79. Ya no vivo por el dinero

Por Weixiao, China

Cuando era pequeña, mi familia era muy pobre. Todos nuestros familiares y vecinos nos despreciaban, y los hijos de los vecinos no jugaban conmigo. Recuerdo que una vez fui, alegre, a ver si la hija de los vecinos quería jugar, pero, cuando estaba a punto de llegar a la entrada de su casa, de pronto cerró la puerta. Esta escena quedó estampada en mis recuerdos infantiles como un sello. Dañó muchísimo mi autoestima. Una vez que empecé a ir a la escuela, también me despreciaban mis compañeros y maestros. Cuando veía que los hijos de otras familias tenían mochilas y estuches buenos y ropa bonita, como sabía que no tenía nada de eso, todos los días pensaba en lo estupendo que sería que mi familia tuviera tanto dinero como otras. Entonces la gente no me despreciaría. Cuando tenía diez años, mi familia estaba muy endeudada por un accidente de circulación, y mi padre fue a pedir dinero a mis parientes. Como éramos pobres, no se atrevieron a prestárnoslo. Luego, mi padre se amargó tanto que solía suspirar, desesperado, y decirme: “Nuestros familiares y vecinos nos desprecian porque no tenemos dinero. Cuando crezcas, has de honrar el apellido familiar. Solo cuando ganes más dinero, la gente te tendrá en gran estima”. Se me grabaron en la mente las palabras de mi padre y el recuerdo del acoso cuando era pequeña, y decidí ganar mucho dinero cuando fuera mayor, llevar una vida opulenta, deshacerme definitivamente de la etiqueta de “pobre” y hacer que se fijara en mí toda esa gente que una vez me despreció.

En 1996, mi padre comenzó a trabajar de intermediario en el sector del transporte de mercancías. Años después, el negocio familiar prosperaba cada vez más. No solo habíamos saldado la deuda; compramos un camión de carga y teníamos teléfonos y dispositivos móviles. Una vez que la familia tuvo dinero, empezaron a visitarnos los parientes y vecinos que antes nos habían despreciado. Allá donde íbamos nos tenían en mucha estima. Por fin podía caminar con la cabeza bien alta. Eso me hizo creer, de forma incluso más firme, que para vivir en este mundo hay que ganar más dinero. Solo cuando tienes dinero, la gente te respeta. Con lo que veía y oía en mi entorno, poco a poco aprendí a hacer negocios. En 1999, cuando me disponía a invertir toda mi energía en el negocio, me sobrevino la salvación de Dios de los últimos días. Al principio estaba muy entusiasmada en mi fe en Dios. Al ver que muchos aún no se habían presentado ante Dios, me uní a los predicadores del evangelio. Después, salía a menudo a difundir el evangelio, cosa que interfería en el negocio familiar. Mi familia comenzó a reprenderme: “¿Por qué crees en Dios tan joven? Si sigues yendo de acá para allá, no te daremos dinero para gastos”. Yo pensé: “Si no tengo dinero, ¿no tendré que soportar la discriminación de la gente, como cuando era pequeña?”. Al final no vencí esta tentación, desistí de cumplir con mis deberes y solo asistía a reuniones de vez en cuando. A medida que había más trabajo, mi corazón se alejaba más de Dios. Más adelante, mi padre me cedió la gestión de todo el negocio, y tenía una profesión con veintipocos años. Era sumamente feliz entonces. Con el objetivo de ganar más dinero y ser una profesional de éxito, me rompía la cabeza cada día para contactar con diversos proveedores de productos. Día y noche recibía más llamadas de teléfono de las que podía contestar. Cuando tenía sed, no procuraba beber agua, y cuando estaba ronca, no quería descansar. Gracias a este esfuerzo, finalmente ahorré cerca de 100 000 yuanes. Aunque sufrí más que una persona normal en aquellos años, valía la pena ver cómo mi cartera empezaba a abultarse.

