Hay que compartir con franqueza
Por Julia, PoloniaA principios de 2021 acepté la obra de Dios Todopoderoso en los últimos días. De manera activa, asistía a reuniones y...
¡Damos la bienvenida a todos los buscadores que anhelan la aparición de Dios!
Nací en una familia de agricultores, donde nos ganábamos la vida trabajando la tierra. Desde muy joven, mi padre y mi abuelo me enseñaron que tenía que estudiar mucho, y que, solo al entrar en una buena universidad, podría encontrar un buen trabajo, destacarme entre los demás y honrar a la familia. Bajo su tutela, tanto de palabra como de ejemplo, estudié diligentemente, y mis notas siempre fueron sobresalientes. Mi padre solía decirme: “Tu prima se doctoró y se convirtió en profesora. Gana un buen sueldo y es muy prestigiosa. Tu otro primo se graduó en una universidad famosa y ahora está haciendo trabajos de investigación científica con grandes beneficios…”. Pensé que tenía que estudiar mucho, e ingresar a una buena universidad y encontrar un buen trabajo para honrar tanto a mis padres y como a mí misma. En aquel entonces, ya creía en Dios, pero, para ingresar a una buena universidad y luego encontrar un buen trabajo y lograr que todos me admiraran, me concentré completamente en mis estudios y no asistía a las reuniones con regularidad. Más tarde, debido a la fuerte presión académica y la feroz competencia, de a poco, comencé a sufrir problemas de salud. Una tras otra, desarrollé enfermedades, como agrandamiento de la tiroides, problemas estomacales y gastroenteritis aguda. Fui al hospital para recibir tratamiento, pero no se me aliviaron mucho los dolores, y la pérdida de cabello era grave, y este se me debilitaba a un ritmo que se podía ver a simple vista. Mi gastroenteritis también reaparecía con frecuencia y a menudo tenía diarrea. Estas enfermedades me atormentaban y me dejaban con un sufrimiento insoportable. Al verme demacrada en el espejo, me sentía agotada física y mentalmente y con muchísimo dolor; extrañaba los días en que solíamos reunirnos con los hermanos y hermanas, donde leíamos las palabras de Dios y cantábamos para alabarlo, lo que era especialmente relajante y liberador. Anhelaba un descanso, pero la pesada carga académica me dejaba agotada física y mentalmente. A menudo sentía dolor y un vacío, y pensaba que vivir así era demasiado agotador. A veces, incluso pensaba que sería genial saltar desde un lugar alto y caer en un sueño eterno e interminable. Comprendí que estos eran pensamientos de Satanás y que no podía seguirlos. Después, pensé: “He trabajado muchísimo durante tantos años para lograr mi sueño de destacarme entre los demás. Solo me queda superar este último año. Una vez que entre a la universidad, las cosas serán más fáciles. La universidad no tendrá el mismo nivel de presión académica que la escuela secundaria, y podré asistir a las reuniones con normalidad”.
En 2019, me aceptaron en una buena universidad politécnica. Mis familiares vinieron a felicitarme e incluso les dijeron a sus hijos que me tomaran como modelo a seguir. En un instante, me convertí en una celebridad en mi familia. Mis amigos también me enviaron mensajes para felicitarme al enterarse de la noticia. Al escuchar estos elogios de familiares y amigos, me sentí muy feliz. Pensé que la presión académica sería más ligera en la universidad que en la escuela secundaria, y que tendría mucho tiempo libre, lo que me permitiría asistir a reuniones con normalidad. Sin embargo, las cosas no resultaron como las había imaginado. Además de asistir a clases, tenía que hacer varios exámenes de certificación para los cuales tomaba cursos de preparación que solían mantenerme ocupada. También tenía que participar en varias actividades organizadas por la universidad para obtener créditos, lo que hizo que mi horario fuera muy apretado. Además, en las universidades chinas, no se permite creer en Dios, así que tenía que asistir a las reuniones en secreto. Me sentía un poco constreñida y siempre tenía miedo de que me descubrieran. Más tarde, la hermana Chen Xin dijo que había muchos recién llegados a la iglesia que necesitaban riego de manera urgente y quería que me capacitara para hacerlo. Pensé: “Estoy ocupada con mis estudios y tengo que rendir exámenes de certificación. Si además cumplo un deber, demoraré mi progreso académico. ¿Qué pasa si no obtengo suficientes créditos para conseguir mi título? ¿Cómo encontraré un buen trabajo, entonces?”. Tras pensar en eso, no acepté y me dediqué por completo a obtener créditos. Aunque seguía asistiendo a las reuniones, no podía calmar mi corazón. Oraba y leía las palabras de Dios con menos frecuencia. Cada día, seguía una rutina de asistir a clases y obtener créditos, y, con el tiempo, comenzó a surgir en mí una inexplicable sensación de vacío, que me hacía sentir que esa forma de vida no tenía sentido. Mi compañera de cuarto me llevaba a rastras a divertirnos y comer algo rico, pero el vacío en mi corazón no disminuía para nada.
