15. Cumplir bien el deber de uno es un testimonio verdadero

Palabras de Dios Todopoderoso de los últimos días

Todo aquel que cree en Dios debe entender Sus intenciones. Solo aquellos que cumplen adecuadamente sus deberes pueden satisfacer a Dios, y solo cuando se completa la comisión de Dios el cumplimiento del deber puede ser satisfactorio. Hay una norma sobre el cumplimiento de la comisión de Dios. El Señor Jesús dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con toda tu fuerza”. “Amar a Dios” es algo que Dios exige a la gente. ¿Dónde debe manifestarse esta exigencia? En que debes cumplir la comisión de Dios. En términos prácticos, se trata de cumplir bien con tu deber como ser humano. ¿Cuándo se considera que estás cumpliendo bien tu deber? Dios te exige ejecutar bien tu deber como ser creado con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con toda tu fuerza. Esto debería ser fácil de entender. Para satisfacer esta exigencia de Dios, lo más importante es que pongas tu corazón en tu deber. Si puedes poner tu corazón en él, te resultará fácil actuar con toda tu alma, con toda tu mente y con toda tu fuerza. Si llevas a cabo tu deber apoyándote tan solo en las figuraciones de tu mente y confiando en tus dones, ¿podrás cumplir la exigencia de Dios? En absoluto. Entonces, ¿cuál es la norma que se debe satisfacer para cumplir la comisión de Dios y ejecutar tu deber adecuadamente y con lealtad? Es cumplir tu deber con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con toda tu fuerza. Si intentas cumplir bien tu deber, pero tu corazón no ama a Dios, no lo conseguirás. Si tu corazón ama a Dios y crece cada vez más fuerte y auténtico, serás naturalmente capaz de cumplir bien tu deber con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con toda tu fuerza.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. ¿En qué se apoya exactamente la gente para vivir?

Si verdaderamente tienes conciencia, entonces debes tener una carga y un sentido de responsabilidad. Debes decir: “Independientemente de si voy a ser conquistado o perfeccionado, debo dar correctamente ese paso del testimonio”. Como ser creado, uno puede ser completamente conquistado por Él y, finalmente, es capaz de satisfacerlo, de retribuir Su amor con un corazón amante de Dios y consagrándose completamente a Él. Esta es la responsabilidad del hombre, es el deber que debe desempeñar el hombre y la carga que debe soportar, y debe completar esta comisión. Solo entonces el hombre cree en Dios verdaderamente.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Práctica (3)

Lo que deseo ahora es tu lealtad y sumisión, tu amor y tu testimonio. Incluso si en este momento no sabes lo que es el testimonio o lo que es el amor, debes entregarte por entero a Mí y entregarme los únicos tesoros que tienes: tu lealtad y tu sumisión. Debes saber que el testimonio de Mi derrota de Satanás está en la lealtad y la sumisión del hombre, del mismo modo que lo hace Mi testimonio de Mi conquista completa del hombre. El deber de tu fe en Mí es dar testimonio de Mí, ser leal a Mí y a ningún otro, y ser sumiso hasta el final. Antes de que Yo comience el siguiente paso de Mi obra, ¿cómo darás testimonio de Mí? ¿Cómo serás leal y sumiso a Mí? ¿Dedicas toda tu lealtad a tu función o simplemente te rendirás? ¿Preferirías someterte a cada arreglo mío (aunque sea muerte o destrucción) o huir a mitad de camino para evitar Mi castigo? Te castigo para que des testimonio de Mí y seas leal y sumiso a Mí. Es más, el castigo presente es para desplegar el siguiente paso de Mi obra y permitir que esta progrese sin obstáculos. Por lo tanto, te exhorto a que seas sabio y a que no trates tu vida o la importancia de tu existencia como arena sin ningún valor. ¿Puedes saber exactamente cuál será Mi obra por venir? ¿Sabes cómo voy a obrar en los días por venir y cómo Mi obra se desarrollará? Debes conocer la relevancia de tu experiencia de Mi obra y, además, la relevancia de tu fe en Mí. He hecho tanto; ¿cómo podría rendirme a medio camino, como tú lo imaginas? He hecho una obra tan extensa; ¿cómo podría destruirla? En efecto, he venido para dar fin a esta era. Esto es cierto, pero además debes saber que voy a comenzar una nueva era, a comenzar una nueva obra y, sobre todo, a difundir el evangelio del reino. Así que debes saber que la obra presente es solo para comenzar una era y sentar los cimientos para difundir el evangelio en el futuro y poner fin a la era en el futuro. Mi obra no es tan sencilla como piensas, ni es tan inútil y sin sentido como crees. Por lo tanto, todavía debo decirte: debes entregar tu vida a Mi obra y, más aún, te tienes que dedicar a Mi gloria. Hace mucho que he anhelado que des testimonio de Mí e incluso aún más que esparzas Mi evangelio. Debes entender lo que hay en Mi corazón.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Qué sabes de la fe?

