25. Las palabras de Dios guiaron el rumbo de mi vida
Siempre he sacado buenas notas, desde pequeña, y solía competir en concursos de literatura y arte. Se podría decir que progresé sin problemas a lo largo de mi trayectoria académica. Toda mi familia esperaba que destacase y la honrase. Solían decir: “Las personas con conocimientos son respetadas, gozan de gran prestigio y son las únicas que pueden prosperar en sociedad. Las que no tienen conocimientos ni educación son despreciadas y nunca podrán andar con la cabeza alta”. Estaba completamente de acuerdo con las opiniones de mis padres y así, sin más, “destacar del resto y honrar a mis antepasados” se convirtió en mi objetivo. Para alcanzarlo, solía estudiar de sol a sol y persistía sin importar lo cansada que me sintiese. En mi tiempo libre, me conectaba en línea para estudiar todavía más. Nunca faltaba a clase ni llegaba tarde, y prestaba mucha atención a las lecciones de mis profesores. Después de clase, los demás salían a jugar, pero yo me quedaba dentro haciendo deberes. Siempre era de las últimas en entregar los exámenes porque revisaba muy a fondo las respuestas. En mi afán por estudiar, no comía a horas normales ni hacía ejercicio, y a menudo dormía poco. Gracias a mis incansables esfuerzos, finalmente logré entrar en la universidad de mis sueños: la Universidad de Chiang Mai. Cuando mis padres, amigos y profesores se enteraron de la noticia, todos me miraron con admiración y envidia. No cabía en mí de gozo. Pensaba que aquel era el comienzo de una vida maravillosa y extraordinaria, que muchas empresas harían cola para contratarme cuando me graduase y que, sin duda, me daría a conocer y destacaría por encima del resto. De repente, a mi madre le diagnosticaron cáncer en una fase avanzada. Los médicos nos dijeron que le quedaba muy poco tiempo. Aquello fue un golpe inesperado que me abrumó por completo. Parecía como si todo lo que había planeado se hubiese hecho añicos. Me había esforzado mucho en los estudios para poder destacar en el futuro, tener los medios para mantener a mi madre en el futuro y hacer que se sintiera orgullosa. Pero enfermó de cáncer antes siquiera de graduarme. Estaba muy acongojada. Quería volver a casa y cuidar de mi madre, pero pensé en lo mucho que me esforcé para entrar en la universidad y en que debía tener algo que demostrase el esfuerzo que había invertido durante años. Si abandonaba los estudios para cuidar a mi madre, ¿no habría servido para nada todo mi duro trabajo? Me sentía muy confundida y no sabía cómo actuar. Una vez, mi madre me llamó y me dijo: “No creo que llegue a tu graduación, pero, por tu propio futuro, debes terminar los estudios y gozar de una buena vida, así podré irme sin remordimientos”. Después de que mi madre me convenciera, no volví a casa para cuidarla y continué con mis estudios. No mucho después, mi madre falleció. Me consumían sus recuerdos y solo podía pensar en la tarea que me había encomendado. Decidí esforzarme al máximo en los estudios y así labrarme una reputación para estar a la altura de las esperanzas de mi madre.
Al principio conseguí adaptarme a la vida universitaria, pero con el tiempo me di cuenta de que la vida allí no tenía gracia y era aburrida, no era para nada como yo la había imaginado. Al contrario, la vida universitaria era muy competitiva. Los estudiantes formaban grupos basándose en su entorno familiar, se burlaban y ridiculizaban mucho a los demás. Incluso algunos profesores se relacionaban con los estudiantes que sacaban buenas notas o eran de buena familia para burlarse de los que sacaban malas notas o procedían de familias pobres. Esto hacía que esos estudiantes se sintieran aún más inferiores de lo que ya se sentían y provocaba que algunos hasta cambiaran de universidad o abandonasen los estudios. Odiaba por completo aquella atmósfera, pero, para poder destacar, me obstiné y perseveré en mis estudios para obtener buenas notas. A través del trabajo duro, obtuve buenas notas y resultados tanto en los estudios como en mi carrera profesional. Los compañeros de cursos inferiores me admiraban y me consideraban un ejemplo a seguir. Alcancé la fama y conseguí lo que deseaba, pero me sentía vacía, y poco a poco fui aburriéndome y hartándome de aquel estilo de vida. No entendía por qué la gente quería vivir así. Había creído que estudiando podría destacar, alcanzar la felicidad y tener la vida que quería. Entonces, ¿por qué me sentía más vacía y angustiada cuanto más buscaba esa vida? A veces pensaba si el sentido de la vida era solo trabajar para experimentar el éxito y luego, con el tiempo, morir. Además, ya que no nos llevamos nada a la tumba ni tenemos nada con lo que demostrar nuestros esfuerzos, ¿qué sentido tenía todo eso? ¿Acaso no había formas más significativas de vivir?
