1. Cómo discernir a los incrédulos
Palabras de Dios Todopoderoso de los últimos días
Como crees en Dios, debes poner tu fe en todas Sus palabras y en toda Su obra. Es decir, como crees en Dios, debes someterte a Él. Si no puedes hacerlo, entonces no importa si crees en Dios o no. Si has creído en Él muchos años, pero nunca te has sometido a Él y no aceptas todas Sus palabras, y, en cambio, le pides que se someta a ti y actúe según tus propias nociones, entonces eres el más rebelde de todos; eres un incrédulo. ¿Cómo podría una persona así someterse a la obra y las palabras de Dios, que no se ajustan a las nociones del hombre?
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Los que se someten a Dios con un corazón sincero, con seguridad serán ganados por Él
Quienes creen realmente en Dios son aquellos que tienen verdadera fe en Él. Su conciencia y su razón impulsan sus sentimientos; en su interior, creen que las palabras de Dios son la verdad; creen que todo lo que Dios hace es correcto y que lo hace para salvar y purificar a la gente. Tanto si esto está en consonancia o no con las nociones y figuraciones de las personas, supone un beneficio para ellas. Quienes no creen realmente en Dios no tienen conciencia ni razón, ni tampoco les preocupa carecer de ellas. Su actitud siempre manifiesta que creen en las palabras de Dios a medias; su corazón no puede sentir que las palabras de Dios son la verdad. Entonces, ¿cuál es su opinión sobre la existencia de Dios? Muy internamente, piensan: “Si dios existe, ¿dónde está? No lo veo. No sé si dios existe realmente. Si crees que existe, entonces existe; si no lo crees, no existe”. Esa es su opinión. Sin embargo, siguen reflexionando sobre ello y piensan: “Hay muchas personas que creen en dios y han dado testimonio de él. Quizá sí exista un dios. Espero que así sea, porque entonces podré sacar provecho de la situación y obtener bendiciones. Habré tenido suerte”. Aplican la lógica de la suerte y las apuestas, y tan solo quieren participar para entretenerse un poco; piensan que, aunque no sean bendecidos, tampoco pierden nada, porque no han hecho ninguna inversión. Su perspectiva y su actitud frente a la existencia de Dios es la siguiente: “¿Acaso dios existe de verdad? No puedo decir que sí ni que no. ¿Dónde está dios? No estoy del todo seguro. ¿Y toda esa gente que dio testimonio dice la verdad o está mintiendo? Tampoco estoy seguro”. Su corazón pone un punto de interrogación en todos estos asuntos; no pueden descifrarlos, por lo que viven en una duda constante. Su fe en Dios está mancillada por una actitud de duda y opiniones equivocadas. Cuando Dios habla y expresa la verdad, ¿cuál es su actitud hacia Sus palabras? (Duda e incredulidad). Esa no es su perspectiva principal; no veis este asunto con claridad. ¿Acaso toman la palabra de Dios como la verdad? (No). ¿Qué piensan? “Hay mucha gente que lee con gusto las palabras de dios, ¿por qué a mí no me parecen interesantes? ¿Qué se puede ganar leyendo las palabras de dios y entendiendo la verdad? ¿Cuál es el beneficio? ¿Realmente se puede acceder al reino de los cielos? Las personas no pueden ver ese reino. Tal y como yo lo veo, creer en dios tiene que ofrecer algún beneficio real; tiene que haber alguna ventaja evidente”. Les preocupa que si no entienden la verdad serán descartados, por lo que en ocasiones escuchan sermones. Pero después rezongan y piensan: “Dicen que las palabras de dios tienen poder y autoridad, ¿por qué yo no puedo oírlo o sentirlo? Dicen que las palabras de dios pueden cambiar a las personas, entonces ¿por qué a mí no me han cambiado? Sigo anhelando las comodidades de la carne tanto como antes; me gusta la comida y la ropa; mi temperamento es tan malo como siempre lo ha sido; sigo teniendo miedo cuando el gran dragón rojo me persigue. ¿Por qué sigo sin tener fe? Dios le pide a la gente que sea honesta; les pide que sean personas de verdad y humanidad. ¿Acaso las personas honestas no son necias? Dios le exige a la gente que lo tema y se aparte del mal, pero ¿cuántas personas son realmente capaces de lograrlo? La naturaleza humana es egoísta. Si sigues tu naturaleza humana, debes pensar en cómo obtener bendiciones para ti mismo. Debes buscar una estrategia para lograr beneficios para ti. Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda. Debes hacerte cargo de tu porvenir y labrar tu propia felicidad. Esa es la visión más realista. Si las personas no luchan y toman las cosas por sí mismas, si no viven para la fama, la ganancia y el beneficio, no obtendrán nada. Nadie se encargará de dejar esas cosas en la puerta de tu casa. ¡El maná nunca cae realmente del cielo!”. Esos son sus pensamientos y opiniones, sus filosofías para los asuntos mundanos, y la lógica y las normas conforme a las cuales sobreviven. ¿Son incrédulas las personas que poseen estos pensamientos y opiniones? Esa es exactamente la actitud que tienen los incrédulos ante la verdad. Su mente no sabe lo que es la verdad, desconoce dónde se manifiestan el poder y la autoridad de las palabras de Dios y tampoco sabe cómo dispone Dios el desenlace para las personas. Tan solo veneran el poder y buscan los beneficios que tienen delante de sus narices. Piensan que si creen en Dios deberían ser bendecidos y que el camino verdadero es únicamente que Dios conceda buena fortuna a las personas, llene su vida de riqueza y abundancia y les otorgue una vida feliz. No creen que las palabras de Dios sean verdad y tampoco creen que Dios tenga soberanía sobre todas las cosas, mucho menos que las palabras de Dios puedan cambiar el carácter o el porvenir de una persona. Por lo tanto, nunca han perseguido la verdad desde que creen en Dios. En resumidas cuentas, puesto que no aceptan las palabras de Dios como su vida y como la meta de su vida, su fe en Dios se vuelve cada vez más débil; no tienen interés por leer las palabras de Dios, ni por escuchar los sermones; incluso se quedan dormidos mientras se habla sobre la verdad. Además de eso, sienten que cumplir su deber es una carga extra y que están trabajando para nada. Su corazón ansía que llegue el momento en que la obra de Dios esté completa, cuando Él les otorgará una declaración de resolución y podrán comprobar si realmente obtendrán bendiciones. Si descubren que al creer en Dios de esa manera nunca obtendrán bendiciones, que sin duda serán descartados y que a pesar de todo morirán en una catástrofe, tienen la opción de retirarse ahora mismo. Pese a que digan que creen en Dios, su corazón duda de Él. Dicen que las palabras de Dios son la verdad, pero su corazón no cree en la verdad. Nunca han leído las palabras de Dios ni tampoco han escuchado realmente un sermón. Jamás han hablado sobre la verdad, y nunca la han buscado mientras cumplían su deber; se limitan a confiar en sus propios esfuerzos. Así es un incrédulo típico. No son distintos de los no creyentes.
