Solo si se buscan los principios-verdad es posible cumplir bien el deber
El hecho de que pueda alcanzarse la verdad a través de la creencia en Dios depende de si uno puede aceptar o no que se le pode mientras cumple su deber, de si uno puede proceder según el principio, y de si uno es capaz de someterse siempre a las instrumentaciones y disposiciones de Dios; esto es lo más crucial. ¿Qué significa someterse a las instrumentaciones y disposiciones de Dios? Significa que, independientemente de lo que la casa de Dios disponga que hagas, o de dónde disponga que cumplas tus deberes, tú seas capaz de aceptarlo de parte de Dios. Aceptarlo de parte de Dios es fe verdadera, y este es un aspecto de la práctica. ¿Y cómo se acepta de parte de Dios? Tú dices: “Aunque fueron personas las que lo dispusieron, es mi deber. Sean cuales sean los deberes que la iglesia disponga para que yo los cumpla, son con el consentimiento de Dios. Debo aceptarlos y someterme. Así pues, ¿cómo debo tratar mi deber?”. ¿Tiene Dios algún requisito sobre la manera en la que debes tratar tu deber? ¿Cuál es la verdad que Dios exige que las personas pongan en práctica? (Dedicar el corazón, la mente y el esfuerzo de uno a cumplir bien su deber). Siguiendo este principio, cuando sientas pereza y no quieras cumplir tu deber, o cuando tengas quejas, deberías preguntarte: “¿Dónde está el problema? ¡No estoy practicando tal como Dios lo exige! Debo dejar de lado mis ideas, dejar de lado mis exigencias y deseos. Debo revertir mi estado interior incorrecto”. Debes ser capaz de dejarlos de lado. Pero a veces hay cosas que impiden que las personas dejen todo esto de lado. ¿Qué tipos de cosas? Por ejemplo, algunas personas sienten siempre envidia porque los deberes de otras son más glamurosos, porque les permiten interactuar con muchas personas. Siempre creen que su propio deber es insignificante, que las personas con las que se encuentran al cumplirlo son demasiado pocas, y esto les provoca descontento. Además, debido a la dimensión pequeña de la responsabilidad de su deber y al reducido número de personas que tienen que gestionar, sienten que no tienen ningún estatus. ¿Qué tipo de pensamientos son estos? ¿De dónde proceden estas ideas? (De actitudes corruptas). Todas proceden de actitudes corruptas. ¿Cuáles son las cosas que las actitudes corruptas producen? Son designios, planes, deseos y ambiciones personales. ¿Cómo deben resolverse estas cosas? En primer lugar, debes dejarlas de lado y, después, con un análisis minucioso, debes darte cuenta de que en tu corazón aún estás buscando estatus en lugar de cumplir sinceramente tu deber para satisfacer a Dios; aún tienes ambiciones y deseos, codicias los beneficios del estatus, tienes unas exigencias excesivas y no te has sometido a Dios. Así pues, preséntate ante Dios y ora: “Dios, mi estado no es correcto. Por favor, disciplíname y repréndeme, deja que Tu juicio y Tu castigo recaigan sobre mí para que pueda conocerme y arrepentirme”. Si tienes un corazón arrepentido, cuando te presentes ante Dios y le pidas que te reprenda y discipline, Él responderá de acuerdo con tu estatura. Puede que te discipline, o quizás te guíe poco a poco. Si te disciplina, es porque tienes una cierta estatura. Pero es posible que no te discipline, y esto es porque eres débil, en cuyo caso puede que Él te apoye y guíe poco a poco para que llegues a ser capaz de someterte en el curso del cumplimiento de tu deber. ¿Qué prerrequisitos son necesarios para que Dios haga esto? Dios te juzgará, castigará y purificará solo si tienes un corazón arrepentido, un corazón que se somete a Dios y coopera con Él, y un corazón que anhela y ansía la verdad. Si te falta la determinación para ello y no oras, sino que sigues a tu carne y no dejas de lado tus designios, ambiciones y deseos, ¿Dios todavía hará esto por ti? Dios no obrará en ti. Dios se esconderá de ti, ocultará Su cara de ti. En las reuniones, todos los demás se sentirán alentados por los sermones, pero tú te sentirás siempre soñoliento, sin posibilidad de revigorizarte. Independientemente de todo, no serás capaz de absorber nada, y este estado persistirá interminablemente, llegando a durar un año o dos, o incluso de tres a cinco años. Esto significa que Dios ya te ha desdeñado, Él te ha ocultado Su cara, y esto es muy peligroso. Algunos dirán: “¿De qué manera es peligroso? Estoy cumpliendo mi deber. No he abandonado a Dios. Aún leo las palabras de Dios, escucho himnos y tengo una vida espiritual. Aún soy miembro de la casa de Dios”. Estas son meras manifestaciones de cara al exterior que no deciden nada. ¿Qué es lo que, en cambio, sí tiene un efecto decisivo? Es si Dios vela por ti y te guía; si el Espíritu Santo está obrando en ti y disciplinándote. Esto es lo esencial. ¿Y de qué dependen la guía de Dios y la obra del Espíritu Santo? (Dependen de los corazones de las personas). Es así. Dependen de la actitud de las personas hacia Dios, de sus corazones, de sus anhelos y ansias y de lo que buscan. Dependen del camino que toman las personas. Estos son los aspectos más críticos, y Dios trata a las personas basándose en ellos.
La cuestión más urgente que hay que resolver ahora es cómo atender al deber que se tenga. Porque el cumplimiento del deber es lo que mejor revela si la creencia de una persona es verdadera o falsa, si esta ama la verdad o no, si elige el camino correcto o el equivocado, y si posee conciencia y razón o carece de ellas. Todas estas cuestiones pueden ponerse al descubierto en el cumplimiento del deber. Para tratar la cuestión de cómo atender al deber, ante todo debes entender qué es el deber, así como la manera de cumplirlo adecuadamente y qué debes hacer cuando te encuentras con dificultades al cumplirlo: qué principios seguir y practicar y de acuerdo con qué verdades. Debes entender qué hacer cuando no comprendes a Dios y cuando no puedes dejar de lado tus designios. Además, mientras estés cumpliendo tus deberes, deberás reflexionar a menudo sobre los pensamientos incorrectos de tu corazón, que son pensamientos y opiniones que pertenecen a Satanás, que influyen en el cumplimiento de tu deber y lo obstruyen, que pueden hacer que te rebeles contra Dios y Lo traiciones al ejecutar tu deber, y que hacen que fracases al hacer lo que Dios te encomienda; todo esto debes saberlo. ¿Es importante el deber para una persona? Es sumamente importante. Ahora debéis tener clara esta visión: cumplir vuestro deber es de vital importancia para creer en Dios. El aspecto más crucial de creer en Dios ahora es cumplir el deber. Si no se cumple bien el deber, no puede haber ninguna realidad. Al cumplir el deber, las personas son capaces de entender las intenciones de Dios, y pueden ir construyendo de forma gradual una relación normal con Él. Al cumplir el deber, las personas identifican poco a poco sus problemas y llegan a reconocer su carácter y su esencia corruptos. Al mismo tiempo, al reflexionar sobre sí mismas, las personas pueden descubrir progresivamente lo que Dios les exige. ¿Entendéis ahora en qué creéis cuando creéis en Dios? De hecho, es una creencia en la verdad, una consecución de la verdad. Cumplir el deber permite alcanzar la verdad y la vida. La verdad y la vida no pueden alcanzarse sin cumplir el deber. ¿Puede haber realidad si uno cree en Dios sin cumplir el deber? (No). No puede haber ninguna realidad. Así pues, si no cumples bien tu deber, no puedes alcanzar la verdad. Una vez estás descartado, esto demuestra que has fracasado en creer en Dios. Aunque digas que crees en Él, tu creencia ya carece de sentido. Esto es algo que hay que entender en toda su dimensión.
Los principios que debes entender y las verdades que has de poner en práctica son los mismos, con independencia de qué deber estés cumpliendo. Ya se te haya pedido que seas líder u obrero, o si estás cocinando como anfitrión o se te pide que te encargues de asuntos externos o hagas algo de trabajo físico, los principios-verdad que se deben observar a la hora de cumplir con estos diferentes deberes son los mismos, en cuanto a que deben basarse en la verdad y en las palabras de Dios. ¿Cuál es entonces el mayor y más importante de estos principios? El de consagrar el corazón, la mente y los esfuerzos a cumplir bien con el deber, y hacerlo con el estándar requerido. Para cumplir bien con tu deber y desempeñarlo a la altura del estándar, has de saber qué es el deber. ¿Y qué es el deber en realidad? ¿Es el deber tu propia carrera? (No). Si tratas el deber como tu propia carrera, estando dispuesto a dedicarle todos tus esfuerzos a hacerlo bien, para que otros contemplen el éxito y la categoría que tienes, pensando que eso le da significado a tu vida, ¿sería ese el punto de vista correcto? (No). ¿En qué se equivoca? Se equivoca en cuanto que se toma la comisión de Dios como una empresa propia. Si bien esto parece correcto para los humanos, para Dios supone caminar por la senda incorrecta, vulnerar los principios-verdad, y Él lo condena. El deber se debe cumplir de acuerdo con los requerimientos de Dios y los principios-verdad para ser conforme a las intenciones de Dios. Contravenir los principios-verdad y, en vez de eso, obrar según las inclinaciones humanas es pecaminoso. Se opone a Dios y exige castigo. Este es el destino de aquellos necios e ignorantes que no aceptan la verdad. Los que creen en Dios deben tener claro lo que Él exige de las personas. Hay que dejar clara esta visión. Hablemos primero sobre qué es el deber. Un deber no es tu propia empresa, tu propia carrera ni tu propio trabajo, sino la obra de Dios. La obra de Dios requiere de tu cooperación, lo cual da lugar a tu deber. La parte de la obra de Dios con la que debe cooperar el hombre es su deber. Este es una parte de la obra de Dios, no se trata de tu carrera, de tus asuntos domésticos ni de los temas personales de tu vida. Ya sea que tu deber consista en lidiar con asuntos externos o internos, ya impliquen labores físicas o mentales, este es el deber que debes cumplir, es el trabajo de la iglesia, forma parte del plan de gestión de Dios, y es la comisión que Dios te ha encomendado. No es un asunto personal tuyo. Entonces, ¿cómo debes tratar tu deber? Cuanto menos, no debes cumplirlo como te venga en gana, no debes actuar de manera temeraria. Por ejemplo, si estás al cargo de prepararles la comida a tus hermanos y hermanas, ese es tu deber. ¿Cómo has de tratar semejante tarea? (Debo buscar los principios-verdad). ¿Cómo haces tal cosa? Tiene relación con la realidad y la verdad. Debes pensar en cómo poner la verdad en práctica, cómo cumplirlo bien y qué aspectos de la verdad implica tal deber. El primer paso es saber esto antes que nada: “No estoy cocinando para mí. Lo que estoy haciendo es mi deber”. El aspecto aquí involucrado es la visión. ¿Qué hay del paso dos? (Debo pensar en cómo cocinar bien la comida). ¿Cuál es el criterio de cocinar bien? (Debo buscar los requerimientos de Dios). Eso es. Solo los requerimientos de Dios son la verdad, el estándar y el principio. Cocinar de acuerdo con los requerimientos de Dios es un aspecto de la verdad. Primero que nada, debes considerar este aspecto de la verdad y luego contemplar esto otro: “Dios me ha encargado este deber para que lo cumpla. ¿Qué estándar requiere Dios?”. Este fundamento es un requisito. Entonces, ¿cómo has de cocinar para cumplir con el estándar de Dios? La comida que prepares ha de ser saludable, sabrosa, limpia y no resultar dañina para el cuerpo; tales son los detalles relevantes. Mientras cocines de acuerdo con este principio, se preparará la comida de acuerdo con los requerimientos de Dios. ¿Por qué digo esto? Porque buscabas los principios de este deber y no has excedido el ámbito que ha delimitado Dios. Esta es la manera correcta de cocinar. Has cumplido bien con tu deber, y lo has hecho satisfactoriamente.
