La palabra de Dios erradicó mi actitud a la defensiva y mis malentendidos
En 2014, cuando era líder de la iglesia, era más o menos eficaz en el deber y tenía cierta experiencia, por lo que creía comprender la verdad. Cuando pasaban las cosas, no solía buscar los principios de la verdad, sino que actuaba arbitrariamente. Por entonces, algunas personas denunciaron que los líderes de dos iglesias eran de mala humanidad y que reprimían y limitaban a los demás. Escuché, me creí las denuncias y, sin investigar los hechos, destituí a uno de los líderes, que no sabía hacer un trabajo práctico, y estuve a punto de expulsar equivocadamente a otro líder, lo que afectó gravemente al trabajo de ambas iglesias. Mis superiores trataron conmigo duramente por cumplir arbitrariamente con el deber, por no actuar según los principios de la verdad y por destituir y expulsar a gente a discreción. Sin embargo, yo no me conocía mucho, me defendí y justifiqué igualmente y creía que todo el mundo cometía errores en el deber. Como no aceptaba la verdad, solía hacer cosas contrarias a los principios, actuaba arbitrariamente y mi labor no tenía efectos prácticos, mis superiores me destituyeron. Tras mi destituición no me dispusieron ningún deber, sino que me ordenaron hacer reflexión espiritual en casa. En aquel entonces no entendía la voluntad de Dios y estaba muy negativa. Reflexioné que llevaba años creyendo en Dios, había dejado mi matrimonio y mi empleo y con frecuencia cumplía con el deber pese a mi enfermedad. Aunque no hubiera hecho méritos, al menos me había esforzado. Por si fuera poco mi destitución, ahora me decían que no podía cumplir con ningún deber. Solo cometí dos errores, por lo que consideraba demasiado duro que trataran conmigo así, sobre todo al ver que otros que no eran líderes y obreros todavía estaban cumpliendo con su deber, mientras yo, que había sido líder, no tenía ninguno. Pensé: “Parece que no puedo ser líder. Se exige mucho nivel y unos requisitos estrictos para serlo. Si eres incluso un poco negligente, tu vida de fe en Dios puede llegar a su fin. Si ni siquiera puedes ser hacedor de servicio, ¿cómo puedes tener un desenlace y un destino? En lo sucesivo, no volveré a ser líder pase lo que pase”. Después, durante años trabajé con textos en la iglesia. Aunque hubo ocasiones para presentarse a las elecciones a líderes y obreros, siempre evité participar. No me daba cuenta de mi problema entonces. Creía prudente hacer así las cosas.
En mayo de 2020, mis hermanos y hermanas me recomendaron que me presentara a las elecciones. El conflicto se apoderó de mi mente. Me iba bien trabajando con textos y no quería participar en las elecciones. Si me elegían líder, sería una mala noticia. Ser líder, pensaba, es un trabajo difícil e ingrato. Es obligatorio hacerlo bien, y si se cometían errores, el líder siempre era el responsable. La frase “unos cardan la lana, y otros llevan la fama” encaja con eso. Antes, cuando era líder, cometí transgresiones. Si volvía a ejercer de líder y hacía algo contrario a los principios que provocara un gran perjuicio al trabajo de la casa de Dios, en el mejor de los casos, me destituirían; en el peor, me echarían, tras lo cual perdería la ocasión de salvarme. Teniéndolo en cuenta, alegué que mi cardiopatía había empeorado últimamente, así que no podía participar en las elecciones. Me sentí entonces un poco culpable. ¿No estaba evitando las elecciones? No obstante, luego pensé que realmente no era capaz de ser líder y que el corazón me molestaba bastante últimamente, por lo que tenía un motivo para no presentarme. Esta idea disipó el poco malestar y la poca culpa que sentía. Un mes más tarde, la líder dijo en una carta que los hermanos y hermanas me habían vuelto a elegir candidata. Tras leerla, empecé a preguntarme: “¿Por qué me han recomendado como candidata? ¡Es peligroso ser líder! Supone mucho trabajo y muchos problemas y en cualquier momento podrían revelarme. Había personas de mi entorno que no parecían tener problemas cuando no eran líderes, pero que, cuando sí, fueron reveladas como falsas líderes y destituídas, mientras que de otras se demostró que eran malhechoras o anticristos y fueron expulsadas. Al parecer, el estatus, en efecto, puede revelar a la gente”. Así pues, decidí no presentarme a las elecciones, pero la líder me dijo que debía llegar a la hora señalada, por lo que fui a regañadientes. Durante esos pocos días de reuniones, no tuve mucho que decir. A la hora de votar, me debatí durante mucho rato. Al final, les comenté a todos: “Me abstengo. No voy a votar ni a presentarme a las elecciones”.