Un día vi una publicación en Facebook sobre el verdadero sentido de la vida. Tras darle a “me gusta” y dejar un comentario, me hice amiga de alguien que empezó a hablarme sobre fe religiosa, y fue entonces cuando me di cuenta de que debía ser cristiano. Compartió conmigo el evangelio de la obra de salvación de Dios Todopoderoso de los últimos días. Leí muchas de las palabras de Dios Todopoderoso y llegué a conocer muchas verdades que jamás había oído, entre ellas el origen de la vida del hombre, la raíz de su sufrimiento y los métodos con los que Satanás corrompe a la humanidad, etc. Las palabras de Dios saciaron mi sed por las verdades de la vida. Nunca había oído hablar de esas verdades en clase. Después, me topé con este pasaje en Facebook: “Desde que la humanidad inventó las ciencias sociales, la ciencia y el conocimiento ocuparon su mente. Después, estos pasaron a ser herramientas para gobernar a la humanidad, y ya no hay espacio suficiente para que el hombre adore a Dios ni hay condiciones favorables para Su adoración. La posición de Dios se ha hundido aún más abajo en el corazón del hombre. Sin Dios en su corazón, el mundo interior del hombre es oscuro, desesperanzado y vacío. Posteriormente, muchos científicos sociales, historiadores y políticos han saltado a la palestra para expresar teorías de ciencias sociales, la teoría de la evolución humana y otras que contradicen la verdad de que Dios creó al hombre, para llenar los corazones y las mentes de la humanidad. Así, cada vez son menos los que creen que Dios lo creó todo, y son más los que creen en la teoría de la evolución. Más y más personas tratan los relatos de la obra de Dios y Sus palabras durante la era del Antiguo Testamento como mitos y leyendas. En sus corazones, las personas se vuelven indiferentes a la dignidad y a la grandeza de Dios, al principio de que Él existe y que domina todas las cosas. La supervivencia de la humanidad y el destino de países y naciones ya no son importantes para estas personas, y el hombre vive en un mundo vacío que se preocupa solo por comer, beber y buscar el placer…” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Apéndice II: Dios preside el destino de toda la humanidad). Tras leer este pasaje de las palabras de Dios, me percaté de que, como la ciencia y el conocimiento consumen los corazones de los hombres, sin dejar lugar para Dios, cada vez están más vacíos. Por eso, investigan cuál es el propósito de la vida, qué valor posee esta y cuál es su significado. Sin embargo, cuanto más se intenta usar la ciencia y el conocimiento para investigar estos asuntos, menos respuestas reales se obtienen. Este conocimiento solo consuela a la gente durante un tiempo, porque la ciencia y el conocimiento no son la verdad y no pueden proporcionar una auténtica fuente de vida. Antes, siempre había creído que cuanto más informado estaba uno, mejor comprendía la vida y más certezas tenía sobre las cosas. Además, como los que buscaban conocimiento eran muy respetados, vivían una vida valiosa y podían ser más felices. Sin embargo, después de tanto estudiar, seguía sin saber cuál era el propósito de la vida, de dónde venía el hombre, cuál era su destino, y no había alcanzado la felicidad que buscaba. Incluso cuando aprobaba los exámenes, ocupaba el primer puesto de la clase y todos me admiraban, seguía sintiéndome vacía y angustiada por dentro, y las dificultades a las que me enfrentaba no se habían resuelto. Veía cómo los otros estudiantes universitarios intentaban llenar ese vacío yendo de compras, cantando en karaokes, saliendo a bares y asistiendo a conciertos de cantantes famosos. Al principio, yo también me divertía mientras seguía estas tendencias con ellos, pero luego me sentía más vacía aún. Solo tras leer las palabras de Dios me di cuenta de que la razón del vacío espiritual del hombre es su afán por la ciencia y el conocimiento. La ciencia y el conocimiento hacen que la gente niegue que Dios creó al hombre. No solo no saben ni reconocen que proceden de Dios, sino que también concluyen que las palabras y la obra de Dios son solo leyendas o mitos. Así, Dios pierde Su lugar en el corazón de las personas y estas se alejan todavía más de Él. ¿Cómo no van a sentirse vacíos si no conocen a Dios y no lo llevan a Él ni a Sus palabras en el corazón? Mi vida procede de Dios. Todo lo que me ha pasado en la vida ha sido resultado de Sus arreglos. Como ser creado, debo seguir y adorar a Dios para tener un mejor porvenir. Después de eso, acepté la obra de Dios de los últimos días y sentí como si al fin volviese a casa.