Sea cual sea el deber que cumplas, debes buscar los principios-verdad, comprender las intenciones de Dios, conocer Sus exigencias respecto al deber en cuestión y comprender lo que has de alcanzar por medio de ese deber. Ese es el único modo de que lleves a cabo tu trabajo según los principios. Al desempeñar tu deber, definitivamente no puedes guiarte por tus preferencias personales y hacer lo que te gustaría hacer, aquello que te cause felicidad o cualquier cosa que te haga quedar bien. Eso es actuar según tu propia voluntad. Si dependes de tus preferencias personales en el cumplimiento del deber, pensando que eso es lo que exige Dios, y que es lo que hará feliz a Dios, y si le impones a Él tus preferencias personales por la fuerza o si las practicas como si fueran la verdad, acatándolas como si fueran los principios-verdad, entonces ¿acaso no es eso un error? Eso no es cumplir con tu deber, y de esta forma no serás recordado por Dios. Algunas personas no entienden la verdad y no saben lo que significa cumplir bien con su deber. Les parece que se han esforzado y le han dedicado a ello el corazón, que se han rebelado contra su carne y han sufrido, entonces, ¿por qué nunca pueden cumplir con su deber de manera satisfactoria? ¿Por qué está Dios siempre insatisfecho? ¿Qué han hecho mal? Su error fue no buscar los requerimientos de Dios, y en su lugar actuar según sus propias ideas; esta es la razón. Tomaron sus propios deseos, preferencias y motivaciones egoístas como la verdad, y los trataron como si fueran lo que Dios amaba, como si fueran Sus estándares y requerimientos. Percibieron como verdad lo que creían correcto, bueno y maravilloso; eso es un error. De hecho, aunque la gente pueda pensar algunas veces que algo es correcto y que concuerda con la verdad, eso no significa necesariamente que concuerde con las intenciones de Dios. Mientras más correcto lo consideren, más cautos deben ser y más han de buscar la verdad para comprobar si lo que piensan cumple con los requerimientos de Dios. Si precisamente contradice Sus requerimientos y Sus palabras, entonces es inaceptable incluso si piensas que es lo correcto, no es más que un pensamiento humano y no concuerda con la verdad, por muy correcto que creas que es. Lo correcto o incorrecto que sea algo debe venir determinado en base a las palabras de Dios. Da igual lo correcto que creas que es algo, es incorrecto a menos que tenga como base las palabras de Dios, así que debes descartarlo. Solo es aceptable cuando concuerda con la verdad, y tu cumplimiento del deber solo puede estar a la altura del estándar si defiendes de esta manera los principios-verdad. ¿Qué es pues el deber? Es una comisión que Dios les ha confiado a las personas, es parte de la obra de la casa de Dios, y es una responsabilidad y obligación que debería estar a cargo de cada uno de los escogidos de Dios. ¿Es el deber tu carrera? ¿Es un asunto familiar personal? ¿Es acertado decir que una vez que te han encargado un deber, este se convierte en tu asunto personal? No es así en absoluto. Entonces, ¿cómo debes cumplir con tu deber? Actuando en concordancia con las exigencias, las palabras y los estándares de Dios, y basando tu comportamiento en los principios-verdad en lugar de en unos deseos humanos subjetivos. Algunas personas dicen: “Una vez que se me ha encargado un deber, ¿acaso no es asunto mío? Mi deber es mi responsabilidad, ¿no es entonces asunto mío ese encargo? Si gestiono mi deber como un asunto propio, ¿no significa eso que lo haré bien? ¿Lo haría bien si no lo tratara como un asunto propio?”. ¿Son estas palabras acertadas o equivocadas? Son equivocadas, no están en consonancia con la verdad. El deber no es un asunto tuyo particular, es asunto de Dios, pertenece a Su obra, y debes hacerlo como Dios te pide; solo cumpliendo con tu deber con un corazón sumiso a Dios puedes estar a la altura del estándar. Si siempre cumples con tu deber según tus propias nociones y figuraciones, y según tus propias inclinaciones, así nunca vas a estar a la altura del estándar. Cumplir siempre con tu deber como te da la gana no es cumplir con tu deber, porque eso que haces no está en el ámbito de gestión de Dios, no es la obra de la casa de Dios. En vez de eso, vas por tu cuenta, haces tus propias tareas, y por tanto no es algo que Dios recuerde. ¿Tenéis ahora claro el concepto de deber? ¿Cuál es la verdad más básica y fundamental que se debe poner en práctica al cumplir el deber? Dedicar tu corazón, tu mente y tu esfuerzo a cumplirlo bien. En el transcurso del cumplimiento de sus deberes, ¿por qué tantas personas siguen realizando toda clase de actos malvados y trastornan y perturban el trabajo de la iglesia, de tal modo que al final son descartadas? Porque no se están gastando sinceramente por Dios. Siempre están intentando negociar con Él y no aceptan siquiera un poco de la verdad. Da igual cuánta corrupción revelen o cuánta maldad hagan, nunca buscan resolverlo mediante la verdad. No se arrepienten con sinceridad tras pasar muchas veces por la poda, sino que continúan obrando mal sin escrúpulos y realizando todo tipo de actos malvados, dejando por completo en evidencia su malvada esencia. El pueblo escogido de Dios desentraña esto, y son puestas en evidencia y descartadas. Resulta del todo insoportable observar la manera en la que estas personas cumplen sus deberes. No son solo mediocres, sino totalmente inadecuadas. Ni siquiera pueden lavar un plato sin romper un cuenco. Su mano de obra hace más mal que bien. Por más que se les comparta la verdad, no la aceptan, y no se arrepienten ni siquiera después de que se les poda. Si se continúa usando a una persona así, se convertiría en un obstáculo en la senda, un impedimento que obstruye y trastorna todo el trabajo de la iglesia. Decidme, ¿no deberían ser sustituidas y descartadas tales personas? (Sí). Mientras alguien tenga un poco de conciencia y razón, puede ocuparse de las tareas que le corresponden, ocuparse de los asuntos a su cargo y ser capaz de reflexionar sobre sí mismo al tiempo que cumple con sus deberes. Al reparar en sus errores e identificar sus problemas, podrá rectificarlos enseguida. Tras tres o cinco años experimentando esto, tendrán lugar cambios. De esta forma, tendrá una base y estará relativamente seguro; salvo en circunstancias excepcionales, es imposible que esta persona acabe descartada. Pero los que creen en Dios durante años sin aceptar ni un ápice de la verdad no tienen manera de desempeñar bien sus deberes, e incluso pueden llegar a hacer cosas que causen trastornos y perturbaciones. A este tipo de persona se la descartará de un modo natural, ya que preferiría morir antes que arrepentirse. Lleva muchos años creyendo en Dios, pero no es muy diferente de los no creyentes. Todos son incrédulos.
Tener demasiados propósitos personales es el mayor impedimento para el cumplimiento del deber de uno. ¿Cuál es, pues, la condición previa para cumplir bien el propio deber? Es que debes desprenderte de tus propósitos varios. Por ejemplo, cuando ha ocurrido algo que te afecta de verdad, pero también tienes un deber que cumplir, se te presenta un dilema. Este es un momento crítico, uno muy importante. Aunque estés disgustado y sensible, o te preocupen algunos asuntos personales, debes ser capaz de desprenderte de todas estas cosas y, ante todo, cumplir bien con tu deber. Solo entonces, cuando te encuentres en unas circunstancias que no afecten a tu deber, deberás tener en cuenta tus cuestiones propias. ¿Cómo se llama cuando antepones sistemáticamente tu deber? Se llama “respetar tu deber”, y eso es ser leal a Dios. Desprenderte de tus propósitos y deseos, de tus emociones y tus asuntos personales; ejecutar bien tu deber sin sentirte constreñido y llevar a cabo la comisión de Dios: esto es lo que significa “desprenderse”, esto es lo que implica “rebelarse contra la carne”. Cuando algunas personas todavía no han cumplido con ningún deber, piensan: “Dios no me ha dado ningún deber que cumplir, pero mi corazón es plenamente sincero. ¿Por qué Dios no lo ve?”. Pero después, cuando la iglesia dispone algún deber para ellas, se ponen quisquillosas. Hay personas que no pueden desempeñar el papel de líder u obrero, ni difundir el evangelio, y tampoco tienen ninguna otra habilidad especial. Así pues, la iglesia les encarga que ejecuten deberes de acogida y piensan: “Evidentemente, la acogida es algo que soy capaz de hacer, pero, dados mi aptitud y mis dones, ¿no estará la iglesia subestimándome al asignarme esta función? ¿No estoy un poco sobrecalificado para este deber?”. A simple vista, aceptan las disposiciones de la iglesia, pero sus emociones reticentes impiden que trabajen a conciencia en sus deberes. Solo llevan a cabo una parte de estos cuando están de buen humor, pero no los cumplen cuando están de mal humor, ignorando a sus hermanos y hermanas. ¿Por qué tienen estas emociones y reacciones? ¿Es esta la actitud que hay que tener ante el deber de uno? Estas personas no están conformes con sus deberes. ¿Cuál es el origen de su descontento? (El deber que se les ha encomendado no satisface sus preferencias carnales). Y si estuvieran satisfechas, ¿serían felices? No necesariamente. Quizá tampoco estarían contentas aunque estuvieran satisfechas, porque son personas cuyos corazones nunca están conformes con nada. Así trata su deber la gente que no persigue la verdad. Las personas siempre quieren cumplir con deberes solemnes que les hagan quedar bien, y también quieren que estos deberes sean fáciles y físicamente cómodos. No están dispuestas a soportar las inclemencias del tiempo ni a padecer ningún sufrimiento de tipo alguno en sus deberes. Y, además, siguen queriendo ser capaces de entender la verdad y recibir la gracia y la bendición de Dios a través de sus deberes. Quieren todas estas cosas. En última instancia, incluso quieren que Dios les diga que han cumplido bien con sus deberes. ¿Acaso no es esto una ilusión vana por su parte? Si no puedes desprenderte de esta ilusión, no serás capaz de cumplir bien con tu deber. En el pasado, a menudo Yo simplemente decía que este tipo de personas no persiguen la verdad, pero ahora, hablando de una manera más precisa, afirmo que son demasiado codiciosas y rebeldes, que no son leales en absoluto a su deber y que no se someten de verdad a la comisión de Dios. Así pues, ¿cómo debes practicar el desprenderte de tus propósitos? Por un lado, debes ser comedido y rebelarte contra ellos. Por otro, debes orar y tener el deseo de someterte. Debes decir: “Dios, Tú has instrumentado y dispuesto este deber para mí. Aunque tengo una preferencia carnal y no quiero cumplir con este deber, en mi voluntad subjetiva deseo someterme a Ti. Es solo que soy demasiado corrupto y rebelde y la calidad de mi humanidad no es buena. Por favor, ¡disciplíname!”. ¿Acaso no te permitiría esto cumplir con tu deber con mayor pureza? Si alguien persiste en aferrarse a sus propios deseos y se niega a desprenderse de ellos, si siempre ve la gloria de los escogidos para ser líderes y que los elegidos para difundir el evangelio llegan a conocer a mucha gente y adquieren conocimiento y experiencia, y luego no quiere ejecutar su propio deber, ¿es esta una actitud de sumisión? ¿Es esta una actitud de aceptación de las instrumentaciones y disposiciones de Dios? (No). Tú vas hacia el oeste cuando Dios te dice que vayas hacia el este, y te quejas de Dios y Lo malinterpretas porque no te ha permitido ir hacia el oeste. Estás siempre luchando contra Dios, así que, ¿el Espíritu Santo aún obrará en ti? Desde luego que no. ¿Qué estados y manifestaciones afloran cuando el Espíritu Santo no obra en alguien? Esa persona no entenderá las palabras de Dios cuando las lea. Cuando escuche la enseñanza o los sermones, nada tendrá sentido para ella e incluso se irá adormeciendo. No será capaz de ver más allá de nada que le ocurra. Estará siempre especulando y dudando: “Otras personas pueden entender las palabras de Dios muy bien, ¿por qué yo no adquiero entendimiento alguno al leerlas? Siempre permanecen en un estado muy puro y liberado, ¿por qué yo siempre me siento tan agraviado, susceptible y a disgusto? Todo les va bien. Dios las guía. ¿Por qué a mí no?”. Estas personas no pueden comprender la causa de todo esto. No tienen una actitud de sumisión a Dios. Siempre están exigiendo que Dios satisfaga sus deseos antes de esforzarse en su deber. Si no consiguen lo que quieren, se vuelven negativas y reticentes y no cumplen con su deber. ¿Dios va a obrar en una persona así? Carecen de fe verdadera y están llenas de rebeldía y resistencia. Dios no tiene otra opción que dejarlas de lado.
