37. Qué es temer a Dios y evitar el mal

Palabras de Dios Todopoderoso de los últimos días

Un auténtico ser creado debe saber quién es el Creador, para qué sirve la creación del hombre, cómo cumplir con las responsabilidades de un ser creado y cómo adorar al Señor de toda la creación; debe entender, captar, conocer y preocuparse por las intenciones, los deseos y las exigencias del Creador, y debe seguir con Su camino: temer a Dios y apartarse del mal.

¿Qué es temer a Dios? ¿Y cómo puede alguien apartarse del mal?

“Temer a Dios” no significa sentir un terror u horror indescriptibles ni evadir ni distanciarse; no es idolatría ni superstición. Más bien es admiración, estima, confianza, entendimiento, consideración, sumisión, consagración, amor, así como adoración, compensación y rendición incondicionales y resignadas. Sin un conocimiento genuino de Dios, la humanidad no tendrá una admiración, una confianza, un entendimiento, una consideración u sumisión genuinos, sino solo pavor e inquietud; solo duda, conceptos erróneos, evasión y evitación. Sin un conocimiento genuino de Dios, la humanidad no tendrá una consagración y una compensación auténticas; sin un conocimiento genuino de Dios, la humanidad no tendrá una adoración y una rendición auténticas, solo idolatría y superstición ciegas; sin un conocimiento genuino de Dios, la humanidad no puede seguir Su camino ni temerle ni apartarse del mal. Por el contrario, toda actividad y conducta en las que el hombre participe estarán llenas de rebeldía y desafío, y habrá imputaciones difamatorias y juicios malignos sobre Él, y la conducta malvada irá en sentido contrario a la verdad y al verdadero significado de las palabras de Dios.

Una vez que la humanidad tenga verdadera confianza en Dios, entonces realmente lo seguirá y dependerá de Él; solo con una auténtica confianza y dependencia de Dios puede la humanidad tener un entendimiento y una comprensión genuinos. Junto con la comprensión real de Dios viene la consideración real por Él; solo con una consideración auténtica por Dios la humanidad puede tener una sumisión auténtica y solo con una sumisión auténtica a Dios la humanidad puede lograr una consagración genuina. Solo con una consagración genuina a Dios la humanidad puede tener una compensación incondicional y sin queja. Solo con una confianza, una dependencia, un entendimiento, una consideración, una sumisión, una consagración y una compensación genuinos, la humanidad puede verdaderamente llegar a conocer el carácter y la esencia de Dios, así como la identidad del Creador. Solo cuando ha llegado a conocer verdaderamente al Creador, la humanidad puede despertar en sí misma la adoración y la rendición genuinas. Solo cuando tiene una adoración y una rendición reales al Creador, la humanidad podrá ser verdaderamente capaz de dejar de lado sus caminos malvados, es decir, apartarse del mal.

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Prefacio

Ahora bien, todo el mundo quiere ser una persona que tema a Dios y evite el mal. Así pues, ¿qué significa el camino de temer a Dios y evitar el mal? Se puede decir que implica buscar someterse a Él de forma completa y absoluta. Implica tener auténtico miedo y temor de Dios, sin ningún elemento de engaño, oposición ni rebelión. Implica ser completamente puro de corazón y absolutamente leal y sumiso a Dios. Esta lealtad y esta sumisión deben ser absolutas, no relativas; no dependen del tiempo, del lugar o de la edad que se tenga. Este es el camino de temer a Dios y evitar el mal. En el proceso de este tipo de búsqueda, poco a poco lograrás conocer a Dios y experimentar Sus actos; sentirás Su cuidado y protección, percibirás la veracidad de Su existencia y sentirás Su soberanía. Finalmente notarás de verdad que Dios está en todo y que se encuentra justo a tu lado. Tendrás este entendimiento. Si no sigues el camino para temer a Dios y evitar el mal, nunca conocerás estas cosas.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. El hombre es el mayor beneficiario del plan de gestión de Dios

