55 .Ya no persigo implacablemente el estatus
Siempre tuve un fuerte deseo de honor y estatus. Desde pequeña, buscaba destacar y ser superior. Como dice el dicho: “Los funcionarios son superiores a la gente común”, incluso el funcionario más insignificante se considera mejor que la gente común. Creía que tener un cargo oficial significaba tener poder, ser respetada y venerada dondequiera que fuera. Cuando era joven, hice todo tipo de trabajos sucios y agotadores en el pueblo solo para conseguir un cargo oficial. Incluso trabajaba en el campo de madrugada, como una heroína anónima. Pero debido a mi baja educación, por más que me esforzara, solo podía ser la jefa de la Federación de Mujeres del pueblo.
En 1999, acepté la obra de Dios de los últimos días y comencé a cumplir con mi deber de predicar el evangelio en la iglesia. Al ver a los líderes superiores rodeados de hermanos y hermanas que les preguntaban de todo durante las reuniones, sentí mucha envidia: ser líder era genial; todos los rodeaban dondequiera que fueran, ¡qué glorioso! En el futuro, una vez terminada la obra de Dios, Él los salvaría. Debía esforzarme con seriedad. Si lograba convertirme en líder en la casa de Dios, no solo sería muy valorada por los hermanos y hermanas, sino que también tendría más oportunidades de salvación y perfección. Si actuaba con diligencia y cumplía bien con mi deber, tendría la oportunidad de convertirme en líder. En ese momento, el evangelio recién se había extendido a nuestra zona, y la mayoría de las personas que lo aceptaron eran hermanos y hermanas de nuestra antigua iglesia. Tan pronto como los pastores los perturbaban, se volvían negativos o enfrentaban dificultades, yo me apresuraba a apoyarlos. Todos los hermanos y hermanas me admiraban y acudían a mí cuando tenían alguna dificultad. Aunque aún no habíamos establecido una iglesia ni había liderazgo eclesiástico, lo que yo hacía era trabajo de liderazgo. Los hermanos y hermanas que aceptaron la obra de Dios de los últimos días junto conmigo también decían: “Si en el futuro no se puede elegir a otra persona para liderar, sin duda se elegirá a Li Jing”. Me sentí encantada al oír esto, y pensé: “Entre los hermanos y hermanas que aceptaron el evangelio conmigo, nadie es mejor ni se ha esforzado más que yo. Además, los hermanos y hermanas también me apoyan. Así que cuando llegue la hora de elegir al líder, estoy segura de que todos me elegirán a mí”. En la segunda mitad de 1999, los líderes superiores vinieron a nuestra zona para una reunión y dijeron que querían fundar una iglesia y elegir a un líder para esta. Me alegré mucho, pues creía que era un hecho que me elegirían como líder de la iglesia. Durante la reunión, esperé con confianza el anuncio de los resultados de la elección por parte de los líderes superiores. Pero inesperadamente, la hermana Liu Qing fue elegida como líder, y yo como diácono del evangelio. Cuando escuché los resultados, sentí como si me hubieran echado un balde de agua fría, de repente, me quedé helada, mi rostro se ensombreció, y pensé: “Paso todo el día predicando el evangelio, regando a los nuevos creyentes y alojando a hermanos y hermanas, ocupada por todas partes. ¿Es en vano todo este esfuerzo si ni siquiera me eligieron como líder? Ahora que no me han elegido como líder, los hermanos y hermanas seguramente dirán que no soy tan buena como Liu Qing, ¿cómo voy a dar la cara?”. Cuando terminó la reunión y volví a casa, cuanto más lo pensaba, más agraviada me sentía, y las lágrimas brotaron sin que me diera cuenta. Sentía celos de Liu Qing en mi corazón: Antes, en nuestra denominación, ni siquiera eras tan entusiasta como yo. ¿Qué te calificaba para ser líder? Una vez, Liu Qing vino a preguntarme sobre cómo regar a los nuevos creyentes, y me enfurecí. Pensé: “¿No entiendes nada y aún así eres líder? Si no puedes manejarlo, ¿por qué no lo dijiste antes?”