168. Principios para consolar el corazón de Dios
(1) Es preciso centrarse en comer y beber de las palabras de Dios, en comprender la verdad y en ponerla en práctica. Se ha de alcanzar la entrada en la realidad-verdad y vivir con auténtica semejanza humana.
(2) Para responder al amor de Dios hay que cumplir correctamente con el deber, salvaguardar la obra de Dios de la mejor manera posible y mantener la devoción.
(3) En medio de las pruebas y la refinación, por grande que sea el sufrimiento, únicamente se debe procurar entender la voluntad de Dios y mantenerse firme en el testimonio para glorificarlo y satisfacerlo.
(4) Hay que buscar la verdad, ser honesto, esforzarse con sinceridad por Dios, dedicar la vida a seguirlo y a dar testimonio de Él y convertirse en una persona que verdaderamente lo ame.
Las palabras relevantes de Dios:
Solo espero que, en la última etapa de Mi obra, podréis ofrecer vuestro más destacado desempeño, y que os dedicaréis de todo corazón, ya no a medias. Por supuesto, también espero que todos vosotros podáis tener un buen destino. No obstante, sigo teniendo Mi exigencia, que es que toméis la mejor decisión al ofrecerme vuestra única y final devoción. Si alguien no tiene esa devoción única, entonces esa persona es una preciada posesión de Satanás, y no me la quedaré para usarla, sino que la enviaré a casa para que la cuiden sus padres. Mi obra es de gran ayuda para vosotros; lo que espero conseguir de vosotros es un corazón sincero que aspira a subir; pero, hasta ahora, Mis manos siguen vacías. Pensad en ello: si un día estoy tan agraviado, tanto que no alcanzan las palabras para describirlo, ¿cuál será entonces Mi actitud hacia vosotros? ¿Seré así de amable con vosotros como ahora? ¿Estará Mi corazón tan sereno como lo está ahora? ¿Entendéis los sentimientos de una persona que, habiendo labrado laboriosamente el campo, no ha cosechado un solo grano? ¿Entendéis cuánto ha sido herido el corazón de una persona que ha recibido un gran golpe? ¿Podéis saborear la amargura de una persona una vez tan llena de esperanza, que ha tenido que separarse de alguien en malos términos? ¿Habéis visto la ira que emana de una persona que ha sido provocada? ¿Podéis conocer el ansia de venganza de una persona que ha sido tratada con hostilidad y engaño? Si entendéis la mentalidad de esas personas, entonces, ¡creo que no os debería resultar difícil imaginar la actitud que Dios tendrá en el momento de Su retribución! Finalmente, espero que todos vosotros hagáis un serio esfuerzo por el bien de vuestro propio destino; aunque más os valdría no emplear medios engañosos en vuestros esfuerzos, o seguiré decepcionado con vosotros en Mi corazón. ¿Y adónde conduce semejante decepción? ¿No os estáis engañando a vosotros mismos? Los que reflexionan sobre su destino pero acaban destruyéndolo, son las personas menos capaces de ser salvadas. Aunque se exasperara y enfureciera, ¿quién sentiría empatía por una persona así? En resumen, sigo deseando que tengáis un destino tan adecuado como bueno, y más aún, espero que ninguno de vosotros caiga en desastre.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Acerca del destino
Dios paga un precio doloroso por el bien de cada individuo. Él fija Su voluntad en todas y cada una de las personas con expectativas y esperanzas para todos. Dios paga libremente este doloroso precio por esas personas, y lo hace más que alegremente. Provee voluntariamente a todo individuo con Su vida y la verdad. Así, si alguien es capaz de entender este objetivo suyo, Dios se siente satisfecho. No importan los ambientes que haya dispuesto para ti, si puedes aceptar y someterte a las cosas que Él hace, y si puedes recibirlo todo de Dios, entonces Él sentirá que ese doloroso precio no se ha pagado en vano. Es decir, no habrás fracasado al vivir a la altura del cuidado y la consideración que Dios ha invertido en ti, habrás cosechado recompensas en cada ambiente y no habrás decepcionado las esperanzas de Dios en ti. Si lo que Dios hace en ti ha tenido el efecto esperado y ha logrado el objetivo esperado, entonces Él estará satisfecho. Si nunca aceptas lo que Dios te hace, sino que siempre lo rechazas y te opones, ¿se inquietará entonces o no? Estará preocupado e inquieto, y dirá: “Te he dispuesto estos ambientes y he pagado un precio muy arduo, así que ¿por qué no se ha producido ningún resultado? ¿Por qué no te ha llegado nada de esto al corazón?”. Si Dios ve que la obra que ha llevado a cabo no ha producido resultados en ti, se sentirá herido. ¿Por qué se siente herido? Porque eres insensible, ignorante, obtuso y terco; no comprendes Su voluntad ni aceptas la verdad. Dios se responsabiliza de tu vida, la cual le preocupa e inquieta. Por eso has herido Sus sentimientos.