Luego vi que la mayoría de los clientes que venían a casa a hablar de negocios conducían automóviles y vivían en bloques de apartamentos, mientras que yo alquilaba una vieja casa de dos dormitorios que daba a la calle. Era insignificante en comparación con esa gente rica. Me dije: “Esto no es suficiente. Tengo que continuar trabajando mucho y esforzarme para conducir un auto, vivir en un bloque de apartamentos y tener mi propia empresa algún día”. Para cumplir mi deseo lo antes posible, trabajé todavía más que antes. En esos años, casi no dormía bien y solía estar completamente agotada. Todavía era joven cuando empecé a tener cefaleas tensionales. Cuando tenía esas cefaleas, sentía que me pinchaban con un montón de agujas. Además, solían darme náuseas y vómitos por la radiación de la computadora y el teléfono. Para aliviar el dolor, me pellizcaba enérgicamente el cuero cabelludo con las uñas o me daba con la cabeza en la pared, pero estos métodos no mitigaban el dolor lo más mínimo. Cuando la cabeza me dolía tanto que no aguantaba más, pensaba en ir al hospital a hacerme pruebas, pero veía todos los billetes de 100 yuanes que me entraban en la cartera y no me animaba a hacerlo. “Olvídalo”, pensaba, “ahora hay pocas oportunidades de ganar dinero. Debo aprovechar esta oportunidad y ganar más dinero mientras aún sea joven”. Varios años después, teníamos coche y casa y habíamos registrado una empresa de carga en contenedores. Cada vez que iba en mi vehículo a otras empresas para hablar de negocios, los jefes me miraban con muy buenos ojos y me elogiaban por tener una profesión siendo tan joven, diciendo que tenía mucha capacidad. Muchos clientes solían llamarme “directora” cuando me veían, y mis amigos me elogiaban por ser una mujer de éxito. Durante las vacaciones, cuando, en familia, volvíamos en coche a nuestra casa del campo, venían a vernos muchos vecinos y decían que los padres de mi esposo eran afortunados de tener una nuera tan capaz. Estaba muy satisfecha de mí misma cuando oía esas palabras de elogio. En esos años, todos los días pensaba en cómo podría ganar más dinero, y me volví cada vez más apática hacia la fe en Dios. A veces, cuando no participaba en una reunión, las hermanas venían a buscarme, pero no tenía el ánimo adecuado para escuchar sus enseñanzas. En ocasiones, aunque fuera a una reunión, seguía pensando todo el tiempo en asuntos de negocios. Aunque todos los días estaba sumamente ocupada, el negocio no iba tan bien como había imaginado. Se sucedían los accidentes de circulación, y muchos clientes se retrasaban en pagar la carga. Esos años perdimos más de varios cientos de miles de yuanes. Para recuperar el dinero perdido, invertí todavía más tiempo y energía que antes. Con una enorme carga de trabajo diaria, mi cuerpo estaba muy sobrecargado y las cefaleas eran cada vez más severas. Todos los días sentía que más me valía estar muerta. Desde que empezamos a tener dinero, mi esposo salía todos los días en busca de placer y estaba fuera toda la noche. Hasta apostaba y derrochaba mucho dinero. Todos los días discutíamos por esto, y solía ponerme colorada de llorar. Vivir me parecía demasiado doloroso. Me sentía sumamente desamparada, y también muy desconcertada. Ya había cumplido mi sueño. Tenía un auto, una casa y una empresa, pero, ¿por qué no sentía ni un ápice de felicidad? ¿Qué rayos pasaba? Dolida y desamparada, me acordé del libro de las palabras de Dios que había puesto en mi oficina. Fui al capítulo titulado “El suspiro del Todopoderoso” y empecé a leer. En ese momento había mucho silencio en la oficina, y no paré de leer desde el principio. Cuando leí el pasaje final, me conmovieron las palabras de Dios. Dios Todopoderoso dice: “La humanidad, desviada de la provisión de vida del Todopoderoso, no conoce el propósito de la existencia, pero teme a la muerte, a pesar de ello. La humanidad no cuenta ni con ayuda ni con apoyo, pero las personas siguen renuentes a cerrar los ojos; y se arman de valor para alargar una existencia innoble en este mundo, sacos de carne de alma insensible. Tú vives de esta manera, sin esperanza, como hacen otros, sin ningún objetivo. Solo el Santo de la leyenda vendrá a salvar a las personas que, gimiendo en su sufrimiento, anhelan desesperadamente Su llegada. Hasta ahora, esta creencia no se ha realizado en aquellos que no tienen conciencia. No obstante, las personas siguen anhelando que así sea. El Todopoderoso tiene misericordia de estas personas que han sufrido profundamente. Al mismo tiempo, siente aversión hacia estas personas que carecen de conciencia, porque tuvo que esperar demasiado para obtener una respuesta por parte de los humanos. Él desea buscar, buscar tu corazón y tu espíritu, traerte alimento y agua para