Poco después de llegar a casa, se recrudeció mi enfermedad. Tenía diarrea y fiebre y no me servía de nada la medicación. Transcurridos unos días, por fin mejoró mi patología, tras lo cual se me llenaron los brazos y el cuello de lunares rojos. Cada vez era más grave, por lo que, en cuanto comenzaba a sudar, tenía un dolor punzante en todo el cuerpo. Días más tarde, estaba totalmente agotada por estas dolencias. Me percaté de que esta enfermedad no era una coincidencia, sino la disciplina de Dios, pero no sabía cómo reflexionar. Oré a Dios para pedirle que me guiara a fin de conocerme a mí misma y aprender la lección.
Luego, cuando mi líder se enteró de que padecía una enfermedad, me advirtió que reflexionara sobre mi actitud hacia las elecciones y buscó un pasaje de la palabra de Dios acerca de mi estado. “Con una naturaleza satánica […] cuando la gente adquiere estatus está en peligro. ¿Y qué habría que hacer? ¿Acaso no tiene una senda que seguir? ¿No se puede cambiar este hecho? Dime, en cuanto las personas corruptas adquieren estatus —independientemente de quiénes sean— ¿se vuelven anticristos? ¿Es totalmente cierto esto? (Si no buscan la verdad, entonces se convertirán en anticristos, pero si lo hacen, entonces eso no ocurrirá). Lo es: si las personas no buscan la verdad, seguro que se convierten en anticristos. Y todas aquellas que caminan por la senda de los anticristos, ¿acaso lo hacen por el estatus? No, lo hacen principalmente porque no tienen amor por la verdad, porque no están en lo cierto. Tengan o no estatus, todos los que no buscan la verdad caminan por la senda de los anticristos. Sin importar cuántos sermones hayan oído, dichas personas no aceptan la verdad, no caminan por la senda correcta y, por consiguiente, caminan inevitablemente por la senda torcida. Esto es parecido a la forma como las personas comen: algunas no consumen alimentos que puedan alimentar su cuerpo y mantener una existencia normal, sino que, en su lugar, insisten en consumir cosas que les hacen daño y al final se tiran piedras a su propio tejado. ¿No es esto su propia decisión? Tras su descarte, algunos líderes y obreros difunden nociones: ‘No seas líder y no te permitas ganar estatus. Las personas están en peligro en el instante en el que adquieren algo de estatus ¡y Dios las expondrá! Una vez que sean expuestas, ni siquiera estarán calificadas para ser creyentes comunes y no recibirán bendición alguna’. ¿Qué clase de palabras son esas? En el mejor de los casos, representan un entendimiento incorrecto de Dios; en el peor, son una blasfemia contra Él. Si no vas por la senda correcta, no buscas la verdad ni sigues el camino de Dios, sino que te empeñas en ir por el camino de los anticristos y terminas en la senda de Pablo, con lo que acabas obteniendo el mismo resultado, el mismo final que Pablo, e igualmente culpas a Dios y lo juzgas injusto, ¿no eres el auténtico producto de un anticristo? ¡Semejante conducta recibe maldición! Cuando la gente no comprende la verdad, vive siempre según sus nociones y fantasías, suele malinterpretar a Dios y cree que los actos de Dios contradicen sus nociones, lo que produce en ella emociones negativas; esto sucede porque la gente tiene un carácter corrupto. Dice cosas negativas y resentidas porque su fe es excesivamente ínfima, su estatura demasiado pequeña, y porque