Las responsabilidades de los líderes y obreros (23)
Punto 14: Discernir, echar y expulsar enseguida a toda clase de personas malvadas y anticristos (II)
En nuestra última reunión, hablamos sobre la decimocuarta responsabilidad de los líderes y los obreros: “Discernir, echar y expulsar enseguida a toda clase de personas malvadas y anticristos”. En la charla se trató un aspecto de esta cuestión: qué es una iglesia. Después de compartir la definición de iglesia, ¿os queda claro cuál es la relación entre dicha definición y la decimocuarta responsabilidad de los líderes y los obreros? (Después de que Dios compartiera la definición de iglesia, entendimos por qué existen las iglesias, así como el papel que desempeña y la obra que lleva a cabo una iglesia. Sobre esta base, podemos discernir qué personas en la iglesia causan trastornos y perturbaciones y no desempeñan un papel positivo y, posteriormente, echarlas o expulsarlas). Después de entender qué es una iglesia, los líderes y los obreros deberían saber por qué Dios establece iglesias, el efecto que tiene en la gente que estas se formen, la obra que las iglesias deberían realizar, los tipos de personas que las componen y quiénes son auténticos hermanos y hermanas. Después de entender y conocer estas cosas, tenéis un concepto básico y una definición, así como una base de los principios del trabajo descrito en la decimocuarta responsabilidad: “Discernir, echar y expulsar enseguida a toda clase de personas malvadas y anticristos”. Esto es algo que deberíais tener claro y entender en términos de teoría y visión. Después de entender esto, el primer trabajo que los líderes y los obreros deberían realizar es discernir a todo tipo de personas malvadas. ¿Cuáles son los estándares y los principios para hacer esto? Discernir a todo tipo de personas malvadas debería basarse en la definición de iglesia, en la importancia y el valor de la existencia de una iglesia y en la obra que Dios establece que deben llevar a cabo las iglesias. En nuestra última charla, dividimos los estándares y las bases para discernir a diversos tipos de personas malvadas en tres categorías principales. ¿Cuáles son estas tres categorías? (La finalidad con la que uno cree en Dios, su humanidad y su actitud hacia su deber). ¿Son estas tres categorías principales suficientemente específicas y exhaustivas? Algunos dicen: “¿Por qué no se basa el discernimiento de todo tipo de personas en la medida en la que uno ama la verdad y se somete y teme a Dios, sino que lo hace en la finalidad con la que uno cree en Dios, su humanidad y su actitud hacia su deber? ¿No son estos estándares demasiado bajos? En otras palabras, a juzgar por el contenido concreto de estas tres categorías, ¿por qué no hay un debate más profundo sobre la actitud de la gente hacia Dios y la verdad? ¿Por qué no se menciona si las personas están dispuestas a aceptar la poda, el juicio y el castigo, si tienen un corazón que se somete y teme a Dios, y otros contenidos más detallados relacionados con la verdad?”. ¿Habéis pensado alguna vez en esta cuestión? No vamos a tratar este tema por ahora. Fijémonos primero en los tres criterios: la finalidad con la que uno cree en Dios, su humanidad y su actitud hacia su deber. A juzgar por sus títulos, ¿son superficiales estos tres criterios o no? Si alguien no está a la altura del estándar por lo que respecta a estos tres criterios más básicos, ¿se le puede llamar hermano o hermana? (No). ¿Se le puede considerar miembro de la iglesia? ¿Puede Dios reconocerlo como parte de la iglesia? (No). Nada de todo esto es posible para esa persona. Por tanto, si alguien es inadecuado o está por debajo del estándar por lo que se refiere a estos tres criterios, se le debería discernir; pertenece a las filas de los diversos tipos de personas malvadas, y se le debería echar o expulsar. Que una persona sea un hermano o hermana, que Dios la reconozca o que sea un miembro al que la iglesia debería aceptar dependen como mínimo de si dicha persona está a la altura del estándar y de si alcanza a satisfacer esos tres criterios. Si ni siquiera los cumple, sin duda alguna no es un hermano o hermana. Por supuesto, Dios no la reconoce y la iglesia tampoco debería aceptarla. Entonces, ¿cómo debería la iglesia tratar a esa persona? (Se la debería echar o expulsar). Una vez que se la ha discernido, se la debería echar o expulsar. Es exactamente así.
Los estándares y las bases para discernir a diversos tipos de personas malvadas
I. Según la finalidad con la que uno cree en Dios
D. Incurrir en oportunismo
En nuestra última reunión, hablamos sobre tres finalidades con las que la gente cree en Dios y las enumeramos. Si las enunciamos como títulos, la primera es para satisfacer el deseo propio de ser funcionario; la segunda es para buscar el sexo contrario; y la tercera es para evitar desastres. Ya hemos terminado de hablar sobre estas tres finalidades. A continuación, compartiremos la cuarta finalidad: algunos creen en Dios meramente por razones oportunistas, de modo que el título de esta finalidad es “incurrir en oportunismo”. Algunos observan que todas las religiones y las denominaciones en el mundo religioso son desoladoras y están privadas de la obra del Espíritu Santo, que se han enfriado la fe y el amor de las personas, que estas son cada vez más depravadas y carecen de esperanza de salvación, y que la gente lleva muchos años creyendo en el Señor sin ganar nada. En vista de que el mundo religioso se ha convertido por completo en un terreno baldío, buscan una manera de salir adelante por sí mismos. Reflexionan: “¿Qué iglesia cuenta en estos momentos con más miembros, prospera y tiene posibilidades de desarrollo?”. Se dan cuenta de que La Iglesia de Dios Todopoderoso —a la que el mundo religioso se resiste y condena— progresa, tiene la obra del Espíritu Santo y se expande satisfactoriamente, tanto a escala nacional como en el extranjero. Piensan: “He oído decir que esta iglesia tiene cada vez más miembros, progresa bien, cuenta con abundantes recursos, tanto humanos, como materiales y económicos, y tiene posibilidades de desarrollo. Si aprovecho esta buena oportunidad de formar parte de su iglesia, ¿acaso no seré capaz de ganar algunos beneficios? ¿No me estaré asegurando de tener buenas posibilidades para mí mismo?”. Con esta intención y finalidad, y con un poco de curiosidad, se infiltran en la iglesia. Una vez infiltrados, no les interesa la verdad, creer en Dios ni la transformación de su carácter-vida. La finalidad con la que se unen a la iglesia solo es encontrar a alguien que los apoye o un lugar donde estar y hacer realidad el futuro que desean. En realidad, en el corazón, no tienen ningún interés en creer en Dios, en las verdades que Él expresa ni en Su obra de salvación, ni quieren oír hablar sobre estas cosas ni buscarlas. En particular, carecen por completo de interés en la obra de Dios y en la del Espíritu Santo. Estas personas son como oportunistas de la sociedad, quienes, al margen del sector al que se incoporen, lo hacen solo para encontrar oportunidades de obtener fama, ganancia y estatus, y realizan inversiones y pagan un precio en aras de su propio futuro y destino. Cuando descubren que en esos momentos no hay perspectivas claras en el campo o sector en los que se han embarcado, o que dicho sector no les permite exhibir sus fortalezas ni lograr una posición en el mundo, suelen evaluar si deben cambiar de trabajo o sector. En cualquier cosa que hagan, siempre esperan que llegue la oportunidad para dar un paso; se unen a la iglesia con una intención y una finalidad. Cuando la iglesia progresa, cuando puede mantenerse firme y tiene posibilidades de desarrollo en la sociedad o en cualquier país, estas personas participan de manera activa y entusiasta en la obra de la iglesia. Pero si la iglesia se ve sometida a opresión y restricciones, o si no puede satisfacer sus deseos y exigencias personales, se plantean si deben marcharse de ella y encontrar otra manera de salir adelante por sí mismas. Está claro que la finalidad real con la que se unen a la iglesia no es porque les interese la verdad; no entraron en la iglesia sobre la base del reconocimiento de la existencia de Dios y de Su nueva obra de salvar a la gente. Incluso cuando eligen una iglesia, optan por una que sea bien conocida y de gran magnitud, que tenga muchos miembros y sobre todo cierto nivel de reconocimiento a escala nacional y en el extranjero. Desde su punto de vista, solo este tipo de iglesia cumple sus estándares y está por completo en consonancia con los objetivos a los que aspiran o que persiguen. Sea como sea, nunca llegan a creer realmente en la verdad ni reconocen la existencia ni la obra de Dios con sinceridad. Aunque parezca que a veces hagan algo para la iglesia o que participen en algún aspecto de la obra de esta, en el fondo de su corazón, su actitud hacia la verdad y hacia Dios sigue siendo la misma. ¿Cuál es? Su actitud constante es simplemente seguir allí por el momento y ver exactamente qué pueden sacar de esa iglesia, cuántas de las palabras que Dios ha expresado pueden hacerse realidad y en qué medida, cuándo se pueden obtener las bendiciones que Dios ha prometido al hombre, y si se puede ser testigo de dichas bendiciones y cumplirlas a corto plazo. Su actitud siempre es esa. Llegan a la casa de Dios con curiosidad, con el deseo de probar y con la actitud de que, si se cumplen y se hacen realidad las palabras de Dios, recibirán bendiciones y no saldrán perdiendo. Llegan a la casa de Dios y, aunque parece que son amigables con los demás, que se atienen a las normas, que no causan trastornos ni perturbaciones y que no cometen maldades, a partir de su actitud hacia Dios y la verdad, se las puede identificar como incrédulos manifiestos.
¿Cómo podemos discernir a la clase de incrédulos que creen en Dios solo para ganar bendiciones de un modo oportunista y ser bendecidos y no desean obtener la verdad? Por más sermones que escuchen, sin importar la manera en la que se les hable sobre la verdad, sus pensamientos y opiniones sobre las personas y las cosas, así como su visión de la vida y los valores, nunca cambian. ¿Por qué sucede esto? Porque nunca reflexionan seriamente sobre las palabras de Dios y son completamente reacios a aceptar las verdades que Él expresa o lo que Él dice acerca de diversos asuntos. Se limitan a aferrarse a sus propios puntos de vista y a las filosofías de Satanás. En su corazón, siguen creyendo que las filosofías y la lógica de Satanás son correctas y válidas. Por ejemplo: “Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda”, “Los funcionarios facilitan las cosas a quienes traen obsequios” o “Los buenos viven en paz”. Hay incluso quienes dicen: “Cuando las personas creen en Dios, deben ser buenas, lo que significa nunca arrebatar una vida; hacerlo es un pecado y para Dios es imperdonable”. ¿Qué tipo de punto de vista es este? Es un punto de vista budista. Aunque puede que este se ajuste a las nociones y las figuraciones de las personas, carece de toda verdad. La fe en Dios debe basarse en las palabras de Dios; solo las palabras de Dios son la verdad. Dentro de su fe en Dios, algunas personas incluso aceptan las opiniones absurdas de los no creyentes y las teorías erróneas del mundo religioso como si fueran la verdad, les dan mucha importancia y se aferran a ellas. ¿Son estas personas que aceptan la verdad? No pueden distinguir entre las palabras de los hombres y las palabras de Dios, ni entre el diablo, Satanás y el único Dios verdadero, el Creador. No oran a Dios ni buscan la verdad, y rechazan todas las verdades que Él expresa. Sus pensamientos y opiniones sobre las personas, el mundo exterior y todos los demás asuntos jamás cambian. Se apegan únicamente a aquellos puntos de vista que provienen de la cultura tradicional que siempre han sostenido. No importa cuán absurdos sean, no pueden percibirlo, creen profundamente en esos puntos de vista erróneos y no los abandonan. Esta es una de las manifestaciones de los incrédulos. ¿Cuál es otra? Su fervor, sus sentimientos y su fe cambian a medida que la iglesia aumenta en magnitud y su estatus en la sociedad se eleva incesantemente. Por ejemplo, se sintieron estimulados de inmediato cuando notaron que la obra de la iglesia se difundía al extranjero y aumentaba en escala, y la obra del evangelio se difundía plenamente. Percibieron que la iglesia se estaba volviendo cada vez más influyente y que ya no sufriría la opresión ni la persecución del gobierno, creyeron que su fe en Dios tenía esperanzas, que podían mantener la frente en alto, y por lo tanto sintieron que, al creer en Dios, habían hecho la apuesta correcta y que esta finalmente iba a valer la pena. Entendieron que sus posibilidades de obtener bendiciones crecían constantemente y por fin empezaron a alegrarse. En años anteriores, solían sentirse oprimidos, apesadumbrados y angustiados, porque a menudo fueron testigos de los arrestos y la represión de los cristianos por parte del gran dragón rojo. ¿Por qué sintieron angustia? Porque la iglesia estaba en graves aprietos y se preguntaron si al creer en Dios habían tomado la decisión correcta. Más aún, se angustiaron y se preocuparon porque no sabían si debían seguir en la iglesia o abandonarla. Durante esos años, cualquier circunstancia adversa que enfrentaba la iglesia impactaba en sus emociones. Toda obra que la iglesia hiciese y las fluctuaciones de su reputación y estatus dentro de la sociedad solían afectar su estado de ánimo y emociones. La incertidumbre sobre si debían permanecer o marcharse siempre estaba presente en sus pensamientos. ¿Acaso no son incrédulos? Cuando el gobierno nacional condena y reprime a la iglesia, o en aquellas oportunidades en que se arresta a los creyentes o la comunidad religiosa los juzga, condena, calumnia y rechaza, sienten una profunda deshonra, e incluso les causa vergüenza y humillación haberse unido a la iglesia y su corazón duda y lamentan creer en Dios y haber ingresado a la iglesia. Nunca tienen la intención de compartir las alegrías ni las dificultades de la iglesia, ni de sufrir junto a Cristo. En cambio, cuando la iglesia prospera, parecen rebosar de fe, pero cuando es perseguida, rechazada, reprimida y condenada, desean huir y marcharse. Cuando no pueden ver ninguna esperanza de recibir bendiciones ni de que el evangelio del reino se expanda, su deseo de irse se intensifica aún más. Cuando no notan que las palabras de Dios se cumplen, y no saben cuándo descenderá la gran catástrofe ni en qué momento terminará, ni cuándo se materializará el reino de Cristo, se sienten inseguros y son incapaces de cumplir con su deber con tranquilidad. Cada vez que esto ocurre, desean abandonar a Dios y a la iglesia y buscar una salida. Son incrédulos, ¿o no? Sus propios intereses carnales motivan cada uno de sus movimientos. Su experiencia respecto a la obra de Dios, la lectura de Sus palabras, la enseñanza acerca de la verdad y la vida en la iglesia jamás cambiarán sus pensamientos y sus puntos de vista de manera paulatina. Cuando les sucede algo, nunca buscan la verdad ni indagan sobre lo que dicen las palabras de Dios al respecto, cuáles son Sus intenciones, cómo Él guía a las personas ni qué les exige. Su único objetivo al unirse a la iglesia es esperar el día en que esta pueda “mantener la frente en alto”, para poder aprovechar los beneficios que siempre han deseado. Por supuesto, otras de las razones por las que se unieron a la iglesia fue porque vieron que las palabras de Dios son la verdad. De todos modos, son totalmente reacios a aceptar la verdad y no creen que todas Sus palabras se cumplirán. Entonces, ¿qué os parece? ¿Son incrédulos? (Sí). Sin importar lo que suceda en la iglesia ni en el mundo exterior, calculan en qué medida se verán afectados sus intereses y cuál será la magnitud del impacto en las metas que persiguen. Incluso ante la menor señal de problema, piensan inmediatamente en sus propias posibilidades, intereses y en si deben quedarse o irse de la iglesia con gran perspicacia. Hay incluso quienes siguen preguntando: “El año pasado se dijo que la obra de Dios finalizaría, ¿por qué continúa? ¿En qué año terminará exactamente? ¿No tengo derecho a saberlo? He soportado suficiente tiempo, mi tiempo es valioso, mi juventud es valiosa. ¿De verdad hace falta que me hagan esperar tanto tiempo?”. Son especialmente sensibles respecto a si se han cumplido las palabras de Dios, así como sobre la situación de la iglesia y su estatus y reputación. No les importa si son capaces de obtener la verdad ni si lograrán salvarse, se muestran muy sensibles en saber si podrán sobrevivir y si, al permanecer en la casa de Dios, podrán obtener beneficios y bendiciones. En su afán de ser bendecidas, tales personas son oportunistas. Incluso si creen hasta el final, seguirán sin comprender la verdad y no tendrán ningún testimonio vivencial del que hablar. ¿Os habéis topado con personas así? De hecho, en todas las iglesias existen este tipo de personas. Debéis tener cuidado para discernirlas. Todas son incrédulas, son un flagelo en la casa de Dios, le ocasionarán un daño inmenso y ningún beneficio a la iglesia, y esta debe deshacerse de ellas.
