7. Falacia del mundo religioso: “Todo aquel que predique que el Señor se ha hecho carne predica sobre un Cristo falso”

A tenor de estas palabras de la Biblia: “Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y mostrarán grandes señales y prodigios, para así engañar, de ser posible, aun a los escogidos(Mateo 24:24), el mundo religioso piensa que, como habrá falsos Cristos en los últimos días, todo aquel que predique que el Señor ha regresado y que lo ha hecho encarnado predica sobre un Cristo falso que engaña a la gente y al que no hay que creer en modo alguno.

Palabras de la Biblia

“Así también Cristo, habiendo sido ofrecido una vez para llevar los pecados de muchos, aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvación de los que ansiosamente le esperan” (Hebreos 9:28).

“Por eso, también vosotros estad preparados, porque a la hora que no pensáis vendrá el Hijo del Hombre” (Mateo 24:44).

“Porque así como el relámpago sale del oriente y resplandece hasta el occidente, así será la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24:27).

“Porque como el relámpago al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro extremo del cielo, así será el Hijo del Hombre en su día. Pero primero es necesario que Él padezca mucho y sea rechazado por esta generación” (Lucas 17:24-25).

“En esto conocéis el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo” (1 Juan 4:2-3).

Palabras de Dios Todopoderoso de los últimos días

El Dios encarnado se llama Cristo y Cristo es la carne vestida con el Espíritu de Dios. Esta carne es diferente a cualquier hombre que es de la carne. La diferencia es porque Cristo no es de carne y hueso; Él es la encarnación del Espíritu. Tiene tanto una humanidad normal como una divinidad completa. Su divinidad no la posee ningún hombre. Su humanidad normal sustenta todas Sus actividades normales en la carne, mientras que Su divinidad lleva a cabo la obra de Dios mismo. […] Dado que Dios se hace carne, Él hace realidad Su esencia dentro de Su carne de tal manera que Su carne es suficiente para asumir Su obra. Por lo tanto, toda la obra del Espíritu de Dios la reemplaza la obra de Cristo durante el tiempo de la encarnación, y la obra de Cristo está en el corazón de toda la obra, a través del tiempo de la encarnación. No se puede mezclar con la obra de ninguna otra era. Y ya que Dios se hace carne, obra en la identidad de Su carne; ya que viene en la carne, entonces termina en la carne la obra que debía hacer. Ya sea el Espíritu de Dios o Cristo, ambos son Dios mismo y Él hace la obra que debe hacer y desempeña el ministerio que debe desempeñar.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia de Cristo es la obediencia a la voluntad del Padre celestial

El Dios que se hizo carne se llama Cristo, y así el Cristo que les puede dar a las personas la verdad se llama Dios. No hay nada excesivo en esto, porque Él posee la esencia de Dios, posee el carácter de Dios, y posee la sabiduría en Su obra, carácter y sabiduría que el hombre no puede alcanzar. Los que a sí mismos se llaman Cristo, pero que no pueden hacer la obra de Dios, son fraudes. Cristo no es sólo la manifestación de Dios en la tierra, sino que también es la carne particular asumida por Dios a medida que lleva a cabo y completa Su obra entre los hombres. Esta carne no puede ser suplantada por cualquier hombre, sino que es una carne que puede asumir adecuadamente la obra de Dios en la tierra, expresar el carácter de Dios y representarlo a Él bien, y proveer la vida al hombre. Tarde o temprano, aquellos que suplantan a Cristo caerán porque, aunque afirman ser Cristo, no poseen nada de Su esencia. Y así digo que la autenticidad de Cristo, el hombre no la puede definir, sino que Dios mismo la contesta y la decide.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo el Cristo de los últimos días le puede dar al hombre el camino de la vida eterna