comprende muy pocas verdades; todo ello es perdonable y Dios no lo recuerda. Sin embargo, hay quienes no caminan por la senda correcta, que, en concreto, caminan por la que conduce a engañar, resistirse, traicionar y combatir a Dios. Estas personas son finalmente castigadas y maldecidas por Dios y se sumen en la perdición y la aniquilación. ¿Por qué llegan a este extremo? Porque nunca han hecho introspección ni se han conocido a sí mismas, porque no aceptan la verdad en absoluto, porque son imprudentes y caprichosas y se niegan obstinadamente a arrepentirse, y porque se quejan de Dios tras ser reveladas y descartadas alegando que Dios no es justo. ¿Podrían salvarse estas personas? (No). No podrían. Entonces, ¿acaso todos los descartados carecen de esperanzas de salvación? No puede decirse que no tengan absolutamente ninguna esperanza de redención. Hay quienes comprenden muy pocas verdades y son jóvenes e inexpertos; son aquellos que, una vez que llegan a líderes u obreros y tienen estatus, se dejan dirigir por su carácter corrupto, van en pos del estatus y gozan de él, con lo que, naturalmente, caminan por la senda de los anticristos. Si, revelados y juzgados, son capaces de hacer introspección y se arrepienten de verdad, abandonando la maldad como el pueblo de Nínive y dejando de caminar por la senda del mal como hacían antes, todavía tienen la oportunidad de salvarse. No obstante, ¿cuáles son las condiciones de dicha oportunidad? Que, después de ser revelados e identificados, se arrepientan sinceramente y sean capaces de aceptar la verdad, lo que significa que todavía tienen esperanza. Si son incapaces de hacer introspección y no tienen intención de arrepentirse sinceramente, serán descartados por completo” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Para resolver el propio carácter corrupto, la persona debe tener una senda específica de práctica). Tras leer las palabras de Dios, mi líder me recordó esto: “Tú siempre crees que, como líder, es fácil que te revelen, releven o descarten. ¿Es correcta esta opinión? Que la gente termine revelada y descartada, o no, depende de si busca la verdad y de la senda que tome. Da igual que sea líder o no. Si una persona no busca la verdad ni va por la senda correcta como líder, si comete el mal, perturba el trabajo de la casa de Dios y se niega a arrepentirse, seguro que será revelada y descartada. Sin embargo, algunas personas, aunque cometan errores en el deber y transgresiones, si son capaces de aceptar la verdad, hacen introspección y se arrepienten realmente, la casa de Dios les dará oportunidades. Aunque tengan poca aptitud y no estén a la altura del cargo de líder, las pasarán a un deber adecuado y no serán destituidas ni descartadas a la ligera. De todos los líderes de la casa de Dios, ¿por qué algunos comprenden cada vez más la verdad y son mejores en el deber? ¿Por qué hay quienes cometen maldades, quedan revelados como falsos líderes y anticristos y son descartados? ¿Tienen sus fallos algo que ver con que sean líderes? Además, la casa de Dios ha revelado y descartado a numerosos malhechores, muchos de los cuales no eran líderes. Los descartó porque odiaban la verdad, no iban por la senda correcta, se descontrolaron en el deber y provocaron interrupciones y perturbaciones. ¿Tiene esto algo que ver con el hecho de ser líder?”.