Vamos a resumir las características de los oportunistas. La primera es que no se toman muy en serio el asunto de si Dios existe. Si les preguntas si Dios existe, dirán: “Probablemente. Pero no pasa nada si no es así. Estoy aquí para comprobar exactamente si las profecías que dios hizo se harán realidad o no y si los grandes desastres llegarán o no”. En sus pensamientos y puntos de vista, su actitud es que no importa si Dios existe o no. Entonces, ¿acaso no es un chiste en su caso creer en Dios y unirse a la iglesia? (Sí). Su fe en Dios es una simple creencia, como un juego, y no está relacionada con la verdad ni con la senda de sus vidas. En realidad, no les importa si Dios existe o no; está bien si es así y también está bien si no lo es. Algunos los rebaten, les dicen que Dios no existe, y ellos no se molestan ni odian a quienes hacen tales afirmaciones. Si alguien dice que Dios existe, ellos responden: “Si existe, pues existe. De todos modos, si crees, entonces existe; si no crees, no existe”. Este es su punto de vista. ¿Son estas personas auténticos creyentes? Son unos incrédulos, ¿cierto? (Sí). Para ellas, es intrascendente que Dios exista o no; por tanto, ¿hay sinceridad en su fe en Dios? Posiblemente, no pueden ser sinceras. ¿Cuál es la primera característica de los oportunistas? (No se toman muy en serio el asunto de si Dios existe). Esa es la primera característica.
¿Cuál es la segunda característica de los oportunistas? Que no se toman muy en serio el hecho de distinguir entre las cosas positivas y las negativas. No disciernen qué dichos, personas, acontecimientos y cosas son positivos y cuáles son negativos ni se toman esta cuestión en serio. Para ellos, las cosas buenas se pueden hacer pasar por malas y viceversa, tal y como afirma el dicho de los no creyentes: “Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”; este dicho es válido para ellos. Si les preguntas qué es la verdad, sin duda no responderán que las palabras de Dios, porque no reconocen esto. ¿Qué dirán? Su auténtico punto de vista es que una mentira repetida mil o diez mil veces se convertirá en verdad, lo que quiere decir que, si muchas personas dicen algo, creerán que es cierto. Es como eso que dicen los no creyentes: “Originalmente, no había ninguna senda en el mundo, pero a medida que más gente caminaba, se formó una senda”. No se preocupan de lo que está bien o mal, de lo que es recto o perverso; creen que quien tenga grandes habilidades es bueno, y que quien sea un inútil y un incompetente es negativo. No reconocerán en absoluto que todo lo que Dios dice y hace son cosas positivas, así como tampoco que lo que Él pide a la gente que viva son las realidades de las cosas positivas. Estos individuos incluso proferirán falacias como: “Dices que dios es la verdad y que sus palabras son la realidad de todas las cosas positivas. ¿Significa eso que no hay cosas positivas en el mundo? ¿Acaso no hay cosas positivas y verdades en el mundo también?”. ¿No es eso una tontería? ¿No es una falacia? (Sí). Estas personas no se toman las palabras de Dios como el criterio a seguir al hablar y actuar. Por ejemplo, cuando expresan una falacia y tú las refutas, dirán: “Piensas que tienes razón y yo pienso que tengo razón, de modo que vamos a acordar estar en desacuerdo. Cualquier cosa que uno piense que es buena, lo será”. ¿Qué tipo de punto de vista es ese? ¿Acaso no es un intento de tratar las cosas con superficialidad? (Sí). Es un punto de vista estúpido y atolondrado; estos individuos no se toman en serio el hecho de distinguir entre las cosas positivas y las negativas. ¿Qué quiere decir no tomarse en serio esto? Significa que no pueden reconocer de corazón que todas las cosas positivas sobre las que Dios habla están relacionadas con la verdad, son conformes a ella y provienen de Él, y que las cosas negativas sobre las que Dios habla son contrarias a la verdad y provienen de Satanás. No aceptan esa realidad y siempre quieren desdibujar los conceptos. Para evitar que otros los disciernan y que los condenen, nunca se toman en serio el hecho de distinguir entre las cosas positivas y las negativas, nunca exponen sus auténticos puntos de vista y siempre hablan de manera ambigua, sin decir jamás a la gente qué piensan realmente. Expresan cosas distintas según con quién hablen y se adaptan por completo a la situación según sea necesario. Se mire como se mire, a estas personas no les interesa la verdad ni la existencia de Dios. Esta es la segunda manifestación de los oportunistas: no se toman muy en serio el hecho de distinguir entre las cosas positivas y las negativas.
¿Qué otras características tienen estos oportunistas? Estas personas siempre decidirán si se quedan o se van según cómo vayan las cosas y, en particular, son expertas en adaptarse a las circunstancias. Cuando se unen a la iglesia, ya han preparado de sobra su estrategia de salida y sus perspectivas, y planificado cada paso. En el corazón, hacen cálculos y planes sobre qué hacer en caso de que las palabras de Dios se cumplan y cómo proceder si eso no sucede tras una cierta cantidad de años. Este tipo de individuo nunca se compromete por completo con la obra de la iglesia después de entrar en ella. En lugar de eso, para decidir los pasos siguientes, observa sin cesar el desarrollo de la iglesia, la actitud de esta hacia él y la manera en la que lo trata, así como otros factores. ¿Acaso no son bastante complicados los pensamientos de estas personas? (Sí). A pesar de haberse unido a la iglesia, siempre tienen una perspectiva temporal, como la de un trabajador contratado, y permanecen en todo momento en un estado de “estar físicamente en un lugar, pero mentalmente en otro sitio”, con la mente ocupada en argucias y planes. Su decisión de creer en Dios y unirse a la iglesia es solo un compromiso reluctante, no una necesidad espiritual ni un deseo de seguir a Dios y recorrer la senda correcta de la vida humana sobre la base del reconocimiento de la existencia de Dios. Carecen de fe para eso. Creen en Dios con una actitud expectante y, en el corazón, calculan: “Si creer en Dios me reporta cien veces más en esta vida, la vida eterna en el mundo venidero y la oportunidad de salvarme y entrar en el reino de los cielos, seguiré la corriente y creeré. Si no puedo recibir nada de eso, me marcharé de la iglesia en cualquier momento y situación y dejaré de creer”. Vienen a creer en Dios únicamente con la esperanza oportunista de obtener bendiciones. Si no les es posible recibirlas, pueden abandonar sus deberes en cualquier momento y situación y trazar otra senda para sí mismas porque su corazón nunca ha echado raíces en la iglesia ni han elegido realmente la senda de creer en Dios y seguirlo.
Las características principales de estos oportunistas son las tres siguientes: no se toman en serio si Dios existe, no distinguen realmente entre las cosas positivas y las negativas, y pueden marcharse de la iglesia en cualquier momento y situación. Por muy bien que los traten los hermanos y hermanas, cuando las cosas no estén en consonancia con sus intereses o no satisfagan sus necesidades actuales, pueden marcharse de la iglesia. Pero cuando no les queda dónde ir, deciden regresar. Después de hacerlo, siguen sin perseguir la verdad y podrían volver a marcharse de la iglesia en cualquier momento. ¿Qué tipo de desgraciados son estos individuos? Sus idas y venidas parecen muy despreocupadas; no creen en Dios con sinceridad. Estas son las características de los oportunistas; por lo que respecta a su esencia, son unos incrédulos. Algunos pueden continuar creyendo de tres a cinco años, otros pueden hacerlo ocho o diez años, pero su finalidad solo es buscar bendiciones de manera oportunista. Estas personas no son simples. Han llegado incluso a sobrevivir hasta la actualidad en el duro entorno de persecución de la China continental; ¿acaso no es eso un poco como “dormir sobre maleza y lamer la hiel”? Algunos ya no pueden continuar después de creer durante diez años, de modo que se quejan: “Ya llevo diez años. He malgastado mi juventud en la iglesia. Si hubiera trabajado duro en el mundo durante estos diez años, ¿cuánto dinero podría haber ganado? Tal vez ahora sería director y probablemente tendría muchos bienes”. Entonces se inquietan. Llevan creyendo en Dios diez años solo para satisfacer su escasa curiosidad y su deseo de obtener bendiciones, pero nunca han perseguido la verdad. Como resultado, no han ganado nada. Se arrepienten de creer en Dios, incluso se regañan a sí mismos y dicen: “¡Eres un estúpido y un idiota! No tomaste el camino ancho y fácil, sino que insististe en recorrer esta ruta ardua. Nadie te obligó; ¡tú lo elegiste así!”. Algunos pueden marcharse a la primera de cambio incluso después de creer durante diez años. Después de arreglárselas en la sociedad durante dos o tres años, se dan cuenta de que desenvolverse en la sociedad no es tan llano y sencillo como habían imaginado y que el mundo de los no creyentes no es tan colorido e ideal como parecía; no les resulta fácil arreglárselas en ningún lugar del mundo. Tras meditar sobre la cuestión, se dan cuenta de que la iglesia sigue siendo mejor, de modo que regresan sin vergüenza alguna. Al volver, dicen: “Creer en Dios es bueno; los no creyentes son malos, siempre acosan a la gente. Hay demasiado sufrimiento en el mundo. Durante estos años en los que no he leído las palabras de Dios ni experimentado la vida de la iglesia, me sumí en las tinieblas, llorando y rechinando los dientes cada día; me he desgastado hasta el punto de dejar de parecer un ser humano. ¡Es mejor creer en Dios!”. Proclaman que es mejor creer en Dios, pero en realidad lo hacen porque han oído que hay demasiados desastres en este mundo y que la humanidad pronto sufrirá una gran catástrofe. Tener dinero, tierras, coches y casas no sirve de nada; solo se pueden salvar los que tienen fe. Por tanto, regresan para creer en Dios de nuevo. ¿Acaso no son unos oportunistas? (Sí). Los oportunistas pueden marcharse de la iglesia en cualquier momento. Si ven que hay esperanza de obtener bendiciones al regresar a la iglesia, también pueden volver cuando sea. Después de regresar, pueden pronunciar algunas palabras de arrepentimiento y expresar que nunca más volverán a dejar a Dios, sin embargo, tras ver que las cosas están calmadas y en paz en el mundo y que ahí todavía pueden tener una buena oportunidad, pueden volver a marcharse de la iglesia en cualquier momento. ¿Qué concepto tienen de la casa de Dios y de la iglesia? Las consideran un mercado libre, al que entran y del que salen como les place. Decidme, si se echa a estas personas o se marchan por su cuenta, ¿debería la iglesia aceptarlas de nuevo si quieren volver? (No). No se debería volver a aceptarlas. Hacer eso es un error e infringe los principios. Estos individuos no cumplen los estándares de los miembros de la iglesia. Pueden marcharse de la iglesia cuando sea y, con tal de obtener bendiciones, volver a colarse en ella en cualquier momento, pero a lo largo de este proceso jamás aceptan la verdad. Eso demuestra que no son auténticos creyentes. Esas personas siempre serán objetivos a los que echar y expulsar. La iglesia debería echarlas y decirles: “No estés arrepentido. Una vez que te has ido, no puedes volver. La iglesia no te abrirá las puertas una segunda vez. Este es el principio”. Algunos dicen: “Fueron unos estúpidos en el pasado, pero ahora se comportan muy bien. Son tan obedientes como un cordero y tan lastimosos como un vagabundo sin hogar. Siempre que ven a los hermanos y hermanas, expresan su arrepentimiento y su deuda, con los ojos rojos de llorar con remordimiento. Dan mucha pena y su actitud de confesión es muy buena. Dejemos que vuelvan”. ¿Está en consonancia con los principios alguna de estas frases? (No). Aun después de creer durante tres o incluso diez años, pueden seguir marchándose de la iglesia de manera decidida y sin dudar. ¿Qué tipo de desgraciados son? ¿Son auténticos creyentes? (No). ¿Mostraron algo de sinceridad cuando decidieron inicialmente seguir a Dios? No. Si hubieran mostrado el más