La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Para cumplir bien con el deber, al menos se ha de tener conciencia y razón
Hay algunas personas cuya fe nunca ha sido reconocida en el corazón de Dios. En otras palabras, Él no las reconoce como seguidores suyos porque no aprueba sus creencias. En el caso de estas personas, independientemente de cuántos años hayan seguido a Dios, sus ideas y puntos de vista nunca han cambiado. Son como los no creyentes, que se apegan a los principios, los métodos para relacionarse con las personas, las leyes de supervivencia y la fe de los no creyentes. Nunca han aceptado la palabra de Dios como su vida ni han creído que Su palabra sea la verdad ni han tenido la intención de aceptar Su salvación y nunca lo han reconocido como su Dios. Consideran que creer en Dios es una especie de pasatiempo de aficionado y tratan a Dios como un mero sustento espiritual, por lo que no piensan que merezca la pena probar y entender Su carácter o Su esencia. Se podría decir que nada de lo que corresponde al Dios verdadero tiene que ver con estas personas; no están interesadas ni se molestan en prestar atención. Esto se debe a que, en lo profundo de su corazón, una voz intensa les dice siempre: “Dios es invisible e intocable, y no existe”. Creen que intentar entender a esta clase de Dios no merece sus esfuerzos, y que, si lo hacen, se engañarían a sí mismas. Creen que al reconocer a Dios solamente de palabra, sin adoptar ninguna postura real y sin emprender ninguna acción real, están siendo muy listos. ¿Cómo ve Dios a estas personas? Las ve como no creyentes. Algunos preguntan: “¿Pueden leer los no creyentes la palabra de Dios? ¿Pueden cumplir con sus deberes? ¿Pueden pronunciar las palabras ‘Viviré para Dios’?”. Lo que los seres humanos ven con frecuencia son lo que demuestran las personas en un nivel superficial; no ven su esencia. Sin embargo, Dios no mira estas demostraciones superficiales; Él solo ve su esencia interior. Así pues, esta es la clase de actitud y definición que Dios tiene hacia estas personas.
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Alguien que no acepta las palabras de Dios como su vida en lo más mínimo no es un creyente en Dios genuino. Es un incrédulo, y de nada sirven los años que haya pasado creyendo en Dios. Si un creyente en Dios simplemente participa en rituales religiosos, pero no practica la verdad, no es un creyente en Dios y Dios no lo reconoce. ¿Qué debes poseer para que Dios te reconozca como Su seguidor? ¿Conoces los criterios con los que Dios mide a una persona? Dios evalúa si lo haces todo según Sus requisitos y si practicas la verdad y te sometes a ella sobre la base de Sus palabras. Este es el criterio con el que Dios mide a una persona. Su método para medirte no se basa en el número de años que hayas creído en Él, en lo lejos que hayas viajado, en la cantidad de buenos comportamientos que tengas o en el número de palabras y doctrinas que entiendas. Él te mide en función de si persigues la verdad y de la senda que eliges. Muchas personas expresan verbalmente creer en Dios y lo alaban, pero no aman de corazón las palabras que Él dice. No les interesa la verdad. Siempre creen que vivir de acuerdo con las filosofías de Satanás o las diversas teorías mundanas es lo que hace la gente normal, que así es como uno puede protegerse y como se vive con valor en el mundo. ¿Son acaso personas que creen en Dios y lo siguen? No. Las palabras de la gente destacada y famosa suenan particularmente sagaces y pueden desorientar fácilmente a los demás. Es posible que te aferres a sus palabras como verdades o consignas a las que atenerse. Sin embargo, cuando se trata de las palabras de Dios, de un requisito corriente que Él tenga para la gente, como ser una persona honesta u ocupar de manera responsable y escrupulosa el lugar que a uno le corresponde, cumpliendo su deber como ser creado y comportándose con firmeza y honestidad, si no eres capaz de poner esas palabras en práctica ni de considerarlas verdades, no eres un seguidor de Dios. Afirmas practicar la verdad, pero si Dios te pregunta: “¿Son palabras de Dios las ‘verdades’ que practicas? ¿Se basan en las palabras de Dios los principios que defiendes?”, ¿cómo responderías? Si tu base no son las palabras de Dios, entonces son las palabras de Satanás. Vives según las palabras de Satanás y, al mismo tiempo, afirmas practicar la verdad y satisfacer a Dios. ¿Acaso no es eso blasfemar contra Él? Dios exige a las personas que sean honestas, por ejemplo; sin embargo, algunos no reflexionan sobre qué implica realmente ser una persona honesta, sobre cómo practicar siendo una persona honesta ni sobre las cosas deshonestas y honestas que uno vive y revela. En lugar de sopesar la esencia de la verdad en las palabras de Dios, recurren a los libros de los no creyentes. Piensan: “Los dichos de los no creyentes también están bastante bien; ¡además, enseñan a la gente a ser buena! Por ejemplo, ‘Los buenos viven en paz’, ‘La gente ingenua llega a todos lados’ o ‘Perdonar a los demás no es ridículo, sino que aporta beneficios en el futuro’. ¡Estos enunciados también son correctos y se ajustan a la verdad!”. De modo que acatan esas palabras. ¿Qué tipo de personas serán si se atienen a esos dichos de los no creyentes? ¿Pueden vivir la realidad-verdad? (No). ¿Acaso no hay muchas personas que son así? Adquieren ciertos conocimientos, han leído unos cuantos libros y algunas obras famosas, han desarrollado cierta perspectiva, han oído algunos dichos famosos y proverbios populares y luego se han tomado todo eso como la verdad; actúan y cumplen su deber de acuerdo con esas palabras, las aplican en sus vidas como creyentes en Dios y piensan que satisfacen el corazón de Dios. ¿Acaso no es eso sustituir la verdad con la falsedad? ¿Acaso no es eso engañar? ¡Para Dios, eso es blasfemia! Esas cosas se manifiestan abundantemente en todo el mundo. Si alguien trata las palabras agradables y las doctrinas correctas que se expresan entre la gente como verdades a defender, pero aparta a un lado e ignora las palabras de Dios, sin interiorizarlas por muchas veces que las lea ni considerarlas la verdad, ¿es dicha persona un creyente en Dios? ¿Es un seguidor de Dios? (No). Una persona que sea así cree en la religión; ¡todavía sigue a Satanás! Cree que las palabras que expresa Satanás son filosóficas, sumamente profundas y clásicas. Las considera dichos famosos que revisten la máxima verdad. No importa a qué otras cosas renuncie, no es capaz de desprenderse de esas palabras. Abandonarlas sería como perder los cimientos de su vida, como vaciar su corazón. ¿Qué tipo de personas son esas? Son seguidores de Satanás y por eso aceptan sus dichos famosos como la verdad.