La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Para ganar la verdad, debes aprender de las personas, los asuntos y las cosas que te rodean
Dios valora especialmente la obediencia del hombre hacia Él y aprecia su sinceridad y entendimiento hacia Él. ¿Cuánto aprecia Dios esta sinceridad? Quizás no entendáis cuánto la aprecia, y es posible que no haya nadie que sea consciente de ello. Dios le dio un hijo a Abraham, y cuando este hijo había crecido, le pidió que se lo ofreciese. Abraham siguió Su mandato al pie de la letra, obedeció Su palabra y su sinceridad conmovió a Dios, quien lo valoró. ¿Cuánto lo valoró Dios? ¿Y por qué lo hizo? En un momento en el que nadie comprendía Sus palabras ni entendía Su corazón, Abraham hizo algo que sacudió los cielos e hizo temblar la tierra, le produjo a Dios una sensación de satisfacción sin precedentes, y le proporcionó el gozo de ganar a alguien capaz de obedecer Sus palabras. Esta satisfacción y este gozo procedieron de una criatura hecha por la propia mano de Dios, y fue el primer “sacrificio” que el hombre había presentado a Dios, el más valorado por Él desde que creó al ser humano. Dios había pasado momentos duros esperando este sacrificio, y lo trató como el primer regalo importante del hombre, a quien Él había creado. Le mostró el primer fruto de Sus esfuerzos y el precio que había pagado, y le permitió ver la esperanza en la humanidad. Después, Dios anheló aún más un grupo de personas como esta que le hicieran compañía, que lo trataran con sinceridad y que cuidaran de Él con sinceridad. Incluso esperó que Abraham perdurara, porque deseaba que un corazón como el de Abraham lo acompañase y estuviese con Él mientras continuaba Su gestión. Independientemente de lo que Dios quisiera, tan sólo era un deseo, una idea, porque Abraham era sólo un hombre capaz de obedecerle, y no tenía el más mínimo entendimiento o conocimiento de Él. Abraham era alguien muy alejado de los estándares de los requisitos divinos para el hombre, que son: conocer a Dios, ser capaz de dar testimonio de Él, pensar igual que Él. Por tanto, Abraham no podía andar con Dios. Al presentar Abraham a Isaac como ofrenda, Dios vio su sinceridad y su obediencia, y comprobó que había resistido la prueba que Él le había puesto. Aunque aceptó su sinceridad y su obediencia, seguía siendo indigno de convertirse en el confidente de Dios, en alguien que lo conociera, lo entendiera, y estuviera informado de Su carácter; estaba lejos de pensar como Él y de hacer Su voluntad. Así, en Su corazón, Dios seguía estando solo e inquieto; y cuanto más lo estaba, más necesitaba continuar con Su gestión lo antes posible, y poder seleccionar y ganar a un grupo de personas para cumplir Su plan de gestión y lograr Su voluntad cuanto antes. Este era el deseo entusiasta de Dios, que ha permanecido inmutable desde el principio hasta hoy. Desde que creó al hombre en el principio, Dios ha anhelado un grupo de vencedores que camine con Él y sea capaz de entender, conocer y comprender Su carácter. Este deseo de Dios nunca ha cambiado. Independientemente de cuánto tenga que esperar aún, de lo duro que sea el camino que tiene por delante y de lo lejos que estén los objetivos que anhela, Dios nunca ha alterado ni abandonado Sus expectativas para el hombre.