mínimo de sinceridad, no habrían estado tan determinados a marcharse de la iglesia. Por lo general, uno podría como mucho tener esos pensamientos cuando se siente débil o abatido, o cuando las cosas no le van bien, pero nunca decidiría con firmeza marcharse de la iglesia para encontrar otro camino después de creer en Dios durante tres, cinco o incluso diez años. El hecho de que se pueda marchar de la iglesia cuando quiera demuestra que no era sincero cuando aceptó el camino verdadero y se unió a la iglesia al principio; tenía razones e intenciones ocultas; no hay otra explicación. Se debe discernir a este tipo de personas con claridad. No son auténticos creyentes. Creen en Dios y lo siguen con la esperanza oportunista de obtener bendiciones. Se define a estos individuos como oportunistas y, una vez que se les discierne, se les debería echar de la iglesia. Si no se marchan de la iglesia y siguen aprovechándose de la situación para su beneficio personal dentro de la iglesia es porque nadie es capaz de discernir qué son. No obstante, gracias a la charla de hoy sobre las diversas manifestaciones de estos oportunistas, los líderes, los obreros y el pueblo escogido de Dios deberían entender y discernir con claridad a estas personas. Una vez que se descubre que nunca leen las palabras de Dios ni le oran, que no les interesa Su obra, las verdades que Él expresa ni las cosas positivas, y que no se toman estas en serio, habría que protegerse bien de ellas. Es necesario observar las razones y las finalidades que tienen para creer en Dios y determinar su actitud hacia la iglesia, la verdad y Dios. Si es evidente que no tienen una actitud correcta, que se toman particularmente con indiferencia el hecho de perseguir la verdad y cumplir su deber, sin mostrar interés de ningún tipo, y que siempre adoptan una actitud escéptica hacia las palabras de Dios, se puede confirmar que son unos oportunistas y unos incrédulos. En ese caso, no se les debería considerar hermanos ni hermanas; no forman parte de la iglesia. Por el contrario, se les debería echar de la iglesia. Han creído durante años y aún no aceptan la verdad; ¿podría servir de algo seguir compartiendo la verdad con ellos? ¿Sería realista continuar esperando que se arrepientan? Dejad de intentar convencer a estos individuos y no esperéis que se arrepientan. Si no están dispuestos a cumplir su deber y siguen queriendo prolongar su permanencia en la iglesia sin marcharse, los líderes de la iglesia deberían encontrar una manera inteligente de aislarlos. ¿Es apropiado esto? (Sí). Una vez que se les discierne como oportunistas, ya están clasificados entre las filas de las diversas personas malvadas y los incrédulos. Dado que son personas malvadas e incrédulos, cumplen los principios y las condiciones para que los echen o expulsen de la iglesia. Echarlos pronto es sin duda mejor que echarlos tarde. Echarlos pronto permite evitar muchos problemas, y así ya no tendrán que seguir sintiéndose agraviados. Deberíais decir con claridad a esa gente: “Ya no hace falta que sigas haciendo cálculos en el corazón sobre cuándo y cómo te marcharás, ni sobre si te quedarás o te irás. Ni la casa de Dios ni Dios obligan a nadie; si te quieres marchar, la iglesia no intentará instarte a que te quedes. Pero debes tener claro algo: si estás seguro de que no eres una persona de la casa de Dios ni estás dispuesto a ser un miembro de la iglesia, vete lo antes posible; no lo retrases. Esto es por el bien de todo el mundo. Si crees en la existencia de Dios, puedes aceptar Sus palabras como la verdad y estás dispuesto con sinceridad a unirte a la iglesia, entonces eres un miembro de la iglesia con derecho. Pero ahora no lo eres. Viniste por oportunismo, y tal vez no lo sepas, pero hemos discernido —de acuerdo con las palabras de Dios, la verdad y los principios de la iglesia para tratar con todo tipo de gente— que eres un oportunista. No paras de hacer cálculos para determinar el momento oportuno para marcharte de la iglesia, y eso es un incordio. No hace falta que encuentres el momento adecuado; puedes marcharte ahora mismo. Si siempre tienes dudas sobre la aparición y la obra de Dios, te lo voy a decir ahora con claridad: ya no hace falta que reflexiones sobre las cosas o las escrutes, y no tienes que seguir complicándote la vida; puedes marcharte de la iglesia ahora mismo, la casa de Dios tiene la puerta abierta y no te retendrá; la casa de Dios no obliga a nadie”. ¿Es apropiado hacer esto? (Sí). Ofrecedles una “salida”; no dejéis que se mortifiquen aquí cada día como hormigas en una sartén caliente, atormentados constantemente por sus sentimientos, su carne, sus perspectivas y la cuestión de quedarse o marcharse. Por mucho que estas cosas los mortifiquen, nunca llegan a nada. Siguen meditando en el corazón cuándo y cómo marcharse, si sufrirán pérdidas y desgracias si se marchan pronto y si podrán recibir bendiciones si se quedan más tiempo. ¿Qué pasa si se van y entonces se cumplen las palabras de Dios? ¿Qué pasa si se quedan y no se cumplen Sus palabras? No hace falta que se preocupen ni que estén ansiosos sin cesar por estas cosas. Dado que no creen en Dios con voluntad sincera, deberían marcharse lo antes posible. No deberían quedarse allí intentando aprovecharse de la situación para su beneficio personal y fingiendo ser algo que no son. Decidme, ¿es bueno aconsejarlos así y tratar la cuestión de esta manera? (Sí). ¿Es exagerado clasificar a los oportunistas entre las diversas personas malvadas a las que se debe echar o expulsar? (No). Algunos dicen: “¿Cómo se puede considerar personas malvadas a la gente así?”. ¿Cuántas buenas personas hay entre los incrédulos? A ojos de Dios, se considera malvada la esencia-carácter de los que creen en Dios y reconocen Su existencia; no hablemos pues sobre los que no creen en absoluto en Dios ni reconocen Su existencia. Por tanto, ¿es exagerado clasificarlos como personas malvadas? (No). En cualquier caso, al menos se les sigue llamando personas: personas malvadas. Ya es bastante bueno que no se les clasifique como demonios malvados. Clasificarlos entre las personas malvadas es totalmente apropiado y correcto; no es exagerado en absoluto. Estas personas malvadas también son uno de los diversos tipos de individuos a los que la casa de Dios debe echar o expulsar. Este es el cuarto tipo de incrédulo, que cree en Dios con una finalidad oportunista.
¿Cuáles son las características principales de los oportunistas? A través de vuestras interacciones con estos individuos y al observar las actitudes, los puntos de vista, las posturas o la humanidad que revelan, ¿qué características principales habéis detectado? Resumidlas. (Inicialmente, los oportunistas no vienen a creer en Dios para perseguir la verdad. Oyen decir que La Iglesia de Dios Todopoderoso prospera, de modo que solo vienen a creer en Dios con la esperanza de que la casa de Dios les reporte algunos beneficios y bendiciones, buscando su provecho. Y si no reciben estas cosas al cabo de un tiempo, quieren marcharse. No creen en Dios con sinceridad ni les interesa en absoluto creer en Él). ¿Cuál es el mayor problema con los oportunistas? El problema principal es que no les interesa la verdad, sino que su mayor interés es obtener bendiciones, por lo que les cuesta mucho aceptar la verdad. Algunos dicen: “No los puedes echar o expulsar solo porque no les interese la verdad, ¿cierto?”. La falta de interés en la verdad de estos individuos se muestra principalmente en el hecho de que nunca leen las palabras de Dios ni comparten la verdad. Si oyen a alguien compartir la verdad y hablar sobre conocerse a uno mismo o buscar la verdad para resolver problemas, sienten una aversión particular en el corazón, se muestran desinteresados por completo y comienzan a quedarse dormidos. Sienten una aversión extrema por estas cosas y, con el fin de perturbar a los demás en sus charlas sobre la verdad, incluso entablan conversaciones triviales, hablan sobre desastres y comentan las señales y maravillas que Dios muestra. Como resultado, algunos que no persiguen la verdad se entusiasman al oír estos temas y se unen a la conversación. ¿Acaso no es eso perturbar de manera descarada la vida de la iglesia? Casi nunca leen las palabras de Dios en su vida cotidiana y, cuando ocasionalmente lo hacen, se debe probablemente a que algo les preocupa en su interior. No les interesa asistir a reuniones ni comer, beber y compartir las palabras de Dios. Su única preocupación es: “¿Cuándo llegará el día de Dios? ¿Cuándo terminará el gran desastre? ¿Cuándo podremos disfrutar de las bendiciones del reino de los cielos?”. Siempre se preguntan acerca de estas cosas. Si nadie habla sobre estos temas, los consultan en internet y, tras buscarlos, comienzan a difundirlos en las reuniones. Tienen el corazón inundado de estas cosas. Siempre que oyen a otros hablar sobre asuntos que les interesan, pueden meterse en la charla y participar en ella. Pero apenas oyen algún contenido relacionado con la verdad o las palabras de Dios, no quieren escuchar. Comienzan a cabecear y algunos incluso se van, mientras que otros empiezan a inquietarse; exhiben todo tipo de expresiones feas. Si dices: “Vamos a compartir las palabras de Dios”, ellos responden: “Tengo sed, necesito beber un poco de agua”. Si comentas: “Vamos a hablar sobre conocerse a uno mismo” o “Vamos a compartir los detalles de cómo cumplir los deberes; veremos qué dicen las palabras de Dios sobre esto y cuáles son los principios-verdad”, ellos contestan: “Tengo cosas que hacer. Me voy. Disfrutad de la charla”. Encuentran todo tipo de excusas para rehusar y rechazar compartir las palabras de Dios y la verdad. Esto pone al descubierto con claridad el hecho de que no solo no aman la verdad, sino que también sienten aversión y se resisten a ella en lo más hondo del corazón. Cada vez que se mencionan las palabras de Dios o la verdad, no se oponen ni discuten abiertamente, pero encuentran diversas excusas para rechazarlas y evitarlas. ¿Acaso no pueden estos comportamientos mostrar con claridad que son unos oportunistas? ¿No indica esto con claridad que son unos incrédulos y que creen en Dios con una finalidad determinada, por oportunismo? (Sí). Algunos señalan: “Dices que son incrédulos y que no siguen a Dios con sinceridad; entonces, ¿por qué han sido capaces de creer hasta ahora y de seguir esforzándose y soportando adversidades por la obra de la iglesia?”. ¿Acaso no son las conductas que acabamos de mencionar suficientes para responder a esta pregunta? Esos comportamientos bastan para demostrar que nuestra forma de discernirlos y categorizarlos es correcta. Por tanto, para determinar si la finalidad de una persona al creer en Dios es oportunista, deberíais evaluar y discernir dicha finalidad a partir de la actitud de esa persona hacia Dios, Su obra, la verdad y las cosas positivas y negativas. Esa es la manera más correcta. No es correcto ni objetivo determinar ese hecho basándoos en su conducta y sus acciones externas. Solo sus auténticos pensamientos internos y su actitud hacia Dios y la verdad revelan los problemas; solo esos criterios son los más exactos para determinar el tipo de persona que es. Ahora, ¿tenéis básicamente clara la esencia de los que creen en Dios con una finalidad oportunista? ¿Os habéis encontrado todos con alguien así? (Sí). Es mejor que estos individuos se marchen lo antes posible. Si están dispuestos con sinceridad a rendir servicio, se les puede mantener a desgana. No obstante, si no cumplen sus deberes ni pueden rendir servicio alguno, sino que causan perturbaciones en la obra y la vida de la iglesia y tienen un impacto negativo en estas, debería hacérseles marchar cuanto antes. Este es el principio para echar a los incrédulos. La casa de Dios necesita a personas que crean en Él y amen la verdad con sinceridad; necesita servidores leales. No necesita de ninguna manera a los incrédulos ni a aquellos que observan vacilantes para hacer acto de presencia. La iglesia tampoco necesita a nadie que haga acto de presencia. Terminaremos aquí nuestra charla sobre este tema.