En las vacaciones, cuando regresé a casa, me encontré con mi compañera de la escuela secundaria, He Xin, en una reunión. He Xin me dijo que su hermana menor había sufrido una crisis nerviosa dos años atrás porque no había logrado ingresar a la escuela secundaria dos veces. Me quedé estupefacta: “Su hermana solía ser tan alegre y optimista, ¡y ahora tiene problemas mentales!”. Ese incidente me afectó en cierto modo. En esos días, a menudo pensaba: “La hermana de He Xin había estado estudiando mucho para destacarse entre los demás. Yo no esperaba que ese fuera el desenlace. Me esforcé mucho en mis estudios para entrar a la universidad, y, si bien me admitieron en la que deseaba y mis familiares y amigos me admiran, no puedo sentir ninguna alegría y estoy bastante agotada. ¿Realmente vale la pena perseguir esto?”. Unos días después, hubo un brote de COVID-19 en todo el país por el que se cerraron los pueblos y las carreteras, y se pusieron restricciones para viajar. Las universidades suspendieron las clases, las fábricas cerraron masivamente y no pude asistir más a la universidad. Así que asistí a las reuniones normalmente en la iglesia y comencé a cumplir mis deberes. A medida que leía más de las palabras de Dios, de a poco comprendí algunas verdades. Un día, leí estas palabras de Dios: “A la hora de cumplir con el deber, existen dos tipos principales de personas. Uno se esfuerza sinceramente por Dios, mientras que el otro siempre se permite guardarse una vía de escape. ¿A qué tipo de persona creéis que Dios aprueba y salva? (A aquellos que se esfuerzan sinceramente por Dios). Dios quiere ganar aquellas personas que se esfuerzan sinceramente por Él. […] Ahora mismo, hacéis uso de vuestras aficiones y habilidades a medida que cumplís con vuestro deber. Además, a lo largo de dicho cumplimiento, lleváis a cabo vuestro deber como seres creados y sois capaces de comprender la verdad y entrar en el camino correcto de la vida. ¡Qué feliz acontecimiento! ¡Qué buena fortuna! Lo miréis como lo miréis, no es una pérdida. Mientras sigáis a Dios y os mantengáis alejados de los lugares de pecado y de los grupos de personas malvadas, al menos vuestros pensamientos y corazones no seguirán sufriendo la corrupción y el abuso de Satanás. Habéis llegado a un pedazo de tierra pura, habéis venido ante Dios. ¿No es eso tener auténtica buena fortuna? La gente se reencarna generación tras generación, hasta el presente, ¿y cuántas oportunidades así tienen? ¿No son solamente las personas que nacen en los últimos días las que tienen esa oportunidad? ¡Es algo grandioso! No se trata de una pérdida, sino de la mayor de las suertes. ¡Deberías estar muy contento! Como seres creados, entre toda la creación, entre los miles de millones de personas que hay en la tierra, ¿cuántas personas hay que tengan la oportunidad de dar testimonio de los hechos del Creador en su identidad como ser creado, de cumplir con su deber y responsabilidad entre la obra de Dios? ¿Quién tiene esa oportunidad? ¿Hay muchas personas que la tengan? Muy pocas. ¿Cuál es la proporción? ¿Una de cada diez mil? No, menos aún. Especialmente vosotros que podéis usar vuestras habilidades y los conocimientos que habéis adquirido para cumplir con vuestro deber, ¿no habéis sido extremadamente bendecidos? No das testimonio de un hombre, y no desempeñas una carrera profesional; Aquel al que sirves es el Creador. ¡Eso es lo más hermoso y valioso! ¿No