61. Las emociones me nublaron el juicio

Por Zhou Ming, China

Hola,

Huijuan.

Recibí tu carta. En ella decías que la iglesia había expulsado a nuestros hijos. Al principio no lo admití. Recuerdo que hace unos años, cuando llegué a casa, Xiaotao y Xiaomin todavía se reunían y cumplían con su deber; ¿cómo llegaron a ser expulsados? Aunque realmente no buscaban la verdad, ambos tenían fe sincera. ¿Les pedía demasiado el líder? ¿Fue un error expulsarlos? Llegué a dirigir mis quejas hacia ti. Nuestros hijos seguían los caminos mundanos, solo les importaba ir en pos del dinero y no querían cumplir con un deber ni comer y beber de la palabra de Dios. Me preguntaba por qué no habías hablado con ellos. Creía que, si hubiera estado en casa, los habría ayudado y sustentado más y no habría dejado que llegaran al extremo de ser expulsados. Este era el tipo de ideas que tenía en la cabeza, y por la noche me acostaba en la cama sin poder dormir, obsesionado con los recuerdos felices de todos nosotros juntos cantando alabanzas a Dios y comiendo y bebiendo de Su palabra. Me acuerdo de que te dije que esperaba que toda la familia buscara la verdad, fuera salvada por Dios, continuara viviendo en Su reino y lo maravilloso que sería esto. Jamás esperé que, a punto de concluir la obra de Dios, a nuestros hijos los revelaran como incrédulos y los expulsaran de la iglesia. ¿Esto no implicaba que habían perdido la ocasión de salvarse? Cuanto más lo pensaba, más me acongojaba. Al ver que los desastres iban en aumento y la pandemia empeoraba, me preocupaba especialmente el futuro de nuestros hijos. Incluso quise escribir una carta al líder de la iglesia para preguntarle si nuestros hijos podrían permanecer al servicio de aquella, de manera que hubiera un rayo de esperanza para su salvación. Tras pasar años fuera en mi deber por las detenciones del PCCh, sentía que no había cuidado de ellos ni cumplido con mis responsabilidades como padre. Me sentía en deuda con ellos. Huijuan, ¿sabías que, mientras vivía en ese estado, mi corazón estaba de lleno en tinieblas y depresión y no podía centrarme en el deber? Consciente de mi estado equivocado, oré a Dios: “¡Dios mío! Me duele saber que a mis hijos los han expulsado de la iglesia. Aunque sé que Tú lo permites y yo debería someterme, no puedo olvidarme de mis hijos y creo que les debo mucho. ¡Dios mío! Te pido esclarecimiento para comprender la verdad de esto y no dejarme limitar por mis emociones”.

Después de orar leí la palabra de Dios. “La práctica de Job era detallada, ¿verdad? Hablemos primero de cómo trató a sus hijos. Su objetivo era someterse a la orquestación y arreglos de Dios en todas las cosas. No tomó la iniciativa por la fuerza para hacer nada que Dios no hiciera, ni hizo planes o cálculos basados en ideas humanas. Acataba y esperaba lo que Dios orquestaba y disponía respecto a todas las cosas. Este era su principio general. […] ¿Cómo trataba Job a sus hijos? Simplemente cumplía con su responsabilidad como padre, compartiendo el evangelio y comunicando con ellos la verdad. Sin embargo, le escucharan o no, le obedecieran o no, Job no les obligó a creer en Dios, no les arrastró pataleando y gritando ni interfirió en sus vidas. Sus ideas y opiniones eran diferentes a las suyas, así que no interfirió en lo que hacían, ni en la senda que seguían. ¿Acaso Job hablaba muy poco con sus hijos sobre creer en Dios? Desde luego, había hablado bastante con ellos sobre este tema, pero se negaron a escucharle y no lo aceptaron. ¿Qué actitud adoptó Job al respecto? Dijo: ‘He cumplido con mi responsabilidad; en cuanto a la clase de senda que puedan tomar, eso depende de lo que elijan, y depende de las orquestaciones y disposiciones de Dios. Si Dios no obra en ellos ni los conmueve, no trataré de forzarlos’. Por lo tanto, Job no oró por ellos ante Dios ni lloró