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II
Mi obra está a punto de completarse y los muchos años que hemos pasado juntos se han vuelto recuerdos insoportables. He repetido Mis palabras sin cesar y no he dejado de desplegar Mi nueva obra. Por supuesto, Mi consejo es un componente necesario de cada parte de la obra que llevo a cabo. Sin Mi consejo, andaríais sin rumbo e, incluso, os encontraríais completamente perdidos. Ahora, Mi obra está a punto de terminar y se encuentra en su etapa final. Todavía deseo realizar la obra de aconsejar; es decir, ofrecer palabras de consejo para que vosotros las escuchéis. Sólo espero que no permitáis que Mis esfuerzos se vayan a la basura y, más que eso, que podáis comprender todas las atenciones y cuidados que he brindado y tratéis Mis palabras como el fundamento de cómo os comportáis como seres humanos. Sean o no el tipo de palabras que estéis dispuestos a escuchar o que disfrutéis aceptarlas o que sólo las aceptéis con incomodidad, debéis tomarlas con seriedad. De lo contrario, vuestro carácter y comportamiento despreocupados e indiferentes realmente me molestarán y, de hecho, me repugnarán. En verdad, espero que todos vosotros podáis leer Mis palabras una y otra vez —miles de veces— y que, incluso, lleguéis a sabéroslas de memoria. Sólo de esa manera podréis cumplir Mis expectativas sobre vosotros. Sin embargo, ninguno de vosotros está viviendo así ahora. Por el contrario, todos estáis inmersos en una vida depravada; una vida de comer y beber hasta reventar, y ninguno de vosotros usáis Mis palabras para enriquecer vuestro corazón y vuestra alma. Por esta razón, he llegado a una conclusión sobre el verdadero rostro de la humanidad: el hombre puede traicionarme en cualquier momento, y nadie puede ser absolutamente fiel a Mis palabras.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Un problema muy serio: la traición (1)
Debéis cumplir cada uno con vuestro deber al máximo de vuestra capacidad, con un corazón franco y honesto, y estar dispuestos a pagar el precio que sea necesario. Como habéis dicho, cuando llegue el día, Dios no va a ser negligente con nadie que haya sufrido o pagado un precio por Él. Merece la pena aferrarse a este tipo de convicción, y lo adecuado es que no deberíais olvidaros nunca de ella. Solo así puedo dar tranquilidad a Mi mente respecto a vosotros. De otro modo, seréis siempre personas con las que nunca podré tener la mente calmada, y seréis para siempre objetos de Mi aversión. Si todos vosotros podéis seguir vuestra conciencia y entregarlo todo por Mí, sin escatimar esfuerzos por Mi obra y dedicando el esfuerzo de una vida entera a la obra de Mi evangelio, ¿no saltará Mi corazón a menudo de gozo por vosotros? De este modo, seré capaz de dar completa tranquilidad a Mi mente respecto a vosotros, ¿verdad? Es una pena que lo que podéis hacer no sea sino una lastimosa y diminuta parte de lo que Yo espero. Ya que este es el caso, ¿cómo podéis tener las agallas de buscar obtener de Mí aquello que deseáis?