deberíais sentiros orgullosos? (Sí, deberíamos). Al cumplir con vuestro deber, obtenéis el riego y la provisión de Dios. Con un entorno y una oportunidad tan buenos, si no alcanzáis nada sustancial, si no obtenéis la verdad, ¿no os arrepentiréis el resto de vuestra vida? Así pues, debéis aprovechar la oportunidad de cumplir con vuestro deber y no dejarla pasar, perseguir la verdad de manera sincera mientras desempeñáis vuestro deber y obtenerla. Eso es lo más valioso que puedes hacer, ¡es la vida con mayor sentido!” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Entregando el corazón a Dios, se puede obtener la verdad). A partir de las palabras de Dios, comprendí que Dios puede aprobar solamente a aquellos que se entregan sinceramente a Él. Como ser creado, cumplir mi deber y esforzarse por ganar la verdad es lo más bendito y valioso que puedo hacer. Pensé en que soy solo un pequeño ser creado, y en que, entre los miles de millones de personas del mundo, había tenido el privilegio de aceptar la obra de Dios de los últimos días, que Sus palabras me regaran y proveyeran, cumplir mis deberes en la casa de Dios y contribuir con mi esfuerzo al trabajo de divulgación del evangelio de Dios; ¡Esto realmente era Dios elevándome! Antes, me había centrado únicamente en destacarme por encima del resto y que me admiraran, dedicaba todo mi tiempo y energía a mis estudios y no tomaba en serio mi fe. Cuando la hermana Chen Xin me pidió que me capacitara para regar a los recién llegados, me negué. Pero Dios no me lo recriminó y me dio otra oportunidad de cumplir mis deberes. Debía valorarlo debidamente. Después, tomé mis deberes en serio y pensé en cómo hacerlos bien. Al cumplir mis deberes, revelé bastante corrupción. Con la guía y la ayuda de las hermanas, comprendí un poco mi carácter corrupto. Sentí una sensación de estabilidad, paz, alivio y libertad que nunca antes había experimentado. Cada día era gratificante, y deseaba cumplir mis deberes en la casa de Dios para siempre.
Sin embargo, los buenos tiempos no duraron. El tutor estudiantil nos notificó que las clases comenzarían en septiembre, que, por la pandemia, la universidad implementaría un sistema de gestión cerrada después de la reapertura, y que todos tendrían prohibido salir del campus. Al recibir la noticia, el dolor me invadió repentinamente. “Ahora que la universidad está implementando un sistema de gestión cerrada, no podré salir del campus después de la reapertura de las clases, así que no podré asistir a reuniones ni cumplir mis deberes. Además, me adoctrinarán con ideas ateas. Solo tengo una base superficial en mi fe y mi estatura es pequeña. ¿Podré mantenerme firme en este tipo de entorno?”. Así que no quería ir a la universidad. Pero, entonces, pensé: “Si no asisto a clases, mi padre y mi abuelo seguramente se sentirán muy decepcionados de mí. Mis parientes y amigos ya no me tendrían más en alta estima, e incluso podrían burlarse de mí. Pero si voy a clases, no podré asistir a las reuniones ni cumplir mis deberes. Ahora que la pandemia se está extendiendo por todas partes y los desastres se están intensificando, la obra de Dios está llegando a su fin. Si la obra de Dios concluye y todavía no he ganado la verdad, ¿no caeré entonces en los desastres? Pero, si abandono mis estudios, ¿no serán en vano todos mis años de esfuerzo?”