99. Obstáculos en mi fe
Me hice católico en 1988. Años después me nombraron diácono. Por muy ocupado que estuviera, asistía activamente a los servicios y observaba los domingos y festivos. Sin embargo, luego la iglesia se fue estancando. La fe de los creyentes se enfrió y dejaron de guardar del Día del Señor. La gente incluso roncaba mientras decíamos el rosario en los servicios y muchos creyentes salían a trabajar y ganar dinero. Yo tampoco sentía la presencia del Espíritu Santo, pero me obligaba a asistir a los servicios.
En otoño de 2002, un vecino me dio testimonio de la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días. Al comer y beber de las palabras de Dios Todopoderoso, conocí las tres etapas de la obra de Dios, los misterios de la verdad sobre Sus encarnaciones y que la iglesia se había quedado desolada porque la obra del Espíritu Santo había avanzado y Dios estaba realizando una nueva obra. Teníamos que ir al compás de las huellas de Dios y aceptar Su obra de juicio de los últimos días para librarnos de las ataduras del pecado y tener ocasión de entrar al reino de Dios. Con la lectura de las palabras de Dios Todopoderoso, mi esposa y yo tuvimos la certeza de que Él era el regreso del Señor y aceptamos dichosos Su obra de los últimos días. Lo que no esperaba era que, un mes más tarde, los diáconos y el sacerdote empezaran a acosarnos y obstaculizarnos.
Un día vinieron a casa unos diáconos con mi padre. Su porte agresivo me puso un poco nervioso. Seguro que sabían que había aceptado la nueva obra de Dios y habían venido a intentar frenarme. Creían en el Señor desde hacía muchos años y algunos habían estudiado Teología, así que yo no tenía tanto conocimiento bíblico como ellos. Acababa de aceptar la obra de Dios de los últimos días y no había aprendido mucho de la verdad, por lo que no sabía cómo manejarlo si me presionaban mucho. Oré a Dios en silencio: “Oh, Dios mío, no sé cómo hacerles frente. Te pido que me guíes, me des fe y me protejas para que me mantenga firme”. Me sentí más tranquilo tras orar. Un diácono más mayor me dijo: “Hace más de diez años que eres católico, y eres diácono. Jamás imaginé que aceptarías el Relámpago Oriental. Estoy muy decepcionado. Según esos del Relámpago Oriental, el Señor ha vuelto. ¿Lo has visto tú? Si de veras hubiera vuelto, ¿cómo no lo habrían de saber los sacerdotes? Ellos conocen muy bien la Biblia; han consagrado su vida a Dios y sufrido muchísimo. Si regresara el Señor, sería lo suyo que se lo revelara a ellos”. Recordé algo que me contaron los hermanos y hermanas de la Iglesia de Dios Todopoderoso: que muchos creen que el Señor Jesús revelará Su regreso a los sacerdotes en primer lugar; pero ¿es cierto? ¿Tiene alguna base en las palabras de Dios? ¿Lo dijo alguna vez el Señor Jesús? En realidad, el Señor Jesús jamás afirmó que revelaría Su regreso a los sacerdotes en primer lugar ni nos mandó aguardar una revelación. Y nos dijo: “Mis ovejas oyen la voz mía; y yo las conozco, y ellas me siguen” (Juan 10:27). “He aquí que estoy a la puerta de tu corazón, y llamo; si alguno escuchare mi voz y me abriere la puerta, entraré a él, y con él cenaré, y él conmigo” (Apocalipsis 3:19). El Señor fue muy claro. Si queremos recibirlo, la clave es estar muy atentos a la voz de Dios y buscar expresiones de la verdad. Igual que en la Era de la Gracia: los discípulos no siguieron al Señor Jesús porque recibieran una revelación, sino porque oyeron las verdades expresadas por el Señor Jesús, vieron que era el Mesías que había de llegar y se ganaron la salvación de