. Le respondí impaciente: “¿No eres tú la líder? Averígualo tú misma”. Liu Qing dijo con impotencia: “Te hice estas preguntas porque no entiendo”. Al escucharla, sentí cierto reproche en mi corazón, así que suavicé mi tono y le dije qué hacer. Como no me eligieron como líder, siempre tenía una sensación de pérdida en el corazón y no lograba reunir el entusiasmo necesario para cumplir con mis deberes. Antes, cuando seguía el trabajo del evangelio, buscaba activamente a los hermanos y hermanas para entender la situación de los destinatarios potenciales del evangelio, y colaboraba con ellos en su difusión. Sin embargo, ahora, aunque no hubiera destinatarios potenciales del evangelio, no los buscaba activamente. A veces, cuando estaba sola en casa, pensaba: “Estoy brindando hospitalidad y predicando el evangelio, y al final, ni siquiera me eligieron como líder. ¿Qué esperanza de salvarme hay en el futuro?”. Cuanto más lo pensaba, más negativa me volvía, y oraba a Dios sobre mi estado: “Dios, no me convertí en líder, y no siento ninguna motivación para cumplir con mi deber; mi corazón está incómodo. Pero no sé cómo cambiar este estado. Por favor, guíame para entender Tu intención”.
Durante una devoción matutina, leí estas palabras de Dios: “Yo amo a todos los que Me quieren sinceramente. Si os centráis en amarme, con seguridad os bendeciré tremendamente. ¿Entendéis Mis intenciones? En Mi casa no existe distinción entre un estatus alto y uno bajo. Todos son Mis hijos, Yo soy vuestro Padre, vuestro Dios. Yo soy supremo y único. ¡Yo controlo el universo y todas las cosas!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 31). “Deberías ‘servirme con humildad y en oscuridad’ en Mi casa. Esta frase debería ser tu lema. No seas una hoja en un árbol, sino la raíz del árbol; y arráigate profundamente en la vida. Entra en una experiencia genuina de vida, vive según Mis palabras, búscame más en cada asunto, acércate más a Mí y ten comunión conmigo. No prestes atención a cosa externa alguna, y que ninguna persona, acontecimiento o cosa te constriña; comunica tan solo con personas espirituales sobre lo que Yo soy. Entiende Mis intenciones, deja que Mi vida fluya en ti, vive Mis palabras y cumple con Mis exigencias” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 31). Después de leer las palabras de Dios, entendí que en Su casa no hay distinción de estatus alto o bajo. La intención de Dios es que persigamos la verdad y cumplamos con nuestros deberes en silencio para satisfacerlo. Dios no quiere que busquemos estatus, sino que persigamos la verdad y ganemos la vida. Ganar estatus es una especie de gloria externa, pero es insignificante y hueca. Es como las hojas que, aunque bellas, caen en otoño; las flores, aunque hermosas y alabadas por la gente, si no dan fruto, carecen de vida. Siempre quise ser líder, ser apoyada, admirada, escuchada y valorada por las personas, tener estatus en sus corazones, pero ¿qué sentido tenía realmente buscar estas cosas? La obra de Dios de los últimos días es para juzgar y purificar a la gente, para suministrarles la verdad. Si yo no perseguía la verdad, si mi carácter corrupto no cambiaba y no ganaba la verdad, ¿no había creído en vano? Valoraba tanto el estatus que, sin él, me sentía negativa y perdía el entusiasmo por predicar el evangelio. Me di cuenta de que lo que perseguía no era la verdad, sino la reputación y el estatus. ¿No era eso desviarse de las intenciones de Dios? Oré a Dios: “Dios, mi deseo de estatus es demasiado grande. Cuando veo que otros se convierten en líderes y yo no soy elegida, me vuelvo negativa. En el mundo, buscaba ser funcionaria y miembro de una delegación. Ahora que estoy en la casa de Dios, sigo buscando las mismas cosas. ¿En qué se diferencia eso de cuando formaba parte del mundo? Dios, ya no quiero perseguir el estatus. Estoy dispuesta a cumplir con mis deberes como ser creado según Tus requisitos para satisfacerte”. Después, mi estado cambió y me entusiasmé con la difusión del evangelio. Cuando Liu Qing tenía dificultades y venía a preguntarme, compartía con lo que entendía, sintiendo que esto era parte del trabajo de la iglesia. Cuando la hermana tenía dificultades, yo tenía la responsabilidad de