lágrimas de angustia por ellos, ni ayunó ni sufrió de ninguna manera. No hizo estas cosas. ¿Por qué Job no hizo nada de eso? Porque ninguna de ellas era una forma de someterse al gobierno y a las disposiciones de Dios; todas ellas surgían de ideas humanas y eran maneras de forzar activamente el propio camino hacia la vanguardia. […] Su método de práctica era correcto; en toda forma en que practicaba, en el punto de vista, actitud y estado con que trataba todo, siempre estaba en una situación y estado de someterse, esperar, buscar y alcanzar el conocimiento. Esta actitud es muy importante. Si las personas no tienen nunca este tipo de actitud en nada de lo que hacen, y albergan ideas personales especialmente fuertes y anteponen sus motivaciones y beneficios personales a todo lo demás, ¿se están sometiendo realmente? (No). En ese tipo de personas no se puede ver la auténtica sumisión; son incapaces de lograrla(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Principios de práctica de la sumisión a Dios). Me sentí humillado y avergonzado al leer la palabra de Dios en la que revelaba la experiencia de Job. Descubrí que Job no trataba a sus hijos según sus emociones y que sabía ser racional. Aunque esperaba que sus hijos creyeran en Dios y se guardaran del mal para no pecar en exceso y no seguir el camino a la aniquilación, cuando vio que no adoraban a Dios y vivían disolutos, no los forzó a mejorar su conducta ni a tomar una senda determinada. Se sometió a lo dispuesto por Dios y se abstuvo de pecar contra Él. Luego, cuando sus hijos murieron aplastados, Job no culpó a Dios. Vi que, en el trato hacia sus hijos, Job veneraba y obedecía a Dios. Sin embargo, yo, cuando supe que mi hijo había dejado la iglesia por los afanes mundanos y a mi hija la habían expulsado, me centré en mi afecto carnal por mi familia. Pensé en cómo podrían aferrarse a cierta esperanza de recibir bendiciones. Fuera sincera su fe o no, buscaran la verdad o no, quería que pudieran permanecer en la iglesia. Hasta quise decirle al líder que les diera otra oportunidad dejándolos permanecer al servicio de la iglesia como fuera posible. Con respecto a mis hijos, quería salvar las cosas mediante métodos humanos. No me sometía a la soberanía ni a las disposiciones de Dios. Sobre todo cuando descubrí que a mis hijos los calificaron de incrédulos, no solo no busqué la verdad para discernir su esencia, sino que vivía en la incomprensión, dudando si el líder había abordado las cosas de forma justa, y perdí mi motivación para el deber. En mi corazón únicamente cabían mis hijos, no Dios. Recordé las claras exigencias de los decretos administrativos de Dios. “Los familiares que no comparten tu misma fe (tus hijos, tu marido o tu esposa, tus hermanas o tus padres, etcétera) no deben ser forzados a ir a la iglesia. La casa de Dios no está escasa de miembros y no hay necesidad de maquillar sus cifras con personas que no son de utilidad. No se debe llevar a la iglesia a todos aquellos que no creen de buen grado. Este decreto va dirigido a todas las personas. Debéis verificar, monitorear y haceros recordatorios los unos a los otros respecto a este asunto y nadie puede violarlo(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Los diez decretos administrativos que el pueblo escogido de Dios debe obedecer en la Era del Reino). Me acuerdo de que decías en tu carta que otras personas los habían sustentado mucho y que ellos mismos habían decidido no arrepentirse, dejar de leer la palabra de Dios y de reunirse. Esto ya indicaba que eran incrédulos, pero yo ignoré la palabra de Dios y, por mis emociones, quise mantenerlos en la iglesia. Fui muy rebelde. No puedo seguir ateniéndome a mis emociones. Al tratar a nuestros hijos tengo que ser como Job, buscar la verdad y someterme a lo dispuesto por Dios. Este es el sentido que debo tener.