¿Cómo deben las personas tratar sus deberes? Deben someterse a las instrumentaciones y disposiciones de Dios y desprenderse de sus propios propósitos. ¿Qué propósitos tienen las personas? (Sus intenciones, sus planes y sus preferencias carnales). Por ejemplo, pongamos que hay una familia anfitriona a la que te gusta mucho visitar. Preparan buena comida, su casa es bonita y tienen aire acondicionado y calefacción. Tú piensas: “¡Ojalá pudiera vivir allí!”. Y entonces oras: “Dios, ¿podrías dejarme vivir con esa familia anfitriona? Sé que estoy codiciando el bienestar y la comodidad, pero no soy capaz de rebelarme contra este deseo. ¡Ten consideración por mi pequeña estatura y déjame ir allí! Prometo que me esforzaré en mi deber, seré leal y no Te traicionaré ni Te entristeceré”. Oras así durante unas dos semanas y entonces te encargan que vayas a algún lugar con unas condiciones pésimas, y te sientes triste. Te quejas para tus adentros: “¿Acaso no se supone que Dios debe escrutar en lo más profundo de nuestros corazones? Dios no tiene ni la más mínima idea de lo que hay en mi corazón. Le he pedido algo bueno y me ha dado una cosa terrible. Parece como si se estuviera poniendo a propósito en mi contra”. Y entonces crece tu resistencia y dices: “Si Tú, Dios, no vas a satisfacerme, entonces yo no voy a satisfacerte a Ti. No voy a esforzarme en mi deber, y no lo haré hasta que no obtenga lo que quiero”. ¿Esto es creer en Dios? ¿Esto es cumplir tu deber? Esto es rebelarse contra Dios, es un carácter intransigente. Tú dices: “Si Dios no va a satisfacerme, yo tampoco Le satisfaré. Esa será mi actitud hacia el cumplimiento de mi deber. Si debo ejecutar mi deber, Dios tiene que complacerme un poco. ¿Cómo es posible que otras personas vivan en casas bonitas, pero yo no? ¿Cómo es posible que otras personas cumplan sus deberes en entornos agradables, pero que yo tenga que cumplir el mío en uno miserable? ¿Por qué Dios no satisface mis peticiones aun cuando yo cumplo mi deber?”. Este es el tipo de justificaciones que no dejas de repetirte a ti mismo. ¿Es esta una actitud de sumisión a Dios? ¿Es esto cumplir tu deber con conciencia y razón? Ya lo he dicho antes: “No debes competir de ningún modo con Dios”. Esto es competir con Dios. Cuando lo haces, ¿qué actitud adoptará Dios hacia ti? (Dios no obrará. Me dejará de lado). Dios te dejará de lado y te ignorará. ¿Dios será severo contigo? No. Si has hecho un mal menor, que no es grave, Él te retendrá y te hará ser mano de obra durante algo más de tiempo. Pero, si has cometido demasiados actos malvados y has trastornado y perturbado gravemente la obra de la iglesia, entonces te echará. Cuando se te mantiene para que seas mano de obra, si en algún momento te arrepientes, Dios te esclarecerá. Si no te arrepientes en ningún momento ni dejas de competir con Dios, entonces es que ciertamente eres demasiado perverso y obstinado, ¿y quién será el que, al final, va a salir perdiendo? Serás tú. Debes tenerlo claro: competir con Dios es lo más problemático y la mayor complicación. Cuando todo va bien, las personas piensan que creer en Dios es fantástico y no tienen ninguna noción de Dios. Pero, cuando les ocurre un desastre o una desgracia, empiezan a tener nociones sobre Dios, hasta el punto de que incluso se quejan de Él y se atreven a levantarle la voz: “¿Existe siquiera dios? ¿Dónde está? Yo soy el soberano supremo. Soy el más grande. Y me atrevo a competir con dios. ¿Acaso puede hacerme algo?”. Dios no te hará nada, pero se ha puesto en evidencia que eres sórdido, intransigente y problemático. ¿Qué quiere decir que seas problemático? Significa que no amas las cosas positivas. No estás dispuesto a someterte a Dios y, aun sabiendo que Él es Dios, no eres capaz de someterte a Él. Es muy difícil que aceptes la verdad. Eres intransigente, ignorante y obstinado. Dios siente una gran aversión por las personas así. Será muy difícil que sigas cumpliendo tu deber y podrías verte revelado y descartado antes de poder ser mano de obra hasta el final. Este es el resultado. Ya se ve muy claro. ¿Es esto peligroso? (Sí). Y, sabiendo que es peligroso, ¿qué deben hacer las personas? Ante todo, deben saber quiénes son. Deben saber cuál es su lugar y también saber qué son. Los humanos son seres creados, que no deben de ninguna manera competir con Dios; hacerlo no dará ningún resultado. Si Dios quiere darte algo, incluso aunque tú no lo desees ni lo hayas pedido, Él te lo dará de todas formas; esta es la justicia de Dios. Si Dios no tiene previsto darte algo, si no se fija en ti con preferencia, entonces no sirve de nada pedírselo. Si Él tiene previsto darte algo, si ve que debes ser guiado, ayudado y bendecido, entonces te lo dará sin que siquiera se lo pidas. Si tiene previsto ponerte a prueba o revelarte, lo hará a propósito, y no sirve de nada suplicarle. Este es el carácter de Dios. Las personas no deben decidir cómo tratar a Dios en función de la actitud de Dios. ¿Qué deben hacer, pues? (Someterse a Dios en todas las cosas). Así es, deben someterse. Someterse a las instrumentaciones y disposiciones de Dios es la sabiduría máxima y quien lo hace es quien más razón posee. Las personas arrogantes y sentenciosas se creen muy inteligentes y calculadoras. Una cosa es intentar engañar a otras personas —lo cual revela tu corrupción—, pero no debes luchar de ninguna manera contra Dios con pequeñas argucias. No debes conspirar contra Dios. Una vez invoques Su ira, la muerte caerá sobre ti.
Las personas deben afrontar sus deberes y a Dios con un corazón honesto. Si lo hacen, serán personas que temen a Dios. ¿Qué actitud ante Dios tienen las personas con un corazón honesto? Cuando menos, tienen un corazón temeroso de Dios, un corazón sumiso a Dios en todas las cosas; no preguntan por bendiciones ni infortunios, no hablan de condiciones, sino que se abandonan a la misericordia de la instrumentación de Dios: estas son las personas de corazón honesto. Aquellas que se muestran siempre escépticas ante Dios, que siempre Lo están escrutando, que siempre intentan llegar a un trato con Él, ¿son personas con un corazón honesto? (No). ¿Qué reside en los corazones de estas personas? Falsedad y perversidad; siempre están escrutando. ¿Y qué es lo que escrutan? (La actitud de Dios hacia las personas). Están siempre escrutando la actitud de Dios hacia las personas. ¿Cuál es el problema? ¿Y por qué la escrutan? Porque afecta a sus intereses vitales. En sus corazones, piensan: “Dios ha creado estas circunstancias para mí, Él ha hecho que me pase esto. ¿Por qué lo ha hecho? No les ha ocurrido a otras personas, ¿por qué tenía que pasarme a mí? ¿Y cuáles serán las consecuencias después?”. Esto es lo que escrutan, sus ganancias y pérdidas, sus bendiciones e infortunios. Y mientras escrutan estas cosas, ¿son capaces de practicar la verdad? ¿Son capaces de someterse a Dios? No lo son. ¿Y cuál es la naturaleza de las cosas que se producen por los pensamientos en sus corazones? Todas estas cosas son, por naturaleza, en atención a sus propios intereses, por su propio beneficio. Sea cual sea el deber que cumplan, estas personas en primer lugar escrutan: “¿Lo pasaré mal al cumplir este deber? ¿Tendré que trabajar y viajar fuera a menudo? ¿Podré comer y descansar con regularidad? ¿Tendré que seguir madrugando? ¿A qué tipo de personas conoceré? ¿Me encontraré a menudo con no creyentes? El mundo exterior es bastante hostil ahora mismo; si siempre tengo que seguir trabajando y viajando fuera, ¿qué haré si me arresta el gran dragón rojo?”. Aunque parezca que aceptan sus deberes, en sus corazones hay falsedad, siempre están escrutando estas cosas. En realidad, por el hecho de hacerlo, solo están atendiendo a sus propias expectativas y sinos, sin pensar en los intereses de la casa de Dios. ¿Y cuál es el resultado cuando las personas solo tienen en cuenta sus propias perspectivas, sinos e intereses? No les resulta fácil someterse a Dios, y no pueden hacerlo ni tan siquiera cuando lo desean. Las personas que dan un valor especial a sus propios futuros, sinos e intereses escrutan siempre si la obra de Dios es beneficiosa para sus futuros y sinos y para obtener bendiciones. En definitiva, ¿cuál es el resultado de su escrutinio? Lo único que hacen es rebelarse contra Dios y oponerse a Él. Incluso cuando se empeñan en cumplir sus deberes, lo hacen de forma superficial, con un ánimo negativo; en su corazón, no dejan de pensar en cómo sacar provecho y no verse en el lado perdedor. Tales son sus motivos cuando cumplen sus deberes, y de esta forma están intentando hacer un trato con Dios. ¿De qué carácter hablamos? De falsedad y de un carácter perverso. Esto ya no es un carácter corrupto normal, sino que ha escalado a perversidad. Y, cuando existe este tipo de carácter perverso en el corazón de una persona, ¡se trata de una lucha contra Dios! Debéis tener claro este problema. Si las personas siempre escrutan a Dios e intentan hacer tratos cuando desempeñan sus deberes, ¿pueden realizarlos adecuadamente? Por supuesto que no. No adoran a Dios con sus corazones ni con honestidad, no tienen corazones sinceros, están vigilando y, mientras ejecutan sus deberes, siempre conteniéndose, y ¿con qué resultado? Dios no obra en ellas y se confunden y se lían, no entienden los principios-verdad y actúan según sus propias inclinaciones, y siempre se desvían. ¿Y por qué lo hacen? Porque sus corazones carecen de claridad y, cuando les suceden cosas, no reflexionan sobre sí mismas ni buscan la verdad para encontrar una solución, e insisten en hacer las cosas como les apetece, según sus propias preferencias; el resultado de esto es que siempre se desvían cuando cumplen sus deberes. Nunca piensan en la obra de la iglesia ni en los intereses de la casa de Dios, siempre traman para su propio beneficio, siempre hacen planes para sus propios intereses, orgullo y estatus, y no solo cumplen mal sus deberes, sino que también retrasan y afectan a la obra de la iglesia. ¿Acaso no es esto ir por el mal camino y descuidar sus deberes? Si alguien siempre está haciendo planes para sus propios intereses y futuro cuando cumple su deber y no piensa en la obra de la iglesia ni en los intereses de la casa de Dios, entonces esto no es cumplir un deber. Eso es oportunismo, es hacer cosas para su propio beneficio y para obtener bendiciones para sí mismo. De este modo, la naturaleza tras el cumplimiento del deber cambia. No es más que hacer un trato con Dios y querer utilizar el cumplimiento de su deber para alcanzar sus propios objetivos. Esta manera de hacer las cosas muy probablemente trastorna el trabajo de la casa de Dios. Si solo causa pérdidas menores al trabajo de la iglesia, entonces todavía existe la posibilidad de redención y se le puede dar una oportunidad de cumplir su deber en vez de que lo echen; pero, si causa grandes pérdidas a la obra de la iglesia e incurre por igual en la ira de Dios y de la gente, entonces será puesto en evidencia y descartado, sin otra oportunidad de cumplir su deber. A algunas personas se las despide y descarta de esta manera. ¿Por qué son descartadas? ¿Habéis encontrado la causa raíz? La causa raíz es que siempre consideran sus propias ganancias y pérdidas, se dejan llevar por sus propios intereses, no pueden rebelarse contra la carne ni tienen en absoluto una actitud sumisa hacia Dios, por lo que tienden a comportarse de manera imprudente. Creen en Dios solo para obtener provecho, gracia y bendiciones, en absoluto para ganar la verdad, por lo que su creencia en Dios fracasa. Esta es la raíz del problema. ¿Creéis que es injusto para ellos ser revelados y descartados? No es injusto en lo más mínimo, viene totalmente determinado por su naturaleza. Cualquiera que no ame la verdad o no la persiga acabará siendo revelado y descartado. Pero es distinto para aquellos que aman la verdad. Cuando les pasa algo, lo primero que piensan es: “¿Cómo puedo actuar conforme a la verdad? ¿Cómo debo actuar para no dañar los intereses de la casa de Dios? ¿Qué es lo que satisfaría a Dios?”