ayudarla, y este también era el deber que debía cumplir. Dos meses después, Liu Qing fue reemplazada porque no podía hacer un trabajo real, y los hermanos y hermanas me eligieron a mí como líder de la iglesia. Mi corazón se sentía muy feliz, y yo pensaba que era el favor de Dios y que tenía que esforzarme. Luego, seleccioné a los líderes de cada grupo y compartí con los hermanos y hermanas el significado de difundir el evangelio, lo que mejoró la eficacia de la difusión del evangelio. Predicaba el evangelio durante el día y regaba a los nuevos creyentes por la noche, y si algún hermano o hermana se sentía negativo o débil, los visitaba para ofrecerles apoyo. Todos me recibían calurosamente y, si tenían preguntas, acudían a mí. Al ver a los hermanos y hermanas reunidos a mi alrededor, mostrándome un gran respeto, disfruté mucho de este sentimiento, pensando: “Ser líder es bueno. Si hago bien todo el trabajo de la iglesia, habrá oportunidades para seguir avanzando. Si logro convertirme en una líder superior, ganaré aún más respeto”.
Más tarde, los líderes superiores vinieron a reunirse con nosotros y dijeron que querían seleccionar a un predicador entre varios líderes de la iglesia. Pensé para mí: “Nuestra iglesia tiene mejores resultados tanto en la eficacia de la difusión del evangelio como en la entrada en la vida de los hermanos y hermanas. Además, con mi reciente arresto por el Partido Comunista y haberme mantenido firme en mi testimonio, tengo ventajas en todos los aspectos en comparación con ellos. Estoy segura de que seré seleccionada como predicadora esta vez”. Pero, inesperadamente, eligieron a la hermana Wang Xue. Sentí un escalofrío en el corazón y pensé: “¿Por qué la eligieron a ella y no a mí? Todo el trabajo de nuestra iglesia tiene los mejores resultados, ¿en qué no soy mejor que ella? Ahora que no fui elegida como predicadora, ¿cómo me verán los hermanos y hermanas? ¿Quién me respetará en el futuro?”. En las siguientes reuniones, no dije nada, pues sentía que, por mucho que me esforzara o por muy ocupada o cansada que estuviera, ¿de qué servía? Me daba vergüenza hablar de mi estado y buscar una solución; temía quedar mal, así que me lo guardé para mí.
Más tarde, Wang Xue convocó una reunión con varios líderes de la iglesia, y todos la escuchaban con atención, pero yo me lo tomé a mal. Pensaba que ser predicador era diferente, que gozabas de prestigio y respeto dondequiera que fueras, y que la gente te escuchaba. Si yo fuera la predicadora, los hermanos y hermanas también se centrarían en mí, pero ahora tenía que escucharla a ella, y eso me hacía sentir desequilibrada. Durante la reunión, cuando ella dirigía el trabajo, yo me sentía reacia a cooperar. Pensaba: “Antes éramos compañeros y no eres mejor que yo, ahora estás organizando el trabajo para nosotros. Si sigo tus instrucciones, ¿no parecerá que soy inferior a ti?”. Wang Xue me preguntó sobre los problemas en el trabajo de nuestra iglesia y respondí con indiferencia: “Nuestra iglesia no tiene muchos problemas. Los hemos resuelto por nuestra cuenta”. Luego me preguntó por el progreso de nuestro trabajo del evangelio y, sin ganas de responder más, le contesté con cara rígida: “La eficacia de nuestro trabajo del evangelio no necesita explicación, otras iglesias ni siquiera alcanzan la mitad de nuestros resultados mensuales”. Cuando me preguntó por la situación de los nuevos fieles, me impacienté y le dije: “A los nuevos fieles los regamos unos cuantos líderes y obreros, y les va bien. Si no me crees, puedes ir y averiguarlo por ti misma”. Wang Xue se sintió limitada por mi actitud, y el ambiente de la reunión se volvió incómodo. Vivía constantemente en un estado de celos e insatisfacción, y mi alma estaba oscura. Perdí el interés en cumplir con mis deberes y me limité a hacer lo mínimo. Cuando había destinatarios potenciales del evangelio, ya no quería difundirlo. La efectividad de esparcir el evangelio empezó a disminuir. Cuando los líderes venían a hablar conmigo y a ayudarme, yo no podía escuchar. Al final, me reemplazaron.