Luego pensé en toda la gente revelada y descartada en los últimos años. Cuando veía aquellos avisos de expulsión emitidos por la casa de Dios, no tenía nociones. Sabía que Dios es justo y que en Su casa impera la verdad y no se agravia a nadie. Sin embargo, ante la expulsión de nuestros hijos, ¿por qué no me sometí a Dios ni alabé Su justicia, sino que, por mis emociones, dudé si la iglesia había abordado las cosas de forma justa? Proseguí leyendo la palabra de Dios. “¿Qué caracteriza a las emociones? Desde luego, nada positivo. Es un enfoque en las relaciones físicas y en satisfacer las predilecciones de la carne. El favoritismo, poner excusas por los demás, halagar, mimar y consentir, todo ello entra dentro de las emociones. Algunas personas les dan mucha importancia a las emociones, reaccionan a cualquier cosa que les ocurra basándose en ellas; en su corazón, saben muy bien que esto está mal, y aun así son incapaces de ser objetivos, y mucho menos de actuar según los principios. Cuando las personas se rigen siempre por las emociones, ¿acaso son capaces de practicar la verdad? Esto resulta extremadamente difícil. La incapacidad de muchas personas para practicar la verdad se reduce a las emociones; consideran que estas son especialmente importantes, las ponen en primer lugar. ¿Se trata de personas que aman la verdad? Por supuesto que no. ¿Qué son las emociones, en esencia? Son una clase de carácter corrupto. Las manifestaciones de las emociones pueden describirse utilizando varias palabras: favoritismo, sobreprotección, mantener relaciones físicas, parcialidad; eso son las emociones. ¿Cuáles son las probables consecuencias de que las personas tengan emociones y vivan según ellas? ¿Por qué detesta tanto Dios las emociones de la gente? Algunas personas, siempre regidas por sus emociones, no pueden poner en práctica la verdad, y aunque desean obedecer a Dios, no pueden. Por lo tanto, sufren emocionalmente. Muchas personas entienden la verdad, pero no pueden ponerla en práctica. Esto también se debe a que se rigen por las emociones. Todos aquellos que buscan la verdad quieren desprenderse de sus emociones, pero esto no es una cuestión sencilla. No basta con liberarse de sus ataduras, sino que también intervienen la naturaleza y el carácter de cada uno. Cuando algunos se pasan todo el tiempo echando de menos a sus familias, y piensan en ellas día y noche y dejan de cumplir con su deber como es debido, ¿supone esto un problema? Cuando alguien se enamora de otra persona en secreto, y esa persona es la única en su corazón y eso afecta al cumplimiento de su deber, ¿supone esto un problema? Cuando una persona adora y admira a otra y no escucha a nadie más, solo a esa persona, y ni siquiera las palabras de Dios le afectan, y está bajo el control de esa persona, ¿supone esto un problema? En sus corazones, hay quienes idolatran a cierta persona. Para ellos, está libre de todo reproche o crítica; si surge cualquier problema con ella, montan en cólera. Nunca dejan de defender a su ídolo, de afirmar lo contrario de lo que se ha dicho. Nunca pueden permitir que se ‘difame’ a su ídolo. Hacen todo lo posible por proteger su buen nombre, defendiendo que lo equivocado es correcto, sin permitir que la gente diga la verdad, sin dejar que lo desenmascaren. Son parciales: son sus emociones las que hablan(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. ¿Cuál es la realidad de la verdad?). Con la palabra de Dios entendí que las emociones forman parte de un carácter satánico corrupto y que, al atenerte a ellas, no solo no observas las cosas y a las personas de forma justa, sino que tienes prejuicios y favoritismo y contravienes los principios para proteger tus relaciones carnales. Como cuando supe que habían expulsado a Xiaotao y Xiaomin: no busqué la voluntad de Dios, las lecciones que debía aprender ni el aspecto de la verdad en que debía entrar, sino que evocaba la idea de que el líder estaba actuando sin principios. Me preocupaba que hubieran agraviado a nuestros hijos y quise seguir adelante escribiéndole una carta al líder para pedirle que fueran perdonados y se les permitiera seguir cumpliendo un deber en la iglesia. Entendí