Dios. Sin embargo, los líderes judíos se negaron a aceptar las verdades expresadas por el Señor Jesús. Condenaron Su obra, blasfemaron contra ella y la juzgaron, y al final lo crucificaron. Esto ofendió el carácter de Dios y el Señor Jesús los maldijo. Ahora, el Señor Jesús ha regresado como Dios Todopoderoso, Cristo de los últimos días, que expresa muchas verdades, las palabras del Espíritu Santo. Esto cumple la profecía “Quien tiene oídos escuche lo que dice el Espíritu a las iglesias” (Apocalipsis 3:5). Muchos hermanos y hermanas, creyentes sinceros, han leído las palabras de Dios Todopoderoso, reconocido estas palabras como la verdad, la voz de Dios, y recibido al Señor. ¿Cuántos curas decidieron estudiar la obra y las palabras de Dios? No solo no las buscaron ni estudiaron, sino que condenaron y juzgaron la obra de Dios de los últimos días e impidieron a los creyentes aceptar el camino verdadero. No deseaban buscar la verdad. No oyeron la voz de Dios y recibieron al Señor por Sus palabras, sino que decían que antes les revelaría Su regreso a ellos. ¿Cómo era posible? Les comenté esto a los diáconos, pero apenas habían salido las palabras de mi boca cuando uno de ellos saltó, me señaló y dijo: “Puede que ya sepas bastante, pero no olvides lo que se manifiesta en el Evangelio de Mateo 24:23-24: ‘En tal tiempo, si alguno os dice: El Cristo o Mesías está aquí o allí, no le creáis. Porque aparecerán falsos Cristos y falsos profetas, y harán alarde de grandes maravillas y prodigios, de manera que aun los escogidos, si posible fuera, caerían en error’. La Escritura es muy clara. Toda afirmación de que ha vuelto el Señor es falsa. Toda afirmación de que se ha encarnado es falsa. Te han engañado totalmente. ¡Más te vale confesarte y arrepentirte sin demora! Si no te echas atrás, corres el riesgo de ser expulsado, y luego será demasiado tarde para lamentarse”.
Me disgustaron sus palabras. Pensé: “Estos diáconos se pasan el día interpretando la Escritura para los demás, pero no estudian algo tan formidable como la venida del Señor, y hasta la condenan y juzgan a ciegas y tratan de impedir que yo estudie el camino verdadero. ¿No son como los fariseos?”. Le respondí: “Cierto, según la Biblia, surgirán falsos Cristos en los últimos días, pero hace mucho que el Señor profetizó que, sin duda, volvería; es una realidad. Por lo que dices, toda noticia de la venida del Señor es falsa; ¿y eso no es una rotunda condena del regreso del Señor? Entonces, ¿cómo lo podríamos recibir? En realidad, el Señor Jesús nos estaba contando los principios para discernir a los falsos Cristos. Los falsos Cristos son malos espíritus disfrazados y no poseen la esencia de Dios, así que no pueden expresar la verdad ni realizar la obra de salvación de la humanidad. Lo único que pueden hacer es imitar la obra previa del Señor Jesús exhibiendo señales y prodigios nimios para descarriar a la gente”. Me acordé de unas palabras de Dios que me habían leído los hermanos y hermanas. “Si durante la época actual emerge una persona capaz de exhibir señales y maravillas, echar fuera demonios, sanar a los enfermos y llevar a cabo muchos milagros, y si esta persona declara ser Jesús que ha venido, sería una falsificación producida por espíritus malignos que imitan a Jesús. ¡Recuerda esto! Dios no repite la misma obra. La etapa de la obra de Jesús ya ha sido completada, y Dios nunca más la acometerá” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Conocer la obra de Dios hoy). “El Dios que se hizo carne se llama Cristo, y así el Cristo que les puede dar