No hagas siempre las cosas para tu propio beneficio y no consideres constantemente tus propios intereses; no consideres los intereses humanos ni tengas en cuenta tu propio orgullo, reputación y estatus. Primero debes considerar los intereses de la casa de Dios y hacer de ellos tu prioridad. Debes ser considerado con la voluntad de Dios y empezar por contemplar si ha habido impurezas en el cumplimiento de tu deber, si has sido devoto, has cumplido con tus responsabilidades y lo has dado todo, y si has estado pensando de todo corazón en tu deber y en la obra de la iglesia. Debes meditar sobre estas cosas. Si piensas en ellas con frecuencia y las comprendes, te será más fácil cumplir bien con el deber. Si tu calibre es bajo, si tu experiencia es superficial, o si no eres experto en tu ocupación profesional, puede haber algunos errores o deficiencias en tu obra y puede que no consigas buenos resultados, pero habrás hecho todo lo posible. No satisfaces tus propios deseos egoístas ni preferencias. Por el contrario, consideras de forma constante la obra de la iglesia y los intereses de la casa de Dios. Aunque puede que no logres buenos resultados con tu deber, se habrá enderezado tu corazón; si además puedes buscar la verdad para resolver los problemas en tu deber, entonces estarás a la altura en el cumplimiento de este y, al mismo tiempo, podrás entrar en la realidad verdad. Eso es lo que significa poseer testimonio.

