81. Principios para difundir el evangelio y dar testimonio de Dios
(1) Es necesario entender que todos los creyentes tienen el deber de difundir el evangelio y dar testimonio de Dios, y que es mandato del Cielo y reconocido por la tierra que lo hagan. Es necesario someterse a esto y aceptarlo, pues el honor obliga a hacerlo.
(2) Es necesario dar testimonio de la obra de Dios en los últimos días, de acuerdo con Sus palabras, un testimonio tal que hace que esa obra sea clara y transparente, centrándose en la comunicación de las verdades clave y la eliminación de las principales nociones y dificultades que impiden al hombre aceptar la obra de Dios.
(3) Cada objetivo de evangelización debe ser sometido a un análisis e investigación cuidadosos, y se deben establecer planes factibles. Esforzarse por abrir nuevos caminos de la manera más eficaz posible.
(4) Es necesario elegir los objetivos adecuados para la difusión del evangelio. Hay que emplear con flexibilidad una variedad de métodos sensatos y, mientras no sea ilegal ni pecaminoso, hacer lo que se tenga que hacer para ganar a más gente.
(5) Es necesario admirar la obra del Espíritu Santo y seguir Su guía. En cada país, hay que adoptar métodos que se ajusten a los sistemas, leyes y reglamentos locales, que pueden incluir la difusión directa del evangelio, la difusión espontánea o el “evangelismo en grupo”.
Las palabras relevantes de Dios:
Lo que Yo os otorgo ahora excede a Moisés y eclipsa a David, así que, de la misma manera, Yo pido que vuestro testimonio exceda a Moisés y que vuestras palabras sean mayores que David. Os doy cien veces más, así que de igual manera os pido que vuestra retribución sea consecuente. Debéis saber que Yo soy quien otorga vida a la humanidad y sois vosotros los que recibís vida de Mí y debéis dar testimonio de Mí. Este es vuestro deber el cual envío sobre vosotros y el cual vosotros debéis hacer por Mí. Os he otorgado toda Mi gloria, os he otorgado la vida que el pueblo escogido, los israelitas, nunca recibió. Es justo que debáis dar testimonio de Mí y dedicarme vuestra juventud y rendirme vuestra vida. A quien quiera que Yo le otorgue Mi gloria dará testimonio de Mí y dará su vida por Mí. Esto ha sido predestinado por Mí desde hace mucho. Es vuestra buena fortuna que Yo os otorgue Mi gloria y vuestro deber es testificar para Mi gloria. Si creyerais en Mí solo para obtener bendiciones, entonces Mi obra tendría poca relevancia y no estaríais cumpliendo vuestro deber. Los israelitas solo vieron Mi misericordia, amor y grandeza y los judíos solo fueron testigos de Mi paciencia y redención. Solo vieron muy muy poco de la obra de Mi Espíritu, hasta el punto de que entendieron escasamente una diezmilésima parte de lo que habéis escuchado y visto. Lo que vosotros habéis visto excede incluso lo que los sumos sacerdotes vieron entre ellos. Las verdades que entendéis hoy sobrepasan las de ellos; lo que habéis visto hoy excede lo que se vio en la Era de la Ley, así como en la Era de la Gracia, y lo que habéis experimentado sobrepasa incluso lo de Moisés y Elías. Porque lo que los israelitas entendieron solo fue la ley de Jehová y lo que vieron solo fue la espalda de Jehová; lo que los judíos entendieron solo fue la redención de Jesús, lo que recibieron solo fue la gracia que Jesús les otorgó y lo que vieron solo fue la imagen de Jesús dentro de la casa de los judíos. Lo que vosotros veis este día es la gloria de Jehová, la redención de Jesús y todas Mis acciones de hoy. Entonces también habéis oído las palabras de Mi Espíritu, apreciado Mi sabiduría y llegado a conocer Mis maravillas y aprendido sobre Mi carácter. También os he dicho todo Mi plan de gestión. Lo que habéis visto no es solo a un Dios amoroso y misericordioso, sino un Dios lleno de justicia. Habéis visto Mi maravillosa obra y habéis sabido que reboso majestad e ira. Además, sabéis que una vez hice descender Mi furia rabiosa sobre la casa de Israel y que hoy, esta ha caído sobre vosotros. Entendéis más de Mis misterios en el cielo que Isaías y Juan; sabéis más de Mi belleza y honorabilidad que todos los santos de eras pasadas. Lo que habéis recibido no son solamente Mi verdad, Mi camino y Mi vida, sino una visión y una revelación mayores que las de Juan. Entendéis muchos más misterios y también habéis contemplado Mi auténtico rostro; habéis aceptado más de Mi juicio y conocido más de Mi carácter justo. Y así, aunque nacisteis en los últimos días, vuestro entendimiento es el de antiguo y el del pasado; y también habéis experimentado las cosas de hoy, y todo esto lo hice Yo personalmente. Lo que Yo pido de vosotros no es excesivo, porque os he dado mucho y habéis visto mucho en Mí. Así, os pido que deis testimonio de Mí a los santos de eras pasadas, y este es el único deseo de Mi corazón.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Qué sabes de la fe?
