Una decisión en medio del peligro

19 Ene 2023

Por Qin Mo, China

En un invierno de hace varios años, una líder superior me dijo que la policía había detenido a líderes de una iglesia vecina. Había que ocuparse del trabajo de seguimiento en la iglesia y los hermanos y hermanas no tenían a nadie que los sustentara. Algunos de ellos se sentían cohibidos, negativos y débiles, y no podían participar en la vida de iglesia. Ella me preguntó si quería dirigir el trabajo de esa iglesia. Me sentí algo conflictuada, “En esa iglesia acababan de detener a algunos hermanos y hermanas. Si yo me hacía cargo del trabajo allí, ¿qué pasaría si me detenían también a mí? Dada mi avanzada edad, ¿cómo soportaría mi cuerpo la tortura y las palizas del gran dragón rojo? Si no aguanto la tortura y me vuelvo una judas traidora de Dios, ¿no habrían sido todos mis años de fe en vano?”. Sin embargo, luego pensé que, por la adversidad de las circunstancias actuales, la labor de la iglesia requería que alguien diera un paso al frente en ese momento crucial, por lo que acepté a regañadientes.

Cuando llegué a la iglesia, la hermana Wang Xinjing me informó que habían detenido a los líderes, obreros, hermanos y hermanas y que solo se había podido contactar con unos pocos hermanos y hermanas en toda la iglesia. Como no se podía contactar con la mayoría de los miembros de la iglesia, no podían reunirse. Al enterarme pensé para mis adentros, “Qué situación terrible es esta. Ahora el gran dragón rojo utiliza a nuestros vecinos para vigilarnos. ¿Y si, cuando vaya a sustentar a estos hermanos y hermanas, sus vecinos se dan cuenta y hacen la denuncia? Además, han detenido a muchos hermanos y hermanas; si alguno no puede soportar la tortura y delata a otros hermanos y hermanas, la policía los estará vigilaría. Entonces, si voy a ver a estos hermanos y hermanas, ¿no caeré directo en su trampa? Si me detienen, no aguanto la tortura y me vuelvo una judas, ¿no terminarán mis días como creyente? Y seguro que luego no alcanzaré la salvación”. Cuanto más lo pensaba, más me asustaba, y pensaba que era demasiado peligroso cumplir allí con mi deber. Se sentía como si fuera a entrar a un campo minado: un mal paso y se acabaría todo. En ese momento, lamenté de veras haber ido a organizar el trabajo allí y no podía motivarme para hacer mi deber. Después pensé sobre el hecho de que Wang Xinjing era miembro de esta iglesia y conocía mejor la situación global allí, por lo que sería más conveniente que ella fuera a visitar a los hermanos y hermanas. Yo acababa de llegar y aún no estaba al corriente. Podría mandar a Wang Xinjing a visitar a los hermanos y hermanas, así no tendría que arriesgarme yo. No obstante, pensé, “Wang Xinjing no capta bien muchos principios y carece de experiencia. Con todo esto, ¿realmente podría hacer bien el trabajo de seguimiento? ¿Sabrá resolver los problemas de los hermanos y hermanas? Pero por otra parte, si voy yo personalmente, ¿no me abocaré al desastre?”. Tras darle vueltas al asunto, decidí que Wang Xinjing llevara a cabo el trabajo. Sin embargo, días después, aún no había progresado nada. Al ver eso supe que debía ir yo misma a sustentar a los hermanos y hermanas. Si no, no se resolverían sus problemas y su entrada en la vida sufriría pérdidas. No obstante, dada la inestabilidad de las circunstancias actuales, correría el peligro de ser detenida en cuanto me contactara con los hermanos y hermanas. Por eso, no me atrevía a hacer el trabajo yo misma. En consecuencia, se pasó todo un mes y no habíamos progresado mucho en la labor de la iglesia. Wang Xinjing vivía en un estado de negatividad. Pero yo vivía con cobardía y miedo, así que no me atrevía a colaborar con ella en el trabajo.