Algunas personas creen en Dios pero no buscan la verdad. Siempre viven por la carne, codiciando los placeres carnales y saciando siempre sus propios deseos egoístas. Independientemente de cuántos años lleven creyendo en Dios, jamás entrarán en la realidad verdad. Esta es la marca de haber avergonzado a Dios. Dices: “No he hecho nada para oponerme a Dios. ¿Cómo he avergonzado a Dios?”. Todas tus ideas y todos tus pensamientos son malignos. Las intenciones, objetivos y motivos que están detrás de lo que haces y las consecuencias de tus acciones siempre satisfacen a Satanás, te convierten en su hazmerreír y permiten que obtenga algo de ti. No has dado en absoluto el testimonio que deberías dar como cristiano. Perteneces a Satanás. Avergüenzas el nombre de Dios en todas las cosas y no posees un testimonio auténtico. ¿Recordará Dios las cosas que has hecho? Al final, ¿qué conclusión sacará Dios acerca de todas tus acciones, comportamientos y de los deberes que has llevado a cabo? ¿Acaso no debe salir algo de eso, algún tipo de declaración? En la Biblia, el Señor Jesús dice: “Muchos me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’. Y entonces les declararé: ‘Jamás os conocí; apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad’” (Mateo 7:22-23). ¿Por qué dijo el Señor Jesús esto? ¿Por qué muchos de los que predicaban, expulsaban demonios y hacían tantos milagros en el nombre del Señor se convirtieron en malhechores? Porque no aceptaron las verdades expresadas por el Señor Jesús, no cumplieron Sus mandamientos y no albergaban amor por la verdad en su corazón. Solo querían canjear el trabajo que habían hecho, las penurias que habían padecido, y los sacrificios que habían hecho por el Señor para obtener las bendiciones del reino de los cielos. Con esto, estaban tratando de hacer un trato con Dios, y de usarlo y engañarlo, por lo que el Señor Jesús se hartaba de ellos, los odiaba y los condenaba como malhechores. Hoy en día, la gente está aceptando el juicio y el castigo de las palabras de Dios, pero algunos todavía buscan reputación y estatus, y siempre desean distinguirse del resto, siempre quieren ser líderes y obreros y ganar reputación y estatus. Aunque todos dicen que creen y siguen a Dios, y que renuncian y se esfuerzan por Dios, cumplen con sus deberes para ganar prestigio, beneficio y estatus, y siempre tienen sus propios planes personales. No son obedientes ni devotos a Dios, van por ahí desbocados haciendo el mal sin reflexionar en absoluto sobre sí mismos, y así se convierten en malhechores. Dios odia a estos malhechores y no los salva. ¿Cuál es el estándar a través del cual las acciones y el comportamiento de una persona son juzgados como buenos o malvados? Que en sus pensamientos, efusiones y acciones posean o no el testimonio de poner la verdad en práctica y de vivir la realidad verdad. Si no tienes esta realidad ni vives esto, entonces, sin duda, eres un hacedor de maldad. ¿Cómo considera Dios a los hacedores de maldad? Para Dios, tus pensamientos y tus acciones externas no dan testimonio para Él, no humillan a Satanás ni lo derrotan; en cambio, avergüenzan a Dios, están llenas de marcas del deshonor que le has causado a Él. No estás dando testimonio para Dios, no te estás gastando por Él y no estás cumpliendo tus responsabilidades y obligaciones hacia Dios, sino que más bien estás actuando para ti mismo. ¿Qué significa “para ti mismo”? Siendo precisos, significa “para Satanás”. Así que, al final Dios dirá: “Apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad”. A ojos de Dios tus acciones no se verán como buenas, se considerarán actos malvados. No solo no obtendrán la aprobación de Dios, además serán condenadas. ¿Qué espera obtener alguien con una fe así en Dios? ¿Acaso no se quedaría esta fe en nada al final?

