7. Cómo resolver el problema de carecer de transigencia y templanza

Palabras de Dios Todopoderoso de los últimos días

A las personas arrogantes y testarudas les cuesta aceptar la verdad; cuando oyen algo que no se alinea con sus propias perspectivas, opiniones y pensamientos, no lo aceptan. No les importa si lo que dicen otros está bien o mal, ni quién lo ha dicho, ni el contexto en el que se ha dicho, ni si se relaciona con sus propias responsabilidades y deberes. No les importa, lo primero que les urge es satisfacer sus propios sentimientos. ¿Acaso no es esto ser testarudo? En última instancia, ¿qué perjuicios les acarreará la testarudez a las personas? Les es difícil ganar la verdad. El carácter corrupto del hombre es la causa de no aceptarla, y el resultado definitivo es que no pueden alcanzarla fácilmente. Todo lo que brota de forma natural de la esencia naturaleza del hombre se opone a la verdad y no tiene nada que ver con ella; nada semejante se alinea ni se acerca a ella. Por lo tanto, hay que aceptarla y practicarla para alcanzar la salvación. Si uno no acepta la verdad y siempre quiere actuar según las propias preferencias, no se salvará. Si quieres seguir a Dios y cumplir bien con tu deber, primero debes evitar ser impulsivo cuando las cosas no te salgan como quieres. Primero cálmate y permanece tranquilo ante Dios, y órale y búscale en tu corazón. No seas testarudo; primero sométete. Solo con esa mentalidad puedes resolver mejor los problemas. Si puedes perseverar en la vida ante Dios, y te ocurra lo que te ocurra eres capaz de orarle y buscarle, y enfrentarte a ello con una mentalidad de sumisión, entonces no importa cuántas expresiones haya de tu carácter corrupto, ni qué transgresiones hayas cometido anteriormente: podrán resolverse siempre y cuando busques la verdad. No importan las pruebas que te sobrevengan, serás capaz de mantenerte firme. Mientras tengas la mentalidad correcta, seas capaz de aceptar la verdad y obedezcas a Dios según Sus requerimientos, entonces serás totalmente capaz de poner en práctica la verdad. Aunque a veces seas un poco rebelde y te resistas, y en ocasiones muestres razonamientos a la defensiva y seas incapaz de someterte, si puedes orar a Dios y cambiar tu estado de rebeldía, entonces puedes aceptar la verdad. Una vez hecho esto, reflexiona sobre por qué surgió en ti tal rebeldía y resistencia. Encuentra la razón, luego busca la verdad para resolverla, y así ese aspecto de tu carácter corrupto podrá ser purificado. Después de varias recuperaciones de tales tropiezos y caídas, hasta que puedas poner en práctica la verdad tu carácter corrupto se irá eliminando poco a poco.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte

Hay quienes, en el transcurso del deber, suelen actuar de forma arbitraria e imprudente. Son sumamente caprichosos: cuando están contentos, cumplen un poco con su deber, y cuando no lo están, se enfurruñan: “Hoy estoy de mal humor. No comeré nada y no voy a cumplir con mi deber”. Otros tienen que negociar entonces con ellos y decirles: “No puede ser. No puedes ser tan caprichoso”. ¿Y qué responde esa gente? “Sé que no puede ser, pero crecí en una familia rica y privilegiada. Mis abuelos y mis tías me malcriaban, y mis padres, peor aún. Yo era su tesoro, su favorito, y me consentían todo y me malcriaban. De esa educación viene este temperamento caprichoso, por lo que, cuando cumplo con un deber en la casa de Dios, no debato las cosas con nadie, ni busco la verdad ni me someto a Dios. ¿Tengo yo la culpa?”. ¿Es correcta su interpretación? ¿Tienen una actitud de búsqueda de la verdad? (No). Cada vez que alguien saca a relucir un pequeño defecto suyo —por ejemplo, que toman las mejores porciones de comida, que no se preocupan sino de sí mismos y que no piensan en los demás—, contestan: “Soy así desde niño. Estoy acostumbrado. Nunca he pensado en nadie. Siempre he tenido una vida privilegiada, con unos padres que me adoran y unos abuelos que me consienten. Soy el favorito de toda mi familia”. Esto es un montón de estupideces y falacias. ¿No es algo un poco descarado e insolente? Si tus padres te consienten, ¿significa eso que también te debe consentir el resto? Si tus parientes te adoran y consienten, ¿eso es motivo para que actúes de forma imprudente y arbitraria en la casa de Dios? ¿Es un motivo válido? ¿Es la actitud correcta que has de tener hacia tu carácter corrupto? ¿Una actitud de búsqueda de la verdad? (No). Cuando a estas personas les ocurre cualquier cosa, cuando tienen un problema relacionado con su carácter corrupto o con su vida, buscan justificaciones objetivas para responder de ello, para explicarlo, para justificarlo. Nunca buscan la verdad ni oran a Dios, y no se