despertarte, de modo que ya no tengas sed ni hambre. Cuando estés cansado y cuando comiences a sentir algo de la lúgubre desolación de este mundo, no estés perdido, no llores. Dios Todopoderoso, el Vigilante, acogerá tu llegada en cualquier momento. Está vigilando a tu lado, esperando que des marcha atrás. Está esperando el día en el que recuperes la memoria de repente: cuando seas consciente del hecho de que viniste de Dios, que, en un momento desconocido, te perdiste, en un momento desconocido, perdiste el conocimiento a un lado del camino y en un momento desconocido, adquiriste un ‘padre’. Además, cuando te des cuenta de que el Todopoderoso ha estado siempre vigilando en ese lugar, esperando durante mucho, mucho tiempo tu regreso. Él ha estado vigilando con un anhelo desesperado, esperando una respuesta sin tener una. Su vigilancia y espera no tienen precio y son por el corazón y el espíritu de los seres humanos. Tal vez esta vigilancia y espera sean indefinidas y, quizá, ya estén llegando a su fin. Pero tú debes saber exactamente dónde se encuentran tu corazón y tu espíritu ahora mismo(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El suspiro del Todopoderoso). Cuando leí las palabras “esperando una respuesta sin tener una”, de pronto despertó mi corazón, que había estado en un sueño profundo, y me puse a meditar: “¿Quién puede esperar una respuesta sin tener una? ¡Solo Dios! Solo Dios está siempre así, en silencio, al lado de la gente”. Las palabras de Dios consolaron mi alma herida, y no podía parar de llorar. En aquel momento sentí que mi corazón estaba muy cerca de Dios. En todos aquellos años de fe en Dios, nunca había leído en serio Sus palabras y mi cerebro siempre estaba lleno de ideas sobre cómo ganar más dinero y hacer que me estimaran. Todos los días me arrastraba, exhausta, por dirigir una empresa. Al final obtuve generosos placeres materiales y el respeto de los demás, pero lo que me acarreó esto fueron reiteradas traiciones de mi esposo, así como enfermedades. No había sentido ni un ápice de felicidad. En cambio, lo que sentía era vacío, dolor y desamparo. Todo este dolor se debía a que me había alejado y escondido del cuidado y la protección de Dios. Hace diez años, oí la voz de Dios, pero no valoraba Su gracia salvadora ni comía y bebía correctamente de Sus palabras, ni aceptaba el cumplimiento de mis deberes. Era muy rebelde, pero Dios no me abandonó y siempre se mantuvo a mi lado, esperando mi cambio de actitud. Cuando estaba confundida y desamparada, las palabras de Dios consolaron enseguida mi alma herida. Cuando no asistía a reuniones con regularidad y me estaba apartando de Dios, Él mandó a las hermanas a ayudarme una y otra vez, pero, desagradecida, me resistí. Rechacé varias veces la salvación que Dios me ofrecía. Realmente no tenía conciencia ni razón. Cuanto más reflexionaba, más lo lamentaba y me reprochaba. Llorando, oré a Dios. “Dios mío, estaba equivocada. Lamento no haber leído Tus palabras con atención y haberme volcado en ganar dinero. Creía que, si tenía dinero, lo tendría todo, pero, tras obtener dinero y placeres materiales, en realidad me sentía muy vacía, dolida y desamparada. Dios mío, la senda que elegí antaño era la equivocada. A partir de ahora quiero perseguir la verdad e ir por la senda de la fe en Dios otra vez”. Después de orar me sentía sumamente tranquila y en paz. Era como un barco solitario en el mar que había hallado un puerto donde anclar, como un hijo pródigo que había regresado a los brazos de su madre tras vagar durante años. Tuve una sensación de seguridad que nunca había tenido. Luego, siempre que tocaba reunirse, programaba mi negocio con antelación. Poco a poco, logré estar tranquila cuando participaba en reuniones, y normalmente podía reservar un tiempo para leer las palabras de Dios y cumplir con mi deber en la iglesia. Sin embargo, a veces, cuando mi negocio coincidía con mi deber, optaba por el negocio y posponía el deber a mi pesar. Por este motivo, estaba atormentada por dentro. En ocasiones también pensaba: “¿Cuándo lograré que deje de afectarme el negocio y pueda cumplir con mi deber en paz?”. Cuando veía que muchos hermanos y hermanas eran capaces de abandonar familia y profesión para difundir el evangelio, eso me conmovía muchísimo. Pensaba que todos somos humanos, por lo que, si había hermanos y hermanas capaces de dejar de lado sus asuntos y de entregarse a Dios, ¿por qué no podía renunciar yo? Esperaba enormemente poder algún día comprometerme incondicionalmente con mi deber; ¡sería estupendo! Repetía este pensamiento una y otra vez a Dios en oración, con la esperanza de que Dios me diera más fe y de que llegara un día en que pudiera desprenderme de mi negocio y entregarme incondicionalmente a Él.