Después, reflexioné sobre mí misma: ¿Por qué me sentí incómoda e insatisfecha cuando Wang Xue se convirtió en la predicadora? Así que oré a Dios, y le pedí que me esclareciera y me guiara para conocer y resolver mis propios problemas. Más tarde, leí estas palabras de Dios: “En vuestra búsqueda tenéis demasiadas nociones, esperanzas y futuros individuales. La obra presente es para podar vuestro deseo de estatus y vuestros deseos extravagantes. Las esperanzas, el estatus y las nociones son, todos ellos, representaciones clásicas del carácter satánico. […] Durante muchos años, los pensamientos en los que se han apoyado las personas para sobrevivir han corroído sus corazones hasta el punto de volverse astutas, cobardes y despreciables. No solo carecen de fuerza de voluntad y determinación, sino que también se han vuelto avariciosos, arrogantes y caprichosos. Carecen absolutamente de cualquier determinación que trascienda el yo, más aun, no tienen ni una pizca de valor para sacudirse la esclavitud de esas influencias oscuras. Los pensamientos y la vida de las personas están tan podridos que sus perspectivas de creer en Dios siguen siendo insoportablemente horribles, e incluso cuando las personas hablan de sus perspectivas de la creencia en Dios, oírlas es sencillamente insufrible. Todas las personas son cobardes, incompetentes, despreciables y frágiles. No sienten repugnancia por las fuerzas de la oscuridad ni amor por la luz y la verdad, sino que se esfuerzan al máximo por expulsarlas. […] Aunque habéis llegado hoy hasta esta etapa, seguís sin renunciar al estatus, y en su lugar estáis luchando constantemente por investigarlo y observarlo a diario, con el profundo temor de que un día vuestro estatus se pierda y se arruine vuestro nombre. Las personas nunca han dejado a un lado su deseo de comodidad” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Por qué no estás dispuesto a ser un contraste?). A partir de las palabras de Dios, entendí que esta situación de hoy tenía el propósito de revelar mi deseo de estatus y corrupción, y de ayudarme a cambiar mis ideas equivocadas sobre la búsqueda. Siempre había buscado reputación y estatus, y después de convertirme en líder de la iglesia, incluso quería ser predicadora y una líder superior, deseando ocupar un alto cargo y disfrutar de los beneficios del estatus. Antes de que seleccionaran a la predicadora, solía levantarme temprano y trabajar hasta tarde difundiendo el evangelio y regando a los nuevos creyentes, ocupada todo el día. Pero cuando no logré ser la predicadora, me volví negativa y negligente en mis deberes, ni siquiera quería difundir el evangelio cuando había destinatarios potenciales. Claramente, lo que yo buscaba era este estatus de liderazgo. Más tarde, medité: ¿Por qué estaba tan obsesionada con el estatus? Era porque vivía según los