La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. No es posible salvarse por creer en la religión ni participar en ceremonias religiosas
En su creencia en Dios, si las personas no tienen un corazón temeroso de Dios, si no tienen un corazón sumiso a Dios, entonces no solo no podrán hacer ninguna obra para Él, sino que, por el contrario, se convertirán en quienes perturban Su obra y se resisten a Él. Creer en Dios, pero no someterse a Él ni temerlo y, más bien, resistirse a Él, es la mayor desgracia para un creyente. Si los creyentes son tan casuales y desenfrenados en sus palabras y su conducta como lo son los no creyentes, entonces son todavía más perversos que los no creyentes; son demonios arquetípicos.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Una advertencia a los que no practican la verdad
¿Cómo podemos discernir a la clase de incrédulos que creen en Dios solo para ganar bendiciones de un modo oportunista y ser bendecidos y no desean obtener la verdad? Por más sermones que escuchen, sin importar la manera en la que se les hable sobre la verdad, sus pensamientos y opiniones sobre las personas y las cosas, así como su visión de la vida y los valores, nunca cambian. ¿Por qué sucede esto? Porque nunca reflexionan seriamente sobre las palabras de Dios y son completamente reacios a aceptar las verdades que Él expresa o lo que Él dice acerca de diversos asuntos. Se limitan a aferrarse a sus propios puntos de vista y a las filosofías de Satanás. En su corazón, siguen creyendo que las filosofías y la lógica de Satanás son correctas y válidas. Por ejemplo: “Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda”, “Los funcionarios facilitan las cosas a quienes traen obsequios” o “Los buenos viven en paz”. Hay incluso quienes dicen: “Cuando las personas creen en dios, deben ser buenas, lo que significa nunca arrebatar una vida; hacerlo es un pecado y para dios es imperdonable”. ¿Qué tipo de punto de vista es este? Es un punto de vista budista. Aunque puede que este se ajuste a las nociones y las figuraciones de las personas, carece de toda verdad. La fe en Dios debe basarse en las palabras de Dios; solo las palabras de Dios son la verdad. Dentro de su fe en Dios, algunas personas incluso aceptan las opiniones absurdas de los no creyentes y las teorías erróneas del mundo religioso como si fueran la verdad, les dan mucha importancia y se aferran a ellas. ¿Son estas personas que aceptan la verdad? No pueden distinguir entre las palabras de los hombres y las palabras de Dios, ni entre los diablos, Satanás y el único Dios verdadero, el Creador. No oran a Dios ni buscan la verdad, y rechazan todas las verdades que Él expresa. Sus pensamientos y opiniones sobre las personas, el mundo exterior y todos los demás asuntos jamás cambian. Se apegan únicamente a aquellos puntos de vista que provienen de la cultura tradicional que siempre han sostenido. No importa cuán absurdos sean, no pueden percibirlo, creen profundamente en esos puntos de vista erróneos y no los abandonan. Esta es una de las manifestaciones de los incrédulos. ¿Cuál es otra? Su fervor, sus sentimientos y su fe cambian a medida que la iglesia aumenta en magnitud y su estatus en la sociedad se eleva incesantemente. Por ejemplo, se sintieron estimulados de inmediato cuando notaron que el trabajo evangélico se difundía al extranjero y aumentaba en escala, y la obra del evangelio se difundía plenamente. Percibieron que la iglesia se estaba volviendo cada vez más influyente y que ya no sufriría la opresión ni la persecución del gobierno, creyeron que su fe en Dios tenía esperanzas, que podían mantener la frente en alto, y por lo tanto sintieron que, al creer en Dios, habían hecho la apuesta correcta y que esta finalmente iba a valer la pena. Entendieron que sus posibilidades de obtener bendiciones crecían constantemente y por fin empezaron a alegrarse. En años anteriores, solían sentirse oprimidos, apesadumbrados y angustiados, porque a menudo fueron testigos de los arrestos y la represión de los cristianos por parte del gran dragón rojo. ¿Por qué sintieron angustia? Porque la iglesia estaba en graves aprietos y se preguntaron si al creer en Dios habían tomado la decisión correcta. Más aún, se angustiaron y se preocuparon porque no sabían si debían seguir en la iglesia o abandonarla. Durante esos años, cualquier circunstancia adversa que enfrentaba la iglesia impactaba en sus emociones. Toda obra que la iglesia hiciese y las fluctuaciones de su reputación y estatus dentro de la sociedad solían afectar su estado de ánimo y emociones. La incertidumbre sobre si debían permanecer o marcharse siempre estaba presente en sus pensamientos. ¿Acaso no son incrédulos? Cuando el gobierno nacional condena y reprime a la iglesia, o en aquellas oportunidades en que se arresta a los creyentes o el mundo religioso los juzga, condena, calumnia y rechaza, sienten una profunda deshonra, e incluso les causa vergüenza y humillación haberse unido a la iglesia y su corazón duda y lamentan creer en Dios y haber ingresado a la iglesia. Nunca tienen la intención de compartir las alegrías ni las dificultades de la iglesia, ni de sufrir junto a Cristo. En cambio, cuando la iglesia prospera, parecen rebosar de fe, pero cuando es perseguida, rechazada, reprimida y condenada, desean huir y marcharse. Cuando no pueden ver ninguna esperanza de recibir bendiciones ni de que el evangelio del reino se expanda, su deseo de irse se intensifica aún más. Cuando no notan que las palabras de Dios se cumplen, y no saben cuándo descenderán las grandes catástrofes ni en qué momento terminarán, ni cuándo se materializará el reino de Cristo, se sienten inseguros y son incapaces de cumplir con su deber con tranquilidad. Cada vez que esto ocurre, desean abandonar a Dios y a la iglesia y buscar una salida. Son incrédulos, ¿o no? Sus propios intereses carnales motivan cada uno de sus movimientos. Su experiencia respecto a la obra de Dios, la lectura de Sus palabras, la enseñanza acerca de la verdad y la vida de iglesia jamás cambiarán sus pensamientos y sus puntos de vista de manera paulatina. Cuando les sucede algo, nunca buscan la verdad ni indagan sobre lo que dicen las palabras de Dios al respecto, cuáles son Sus intenciones, cómo Él guía a las personas ni qué les exige. Su único objetivo al unirse a la iglesia es esperar el día en que esta pueda “mantener la frente en alto”, para poder aprovechar los beneficios que siempre han deseado. Por supuesto, otras de las razones por las que se unieron a la iglesia fue porque vieron que las palabras de Dios son la verdad. De todos modos, son totalmente reacios a aceptar la verdad y no creen que todas Sus palabras se cumplirán. Entonces, ¿qué os parece? ¿Son incrédulos? (Sí). Sin importar lo que suceda en la iglesia ni en el mundo exterior, calculan en qué medida se verán afectados sus intereses y cuál será la magnitud del impacto en las metas que persiguen. Incluso ante la menor señal de problema, piensan inmediatamente en sus propias posibilidades, intereses y en si deben quedarse o irse de la iglesia con gran perspicacia. Hay incluso quienes siguen preguntando: “El año pasado se dijo que la obra de dios finalizaría, ¿por qué continúa? ¿En qué año terminará exactamente? ¿No tengo derecho a saberlo? He soportado suficiente tiempo, mi tiempo es valioso, mi juventud es valiosa. ¿De verdad hace falta que me hagan esperar tanto tiempo?”. Son especialmente sensibles respecto a si se han cumplido las palabras de Dios, así como sobre la situación de la iglesia y su estatus y reputación. No les importa si son capaces de obtener la verdad ni si lograrán salvarse, se muestran muy sensibles en saber si podrán sobrevivir y si, al permanecer en la casa de Dios, podrán obtener beneficios y bendiciones. En su afán de ser bendecidas, tales personas son oportunistas. Incluso si creen hasta el final, seguirán sin comprender la verdad y no tendrán ningún testimonio vivencial del que hablar. ¿Os habéis topado con personas así? De hecho, en todas las iglesias existen este tipo de personas. Debéis tener cuidado para discernirlas. Todas son incrédulas, son un flagelo en la casa de Dios, le ocasionarán un daño inmenso y ningún beneficio a la iglesia, y esta debe deshacerse de ellas.