En el verano de 2011, mis cefaleas estaban agravándose. Realmente no lo aguantaba más, así que fui al hospital local a que me miraran. El médico me dijo: “Sus cefaleas pueden estar relacionadas con el trabajo que hace. Si quiere mejorar su estado, lo mejor es no continuar más en esa empresa. Si no, su estado será cada vez más grave”. Al oír las palabras del médico, me quedó claro que Dios me estaba dando una salida. Quería aprovechar esta oportunidad para advertirle a mi familia que no podía continuar más en el negocio, pero no me decidía porque los resultados actuales me habían llevado diez años de laborioso esfuerzo y gestión y, además, el negocio estaba prosperando ese año y a veces podíamos ganar cinco o seis mil yuanes en un día. Si lo dejaba, parte del sector me robaría los clientes con quienes había mantenido el contacto todos esos años. Al final no pude vencer la seducción del dinero, y soporté la tortura de mi enfermedad para persistir en el trabajo varios meses más. Aunque ganaba mucho dinero, no era nada feliz y me acordaba del pasado, cuando había orado a Dios y estado dispuesta a desprenderme del negocio y a entregarme a Él, pero ahora todavía me aferraba al dinero y no me desprendía de él. Me sentía muy culpable por dentro. Por ello, volví a orar a Dios para pedirle que me ayudara a desprenderme del negocio y a entregarme a Él. Un día vi unas palabras de Dios que decían: “Si en estos momentos colocase dinero en frente de vosotros, y os diera la libertad de escoger, y si no os condenara por vuestra elección, la mayoría escogería el dinero y renunciaría a la verdad. Los mejores de entre vosotros renunciarían al dinero y de mala gana elegirían la verdad, mientras que aquellos que se encuentran en medio tomarían el dinero con una mano y la verdad con la otra. ¿No se haría evidente de esta manera vuestra verdadera esencia? Al elegir entre la verdad y cualquier cosa a la que sois leales, todos tomaríais esa decisión, y vuestra actitud seguiría siendo la misma. ¿No es así? ¿Acaso no hay muchos entre vosotros que han fluctuado entre lo correcto y lo incorrecto? En las competencias entre lo positivo y lo negativo, lo blanco y lo negro, seguramente sois conscientes de las elecciones que habéis hecho entre la familia y Dios, los hijos y Dios, la paz y la alteración, la riqueza y la pobreza, el estatus y lo ordinario, ser apoyados y ser rechazados, y así sucesivamente. Entre una familia pacífica y una fracturada, elegisteis la primera, y sin ninguna vacilación; entre la riqueza y el deber, de nuevo elegisteis la primera, aun careciendo de la voluntad de regresar a la orilla; entre el lujo y la pobreza, elegisteis lo primero; entre vuestros hijos e hijas, esposa, marido y Yo, elegisteis lo primero; y entre la noción y la verdad, una vez más, elegisteis la primera. Al enfrentarme a toda forma de malas acciones de vuestra parte, simplemente he perdido la fe en vosotros. Estoy absolutamente asombrado de que vuestro corazón se resista tanto a ablandarse. Muchos años de dedicación y esfuerzo al parecer solo me han traído vuestro abandono y desesperación, pero Mis esperanzas hacia vosotros crecen con cada día que pasa, porque Mi día ha sido completamente expuesto ante todos. Sin embargo, continuáis buscando cosas oscuras y malvadas, y os negáis a dejarlas ir. Entonces, ¿cuál será vuestro resultado? ¿Habéis analizado detenidamente esto alguna vez? Si se os pidiera que eligierais de nuevo, ¿cuál sería, entonces, vuestra postura? ¿Seguiría siendo lo primero? ¿Seguiríais dándome decepciones y una tristeza miserable? ¿Tendrían vuestros corazones un ápice de calidez? ¿Seguiríais sin ser conscientes de qué hacer para consolar a Mi corazón? En este momento, ¿qué escogéis? ¿Os someteréis a Mis palabras o sentiréis aversión por ellas?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿A quién eres leal?). Ante las preguntas de Dios, entré en un estado de reflexión. Pensé en que oré a Dios muchas veces diciéndole que estaba dispuesta a abandonar el negocio y que me entregaría a Él en todo momento, pero cuando me fijaba en mis ingresos diarios de varios miles de yuanes, ya no quería abandonarlo. ¿No estaba engañando a Dios? Pensé que, aunque había creído en Dios durante esos años, había invertido casi todo mi tiempo y energía en el negocio. Tenía el cerebro lleno de ideas sobre cómo podría ganar más dinero y nunca valoraba el deber que tenía que cumplir. Siempre que coincidían mi deber y mi negocio, optaba por dar solución primero al negocio, con lo que dejaba pendiente el deber y no me lo tomaba en serio. En esos años me volví una esclava absoluta del dinero para destacar entre mis iguales, y cada día me debatía entre el vacío y el dolor, mientras me hundía cada vez más. Aunque me rebelaba contra Dios una y otra vez, Él jamás dejó mi salvación por imposible. Cuando no podía participar en las reuniones por mi negocio, Él disponía que las hermanas me sustentaran y ayudaran. Cuando me estaba enfrentando a la traición de mi esposo, los desafíos de mi negocio y, además, mis dolencias, y cuando vivía en un estado de dolor y desamparo, Dios me dirigió y guió con Sus palabras y me permitió anhelar la luz y tener la voluntad de perseguir la verdad como es debido. Cuando no quería desprenderme de mi negocio, Dios me aconsejó por medio de las palabras del médico. Él siempre se ha angustiado y preocupado por mi vida y ha hecho unos esfuerzos muy laboriosos por mí, pero yo pensaba constantemente en cómo ganar más dinero y no contemplaba para nada mi deber. La verdad, ¡qué egoísta! Ahora Dios seguía dándome una oportunidad de cumplir con mi deber, y tenía que valorarla. Tenía que entregarme a la difusión del evangelio del reino y cumplir con mi deber de ser creado. Tras tomar mi decisión, sucedieron algunos acontecimientos inesperados que me hicieron descubrir el perjuicio y las consecuencias de ir en pos de la riqueza en cierta medida.