E. Vivir de la iglesia
A continuación, vamos a hablar sobre la quinta finalidad: creer en Dios para vivir de la iglesia. Todos estáis familiarizados con este tema de vivir de la iglesia, ¿cierto? (Sí). ¿Cuáles son las manifestaciones de las personas que viven de la iglesia? ¿A través de qué manifestaciones podemos determinar que la finalidad con la que creen en Dios es impura, que no siguen a Dios con sinceridad ni intentan alcanzar la salvación y que no han venido a perseguir y aceptar la verdad ni a practicar las palabras de Dios sobre la base de una creencia en la existencia de Dios y de una voluntad de aceptar Su salvación, de modo que puedan conseguir el objetivo de obtener la salvación, sino que han venido a vivir de la iglesia? ¿Qué significa vivir de la iglesia? A nivel superficial, el significado es muy claro. Quiere decir unirse a una denominación a través de la creencia religiosa con la finalidad de resolver problemas relacionados con la vida cotidiana de uno y la cuestión de procurarse el alimento. Esta es la definición más concisa, directa y clara de vivir de la iglesia. Por tanto, ¿qué manifestaciones exhiben estos individuos que confirman que no son auténticos creyentes, sino que, por el contrario, han venido a vivir de la iglesia? Algunos son competentes en una aptitud determinada y tienen la capacidad de trabajar como una persona normal, pero ven que esta sociedad es injusta y que no es fácil ganarse la vida trabajando en ella. Ganar dinero a través del trabajo para sustentar a todos los miembros de la familia de uno exige levantarse pronto, acostarse tarde, soportar muchas adversidades y aguantar infinidad de agravios; uno debe ser diplomático y flexible también, pero al mismo tiempo lo bastante implacable y malo, y tener estratagemas y capacidades; solo entonces puede uno procurar un sustento estable y hacerse un lugar en la sociedad. Si nos fijamos en los que trabajan, al margen del sector al que se dediquen y de si pertenecen a la clase social alta, media o baja, ganarse la vida no es sencillo. Los trabajadores administrativos fingen una fachada de semejanza humana, con sus aspectos glamurosos, sus puestos de alto rango, sus altas cualificaciones académicas y sus grandes salarios y beneficios laborales, y todo el mundo los envidia, pero cada obstáculo con el que se encuentran en el lugar de trabajo es una experiencia terrible. Trabajar en cualquier campo no es sencillo. Ser campesino y trabajar la tierra es incluso más difícil. Los campesinos se esfuerzan con gran afán y, aun así, solo obtienen comida suficiente para alimentar a sus familias, no les queda dinero para comprar ropa y otras necesidades ni para reparar sus casas, y cuando quieren gastarse algo de dinero, deben recurrir a vender verduras o criar ganado; ¡ser campesino es incluso más miserable! Como dicen los no creyentes: “Cuesta ganar dinero; nacer es fácil, pero vivir es difícil”; ganarse la vida es muy complicado. Algunos no tienen ningún medio con el que ganarse la vida, ven que los no creyentes son muy malos y piensan que los que tienen fe religiosa son ingenuos y que ganarse la vida en la iglesia podría ser un poco más sencillo, de modo que aprovechan la oportunidad que ofrece el hecho de que la casa de Dios predica el evangelio para infiltrarse en la iglesia. Y después de oír que se ofrecen alimentos a los que cumplen deberes, vienen a cumplir un deber. Algunos de los que quieren cumplir un deber piensan: “Soy el sostén de mi familia. Mientras haya gente en casa para cultivar la tierra y estén cubiertos los gastos básicos de mi familia, cumpliré mi deber”. La finalidad principal con la que creen en Dios y cumplen un deber es obtener suficiente alimento y ropa cálida para garantizar su supervivencia, tomar tres comidas al día y dejar de recurrir a trabajar y ganar dinero para sustentarse; todo les parece bien mientras cuenten con la ayuda de la iglesia y de los hermanos y hermanas. Para lograr este objetivo, hacen todo lo que la iglesia dispone que hagan. También hay algunos que, después de entrar en la iglesia, comienzan a aprender cómo ser líderes y predicar sermones. Leen mucho las palabras de Dios, las anotan y las memorizan bien y, tras retenerlas, aprenden a predicar a otros y ayudan a la gente a resolver problemas. Prueban todas las maneras posibles para ayudar a todo el mundo y esperan que los demás les tiendan la mano después de recibir su ayuda, que les estén agradecidos tras escuchar sus sermones y las palabras de Dios que predican y que, por tanto, les ofrezcan caridad y asistencia. Por ejemplo, si no tienen dinero para pagar las facturas domésticas de luz y agua, los hermanos y hermanas pueden ayudarlos a pagarlas, y si no tienen dinero para pagar los costes de matrícula de sus hijos o para cubrir los gastos médicos de sus padres enfermos, la iglesia o los hermanos y hermanas pueden proporcionar estos fondos porque estas personas cumplen un deber. De esta manera, están tranquilas al creer en Dios y sienten que su fe en Él vale la pena, que esta no les ha supuesto ninguna pérdida y que han logrado su objetivo. En todo momento dan gracias a Dios de corazón y dicen: “Todo esto es la gracia y el favor de Dios. ¡Gracias a Dios!”. Para “corresponder” a Su amor, “obedecen” los arreglos de la iglesia y, mientras les proporcionen comida y les cubran los gastos básicos, harán cualquier tipo de tarea; su propósito es simplemente obtener un sustento estable a cambio. Cuando la iglesia desatiende sus necesidades vitales y no resuelve sus dificultades de manera oportuna, se sienten infelices. Su actitud hacia la obra de la iglesia y hacia los deberes que la casa de Dios les ha asignado cambia de inmediato. Dicen: “Esto no funcionará, tengo que salir y ganar dinero. En el pasado, no tuve la oportunidad de ganar dinero porque hacía la obra de la iglesia. Incluso solía arriesgarme a que me arrestara el gran dragón rojo al acudir en persona para hacer ese trabajo, y soy conocido en todas partes. Ahora eso no me resulta conveniente para ganar dinero. ¿Qué debería hacer?”. En este tipo de situación, expondrán de manera activa sus dificultades y exigencias ante los hermanos y hermanas e incluso acudirán y harán requerimientos a la casa de Dios. Algunos no tienen dinero para sus gastos básicos o para sustentarse en la vejez, pero no resuelven estos problemas por sí mismos. En lugar de eso, quieren depender de esforzarse en la casa de Dios para ganar dinero para sus gastos básicos. Algunos incluso agravan esta situación aún más: no solo piden a la casa de Dios que les costee sus gastos básicos, la crianza de sus hijos y el sustento de sus padres, sino que también solicitan dinero para sus gastos médicos. Algunos incluso piden dinero a la casa de Dios para pagar sus préstamos; sus exigencias son cada vez más excesivas, y realmente no tienen ninguna vergüenza de solicitar estas cosas. Después de que algunos vengan a creer en Dios y se unan a la iglesia, el dinero que la casa de Dios ha pagado para cubrir sus gastos, así como los fondos adicionales que piden de manera activa, supera el sueldo que ganan trabajando. Siempre y cuando se cumplan estas condiciones, por fuera parece que realizan con dedicación y mucha lealtad el trabajo que la casa de Dios les ha asignado. No obstante, cuando se reducen o desaparecen estos beneficios, su actitud cambia. Su actitud hacia el trabajo que les ha asignado la iglesia varía en función de cómo se comportan los hermanos y hermanas con ellos y de la cantidad de ayuda económica que la casa de Dios les ofrece. Una vez que se retira o desaparece la gracia de la que disfrutan, ya no se les puede ver cumplir sus deberes. Desde el momento en el que comienzan a creer en Dios, estos individuos hacen cálculos sobre cómo pueden valerse de engaños para ganarse un puesto en la casa de Dios y disfrutar “con derecho” de la caridad y la ayuda de los hermanos y hermanas después de asegurarse una posición allí, así como de la ayuda de la casa de Dios y de sus provisiones para su vida cotidiana. En absoluto se esfuerzan por Dios con sinceridad y de ningún modo vienen a entregarse de manera incondicional, sino que se unen a la iglesia con un solo propósito, el de vivir de la iglesia y asegurarse una forma de ganarse la vida. Cuando este propósito no se puede cumplir como desearían, no tardan en volverse hostiles y revelar su verdadero rostro, que es el de un incrédulo. Desde que comienzan a creer en Dios, no vienen con sinceridad; no siguen a Dios de corazón, no renuncian a cosas ni se esfuerzan por Dios por voluntad propia, sin pedir recompensas y sin exigir nada a cambio. Por el contrario, vienen a creer en Dios con sus propias exigencias, intenciones y finalidad, con su propósito de vivir de la iglesia con determinación y depender de la iglesia y de los hermanos y hermanas para ganarse la vida, ya que creen en Dios. Cuando esta finalidad no se puede lograr ni cumplir como desean, encuentran otra manera de salir adelante, ya sea yendo a trabajar o haciendo negocios. ¿No hay gente así? (Sí). En la iglesia hay algunos de este tipo. Al principio, cuando la casa de Dios o los hermanos y hermanas les ofrecen cosas por caridad, como ropa, necesidades cotidianas o dinero, por fuera parece que se sienten avergonzados, pero en realidad irradian alegría por dentro. Por ejemplo, supongamos que personas así acogen a uno o a dos hermanos y hermanas o cumplen su deber a tiempo completo y, por tanto, la casa de Dios o los hermanos y hermanas les ofrecen algo de caridad y de ayuda económica para sus familias. Se sienten bastante felices y contentos por esto, y piensan que creer en Dios vale la pena y es rentable y que no han salido perdiendo. A medida que pasa el tiempo, su corazón se va volviendo más avaricioso, exigen cada vez más y pierden la vergüenza; por mucho que se les dé, nunca están satisfechos. Al principio, se sienten avergonzados de aceptar cosas, sin embargo, con el paso del tiempo, consideran que está justificado en cierto modo y entonces comienzan a estar resentidos porque creen que no es suficiente. Más tarde, exigen directamente que la casa de Dios debe darles cierta cantidad; de lo contrario, no podrán sobrevivir y, por tanto, no podrán cumplir sus deberes. ¿Acaso no es su avaricia cada vez mayor? (Sí). A pesar de disfrutar de tanta gracia, no solo no piensan en corresponderla, sino que también exigen cada vez más a la casa de Dios. Creen que es la casa de Dios la que les debe algo, que son los hermanos y hermanas quienes les deben algo, y que es justo que les ofrezcan caridad y ayuda económica. Si les dan menos o si lo reciben tarde, no están satisfechos. Aceptan cualquier cantidad de dinero y cualquier cosa que les den, con el pensamiento de que es justo. A medida que siguen cumpliendo su deber durante un mayor período de tiempo, se sienten aún con más derecho y empiezan a exigir que la casa de Dios les proporcione teléfonos móviles y ordenadores de gama alta. También exigen que la casa de Dios les instale aparatos de aire acondicionado en sus casas y les suministre electrodomésticos, como microondas y lavavajillas. Incluso exigen que la casa de Dios les compre una casa y les facilite un vehículo y algunos piden una empleada doméstica. Sus exigencias y su avaricia son cada vez mayores y, al final, hacen demandas ridículamente excesivas y se atreven a pedir cualquier cosa. Creen: “Me he entregado y esforzado por la casa de Dios en mi fe en Dios. Formo parte de la casa de Dios. Vosotros hacéis muchas ofrendas a Dios; ¿qué problema hay en que me deis una parte? Además, si me dais una parte, no será a cambio de nada; yo también me esfuerzo en la casa de Dios y asumo riesgos, también soporto adversidades y pago un precio. ¿Acaso no es justo que consiga disfrutar de esas cosas? Por tanto, la casa de Dios debe cumplir de manera incondicional mis exigencias, debería darme todo lo que necesito y no ser tacaña”. Decidme, ¿acaso no son estas las manifestaciones de vivir de la iglesia? ¿No son unos incrédulos estos individuos? (Sí). La definición precisa de estos comportamientos es vivir de la iglesia. ¿Qué quiere decir vivir de la iglesia? Significa extorsionar dinero y bienes a la casa de Dios con el pretexto de creer en Dios, y exigir una compensación a la casa de Dios bajo la apariencia de esforzarse por ella y cumplir un deber. Eso es lo que quiere decir vivir de la iglesia. ¿Pueden estas personas perseguir la verdad? (No). ¿Por qué renuncian a cosas, se esfuerzan y soportan adversidades? ¿Es para cumplir un deber? ¿Practican la verdad? (No). Se esfuerzan y soportan adversidades no con la finalidad de cumplir su deber en absoluto, sino con el único fin de asegurarse una forma de ganarse la vida, y no permiten que nadie las critique de ningún modo; solo quieren vivir de la iglesia de manera justificada. Es gente que vive de la iglesia.