Un día, caí enferma de repente y la causa de la dolencia no podía determinarse. Entendí entonces que tal vez Dios me estaba disciplinando con esto, por lo que oré para pedirle esclarecimiento para conocer Su intención. Más tarde, leí este pasaje de las palabras de Dios: “Su tristeza se debe a la humanidad, en la que Él tiene esperanzas, pero que ha caído en la oscuridad, y esto se debe a que la obra que Él hace en el hombre no cumple Sus intenciones, porque no toda la humanidad a la que Él ama tiene la capacidad de vivir en la luz. Él se entristece por la humanidad inocente, por el hombre honesto pero ignorante, y por el hombre que es bueno pero tiene carencias en sus propios puntos de vista. Su tristeza es símbolo de Su bondad y de Su misericordia, símbolo de belleza y benevolencia(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Es muy importante comprender el carácter de Dios). Las palabras de Dios me impactaron profundamente. Sobre todo cuando leí “Su tristeza se debe a la humanidad, en la que Él tiene esperanzas, pero que ha caído en la oscuridad”, me sentí profundamente culpable. Por las detenciones del gran dragón rojo, los hermanos y hermanas no podían hacer vida normal de iglesia, con lo que se sumieron en el desaliento y las tinieblas, y sus vidas sufrieron pérdidas. Ante esto, Dios sentía ansiedad y angustia, y esperaba con apremio que alguien considerara Su intención y fuera rápido a asistir y brindar soporte a los hermanos y hermanas para que pudieran hacer vida normal de iglesia. Pero yo delegué mi trabajo en mi hermana para preservar mi seguridad y me replegué sobre mí misma para prolongar una existencia innoble. Era plenamente consciente de que los hermanos y hermanas no podían hacer vida normal de iglesia y de que sus vidas habían sufrido pérdidas, pero no intervine para resolver el problema. ¡Qué egoísta y despreciable era! Pensaba que, usualmente, cuando no estaba en peligro, me creía una persona leal y capaz de abandonarse y esforzarse. Hasta solía hablar con otros sobre cómo debemos amar y satisfacer a Dios. Pero, ante esta situación, no pude pensar más que en mi seguridad. No pensé para nada en la intención de Dios ni en si sufrirían pérdidas las vidas de los hermanos y hermanas. Vi que solo hablaba palabras y doctrinas; engañaba tanto a Dios como a la gente. Cuando vi esto, sentí un hondo remordimiento y oré a Dios, “Amado Dios, siempre protejo mis intereses y no he considerado Tu intención. ¡En verdad carezco de conciencia y razón! Dios mío, estoy lista para considerar Tu intención y esmerarme en sustentar a mis hermanos y hermanas”. Luego, fui a ayudarlos y sustentarlos, tratando de resolver sus problemas y dificultades.