que ser emotivo respecto a mis hijos era una forma de sesgo y favoritismo carente de principios. Tras todos estos años de fe, sabía que la iglesia tiene unos principios de expulsión de personas y que lo hace por la conducta global de una persona, más que por un lapsus pasajero. Solo si una persona no se arrepiente tras recibir amplia ayuda y enseñanza, y si finalmente es calificado de malhechor o incrédulo, será tratada según los principios, y solo con la aprobación de al menos el 80 % de la iglesia se puede expulsar a una persona. Esto es justo y acorde con la verdad. Me acordé de nuestro hijo y de que le había preguntado por qué salió a cumplir con un deber. Me respondió: “Salí a cumplir con un deber porque te extrañaba”. Vi que no había hueco para Dios en su corazón, que no amaba para nada la verdad y que no cumplía con el deber para buscarla. Cuando vio que la casa de Dios enseñaba continuamente la verdad y que esto no satisfacía sus deseos, quiso renunciar al deber. Los líderes habían hablado muchísimo con él, pero nunca hacía caso. Al llegar a casa se ponía a jugar, en vez de leer la palabra de Dios. Era un incrédulo. Lo mismo con nuestra hija, creyente desde hacía más de una década, pero que rara vez comía o bebía de la palabra de Dios y cuyas opiniones eran como las de los incrédulos. Aunque a veces cumplía con su deber, siempre que este no coincidía con sus nociones o afectaba a sus intereses, no lo hacía. No tenía auténtica fe en Dios y, en esencia, también era una incrédula. Recuerdo que una vez dijo Dios: “Cuando Dios considera que alguien se ha retirado, no se trata simplemente de que esa persona haya abandonado Su casa, de que ya no ande cerca y de que haya sido borrado de las listas de la iglesia. El hecho es que si una persona no lee las palabras de Dios, entonces, a pesar del tamaño de su fe, e independientemente de si declara ser un creyente en Dios, muestra no reconocer en su corazón que existe Dios y que Sus palabras son la verdad. Para Dios, esa persona ya se ha retirado y no cuenta. Los que no leen las palabras de Dios pertenecen al tipo de personas que se han retirado. […] Las hay de otro tipo: las que se niegan a cumplir con sus deberes. Sea cual sea la petición que la casa de Dios les haga, sea cual sea el tipo de trabajo que les pida que hagan, sea cual sea el deber que les pida que cumplan, tanto en asuntos grandes como pequeños, aunque solo sea algo tan sencillo como que transmitan un mensaje ocasional, no quieren hacerlo. Ellos, que se autoproclaman creyentes en Dios, ni siquiera pueden realizar tareas para las que se podría buscar a un incrédulo; esto es negarse a aceptar la verdad y a cumplir con un deber. Por más que los hermanos y hermanas les insistan, ellos lo rechazan y no lo aceptan; cuando la iglesia dispone que cumplan con algún deber, lo ignoran y esgrimen numerosas excusas. Este es el tipo de personas que se niegan a cumplir con su deber. Para Dios, estas personas ya se han retirado. Su retirada no se debe a que la casa de Dios los haya expulsado o borrado de sus listas, sino a que ya no tienen verdadera fe: no se reconocen a sí mismos como creyentes en Dios(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 12). “¿Quién es Satanás, quiénes son los demonios y quiénes son los enemigos de Dios, sino los opositores que no creen en Dios? ¿No son esas las personas que son desobedientes a Dios? ¿No son esos los que verbalmente afirman tener fe, pero carecen de la verdad? ¿No son esos los que solo buscan el obtener las bendiciones, mientras que no pueden dar testimonio de Dios? Todavía hoy te mezclas con esos demonios y tienes conciencia de ellos y los amas, pero, en este caso, ¿no estás teniendo buenas intenciones con Satanás? ¿Acaso no te estás compinchando con los demonios? Si hoy en día las personas siguen sin ser capaces de distinguir entre lo bueno y lo malo, y continúan siendo ciegamente amorosas y misericordiosas sin ninguna intención de buscar la voluntad de Dios y siguen sin ser capaces de ninguna manera de albergar las intenciones de Dios como propias, entonces su final será mucho más desdichado(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo).