La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (23)
Hay otro tipo de personas que no se pueden considerar ni buenas ni malas y que son creyentes solo de nombre. Si les pides que hagan algo ocasionalmente, pueden hacerlo, pero no cumplirán su deber de manera proactiva si no se lo organizas. Cuando tienen tiempo libre, asisten a reuniones, pero no se sabe si en su vida privada comen y beben las palabras de Dios, aprenden himnos u oran. No obstante, son relativamente amistosos con la casa de Dios y la iglesia. ¿Qué significa “relativamente amistosos”? Quiere decir que si los hermanos y hermanas les piden que hagan algo aceptarán hacerlo; en aras de ser compañeros creyentes, pueden ayudar a hacer algunas cosas, dentro del alcance de sus capacidades. Sin embargo, si les piden que hagan un gran esfuerzo o que paguen algún precio, no lo harán de ningún modo. Si un hermano o una hermana se enfrentan a alguna adversidad y necesitan que les echen una mano, como que los ayuden de vez en cuando a ocuparse de la casa, a hacer la comida o a realizar algunas tareas menores, o, si conocen un idioma extranjero, que ayuden a los hermanos y hermanas a leer cartas, son capaces de echar una mano y son relativamente amigables. Por lo general, se llevan bastante bien con los demás y no llevan la cuenta de sus favores, pero no asisten a reuniones de manera regular ni piden cumplir un deber ni mucho menos realizar un trabajo importante o incluso peligroso. Si les pides que hagan una tarea arriesgada, se negarán sin duda alguna y dirán: “Creo en dios para buscar la paz; por tanto, ¿cómo podría llevar a cabo tareas peligrosas? ¿No sería eso buscarme problemas? ¡No puedo hacerlo de ninguna manera!”. Pero si los hermanos y hermanas o la iglesia les piden que hagan algo menor, pueden ayudar y realizar un esfuerzo simbólico, como un amigo. Esta forma de esforzarse y de ayudar no se puede llamar cumplir un deber ni actuar de acuerdo con los principios-verdad ni mucho menos practicar la verdad; se trata simplemente de que estas personas tienen una impresión favorable de los creyentes en Dios, son bastante amigables con ellos y pueden echar una mano si alguien necesita ayuda. ¿Cuál es el nombre para este tipo de personas? En la casa de Dios se las llama amigos de la iglesia. ¿Cómo se debería tratar a los amigos de la iglesia? Si tienen calibre y algunas fortalezas y pueden ayudar a la iglesia a manejar algunos asuntos externos, también son servidores y son amigos de la iglesia. Esto se debe a que las personas de esta clase no cuentan como creyentes en Dios y la casa de Dios no las reconoce como tales. Y si la casa de Dios no las reconoce, ¿puede Dios reconocerlas como creyentes? (No). Por tanto, nunca pidas a este tipo de personas que se unan a las filas de los que cumplen un deber a tiempo completo. Algunas personas dicen: “Cuando comienzan a creer, algunos tienen poca fe y solo quieren ser amigos de la iglesia. No entienden muchas cosas sobre lo que es creer en Dios, de modo que ¿cómo pueden estar dispuestos a cumplir un deber? ¿Cómo pueden estar dispuestos a esforzarse con todo el corazón?”. No hablamos de personas que han creído en Dios de tres a cinco meses, o hasta un año, sino de gente que, supuestamente, ha creído en Dios durante más de tres años, e incluso cinco o diez años. Independientemente de hasta qué punto este tipo de personas reconocen de manera verbal que Dios es el único Dios verdadero y que La Iglesia de Dios Todopoderoso es la iglesia verdadera, eso no demuestra que sean auténticos creyentes. Según las diversas manifestaciones de este tipo de personas y su modo de fe, las llamamos amigos de la iglesia. No las trates como hermanos y hermanas, porque no lo son. No permitas que esta gente se una a la iglesia del deber a tiempo completo ni a las filas de los que dedican el día entero a cumplir un deber; la casa de Dios no emplea a estas personas. Algunos podrían decir: “¿Tienes prejuicios contra este tipo de individuos? Aunque pueda parecer por fuera que se lo toman todo con indiferencia, en realidad son muy fervientes por dentro”. Para los creyentes sinceros, sería imposible haber creído en Dios durante cinco o diez años y seguir mostrando indiferencia; sin embargo, el comportamiento de los individuos de esta clase ya revela plenamente que son incrédulos, que están al margen de las palabras de Dios, y son no creyentes. Si sigues llamándolos hermanos y hermanas y diciendo que se los trata de manera injusta, ahí tu noción y tus sentimientos están hablando por ti.