Vuestro destino y vuestro sino son muy importantes para vosotros: son motivo de gran preocupación. Creéis que si no hacéis las cosas con gran cuidado, significará que dejáis de tener un destino, que habéis destruido vuestro propio sino. Pero ¿se os ha ocurrido alguna vez que los que dedican esfuerzos solo por el bien de su destino están haciendo una labor en vano? Semejantes esfuerzos no son genuinos; son falsedad y engaño. Si este es el caso, entonces, los que trabajan solo en beneficio de su destino están en el umbral de su derrota definitiva, pues el fracaso en la propia creencia en Dios lo causa el engaño. Ya he dicho con anterioridad que no quiero ser adulado, lisonjeado ni tratado con entusiasmo. Me gusta que las personas honestas se enfrenten a Mi verdad y a Mis expectativas. Más aún, me gusta que las personas sean capaces de mostrar el máximo cuidado y la máxima consideración hacia Mi corazón y que puedan ser capaces de abandonarlo todo por Mí. Solo así puede Mi corazón ser consolado.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Acerca del destino
No importa lo que Dios te pida, solo necesitas trabajar con todas tus fuerzas para lograrlo, y espero que seas capaz de ir delante de Dios y mostrarle, al final, toda tu devoción. Siempre que puedas ver la sonrisa de satisfacción de Dios mientras está sentado en Su trono, aun si esta es la hora señalada de tu muerte, debes ser capaz de reír y sonreír mientras cierras los ojos. Durante tu tiempo en la tierra debes llevar a cabo tu deber final por Dios. En el pasado, Pedro fue crucificado cabeza abajo por Dios, pero tú debes satisfacer a Dios al final y agotar toda tu energía por Él. ¿Qué puede hacer por Dios un ser creado? Por tanto, debes entregarte a Dios más temprano que tarde para que Él disponga de ti como lo desee. Mientras Él esté feliz y complacido, permítele hacer lo que quiera contigo. ¿Qué derecho tienen los hombres de quejarse?
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Interpretaciones de los misterios de las palabras de Dios al universo entero, Capítulo 41
¿Vivió Job una vida valiosa? ¿En qué radicaba su valor? ¿Por qué se dice que vivió una vida estimable? ¿Cuál era su valor para el hombre? Desde el punto de vista de este, Job representaba a la humanidad que Dios desea salvar, porque dio un testimonio rotundo de Él delante de Satanás y las personas del mundo. Cumplió con el deber que debería ser cumplido por una criatura de Dios, estableció un ejemplo; actuó como un modelo para todos aquellos a los que Dios desea salvar, permitiendo que las personas vean que es totalmente posible triunfar sobre Satanás, apoyándose en Dios. ¿Cuál era su valor para Dios? Para Él, el valor de la vida de Job reside en su capacidad de temerle, adorarle, testificar de Sus hechos, y alabarlos, proporcionándole consuelo y algo de lo que disfrutar. Para Dios, el valor de la vida de Job estaba también en cómo, antes de su muerte, experimentó pruebas y triunfó sobre Satanás, dando un testimonio rotundo de Dios delante de este y de las personas del mundo, de manera que Dios obtuvo gloria en medio de la humanidad, consolando Su corazón y permitiendo que Su anhelante corazón contemple un resultado y vea esperanza. Su testimonio creó un precedente de la capacidad de permanecer firme en el testimonio de uno hacia Dios, y de avergonzar a Satanás en Su nombre, en Su obra de gestión de la humanidad. ¿No son estos los valores de vida de Job? Consoló el corazón de Dios, le proporcionó una muestra del deleite de obtener gloria, y proveyó un maravilloso inicio para Su plan de gestión. Desde este punto en adelante, el nombre de Job pasó a ser un símbolo de que Dios obtiene gloria, y una señal del triunfo de la humanidad sobre Satanás. Dios apreciará siempre lo que Job vivió durante su vida, así como su destacado triunfo sobre Satanás, y su perfección, rectitud y temor de Dios serán venerados y emulados por las generaciones venideras. Dios siempre lo apreciará como una perla sin defecto, luminosa, ¡y por esto es digno de que el hombre lo valore!
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II
Desde el principio hasta hoy, sólo el hombre ha sido capaz de conversar con Dios. Es decir, entre todas las cosas vivientes y criaturas de Dios, ninguna excepto el ser humano ha sido capaz de hacerlo. El hombre tiene oídos que le permiten oír, y ojos que le permiten ver; tiene lenguaje, sus propias ideas y libre albedrío. Posee todo lo necesario para oír hablar de Dios, entender Su voluntad y aceptar Su comisión, y así Dios confiere todos Sus deseos al hombre, queriendo hacer de él un compañero que piense como Él y pueda andar con Él. Desde que comenzó a gestionar, Dios ha estado esperando que el hombre le dé su corazón, le deje purificarlo y equiparlo, para que lo satisfaga a Él y Él lo ame; para que le venere y se aparte del mal. Dios siempre ha anhelado y esperado este desenlace.
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II