. Una persona que piensa de esta manera está buscando la verdad. Estos pensamientos demuestran que ama la verdad. No piensa primero en sus propios intereses, sino que tiene en cuenta los de la casa de Dios. No mira por su propia satisfacción, sino que mira si Dios está satisfecho. Estos son los pensamientos y la mentalidad de las personas que aman la verdad, y estas son las personas a las que Dios ama. Si, cuando le pasa algo a una persona, es capaz de practicar según los principios-verdad y aceptar el escrutinio de Dios, teniéndolo a Él detrás actuando como garante, entonces es poco probable que vaya a cometer errores al cumplir su deber y le será fácil cumplirlo conforme a las intenciones de Dios. Si alguien actúa siempre según su propia iniciativa y conspira, planifica y trama en pro de sus propios intereses, si no tiene en cuenta los intereses de la casa de Dios ni Sus intenciones y carece de la más mínima voluntad para someterse a Sus instrumentaciones y disposiciones —si carece incluso del deseo de hacerlo—, ¿cuál será el resultado final? Trastornará y perturbará a menudo la obra de la iglesia. Provocará indignación entre el pueblo escogido de Dios, será desdeñado y detestado por los escogidos de Dios, y en los casos graves será revelado y descartado. Es inevitable que las personas que siempre tienen ambiciones y deseos fracasen y tropiecen. Como suele decirse: “Cuanto más alto se suba, más dura será la caída”. ¿Cómo se llama esto? Se llama ser revelado. ¿No es algo merecido? ¿Merece compasión una persona así? No. Este es, al final, el resultado para todos aquellos que hacen planes pensando en sus propios intereses. Algunas personas dicen: “Pero yo hago a menudo planes pensando en mis propios intereses. ¿Cómo es que no me ha pasado esto?”. Es porque no has afectado a la obra de la iglesia, con lo cual Dios no se pone serio contigo. ¿Que Dios no se ponga serio contigo es algo bueno o malo? (Es algo malo). ¿Por qué lo dices? (Si yo continuara así, no podría obtener la obra del Espíritu Santo). Correcto. Si alguien no persigue la verdad y no experimenta la obra de Dios, el Espíritu Santo no obrará en él. Este es sobre todo el caso de aquellas personas a las que Dios no disciplina, independientemente de las cosas malas que hagan; para ellas, todo ha terminado. Dios no quiere de ninguna manera a estas personas, las deja de lado. Si no persigues la verdad, no tienes vida. Es como las personas que buscan siempre la fama, la ganancia y el estatus, que no persiguen la verdad, a las que nunca verás practicándola. ¿Las personas así tienen algún crecimiento vital? Puesto que no practican la verdad, no tendrán ningún crecimiento vital, sin importar cuántos años crean en Dios. Hay personas que hoy siguen hablando de las mismas cosas que hace tres años, que todavía pronuncian las mismas palabras y doctrinas. Estas personas están acabadas. No puede apreciarse ningún crecimiento ni en su estatura ni en el conocimiento de sí mismas. Su fe en Dios sigue siendo la misma y no hay ni el más mínimo cambio en su carácter-vida. Sus ideas erróneas sobre Dios han aumentado y sus actitudes corruptas que se oponen a Dios son ahora más graves. ¿No es esto acaso más peligroso? Sí, es efectivamente más peligroso, y sin lugar a duda serán descartadas.
Normalmente, cuando experimentáis cosas relacionadas con vuestro deber o vuestras actitudes corruptas, ¿podéis descubrir vuestros problemas interiores por medio de la introspección? (Ahora puedo descubrirlos un poco. Cuando cumplo mi deber, siempre quiero estar al cargo y tener la última palabra, e intento alardear para que los demás me aprecien. Sin embargo, una vez que mis hermanos y hermanas me lo señalan, reflexiono acerca de mí mismo y alcanzo cierta comprensión de mi naturaleza arrogante). Puedes reconocer tu arrogancia, pero ¿qué pasa con tu sumisión a Dios, ha aumentado? ¿Se ha incrementado tu intención y tu deseo de someterte? ¿Ha aumentado tu fe en Dios? (Se han incrementado un poco). No es viable cumplir un deber sin buscar la verdad; al enfrentarte a problemas, debes utilizar la verdad para resolverlos. Si siempre estás ejecutando tu deber conforme a tu propia voluntad y tus filosofías satánicas, no solo no resolverás el problema de las revelaciones de tu corrupción, sino que tu fe en Dios y tu sumisión y amor por Él no aumentarán. Si no aceptas la verdad y no la utilizas para resolver tus problemas, jamás crecerás en vida y nunca podrás resolver el problema de tu corrupción. ¿Qué actitudes corruptas reveláis al cumplir vuestro deber ahora? ¿Qué clase de impurezas humanas permanecen? Debéis reflexionar sobre vosotros mismos con mayor frecuencia para descubrir estos problemas. No se pueden conocer sin un autoexamen. A veces, hasta que no escuchas a otra persona hablar de su conocimiento sobre sí misma no descubres que te sientes de la misma manera. Si no oyes a otras personas exponer sus estados, no podrás descubrir tus propios problemas. Hay muchos que escuchan de buen grado los testimonios vivenciales de otros precisamente porque se benefician de ello y les aprovecha. Cuanto más de cerca y a fondo examinas tus actitudes corruptas, tus intenciones y designios y más llegas a conocerlos, más podrás desprenderte de ellos y más se fortalecerá tu fe para practicar la verdad. Cuanto más fuerte sea tu fe para practicar la verdad, más fácil te resultará ponerla en práctica. Cuando practiques la verdad con frecuencia, podrás cumplir tu deber con mayor pureza y de manera más adecuada. Este es el proceso de crecimiento de vida; estos son los frutos de la introspección y el autoconocimiento. Hay quienes piensan que, debido a que han escuchado sermones durante años y comprendido muchas palabras y doctrinas, carecen de un carácter corrupto, como si no tuvieran la necesidad de reflexionar acerca de sí mismos y alcanzar el autoconocimiento. Siempre creen que estas son cosas en las que solo deben centrarse los creyentes de nuevo cuño, y que creer en Dios durante tantos años y tener tantas buenas conductas demuestra que ya han cambiado y no tienen un carácter corrupto. Esto es un grave malentendido. Si piensas que ya has cambiado, ¿qué proporción de la verdad puedes poner en práctica? ¿Cuántos testimonios vivenciales genuinos tienes? ¿Puedes hablar acerca de ellos? ¿Puedes dar testimonio de Dios ante otros? Si no puedes hablar de ello, eso demuestra que careces de un testimonio vivencial y de la realidad-verdad. Entonces, ¿puede haber cambiado realmente alguien como tú? ¿Eres alguien que se ha arrepentido genuinamente? Es inevitable ponerlo en duda. ¿Cómo puede alguien que nunca reflexiona acerca de sí mismo ni intenta alcanzar el autoconocimiento tener entrada en la vida? ¿Cómo puede compartir un verdadero testimonio vivencial alguien que nunca habla del autoconocimiento? Estas cosas son imposibles. Si alguien cree que ha cambiado realmente y no necesita conocerse a sí mismo, se puede decir que es un hipócrita. Hay quienes cumplen sus deberes maquinalmente con la creencia de que basta con hacer lo mínimo, que parecer aceptable en la superficie significa que sus deberes están a la altura. Esta forma de hacer las cosas es superficial, ¿no es así? ¿Se somete genuinamente a Dios alguien así? Esta clase de persona cumple su deber sin principios-verdad, satisfecha simplemente con llevar a cabo sus tareas y esforzarse, y piensa que su cumplimiento del deber está a la altura. En realidad, solo son contribuyentes de mano de obra adecuados, no están cumpliendo su deber adecuadamente. Quienes se dan por satisfechos con contribuir con mano de obra adecuadamente jamás ganarán la verdad ni alcanzarán un cambio de carácter. Todo el que no cumpla su deber conforme a las exigencias de Dios, que no busque los principios-verdad, que siga obrando según su voluntad, no hace más que ser mano de obra y esforzarse. ¿En qué fase os encontráis ahora? (Sigo en la fase de ser mano de obra). La mayor parte del tiempo estás siendo mano de obra; en ocasiones eres capaz de esforzarte en pos de la verdad cuando cumples tu deber y ofreces algo de sumisión, pero ¿eres así a menudo? (No, a menudo no). El objetivo de perseguir la verdad es resolver este problema. Debes esforzarte en cumplir tu deber cada vez más y en ser mano de obra cada vez menos, luchando por pasar de ser mano de obra a cumplir tu deber. ¿Cuál es la diferencia entre ser mano de obra y cumplir un deber? Quien contribuye con mano de obra hace lo que le place y piensa que no habrá problema mientras no se resista a Dios ni ofenda Su carácter, que será aceptable mientras pueda arreglárselas y nadie lo examine de cerca. No se preocupa por conocerse a sí mismo, por ser una persona honrada, por hacer las cosas conforme a los principios-verdad o someterse a las disposiciones de Dios y, ciertamente, no se preocupa por entrar en la realidad-verdad. No se preocupará por nada de esto. En eso consiste ser mano de obra. Ser mano de obra es un esfuerzo incesante, es esforzarse como un esclavo, de sol a sol, es esforzarse así. Si preguntas a un contribuyente de mano de obra por qué lleva trabajando como una mula durante todos estos años, te dirá: “¡Para recibir bendiciones!”. Si le preguntas si, después de creer en Dios durante tantos años, su carácter corrupto ha cambiado lo más mínimo, si ha recibido alguna confirmación de la existencia de Dios, si ha alcanzado algún conocimiento y alguna experiencia reales de las instrumentaciones y las disposiciones de Dios, la respuesta es no, y tampoco podrá hablarte de ninguna de estas cosas. No ha entrado en ninguno de estos indicadores relacionados con el crecimiento vital o la transformación del carácter, ni ha experimentado mejora alguna en ninguno de ellos. Simplemente sigue siendo mano de obra sin entender qué es el cambio de carácter. Hay quien es mano de obra durante años sin cambiar lo más mínimo. Cuando se enfrenta a dificultades, suele volverse negativo, quejarse y revelar sus actitudes corruptas. Cuando se le poda, recurre a argumentos y sutilezas, incapaz de aceptar siquiera un ápice de verdad y sin someterse a Dios lo más mínimo. En última instancia se les prohíbe el cumplimiento de sus deberes. Algunas personas son desastrosas en la ejecución de sus deberes y no aceptan las críticas; en lugar de eso, afirman con descaro que no han hecho nada malo y no se arrepienten de nada. Al final, cuando la casa de Dios revoca sus deberes y los expulsa, abandonan su puesto de deber entre lágrimas y quejas. Así es cómo se les descarta. Esta es la forma en que los deberes revelan a las personas a fondo. Las personas suelen ser dadas a la palabrería y a entonar consignas en alta voz, pero ¿cómo es que no obran como humanos al cumplir su deber, sino que se convierten en diablos? Esto se debe a que las personas que carecen de humanidad son diablos allá donde van; y si no aceptan la verdad, no pueden mantenerse firmes en ningún sitio. Algunas personas a menudo cumplen sus deberes superficialmente y luego intentan discutir y razonar cuando se les poda. Tras ser podados en repetidas ocasiones, sienten cierto deseo de arrepentirse, de modo que empiezan a utilizar métodos de autocontrol. Al final, sin embargo, no pueden contenerse y, aun cuando juren y maldigan, no les sirve de nada, siguen sin resolver el problema de su superficialidad, de sus argumentos y sutilezas. Solo cuando todo el mundo acaba por detestar y criticar a esta persona, esta se sentirá finalmente forzada a admitir lo siguiente: “Sí que tengo actitudes corruptas. Quiero arrepentirme, pero soy incapaz de hacerlo. Cuando cumplo mi deber, siempre tomo en consideración mis intereses, mi orgullo y mi reputación, lo que me lleva a rebelarme contra Dios a menudo. Quiero practicar la verdad, pero soy incapaz de desprenderme de mis intenciones y deseos; no puedo rebelarme contra ellos. Siempre quiero hacer las cosas según mi propia voluntad, recurro a argucias para evitar trabajar y ambiciono el ocio y el disfrute. No puedo aceptar que se me pode y siempre intento recurrir a objeciones de poca monta para evitarlo. Considero que basta con haberme esforzado y soportado dificultades, de modo que recurro a argumentos y sutilezas cuando alguien intenta podarme, y no me siento convencido en mi corazón. ¡Soy bien difícil de manejar! ¿Cómo debo buscar la verdad para resolver estos problemas?”