En ese momento me conmoví un poco con esto. “Correcto. No se revela y descarta a todos los líderes una vez que tienen estatus. Eso sucede porque, tras adquirir estatus, no van por la senda correcta, no buscan la verdad, solo anhelan las ventajas del estatus, actúan arbitrariamente, se descontrolan y provocan interrupciones y perturbaciones. Esto es lo que los convierte en falsos líderes y anticristos revelados y descartados”. Me acordé del hermano Wu, destituido hace un tiempo. Como líder, siempre era arrogante, siempre presumía, ninguneaba y aislaba a sus compañeros en todo, con lo que ellos se sentían limitados e incapaces de cumplir con el deber con normalidad. Sus líderes hablaron muchas veces con él, pero nunca cambiaba, y fue entonces cuando lo destituyeron. Reflexioné acerca de mis años previos como líder. Solía actuar arbitrariamente. Cuando mis hermanos y hermanas denunciaron a los líderes de las dos iglesias, no investigué ni lo verifiqué según los principios. En cambio, los condené a ciegas hasta el punto de destituirlos y expulsarlos. Con ello perjudiqué a ambos líderes y sembré el caos en la iglesia. Ahora que lo estaba pensando, vi que todo lo que hice fue malvado. Estaba echando a perder la labor de la casa de Dios y la oportunidad de salvación de otras personas. Por fortuna, fueron descubiertas y se revocaron mis injustas y falsas decisiones. Si no, las consecuencias serían terribles. Me di cuenta de que mi destitución realmente no guardaba relación con tener estatus o ser líder. Por mi carácter excesivamente arrogante, no busqué la verdad, actué arbitraria e indiscriminadamente, perturbé la labor de la iglesia y, cuando me podaron y trataron conmigo, no hice introspección ni me arrepentí. Por eso me destituyeron. Eso se ajustaba a los principios y, además, era la justicia de Dios. Ahora bien, yo no me conocía y vivía en un estado de malentendido y cautela respecto a Dios. Creía que me revelaron por ser líder, que las exigencias de la casa de Dios eran excesivas y que me destituyeron nada más que por dos errores. ¡Qué absurda e irracional! Fue ahora cuando comprendí que, si no me hubieran destituido a tiempo y no me hubieran parado en seco, a tenor de mi carácter arrogante, habría cometido un mal mucho mayor. Dios me protegió con mi destitución, que, asimismo, fue una buena ocasión para hacer introspección. Me acordé de la hermana Wang, antaño compañera mía. La habían destituido, pero, tras su fracaso, supo hacer introspección, aprender lecciones y arrepentirse ante Dios. Después, cuando volvió a ser líder, era capaz de buscar los principios de la verdad antes de actuar y progresó de forma evidente. Tras pensar en todo esto, entendí que a la gente no se le descarta por tener estatus. Se descarta ella sola con sus actitudes corruptas. Si no corregimos nuestras actitudes corruptas, aunque no seamos líderes ni hagamos el mal desde la posición de estatus de un líder, nos descartarán igualmente por no buscar la verdad.
Una vez que lo reconocí, mi estado comenzó a cambiar, pero aún me preocupaba: “Mi comprensión de la verdad es superficial y los líderes han de decidir muchas cosas. Si mis disposiciones inadecuadas perturban la labor de la casa de Dios, puede que cometa transgresiones. Si no soy líder y no toco ese trabajo, no haré el mal ni me resistiré a Dios por estas cuestiones. Sigo creyendo que mejor no me presento a las elecciones”. Leí entonces un pasaje de la palabra de Dios: “No quiero ver a nadie con la sensación de que Dios lo ha dejado al margen, de que Dios lo ha abandonado o le ha dado la espalda. Lo único que quiero es veros a todos en el camino de la búsqueda de la verdad y buscando entender a Dios, marchando osadamente hacia adelante con determinación inquebrantable, sin ningún tipo de dudas o cargas. No importa qué errores hayas cometido, no importa lo lejos que te hayas desviado o cuán gravemente hayas transgredido, no dejes que se conviertan en cargas o en un exceso de equipaje que tengas que llevar contigo en tu búsqueda de entender a Dios. Continúa marchando hacia adelante. En todo momento, Dios tiene la salvación del hombre en Su corazón; eso nunca cambia. Esta es la parte más preciosa de la esencia de Dios” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único VI). La palabra de Dios me conmovió profundamente. Dios no renuncia a salvar a la gente por fallos y transgresiones pasajeros. Por el contrario, le da oportunidades de arrepentirse. No es alarmante cometer errores y transgresiones en el deber. Mientras la gente sea capaz de transformarse, Dios sigue guiándola. Recordé que, aunque había cometido algunas transgresiones, Dios no me abandonó. Tan solo me reprendió y disciplinó y luego utilizó a gente para que me revelara y tratara conmigo, me destituyera del cargo de líder y me obligara a hacer introspección. Sin embargo, como yo vivía en un estado de cautela y malentendidos respecto a Dios y no estaba dispuesta a ser líder ni obrera, Dios utilizó a otras personas para que hablaran conmigo muchas veces y aguardó mi transformación. Desde el principio, Dios había sido paciente y tolerante conmigo, y me dio tiempo y ocasiones suficientes con la esperanza de que aceptara la verdad y me arrepintiera. A diferencia de lo que yo creía, no me condenó y descartó por una única transgresión. Al darme cuenta, sentí remordimiento y culpa, así que oré a Dios: “¡Dios mío! Soy demasiado rebelde. Ya no quiero tener malentendidos ni cautela hacia Ti. Ahora deseo arrepentirme. Te pido que me guíes para poder cambiar mi estado incorrecto”.