Todas las personas necesitan entender el propósito de Mi obra en la tierra; es decir, lo que al final deseo obtener y el nivel que debo alcanzar en esta obra antes de que pueda completarse. Si después de caminar conmigo hasta hoy, las personas no entienden de qué se trata Mi obra, entonces ¿acaso no han caminado conmigo en vano? Si las personas me siguen deben conocer Mi voluntad. He estado obrando en la tierra durante miles de años y, hasta la fecha, sigo realizando Mi obra de este modo. Aunque Mi obra contiene muchos proyectos, su propósito permanece inmutable; aunque Yo esté lleno de juicio y castigo hacia el hombre, lo que hago sigue siendo en aras de salvarlo, de difundir mejor Mi evangelio y de expandir más Mi obra entre todas las naciones gentiles, una vez que el hombre se haya completado. Así pues, hoy, en una época en la que muchas personas desde hace mucho tiempo han caído en una consternación profunda, Yo sigo adelante con Mi obra; sigo adelante con la obra que debo llevar a cabo para juzgar y castigar al hombre. A pesar de que el hombre está harto de lo que digo y de que no tenga deseos de preocuparse por Mi obra, Yo sigo llevando a cabo Mi deber, pues el propósito de Mi obra sigue inmutable y Mi plan original no será quebrantado. La función de Mi juicio consiste en permitirle al hombre obedecerme mejor, y la función de Mi castigo es permitirle al hombre ser transformado de forma más eficaz. Aunque lo que hago es en aras de Mi gestión, jamás he hecho nada que no haya sido beneficioso para el hombre, pues quiero lograr que todas las naciones más allá de Israel sean obedientes como los israelitas y quiero convertirlos en verdaderos seres humanos para así poder establecerme en las tierras fuera de Israel. Esta es Mi gestión; es la obra que estoy realizando entre las naciones gentiles. Aun ahora, muchos siguen sin entender Mi gestión porque estas cosas no les interesan y solo se preocupan por su propio futuro y destino. Sin importar lo que Yo diga, siguen siendo indiferentes a la obra que realizo, en lugar de enfocarse exclusivamente en el destino del mañana. Si las cosas siguen así, ¿cómo puede expandirse Mi obra? ¿Cómo puede difundirse Mi evangelio por todo el mundo? Sabed que, cuando Mi obra se difunda, Yo os dispersaré y os castigaré, tal como Jehová castigó a cada una de las tribus de Israel. Todo esto se hará para que Mi evangelio pueda difundirse por toda la tierra, para que pueda llegar a las naciones gentiles, para que Mi nombre pueda ser engrandecido por adultos y niños por igual y para que Mi santo nombre sea exaltado en boca de las personas de todas las tribus y naciones. Esto es así para que, en esta era final, Mi nombre pueda ser exaltado entre las naciones gentiles, para que Mis acciones sean vistas por los gentiles y para que me llamen el Todopoderoso en virtud de Mis acciones, y para que Mis palabras se cumplan pronto. Haré que todas las personas sepan que no solo soy el Dios de los israelitas, sino que también soy el Dios de todas las naciones de los gentiles, incluso de aquellas a las que he maldecido. Permitiré que todos vean que Yo soy el Dios de toda la creación. Esta es Mi mayor obra, el propósito del plan de Mi obra para los últimos días y la única obra que se ha de llevar a cabo en los últimos días.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La obra de difundir el evangelio es también la obra de salvar al hombre
¿Puedes comunicar el carácter expresado por Dios en cada era de una manera concreta, en un lenguaje que trasmita adecuadamente la importancia de dicha era? ¿Puedes tú, que experimentas la obra de Dios de los últimos días, describir en detalle el carácter justo de Dios? ¿Puedes dar testimonio del carácter de Dios de manera precisa y clara? ¿Cómo transmitirás lo que has visto y experimentado a esos creyentes religiosos lastimosos, pobres y devotos, hambrientos y sedientos de justicia, y que están esperando a que tú los pastorees? ¿Qué tipo de personas están esperando a que tú las pastorees? ¿Puedes imaginarlo? ¿Eres consciente de la carga que llevas a cuestas, de tu comisión y tu responsabilidad? ¿Dónde está tu sentido de misión histórica? ¿Cómo servirás adecuadamente como autoridad en la próxima era? ¿Tienes un fuerte sentido de autoridad? ¿Cómo describirías a la autoridad de todas las cosas? ¿Es realmente el señor de todas las criaturas