presentan ante Él para hacer introspección. Sin introspección, ¿puede uno conocer sus problemas y su corrupción? (No). ¿Y puede arrepentirse sin conocer su corrupción? (No). Si alguien no es capaz de arrepentirse, ¿en qué estado vivirá invariablemente? ¿No será en la autoindulgencia? ¿Con la sensación de que, aunque haya dejado brotar su corrupción, no ha cometido el mal ni infringido los decretos administrativos; de que, aunque aquello no estuviera de conformidad con los principios verdad, no fue deliberado y es perdonable? (Sí). Y bien, ¿es ese el tipo de estado que debe tener alguien que persiga la verdad? […] Las personas que son especialmente caprichosas y suelen comportarse de forma imprudente y arbitraria no aceptan el juicio y castigo de las palabras de Dios ni la poda y el trato. Además, suelen poner excusas para no perseguir la verdad y para su incapacidad de aceptar la poda y el trato. ¿Qué carácter es ese? Evidentemente, un carácter harto de la verdad, el carácter de Satanás. El hombre posee la naturaleza y el carácter de Satanás, así que no cabe duda de que la gente le pertenece a Satanás. Son diablos, descendientes de Satanás, y vástagos del gran dragón rojo. Algunas personas pueden llegar a admitir que son demonios, satanases, y vástagos del gran dragón rojo, y hablan muy bien de su conocimiento de sí mismas. Pero cuando revelan un carácter corrupto y alguien los revela, trata con ellas y las poda, intentan con todas sus fuerzas justificarse y no aceptan la verdad en absoluto. ¿Qué es lo que ocurre aquí? En esto, estas personas quedan totalmente expuestas. Dicen cosas muy bonitas cuando hablan de conocerse a sí mismas, así que ¿por qué cuando se enfrentan a la poda y el trato no pueden aceptar la verdad? Aquí hay un problema. ¿No es bastante común este tipo de cosas? ¿Es fácil de discernir? De hecho, lo es. Hay bastantes personas que admiten que son demonios y satanases cuando hablan de su autoconocimiento, pero después no se arrepienten ni cambian. Entonces, ¿es verdadero o falso el autoconocimiento del que hablan? ¿Tienen un conocimiento sincero de sí mismas, o es solo una treta para engañar a los demás? La respuesta es evidente. Por lo tanto, para ver si una persona tiene un autoconocimiento sincero, no hay que limitarse a escuchar lo que dice al respecto, sino que hay que fijarse en la actitud que tiene hacia la poda y el trato y si puede aceptar la verdad. Eso es lo más importante. Quien no acepta ser podado y tratado posee una esencia de no aceptar la verdad, de negarse a aceptarla, y su carácter está harto de la verdad. Eso está fuera de duda. Algunas personas no permiten que otros traten con ellas, por mucha corrupción que hayan revelado; nadie puede podarles ni tratar con ellas. Pueden hablar de su propio autoconocimiento de la manera que les plazca, pero si otra persona los pone en evidencia, los critica o trata con ellos, por muy objetivo que sea o que concuerde con los hechos, no lo aceptan. Sea cual sea la manifestación de un carácter corrupto que otro revele en ellos, son extremadamente antagonistas e insisten en dar justificaciones engañosas de sí mismos, sin ni siquiera el menor ápice de verdadera sumisión. Si tales personas no persiguen la verdad, estarán en problemas. En la iglesia son intocables e irreprochables. Cuando la gente dice algo bueno de ellas, eso les hace felices; cuando la gente señala algo malo de ellas, se enfadan. Si alguien las desenmascara y dice “eres buena persona, pero muy caprichosa. Siempre actúas de forma arbitraria e imprudente. Tienes que aceptar la poda y el trato. ¿No sería mejor para ti librarte de estos defectos y estas actitudes corruptas?”, replican: “Yo no he hecho nada malo. No he pecado. ¿Por qué tratas conmigo? En casa, tanto mis padres como mis abuelos me han consentido desde que era pequeño. Soy su tesoro, su favorito. Ahora, aquí, en la casa de Dios, nadie me consiente nada; ¡no tiene gracia vivir aquí! Siempre estáis criticándome algún defecto u otro y procurando tratar conmigo. ¿Cómo voy a vivir así?”. ¿Qué problema hay aquí? Los perspicaces se dan cuenta enseguida de que estas personas han sido mimadas por sus padres y su familia y de que ni siquiera actualmente saben comportarse ni vivir de forma independiente. Tu familia te ha adorado como si fueras un ídolo y no conoces tu lugar en el universo. Has desarrollado los vicios de la arrogancia, la santurronería y la veleidad extrema, de los que no eres consciente y sobre los que no sabes reflexionar. Crees en Dios, pero no escuchas Sus palabras ni practicas la verdad. ¿Puedes alcanzar la verdad con una fe así en Dios? ¿Puedes entrar en la realidad verdad? ¿Puedes vivir a auténtica semejanza de un ser humano? En absoluto.