La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (6)
La esencia de quienes no aceptan para nada la verdad es la de un incrédulo. ¿Cuáles son las características de los incrédulos? Creen en Dios para incurrir en oportunismo, vivir de la iglesia, evitar desastres, buscar apoyo y un sustento estable. Algunos de ellos incluso persiguen objetivos políticos, desean establecer conexiones con el gobierno respecto a ciertos asuntos para ganarse su favor y conseguir un nombramiento oficial. Estas personas, todas y cada una de ellas, son incrédulas. Su fe en Dios conlleva estas motivaciones e intenciones, y en sus corazones no creen con plena certeza que exista un Dios. Incluso si lo reconocen, lo hacen de forma dudosa, ya que las opiniones a las que se aferran son ateas. Solo creen en las cosas que pueden ver en el mundo material. ¿Por qué decimos que no creen que haya un Dios? Porque no creen ni reconocen de manera uniforme el hecho de que Dios creó los cielos y la tierra y todas las cosas y de que, tras crear a la humanidad, Él, desde ese momento, la ha dirigido y tiene soberanía sobre ella. Por lo tanto, les es imposible creer que Dios pueda hacerse carne. Si no creen que Dios pueda hacerse carne, ¿pueden creer y reconocer todas las verdades que Él ha expresado? (No). Si no creen en Sus verdades, ¿creen entonces que Dios puede salvar a la especie humana y en Su plan de gestión para salvarla? (No). No creen nada de esto. ¿Cuál es la causa de su incredulidad? Que no creen que Dios exista. Son ateos y materialistas. Creen que únicamente son reales las cosas que pueden ver en el mundo material. Creen que la reputación, la ganancia y el estatus solamente se pueden conseguir a través de intrigas y por medios impropios. Creen que la única manera de prosperar y vivir feliz es vivir según las filosofías satánicas. Creen que su porvenir está solo en sus manos y que deben confiar en sí mismos para crear y obtener una vida feliz. No creen en la soberanía de Dios ni en Su omnipotencia. Piensan que, si dependen de Dios, no tendrán nada. En definitiva, no creen que las palabras de Dios puedan alcanzarlo todo y no creen en la omnipotencia de Dios. Por eso surgen en su fe en Dios intenciones y fines, como incurrir en oportunismo, vivir de la iglesia, buscar refugio, encontrar a alguien que los respalde, entablar una amistad con personas del sexo opuesto y perseguir objetivos políticos, tener un puesto oficial y un sustento estable para sí mismos. Precisamente porque estas personas no creen que Dios reine con soberanía sobre todo, son capaces, con audacia y sin escrúpulos, de infiltrarse en la iglesia con sus propias intenciones y sus objetivos, deseando valerse de sus talentos o cumplir sus deseos en la iglesia; es decir, se infiltran en la iglesia con el fin de satisfacer su intención y deseo de recibir bendiciones; quieren obtener fama, ganancia y estatus en la iglesia y, de ese modo, conseguirán un sustento estable. Se puede ver en su comportamiento, así como en su esencia-naturaleza, que sus finalidades, motivaciones e intenciones para creer en Dios no son legítimas y que ninguno de ellos acepta la verdad ni cree en Dios con sinceridad; incluso si logran infiltrarse en la iglesia, no hacen más que ocupar un sitio, no cumplen ninguna función positiva en absoluto. Por lo tanto, la iglesia no debería aceptar a estas personas. Si bien esta gente se ha infiltrado en la iglesia, no pertenece al pueblo escogido de Dios, sino que llegan por las buenas intenciones de otros. “No pertenece al pueblo escogido de Dios”, ¿cómo se debe interpretar esto? Significa que Dios no los predestinó ni los escogió, no los ve como objeto de Su obra ni los ha predestinado para ser seres humanos a los que Él salvará. Una vez que estas personas se han infiltrado en la iglesia, naturalmente, nosotros no podemos considerarlas hermanos y hermanas porque no son de la clase que aceptan la verdad ni se someten a la obra de Dios con sinceridad. Algunos pueden preguntar: “Dado que no son hermanos y hermanas que crean verdaderamente en Dios, ¿por qué la iglesia no los echa o expulsa?”. La intención de Dios es que Su pueblo escogido aprenda a discernir a partir de estos individuos y que, por lo tanto, pueda identificar las intrigas de Satanás y rechazarlo. Una vez que el pueblo escogido de Dios tenga discernimiento, debe depurar a estos incrédulos. El objetivo del discernimiento es desenmascarar a estos incrédulos que se han infiltrado en la casa de Dios con sus ambiciones y deseos y echarlos de la iglesia, ya que estas personas no son auténticos creyentes en Dios ni mucho menos gente capaz de aceptar y perseguir la verdad. Su permanencia en la iglesia no aporta nada bueno, sino un gran perjuicio. En primer lugar, tras infiltrarse en la iglesia, estos incrédulos nunca comen ni beben de las palabras de Dios ni aceptan la verdad en lo más mínimo. Siempre están discutiendo cosas que no están relacionadas con las palabras de Dios ni con la verdad, y de ese modo perturban el corazón de los demás. Lo único que hacen es trastornar y perturbar el trabajo de la iglesia en detrimento de la entrada en la vida del pueblo escogido de Dios. En segundo lugar, si permanecen en la iglesia, armarán alboroto, cometerán fechorías, al igual que lo hacen los no creyentes, lo que trastornará y perturbará el trabajo de la iglesia y someterá a esta a muchos peligros ocultos. En tercer lugar, incluso si permanecen en la iglesia, no se comportarán de buena gana como servidores, y aunque rindan un poco de servicio, solo será para recibir bendiciones. Si llega el día en que se enteran de que no pueden recibir bendiciones, se enfurecerán y perturbarán y perjudicarán la labor de la iglesia. En lugar de consentir eso, es mejor echarlos de la iglesia tan pronto como sea posible. En cuarto lugar, los incrédulos son propensos a formar bandos, a apoyar a los anticristos y a seguirlos, con lo que crean una fuerza malvada dentro de la iglesia que supone una gran amenaza para su labor. A la luz de estas cuatro consideraciones, es necesario distinguir y desenmascarar a estos incrédulos que se infiltran en la casa de Dios y echarlos. Esta es la única manera de mantener el progreso normal de la labor de la iglesia y de salvaguardar eficazmente el hecho de que el pueblo escogido de Dios pueda comer y beber de las palabras de Dios y llevar una vida de iglesia con normalidad, de modo que pueda entrar en el camino correcto de fe en Dios. Esto se debe a que la infiltración de estos incrédulos en la iglesia es de gran perjuicio para la entrada en la vida del pueblo escogido de Dios. Hay muchas personas que no saben discernirlos y, en cambio, los consideran hermanos y hermanas. Algunas personas, al ver que tienen algunos dones o fortalezas, los eligen para servir como líderes y obreros. Así es como surgen los falsos líderes y anticristos en la iglesia. Si se observa su esencia, se ve que ninguno de ellos cree que exista Dios, ni que Sus palabras sean la verdad ni que Él sea soberano de todas las cosas. Son no creyentes a los ojos de Dios. Él no les presta atención y el Espíritu Santo no va a obrar en ellos. Por lo tanto, a tenor de su esencia, no son objeto de la salvación de Dios y, ciertamente, no han sido predestinados ni escogidos por Él. Dios no podría salvarlos. Se mire como se mire, ninguno de estos incrédulos pertenece al pueblo escogido de Dios. Deben ser discernidos con rapidez y exactitud, y luego se los debe echar. No se les debe permitir que se queden merodeando en la iglesia perturbando a los demás.