vivientes y todas las cosas físicas del mundo? ¿Qué planes tienes para el progreso de la siguiente fase de la obra? ¿Cuántas personas están esperando a que seas su pastor? ¿Es pesada tu tarea? Son pobres, lastimosos, ciegos, están confundidos, lamentándose en las tinieblas: ¿dónde está el camino? ¡Cómo anhelan que la luz, como una estrella fugaz, descienda repentinamente y disperse a las fuerzas de la oscuridad que han oprimido a los hombres durante tantos años! ¿Quién puede conocer el alcance total de la ansiedad con la que esperan, y cómo anhelan día y noche esto? Incluso cuando la luz les pase por delante, estas personas que sufren profundamente permanecen encarceladas en una mazmorra oscura, sin esperanza de liberación; ¿cuándo dejarán de llorar? Es terrible la desgracia de estos espíritus frágiles que nunca han tenido reposo y han estado mucho tiempo atrapados en este estado por ataduras despiadadas e historia congelada. Y ¿quién ha oído los sonidos de sus gemidos? ¿Quién ha contemplado su estado miserable? ¿Has pensado alguna vez cuán afligido e inquieto está el corazón de Dios? ¿Cómo puede soportar Él ver a la humanidad inocente, que creó con Sus propias manos, sufriendo tal tormento? Después de todo, los seres humanos son las víctimas que han sido envenenadas. Y, aunque el hombre ha sobrevivido hasta hoy, ¿quién habría sabido que el maligno envenenó a la humanidad hace mucho tiempo? ¿Has olvidado que eres una de las víctimas? ¿No estás dispuesto a esforzarte por salvar a estos sobrevivientes por tu amor a Dios? ¿No estás dispuesto a dedicar toda tu energía para retribuir a Dios, que ama a la humanidad como a Su propia carne y sangre? A fin de cuentas, ¿cómo interpretarías el ser usado por Dios para vivir tu vida extraordinaria? ¿Tienes realmente la determinación y la confianza para vivir la vida llena de sentido de una persona piadosa y que sirve a Dios?
de La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Cómo deberías ocuparte de tu misión futura?
¿Cuál es el propósito de propagar el evangelio? Como se ha dicho continuamente desde que comenzó esta etapa de la obra, Dios ha venido esta vez a realizar Su obra para inaugurar y dar paso a una nueva era, y para poner fin a la anterior; un hecho que ahora puede observarse en los que estamos aquí y que ya se ha cumplido. Es decir, Dios está llevando a cabo una nueva obra, y los aquí presentes ya lo han aceptado y ya han salido de la Era de la Ley y de la Era de la Gracia, ya no leen la Biblia, ya no viven bajo la cruz, ya no claman el nombre del Señor Jesús, el Salvador, sino que al mismo tiempo oran al nombre presente de Dios y aceptan las palabras que Dios expresa ahora y las toman como los principios de supervivencia, los métodos y los objetivos de la vida humana. En este sentido, ¿las personas que están aquí no han entrado ya en una nueva era? ¿En qué era vive, entonces, la mayoría de las personas que no han aceptado este evangelio y estas palabras? Todavía viven en la Era de la Gracia. Es ahora vuestra vocación sacar a esa gente de la Era de la Gracia para traerla a esta nueva era. ¿Puedes cumplir con esta comisión simplemente orando y clamando el nombre de Dios? ¿Es suficiente con predicar unas pocas palabras de Dios? Desde luego que no; esto requiere que todos asumáis la responsabilidad del deber de difundir el evangelio, de propagar las palabras de Dios, de divulgarlas y extender su alcance. ¿Qué significa “extender su alcance”? Significa difundir el evangelio de Dios más allá de los que estamos aquí; significa hacer que más personas conozcan la nueva obra de Dios y, luego, predicarles la palabra de Dios. Significa que uséis vuestra propia experiencia para dar testimonio de la obra de Dios y para traer a esa gente a la nueva era. Así, ellos serán iguales que vosotros. La intención de Dios está bastante clara: Él no permitiría que solo vosotros, los que ya habéis oído y aceptado Sus palabras y habéis comenzado a seguirlo, entréis en la nueva era; Él quiere guiar a toda la raza humana a la nueva era. Esta es la intención de Dios y es una verdad que todos aquellos que siguen a Dios actualmente deberían entender. Dios no está guiando solo a un pequeño grupo de personas a la nueva era, sino a toda la humanidad. Para conseguir este objetivo, es necesario difundir el evangelio y utilizar para ello diversos métodos y canales.