La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Qué significa perseguir la verdad (1)

Hay otro grupo que no busca la comodidad física. Buscan hacer las cosas según sus propios caprichos y guiarse por su propio estado de ánimo. Cuando son felices, son capaces de tolerar más sufrimiento, pueden trabajar sin descanso durante todo el día, y si les preguntas si están cansadas, te dirán: “No estoy cansado, cómo podría cansarme el desempeño de mi deber”. Pero si un día están descontentas, aunque solo les pidas que dediquen un minuto más a algo, eso será motivo de disgusto, y si las reprendes un poco, dirán: “¡Calla! Me siento reprimido. Si sigues hablando, no llevaré a cabo mi deber y será por tu culpa. Si no recibo bendiciones en el futuro, tú serás el culpable y toda la responsabilidad recaerá sobre ti”. Las personas son volátiles cuando se encuentran en un estado anormal. A veces serán capaces de sufrir y pagar un precio, pero otras se quejarán por cualquier pequeño sufrimiento, e incluso un asunto menor las alterará. Cuando estén de mal humor, ya no querrán cumplir con sus deberes, leer las palabras de Dios, cantar himnos o asistir a reuniones y escuchar sermones. Lo único que querrán será estar solas un tiempo, y será imposible que alguien las ayude o las apoye. Al cabo de unos días, puede que se les pase y se sientan mejor. Cualquier cosa que no las satisfaga las hace sentirse reprimidas. ¿Acaso este tipo de personas no son particularmente obstinadas? (Sí). Son particularmente obstinadas. Por ejemplo, si quieren irse a dormir de inmediato, insistirán en hacerlo. Dirán: “Estoy cansado y quiero irme a dormir ahora mismo. Cuando no tengo energía tengo que dormir”. Si alguien dice: “¿No puedes aguantar diez minutos más? Esta tarea va a terminar muy pronto, y entonces podremos descansar todos, ¿qué opinas?”, responderán: “No, tengo que irme a dormir ahora mismo”. Si alguien las convence, aguantarán un rato de mala gana, pero se sentirán reprimidas y molestas. A menudo se sienten reprimidas respecto a estos asuntos y no están dispuestas a aceptar la ayuda de sus hermanos y hermanas, o a ser supervisadas por los líderes. Si cometen un error, no permitirán que otros las poden. No desean que las limiten de ninguna manera. Piensan: “Creo en Dios para poder encontrar la felicidad, así que ¿por qué voy a ponerme las cosas difíciles a mí mismo? ¿Por qué ha de ser mi vida tan agotadora? La gente debería vivir feliz. No deberían prestar tanta atención a esas normas y esos sistemas. ¿De qué sirve acatarlos siempre? Ahora mismo, en este momento, voy a hacer lo que quiera. Ninguno de vosotros debería tener nada que decir al respecto”. Este tipo de personas son especialmente obstinadas y disolutas: no se permiten sufrir ninguna coacción, ni desean sentirse limitadas en ningún entorno laboral. No desean atenerse a los reglamentos y principios de la casa de Dios, no están dispuestas a aceptar los principios que las personas deben mantener en su conducta, y ni siquiera desean atenerse a lo que la conciencia y la razón dicen que deben hacer. Quieren hacer lo que les apetezca, lo que les haga felices, lo que las beneficie y las haga sentir cómodas. Creen que vivir bajo estas restricciones atentaría contra su voluntad, que sería una especie de abuso de sí mismas, que sería demasiado duro para ellas y que la gente no debería vivir así. Estas personas piensan que la gente debe vivir libre y liberada, complaciendo su carne y sus anhelos con desenfreno, así como sus ideales y deseos. Piensan que deben dar rienda suelta a todas sus ideas, decir lo que les dé la gana, hacer lo que les plazca e ir adonde deseen, sin tener que considerar las consecuencias ni los sentimientos de los demás, y especialmente sin tener en cuenta sus propias responsabilidades y obligaciones, ni los deberes que los creyentes deben cumplir, ni las realidades-verdad que deben defender y vivir, ni la senda vital que deben seguir. Este grupo de personas siempre quiere hacer lo que le apetezca en la sociedad y entre los demás, pero, vayan donde vayan, nunca pueden lograrlo. Creen que la casa de Dios hace hincapié en