venenos de Satanás, como “El hombre lucha hacia arriba; el agua fluye hacia abajo” y “Los funcionarios son superiores a la gente común”, pensando que uno debe esforzarse en la vida por ser superior a los demás, y que solo así puede ser muy considerado y respetado por los demás y vivir una vida valiosa y significativa. Bajo el control de estos pensamientos, no quería ser la más pequeña en la multitud. A los dieciséis o diecisiete años, para convertirme en una funcionaria del pueblo, hacía todo tipo de trabajos duros y agotadores en el pueblo, trabajando como una heroína anónima en los campos de madrugada. A los diecinueve, me convertí en la jefa de la Federación de Mujeres de nuestro pueblo. Después de aceptar la obra de Dios de los últimos días, cuando nos reuníamos con los líderes superiores, y los hermanos y hermanas los rodeaban buscando respuestas, en mi corazón sentía envidia hacia ellos. Renuncié y me esforcé por ser seleccionada como líder, trabajando diligentemente desde el amanecer hasta el anochecer, dispuesta a enfrentar cualquier dificultad. Después de convertirme en líder de la iglesia, incluso deseaba ser predicadora, anhelando alcanzar una posición más alta. Cuando no me eligieron como predicadora, no pude aceptar la pérdida de estatus, y rechazaba a la nueva predicadora elegida. No quería escuchar su enseñanza ni la implementación del trabajo. Cuando ella preguntaba sobre nuestro trabajo en la iglesia, me mostraba indiferente y la trataba con desdén y desprecio, lo que hizo que se sintiera limitada por mí. El hecho de que podía excluir y degradar a otros cuando no alcanzaba un estatus demostraba que ¡era realmente maliciosa! Revelé el carácter de un anticristo. Dios es el Creador. Solo Él es digno de adoración y reverencia. Yo solo era un ser creado, una persona corrupta. ¿Qué derecho tenía yo para esperar que otros me admiraran? ¡Realmente me faltaba razón y vergüenza! Dios me dio la oportunidad de practicar los deberes de un líder, con la esperanza de que persiguiera la verdad, cooperara con los hermanos y hermanas en armonía, nos complementáramos y cumpliéramos bien nuestros deberes juntos. Sin embargo, en lugar de perseguir la verdad, siempre buscaba el estatus para ser admirada por los demás. Por la reputación y el estatus, incluso llegué a sentir celos y envidia, limitando y excluyendo a otros, causando daño a los hermanos y hermanas, y trastornando el trabajo de la iglesia. Me di cuenta de que perseguir el estatus era la senda de oposición a Dios y que, si no me arrepentía, al final enfrentaría Su castigo. Oré a Dios: “Oh, Dios, yo, esta persona corrupta, siempre busco ser admirada por los demás. Mis acciones y obras son tan detestables para Ti. Estoy dispuesta a volver a Ti, a dejar de buscar la reputación y el estatus. Por favor, guíame por la senda de perseguir la verdad”.