. Empieza a ponderar estas cosas. Esto significa que tiene algo de comprensión acerca de cómo deben obrar las personas, así como cierta razón. Si en algún momento un contribuyente de mano de obra empieza a atender el trabajo apropiado y a centrarse en cambiar su carácter y comprende que él también tiene actitudes corruptas, que es demasiado arrogante para someterse a Dios y es incapaz de hacerlo y que no sirve de nada seguir así, cuando empiece a pensar acerca de estas cosas e intentar meditarlas, cuando pueda buscar la verdad para afrontar los problemas que descubra, ¿acaso no empezará a revertir su curso? Si empieza a revertir su curso, aún hay esperanza de que cambie. Sin embargo, si nunca se plantea perseguir la verdad, si carece del deseo de esforzarse en pos de la verdad y solo sabe esforzarse y trabajar con la creencia de que completar el trabajo que tiene entre manos equivale a cumplir su tarea y completar la comisión de Dios; si cree que hacer determinado esfuerzo significa que ha cumplido su deber, sin tan siquiera considerar cuáles son las exigencias de Dios o cuál es la verdad, o si es una persona que se someta a Él, y nunca intente dilucidar ninguna de estas cosas; si esta es la forma en que aborda su deber, ¿podrá alcanzar la salvación? No lo hará. No se ha iniciado en la senda de la salvación, no ha comenzado el camino correcto de la creencia en Dios y no ha construido una relación con Él. Simplemente sigue esforzándose y siendo mano de obra en la casa de Dios. Dios también vela por esas personas y las protege cuando son mano de obra en Su casa, pero no se propone salvarlas. Dios no las poda, juzga, castiga, pone a prueba o refina. Tan solo permite que obtengan ciertas bendiciones en esta vida, y eso es todo. Cuando estas personas saben reflexionar y alcanzan cierto autoconocimiento y conocen la importancia de practicar la verdad, significa que han entendido los sermones que han escuchado y que, por fin, han obtenido ciertos resultados. Entonces piensan: “Creer en Dios es de lo más maravilloso. ¡Sus palabras pueden cambiar a las personas realmente! Lo más urgente ahora es esforzarme en obtener la verdad. Si no me centro en conocerme a mí mismo ni me despojo de mis actitudes corruptas y me doy por satisfecho simplemente con ser mano de obra, no ganaré nada”. Así que esta persona comienza a ponderar: “¿Qué tipo de actitudes corruptas tengo? ¿Cómo llego a conocerlas? ¿Cómo puedo llegar a resolverlas?”. Su reflexión acerca de estas cuestiones alude brevemente a la comprensión de la verdad y el cambio de carácter, de modo que hay esperanza de que se salve. Si una persona puede reflexionar acerca de sí misma y conocerse a sí misma a través de su deber, de buscar la verdad, de esforzarse para satisfacer las exigencias de Dios y resolver sus propias actitudes corruptas, ya estará en el buen camino para creer en Dios. Al sopesar estas cosas constantemente y recurrir a la verdad, recibirá el esclarecimiento y la iluminación de Dios y Su guía. De esta manera, podrá aceptar que Dios la pode, y poco después de eso, que quizá sea juzgada y castigada, puesta a prueba y refinada. Dios comenzará Su obra en ella, y la purificará y transformará.
Hay quien dice: “He creído en Dios y cumplido mi deber durante muchos años, pero jamás se me ha podado y nunca he sido esclarecido o iluminado, y mucho menos se me ha sometido a pruebas y refinamiento”. ¿Está experimentando tal persona la obra de Dios? Si es capaz de experimentar y practicar las palabras de Dios, ¿cómo es que no ha sido esclarecido ni iluminado? Si a menudo revela su corrupción, será podada sin asomo de duda. Si no se arrepiente tras haber sido podada, difícilmente tendrá humanidad alguna, y debería ser descartado. Hay quien dice: “A menudo experimento la poda, recibo el esclarecimiento y la iluminación de Dios y obtengo luz renovada”. ¿Qué está sucediendo aquí? (Dios lo está guiando). Hay otros que dicen: “¿Cómo es que no me parezco a esas personas a las que todo les va sobre ruedas? Siempre cuentan con las bendiciones de Dios y viven como en un lecho de rosas, sin tener que capear tormentas. ¿Por qué siempre se me está poniendo a prueba y refinando?”. ¿Es sufrir pruebas y refinamiento constantes algo bueno o malo? (Es algo bueno). Es algo bueno, no malo. ¿Cuál es el propósito de Dios al poner a prueba y refinar a las personas? (Permitirles conocer sus actitudes corruptas). Dios no lo hace para torturar o atormentar a las personas, sino para permitirles conocer sus actitudes corruptas y ver con claridad la esencia y la verdadera dimensión de su corrupción, de tal forma que puedan desprenderse de sus intenciones y designios y logren la sumisión a Él. Entonces ya no están siendo mano de obra, sino cumpliendo sus deberes. Cuando cumples sincera y formalmente el deber de un ser creado, tu relación con Dios se normaliza y se revierte tu anterior relación anormal con Él. Si la relación que hay entre tú y Dios es la de un empleado con su empleador, no puedes recibir la salvación. Si aceptas la comisión de Dios, puedes obedecer las disposiciones de la casa de Dios y te responsabilizas seriamente de ejecutar bien tu deber, tu relación con Dios será normal. Serás un ser creado, podrás someterte a las disposiciones del Creador, aceptar a Dios en tu corazón como el Salvador y ser objeto de Su salvación. Tu relación con Él estará a este nivel. Sin embargo, si siempre te limitas a ser mano de obra; si al margen de la comisión que Dios te confíe, siempre la llevas a cabo con una actitud superficial, sin aceptar los principios-verdad y sin una sumisión genuina, tan solo sabiendo esforzarte y trabajar, haciendo las cosas maquinalmente, entonces serás realmente un contribuyente de mano de obra. Como estos no aceptan la verdad y jamás experimentan el menor cambio, su relación con Dios es perpetuamente la de un empleado con su empleador. Nunca se someterán de verdad a Dios, y Dios nunca los reconocerá como creyentes o como quienes son de Él. Esta es la consecuencia de que crean en Dios sin perseguir la verdad; viene determinado por la senda que siguen. Si quieres mejorar tu relación con Dios, ¿qué debes hacer? (Caminar por la senda de perseguir la verdad). Así es. Debes caminar por la senda de perseguir la verdad. ¿Cuál debe ser tu primer paso? (Debo entender cómo cumplir mi deber). Los creyentes en Dios deben cumplir un deber: esa es la exigencia de Dios. Seguir a Dios significa cumplir el deber propio; quienes creen en Dios sin ejecutar sus deberes no le siguen. Si quieres seguir a Dios, debes cumplir bien tu deber. ¿Qué aspecto de la verdad hay que practicar primero al cumplir un deber? (La verdad de la sumisión). Eso es correcto. Hay quien dice: “Este es ahora mi deber. Debo estudiar con empeño y hacer progresos en mi aprendizaje del inglés, y luego debo aprobar mi examen de TOEFL o bien doctorarme en un par de años. Entonces seré capaz de destacar en el mundo de los no creyentes, o puede que me vaya bien en la casa de Dios y en un futuro me convierta en un líder”. ¿No están esas personas simplemente haciendo planes por su propio bien? (Sí). Siempre están planeando y disponiendo por el bien de su propia carne, y no solo disponen cuestiones para su vida propia, sino también para su muerte; esta es la clase de mentalidad de un no creyente. Es normal que los no creyentes pasen el tiempo pensando de esta forma porque no reconocen la existencia de Dios, de modo que solo pueden pensar en su carne y solo toman en consideración su supervivencia, como los animales. No obstante, quienes creen en Dios leen Sus palabras a diario y comprenden la verdad, de modo que deben conocer la importancia de cumplir un deber y el motivo para ello. Deben tener estas cosas claras, ya que están directamente relacionadas con la senda que uno toma en su creencia en Dios. Es aún más necesario para ellas entender la verdad con respecto a cuestiones, como la forma de someterse a la obra de Dios y experimentar Sus palabras para entender la verdad y alcanzar la transformación del carácter; qué aspectos de la verdad deben alcanzarse para cumplir bien el deber propio y someterse a Dios, y cómo las personas deben aceptar el juicio y el castigo de Dios para que se purifiquen sus actitudes corruptas. Esta es la senda que uno debe seguir en su creencia en Dios. Uno solo puede cumplir bien su deber y recibir la salvación de Dios si persigue la verdad de esta forma. Dios quiere salvar y perfeccionar a las personas que persiguen la verdad de esta manera. Al completar Su obra de salvación, Dios quiere ganar a unos pocos individuos semejantes. Si alguien solo piensa en cómo ascender, en cómo convertirse en un líder destacado, en cuántas personas puede tener a su cargo y en cuántas ciudades puede llegar a gobernar, esto no son más que ambiciones y deseos. Esta persona pertenece al género de los anticristos; todos los anticristos conspiran para lograr estas cosas. ¿Es legítimo conspirar para lograr estas cosas? (No). Sabiendo que no es legítimo, ¿son capaces de desprenderse de ello? (No sería fácil). En circunstancias normales, las personas obran conforme a sus propias intenciones para conseguir sus objetivos. En todo lo que haces, ¿obras para alcanzar tus propios objetivos o bien reflexionas acerca de ti mismo, buscas la verdad, te rebelas contra tus metas y maquinaciones y luego optas por recorrer el camino de perseguir la verdad? Simplemente, ¿cuál es la senda correcta? (Rebelarme constantemente contra mí mismo y obrar conforme a las exigencias de Dios). ¿Qué clase de persona se embarca con éxito en una búsqueda semejante? Solo alguien con corazón bondadoso, honrado y recto puede conseguirlo. Las personas falsas, intransigentes y malvadas que no aman la verdad no pueden lograrlo. Dado que saben que la senda por la que caminan no es la correcta, que es la senda equivocada de Pablo, y que no recibirán la salvación en modo alguno, ¿por qué no toman la senda correcta? Porque carecen de autocontrol. Esto viene completamente determinado por su propia naturaleza. Es como cuando dos personas son del mismo calibre, han creído en Dios durante el mismo número de años, escuchado los mismos sermones y cumplido los mismos deberes, pero caminan por sendas distintas. Bastan unos pocos años para que tomen sendas distintas y uno sea descartado y se retenga al otro. Uno tiene un corazón honrado y recto, ama la verdad y camina por la senda de perseguir la verdad. Aun cuando alguien intentase desorientar a esta persona y engatusarla para que siga la senda del mal, ¿la seguiría? No lo haría. Sin duda, lo rechazaría. Es capaz de buscar la verdad, obrar conforme a las exigencias de Dios y mejorar cada vez más en el cumplimiento de su deber. Sin embargo, la otra persona es relativamente malvada y falsa. Busca el estatus y sus ambiciones son demasiado grandes. Da igual lo que uno hable acerca de la verdad con ella, no renunciará a su búsqueda de estatus. Este es el problema de su naturaleza. ¿Y qué desenlace le espera a esta persona que no acepta la verdad y nunca renuncia al estatus? Será descartada. El desenlace de estas dos personas es claramente distinto. La que es honrada en su corazón y persigue la verdad llega a entender la verdad cada vez más y con mayor claridad, ajustándose gradualmente a las intenciones de Dios. Quien no persigue la verdad solo puede entender la doctrina y no es capaz de ponerla en práctica. ¿Por qué no puede ponerla en práctica? Sus ambiciones y deseos son demasiado grandes y es incapaz de desprenderse de ellos. En todo lo que hace prioriza sus intereses, ambiciones, deseos, fama, ganancia y estatus. Está llena de estas cosas y se deja arrastrar por ellas. Cuando algo le sucede, satisface su carne y sus deseos en primer lugar. En todos los aspectos actúa conforme a sus propios deseos, persigue este objetivo y deja la verdad de lado. Como resultado, no cumple bien su deber, obra de forma desastrosa y al final es descartada. ¿No son precisamente estas personas las que la casa de Dios descarta? Entonces, ¿no hay ninguna esperanza para ellas? Si son capaces de arrepentirse genuinamente, pueden evitar ser descartadas y tendrán esperanza de salvación. Sin embargo, si su corazón se mantiene en la intransigencia y se aferran desesperadamente a sus deseos, como un perro feroz se aferra a un hueso, entonces no tendrán la menor esperanza de recibir la salvación. ¡Las personas no pueden alcanzar la verdad si no caminan por la senda correcta! La senda de la búsqueda de la verdad es la única correcta. Tan solo caminando por ella se puede alcanzar la verdad. Tan solo persiguiendo la verdad se puede tener la esperanza de lograr la salvación de Dios.
