿qué pensará la otra persona? ¿Se molestará, tal vez? ¿Pensarán quizás: ‘Esa persona no merece que le ayuden, no es una buena persona. Si responde así cuando le he ayudado tanto, es que no tiene conciencia ni humanidad, y no merece la pena relacionarse con él’? Si se volvieran a encontrar con ese tipo de persona, ¿seguirían ayudándoles? Al menos, no lo desearían. En circunstancias similares, ¿no os preguntaríais si realmente deberíais ayudar o no? La lección que habríais aprendido de vuestra experiencia anterior habría sido: ‘No puedo ayudar a cualquiera; tienen que entender que “una amabilidad recibida debe devolverse con gratitud”. Si son de los desagradecidos que no me devuelven la ayuda que les he prestado, entonces mejor no ayudarles’. ¿No sería esa vuestra opinión al respecto? (Sí, esa sería)” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué es buscar la verdad (7)). Después de leer la palabra de Dios, había encontrado la razón por la que me sentía tan triste, y sentía que le debía algo a ella. Había sido engañado y envenenado por el principio moral de devolver amabilidades. Durante toda mi infancia, cuando mis padres, ancianos, o los aldeanos hablaban, la frase “devolver amabilidades” aparecía con frecuencia en sus conversaciones. Cuando oían cómo alguien que había recibido ayuda más tarde devolvía el favor, elogiaban a esa persona y decían que era buena, que tenía conciencia y que valía la pena hacerse amigo de ella. Admiraban y respetaban a esas personas, y los saludaban alegremente cuando los veían. Pero cuando alguien no les devolvía el favor, no querían relacionarse con ellos. En privado tachaban a esas personas de desagradecidas, carentes de conciencia y humanidad, y no los saludaban en absoluto. Impregnado de este tipo de valores desde mi entorno infantil, siempre traté de poner en práctica la idea de devolver la amabilidad. Tenía que recordar a todos los que me habían ayudado o habían ayudado a mi familia, y devolverles el favor lo antes posible. Si no era posible en ese momento, tenía que esperar y retribuirles cuando pudiera. Parecía la forma de actuar de una persona noble, consciente y recta, y me ganó el favor de los que me rodeaban. Pero en cuanto a Zhang Hua, sentí que no había pagado toda su promoción, preocupación y ayuda, e incluso había denunciado sus malas acciones. Tenía remordimientos de conciencia y me sentía desagradecido. Estas ideas todavía estaban tan aferradas en mí que aunque sabía que la gente mala y los no creyentes sólo interrumpen el trabajo de la iglesia y los deberes de los hermanos y hermanas, seguía sin querer denunciar sus malas acciones. Estaba muy engañado y frenado por el concepto de devolver las amabilidades.
Justo entonces, leí más de la palabra de Dios. “Afirmaciones sobre la conducta moral como ‘la amabilidad recibida debe devolverse con gratitud’ no indican a las personas exactamente cuáles son sus responsabilidades como miembros de la sociedad y parte de la humanidad. Por el contrario, son una forma de obligar a las personas a actuar y pensar de una determinada manera, independientemente de si quieren hacerlo o no, y sin importar las circunstancias o el contexto. Hay muchos ejemplos de ello en la antigua China. Por ejemplo, un niño mendigo hambriento fue acogido por una familia que lo alimentó, vistió, entrenó en artes marciales y le enseñó todo tipo de conocimientos. Esperaron a que creciera y empezaron a utilizarlo como fuente de ingresos, enviándolo a hacer el mal, a matar gente, a hacer cosas que no quería hacer. Si consideras su historia a la luz de todos los favores que recibió, entonces que se salvara fue algo bueno. Pero si se considera lo que se vio obligado a hacer después, ¿fue realmente bueno o malo? (Fue malo). Pero bajo el condicionamiento de la cultura tradicional, como ‘una amabilidad recibida debe devolverse con gratitud’, la gente no puede hacer esta distinción. A primera vista, parece que el chico no tenía más remedio que hacer el mal y herir a la gente, convertirse en un asesino, cosas que la mayoría de la gente no desearía