Después, tras asistir a las reuniones durante un tiempo, me sentía más y más realizada espiritualmente, disfrutaba mucho más y me sentía alegre y en paz. Una vez, después de una reunión, quise seguir leyendo las palabras de Dios Todopoderoso, así que fui a la página web del EVANGELIO DEL DESCENSO DEL REINO para buscar libros relacionados con las palabras de Dios. Allí, encontré un pasaje que describía cómo Satanás corrompe a la humanidad: “Una vez que alguien está atascado en la fama y la ganancia, deja de buscar lo que es brillante, lo recto o esas cosas que son hermosas y buenas. Esto se debe a que el poder seductor que la fama y la ganancia tienen sobre las personas es demasiado grande; se convierten en cosas que las personas persiguen durante toda su vida, y hasta por toda la eternidad sin fin. ¿No es esto verdad? Algunos dirán que aprender conocimiento no es más que leer libros o aprender unas cuantas cosas que todavía no saben, como para no quedarse atrasados en el tiempo o que el mundo no los deje atrás. El conocimiento solo se aprende para poder poner comida en la mesa, para su propio futuro o para proveer las necesidades básicas. ¿Hay alguien que podría soportar una década de duro estudio solo para las necesidades básicas, para resolver tan solo la cuestión de la comida? No, no hay nadie así. ¿Para qué sufre una persona estas dificultades por todos estos años? Es por la fama y la ganancia. La fama y la ganancia les esperan en la distancia, llamándoles, y creen que solo por su propia diligencia, sus dificultades y su lucha podrán seguir ese camino que les llevará a lograr fama y ganancia. Una persona así debe sufrir estas dificultades por su propia senda futura, para su disfrute futuro y para obtener una vida mejor” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único VI). “Satanás usa fama y ganancia para controlar los pensamientos del hombre hasta que todas las personas solo puedan pensar en ellas. Por la fama y la ganancia luchan, sufren dificultades, soportan humillación, y sacrifican todo lo que tienen, y harán cualquier juicio o decisión en nombre de la fama y la ganancia. De esta forma, Satanás ata a las personas con cadenas invisibles y no tienen la fuerza ni el valor de deshacerse de ellas. Sin saberlo, llevan estas cadenas y siempre avanzan con gran dificultad. En aras de esta fama y ganancia, la humanidad evita a Dios y le traiciona, y se vuelve más y más perversa. De esta forma, entonces, se destruye una generación tras otra en medio de la fama y la ganancia de Satanás. Consideremos ahora las acciones de Satanás, ¿no son sus siniestros motivos completamente detestables? Tal vez hoy no podáis calar todavía sus motivos siniestros, porque pensáis que uno no puede vivir sin fama y ganancia. Creéis que, si las personas dejan atrás la fama y la ganancia, ya no serán capaces de ver el camino que tienen por delante ni sus metas, que su futuro se volverá oscuro, tenue y sombrío” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único VI). Al leer estas palabras de Dios, vi que la gente está atrapada por su deseo de fama y dinero. Creen que obtener fama y riqueza es la motivación del hombre y el objetivo de la vida. No saben que es un camino erróneo y no tienen el valor ni la habilidad para quebrantarlo. Pensé en cómo había creído que el objetivo de mi vida era destacar y honrar a mis antepasados, que los que alcanzaban esas metas eran los que triunfaban en la vida. Me habían inculcado aquellas ideas cuando todavía iba al colegio. Para alcanzar mis metas, me había dedicado a estudiar durante años, a acumular conocimientos e ir tras un título para poder tener al final un buen trabajo, llevar una buena vida y disfrutar de un nivel de vida mejor. Me influyó especialmente uno de los refranes más recurrentes de mi madre: “Quien algo quiere, algo le cuesta”. Creía que, para destacar y llegar a la cima, debía sufrir y soportar penurias, que todas esas dificultades valdrían la pena. En mi búsqueda de fama y riqueza, no presté atención al mundo exterior, dejé que los estudios me consumieran por completo y, aun estando mi madre enferma de muerte, no dejé la universidad para cuidar de ella porque me preocupaba que aquello influyera en mis estudios. Había pasado más de diez