La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (24)
Algunos adoran a las personas famosas y eminentes. Siempre tienen dudas sobre si las palabras de Dios pueden realmente salvar a la gente, y siempre creen que solo las palabras de las personas famosas y eminentes tienen peso y carisma. Siempre piensan: “¡Mira qué impresionante es el jefe de nuestro estado! ¡Fíjate en la pompa, el espectáculo y la grandeza de nuestras asambleas nacionales! ¿Puede compararse la casa de dios con eso de alguna manera?”. Que puedas decir esto muestra que eres un no creyente. No puedes ver claramente el mal de los políticos, ni la oscuridad de una nación, ni la corrupción de la humanidad. No puedes ver que la verdad reina en la casa de Dios, ni puedes ver ni entender qué demuestran los testimonios vivenciales del pueblo escogido de Dios. La casa de Dios tiene la verdad y muchísimos testimonios, y todo el pueblo escogido de Dios se despierta y cambia, todos ellos comienzan a experimentar la obra de Dios y entran en la realidad-verdad. ¿Puedes contemplar la imagen que viene a continuación del pueblo de Dios sometiéndose a Él y adorándolo? Se escapa a tu imaginación. Todo lo que tiene la casa de Dios es cien veces, mil veces mejor que el mundo y, en el futuro, todo lo que tiene la casa de Dios solo puede seguir mejorando, y ser más regular y perfecto. Todas estas cosas se alcanzan gradualmente y son lo que la palabra de Dios conseguirá. Él selecciona y predestina a Su pueblo elegido, de manera que, ciertamente, ellos son mucho mejores que la gente del mundo. Si alguien no puede ver estos hechos, ¿acaso no está ciego? Algunos siempre sienten que el mundo es fantástico y, en lo más hondo, adoran a la gente famosa y eminente del mundo. ¿Acaso no adoran a diablos y satanases? ¿Estos personajes famosos y eminentes creen en Dios? ¿Se someten a Él? ¿Tienen un corazón temeroso de Dios? ¿Aceptan la verdad? Todos son demonios que se resisten a Dios; ¿no puedes ver eso realmente? ¿Por qué crees en Dios si adoras a la gente famosa y eminente del mundo? ¿Cómo ves realmente todas las palabras que Dios expresa? ¿Cómo ves la soberanía de Dios sobre todo? Algunos no temen a Dios; no le tienen siquiera el menor respeto. ¿Acaso no son unos incrédulos? ¿No se les debería pedir que se marchen enseguida? (Sí). Y si no se van, ¿qué se tiene que hacer? Apresurarse a expulsarlos, a echarlos. Los incrédulos son como moscas repugnantes, demasiado asquerosas para contemplarlas. En la casa de Dios reinan la verdad y Sus palabras, y las acciones se llevan a cabo según los principios-verdad. Se debería echar a estas personas. Dicen con sus palabras que creen en Dios, pero en el corazón desdeñan Su casa y lo desprecian. ¿Estáis dispuestos a que estos incrédulos se relacionen con vosotros? (No). Por eso se los debe echar de inmediato. No importa lo educados o capaces que sean, se los debe echar. Algunos preguntan: “¿Acaso no es eso desafecto?”. No, es actuar según los principios. ¿Qué quiero decir con esto? Que por muy grande que sea tu estatura, por muy fuerte que sea tu voluntad de perseguir la verdad o por mucho que tengas fe en Dios, una cosa es cierta: Cristo es la verdad, el camino y la vida. Esto es inmutable para siempre. Debería ser tu roca, la base más sólida de tu creencia en Dios; deberías estar seguro y sin dudas sobre esto en el corazón. Si dudas incluso de esto, no eres apto para permanecer en la casa de Dios. Algunos dicen: “Nuestra nación es magnífica y nuestra raza es noble; las costumbres y la cultura que tenemos son incomparablemente honorables. No necesitamos aceptar la verdad”. ¿Acaso no es esa la voz de los incrédulos? Lo es, y se debe echar a esta gente. Algunas personas a menudo revelan un carácter corrupto y, en ocasiones, ese carácter es disipado e irrestricto; sin embargo, su fe en Dios es verdadera y pueden aceptar la verdad. Si alguien las poda, son capaces de arrepentirse. Se les debería dar una oportunidad. La gente es un poco estúpida, o no puede ver claramente las cosas, o la desorientan o, en un momento de insensatez, puede decir algo confuso o comportarse de una manera confundida porque no entiende la verdad. Esto se debe a un carácter corrupto, a la estupidez, a la ignorancia y a una falta de entendimiento de la verdad. De todos modos, estas personas no tienen nada que ver con los incrédulos. Lo que hace falta aquí es compartir la verdad para resolver estos problemas. Algunos que han creído en Dios durante varios años no aceptan la verdad en absoluto y no han cambiado un ápice. Son incrédulos. No forman parte de la casa de Dios, y Él no los reconoce.
La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo aquel que cumple bien con el deber con todo su corazón, su mente y su alma ama a Dios
Si dices que crees en Dios, pero a menudo tienes el corazón aturdido, sin saber cómo obra Dios para salvar al hombre, ni cómo debe el hombre perseguir la verdad, ni si la amas, ni cuáles son los acontecimientos que deben motivar tu oración a Dios; si todos los días estás confundido, sin ser serio en nada, limitándote a cumplir los preceptos; si tu corazón es incapaz de estar en paz ante Dios y no oras ni buscas la verdad cuando algo te ocurre, si a menudo actúas de acuerdo con tu propia voluntad, vives de acuerdo con tu carácter satánico y revelas tu carácter arrogante, y si no aceptas el escrutinio de Dios o Su disciplina y no tienes un corazón sumiso, entonces, en el fondo, siempre vivirás ante Satanás, y tanto este como tu carácter satánico te controlarán. Tales personas no sienten el menor temor hacia Dios. Simplemente son incapaces de evitar el mal y, aún si no hacen cosas malvadas, todo lo que piensan sigue siendo malvado, no está conectado con la verdad y va en contra de esta. Entonces, en esencia ¿esas personas no tienen conexión con Dios? Aunque Dios las gobierna, sus corazones nunca se han presentado ante Él y nunca le han orado realmente; nunca han tratado a Dios como tal, nunca Lo han tratado como el Creador que tiene soberanía sobre ellos; nunca han reconocido que Él es su Dios y su Señor, y nunca han considerado adorarlo con sinceridad. Tales personas no entienden lo que significa temer a Dios y piensan que tienen el derecho de hacer el mal. Dicen para sus adentros: “Haré lo que me plazca. Me haré cargo de mis propios asuntos; no le incumbe a nadie más”. Consideran la fe en Dios como una especie de mantra, como una forma de ceremonia. ¿Acaso esto no los hace incrédulos? ¡Son incrédulos! En la mente de Dios, todas estas personas son unos malhechores. Todo lo que piensan a lo largo del día es malvado. Son los degenerados de la casa de Dios, y Él no reconoce a esas personas como miembros de Su casa.