Después me pregunté por qué había malinterpretado a Dios y me había precavido de Él. ¿Cuál fue la causa raíz? En ese momento, mi líder me envió un pasaje de la palabra de Dios que me fue muy útil. Dios Todopoderoso dice: “Si eres muy deshonesto, entonces te protegerás y sospecharás de todas las personas y asuntos y por esta razón, tu fe en Mí estará edificada sobre un cimiento de sospecha. Esta clase de fe es una que jamás podría reconocer. Al faltarte la fe verdadera, estarás incluso más lejos del verdadero amor. Y si puedes dudar de Dios y especular sobre Él a voluntad, entonces sin duda eres la persona más engañosa de todas. Especulas si Dios puede ser como el hombre: imperdonablemente pecaminoso, de temperamento mezquino, carente de imparcialidad y de razón, falto de un sentido de justicia, entregado a tácticas despiadadas, traicioneras y arteras, y que se deleita en la maldad y la oscuridad y ese tipo de cosas. ¿Acaso el hombre no tiene tales pensamientos porque no conoce a Dios en lo más mínimo? ¡Esta forma de fe no se diferencia del pecado!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Cómo conocer al Dios en la tierra). Con la palabra de Dios comprendí que malinterpreté a Dios y me precaví de Él porque mi naturaleza era demasiado astuta. Tras mi destitución, no pensé en la senda que tomé y que me llevó al fracaso ni aprendí lecciones para no repetir mis errores. Por el contrario, creía que, por ser líder, era fácil ser revelada y descartada. Creía que me había perjudicado el cargo de “líder”. Hasta me imaginaba a Dios como un gobernante mundano que condenaba a muerte a la gente por hacer algo mal, por lo que me aterraba pensar en las elecciones. Como temía que, de ser elegida líder, me revelaran y perdiera mi desenlace, siempre me precavía y estaba a la defensiva en presencia de Dios. Para mí, Dios me había encumbrado con malevolencia, y puse una excusa detrás de otra para evitar las elecciones y negarme a presentarme. ¡Qué astuta! La casa de Dios forma a líderes y obreros para darles la oportunidad de practicar, de modo que comprendan la verdad y soporten la comisión de Dios. No obstante, yo creía que Dios quería revelarme y descartarme. ¡Lo malinterpretaba y estaba blasfemando contra Él! Creo en Dios, pero siempre veía las cosas desde la óptica de los inicuos, dudaba y me precavía de Él. Lo que revelaba con esto eran unas actitudes malvadas y satánicas. Creer de esta forma, ¿no era resistirse a Dios?