años buscando fama y riqueza, y en ningún momento me detuve a pensar si valía la pena hacerlo. A pesar de ganarme el respeto y la admiración de mis compañeros, no me sentía realmente feliz. Al contrario, me volví cada vez más egoísta, arrogante y despectivo con los demás. En particular, despreciaba a la gente corriente que solo se preocupaba de ganarse la vida. No expresaba esos sentimientos abiertamente, pero los menospreciaba en mi interior. Me di cuenta de que estaba yendo por el camino equivocado y que había perdido mucho tiempo. Al final, no había alcanzado la vida feliz y valiosa que había imaginado. A través de la revelación de Dios me percaté de una cosa: Satanás usa la fama y el dinero para tentar y corromper a la gente. Buscar fama y riqueza me llevó a una vida de sufrimiento y me dejó sin nada. ¿Acaso había caído en la traicionera trama de Satanás? Sabía que iba por el camino equivocado y no debía buscar fama, dinero y estatus, sino seguir a Dios y transitar la senda en busca de la verdad. Pero también pensé en lo mucho que había trabajado durante tantos años y ya solo estaba a un paso de graduarme y obtener el título de estudios superiores, con el que me ganaría el respeto de la sociedad. Más tarde, cuando fuese a trabajar, podría decir que me había graduado en tal y cual universidad y alzar la cabeza con dignidad. No tenía confianza para abandonar los estudios y quería hacer una maestría y un doctorado.
Una vez, mientras cumplía con mi deber, una hermana me preguntó cuáles eran mis planes para el futuro. Le dije: “Quiero hacer una maestría y un doctorado, pero tengo dudas. Si realizo estudios superiores, tendré que dedicarles aún más tiempo a los estudios y dispondré de menos tiempo para cumplir con mi deber. Me gustaría saber si realizar estudios superiores es lo correcto”. La hermana me leyó dos pasajes de la palabra de Dios: “Pedro nació en un hogar judío normal de campesinos. Sus padres sostenían a toda la familia con la agricultura, y él era el mayor de los hijos; tenía cuatro hermanos y hermanas. Por supuesto, esta no es la parte principal de nuestra historia; Pedro es nuestro personaje principal. Cuando tenía cinco años, sus padres empezaron a enseñarle a leer. En aquella época, el pueblo judío era bastante erudito y estaba especialmente avanzado en áreas como la agricultura, la industria y el comercio. Como resultado de su entorno social, los padres de Pedro habían recibido educación superior. Aunque eran de la campiña, eran cultos, comparables con los estudiantes universitarios promedios actuales. Evidentemente, Pedro fue bendecido al haber nacido en esas condiciones sociales tan favorables. Él era muy brillante y asimilaba fácil y rápidamente las nuevas ideas. Tras comenzar sus estudios, sacaba conclusiones muy fácilmente durante las lecciones. Sus padres estaban orgullosos de tener un hijo tan inteligente e hicieron grandes esfuerzos para permitirle ir a la escuela, con la esperanza de que pudiera destacar y asegurar algún tipo de puesto oficial en la sociedad. Sin darse cuenta de ello, Pedro desarrolló un interés en Dios, y a los catorce años, cuando estaba en secundaria, sintió aversión por el plan de estudios de la antigua cultura griega que estudiaba, especialmente en lo relacionado con las personas y los acontecimientos ficticios de la historia griega antigua. Desde ese momento, Pedro —que acababa de entrar en la primavera de la juventud— empezó a tratar de descubrir más sobre la vida humana y empezó a acercarse a la sociedad. Su conciencia no lo impulsó a compensar los arduos esfuerzos que habían hecho sus padres, porque vio claramente que todas las personas vivían en un estado de autoengaño, que vivían vidas sin sentido y que destruían su vida en aras de luchar por la riqueza y el reconocimiento. Su percepción tuvo mucho que ver con el entorno social en el que vivía. Cuanto más conocimiento tienen las personas, más complejas son sus relaciones interpersonales y su mundo interno; por tanto, más existen en un vacío. Bajo estas circunstancias, Pedro pasaba su tiempo libre haciendo visitas de gran alcance, la mayoría de las cuales eran a figuras religiosas. Parecía tener un sentimiento vago en su corazón de que la religión podría explicar todo lo inexplicable