Un día, leí más palabras de Dios: “El hombre nunca me ha amado sinceramente. Cuando lo exalto, se siente indigno, pero esto no hace que intente satisfacerme. Simplemente mantiene en sus manos la ‘posición’ que le he dado y la analiza; insensible a Mi belleza, persiste en llenarse con los beneficios de su posición. ¿No es esta la deficiencia del hombre? Cuando las montañas se mueven, ¿podrían desviarse por causa de tu posición? Cuando las aguas fluyen, ¿podrían detenerse ante la posición del hombre? ¿Podría esta posición revertir los cielos y la tierra?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las palabras de Dios al universo entero, Capítulo 22). “Yo decido el destino de cada persona, no con base en su edad, antigüedad, cantidad de sufrimiento ni, mucho menos, según el grado de compasión que provoca, sino con base en si posee la verdad. No hay otra opción que esta. Debéis daros cuenta de que todos aquellos que no siguen la voluntad de Dios serán también castigados. Este es un hecho inmutable. Por lo tanto, todos aquellos quienes son castigados, reciben castigo por la justicia de Dios y como retribución por sus numerosas acciones malvadas” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Prepara suficientes buenas obras para tu destino). Después de leer las palabras de Dios, entendí que el estatus no puede salvar a las personas y que, en caso de desastres, tener estatus no garantiza la supervivencia. Dios determina el destino y el resultado de las personas según si poseen la verdad. Independientemente de su estatus, si persiguen la verdad y su carácter se transforma, pueden obtener la salvación de Dios. Antes, creía que cuanto más alto era el estatus, más posibilidades tenía de ser salvada y perfeccionada, así que perseguía el estatus sin descanso, dispuesta a abandonarlo todo y soportar cualquier dificultad a cualquier precio para alcanzarlo. Hice que obtener estatus fuera el objetivo de mi búsqueda y la dirección de mi vida. Cuando no fui elegida como predicadora, me volví negativa y perdí el entusiasmo por cumplir con mi deber. Vivir con esta perspectiva equivocada me causó mucho dolor, dañó a los hermanos y hermanas, y perjudicó el trabajo de la iglesia. Pensé en cómo Pablo tenía un alto estatus en los círculos religiosos, difundió el evangelio, ganó mucha gente y estableció muchas iglesias, pero no persiguió la verdad, su carácter-vida no cambió y, al final, enfrentó el castigo de Dios. Aunque el trabajo de Pedro no fue tan extenso como el de Pablo, Pedro persiguió la verdad, buscó amar a Dios, y procuró cumplir con los deberes de un ser creado. Como resultado, Dios perfeccionó a Pedro y obtuvo Su aprobación. Yo solía vivir según la perspectiva equivocada, caminando por la misma senda que Pablo. Si continuaba por esa senda, terminaría con el mismo destino que él.
Luego, leí otro pasaje de las palabras de Dios, lo que hizo que el camino de la práctica fuera más claro. Dios Todopoderoso dice: “Las personas son seres creados que no tienen nada de lo que puedan jactarse. Como sois seres creados, debéis llevar a cabo el deber de tales. No hay más requisitos para vosotros. Así es cómo oraréis: ‘¡Oh, Dios! Tenga estatus o no, ahora me entiendo a mí mismo. Si mi estatus es alto, se debe a Tu elevación; y si es bajo, se debe a Tu ordenación. Todo está en Tus manos. No tengo ninguna elección ni ninguna queja. Tú ordenaste que yo naciera en este país y entre esta gente, y lo único que debería hacer es ser absolutamente sumiso bajo Tu dominio, porque todo está incluido en lo que Tú has ordenado. No pienso en el estatus; después de todo, solo soy un ser creado. Si Tú me colocas en el abismo sin fondo, en el lago de fuego y azufre, no soy más que un ser creado. Si Tú me usas, soy un ser creado. Si Tú me perfeccionas, sigo siendo un ser creado. Si Tú no me perfeccionas, te seguiré amando, pues no soy más que un ser creado. No soy más que un ser creado minúsculo, del Señor de la creación, tan solo una de entre todos los seres humanos creados. Fuiste Tú quien me creó, y ahora me has vuelto a colocar en Tus manos, para hacer conmigo Tu voluntad. Estoy dispuesto a ser Tu herramienta y Tu contraste, porque todo es lo que Tú has ordenado. Nadie puede cambiarlo. Todas las cosas y todos los acontecimientos están en Tus manos’. Cuando llegue el momento en que ya no pienses en el estatus, entonces te liberarás de él. Solo en ese