Un día oí decir a una hermana: “Hace dos años detuvieron a más de diez hermanos y hermanas de esta iglesia. Todavía no han soltado a algunos de ellos. La policía ha llegado a amenazar con demoler la iglesia”. Me enojé mucho cuando oí aquello; ¡qué déspotas eran estos demonios! No obstante, también sentí un miedo inconsciente y pensaba, “Después de tan solo dos años, habían venido a detener a muchos otros miembros. Incluso amenazaban con demoler la iglesia. Si se entera la policía de que yo soy la líder de la iglesia, ¿no me convertirán en su objetivo principal?”. Temblé de miedo al pensar en cómo habían torturado a nuestros hermanos y hermanas tras su detención, “Si, efectivamente me detienen, ¿podré soportar su tortura? Si me matan a golpes o me vuelvo una judas, ¿eso no sería mi fin?”. En ese punto, oí que habían detenido a todavía más hermanos y hermanas, y me pareció demasiado peligroso cumplir con mi deber en ese entorno. Pensé que la policía podría detenerme en cualquier momento, y me sentí sumamente cohibida y asustada. Oré a Dios y leí Sus palabras: “Independientemente de lo ‘poderoso’, lo audaz y ambicioso que sea Satanás, de lo grande que sea su capacidad de infligir daño, del amplio espectro de las técnicas con las que corrompe y atrae al hombre, lo ingeniosos que sean los trucos y las artimañas con las que intimida al hombre y de lo cambiante que sea la forma en la que existe, nunca ha sido capaz de crear una simple cosa viva ni de establecer leyes o normas para la existencia de todas las cosas, ni de gobernar y controlar ningún objeto, animado o inanimado. En el cosmos y el firmamento no existe una sola persona u objeto que haya nacido de él o que exista por él; no hay una sola persona u objeto gobernados o controlados por él. Por el contrario, no solo tiene que vivir bajo el dominio de Dios, sino que, además, debe someterse a todas Sus órdenes y Sus mandatos. Sin el permiso de Dios, le resulta difícil incluso tocar una gota de agua o un grano de arena sobre la tierra; ni siquiera es libre para mover a las hormigas sobre la tierra, y mucho menos a la humanidad creada por Dios. A los ojos de Dios, Satanás es inferior a los lirios del campo, a las aves que vuelan en el aire, a los peces del mar y a los gusanos de la tierra. Su papel, entre todas las cosas, es servir a todas las cosas, a la especie humana y a la obra de Dios y a Su plan de gestión(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único I). Con las palabras de Dios entendí que todas las cosas están bajo Su soberanía. Por muy salvaje que sea Satanás, sigue estando en manos de Dios. Sin el permiso de Dios, Satanás no se atrevería a dar un paso en falso. Recordé que, cuando fue probado Job, sin el permiso de Dios, Satanás solo pudo herir su carne, pero no se atrevió a quitarle la vida. En la situación en que me hallaba, ¿no dependía totalmente de Dios que me detuvieran o no? Por muy salvaje y feroz que fuera Satanás, sin el permiso de Dios, no se saldrá con la suya aunque el gran dragón rojo trate de capturarme. Si Dios lo consiente, yo no podré huir aunque lo intentara. Mi vida está en las manos de Dios y Satanás no tiene ni voz ni voto. Al meditar las palabras de Dios, logré conocer un poco Su autoridad y soberanía y me sentí menos cohibida y mucho más liberada. Quería disponer que los hermanos y hermanas reanudaran sus vidas de iglesia cuanto antes. En esa época, Wang Xinjing y yo oramos y nos amparamos en Dios. Pensamos maneras de contactarnos con los hermanos y hermanas y les dimos sustento. Por consiguiente, poco a poco comenzaron a ir a reuniones, a hacer vida de iglesia y a cumplir con el deber de la mejor forma posible.