Los corazones de las personas falsas y perversas rebosan de ambiciones personales, planes y estratagemas. ¿Acaso es fácil dejar de lado esas cosas? (No). ¿Qué debes hacer si, de todos modos, deseas cumplir correctamente con tu deber, pero no puedes dejar de lado estas cosas? Hay una senda: debes tener clara la naturaleza de lo que estés haciendo. Si algo concierne a los intereses de la casa de Dios y es de gran importancia, no debes postergarlo, cometer errores, perjudicar los intereses de la casa de Dios ni perturbar su obra. Este es el principio que debes seguir en el cumplimiento de tu deber. Si quieres evitar dañar los intereses de la casa de Dios, primero debes dejar de lado tus ambiciones y deseos; tus intereses deben verse un tanto afectados, debes dejarlos de lado, y es preferible que sufras alguna adversidad a que ofendas el carácter de Dios, lo que sería cruzar un límite. Si malogras la obra de la iglesia para satisfacer tus penosas ambiciones y tu vanidad, en última instancia, ¿cuál será la consecuencia para ti? Serás reemplazado y quizás descartado. Habrás provocado al carácter de Dios y puede que no tengas más oportunidades de salvarte. Dios da un número limitado de oportunidades a la gente. ¿Cuántas oportunidades tiene la gente de que Dios la ponga a prueba? Esto se determina según su esencia. Si aprovechas al máximo las oportunidades que se te dan, si puedes desprenderte de tu orgullo y vanidad y das prioridad a realizar bien la obra de la iglesia, entonces tienes la mentalidad correcta. Tu corazón debe ser recto, sin inclinarse a izquierda ni a derecha. Cuando tengas intenciones incorrectas, deberás orar de inmediato y corregirlas. Debes salvaguardar los intereses de la casa de Dios en momentos críticos y llevar a cabo tus tareas. Quien hace esto es una persona correcta. Si, de forma esporádica, tras lograr algo te apresuras a decir: “Fui yo quien hizo esto”, tan solo por satisfacer tu vanidad, no será un problema. Dios lo permitirá. Da igual lo que pienses; dado que completaste la tarea, Él la recordará. ¿No es esto justo? Porque esto fue claramente algo que llevaste a cabo de corazón y con honradez; te rebelaste contra tu carne y tu ambición, cumpliste tu deber y completaste la comisión de Dios sin permitir que se perjudicasen los intereses de Su casa. Reconforta el corazón de Dios y, al mismo tiempo, sientes paz y gozo en tu corazón. Esta es una felicidad que el dinero no puede comprar; la ganaste con tu sinceridad. Es el resultado de perseguir la verdad. Si, posteriormente, te jactas y dices: “Eh, ¿sabíais todos que yo hice esto?”, Dios no se opondrá. Sin embargo, en los momentos críticos debes mantener tu punto de referencia. No puedes provocar la ira de Dios ni ofender Su carácter. Si puedes regirte por esto y asegurarte de que en cada momento crítico puedes agarrarte a esa cuerda de salvamento y aprovechar la oportunidad para cumplir bien tu deber, tendrás esperanza de salvación. Si en circunstancias habituales demuestras cautela, pero cuando se trata de cuestiones relacionadas con los principios-verdad —esos momentos críticos en los que necesitas obrar expeditiva y juiciosamente— no solo eres incapaz de mantener a raya tus ambiciones y tus deseos, sino que actúas como te place, causando estragos en la obra de la iglesia y siendo incapaz de mantener el punto de referencia fundamental, esto provocará al carácter de Dios. ¿No merece esto un castigo? Como mínimo, no debes ofender el carácter de Dios; ese es el punto de referencia. Debes saber cuál es el punto de referencia de Dios y cuál es el punto de referencia que debes mantener. Si mantienes este punto de referencia en momentos críticos y, tras haber cumplido tu deber, no haces que Dios te desdeñe y te condene, sino que te recuerde y te acepte, esto será una buena obra. Dios no se centra en lo que piensas, en lo pagado que estés de ti mismo o en lo orgulloso que estés de tus logros; Él no se preocupa por estas cosas y no será severo contigo. Lo único que queda es la cuestión de tu propia transformación. ¿Qué demuestra el hecho de que puedas agarrarte a la cuerda de salvamento en cualquier situación, obrar conforme a las exigencias de Dios, ser leal y satisfacer el corazón de Dios en momentos cruciales y mantener tu punto de referencia? Demuestra que tienes una actitud de sumisión a Dios. Hasta cierto punto, cabe decir que ya has satisfecho parcialmente a Dios. Así es como Dios lo ve. Dios es justo, ¿no es así? (Sí). Así, tan solo las personas que practican de esta forma son inteligentes. No pienses: “Esta vez no cumplí mi deber lo suficientemente bien para satisfacer a Dios. Aún había algunas deficiencias. ¿No lo aceptará?”. Dios no le buscará tres pies al gato. Simplemente se fijará en si mantuviste un punto de referencia al llevar a cabo esta tarea. Siempre y cuando no sobrepases el punto de referencia y completes la tarea, Él la recordará. Si siempre puedes buscar los principios-verdad con independencia del deber que ejecutes o de las cosas que hagas, y hasta en situaciones especialmente difíciles no te saltas ese punto de referencia, es porque la forma en que haces las cosas y cumples el deber se basa en unos principios. Cabe decir que tu ejecución del deber está esencialmente a la altura.
Las exigencias de Dios no son las mismas para cada individuo. Por un lado, dependen del calibre de la persona; por otro, de su humanidad y sus búsquedas. A algunos no les cuesta hablar con sinceridad; a otros, en cambio, les exige un gran esfuerzo, pero tras experimentar la poda durante varios años por fin pueden decir algo sincero desde el corazón. ¿Considera Dios esto una transformación? ¿Es el resultado de Su obra? Este es el resultado deseado de la obra de Dios. Tras llevar a cabo esta obra durante tantos años, cuando por fin presencia este resultado deseado, Él lo aprecia. Así que, independientemente de lo que hayas experimentado en el pasado, de los errores que hayas cometido o las muchas veces que hayas fracasado, no debes preocuparte. Debes creer que Dios es justo. Cree que someterse a Dios es correcto. Cree que someterse a las instrumentaciones y las disposiciones de Dios es correcto. Esta es la verdad más elevada. ¡Sigue esta senda en tu práctica y tus acciones y no podrás equivocarte! No lo dudes ni lo investigues. Hay quien dice: “No saqué mucho de los sacrificios que hice anteriormente. Si hago más sacrificios ahora, ¿saldré perdiendo de nuevo?”. Bueno, ¿practicaste la verdad cuando hiciste esos sacrificios? ¿Hiciste las cosas conforme a los principios-verdad? ¿Seguiste la senda correcta? Si seguiste la senda correcta, es imposible que no alcanzases la verdad y carecieras de testimonio. Sin embargo, si tus sacrificios anteriores se hicieron puramente por el estatus, la fama y la ganancia, ¿qué podrías obtener de ello? Lo único que habrías recibido es la poda y, en caso de no arrepentirte, tan solo habrías recibido el castigo y la destrucción. Hiciste sacrificios por la fama, la ganancia y el estatus y esperabas alcanzar la verdad, ¿no es esto una fantasía? ¿Qué puede obtener alguien que no hace más que maquinar e intentar ser más listo que Dios? Tras tanta maquinación y tanta intriga, al final solo se las dan de listos consigo mismos. No ganan nada, ¿y no es lo que merecen? ¿Cuál es, como mínimo, el punto de referencia para creer en Dios? Es no hacer el mal, no ofender al carácter de Dios, no airarlo, no competir con Él; es desprenderse de los designios, ambiciones y deseos propios en los momentos críticos. De hecho, cuando las personas maquinan de esta o aquella forma, acaban por engañarse a sí mismas al final. Si todo el mundo lo ve claramente, ¿por qué la gente sigue maquinando? Es por su naturaleza. Los humanos tienen cerebro, pensamientos e ideas; también poseen conocimiento y aprendizaje. Debido a que existen estas cosas, son incapaces de controlarse a sí mismos; esta es una ley inexorable. Si te encanta maquinar, puede que conspirar contra otras personas no sea un gran problema. Sin embargo, si insistes en conspirar contra Dios y lo conviertes en el objeto de tus maquinaciones, tan solo urdirás tu propio final y tu estratagema malogrará la oportunidad que Dios te ofreció. Esto no merece la pena. No puedes permitir bajo ningún concepto que tus estratagemas alcancen este punto. Al margen de la forma en que maquines, al final debes pasar por un cambio de carácter y producir resultados, y estos resultados deben ser buenos y positivos. Si alguien conspira de esta forma o aquella y al final no alcanza la verdad, sino que acaba siendo castigado, se deberá a que gusta de maquinar y lo hace constantemente. Tal persona no es inteligente; es el más estúpido de los necios.