Aquel que es Dios encarnado poseerá la esencia de Dios, y Aquel que es Dios encarnado tendrá la expresión de Dios. Puesto que Dios se hace carne, Él traerá la obra que pretende llevar a cabo y puesto que se hace carne expresará lo que Él es; será, asimismo, capaz de traer la verdad al hombre, de concederle la vida y de señalarle el camino. La carne que no contiene la esencia de Dios definitivamente no es el Dios encarnado; de esto no hay duda. Si el hombre pretende investigar si es la carne encarnada de Dios, entonces debe corroborarlo a partir del carácter que Él expresa y de las palabras que Él habla. Es decir, para corroborar si es o no la carne encarnada de Dios y si es o no el camino verdadero, la persona debe discernir basándose en Su esencia. Y, así, a la hora de determinar si se trata de la carne de Dios encarnado, la clave yace en Su esencia (Su obra, Sus declaraciones, Su carácter y muchos otros aspectos), en lugar de fijarse en Su apariencia externa. Si el hombre sólo analiza Su apariencia externa, y como consecuencia pasa por alto Su esencia, esto muestra que el hombre es ignorante.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Prefacio

Aunque Cristo en la tierra es capaz de obrar en nombre de Dios mismo, no viene con la intención de mostrarles a todos los hombres Su imagen en la carne. No viene para que todos los hombres lo vean; viene para permitirle al hombre que Su mano lo guíe y así el hombre entra en una nueva era. La función de la carne de Cristo es para la obra de Dios mismo; es decir, para la obra de Dios en la carne y no para permitirle al hombre entender por completo la esencia de Su carne. No importa cómo Él obre, nada de lo que hace excede lo que puede alcanzar la carne. No importa cómo obre, lo hace así en la carne con una humanidad normal y no le revela por completo al hombre el verdadero rostro de Dios. Además, Su obra en la carne nunca es tan sobrenatural o inestimable como la concibe el hombre. Aunque Cristo representa a Dios mismo en la carne y ejecuta en persona la obra que Dios mismo debe hacer, no niega la existencia de Dios en el cielo y tampoco proclama febrilmente Sus propias acciones. Más bien, humildemente permanece escondido dentro de Su carne. Excepto por Cristo, los que falsamente afirman ser Cristo no poseen Sus cualidades. Cuando se yuxtapone al carácter arrogante y de autoexaltación de esos falsos Cristos, se hace evidente qué clase de carne es verdaderamente Cristo. Entre más falsos son esos falsos Cristos, más alardean y más capaces son de obrar señales y maravillas para engañar a los hombres. Los falsos Cristos no tienen las cualidades de Dios; Cristo no está contaminado con ningún elemento que pertenezca a los falsos Cristos. Dios se hace carne solo para completar la obra de la carne y no simplemente para permitirles a los hombres verlo. Más bien, deja que Su obra afirme Su identidad y permite que lo que Él revela dé testimonio de Su esencia. Su esencia no es infundada; Su identidad no ha sido tomada por Su mano; Su identidad está determinada por Su obra y Su esencia.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia de Cristo es la obediencia a la voluntad del Padre celestial

Si durante la época actual emerge una persona capaz de exhibir señales y maravillas, echar fuera demonios, sanar a los enfermos y llevar a cabo muchos milagros, y si esta persona declara ser Jesús que ha venido, sería una falsificación producida por espíritus malignos que imitan a Jesús. ¡Recuerda esto! Dios no repite la misma obra. La etapa de la obra de Jesús ya ha sido completada, y Dios nunca más la acometerá. La obra de Dios es irreconciliable con las nociones del hombre; por ejemplo, el Antiguo Testamento predijo la venida de un Mesías, y el resultado de esta profecía fue la venida de Jesús. Como esto ya había ocurrido, sería erróneo que viniera otro Mesías de nuevo. Jesús ya ha venido una vez, y sería incorrecto que viniera de nuevo en esta ocasión. Hay un nombre para cada era, y cada nombre contiene una caracterización de esa era. En las nociones del hombre, Dios siempre debe hacer señales y maravillas, siempre debe sanar a los enfermos y echar fuera demonios, y siempre debe ser como Jesús. Pero esta vez Dios no es así en absoluto. Si durante los últimos días, Dios siguiera exhibiendo señales y maravillas, echara fuera demonios y sanara a los enfermos —si hiciera exactamente lo mismo que Jesús—, Dios estaría repitiendo la misma obra, y la de Jesús no tendría importancia ni valor. Así pues, Dios lleva a cabo una etapa de la obra en cada era. Una vez completada cada etapa de Su obra, los espíritus malignos la imitan pronto, y después de que Satanás empieza a pisarle los talones a Dios, este cambia a un método diferente. Una vez que Dios ha completado una etapa de Su obra, los espíritus malignos la imitan. Debéis tener claro esto.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Conocer la obra de Dios hoy