Job era un varón perfecto, temía a Dios y se apartaba del mal, y poseía una gran riqueza y un estatus venerable. Para alguien normal, que viviera en un entorno así y bajo estas condiciones, la dieta, la calidad de vida y los diversos aspectos de la vida personal de Job serían el centro de atención de la mayoría de las personas; por eso debemos continuar leyendo las escrituras: “Sus hijos solían ir y hacer un banquete en la casa de cada uno por turno, e invitaban a sus tres hermanas para que comieran y bebieran con ellos. Y sucedía que cuando los días del banquete habían pasado, Job enviaba a buscarlos y los santificaba, y levantándose temprano, ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque Job decía: Quizá mis hijos hayan pecado y maldecido a Dios en sus corazones. Así hacía Job siempre” (Job 1:4-5). […] Donde la Biblia describe los banquetes de los hijos de Job, no se le menciona; solo se indica que ellos comían y bebían juntos a menudo. En otras palabras, él no celebraba banquetes ni se unía a sus hijos en sus extravagantes comidas. Aunque opulento, y poseedor de muchos bienes y siervos, la vida de Job no era lujosa. No se dejó seducir por su entorno de vida superlativa ni se atiborró con los deleites de la carne, ni olvidó ofrecer holocaustos por su riqueza; esta no provocó, ni mucho menos, que se apartase gradualmente de Dios en su corazón. Es evidente, pues, que Job era disciplinado en su estilo de vida, y no era avaricioso o hedonista como resultado de las bendiciones de Dios sobre él, ni se obsesionaba con la calidad de vida. En vez de ello era humilde y modesto, no era dado a la ostentación y era cauto y cuidadoso delante de Dios. Pensaba a menudo en Sus gracias y bendiciones, y constantemente albergaba un corazón temeroso de Dios. En su vida diaria, Job se levantaba con frecuencia temprano para ofrecer holocaustos por sus hijos. Es decir, no sólo temía a Dios, sino que esperaba que sus hijos hiciesen lo propio y no pecasen contra Él. Su riqueza material no tenía sitio en su corazón, no reemplazaba la posición ostentada por Dios; tanto para sí mismo como para sus hijos los actos diarios guardaban, todos, relación con temerle y apartarse del mal. Su temor de Jehová Dios no se detenía en su boca, sino que era algo que ponía en acción, y se reflejaba en todas y cada una de las partes de su vida diaria. Esta conducta real dicha de Job nos muestra que era sincero, y poseía una esencia que amaba la justicia y las cosas positivas. Que Job enviara y santificara a menudo a sus hijos significa que no autorizaba ni aprobaba su comportamiento; más bien sentía aversión por sí mismo en su corazón, y los condenaba. Había llegado a la conclusión de que la conducta de sus hijos no estaba agradando a Jehová Dios, y por tanto les instaba frecuentemente a presentarse delante de Él y confesar sus pecados. Las acciones de Job nos muestran otro lado de su humanidad: uno en el que nunca anduvo con aquellos que pecaban y ofendían frecuentemente a Dios, sino que se apartaba de ellos y los evitaba. Aunque se trataba de sus hijos, no abandonó sus propios principios de conducta porque fuesen de su familia ni transigió con sus pecados por sus propios sentimientos. Más bien, les instó a confesar y obtener la paciencia de Dios, y les advirtió que no lo abandonasen por causa de su propio disfrute codicioso. Los principios de cómo trataba Job a los demás eran inseparables de los de su temor de Dios y apartarse del mal. Amaba lo que Él aceptaba, aborrecía lo que Él detestaba; amaba a los que temían a Dios en sus corazones, y aborrecía a los que cometían maldades o pecaban contra Él. Ese amor y ese aborrecimiento se demostraban en su vida cotidiana, y eran la propia rectitud de Job percibida por los ojos de Dios. Naturalmente, esto es también la expresión y el vivir de la verdadera humanidad de Job en sus relaciones con otros en su vida diaria sobre las que debemos aprender ahora.