Los que viven de la iglesia creen en Dios por ninguna otra razón que no sea la de asegurarse una forma de ganarse la vida, de obtener sustento. ¿Hay personas a vuestro alrededor que viven de la iglesia? Hablad de sus manifestaciones. (Me he encontrado con alguien así. Al principio, parecía un poco inteligente y entusiasta, de modo que la iglesia dispuso que predicara el evangelio. En ese momento, su familia pasaba por apuros, por lo que la iglesia lo ayudó un poco. No obstante, se supo más adelante que se gastaba el dinero sin principios, en cosas que no debía y sin ahorrar cuando podía. Cuando los hermanos y hermanas compartían los principios-verdad con él, se mostraba infeliz y muy reticente por dentro. Debido a que hizo un mal uso del dinero de la casa de Dios, la iglesia realizó unos ajustes razonables de acuerdo con los arreglos y las disposiciones de la casa de Dios, con lo que redujo la ayuda económica que se le había concedido. En consecuencia, él perdió la energía que antes había tenido al cumplir su deber y se volvió cada vez más negligente. Más adelante, la iglesia dejó de ayudarlo y él dejó de poner el corazón en el cumplimiento de su deber. Se pasaba todo el tiempo pensando en cómo trabajar y ganar dinero. Incluso pidió dinero prestado a los hermanos y hermanas con la excusa de que necesitaba comprarse un coche e invertir para crear una empresa y de que, de esta manera, predicar el evangelio sería más práctico y ganaría a más personas. Está claro que con estas palabras engañaba y desorientaba a la gente; utilizaba el pretexto de predicar el evangelio para estafar dinero a los hermanos y hermanas). ¿Cómo se ocuparon de este individuo? (Lo expulsaron directamente). Fue lo correcto. Eso es vivir de la iglesia. Cuando las personas que viven de la iglesia vienen por primera vez a creer en Dios, parecen entusiasmadas en cierto modo, se esfuerzan un poco y, en esos momentos, no tienen grandes exigencias, les basta con solo recibir comida. Sin embargo, con el paso del tiempo, ya no están satisfechas con lo que les dan, sus exigencias son cada vez mayores y, si no se cumplen, comienzan a actuar de manera escurridiza y dejan de estar dispuestas a rendir servicio. Cuando cumplen una pequeña parte de sus deberes, incluso hay que vigilarlas porque, de lo contrario, lo hacen de manera superficial. Al final, cuando se observa que el servicio que rinden hace más mal que bien, son descartadas. Algunos dicen: “¿Por qué la casa de Dios no les demuestra amor?”. También hay principios por lo que respecta a demostrar amor. Esos individuos son unos incrédulos, no leen las palabras de Dios ni aceptan la verdad, actúan en todo momento de manera escurridiza y superficial al cumplir sus deberes y no escuchan cuando se comparte la verdad ni aceptan ningún tipo de poda; podría decirse que son incorregibles. Por consiguiente, la única forma de ocuparse de ellos es echarlos y descartarlos. Si los líderes y los obreros descubren a este tipo de persona, deben ocuparse de ella de inmediato, y si son los hermanos y hermanas quienes la descubren, deben apresurarse a informar del caso a los líderes y obreros. Esta es la responsabilidad de cada uno de los miembros del pueblo escogido de Dios. Una vez que se confirme que este individuo vive de la iglesia, que solo busca procurarse una forma con la que ganarse la vida, que es un incrédulo, que se niega a trabajar si no le dan dinero, que se vuelve reticente y hostil cuando siente que no le pagan bastante y que trabaja un poco solo cuando la retribución es suficiente, no se le debería tratar con indulgencia; ¡hay que echarlo! Para ser exactos, las personas así no son ni siquiera aptas para rendir servicio en la casa de Dios. Si no les pagas, no estarán dispuestas a rendir servicio; pero mientras les pagues, aunque son conscientes de que solo rinden servicio, seguirán dispuestas a hacerlo. ¿Pero qué tipo de servicio pueden rendir estos incrédulos? Ni siquiera pueden rendir servicio bien, y su servicio no cumple con el estándar, de forma que se los debería descartar. Por tanto, lo primero que hay que hacer una vez que se ha discernido que son el tipo de individuos que viven de la iglesia es ocuparse de ellos y expulsarlos de la iglesia por ser considerados personas malvadas. Esto no es exagerado en absoluto; está en consonancia por completo con los principios de la casa de Dios para echar y expulsar a gente. ¿Se le debe dar a este tipo de individuo la oportunidad de arrepentirse? ¿Se le debe mantener bajo observación? (No). ¿Es capaz de arrepentirse? (No). Esta es precisamente su naturaleza; nunca se arrepentirá. Es de la calaña de Satanás. Entre la calaña de Satanás, hay un tipo de personas con la naturaleza de un canalla endiablado, que quieren vivir a costa de otros estén donde estén, que no participan en ningún trabajo adecuado vayan donde vayan y que solo pretenden estafar y engañar a la gente. Ven que los creyentes en Dios tienen humanidad y asumen que son blancos fáciles, de modo que vienen a la casa de Dios para vivir de la iglesia. Poco se imaginan que ya hace mucho tiempo que la casa de Dios las ha discernido, se ha protegido de ellas y tiene principios para ocuparse de la gente así. Cuando fracasan en sus intentos de vivir de la iglesia, montan en cólera de manera vergonzosa y ponen al descubierto sus auténticas intenciones. En ese momento, sabrás por qué la casa de Dios no da a los individuos así la oportunidad de arrepentirse: porque no tienen humanidad y son incapaces de cambiar. Son los canallas endiablados sobre los que hablan los no creyentes. Por tanto, el modo que tiene la casa de Dios de ocuparse de esas personas es echarlas o expulsarlas directamente, y no volver nunca a aceptarlas en la iglesia. ¿Es apropiado tratarlas como personas malvadas? (Sí). Con esto concluimos nuestra charla sobre este tema.
F. Buscar refugio
A continuación, vamos a hablar sobre la sexta finalidad, el sexto tipo de incrédulo al que se debería echar o expulsar de la iglesia: aquellos que creen en Dios con la finalidad de buscar refugio. Algunos dicen: “¿Cuáles son las manifestaciones de buscar refugio? ¿Hay quien cree en Dios para buscar refugio? ¿Existe realmente ese tipo de gente?”. ¿Habéis oído alguna vez a alguien decir: “La iglesia es un lugar de refugio; la gente cree en Dios, de modo que puede buscar refugio”? Muchas personas del mundo religioso dicen esto. Por lo que respecta a la esencia de este dicho, ¿existe alguna diferencia entre este dicho y la finalidad de “creer en Dios para buscar refugio” que vamos a diseccionar? (Sí). ¿Cuál es la diferencia? ¿De qué buscan refugio? (Los que creen en Dios con sinceridad también tienen algunas impurezas mientras persiguen la verdad; también esperan evitar desastres o dificultades y ganar algo de paz. No obstante, el tipo de persona de la sexta finalidad cree en Dios estrictamente para buscar refugio, sin tener la más mínima fe sincera en Él. Esa es la diferencia). En este caso, la diferencia consiste en tener impurezas en la finalidad con la que uno cree en Dios frente a creer en Dios con la única finalidad de buscar refugio. Aparte de esta distinción, también hay otra por lo que respecta a aquello de lo que buscan refugio. Algunos tienen impurezas mezcladas con la finalidad con la que creen en Dios; creen en Dios para evitar desastres y escapar de estos, o para que Dios los proteja y cuide de ellos y, así, puedan de manera objetiva eludir algunos peligros y desastres. Son estos desastres los que intentan evitar. El tipo de personas de esta sexta finalidad que estamos compartiendo, las que creen en Dios con la finalidad de buscar refugio, buscan refugio de una gran variedad de cosas. Para ellas, lo que es más real va más allá de evitar esos desastres y esas calamidades importantes que todavía tienen que ocurrir. Así pues, ¿cuáles son las cuestiones más reales para ellas? Cosas como encontrarse con enemigos formidables en la sociedad, hacer frente a juicios, ofender a funcionarios gubernamentales o a gente influyente, infringir la ley, afrontar la guerra o los diversos desastres que se producen en su país, encontrarse con personas o acontecimientos que ponen en peligro su vida o la seguridad de su familia, etcétera. Tras enfrentarse a estas situaciones, encuentran una iglesia que creen que es digna de confianza y fiable en la que buscar refugio; este es el concepto de buscar refugio sobre el que se habla en la sexta finalidad. Es decir, cuando se encuentran con dificultades en su vida cotidiana que ponen en peligro su vida, familia, trabajo, carrera, etcétera, vienen a la iglesia para buscar refugio, en busca de la ayuda de una fuerza compuesta por un gran número de personas. Esto es creer en Dios con la finalidad de buscar refugio, tal como se menciona en la sexta finalidad. ¿Acaso no es esto diferente de las impurezas de los auténticos creyentes? (Sí). La finalidad con la que este tipo de personas creen en Dios es buscar refugio y ayuda en la iglesia. Es decir, esperan que la iglesia pueda tenderles la mano y, aparte de ayuda económica, también exigen que la iglesia les proporcione protección, apoyo y asistencia. Además, algunos que son así también quieren utilizar la influencia, el estatus y la reputación de la iglesia en la sociedad para luchar contra las fuerzas o los regímenes perversos que oprimen y perjudican a los que creen en Dios, de modo que puedan proteger su vida o sustento. Esta es la finalidad con la que creen en Dios. ¿Hay gente así? Creen que la iglesia es un buen lugar de refugio que puede estar al margen de la política y la sociedad y piensan que, cuando necesiten ayuda, la iglesia puede tenderles la mano con sinceridad y amabilidad echarles una mano para ofrecerles cualquier ayuda económica, abogar por ellos, defenderlos, representarlos en juicios y luchar por sus derechos e intereses. Esta es la finalidad con la que estos individuos creen en Dios. A día de hoy, ¿hay gente así en la iglesia? ¿Habéis oído que haya este tipo de personas? Sin duda, hay individuos así en las iglesias de otros países. Creen en Dios y se unen a la iglesia con la única finalidad de buscar refugio. No entienden qué es la fe, ni mucho menos les interesa la verdad. No obstante, cuando se encuentran con dificultades y no pueden encontrar ayuda alguna en la sociedad, piensan en la iglesia y creen que es un lugar donde pueden refugiarse con seguridad, la mejor vía de escape y el sitio más seguro, de modo que optan por creer en Dios y entrar en la iglesia para lograr su finalidad de evitar desastres.
Las catástrofes se tornan cada vez más grandes y el hombre no tiene manera de vivir. Hay algunos que optan por creer en Dios meramente para evitar desastres. Creen en Su existencia, pero no tienen el menor amor por la verdad. Si tales personas llegan a creer en Dios, ¿debe admitirlas la iglesia? Muchos no tienen clara esta cuestión y piensan que cualquiera que crea que Dios existe debe ser admitido por la iglesia. Ese es un terrible error. La decisión de la iglesia de admitir a alguien debe basarse en si esa persona puede aceptar la verdad y si es objeto de la salvación de Dios, no en si está dispuesta a creer en Él. Existen muchos demonios que quisieran obtener bendiciones y encontrar una salida a través de la fe en Dios, ¿debería la iglesia admitirlos también? Esto no es como predicar el evangelio en la Era de la Gracia, cuando se admitía a cualquiera con tal de que creyera; por lo que se refiere a quién admite la iglesia en la Era del Reino, hay principios y las restricciones de los decretos administrativos de Dios. Sea quien sea, si no ama o no acepta la verdad, no puede ser admitido. ¿Por qué no se admite a estas personas? No se las puede admitir por el motivo principal de que no podemos percibir claramente sus antecedentes o qué clase de personas son en realidad. Si la iglesia admitiera a un demonio, a una persona malvada de una perversidad atroz, todo el mundo sabe las pésimas consecuencias que eso tendría para la iglesia. Además, al creer en Dios, debemos entender Sus intenciones, a quién salva y a quién descarta. ¿De qué personas está compuesta la iglesia? Se compone de aquellos que aceptan la salvación de Dios, de los que aman la verdad, de aquellos a quienes Dios acepta. Dios no salva a los que no creen realmente en Él y no aceptan la verdad, porque no aceptar la verdad es un problema de la propia naturaleza, y esta clase de personas son de la clase de Satanás y nunca van a cambiar. Por tanto, tales personas nunca deben ser admitidas en la iglesia. Si alguien admite la entrada a la iglesia de una persona malvada, de un demonio, entonces esa persona se considera un lacayo de Satanás. Han venido deliberadamente a derribar y destruir la obra de la iglesia, y son un enemigo de Dios. Admitir la entrada de un diablo así, de un enemigo de Dios, en la iglesia supone ofender el carácter de Dios e infringir Sus decretos administrativos, y la casa de Dios no tolerará esto de ninguna manera. La gente malvada, los demonios, no deben ser admitidos en la iglesia; esta es una de las posturas y requisitos claros de la iglesia en la obra de predicar el evangelio. La iglesia no tiene ninguna responsabilidad de admitir a los que eligen creer en Dios para escapar del desastre, ni debe admitir nunca la entrada a los que no aceptan la verdad en lo más mínimo, porque Dios no salva a esas personas. Se cuenta entre los malvados a cualquiera que no reconozca las palabras de Dios Todopoderoso como la verdad, a los que se resisten a la verdad y sienten aversión por ella, y Dios no va a salvar a tales personas. En cuanto a los que reconocen a Dios en su corazón, pero no aman la verdad, y los clasifican como incrédulos que se comen el pan y se sacian, la iglesia nunca debe admitir a ninguno de ellos. Eso por no hablar de aquellas personas sin escrúpulos de la sociedad a quienes les gustaría venir a buscar refugio en la iglesia; a ellas hay que admitirlas aún menos. Esto se debe a que la iglesia no es una organización benéfica, sino el lugar donde Dios lleva a cabo la obra de salvar al hombre. La obra de la iglesia no tiene nada que ver con el gobierno de la nación. Las organizaciones sociales persuaden a la gente para que haga buenas acciones y deponga las armas; esto es por el bien de la nación y no tiene nada que ver con la iglesia. Si alguien se atreve a atraer a la iglesia a una persona malvada no creyente, a un diablo o a un incrédulo, esa persona habrá ofendido el carácter de Dios e infringido Sus decretos administrativos. La casa de Dios debe echar o expulsar a quien atraiga a una persona malvada, a un demonio, a la iglesia. Esta es la clara postura de la iglesia hacia la labor de predicar el evangelio. Cuando estas personas malvadas, estos demonios, quieran venir a buscar refugio en la casa de Dios, hay que decirles que se han equivocado de puerta, que han elegido el lugar equivocado. Desde luego, la iglesia no los admitirá. Esta es la clara postura de la iglesia hacia los no creyentes que les gustaría buscar refugio. ¿Ha quedado esto claro? (Sí). Entonces, ¿cómo deberíamos ocuparnos de esa gente? ¿Cuál es la manera apropiada de explicárselo? Debes decirles: “Sea cual sea el país, hay sociedades de la Cruz Roja, instituciones benéficas, refugios y templos budistas, así como grupos de voluntarios en la sociedad. Si afrontas problemas y sientes que hay agravios que se deben resolver, puedes buscar ayuda en esas organizaciones. Además, puedes pedir al gobierno asilo político o para refugiados y, si tus condiciones económicas lo permiten, puedes contratar a un abogado para que se ocupe de tu caso. Pero esto es la iglesia; es un lugar donde Dios obra y salva a gente, no un sitio para que busques refugio. Por tanto, que hayas entrado en la iglesia no es apropiado, como tampoco sirve de nada que permanezcas aquí. Dios no acepta a ese tipo de personas y la iglesia tampoco las recibe. Al margen de las dificultades que tengan los no creyentes, deberían buscar la ayuda de las organizaciones benéficas y de ayuda humanitaria, o de las agencias de asuntos sociales de la sociedad; estas organizaciones se preocupan de servir a la gente, ofrecer caridad y ayudar a los demás. Sean cuales sean las quejas o las demandas que tengas, puedes ponerte en contacto con dichas entidades o solicitar ayuda al gobierno. Esos son los lugares más apropiados para ti”. La iglesia no admite a incrédulos ni a no creyentes. Si alguien es particularmente “cariñoso”, deja que sean ellos quienes admitan personalmente a alguien así y se encarguen de él; pueden pastorear por sí mismos a la gente así, y la casa de Dios no interferirá en ello. Algunos podrían preguntar: “¿Por qué predica el evangelio la iglesia, entonces? ¿Cuál es la finalidad de predicar el evangelio?”. Predicar el evangelio es una comisión de Dios. Los destinatarios potenciales del evangelio son aquellos que buscan a Dios y el camino verdadero, los que anhelan la aparición de Dios, los que aman la verdad y pueden aceptarla, y los que creen realmente en Dios; el evangelio solo se puede predicar a estas personas. El evangelio no se predica a los que no buscan a Dios ni a los que no vienen a aceptar la verdad, sino a buscar refugio. Algunas personas atolondradas no pueden alcanzar a ver la realidad de este asunto y sufren confusión cuando les ocurren cosas; esas son las personas atolondradas que nunca entenderán las intenciones de Dios.