a las personas la verdad se llama Dios. No hay nada excesivo en esto, porque Él posee la esencia de Dios, posee el carácter de Dios, y posee la sabiduría en Su obra, carácter y sabiduría que el hombre no puede alcanzar. Los que a sí mismos se llaman Cristo, pero que no pueden hacer la obra de Dios, son fraudes. Cristo no es sólo la manifestación de Dios en la tierra, sino que también es la carne particular asumida por Dios a medida que lleva a cabo y completa Su obra entre los hombres. Esta carne no puede ser suplantada por cualquier hombre, sino que es una carne que puede asumir adecuadamente la obra de Dios en la tierra, expresar el carácter de Dios y representarlo a Él bien, y proveer la vida al hombre. Tarde o temprano, aquellos que suplantan a Cristo caerán porque, aunque afirman ser Cristo, no poseen nada de Su esencia. Y así digo que la autenticidad de Cristo, el hombre no la puede definir, sino que Dios mismo la contesta y la decide” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo el Cristo de los últimos días le puede dar al hombre el camino de la vida eterna). Las palabras de Dios aclaran cómo distinguir a los falsos Cristos del Cristo verdadero. Así pues, les dije: “Cristo es el Espíritu de Dios revestido de carne. Por fuera, Cristo parece una personal normal, pero el Espíritu de Dios mora en Él: es la encarnación del Espíritu de Dios, por lo que tiene esencia divina y puede expresar verdades en todo momento y lugar, con lo que muestra el carácter de Dios y todo cuanto Él tiene y es. Puede realizar la obra de redención y salvación de la humanidad. Aparte de Cristo, nadie puede expresar la verdad, y no digamos salvar a la humanidad. No cabe duda de esto. Por ello, la clave para distinguir al Cristo verdadero de los falsos es comprobar si estos pueden expresar la verdad y llevar a cabo la obra de salvación. Este es el principio clave, el fundamental. Es igual que cuando vino el Señor Jesús a obrar en la Era de la Gracia. Expresó verdades y enseñó a la gente el camino del arrepentimiento, hizo muchos milagros y la obra de redención de toda la humanidad. Al aceptar la obra del Señor Jesús, confesar y arrepentirse ante Él, se les perdonaron los pecados y sintieron paz y gozo interiores. La obra y las palabras del Señor Jesús rebosaban poder y autoridad. Él exhibía el carácter de Dios y todo cuanto Él tiene y es. En el fondo todos sabíamos que era Cristo encarnado, la aparición de Dios. Ahora ha llegado Dios Todopoderoso, Cristo de los últimos días, que realiza la obra de juicio y expresa toda verdad que purifica y salva a la humanidad. No solo ha revelado muchos misterios de la verdad, como las tres etapas de la obra de Dios y Sus encarnaciones, sino también la raíz de la corrupción satánica de la humanidad. Con el juicio y las revelaciones de las palabras de Dios Todopoderoso entendemos la raíz de nuestros pecados y vemos nuestra naturaleza satánica, nos despreciamos de corazón, nos arrepentimos ante Dios y finalmente nos despojamos de pecado, nos salvamos plenamente y entramos al reino de Dios. Aparte del propio Dios, ¿quién podría realizar la obra del juicio en los últimos días? ¿Quién podría expresar toda verdad que purifica y salva a la humanidad? Ningún ser humano podría hacerlo. Estos hechos demuestran que Dios Todopoderoso es el regreso del Señor Jesús, la aparición del Cristo de los últimos días. Todos creen que me han engañado, pero ¿por qué no miran si las palabras de Dios Todopoderoso son la verdad? ¿Por qué no estudian la obra de Dios Todopoderoso para salvar a la humanidad?”.