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II

Después de que Dios dijera a Satanás: “Todo lo que él posee está en tu poder, solo que no pongas tu mano sobre él”,* este partió, y pronto se sucedieron ataques repentinos y feroces contra Job: primero, le robaron sus bueyes y asnos y mataron a algunos de sus siervos; después, sus ovejas y algunos siervos más se consumieron en el fuego; a continuación, le robaron sus camellos y mataron a aún más siervos; finalmente le quitaron la vida a sus hijos e hijas. Esta cadena de ataques fue el tormento sufrido por Job durante la primera tentación. Tal como Dios ordenó, durante estos ataques Satanás sólo eligió como objetivos la propiedad de Job y sus hijos y no dañó a Job mismo. Sin embargo, en un instante, Job pasó de ser un hombre poseedor de grandes riquezas a alguien que no tenía nada. Nadie podría haber resistido este asombroso golpe por sorpresa ni haber reaccionado adecuadamente frente al mismo, pero Job demostró su lado extraordinario. Las Escrituras proveen el siguiente relato: “Entonces Job se levantó y rasgó su ropa; se afeitó la cabeza y cayó al suelo en adoración”.* Esta fue la primera reacción de Job tras oír que había perdido a sus hijos y todas sus propiedades. Sobre todo, no pareció sorprendido ni asustado, mucho menos expresó ira u odio. Ves, por tanto, que en su corazón ya había reconocido que estos desastres no eran un accidente ni habían surgido de la mano del hombre, ni mucho menos eran la llegada de la retribución o el castigo. En su lugar, las pruebas de Jehová habían caído sobre él; era Jehová quien quería tomar sus propiedades y sus hijos. Job estaba muy tranquilo y lúcido entonces. Su humanidad perfecta y recta le permitió, de forma racional y natural, emitir juicios y tomar decisiones precisos sobre los desastres que le habían sucedido y, en consecuencia, se comportó con una calma inusual: “Entonces Job se levantó y rasgó su ropa; se afeitó la cabeza y cayó al suelo en adoración”.* “Rasgó su ropa” significa que estaba desnudo y no tenía nada; “se afeitó la cabeza” significa que había vuelto delante de Dios como un bebé recién nacido; “cayó al suelo en adoración” significa que había venido al mundo desnudo, y todavía sin nada hoy, había regresado a Dios como un recién nacido. Ningún ser creado de Dios habría podido lograr la actitud de Job frente a todo lo que le había sucedido. Su fe en Jehová fue más allá del ámbito de la creencia; era su temor de Dios, su sumisión a Él, y no solo fue capaz de dar gracias a Dios por darle cosas, sino también por quitárselas. Además, fue capaz de responsabilizarse de devolver todo lo que poseía a Dios, incluida su vida.

El temor que Job tenía de Dios y su sumisión a Él son un ejemplo para la humanidad, y su perfección y rectitud fueron la cúspide de la humanidad que el hombre debía poseer. Aunque no vio a Dios, se dio cuenta de que Él existía realmente y como resultado de esta comprensión temió a Dios, y debido a su temor de Dios fue capaz de someterse. Dio rienda suelta a Dios para que tomase todo lo que tenía, sin quejarse, y se postró delante de Él y le dijo que, incluso si Dios tomaba su carne en ese mismo momento, él le permitiría hacerlo con alegría, sin quejarse. Toda su conducta se debió a su humanidad perfecta y recta. Es decir, como consecuencia de su inocencia, honestidad y bondad Job fue firme en su comprensión y experiencia de la existencia de Dios. Sobre este fundamento se impuso exigencias y estandarizó su pensamiento, comportamiento, conducta y principios de acción delante de Dios, según Él lo dirigiera y de acuerdo con Sus hechos, que él había visto entre todas las cosas. Con el tiempo, sus experiencias provocaron en él un temor auténtico y real de Dios y le hicieron apartarse del mal. Esta era la fuente de la integridad a la que Job se aferraba con firmeza. Job era poseedor de una humanidad sincera, inocente y amable, y tenía una experiencia real de temer a Dios, someterse a Él y evitar el mal, así como el conocimiento de que “Jehová dio y Jehová quitó”. Solo por estas cosas fue capaz de mantenerse firme en su testimonio en medio de los ataques tan despiadados de Satanás; solo por ellas fue capaz de no decepcionar a Dios y darle una respuesta satisfactoria cuando Sus pruebas cayeron sobre él.