G. Encontrar a alguien que los respalde
La séptima finalidad con la que la gente cree en Dios es encontrar a alguien que los respalde. ¿Habéis visto alguna vez a este tipo de personas? Se trata de una situación bastante especial; aunque no hay muchas, existen sin duda. Esto se debe a que las iglesias de Dios no solo han surgido en China, sino también en Asia, Europa, América y diversos países de África, de modo que estos oportunistas e incrédulos aparecerán con ellas. Al margen de cuán probable sea que estos individuos aparezcan, en cualquier caso, cuando lo hagan, debéis enfrentaros a ellos y discernirlos, y no permitir que estos incrédulos ganen ningún estatus ni provoquen perturbaciones en la iglesia. Si pensáis que estos problemas no existen porque no han aparecido o no os los habéis encontrado, esta idea es estúpida. Una vez que surgen estos problemas, si no tienes discernimiento ni sabes cómo resolverlos, ocasionarán grandes peligros ocultos a la iglesia, la casa de Dios, los hermanos y hermanas y la obra de la iglesia. Por tanto, antes de que nada suceda, debes saber a qué problemas habría que enfrentarse y cómo resolverlos. Esta es la mejor manera; te sirve de protección invisible. Los individuos mencionados en la séptima finalidad con la que se cree en Dios, aquellos que creen en Él para encontrar a alguien que los respalde, no son pocos. Esta sociedad está llena de injusticia, discriminación y opresión por todas partes. Personas de todas las clases sociales aborrecen y odian en gran manera las diversas injusticias de la sociedad y también se sienten muy furiosas. Sin embargo, no es sencillo escapar de las injusticias del mundo humano, salvo que desaparezcas de él. Mientras uno viva en este mundo y entre esta gente, será objeto, más o menos y en mayor o menor medida, de acoso y humillación, y puede que incluso de la caza y la persecución de ciertas fuerzas poderosas. Estas diversas injusticias y desigualdades han causado un gran estrés en la psique de la gente y les han provocado una importante presión psicológica y, por supuesto, muchas molestias en su vida normal. Como resultado, algunos no pueden evitar desarrollar una idea concreta: “Para que alguien pueda hacerse un sitio en la sociedad, debe tener una fuerza tras de sí que lo respalde. Cuando se encuentre con dificultades y necesite ayuda, o cuando vaya por su propia cuenta y esté desamparado, habrá un grupo de personas que lo respaldarán y llevarán la batuta, que resolverán los problemas y obstáculos a los que se enfrente, o que le asegurarán las necesidades básicas para vivir”. Así pues, se esfuerzan por buscar ese apoyo. Desde luego, algunos de estos individuos acaban encontrando la iglesia. Creen que las personas de la iglesia están unidas de corazón y trabajan por el mismo objetivo, y que cada una de ellas tiene fe, alberga buenas intenciones, se muestra amable con los demás, se aparta de los conflictos sociales y se distancia de las tendencias malvadas de la sociedad. Para los que creen en Dios, la iglesia es sin duda un símbolo de gran rectitud en esta sociedad y en el mundo; además, la gente tiene una imagen positiva, buena y amable de las personas de la iglesia. Algunos optan por creer en Dios porque pertenecen al estrato más bajo de la sociedad, carecen absolutamente de poder en esta y de buenos antecedentes familiares. Se encuentran con distintas dificultades a la hora de recibir formación, hacer amigos, encontrar trabajo o hacer diversas cosas, de modo que creen que, para sobrevivir y hacerse un sitio en esta sociedad, deben tener a alguien que los ayude. Por ejemplo, al buscar un empleo, si dependen de sí mismos y examinan sin propósito alguno una oportunidad laboral tras otra, podría suceder que llegaran a gastarse casi todos sus ahorros sin haber encontrado necesariamente un trabajo adecuado. Sin embargo, si en su búsqueda cuentan con el apoyo de alguien que sea de fiar y que pueda ayudarlos de manera sincera, se reducen mucho los problemas por los que tienen que pasar y el tiempo invertido en buscar empleo. Por tanto, creen que, si pueden encontrar a esa persona que los respalde, cuando tengan que enfrentarse a cualquier cosa en la sociedad —como recibir formación, buscar trabajo e, incluso, asegurar su vida diaria y su supervivencia— contarán con alguien que maneje los hilos y los respalde, un grupo de personas entusiastas que los ayude entre bastidores. Así pues, cuando encuentran la iglesia, sienten que han hallado el lugar correcto. La iglesia se convierte para ellos en una opción muy buena para hacerse un lugar en la sociedad y lograr tener una vida tranquila. Por ejemplo, cuando se trata de visitar a un médico, ir de compras, contratar un seguro, adquirir una vivienda, ayudar a sus hijos a escoger escuela o, incluso, gestionar cualquier asunto, siempre pueden encontrar en la iglesia a gente cariñosa que les tenderá una mano y los ayudará a resolver estos problemas. De esta forma, su vida es mucho más cómoda, ya no están tan solos en la sociedad y se reducen mucho las dificultades a la hora de gestionar asuntos. Por tanto, para ellos, venir a la iglesia para creer en Dios les reporta realmente beneficios tangibles. Incluso cuando vayan al médico, los hermanos y hermanas encontrarán a conocidos en el hospital para que los ayuden; pueden contar con los hermanos y hermanas para obtener las mejores ofertas de compra e, incluso, comprar casas a precios con descuento de empleado. Con la ayuda de los hermanos y hermanas de la iglesia, se resuelven todos estos problemas. Estas personas piensan: “¡Creer en Dios es fantástico! ¡Ahora, encontrar un trabajo, gestionar asuntos y hacer compras es muy cómodo! Siempre que necesito algo, solo tengo que hacer una llamada o enviar un mensaje al grupo, y todo el mundo une fuerzas para echar una mano. Hay mucha gente amable en la iglesia; ¡gestionar asuntos es muy cómodo! No fue sencillo encontrar a alguien que me respaldara, de manera que no me marcharé de la iglesia pase lo que pase. Pero en las reuniones que se celebran en la casa de Dios siempre se leen las palabras de Dios y se comparte la verdad, lo que hace que me sienta incómodo y en desacuerdo. No estoy dispuesto a comer y beber las palabras de Dios, y me repugna cada vez que oigo compartir la verdad. Sin embargo, si no la escucho, la cosa no funcionará; no puedo dejarlos. Me ayudan mucho. Si me niego a escuchar, me sentiré avergonzado, y también sería incómodo decir que ya no creo, de modo que debo seguir la corriente y decir cosas agradables”. En el corazón, no quieren realmente creer, pero solo pueden ocultar este sentimiento. Algunos dicen: “Solo los ves que siempre piden ayuda a los hermanos y hermanas para gestionar asuntos y que están bastante contentos cuando reciben esa ayuda; ¿puedes discernir solo a partir de eso que la finalidad con la que creen en Dios es encontrar a alguien que los respalde?”. Aparte de estas manifestaciones, fijaos en si suelen leer las palabras de Dios y compartir la verdad, si pueden cumplir su deber y mostrar algún cambio real; eso os permitirá saber si creen en Dios con sinceridad. Los que buscan a alguien que los respalde solo creen en Dios para usar a la iglesia y a los hermanos y hermanas para que les gestionen asuntos y les resuelvan las dificultades de su vida. Pero nunca mencionan el hecho de cumplir su deber, y tampoco comen ni beben ni comparten las palabras de Dios. En cuanto oyen hablar sobre alguna forma ingeniosa de hacer las cosas, se entusiasman mucho; comienzan a parlotear sin cesar y ni siquiera se les puede interrumpir. Pero cuando el tema trata sobre cumplir el deber o ser honesto y no mentir ni engañar a otros, enmudecen. En el corazón, no les interesan estas cosas; no importa con cuánta pasión hables, ellos no responden ni se involucran; incluso intentan en todo momento interrumpirte y dirigir la conversación hacia algún tema que les interese. Se devanan los sesos pensando en el modo de conseguir que los hermanos y hermanas hagan cosas y se esfuercen por ellos, sin querer darles ninguna oportunidad para que mencionen el hecho de cumplir el deber o de esforzarse por Dios. Si alguien sugiere que cumplan su deber o que se esfuercen por Dios, ellos enseguida encuentran un asunto propio urgente que ofrecer a cambio; mientras los hermanos y hermanas gestionan este asunto por ellos, se esfuerzan a desgana un poco por la casa de Dios, con lo que satisfacen la petición de los hermanos y hermanas por un estrecho margen, y una vez resuelto su asunto personal, se enfrían con respecto a los hermanos y hermanas. Para mantener el contacto con la iglesia, para no perder el respaldo de esta ni la ayuda de los hermanos y hermanas, se relacionan de cerca con todo aquel que les resulte útil, y suelen interesarse por él de manera solícita y decir palabras consideradas y poco sinceras para mantener la relación. Hablan sobre lo mucho que creen en la existencia de Dios, lo mucho que Él los bendice, la gran cantidad de gracia que Él les concede y cómo suelen derramar lágrimas y sentirse en deuda con Dios y dispuestos a corresponder a Su amor; lo dicen para engañar a los hermanos y hermanas y conseguir su ayuda. Cuando ya no les sirve de nada aprovecharse de alguien, bloquean y suprimen de inmediato los datos de contacto de esa persona. De manera enérgica, se ganan el favor de quienes son más beneficiosos para ellos, de los que más vale la pena aprovecharse, y los complacen y se les acercan. Por lo que respecta a aquellos de los que no vale la pena aprovecharse, a los que, como ellos, no tienen influencia ni estatus en la sociedad y también forman parte del estrato social más bajo, sin nadie en quien confiar, ni siquiera les dirigen la mirada. Solo se relacionan con aquellos de los que vale la pena aprovecharse y que tienen contactos en la sociedad, aquellos a los que consideran capaces. Pueden esforzarse y soportar adversidades por la iglesia solo cuando necesitan algo de ella o de los hermanos y hermanas. En realidad, las manifestaciones de los incrédulos que presentan estos individuos son muy evidentes. En casa, nunca leen las palabras de Dios, nunca le oran cuando no hay dificultades, y participan en la vida de la iglesia muy a desgana. No piden cumplir deberes ni toman la iniciativa para implicarse en la obra de la iglesia; en especial, nunca participan de manera activa en trabajos peligrosos. Aunque acepten realizarlos se muestran muy impacientes, y solo cuando los llaman o los invitan se esfuerzan a desgana un poco. Estas son manifestaciones de los incrédulos: no leer las palabras de Dios y no cumplir el deber; aunque participen a desgana en la vida de la iglesia, lo hacen para evitar perder la comunidad de los hermanos y hermanas de la iglesia, que tanto los respaldan. Mantienen relaciones con estas personas solo para que les resulte más cómodo gestionar asuntos en el futuro. Cuando estos individuos obtienen un punto de apoyo en la sociedad y consiguen una posición donde asentarse y comenzar su vida, y una vez que han logrado sobrevivir en el mundo y han adquirido influencia y posibilidades de vivir un futuro deslumbrante, se marchan de la iglesia rápidamente y sin dudarlo, cortan los lazos con los hermanos y hermanas y pierden el contacto. Si hay algún destinatario potencial del evangelio con quien ellos tengan buena relación y quieres contactar con él para predicarle el evangelio, no lo podrás hacer. No solo cortan los lazos con la iglesia, sino que también dan por terminada la amistad con ciertas personas. ¿Acaso no se han delatado ya como incrédulos? (Sí). ¿Cómo debería la iglesia ocuparse de esas personas? (Debería echarlas). ¿Deberíamos darles una oportunidad, mostrarnos comprensivos con su debilidad y con las dificultades de su vida y apoyarlas y ayudarlas más para que puedan venir para creer que Dios existe, interesarse por la verdad y esforzarse por Dios con sinceridad? ¿Hace falta realizar ese trabajo? (No). ¿Por qué no? (Porque estos individuos no están aquí para creer en Dios en absoluto). Eso es, no han venido para creer en Dios; su objetivo es muy claro: están aquí para encontrar a alguien que las respalde. Por tanto, ¿puede dar algún resultado compartir la verdad con estas personas? (No). No la entenderán; no la valoran ni la necesitan ni les interesa.