. Al pensar en esto, me sentí profundamente preocupada y no sabía qué elegir. En ese momento, el líder se comunicó conmigo y me dijo: “Ahora que el evangelio se está extendiendo considerablemente y cada vez más personas aceptan la obra de Dios, la iglesia necesita con urgencia regadores, y queremos que tú riegues a los recién llegados. ¿Tienes la voluntad de hacerlo?”. En ese momento me sentí bastante perdida. Luego vi la obra de teatro: “Adiós, mi campus inocente”. y vi un pasaje de las palabras de Dios citado en el video: “Satanás usa fama y ganancia para controlar los pensamientos del hombre hasta que todas las personas solo puedan pensar en ellas. Por la fama y la ganancia luchan, sufren dificultades, soportan humillación, y sacrifican todo lo que tienen, y harán cualquier juicio o decisión en nombre de la fama y la ganancia. De esta forma, Satanás ata a las personas con cadenas invisibles y no tienen la fuerza ni el valor de deshacerse de ellas. Sin saberlo, llevan estas cadenas y siempre avanzan con gran dificultad. En aras de esta fama y ganancia, la humanidad evita a Dios y le traiciona, y se vuelve más y más perversa. De esta forma, entonces, se destruye una generación tras otra en medio de la fama y la ganancia de Satanás” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único VI). A partir de las palabras de Dios, comprendí que Satanás usa la fama y las ganancias como señuelo para alejar a las personas de Dios y llevarlas a que lo traicionen. Recordé que, en mi infancia, mi padre y mi abuelo me enseñaron: “Destácate del resto y honra a tus antepasados” y “Soporta las mayores adversidades para convertirte en el mejor”. Perseguir la fama, las ganancias y el estatus se había convertido en mi meta en la vida, y creía que, solo al alcanzar fama y ganancias, y que los demás me admiraran, la vida podría tener sentido y valor. No tenía escrúpulos en dañar mi salud para ingresar a una buena universidad. Estudiaba incesantemente como un robot, por lo cual terminé con varias enfermedades. El dolor físico y la angustia interna me hicieron sentir extraordinariamente angustiada y agotada. Perdí la motivación para vivir y realmente deseaba poder dormir para siempre. Sin embargo, para obtener un título, fama y ganancias, me las aguantaba y perseveraba. Una vez que me admitieron en la universidad que deseaba, para obtener un título y encontrar un buen trabajo, me lancé a ganar créditos, y me alejé cada vez más de Dios. Simplemente, asistía a las reuniones por inercia, y no oraba ni leía las palabras de Dios tanto como antes. La fama y las ganancias eran como un grillete invisible que Satanás me había puesto, que me ataba y me lastimaba contra mi voluntad. Al perseguir la fama y las ganancias, invertí todo mi tiempo y energía en mis estudios a lo largo de los años, descuidando mi fe en Dios, y mi vida espiritual sufrió mucho. Si seguía por ese camino, podría conseguir una licenciatura, un buen trabajo y la admiración de la gente, pero, ¿de qué me serviría si perdía la oportunidad de salvación? Ahora que la pandemia se estaba extendiendo por todas partes, el número de personas contagiadas aumentaba cada día y muchas habían muerto. Incluso se habían contagiado algunos funcionarios. No importaba lo rico o famoso que fuera alguien, si contraía el virus, estaba destinado a morir de todos modos. Me di cuenta de que perseguir la fama, las ganancias y el estatus no tiene ningún valor ni importancia real. Solo perseguir la verdad ofrece esperanza de salvación.