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II

Job había sufrido los estragos de Satanás, pero aun así no renegó del nombre de Jehová Dios. Su esposa fue la primera en salir a escena y desempeñar el papel de Satanás en una forma que es visible a los ojos del hombre, atacó a Job. El texto original lo describe así: “Entonces su mujer le dijo: ¿Aún conservas tu integridad? Maldice a Dios y muérete” (Job 2:9). Estas fueron las palabras habladas por Satanás disfrazado de ser humano. Eran un ataque y una acusación, así como una instigación, una tentación, y una difamación. Habiendo fracasado en el ataque a la carne de Job, Satanás atacó directamente su integridad, con el deseo de usarlo para que la abandonase, renunciase a Dios, y dejase de vivir. Satanás también quiso usar esas palabras para seducir a Job: si este renegaba del nombre de Jehová, no tendría que soportar más aquel tormento; podría liberarse de la tortura de la carne. Frente al consejo de su esposa, Job la reprendió diciendo: “Como habla cualquier mujer necia, has hablado. ¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal?” (Job 2:10). Job conocía estas palabras desde hacía mucho, pero, en este momento se demostraba que su conocimiento era verdadero.

Cuando su esposa le aconsejó maldecir a Dios y morir, lo que quiso decir fue: “Tu Dios te trata así, ¿por qué no lo maldices? ¿Qué haces viviendo aún? Tu Dios es muy injusto contigo, pero sigues diciendo ‘bendito sea el nombre de Jehová’. ¿Cómo puede traer el desastre sobre ti cuando tú bendices Su nombre? Apresúrate y reniega del nombre de Dios, y no le sigas más. De esta forma acabarán tus problemas”. En este momento, se produjo el testimonio que Dios deseaba ver en Job. Ninguna persona ordinaria podía dar ese testimonio ni leemos algo así en ninguna de las historias de la Biblia; pero Dios lo había visto mucho antes de que Job pronunciara estas palabras. Dios deseaba, simplemente, usar esta oportunidad para permitirle a Job que les demostrara a todos que Él estaba en lo cierto. Ante el consejo de su esposa, Job no sólo no abandonó su integridad ni renunció a Dios, sino que también le dijo a su mujer: “¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal?”. ¿Tienen mucho peso estas palabras? Aquí, sólo hay un hecho capaz de demostrar el peso de las mismas. Es su aprobación en el corazón de Dios, que Él las deseara, que eran lo que Él quería oír, y el desenlace que Él anhelaba ver; estas palabras son también la esencia del testimonio de Job. En esto se demostraban su perfección, su rectitud, su temor de Dios, y que se apartaba del mal. Lo valioso de Job residía en que siguió pronunciando esas palabras aun siendo tentado, y cuando todo su cuerpo estuvo cubierto de llagas, cuando soportó el mayor tormento, y cuando su esposa y familiares le aconsejaron. Dicho de otro modo, él creía en su corazón que, independientemente de las tentaciones, o de lo dolorosas que fueran las tribulaciones o el tormento, aunque la muerte tuviera que venir sobre él, no renunciaría a Dios ni rechazaría el camino de temer a Dios y apartarse del mal. Ves, pues, que Dios ocupaba el lugar más importante en su corazón, y que en este sólo estaba Él. Por esto leemos en las Escrituras descripciones suyas como: “En todo esto Job no pecó con sus labios”. No sólo no pecó con sus labios, sino que en su corazón no se quejó de Dios. No pronunció palabras hirientes de Dios ni tampoco pecó contra Dios. No sólo su boca bendijo el nombre de Dios, sino que también lo hizo en su corazón; su boca y su corazón eran uno. Este fue el verdadero Job que Dios veía, y por esta razón lo valoró.