¿Cómo deberíamos describir a aquellos que creen en Dios solo para encontrar a alguien que los respalde? Es bastante adecuado describirlos como individuos que anteponen sus intereses a cualquier otra cosa. Mientras vean que alguien les resulta útil y beneficioso, harán todo lo que esa persona les pida; incluso seguirán todas y cualesquiera órdenes que dé. Anteponen sus propios intereses a todo lo demás; mientras algo sirva a sus intereses, ya va bien. Si les dices que creer en Dios traerá bendiciones y beneficios, sin duda creerán en Él y harán cualquier cosa que les pidas que hagan. Mientras tu capacidad para gestionar asuntos en la sociedad satisfaga necesidades y les permita beneficiarse, se relacionarán contigo sin duda alguna. No obstante, su relación contigo no significa que puedan creer realmente en Dios ni que se esfuercen por Dios con sinceridad como tú. Aunque se lleven bien contigo y tengáis una relación especialmente buena, no significa necesariamente que os habléis el mismo idioma, que sigáis la misma senda o que tengáis las mismas búsquedas. Por tanto, no debes dejarte desorientar por esas personas. Son hábiles y tienen tácticas para interactuar con los demás. Creen en Dios con la finalidad de encontrar a alguien que las respalde, no de perseguir la verdad y alcanzar la salvación. ¡Eso demuestra la bajeza y la tenebrosidad de su calidad humana! Vienen a la iglesia para encontrar a gente de quien poder aprovecharse, conspirando para obtener diversos beneficios para sí mismas. ¿Acaso no significa eso que son capaces de actuar sin ningún escrúpulo y de cometer toda clase de desfachateces? (Sí). Solo a partir del hecho de que creen en Dios con la finalidad de encontrar a alguien que las respalde y de procurarse un sustento, está claro que esas personas no son nada bueno, que tienen una calidad humana muy baja, que son egoístas, despreciables y sórdidas y que viven entre grandes tinieblas. Así pues, el principio de la iglesia para ocuparse de estos individuos es, asimismo, discernirlos y, después, echarlos o expulsarlos. Cuando se discierne que no son auténticos creyentes, que han venido a la iglesia para buscar una salida y sacar provecho, y que quieren aprovecharse de los hermanos y hermanas para que gestionen sus asuntos y les rindan servicio, en tales casos, los líderes y obreros y los hermanos y hermanas deberían ocuparse de la situación de manera inmediata y adecuada. Sin poner en peligro la seguridad de la iglesia ni la de los hermanos y hermanas, se los debería echar o expulsar lo antes posible. No se les debería permitir seguir merodeando entre los hermanos y hermanas. No son los objetos de la salvación de Dios. Cuando merodean entre vosotros, lo que hacen es vigilar sin cesar a todo el mundo con codicia y atención para ver de quién vale la pena aprovecharse. Siempre hacen cálculos para determinar si hay alguien en la iglesia a quien puedan utilizar; alguien que tenga parientes que trabajen en un hospital, que sepa cómo tratar enfermedades o disponga de remedios secretos, que pueda beneficiarse de precios de mayorista en las tiendas, que tenga un hermano cuya familia dirija un concesionario de automóviles o que pueda obtener precios rebajados para empleados en la compra de casas; en concreto, investigan esas cuestiones. ¡Son meticulosos en sus cálculos! Hacen cálculos incluso sobre asuntos sin importancia y también desean maquinar siempre contra los hermanos y hermanas y conspirar para aprovecharse de ellos. Investigan el entorno familiar de todo el mundo y meten a todos en sus argucias y conspiraciones. ¿Podéis sentir paz en el corazón al interactuar con estas personas? (No). ¿Qué se debería hacer si no hay paz? Deberíais protegeros de esa gente. Tales personas creen en Dios con segundas intenciones; no están aquí para perseguir la verdad ni la salvación, sino para encontrar a alguien que las respalde, un sustento y una salida para sí mismas. Son especialmente egoístas, despreciables e insidiosas. No cumplen ningún deber ni se esfuerzan por Dios. Cuando la iglesia las necesita para algo, no se las encuentra por ninguna parte, pero reaparecen cuando el asunto se ha resuelto. Solo saben aprovecharse y no sirve de nada dejar que permanezcan en la iglesia; se debe recurrir a diversos métodos para depurarlas cuanto antes. Algunos dicen: “¿De verdad es necesario recurrir a varios métodos para ocuparse de una sola persona?”. En la iglesia hay todo tipo de individuos; muchos de ellos creen en Dios solo con la finalidad de encontrar a alguien que los respalde y una salida, de obtener bendiciones y de evitar desastres. La gravedad de estos motivos es lo único que varía; algunas personas muestran un tipo de comportamiento, mientras que otras muestran otro. Por tanto, se debe tratar de manera distinta a personas diferentes; solo este proceder está en consonancia con los principios. Por lo que respecta a estos incrédulos que quieren encontrar a alguien que los respalde, se les debe depurar de inmediato. No les permitáis que vivan a costa de los demás en la iglesia. Piden a los hermanos y hermanas que les gestionen asuntos; dado que en realidad solo hace falta un poco de esfuerzo para ayudarlos a gestionar asuntos, ¿por qué no se les debería prestar ni siquiera esa pequeña ayuda? En primer lugar, y fundamentalmente, porque no son auténticos creyentes; son incrédulos absolutos. En segundo lugar, porque no pueden pasar de no creer a ser auténticos creyentes. No son los que Dios ha predestinado y escogido; no son los objetos de Su salvación; por el contrario, son malhechores que se han infiltrado en la iglesia. En tercer lugar, porque van de un lado para el otro por la iglesia, siempre en busca de la ayuda de los hermanos y hermanas sin importar cuán grande sea el problema al que se enfrenten, lo que hostiga de manera imperceptible a los hermanos y hermanas, al tiempo que crea un ambiente gravemente negativo en la iglesia que perjudica a todo el mundo. Por tanto, lo mejor es depurar cuanto antes a estos diablos que creen en Dios solo para encontrar a alguien que los respalde. Si todavía no los habéis identificado o no habéis percibido que son este tipo de persona, podéis conservarlos para observarlos. Cuando ya hayáis discernido y alcanzado a ver que son parte de las diversas personas malvadas a las que la casa de Dios debe echar, no dudéis ni seáis corteses con ellos. Después de debatirlo con todos y de llegar a un consenso, podéis echarlos. Si los líderes y los obreros de la iglesia ignoran este asunto, mientras la mayoría de los hermanos y hermanas confirme que son el tipo de individuos que creen en Dios solo para encontrar a alguien que los respalde y una salida, tenéis derecho a echarlos directamente sin tener que contar con la aprobación de los falsos líderes. Hacer esto es correcto y está en plena consonancia con los principios-verdad. Es vuestro derecho y vuestra obligación y responsabilidad; es para vuestra protección. Por supuesto, cuando los hermanos y hermanas que son auténticos creyentes afronten dificultades, tenemos la responsabilidad y la obligación de hacer cuanto esté en nuestras manos por ayudarlos lo mejor que podamos, ya sea con ayuda y apoyo afectuosos o con asistencia material. Eso es el amor entre hermanos y hermanas, el amor de los que creen en Dios. Sin embargo, no tenemos ninguna responsabilidad ni obligación de prestar ayuda a los incrédulos porque no son hermanos ni hermanas ni se merecen esa gracia ni esa ayuda. En eso consiste tratar a la gente según los principios. Nuestra charla sobre la séptima finalidad con la que se cree en Dios concluye aquí. No hace falta dar más ejemplos concretos sobre estos tipos de personas. En resumen, se debería echar o expulsar de la iglesia a cualquiera que crea en Dios con la finalidad de encontrar a alguien que lo respalde. Una vez que los líderes y los obreros disciernan que hay individuos así en la iglesia, se los debería echar de inmediato. Echad a cada uno que encontréis, sin dejaros a ninguno. Si la mayoría de los hermanos y hermanas ya han sido objeto de hostigamiento por parte de tales personas hasta el punto de sentirse indefensos e incapaces de seguir soportándolo, y los líderes y los obreros aún las defienden y dicen: “Tienen dificultades; deberíamos ayudarlos”, se debería responder a estos líderes: “No son auténticos creyentes en Dios en absoluto. Ignoran a cualquiera que comparta las palabras de Dios con ellos y se niegan a cumplir su deber cuando se les pide. Nunca han tenido intención alguna de esforzarse por Dios, y solo quieren aprovecharse de los hermanos y hermanas para que gestionen sus asuntos. ¡No tenemos ninguna responsabilidad ni obligación de ayudar a estos incrédulos!”. Aunque el líder de la iglesia no lo apruebe, tenéis el derecho de uniros a la mayoría para echarlos de la iglesia. Llegado este punto, si el líder de la iglesia sigue sin estar de acuerdo, informad del asunto a instancias superiores; aislad al líder y dejad que reflexione. Podéis volver a aceptarlo como líder cuando esté de acuerdo. Si no cambia de opinión, podéis destituirlo y elegir a un nuevo líder. Esta es la séptima finalidad con la que las personas creen en Dios: encontrar a alguien que las respalde.
H. Perseguir objetivos políticos
A continuación, hablaremos sobre la octava finalidad: creer en Dios con finalidades y objetivos políticos. La probabilidad de que este tipo de personas aparezcan no es muy alta, pero al margen de cuán probable sea, mientras exista la posibilidad de que lo hagan, deberíamos hacer una lista con ejemplos de tales personas y ponerlas al descubierto, hablar sobre ellas y definirlas. Debemos hacer esto para que todo el mundo pueda discernirlas y entonces se las pueda echar lo antes posible, evitando así que la iglesia y los hermanos y hermanas tengan problemas y corran peligro. Esto se hace para proteger a la iglesia y a los hermanos y hermanas. Así pues, los que creen en Dios con objetivos políticos son personas a las que deberíamos discernir y de las que deberíamos protegernos, y también son personas malvadas a las que la iglesia debería echar cuanto antes. ¿Cuáles son las manifestaciones de aquellos que tienen objetivos políticos? No te expresarán lo que piensan realmente. No dirán con claridad: “Solo me interesa la política, me gusta participar en la política, de modo que creo en Dios con finalidades y objetivos políticos, no por ningún otro motivo. Podéis ocuparos de mí como tengáis que hacerlo”. ¿Dirán esto? (No). Por tanto, ¿qué manifestaciones exhiben que te permiten discernir que tienen objetivos políticos? Es decir, ¿qué palabras pronuncian, qué cosas hacen, qué expresiones, miradas y tonos de habla son suficientes para que confirmes que la finalidad con la que creen en Dios no es pura? Al margen de lo que digan o hagan, ocultan cosas en el corazón y nadie puede desentrañarlas. Tienen una identidad y un trasfondo especiales; a partir de su discurso y comportamiento, puede verse que tienen argucias y maquinaciones, y que su manera de hablar y hacer las cosas es estratégica. Cuando hablan, una persona corriente no puede captar sus motivos o pensamientos reales ni sabe por qué dicen las cosas que dicen. A pesar de que por fuera estos individuos no muestren animosidad ni juicio alguno hacia el hecho de creer en Dios o compartir la verdad e, incluso, es posible que exhiban cierta debilidad por estas cosas, sientes que son tipos raros, distintos del resto de hermanos y hermanas y, en cierto modo, insondables. ¿Qué sueles hacer con las personas que son en cierto modo insondables? ¿Te proteges simplemente de ellas? ¿O tomas la iniciativa de investigarlas y descubrir qué pasa realmente con ellas? (Deberíamos observarlas). Sea lo que sea lo que haga alguien, sus finalidades y objetivos no suelen quedar al descubierto con facilidad en un breve período de tiempo. Pero, a medida que vaya pasando el tiempo, salvo que no hagan nada en absoluto, al actuar, seguro que se delatarán. Observa los pequeños detalles y busca indicios en ellos: puedes descubrir alguna información y pistas a partir de su discurso y comportamiento, de la intención y el rumbo de sus acciones, y de las palabras y el tono que emplean al hablar. Ser capaz de hacer esto depende de si eres meticuloso y tienes cierto nivel de inteligencia y calibre. Algunos estúpidos son incapaces de reconocer el peligro y la crueldad que existen en la sociedad humana; al margen de con quien se encuentren, siempre utilizan el mismo método para interactuar con ellos. Como resultado, cuando se cruzan con políticos taimados y astutos con objetivos políticos, se convierten con facilidad en Judas y en herramientas para traicionar a la iglesia y, sin darse cuenta, cometer estupideces que hacen que esta caiga en la trampa.
¿Qué manifestaciones tienen en realidad estos individuos con objetivos políticos? Tienen un trasfondo social determinado; son personas que se relacionan con los círculos políticos. Al margen de su estatus en los círculos políticos, de si son funcionarios, realizan trabajos extraños o se preparan para conseguir una posición en los círculos políticos, todo se reduce a que tienen un trasfondo político en la sociedad; se trata de una situación compleja y especial. Tanto si estas personas creen en la existencia de Dios como si no, a juzgar por sus búsquedas, las sendas que toman y su esencia-naturaleza, ¿pueden acabar siendo de las que creen en Dios con sinceridad? ¿Pueden pasar de ser unos incrédulos, unos políticos apasionados por la política, a convertirse en personas que creen en Dios con sinceridad? (No). ¿Estás seguro? ¿O hay alguna posibilidad? (Ninguna en absoluto). Es imposible sin duda alguna. Creer en Dios y la política son dos sendas distintas; discurren en direcciones opuestas, no tienen nada en común ni se pueden cruzar de ninguna manera. Son sendas divergentes por completo. Así pues, los que tienen objetivos políticos o aman y les apasiona la política, aunque crean en Dios sin ninguna finalidad política explícita, siguen albergando otras finalidades; y es innegable que su finalidad no es ganar la verdad ni salvarse. Como mínimo, se puede determinar que no creen en Dios con sinceridad. Solo admiten la leyenda de que hay un Dios, pero no reconocen la existencia de Dios ni el hecho de que Él es soberano sobre todas las cosas. Por tanto, estos individuos nunca pasarán de ser unos incrédulos apasionados por la política a convertirse en auténticos creyentes que creen en la existencia de Dios y pueden aceptar Su obra, juicio y castigo.
