2. Noción del mundo religioso: “Cuando el Señor regrese, se aparecerá al hombre como un cuerpo espiritual resucitado de entre los muertos”

En la Biblia, dos ángeles señalan: “Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, vendrá de la misma manera, tal como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:11). Por eso cree el mundo religioso que, después de que el Señor Jesús terminase la obra de crucifixión, resucitó de entre los muertos, se apareció a Sus discípulos, se convirtió en un cuerpo glorioso y ascendió al cielo, con lo cual, cuando el Señor regrese, también se le aparecerá al hombre como un cuerpo espiritual resucitado de entre los muertos.

Palabras de Dios en la Biblia

“Pero de aquel día o de aquella hora nadie sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino solo el Padre” (Marcos 13:32).

“Por tanto, si no velas, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti” (Apocalipsis 3:3).

“Por eso, también vosotros estad preparados, porque a la hora que no pensáis vendrá el Hijo del Hombre” (Mateo 24:44).

“Porque así como el relámpago sale del oriente y resplandece hasta el occidente, así será la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24:27).

“Porque como el relámpago al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro extremo del cielo, así será el Hijo del Hombre en su día. Pero primero es necesario que Él padezca mucho y sea rechazado por esta generación” (Lucas 17:24-25).

“Pero a medianoche se oyó un clamor: ‘¡Aquí está el novio! Salid a recibirlo’” (Mateo 25:6).

“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo” (Apocalipsis 3:20).

Palabras de Dios Todopoderoso de los últimos días

Jesús se marchó en una nube blanca, esto es una realidad, pero ¿cómo podría volver entre los hombres en una nube blanca y seguir llamándose Jesús? Si realmente llegara en una nube, ¿cómo no iba a reconocerlo el hombre? ¿No lo reconocerían las personas de todo el mundo? En ese caso, ¿no sería Dios únicamente Jesús? En ese caso, la imagen de Dios sería la apariencia de un judío, y sería la misma eternamente. Jesús dijo que Él llegaría tal como se fue, pero ¿conoces el verdadero significado de Sus palabras? ¿Pudo realmente habérselo dicho a este grupo que formáis? Sólo sabes que Él llegará tal como se fue en una nube, pero ¿sabes exactamente cómo hace Su obra Dios mismo? Si de verdad fueras capaz de ver, entonces ¿cómo deben explicarse las palabras de Jesús? Él dijo: Cuando el Hijo del hombre venga en los últimos días, Él mismo no sabrá, los ángeles no sabrán, los mensajeros en el cielo no sabrán, y las personas no sabrán. Sólo el Padre sabrá, esto es, sólo el Espíritu sabrá. Ni siquiera el propio Hijo del hombre sabe, ¿y tú eres capaz de ver y saber? Si tú fueras capaz de saberlo y verlo con tus propios ojos, ¿acaso estas palabras no se habrán dicho en vano? ¿Y qué dijo Jesús en ese momento? “Pero de aquel día y hora nadie sabe, ni siquiera los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino solo el Padre. Porque como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. […] Por eso, también vosotros estad preparados, porque a la hora que no pensáis vendrá el Hijo del Hombre”. Cuando llegue ese día, el Hijo del hombre no lo sabrá. El Hijo del hombre se refiere a la carne encarnada de Dios, una persona normal y corriente. Ni siquiera el propio Hijo del hombre lo sabe; así pues, ¿cómo podrías saberlo tú? Jesús dijo que llegaría tal como partió. Ni siquiera Él sabe cuándo llegará, ¿cómo podría informarte entonces de antemano? ¿Eres capaz de ver Su llegada? ¿No es eso una broma?