En esta etapa de la obra Dios no lleva a cabo señales y maravillas, de forma que la obra logrará sus resultados por medio de las palabras. Además, esto se debe a que la obra del Dios encarnado esta vez no consiste en sanar a los enfermos ni echar fuera a los demonios, sino conquistar al hombre hablando; lo que quiere decir que la habilidad natural de esta carne encarnada de Dios es hablar palabras y conquistar al hombre, no sanar a los enfermos ni echar fuera a los demonios. Su obra en una humanidad normal no es realizar milagros, ni sanar a los enfermos ni echar fuera a los demonios, sino hablar; y por eso la segunda carne encarnada les parece a las personas más normal que la primera. Las personas ven que la encarnación de Dios no es mentira; pero este Dios encarnado es diferente a Jesús encarnado y, aunque ambos son Dios encarnado, no son completamente iguales. Jesús poseía una humanidad normal y ordinaria, pero Él estuvo acompañado por muchas señales y maravillas. En este Dios encarnado, los ojos humanos no verán señales o maravillas, ni sanación de enfermos ni expulsión de demonios, ni lo verán caminar sobre el mar ni ayunar durante cuarenta días… Él no realiza la misma obra que Jesús llevó a cabo, no porque Su carne sea en esencia diferente a la de Jesús, sino porque no es Su ministerio sanar a los enfermos y echar fuera a los demonios. Él no echa abajo Su propia obra ni la interrumpe. Como conquista al hombre a través de Sus palabras reales, no hay necesidad de someterlo con milagros y, por tanto, esta etapa consiste en completar la obra de la encarnación. El Dios encarnado que ves hoy es completamente una carne y no hay nada sobrenatural en Él. Se enferma como los demás, necesita comida y ropa como los demás; Él es completamente una carne. Si en esta ocasión, Dios encarnado llevara a cabo señales y maravillas sobrenaturales, si sanara a los enfermos, echara fuera a los demonios o pudiera matar con una palabra, ¿cómo se realizaría la obra de conquista? ¿Cómo se difundiría la obra entre las naciones gentiles? Sanar a los enfermos y echar fuera a los demonios fue la obra de la Era de la Gracia, era el primer paso en la obra de redención, y ahora que Dios ha salvado al hombre de la cruz, Él ya no realiza esa obra. Si, durante los últimos días, apareciera un “Dios” igual a Jesús, uno que sanara a los enfermos, echara fuera a los demonios y fuera crucificado por el hombre, aunque ese “Dios” fuera idéntico a la descripción de Dios en la Biblia y fácil de aceptar para el hombre, no sería, en su esencia, la carne que vestiría el Espíritu de Dios, sino un espíritu maligno. Y es que el principio de la obra de Dios es no repetir nunca lo que Él ya ha completado. Así pues, la obra de la segunda encarnación es diferente a la de la primera. En los últimos días, Dios materializa la obra de conquista en una carne ordinaria, normal; Él no sana a los enfermos ni será crucificado por el hombre, sino que simplemente habla palabras en la carne y conquista al hombre en la carne. Solo una carne como esta es la carne de Dios encarnado; solo una carne como esta puede completar la obra de Dios en la carne.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia de la carne habitada por Dios

