Pregunta 4: Dan testimonio de que, en apariencia, la encarnación de Dios es la de una persona corriente; al igual que el propio Señor Jesús, Él no solo posee una humanidad normal, sino que también tiene divinidad. Eso es cierto. ¿Qué diferencia hay entre la humanidad normal de la encarnación de Dios y la humanidad del hombre corrupto?
Respuesta: Has planteado un asunto clave. ¡una cuestión de suma importancia para que comprendamos la encarnación de Dios! Cuando Dios se hace carne para convertirse en Cristo, la gente ve claramente la humanidad normal en Cristo. Cristo expresa la verdad y realiza Su obra en Su humanidad normal. Incluso cuando obra señales y prodigios, lo hace en una humanidad normal, no hay nada sobrenatural en Él. Esto nos permite ver la naturaleza normal de la humanidad de Cristo y, por eso, a muchos les cuesta creer que Cristo es Dios encarnado. Así pues, en la Era de la Gracia, los seguidores del Señor Jesús lo llamaban Cristo, el Hijo de Dios, pero casi nadie lo obedecía ni adoraba como Dios. ¿Y por qué? Creo que esto se debía principalmente a que la humanidad de Cristo es muy normal, no tiene absolutamente nada de sobrenatural. A los ojos del hombre, Cristo no es más que una persona corriente. Por eso, pese al testimonio del Espíritu Santo, al hombre aún le costaba considerar al Señor Jesús como Dios. El otro asunto es que la gente de aquella era experimentó muy poco la palabra del Señor Jesús, por lo que les resultó muy difícil comprender la verdad y conocer la esencia divina de Cristo. Cristo tiene una humanidad normal, pero pocos la comprenden en profundidad. Cristo está libre de pecado y Su humanidad normal es santa. Está libre de impureza, corrupción, arrogancia carácter rebelde y, sin duda, carece de vileza y egoísmo. Esto es muy distinto a la humanidad del hombre; simplemente no se pueden comparar. Vamos a leer dos pasajes de la palabra de Dios Todopoderoso para verlo más claro.
Dios Todopoderoso dice: “La carne vestida por el Espíritu de Dios es la propia carne de Dios. El Espíritu de Dios es supremo; Él es todopoderoso, santo y justo. De igual forma, Su carne también es suprema, todopoderosa, santa y justa. Carne como esa solo puede hacer lo que es justo y beneficioso para la humanidad; lo que es santo, glorioso y poderoso. Es incapaz de hacer cualquier cosa que viole la verdad, la moralidad y la justicia; mucho menos, cualquier cosa que traicione al Espíritu de Dios. El Espíritu de Dios es santo y, por lo tanto, Su carne no es susceptible de corrupción por Satanás; Su carne es de una esencia diferente a la carne del hombre. Porque es el hombre, no Dios, el que es corrompido por Satanás; Satanás no podría corromper la carne de Dios. Así pues, a pesar del hecho de que el hombre y Cristo moran dentro del mismo espacio, es solo el hombre a quien Satanás posee, usa y engaña. Por el contrario, Cristo es eternamente inmune a la corrupción de Satanás porque Satanás nunca será capaz de ascender al lugar más alto y nunca será capaz de acercarse a Dios” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Un problema muy serio: la traición (2)).
“La humanidad de Cristo está gobernada por Su divinidad. Aunque Él está en la carne, Su humanidad no es del todo parecida a la de un hombre de la carne. Él tiene Su propio carácter único y a este también lo gobierna Su divinidad. […] La humanidad de Cristo está completamente dirigida por Su divinidad. Además de la vida normal de Su humanidad, Su divinidad influye en todas las demás acciones de Su humanidad, las afecta y las dirige. Aunque Cristo tiene una humanidad, no interrumpe la obra de Su divinidad y esto es precisamente porque la humanidad de Cristo está dirigida por Su divinidad; aunque Su humanidad no es madura en Su conducta ante los demás, esto no afecta la obra normal de Su divinidad. Cuando digo que Su humanidad no se ha corrompido quiero decir que la humanidad de Cristo puede estar directamente comandada por Su divinidad, y que Él posee un sentido más elevado que el del hombre común. Su humanidad es la más adecuada para ser dirigida por la divinidad en Su obra; Su humanidad es la más capaz de expresar la obra de la divinidad y es la más capaz de someterse a tal obra. Mientras Dios obra en la carne, nunca pierde de vista el deber que el hombre en la carne debe cumplir; Él es capaz de adorar a Dios en el cielo con un corazón sincero. Tiene la esencia de Dios y Su identidad es la de Dios Mismo. Es solo que ha venido a la tierra y se ha vuelto un ser creado, con el caparazón exterior de un ser creado y que ahora posee una humanidad que antes no tenía; es capaz de adorar a Dios en el cielo. Este es el ser de Dios Mismo y que el hombre no puede imitar” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia de Cristo es la obediencia a la voluntad del Padre celestial).