La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Tratan de ganarse a la gente
Si deseas ser apto para que Dios te use, debes conocer la obra de Dios; debes conocer la obra que Él hizo anteriormente (en el Nuevo y Antiguo Testamento) y, además, debes conocer Su obra actual, es decir, debes conocer las tres etapas de la obra de Dios realizada a lo largo de los 6000 años. Si se te pide que difundas el evangelio, no serás capaz de hacerlo sin conocer la obra de Dios. Tal vez alguien te pregunte acerca de lo que vuestro Dios ha dicho sobre la Biblia, el Antiguo Testamento y la obra de Jesús y las palabras de esa época. Si no puedes hablar de las entrañas de la historia de la Biblia, entonces no serán convencidos. En aquel entonces, Jesús hablaba mucho del Antiguo Testamento con Sus discípulos. Todo lo que leían era del Antiguo Testamento; el Nuevo Testamento sólo fue escrito varias décadas después de que Jesús fuera crucificado. Para difundir el evangelio deberíais comprender principalmente la verdad interna de la Biblia y la obra de Dios en Israel, que es la obra llevada a cabo por Jehová y también debéis entender la obra realizada por Jesús. Estos son los asuntos que más preocupan a las personas y de lo que no han oído hablar es de las entrañas de la historia de esas dos etapas de la obra. Cuando difundáis el evangelio, dejad primero de lado el hablar de la obra actual del Espíritu Santo. Esta etapa de la obra está fuera del alcance de las personas, porque lo que buscáis es lo más elevado de todo: un conocimiento de Dios y de la obra del Espíritu Santo, y nada es más excelso que estas dos cosas. Si hablas primero de lo que es elevado, será mucho para ellas, porque nadie ha experimentado esa obra del Espíritu Santo; no tiene precedente y no es fácil que ellas la acepten. Sus experiencias son cosas viejas del pasado, con alguna obra ocasional del Espíritu Santo. Lo que experimentan no es la obra actual del Espíritu Santo o la voluntad de Dios hoy. Siguen actuando de acuerdo a viejas prácticas, sin una nueva luz o nuevas cosas.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Acerca de los apelativos y la identidad
Con el fin de difundir el evangelio para que todos aquellos que busquen con un corazón sincero puedan obtener conocimiento de la obra realizada en el presente y se convenzan plenamente, debes entender la historia interna, la esencia y la importancia de la obra realizada en cada etapa. Hazlo de tal forma que, cuando escuchen lo que comuniques, otros puedan comprender la obra de Jehová, la obra de Jesús y, además, toda la obra de Dios actual, así como las conexiones y las diferencias entre las tres etapas de la obra. Hazlo de modo que, después de que terminen de escuchar, otros vean que ninguna de las tres etapas altera a las demás, sino que todas son obra del mismo Espíritu. Aunque Ellos obran en eras diferentes, el contenido de la obra que llevan a cabo es diferente, y las palabras que ellos hablan son diferentes, pero los principios por los que obran son los mismos. Estas cosas son las visiones más grandes que todas las personas que siguen a Dios deben entender.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El misterio de la encarnación (4)
Dar testimonio de Dios es cuestión, principalmente, de hablar de tu conocimiento de la obra de Dios, de cómo Dios conquista a la gente, de cómo la salva, de cómo la transforma; es cuestión de hablar de cómo guía a la gente para que entre en la realidad-verdad al permitirle ser conquistada, perfeccionada y salvada por Él. Dar testimonio implica hablar de Su obra y de todo lo que has experimentado. Únicamente Su obra puede representarlo y revelarlo públicamente en Su totalidad; Su obra da testimonio de Él. Su obra y declaraciones, representan directamente al Espíritu. La obra que realiza es llevada a cabo por el Espíritu y Sus palabras son pronunciadas por el Espíritu. Estas cosas se expresan exclusivamente por medio de la encarnación de Dios, pero en realidad son expresión del Espíritu. Toda la obra que lleva a cabo y todas las palabras que expresa representan Su esencia. Si, tras revestirse de carne y venir entre los hombres, Dios no hablara ni obrara y os pidiese que conocieseis Su autenticidad, normalidad y omnipotencia, ¿tú las conocerías? ¿Sabrías cuál es la esencia del Espíritu? ¿Sabrías cuáles son los atributos de Su carne? Dado que solo habéis experimentado todos los pasos de Su obra, os pide que deis testimonio de Él. Si no tuvierais dicha experiencia, no insistiría en que dierais testimonio. Por lo tanto, cuando das testimonio de Dios, no solo lo das de Su exterior, con una humanidad normal, sino también de la obra que Él realiza y de la senda que lidera; debes dar testimonio de cómo te ha conquistado y de los aspectos en que te ha perfeccionado. Este es el tipo de testimonio que has de dar. Si allá donde vas gritas “¡Nuestro Dios ha venido a obrar y Su obra es verdaderamente práctica! ¡Nos ha conquistado sin actos sobrenaturales, sin ningún milagro ni maravillas!”, te preguntarán: “¿Qué quieres decir con que no obra milagros y maravillas? ¿Cómo puede haberte conquistado sin obrar milagros y maravillas?”