Más adelante, una hermana, detenida y después liberada, me informó que me habían delatado. La policía ya sabía que era líder y en qué aldea vivía, y hasta decía que mandaría emitir a la Oficina de Seguridad una orden de detención contra mí. Cuando me enteré de esto, se me puso el corazón en la garganta. Sentí una ansiedad y un miedo terribles. Dado que la policía ya tenía muchísima información mía, era susceptible de ser detenida en cualquier momento y lugar. Y si me detenían, seguro que me torturarían. Cuanto más lo pensaba, más me asustaba, y terminé cayendo en una debilidad pasajera. Me parecía que creer en Dios en el país del gran dragón rojo era como estar en la cuerda floja; me aguardaba un peligro mortal a cada paso. Entonces, pensé, “Puedo ir a esconderme un tiempo a casa de unos parientes. Cuando se hayan enfriado las cosas, podré seguir con mi deber”. Pero recordé que algunos hermanos y hermanas se sentían temerosos, negativos y débiles, y necesitaban urgentemente riego y sustento. Si desertaba del puesto en este momento decisivo, ¿no me estaría rebelando contra Dios y dañando Su corazón? Abrumada y atormentada, no sabía qué debía hacer, así que oré a Dios para pedirle fortaleza y fe para continuar haciendo mi deber. Más tarde, vi este pasaje de las palabras de Dios: “En China continental, el gran dragón rojo ha reprimido, arrestado y perseguido de manera sistemática y brutal a los creyentes en Dios, a los que a menudo coloca en entornos peligrosos. Por ejemplo, el gobierno se sirve de diversos pretextos para atrapar a los creyentes. Cada vez que descubren una zona en la que reside un anticristo, ¿qué es lo primero que piensa este anticristo? No en la adecuada organización del trabajo de la iglesia, sino en cómo escapar de esta peligrosa situación. Cuando la iglesia se enfrenta a la represión y los arrestos, los anticristos nunca emprenden un trabajo de seguimiento. No realizan arreglos para el personal o los recursos esenciales de la iglesia. En su lugar, buscan excusas y razones para garantizarse un lugar seguro para sí mismos y con eso les vale. […] En el fondo de su corazón, los anticristos siempre anteponen su seguridad personal. Se trata de un problema que supone una preocupación constante para ellos en su fuero interno. Piensan para sí: ‘No debo meterme en problemas. Si van a atrapar a alguien, no puedo permitirme ser yo; he de permanecer con vida. Todavía estoy esperando compartir la gloria de dios cuando su obra finalice. Si me atrapan, actuaré como Judas y será mi final. No tendré un buen desenlace. Se me castigará’. […] Después de asentarse y sentir que están fuera de peligro, que este ha pasado, los anticristos proceden a hacer algo de trabajo superficial. Son bastante meticulosos en sus arreglos, pero depende de con quién estén tratando. Ponen mucho cuidado en pensar sobre estos asuntos que atañen a sus propios intereses, pero en lo que respecta a la obra de la iglesia o a sus propios deberes, exhiben su propio egoísmo y despreciabilidad y no muestran ninguna responsabilidad, carecen incluso del menor atisbo de conciencia o razón. Se les clasifica como anticristos debido justamente a estos comportamientos(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (II)). Dios exponía que los anticristos son especialmente egoístas, despreciables y carentes de humanidad. Solo les importan sus propios intereses y su seguridad personal y no les interesa lo más mínimo el trabajo de la iglesia. En períodos de paz, dan la falsa impresión de que son vehementes en el deber pero, a la menor señal de peligro o en una situación que pueda poner en riesgo su seguridad personal, se repliegan sobre sí mismos y se esconden. Por muchas pérdidas que esto ocasione al trabajo de la iglesia y a los hermanos y hermanas, a estos anticristos no les importa nada. Me percaté de que mis actos no diferían de los de un anticristo. Cuando no se presentaba un peligro, aparentemente era capaz de sufrir y esforzarme en el deber, pero cuando las cosas se pusieron realmente peligrosas, las eludí y solo pensé en protegerme y en delegar el deber arriesgado en otra hermana. Miraba pasivamente mientras la labor de la iglesia no progresaba y los hermanos y hermanas estaban sin vida de iglesia. No estuve a la altura, no hice el trabajo de la iglesia y no desperté hasta no ser disciplinada. Una vez que supe que me habían delatado y que la policía me buscaba, quise desertar del puesto sin pensar para nada en la labor de la iglesia. Fui muy egoísta y despreciable. La realidad de esa situación reveló que era tan egoísta como un anticristo. Siempre que me sentía en peligro, quería dejar mi deber y buscar el modo de garantizar mi seguridad. No tenía la más mínima lealtad a Dios, cosa que Él aborrecía. Cuando entendí esto acerca de mí misma, sentí remordimiento y culpa. Leí un pasaje de las palabras de Dios: “Es tremendamente difícil para Dios llevar a cabo Su obra en la tierra del gran