En el invierno de 2011, un día le hicieron una llamada amenazante a mi esposo diciéndole que habíamos ofendido a alguien y pidiéndole que les enviara 100 000 yuanes para garantizar su seguridad. Si no, iban a arrancarle los brazos y las piernas. Al oír estas palabras, mi corazón empezó a palpitar de miedo. Solo había visto escenas así en la televisión y nunca pensé que las viviría de primera mano en la vida real. ¿Por qué estaba el mundo en semejante caos en la actualidad? ¿Cómo podía ser tan siniestro el corazón de la gente? En ese momento, de pronto pensé que, si seguía en este negocio, eso realmente acarrearía un desastre letal. Pensé que, desde que mi familia tenía dinero, yo no había pasado un solo día en paz, y ahora me había encontrado con esta desgracia inesperada. El dinero no acarreaba felicidad y gozo. Después me enteré sucesivamente de que habían muerto en accidente de circulación varios camioneros que entregaban mercancía en nuestra casa. Cuando me enteré de sus muertes, sencillamente no podía creer que fuera cierto. De ellos, los jóvenes solo tenían veintitantos años, y los de mediana edad solo tenían entre 40 y 50 años. Los que me impresionaron más fueron una pareja de esposos que, para ganar más dinero, no contrataban a ningún conductor y trabajaban día y noche. Al final, tuvieron un accidente de circulación por la fatiga y ambos murieron. Aunque ganaron dinero, perdieron la vida en ello. ¿De qué les sirvió ese dinero? Recordé las palabras del Señor Jesús: “Pues ¿qué provecho obtendrá un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma? O ¿qué dará un hombre a cambio de su alma?(Mateo 16:26). Pensando en aquellos años en que me volqué en ascender en la escala social, todos los días era como una máquina que trabajaba día y noche. Aunque gané dinero, elogios y la estima de la gente, no obtuve ningún gozo ni disfrute de ello y, en cambio, cada vez me sentía más vacía y dolida. Por ganar dinero contraje una enfermedad, y cuando la cabeza me dolía tanto que quería darme con ella en una pared, seguía sin querer dejar de ganar dinero. Descubrí que el dinero me tenía fuertemente absorbida. El dinero es como un cuchillo que mata a la gente a sangre fría. Si, como antes, seguía intentando ganar dinero al máximo, quizá algún día este también me torturaría hasta la muerte como a esa gente. Tras este día, ya no daría mi vida por el dinero. Pensé que todavía había muchas personas que no entendían esta cuestión y que todavía estaban chapoteando en la vorágine del dinero. No veían rumbo alguno en su vida ni sabían cómo vivir con sentido. Quería predicarle a más gente el evangelio de Dios en los últimos días para ayudarla a oír antes Su voz, a comprender la verdad y a dejar de sufrir la corrupción y el daño de Satanás. Le dije a mi familia que ahora mis cefaleas eran horribles y que en lo sucesivo ya no participaría en los asuntos del negocio. Mi familia accedió y me dejó recuperarme. Estaba muy contenta. Di gracias a Dios de corazón por brindarme una salida.