Vi otro pasaje de las palabras de Dios en el video: “El Cristo de los últimos días trae la vida y el camino de la verdad, duradero y eterno. Esta verdad es el camino por el que el hombre obtendrá la vida, y el único camino por el cual el hombre conocerá a Dios y por el que Dios lo aprobará. Si no buscas el camino de la vida que el Cristo de los últimos días provee, entonces nunca obtendrás la aprobación de Jesús y nunca estarás cualificado para entrar por la puerta del reino de los cielos, porque tú eres tanto un títere como un prisionero de la historia” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo el Cristo de los últimos días le puede dar al hombre el camino de la vida eterna). El protagonista compartió que “el único camino hacia el reino de Dios es aceptar a Cristo de los últimos días. … Entender la verdad y ser salvos en nuestra fe no son cosas sencillas. No es que nos salvamos tan pronto como creemos. … Los desastres están aumentando, y todavía estamos estudiando en la universidad. No podremos compartir el evangelio y dar testimonio hasta que nos graduemos. Entonces, ¿esto cuenta como seguir a Dios?”. Escuchar eso me conmovió profundamente. “Solo aceptando la obra de Dios de los últimos días y buscando ganar la verdad podemos salvarnos y sobrevivir. Si estudio y creo en Dios, pero no cumplo mis deberes, ¿se me puede considerar una verdadera seguidora de Dios? Si esto continúa, ¿no terminaré sin nada?”. Entonces leí estas palabras de Dios: “La obra de los últimos días es separar a todos según su especie, y concluir el plan de gestión de Dios, porque el tiempo está cerca y el día de Dios ha llegado. Dios trae a todos los que entran en Su reino, es decir, a todos los que le son leales hasta el final, a la era de Dios Mismo. Sin embargo, antes de la llegada de la era de Dios mismo, la obra de Dios no es la de observar las acciones del hombre ni la de indagar sobre la vida de este, sino la de juzgar la rebeldía del hombre, porque Dios purificará a todos los que vengan ante Su trono. Todos los que han seguido los pasos de Dios hasta el día de hoy son los que acuden ante el trono de Dios, y siendo esto así, cada persona que acepta la obra de Dios en su fase final es el objeto de Su purificación. En otras palabras, todo el que acepta la obra de Dios en su fase final es el objeto del juicio de Dios” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Cristo hace la obra del juicio con la verdad). Comprendí que, en los últimos días, Dios vino a hacer la obra de juicio para clasificar a las personas según su tipo y, en última instancia, poner fin a Su obra de salvar a la humanidad. Llevará a aquellos que escuchen Sus palabras y se sometan y y sean leales a Él, a la próxima maravillosa era, mientras que aquellos que no cumplan sus deberes y no tengan realidad-verdad caerán en desastres y Dios los destruirá. Solo creer en Dios, cumplir nuestros deberes, y perseguir la verdad para entrar en la realidad-verdad es lo más importante y significativo. Tuve la suerte de haber escuchado la voz de Dios y aceptado el evangelio del reino, haber tenido la oportunidad de perseguir la verdad y salvarme. Esta es la grandiosa gracia de Dios. Sin embargo, no la apreciaba: dedicaba todo mi tiempo y energía a perseguir la fama y las ganancias. ¡Qué ciega e ignorante había sido! Anteriormente, me enfocaba solo en la fama y las ganancias y no tomaba en serio perseguir la verdad. Como resultado, a pesar de haber creído en Dios durante años, no entendía la verdad y tenía poco conocimiento de mi propio carácter corrupto. A causa de la pandemia, pasé los últimos meses leyendo las palabras de Dios y cumpliendo mi deber en casa. Entendí algunas verdades y adquirí cierto conocimiento de mi carácter corrupto. Los logros que obtuve durante ese período de tiempo me hicieron sentir muy realizada, y quería dejar mis estudios para cumplir mis deberes. Les conté a mi abuela y a mi madre sobre mi decisión de abandonar la universidad. Mi abuela me apoyó mucho. Pero, mi madre, cuando se enteró, no dejaba de llorar y dijo: “No ha sido fácil para nosotros costear tu educación. Si abandonas ahora, ¿qué dirán tu padre y tu abuelo? ¿Qué pensarán nuestros familiares y amigos cuando se enteren?”. Mi hermana, tras enterarse, también trató de persuadirme diciéndome: “Después de haberte esforzado más de diez años en la escuela y en la universidad, ¿estás segura de que no te arrepentirás de abandonar así?”. Al escuchar sus dichos, me sentí un poco disgustada. Había sacrificado mucho para entrar en la universidad. Si dejaba la universidad ahora, ¿no se desperdiciarían mis catorce años de arduo trabajo y los esfuerzos meticulosos de mis padres? Además, a mis padres no les resultaba fácil costear la universidad. Esperaban que entrara en una buena universidad, encontrara un buen trabajo les proporcionara una vida mejor y los honrara. Si dejaba la universidad para cumplir mis deberes, seguramente les rompería el corazón y los decepcionaría. ¡Qué desagradecida sería! No quería entristecer a mis padres, pero esa vida no era lo que yo quería. Me sentía profundamente conflictuada y triste, así que oraba continuamente a Dios: “Oh Dios, estoy muy preocupada en este momento. Te pido que me guíes para entender Tu intención y tomar la decisión correcta”.