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción

Sean cuales sean las pruebas a las que te enfrentes, debes presentarte ante Dios, es lo correcto. Debes hacer introspección sin demorar por ello el cumplimiento del deber. No te limites a hacer introspección sin cumplir nunca con el deber, descuidando lo importante para concentrarte en lo insignificante; ese es el camino de la necedad. Sea cual sea la prueba que te sobrevenga, debes considerarla una carga que te da Dios. Digamos que algunas personas padecen graves enfermedades y un sufrimiento insoportable; algunas incluso se enfrentan a la muerte. ¿Cómo deberían plantearse esta situación? En muchos casos, las pruebas de Dios son cargas que les da a las personas. Por muy grande que sea la carga que Dios te haya dado, ese es el peso que debes asumir, pues Dios te comprende y sabe que podrás soportarlo. La carga que Dios te ha dado no superará tu estatura ni los límites de tu resistencia, por lo que no hay duda de que podrás soportarla. Sea cual sea el tipo de carga, la clase de prueba, que Dios te dé, recuerda: tanto si comprendes la voluntad de Dios como si no, recibas o no esclarecimiento e iluminación del Espíritu Santo después de orar, tanto si esta prueba es que Dios te está disciplinando como si te está advirtiendo, da igual que no lo entiendas. Mientras no te demores en cumplir con tu deber y seas capaz de atenerte fielmente a él, Dios estará satisfecho y te mantendrás firme en el testimonio. En vista de que padecen una enfermedad grave y van a morir, algunos piensan para sí: “Empecé a creer en Dios para evitar la muerte, pero resulta que, incluso después de cumplir con el deber todos estos años, Él va a permitir que muera. Debería seguir adelante con mis asuntos, hacer las cosas que siempre he querido hacer y disfrutar de las cosas de las que no he disfrutado en esta vida. No puedo postergar mi deber”. ¿Qué actitud es esta? Has cumplido con el deber todos estos años, has escuchado todos estos sermones y, pese a ello, no has comprendido la verdad. Una prueba te derriba, te pone de rodillas y te deja al descubierto. ¿Son esas personas dignas del cuidado de Dios? (No son dignas). No tienen lealtad alguna. Entonces, ¿cómo se conoce el deber que han llevado a cabo todos estos años? Se conoce como “prestación de servicio” y no han hecho sino esforzarse. Si, en tu fe en Dios y tu búsqueda de la verdad, eres capaz de decir: “Ante cualquier enfermedad o acontecimiento desagradable que Dios permita que me suceda, haga Dios lo que haga, debo obedecer y mantenerme en mi sitio como un ser creado. Ante todo, he de poner en práctica este aspecto de la verdad, la obediencia, debo aplicarlo y vivir la realidad de la obediencia a Dios. Además, no debo dejar de lado la comisión de Dios para mí ni el deber que he de llevar a cabo. Debo cumplir con el deber hasta mi último aliento”, ¿esto no es dar testimonio? Con esta determinación y este estado, ¿puedes quejarte igualmente de Dios? No. En ese momento vas a pensar para tus adentros: “Dios me da este aliento, me ha provisto y protegido todos estos años, me ha quitado mucho dolor, me ha otorgado abundante gracia y muchas verdades. He comprendido verdades y misterios que la gente de varias generaciones no ha comprendido. ¡He recibido tanto de Dios que debo corresponderlo! Antes tenía muy poca estatura, no entendía nada y todo lo que hacía hería a Dios. Puede que más adelante no tenga otra oportunidad de corresponder a Dios. Me quede el tiempo de vida que me quede, debo ofrecer a Dios la poca fuerza que tengo y hacer lo que pueda por Él para que vea que todos estos años en que me ha provisto no han sido en vano, sino que han dado fruto. Quiero reconfortar a Dios y no herirlo ni decepcionarlo más”. ¿Qué te parece pensar así? No pienses en cómo salvarte o escapar, en plan: “¿Cuándo se curará esta enfermedad? Cuando se cure, haré todo lo posible por cumplir con el deber y ser devoto. ¿Cómo puedo ser devoto estando enfermo? ¿Cómo puedo cumplir con el deber de un ser creado?”. Mientras te quede aliento, ¿no puedes cumplir con el deber? Mientras te quede aliento, ¿eres capaz de no avergonzar a Dios? Mientras te quede aliento, mientras tengas la mente lúcida, ¿eres capaz de no quejarte de Dios? (Sí). Es fácil decir “sí” ahora, pero no será tan fácil cuando te suceda realmente. Por eso debéis buscar la verdad, esforzaros con ella a menudo y pasar más tiempo reflexionando: “¿Cómo puedo satisfacer la voluntad de Dios? ¿Cómo puedo corresponder Su amor? ¿Cómo puedo cumplir con el deber de un ser creado?”.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. El único camino posible es la lectura frecuente de las palabras de Dios y la contemplación de la verdad