hacer. Pero, ¿acaso su voluntad de hacer el mal y matar a instancias de su amo no provenía, en el fondo, de un deseo de devolverle su amabilidad? Sobre todo por los condicionamientos de la cultura tradicional china, como ‘una amabilidad recibida debe devolverse con gratitud’, la gente no puede evitar verse influida y controlada por estas ideas. La forma en que actúan y las intenciones y motivaciones que hay detrás de esas acciones también están condicionadas por ellas. Cuando el chico se vio en esa situación, ¿cuál habría sido su primer pensamiento? ‘Esta familia me ha salvado y se ha portado bien conmigo. No puedo ser desagradecido, debo devolverles su amabilidad. Les debo mi vida, así que debo dedicársela a ellos. Debo hacer todo lo que me pidan, aunque eso signifique hacer el mal y matar gente. No puedo considerar si está bien o mal, simplemente debo corresponder a su amabilidad. ¿Qué clase de persona sería si no lo hiciera?’. Como resultado, cada vez que la familia quería que asesinara a alguien o hiciera algo malo, lo hacía sin ninguna duda o reserva. ¿Acaso su conducta y sus acciones, su obediencia incondicional, no estaban dictadas por la idea de que ‘la amabilidad recibida debe devolverse con gratitud’? ¿No estaba cumpliendo esa máxima moral? (Sí). ¿Qué deduces de este ejemplo? ¿Es algo bueno lo de que ‘la amabilidad recibida debe devolverse con gratitud’, o no? (No lo es, no tiene ningún principio). En realidad, una persona que devuelve una amabilidad sí tiene un principio. A saber, que ‘una amabilidad recibida debe devolverse con gratitud’. Si alguien te hace un favor, tú debes devolvérselo. Si no lo haces, no eres humano y no hay nada que puedas decir si te condenan por ello. Ya lo dice el refrán: ‘Una gota de agua debe devolverse con un manantial’; pero en este caso, el niño recibió una amabilidad que le salvó la vida y tuvo que devolverla con una vida. No sabía cuáles eran los límites ni los principios de la devolución de la amabilidad. Creía que esa familia le había dado la vida, por lo que tenía que dedicársela a cambio y hacer todo lo que le exigieran, incluido el asesinato u otros actos de maldad. Esta forma de devolver la bondad no tiene principios ni límites. Incitó a una bestia y se arruinó en el proceso. ¿Resultó correcto que él devolviera la amabilidad de esta manera? Por supuesto que no. Fue una insensatez” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué es buscar la verdad (7)). A través del ejemplo de Dios del mendigo devolviendo una bondad, vi que retribuir la amabilidad es una falacia satánica destinada a envenenarnos. La idea de retribuir bondades no sólo constriñe nuestra alma, sino que también distorsiona nuestros pensamientos, convirtiendo la ayuda ordinaria entre las personas en una deuda de gratitud que debe ser tenida en cuenta y retribuida, para no ser tachado de falta de conciencia y humanidad. ¿Cuántas personas han perdido el contacto con la conducta correcta a causa de esta moral engañosa y venenosa? No importa quién haga el favor, aunque sea un malvado o alguien con segundas intenciones, quien recibe el beneficio debe devolverlo con todo su ser, incluso hasta el asesinato, y otras maldades. Y así me di cuenta de que la moral de devolver bondades envenena a la gente. Cuando pensé en Zhang Hua atacando a los líderes e interrumpiendo el trabajo de la iglesia, supe que el objetivo del líder al pedir una evaluación… era entender claramente cómo Zhang Hua se comportaba normalmente para juzgar si expulsarla o no. Pero bajo el engaño y la influencia de “devolver amabilidades”, el mero pensamiento de Zhang Hua promoviéndome y cuidándome, todos sus favores, me hizo querer encubrir sus malas acciones. Estaba demasiado confundido para distinguir entre el bien y el mal, entre el blanco y el negro. Llegado a este punto, pude discernir algunas cosas sobre la idea de retribuir las bondades. Pude ver que no era algo positivo, sino una falacia que Satanás usa para engañar y corromper a la gente. Sabía que no debía vivir según esto, que no debía tomarlo como principio de conducta.