en el mundo humano, por lo que a menudo iba a una sinagoga cercana para asistir a los servicios. Sus padres no lo sabían, y no pasó mucho tiempo antes de que Pedro, que siempre había tenido buen carácter y buenas calificaciones, comenzara a odiar ir a la escuela. Bajo la supervisión de sus padres, apenas terminó la secundaria. Nadó hasta salir del océano del conocimiento y respiró profundamente y, a partir de ese momento, ya nadie lo educó ni lo limitó” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Interpretaciones de los misterios de “las palabras de Dios al universo entero”, Sobre la vida de Pedro). “A lo largo de su vida, Pedro se ganó la vida con la pesca, pero, más que eso, vivió para predicar. En años posteriores, escribió la primera y segunda epístolas de Pedro, así como varias cartas a la iglesia de Filadelfia de aquella época. Él conmovió mucho a las personas de su tiempo. En lugar de sermonear a las personas utilizando sus propias credenciales, les brindó un sustento de vida adecuado. Nunca olvidó las enseñanzas de Jesús antes de Su partida y fue inspirado por ellas a lo largo de toda su vida. Mientras seguía a Jesús, decidió corresponder al amor del Señor con su muerte y seguir Su ejemplo en todas las cosas. Jesús estuvo de acuerdo con esto, así que cuando Pedro tenía cincuenta y tres años (más de veinte años después de la partida de Jesús), Jesús apareció ante él para ayudarle a cumplir su anhelo. En los siete años posteriores, Pedro pasó su vida conociéndose a sí mismo. Un día, al final de estos siete años, fue crucificado cabeza abajo, terminando así su extraordinaria vida” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Interpretaciones de los misterios de “las palabras de Dios al universo entero”, Sobre la vida de Pedro). Tras oír estos dos pasajes, vi que mi situación se parecía mucho a la de Pedro cuando se cansó de los conocimientos vacíos que aprendió en clase. Sabía que no había vida en el conocimiento y que la educación y la sociedad estaban llenas de conflictos. Así que se alejó de los estudios y empezó una vida dedicada a buscar la verdad y la vida. Vi que Pedro había decidido alejarse de los estudios y de la sociedad sin importarle cómo lo juzgarían los demás, sin que sus propios afectos lo estancasen, solo con una decisión firme y convicción personal y sin dejarse influir por las tendencias del momento. Fue lo bastante valiente para cambiar y dejar de vivir como tantos otros para ir tras cosas positivas. Es increíble que Pedro fuese capaz de tomar una decisión así en aquella época. Hizo falta una extraordinaria cantidad de fe. Las palabras de Dios tuvieron un gran impacto en mí. Por fuera, puede que pareciera que Pedro no hubiese obtenido ni reputación ni beneficio alguno, pero se había ganado el elogio de Dios. Me di cuenta de que, al igual que Pedro, buscar la verdad y cumplir el deber de uno como ser creado, actuar según las palabras de Dios, vivir la verdadera realidad, y conocer y someterse a Dios eran los elementos de una vida verdaderamente valiosa y significativa. Pensé en mis diligentes esfuerzos en los estudios: tras terminar el instituto, fui a la universidad y ahora me estaba planteando hacer una maestría. ¿No estaba fijándome metas cada vez mayores para destacar y diferenciarme del resto? ¿Tenía sentido esta búsqueda? Pensé en lo mucho que mi madre había estudiado desde pequeña para destacar y llegar a la cima, había trabajado diligentemente en su vocación y, finalmente, había alcanzado la cima a los 30 años, tras superar dificultades pasadas, disfrutando de condiciones materiales mejores y ganándose la fama, el dinero y el respeto de los demás. Desde fuera, parecía una mujer muy honorable pero, al final, enfermó de cáncer y murió. La fama y el dinero no la salvaron de su enfermedad. Me di cuenta de que ambicionar la fama y la riqueza no tenía ni sentido ni valor. Más adelante, leí otros dos pasajes de las palabras de Dios, que me permitieron comprender aún mejor qué camino debía elegir. Dios Todopoderoso dice: “Eres un ser creado, debes por supuesto adorar a Dios y buscar una vida con significado. Si no adoras a Dios, sino que vives en tu carne inmunda, ¿no eres solo una bestia, vestida de humano? Como eres un ser humano, ¡te debes gastar para Dios y soportar todo el sufrimiento! El pequeño sufrimiento que estás experimentando ahora, lo debes aceptar con alegría y con confianza y vivir una vida significativa como Job y Pedro. […] Vosotros sois personas que buscáis la senda correcta, los que buscáis mejorar. Sois personas que os levantáis en la nación del gran dragón rojo, aquellos a quienes Dios llama justos. ¿No es esa la vida con mayor sentido?