En 2012, tras la Fiesta de la Primavera, le cedí todo el negocio a mi esposo para que lo gestionara, y podía leer las palabras de Dios y cumplir con mi deber en paz. Me sentía muy tranquila y en paz dentro de mi alma. También fue mejorando mi estado mental. Todavía más milagroso fue que, sin tratamiento, se me fueron las cefaleas como por arte de magia. Mi corazón estaba muy conmovido, y era muy consciente de que Dios estaba sanando mi enfermedad y aliviándome de la tortura de mi padecimiento y de la destrucción de mi espíritu. Decidí cumplir correctamente con mi deber y retribuirle a Dios Su gracia salvadora. Al ver mi esposo que mejoraban mis cefaleas, me presionó para que continuara en el negocio, y yo le dejé clara mi actitud de no querer volver a los negocios. Cuando comprobó que no le hacía caso, me amenazó con el divorcio y me dijo que, si continuaba creyendo en Dios, no me daría dinero para gastos. En vista de lo despiadado que era mi esposo, me enojé tanto que me empezó a temblar todo el cuerpo. Aparecieron una vez más en mi mente escenas de gente que me despreció de pequeña. Verdaderamente no quería tener otra vez esa clase de vida. Me sentí muy débil. Si no creía en Dios, podría continuar disfrutando de una abundante vida material y del respeto de los demás. Si decidía cumplir con mi deber en todo momento, perdería todo cuanto tenía. Mi corazón estaba muy dolido y sumamente atormentado, y no paraba de llorar. Por un lado, estaba mi deber, y por el otro, la profesión que había desempeñado muchos años. No sabía qué elegir. Llorando, oré a Dios: “¡Dios mío! Ahora mismo estoy muy débil y no sé qué debería elegir. Si persisto en el deber, perderé mi profesión y mi familia. Si opto por mi familia y mi profesión, y abandono mi fe en Dios y el cumplimiento de mi deber, seré una persona carente de conciencia y razón. Dios mío, no quiero abandonarte. Si no me hubieras guiado paso a paso hasta este día, no habría ido por la senda correcta en la vida. Antes no perseguía la verdad ni me entregaba a Ti. Hoy ya no puedo seguir siendo indigna de Tu atención. Quiero perseguir la verdad como es debido y continuar siguiéndote en adelante. ¡Dios mío! Te ruego que me des fe y fortaleza para elegir correctamente”. Después de orar, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Debes sufrir adversidades por la verdad, debes entregarte a la verdad, debes soportar humillación por la verdad y, para obtener más de la verdad, debes padecer más sufrimiento. Esto es lo que debes hacer. No debes desechar la verdad en beneficio de una vida familiar pacífica y no debes perder la dignidad e integridad de tu vida por el bien de un disfrute momentáneo. Debes buscar todo lo que es hermoso y bueno, y debes buscar un camino en la vida que sea de mayor significado. Si llevas una vida tan vulgar y no buscas ningún objetivo, ¿no estás malgastando tu vida? ¿Qué puedes obtener de una vida así? Debes abandonar todos los placeres de la carne en aras de una verdad y no debes desechar todas las verdades en aras de un pequeño placer. Las personas así, no tienen integridad ni dignidad; ¡su existencia no tiene sentido!(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio). Al leer las palabras de Dios, sentí como si se dirigiera a mí cara a cara: “En lo sucesivo, debes perseguir la verdad como es debido. No lleves esa vida vulgar que llevabas antes”. Antes, no perseguía la verdad ni leía las palabras de Dios lo suficiente. Dedicaba mi tiempo y esfuerzo a los negocios, con lo que perdí muchísimo tiempo. Ahora tenía que valorar el tiempo que tenía por delante y, me frenara como me frenara mi familia, no podía abandonar esta gran oportunidad de perseguir la verdad. Le dije a mi esposo: “Estos años he enfermado mientras trataba de ganar dinero. Si no creyera en Dios, habría muerto hace mucho. Como creyente en Dios, voy por una senda luminosa y correcta en la vida. Ahora que he elegido esta senda, debo seguirla hasta el final. Tú no crees en Dios, pero no puedes entrometerte en mi libertad”. Mi esposo, al ver que no podía frenarme, ya no me molestó más con eso a partir de entonces. Después de esta decisión, me sentí muy liberada por dentro. Posteriormente, cumplía con mi deber en todo momento.