. Y dirás: “Él habla y, sin demostraciones de maravillas ni de milagros, nos ha conquistado. Su obra nos ha conquistado”. En última instancia, si no sabes decir nada esencial, si no sabes hablar de aspectos específicos, ¿es ese un verdadero testimonio? Cuando Dios encarnado conquista a la gente, son Sus divinas palabras las que lo hacen. La condición humana no puede lograrlo; no es algo que un mortal pueda conseguir, y ni siquiera las personas normales más aptas pueden hacerlo, pues Su divinidad es superior a cualquier ser creado. Esto es extraordinario para la gente; el Creador, después de todo, es superior a cualquier ser creado. Los seres creados no pueden ser superiores al Creador; si fueras superior a Él, no podría conquistarte, y puede conquistarte solo porque es superior a ti. El que puede conquistar a toda la humanidad es el Creador, y nadie más que Él puede llevar a cabo esta obra. Estas palabras son “testimonio”, la clase de testimonio que debes dar. Paso a paso has experimentado el castigo, el juicio, la refinación, las pruebas, los contratiempos y las tribulaciones y has sido conquistado; has dejado de lado las expectativas carnales, tus motivaciones personales y los intereses íntimos de la carne. Es decir, las palabras de Dios han conquistado tu corazón por completo. Aunque no hayas madurado en la vida tanto como Él exige, sabes todas estas cosas y lo que Él hace te convence del todo. Por lo tanto, esto puede denominarse testimonio, testimonio real y verdadero. La obra que Dios ha venido a realizar, la obra de juicio y castigo, está destinada a conquistar al hombre, pero Él también va a concluir Su obra, va a poner fin a la era y a llevar a cabo la labor de conclusión. Va a poner fin a la era entera salvando a toda la humanidad, liberándola del pecado de una vez por todas; va a conquistar íntegramente a la humanidad que creó. Tú debes dar testimonio de todo esto. Has experimentado en gran medida la obra de Dios, la has visto con tus propios ojos y la has experimentado personalmente; cuando hayas llegado al final, no debes ser incapaz de desempeñar la función que te corresponde. ¡Sería una lástima! En el futuro, cuando se propague el evangelio, deberías poder hablar de tu conocimiento, dar testimonio de todo lo que tu corazón ha aprendido y no escatimar esfuerzos. Esto es lo que debería lograr un ser creado. ¿Cuál es la verdadera relevancia de esta etapa de la obra de Dios? ¿Qué efecto produce? ¿Y cuánto de esto se lleva a cabo en el hombre? ¿Qué debe hacer la gente? Cuando sepáis hablar con claridad de toda la obra que Dios encarnado ha realizado desde que vino a la tierra, vuestro testimonio estará completo. Demostrarás tu capacidad de dar testimonio de Dios, que tienes auténtico conocimiento, cuando sepas hablar con claridad de estas cinco cosas: la relevancia de Su obra, su contenido, su esencia, el carácter que representa y sus principios. Mis exigencias para con vosotros no son excesivas y están al alcance de todos aquellos que buscan de verdad. Si estás decidido a ser testigo de Dios, debes entender lo que Dios detesta y lo que ama. Has experimentado gran parte de Su obra, por medio de la cual debes llegar a conocer Su carácter, comprender Su voluntad y Sus exigencias a la humanidad y, con estos conocimientos, dar testimonio de Él y cumplir con tu deber.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Práctica (7)
Hay diferencias en la manera en la que muchas personas comprenden lo que es difundir el evangelio. Algunas personas creen: “Estoy cumpliendo un deber especial y difundir el evangelio no es cosa mía. Además, los principios, las verdades y las intenciones de Dios que es necesario comprender para difundir el evangelio no tienen nada que ver conmigo, así que no tengo que entenderlos”. Por eso, cuando se comparte este aspecto de la verdad, se duermen o no están atentos. Todo les entra por un oído y les sale por el otro, y al terminar de escuchar ni siquiera saben de qué se ha hablado. También están esos que dicen: “Desde que empecé a creer en Dios, he servido como líder. Tengo calibre y soy capaz, fui predestinado para ser líder, así que ese es mi deber otorgado por Dios y mi misión para toda la vida”. Esto lleva implícito que la obra de difundir el evangelio no tiene nada que ver con ellos. Por eso, cuando se habla sobre la verdad de la difusión del evangelio, hacen como que escuchan, pero en el fondo, en su corazón no le dan importancia. Aquí se puede ver la actitud que las personas tienen hacia la verdad. Por tanto, advierto a todo el mundo y le hago saber que la difusión del evangelio no es una vocación particular de un grupo concreto de personas; es la vocación de todas aquellas personas que siguen a Dios. ¿Por qué he de hacer que la gente entienda esto? ¿Por qué necesitan saberlo? Es la misión y la vocación que todo ser creado y todo seguidor de Dios, ya sea joven o viejo, mujer o varón, debe aceptar. Si esta misión recae sobre ti y exige que entregues tu cuerpo, te gastes y que pagues un precio, ¿qué deberías hacer? Deberías aceptar aquello que se te ha encomendado. Esta es la verdad y es lo que deberías entender. No se trata de frases vacías ni de una mera retórica altisonante ni es una opinión; es la verdad. Y ¿qué lo convierte en la