La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo con temor a Dios se puede recorrer la senda de la salvación
Cuando algunas personas se encuentran con una situación desfavorable, empiezan a quejarse y a culpar a otros. Nunca consideran que ellos mismos se lo han buscado, y en vez de eso, cargan siempre a otros con la responsabilidad. Entonces, se sienten contentos y a gusto, y piensan: “Problema resuelto. Creer en Dios de esta manera es muy fácil y agradable”. ¿Qué piensas de este método de resolución de problemas? ¿Puede recibir la verdad una persona que practique así? ¿Muestra una actitud de sumisión a Dios? ¿Con qué perspectiva, y por qué medios, cree esa clase de personas en Dios? ¿Han aplicado las palabras “Dios tiene soberanía sobre el porvenir de la humanidad, todos los acontecimientos y todas las cosas que están en Sus manos” a su vida cotidiana? Cuando analizan el problema utilizando la mente del hombre, cuando abordan el asunto empleando medios humanos, ¿creen en la soberanía de Dios? ¿Se someten a la soberanía de Dios y a lo que Él dispone sobre las personas, los acontecimientos y las cosas? Obviamente no. En primer lugar, no se someten; esto ya es un error. En segundo lugar, son incapaces de aceptar de Dios la situación, las personas, los acontecimientos y las cosas que Él dispone para ellos; no ven más allá de lo superficial. Solamente se fijan en la apariencia externa de la situación, que analizan con su mente humana y tratan de resolver con métodos humanos. ¿No es este otro error? ¿Es un gran error? (Sí). ¿Por qué? No creen que Dios tiene soberanía sobre todo. Creen que todo sucede por azar. A sus ojos, Dios no rige ni una sola cosa y la mayoría sucede debido a las acciones de la humanidad. ¿Es esto creer en Dios? ¿Tienen verdadera fe? (No). ¿Por qué no? No creen que Dios sea soberano sobre todo. No creen que Dios sea soberano sobre todos los asuntos y todos los objetos, que Dios sea soberano sobre todas las situaciones. Si algo no sale como ellos imaginaban, son incapaces de aceptarlo de Dios. No creen que Dios pueda instrumentar estas situaciones. Como no pueden ver a Dios, piensan que estas situaciones suceden al azar como resultado de las acciones de la humanidad, en lugar de ser instrumentadas por Dios. No creen en la soberanía de Dios. Entonces, ¿cuál es la esencia de su fe? (Son incrédulos). Así es, son incrédulos. Los incrédulos no aceptan nada de parte de Dios. En lugar de eso, se devanan los sesos tratando de resolver las cosas mediante perspectivas, mentalidades y métodos humanos. Este es el comportamiento de los incrédulos. Cuando os encontréis con este tipo de personas en el futuro, debéis desarrollar cierto discernimiento respecto a ellos. A los incrédulos se les da bien utilizar el cerebro y aportar ideas cuando surgen problemas; estudian constantemente el asunto en cuestión e intentan resolverlo utilizando métodos humanos. Siempre ven a las personas y las cosas usando el razonamiento humano y las filosofías satánicas, o basándose en la ley, sin creer que la palabra de Dios es la verdad o que la soberanía de Dios lo engloba todo. Dios permite todo lo que sucede, pero los incrédulos no son capaces de aceptar estas cosas de parte de Dios, y siempre las ven basándose en nociones y figuraciones humanas. Aunque los incrédulos suelen decir que creen que el porvenir de una persona está en manos de Dios, y que están dispuestos a someterse a Su soberanía y Sus arreglos, cuando realmente les suceden las cosas, son incapaces de aceptarlas de Dios y desarrollan nociones sobre Él. Este es el comportamiento de los incrédulos.
La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Un carácter corrupto solo se puede corregir aceptando la verdad
¿Acaso no es vil que a algunas personas les guste hilar fino y hacer cosas inútiles cuando algo les sucede? Este es un gran problema. La gente lúcida no comete este error, pero así es como son las personas absurdas. Siempre imaginan que los demás les dificultan las cosas, que se lo ponen difícil adrede, así que siempre antagonizan con ellos. ¿No es una desviación? No se esfuerzan cuando se trata de la verdad, prefieren discutir sobre cosas sin importancia cuando les sucede algo, y exigen explicaciones, tratan de salvar las apariencias, y siempre utilizan soluciones humanas para abordar tales asuntos. Este es el mayor obstáculo para la entrada en la vida. Si crees en Dios de este modo, o si practicas así, jamás alcanzarás la verdad porque nunca compareces ante Dios. Nunca compareces ante Dios a recibir todo lo que Él ha dispuesto para ti ni usas la verdad para abordar todo esto, y en cambio utilizas soluciones humanas para abordar las cosas. Por tanto, a ojos de Dios, te has apartado demasiado de Él. No solo se ha apartado tu corazón de Él: todo tu ser no vive en Su presencia. Así ve Dios a quienes siempre analizan en exceso las cosas e hilan fino. Hay quienes son elocuentes y persuasivos, de mente ágil y astuta, que piensan: “Hablo bien. Los demás me admiran y aprecian mucho y me tienen en alta estima. Por lo general la gente me escucha”. ¿Es esto útil? Te has hecho de prestigio entre la gente, pero tu forma de comportarte ante Dios a Él no le complace. Dios dice que eres un incrédulo y que eres hostil hacia la verdad. Entre la gente, tal vez seas sofisticado y fino, y quizá manejes bien las cosas y te lleves bien con cualquiera; tal vez siempre encuentres el modo de manejar las cosas y ocuparte de ellas sin importar la situación, pero no compareces ante Dios ni buscas la verdad para resolver los problemas. La gente así es muy problemática. Dios solo tiene una cosa que decir al valorar a la gente como tú: “Eres un incrédulo, estás intentando aprovecharte de esta oportunidad para recibir bendiciones con la excusa de creer en Dios. No eres alguien que acepte la verdad”. ¿Qué piensas de esta clase de valoración? ¿Es lo que queréis? Por supuesto que no. Es posible que a algunos no les importe y digan: “No importa cómo nos vea dios, de todos modos nosotros no podemos verlo a él. Nuestro problema más inmediato es primero llevarnos bien con la gente cercana. Una vez que nos hayamos asentado con firmeza, podemos ganarnos a los líderes y obreros para que todo el mundo nos admire”. ¿Qué clase de persona es esta? ¿Es alguien que cree en Dios? Desde luego que no; es un incrédulo.