En ese momento dijo otro diácono: “El sacerdote ha recalcado una y otra vez que no leamos el libro del Relámpago Oriental porque sus enseñanzas son muy elevadas y muchas buenas ovejas, ovejas líderes de toda denominación, se han convertido al Relámpago Oriental tras leer ese libro. Por eso no podemos leer el libro del Relámpago Oriental ni escuchar su prédica, para que no nos descarriemos”. Por tanto, les repliqué: “Yo creía lo mismo que ustedes. Por miedo a descarriarme, no escuchaba, leía ni tenía contacto con nada referente a la venida del Señor, pero luego me predicaron el evangelio. Leí las palabras de Dios Todopoderoso y vi que aquel era un enfoque equivocado. Dios Todopoderoso dice: ‘El regreso de Jesús es una gran salvación para aquellos que son capaces de aceptar la verdad, pero para los que son incapaces de hacerlo es una señal de condenación. Debéis elegir vuestro propio camino y no blasfemar contra el Espíritu Santo ni rechazar la verdad. No debéis ser personas ignorantes y arrogantes, sino alguien que obedece la dirección del Espíritu Santo, que anhela y busca la verdad; solo así os beneficiaréis. Os aconsejo que andéis con cuidado por la senda de la creencia en Dios. No saquéis conclusiones apresuradas; más aún, no seáis despreocupados y descuidados en vuestra creencia en Dios. Deberíais saber que, como mínimo, los que creen en Dios deben ser humildes y reverenciales. Los que han oído la verdad pero la miran con desdén son insensatos e ignorantes. Los que han oído la verdad, pero sacan conclusiones precipitadas o la condenan a la ligera, están asediados por la arrogancia. Nadie que crea en Jesús es apto para maldecir o condenar a otros. Deberíais ser todos personas con razón y que aceptan la verdad. […] Quizás, habiendo leído solo unas pocas frases, algunas personas condenarán ciegamente estas palabras, diciendo: “Esto no es nada más que algún esclarecimiento del Espíritu Santo”, o “Este es un falso Cristo que ha venido a engañar a la gente”. ¡Los que dicen tales cosas están cegados por la ignorancia! ¡Entiendes demasiado poco de la obra y de la sabiduría de Dios, y te aconsejo que empieces de nuevo desde cero! No debéis condenar ciegamente las palabras expresadas por Dios debido a la aparición de falsos Cristos durante los últimos días ni ser personas que blasfeman contra el Espíritu Santo, porque teméis al engaño. ¿No sería esto una gran lástima?’ (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. En el momento que contemples el cuerpo espiritual de Jesús, Dios ya habrá vuelto a crear el cielo y la tierra). Con las palabras de Dios aprendí que no podemos conjeturar a ciegas sobre algo tan crucial como el regreso del Señor. Antaño, cuando vino a obrar el Señor Jesús, expresó muchísimas verdades y obró multitud de señales y prodigios, pero los fariseos no buscaron ni investigaron esto ni escucharon Sus enseñanzas. Se resistieron a Él y lo condenaron desenfrenadamente. En consecuencia, ofendieron el carácter de Dios, que los acabó maldiciendo y castigando. En los últimos días, si no tenemos un corazón de búsqueda para recibir al Señor, sino que juzgamos y condenamos a ciegas, es probable que acabemos en la senda de los fariseos, contraria a Dios. Dios nos dice que seamos gente humilde y racional que anhele la búsqueda de la verdad. Si no buscamos, sino que hacemos caso a los sacerdotes sin pensar y no recibimos al Señor en función de Sus palabras, es probable que acabemos resistiéndonos a Dios y castigados”. Un diácono replicó airadamente: “El catolicismo es el único camino verdadero. Solo necesitamos la Biblia para creer en el Señor”. Intervino mi padre con gesto severo: “A todos nos preocupa que te hayas descarriado. Además, somos una familia católica desde hace generaciones. ¿Cómo podríamos estar equivocados? ¿Por qué eres tan desobediente?”. A él le respondí: “No tiene nada de malo creer en el Señor, pero ahora está realizando una nueva obra. Nos descartará si no vamos al compás de ella. Ir al compás de la nueva obra de Dios es nuestra única oportunidad de entrar al reino de los cielos”. Sin embargo, dijera lo que dijera, todo caía en saco roto. Vi que, aunque ellos tuvieran estatus y conocimiento de la Biblia, no comprendían la voz de Dios ni tenían deseos de buscar. No me molesté en añadir nada más. Ante la firmeza de mi fe en Dios Todopoderoso, se largaron de la casa.