Más tarde, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Dios creó este mundo y trajo a él al hombre, un ser vivo al que le otorgó la vida. Después, el hombre tuvo padres y parientes y ya no estuvo solo. Desde que el hombre puso los ojos por primera vez en este mundo material, estuvo destinado a existir dentro de la predestinación de Dios. El aliento de vida proveniente de Dios sostiene a cada ser vivo hasta llegar a la adultez. Durante este proceso, nadie siente que el hombre esté creciendo bajo el cuidado de Dios. Más bien, la gente cree que lo hace bajo el amor y el cuidado de sus padres y que es su propio instinto de vida el que dirige este crecimiento. Esto se debe a que el hombre no sabe quién le otorgó la vida o de dónde viene esa vida, y, mucho menos, la manera en la que el instinto de la vida crea milagros. El hombre solo sabe que el alimento es la base para que su vida continúe, que la perseverancia es la fuente de su existencia y que las creencias de su mente son el capital del que depende su supervivencia. El hombre es totalmente ajeno a la gracia y la provisión de Dios, y es así como desperdicia la vida que Dios le otorgó… Ni uno solo de esta humanidad a quien Dios cuida día y noche toma la iniciativa de adorarlo. Dios simplemente continúa obrando en el hombre —sobre el cual no tiene expectativas— tal y como lo planeó. Lo hace así con la esperanza de que, un día, el hombre despierte de su sueño y, de repente, comprenda el valor y el significado de la vida, el precio que Dios pagó por todo lo que le ha dado y la ansiedad con la que Dios espera que el hombre regrese a Él” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios es la fuente de la vida del hombre). A partir de las palabras de Dios, comprendí que todos existimos bajo la soberanía y predestinación de Dios. A primera vista, parece que mis padres me criaron, pero en realidad, mi vida viene de Dios. Es Dios quien me provee disponiendo la familia en la que nací y mis padres, cubriendo todas mis necesidades para sobrevivir y guiándome paso a paso hasta donde estoy hoy. Los padres que crían a sus hijos no hacen más que cumplir sus responsabilidades y obligaciones; no se deben nada mutuamente. Siempre había querido ir a la universidad y encontrar un buen trabajo, para que mis padres y yo pudiéramos tener una vida mejor y ganar la admiración de la gente. Para lograr este objetivo, trabajé mucho durante más de una década. Sin embargo, cuando perseguía la fama y las ganancias, y Satanás me lastimaba y atormentaba, no fueron mis padres, sino Dios, quien estuvo a mi lado en mis momentos más dolorosos. Dios me ha estado cuidando y protegiendo, reconfortándome y guiándome con Sus palabras. Él ha estado esperando que cambie. Si persistía en ese camino equivocado, estaría demasiado en deuda con Dios. Dios me ha regado y provisto continuamente, guiándome paso a paso hasta donde estoy hoy. Ahora, con las diversas tareas en la casa de Dios que requieren la cooperación de las personas, debo llevar a cabo mis responsabilidades como ser creado y cumplir mis deberes. Después de entender estas cosas, les dije a mi madre y a mi hermana: “Tengo mi misión, y sin importar si están de acuerdo o no, voy a dejar la universidad”. Al ver lo decidida que estaba, no dijeron nada más.