La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo si se vive a menudo ante Dios es posible tener una relación normal con Él
Mucha gente no comprende la verdad ni la persigue. ¿Cómo tratan el cumplimiento del deber? Lo tratan como una especie de trabajo, una especie de pasatiempo o una inversión en favor de su interés. No lo tratan como una misión o una tarea encomendada por Dios, o una responsabilidad que han de satisfacer. Menos aún tratan de comprender la verdad o las intenciones de Dios a la par que cumplen sus deberes, a fin de poder desempeñarlos bien y completar la comisión de Dios. Por eso, durante el proceso de ejecución de sus deberes, algunas personas, en cuanto soportan pequeñas penurias, se muestran reticentes y quieren escapar. Al toparse con algunas dificultades o sufrir algún revés, reculan y quieren escapar de nuevo. No buscan la verdad; tan solo piensan en huir. Como tortugas, si algo va mal, se limitan a esconderse en su caparazón y esperan a que pase el problema antes de volver a salir. Existe mucha gente así. En concreto, hay algunas personas que, cuando les piden que asuman la responsabilidad de cierta labor, no se plantean cómo ofrecer su lealtad ni cómo cumplir este deber y desempeñar bien esta labor. En lugar de eso, se plantean cómo eludir la responsabilidad, cómo evitar que las poden, cómo evitar cargar con cualquier responsabilidad y cómo salir indemnes cuando surjan problemas o errores. Lo primero que se plantean es su propia vía de escape y cómo satisfacer las preferencias e intereses propios, no cómo desempeñar bien los deberes y ofrecer su lealtad. ¿Las personas así pueden ganar la verdad? Cuando se trata de cumplir con sus deberes, no se esfuerzan en lo que respecta a la verdad ni la ponen en práctica. Para ellos, la hierba siempre es más verde al otro lado de la valla. Hoy quieren hacer esto, mañana lo otro, y creen que los deberes de los demás son mejores y más fáciles que los propios. Y, aun así, no se esfuerzan en lo que respecta a la verdad. No piensan en los problemas que conllevan estas ideas suyas ni buscan la verdad para solventar problemas. Su mente está centrada en todo momento en cuándo se harán realidad sus propios sueños, en quién está en el candelero, en quién recibe el reconocimiento de lo Alto, en quién obra sin que lo poden y consigue un ascenso. Su mente está llena de cosas así. ¿Las personas que no dejan de pensar en estas cosas pueden desempeñar adecuadamente sus deberes? Nunca lo conseguirán. Entonces, ¿qué clase de personas cumplen sus deberes de esta manera? ¿Son personas que persiguen la verdad? En primer lugar, una cosa es segura: la gente de este tipo no persigue la verdad. Busca gozar de algunas bendiciones, hacerse famosa y acaparar la atención en la casa de Dios, igual que cuando se desenvolvían en sociedad. En términos de esencia, ¿qué clase de personas son estas? Son incrédulos. Los incrédulos cumplen sus deberes en la casa de Dios como si ejercieran un trabajo en el mundo exterior. Se preocupan por quién asciende, por quién se convierte en jefe de equipo, por quién se convierte en líder de la iglesia, por quién recibe los elogios de todo el mundo por su labor, por quién es ensalzado y mencionado. Se preocupan por estas cuestiones. Es como en una empresa: quién asciende, quién obtiene un aumento, quién recibe los elogios del jefe y quién se vuelve cercano al jefe; estas son las cuestiones que le importan a la gente. Si buscan estas mismas cosas en la casa de Dios y se pasan todo el día preocupándose por ellas, ¿acaso no son iguales que los no creyentes? En esencia, son no creyentes; son incrédulos típicos. Sea cual sea el deber que cumplan, se limitarán a ser mano de obra y actuar de un modo superficial. Oigan los sermones que oigan, seguirán sin aceptar la verdad, y menos aún la pondrán en práctica. Han creído en Dios durante muchos años sin experimentar ningún cambio y, pasen el tiempo que pasen cumpliendo sus deberes, serán incapaces de ofrecer su lealtad. No poseen verdadera fe en Dios, carecen de lealtad, son incrédulos.
La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 8: Quieren que los demás se sometan solo a ellos, no a la verdad ni a Dios (I)
Algunas personas no se regocijan en la verdad y, mucho menos, con el juicio. En cambio, se regocijan en el poder y las riquezas; a tales personas se les llama buscadores de poder. Buscan exclusivamente las denominaciones que tienen influencia en el mundo y solo buscan a pastores y maestros que provienen de seminarios. A pesar de haber aceptado el camino de la verdad, son, en parte, escépticos, e incapaces de entregar todo su corazón y toda su mente, y de su boca salen palabras de gastarse para Dios, pero sus ojos se enfocan en los grandes pastores y maestros, y menosprecian contemplar a Cristo. Su corazón está obsesionado con la fama, la fortuna y la gloria. Piensan que no es posible que una persona tan pequeña pueda ser capaz de conquistar a tantos, que alguien tan común y corriente sea capaz de perfeccionar al hombre. Ellos no creen en absoluto que estos “don nadie” que están entre el polvo y el estiércol sean el pueblo escogido por Dios. Ellos creen que si tales personas fueran los objetos de la salvación de Dios, el cielo y la tierra estarían de cabeza y todos los hombres se reirían a mandíbula batiente. Ellos creen que si Dios eligió a tales “don nadie” para ser perfeccionados, entonces esos grandes hombres se convertirían en Dios mismo. Sus perspectivas están manchadas de incredulidad; ciertamente, más que incrédulos, son simplemente bestias absurdas. Y es que solo valoran la posición, el prestigio y el poder, y solo tienen en alta estima a los grandes grupos y denominaciones. No tienen la menor consideración hacia quienes son dirigidos por Cristo; simplemente son traidores que le han dado la espalda a Cristo, a la verdad y a la vida.
Lo que tú admiras no es la humildad de Cristo, sino a esos falsos pastores de destacada posición. No adoras la belleza ni la sabiduría de Cristo, sino a esos licenciosos que se regodean en la inmundicia del mundo. Te ríes del dolor de Cristo, que no tiene lugar donde reclinar Su cabeza, pero admiras a esos cadáveres que cazan ofrendas y viven en el libertinaje. No estás dispuesto a sufrir junto a Cristo, pero te lanzas con gusto a los brazos de esos anticristos temerarios a pesar de que solo te suministran carne, palabras y control. Incluso ahora tu corazón sigue volviéndose a ellos, a su reputación, su estatus, su influencia. Además, continúas teniendo una actitud de encontrar la obra de Cristo difícil de soportar y no estar dispuesto a aceptarla. Por eso te digo que te falta fe para reconocer a Cristo. La razón por la que lo has seguido hasta el día de hoy es solo porque no tenías otra opción. En tu corazón siempre se elevan muchas imágenes nobles; no puedes olvidar cada una de sus palabras y obras ni sus palabras ni sus manos influyentes. En vuestro corazón, ellos son supremos por siempre y son héroes por siempre. Pero esto no es así para el Cristo de hoy. Él permanece por siempre insignificante en tu corazón y por siempre indigno de tu temor. Porque Él es demasiado común, tiene muy poca influencia y está lejos de ser elevado.
En cualquier caso, Yo digo que todos los que no valoran la verdad son incrédulos y traidores de la verdad. Tales hombres nunca recibirán la aprobación de Cristo. ¿Has identificado ahora cuánta incredulidad hay dentro de ti y cuánta traición a Cristo tienes? Te exhorto: puesto que has elegido el camino de la verdad, debes consagrarte totalmente; no seas ambivalente ni tibio. Debes entender que Dios no pertenece al mundo ni a ninguna persona, sino a todos aquellos que creen verdaderamente en Él, a todos los que lo adoran y a todos aquellos que se consagran a Él y le son fieles.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Eres un verdadero creyente en Dios?
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Creer en Dios pero no aceptar la verdad es ser incrédulo
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