los derechos humanos, que concede plena libertad a las personas, y que se preocupa por la humanidad, y por tolerar y ser indulgente con la gente. Piensan que después de venir a la casa de Dios deberían poder satisfacer libremente su carne y sus deseos, pero como la casa de Dios tiene decretos administrativos y reglamentos, siguen sin poder hacer lo que les apetece. Por tanto, esta emoción negativa y represiva no se puede resolver ni siquiera después de entrar en la casa de Dios. No viven para cumplir ningún tipo de responsabilidad o completar ninguna misión, ni para convertirse en una persona auténtica. Su fe en Dios no se basa en cumplir con el deber de un ser creado, completar su misión y alcanzar la salvación. Con independencia de las personas entre las que se encuentren, los entornos en los que se desenvuelvan o la profesión a la que se dediquen, su objetivo último es encontrarse y satisfacerse a sí mismas. El objetivo de todo lo que hacen gira en torno a esto, y la autosatisfacción es su eterno deseo y la meta de su búsqueda.

La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (5)

Un tipo de persona es entusiasta de corazón en su creencia en Dios. Le va bien cualquier deber, al igual que cierto grado de adversidad, pero su temperamento es inestable: es emocional, caprichosa e inconsistente. Actúa únicamente según su estado de ánimo. Cuando está feliz, hace correctamente el trabajo que le hayan encargado y se lleva bien con quien se relacione y se asocie. También está dispuesta a asumir más deberes: sea cual sea el deber que cumpla, lo hace con sentido de la responsabilidad. Así es como actúa cuando está de buen humor. Puede que haya una razón por la que lo esté: tal vez recibió elogios por hacer bien su deber y se ganó la estima y la aprobación del grupo, o quizá muchísima gente apreció la obra que hizo, de modo que se hincha como un globo que se llena cada vez más con cada soplo de alabanza. Por eso, sigue cumpliendo el mismo deber cada día, y sin embargo nunca llega a captar las intenciones de Dios ni a buscar los principios-verdad. Siempre actúa basándose en la experiencia. ¿Es la experiencia la verdad? ¿Es fiable actuar según la experiencia? ¿Se corresponde con los principios-verdad? Actuar de acuerdo con la experiencia no es conforme a los principios; habrá necesariamente momentos en los que esto falle. Por tanto, llega un día en el que ya no cumple bien su deber. Muchas cosas salen mal y se la poda. El grupo está insatisfecho con esta persona, quien adopta una postura negativa: “Ya no voy a cumplir más este deber. Lo hago mal. Todos vosotros sois mejores que yo. Soy yo el que no es bueno. ¡Quien quiera hacerlo, adelante!”. Alguien habla con ella sobre la verdad, pero no consigue abrirle los ojos; esta persona no entiende nada y dice: “¿Qué se puede compartir sobre esto? No me importa si es la verdad o no: haré mi deber cuando esté feliz y no lo haré cuando no lo esté. ¿Por qué hay que complicarlo tanto? Ahora no voy a hacerlo; me esperaré a un día en el que esté feliz”. Estas personas son así, sistemáticamente. Ya se trate de cumplir su deber, leer las palabras de Dios, escuchar sermones, asistir a reuniones o interactuar con otros, en todo lo que conlleva cualquier aspecto de su vida, lo que revelan es nublado un momento y soleado al siguiente, elevado un momento y deprimido al siguiente, frío un momento y cálido al siguiente, negativo un momento y positivo al siguiente. En resumen, su estado, ya sea bueno o malo, siempre es bastante pronunciado. Puedes verlo enseguida. Son inconsistentes en todo lo que hacen y simplemente se entregan a su temperamento. Cuando están felices, hacen mejor el trabajo y, cuando no, son chapuceros; es posible que incluso dejen de hacerlo y abandonen la tarea. Hagan lo que hagan, deben hacerlo de acuerdo con su estado de ánimo, con el entorno y con sus exigencias. No tienen ninguna voluntad de afrontar adversidades; están mimadas y consentidas, son histéricas e insensibles a la razón y no hacen nada para refrenarlo. Nadie puede ofenderlas; quien lo haga será el blanco de su mal genio, que llega como una tormenta, y, en