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II

¿Por qué fue Job capaz de temer a Dios y apartarse del mal? ¿Qué pensaba en su fuero interno? ¿Cómo lograba no hacer esas cosas malas? Tenía un corazón temeroso de Dios. ¿Qué significa tener un corazón temeroso de Dios? Significa que en su interior tenía miedo de Dios, que lo honraba por ser grande y que en su corazón había un lugar reservado para Él. No tenía miedo de que Dios lo viera ni de que se pusiera furioso, sino que, más bien, lo honraba en su interior por ser grande y estaba dispuesto a complacerle y a aferrarse a Sus palabras. Por ello fue capaz de temer a Dios y apartarse del mal. Hoy en día, la expresión “temer a Dios y apartarse del mal” es algo que la gente dice, a pesar de no saber cómo llegó Job a conseguirlo. De hecho, Job consideraba que “temer a Dios y apartarse del mal” constituía el aspecto fundamental y más importante de creer en Dios. Por lo tanto, era capaz de aferrarse a esas palabras como si se trataran de un mandamiento. Escuchaba las palabras de Dios porque en su interior lo honraba por ser grande. Daba igual que Sus palabras pudieran parecer insignificantes a ojos de los hombres, aunque estas fueran simplemente comunes, en el corazón de Job, provenían del Dios altísimo; eran las palabras más importantes y valiosas. Aun cuando haya gente que las menosprecie, mientras sean las palabras de Dios, las personas deberían acatarlas, aunque ello las convierta en objeto de mofa o injurias. Aun cuando encuentren dificultades o sean perseguidas, han de aferrarse a Sus palabras hasta el final; no pueden renunciar a ellas. Eso es lo que significa temer a Dios. Has de aferrarte a cada palabra que Dios exige al hombre. En lo referente a aquellas cosas que Dios prohíbe o a aquellas que detesta, no pasa nada si las desconoces; pero, si sabes cuáles son, deberías ser capaz de no hacerlas bajo ningún concepto. Deberías ser capaz de atenerte a ello, aunque tu familia te abandone, los incrédulos se burlen o tus allegados te ridiculicen o se rían de ti. ¿Por qué debes aferrarte a ellas? ¿Cuál es tu punto de partida? ¿Cuáles son tus principios? Son estos: “Debo aferrarme a las palabras de Dios y obrar según Su voluntad. Me mantendré firme para hacer aquellas cosas que agradan a Dios y renunciaré resueltamente a aquellas que detesta. Si desconozco la voluntad de Dios, no pasa nada, pero si la conozco y la comprendo, he de escuchar y someterme resueltamente a Sus palabras. Nadie logrará impedírmelo y no flaquearé ni aun cuando el mundo toque a su fin”. Eso es lo que significa temer a Dios y apartarse del mal.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte

¿En qué asuntos de la vida cotidiana tenéis un corazón temeroso de Dios? ¿Y en cuáles no? ¿Eres capaz de odiar a alguien cuando te ofende o atenta contra tus intereses? Y cuando odias a alguien, ¿eres capaz de castigarle y vengarte? (Sí). ¡Entonces das miedo! Si no tienes un corazón temeroso de Dios y eres capaz de hacer cosas malvadas, entonces tu carácter desalmado es demasiado grave. El amor y el odio son cosas que la humanidad normal debe poseer, pero has de distinguir claramente entre lo que amas y lo que odias. En tu corazón debes amar a Dios, amar la verdad, amar las cosas positivas y amar a tus hermanos y hermanas, mientras que debes odiar a Satanás y los diablos, odiar las cosas negativas, odiar a los anticristos y odiar a los malvados. Si eres capaz de reprimir y vengarte de tus hermanos y hermanas por odio, eso que sería muy sobrecogedor; y este es el carácter de una persona malvada. Algunas personas simplemente tienen pensamientos e ideas llenos de odio, pero nunca harían nada malvado. No se trata de personas malvadas, porque cuando sucede algo, son capaces de buscar la verdad y prestan atención a los principios según los que se comportan y se ocupan de las cosas. Cuando interactúan con otros, no les piden más de lo que deben. Si se llevan bien con la persona, siguen interactuando con ella; si no se llevan bien, entonces no lo hacen. Eso apenas afecta al cumplimiento de su deber o a su entrada en la vida. Dios está en su corazón y tienen un corazón temeroso de Él. No están dispuestos a ofender a Dios y tienen miedo de hacerlo. Aunque estas personas puedan albergar determinados pensamientos e ideas incorrectos, son capaces de rebelarse contra ellos y dejarlos de lado. Se controlan en sus acciones y no pronuncian una sola palabra fuera de lugar o que ofenda a Dios. Alguien que habla y actúa de esta forma es alguien que tiene principios y practica la verdad. Tu personalidad podría ser incompatible con la de otra persona y podría no caerte bien, pero cuando trabajas al lado de ella, permaneces imparcial y no expresas tus frustraciones al llevar a cabo tu deber ni sacas tus frustraciones y las lanzas sobre los intereses de la casa de Dios; puedes encargarte de las cosas de acuerdo con los principios. ¿Qué manifiesta esto? Es una manifestación de tener un corazón temeroso de Dios básico. Si tienes un poco más, cuando ves que otro tiene carencias o debilidades, entonces, aunque te haya ofendido o tenga un prejuicio contra ti, todavía eres capaz de tratar a esa persona de manera adecuada y ayudarla con amor. Esto significa que tienes amor, que eres una persona con humanidad, que eres amable y capaz de practicar la verdad, que eres una persona honesta que posee las realidades-verdad, y que tienes un corazón temeroso de Dios. Si tu estatura todavía es baja, pero tienes voluntad, y estás dispuesto a esforzarte por la verdad y por hacer las cosas con principios, y si eres capaz de tratar los asuntos y actuar hacia los demás con principios, entonces esto también se considera tener cierto corazón temeroso de Dios; esto es completamente fundamental.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Las cinco condiciones que hay que cumplir para emprender el camino correcto de la fe en Dios