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La visión de la obra de Dios (3)

Dios se hizo carne porque el objeto de Su obra no es el espíritu de Satanás o alguna cosa incorpórea, sino el hombre que es de la carne y a quien Satanás ha corrompido. Precisamente porque la carne del hombre ha sido corrompida es que Dios ha hecho al hombre carnal el objeto de Su obra; además, ya que el hombre es objeto de la corrupción, Dios lo ha hecho el único objeto de Su obra a través de todas las etapas de Su obra de salvación. El hombre es un ser mortal, es de carne y hueso, y Dios es el único que puede salvar al hombre. De esta manera, Dios debe convertirse en una carne que posea los mismos atributos que el hombre con el fin de hacer Su obra, para que esta pueda lograr mejores efectos. Dios debe hacerse carne para hacer Su obra justamente porque el hombre es de la carne y es incapaz de vencer el pecado o de despojarse de la carne.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios encarnado

La salvación del hombre por parte de Dios no se lleva a cabo directamente utilizando el método del Espíritu y la identidad del Espíritu, porque el hombre no puede ni tocar ni ver Su Espíritu, ni tampoco acercarse a Él. Si Él tratara de salvar al hombre directamente utilizando la perspectiva del Espíritu, el hombre sería incapaz de recibir Su salvación. Si Dios no se hubiera vestido con la forma exterior de un hombre creado, no habría forma de que el hombre recibiera esta salvación, pues el hombre no tiene forma de acercarse a Él, igual que nadie podía acercarse a la nube de Jehová. Solo volviéndose un ser humano creado, es decir, solo poniendo Su palabra en el cuerpo de carne en el que está a punto de convertirse, puede Él obrar personalmente la palabra en todos los que le siguen. Solo entonces puede el hombre ver y oír personalmente Su palabra, y, además, poseer Su palabra y, por estos medios, llegar a ser totalmente salvo. Si Dios no se hubiera hecho carne, nadie de carne y hueso podría recibir una salvación tan grande ni se salvaría una sola persona. Si el Espíritu de Dios obrara directamente en medio de la humanidad, la humanidad entera sería fulminada o, sin una forma de entrar en contacto con Dios, Satanás se la llevaría totalmente cautiva. La primera encarnación fue para redimir al hombre del pecado; para redimirlo por medio de la carne de Jesús; es decir, Él salvó al hombre desde la cruz, pero el carácter satánico corrupto todavía permanecía en el hombre. La segunda encarnación ya no tiene como propósito servir como ofrenda por el pecado, sino, más bien, salvar por completo a los que fueron redimidos del pecado. Esto se hace de tal forma que quienes han sido perdonados puedan ser librados de sus pecados, sean purificados completamente, y, al lograr un cambio de carácter, sean liberados de la influencia de la oscuridad de Satanás y regresen delante del trono de Dios. Sólo así puede el hombre ser plenamente santificado. […] Sólo haciéndose carne puede Dios vivir junto al hombre, experimentar el sufrimiento del mundo, y vivir en un cuerpo normal de carne. Sólo de esta forma puede proveer a los hombres con el camino práctico que necesitan como seres creados. El hombre recibe la salvación plena de Dios a través de la encarnación de Dios, no directamente del cielo en respuesta a sus oraciones. Y, como el hombre es de carne y hueso, no tiene forma de ver al Espíritu de Dios y, mucho menos, de acercarse a Él. Lo único con lo que el hombre puede entrar en contacto es con la carne encarnada de Dios y sólo a través de esto es el hombre capaz de entender todos los caminos y todas las verdades y recibir la salvación plena. La segunda encarnación será suficiente para eliminar los pecados del hombre y purificarlo plenamente. Por tanto, con la segunda encarnación se pondrá fin a la totalidad de la obra de Dios en la carne y se completará el sentido de la encarnación de Dios. A partir de ahí, la obra de Dios en la carne habrá llegado plenamente a su fin. Después de la segunda encarnación, Él no se hará carne una tercera vez para Su obra, porque toda Su gestión habrá llegado a su fin. La encarnación de los últimos días habrá ganado totalmente a Su pueblo escogido, y, en los últimos días, la humanidad habrá sido clasificada según su tipo. Él ya no hará más la obra de salvación ni regresará a la carne para llevar a cabo obra alguna.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El misterio de la encarnación (4)