Todo el mundo tiene impurezas cuando empieza a creer en Dios. Después de muchos años leyendo las palabras de Dios y hablando acerca de la verdad, puede que hayáis desechado algunas de vuestras actitudes corruptas. ¿Sigue habiendo momentos en que maquináis y conspiráis en beneficio de vuestros propios intereses? (Sí). A menudo os encontráis en estos estados. ¿Cómo debéis tratarlos entonces? ¿Hay algunos principios para la práctica? Esto requiere una dosis considerable de búsqueda. Siempre que sientas que estás siendo deshonesto y te encuentres atrapado en un estado perverso y falso, con tu corazón rebosante de estas actitudes corruptas, debes orar a Dios y rebelarte contra tu carne. No recurras a razonar, analizar y tratar esta cuestión conforme a nociones propias. Si te controlan tus actitudes corruptas y tus propios deseos toman el mando, será problemático. En tu corazón sabes cuándo la oscura mano del pecado está a punto de extenderse. Cuando eso suceda, debes controlarte a ti mismo y abstenerte de obrar. Tendrás que calmar tu mente, presentarte ante Dios y orar. En realidad, no tendrás que examinarte a ti mismo. Tras haber alcanzado esta fase en tu creencia en Dios, tras haber oído tantos sermones, deberías tener muy claro lo que ocupa tu mente y distinguir el bien del mal. La clave está en que debes rebelarte contra tu carne y no dejar que te gobierne. ¿Qué debes hacer entonces? (Someterme). ¿Y qué pasa si no puedes someterte de inmediato? ¿Qué sucede si aún quieres discutir, escrutar y analizar? Entonces deberás dejar que tus ambiciones se calmen y se tranquilicen y, al mismo tiempo, presentarte ante Dios y orar, o hablar con tus hermanos y hermanas. También tendrás que sincerarte y exponerte, y diseccionar la situación utilizando la verdad; tras uno o dos días tu estado habrá mejorado sensiblemente. Esta es la obra del Espíritu Santo. Desprenderse de los designios propios significa, por un lado, ser capaz de rebelarse contra las ideas y los pensamientos erróneos propios, renunciar a ellos y corregirlos. Por otro lado, si las ambiciones y los deseos de alguien son excepcionalmente fuertes y esta persona quiere obrar basándose en ellos, y es incapaz de rectificar su rumbo a pesar de saber que obrar de esta forma no se ajusta a la verdad y no es la senda correcta, será necesario orar; deberá orar con fervor para calmar sus ambiciones. Por ejemplo, puede que haya algo que desees hacer y, cuando ese deseo alcance su mayor intensidad, sientas que debes hacerlo a toda costa, como si no pudieses vivir sin ello. Sin embargo, tras esperar dos o tres días, verás que tu reciente actitud es desvergonzada, irrazonable y carece de conciencia. Esto significa que has logrado revertirlo. ¿Cómo ha pasado esto? Ha pasado por medio de la oración, el esclarecimiento y el reproche del Espíritu Santo, que te proporcionó algunas perspectivas o sentimientos que te han ayudado a ver el problema desde un ángulo distinto. De pronto, adviertes que lo que habías considerado correcto y que te causaba desasosiego no hacer es algo erróneo, y que llevarlo a cabo supondría un reproche a tu conciencia. Esto indica una transformación en tu estado que desemboca en un cambio de mentalidad. Si alguien corrige su estado erróneo, demuestra que aún hay esperanza para él; significa que es alguien que persigue la verdad y recibe la protección de Dios. Sin embargo, si nunca corrige su estado erróneo, persiste a pesar de saber que está haciendo algo mal y se niega a escuchar el consejo de nadie, no es una persona que persiga la verdad y no recibirá la disciplina de Dios ni obtendrá la obra del Espíritu Santo. No importa qué cosas afronte alguien que persiga la verdad; si es incapaz de entenderlo, basta con que ore uno o dos días, lea las palabras de Dios, escuche sermones o lo comparta; al margen del método que emplee, irá comprendiendo la situación gradualmente y será capaz de encontrar la senda de práctica correcta. Esto muestra que esta persona ha obtenido la obra del Espíritu Santo y que Él la guía. Los resultados son distintos, y los principios que guían las acciones de esta persona también experimentarán un cambio. Si nunca cambias, hay un problema en tu búsqueda y en tu actitud. Si cambias tu forma de ver las cosas, la práctica de la verdad te resultará bastante sencilla. Por ejemplo, cuando ves alguna comida deliciosa que, sin embargo, no es del tipo que te gusta o no quieres comerla en ese momento, ¿es fácil abstenerse de comerla? (Sí). Y si realmente quieres comerla, pero no se te permite hacerlo, ¿será fácil aceptarlo? (No). Debes rebelarte contra esto; rebélate contra tu propio apetito, contra tu propio deseo. Si dices: “Me encanta comer esa comida y tengo la determinación de hacerlo. ¿Quién habrá que me diga lo contrario?”, y persistes en discutir y obrar con obstinación, no podrás desprenderte de ello, no serás capaz de rebelarte contra tu propio apetito. ¿Cómo puedes rebelarte contra él entonces? Primero debes calmarte y reflexionar en silencio ante Dios. A continuación, ve y lee algunas de las palabras de Dios al respecto y medita con atención acerca de ellas: “¿Cómo pude ser tan glotón? ¿No es desvergonzado por mi parte tener la determinación de comerla? ¿Qué iba a ganar con comerla en cualquier caso? Estaba siendo tozudo, ¿no es así?”. ¿Qué clase de carácter supone la determinación de comer? Implica terquedad e intransigencia, ser imperioso e irrazonable. Esto es un carácter corrupto. Este carácter te empuja a ser imperioso, insolente e incapaz de someterte. Si lo sopesas, comprenderás que tu carácter corrupto es bastante acusado y muy proclive a hacer que te rebeles contra Dios y te resistas a Él. Si haces el mal, las consecuencias serían inimaginables. Si puedes reflexionar acerca de ti mismo de esa manera, se te iluminará el corazón de forma natural y captarás con facilidad la esencia del problema. En este punto, cuando vuelvas a orar a Dios, tu mentalidad también será normal y el efecto será distinto. ¿No es este estado bastante diferente del estado rebelde inicial? ¿Qué pensarás en este momento? Podrás reconocer lo intransigente y obstinado que estabas siendo. Sentirás que carecías de vergüenza y de mérito. Esta comprensión de ti mismo será más precisa y acometerás tu práctica de manera más racional. He oído a algunos decir con frecuencia: “¿Cómo pude obrar con tanta necedad anteriormente? ¿Cómo pude decir cosas tan estúpidas? ¿Por qué era tan rebelde? ¿Por qué no tuve más criterio?”. Que alguien diga estas cosas demuestra que ha cambiado y crecido realmente. Así, el simple hecho de que no puedas poner en práctica la verdad durante un tiempo no significa que no puedas hacerlo en toda tu vida. ¿Qué quiero decir con esto? A pesar de que alguien sea falso, obstinado, intransigente o arrogante, no cambiar de forma momentánea no significa una incapacidad absoluta para el cambio. A veces, el cambio de carácter lleva un tiempo; en ocasiones, requiere de un entorno adecuado o del juicio y el castigo de Dios. No obstante, puede que digas: “Simplemente soy así. Me doy por vencido, ya me da igual”. Y esto es peligroso; no es que Dios te esté descartando, sino que eres tú mismo quien lo está haciendo. No eliges la senda de perseguir la verdad, sino la del abandono propio. Eso es traicionar a Dios y, al hacerlo, perderás para siempre la oportunidad de recibir la salvación. Si alguien quiere alcanzar la verdad, si quiere que su carácter-vida cambie, deberá leer con frecuencia las palabras de Dios. Partiendo de las palabras de Dios, deberá examinarse y reflexionar sobre sí mismo en todo momento y en diversos aspectos de manera que resuelva gradualmente sus actitudes corruptas, intenciones e impurezas. Así es cómo deben cooperar las personas, pero también requiere de la obra de Dios. Dios dispone distintos entornos y, conforme a Su propio tiempo, lleva a cabo Su obra en ti. Por un lado, Él revela tus actitudes corruptas, te permite entender y reflexionar. Por otro, la obra del Espíritu Santo corrige tu estado. Ya se trate de un carácter corrupto o deprimido, de emociones negativas, siempre hay un proceso de corrección y arrepentimiento. Si, durante este proceso, oras a Dios y buscas la verdad, tu estado negativo se corregirá y podrás cumplir tu deber con normalidad. Si no cambias ni siquiera tras haber recibido varias oportunidades para arrepentirte, sino que mantienes tus viejos hábitos y conservas tu carácter obstinado e intransigente, no eres alguien que persigue la verdad. Quienes no persiguen la verdad son problemáticos y no pueden alcanzar la salvación. Evaluaos a vosotros mismos: cuando os enfrentáis a estas cuestiones, ¿cuánto podéis cambiar? ¿Habéis enmendado las cosas y os habéis arrepentido? Si habéis enmendado las cosas y os habéis arrepentido, hay esperanza de que recibáis la salvación. Sin embargo, si nunca obráis un cambio, careceréis de esa esperanza.
Algunas personas no cumplen sus deberes adecuadamente, son siempre superficiales, causan trastornos o perturbaciones y, en última instancia, son reemplazadas. Sin embargo, no son expulsadas de la iglesia, por lo que se les da la oportunidad de arrepentirse. Todo el mundo tiene actitudes corruptas y momentos en los que son atolondrados o están confundidos, en los que tienen baja estatura. El objetivo de darte una oportunidad es que puedas darle la vuelta a todo esto. ¿Y cómo puedes darle la vuelta? Debes reflexionar y conocer tus errores pasados; no pongas excusas ni vayas por ahí difundiendo nociones. Si malinterpretas a Dios y transmites despreocupadamente estos malentendidos a los demás, para que ellos también malinterpreten a Dios contigo, y si tienes nociones y vas por ahí difundiéndolas, para que todos tengan las mismas nociones que tú e intenten razonar con Dios igual que tú, ¿acaso no es eso demagogia? ¿No es eso oponerse a Dios? ¿Y puede salir algo bueno de oponerse a Dios? ¿Puedes salvarte igualmente? Esperas que Dios te salve, pero te niegas a aceptar Su obra y te resistes y te opones a Él, así que, ¿aún te salvará Dios? Olvida semejantes esperanzas. Cuando cometiste un error, Dios no te hizo responsable ni te descartó por este único error. La casa de Dios te dio una oportunidad y te permitió seguir cumpliendo un deber y arrepentirte, lo que fue la oportunidad que te dio Dios; si tienes conciencia y razón, debes atesorar esto. Algunas personas son siempre superficiales cuando cumplen sus deberes y son reemplazadas; otras son transferidas. ¿Significa esto que han sido descartadas? Dios no ha dicho tal cosa, todavía tienes una oportunidad. Entonces, ¿qué debes hacer? Deberías reflexionar y llegar a conocerte a ti mismo y alcanzar el verdadero arrepentimiento; esta es la senda. Pero eso no es lo que hacen algunas personas. Contraatacan y van por ahí diciendo: “No se me permitió cumplir este deber porque dije algo incorrecto y ofendí a alguien”. No buscan el problema en sí mismos, no reflexionan, no buscan la verdad, no se someten a las disposiciones e instrumentaciones de Dios y se oponen a Él difundiendo nociones. ¿Acaso no se han convertido en Satanás? Cuando haces las cosas que hace Satanás, ya no eres un seguidor de Dios. Te has convertido en un enemigo de Dios, ¿salvaría Él a Su enemigo? No. Dios salva a gente con actitudes corruptas, a gente real, no a demonios, no a Sus enemigos. Cuando vas en contra de Dios y te quejas de Él, lo malinterpretas y lo juzgas, difundiendo nociones sobre Él, estás totalmente en contra de Dios; estás levantando un clamor contra Dios. ¿Qué papel estás desempeñando cuando crees en Dios y, sin embargo, también levantas un clamor contra Él? Estás desempeñando el papel de Satanás. ¿Habéis hecho esto alguna vez? (Sí). ¿Y cómo os sentisteis después de hacerlo? (Mi corazón se ensombreció y mi estado empeoró). Ese no es el camino correcto. Todos vosotros sois conscientes de esto, pero algunas personas carecen de conciencia. ¿Por qué algunos carecen de conciencia? (No tienen corazón ni espíritu). ¿No son como bestias aquellos que carecen de corazón y de espíritu? Las personas que carecen de conciencia están destinadas a no ser verdaderos creyentes en Dios. Son personas malvadas que se infiltran en la casa de Dios buscando aprovecharse de Sus bendiciones. Todo el que tiene corazón y espíritu cuenta con conciencia; si se le reemplaza o transfiere, podrá reflexionar acerca de sí mismo y conocerse. Cuando vea en qué estaba equivocado, podrá arrepentirse y cambiar. Todavía hay esperanza de salvación para este tipo de personas.