Pensaba que ya habían acabado de molestarme, pero, para mi sorpresa, un diácono mayor de la aldea echó más leña al fuego con mis padres, y les dijo que mi esposa y yo íbamos por la senda equivocada y que pensaran en el modo de devolvernos al rebaño. Mi mamá le hizo caso y me aconsejó: “Tu mujer y tú creen ahora en el Relámpago Oriental. Si los curas conocen la Biblia mejor que ustedes dos, ¿por qué no se han convertido? Renuncien a esa fe”. Continuó hablando y se puso a llorar. Le dijera lo que le dijera a mi mamá, no me escuchaba. Luego, cada pocos días, siguió viniendo a casa llorando. Una vez, sobre medianoche, me desperté sobresaltado porque llamaban a la puerta. Cuando la abrí, vi a mi mamá, que lloraba y gritaba: “Desde que ustedes dos empezaron a creer en Dios Todopoderoso, no puedo dormir nada. Te crié durante tantos años; ¿por qué no me haces caso? Hazme caso y vuelve a la iglesia…”. Le contesté: “En la Iglesia católica creíamos en el Señor Jesús, y ahora creemos en el regreso del Señor Jesús. Es el mismo Dios. La obra de redención del Señor Jesús solo fue para perdonarnos los pecados, no para librarnos de nuestra naturaleza pecaminosa. Su obra no nos salvó completamente del pecado. El Señor Jesús ha vuelto en los últimos días como Dios Todopoderoso. Expresa verdades y realiza la obra del juicio sobre la base de la obra de redención del Señor para purificar y salvar plenamente al hombre. Aceptar la obra de Dios de los últimos días es nuestra única oportunidad de purificarnos, salvarnos plenamente y entrar en Su reino. Yo he dado alcance a las huellas del Cordero y hallado la senda al reino de los cielos. No voy a volver a la iglesia”. Pero mi mamá, sencillamente, no escuchaba. Al ver que, dijera lo que dijera, yo estaba firme en mi fe en Dios Todopoderoso, se puso a llorar. Me sentí fatal al verla sufrir tanto. Siempre había estado muy unido a mis padres, pero ahora no me entendían, y los diáconos me oprimían y acosaban. Con lo dura que era esta senda de fe, ¿cómo debía recorrerla? Recordé unas palabras de Dios Todopoderoso: “No te desanimes, no seas débil; y Yo te aclararé las cosas. El camino que lleva al reino no es tan fácil. ¡Nada es tan simple! Queréis que las bendiciones vengan a vosotros fácilmente, ¿no es así? Hoy, todos tendréis que enfrentar pruebas amargas. Sin esas pruebas, el corazón amoroso que tenéis por Mí no se hará más fuerte ni sentiréis verdadero amor hacia Mí. Aun si estas pruebas consisten únicamente en circunstancias menores, todos deben pasar por ellas; es solo que la dificultad de las pruebas variará de una persona a otra. […] Los que participan de Mi amargura ciertamente compartirán Mi dulzura. Esa es Mi promesa y Mi bendición para vosotros” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 41). Las palabras de Dios me avergonzaron. Esperaba que la fe en Dios fuera pan comido, poder salvarme sin sufrimiento, pero la realidad no es esa. La senda al reino de los cielos no es llana, experimentamos toda clase de opresión, pruebas, tribulaciones y sufrimientos, pero, con estas situaciones difíciles, Dios perfecciona nuestra fe y nuestro amor por Él. Me acordé de los discípulos que siguieron al Señor Jesús hace mucho tiempo. No habían oído tantas verdades, pero, ante la opresión y la dificultad, supieron conservar la fe en el Señor. Yo tenía la suerte de recibir el regreso del Señor, de leer las verdades expresadas por Dios en los últimos días y de hallar la senda hacia la salvación plena. No podía renunciar al camino verdadero solamente por mi madre y perder la ocasión de alcanzar la verdad y la vida.
Luego, mi mamá no paró de llorar delante de mí todo el tiempo y me dijo que cortaría la relación conmigo si conservaba mi fe en Dios Todopoderoso y que cada cual seguiría su camino. A decir verdad, me dolió mucho verla así. No le había resultado fácil mi crianza. Muy cariñosa conmigo, siempre me cuidó y se mostró muy preocupada por mí. Ya tenía 66 años y no muy buena salud. No solo no estaba siendo un buen hijo, sino que le provocaba una angustia constante. Si ella enfermaba, mi conciencia no lo soportaría. Tenía cierta debilidad y la sensación de que le debía mucho. Me sinceré con mis hermanos y hermanas sobre mi estado, y ellos me leyeron un pasaje de las palabras de Dios Todopoderoso: “Debes sufrir adversidades por la verdad, debes entregarte a la verdad, debes soportar humillación por la verdad y, para obtener más de la verdad, debes padecer más sufrimiento. Esto es lo que debes hacer. No debes desechar la verdad en beneficio de una vida familiar pacífica y no debes perder la dignidad e integridad de tu vida por el bien de un disfrute momentáneo. Debes buscar todo lo que es hermoso y bueno, y debes buscar un camino en la vida que sea de mayor significado” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio). Tenía clarísimo que las palabras de Dios eran la verdad y que debía dejarlo todo para buscar, pero las emociones me frenaban. Al ver las lágrimas y el dolor de mi madre, pensé que era mal hijo por permitir que estuviera tan triste, pero, en realidad, aunque mi madre me crió hasta que fui adulto, me quiso y me cuidó y yo debía ser buen hijo y ocuparme de ella en nuestra vida familiar, Dios me dio la vida y solo Dios podría salvarme. Ahora tenía la suerte de oír la voz de Dios, de recibir Su gracia en los últimos días y de tener esta ocasión de salvarme. No podía renunciar al camino verdadero y traicionar a Dios por conflictos familiares. El Señor Jesús también manifestó: “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:26).