Después, le envié un mensaje a mi tutor para informarle mi decisión de abandonar la universidad. El tutor trató de persuadirme diciendo: “Piénsalo bien. Una vez que te gradúes, tendrás una licenciatura y encontrar trabajo resultará mucho más fácil”. Al escuchar eso, sentí que me estaba influenciando un poco, así que oré a Dios y recordé Sus palabras: “¡Despertad, hermanos! ¡Despertad, hermanas! Mi día no se retrasará; ¡el tiempo es vida, y aprovechar el tiempo es salvar la vida! ¡El tiempo no está muy lejos! Si reprobáis los exámenes de ingreso para la universidad, podéis estudiar e intentar otra vez cuantas veces queráis. Sin embargo, Mi día no tolerará más demora. ¡Recordad! ¡Recordad! Os exhorto con estas buenas palabras. El fin del mundo se desarrolla ante vuestros propios ojos, y grandes desastres se acercan rápidamente. ¿Qué es más importante: vuestra vida o dormir, comer, beber y vestirse? Ha llegado el momento de que sopeséis estas cosas. ¡No seáis indecisos nunca más y no os alejéis de las certezas!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 30). Me desperté repentinamente. Me di cuenta de que no importaba cuán alto fuera mi título o cuán bueno fuera mi trabajo, solo sería temporal y meramente saciaría mi vanidad por un rato, sin beneficiar mi vida en absoluto. Ahora Dios está llevando a cabo la etapa final de Su obra de salvar y purficar a la humanidad; esta es una oportunidad única en la vida. Si la pierdo, me arrepentiré por siempre. Tenía que aprovechar esta oportunidad para cumplir mi deber y perseguir la verdad con seriedad. De lo contrario, independientemente de lo prestigioso que fuera mi título, lo bueno que fuera mi trabajo o cuánta admiración ganara de mis amigos y familiares, igualmente terminaría cayendo en desastres. Luego, oré a Dios y le pedí que me diera fe para poder creer inquebrantablemente en Él y cumplir mis deberes. Después de orar, le envié un mensaje a mi tutor, en el que le decía con firmeza: “¡He decidido abandonar la universidad!”. Al ver mi determinación, el tutor no intentó persuadirme más, y el proceso de retirada se completó sin problemas.
En el momento en que salí por la puerta de la universidad con mi equipaje sentí como si me hubieran quitado un gran peso del corazón. Tuve una sensación de ligereza y alegría que nunca antes había sentido. Después, iba a la iglesia para cumplir mis deberes y tenía más tiempo para leer las palabras de Dios y acercarme a Él. Al experimentar los diversos entornos que Dios había dispuesto, comprendí un poco la verdad, aprendí el verdadero significado de creer en Dios, cómo perseguir la entrada en la vida y resolver mi carácter corrupto, y mucho más. Me sentí especialmente animada en mi interior. Sentí que cada día era gratificante y, en mi interior, me sentía especialmente a gusto y alegre. Incluso algunas de las enfermedades que tenía desaparecieron de a poco sin que yo me diera cuenta. Cuando volví a casa para el Año Nuevo, vi a mis antiguos compañeros de clase ocupados todos los días con sus estudios, tomando varios exámenes de certificación y participando en todo tipo de actividades. Su meta en la vida era perseguir la fama y las ganancias, y luchaban incansablemente por alcanzarlas, pero ni siquiera sabían de dónde venían, a dónde irían en última instancia, por qué la gente vive y mucho más. Vivían vidas miserables. Si yo no hubiera abandonado la universidad en ese entonces, habría sido uno de ellos. Estoy tan feliz de haber elegido abandonar la universidad y venir a la casa de Dios para cumplir mis deberes. ¡Es la decisión más correcta que he tomado, y nunca me arrepentiré!
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