Una vez que la verdad se haya convertido en vida en ti, cuando observes a alguien que es blasfemo hacia Dios, no es temeroso de Él, y es superficial al cumplir con su deber, o que trastorna y perturba el trabajo de la iglesia, responderás de acuerdo con los principios-verdad, y serás capaz de identificarlos y exponerlos cuando sea necesario. Si la verdad no se ha convertido en tu vida y todavía vives inmerso en tu carácter satánico, entonces cuando descubras a personas malvadas y a demonios que causen trastornos y perturbaciones en el trabajo de la iglesia, harás la vista gorda y oídos sordos; los desestimarás sin que te lo reproche tu conciencia. Llegarás a creer que cualquiera que perturbe el trabajo de la iglesia no tiene nada que ver contigo. Por más que se resientan el trabajo de la iglesia y los intereses de la casa de Dios, a ti no te importa, ni intervienes ni te sientes culpable, lo que te convierte en alguien sin conciencia ni razón, un incrédulo, un trabajador. Comes de lo que es de Dios, bebes de lo que es de Dios y disfrutas de todo lo que viene de Dios, pero crees que ningún perjuicio a los intereses de la casa de Dios tiene que ver contigo, lo que te convierte en un traidor que muerde la mano que le da de comer. Si no proteges los intereses de la casa de Dios, ¿eres siquiera humano? Eres un demonio que se ha introducido en la iglesia. Finges creer en Dios, ser de Sus escogidos, y quieres gorronear en la casa de Dios. No estás viviendo la vida de un ser humano, eres más un demonio que una persona y, obviamente, eres un incrédulo. Si eres alguien que cree realmente en Dios, entonces, aunque aún no hayas obtenido la verdad y vida, al menos hablarás y actuarás desde el lado de Dios; al menos no te quedarás impasible cuando veas que los intereses de la casa de Dios están comprometidos. Cuando tengas el impulso de hacer la vista gorda, te sentirás culpable, a disgusto, y te dirás a ti mismo: “No puedo quedarme aquí sentado sin hacer nada, debo levantarme y decir algo, debo asumir la responsabilidad, debo desenmascarar este mal comportamiento, debo detenerlo para que los intereses de la casa de Dios no se vean perjudicados, y la vida de la iglesia no se vea perturbada”. Si la verdad se ha convertido en tu vida, entonces no solo tendrás este valor y esta determinación y serás capaz de comprender el asunto del todo, sino que también cumplirás con la responsabilidad que te corresponde en la obra de Dios y en los intereses de Su casa, con lo que cumplirás con tu deber. Si pudieras considerar tu deber como tu responsabilidad y obligación y como la comisión de Dios, y te pareciera necesario para estar cara a cara con Él y afrontar tu conciencia, ¿no vivirías entonces con la integridad y dignidad de la humanidad normal? Tus acciones y conducta serán el “temor de Dios y la evitación del mal” de los que Él habla. Estarás practicando la esencia de estas palabras y viviendo su realidad.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte

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