cuanto pasa todo, se vuelven negativas y se sienten emocionalmente abatidas. Es más, lo hacen todo según sus preferencias. “Si me gusta este trabajo, lo haré; si no, no lo haré nunca. Quienquiera de vosotros que esté dispuesto, puede hacerlo. Eso no tiene nada que ver conmigo”. ¿Qué tipo de persona es esta? Cuando está feliz y su estado es bueno, está exaltada de corazón y dice que quiere amar a Dios. Está tan exaltada que llega a derramar lágrimas apasionadas que le caen por la cara y a sollozar enérgicamente. ¿Ama su corazón a Dios verdaderamente? El estado de amar a Dios de corazón es normal, pero, al observar su carácter, sus conductas y sus revelaciones, pensarías que se trata de un niño de unos diez años. Su carácter y su manera de vivir son caprichosos. Es inconsistente, desleal, irresponsable e ineficaz en todo lo que hace. Nunca afronta la adversidad y no está dispuesta a asumir responsabilidades. Cuando está feliz, le va bien hacer cualquier cosa; puede soportar algunas adversidades y también que sus intereses sufran un revés. Pero, si se siente infeliz, no hará nada. ¿Qué tipo de persona es esta? ¿Es normal un estado como este? (No). Esta cuestión trasciende incluso un estado anormal: es una manifestación de un grado extremo de capricho, estupidez, ignorancia e inmadurez. ¿Cuál es el problema del capricho? Algunos pueden decir: “Es una inestabilidad del temperamento. Son demasiado jóvenes y han sufrido muy pocas adversidades; su personalidad todavía no está definida, de modo que suelen comportarse de manera caprichosa”. La realidad es que el ser caprichoso no entiende de edades: personas cuarentonas y septuagenarias también son caprichosas a veces. ¿Cómo debe explicarse esto? El capricho es en realidad un problema del carácter de uno, ¡y sumamente grave! Si cumplen un deber importante, es posible que retrasen ese deber y el progreso del trabajo, causando pérdidas a los intereses de la casa de Dios y, si cumplen deberes ordinarios, también los afecta en ocasiones, lo que entorpece el desarrollo de las cosas. Nada de todo esto beneficia ni a uno ni a otros ni a la obra de la iglesia. Las pocas tareas que lleva a cabo y los precios que paga resultan en una pérdida neta. La gente particularmente caprichosa no es apta para cumplir deberes en la casa de Dios, y hay muchas personas así. El capricho es la manifestación más habitual entre las actitudes corruptas. Prácticamente todo el mundo tiene este tipo de carácter. ¿Y en qué consiste ese carácter? De manera natural, cada carácter corrupto es una variedad de las actitudes de Satanás, y el capricho es un carácter corrupto. En palabras moderadas, no es amar ni aceptar la verdad; en palabras más duras, es sentir aversión por la verdad y odiarla. ¿Pueden los caprichosos someterse a Dios? De ninguna manera. Pueden hacerlo momentáneamente, cuando están felices y obtienen algún beneficio, pero cuando este no es el caso se enfurecen y se atreven a resistirse a Él y a traicionarlo. Se dirán a sí mismos: “Me da igual si es la verdad o no, lo que importa es que estoy feliz y contento. ¡Si me siento infeliz, no me servirá nada de lo que diga nadie! ¿Para qué vale la verdad? ¿Para qué vale Dios? ¡Yo soy quien manda!”. ¿Qué tipo de carácter corrupto es este? (Odiar la verdad). Es un carácter que odia la verdad, que siente aversión por ella. ¿Conlleva algún elemento de arrogancia y vanidad? ¿De intransigencia? (Sí). Aquí reside otro estado atroz. Cuando están de buen humor, son simpáticos con todo el mundo y cumplen su deber con responsabilidad; la gente piensa que son personas buenas y sumisas, que están dispuestas a pagar un precio y aman realmente la verdad. Pero, tan pronto se vuelven negativas, lo dejan estar todo, se quejan e incluso se muestran insensibles a la razón. Aquí es donde emerge su lado malicioso. Nadie puede reprocharles nada. Incluso dirán: “Entiendo cada verdad, solo que no la practico. ¡Con estar a gusto conmigo mismo ya me bastará!”