Con independencia de lo que te encuentres al cumplir con el deber —negatividad y debilidad, o mal humor tras haber sido tratado—, debes tratarlo de forma adecuada, buscar la verdad y entender la voluntad de Dios. Al hacer estas cosas tendrás una senda de práctica. Si deseas cumplir bien con el deber, no debe afectarte tu estado de ánimo. Por más negativo o débil que estés, debes practicar la verdad en todo lo que hagas, con absoluto rigor y ateniéndote a los principios. Si lo haces, no solo otras personas te darán su aprobación, sino que también agradarás a Dios. Así serás una persona responsable que asume una carga; una persona buena de verdad, que realmente da la talla en el cumplimiento del deber y vive íntegramente a semejanza de una persona auténtica. Esas personas se purifican y logran la verdadera transformación cuando cumplen con el deber y se puede decir que son honestas a los ojos de Dios. Solamente los honestos son capaces de perseverar en la práctica de la verdad, de actuar con principios y dar la talla en el cumplimiento del deber. Los que actúan con principios cumplen meticulosamente con el deber cuando están de buen humor; no se limitan a trabajar de manera superficial ni se lucen con tanta arrogancia para que los tengan en gran estima. Cuando están de mal humor, pueden realizar sus tareas cotidianas con la misma seriedad y responsabilidad y, aunque se encuentren con algo perjudicial para el cumplimiento de su deber, que los atosigue un poco o los perturbe mientras lo ejecutan, siguen siendo capaces de sosegar el corazón ante Dios para orar, diciendo: “Por muy grande que sea el problema al que me enfrente, aunque se hunda el cielo, mientras esté vivo, estoy decidido a hacer todo lo posible por cumplir mi deber. Cada día que vivo es un día en que debo cumplir bien con el deber para ser digno de esta obligación que Dios me ha otorgado, así como de este aliento que ha soplado en mi cuerpo. Por muchas dificultades que tenga, lo dejaré todo de lado, ¡pues el cumplimiento del deber es de suma importancia!”. Aquellos a quienes no afecta ninguna persona, incidencia, cosa ni circunstancia, a quienes no limita ningún estado de ánimo ni situación externa y que priorizan los deberes y las comisiones que Dios les ha encomendado son las personas leales a Dios, que se someten sinceramente a Él. Esta clase de personas han logrado entrar en la vida y en la realidad verdad. Esta es una de las manifestaciones más auténticas y prácticas de vivir la verdad.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La entrada en la vida comienza con el cumplimiento del deber