momento serás capaz de buscar con confianza y valor, y sólo entonces, tu corazón podrá llegar a liberarse de cualquier restricción. Una vez que las personas hayan sido liberadas de estas cosas, entonces no tendrán más preocupaciones” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Por qué no estás dispuesto a ser un contraste?). A partir de las palabras de Dios, entendí que, sin importar el estatus de las personas, todos eran seres creados y, a los ojos de Dios, eran iguales. Si alguien tenía estatus o no, todo estaba predeterminado por Dios. Desde quién hacía qué deberes hasta las aptitudes y dones que tenía; todo estaba predeterminado por Dios. Como seres creados, las personas deben someterse a los arreglos y la soberanía de Dios. Antes, siempre había ambicionado convertirme en líder. Después de asumir ese rol en la iglesia, incluso deseaba ser predicadora. Sin embargo, mi aptitud y estatura no eran adecuadas para ese papel. Cuando se estableció la iglesia, mi papel principal como líder de la iglesia involucraba difundir el evangelio y regar a los nuevos creyentes. Era buena en difundir el evangelio y lograba algunos resultados. Pero ser predicador implicaba gestionar varias iglesias, requería una buena capacidad de trabajo y la habilidad de hablar sobre la verdad y resolver problemas. Mi entrada en la vida era pobre y yo no estaba a la altura del trabajo de un predicador. Debería haberme sometido a los arreglos de Dios. Ahora, se me ha asignado difundir el evangelio, y debo cumplir bien con mi deber. Al darme cuenta de esto, oré a Dios: “Oh, Dios, he estado buscando el estatus y no me he sometido a Tu soberanía y arreglos, lo que perjudica el trabajo de la iglesia. Ahora estoy dispuesta a arrepentirme y buscar ser un ser creado, sujeta a Tus instrumentaciones”.
En 2015, la iglesia celebró una nueva elección para el liderazgo, y escuché que muchos hermanos y hermanas querían elegirme. En ese momento, me sentí feliz y sorprendida. Parecía que los hermanos y hermanas me tenían en alta estima, lo que demostraba que tenía algo de realidad-verdad. Si era elegida, pensé que sería respetada dondequiera que fuera entre los hermanos y hermanas. Pero al tener este pensamiento, supe que mi deseo de estatus estaba actuando de nuevo. Al reflexionar sobre cómo mi búsqueda de estatus me había causado mucho sufrimiento y había dañado el trabajo de la iglesia en el pasado, decidí que ya no quería seguir buscando estatus. En su lugar, debía someterme al arreglo de Dios y cumplir bien con mis deberes. En silencio, oré a Dios en mi corazón, dispuesta a desprenderme de mi deseo de estatus y de cualquier búsqueda equivocada. Ya no quería buscar fama ni estatus. Estaba dispuesta a someterme a cualquier deber que se me asignara. Antes de la votación, los líderes superiores nos pidieron a cada uno que compartiéramos nuestros pensamientos. Me sinceré y dije: “Aunque llevo más de diez años creyendo en Dios, mi entrada en la vida es superficial. Mi naturaleza es arrogante y tengo un fuerte deseo de estatus, por lo que ocupar un cargo de liderazgo me facilitaría disfrutar de los beneficios del estatus y limitar a los demás. No creo que sea adecuada para un rol de liderazgo. Estoy compartiendo mi verdadera situación con todos vosotros; podéis evaluarme basándoos en los principios”. Después de hablar, me sentí muy en paz. Al final, los hermanos y hermanas eligieron a otras dos hermanas como líderes de la iglesia, y a mí me eligieron como diácono del evangelio. Me sentí muy agradecida con Dios y estaba dispuesta a cumplir con mi deber de todo corazón. Después de eso, me concentré en mi trabajo del evangelio. Las dos líderes de la iglesia acababan de empezar a practicar, y cuando notaba ciertos aspectos de su trabajo que no eran adecuados, se los mencionaba y compartía con ellas para corregirlos. Sentí que este enfoque era bueno.
En el pasado, cada vez que veía a alguien en un cargo de liderazgo, me ponía inquieta y consideraba el liderazgo como el objetivo de mi búsqueda. Ahora entiendo que solo persiguiendo la verdad se puede alcanzar la salvación. La búsqueda del estatus no tiene sentido. También he aprendido a desprenderme de mi deseo de estatus desde el fondo de mi corazón. No importa quién se convierta en líder, puedo tratarlos correctamente. Solo deseo perseguir la verdad con firmeza, cumplir bien con mis deberes y consolar el corazón de Dios.