Algunos están poseídos por espíritus malignos y claman vehementemente: “¡Soy Dios!”. Pero, al final, son revelados porque lo que representan es incorrecto. Representan a Satanás y el Espíritu Santo no les presta atención. Por muy alto que te exaltes o por muy fuerte que clames, sigues siendo un ser creado, que pertenece a Satanás. Yo nunca clamo: “¡Soy Dios! ¡Soy el amado Hijo de Dios!”. Pero la obra que realizo es la obra de Dios. ¿Es necesario que grite? No hay necesidad de exaltarse. Dios lleva a cabo Su obra por Sí mismo y no necesita que el hombre le conceda un estatus o un título honorífico: Su obra representa Su identidad y estatus. Antes de Su bautismo, ¿no era Jesús Dios mismo? ¿No era la carne encarnada de Dios? ¿Será posible que Él se convirtió en el único Hijo de Dios solo después de que se dio testimonio de Él? ¿Acaso no había un hombre llamado Jesús mucho antes de que Él comenzase Su obra? Tú no puedes crear nuevas sendas ni representar al Espíritu. No puedes expresar la obra del Espíritu ni las palabras que Él habla. No puedes realizar la obra de Dios mismo ni la del Espíritu. No tienes la capacidad de expresar la sabiduría, la maravilla y lo insondable de Dios ni todo el carácter por medio del cual Él castiga al hombre. Por tanto, sería inútil intentar afirmar ser Dios; solo tendrías el nombre y nada de la esencia. Dios mismo ha venido, pero nadie lo reconoce; sin embargo, Él sigue en Su obra y lo hace en representación del Espíritu. No importa si lo llamas hombre o Dios, Señor o Cristo o hermana. Pero la obra que Él lleva a cabo es la del Espíritu y representa la obra de Dios mismo. No le importa el nombre que el hombre le dé. ¿Puede ese nombre determinar Su obra? Independientemente de cómo lo llames, en lo que respecta a Dios, Él es la carne encarnada del Espíritu de Dios; representa al Espíritu y el Espíritu lo aprueba. Si eres incapaz de abrir paso a una nueva era o de finalizar la antigua o de marcar el inicio de una nueva era o de llevar a cabo una nueva obra, entonces, ¡no se te puede llamar Dios!

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El misterio de la encarnación (1)