Más adelante, cuando veía a conocidos que iban en sus vehículos, aún tenía cierta sensación de pérdida. Antes, cuando hacía negocios e iba en un auto, me tenían en mucha estima allá donde iba. Ahora, en cambio, iba en bici eléctrica. Cuando me veían conocidos y clientes de antes, no me saludaban, y casi toda la gente que conocía me trataba con frialdad. No solo había perdido la aureola que un día tuve, sino que también recibí la reprensión de mi familia: “Te has afanado más de diez años en el negocio y luego se lo has entregado voluntariamente a otros. Si no haces negocios, a ver quién seguirá dándote dinero para gastos en un futuro. No sé qué rayos estabas pensando. De veras, ¡eres demasiado necia!”. Estas palabras ofensivas y agudas me perturbaron mucho. Esos días siempre estaba a disgusto y desanimada. Pensaba: “Si hubiera continuado en el negocio, todavía podría hacer que los demás me tuvieran en mucha estima, pero ahora, sin mi empresa, si no tengo dinero en un futuro, ¿cómo se supone que voy a vivir?”. Para cuando quise darme cuenta, estaba atrapada otra vez en las tentaciones de Satanás y, a mi pesar, comencé a meditar un plan b. En el silencio sepulcral de la noche, a menudo daba vueltas en la cama y no podía dormir. Me ponía a reflexionar: “¿Por qué, cada vez que me enfrento a la tentación del dinero, la reputación y el estatus, mi corazón siempre se perturba?”. Quería realmente hallar respuesta a esta pregunta. Más adelante descubrí este pasaje de las palabras de Dios: “‘Por dinero baila el perro’ es una filosofía de Satanás. Prevalece en toda la humanidad, en cada sociedad humana; podríais decir que es una tendencia. Esto se debe a que se ha introducido en el corazón de cada persona que, al principio, no aceptaba este dicho, pero luego lo aceptó tácitamente cuando entró en contacto con la vida real, y empezó a sentir que estas palabras eran de hecho ciertas. ¿Acaso no es este un proceso por el que Satanás corrompe al hombre? […] Satanás utiliza el dinero para tentar a la gente y la corrompe para que adore el dinero y venere las cosas materiales. ¿Cómo se manifiesta esta adoración por el dinero en las personas? ¿Os parece que no podríais sobrevivir sin dinero en este mundo, que pasar un solo día sin dinero sería imposible? El estatus de las personas y el respeto que imponen se basan en el dinero que tienen. Las espaldas de los pobres se encorvan por la vergüenza, mientras que los ricos disfrutan de su elevada posición. Se alzan llenos de soberbia, hablando en voz alta y viviendo con arrogancia. ¿Qué aportan a las personas este dicho y esta tendencia? ¿No es cierto que mucha gente realiza cualquier sacrificio en su búsqueda del dinero? ¿No sacrifican muchos su dignidad y su personalidad en la búsqueda de más dinero? ¿No pierde mucha gente la oportunidad de cumplir con su deber y seguir a Dios por culpa del dinero? ¿Acaso perder la oportunidad de recibir la verdad y ser salvadas no es la mayor pérdida de todas para las personas? ¿No es Satanás siniestro al usar este método y este dicho para corromper al hombre hasta ese punto? ¿No es una artimaña maliciosa? Conforme pasas de la objeción a este dicho popular a aceptarlo finalmente como verdad, tu corazón cae por completo en las garras de Satanás y, por tanto, sin darte cuenta acabas viviendo por este dicho(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único V). Con lo evidenciado en las palabras de Dios, descubrí la causa principal de por qué no podía liberarme nunca de los grilletes del dinero y la reputación. Recordé lo que solía enseñarme mi padre cuando era pequeña: “Como nuestra familia es pobre, cuando te hagas mayor tienes que ganar más dinero y honrar el apellido. Solo si tenemos dinero tendrá la gente buena opinión de nosotros”. Tenía grabadas en la memoria las palabras de mi padre. Pensé que, en esos años, venenos satánicos como “el dinero hace girar al mundo” y “el dinero no da la felicidad, pero ayuda” fueron determinantes en mi forma de vivir la vida. Creía que solo si tenía dinero podía hablar con la cabeza alta y ser estimada por otras personas. Para que me tuvieran en mucha estima, trabajaba incansablemente día y noche como un robot de hacer dinero. Cuando estaba cansada o tenía sueño, no quería descansar, y cuando estaba enferma, no quería ir al médico. Por temor a perder un poco de negocio, me volcaba en ganar dinero. Siempre que coincidían mi negocio y las reuniones, me ocupaba primero de los asuntos del negocio, y luego iba a la reunión. Nunca priorizaba la búsqueda de la verdad ni el cumplimiento del deber, y cuando estaba ocupada en el negocio, sencillamente no asistía a reuniones. El dinero me atrapó, no podía liberarme, y me volví cada vez más codiciosa y depravada. Con lo evidenciado en las palabras de Dios, por fin tuve clara la siniestra motivación de Satanás de perjudicar a la gente con estos venenos. Él quería aprovechar las ambiciones y los deseos de la gente en pos del dinero y la reputación para perjudicarla y devorarla entera. Si Dios no hubiera puesto al descubierto la siniestra motivación de Satanás, me habría resultado verdaderamente duro descubrir su astuta trama y habría continuado inmersa en la vorágine del dinero, entregando mi vida a Satanás. Tras esta experiencia, comprendí de primera mano que por más dinero, placeres materiales y respeto de los demás que tuviera, mi interior aún estaba vacío y dolido. Mi vida no tenía ni un ápice de valor ni de sentido. Si seguía sin poder desprenderme de los intereses que tenía delante y me aferraba fuertemente al dinero, este acabaría por torturarme hasta la muerte. En esta vida tenía la suerte de seguir a Dios, de haber oído las palabras del Creador con mis propios oídos y de cumplir con mi deber de ser creado. Esto era lo que más valor y sentido tenía en mi vida. No podía desperdiciar la verdad por ir en pos de los placeres materiales y del respeto de los demás. Por el contrario, creer en Dios y adorarlo era el objetivo que iba a perseguir. Era el momento de la gran expansión del evangelio del reino y, como ser creado, tenía que cumplir con mi responsabilidad y mi deber, difundir y dar testimonio del evangelio para que Dios pudiera salvar a más gente. Estos eran el valor y el sentido de mi vida. Tras comprender las intenciones de Dios, ya no me dejé influir por el dinero. Cuando iba a casa de mis padres, ya no me reprendían por no hacer negocios, y a veces hasta me daban dinero para gastos básicos. Bien sabía ya que todo esto era la gracia y misericordia de Dios, y mi corazón rebosaba gratitud hacia Él.