dragón rojo, pero es a través de esta dificultad que Dios realiza una etapa de Su obra, para manifestar Su sabiduría y acciones maravillosas, y usa esta oportunidad para hacer que este grupo de personas sean completadas. Dios lleva a cabo Su obra de purificación y conquista mediante el sufrimiento, el calibre y todo el carácter satánico de las personas en esta tierra inmunda, para, de esta manera obtener la gloria y así ganar a los que dan testimonio de Sus hechos. Este es el significado completo de todos los sacrificios que Dios ha hecho por este grupo de personas(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Es la obra de Dios tan sencilla como el hombre imagina?). Al meditar las palabras de Dios comprendí que era inevitable, y también predestinación de Dios, que los creyentes que vivimos bajo el gobierno del PCCh fuéramos objeto de persecución y tribulación. Con la persecución del gran dragón rojo, Dios perfeccionaba nuestra fe y nuestro amor. Pero yo, ante una situación peligrosa, no busqué la intención de Dios, me sentía cohibida y asustada, solo me importaba mi propia seguridad y ni siquiera quería cumplir con mi deber. Vi que mi fe era realmente débil y que, en vez de dar testimonio ante Dios, me había convertido en el hazmerreír de Satanás. Al darme cuenta, me sentí bastante arrepentida y en deuda, y ya no quería abandonar el puesto y llevar una existencia vil. Quería someterme y ponerme en las manos de Dios. Estaba feliz de dejar que Dios instrumentara si me detenían o no y si vivía o moría. Si me detenía el gran dragón rojo, sería con el permiso de Dios, y aunque ello supusiera mi muerte, me mantendría firme en mi testimonio de Él. Si no me detenía, sería por la misericordia y la protección de Dios y yo estaría aún más determinada a cumplir bien mi deber. Comprendido esto, me sentí un poco más en paz y desaparecieron mi ansiedad y mi miedo anteriores.

Luego reflexioné sobre porqué solo pensé en mis intereses ante el peligro, en vez de considerar la intención de Dios. Un día, encontré un pasaje de las palabras de Dios: “Todos los humanos corruptos viven para sí mismos. Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda; este es el resumen de la naturaleza humana. La gente cree en Dios para sí misma; cuando abandona las cosas y se esfuerza por Dios, lo hace para recibir bendiciones, y cuando es leal a Él, lo hace también por la recompensa. En resumen, todo lo hace con el propósito de recibir bendiciones y recompensas y de entrar en el reino de los cielos. En la sociedad, la gente trabaja en su propio beneficio, y en la casa de Dios cumple con un deber para recibir bendiciones. La gente lo abandona todo y puede soportar mucho sufrimiento para obtener bendiciones. No existe mejor prueba de la naturaleza satánica del hombre. La gente cuyo carácter se ha transformado es distinta, cree que el sentido proviene de una vida acorde con la verdad, que el fundamento de ser humano es someterse a Dios, temerlo y apartarse del mal, que aceptar la comisión de Dios es una responsabilidad que es perfectamente natural y justificada, que solo aquellos que cumplen bien con el deber de un ser creado son aptos para ser llamados humanos y que, si ellos no son capaces de amar a Dios y retribuir Su amor, no son aptos para ser llamados humanos. Ellos sienten que vivir para uno mismo es vacío y carente de sentido, que las personas deben vivir para satisfacer a Dios, para cumplir bien con sus deberes y vivir una vida significativa, de manera que, incluso cuando llegue la hora de su muerte, se sentirán contentas y no tendrán el menor remordimiento, y que no habrán vivido en vano(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Con las palabras de Dios vi que yo me protegía continuamente en las situaciones peligrosas y quería abandonar el deber y vivir una existencia innoble porque dominaban mi pensamiento filosofías satánicas como “Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda”, “Agua que no has de beber, déjala correr”, “No muevas un dedo si no hay recompensa” y demás. Estas filosofías formaban parte de mi naturaleza y siempre actuaba por propio interés a toda costa. Traicionaba a Dios siempre que corrían riesgo mis intereses. Pensé en que, desde que había venido a esa iglesia y me había encontrado en una situación peligrosa, solo