. ¿Qué tipo de carácter es este? (Malicia). Estas personas malvadas no solo están dispuestas a contraatacar a quienes puedan podarlas, sino que incluso los lastimarían y les harían daño, como un demonio malvado. Nadie se atrevería a meterse con ellas. ¿Acaso no se comportan de un modo muy caprichoso y malicioso? ¿Es este un problema relacionado con una edad joven? ¿Acaso no serían caprichosas si fueran mayores? ¿Serían más reflexivas y racionales si tuvieran más años? No. Esta no es una cuestión de su personalidad ni de su edad. Ahí se oculta un carácter corrupto profundamente arraigado que las gobierna y por el que viven. ¿Hay sumisión en alguien que vive en un carácter corrupto? ¿Puede buscar la verdad? ¿Alguna parte de él ama la verdad? (No). No, no hay nada de eso.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. ¿En qué se apoya exactamente la gente para vivir?

A la hora de enfrentarse a un asunto, resulta muy peligroso si las personas son demasiado obstinadas e insisten en sus propias ideas sin buscar la verdad. Dios las desdeñará y las apartará. ¿Qué consecuencia tendrá? Se puede decir con certeza que corren el peligro de que se les descarte. No obstante, aquellos que buscan la verdad pueden obtener el esclarecimiento y la guía del Espíritu Santo y ganar la bendición de Dios como resultado de ello. Las dos actitudes diferentes de buscar y no buscar la verdad pueden provocar dos resultados y dos estados distintos en ti. ¿Qué tipo de resultado preferís? (Prefiero obtener el esclarecimiento de Dios). Si las personas desean que Dios las esclarezca y guíe, además de recibir las gracias de Dios, ¿qué clase de actitud han de tener? Deben tener a menudo una actitud de búsqueda y sumisión ante Dios. Ya estés cumpliendo con tu deber, interactuando con otros o lidiando con un asunto particular al que te enfrentas, debes tener una actitud de búsqueda y sumisión. Con este tipo de actitud, se puede decir que tiene algo así como un corazón temeroso de Dios. Ser capaz de buscar y someterse a la verdad es la senda para temer a Dios y apartarse del mal. Si careces de una actitud de búsqueda y sumisión, y en cambio te aferras a ti mismo, eres obstinadamente hostil, rechazas aceptar la verdad y sentir aversión por ella, entonces naturalmente cometerás mucha maldad. ¡No podrás evitarlo! Si las personas nunca buscan la verdad para resolverlo, la consecuencia final será que, por mucho que experimenten, por muchas situaciones en las que se encuentren, por muchas lecciones que reciban y que Dios disponga para ellas, seguirán sin entender la verdad, y finalmente continuarán siendo incapaces de entrar en la realidad-verdad. Si las personas no poseen la realidad-verdad, serán incapaces de seguir el camino de Dios, y si nunca pueden seguir el camino de Dios, no son personas que temen a Dios y se apartan del mal. La gente no para de decir que quiere cumplir con sus deberes y seguir a Dios. ¿Acaso es todo tan sencillo? En absoluto. Estas cosas son enormemente importantes en la vida de las personas. No es fácil cumplir bien con el deber propio, satisfacer a Dios, alcanzar el temor de Dios y apartarse del mal. No obstante, os contaré un principio de práctica: si tienes una actitud de búsqueda y sumisión cuando te sucede algo, esto te protegerá. El objetivo final no es que estés protegido. Es que comprendas la verdad y seas capaz de entrar en la realidad-verdad y lograr la salvación de Dios; este es el objetivo final.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte

Todos aquellos que creen realmente en Dios son individuos que se ocupan del trabajo que les corresponde, son los que están dispuestos a desempeñar su deber, son capaces de asumir una labor y la hacen bien, de acuerdo con su calibre y los preceptos de la casa de Dios. Por supuesto, al principio puede ser un desafío adaptarse a esta vida. Puede que te sientas agotado física y mentalmente. Sin embargo, si realmente tienes la determinación de cooperar y la voluntad de convertirte en una persona normal y buena, y de alcanzar la salvación, entonces debes pagar cierto precio y permitir que Dios te discipline. Cuando tengas el impulso de ser obstinado, debes rebelarte contra él y desprenderte de ese impulso, y reducir poco a poco tu obstinación y tus deseos egoístas. Debes buscar la ayuda de Dios