La única razón por la que el Dios encarnado ha venido a la carne es por causa de las necesidades del hombre corrupto. Es por causa de las necesidades del hombre, no por las de Dios, y todos Sus sacrificios y sufrimientos son por el bien de la humanidad y no por el bien de Dios mismo. No hay pros y contras o recompensas para Dios; Él no va a segar una cosecha futura sino solo lo que desde el principio se le debía. Todo lo que hace y sacrifica por la humanidad no es para que pueda ganar grandes recompensas sino solo por el bien de la humanidad. Aunque la obra de Dios en la carne implica muchas dificultades inimaginables, los resultados que esta logra al final exceden por mucho los de la obra hecha directamente por el Espíritu. La obra de la carne conlleva muchas dificultades y la carne no puede poseer la misma identidad grandiosa que el Espíritu, no puede llevar a cabo los mismos hechos sobrenaturales que el Espíritu, mucho menos puede poseer la misma autoridad que este. Aun así, la esencia de la obra hecha por esta carne común y corriente es muy superior a la de la obra hecha directamente por el Espíritu, y esta misma carne es la respuesta a las necesidades de toda la humanidad. Para los que van a ser salvados, el valor de utilización del Espíritu es muy inferior al de la carne: la obra del Espíritu es capaz de cubrir todo el universo, a través de todas las montañas, ríos, lagos y océanos; sin embargo, la obra de la carne se relaciona de un modo más efectivo con cada persona con quien tiene contacto. Es más, el hombre puede entender mejor y confiar más en la carne de Dios que tiene una forma tangible, puede profundizar más en el conocimiento que tiene de Dios y puede dejar en el hombre una impresión más profunda de los hechos reales de Dios. La obra del Espíritu está envuelta en misterio; es difícil que los seres mortales la desentrañen y aún más difícil que la vean, y por eso solo pueden confiar en imaginaciones huecas. La obra de la carne, sin embargo, es normal y se basa en la realidad, y posee una rica sabiduría y es un hecho que el ojo físico del hombre puede contemplar; el hombre puede experimentar de forma personal la sabiduría de la obra de Dios y no tiene necesidad de emplear su profusa imaginación. Esta es la exactitud y el valor real de la obra de Dios en la carne. El Espíritu solo puede hacer cosas que son invisibles para el hombre y difíciles de que este se las imagine, por ejemplo, lo que el Espíritu esclarece, conmueve y guía, pero para el hombre que es capaz de pensar, esto no le aporta ningún significado claro. Solo lo conmueve, le proporciona un significado amplio, pero no le puede dar una instrucción con palabras. La obra de Dios en la carne, sin embargo, es muy diferente: implica la orientación exacta de las palabras, tiene una voluntad clara y requiere objetivos claros. Y así el hombre no tiene que dar palos de ciego o emplear su imaginación, mucho menos hacer conjeturas. Esta es la claridad de la obra en la carne y su gran diferencia con la obra del Espíritu. La obra del Espíritu solo es adecuada para una esfera limitada y no puede reemplazar la obra de la carne. La obra de la carne le aporta al hombre metas mucho más exactas y necesarias y un conocimiento mucho más real y valioso que la obra del Espíritu. La obra que es de mayor valor para el hombre corrupto es la que le proporciona palabras exactas, metas claras que perseguir y que puede ver y tocar. Solo la obra realista y la guía oportuna son idóneas para los gustos del hombre y solo la obra real puede salvar al hombre de su carácter corrupto y depravado. Esto solo lo puede lograr el Dios encarnado; solo el Dios encarnado puede salvar al hombre de su antiguo carácter corrupto y depravado. Aunque el Espíritu es la esencia inherente de Dios, una obra como esta solo la puede hacer Su carne. Si el Espíritu obrara completamente solo, no sería posible que Su obra fuera efectiva, esta es la pura verdad.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios encarnado