Más tarde, leí más en la palabra de Dios. “Hay que discernir el concepto cultural tradicional de que ‘la amabilidad recibida debe devolverse con gratitud’. Lo más importante es la palabra ‘amabilidad’: ¿cómo hay que ver esta amabilidad? ¿A qué aspecto y naturaleza de la ‘amabilidad’ se refiere? ¿Cuál es el significado de ‘la amabilidad recibida debe devolverse con gratitud’? Es esencial para cualquiera que persiga la verdad averiguar las respuestas a estas preguntas. ¿Qué es la ‘amabilidad’ según las nociones humanas? En un nivel menor, la bondad es alguien que te ayuda cuando tienes problemas. Por ejemplo, alguien que te da un cuenco de arroz cuando te mueres de hambre, o una botella de agua cuando te mueres de sed, o que te ayuda a levantarte cuando te caes y no puedes levantarte. Todos estos son actos de amabilidad. Un gran acto de amabilidad es que alguien te rescate cuando estás en una situación desesperada, es decir, que te salve la vida, o que alguien te ayude a evitar la muerte cuando estás en peligro mortal, salvándote la vida. Estas son algunas de las cosas que la gente percibe como ‘amabilidad’. Ese tipo de amabilidad supera con creces cualquier favor insignificante y material: es una gran amabilidad que no puede medirse en términos de dinero o cosas materiales. Quienes la reciben sienten un tipo de gratitud que es imposible expresar con unas pocas palabras de agradecimiento. Sin embargo, ¿es correcto que la gente mida la amabilidad de esta manera? (No lo es). ¿Por qué? (Porque esta medida se basa en las normas de la cultura tradicional). Esta es una respuesta basada en la teoría y la doctrina, y aunque pueda parecer correcta, no llega a la esencia de la cuestión. Entonces, ¿cómo se puede explicar esto en términos prácticos? Piénsalo detenidamente. Hace un tiempo, oí hablar de un video en Internet en el que a un hombre se le cae la cartera sin darse cuenta. La cartera es recogida por un pequeño perro que le persigue, y cuando el hombre ve esto, golpea al perro por robarle la cartera. Absurdo, ¿verdad? El hombre tiene menos moral que un perro. Las acciones del perro eran totalmente acordes con las normas humanas de moralidad. Un ser humano le habría gritado: ‘¡Se te ha caído la cartera!’, pero como el perro no podía hablar, se limitó a recogerla en silencio y trotar tras el hombre. Así que, si un perro puede llevar a cabo algunos de los buenos comportamientos fomentados por la cultura tradicional, ¿qué dice eso de los humanos? Los humanos nacen con conciencia y razón, así que son mucho más capaces de hacer estas cosas. Mientras alguien tenga conciencia, puede cumplir este tipo de responsabilidades y obligaciones. No es necesario trabajar duro ni pagar un precio, requieren poco esfuerzo y se trata simplemente de hacer algo útil, algo que beneficie a los demás. Pero la naturaleza de este acto, ¿se puede calificar realmente de ‘amabilidad’? ¿Llega a ser un acto de amabilidad? (No). Puesto que no lo es, ¿debe la gente hablar de retribución? Eso sería innecesario” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué es buscar la verdad (7)). Mientras meditaba en Su palabra, mi corazón se esclareció. Dios dice: “Lo más importante es la palabra ‘amabilidad’: ¿cómo hay que ver esta amabilidad?”. En cuanto supiera cómo ver la idea de “amabilidad”, vería la verdad y ya no sería engañado o controlado. Así que lo medité. Creía que Zhang Hua me había mostrado bondad de dos maneras principales. En primer lugar, me ascendió. Segundo, hizo que un hermano me proveyera de medicinas mientras ella era líder. Pero, ¿eran estas realmente amabilidades? En realidad, cuando alguien está enfermo o se enfrenta a alguna dificultad, echar una mano para proporcionar alivio es un comportamiento normal de sentido común. Pero no constituye una bondad especial que deba ser retribuida. Cuando Zhang Hua se enteró de mi enfermedad e hizo que el hermano me diera medicinas, esto en realidad puede ser visto como su responsabilidad, una que existe entre todas las personas razonables que tienen una conciencia. Pero tomé su ayuda a pecho y la etiqueté como una amabilidad especial que debía ser devuelta, incluso tratando de mantenerla en la iglesia encubriendo sus malas acciones. Al devolver su amabilidad de esta manera, ¿no estaba sacrificando los intereses de la iglesia por los míos? Estaba totalmente confundido.
También me preguntaba si el hecho de que Zhang Hua me promoviera contaba como una bondad especial. Pensé en esto en las palabras de Dios: “Debéis discernir este asunto. Sin importar cual sea el período o la etapa de la obra que se esté realizando, Dios siempre necesita una cantidad de personas que cooperen. Dios ha predestinado que estas personas cooperen con la obra de Dios o tomen parte en la difusión del evangelio. […] ¿Quiénes de vosotros que estáis cumpliendo con vuestro deber en la casa de Dios en este momento estáis aquí por casualidad? No importa de dónde vengáis, no es casualidad que estéis cumpliendo con vuestro deber. Estos deberes no pueden ser cumplidos por varios creyentes escogidos al azar; estas cosas fueron predestinadas por Dios antes de las eras. ¿Qué significa que algo esté predestinado? ¿Cuáles son los detalles? Significa que en todo Su plan de gestión, Dios planeó hace mucho cuántas veces