Luego leí otro pasaje de las palabras de Dios Todopoderoso: “En cada paso de la obra que Dios hace en las personas, externamente parece que se producen interacciones entre ellas, como nacidas de disposiciones humanas o de la interferencia humana. Sin embargo, detrás de bambalinas, cada etapa de la obra y todo lo que acontece es una apuesta hecha por Satanás ante Dios y exige que las personas se mantengan firmes en su testimonio de Dios. Mira cuando Job fue probado, por ejemplo: detrás de escena, Satanás estaba haciendo una apuesta con Dios, y lo que aconteció a Job fue obra de los hombres y la interferencia de estos. Detrás de cada paso de la obra que Dios hace en vosotros está la apuesta de Satanás con Él, detrás de todo ello hay una batalla” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo amar a Dios es realmente creer en Él). Tras leer este pasaje entendí que, aparentemente, mi madre suponía un obstáculo para mí, pero detrás estaban las interrupciones y manipulaciones de Satanás. Satanás me atacaba con los afectos y la devoción filial por mi madre para que traicionara a Dios y perdiera la ocasión de salvarme. Le había hablado muchísimas veces a ella de la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días, pero jamás la buscó ni la estudió. Idolatraba el estatus y el poder y escuchaba al sacerdote y a los diáconos. Ahora era así de desdichada porque carecía de discernimiento y creía a ciegas lo que decían otros, no por mi fe. Fue muy liberador entender esto y tuve claro lo malvado y vil que es Satanás. La obra de Dios salva a la gente, pero Satanás intenta de todo para incitarla a que se aleje de Dios, a que lo traicione. No podía caer en sus trampas, sino que tenía que mantenerme firme en el testimonio.
Después fui a casa de un amigo de la iglesia a predicar el evangelio, pero el sacerdote estaba allí. Al verme, me agarró de ambos brazos y me dijo seriamente: “Todavía predicas el Relámpago Oriental. Si no te arrepientes, te llevo a la policía”. Seguí sin ceder. Luego me comentó con afectación: “Pensaba formarte para un puesto importante. Quería que dirigieras todas las iglesias de la región norte. Jamás pensé que te pasarías al Relámpago Oriental. ¡Qué decepción! Si regresas ya, seguiré valorando la posibilidad de hacerte archidiácono. Si no entras en razón, te echo inmediatamente de la iglesia y les digo a los demás feligreses que corten su relación contigo. Caerán en saco roto tus esfuerzos previos, todo lo que has hecho”. Al oír sus palabras, reflexioné que nunca me había hablado acerca de promoverme; ¿y por qué lo iba a hacer ahora que yo había aceptado la obra de Dios de los últimos días? ¿No me estaba tentando Satanás por medio del cura? El cura quería sobornarme con el estatus para que traicionara a Dios. Era un truco de Satanás. Si renunciaba al camino verdadero y traicionaba a Dios por un puesto, perdería la ocasión de salvarme y de entrar al reino de los cielos. La categoría, entonces, no tendría sentido alguno, y al final sería descartado y castigado. Al sacerdote le dije todo eso, cosa que lo enojó mucho. Incapaz de refutar mis palabras, se puso a espantarme: “Vete y no prediques más por aquí; si no, te denuncio a la policía”. Me echó por la puerta mientras hablaba. De camino a casa, pensé que si, como sacerdote, no analizaba algo tan importante como el regreso del Señor y tomaba la inciativa de condenarlo, resistirse a ello e impedir que los creyentes lo estudiaran, hasta el punto de amenazar con hacerme detener, no podía ser un auténtico creyente. Posteriormente, al ver mi madre lo firmes que estábamos en la fe, dejó de intentar obstaculizarnos y nos contó que antes había hecho todo aquello porque