pensaba en mi seguridad. Pese a saber que tenía que sustentar lo más rápido que pudiera a esos hermanos y hermanas para que hicieran vida normal de iglesia, me acobardé por miedo a la detención y la tortura, y delegué mi trabajo en mi hermana sin la menor consideración por su seguridad ni por la labor de la iglesia. Aunque vi que era demasiado trabajo solamente para la hermana, y que los hermanos y hermanas no podían hacer vida de iglesia, no di un paso al frente ni cumplí con mi deber. Vivía según las filosofías satánicas. Actuaba de forma egoísta y despreciable, y no tenía la menor humanidad, conciencia ni razón. Dios salva a aquellos que le son leales y se someten a Él, a aquellos que dejan sus intereses personales y protegen la labor de la iglesia en momentos cruciales; ellas son las únicas personas que consiguen la aprobación de Dios. Sin embargo, en momentos cruciales, yo abandoné el barco y no tuve sinceridad para con Dios. Al ver lo egoísta y despreciable que fui, aunque pudiera eludir a la policía y arrastrar una existencia vil, ¿por qué habría de optar Dios por salvarme? Me acordé de que, para salvar a la humanidad, Dios fue encarnado en China y soportó una humillación y un sufrimiento inauditos mientras corría un enorme peligro por expresar Sus palabras y realizar Su obra, buscado y perseguido constantemente por el gran dragón rojo, y rechazado y calumniado por el mundo religioso; pero Dios jamás ha renunciado a salvarnos. Dios lo ha dado todo en Su sincero afán de salvar a la humanidad. La esencia de Dios es sumamente desinteresada, buena y hermosa. Yo, por mi parte, no tenía sinceridad para con Dios y continuaba viviendo según la filosofía satánica y era egoísta, despreciable, traicionera y falsa. Solo pensaba en mi seguridad en el deber y no protegía para nada el trabajo de la iglesia. Si no me arrepentía, Dios me detestaría y me descartaría.

Durante mis devociones espirituales leí este pasaje de las palabras de Dios: “Los que sirven a Dios deben ser Sus íntimos; deben ser agradables a Él y capaces de mostrar la mayor lealtad a Él. Independientemente de si actúas en público o en privado, puedes obtener el gozo de Dios delante de Dios; puedes mantenerte firme delante de Él, e, independientemente de cómo te traten otras personas, siempre caminas por la senda por la que debes caminar y le prestas toda la atención a la carga de Dios. Sólo las personas que son así son íntimas de Dios. Que los íntimos de Dios sean capaces de servirle directamente se debe a que Él les ha dado Su gran comisión y Su carga, a que pueden hacer suyo el corazón de Dios y a que toman la carga de Dios como propia, y no consideran sus perspectivas de futuro: aun cuando no tengan perspectivas ni obtengan nada, siempre creerán en Dios con un corazón amante de Él. Por tanto, este tipo de persona es íntima de Dios. Los íntimos de Dios son también Sus confidentes; sólo estos podrían compartir Su inquietud y Sus pensamientos, y aunque su carne es dolorosa y débil, son capaces de soportar el dolor y abandonar lo que aman para satisfacer a Dios. Dios da más cargas a esas personas y lo que Él desea hacer queda demostrado en el testimonio de esas personas. Así, estas personas son agradables para Dios; son siervos de Dios que concuerdan con Sus intenciones y sólo ellos pueden gobernar junto a Él. Cuando hayas llegado a ser de verdad un íntimo de Dios, será precisamente cuando gobernarás junto a Él(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Cómo servir en armonía con las intenciones de Dios). En las palabras de Dios descubrí que Él ama a quienes consideran Su intención y llevan Sus cargas. Surja la situación que surja, sin importar cuán grande sea el sufrimiento que soporten, y aunque el camino por recorrer parezca sombrío, ellos pueden abandonar lo que aman para satisfacer a Dios y no piensan en sus intereses. Solo esas personas son las que Dios finalmente ganará. En ese momento crucial, cuando los hermanos y hermanas eran detenidos, sabía que debía considerar la intención de Dios, compartir Su preocupación y Sus pensamientos, proteger la labor de la iglesia y cumplir bien mis responsabilidades y deberes. Entendido esto, tomé una decisión: sin importar qué peligros me acecharan, cumpliría bien con el deber para reconfortar el corazón de Dios.