Huijuan, tras leer estas palabras de Dios, vi lo vergonzosamente idiota que era. Había querido mantener a nuestros hijos en la iglesia por medios humanos, pues creía que quizá se salvarían al final si servían a la iglesia. Pero, a la luz de la palabra de Dios, veo lo absurdo de mi mentalidad. En realidad, todos los que creen en Dios, pero no leen Su palabra ni cumplen un deber, no tienen reconocimiento alguno como creyentes en Dios aunque todavía no los hayan expulsado, pues, a ojos de Dios, ya han abandonado. Comparé esto con la conducta de mis hijos. Después de todos sus años de fe, Xiaotao aún seguía las modas mundanas y no leía la palabra de Dios ni cumplía con un deber. Comprobé que no amaba nada la verdad y que, básicamente, estaba harto de ella y era un incrédulo. Xiaomin llevaba años en la fe, pero jamás se centraba en leer la palabra de Dios, y solo por esto la podrían haber expulsado por incrédula. La casa de Dios no necesita gente así de relleno, y ni mucho menos el servicio de dichos incrédulos. Aunque la iglesia no los hubiera expulsado, Dios no los habría reconocido como creyentes. Yo debía discernir cómo eran, defender a Dios para ver las cosas según los principios y la verdad y someterme a la soberanía de Dios. Sin embargo, trataba a nuestros hijos según mis emociones y, sin conocer la realidad, sospechaba que el líder los había expulsado sin razón y yo quería que estos incrédulos se quedaran de relleno en la iglesia. Siempre protegía mis relaciones carnales. ¿No me estaba confundiendo con los demonios, extendiendo buenas intenciones y afecto hacia Satanás, como revelaba Dios? No distinguía el bien del mal, me identificaba con los demonios y, en esencia, me resistía a Dios. Constatado esto, por fin entendí que la expulsión de Xiaotao y Xiaoming era totalmente acorde con la palabra de Dios y los principios de la verdad.

También me preguntaba por qué me sentía tan hondamente culpable y avergonzado cuando expulsaron a nuestros hijos y por qué creía no haber cumplido con mis responsabilidades como padre conjeturando que, de haber encontrado tiempo para volver a casa a hablarles y ayudarlos más, nunca habrían llegado a este punto. Huijuan, ¿es tu estado el mismo que el mío? Luego leí unas palabras de Dios que analizaban y exponían el pensamiento tradicional del pueblo, y descubrí que me influía la noción tradicional de que “crecer sin aprender es culpa del padre”. Dicen las palabras de Dios: “‘Crecer sin aprender es culpa del padre’. ¿Qué clase de dicho es este? ¿Qué tiene de malo? Este dicho significa que si un niño es desobediente o inmaduro, es debido a la negligencia del padre, y la causa es que los padres le han educado mal. Pero, ¿es esto así? (No). Algunos padres siguen las reglas y se esfuerzan por ser buenas personas, pero sus hijos acaban por convertirse en matones y sus hijas en prostitutas. Si un padre se enfada y dice: ‘“Crecer sin aprender es culpa del padre”, ¡yo lo he malcriado!’, ¿serían correctas esas palabras? (No). ¿Qué tienen de incorrecto? Si entiendes lo que tienen de incorrecto estas palabras, eso prueba que entiendes la verdad y puedes comprender cuál es el problema que hay en ellas. Si no entiendes la verdad en esto, entonces no puedes hablar con claridad sobre este tema(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (I)). “Primero, hemos de aclarar lo incorrecto del dicho: ‘Que los hijos no sigan la senda correcta es culpa de los padres’. Sea quien sea, una persona es la senda por la que va. ¿Hay siquiera alguna duda de esto? (No). La senda por la que va una persona determina lo que es. La senda por la que va y la clase de persona que es son cosa suya. Es algo predestinado, innato y que guarda relación con su naturaleza. ¿Y qué papel desempeñan las enseñanzas de los propios padres? ¿Dejan huella en la naturaleza de la gente? (No). No deja ninguna huella en la naturaleza de la persona aquello que le enseñan sus padres, no decide la senda que uno toma. ¿Qué pueden enseñar los padres? Lo único que pueden enseñar a sus hijos son determinadas conductas sencillas de la vida cotidiana, algunos pensamientos y principios de comportamiento relativamente toscos; estas guardan cierta relación con los padres. Antes de