verdad? Que, independientemente de los cambios producidos por el paso del tiempo o de cómo cambie la era o el lugar y el espacio, difundir el evangelio y dar testimonio de Dios es una cosa eternamente positiva; su significado, su valor y su enunciación son inmutables. No cambia con el paso del tiempo ni según el lugar. Existe eternamente y es lo que deberías aceptar, poner en práctica y manifestar en tu modo de vida como ser creado. Esta es la verdad. Algunas personas dicen que es probable que pasen toda su vida sin entrar en contacto con este aspecto de la verdad y, sin embargo, es un aspecto de la verdad que la gente debe comprender. Y ¿por qué? ¿Hay un momento o lugar concreto para difundir el evangelio? ¿Ha de llevarse a cabo por un personal fijo? No. Entonces, una vez hayas comprendido esta verdad, lo sabrás en tu corazón: “Mi vocación es predicar la nueva obra de Dios y el evangelio de Su obra para salvar a la gente; independientemente de dónde y cuándo, independientemente de mi posición, de mi cargo y del deber que cumplo en la actualidad, tengo la obligación de salir a difundir la buena nueva de la nueva obra de Dios. Se me ha encomendado el deber de transmitirla siempre que tenga la oportunidad o tiempo para ello”. ¿Es esta, actualmente, la forma de pensar de la mayoría de las personas? (No). La mayoría piensa: “Ahora ya tengo un deber concreto; estoy ocupado en estudiar y profundizar en una profesión y especialización concretas, así que la difusión del evangelio no tiene nada que ver conmigo”. ¿Qué clase de actitud es esta? Es la actitud de eludir tu deber y tu misión y es una actitud negativa hacia el deber de difundir el evangelio. Cuando la gente no asume la carga de la difusión del evangelio de la salvación del hombre por parte de Dios y no toma en cuenta esta comisión, ¿acaso manifiesta una conciencia o humanidad? Si no cooperas de forma enérgica y proactiva, si no amplias tu consideración o si no asumes tu responsabilidad, entonces simplemente estás reaccionando de forma pasiva y negativa. Esta actitud es desacertada. No importa dónde estés o qué deber estés llevando a cabo ni qué profesión o especialidad exija tu deber, uno de los frutos más importantes de tu labor es ser capaz de difundir el evangelio de la obra de Dios para salvar a la humanidad y dar testimonio de él. Esto es lo mínimo que un ser creado debería hacer.
La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Tratan de ganarse a la gente
Al difundir el evangelio debes cumplir con tu responsabilidad de tratar con seriedad a todos aquellos a quienes se lo difundas. No debes pasar por alto a nadie por descuido. Esto significa que debes tratar conscientemente de entender a cada persona con la que compartas el evangelio. Si está en sintonía con los principios de la difusión del evangelio, debes intentar ganártela. ¿Cómo te la vas a ganar? Has de pensar en todos los medios posibles para cumplir con tu responsabilidad, pagar un precio y valerte de algunas técnicas y algunos métodos. En resumen, tu incentivo ha de ser el cumplimiento de tus responsabilidades de todo corazón, de manera que mantengas la conciencia tranquila. Dentro de 10 o 20 años, cuando recuerdes a alguien con quien compartiste el evangelio, sentirás que te empleaste a fondo y, aunque no lo haya aceptado, tendrás la conciencia tranquila. Si en tu interior todavía te sientes incómodo y crees que deberías haber sabido ganártelo, pero perdiste a ese objetivo de evangelización por negligencia o pereza momentáneas, por un sentimiento o un antojo momentáneos o porque no aprovechaste la oportunidad, eso será una mancha sobre ti. Por tener esta mancha, ¿te condena Dios? Dios no llegará a condenarte todavía por esta cuestión menor; no llegará a hacer una montaña de un grano de arena; pero si se pone esta cuestión en su sitio, en comparación con la verdad, entonces, como mínimo, no cumpliste con tu responsabilidad y así será el juicio de Dios. No se considera una condena, pero Dios juzgará tus transgresiones y faltas. Por lo tanto, para reducir o evitar este tipo de errores, la gente debe adoptar un enfoque más activo al tratar a cualquier objetivo de evangelización con que se encuentre. Si un objetivo de evangelización reitera una pregunta, ¿cómo debes responder? No debería importarte tomarte el tiempo y la molestia de contestarle, ni pensar en todos los medios posibles para resolver su pregunta hasta que la entienda y no la vuelva a hacer. Entonces habrás cumplido con tu responsabilidad y tu corazón estará libre de culpa. ¿Significa esto estar libre de culpa por parte del converso potencial? No. Estarás libre de culpa por parte de Dios, pues Él te encomendó este deber, esta responsabilidad. Cuando todo lo hagas ante Dios, mirándolo, según Su palabra, según el principio-verdad, tus normas internas se elevarán a un nivel superior. La gente verá con buenos ojos y aceptará fácilmente las cosas que hagas y las palabras que digas toda vez que tus normas sean elevadas. Si las palabras que dices son esclarecedoras y prácticas, podrás evitar la disputa y la confrontación, con lo que edificarás a los demás. También sabrás evitar la influencia negativa sobre el testimonio y la difusión del evangelio.