en asuntos cruciales, en momentos y en tareas cruciales. Si tienes determinación, entonces debes pedirle a Dios que te reprenda y te discipline, y que te esclarezca para que seas capaz de entender la verdad, de esa manera obtendrás mejores resultados. Si tu determinación es auténtica, si le oras a Dios en Su presencia y le suplicas, Él actuará. Cambiará tu estado y tus pensamientos. Si el Espíritu Santo realiza un poco de obra, te conmueve y te esclarece un poco, tu corazón cambiará y se transformará tu estado. Cuando ocurra esta transformación, sentirás que vivir de esta manera no es represivo. Tu estado y emociones reprimidos se transformarán y aliviarán, y ya no serán como antes. Sentirás que vivir así no resulta agotador. Disfrutarás desempeñando tu deber en la casa de Dios. Sentirás que es bueno vivir, comportarte y llevar a cabo tu deber de esta manera, soportando adversidades y pagando un precio, siguiendo las reglas y haciendo cosas en base a los principios. Sentirás que este es el tipo de vida que la gente normal debería tener. Cuando vivas según la verdad y cumplas bien con tu deber, te parecerá que tu corazón está firme y en paz, que tu vida tiene sentido. Pensarás: “¿Por qué no he sabido esto antes? ¿Por qué era tan obstinado? Antes vivía según las filosofías y las actitudes satánicas, sin vivir como humano ni como espíritu, y cuanto más vivía, más doloroso resultaba. Ahora que comprendo la verdad, puedo despojarme un poco de mi carácter corrupto, y soy capaz de sentir la verdadera paz y alegría de una vida dedicada a cumplir con mi deber y a practicar la verdad”. Entonces, ¿no habrá cambiado tu estado de ánimo? (Sí). Una vez que te des cuenta de por qué tu vida te parecía antes represiva y miserable, una vez que encuentres la raíz de tu sufrimiento y resuelvas el problema, tendrás esperanzas de cambiar. […] En primer lugar, tienen que aprender a ocuparse del trabajo que les corresponde, a asumir las responsabilidades y obligaciones de un adulto y de una persona normal, y luego aprender a acatar las normas y aceptar la gestión, la supervisión, y la poda de la casa de Dios, y cumplir bien con sus deberes. Esta es la actitud correcta que deben adoptar aquellos con conciencia y razón. En segundo lugar, deberían tener una comprensión y un conocimiento correctos de las responsabilidades, las obligaciones y los pensamientos y puntos de vista relacionados con la conciencia y la razón de la humanidad normal. Deberías deshacerte de tus emociones negativas y de la represión, y afrontar correctamente las diversas dificultades que surgen en tu vida. Para ti estas no son cosas adicionales ni cargas ni ataduras, sino más bien lo que tú, como adulto normal, debes soportar. Esto significa que todos los adultos, sea cual sea su sexo, su calibre, su aptitud o sus talentos, deben soportar todo lo que los adultos deben soportar, incluidos los entornos vitales a los que deben adaptarse, las responsabilidades, obligaciones y misiones que deben llevar a cabo y el trabajo que deben asumir. Antes que nada debes aceptar de buen grado estas cosas, en lugar de esperar que los demás te vistan y te alimenten, o depender de los frutos del trabajo de otros para sobrevivir. Además, debes aprender a adaptarte y aceptar diversos tipos de normas, preceptos y gestión, debes aceptar los decretos administrativos de la casa de Dios y aprender a adaptarte a una existencia y una vida entre otras personas. Debes poseer la conciencia y la razón de la humanidad normal, abordar correctamente a las personas, los acontecimientos y las cosas que te rodean, y manejar y resolver de forma adecuada los diversos problemas con los que te encuentres. Estas son todas las cosas con las que debe lidiar una persona con humanidad normal, también puede decirse que esta es la vida y el entorno vital al que debe enfrentarse un adulto. Por ejemplo, como adulto, debes confiar en tus propias capacidades para mantener y alimentar a tu familia, por muy difícil que sea tu vida. Esta es la adversidad que debes sobrellevar, la responsabilidad y la obligación que debes cumplir. Debes asumir las responsabilidades propias