Las personas que no llevan a cabo su deber delante de Dios ya son culpables de los crímenes más atroces, para los cuales hasta la muerte es un castigo insuficiente, pero tienen el descaro de discutir con Dios y enfrentarse a Él. ¿Cuál es el valor de perfeccionar a semejantes personas? Cuando las personas no cumplen con su deber, deben sentirse culpables y en deuda; deben odiar su debilidad e inutilidad, su rebeldía y su corrupción y, aun más, deben entregarle su vida a Dios. Solo entonces son seres creados que aman verdaderamente a Dios, y solo ese tipo de personas son dignas de disfrutar las bendiciones y la promesa de Dios y de que Él las perfeccione. ¿Y qué pasa con la mayoría de vosotros? ¿Cómo tratáis al Dios que vive entre vosotros? ¿Cómo habéis llevado a cabo vuestro deber delante de Él? ¿Habéis hecho todo lo que fuisteis llamados a hacer, incluso a expensas de vuestra propia vida? ¿Qué habéis sacrificado? ¿Acaso no habéis recibido mucho de Mí? ¿Podéis discernir? ¿Qué tan leales sois a Mí? ¿Cómo me habéis servido? ¿Y qué hay de todo lo que os he otorgado y he hecho por vosotros? ¿Habéis tomado medida de todo esto? ¿Habéis juzgado y comparado esto con la poca conciencia que tenéis dentro de vosotros? ¿De quién podrían ser dignas vuestras palabras y acciones? ¿Podría ser que ese minúsculo sacrificio vuestro sea digno de todo lo que os he otorgado? No tengo otra opción y me he dedicado a vosotros con todo el corazón, pero vosotros albergáis intenciones malvadas y sois tibios conmigo. Ese es el alcance de vuestro deber, vuestra única función. ¿No es así? ¿No sabéis que habéis fracasado rotundamente en cumplir con el deber de un ser creado? ¿Cómo podéis ser considerados seres creados? ¿No os queda claro qué es lo que estáis expresando y viviendo? No habéis cumplido con vuestro deber, pero buscáis obtener la tolerancia y la gracia abundante de Dios. Esa gracia no ha sido preparada para unos tan inútiles y viles como vosotros, sino para los que no piden nada y se sacrifican con gusto. Las personas como vosotros, semejantes mediocres, sois totalmente indignos de disfrutar la gracia del cielo. ¡Solo dificultades y un castigo interminable acompañarán vuestros días! Si no podéis ser fieles a Mí, vuestro destino será el sufrimiento. Si no podéis ser responsables ante Mis palabras y Mi obra, vuestro destino será el castigo. Ni la gracia, ni las bendiciones ni la vida maravillosa del reino tendrán nada que ver con vosotros. ¡Este es el fin que merecéis tener y es una consecuencia de vuestras propias acciones! Los ignorantes y arrogantes no solo no hacen su mejor esfuerzo ni llevan a cabo su deber, sino que estiran las manos para recibir la gracia como si merecieran lo que piden. Y, si no obtienen lo que piden, se vuelven cada vez menos fieles. ¿Cómo pueden esas personas ser consideradas razonables? Sois de bajo calibre y estáis desprovistos de razón, completamente incapaces de cumplir el deber que debéis cumplir durante la obra de gestión. Vuestra valía ya se ha desplomado. Vuestro fracaso en recompensarme por mostraros esa gracia ya es un acto de extrema rebeldía, suficiente para condenaros y demostrar vuestra cobardía, incompetencia, vileza e indignidad. ¿Qué os da derecho a mantener las manos extendidas? Que sois incapaces de ser de la más mínima ayuda para Mi obra, que sois incapaces de ser leales y de manteneros firmes en el testimonio de Mí, esas son vuestras fechorías y fracasos, pero vosotros, en cambio, me atacáis, decís mentiras de Mí y os quejáis de que soy injusto. ¿Es esto lo que constituye vuestra lealtad? ¿Es esto lo que constituye vuestro amor? ¿Qué otra obra podéis hacer además de esta? ¿Cómo habéis contribuido a toda la obra que se ha hecho? ¿Qué tanto os habéis esforzado? Ya he mostrado gran tolerancia al no culparos, pero vosotros seguís poniendo excusas desvergonzadamente y os quejáis de Mí en privado. ¿Tenéis aunque sea un mínimo rastro de humanidad? Aunque el deber del hombre está manchado por su mente y sus nociones, debes cumplir con tu deber y mostrar tu lealtad. Las impurezas en la obra del hombre son un problema de su calibre, mientras que, si el hombre no cumple con su deber, eso muestra su rebeldía. No existe correlación entre el deber del hombre y que él sea bendecido o maldecido. El deber es lo que el hombre debe cumplir; es la vocación que le dio el cielo y no debe depender de recompensas, condiciones o razones. Solo entonces el hombre está cumpliendo con su deber. Ser bendecido es cuando alguien es perfeccionado y disfruta de las bendiciones de Dios tras experimentar el juicio. Ser maldecido es cuando el carácter de alguien no cambia tras haber experimentado el castigo y el juicio; es cuando alguien no experimenta ser perfeccionado, sino que es castigado. Pero, independientemente de si son bendecidos o maldecidos, los seres creados deben cumplir su deber, haciendo lo que deben hacer y haciendo lo que son capaces de hacer; esto es lo mínimo que una persona, una persona que busca a Dios, debe hacer. No debes llevar a cabo tu deber solo para ser bendecido y no debes negarte a actuar por temor a ser maldecido. Dejadme deciros esto: lo que el hombre debe hacer es llevar a cabo su deber, y si es incapaz de llevar a cabo su deber, esto es su rebeldía. Es por medio del proceso de llevar a cabo su deber que el hombre es cambiado gradualmente, y es por medio de este proceso que él demuestra su lealtad. Así pues, cuanto más puedas llevar a cabo tu deber, más verdad recibirás y más real será tu expresión. Los que solo cumplen con su deber por inercia y no buscan la verdad, al final serán descartados, pues esas personas no llevan a cabo su deber en la práctica de la verdad y no practican la verdad en el desempeño de su deber. Ellos son los que permanecen sin cambios y serán maldecidos. No solo sus expresiones son impuras, sino que todo lo que expresan es malvado.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La diferencia entre el ministerio de Dios encarnado y el deber del hombre

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Cumple con tu deber y te mantendrás firme en el testimonio

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