Aunque la carne encarnada de Dios está lejos de ser igual a la identidad y posición de Dios, y al hombre le parece que es incompatible con Su estatus real, esta carne, que no posee la verdadera imagen o identidad de Dios, puede hacer la obra que el Espíritu de Dios no puede hacer directamente. Tal es el significado y valor verdaderos de la encarnación de Dios y es este significado y valor lo que el hombre no puede apreciar y reconocer. Aunque toda la humanidad eleva la mirada al Espíritu de Dios y la baja a la carne de Dios, más allá de cómo vea o piense, el significado y el valor reales de la carne superan con creces a los del Espíritu. Por supuesto, esto solo se refiere a la humanidad corrupta. Para cualquiera que busca la verdad y anhela la aparición de Dios, la obra del Espíritu puede solo proporcionar una emoción o una inspiración, y una sensación de asombro por ser ella inexplicable e inimaginable, una sensación de que es grandiosa, trascendente y admirable aunque también inasequible e inalcanzable para todos. El hombre y el Espíritu de Dios solo se pueden ver el uno al otro desde lejos, como si hubiera una gran distancia entre ellos, y nunca pueden ser iguales, como si el hombre y Dios estuvieran separados por una división invisible. De hecho, esta es una ilusión que el Espíritu le da al hombre, porque el Espíritu y el hombre no son de la misma especie, y nunca van a coexistir en el mismo mundo, y porque el Espíritu no posee nada del hombre. Así que el hombre no necesita al Espíritu, ya que este no puede hacer directamente la obra que el hombre más necesita. La obra de la carne le ofrece al hombre objetivos reales que buscar, palabras claras y una sensación de que Él es real y normal, humilde y corriente. Aunque el hombre pueda tenerle miedo, a la mayoría de la gente le es fácil relacionarse con Él: el hombre puede contemplar Su rostro y oír Su voz y no tiene que contemplarlo desde lejos. Esta carne se siente accesible para el hombre, no resulta distante o insondable, sino visible y palpable, porque esta carne está en el mismo mundo que el hombre.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios encarnado

Porque el que es juzgado es el hombre, el hombre que es de la carne y se ha corrompido, y no es el espíritu de Satanás el que es juzgado directamente, la obra de juicio no se lleva a cabo en el mundo espiritual sino entre los hombres. Nadie es más adecuado y está más calificado que Dios en la carne para hacer la obra de juzgar la corrupción de la carne del hombre. Si el juicio lo llevara a cabo directamente el Espíritu de Dios, entonces no lo abarcaría todo. Además, sería difícil que el hombre aceptara esta obra, porque el Espíritu no puede enfrentarse cara a cara con el hombre y, por esta razón, los efectos no serían inmediatos, y mucho menos el hombre sería capaz de contemplar con mayor claridad el carácter de Dios que no se puede ofender. Satanás solo puede ser completamente derrotado si Dios en la carne juzga la corrupción de la humanidad. Al ser igual que el hombre que posee una humanidad normal, Dios en la carne puede juzgar directamente la injusticia del hombre; esta es la marca de Su santidad innata y Su extraordinariedad. Solo Dios está calificado y se halla en posición de juzgar al hombre, y es capaz de hacerlo porque posee la verdad y la justicia. Los que no tienen la verdad y la justicia no son aptos para juzgar a los demás. Si esta obra la hiciera el Espíritu de Dios, entonces no significaría una victoria sobre Satanás. Por naturaleza, el Espíritu es más exaltado que los seres mortales y, por naturaleza, el Espíritu de Dios es santo y victorioso sobre la carne. Si el Espíritu hiciera esta obra directamente, no sería capaz de juzgar toda la desobediencia del hombre y no podría revelar toda su injusticia. Porque la obra de juicio también se lleva a cabo por medio de las nociones que el hombre tiene de Dios y el hombre nunca ha tenido ninguna noción del Espíritu, y por eso el Espíritu es incapaz de revelar mejor la injusticia del hombre, mucho menos de descubrir por completo tal injusticia. El Dios encarnado es el enemigo de todos aquellos que no lo conocen. Por medio de juzgar las nociones del hombre y su oposición a Él, descubre toda la desobediencia de la humanidad. Los efectos de Su obra en la carne son más aparentes que los de la obra del Espíritu. Y así, el juicio de toda la humanidad no lo lleva a cabo directamente el Espíritu sino que es la obra del Dios encarnado.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios encarnado