La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Difundir el evangelio es el deber al que están obligados por honor todos los creyentes
La difusión del evangelio es deber y obligación de todos. En cualquier momento, independientemente de lo que oigamos o veamos o del tipo de tratamiento que recibamos, siempre hemos de persistir en esta responsabilidad de difundir el evangelio. Bajo ninguna circunstancia podemos renunciar a este deber por negatividad o debilidad. El deber de difundir el evangelio no es pan comido, sino que está lleno de peligros. Cuando difundáis el evangelio, no os enfrentaréis a ángeles, extraterrestres ni robots. Solo os enfrentaréis a la humanidad malvada y corrupta, a demonios vivientes, bestias; son toda la humanidad superviviente en este espacio maligno, hondamente corrompida por Satanás y opuesta a Dios. Por lo tanto, durante la difusión del evangelio hay, ciertamente, todo tipo de peligros, por no hablar de mezquinas calumnias, burlas y malentendidos, que son incluso más. Si realmente consideras la difusión del evangelio una responsabilidad, una obligación y tu deber, podrás considerar correctamente estas cosas y hasta ocuparte correctamente de ellas, y en cualquier momento no renunciarás a tu responsabilidad y obligación ni te desviarás de tu intención original de difundir el evangelio y dar testimonio de Dios por ellas, pues es tu deber. ¿Cómo debe entenderse este deber? El valor y la responsabilidad principal de esta vida que tienes radican en la difusión tanto de la buena nueva de la obra de Dios en los últimos días como del evangelio de Su obra.
La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Difundir el evangelio es el deber al que están obligados por honor todos los creyentes
Si reconoces que eres un ser creado, debes prepararte para sufrir y pagar un precio por cumplir con la responsabilidad de difundir el evangelio y por cumplir adecuadamente con tu deber. El precio podría consistir en padecer una dolencia o dificultad física, persecución de tu entorno o malentendidos de la gente mundana, así como palizas, injurias y el abandono de los objetivos de evangelización; en los casos más graves, tu vida podría estar en peligro. Es posible que, en el transcurso de la difusión del evangelio, mueras antes de la consumación de la obra de Dios y no llegues a ver el día de Su gloria. Debes estar preparado para esto. No pretendo atemorizaros; es una realidad. Sin embargo, ahora que lo he dejado claro y lo habéis entendido, si todavía tenéis esta aspiración y no ha cambiado, esto demuestra que tenéis cierta estatura. No deis por supuesto que la difusión del evangelio en estas naciones extranjeras con libertad religiosa y derechos humanos estará libre de peligro ni que todo lo que hagas irá viento en popa, bendecido por Dios y con Su gran poder y autoridad; esto es producto de la imaginación humana. No puedes difundir el evangelio sin sabiduría y a los ignorantes suelen ocurrirles contratiempos. Los fariseos también creían en Dios, pero prendieron a Dios encarnado y lo crucificaron. ¿Creéis que el mundo religioso actual no cometería una maldad semejante? No olvidéis que los que prendieron al Señor Jesús y lo crucificaron eran creyentes. Fueron los únicos que tuvieron ocasión de hacer una cosa así. A los incrédulos no les importaban esas cosas. Fueron esos creyentes los que se confabularon con el gobierno para prender al Señor Jesús y crucificarlo. Por otro lado, ¿cómo murieron esos discípulos del Señor Jesús? Entre los discípulos hubo quienes fueron lapidados, arrastrados por un caballo, crucificados cabeza abajo, desmembrados por cinco caballos; les acaecieron todo tipo de muertes. ¿Por qué murieron? ¿Los ejecutaron legalmente por sus delitos? No. Los condenaron, golpearon, acusaron y ajusticiaron porque difundían el evangelio del Señor y los rechazó la gente mundana; así los martirizaron. No hablemos del fin último de esos mártires ni de la definición de su conducta por parte de Dios; en cambio, preguntémonos esto: Al llegar al final, ¿la forma en que afrontaron el fin de su vida se correspondió con las nociones humanas? Desde la perspectiva de las nociones humanas, si pagaron un precio tan grande por difundir la obra de Dios, al menos deberían haber tenido una buena muerte, pero murieron trágicamente antes de tiempo. Esto no se corresponde con las nociones humanas, pero Dios hizo precisamente eso: permitir que sucediera. ¿Qué verdad es posible buscar en el hecho de que Dios permitiera que sucediera? Que Dios permitiera que murieran así, ¿fue Su maldición y Su condena, o Su plan y Su bendición? Ninguna de las dos. ¿Qué fue? La gente actual reflexiona sobre su muerte con mucha angustia, pero así eran las cosas: los que creían en Dios morían de esa manera, lo que angustia a la gente. ¿Cómo se explica esto? Cuando abordamos este tema, os ponéis en su lugar; ¿vuestro corazón está entonces triste y sentís un dolor oculto? Pensáis: “Estas personas cumplieron con su deber de difundir el evangelio de Dios y se les debería considerar buenas personas; por tanto, ¿cómo pudieron llegar a ese fin, a ese resultado?”