de un adulto. Por mucho que sufras o muy alto que sea el precio que pagues, por muy triste que te sientas, debes tragarte tus quejas y no debes desarrollar ninguna emoción negativa ni quejarte de nadie, porque eso es lo que se supone que deben soportar los adultos. Como adulto, debes asumir estas cosas, sin quejarte ni resistirte y, sobre todo, sin eludirlas ni rechazarlas. La actitud de un adulto en la vida no puede ser ir a la deriva, permanecer ocioso, hacer las cosas a su antojo, ser obstinado o caprichoso o hacer únicamente lo que le apetece. Todo adulto debe asumir las responsabilidades como tal, con independencia de las presiones a las que se enfrente, como las adversidades, enfermedades e incluso las diversas dificultades: son cosas que todo el mundo debe experimentar y soportar. Forman parte de la vida de una persona normal. Si no puedes soportar la presión o tolerar sufrimiento, significa que eres demasiado frágil e inútil. Cualquiera que viva debe soportar este sufrimiento, y nadie puede evitarlo. Ya sea en la sociedad o en la casa de Dios, es igual para todos. Esta es la responsabilidad que debes asumir, la pesada carga que debe llevar un adulto, la que debe soportar, y no debes eludirla. Si siempre intentas escapar o desechar todo esto, entonces tus emociones represivas saldrán a la luz, y siempre estarás enmarañado en ellas. Sin embargo, si puedes comprender y aceptar todo esto de una forma adecuada y verlo como una parte necesaria de tu vida y existencia, entonces estas cuestiones no deberían ser motivo para que desarrolles emociones negativas. En un sentido, debes aprender a asumir las responsabilidades y obligaciones que los adultos deben tener y sobrellevar. En otro aspecto, debes aprender a coexistir en armonía con los demás en tu entorno vital y de trabajo con una humanidad normal. No te limites a hacer lo que te apetezca. ¿Cuál es el propósito de la coexistencia armoniosa? El de completar mejor el trabajo y cumplir mejor las obligaciones y responsabilidades que tú, como adulto, debes completar y desempeñar, minimizar las pérdidas causadas por los problemas a los que te enfrentas en tu trabajo y maximizar los resultados y la eficiencia de este. Eso es lo que debes conseguir. Si posees una humanidad normal, deberías lograrlo cuando trabajes entre la gente. En cuanto a la presión del trabajo, tanto si viene de lo Alto o de la casa de Dios, como si se trata de la presión que ejercen sobre ti tus hermanos y hermanas, es algo que debes soportar. No puedes decir: “Esto supone demasiada presión, así que no lo voy a hacer. Solo busco ocio, tranquilidad, felicidad y comodidad al cumplir con mi deber y trabajar en la casa de Dios”. Esto no vale; no es un pensamiento que un adulto normal deba poseer, y la casa de Dios no es un lugar para que te entregues a la comodidad. Toda persona asume cierta dosis de presión y riesgo en su vida y en su trabajo. En cualquier trabajo, especialmente durante el desempeño de tu deber en la casa de Dios, debes esforzarte por obtener resultados óptimos. A un nivel mayor, esa es la enseñanza y la exigencia de Dios. A un nivel menor, es la actitud, el punto de vista, el estándar y el principio que toda persona debe adoptar en su comportamiento y sus acciones. Cuando cumples con un deber en la casa de Dios, debes aprender a atenerte a los preceptos y sistemas de la casa de Dios, debes aprender a acatar, conocer las normas y comportarte de manera correcta. Esta es una parte esencial del comportamiento de uno. No debes pasar todo tu tiempo complaciéndote a ti mismo en lugar de trabajar, sin pensar en serio en nada, y pasando tus días ociosamente o participando en actos ilícitos, y buscando tu propia manera de vivir, como hacen los incrédulos. No hagas que otros te desprecien, no te conviertas en un dedo en su ojo o en una espina en su costado, no provoques que todo el mundo te evite o te rechace, y no te conviertas en un escollo o un obstáculo para cualquier trabajo. Esta es la conciencia y la razón que debe poseer un adulto normal, y también la responsabilidad que debe asumir.

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