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Práctica (2)). “Las personas jóvenes no deberían carecer de ideales, de aspiraciones ni de un deseo entusiasta por superarse; no deberían desanimarse respecto a sus planes ni perder la esperanza en la vida ni la confianza en el futuro; deberían tener la perseverancia de seguir el camino de la verdad que han escogido ahora para hacer realidad su deseo de dedicar toda su vida a Mí. No deberían carecer de la verdad ni albergar hipocresía e injusticia, sino mantenerse firmes en la postura apropiada. No deberían simplemente dejarse llevar, sino tener el espíritu de atreverse a hacer sacrificios y luchar por la justicia y la verdad. Las personas jóvenes deberían tener la valentía de no sucumbir ante la opresión de las fuerzas de la oscuridad y de transformar el sentido de su existencia. Las personas jóvenes no deberían resignarse a la adversidad, sino ser abiertos y francos, con un espíritu de perdón hacia sus hermanos y hermanas. Por supuesto, estas son Mis exigencias para todos y Mi consejo para todos. Más aún, son Mis palabras tranquilizadoras para todas las personas jóvenes. Deberíais practicar conforme a Mis palabras. Las personas jóvenes, en particular, no deberían carecer de la determinación para ejercer el discernimiento en los asuntos ni para buscar la justicia y la verdad. Deberíais ir tras todas las cosas bellas y buenas, y obtener la realidad de todas las cosas positivas. Deberíais ser responsables de vuestra vida y no tomárosla a la ligera. Las personas vienen a la tierra y es raro que Me encuentren; también es raro tener la oportunidad de buscar y obtener la verdad. ¿Por qué no habríais de valorar este hermoso tiempo como la senda correcta de búsqueda en esta vida?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Palabras para los jóvenes y los viejos). Las palabras de Dios me dieron una nueva perspectiva de la vida. El hombre no debería vivir para buscar la fama y la riqueza, sino para adorar a Dios, buscar la verdad y entregarse a Él. Esto es lo que constituye una vida valiosa y significativa. Como seres creados, aunque obtengamos la fama, la riqueza y el respeto de los demás, si no adoramos a Dios y cumplimos nuestro deber como seres creados, habremos vivido en vano. Aunque al principio aseguraba que estaba dispuesta a seguir a Dios, a hacer renuncias y a entregarme a Él, no lo puse realmente en práctica. Seguía buscando las comodidades de la carne, buenas perspectivas de futuro y el respeto de otros. Aún no había entendido el verdadero sentido y valor de la vida del hombre. Pensé en la bendición que era, por la gracia de Dios, que hubiese nacido en los últimos días y hubiese aceptado la obra de Dios a tan temprana edad. Dios había dispuesto que yo creciese en un ambiente ventajoso en el que aprendí a hablar muchos idiomas, incluido el chino, lo que me permitía leer las palabras de Dios y poner mis habilidades al servicio de mi deber. Mi edad, mi educación y mis conocimientos lingüísticos eran adecuados para buscar la verdad y cumplir con mis deberes. Si buscaba fama, dinero y estatus con determinación y lograba alcanzar tanto la fama como el dinero, pero perdía la oportunidad de seguir a Dios y perseguir la verdad, ¿qué sentido tendría ese logro? Nada en este mundo puede compararse con la verdad alcanzada, y no se puede comparar una vida considerada buena por la gente con una vida encomendada por el Creador. Solo una vida encomendada por Dios tiene sentido y valor. Al darme cuenta de esto, adquirí la resolución de perseguir la verdad, someterme a Dios y satisfacerlo. También estaba dispuesta a abandonar la universidad para entregarme a Dios. Oré a Dios y dije que debía liberarme de este estilo de vida aburrido y estéril, que debía perseguir la verdad, seguir a Dios y recorrer la senda correcta.