Pensaba que, en este recorrido, de no ser por la guía de las palabras de Dios, no habría escapado del control del veneno de Satanás conocido como “el dinero hace girar al mundo”, ni mucho menos me habría desprendido de mi negocio ni habría optado por mi deber. Entendí que el dinero, la reputación, el estatus, los coches, las casas, etc., todas esas cosas materiales eran fugaces como una nube que flota. Solo persiguiendo la verdad, viviendo según las palabras de Dios y cumpliendo el deber de uno como ser creado, podría una persona llevar una vida con máximo sentido y valor. Como dicen las palabras de Dios: “Cuando la gente del mundo desarrolla una profesión, en lo único que piensa es en perseguir objetivos como las tendencias mundanas, el prestigio, el beneficio y el disfrute carnal. ¿Qué implica esto? Que todo esto ocupa y devora toda tu energía, tu tiempo y tu juventud. ¿Son significativos? ¿Qué beneficios te reportarán al final? Incluso si obtienes prestigio y ganancias, serán solo falsas promesas. ¿Y si cambias tu manera de vivir? Si dedicas todo tu tiempo, tu energía y tu mente a la verdad y los principios, y si te enfocas en los aspectos positivos como, por ejemplo, cómo cumplir correctamente con tu deber y cómo presentarte ante Dios, y si solo empleas tu energía y tu tiempo en estos aspectos positivos, las recompensas que obtendrás serán diferentes. Conseguirás beneficios de lo más sustanciosos. Sabrás cómo vivir, cómo comportarte, cómo enfrentarte a cualquier clase de persona, acontecimiento y asunto. Una vez que lo sepas, esto te permitirá en gran medida someterte con naturalidad a las instrumentaciones y arreglos de Dios. Cuando seas capaz de hacerlo, te convertirás sin darte cuenta en la clase de persona que Dios acepta y ama. Piénsalo, ¿no te parece bien? Tal vez todavía no lo sepas, pero a medida que vives y aceptas las palabras de Dios y los principios-verdad, llegarás de manera imperceptible a vivir, a contemplar a las personas y las cosas y a comportarte y actuar de acuerdo con las palabras de Dios. Eso significa que te someterás a Sus palabras inconscientemente, te someterás a Sus exigencias y las satisfarás. Te habrás convertido entonces, sin darte cuenta, en la clase de persona que Dios acepta, en quien confía y a quien ama. ¿No es maravilloso? (Sí). Por tanto, si gastas tu energía y tu tiempo en perseguir la verdad y en cumplir con tu deber de manera apropiada, al final, obtendrás beneficios de lo más valiosos(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (18)). Tras leer las palabras de Dios, entendí mejor el valor y la trascendencia de perseguir la verdad. Aunque ya no era tan rica como antes y mi ropa no era tan llamativa y bonita, gozaba de la provisión de vida de Dios. Esto era algo que no podía conseguirse a cambio de dinero. Recordé cómo, a lo largo de los años, me había rebelado contra Dios y herido Su corazón reiteradamente, y cómo había rechazado muchas veces Su salvación por ir en pos del dinero. No valoraba la gran oportunidad de cumplir con mi deber, pero Dios siempre estuvo a mi lado y aguardó a que yo cambiara; no dejó mi salvación por imposible. Después de dejar los negocios, Dios no me abandonó ni me dejó con hambre, y continuó proveyéndome de todas las formas posibles. La gracia salvadora de Dios no se puede calcular, y menos retribuir. Nunca me arrepentiré de haber optado por seguir a Dios en esta vida. Gracias a Dios por Su salvación. ¡Sea toda la gloria para Dios!

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