. En realidad, así fue cómo murieron y perecieron sus cuerpos; este fue su medio de partir del mundo humano, pero eso no significaba que su resultado fuera el mismo. No importa cuál fuera el modo de su muerte y partida, ni cómo sucediera, así no fue cómo Dios determinó los resultados finales de esas vidas, de esos seres creados. Esto es algo que has de tener claro. Por el contrario, aprovecharon precisamente esos medios para condenar este mundo y dar testimonio de las acciones de Dios. Estos seres creados, aprovecharon su vida, lo más preciado: aprovecharon el último momento de ella para dar testimonio de las obras de Dios, de Su gran poder, y declarar ante Satanás y el mundo que las obras de Dios son rectas, que el Señor Jesús es Dios, que Él es el Señor y Dios encarnado; hasta el último momento de su vida siguieron sin negar el nombre del Señor Jesús. ¿No fue esta una forma de juzgar a este mundo? Aprovecharon su vida para proclamar al mundo, para confirmar a los seres humanos, que el Señor Jesús es el Señor, Cristo, Dios encarnado, que la obra de redención que fraguó para toda la humanidad le permite a esta continuar viviendo, una realidad que es eternamente inmutable. ¿Hasta qué punto cumplieron con su deber? ¿Hasta el final? ¿Cómo se manifestó el final? Pagaron el precio con su vida. La familia, la riqueza y las cosas materiales de esta vida son cosas externas; lo único interno a uno mismo es la vida. Para cada persona viva, la vida es la cosa más digna de aprecio, la más preciada, y resulta que esas personas fueron capaces de ofrecer su posesión más preciada, la vida, como confirmación a cambio del reconocimiento de la obra de Dios por parte de la gente mundana. Hasta el día de su muerte siguieron sin negar el nombre de Dios o Su obra y aprovecharon el último momento de su vida para dar testimonio de la existencia de esta realidad; ¿no es esta la forma más elevada de testimonio? Esta es la mejor manera de cumplir con el deber, lo que significa cumplir con la responsabilidad. Cuando Satanás los amenazó y aterrorizó, y al final, incluso cuando les hizo pagar con su vida, no anularon su responsabilidad. Esto es cumplir con el deber hasta el fin. ¿Qué quiero decir con ello? ¿Quiero decir que utilicéis el mismo método para dar testimonio de Dios y difundir el evangelio? No es necesario que lo hagas, pero debes entender que es tu responsabilidad, que si Dios necesita que lo hagas, debes aceptarlo como una obligación moral. La gente de hoy alberga miedo y preocupación, pero ¿de qué sirven esos sentimientos? Si Dios no necesita que hagas esto, ¿de qué te sirve preocuparte por ello? Si Dios necesita que lo hagas, no debes eludir ni rechazar esta responsabilidad. Debes cooperar de manera proactiva y aceptarla sin preocuparte. Muera como muera una persona, no debe morir ante Satanás ni en sus manos. Si uno va a morir, debe morir en las manos de Dios. Las personas vinieron de Dios y a Él regresan; estos son el sentido y la actitud que ha de tener un ser creado. Esta es la verdad definitiva que hay que entender al llevar a cabo el deber de difundir el evangelio: hay que pagar con la propia vida por difundir y dar testimonio del evangelio de Dios encarnado, que lleva a cabo Su obra y salva a la humanidad. Si tienes esta aspiración, si puedes lograr esto, es maravilloso. Si todavía no tienes esta clase de aspiración, debes, como mínimo, cumplir adecuadamente con la responsabilidad y el deber que tienes por delante y dejarle lo demás a Dios. Tal vez entonces, a medida que pasen los meses y años, aumenten tu experiencia y madurez y ahondes en la comprensión de la verdad, te darás cuenta de que tienes la obligación y la responsabilidad de ofrecer tu vida, incluso hasta el final, a la obra del evangelio de Dios.
La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Difundir el evangelio es el deber al que están obligados por honor todos los creyentes