Cumplir bien el deber personal es lo más valioso e importante en la vida de alguien. Uno debe obrar conforme a los principios-verdad y jamás conspirar por el bien propio, puesto que cuanto más conspira por el bien propio, más se retrasa su crecimiento vital. Hay quienes están maquinando constantemente: “¿Cuándo llegará el día de Dios? Todavía no he encontrado pareja, ¿cuándo me casaré? ¿Cuándo viviré mi propia vida?”. Cada persona alberga muchas preocupaciones insignificantes. Cuando disfrutan de comodidad física, empiezan a hacer planes para su vida futura, sus perspectivas, su destino, su final. Si puedes ver la verdadera naturaleza de esto y desprenderte de ello, cumplirás tu deber cada vez mejor, sin estar encorsetado o limitado. Por ejemplo, imagina que se te pide preparar comida o enviar cartas a tus hermanos y hermanas; si puedes ver estas sencillas tareas como tu deber y tratarlas con seriedad, llevándolas a cabo conforme a los principios-verdad, podrás cumplir tu deber cada vez mejor; estarás a la altura en el buen cumplimiento de tu deber. Mantenerte firme en tu posición y ejecutar tu deber es un aspecto; otro de los aspectos es que también debes saber cómo cumplir tu deber y qué principios seguir. Una vez que captes estas cosas, y si sigues estos principios en tus tareas diarias y cuando se te encomienda un deber o mientras lo ejecutas, experimentarás una transformación interior sin tan siquiera ser consciente de ello. Es como tomar un medicamento cuando estás enfermo. Hay quienes dicen: “¿Cómo es posible que no me sienta mejor si ya llevo dos días medicándome?”. ¿Qué prisa hay? La enfermedad no se desarrolló en pocos días y tampoco puede curarse en ese mismo plazo; requiere su tiempo. Hay quienes dicen: “Llevo practicando la verdad y obrando con principios desde hace mucho tiempo, ¿cómo es que no he recibido las bendiciones de Dios? ¿Por qué no me siento lleno del Espíritu Santo?”. En estos casos, no puedes confiar en los sentimientos. Entonces, ¿cómo puedes saber cuándo se producen estos cambios? Lo sabrás cuando, después de que algo te suceda, te resulte cada vez más fácil someterte. Al principio te costaba someterte; siempre estabas racionalizando, escrutando, analizando y queriendo cuestionar y ofrecer resistencia, y tenías que hacer un esfuerzo para contenerte. Pero ya no tienes que hacerlo. Cuando algo te sucede, no te dedicas a escrutarlo. Cuando tienes algunas nociones o ideas, oras y lees las palabras de Dios para disiparlas y desprenderte de ellas. Resuelves tus problemas más rápida y fácilmente. Esto demuestra que entiendes la verdad y que has cambiado. Al principio, se trata de un cambio de conducta, pero se va convirtiendo gradualmente en un cambio en la vida y el carácter. Cada vez se vuelve más fácil someterse a las instrumentaciones y las disposiciones de Dios. Es más, tus intenciones, designios y planes son cada vez menos, van reduciéndose gradualmente. No obstante, si aumentan en lugar de reducirse, hay un problema. Esto demuestra que durante este periodo no estuviste persiguiendo la verdad, sino tan solo esforzándote. Aquellos que no persiguen la verdad sienten que cuanto más esfuerzo dedican, más méritos acumulan y mayor será la corona que recibirán en el futuro. Sin ser conscientes de ello, siguen la senda de Pablo. Quienes no persiguen la verdad siempre están preocupados por el tamaño de la corona o el halo sobre su cabeza. Centrarse constantemente en estas cuestiones conduce a un deseo de éxito rápido y beneficios instantáneos. Siempre quieren hacer mayores esfuerzos con la idea de que cuanto más se esfuercen más bendiciones recibirán, que un gran esfuerzo conllevará grandes bendiciones, que llevar a cabo un gran deber les granjeará grandes méritos y recompensas. ¿Pueden ejecutar bien su deber si se centran en esto continuamente? Quienes no aceptan la verdad no pueden cumplir su deber.
Existen señales que indican el logro de un crecimiento vital al perseguir la verdad. También puedes sentirlo en tu corazón. Los pensamientos y los puntos de vista de las personas pasan por ciertos cambios tras experimentar un periodo de poda. Por ejemplo, puede que digas: “Ya no me preocupan las ganancias o pérdidas personales. Ya no me parece importante que Dios no conceda recompensas, y el hecho de que yo reciba bendiciones al final tampoco me preocupa demasiado; estas preocupaciones ya no ocupan un lugar en mi corazón. Ahora bien, si Dios dice que no me bendecirá, que quiere refinarme, privarme de algo, parece que puedo someterme. Habrá cierta tristeza en mi corazón, pero también habrá cierta sumisión”. ¿Qué demuestra esto? Ahora tienes algo parecido a un corazón temeroso de Dios, te has despojado hasta cierto punto de tu carácter corrupto y has cambiado genuinamente. Por ejemplo, si en el pasado se te escogía para que cumplieras un deber que requería cierto sufrimiento físico, es posible que hubieras llorado por ello durante un par de noches. Sin embargo, ahora puedes someterte tras haber derramado unas pocas lágrimas. Ahora te resulta más fácil someterte y ya no temes las dificultades. ¿Cómo llegó a producirse esta sumisión? Se produjo al establecer una relación normal con Dios y por ir aceptando gradualmente que Él te podara, así como por aceptar sus instrumentaciones y sus disposiciones. Tras conseguir este resultado, tus deseos, planes, intenciones y ambiciones subjetivos quedan en un segundo plano y dejas de pensar en la ganancia y la pérdida personal. En el pasado asignabas a estas cosas una segunda, tercera o cuarta prioridad, pero ahora ya no son importantes; ya no las tomas en consideración. Tu deseo de someterte a Dios se ha fortalecido y, de forma gradual, te ves capaz de decir: “Me parece bien todo lo que Dios me dé y todo lo que quiera quitarme”, sin que eso sean unas palabras vacías. Tal como Job dijo: “Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová”,* tú también puedes afirmarlo ahora. ¿Tienes, sin embargo, la misma estatura que Job? (No). ¿Te atreverías a orar a Dios para que te pusiese a prueba tal como hizo con Job? No lo harías; no tienes la fe y la estatura para ello. Cuando imaginas a Job cubierto de sarna, rascándose con un trozo de cerámica, sientes miedo, te echas a temblar y dices para tus adentros: “Qué doloroso debió de ser eso. Espero que nunca me suceda a mí. No podría soportarlo. No tengo esa clase de fe”. ¿No es así? No asumas, pues, cosas que no tienes fe suficiente para completar. No te impacientes con los resultados ni pienses que cuentas con la estatura. Deja que tus pies te trasladen con paso firme, aprende a dejar que las cosas transcurran con naturalidad y aumenta tu experiencia poco a poco. Cuando realmente entiendas la verdad, podrás percibir con claridad los elementos corruptos que existen dentro de ti, y te desprenderás fácilmente de tus pensamientos, proyectos, planes e intenciones personales. Tu relación con Dios será cada vez más normal. La normalidad de tu relación con Él depende principalmente del hecho de que puedas practicar la verdad para lograr la sumisión a Dios. En lo que se refiere a la sumisión, significa una obediencia, una aceptación y una práctica directas y absolutas, sin escrutar ni plantear objeciones quisquillosas. Escrutar no es obediencia. ¿Y qué hay de las objeciones quisquillosas? Menos si cabe. ¿Está bien que digas: “Dios quiere que haga esto de esta manera, pero yo lo haré a mi manera de todas formas”? (No). Es peor que no estar bien; no es sumisión. Debes conocer las manifestaciones prácticas de la sumisión y, si no puedes lograrlas, no digas que eres alguien que se somete a Dios. En lugar de eso, habla conforme al nivel que hayas alcanzado; expresa hechos objetivos. No exageres ni, menos aún, mientas. Si eres incapaz de captar algo, limítate a declarar que no lo entiendes y luego busca la verdad para comprenderlo; siempre habrá tiempo para que hables más adelante. Está claro que algunos son incapaces de conseguirlo y, a pesar de ello, hablan de forma grandilocuente y afirman que se someten a Dios. ¿No es esto arrogante e irrazonable? Esto es algo que les encanta decir a quienes no persiguen la verdad y no la entienden. Cuando ven que alguien ha renunciado a su familia y trabaja para cumplir su deber, dicen: “Mira lo mucho que esta persona ama a Dios”. Estas son las palabras de un zopenco, y carecen por entero de cualquier entendimiento de la verdad. ¿Os atrevéis ahora a proclamar que sois alguien que se somete a Dios y lo ama? (No). Entonces tienes algo de razón sobre ti mismo. Estos zopencos arrogantes e irrazonables siempre están diciendo que aman a Dios y se someten a Él, y cuando hacen el menor sacrificio o soportan alguna dificultad mínima, piensan: “¿Me ha recompensado Dios? ¿Se ha bendecido a mi familia? ¿Irán mis hijos a la universidad que quieren? ¿Hay alguna posibilidad de que mi esposo sea ascendido y reciba un aumento salarial? ¿He sacado algo de los deberes que he cumplido en estos dos últimos años? ¿He sido bendecido? ¿Obtendré una corona?”. ¿Estar permanentemente ideando estas cosas es una manifestación de la búsqueda de la verdad? (No). ¿De qué manera entendéis el acto de perseguir la verdad? (Para perseguir la verdad debemos reconocer nuestras actitudes corruptas, buscar un cambio en nuestras actitudes y vivir como una persona verdadera). De hecho, no hace falta que evalúes nada más, y no tiene por qué ser tan complicado; basta con que observes si, en el transcurso del cumplimiento de tu deber, demostraste algún tipo de sumisión y lealtad, si lo hiciste con todo tu corazón y tus fuerzas y si obraste conforme a los principios-verdad. Estos criterios pueden determinar con claridad si eres una persona que persigue la verdad. Si alguien se esfuerza arduamente en cumplir su deber, pero se resiste a practicar la verdad y le desagrada, no es una persona que persiga la verdad. Algunas personas están siempre hablando de todas las cosas que hacen por la iglesia, de lo grandes que han sido sus contribuciones a la casa de Dios. Siguen hablando de estas cosas incluso después de llevar varios años creyendo en Dios; ¿es esta persona alguien que persigue la verdad? (No). ¡Este tipo de personas son lamentables! Son diminutos en su estatura y jamás llegan a crecer. Carecen de vida. ¿Por qué se esfuerza tanto alguien sin vida? (Para recibir bendiciones). Correcto. Les gobiernan sus ambiciones y deseos personales. Si no persiguen la verdad, son incapaces de desprenderse de estas cosas. Verás, también asisten a sermones y escuchan a otros hablar acerca de la verdad en las reuniones, ¿por qué no entienden entonces? Un día tras otro piensan para sus adentros: “¿Cómo puedo escuchar más, leer más, recordar más y luego hablar más cuando trabajo? Entonces habré llevado a cabo buenas obras y Dios podrá recordarme, y yo podré recibir Sus bendiciones”. Al final, todo se hace para recibir bendiciones. Y esta persona cree que estaría justificado recibir bendiciones. En cuanto una persona que persigue la verdad logra entenderla y alcanzarla, ya no persigue bendiciones; cree que hacer tal cosa es irrazonable. ¿Qué bendiciones puedes recibir si tu carácter corrupto no ha experimentado la menor transformación y no tienes sumisión alguna a Dios? ¿Quién te daría bendiciones? ¿Cómo se producen las bendiciones? (Dios las concede). Y si no te las da, ¿podrás arrancárselas tú? (No). Hay quienes incluso desean tomarlas por la fuerza; ¿no es esto una idiotez? La mayoría de las personas se creen muy inteligentes, pero no están dispuestas a buscar más la verdad en el cumplimiento de su deber y obrar conforme a principios. ¿Cómo pueden recibir las bendiciones de Dios de esta forma? ¡Se pasan de listos!
28 de agosto de 2018