Vuestra lealtad es solo de palabra, vuestro conocimiento es simplemente intelectual y conceptual, vuestras labores son para obtener las bendiciones del cielo y, por tanto, ¿cómo debe ser vuestra fe? Incluso hoy, seguís haciendo oídos sordos a todas y cada una de las palabras de la verdad. No sabéis qué es Dios, qué es Cristo, cómo temer a Jehová, cómo entrar en la obra del Espíritu Santo ni cómo distinguir entre la obra de Dios mismo y los engaños del hombre. Solo sabes condenar cualquier palabra de la verdad expresada por Dios que no se conforma a tus propios pensamientos. ¿Dónde está tu humildad? ¿Y tu obediencia? ¿Y tu lealtad? ¿Y tu actitud de buscar la verdad? ¿Y tu corazón temeroso de Dios? Esto os digo, aquellos que creen en Dios por las señales pertenecen sin duda a la categoría que será destruida. Los que son incapaces de recibir las palabras de Jesús, que ha vuelto a la carne, son sin duda la progenie del infierno, los descendientes del arcángel, la categoría que será sometida a la destrucción eterna. Muchas personas pueden no preocuparse por lo que digo, pero aun así quiero decirle a cada uno de estos llamados santos que siguen a Jesús que, cuando lo veáis descendiendo del cielo sobre una nube blanca con vuestros propios ojos, esta será la aparición pública del Sol de justicia. Quizás será un momento de gran entusiasmo para ti, pero deberías saber que el momento en el que veas a Jesús descender del cielo será también el momento en el que irás al infierno a ser castigado. Ese será el momento del final del plan de gestión de Dios, y será cuando Él recompense a los buenos y castigue a los malvados. Porque Su juicio habrá terminado antes de que el hombre vea señales, cuando solo exista la expresión de la verdad. Aquellos que acepten la verdad y no busquen señales, y por tanto hayan sido purificados, habrán regresado ante el trono de Dios y entrado en el abrazo del Creador. Solo aquellos que persisten en la creencia de que “El Jesús que no cabalgue sobre una nube blanca es un falso Cristo” se verán sometidos al castigo eterno, porque solo creen en el Jesús que exhibe señales, pero no reconocen al Jesús que proclama un juicio severo y manifiesta el camino verdadero y la vida. Y por tanto, solo puede ser que Jesús trate con ellos cuando Él vuelva abiertamente sobre una nube blanca. Son demasiado tozudos, confían demasiado en sí mismos, son demasiado arrogantes. ¿Cómo puede recompensar Jesús a semejantes degenerados? El regreso de Jesús es una gran salvación para aquellos que son capaces de aceptar la verdad, pero para los que son incapaces de hacerlo es una señal de condenación. Debéis elegir vuestro propio camino y no blasfemar contra el Espíritu Santo ni rechazar la verdad. No debéis ser personas ignorantes y arrogantes, sino alguien que obedece la dirección del Espíritu Santo, que anhela y busca la verdad; solo así os beneficiaréis. Os aconsejo que andéis con cuidado por la senda de la creencia en Dios. No saquéis conclusiones apresuradas; más aún, no seáis despreocupados y descuidados en vuestra creencia en Dios. Deberíais saber que, como mínimo, los que creen en Dios deben poseer un corazón humilde y temeroso de Dios. Los que han oído la verdad pero la miran con desdén son insensatos e ignorantes. Los que han oído la verdad, pero sacan conclusiones precipitadas o la condenan a la ligera, están asediados por la arrogancia. Nadie que crea en Jesús es apto para maldecir o condenar a otros. Deberíais ser todos personas con razón y que aceptan la verdad. Quizás, habiendo oído el camino de la verdad y leído la palabra de vida, creas que solo una de cada diez mil de estas palabras está en sintonía con tus convicciones y con la Biblia, y entonces deberías seguir buscando en esa diezmilésima parte de esas palabras. Sigo aconsejándote que seas humilde, no te confíes demasiado y no te exaltes mucho. Con este poco de corazón temeroso de Dios que posees, obtendrás mayor luz. Si examinas detenidamente y contemplas repetidamente estas palabras, entenderás si son o no la verdad, y si son o no la vida. Quizás, habiendo leído solo unas pocas frases, algunas personas condenarán ciegamente estas palabras, diciendo: “Esto no es nada más que algún esclarecimiento del Espíritu Santo”, o “Este es un falso Cristo que ha venido a engañar a la gente”. ¡Los que dicen tales cosas están cegados por la ignorancia! ¡Entiendes demasiado poco de la obra y de la sabiduría de Dios, y te aconsejo que empieces de nuevo desde cero! No debéis condenar ciegamente las palabras expresadas por Dios debido a la aparición de falsos Cristos durante los últimos días ni ser personas que blasfeman contra el Espíritu Santo, porque teméis al engaño. ¿No sería esto una gran lástima? Si, después de mucho examen, sigues creyendo que estas palabras no son la verdad, no son el camino ni la expresión de Dios, entonces serás castigado en última instancia y te quedarás sin bendiciones. Si no puedes aceptar esa verdad hablada de forma tan llana y clara, ¿no eres indigno entonces de la salvación de Dios? ¿No eres alguien que no está suficientemente bendecido como para regresar ante el trono de Dios? ¡Piensa en ello! No seas imprudente e impetuoso, y no trates la creencia en Dios como un juego. Piensa en el bien de tu destino, en el bien de tus perspectivas, en el bien de tu vida, y no juegues contigo mismo. ¿Puedes aceptar estas palabras?

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. En el momento que contemples el cuerpo espiritual de Jesús, Dios ya habrá vuelto a crear el cielo y la tierra

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El fin de todas las cosas se está acercando, ¿quieres saber cómo el Señor recompensará el bien, castigará el mal y determinará el fin de cada uno? Bienvenido a contactarnos para descubrir la respuesta.

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