que los hijos se hagan mayores, los padres hacen lo que se supone que deben: les enseñan a ir por la senda correcta, a estudiar mucho, a procurar tener éxito de mayores, a no hacer cosas malas, a no ser malas personas. Entre las responsabilidades de los padres también se encuentran las de asegurarse de que sus hijos sigan unas normas de conducta, enseñarles a ser educados y a saludar a sus mayores, y enseñarles las cosas relacionadas con el comportamiento. La influencia de los padres abarca el cuidado de los hijos y la enseñanza de ciertos principios básicos de conducta, pero el temperamento de una persona no es algo que puedan enseñar los padres. Algunos padres son flemáticos y no hacen nada precipitadamente, mientras que el temperamento de sus hijos es impaciente, no pueden quedarse mucho tiempo en ningún sitio y a la temprana edad de 14 o 15 años comienzan a encontrar su camino en la vida. Deciden lo que hacen, no necesitan a los padres, y son sumamente independientes. ¿Les enseñan esto sus padres? No. Por tanto, el temperamento, el carácter de una persona, e incluso las cosas relacionadas con su esencia y la senda que elija en el futuro, nada tienen que ver con sus padres. […] Algunos padres creen en Dios y enseñan a sus hijos a creer en Dios, pero, digan lo que digan los padres, sus hijos se niegan y los padres no pueden hacer nada. Algunos padres no creen en Dios y sus hijos sí, por iniciativa propia. Una vez que creen en Dios, los hijos empiezan a seguirlo, se esfuerzan por Él, son capaces de aceptar la verdad y ganarse Su aprobación, y sus destinos quedan transformados. ¿Es eso resultado de la educación de los padres? En absoluto. Tiene que ver con la predestinación y la selección. Existe un problema con la expresión: ‘Crecer sin aprender es culpa del padre’. Aunque los padres tienen la responsabilidad de educar a los hijos, no son ellos los que deciden su destino; este viene determinado por su naturaleza. ¿Puede la educación resolver los problemas en la naturaleza de alguien? No, en absoluto. La senda que alguien toma no la deciden sus padres, sino que está predestinada por Dios. Como dicen: ‘El destino del hombre lo determina el Cielo’. Esto es lo que la humanidad ha aprendido de la experiencia. No puedes atisbar cuál será la senda de nadie hasta que no se haga mayor; una vez adulto, piensa por sí mismo y sabe resolver las cosas, por lo que elige en qué se convertirá dentro de este grupo de personas. Algunos dicen que quieren trabajar en las altas esferas gubernamentales y otros quieren ser abogados o escritores; cada cual elige lo que desea. Todo el mundo tiene alguna idea concreta. Nadie dice: ‘Esperaré a que mis padres me enseñen, seré lo que me enseñen ellos’. Nadie es así de tonto. Al llegar a la edad adulta, la mente de las personas cobra vida; de forma lenta pero segura, maduran y la senda y los objetivos que tienen ante sí están cada vez más claros; en esa época van aflorando, poco a poco, el tipo de persona que son y la tribu a la que pertenecen. A partir de este momento se va perfilando el temperamento de cada persona, al igual que su carácter y la senda a la que aspira, el rumbo de su vida y la tribu a la que pertenece. ¿En qué se basa esto? En última instancia, esto lo predestina Dios y no tiene nada que ver con sus padres. Ahora ya resulta fácil de ver, ¿verdad?(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (I)). La palabra de Dios analizaba claramente la noción tradicional de que “crecer sin aprender es culpa del padre”. El futuro de nuestros hijos y la senda que sigan los determina exclusivamente su naturaleza, que es innata. También vienen determinados por la soberanía de Dios y no tienen nada que ver con nuestra crianza. La crianza solo puede afectar a la vida diaria de un hijo o a alguna de sus conductas externas, pero para nada a su naturaleza. Una vez que maduran mentalmente los hijos, eligen otras sendas acordes a su naturaleza innata y se introducen en las categorías a las que pertenecen. Esto viene predestinado por Dios y nadie lo puede cambiar. Pero yo no percibía ni la naturaleza ni la esencia de nuestros hijos en lo referido a la senda de fe que tomaron. Hasta quise ayudarlos a mi modo para que permanecieran en la fe y en la iglesia. Esperaba en vano que mis métodos salvaran su destino. Me resistía tercamente a Dios. Soy un ser creado insignificante y ni siquiera controlo mi propio destino; ¿cómo podía esperar controlar el futuro de mis hijos o cambiar su destino? Era muy arrogante e ignorante y sobrevaloraba mis capacidades. Me pregunté entonces: “¿Por qué pienso así?”