Un día, oí que habían detenido a un líder de una iglesia vecina. Me di cuenta de que había que trasladar rápido los libros de la iglesia; si no, acabarían en manos del gran dragón rojo. Por ello, enseguida me contacté con la hermana Zhang Yi para ayudar a trasladar los libros juntas. Cuando llegué al lugar de reunión, se me acercó corriendo con gesto nervioso y me contó que la habían seguido. Le había costado despistarlos eventualmente, y me dijo que trasladara los libros cuanto antes. Cuando lo oí, se me puso el corazón en la garganta y sentí nervios y miedo. Pensé, “La policía se oculta, discreta, mientras nosotros estamos a plena vista. Si la policía me localiza y me detiene, ¡es seguro que me mate a golpes!”. Cuanto más lo pensaba, más me asustaba y más ganas tenía de que trasladara los libros otro, pero recordé que Zhang Yi ya había fijado una hora para encontrarnos con los hermanos y hermanas que guardarían los libros, y no había tiempo de buscar sustituto. Además, cuanto más se demorara el traslado, mayor sería el riesgo. Mientras le daba vueltas en mi mente, me di cuenta de que estaba cohibida, por lo que le pedí continuamente a Dios en mi corazón que me diera fe y fortaleza. Justo entonces, pensé en un pasaje de las palabras de Dios: “Cuando los que son leales a Dios tienen claro que es peligroso un entorno, pese a ello aceptan el riesgo de hacer la tarea de ocuparse de la situación posterior y mantienen en mínimos las pérdidas a la casa de Dios antes de retirarse. No priorizan su propia seguridad. Dime, en este perverso país del gran dragón rojo, ¿quién podría asegurar que no hay peligro alguno en creer en Dios y cumplir con un deber? Cualquiera que sea el deber que uno asuma, conlleva cierto riesgo; sin embargo, el cumplimiento del deber es una comisión de Dios y, al seguir a Dios, uno ha de asumir el riesgo de cumplir con su deber. Uno debe hacer un ejercicio de sabiduría y ha de tomar medidas para garantizar su seguridad, pero no debe priorizar su seguridad personal. Debe tener en cuenta las intenciones de Dios y priorizar el trabajo de Su casa y la difusión del evangelio. Lo principal, y lo primero, es cumplir con la comisión de Dios para uno(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (II)). Los que son leales a Dios saben considerar Su intención. Por muy peligrosas que sean las circunstancias, son capaces de arriesgarlo todo por hacer el seguimiento necesario y cumplir bien sus responsabilidades. Recordé que, en mis años como creyente, había gozado de mucho riego y sustento de las palabras de Dios, así que ya me tocaba hacer mi deber. No podía traicionar mi conciencia y no hacer nada mientras peligraban los intereses de la iglesia. Por muy peligrosas que fueran las circunstancias, tenía que buscar el modo de trasladar esos libros a otro lado. No podía dejar que acabaran en manos del gran dragón rojo. Pensé en las palabras del Señor Jesús que dicen: “El que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su vida por causa de mí, ese la salvará(Lucas 9:24). Aunque me detuvieran y mataran a golpes en el cumplimiento de mi deber, ello tendría sentido y estaría aprobado por Dios. Recordé que a Pedro lo crucificaron cabeza abajo por Dios y no le preocupó su vida, con lo que dio firme y rotundo testimonio de Dios. Sabía que debía emular a Pedro, ser leal a Dios sin importar qué situación surgiera y cumplir bien mi deber para reconfortar Su corazón. La palabra de Dios me dio la fe y la fortaleza para dejar de vivir con miedo. Luego colaboré con los demás hermanos y hermanas, usando nuestra sabiduría para evadir a la policía y, con el cuidado y la protección de Dios, logramos trasladar los libros con éxito. ¡Gracias a Dios!

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