se lo había mandado un diácono mayor. Estaba furioso. Me acordé de la condena del Señor a los fariseos: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis el reino de los cielos a los hombres; porque ni vosotros entráis ni dejáis entrar a los que entrarían! […] ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, porque andáis girando por mar y tierra a trueque de convertir un gentil; y después de convertido, le hacéis con vuestro ejemplo y doctrina digno del infierno dos veces más que vosotros!” (Mateo 23:13, 15). También hay un pasaje de las palabras de Dios Todopoderoso. “Hay algunos que leen la Biblia en grandes iglesias y la recitan todo el día, pero ninguno de ellos entiende el propósito de la obra de Dios. Ninguno de ellos es capaz de conocer a Dios y mucho menos es conforme a la voluntad de Dios. Son todos personas inútiles y viles, que se ponen en alto para sermonear a Dios. Se oponen deliberadamente a Él mientras llevan Su estandarte. Afirman tener fe en Dios, pero aun así comen la carne y beben la sangre del hombre. Todas esas personas son diablos que devoran el alma del hombre, demonios jefes que estorban deliberadamente a aquellos que tratan de entrar en la senda correcta y obstáculos en el camino de quienes buscan a Dios. Pueden parecer de ‘buena constitución’, pero ¿cómo van a saber sus seguidores que no son más que anticristos que llevan a la gente a levantarse contra Dios? ¿Cómo van a saber sus seguidores que son diablos vivientes dedicados a devorar a las almas humanas?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Todas las personas que no conocen a Dios son las que se oponen a Él). En las revelaciones de las palabras de Dios descubrí que los líderes actuales del mundo religioso son como los fariseos. Son unos anticristos que odian la verdad y se enemistan con Dios. Antaño, los fariseos se inventaron frenéticamente toda clase de rumores, combatieron y condenaron al Señor Jesús, descarriaron a los creyentes y les impidieron seguirlo. Lo hicieron para poder aferrarse a su estatus y a su fuente de ingresos. Ahora, los líderes del mundo religioso ven que todo cuanto expresa Dios Todopoderoso es la verdad y que, en cuanto los auténticos creyentes lo leen, reconocen la voz de Dios. Temen que todos sigan a Dios y dejen de adularlos y respaldarlos a ellos. No dudan en malinterpretar la Escritura para preservar su estatus y su medio de vida, y difunden falacias que alegan que toda noticia de la venida del Señor es falsa y que toda prédica de la venida de Dios encarnado es falsa para que los creyentes no escuchen, crean ni tengan contacto con quienes predican la venida del Señor. Tan pronto como alguien acepta la nueva obra de Dios, hacen todo lo que esté a su alcance por frenarlo y hasta entregan al régimen satánico a quienes predican el evangelio. Estos líderes religiosos no solo no reciben ellos al Señor, sino que mantienen a los creyentes firmemente controlados a su alcance para que, al igual que ellos, se resistan a Dios, caigan en el desastre y sean castigados. Son muy siniestros y malignos. Son los anticristos de los últimos días revelados por Dios ¡y merecen Su condena! Después, sin importar cómo me acosaran u obstaculizaran, me mantuve firme en la fe y seguí compartiendo el evangelio.
En esa época en que obstaculizaron mi fe, sentí el amor de Dios. Sus palabras me guiaron, con lo que pude vencer las repetidas tentaciones e interrupciones de Satanás. Tambien vi claro que los curas y diáconos, estos líderes religiosos, son unos anticristos contrarios a Dios, obstáculos que impiden que la gente entre al reino. Los rechacé de corazón, firme en mi fe para seguir a Dios Todopoderoso. ¡Gracias a Dios!