¿Qué finalidades tienen realmente estos incrédulos con objetivos políticos al creer en Dios? La respuesta guarda relación con sus búsquedas y las profesiones a las que se dedican. Por ejemplo, algunos siempre tienen determinadas exigencias personales dentro de un círculo político, con grandes metas y aspiraciones políticas, etcétera, que, sean cuales sean, están en su totalidad relacionadas con la política. ¿Qué quiere decir “política”? En pocas palabras, el término está relacionado con los regímenes, el poder y la gobernanza. Por tanto, el hecho de que crean en Dios con objetivos políticos está, por supuesto, relacionado con sus búsquedas políticas. Así pues, ¿cuáles son sus objetivos? ¿Por qué les atrae la gente de la iglesia? Quieren utilizar la institución que es la iglesia, el gran número de personas que la componen y la influencia de estos miembros de la iglesia pertenecientes a diversas profesiones y clases sociales para lograr sus metas. Después de informarse sobre las enseñanzas de la iglesia, el funcionamiento de varios aspectos de su obra, la manera en que el pueblo escogido de Dios vive la vida de iglesia, la práctica del deber por parte de este, etcétera, intentan integrarse en la iglesia. Conservan bien en la mente cosas como la terminología espiritual y diversas expresiones que el pueblo escogido de Dios suele usar en las charlas, con la esperanza de que algún día puedan emplearlas para congregar a todo el mundo para que los escuche, para utilizar a esas personas y, de ese modo, lograr sus metas políticas. Tal como dicen los no creyentes, después de que las cosas se vayan gestando durante un tiempo, cuando puedan levantar la bandera y lograr que la gente se alce en rebelión, habrá más gente que responderá a su llamada y los seguirá, de modo que podrán conseguir que una parte de los miembros de la iglesia se convierta en su fuerza para enfrentarse a sus rivales. Esto ha ocurrido varias veces en la historia moderna de China. Por ejemplo, la rebelión del Loto Blanco y la rebelión Taiping durante la dinastía Qing fueron casos en los que los individuos con objetivos políticos aprovecharon la religión para luchar contra el gobierno. Las enseñanzas de sus religiones se desviaron del camino verdadero y presentaban muchos aspectos absurdos y ridículos que no eran conformes a la verdad en absoluto. Los que tenían objetivos políticos utilizaron estas enseñanzas para unificar, amarrar y adoctrinar las mentes de la gente, así como para influir en ellas. En última instancia, se aprovecharon de los adoctrinados para lograr sus metas políticas. Desde el principio, cuando estas personas con objetivos políticos vienen a creer en Dios, les atrae el nombre de la iglesia. Es decir, pueden ocultar su identidad y sus objetivos bajo el nombre de la institución que es la iglesia; eso por un lado. Por otro lado, piensan que, mientras difundan sus ideas políticas bajo el lema de creer en Dios, será muy sencillo adoctrinar a la gente de la iglesia, y que es probable que estas personas adoren y escuchen a gente famosa. Por consiguiente, estos individuos con objetivos políticos tienden a considerar a los miembros de la iglesia como objetos a los que utilizar. Creen que es muy sencillo que la iglesia se convierta en un lugar donde puedan ocultar su identidad, y que los miembros de la iglesia son objetos que pueden utilizar con facilidad; en pocas palabras, así es como ven las cosas. Por tanto, la finalidad con la que se unen a la iglesia es esperar que un día, cuando se encuentren en ascenso, puedan enfrentarse a sus rivales políticos y ganar poder; este es su objetivo político. Quieren utilizar el pretexto nominal de creer en Dios para extender a las personas que los idolatran y siguen hacia parte de su esfera de influencia política. Algunos dicen: “Es posible que tengan esa finalidad, pero si no dan ningún paso, como máximo solo podemos ver que son unos incrédulos o unos falsos creyentes. ¿Cómo podemos determinar que tienen finalidades políticas claras?”. Esto no es difícil. Tomaos tiempo para observar. Mientras tengan objetivos políticos, entrarán en acción sin duda alguna. Si no quisieran entrar en acción, ¿por qué se habrían infiltrado en la iglesia? Si todavía no han entrado en acción es porque no han encontrado la oportunidad. Cuando la tengan, actuarán en consecuencia. Por ejemplo, si el gobierno promulgara una política errónea o reprimiera y arrestara al pueblo escogido de Dios, los hermanos y hermanas como mucho comentarían y discernirían este asunto y ya está. Pase lo que pase, lo importante es creer en Dios, cumplir sus deberes y seguir la voluntad de Dios. Los pequeños detalles no les harían perder el foco en la imagen general; seguirían creyendo en Dios y cumpliendo sus deberes de la manera en que deben hacerlo, como de costumbre. Sin embargo, los individuos con objetivos políticos son diferentes. Convertirían el asunto en algo importante, lo expondrían y divulgarían de manera desmesurada, desearían con desespero incitar a todo el mundo para que se alzara contra el gobierno a fin de servir a sus propios objetivos políticos, y no pararían hasta que lograran sus metas. Por participar en la política, dejan de lado por completo los asuntos que tienen que ver con creer en Dios y cumplir sus deberes, e ignoran los requisitos de Dios hacia el hombre y Sus intenciones. Así de locos están; ¿acaso la gente aún no puede discernirlos? ¿Siguen estos individuos a Dios o a la política? Algunas personas que carecen de discernimiento se desorientan fácilmente. Los que participan en la política no saben qué es la verdad y menos aún entienden que la obra de Dios consiste en limpiar las actitudes corruptas de la gente y en salvarles de la influencia de Satanás. Piensan que involucrarse en los derechos humanos y la política significa tener sentido de la rectitud y someterse a Dios. ¿Significa el hecho de involucrarse en la política y los derechos humanos que una persona posea la realidad-verdad? ¿Significa que se someta a Dios? Por muy bien que manejes el tema de los derechos humanos y la política, ¿significa eso que se ha limpiado tu carácter corrupto? ¿Significa que se han limpiado tu ambición y tu deseo de ostentar poder? Muchos no pueden alcanzar a ver estas cuestiones. Al parecer, Sun Yat-sen también era cristiano. Cuando estaba en peligro, oraba para que Dios lo salvara. Pasó toda su vida implicado en la revolución; ¿recibió la aprobación de Dios? ¿Fue alguien que practicara la verdad y se sometiera a Dios? ¿Tuvo testimonios vivenciales acerca de practicar las palabras de Dios? No tuvo nada de eso. Tras ser llamado, Pablo predicó sin cesar el evangelio y sufrió muchas adversidades, sin embargo, debido a que no se arrepintió realmente, no tuvo entrada en la vida, cometió los mismos pecados una y otra vez, se ensalzó y dio testimonio de sí mismo siempre que tuvo oportunidad, se convirtió en un anticristo y fue castigado. Pase lo que pase, creer en Dios sin aceptar la verdad, perseguir siempre la fama y el estatus y querer ser en todo momento un superhombre o una gran persona es muy peligroso. Todos los que tienen objetivos políticos son anticristos. Esa gente no renunciará con facilidad a cumplir sus aspiraciones políticas y siempre buscará oportunidades para incitar y ganarse creyentes como su fuerza política. Si algún día ven que no les resulta sencillo aprovecharse de los creyentes, que estos solamente aman y persiguen la verdad y que únicamente siguen a Cristo y no a las personas, solo entonces renunciarán por completo a ellos.
En el fondo, la mente de los que tienen objetivos políticos está ocupada por entero por ideas relacionadas con la política: poder, influencia, gobernanza, conspiraciones, medios políticos, etcétera. No entienden qué significa creer en Dios, qué son la verdad y la fe ni mucho menos cómo someterse a Dios. Tampoco entienden qué es la voluntad del Cielo. Sus principios de supervivencia son “El hombre triunfará sobre la naturaleza” y “Cada quien tiene su destino en sus propias manos”. Por tanto, intentar cambiar a estos individuos es imposible y una idea ridícula. Ellos suelen difundir puntos de vista políticos entre los hermanos y hermanas de la iglesia, incitándolos así a participar en actividades políticas y en la política. Está muy claro que la finalidad con la que creen en Dios está motivada por objetivos políticos. Los demás pueden discernir esta esencia con rapidez y facilidad. Estas personas ignoran por completo la fe, así como el hecho de recorrer la senda correcta y someterse a la voluntad del Cielo; creen que los pensamientos y las sendas de cualquiera pueden cambiarse mediante tácticas políticas, y piensan sobre todo que el porvenir de una persona puede cambiarse a través de medios y métodos humanos. Por tanto, ignoran por completo los asuntos profundos, pero evidentes, de las leyes de la naturaleza que Dios ha creado y de la soberanía de Dios sobre el porvenir del hombre; son legos por lo que se refiere a estas cuestiones y, simplemente, no les pueden entrar en la cabeza. ¿Qué quiero decir con esto? Si encuentras a alguien cuya finalidad con la que cree en Dios está motivada por objetivos políticos, no debes intentar de ninguna manera cambiarlo ni persuadirlo, ni hace falta compartir muchas verdades con él. Además de protegerte de esa persona, deberías informar al respecto a líderes de iglesia de diversos niveles o a hermanos y hermanas de fiar tan pronto como sea posible y encontrar el modo de expulsarla de la iglesia. No deberías protegerte de ella de manera secreta y silenciosa mientras dejas que otros permanezcan en las tinieblas. Así pues, ¿qué tipo de gente puede tener un poco de discernimiento sobre aquellos a los que les gusta hablar de política y tener objetivos políticos? ¿Es gente mayor o joven? ¿Son hermanos o hermanas? (Hermanos mayores). Eso es; los hermanos mayores, es decir, los que tienen experiencia en el ámbito social, han estado en contacto con la política o han sufrido persecución política (gente con conocimiento de estos asuntos), pueden percibir las cuestiones políticas con relativa claridad. Desde luego, pueden ejercer un poco de discernimiento hacia los que participan en política y, en particular, pueden percibir sus ambiciones y deseos, así como sus pensamientos, puntos de vista, ideales y aspiraciones, con relativa claridad. Por tanto, pueden discernirlos relativamente más rápido que otros. Cuando alguien discierne que estos individuos tienen objetivos políticos y son unos incrédulos, debería protegerse de ellos y ponerlos al descubierto. Al mismo tiempo, también debe proteger a los estúpidos y los ignorantes que no entienden la verdad y evitar que los desorienten, se aprovechen de ellos y filtren sin querer información interna de la iglesia. Es necesario informar a los líderes de iglesia, comentar este asunto con ellos e informar a la gente mayor o a aquellos que entienden alguna verdad y tienen cierta estatura para que se protejan cuanto antes de los que tienen objetivos políticos. Es importante ayudar a otros a ver con claridad la esencia de estas personas como incrédulos y, de ese modo, proteger a los hermanos y hermanas estúpidos e ignorantes para que no se aprovechen de ellos. Si no puedes ver la realidad de estos asuntos y no tienes discernimiento, cuando alguien siniestro, astuto y taimado hable y converse contigo, por voluntad propia confesarás los detalles de tu situación real y todo lo que sabes sin que siquiera te pregunten y, de esa forma, te convertirás en un Judas sin que te des cuenta. ¿Existe gente así? (Sí). Cuando hablas, desconoces la finalidad que alberga la otra persona, la tratas como a un hermano o hermana y le cuentas todo lo que hay en tu corazón sin darte cuenta; después de haber hablado, no sabes qué consecuencias habrá. Al ver a otros protegerse de estos individuos, dices: “Eres demasiado cauteloso. ¿Para qué ocultarse entre hermanos y hermanas?”. No te das cuenta de por qué otros no dicen lo que piensan; a eso se le llama ser un estúpido.
Los que tienen objetivos políticos también son sin duda unos incrédulos porque no aman la verdad ni la aceptarán. Aunque crean en Dios, pertenecen por completo a la categoría de personas malvadas que son anticristos. Protegerse de ellos es en realidad el enfoque más pasivo. El enfoque proactivo es descubrirlos de manera temprana y ocuparse de ellos y expulsarlos tan rápido como sea posible, para evitar que la iglesia y los hermanos y hermanas tengan problemas. Debido a que estas personas pueden influir en otras en cualquier momento y lugar dentro de la iglesia y destruir el orden normal de esta en cualquier momento y situación, no muestres tolerancia ni paciencia con estos incrédulos. No les concedas una segunda oportunidad para arrepentirse; no seas estúpido. Una vez descubiertos, se los debería expulsar lo antes posible para evitar desgracias futuras. La finalidad de esto es evitar que desorienten y utilicen a los que no persiguen la verdad, convirtiéndolos así en marionetas de Satanás y de los demonios. Por supuesto, lo más importante que debes hacer en ese momento es evitar que los que tienen objetivos políticos obtengan información importante sobre la iglesia. Cuanto antes los disciernas y expulses, menor contacto tendrán con los hermanos y hermanas y menos desorientarán a estos y los influirán. Así pues, en términos de tiempo, es mejor ocuparse de estas personas y expulsarlas más pronto que tarde; cuanto antes, mejor. Ser proactivo es mejor que ser pasivo. Los que tienen objetivos políticos albergan malas intenciones; no pueden de ningún modo tener sinceridad alguna para hacer nada por la iglesia ni por la casa de Dios. Si no pueden desorientar ni utilizar a los hermanos y hermanas, se sentirán humillados por completo y se marcharán de la iglesia por voluntad propia, incluso sin despedirse. Con esto concluimos nuestra charla sobre la octava finalidad con la que se cree en Dios: perseguir objetivos políticos.
30 de octubre de 2021