Lo mejor de Su obra en la carne es que Él puede dejar palabras y exhortaciones exactas y Su voluntad precisa para la humanidad para los que lo siguen, para que después Sus seguidores puedan, de una manera más exacta y concreta, transmitir toda Su obra en la carne y Su voluntad a toda la humanidad para los que aceptan este camino. Solo la obra de Dios en la carne entre los hombres logra realmente el hecho de que Dios esté y viva junto con el hombre. Solo esta obra cumple el deseo del hombre de contemplar el rostro de Dios, de presenciar Su obra, y de escuchar la palabra personal de Dios. El Dios encarnado da fin a la era cuando solo la espalda de Jehová se aparecía a la humanidad y también concluye la era en que la humanidad tenía la creencia en el Dios ambiguo. En particular, la obra del último Dios encarnado trae a toda la humanidad a una era más realista, más práctica y bella. Él no solo concluye la era de la ley y las reglas; de mayor importancia aún, revela a la humanidad un Dios que es real y normal, que es justo y santo, que abre la obra del plan de gestión y demuestra los misterios y el destino de la humanidad, que creó a la humanidad y da fin a la obra de gestión y que ha permanecido oculto por miles de años. Da fin por completo a la era de ambigüedad y concluye la era en la que toda la humanidad deseaba buscar el rostro de Dios pero no era capaz de hacerlo, termina la era en la que toda la humanidad servía a Satanás y guía a toda la humanidad hasta llegar a entrar en una era completamente nueva. Todo esto es el resultado de la obra de Dios en la carne en vez de la del Espíritu de Dios. Cuando Dios obra en Su carne, los que lo siguen ya no buscan y andan a tientas por esas cosas que parecen existir y no existir a la vez, y dejan de tratar de suponer la voluntad del Dios ambiguo. Cuando Dios esparce Su obra en la carne, los que lo siguen transmitirán la obra que ha hecho en la carne a todas las religiones y denominaciones, y van a comunicar todas Sus palabras a oídos de toda la humanidad. Todo lo que escuchen los que reciban Su evangelio van a ser los hechos de Su obra, van a ser las cosas que el hombre personalmente haya visto y escuchado, y van a ser hechos y no rumores. Estos hechos son la evidencia con los cuales Él esparce la obra y también son las herramientas que usa para esparcir la obra. Sin la existencia de los hechos, Su evangelio no se esparciría a todos los países y a todos los lugares; sin los hechos, solo con las imaginaciones del hombre, Él nunca podría hacer la obra de conquistar a todo el universo. El Espíritu no es palpable para el hombre, le es invisible, y la obra del Espíritu es incapaz de dejarle al hombre cualquier otra prueba o hechos de la obra de Dios. El hombre nunca contemplará el verdadero rostro de Dios, siempre creerá en un Dios ambiguo que no existe. El hombre nunca contemplará el rostro de Dios ni nunca escuchará las palabras que Dios habló personalmente. Las imaginaciones del hombre son huecas, después de todo, y no pueden reemplazar el verdadero rostro de Dios; el hombre no puede imitar el carácter inherente de Dios y la obra de Dios mismo. El Dios invisible en el cielo y Su obra solo pueden ser traídos a la tierra por el Dios encarnado que personalmente hace Su obra entre los hombres. Esta es la manera más ideal para que Dios se aparezca al hombre, en la que el hombre ve a Dios y llega a conocer Su verdadero rostro, y esto no lo puede lograr un Dios no encarnado.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios encarnado