. Me acordé de cuando eran pequeños y todos creíamos juntos en el Señor y de que, cuando aceptamos la obra de Dios de los últimos días, los llevamos a la iglesia y los animamos a asumir un deber. Creía que su posibilidad de creer en Dios guardaba relación directa con nuestra crianza. Así pues, cuando me enteré de que los habían expulsado, pensé que no había cumplido con mis responsabilidades como padre y que, de haber estado más con ellos para ayudarlos y enseñarles, a lo mejor no habrían abandonado la fe y salido al mundo. Con la palabra de Dios ya veo que mis ideas eran totalmente absurdas y no coincidían en nada con la verdad. Hacía más de una década que ellos creían en Dios, leían Su palabra, escuchaban sermones y sabían que una vida auténtica había que vivirla buscando la verdad y cumpliendo el deber de un ser creado, pero no tenían interés por la verdad y, al ver que no recibían bendiciones tras sus años de fe, empezaron a complacer la carne. Traicionaron a Dios y siguieron las modas mundanas pese a conocer el camino verdadero, y aunque otros solían hablar con ellos y ayudarlos, eran tercos e impenitentes. Esto indica que están realmente hartos de la verdad y que defienden el mal. No están entre aquellos a los que salvará Dios, sino entre los diablos de este mundo. Cuando sean aniquilados en los desastres venideros, lo serán por traicionar a Dios, y únicamente será culpa suya. También pensé en la mucha gente de la iglesia que no fue convertida por sus padres, sino más bien de casualidad, por compañeros, amigos, o incluso desconocidos, que les predicaron el evangelio, y la persecución de sus padres no pudo impedir que creyeran ni que cumplieran con un deber. Algunos padres, por sus emociones, no dejan de predicar a sus hijos, pero estos no creen y hasta guardan rencor y se resisten a sus padres. Hay padres expulsados por su impenitente afán de estatus y sus numerosas maldades, pero eso no afecta a sus hijos, que incluso pueden penetrar en la esencia de sus padres, de acuerdo con la palabra de Dios, y rechazarlos. De igual modo, muchos hijos son expulsados y sus padres pueden discernir su esencia a la luz de la palabra de Dios. Con esto vemos que, tanto si una persona va por la senda correcta como si no, sea buena o mala persona, ame u odie la verdad, e incluso sea cual sea su resultado final, todo viene determinado por su naturaleza y esencia, no por su crianza. La responsabilidad que pueden cumplir los padres es criar a sus hijos hasta que sean adultos y llevarlos ante Dios, pero la senda que tomen y su destino están fuera de todo control de los padres. Nuestros hijos han decidido ellos solos tomar la senda equivocada y, aunque yo cumpliera mis responsabilidades como padre, no volverían atrás. Esto no tiene nada que ver con si he cumplido o no dichas responsabilidades. Su naturaleza está harta de la verdad. Aunque me quedara con ellos y me pasara el día enseñándoles, no serviría de nada. Nuestras responsabilidades como padres fueron criarlos y llevarlos ante Dios. Aquello por lo que se afanen y la senda que tomen no guardan relación alguna como nosotros como padres. Cuando traté a nuestros hijos según la palabra de Dios, me sentí mucho más liberado y dejé de estar turbado en el deber.

Huijuan, esto es lo que he aprendido de esta situación. Sé que sientes devoción por nuestros hijos y que todo esto ha debido de resultarte muy duro. No sé cómo has salido adelante. Aunque, a lo mejor, la expulsión de nuestros hijos no se ajusta a nuestras nociones, debe de haber lecciones que hemos de aprender de la situación generada por Dios. Espero que sepas buscar la verdad en esto y considerar el asunto de forma correcta. Puedes escribirme si tú también has aprendido algo de esta situación. Espero tu respuesta.

Zhou Ming

20 de agosto de 2022

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