Más tarde, tras leer la palabra de Dios, entendí mejor Su voluntad. Las palabras de Dios dicen: “A veces, Dios usa determinado asunto para revelarte o disciplinarte. Entonces, ¿significa esto que te ha descartado? ¿Significa que ha llegado tu fin? No. […] En realidad, en muchos casos, la preocupación de la gente proviene de sus propios intereses. En general, se trata del temor a no tener ningún desenlace. Siempre piensa: ‘¿Y si Dios me revela, descarta y rechaza?’. Se trata de tu mala interpretación de Dios; son solo tus pensamientos. Tienes que determinar cuál es la intención de Dios. Él no revela a la gente para descartarla. La revela para exponer sus defectos, sus errores y la esencia de su naturaleza, para que se conozca a sí misma y pueda arrepentirse sinceramente; la revelación propiamente dicha es para que la gente crezca en la vida. Sin un entendimiento puro, la gente suele malinterpretar a Dios y volverse negativa y débil. Puede que hasta sucumba a la desesperación. De hecho, la revelación por parte de Dios no implica necesariamente que vaya a descartar a la persona. Lo hace para aportarte conocimiento y lograr que te arrepientas. A menudo, como la gente es rebelde y no busca la verdad para encontrar una solución cuando manifiesta corrupción, Dios debe ejercer Su disciplina. Por ello, en ocasiones revela a la gente exponiendo sus bufonadas y su lamentable estado y permitiéndole conocerse a sí misma, lo que le ayuda a crecer en la vida. Revelar a la gente tiene dos implicaciones distintas: Para los malvados, ser revelados implica el descarte. Para los que son capaces de aceptar la verdad, es recordatorio y advertencia; les obliga a hacer introspección, a descubrir su verdadero estado y a dejar de ser díscolos e imprudentes, pues seguir así sería peligroso. Revelar de este modo a la gente es recordarle que, cuando cumpla con el deber, no sea atolondrada y descuidada, que no sea indiferente, que no se conforme con ser solo un poco eficaz creyendo haber cumplido con el deber a nivel aceptable, cuando, a decir verdad, en comparación con lo que pide Dios no llega ni de lejos y, sin embargo, sigue siendo engreída y autocomplaciente y cree que lo hace bien. En tales circunstancias, Dios disciplina, amonesta y advierte a la gente. Algunas veces, Dios revela sus bufonadas, lo que, evidentemente, sirve de recordatorio. En esos momentos has de hacer introspección: es insuficiente cumplir con el deber de esta forma, hay rebeldía de por medio, hay demasiadas cosas negativas en ello, es totalmente superficial y, si no te arrepientes, serás castigado. Cuando Dios te disciplina y revela, esto no implica necesariamente que te vaya a descartar. Hay que plantear correctamente esta cuestión” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo al practicar las palabras de Dios se pueden obtener una transformación en el carácter). Al leer las palabras de Dios, me conmoví mucho. También sentí vergüenza y culpa. Dios revela a la gente, trata con ella y la disciplina para que nos conozcamos, arrepintamos y transformemos. Dios trataba de salvarme sinceramente, pero no vi Sus buenos propósitos cuando me sobrevinieron la poda, el trato y el fracaso. Me empeñé en aferrarme a falacias y mentiras de Satanás como “cuanto más alto, más grande es la caída” y “quien camina muy alto, camina solo”. Creía que ser líder en la casa de Dios era como ser una autoridad mundana y que, a mayor posición, mayor riesgo de ser revelada y descartada. Durante todos esos años, como malinterpretaba a Dios y me precavía de Él, mi corazón permaneció cerrado a Él. Rehusé reiteradamente la comisión de Dios y Sus ambientes para mí, evité las elecciones y seguí siendo sumamente cautelosa y ansiosa en el deber, por lo que no podía darlo todo y entregar por completo el corazón a Dios y siempre tenía una actitud tibia hacia la verdad, como la de una incrédula. Estaba atrapada en el cepo de Satanás, que me hacía daño, y ni siquiera sabía cuánto perjudicaba eso a mi vida. Ahora estaba al borde del peligro, así que ya no podía malinterpretar y lastimar más a Dios. Le oré en silencio: “Dios mío, deseo arrepentirme ante Ti y considerar las elecciones de forma correcta. Me elijan o no, me someteré a Tus disposiciones”.