Esta vez, Dios viene a hacer la obra, no en un cuerpo espiritual, sino en uno muy corriente. Además, no solo es el cuerpo de la segunda encarnación de Dios, sino también el cuerpo a través del cual Él regresa a la carne. Es una carne muy corriente. No puedes ver nada que lo haga resaltar entre los demás, pero puedes recibir de Él las verdades que nunca antes se han oído. Esta carne insignificante es la personificación de todas las palabras de la verdad de Dios, la que emprende Su obra en los últimos días y la que expresa todo el carácter de Dios para que el hombre lo entienda. ¿No deseas enormemente ver al Dios del cielo? ¿No deseas enormemente entenderlo? ¿No deseas enormemente ver el destino de la humanidad? Él te contará todos estos secretos que ningún hombre ha sido capaz de contarte y Él te hablará también de las verdades que no entiendes. Él es tu puerta al reino y tu guía a la nueva era. Una carne tan corriente contiene muchos misterios insondables. Sus hechos pueden ser inescrutables para ti, pero el objetivo de toda la obra que Él realiza es suficiente para que veas que Él no es simple carne como la gente cree. Porque Él representa la voluntad de Dios, así como el cuidado mostrado por Dios hacia la humanidad en los últimos días. Aunque no puedes oír Sus palabras, que parecen sacudir los cielos y la tierra, aunque no puedes ver Sus ojos como llamas de fuego, y aunque no puedes recibir la disciplina de Su vara de hierro, sí puedes oír de Sus palabras la furia de Dios y saber que Dios muestra compasión por la humanidad; puedes ver Su carácter justo y Su sabiduría, y darte cuenta, además, de la preocupación que Él tiene por toda la humanidad. La obra de Dios en los últimos días consiste en permitirle al hombre ver al Dios del cielo vivir entre los hombres sobre la tierra y permitirles que lo conozcan, obedezcan, teman y amen. Por esta razón, Él ha regresado a la carne por segunda vez. Aunque lo que el hombre ve hoy es un Dios igual a él, un Dios con una nariz y dos ojos, un Dios sin nada especial, al final Él os mostrará que sin la existencia de este hombre el cielo y la tierra pasarían por un cambio tremendo; sin la existencia de este hombre, el cielo se volvería sombrío, la tierra se convertiría en caos y toda la humanidad viviría entre hambruna y plagas. Él os mostrará que, si Dios encarnado no viniera a salvaros en los últimos días, entonces Dios habría destruido a toda la humanidad hace mucho tiempo en el infierno; sin la existencia de esta carne, seríais para siempre archipecadores, seríais cadáveres eternamente. Deberíais saber que, sin la existencia de esta carne, toda la humanidad enfrentaría una calamidad inevitable y le resultaría imposible escapar del castigo más severo que Dios le impone en los últimos días. Sin el nacimiento de esta carne corriente, todos vosotros estaríais en un estado en el que rogar por la vida no haría posible vivir, y orar por la muerte no haría posible morir; sin la existencia de esta carne no podríais recibir hoy la verdad y venir ante el trono de Dios. Más bien, Él os castigaría por vuestros graves pecados. ¿Sabéis que si no fuera por el retorno de Dios a la carne, nadie tendría oportunidad de salvarse, y que si no fuera por la venida de esta carne, Dios habría acabado hace mucho la era antigua? Así las cosas, ¿podéis todavía rechazar la segunda encarnación de Dios? Ya que os podéis beneficiar tan enormemente de este hombre corriente, entonces ¿por qué no lo aceptáis con alegría?

[…]

Toda la obra de Dios en los últimos días se lleva a cabo a través de este hombre corriente. Él te lo concederá todo y, además, podrá decidirlo todo sobre ti. ¿Puede un hombre así ser como vosotros creéis: un hombre tan simple como para no ser digno de mención? ¿No es suficiente Su verdad para convenceros totalmente? ¿No es el testimonio de Sus hechos suficiente para convenceros del todo? ¿O es que la senda que os trae no es digna de que vosotros la sigáis? Después de todo, ¿qué es lo que os provoca sentir aversión contra Él y que lo desechéis y lo eludáis? Él es quien expresa la verdad, quien la provee y os da una senda por la que transitar. ¿Podría ser que vosotros aún no podéis encontrar las huellas de la obra de Dios en estas verdades? Sin la obra de Jesús, la humanidad no podría haber bajado de la cruz, pero sin la encarnación de hoy, aquellos que bajan de la cruz no podrían nunca recibir la aprobación de Dios ni entrar en la nueva era. Sin la venida de este hombre corriente, nunca tendríais la oportunidad ni seríais aptos para ver el rostro verdadero de Dios, porque todos vosotros sois objetos que deberían haber sido destruidos hace mucho tiempo. Debido a la venida de la segunda encarnación de Dios, Él os ha perdonado y os ha mostrado misericordia. Independientemente de ello, las palabras con las que os debo dejar al final siguen siendo estas: este hombre corriente, que es Dios encarnado, es de una importancia vital para vosotros. Esta es la gran cosa que Dios ya ha llevado a cabo entre los hombres.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Sabías que Dios ha hecho algo grande entre los hombres?

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