En la palabra de Dios Todopoderoso vemos que, como la encarnación de Dios tiene esencia divina y el Espíritu Santo se materializa y habita en Él, Satanás no puede corromperlo. Esto es porque Cristo es la verdad, el camino y la vida. Él es inmune a la corrupción de Satanás. Como nos pasa a nosotros: si algún día recibimos la totalidad de la verdad, Satanás tampoco podrá engañarnos ni corrompernos. Y entonces realmente seremos de Dios. ¡Ahora vemos con claridad que nuestra propia humanidad corrupta está muy lejos de la humanidad normal de Cristo! Dentro de la humanidad normal de Cristo está la conciencia y la razón del hombre corriente, un amor auténtico por Dios en Su corazón y obediencia verdadera a Dios. Cuando Cristo obra y habla en Su humanidad normal, por mucho que las malvadas fuerzas de Satanás lo calumnien, lo condenen o blasfemen contra Él, por muchas dificultades que afronte durante Su obra, Él siempre obedece a Dios en todo y está dispuesto a pagar el precio que sea para cumplir Su voluntad. Cuando el Señor Jesús pasó cuarenta días en el desierto para ser tentado por Satanás, Él superó la tentación de las riquezas y el poder mundanos, y venció por completo a Satanás. Y, especialmente, cuando el Señor Jesús estaba a punto de ser crucificado, pese a la debilidad propia de Su humanidad y al tormento insoportable de Su corazón, Su prioridad era cumplir la voluntad de Dios por encima de todo, y por eso prefirió sacrificar Su vida y ser crucificado vivo antes que renunciar a la voluntad de Dios. Ningún ser humano corrupto podría realizar esta proeza. El Señor Jesús no tiene nada de arrogante ni de engreído. Aunque Él es Dios mismo y vive entre los hombres, el Señor Jesús nunca se sitúa en la posición de Dios. Él, humildemente, se ocultó entre la gente para hablar, obrar, servir y proveer al hombre. Él sanaba las enfermedades de los hombres y expulsaba los demonios que tenían dentro, aliviaba sus preocupaciones, solucionaba sus dificultades, incluso se sentaba entre los pecadores, etc. Por la encarnación del Señor Jesús vemos lo santa y buena que es la humanidad de Cristo. Cristo manifiesta todos los aspectos de una humanidad normal. Cristo obedece y ama a Dios de verdad y ama al prójimo como a Sí mismo. Así pues, Cristo puede llevar a cabo el encargo de Dios, realizar Su obra y cumplir Su voluntad.
Con esta charla hemos visto que la humanidad de Cristo es la que realmente cuenta como humanidad normal. Cristo puede cumplir la comisión de Dios, realizar Su obra y cumplir Su voluntad. Si nuestra humanidad pudiera ser tan normal como la de Cristo, ¿no podríamos cumplir la voluntad del Padre celestial? Por desgracia, Satanás nos ha corrompido profundamente. Nuestra humanidad tiene un carácter totalmente satánico, nuestras palabras y acciones están manipuladas por nuestra naturaleza satánica, arrogante, traidora, codiciosa, egoísta, que rechaza la verdad y adora el mal… Vivimos como demonios, ¡esa humanidad no tiene nada de normal! Aunque creemos en el Señor, no lo obedecemos de verdad. Cuando la obra de Dios no se ajusta a nuestros conceptos y fantasías, nos rebelamos contra Él, nos oponemos a Él y hasta lo traicionamos. Incluso aquellos que se dedican mucho al Señor y trabajan incansablemente a Su servicio solo lo hacen para recibir una recompensa y entrar en el reino de los cielos. Lo hacen por su propio beneficio, sin tener consideración, ni buscar cumplir la voluntad de Dios, ¿No es este el verdadero estado de la humanidad corrupta? Como ha quedado claro, la verdadera esencia de la humanidad corrupta es satánica, se opone a Dios y lo traiciona; lo que la gente manifiesta es un carácter totalmente satánico y sin nada de humanidad. Pero Cristo encarnado es distinto. Como Cristo tiene esencia divina y Satanás no lo ha corrompido, Él está libre de pecado. Cristo no alberga rebeldía, oposición, arrogancia, egoísmo ni traición. Cristo puede obedecer a Dios y cumplir Su voluntad en todo. Solo la humanidad de Cristo es humanidad normal. Esta es la diferencia sustancial entre la humanidad normal de Dios encarnado y la humanidad del hombre corrupto. Muchos no conocen la humanidad normal de Cristo y llegan a hacerse ideas y hacer juicios contra Él. ¿Qué problema hay aquí? ¡El hombre corrupto es demasiado arrogante y está obsesionado por el mal! En su corazón adoran a Satanás y lo siguen sin darse cuenta; se oponen y condenan a Cristo de forma apasionada, ¡su maldad no tiene nombre! ¡Son unos verdaderos depravados! Dios se ha aparecido en la carne y realiza Su obra con Su humanidad normal, pero los seres humanos, cegados, no lo ven y no pueden reconocerlo. ¿Cómo pueden esperar ganar el elogio de Dios? ¿Cómo pueden esperar ser arrebatados al reino de los cielos?
Extracto del guion de la película de “El misterio de la piedad (la continuación)”