vendrías al mundo del hombre, en qué linaje y en qué familia nacerías en los últimos días, cuáles serían las circunstancias de esta familia, si serías hombre o mujer, cuáles serían tus puntos fuertes, qué nivel de educación tendrías, cómo de elocuente serías, cuál sería tu calibre, cuál tu aspecto, a qué edad vendrías a la casa de Dios y comenzarías a cumplir con el deber, y qué deber cumplirías y en qué momento; Dios predestinó cada paso tuyo hace mucho tiempo. Antes de que nacieras, cuando viniste entre los hombres en tus últimas vidas, Dios ya había dispuesto qué deber cumplirías durante esta etapa final de obra” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Cuanto más reflexionaba las palabras de Dios, más claras me quedaban las cosas. Mi trabajo escrito puede haber parecido que se debio a la promoción de Zhang Hua, pero Dios es el que organiza todo. Fue Él quien me condujo gradualmente a este papel. Si la casa de Dios no hubiera tenido este trabajo, yo no podría haber realizado este deber. Entonces, ¿no había sucedido todo esto como resultado de la obra de Dios? Es a Dios a quien debería haber estado agradecido, y sin embargo yo había considerado a Zhang Hua como la fuente de este favor, y quería pagarle por ello. No podía ver la gracia de Dios, sólo la del hombre. Yo era verdaderamente ciego, ignorante, irracional y tonto. El deber de Zhang Hua como líder de la iglesia era entrenar y promover a la gente de acuerdo a los requerimientos de trabajo de la casa de Dios, debería haber agradecido a Dios, en lugar de asignar esta bondad a otra persona. Una vez que entendí esto, sentí alivio. La gratitud que había sentido hacia ella durante más de diez años, el agradecimiento que había sentido por su aprecio hacia mí, y mi deseo de pagarle todo desapareció. Ya no me sentía en deuda con ella ni arrepentido de haber revelado sus maldades. También desapareció la culpa por ser desagradecido y ya no había ninguna cuestión de amabilidad entre nosotros. Como Dios dice, “Para Mí, este tipo de ‘amabilidad’ simplemente no existe, y espero que lo mismo sea cierto para vosotros. Entonces, ¿qué debes pensar al respecto? Simplemente considéralo una obligación, una responsabilidad y un instinto humano natural. Deberías tratarlo como tu responsabilidad y obligación como ser humano, y hacerlo lo mejor que puedas. Eso es todo” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué es buscar la verdad (7)). La palabra de Dios me liberó de la esclavitud de la necesidad de devolver amabilidades y corrigió mi perspectiva sobre estos asuntos. Le estoy muy agradecido a Él.
Así que, pensé que el asunto había terminado. Pero entonces, hace unos días, la iglesia de mi ciudad natal me escribió de nuevo, pidiéndome que escribiera claramente el comportamiento de Zhang Hua, así como las veces y los lugares en que tuvo lugar, cuando ella había defendido a anticristos y gente malvada, y había seguido a anticristos para hacer el mal. Sin tales pruebas, sería imposible expulsarla. Después de recibir la carta, todavía estaba un poco inquieto. Si escribía esto, Zhang Hua sin duda sería expulsada. Ella había sido tan buena conmigo. Si yo hacía esto, no… Pero rápidamente me di cuenta que el principio satánico de retribuir las bondades estaba operando aquí. Tenía que ignorar esta idea y actuar según la palabra de Dios. Recordé que la palabra de Dios dice: “¿Según qué principio piden las palabras de Dios que la gente trate a los demás? Ama lo que Dios ama y odia lo que Dios odia. Ese es el principio al que hay que atenerse. Dios ama a los que buscan la verdad y son capaces de seguir Su voluntad. Esas son también las personas a las que debemos amar. Aquellos que no son capaces de seguir la voluntad de Dios, que odian a Dios y se rebelan contra Él, son personas despreciadas por Dios, y nosotros también debemos despreciarlas. Esto es lo que Dios pide del hombre. […] Durante la Era de la Gracia, el Señor Jesús dijo: ‘¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?’ ‘Porque cualquiera que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre’. Estas palabras ya existían en la Era de la Gracia, y ahora las palabras de Dios son incluso más claras: ‘Ama lo que Dios ama, y odia lo que Dios odia’. Estas palabras van directas al grano […]” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo reconociendo las propias opiniones equivocadas puede uno transformarse realmente). La palabra de Dios lo deja muy claro: Debemos tratar con principios a las personas, amar lo que Dios ama y odiar lo que Dios odia. Aquellos que buscan y practican la verdad son nuestros hermanos y hermanas y deben ser tratados con amor. Los que no persiguen la verdad o no la practican en absoluto o incluso cometen el mal que interrumpe el trabajo de la iglesia no son hermanos ni hermanas, sino lacayos de Satanás, gente malvada. Hay que exponerlos, discernirlos y expulsarlos de la Iglesia. Sólo esto concuerda con la voluntad de Dios. No dudé después de entender esto. Con los documentos que había proporcionado anteriormente y con un cuidadoso recuerdo, elaboré un informe de sus malas acciones. Después de enviar mi respuesta, me sentí tranquilo y en paz. Finalmente había escapado de las restricciones del concepto de devolver amabilidades y mi corazón sintió alivio.