Más tarde, llamé a mi orientador, le conté que pensaba dejar los estudios y le pedí que firmase la solicitud para ello. Sin embargo, no solo no aceptó firmarla, sino que me dijo: “Solo te queda un año para graduarte, ¿no sería una pena dejarlo ahora? Sabes perfectamente que el sueldo de los graduados universitarios es mucho mayor que el de los que no se han graduado. Sin un título universitario, puede que hasta tengas problemas para encontrar trabajo. La gente no te mirará de la misma manera. Si tienes algún problema, puedes aplazar los estudios un año y volver cuando las cosas se hayan arreglado. ¿No crees que es mejor así?”. Tras escuchar el consejo de mi orientador, me sentí un poco confundida. Pensé que igual debía aplazarlo, tal y como me había dicho, y volver más adelante. Así, podría graduarme, obtener un título, encontrar un buen trabajo y ser respetada más adelante. Pero también pensé que podía tratarse del complot traicionero de Satanás. Satanás no quería que siguiera a Dios y cumpliese con mi deber, así que usó la fama y la riqueza para tentarme. Pensé en las palabras de Dios: “Cuando Dios obra, se preocupa por la persona y la escudriña, y cuando la favorece y aprueba, Satanás sigue de cerca, intenta desorientar a la persona y hacerle daño. Si Dios desea ganar a esta persona, Satanás hará todo lo que pueda para estorbarle usando diversas tácticas perversas para tentar, para perturbar y socavar la obra de Dios, todo ello con el fin de lograr su objetivo oculto. ¿Cuál es este objetivo? No quiere que Dios gane a nadie; él quiere robar la posesión de aquellos a los que Dios desea ganar, quiere controlarlos, hacerse cargo de ellos para que le adoren y entonces se le unan para cometer actos malvados y oponerse a Dios” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único IV). Si abandonaba los estudios para seguir a Dios, tendría más tiempo para perseguir la verdad y cumplir con mi deber, pero mi orientador había dicho ciertas cosas para tentarme. Por fuera, parecía que estuviese velando por mí, pero por dentro se escondía el traicionero complot de Satanás. Satanás quería tentarme para que siguiera buscando fama, dinero y estatus, y así quedar atrapada en esa búsqueda. No podía caer en su trampa. Al darme cuenta de esto, le respondí a mi orientador: “Entiendo lo que quieres decir, pero ahora tengo aún más clara la intención urgente de Dios. He pensado mucho en elegir este camino de fe y ya me he decidido. Dedicaré mi vida a la fe, seguiré a Dios, me entregaré a Él y nunca volveré a retomar los estudios. He decidido retirarme. Espero que puedas comprenderme”. Al ver que lo tenía tan claro, el orientador no intentó convencerme más y firmó los papeles para abandonar la universidad. Así que me retiré directamente.
Tras retirarme, tenía mucho más tiempo y energía para cumplir con mi deber, y me volví mucho más centrada y tranquila ante Dios. También tenía más tiempo para reflexionar sobre las palabras de Dios, compartir la verdad con mis hermanos y hermanas y cumplir con mi deber. Sentía que cada vez me acercaba más a Dios. Ya ha pasado casi un año y medio. Mientras cumplía con mi deber, revelé mis actitudes corruptas, pero, a través de ello, aprendí a trabajar en armonía con los demás y, cuando tuve problemas, no me hundí en ellos y busqué la verdad para resolverlos. He ganado mucho en este último año. Si hubiese esperado otro año para empezar a cumplir con mi deber, habría perdido muchas oportunidades de alcanzar la verdad, lo que habría sido una gran pérdida para mí. También he visto que las catástrofes mundiales son cada vez más graves. Ucrania y Rusia están en guerra, han surgido grandes conflictos por todo el mundo, la pandemia se ha agravado y los terremotos e inundaciones son cada vez más frecuentes. Pensé que, una vez llegan las desgracias, aunque hubiese conseguido mi título y logrado fama, riqueza y respeto, no habría servido de nada si yo no tenía vida. Tal y como dijo el Señor Jesús: “¿De qué le sirve a un hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se destruye o se pierde?” (Lucas 9:25). Debo creer en Dios y seguirlo sin reservas, así es como alcanzaré la verdad y la vida. ¡Esto es lo más valioso del mundo y la mayor de las bendiciones! ¡Renunciar a los estudios para seguir a Dios y cumplir mi deber como ser creado es la mejor decisión que he tomado en mi vida! ¡Doy gracias a Dios por guiarme!