En el momento de las elecciones, aún estaba confundida: “Si realmente me eligen, debo aceptar y obedecer, pero como dice el refrán, ‘el hierro lo forja un martillo fuerte’; como mi capacidad y mi aptitud son limitadas, mejor que lo haga otro. De esa manera, no tendrán que revelarme de nuevo”. En pleno dilema, de pronto recordé la palabra de Dios: “Cuando el pueblo de Dios cumple con el deber en el reino y las criaturas de Dios cumplen con el deber ante el Creador, deben tener un corazón temeroso de Dios, proceder con calma y no ser cobardes, apocados y pusilánimes; ¿acaso es una vergüenza cumplir con el deber de uno?” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días). La palabra de Dios me despertó al instante. Sí, en el momento crítico, quería retirarme y huir. Siempre había estado nerviosa por las elecciones. ¿Dónde estaban mi valentía y mi dignidad? ¡Era tan cobarde y apocada como decía Dios! Que un ser creado cumpla con el deber es lo justo; es decoroso. Pero yo me echaba atrás y me escondía con vergonzosa cobardía. ¡Qué imbécil y patética! Tenía que volverme hacia Dios, ser una persona sencilla y honesta, dejar de preocuparme por mi desenlace y destino y entregar mi corazón a Dios. Me eligieran o no, debía tener una actitud de obediencia a Dios, y si me elegían, tenía que aceptar, obedecer y cumplir bien con el deber. Cuando crucé este umbral en mi mente, sentí que me quitaba una gran peso de encima, y me invadió el alivio.
Cuando salieron los resultados, fuimos elegidas otra hermana y yo. Esta vez ya no estaba a la defensiva ni tenía malentendidos, y ya no temía ser descartada si no cumplía bien con el deber. En cambio, estaba dispuesta a valorar esta oportunidad y a cumplir con el deber lo mejor que supiera para compensar mis transgresiones anteriores. Luego leí otro pasaje de la palabra de Dios: “¿Os da miedo seguir la senda de los anticristos? (Sí). ¿Es útil el miedo por sí solo? No, el miedo, por sí solo, no soluciona el problema. Es normal tener miedo. Ser temerosos en vuestro corazón indica que sois amantes de la verdad, gente dispuesta a esforzarse por ella y a buscarla. Si sois temerosos en vuestro corazón, debéis buscar la verdad y hallar la senda de práctica. Debéis empezar por aprender a cooperar con los demás en armonía. Si hay un problema, resolvedlo hablándolo en comunión y debate para que todos conozcan los principios, además del razonamiento y el programa concretos de la solución. ¿Esto no te impide a ti tomar medidas dictatoriales y unilaterales? Asimismo, has de aprender a dejar que el grupo te supervise y ayude. Esto requiere tolerancia y amplitud de miras. […] Ciertamente, es necesario aceptar la supervisión, pero lo principal es orar a Dios y ampararte en Él sometiéndote a una reflexión constante. Especialmente cuando te hayas equivocado o hecho algo mal, o cuando estés a punto de tomar una medida dictatorial y unilateral y alguien cercano te lo comente y te alerte, es preciso que lo aceptes y te apresures a hacer introspección, que admitas el error y lo corrijas. Esto puede evitar que entres en la senda de los anticristos. Si hay alguien que te ayuda y alerta de esta manera, ¿no estás protegido sin saberlo? Sí, esa es tu protección” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. El correcto cumplimiento del deber requiere de una cooperación armoniosa). La palabra de Dios señalaba el principio de práctica para evitar tomar la senda equivocada: buscar la verdad pase lo que pase, debatir las cosas con los hermanos y hermanas, cooperar en armonía, cumplir con el deber según los principios de la verdad, no actuar arbitrariamente por tu carácter arrogante y no exigir tener la última palabra, sino aceptar la superivisión de tus hermanos y hermanas en el deber. Si temes tomar la senda de los anticristos y ser revelado, y por eso no cumples con el deber, no resolverás los problemas y echarás a perder la ocasión de alcanzar la verdad y salvarte. Es como no sembrar por miedo a que vengan los pájaros. Luego aprendí las lecciones de mis fracasos previos y tenía una actitud mucho más correcta en el deber. Debatía conscientemente las cosas con todos y era capaz de colaborar bien con ellos. Buscábamos juntos los principios de la verdad. Tiempo después, descubrí la guía de Dios y mi deber produjo algunos resultados.
Con esta experiencia comprobé que Dios no me descartó por mis transgresiones ni me abandonó por precaverme de Él. En cambio, dispuso personas, materias y cosas que me impulsaran a presentarme ante Él a reflexionar sobre mi carácter corrupto para poder comprender Su voluntad, dejar de malinterpretarlo y cumplir contenta con el deber. ¡Gracias a Dios!